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La historia de Rulo

Rulo era un perro callejero muy viejo que vivía en un parque. Desde el banco en el que
dormía cada noche podía divisar la zona de juegos para los niños, el estanque de patos,
el quiosco de chuches…. Le encantaba observar el ir y venir de la gente.
Ver a los niños jugar y a los cisnes nadar elegantemente en el agua mientras trataban de
atrapar trozos de pan. Lo malo era cuando llegaba el invierno. Durante esos meses Rulo
pasaba hambre y frío, porque no tenía casi fuerzas para buscar comida. Por eso, en
invierno Rulo deseaba con muchas más fuerzas vivir con una familia que le quisiese y le
diese abrazos. Y, por qué no decirlo, algún premio de vez en cuando. 
Un día recibió la visita de su amigo Poncho. Le dijo que una familia del pueblo estaba
buscando un perro guardián para cuidar de sus gallinas. Rulo pensó que, teniendo en
cuenta que le encantaba observar, sería el mejor vigilante para el gallinero. Así que se
lavó el hocico y sacó brillo a sus pezuñas y se fue hasta la casa a presentarse ante
aquella familia. Nada más verle desaliñado y con nudos en el pelo, la mujer que le abrió
la puerta se asustó y le cerró la puerta en las narices diciendo que era un perro pulgoso.
Rulo se volvió triste a su banco y estuvo semanas deprimido por aquel rechazo tan
injusto. 
Al cabo de unos días, saltó la alarma de que una tribu de ratas estaba sembrando el
pánico en el colegio del pueblo. Rulo no se lo pensó dos veces y allá se fue a llevar a las
ratas como si se tratase de un rebaño. Era muy habilidoso también para eso, porque
desde su banco muchas veces había visto clases de adiestramiento. Al librar al pueblo
de las ratas todo el mundo empezó a aplaudir. A día siguiente, la familia que le había
rechazado fue a buscarle. Rulo, aunque al principio le habían juzgado por su apariencia
sin querer llegar a conocerle, se fue con ellos encantado.

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