Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
La expresión es una liberación. Les aconsejo que hagan el ejercicio siguiente: cuando odien a
alguien y sientan ganas de liquidarle, cojan un trozo de papel y escriban que Fulano es un
puerco, un bandido, un crápula, un monstruo. En seguida advertirán que ya le odian menos. Es
precisamente lo mismo que yo he hecho respecto a mí mismo. He escrito para injuriar a la vida
y para injuriarme. ¿Resultado? Me he soportado mejor y he soportado mejor la vida. (E. M.
Cioran Conversaciones)1.
Todo cuanto hay fuera del paraíso quiere destruirnos. Las sociedades no han
dejado de sufrir el pecado mayor de su antepasado. Empleamos armas para obtener cuanto
esté a nuestro alcance. Una de ellas es el rencor. Probablemente con esto le atribuimos al
hombre rasgos de poca aprobación. Nadie podría alzar la voz divulgando lo que le es
propio (que engañamos, que sentimos envidia o que amamos; porque nadie es
absolutamente malo o bueno), pues hay que mantenernos tras la veladura. A partir de aquí,
no es extraño que para un autor como Cioran los temas acerca de la historia, del hombre
y el destino le fueran un tema tentador. Hablamos de los rasgos del hombre, de su avaricia
y del deseo que lo mueve por destruir al otro, en Odisea del rencor no hay excepción, el
autor define aspectos del hombre, en donde muestra que sus actos han permanecido en el
tiempo.
1
Cioran, (1996), Conversaciones, Conversación con Fernando Savater, Tusquets Editores, P.17
Parece que las inclinaciones que tiene el hombre no son meramente hacia el bien,
en muchos casos la avaricia es la que lo impulsa. No contentos con nuestra suerte,
deseamos la del otro y nos malgastamos la vida en verle caer. Que manía la nuestra el no
estar satisfechos con lo que se nos ha sido dado. Estamos obligados a frenar nuestros malos
instintos, el hombre no es del todo sincero como lo quiere hacer creer, ante el otro, perdona
y olvida toda clase de rencores, pero en realidad sufre en silencio. De otro modo, la
crueldad que permanece en la quietud de nuestras mentes no puede ser dominada, ya el
pensamiento de Cioran nos advierte que solo la podríamos dominar si la agotamos o si
nos entregamos por completo a ella, pero cabe decir que nunca se está satisfecho de algo,
ya se ha demostrado que cuanto más se consigue, más se quiere obtener, hay una ambición
que no se agota, como la de un asesino serial, como el deseo de venganza, el acumular
fortunas, o como lo que estamos tratando, un rencor desenfrenado, por ejemplo. Tal vez
haya una manera de liberarse de los impulsos y es que el hombre logre su cometido.
Respecto a esto, en Odisea del rencor hay parte de un párrafo que nos puede recordar
algún suceso de Crimen y castigo de Dostoievski2.
2
Hacemos referencia al primer capítulo de Crimen y castigo cuando Raskólnikov teme toparse con la
arrendataria de donde él vive, y para sus adentros piensa en la cobardía del hombre, además de lo que planea
hacer. (Dostoievski, 1993, P.2).
bueno. El vengarnos nos produce algún tipo de remordimiento repentino después de ser
efectuado. Pero cómo liberarnos de nuestros actos o nuestros pensamientos, será que es
más fácil para el ser humano hacer el mal y no el bien. Le prestamos más atención al
sufrimiento ajeno que al propio. Tras el rencor y la venganza está la envidia, que nos
conduce a pensar que la gloria de otros es algo que nos pertenece más a nosotros, como si
fuera un triunfo robado. No admitimos las habilidades de los demás, nos enerva el que
haya otro con más capacidades, pedimos su ruina para que no nos oscurezca con sus dones.
Queremos tomar ventaja atribuyéndonos talentos para demostrar que somos únicos.
Debido a que el hombre no puede remediar sus faltas y que fracasa tras intentar
recuperar la vida que dejo atrás (el paraíso), violenta todo lo que lo rodea, siente envidia
de todas las cosas, incluso de los animales y de las plantas pues estos no reniegan de su
suerte. Siendo el hombre un ser tan devastador, no comete sino malas acciones por la rabia
que le causa que otros hagan con tanta facilidad lo que a él le cuesta tanto trabajo3. Y es
que no solo hablamos de la naturaleza, también de nuestros semejantes, pues hay quienes
obtienen con tanta facilidad aquello que logran con esmero, que no podemos lidiar con
ello, no cabe en nosotros su dicha.
Las cuestiones que Cioran describe del hombre dejan distinguir el malestar que
desde el relato de la caída4 este sentía, incluso deja vislumbrar que, desde aquel
acontecimiento, el hombre no ha encontrado solución a sus problemas. No faltó mucho
para que la admiración que el hombre sentía por su creador se convirtiera en envidia (su
primer pecado), renegaba por haberse rebajado ante él. Algo debía pagar por rebajarlo
ante sus dones. He aquí una cita que lo demuestra.
La envidia, que hace de un poltrón un temerario, de un aborto un tigre, fustiga los nervios,
enciende la sangre, comunica al cuerpo un escalofrío que le impide amilanarse, otorga al
rostro más anodino una expresión de ardor concentrado; sin ella no habría
acontecimientos, ni siquiera mundo; la envidia ha hecho al hombre posible, le ha permitido
hacerse un nombre, acceder a la grandeza por la caída por esa rebelión contra la gloria
anónima del paraíso, donde no encontraba acomodo, al igual que el ángel caído, su
3
Obsérvese en: Cioran, (2017), La caída en el tiempo, Epulibre edición digital. P. 10
4
Cioran, (2017), La caída en el tiempo, Epulibre edición digital.
inspirador y su modelo. Todo lo que respira, todo lo que se mueve, da testimonio de la
mácula original (Cioran, 1960, P. 43).
Cioran muestra como la envidia es el motor por el cual el hombre da una especie
de sentido a su vida. Sin el acontecimiento que se muestra en La caída en el tiempo (el
árbol de la vida), tal vez no habría un desenvolviendo de la historia y del hombre mismo.
No hay en el espíritu humano una buena voluntad, más bien una vil actitud, esto se
corrobora en la obra de Cioran. Pero cabe preguntar ¿sí es acaso posible que solo se le
pueda a tribuir al hombre este sentimiento vil por el cual actúa? Respecto a lo que hemos
visto, no hay manera de atribuirle aspectos positivos al hombre. La envidia, el rencor y la
venganza parecen tomar más fuerza que el bien, dado que el rencor bien puede constituir
el armazón del individuo. Atribuirle al ser humano su incapacidad por el bien, es lo mismo
que decir que nada bueno puede salir de este. Dado que el bien es visto como algo que no
tiene movimiento, el ser humano en cambio, es atraído por el movimiento y la voluntad
que deriva del mal. Con esto se hace referencia Al aciago demiurgo5 donde se muestra
este tipo de interpretación. Esto lo traemos a colación para mostrar que los actos pueden
brotar tanto del bien como del mal. Pero que, dado que es la voluntad la que motiva al
hombre, de ella surge el rencor, la envidia y probamente las malas atribuciones que se le
dan al individuo.
En concordancia con esto, el hombre no atribuye sus males hacia él mismo, si bien,
comprende que hay en él algo de fragmentario e inacabo, también comprende que quien
creo este universo lo hizo con poco esmero, por lo que intenta destruir lo que el creador
edificó. Ya que el creador legó sus defectos al hombre este no hace más que otorgarle
todas sus miserias, de alguna manera habría que vengarse de Él. Ahora bien, nos podemos
preguntar de dónde proviene el rencor, a lo que respondemos que su procedencia se da
por el hecho de sentirnos inferiores a los otros o hasta a nosotros mismos, sin duda, se
admite que alguna vez en la vida de cada quien, el ser rechazado por alguien superior ha
causado algo de resentimiento, o también el ser avergonzado ante los demás, tampoco el
ser humano permite no ser elogiado, algo de rabia ha de sentir cuando menosprecian sus
5
Cioran, (1969), El aciago demiurgo, versión digital.
habilidades, por tanto, así como no podemos prescindir del rencor, de la envidia, o la
venganza, de la misma forma no podemos prescindir del halago.
Nadie se absuelve de ser objeto de resentimiento, dado que aquel que quiera estar
al margen de los demás o de las habladurías de otros también es víctima del chismerío
solo por callar. Así que no se está exento de crear mala fama en otros. Se puede pensar
que en algún momento ya no habrá más ese deseo perturbador de la venganza, pero pasado
el tiempo este vuelve con tal esmero y con tal desenfreno que las ofensas que creíamos
perdonadas vuelven a surgir, otra vez invaden nuestro ser y nuestros días. Como si no se
nos fuera permitido dejar en el olvido algún tipo de resentimiento y crear nuevos. Es como
si alguna parte del ser reclamara su lugar y le fascinara el conflicto a tiempo indefinido.
Es imposible olvidar las injurias; los actos hostiles se nos vuelven una obsesión.
No solamente las injurias «olvidadas» o soportadas en silencio, sino también las que
hemos recogido, nos roen, nos hostigan, nos obsesionan hasta el fin de los días, y esa
obsesión, que debería desacreditarnos ante nuestros propios ojos, por el contrario, nos
halaga y nos torna belicosos. No perdonamos jamás a un ser vivo la menor vejación, una
palabra, una mirada teñida de restricción (Cioran, 1960, P. 49).
6
Cioran, Extravíos, (2018), Hermida Editores, Madrid, P. 22
queramos. ¿Qué sucedería si el sentimiento del rencor es mutuo, quién despedazaría a quien
primero? ¿Acaso esto sería como la lucha de fuerzas de la que habla Hegel en
Fenomenología del espíritu? Cada autoconciencia lucha por el reconocimiento, hay una
lucha a muerte, pero quien es vencedor no desea la muerte del otro, lo que realmente desea
es que el otro lo reconozca como alguien superior, por lo que el vencido se vuelve su
esclavo. En cuanto al pensamiento de Cioran, hay evidencia de que no podemos dar curso
a nuestros malos instintos, que el hombre debe disimular sus impulsos. Proyectamos
nuestras demencias en el otro, pero no podemos hacer nada para calmarlas, estamos
condenados a vigilar esa ferocidad que albergamos dentro, así que sufrimos en silencio.
En ultimas, estamos obligados a renunciar a nuestro deseo de venganza.
De otro modo, cabe decir que nos podemos volver esclavos, pero de nosotros
mismos al no dejar sanar las heridas, al permitir que en la memoria se revivan las
humillaciones y los objetos de los que fuimos burla alguna vez. Ya que es tan difícil estar
al margen del rencor, la envidia y la venganza, la forma en la que nos podríamos
desprender de este sentimiento es encontrando un equilibrio entre el perdón y la venganza,
es lo mismo que buscar mantener el equilibrio entre el bien y el mal. Tal vez así sea más
fácil despojarse de las ataduras del odio.
Cuando se conoce el equilibrio, no se apasiona uno por nada, ni se apega uno a la vida,
porque se es la vida; si el equilibrio se rompe, en vez de asimilarnos a las cosas, sólo
pensamos en trastocarlas o en remodelarlas (Cioran, 1960, P. 46).
Hasta aquí, con todo lo que hemos podido apreciar a lo largo del presente
documento, solo queda decir que, en Cioran se revela la desdicha de que el hombre tras
su pecado original haya sido expulsado de la tierra prometida y que, pese a lo que haga
nunca más pueda volver. También hay una desdicha en el hombre que se revela a partir
de su comportamiento mal efectuado, ya no cabe arrepentimiento alguno. En definitiva,
la obra de Cioran manifiesta que bajo los antecedentes que condenan al hombre no hay
posibilidad alguna de ordenar las falencias que hay en su alma. Así que seremos testigos
de su quiebre, de su caída constante, de su ruina y de su interminable búsqueda por
alcanzar de nuevo la felicidad.
Bibliografía.