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“León es traído por su madre al dispensario por consejo de la escuela y del médico quien, tras

cierto número de exámenes, no ha encontrado ninguna explicación neurológica para su


extraño habitus. León presenta una deambulación muy particular, parece no poder sostenerse,
es un muchachote de ocho años, fláccido, un tanto grueso, de tejidos subcutáneos todavía un
poco infiltrados, como los de un niño de menos edad. Lo veo entrar en el gabinete de consulta
y, desde la puerta costear la pared apoyándose en ella; acto seguido, para venir a sentarse,
alarga el brazo, se apoya sobre la mesa y se deja caer en la silla. Acto seguido se desploma
sobre la mesa, en la que apoya brazos, codos y tórax, como si, sentado, no pudiese mantener
el tronco en posición vertical sobre el asiento”. (Dolto, 1986, pág. 229-230)

De esta manera es cómo inicia el encuentro entre Dolto y este niño llamado León, la solicitud
de un tratamiento se inicia a partir de que la escuela, esta menciona que León no juega con sus
compañeros, no atiende en clase y, su pasividad les preocupa. Esto nos recuerda que no todos
los niños que llegan al consultorio son traídos por sus padres y, que en algunas de las
situaciones se atiende a instituciones que dan cuenta con su llamado de algún goce parasitario.

Un profesor que vivía en el mismo edificio que la familia de León, fue uno de los primeros en
hacerle saber a su madre de su preocupación por su situación, él le enseña a tocar piano a
León, una carta adjunta al expediente de León relata que tiene dotes particulares ya que
siempre que esté sentado y apoyado sobre un respaldo, sus manos y sus dedos son muy ágiles.

“La fatigabilidad de León, obliga a su profesor a sostenerle los brazos bajo los codos, o los
hombros bajo las axilas. El esfuerzo muscular de los hombros le es tan difícil a este niño como
el esfuerzo de la marcha. Por el contrario, se sirve perfectamente de los pedales del piano,
provistos de un prolongador y llevados así al nivel de sus pies”. (Dolto, 1986, pág. 231)

No debemos dejar de lado que en un inicio las problemáticas escolares aparecen,


aparentemente León no aprende, pero; ¿cómo puede ser posible que un niño que no aprende
pueda ser descrito como virtuoso en el terreno de la música?

“La madre dice que desde su primera infancia tiene una voz afinada, modula todas las
canciones que oye por la radio. Habla con un tempo muy curioso, escandiendo las palabras y
separando las sílabas con lentísimo ritmo, en tono monocorde”. (Dolto, 1986, pág. 230)

Esta es una respuesta que la madre de León proporcionó ante la pregunta por parte de Dolto
del peculiar tono con el que habla este niño. Es de señalar que antes de las preguntas de Dolto,
la madre no se había percatado de esto, sucede que para los padres, algo de sus propios hijos
es enigmático, por lo que puede haber diversas situaciones, comportamientos y sucesos que
los padres pueden no haberse percatado, desconocer cómo apareció y que en algo los implica
a ellos, pero; algunas preguntas del analista les permiten reflexionar sobre esto que puede
aparecer tan “comprendido”. Durante el trabajo analítico habrá que atender a la cuestión de si
los padres en algún punto pueden soportar que aparentemente el analista pueda saber más de
su hijo que ni ellos mismos, algo que amerita tomar en cuenta respecto a la relación
transferencial con los padres.

Desde un inicio Dolto elabora preguntas que serán base para la dirección que tomará el
tratamiento, como menciona Flesler (2006), es importante que el analista pueda pensar en la
dirección del barco que ello no significa dirigir la vida de un paciente.

“¿A qué se debe, pues, esa debilidad neuromuscular, esa necesidad de sostén físico, de apoyo
para su espalda en una pared o en el respaldo de un asiento? ¿Qué significa esa falta de tono,
de origen no orgánico? ¿Por qué la imposibilidad de leer y escribir en un niño de ocho años
que da pruebas, en cambio, de tanta destreza manual, pero exclusivamente sobre el teclado
de un piano? ¿Por qué su nulidad en matemática, él que ha aprendido el solfeo y por tanto
sabe tocar música leyendo (¿) la transcripción gráfica de los sonidos y los ritmos?” (Dolto,
1986, pág. 231-232)

Para Aulagnier (1984) una de las primeras labores del analista es que este pueda formular
preguntas que funcionen como hipótesis sobre el sufrimiento de un sujeto, durante las
entrevistas preliminares, el analista se dará a la tarea de escuchar la narración de una historia
desde distintos protagonistas, por ello tomará nota acerca de lo que acontece con el niño, sus
padres, parientes e instituciones involucradas. No es una labor sencilla, porque también
implica que el analista pueda formular las hipótesis en compañía de lo que el niño narra, en
compañía de lo que sus padres cuentan y, finalmente, después de este trabajo el analista
deberá pensar sobre aquello que ha estado escuchando.

“La escuela lo considera incapaz de leer y yo pienso que no puede ser verdad”.

La mirada del analista es fundamental para el tratamiento, para Rodulfo, M. (2014), es un


punto de sostén que puede albergar al niño y ser el puente que posibilite un nuevo trayecto.

Este tratamiento implicó sesiones de psicomotricidad antes de emprender el análisis, durante


las cuales, León dibujó: “Una casa cuadrada con un techo aproximadamente trapezoidal,
ventanas sin cuadrícula de cristales, vacías, una chimenea que no despide humo y una puerta.
Entre la casa y el borde superior de la hoja hay una especie de <<n>> muy desplegada, <<el
cielo>>”.

Rodulfo, M. (2014) señala que puede existir relación entre las casas que los niños dibujan con
irse dibujando una cabeza y, el humo que en ocasiones sale de la chimenea como la actividad
del pensamiento.

Las primeras sesiones serán posibilitadoras, detengámonos en ellas.

“Durante las dos primeras sesiones León me parece alelado y mudo, o casi, ante su dibujo. Si le
hago alguna pregunta sobre éste o sobre lo que su madre me ha dicho en su presencia
respecto de él, no contesta. Y hasta la cuarta sesión no comprendo lo que sucede. Lo hubiese
comprendido desde la tercera, pero sólo comprendí a la cuarta, y más claramente aún a la
quinta: de hecho, León responde ocho días después en cuanto llega a la sesión, a las preguntas
que le formulé ocho días antes. Cuando me di cuenta y se lo dije, felicitándolo por no hacer
respondido antes de reflexionar bien, porque eso es signo de inteligencia, sus ojos redondos,
un tanto globulosos y hasta entonces sin expresión, comenzaron a brillar y a expresar alegría”.
(Dolto, 1986, pág. 236-237)

Las primeras intervenciones de Dolto evidencian la importancia de que un analista pueda


explicar al niño lo incomprensible que puede resultar para él y, como menciona Rodulfo, M.
(2014) las intervenciones puedan ser posibilitadoras, y no obturantes del propio saber del
paciente.

Durante esos primeros encuentros León realiza un modelado que Dolto había solicitado en la
sesión anterior, él hace con la pasta cuatro figuras alargadas, como si fueran tubos, del mismo
tamaño para posteriormente colocarlas en la mesa unas al lado de las otras y se detuvo.

Respecto al modelado ella le dice “…hay en su interior algo que él intenta decirme con este
modelado: quizá que en casa son cuatro, cuatro iguales, de la misma familia; pero a lo mejor él
piensa otra cosa”. (Dolto, 1986, pág. 237)

Posterior León elabora dos morcillas más, más finas, pero; del mismo tamaño, intenta reunir
los 6 pedazos y Dolto vuelve a sentir que no comprende qué es lo que sucede.

“Yo no lo entiendo, pero deseo entenderlo y a lo mejor la vez que viene comprenderemos
más”.

El deseo de comprender en un analista es fundamental, porque permite posicionarse desde


una falta de saber, sólo aquel analista que no sabe acerca de lo qué sucede con el padecer de
un sujeto está dispuesto a saber, desde ahí hay una posibilidad para escuchar. Es importante
mencionar que a medida que pasaban las sesiones León podía sostenerse más, no sólo a nivel
de lo motor, también en la vida.

El segundo trabajo es un dibujo diferente.

“Un barco, tan geométrico y vacío como la casa; pero la <<n>> desplegada que ocupaba el
cielo en el dibujo de la casa, ahora está debajo del barco (sin duda representa el agua); León
no dice palabra y de inmediato se pone a modelar. Con ayuda de los mismos elementos que
antes, modelando con bastante rapidez las morcillas cilíndricas y añadiéndoles una plancha
realizada con apreciable destreza, construye un asiento y una plancha para el respaldo, y me
dice: <<es-una-silla>>, espaciando las sílabas. Le pregunto si la silla está contenta de su destino
de silla, si él la ha hecho para alguien. No hay respuesta, ni a la primera ni a la segunda
pregunta”. (Dolto, 1986, pág. 237)

Siguiendo los planteamientos realizados por Rodulfo, M. (2014) es interesante cómo los niños
a través de la construcción de los primeros dibujos comienzan a trazar el trayecto hacia la
escritura, si nos percatamos tanto el cielo como el agua son descritos por Dolto como una
<<n>>, fenómeno que podemos observar en el pasto o las olas del mar que asemejan a
pequeñas <<L>>, pájaros que cruzan el cielo y montañas que preparan la aparición del sol en
las que podemos encontrar un prototipo de la letra <<m>>.
Es muy interesante este trabajo que León realizó porque permite comprender que hay
asociaciones que no resultan del trabajo de un solo encuentro, se requieren más sesiones,
León piensa de sesión a sesión las preguntas que Dolto le hizo, no responde de inmediato, dejó
trabajos de modelado que continuo a la siguiente sesión, hay dibujos que realizó que durante
las sesiones siguientes modificó, tal vez es una posibilidad para comprender que los tiempos
del paciente son diferentes a los tiempos del analista y, que ahí radica también su creatividad,
su paciencia en poder esperar a que sea el paciente quién pueda soltarse a crear. Ello puede
darnos la pauta que algo cambió, no sólo a nivel del dibujo, algo en él está cambiando, hay un
movimiento que aparece como el fluir del agua en dónde se posaba ese barco.

La siguiente cita puede ser larga, pero es importante para el desarrollo.

“A la semana siguiente llega con un dibujo del mismo barco, pero ahora la hoja no alcanza para
contenerlo todo. Las partes delantera y trasera, así como la superior del triángulo de las velas,
están fuera del marco de la página. El casco del barco llega al límite inferior de la hoja, como
las casas de los primeros dibujos. León encuentra algunos elementos de la silla en la caja de
modelado, los coge y completa lentamente el objeto, con cuidado. <<Es la silla>>, dice;
después, tras un silencio en que mira alternadamente al objeto y a mí, me dice: <<Ella está
contenta de ser una silla>>. (Se trata de la respuesta a mi pregunta de la vez pasada). Yo digo:
<< ¿Acaso espera a alguien? ---Sí. ---Entonces, ¿puede que alguien venga a sentarse encima?
>>. En ese momento comienza a modelar un muñequito. Una masa ovoide, bien pulida; le
pega encima una bola cefálica, más dos morcillitas dobladas para las piernas. Después un
<<sombrero>>, placa triangular terminada en punta como el triángulo de las velas del barco, es
sobrepuesto a la bola cefálica. Sobre la cara anterior de ésta pega dos bolitas, a guisa de ojos, y
en el espacio que los separa hace un agujero con un lápiz, para la nariz-boca. No hay orejas ni
cabellos, ni cuello, tampoco brazos. León tiende al muñequito en el suelo, delante de la silla.
<< ¿Qué es eso?>> No hay respuesta. << ¿Un muñequito?...¿Tú?-sí.-¿Quieres sentarte en la
silla?>> No hay respuesta. << ¿La silla quiere que te sientes en ella?>> Sin decir nada, León
sienta al muñeco en el asiento y doblando las dos piernas les hace tocar el suelo delante de las
patas de la silla; después presiona fuertemente la espalda del muñequito sobre el respaldo de
la silla. << ¿Está contento el muñequito? -Sí.>> Ambos contemplamos y largamente, en silencio
el objeto que León ha fabricado. Yo: << ¿Qué piensa, el muñequito?>>. <<La silla, ¿está
contenta? -Oh, sí>>, dice León rápidamente y con convencimiento. Y añade: <<Ella está más
contenta que el muñequito>>. Yo le dirijo una mirada interrogativa. <<Bueno, sí, cuando él se
vaya ella se quedará con su espalda, y el muñequito se quedará sin espalda.>> Esboza una
pequeña sonrisita sarcástica. Yo le pregunto: <<Pero ¿conservará él su cabeza, su trasero, sus
piernas?>>. No hay respuesta, pero sí una mímica que me parece ser la de un niño sentado en
su orinal, haciendo fuerza para defecar e hinchando el vientre. Fin de la sesión sin palabras”.
(Dolto, 1986, pág. 238)

Me resulta imprescindible que pueda observarse cómo se construye una asociación en base a
preguntas de Dolto, son intervenciones que posibilitan asociaciones profundas para León. A
medida que las sesiones van transcurriendo, Dolto se percata que León busca un sostén no
sólo desde lo psíquico, también físico, no sólo como la silla, también en su maestro de piano y
en las sesiones de psicomotricidad. En su dibujo, el barco aparece desbordado, sin límites, esa
hoja no alcanza para contener, es importante detenerse a considerar que un niño que todo el
tiempo es sostenido, abrazado y que no se mueve ni siquiera para ir al baño, ¿Podría comenzar
a sostenerse solo en su experiencia analítica?

Este recorrido puede encontrarse en el libro “La imagen inconsciente del cuerpo”, durante él
mismo la autora postula la construcción de una imagen en base a una relación con Otro, que a
base de sus cuidados construye un puente de enlace entre un cuerpo biológico y un cuerpo
erógeno, puente en el que la pulsión viaja con las múltiples salientes que puede tener un
camino. Es de destacar que esta imagen será también la historia de esos goces que fueron
prohibidos, frustrados y que posibilitaron nuevos trayectos.

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