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otro más: el verbo «wesen» (esta palabra, «Wesen», es Wesen y sino
de la filosofía alemana, en sus éxitos como en sus fracasos, en sus
aciertos como en sus errores); así como logos, raison, sense, Wesen, son
palabras cordiales de los respectivos idiomas, así es res una palabra
cordial de la lengua latina. Y como todas estas palabras cordiales,
es, en definitiva, intraducible. Toda traducción, aun la más
afortunada —y las traducciones alemana e inglesa: Ding, thing,
Sache son afortunadas, más afortunada que la francesa chose, que
añade a la estática de la res latina la dinámica de la causa—, toda
traducción latina debilita o caricaturiza la forma de sentido, que
únicamente puede desarrollarse en una sola forma de la
percepción o de la vida práctica. La palabra res ha sido dada por el
romano a todo el mundo. Así como ningún pueblo europeo y, dentro
de poco, ningún otro pueblo de este planeta podrá denominar lo
lógico del ser más que así precisamente: lo lógico, con lo cual
quedaremos eternamente unidos y obligados a los griegos, así
tampoco podrá el idioma de ningún otro pueblo denominar lo real
más que así precisamente: lo real, con lo cual quedaremos unidos y
obligados para siempre a la antigua Roma. Si el alemán piensa que
puede traducirlo por Wirklichkeit, se engaña, se equivoca, yerra;
debe reflexionar y usar ambas palabras diferenciando
oportunamente: Wirklichkeit y Realität, y alegrarse de haber sido tan
enriquecido, de ser tan rico, que posee las dos. Res es «Ding» y
relación de las «Dinge», «Sache» y actitud de las «Sachen», ser y
movimiento a la vez; pero con el acento en Ding y Sache y ser, de la
misma manera que en «Wirklichkeit» lo tiene el alemán sobre la
relación dinámica y la actitud y el movimiento. El romano no
conoce una «Wesen» del Estado, sino una res publica; la suerte es:
«cosas» favorables, res secundae, y la desgracia: «cosas» adversas,
res adversae: la Historia es: las res; el historiador no escribe sobre
ideas o sobre cultura en cuanto conceptos o esencias, sino que
escribe sobre «cosas»; es rerum scriptor. El único romano con el
estigma del filósofo, es decir, con la pasión del conocimiento y de la
verdad teórica, rerum cognoscere causas, que de manera imprevisible —
¡así es siempre la manera de la Providencia!— fue al mismo tiempo un
gran poeta, no escribe sobre Física o Metafísica ni sobre el alma ni
sobre lo lógico, ni acerca del número o del bien, ni de lo hermoso ni
de lo verdadero, sino de rerum natura, sobre la naturaleza de las
cosas, que como tales precisamente existen todas, todo, el mundo
entero, incluso el hombre con su alma y su desesperación y su
añoranza. Roma es la cabeza del mundo, es decir, de las cosas, caput
rerum, domina rerum; César es el guardián del mundo, es decir, de las
cosas, custos rerum. Roma en su plenitud como Ciudad y Estado,
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Senado y Pueblo, Paz y Cultura, Piedad y Justicia, César e Imperio,
no es primariamente una idea, sino, dicho con palabras del romano
más grande, precisamente con las de Virgilio, «máxima rerum», la
mayor de todas las cosas, más aún, «pulcherrima rerum», la más
hermosa de las cosas, la «gloria» de las cosas humanas.
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arraigado en el ser y dulce en el sonido —desde siempre la
amargura tiene un verso muy dulce—, ¡un verso amargo, un verso
trágico: