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TERRITORIOS NO AUTONOMOS

Territorio Administración Superficie(km2) Población 1


 
ÁFRICA
Sáhara Occidental 2 266,000 3
ASIA
ATLÁNTICO Y EL CARIBE
Anguila Reino Unido 96 14,766
Bermuda Reino Unido 53 68,265
Islas Caimán Reino Unido 260 50,209
Islas Malvinas (Falkland) Reino Unido 11,961 3,140
Islas Turcas y Caicos Reino Unido 430 23,528
Islas Vírgenes Británicas Reino Unido 153 24,939
Islas Vírgenes de los Estados Unidos Estados Unidos 340 109,750
Monserrat Reino Unido 98 5,118
Santa Elena Reino Unido 122 7,670
EUROPA
Gibraltar Reino Unido 6 28,877
OCÉANO PACÍFICO Y OCÉANO ÍNDICO
Guam Estados Unidos 549 180,865
Nueva Caledonia  4 Francia 35.853 252,352
Pitcairn Reino Unido 5 48
Samoa Americana Estados Unidos 197 66,432
Tokelau Nueva Zelandia 10 1,400

Cuando las Transnacionales Gobiernan el


Mundo
No todo lo que brilla es oro
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David C. Korten
Comentario por José Cademartori

 
A juzgar por el título, este libro podría ser atribuido a un extremista. Pero nada de lo escrito
es una exageración. Se trata de una obra bien documentada y fundamentada. El autor
proviene de una familia más bien conservadora de medianos empresarios del estado de
Washington, de la cual no reniega. Luego de su doctorado en Teoría Organizacional en
Stanford, fue capitán de la Fuerza Aérea en Vietnam y docente en Harvard. Asesor de los
Programas de Ayuda Norteamericana en Administración de Negocios, pasó largos años en
Etiopía, Nicaragua, Filipinas y otros países del sudeste asiático enseñando a los nativos
conocimientos empresariales, como él lo creía, para contrarrestar las revoluciones del tercer
mundo que "amenazaban" el modelo de vida norteamericano. Terminó desilusionándose.
Se convenció que "el verdadero desarrollo no puede comprarse con dinero de ayuda
externa". (XIX) Descubrió la diferencia entre crecimiento y desarrollo, el cual sólo es
posible cuando los pobres se capacitan para gobernar por sí mismos sus destinos. David
Korten no propugna el socialismo, sigue creyendo en la importancia de la propiedad
privada y el mercado. No es un activista anti-negocios. Su ideal es "lograr el equilibrio
creativo entre mercado y comunidad, entre ciencia y religión, entre dinero y espíritu,
esencial para crear sociedades humanas sanas". (XXV)

La formación de los monopolios en Estados Unidos

Korten rememora la historia de los Estados Unidos desde mediados del siglo XIX, para
mostrar cómo las grandes compañías se apoderaron del poder político. Recuerda que
Lincoln denunció a los ricos que corrompían las altas esferas políticas y el Presidente
Hayes definió como "gobierno de, por y para las empresas", al nuevo régimen que se estaba
gestando, a medida que los grandes capitalistas fueron adquiriendo control sobre los
órganos legislativos y el sistema judicial. Un fallo de la Corte Suprema de 1886 que tendría
enormes consecuencias para el poder del capital, declaró, al margen de la Constitución, que
una "empresa privada" era igual que "una persona natural"; tenía las mismas protecciones
constitucionales de los individuos, incluida la libertad de expresión, mientras quedaban
exentas de las responsabilidades y obligaciones del ciudadano común. Después de pasar
revista a la formación de los primeros monopolios y las leyes anti-trust, el autor rememora
las luchas de los obreros norteamericanos de comienzos de siglo contra los abusos
patronales y sostiene que en la administración de Franklin Roosevelt, los trabajadores y el
pueblo consiguieron importantes derechos, los cuales fueron anulados en gran medida
durante la presidencia de Reagan.

Con el ejemplo de la agricultura norteamericana, el autor ilustra cómo un puñado de


grandes firmas oligopólicas someten a los agricultores mediante el suministro de insumos,
les dictan las pautas de producción y luego dominan los canales de venta al consumidor. La
conclusión, los mercados ya no tienen nada de competitivos. En el ámbito internacional, las
compras hostiles de empresas, las fusiones, las alianzas estratégicas y joint ventures entre
los grandes competidores de Norteamérica, Japón y Europa, para desplazar a los rivales,
apunta a la formación de los mega consorcios mundiales. La crítica de Korten a los
monopolios es categórica. Evoca las prescripciones del padre del liberalismo - Adam Smith
- contrarias a la concentración del poder económico. Las emprende contra la triple alianza:
Los "economistas neoliberales" que desvirtúan el funcionamiento de los mercados con
supuestos irreales; los "filósofos morales" que distorsionan el concepto de libertad
individual para legitimar a los poderosos; y los "miembros de la clase empresarial" -
ejecutivos, abogados, consultores, corredores bursátiles y ricos inversionistas - que se
benefician de los argumentos de los anteriores.

De los Monopolios nacionales a las Transnacionales

Lo que estamos viviendo, afirma Korten "es una transformación consciente e


intencional".."impulsada por sueños globales de grandes imperios empresariales, gobiernos
condescendientes, una monocultura consumista globalizada y un compromiso ideológico
universal con el liberalismo empresarial." Un verdadero "colonialismo empresarial". (121)
De las tendencias a la globalización y las políticas neoliberales emergen las
transnacionales, esas "instituciones centralizadas no fiscalizables". Estas empresas globales,
más que partes de economías nacionales, son unidades coordinadoras que actúan por
encima de las fronteras. Sus actividades han alcanzado tal envergadura que, del total de las
transacciones internacionales de bienes y servicios, un tercio son compraventas entre
filiales, o sea un tipo de comercio "cautivo" que sigue reglas distintas a las descritas por las
teorías en boga sobre comercio internacional. El autor cita fuentes según las cuales, de las
decenas de miles de firmas globales, sólo 500 de ellas, controlan el 70% del intercambio
mundial y sus ventas ya equivalen al 25% de la producción mundial. Aún más concentrado
está el poder financiero ya que sólo 50 multinacionales poseen el 60% del capital mundial
de todo el sector. En la industria global se constata que las cinco compañías mayores
controlan más del 40% del mercado en ramas como petróleo, computadoras y medios de
comunicación; más del 50% en automotriz, aeronáutica, aeroespacial, electrónica y acero; y
más del 70% en bienes de consumo duradero. La conclusión de Korten es categórica: "Es
falso que la globalización aumenta la competencia. Al contrario estimula tendencias
monopólicas a escala mundial" (241)

No son pocas las corporaciones norteamericanas que ya no se consideran tales, sino


compañías mundiales cuyos objetivos van más allá de los intereses nacionales. Es lo que
revela un estudio del Congreso norteamericano. (127) Sin embargo, para conseguir
exenciones tributarias o subsidios gubernamentales, se envuelven con banderas nacionales
y sostienen que contribuyen a la "competitividad nacional". "En otras palabras, en sus
operaciones cotidianas, la lealtad de las principales empresas mundiales es sólo con el
resultado final de sus balances". (125) El hecho de que los dueños de las multinacionales,
ya no poseen intereses "nacionales", da como resultado la tendencia a "una fusión de las
elites financieras mundiales en una comunidad apátrida en las nubes, aparte del mundo
donde vive la mayoría de los mortales". (115) El autor compara esta élite con los
gobernantes de Stratos, de la serie televisiva "Viaje a las Estrellas", ciudad suspendida en
las nubes, mientras en la superficie del planeta, los habitantes trabajan en la miseria para
costear los lujos de los gobernantes.

Korten proporciona cifras acerca de cómo vienen acrecentándose las desigualdades de


ingresos en los Estados Unidos entre sus altos ejecutivos y empleados, así como entre
países ricos y pobres alrededor del mundo. Por un lado, las extravagancias de los
multimillonarios desplazándose por el planeta en sus aviones y helicópteros privados,
habitando en exclusivas comunidades segregadas, con todos los servicios a su alcance; por
otro lado, el mundo del trabajo, la superexplotación infantil, la semi-esclavitud, los salarios
infra-humanos, las jornadas extenuantes, los golpes, los castigos, los accidentes evitables
que caracterizan muchas fábricas y talleres de las más conocidas marcas mundiales. La obra
denuncia el sistema de contratistas que se extiende no sólo en Asia, Africa y América
Latina sino también en Estados Unidos, lo que les permite a las grandes y "prestigiosas "
multinacionales lavarse las manos sobre los abusos patronales. Para Korten, vivimos en "un
mundo dividido por clases más que por la geografía". (115)

El desarrollo tecnológico ha llegado a un punto en que para las transnacionales, el centro


del negocio ya no es la producción. (126) El ámbito de sus preocupaciones se encuentra en
otras esferas; monopolizar las tecnologías; asegurar leyes permisivas para extraer recursos
naturales; obtener subsidios gubernamentales o exenciones tributarias; mantener a sus
trabajadores en la obediencia absoluta, aún con represión policial o militar; y, no menos
importante, sostener campañas publicitarias y de presión ante los gobiernos y parlamentos.
La propiedad exclusiva de tecnologías patentadas respecto de productos y procesos es una
fuente cada vez mayor de mercados cautivos y jugosas utilidades. "La tiranía del mercado
esclaviza a la mayoría en pro de los intereses de unos pocos." (165) Cuando los costos de
producción han bajado hasta llegar al 25% del precio final, el financiamiento de las
inversiones, la investigación tecnológica, la publicidad, y habría que agregar, el control del
mercado son más importantes. (129) Korten revela la existencia de 170 mil funcionarios de
relaciones públicas en los Estados Unidos contra sólo la cuarta parte de ese número que son
periodistas. Los primeros escriben el 40% del contenido noticioso de un diario
norteamericano típico. (151) Las 100 empresas más grandes de los Estados Unidos tienen
comprado el 75% del tiempo de la televisión comercial. (158) "Quien controla los medios
de comunicación controla la cultura básica de los pueblos", sentencia Korten.

La especulación financiera

Como un verdadero gobierno mundial en la sombra se comportan las grandes compañías


financieras que transfieren enormes sumas de capital ficticio de un país al otro, erosionando
el concepto de la soberanía de los países. Esta cita que Korten hace suya confirma el poder
que han llegado a tener los que operan los mercados financieros mundiales. Mientras el
comercio de bienes y servicios mueve entre 20 y 25 billones de dólares por día, las
operaciones financieras movilizan entre 800 billones y un trillón de dólares. Si a lo anterior
se agrega que los eurodólares no están sujetos a encaje; que han surgido nuevos
"productos" objeto de especulación como los derivados, los futuros, los bonos basura o los
fondos mutuos garantizados; está claro que tiene que aumentar la volatilidad de los
mercados, lo que acrecienta los peligros de quiebra de bancos y compañías aseguradoras, la
bancarrota de los bancos centrales o de los gobiernos y fuertes pérdidas en el patrimonio de
los municipios, de los fondos de pensiones y de los ahorros de pequeños inversionistas. Los
bancos centrales con sus actuales instrumentos son incapaces de frenar la especulación.
Cuando intervienen, como dice Korten, lo que hacen es transferir el dinero de los
contribuyentes hacia los especuladores. Y cuando los gobiernos intervienen como lo hizo
Clinton en la crisis del tequila, es para salvar a los más ricos y no a los pobres. En palabras
del autor "las instituciones financieras, se han transformado en "un sistema depredador,
desligado de los intereses humanos", dedicado a extraer riqueza de los contribuyentes y de
la economía productiva. (219)

Los organismos públicos transnacionales


Acidos comentarios provoca al autor el papel de los organismos económicos
supranacionales. Al Fondo Monetario y al Banco Mundial les reprocha el secretismo en sus
procesos internos; el poder de veto que ejercen en sus decisiones las grandes potencias; el
resultado de sus préstamos de "ayuda" que no reducen las deudas de los estados, ni los
déficits comerciales de los países; la falta de control legislativo sobre el uso de los
préstamos; el fracaso de muchos de sus proyectos de inversión; y la mayor dependencia a
que los países prestatarios son sometidos en sus políticas internas. (167-182) El juicio de
Korten es categórico: "El Banco Mundial y el Fondo Monetario han fracasado
rotundamente imponiendo una enorme carga sobre los pobres del mundo e impidiendo
seriamente se desarrollo" (181) En cuanto a la Organización Mundial de Comercio (OMC)
advierte que su estructura permite que una transnacional cualquiera respaldada por un
gobierno, pueda cuestionar cualquier ley de otro estado miembro que, a su juicio, la prive
de ganancias "esperadas". Así las leyes ambientales o sociales pueden ser objetadas por ser
"demasiado rigurosas". Las normas sobre patentes refrendadas por la OMC ya han
significado que los agricultores tienen prohibido usar las semillas de su propia cosecha y
están obligados a adquirirlas a las transnacionales. El problema se agravará con el control
monopólico de las compañías biotecnológicas sobre los productos transgénicos. Korten
denuncia el mecanismo de los Paneles de Expertos de la OMC que resuelven en audiencias
secretas, -sin aceptar informes en derecho de organizaciones no gubernamentales- en contra
de gobiernos más débiles, los que pueden sufrir multas y sanciones comerciales. Bajo la
OMC los intereses nacionales ya no es una base válida para dictar las leyes nacionales. Las
transnacionales tienen la prioridad, asegura Korten. "Bajo la OMC, un grupo no electo de
representantes comerciales va a transformarse en la Corte de más alto nivel y el órgano
legislativo más poderoso, ante los cuales se subordinarán los juicios y la autoridad de todas
las demás cortes y legislaturas". (187)

El medio ambiente y los estilos de vida.

"Cuando las transnacionales.." es una obra que integra el análisis económico con la
ecología. Aplica los nuevos conceptos de Producción Primaria Neta e Indice de Bienestar
Económico, en lugar de Producto Geográfico Bruto y sus derivados, para ilustrar la
situación límite a que está llevando al planeta el actual modelo económico. En efecto, los
estudios pioneros de K. Boulding y H. Daly, entre otros, han demostrado que "el
crecimiento del PNB", (índice elevado a la categoría de fetiche por los neoliberales) no sólo
no mide los costos del uso despilfarrador de los recursos naturales; no sólo incluye una
serie de actividades perjudiciales para la vida humana y social, sino que además oculta el
inmenso daño ambiental y empobrecedor que causan las actuales formas de producción
debido a su forma de medirlas. En cierra una gran verdad el aforismo "El PNB mide la tasa
a la que convertimos recursos naturales en basura". (27) No hay que olvidar tampoco el
deterioro ambiental del planeta causado por las actividades militares. Korten ilustra con
sencillos cálculos cómo "el crecimiento" económico de los países, bajo las actuales formas
de distribución del PNB agrava las desigualdades: "Sin una redistribución concomitante,
una torta en expansión trae mucho más beneficios a los que ya son ricos que a los pobres,
incrementa la brecha absoluta entre ellos y aumenta aún más el poder de los primeros sobre
los últimos". (38)
El autor sostiene que el nivel y el estilo de vida en los países altamente desarrollados son
imposibles de alcanzar para los países pobres. Igualar algún día los consumos per capita de
las naciones ricas, en combustibles, metales, maderas, productos del mar y otros recursos
naturales, multiplicados además por el fuerte aumento de la población, es impensable. El
colapso del planeta sobrevendría mucho antes. Este estilo de vida provoca contaminación
atmosférica y de las aguas, degrada los alimentos, aumenta las radiaciones
electromagnéticas, todo lo cual repercute en el aumento del cáncer, las malformaciones
congénitas, las enfermedades respiratorias, las cardiopatías, el estrés. Se necesitan cambios
en los estilos de vida. Se impone el cambio del automóvil privado por el transporte público
y la bicicleta, pues aparte del ruido, la congestión y la contaminación que genera, ocupa tres
veces más espacio que el hogar familiar. Hay que reducir las distancias y los tiempos entre
las viviendas, el trabajo y las compras. Se necesita planificar y controlar el espacio urbano;
cambiar los hábitos alimenticios, menos química, aditivos, hormonas, más nutrición sana,
cuidar el agua potable, nuevos métodos energéticos.

Una Revolución Ecológica

La profundidad y extensión de las críticas que Korten formula al capitalismo actual, y la


advertencia ante los peligros que acechan a la humanidad a causa de la globalización
neoliberal, llevan a la pregunta de hacia dónde debe dirigirse la humanidad. Ciertamente no
es un marxista, y rechaza el socialismo, aunque curiosamente y sin desearlo, no pocas de
sus reflexiones son plenamente coincidentes con la crítica marxista. No es un adversario de
la propiedad privada, ni de la libre empresa. Desea escapar a la disyuntiva entre capitalismo
y socialismo, buscando el mítico tercer camino. ("Han perdido su significado las
tradicionales diferencias entre izquierda y derecha", 359) Para quienes reconocen los males
del capitalismo y concuerdan con la necesidad de serias reformas, las proposiciones de
Korten merecen una "cuidadosa ponderación" (Douglas Tompkin); o para quien "la
globalización ofrece enormes oportunidades" (Giscard d'Estaing) las regulaciones son
necesarias para hacerla "responsable". ( Ver contratapa) Como muchos Verdes, Korten
propicia "economías locales y autosustentables". (289) Propone todo tipo de empresas
privadas o colectivas, pero no estatales, como familiares, cooperativas, de trabajadores,
vecinales, municipales. Esto no significa una autarquía local absoluta; ("aunque muchos
hogares cultivarían parte de sus alimentos"..) ya que "una significativa cantidad de
actividad económica de los hogares necesariamente implicaría intercambio externo". (294)
Quiere evitar las concentraciones de poder, sea en manos de las transnacionales y los
monopolios o de parte del Estado. Formula una serie de principios de sustentabilidad
ambiental, justicia económica, diversidad biológica y cultural, soberanía popular y herencia
común, todos los cuales son perfectamente aceptables. El autor está consciente que
significan serias limitaciones al derecho de propiedad privada. Korten quiere que el pueblo
pueda retirar la personería jurídica de las sociedades anónimas en cualquier momento, si
éstas no cumplen los objetivos públicos a que estarían obligadas; aspira a limitar el poder y
la libertad de las grandes empresas, prohibir el lobby ante los poderes públicos, controlar
sus campañas publicitarias, limitar sus gastos en las campañas políticas y prohibir la
publicidad política en la TV. Propone una legislación especial anti monopólica en los
medios de comunicación, reducir fuertemente el ámbito y el contenido de la publicidad
comercial y desautorizar su carácter de gasto deducible para efectos tributarios. Se trata de
reformas de envergadura. Llega a hablar de Revolución Ecológica. Korten dice: El
problema es el sistema. Los cambios adicionales en las empresas y las instituciones
públicas no bastan. "Se debe modificar todo el sistema de poder institucional". (296)

En el ámbito internacional, el autor aspira a grandes cambios; anular el pago de la Deuda


Externa de los países pobres, prohibir el comercio internacional de armas y desmantelar los
principales ejércitos; sobretasa tributaria a las ganancias de capital de corto plazo; un
acuerdo internacional anti-monopolios que fiscalice las fusiones y compras hostiles;
disolver la mayoría de las transnacionales y convertirlas en empresas de los trabajadores y
las comunidades (329, aunque este punto está sin elaborar); reformas agrarias masivas para
convertir las grandes tenencias agrícolas en campos familiares; reemplazo del Banco
Mundial, Fondo Monetario y OMC por agencias de Naciones Unidas; apoyo al
florecimiento de las culturas indígenas; códigos internacionales voluntarios de conducta
para limitar las remuneraciones excesivas de los ejecutivos de las empresas; limitar la
jornada semanal a 20 o 30 horas; reducir el uso de la energía no renovable y reciclar los
productos hasta eliminar el desperdicio; acuerdos internacionales para el establecimiento
del impuesto Tobin a las transacciones especulativas; impuesto a la extracción de recursos
naturales, a los consumos suntuarios y las herencias. (329,330)

La Revolución Ecológica de Korten se nutre de la corriente filosófica del "New Age" y se


expresa en la ideología de los partidos verdes, ecologistas o humanistas. En el caso de los
Verdes de Alemania, la experiencia de este Partido en su paso por el gobierno en alianza
con la socialdemocracia pone a prueba hasta donde las ideas se llevan a la práctica o sólo
quedan en el papel. Un buen número de organizaciones no gubernamentales, movimientos
femeninos, de consumidores, pro indígenas o por la diversidad étnica y cultural comparten
las ideas del New Age. En el último decenio tiene lugar una significativa evolución de estos
movimientos, desde plataformas reformistas localizadas y parciales, hacia un radicalismo
profundo, con un claro contenido anti neoliberal, anti monopolista y anti globalización. Tal
ha sido producto de la propia experiencia de estos movimientos, en la medida que sus
aspiraciones y acciones han chocado con la cerrada oposición de las multinacionales y de
los gobiernos a su servicio. Su aproximación a los objetivos y métodos de lucha
tradicionales de los trabajadores y de los movimientos de izquierda es un hecho positivo.
Estos últimos, en especial los sindicatos y los partidos de raigambre obrera y aspiración
socialista, tienen que dar todavía importantes pasos a una mayor comprensión de las
reinvindicaciones de estos nuevos movimientos, un mayor acercamiento y colaboración con
ellos. Sin duda que subsistirán las diferencias ideológicas por mucho tiempo. Las
concepciones místicas o sobrenaturales de algunos de estos pensadores no son compartidas
por las corrientes marxistas o laicas, aunque eso no significa que deben ser combatidas o
execradas o que sean un obstáculo para la acción común. Tampoco resultan sensatos los
absolutismos en torno a lo "pequeño es hermoso" "lo grande es monstuoso", aunque
muchas de las observaciones de los ecologistas en tal sentido deberían ser tomadas en
cuenta.

En el terreno político, Korten y muchos ambientalistas rechazan los estados fuertes en


facultades y recursos, aunque sean democráticos y participativos. Esto resulta difícil de
aceptar porque el poder y la dirección democrática que demanda una auténtica revolución
pasa a través de gobiernos bien dotados de medios económicos adecuados y cierto grado de
centralización. Tales estados son útiles para los países pequeños y, en general,
indispensables para las naciones subdesarrolladas. Donde el nivel cultural y la conciencia
política de la sociedad civil son bajos, escasean las tradiciones democráticas y la falta de
recursos públicos es marcada, porque la riqueza está concentrada en manos privadas, las
revoluciones pueden ser fácilmente aplastadas por las transnacionales, sus agentes y
aliados. Hay que tener en cuenta que una revolución, aún la ecológica, no se implanta de la
noche a la mañana ni es aceptada resignadamente por los que van a perder su poder y
privilegios; ella demanda un período de transición más o menos largo, hasta su
consolidación y la lucha puede llegar a ser muy aguda de parte de las fuerzas
conservadoras. También hay que tomar en cuenta la rica experiencia de las empresas
estatales y otras instituciones públicas, fundadas o apoyadas por los movimientos y
gobiernos de izquierda, sobre todo en América Latina o las experiencias socialistas que han
superado complejas crisis como es el caso de Cuba y Vietnam. No es cosa de despreciar los
logros sociales y económicos que alcanzaron la Unión Soviética y los países de Europa del
Este (pleno empleo, seguridad social, desarrollo educacional, etc) y su aporte solidario a
favor de la descolonización y lucha de los pueblos del Tercer Mundo, todo ello, sin
perjuicio de reconocer sus graves falencias.

Aunque la Revolución Ecológica sea "una revolución de ideas y no de armas" (297), el


autor está consciente de la necesidad de la movilización organizada de masas y de grupos
aunque pequeños, pero activos. Hay que valorar como lo hace Korten, la batalla contra los
daños causados por las represas, la tala de bosques naturales, la depredación de especies
naturales, la descarga de tóxicos; la acción de grupos y organizaciones no gubernamentales,
(sin dejar de lado a los partidos) contra las dictaduras, por los derechos humanos, la paz
mundial, los pueblos indígenas, la reconstrucción de los ecosistemas, la formación de
empresas comunitarias y cooperativas; las redes por el reciclaje de los productos, la
agricultura sustentable. Algunas campañas internacionales como, contra los productos
infantiles de Nestle, contra el FMI-BM "Cincuenta años bastan", por los derrames de
petróleo, contra las pruebas nucleares francesas en Muroroa, y la presencia masiva de
activistas en la Cumbre de la Tierra en Río, ya dieron cuenta de una conciencia global
colectiva que sólo estaba en sus comienzos, cuando en 1995 salió la primera edición de esta
obra. En pocos años ellas se han multiplicado, como lo atestiguan las luchas indígenas, las
batallas contra las privatizaciones y tantas otras en diversas áreas. Al comenzar el nuevo
siglo, como lo revelan las protestas masivas de Seattle, (Noviembre, 1999) Washington,
Melbourne, Praga y Niza, (2000); Zurich y Porto Alegre, al comenzar el 2001, el mundo
asiste a un nuevo movimiento multilateral e internacionalista que viene a dar la razón y
suma actualidad a la obra de Korten.

título original:
When Corporations Rule
The World
traducción de
Elena Olivos y
Francisco Huneeus
1era edición, 1998
15 x 23 cm, 410 págs.
encuadernación rústica
Editorial Cuatro Vientos
ISBN: 956-242-047-7

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