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Filipenses 4:6-7

Regresamos hoy, amigo oyente, al capítulo 4 de esta epístola


del Apóstol San Pablo a los Filipenses.
Recapitulando lo que hemos dicho al principio de este capítulo
4, diremos que en el primer capítulo de esta carta a los
Filipenses consideramos la "filosofía del vivir cristiano". En el
capítulo 2, vimos "la norma del vivir cristiano". En el capítulo
3, leímos acerca del "premio para el vivir cristiano"; y ahora,
en el capítulo 4, tenemos la fortaleza, "el poder para el vivir
cristiano". Todos los aspectos mencionados en los tres
primeros capítulos de esta carta perderían su significado y
resultarían inútiles a menos que haya poder para llevarlos a la
vida práctica. Una filosofía sin poder para respaldarla en la
vida cotidiana, se queda en una simple formulación teórica,
lejana a la realidad. Una norma no es buena y útil a no ser
que se proporcione el poder para aplicar esa norma en
nuestra vida. Y un premio sería inútil si no podemos alcanzar
la meta de la carrera. En consecuencia, el poder es
sumamente importante.
En primer lugar, en los versículos 1 al 4, encontraremos que
la alegría es una "fuente de poder"; en segundo lugar, en los
versículos 5 al 7, veremos que la "oración es el secreto del
poder". En tercer lugar, en los versículos 8 y 9, veremos que
la contemplación de Cristo, es "el santuario del poder" y en
cuarto lugar, en los versículos 10 al 23, encontraremos que
estar unidos a Cristo constituye "la satisfacción del poder"
para el cristiano.
El secreto del poder es la oración. Honradamente creemos
que hay más personas que están siendo ganadas para el
Señor por medio de la oración hoy, que por cualquier otro
método. Creemos que la evangelización por medio de la
oración es aún el método superior. Creemos que es necesario
destacar que en la actualidad, hay muchas personas que
enfocan su servicio a Dios, implicándose en muchas
ocupaciones y actividades. Por supuesto que ese movimiento
incesante es necesario para difundir la Palabra de Dios y el
mensaje de la salvación. No obstante, la multiplicidad de
actividades nunca debe relegar el papel primordial de la
oración a un segundo plano. Todo lo que hacemos para Dios
hoy, tiene que ser hecho por medio de la oración.
Quizás usted piense que suena muy piadoso lo que hemos
dicho que estamos dispuestos a dar testimonio que
presentamos nuestras cargas al Señor en oración. Debemos
confesar que algunos de nosotros, después de haber expuesto
todo ante El, cuando terminamos de orar, recogemos de
vuelta, colocamos los problemas sobre nuestros hombros, y
comenzamos nuevamente a llevar nuestras cargas. Ese es el
problema de muchos cristianos. El Señor desea que
confiemos en El hasta el punto en que no nos preocupemos
ansiosamente por nada, y oremos acerca de todo. Ya
quisiéramos algunos de nosotros poder decir que nos
sentimos tan libres como el pájaro en los árboles, libres como
las abejas recogiendo la miel. El quiere que tengamos esa
forma de ser.
Veamos ahora otro detalle sobre la frase Sean conocidas
vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego,
con acción de gracias. Pablo nunca permitió que la oración
constituyera un salto en la oscuridad. La oración se apoya
sobre un fundamento. Como dijo el apóstol a los Romanos en
el capítulo 10, versículo 17 de ese libro: Así que la fe viene
del oír, y el oír, por la palabra de Dios. La oración se apoya en
la fe, y la fe se apoya en la Palabra de Dios. Ahora, aquí en
Filipenses 4, él dijo que cuando usted se dirige a Dios con un
pedido, tiene que darle las gracias en ese mismo momento en
que le está presentando su petición.
Algunos comentaristas Bíblicos interpretan estas palabras en
el sentido de que cuando uno recibe la respuesta a su
oración, entonces tiene que dirigirse a Dios para darle las
gracias. Bueno, eso no es lo que dijo Pablo. El apóstol pudo
expresarse en un lenguaje muy versátil, el idioma griego, y
en consecuencia, pudo expresar exactamente lo que quiso
decir. Y lo que dijo fue que cuando usted presente su pedido
en oración, en ese mismo instante usted debe darle gracias a
Dios por haberle oído y respondido su oración.
Alguien podría estar pensando "Bueno, quizás Dios no
responda mi oración. Porque muchas de mis oraciones no han
sido contestadas". Estimado oyente cristiano: no creemos que
usted tenga oraciones sin contestar, y usted no debería
pensar que tiene un Padre celestial que no le escucha y
responde a sus oraciones. Es posible que usted haya orado
pidiendo algo y que no lo haya recibido, pero sí ha recibido
una respuesta a su oración.
El profesor McGee nos contó acerca de la relación que tenía
con su padre. El no era cristiano, pero siempre se comportó
como un buen padre. Trabajaba en una desmontadora
(máquina para quitar las motas a la lana o las semillas del
algodón) y la máquina estaba funcionando constantemente.
Como niño pequeño que era, iba allí a pedirle monedas para
golosinas y, al crecer, le pidió dinero para una bicicleta. En
ese caso, el padre le dijo que no se lo podía permitir y la
respuesta fue negativa. Pero al recordar aquellos años dijo
que nunca le pidió algo que quedara sin respuesta. Y tenía
una forma de responder muy categórica, especialmente
cuando le decía que no. Su negativa ponía fin a la
conversación. El profesor McGee dijo haber aprendido con los
años que las respuestas más sabias que recibió de su padre
fueron las negativas a sus pedidos, aunque en su momento
no lo consideró así. Pero el hecho a destacar fue que su padre
siempre le dio una respuesta a cada cosa que le pidió. Y
algunas cosas que en un primer momento le negó, las recibió
más tarde.
Parece que Dios tiene a muchos hijos malcriados en el
presente. Cuando El les dice que no a cosas que le piden,
ellos sacan la conclusión de que tales pedidos son oraciones
no contestadas. Recordemos que, como hijos de Dios, El
siempre nos oye y contesta nuestras oraciones.
Así que usted puede llevar cualquier asunto ante Dios en
oración, tanto temas importantes como cosas pequeñas. ¿Y
cómo puede usted separar las cosas importantes de las que
no lo son? Bueno, sabemos que para un Dios Todopoderoso,
cuyos recursos superan todo lo imaginable, todos los recursos
humanos, que son limitados, todos los asuntos son pequeños.
Pero para El, todas nuestras oraciones, súplicas y pedidos
tienen importancia y serán atendidos. Y su actitud podemos
ilustrarla con la siguiente historia. Durante la época de la
construcción del canal de Panamá, trabajaba allí un ingeniero
y, cuando después de superar inconvenientes y fracasos, el
proyecto comenzó a ponerse en movimiento, los
constructores querían finalizarlo lo más pronto posible y
entonces, no había vacaciones para nadie. Para compensar
esto, se trajo a las familias de los hombres que allí trabajaban
para que vivieran con ellos. Así es que la esposa y el hijo
pequeño de un ingeniero, llegaron a ese lugar, y a causa del
peligro de la malaria de la zona, fueron instalados en una
casa flotante. Todas las tardes se podía ver a ese joven
ingeniero, con los planos del canal de Panamá, remando en
un pequeño bote hacia su casa flotante. Una noche tenía
todos esos planos abiertos sobre la mesa y su hijo estaba
jugando a sus pies; él estaba jugando con un camión de
juguete. En un momento determinado el niño comenzó a
llorar, porque una de las ruedas se había desprendido del
juguete. El pequeño había intentado arreglarla lo mejor
posible, pero le resultó imposible. Ahora, cualquiera hubiera
esperado que el padre, con lo ocupado que estaba y teniendo
en cuenta la importancia de las tareas que estaba realizando,
intentara silenciar al niño, llevarle fuera de la habitación, o
que hubiera llamado a la madre para que lo alejara del lugar.
Pero no lo hizo así, sino que puso aparte los planos del gran
canal, tomo al niño en sus brazos y le preguntó que había
ocurrido. El niño, impotente sostenía en una mano el camión
y en la otra la rueda averiada. Entonces el padre colocó la
rueda en su lugar con un breve y rápido movimiento de
muñeca; besó al niño secando sus lágrimas y lo depositó en
el suelo, donde continuó jugando felizmente. Simplemente,
había actuado como un buen padre.
Estimado oyente, fue Dios quien puso ese instinto de recurrir
a un padre en lo más profundo del corazón humano, porque
El es un Padre compasivo. Recordando la ilustración del niño,
diremos que cuando una rueda se desprende de un juguete
nuestro, a usted puede parecerle que se trata de un problema
que no tiene solución. Pero El escucha y responde a nuestro
lamento. Si El dice que no, significa que esa es la mejor
respuesta que usted podría tener, la más conveniente y
apropiada para usted en ese momento.
A veces se nos presentan lo que creemos son buenas
oportunidades, y queremos aprovecharlas apenas podamos.
Como hemos orado a Dios al respecto, en un primer momento
pensamos que constituyen una respuesta de Dios a nuestras
necesidades y que forman parte del plan de divino para
nuestra vida. Pero por causa de circunstancias que están
fuera de nuestro control, resulta que no podemos tener
acceso a ellas. Entonces, nos sentimos defraudados,
desilusionados o confundidos, por habernos equivocado en
nuestra evaluación de la Voluntad de Dios. Y nos dirigimos en
oración a El, con la sensación de haber perdido algo
importante, de haber fracasado, y nos dejamos dominar por
un espíritu fatalista que pronostica que oportunidades como
esas no se nos volverán a presentar. Pero luego, con el paso
del tiempo, podemos observar que lo que nos había parecido
en un primer momento una buena oportunidad, habría sido
en realidad un desastre que habría malogrado una parte de
nuestra vida, además de constituir una pérdida de tiempo y
energías. Entonces nos damos cuenta que el Señor nos había
contestado, pero no de la manera en que nosotros
esperábamos o queríamos. Nos había contestado que no,
cerrando una puerta.
Estimado oyente, nuestro Padre Celestial nos responde
muchas veces y nosotros, para vergüenza nuestra, no le
damos gracias a Él en esa oportunidad, por haber recibido
una respuesta negativa. En lugar de expresarle nuestra
gratitud, nos queda un resentimiento porque no nos dio la
respuesta que queríamos. Pero más tarde, tenemos que
reconocer que El, que conoce el futuro, sabe qué es lo mejor
para nosotros. Y muchas veces, lo más conveniente, es que
recibamos una respuesta negativa a lo que hemos pedido. No
es que no nos haya respondido; es que, en realidad, ha dicho
que no. Por ello, cuando pasemos por la experiencia de una
negativa Suya, demos el paso de darle las gracias por su
respuesta, sabiendo que El cumple Sus promesas y tiene
reservado lo mejor para nosotros. Así que, teniendo en
cuenta el Padre celestial que tenemos, escuchemos
nuevamente las palabras de Filipenses 4:6, Por nada estéis
angustiados, sino sean conocidas vuestras peticiones delante
de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias.
Leamos ahora el versículo 7 de este cuarto capítulo de
Filipenses.
"Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento,
guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en
Cristo Jesús."
La Biblia nos habla de otras clases de paz que podemos
comprender. Hay una paz mundial. Los cristianos tenemos la
seguridad de que algún día la paz cubrirá la tierra, así como
las aguas cubren el mar. Esa paz vendrá por medio de la
persona de Cristo, que fue llamado el Príncipe de Paz.
También en la Biblia se nos habla de una paz que le viene al
ser humano cuando sus pecados son perdonados. Esa es la
paz acerca de la cual escribió el apóstol Pablo en Romanos
5:1, cuando dijo: 1Justificados, pues, por la fe, tenemos paz
para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo. Esa es
la paz de la cual Él hablaba cuando dijo, en Mateo: Venid a mí
todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré
descansar. Ese es el descanso de la redención. Además,
tenemos una paz que podemos identificar como la
tranquilidad. Esta es la paz que encontramos en las palabras
del Señor Jesucristo en Juan 14:27, cuando El dijo: 27»La paz
os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da.
No se turbe vuestro corazón ni tenga miedo. Ahora, la paz
que se menciona aquí en Filipenses 4, es una paz que
sobrepasa todo entendimiento. Es una paz que no podemos
de explicar porque supera nuestra capacidad de razonar y que
no disfrutamos todo el tiempo. Es una paz que embarga
nuestra alma en ciertos momentos. Quizá es la experiencia
que usted vive cuando contempla una puesta de sol y piensa
en la majestad y poder de Dios, que ha creado lugares cuya
belleza es difícil de describir. Ante un paisaje impresionante,
enmudecemos, tratando de asimilar una belleza que nunca
habría sido creada por esfuerzos humanos. O posiblemente
sea la paz que usted experimenta en las situaciones más
difíciles de comprender que podemos enfrentar en esta vida:
como cuando recibimos una mala noticia del médico sobre
nuestro estado de salud, cuando tenemos que enfrentarnos
con una operación quirúrgica, o cuando pasamos por la
durísima experiencia de la pérdida de seres queridos. Así que,
aunque no podamos describir esa paz, se trata de una
experiencia real, que nos permite conservar la calma y aun
consolar a los demás en momentos de intenso sufrimiento.
Esos instantes en que las palabras de los demás o nuestros
propios pensamientos no pueden traernos calma y, sin
embargo, sentimos la presencia de Dios cerca nuestro y la
paz que El nos da es más grande que todo lo que el ser
humano pueda comprender.
Continuando con el contenido de este versículo 7 de
Filipenses 4, el apóstol nos dijo a sus lectores que esa paz
que sobrepasa todo entendimiento, vuestros corazones y
vuestros pensamientos en Cristo Jesús. Otra versión tradujo
la frase en Cristo Jesús de la siguiente manera: "porque
estáis unidos a Cristo Jesús". Quisiéramos destacar una idea
importante. Hay personas que dicen que la oración cambia las
cosas. No hay, por supuesto, nada que objetar a esta
afirmación. Porque la oración realmente cambia las cosas.
Pero ese no es el propósito principal de la oración.
Recordemos que al entrar en este pasaje que hoy estudiamos
encontramos ansiedad, preocupación y ahora, al llegar al final
de este párrafo salimos de él con paz. Entre ambos extremos,
por un lado la ansiosa preocupación, y por otro la paz, se
encuentra la oración. Ahora, ¿han cambiado las
circunstancias? Realmente, no. Las fuerzas de la naturaleza
continúan expresándose en toda su intensidad. La tormenta
puede aun continuar mostrando su furia, el viento arrasa todo
lo que encuentra a su paso, las olas siguen elevándose
amenazadoramente, y el trueno haciendo oír su estruendo.
Pero aunque el temporal no haya amainado, algo ha sucedido
en el individuo. Algo ha ocurrido en el alma y la mente
humanas.
Muchas veces, en la vida, al enfrentarnos con momentos de
ansiedad o angustia, queremos que Dios cambie todas las
circunstancias que nos rodean. Y entonces nos apresuramos a
pedirle cosas a Dios: le decimos "No permitas que esto
suceda", "Ábrenos esta puerta que se ha cerrado" "Líbranos
de esta situación" Pero en estos casos, deberíamos estar
orando y diciendo: "Oh Dios, cámbiame, transfórmame".
No olvidemos que la oración constituye el secreto del poder. Y
si llevamos esta afirmación a la práctica, viviremos la
experiencia expresada en este párrafo, en el sentido de que
entraremos en una situación con angustia, ansiedad,
preocupación, y permaneceremos en ella con la paz que solo
Dios puede dar.
Así que la alegría es la fuente del poder; y la oración es el
secreto del poder.
Por hoy, vamos a detenernos aquí. Sin embargo, estimado
oyente, le recordamos leer los versículos siguientes de este
capítulo final de la epístola a los Filipenses. Antes de concluir,
le invitamos a acompañarnos en nuestro próximo programa.
Y si usted está pasando por momentos difíciles como los que
acabamos de mencionar, queremos transmitirle un
sentimiento de esperanza. Por ello, recordamos las palabras
del apóstol Pablo a los Romanos 8:37 y 38, porque creemos
que el Espíritu Santo las puede aplicar a su vida en los
momentos en que el consuelo y la paz son indispensables
para poder continuar la lucha por la vida.
Después de enumerar algunas situaciones verdaderamente
angustiosas, muchas de las cuales él había vivido, dijo el
apóstol Pablo: en todas estas cosas somos más que
vencedores por medio de aquel que nos amó. 38Por lo cual
estoy seguro de que ni la muerte ni la vida, ni ángeles ni
demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, 39ni
lo alto ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá
separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús, Señor
nuestro.

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