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EL RENCOR COMO FUERZA MOTIVADORA DEL HOMBRE.

La expresión es una liberación. Les aconsejo que hagan el ejercicio siguiente: cuando odien a
alguien y sientan ganas de liquidarle, cojan un trozo de papel y escriban que Fulano es un
puerco, un bandido, un crápula, un monstruo. En seguida advertirán que ya le odian menos. Es
precisamente lo mismo que yo he hecho respecto a mí mismo. He escrito para injuriar a la vida
y para injuriarme. ¿Resultado? Me he soportado mejor y he soportado mejor la vida. (E. M.
Cioran Conversaciones)1.

El siguiente escrito quiere proyectar la manera en la que Cioran muestra cómo el


rencor es uno de los problemas del ser humano, tal rasgo indica la poca inclinación del
hombre hacia el bien. Este escrito tomará como base el ensayo de Cioran Odisea del
rencor.

Todo cuanto hay fuera del paraíso quiere destruirnos. Las sociedades no han
dejado de sufrir el pecado mayor de su antepasado. Empleamos armas para obtener cuanto
esté a nuestro alcance. Una de ellas es el rencor. Probablemente con esto le atribuimos al
hombre rasgos de poca aprobación. Nadie podría alzar la voz divulgando lo que le es
propio (que engañamos, que sentimos envidia o que amamos; porque nadie es
absolutamente malo o bueno), pues hay que mantenernos tras la veladura. A partir de aquí,
no es extraño que para un autor como Cioran los temas acerca de la historia, del hombre
y el destino le fueran un tema tentador. Hablamos de los rasgos del hombre, de su avaricia
y del deseo que lo mueve por destruir al otro, en Odisea del rencor no hay excepción, el
autor define aspectos del hombre, en donde muestra que sus actos han permanecido en el
tiempo.

Empleamos la mayor parte de nuestras vigilias en despedazar con el pensamiento a


nuestros enemigos, en arrancarles los ojos y las entrañas, en presionar y vaciar sus venas,
en pisotear y machacar cada uno de sus órganos, dejándoles únicamente, por lástima, el
placer de su esqueleto (Cioran, 1960, P. 37).

1
Cioran, (1996), Conversaciones, Conversación con Fernando Savater, Tusquets Editores, P.17
Parece que las inclinaciones que tiene el hombre no son meramente hacia el bien,
en muchos casos la avaricia es la que lo impulsa. No contentos con nuestra suerte,
deseamos la del otro y nos malgastamos la vida en verle caer. Que manía la nuestra el no
estar satisfechos con lo que se nos ha sido dado. Estamos obligados a frenar nuestros malos
instintos, el hombre no es del todo sincero como lo quiere hacer creer, ante el otro, perdona
y olvida toda clase de rencores, pero en realidad sufre en silencio. De otro modo, la
crueldad que permanece en la quietud de nuestras mentes no puede ser dominada, ya el
pensamiento de Cioran nos advierte que solo la podríamos dominar si la agotamos o si
nos entregamos por completo a ella, pero cabe decir que nunca se está satisfecho de algo,
ya se ha demostrado que cuanto más se consigue, más se quiere obtener, hay una ambición
que no se agota, como la de un asesino serial, como el deseo de venganza, el acumular
fortunas, o como lo que estamos tratando, un rencor desenfrenado, por ejemplo. Tal vez
haya una manera de liberarse de los impulsos y es que el hombre logre su cometido.
Respecto a esto, en Odisea del rencor hay parte de un párrafo que nos puede recordar
algún suceso de Crimen y castigo de Dostoievski2.

El asesino típico medita su crimen, lo prepara, lo cumple, y, al cumplirlo, se libera por un


tiempo de sus impulsos; en cambio, el que no mata porque no puede matar, aunque tenga
deseos de hacerlo, el asesino irrealizado, veleidoso y elegíaco de la matanza, comete
mentalmente un sinnúmero de crímenes, y se atormenta y sufre mucho más que el otro,
puesto que arrastra la nostalgia de todas las abominaciones que no pudo perpetrar (Cioran,
1960, P. 38).

En lo primero, hacemos referencia a la novela de Dostoievski dado que allí el


personaje principal comete un crimen forzado por su situación de miseria, la
desesperación lo llevo a ello. El hombre es motivado por la inestabilidad que guarda dentro
de su alma. Como aparece en la novela aquí citada, el hombre tiene todo en sus manos,
pero por cobardía deja que todo se le escape, el hombre teme en dar nuevos pasos. De
manera que no es muy distinto a lo que Cioran percibe del ser humano. Sufre más quien
apacigua sus deseos que quien los libera. Aunque en ningún caso pueda resultar algo

2
Hacemos referencia al primer capítulo de Crimen y castigo cuando Raskólnikov teme toparse con la
arrendataria de donde él vive, y para sus adentros piensa en la cobardía del hombre, además de lo que planea
hacer. (Dostoievski, 1993, P.2).
bueno. El vengarnos nos produce algún tipo de remordimiento repentino después de ser
efectuado. Pero cómo liberarnos de nuestros actos o nuestros pensamientos, será que es
más fácil para el ser humano hacer el mal y no el bien. Le prestamos más atención al
sufrimiento ajeno que al propio. Tras el rencor y la venganza está la envidia, que nos
conduce a pensar que la gloria de otros es algo que nos pertenece más a nosotros, como si
fuera un triunfo robado. No admitimos las habilidades de los demás, nos enerva el que
haya otro con más capacidades, pedimos su ruina para que no nos oscurezca con sus dones.
Queremos tomar ventaja atribuyéndonos talentos para demostrar que somos únicos.

Debido a que el hombre no puede remediar sus faltas y que fracasa tras intentar
recuperar la vida que dejo atrás (el paraíso), violenta todo lo que lo rodea, siente envidia
de todas las cosas, incluso de los animales y de las plantas pues estos no reniegan de su
suerte. Siendo el hombre un ser tan devastador, no comete sino malas acciones por la rabia
que le causa que otros hagan con tanta facilidad lo que a él le cuesta tanto trabajo3. Y es
que no solo hablamos de la naturaleza, también de nuestros semejantes, pues hay quienes
obtienen con tanta facilidad aquello que logran con esmero, que no podemos lidiar con
ello, no cabe en nosotros su dicha.

Las cuestiones que Cioran describe del hombre dejan distinguir el malestar que
desde el relato de la caída4 este sentía, incluso deja vislumbrar que, desde aquel
acontecimiento, el hombre no ha encontrado solución a sus problemas. No faltó mucho
para que la admiración que el hombre sentía por su creador se convirtiera en envidia (su
primer pecado), renegaba por haberse rebajado ante él. Algo debía pagar por rebajarlo
ante sus dones. He aquí una cita que lo demuestra.

La envidia, que hace de un poltrón un temerario, de un aborto un tigre, fustiga los nervios,
enciende la sangre, comunica al cuerpo un escalofrío que le impide amilanarse, otorga al
rostro más anodino una expresión de ardor concentrado; sin ella no habría
acontecimientos, ni siquiera mundo; la envidia ha hecho al hombre posible, le ha permitido
hacerse un nombre, acceder a la grandeza por la caída por esa rebelión contra la gloria
anónima del paraíso, donde no encontraba acomodo, al igual que el ángel caído, su

3
Obsérvese en: Cioran, (2017), La caída en el tiempo, Epulibre edición digital. P. 10
4
Cioran, (2017), La caída en el tiempo, Epulibre edición digital.
inspirador y su modelo. Todo lo que respira, todo lo que se mueve, da testimonio de la
mácula original (Cioran, 1960, P. 43).

Cioran muestra como la envidia es el motor por el cual el hombre da una especie
de sentido a su vida. Sin el acontecimiento que se muestra en La caída en el tiempo (el
árbol de la vida), tal vez no habría un desenvolviendo de la historia y del hombre mismo.
No hay en el espíritu humano una buena voluntad, más bien una vil actitud, esto se
corrobora en la obra de Cioran. Pero cabe preguntar ¿sí es acaso posible que solo se le
pueda a tribuir al hombre este sentimiento vil por el cual actúa? Respecto a lo que hemos
visto, no hay manera de atribuirle aspectos positivos al hombre. La envidia, el rencor y la
venganza parecen tomar más fuerza que el bien, dado que el rencor bien puede constituir
el armazón del individuo. Atribuirle al ser humano su incapacidad por el bien, es lo mismo
que decir que nada bueno puede salir de este. Dado que el bien es visto como algo que no
tiene movimiento, el ser humano en cambio, es atraído por el movimiento y la voluntad
que deriva del mal. Con esto se hace referencia Al aciago demiurgo5 donde se muestra
este tipo de interpretación. Esto lo traemos a colación para mostrar que los actos pueden
brotar tanto del bien como del mal. Pero que, dado que es la voluntad la que motiva al
hombre, de ella surge el rencor, la envidia y probamente las malas atribuciones que se le
dan al individuo.

En concordancia con esto, el hombre no atribuye sus males hacia él mismo, si bien,
comprende que hay en él algo de fragmentario e inacabo, también comprende que quien
creo este universo lo hizo con poco esmero, por lo que intenta destruir lo que el creador
edificó. Ya que el creador legó sus defectos al hombre este no hace más que otorgarle
todas sus miserias, de alguna manera habría que vengarse de Él. Ahora bien, nos podemos
preguntar de dónde proviene el rencor, a lo que respondemos que su procedencia se da
por el hecho de sentirnos inferiores a los otros o hasta a nosotros mismos, sin duda, se
admite que alguna vez en la vida de cada quien, el ser rechazado por alguien superior ha
causado algo de resentimiento, o también el ser avergonzado ante los demás, tampoco el
ser humano permite no ser elogiado, algo de rabia ha de sentir cuando menosprecian sus

5
Cioran, (1969), El aciago demiurgo, versión digital.
habilidades, por tanto, así como no podemos prescindir del rencor, de la envidia, o la
venganza, de la misma forma no podemos prescindir del halago.

Las opiniones de los demás se han vuelto imprescindibles, presumimos de nuestra


actividad para recibir aplausos, nos encanta que hagan juicios exagerados sobre nosotros
o nuestros actos, no cambiamos por nada nuestros momentos de gloria, presumimos el
haber hecho esto o aquello hasta el cansancio. Nada comparado con la felicidad que
irradian las alabanzas, y la admiración mentirosa. Hay de quienes nos insulten con reserva
a nuestro encanto, no habría consideración al verlo mal, por encima del hombro o a
contestarle con una grosería. No se admite ser humano que no se postre a nuestros pies.
“(…) lo que solicitamos en la mirada de los demás, es la expresión servil, una admiración
no disimulada hacia nuestros gestos y nuestras elucubraciones, la confesión de un ardor
sin reservas, el éxtasis ante nuestra nada” (Cioran, 1960, P. 47). Se busca la aprobación
de todos los que estén alrededor, para creerse superior, para lograr determinado fin, pero
alardear tanto de lo bueno que se es, puede causar bastantes críticas. Si nos ponemos en
el contexto actual, hay mucha familiaridad con el modo de actuar de las personas, todo el
tiempo están mostrando lo que hacen, que comen, dónde y con quien; siempre se quieren
mostrar para recibir buenos comentarios, enfocan su vida en volverla pública. Se estudia
para no ser “mediocre” y obtener poder como si las circunstancias le dieran a todos las
mismas posibilidades, se viaja para hacer alarde de los lugares a los que fuimos. Abrimos
nuestra vida a los demás para que sea destruida. O para estar más cerca del enemigo y ver
qué hace; así como exponíamos al principio, que le damos paso a nuestros peores instintos
y no nos resistimos a despedazar al enemigo hasta verle caer. Tal como frase popular “tal
vez sea más larga la cura que la enfermedad” por eso no hay algo que indique mejoría en
la actitud del hombre, cambiar le tomaría mucho trabajo por lo que es preferible inclinarse
a las mentiras y al rencor.

En ocasiones, respecto al pensamiento de Cioran, no nos cabe en la cabeza que el


rencor y la envidia sea lo que motiven al hombre. Puede que haya momentos en los que
por alguna causa surja en el hombre esta fuerza malvada, pero, que siempre se revelen en
él estos aspectos negativos es incomprensible. Debe haber momentos de lucidez en el
hombre en el que también se pueda dar cuenta que su odio no tiene sentido, que solo es
un sentimiento que debe dejar pasar para que no tenga más valor que otras cosas en su
vida. “¿Y si el hombre, el hombre en general, es decir, el género humano, no es en realidad
vil? Entonces, eso serán prejuicios, falsos temores (…)” (Dostoievski, 1993, P.24). A pesar
de esto, Cioran no da alternativas a las problemáticas que surgen del instinto humano, el
individuo prefiere conservar el rencor para evitarse cualquier tipo de ablandamiento.
Nada reprime el ser humano y si lo hiciera acabaría explotando en algún momento. Con
lo que hemos podido apreciar de Cioran, no es extraño cuando afirma que el hombre es
una hormiga bestial, que el hombre hace de su actividad un arma destructora más que
creadora6. Puede que el hombre descanse en sus deseos de venganza, que se acumule tanto,
o que ya haya hecho demasiado daño al otro, que ya no tenga ganas de ensañarse más en
contra de su enemigo y lo libere de tan tormentoso rencor. Pero no del todo es así, pues
en algún momento se despertarán las ansias de cometer sus fechorías y lo hará.

Nadie se absuelve de ser objeto de resentimiento, dado que aquel que quiera estar
al margen de los demás o de las habladurías de otros también es víctima del chismerío
solo por callar. Así que no se está exento de crear mala fama en otros. Se puede pensar
que en algún momento ya no habrá más ese deseo perturbador de la venganza, pero pasado
el tiempo este vuelve con tal esmero y con tal desenfreno que las ofensas que creíamos
perdonadas vuelven a surgir, otra vez invaden nuestro ser y nuestros días. Como si no se
nos fuera permitido dejar en el olvido algún tipo de resentimiento y crear nuevos. Es como
si alguna parte del ser reclamara su lugar y le fascinara el conflicto a tiempo indefinido.
Es imposible olvidar las injurias; los actos hostiles se nos vuelven una obsesión.

No solamente las injurias «olvidadas» o soportadas en silencio, sino también las que
hemos recogido, nos roen, nos hostigan, nos obsesionan hasta el fin de los días, y esa
obsesión, que debería desacreditarnos ante nuestros propios ojos, por el contrario, nos
halaga y nos torna belicosos. No perdonamos jamás a un ser vivo la menor vejación, una
palabra, una mirada teñida de restricción (Cioran, 1960, P. 49).

No existe un perdón verdadero, se miente cuando decimos perdonar. Pero a la mínima


falla salpicamos en el otro sus ofensas pasadas, atareados de rabia se las recordamos sin
compasión. Resurgen los rencores demostrando que pueden durar con nosotros tanto como

6
Cioran, Extravíos, (2018), Hermida Editores, Madrid, P. 22
queramos. ¿Qué sucedería si el sentimiento del rencor es mutuo, quién despedazaría a quien
primero? ¿Acaso esto sería como la lucha de fuerzas de la que habla Hegel en
Fenomenología del espíritu? Cada autoconciencia lucha por el reconocimiento, hay una
lucha a muerte, pero quien es vencedor no desea la muerte del otro, lo que realmente desea
es que el otro lo reconozca como alguien superior, por lo que el vencido se vuelve su
esclavo. En cuanto al pensamiento de Cioran, hay evidencia de que no podemos dar curso
a nuestros malos instintos, que el hombre debe disimular sus impulsos. Proyectamos
nuestras demencias en el otro, pero no podemos hacer nada para calmarlas, estamos
condenados a vigilar esa ferocidad que albergamos dentro, así que sufrimos en silencio.
En ultimas, estamos obligados a renunciar a nuestro deseo de venganza.

De otro modo, cabe decir que nos podemos volver esclavos, pero de nosotros
mismos al no dejar sanar las heridas, al permitir que en la memoria se revivan las
humillaciones y los objetos de los que fuimos burla alguna vez. Ya que es tan difícil estar
al margen del rencor, la envidia y la venganza, la forma en la que nos podríamos
desprender de este sentimiento es encontrando un equilibrio entre el perdón y la venganza,
es lo mismo que buscar mantener el equilibrio entre el bien y el mal. Tal vez así sea más
fácil despojarse de las ataduras del odio.

Cuando se conoce el equilibrio, no se apasiona uno por nada, ni se apega uno a la vida,
porque se es la vida; si el equilibrio se rompe, en vez de asimilarnos a las cosas, sólo
pensamos en trastocarlas o en remodelarlas (Cioran, 1960, P. 46).

El hombre no encuentra manera de equilibrarse porque no está totalmente


satisfecho con lo que se le ha otorgado, no puede ser indiferente a la vida, le presta
demasiada atención a lo que pueda suceder, así como también a sus tristezas y a sus
anhelos. No puede asimilar la vida tal cual le toco, en cambio lega sus sufrimientos a otros,
cosa que no es fácil evadir. El ser humano no es capaz de asumir la vida como aquel que
no les encuentra sentido a sus acciones, tampoco podría asumir la vida como lo haría
Cioran, en el escepticismo. Bajo esta doctrina el hombre podría tratar de buscar remedio
a sus heridas, al no tener certeza, no se estaría comprometido con ninguna idea. Pero ni
esto le bastaría al individuo, pues su egoísmo seria tal que si este no alcanza la verdad
tampoco el otro puede merecerla.
De esta manera se puede ver que no detestamos al otro por sus cualidades, por su
triunfos o aptitudes, nos detestamos a nosotros mismos por no tener la posibilidad de ser
igual o mejor que él. Pero cegarnos ante un odio inútil no le impide al otro que siga el
curso de su vida y que goce de triunfos, aquel no está pendiente de quien le odia, a lo
mejor ni se lo imagina. Mientras que la vida de nuestro enemigo se realza, nosotros
mordiéndonos los labios por nuestra desgracia, tenemos el afán o la esperanza de verle
caer. Con todo esto, que ha sido tan venenoso, podríamos ver algo de bueno por ahí. En
lo que puedo considerar tras estudiar someramente algunos de los escritos del autor y más
aún la Odisea del rencor, puedo notar que tal vez la envidia pueda tener algo de positivo
en el hombre, y es que este, enfermo de odio y resentimiento, para sobrepasar a quien
considera su enemigo es capaz si se lo propone de igualarlo o hasta de avanzar más que él
con tal de dejar una pizca de rabia en su contrincante. De alguna forma su ímpetu lo lleva
a hacer algo bueno así sea por demostrar grandeza. No es algo que justificamos pero que
si puede verse de esa manera en la cotidianidad.

Hasta aquí, con todo lo que hemos podido apreciar a lo largo del presente
documento, solo queda decir que, en Cioran se revela la desdicha de que el hombre tras
su pecado original haya sido expulsado de la tierra prometida y que, pese a lo que haga
nunca más pueda volver. También hay una desdicha en el hombre que se revela a partir
de su comportamiento mal efectuado, ya no cabe arrepentimiento alguno. En definitiva,
la obra de Cioran manifiesta que bajo los antecedentes que condenan al hombre no hay
posibilidad alguna de ordenar las falencias que hay en su alma. Así que seremos testigos
de su quiebre, de su caída constante, de su ruina y de su interminable búsqueda por
alcanzar de nuevo la felicidad.

Bibliografía.

Cioran, E. M., (1960), Historia y utopía, Traducción: Esther Seligson, Epulibre,


Edición digital.

------------------ (1969), El aciago demiurgo, Versión digital.


------------------ (1996), Conversaciones, Barcelona, España: Editorial Tusquets
Editores.

------------------ (2017), La caída en el tiempo, Epulibre edición digital.

------------------ (2018), Extravíos, Madrid, España: Editorial Hermida Editores.

Dostoievski, F., (1993), Crimen y castigo, Bogotá, Colombia: Editorial


Panamericana.

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