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LA DIVERSIDAD, UNA OPORTUNIDAD PARA LA PAZ

María Gines Quiñones Meneses


Administradora Pública
Especialista en Cultura de Paz

La Carta Magna Colombiana establece en el Título I De los Principios


Fundamentales:

Artículo 1°. Colombia es un Estado social de derecho, organizado en forma de


República unitaria, descentralizada, con autonomía de sus entidades territoriales,
democrática, participativa y pluralista fundada en el respeto de la dignidad
humana, en el trabajo y la solidaridad de las personas que la integran y en la
prevalencia del interés general.

Esta visión continúa en el Artículo 7°. El Estado reconoce y protege la diversidad


étnica y cultural de la Nación colombiana; se ratifica en el Titulo II De los
Derechos, las Garantías y los Deberes, Capítulo I de los Derechos
Fundamentales, Artículo 13°. Todas las personas nacen libres e iguales ante la
ley, recibirán la misma protección y trato de las autoridades y gozarán de los
mismos derechos, libertades y oportunidades sin ninguna discriminación por
razones de sexo, origen nacional o familiar, lengua, religión, opinión política o
filosófica.

El Estado promoverá las condiciones para que la igualdad sea real y efectiva y
adoptará medidas en favor de grupos discriminados o marginados. El Estado
protegerá especialmente a aquellas personas que por su condición económica,
física o mental, se encuentran en circunstancia de debilidad manifiesta y
sancionará los abusos o maltratos que contra ellas se cometan.

Este hecho memorable dentro de la historia constitucional, marca un hito en


Latinoamérica porque eleva a la categoría de principio uno de los elementos más
controversiales para la humanidad: el pluralismo fundado en el “respeto a la
dignidad humana”,la garantía de la pervivencia y el derecho fundamental de ser
diversos étnica y culturalmente.

Esta teoría constitucional es la respuesta para hacer realidad otro derecho


fundamental establecido en el Artículo 22. La paz es un derecho y un deber de
obligatorio cumplimiento, con lo cual, la alternativa de la tan anhelada paz, se halla
inmersa en las páginas sublimes de nuestra carta de navegación política.

La sociedad colombiana, desde el preciso momento que adoptó la Constitución


Política de 1991, aceptó que la diversidad es un principio y el Estado debe
garantizarlo y protegerlo. Sin embargo, como toda normatividad, creada para
política pública, requiere del estudio para su conocimiento y posterior
socialización, sensibilización para su aceptación y concientización para su
aplicación, tarea que debe ser compromiso de todos los colombianos, como parte
de la dimensión ciudadana y humanista que debe caracterizarnos, según el texto
constitucional que rige el devenir ciudadano.

En esta tarea hay un gran avance en Colombia con la existencia de legislación y


reglamentación de algunos preceptos constitucionales que expresan la aceptación
de la diversidad, como las normas que garantizan el derecho fundamental a la
opción sexual, la diversidad étnica, el enfoque de género, el respeto a la opción
política, entre otras, y a su vez requieren un mayor impulso, que permita el
establecimiento de parámetros que indiquen su aplicación, su comprensión y
sobre todo, que sean parte inherente de la formación ciudadana y civil que respeta
la dimensión humana.
No obstante, la historia colombiana en sus últimas décadas muestra hechos y
realidades que contradicen la poética constitucional, en la medida en que los
acontecimientos relacionados con la política, el conflicto social y armado, la
violencia indiscriminada, tienen que ver con la escasa aceptación a la diversidad
en todas sus presentaciones y situaciones, indicando la necesidad de una
formación individual y un espacio social preparado para asumirlo y garantizarlo.

La existencia de estudios orientados a la comprensión del concepto de diversidad


y la dedicación a la socialización de los resultados, son la esperanza que la tarea y
la necesidad de la misma existe, por tanto, en algunos estamentos se da la señal
que este discurso va calando y se esparce una tendencia significativa de acatar y
hacer realidad el texto constitucional.

Este discurso requiere de un soporte profundo, porque se relaciona con el


comportamiento humano, coherente, con sentido, para una aplicación efectiva de
desaprender para aprender, lo que lleva al encuentro de posiciones que implican
reflexiones, cambios de actitud y un viraje en la forma como se inserta esos
aprendizajes a la cotidianidad.

El derecho a la igualdad es la expresión efectiva de la diversidad, porque se


protege desde la normatividad el derecho a ser y por tanto a ser tratado igual, sin
objeciones, precepto que se enuncia pero no se aplica, porque implica el
entendimiento igualitario del derecho y el deber: El derecho a ser y el deber de
respetarlo, exigiendo para sí y respetando el derecho de los demás a ser, se
aprenden y deben enseñarse desde antes de nacer, significa que a los padres hay
que orientarlos para que lo sean y a los hijos prepararlos para su papel de relevo
generacional.

Es entonces en el espacio pedagógico que da la vida, el hogar, la escuela, el


colegio, la universidad, el ambiente laboral, el espacio recreativo, social y
comunitario, es decir, en todo momento, la oportunidad para construir los pilares
de la diversidad, garantizando una vida en paz consigo mismo y los demás,
porque la violencia es la expresión de la intolerancia y un resquebrajamiento de
los valores que como personas tenemos frente al accionar como seres racionales
y los conflictos la expresión de desavenencia, necesidad de cambio y la mejor
muestra de asumir y comprender la diversidad se observa cuando sentimos que
somos únicos, por tanto, si nos ubicamos en los zapatos de los demás, asumimos
que los otros también son únicos y tienen el mismo derecho que pregonamos,
haciendo realidad un aforismo popular: trata a los demás, como quieres que te
traten a ti o no hagas a otro lo que no quieres que te hagan a ti, sabiduría
construida en el ejercicio cotidiano de quien comprendió y aplicó las teorías
religiosas, civiles y políticas y hasta el idealismo que da el creer que el amor es
posible.

En este orden, la formación orientada a un desarrollo del perfil profesional, al


aprendizaje de teorías y métodos de investigación en aspectos que permiten
potenciar el talento humano, es una oportunidad significativa, si se tiene claro que
todos los días se aprende y por ello, debemos prepararnos para el gran desafío de
ser profesionales en un mundo que exige el desarrollo de habilidades y
competencias, de un sinnúmero de disponibilidades para deconstruir
conocimientos y situaciones que en un momento dado se convirtieron en verdades
a ciegas y absolutas.

Es la oportunidad que como Administradora Pública voy a darme para un


intercambio de experiencias desde lo pedagógico, para el fortalecimiento de mi
perfil como docente en una tarea de formación y capacitación continuada, porque
mi labor se orienta a la generación de procesos de formación a comunidades en
sus entornos, a dirigentes en sus espacios políticos a líderes y lideresas en el
entramado que implica la formación en derechos humanos, en la exigibilidad de
los mismos y en la formación del ciudadano y su ciudadanía.

Esto significa también el interés y la búsqueda de una preparación que sustente


desde lo académico y científico el conocimiento que se construye en el trasegar
cotidiano con comunidades étnicas, con grupos sociales, en la búsqueda de
metodologías que permitan la acción sin daño o con el mínimo de afectación, en la
medida en que toda intervención social genera consecuencias, por tanto, esa
intervención debe apoyarse en aprendizajes juiciosos de los contextos sociales, de
las limitaciones y de los alcances, de tal manera que los resultados ofrezcan
balances positivos para las partes en una dinámica de todos ponen, todos ganan.

Así, se iniciaría un desafío en mi carrera profesional para hacer un alto en el


camino y darle tiempo a la reflexión académica, con las posibilidades que brinda
conocer profesionales de diferentes áreas, experiencias, pensamientos y
contextos, que permita retomar el ejercicio de escribir, de analizar y darse tiempo
para una evaluación de lo que ha sido la labor con la familia, las comunidades y
las organizaciones.

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