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Esta novela sobresale dentro del gran corpus de las novelas del período de «La

Violencia» (comprendida entre 1946 y 1953), dado que en ésta Mejía Vallejo deja de
lado una guerra partidista —característica principal de las novelas de la época— y se
adentra en el pueblo de Tambo y de sus habitantes. La novela cuenta con dos
narradores: un forastero que llega al pueblo, relata lo que piensa y lo que ve; y un
narrador en tercera persona que se centra en la vida del padre Barrios, nuevo párroco
de Tambo, desde el momento mismo de su llegada. Fueron esta temática y estilo
narrativo las que le valieron a El día Señalado el ser considerada como uno de los tres
pilares de la novela de «La Violencia» al lado de El Cristo de espaldas (1952) de
Eduardo Caballero Calderón y La mala hora (1962) de Gabriel García Márquez.

Uno de los grandes éxitos de esta novela se encuentra en los dos ejes narrativos,
gracias a los cuales los lectores podemos ver la violencia representada y vivida en los
personajes de una manera tanto individual como colectiva. Las narraciones en
primera persona nos dan una mirada individual del conflicto, mientras que la narración
en tercera persona nos presenta una perspectiva colectiva más amplia. Gracias a este
estilo narrativo, como lo afirmara Luis Marino Troncoso, gran crítico de la obra de
Mejía Vallejo, permite que los lectores mantengamos un equilibro porque recibimos
una opinión individual y colectiva de la problemática surgida durante «La Violencia»,
dejando de lado la característica amarillista y la dualidad de buenos y malos,
conservadores y liberales.

La narración en primera persona es hecha por el forastero que llega a Tambo a


participar en una pelea de gallos. Este hombre, al igual que Juan Preciado en Pedro
Páramo (1955) de Juan Rulfo, viene a buscar a su padre y vengar el abandono al que
éste lo sometió toda su vida. La narración del forastero nos presenta una violencia
individual y psicológica que es complementada por la narración en tercera persona,
que la amplía a un nivel colectivo, y facilita el entendimiento de una violencia
individual, representada en el hijo abandonado, que reacciona ante una colectiva
representada por Tambo y sus habitantes.
Podemos afirmar entonces, que la violencia se origina primero individualmente a
través de diferentes factores, para luego llegar a una colectiva conformada por
temores o búsqueda de objetivos similares. Es así como en El día Señalado los
personajes violentos se desarrollan por factores externos, es decir, se siembra en
ellos esa semilla violenta que proviene, en gran parte, de un sistema social
excluyente, como es señalado por Ariel Dorfman en su libro Imaginación y violencia
en América (1970) cuando afirma que  «el 90% de sus habitantes [de América] no
sabe siquiera si vivirá más allá de mañana, se nutre además de la tonificadora
inseguridad de un continente que busca su ser, y que asume pautas contradictorias
con las cuales se vive y se actúa… Mato, luego existo».  De esta manera notamos
que para los habitantes de Tambo no hay otra salida que vivir dentro de la violencia,
pues, como lo afirma el padre Barrios, «¿Qué otra cosa sino la violencia podría crecer
en pueblos al estilo de Tambo?».
Partiendo de este hecho, podemos observar que, desde el nombre mismo del pueblo,
cercano a tumba, se siente un ambiente de muerte reinante.  Pero otro factor que
influye es la situación geográfica, ya que Tambo se encuentra rodeado de montañas y
es amenazado por un volcán activo. Es así como la presencia del volcán, y el calor
permanente contribuyen a crear una atmósfera de muerte y desolación, donde los
habitantes se sienten amenazados no sólo por ellos mismos, sino por una inminente
erupción. Los habitantes no tienen esperanza alguna: «Es malo el calor en este
pueblo…Todo es malo: la tierra, las personas».

En El día señalado, Mejía Vallejo nos presenta un espacio que subyuga a sus
habitantes, y no les deja otro camino que la violencia.  Este sometimiento se logra
involucrando a los personajes directamente con la violencia, como es el caso del
gamonal, la policía, y los guerrilleros que viven en la montaña; o excluyéndolos como
es el caso de la gran mayoría de los habitantes que siguen lo dictado colectivamente
por temor a la violencia.

En la actualidad, la crítica norteamericana Susan Carvalho analiza cómo los espacios


son usados como una forma de manipular a los personajes que habitan en ellos, y de
este modo lograr mantener el orden dentro del espacio. En su libro «Contemporary
Spanish American Novels by Women: Mapping the Narrative» (2007), Carvalho hace
un análisis de la novela contemporánea en América Latina y destaca cómo las
protagonistas de los textos analizados se revelan contra ese espacio opresor.
Posteriormente, la crítica afirma que al imponer su ley, el espacio puede separar o
unir a sus habitantes, por lo cual, aquellos que aceptan y respetan las normas del
espacio se sentirán cómodos en él, pero aquellos que no lo hacen serán expulsados.
Así entonces, cuando llegan el forastero y el padre Barrios a Tambo, se enfrentan con
estos dos bandos. El forastero, con su sed de venganza, se une inicialmente a
aquellos que respetan las normas y actúan violentamente, pero el padre Barrios
decide no unirse a bando alguno y se rebela contra el espacio, Tambo, e intenta
transformarlo.

De este modo, Mejía Vallejo nos propone rebelarnos contra el espacio que nos
subyuga:  en El día señalado, el padre Barrios al llegar a Tambo, cambia el
sacramento de la confesión. El antiguo párroco usaba este sacramento como una
forma de reprender a sus feligreses, y de esta manera, exteriorizar su poder e
imponer su propio orden.  En cambio las confesiones con el padre Barrios ofrecían un
diálogo, y en lugar de reprender, el sacerdote sirve como consuelo. De igual manera,
el padre Barrios cambia las penitencias acostumbradas. En lugar de pedir a sus
feligreses oraciones por sus pecados, él les pide que participen de la reforestación de
Tambo como proyecto redentor no sólo para la tierra desértica del pueblo, sino
también para el alma de los habitantes. De este modo, el sacerdote no sólo estaría
sacando al pueblo de Tambo del ocio, que según él mantiene la violencia en el
pueblo, sino que también lo integraría en una comunidad.

Qué tan lejos está El día señalado, de la Colombia de hoy, donde la solución para la
violencia es la respuesta armada y la perpetua polarización en dos bandos que se
caracterizan por una continua intolerancia a la diferencia.

A través de El día señalado y la gran mayoría de sus obras, Mejía Vallejo nos propone
una novela regional en la que sus personajes, además de revelarnos una región
olvidada, también nos revela un interior en lo que se encuentra lo más puro de ellos,
que en el caso específico de sus novelas, es un pasado campesino regido por la
sencillez de la vida rural.  Tal como el padre Barrios, el autor nos muestra su intención
de integrar a todos los habitantes de Tambo, alegoría de Colombia, en el proyecto
redentor: la siembra de árboles.

¿Quién podría presentarnos el proyecto redentor para la Colombia de hoy? Quizá la


respuesta este también en los libros… a varios de nosotros le vendría bien leer el
Manual de Tolerancia (1988) de Héctor Abad Gómez.
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* Jaime A. Orrego es profesor de español y literatura latinoamericana en Saint Anselm
College en Manchester (New Hampshire).  Es ingeniero industrial de la Pontificia
Universidad Javeriana y recibió el título de Ph.D. en literatura de la Universidad de
Iowa. Es autor de varios cuentos, dos de ellos publicados, y varias entrevistas, entre
ellas al escritor Héctor Abad Faciolince y al poeta chileno Oscar Hahn.  En la
actualidad se encuentra terminando una colección de cuentos que publicará a finales
de este año.

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