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ÉMILE DURKHEIM.

5.- Elementos fundamentales de la moralidad.

Durkheim observa la existencia de un carácter que une todas las acciones morales, a
saber: el ser todas ellas conformes con unas normas establecidas. La moral es un
sistema de normas o reglas de acción que predeterminan la conducta y la sustraen al
arbitrio individual.

El primer elemento de la moralidad: el espíritu de disciplina.

El primer elemento de la moralidad es, para Durkheim, el espíritu de disciplina,


entendido éste como un instrumento esencial de la educación moral.
Así pues, la moral es esencialmente disciplina. Disciplina que tiene un doble objeto:
realizar cierta regularidad en el comportamiento de los individuos y, entre tanto,
asignarles determinados fines que delimiten su horizonte.
El concepto de la disciplina engloba, pues, dos aspectos esenciales de la vida moral, a
saber: la regularidad y la autoridad moral. La disciplina tiene por objeto la
regularización de la conducta , implicando unos actos q se repiten cuando se repiten
determinadas condiciones, y procede por autoridad. Por lo tanto, la disciplina es, en
palabras de Durkheim, una autoridad regular.

Por otra parte, la acción que la disciplina debe ejercer sobre el niño tiene la finalidad de
crear en el individuo la conciencia de la necesidad de la autolimitación. La disciplina
actúa sobre la voluntad y, a través de ella, sobre el carácter general del hombre,
garantizando tanto la salud personal como la ordenada convivencia social.
La disciplina tiene, según lo dicho, una utilidad social “per se”, pues garantiza el
cumplimiento de las normas que posibilitan el funcionamiento de la sociedad.

Según lo dicho, la disciplina es un medio para realizar la naturaleza humana y, en esa


medida, tendrá que cambiar con la naturaleza del hombre, la cual varía con los tiempos.
No sólo está sujeto a cambio el contenido de la disciplina, sino también la manera de
inculcarla.
Por otra parte, a medida que aumenta la complejidad de las sociedades, más difícil le
resulta a la moral funcionar a través de mecanismos automáticos. Por ello, laa crítica y
la reflexión son, hoy en día, los agentes por excelencia de toda suerte de transformación.

El segundo elemento de la moralidad: la adhesión a los grupos sociales.

Durkheim establece una nítida distición entre actos morales y no morales, basada en el
desinterés, según la cual los fines impersonales tienen que concernir necesariamente a
algo distinto del individuo.
En nuestra época –tras la renuncia moderna al recurso a las nociones teológicas- no
podemos sino afirmar que son fines morales aquellos que tienen por objeto a una
sociedad . Obrar moralmente significa, por lo tanto, obrar con vistas al interés colectivo.
Ahora bien, podemos preguntarnos: ¿por qué ha de ser la sociedad el fundamento de la
moral? A fin de que sea considerada como tal, es preciso que podamos descubir en ella
algo distinto de la suma de los individuos.

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En este sentido, el hombre es verdaderamente él mismo y realiza plenamente su
naturaleza solamente mediante su adhesión a la sociedad, que lo supera y trasciende.
Durkheim suministra varias razones en pro de la superioridad de la sociedad:
- La sociedad sobrevive a los individuos (Kant).
- Dispone de fuerzas muy superiores a cualquier fuerza individual: los productos
del trabajo y la sabiduría se van acumulando gracias a la sociedad.
- En ella está la fuente de la vida moral: la sociedad nos hace salir del
egocentrismo, hace que subordinemos nuestros objetivos personales a
finalidades más elevadas.
- La ciencia, que elabora las nociones fundamentales que dominan nuestro
pensamiento, es una obra colectiva de todas las épocas sucesivas de la historia.
- El lenguaje es también un elemento social.

Así se determina el segundo elemento de la moralidad que es la adhesión a un grupo


social cualquiera.
Al presentarse la sociedad en dos dimensiones (esto es, como autoridad y como
adhesión) Durkheim la va a convertir en fundamento de dos conceptos morales de
máxima importancia: bien y deber.
- El deber es la moral como mandato, como una autoridad a la que tenemos que
obedecer (autoridad).
- El bien es la moral concebida como cosa buena, que atrae hacia sí la voluntad
(adhesión).
Durkheim critica a los moralistas que hayan presentado generalmente estas dos ideas
como abstracciones.

El tercer elemento de la moralidad: la autonomía de la voluntad.

La conciencia moral reivindica con valentía una autonomía cada vez mayor para la
persona. Ahora bien, si atendemos al sociologismo racional de Durkheim, ¿qué lugar
queda en él para la autonomía?. Pues bien, según Durkheim, la ciencia es la fuente de
nuestra autonomía: al comprender las cosas nos liberamos de ellas.

Así pues, y en la medida que para Durkheim la única autonomía que podemos pretender
es la de obrar teniendo conciencia de las razones que mueven nuestra conducta, el tercer
elemento de la moralidad es la inteligencia de la moral.
Pese a que el camino de este tercer elemento no está exento de obstáculos, Durkheim
confía en el progreso de las ciencias sociales para hacer comprender al educando no
sólo sus deberes, sino las razones de los mismos.
La autonomía de la voluntad es, pues, una realidad en devenir (autonomía progresiva).

Este último elemento de la moralidad constituye la característica diferencial de la moral


laica, pues lógicamente no podría encontrar cabida en una moral religiosa.

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