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UNO

El final de nuestras últimas vacaciones de invierno parece casi el principio de una


vuelta de victoria. Estamos en el séptimo semestre de la escuela secundaria, con
un semestre (simbólico, honestamente) para irnos. Quiero celebrar como un chico
promedio: con algo de tiempo privado y unas pocas horas inconscientes en el
hoyo de Youtube. Desafortunadamente, ninguna de estas cosas va a pasar.
Porque, desde el otro lado de su cama, Autumn está mirándome, esperando
que me explique.
Mi horario no está completo y las clases inician en dos días y los buenos cursos
se llenan rápido y “Esto es tan parecido a ti, Tanner”.
No es que ella este equivocada. Esto es como yo. Pero no puedo evitarlo si ella
es la hormiga y yo el saltamontes en esta relación. Esa es la forma en la que
siempre ha sido.
—Todo está bien.
—Todo está bien— repite ella, tirando abajo su lápiz —. Deberías imprimir eso
en una playera.
Autumn es mi roca, mi lugar seguro, mi mejor de lo mejor, pero cuando se trata
de la escuela es increíblemente un dolor en el trasero. Ruedo sobre mi espalda,
mirando fijamente su techo desde su cama. Por su cumpleaños cuando estaba en
segundo año (justo después de que me mude aquí y me tomó bajo su protección)
le regalé un poster de un gatito que se sumerge en una bañera de pelotas
afelpadas. Hasta este día, el poster permanece firme pegado con cinta ahí. Es un
gato súper lindo, pero para último año pienso que la dulzura inocente del gato ha
sido lentamente manchada por su inherente rareza. Así que, sobre la frase
motivacional ¡SUMERGETE BIEN, GATITO! Puse cuatro notas Post-it con lo que
creo que el creador del poster quizá intento decir: ¡NO SEAS UN INBÉCIL!

Ella debió de estar de acuerdo con la edición porque los dejó allí.
Ladeo mi cabeza para verla.
—¿Por qué estas preocupada? Es mi horario.
—No estoy preocupada— dice, aplastando una pila de galletas —. Pero sabes
que tan rápido se llenan las cosas. No quiero que termines con Hoye para
Química Orgánica porque el da el doble de tarea y eso acabaría con mi vida
social.
Eso es medio verdad. Tener a Hoye para Química haría que su vida social
terminará (soy el único con carro; hago de chofer para ella casi todo el tiempo)
pero lo que Autumn realmente odia es que deje las cosas para último minuto y
entonces me las arregle para tener lo que quiero de todas formas. Ambos somos
buenos estudiantes a nuestra manera. Ambos somos estudiantes de honor y
ambos fuimos los mejores en nuestros exámenes de ingreso. Pero donde Autumn
con tarea es como un perro con su hueso, yo soy más como un gato descansando
en una ventana soleada; si la tarea está al alcance y es algo interesante, con
mucho gusto la haré.
—Bueno, tu vida social es nuestra prioridad. —Cambio mi peso, sacudiendo un
rastro de migajas de galleta pegadas a mi antebrazo. Dejaron una marca ahí,
pequeñas y rojas muescas en la piel, de la misma forma que la grava lo haría. Ella
podría pararse a propagar algo de su no obsesión para limpiar el cuarto. —
Autumn, Dios. Eres una cerda. Mira esta cama.
Ella responde a esto empujando otro montón de Ritz en su boca, derrumbando
otro sendero sobre sus sabanas de la Mujer Maravilla. Su rojizo cabello es una pila
alborotada sobre su cabeza y esta vistiendo el mismo pijama de Scooby-Doo que
tenía desde los catorce. Sigue quedándole… en su mayoría.
—Si alguna vez metes a Eric aquí— digo —, estará horrorizado.
Eric es otro de nuestros amigos y uno de solo un puñado de niños no-
mormones en nuestro grado. Supongo que Eric es técnicamente mormón, o al
menos sus padres lo son. Ellos son los que la mayoría de la gente llamaría
“Mormón Jack”. Beben (ambos, alcohol y cafeína), pero siguen razonablemente
involucrados en la iglesia. Lo mejor de ambos mundos, dice –aunque es fácil ver
que los otros estudiantes mormones en la escuela Provo no están de acuerdo.
Cuando sale el tema, Mormón Jack es lo mismo que no ser un mormón para nada.
Como yo.
Unas pocas motas secas de galleta vuelan fuera cuando Autumn tose, fingiendo
repulsión.

—No quiero a Eric en ninguna parte cerca de mi cama.


Y ahora aquí estoy yo, recostado sobre su cama. Es una prueba de lo mucho
que su madre confía en mí que estoy permitido en su cuarto en todo momento.
Pero quizá la señora Green siente ya que nada pasará entre Auddy y yo.
Hicimos eso una vez, por las vacaciones de invierno de nuestro segundo año.
Había vivido en Provo solo por cinco meses a ese punto, pero hubo una química
inmediata entre nosotros, conducida por un montón de clases en común y un
confort por nuestro estado compartido de desertores con los chicos mormones en
la escuela. Infortunadamente, la química se disolvió para mí cuando las cosas se
volvieron físicas y por algún milagro esquivamos la bala incómoda de lo que pasa
después. No estoy dispuesto a arriesgarlo otra vez.
Parece hacerse hiper consciente de nuestra proximidad en el mismo momento
que yo, enderezando y tirando hacia abajo su pijama por su torso. Me empujo
hacia arriba, así que estoy sentado, apoyado contra la cabecera: una posición
segura.
—¿A quién tienes para la primera hora?
Autumn mira hacia abajo, a su horario.
—Polo, Literatura Moderna.
—Igual. —Me robo una galleta y, como un ser humano civilizado, me las arreglo
para comerlo sin tirar ninguna migaja. Escaneando mi papel con un dedo índice,
me siento muy bien acerca del último periodo. —Honestamente, mi horario no es
tan malo. Solo necesito agregar algo para la cuarta.
—Quizá puedes agregar el Seminario. —Autumn aplaude alegremente.
Sus ojos son linternas, transmitiendo su emoción a la habitación oscura: Ha
querido tomar este curso desde que era una novata.
El Seminario (lo digo en serio; cuando la escuela le hace referencia en boletines
o anuncios, incluso lo capitalizan así) es tan pretencioso que es irreal. ESCRIBE
UN LIBRO EN UN SEMESTRE, el catálogo desafía alegremente, como si eso
pudiera suceder solo en esa clase. Como si una persona promedio no podría
aventar juntas suficientes palabras en cuatro meses. Cuatro meses es una vida
entera.
Los estudiantes que aplican necesitan tener completado al menos un lugar en
un curso avanzado de Inglés y un mínimo de 3.75 GPA de el anterior periodo.
Incluso si eso incluye setenta niños solo en nuestro grado, el profesor solo inscribe
catorce.
Hace dos años, el New York Times escribió un artículo y lo llamó "un curso
brillantemente ambicioso, dirigida con seriedad y diligencia por el miembro de la
facultad más vendido del NYT, Tim Fujita." (Yo sé que eso es cotización directa
porque la pieza se imprimió, ampliada a unas cinco mil veces el tamaño original y
enmarcado en la oficina principal. Mi queja frecuente es el criminal uso excesivo
de adverbios, que Autumn piensa me hace mezquino.) El año pasado, un senior
llamado Sebastian Brother tomó el seminario, y un gran editor compró su
manuscrito. Ni siquiera sé quién es y he escuchado su historia cientos de veces:
¡Es el hijo de un obispo! ¡Escribió una novela de fantasía! Aparentemente, fue
asombroso. Fujita lo envió a un agente, que lo envió a la gente en Nueva York, y
hubo algún tipo de guerra civilizada por eso, y boom ahora está al otro lado de la
calle en BYU y aparentemente está retrasando su misión para poder hacer una
gira de libros y convertirse en el próximo Tolkien.
O L. Ronald Hubbard. Aunque supongo que algunos mormones podrían tener
problemas con esa comparación. A ellos no les gusta que se agrupen en cultos
como Cienciología. Por otra parte, tampoco lo hacen los cienciólogos.
De todos modos, ahora, aparte del fútbol de BYU y el mar de mormones, el
Seminario es lo única cosa que se habla más cuando mencionan Provo.
—¿Entraste? —confirmo, no es que me sorprenda. Esta clase significa todo
para el otoño, y aparte ya que cumple los requisitos reales, ha estado devorando
novelas sin parar con la esperanza de que ella tendrá la oportunidad de escribir la
suya.
Ella asiente. Su sonrisa se extiende desde lo normal a lo inmenso y brillante.
—Chica mala.
—Tú también podrías hablar con el Sr. Fujita —dice ella—. Tienes las
calificaciones. Eres un buen escritor. Además, él ama a tus padres.

—Nah. —Espero cartas de aceptación a las universidades en cualquier lugar


menos aquí. Mamá me rogó solicitar fuera del estado, y un sí de cualquiera de
esas escuelas estará condicionado a mis calificaciones este último semestre.
Independientemente de lo fácil que creo que sea, este no es el momento de correr
riesgos.
Autumn se mira una uña.
—Porque entonces tendrías que, ya sabes, terminar ¿alguna cosa?
—Terminé con tu madre antes. Creo que sabes lo que quiero decir.
Me tira del pelo de la pierna y yo suelto un sonido sorprendentemente femenino.
—Tanner —dice ella, sentándose—, hablo en serio. Sería bueno para ti.
Deberías tomar esta clase conmigo.
—Dices eso como si quisiera.
Mirándome, gruñe:
—Es el Seminario, imbécil. Todos quieren hacerlo.

¿Ven lo que quiero decir? Ella tiene este curso en un pedestal y es tan nerd que
me hace un poco protector de la Futura Autumn, cuando está en el mundo,
luchando en sus batallas de Chica Inteligente Hermione. Le doy mi mejor sonrisa.
—Bueno.
—¿Estás preocupado por tener algo original? —pregunta ella—. Yo podría
ayudarte.
—Oh, vamos. Me mudé aquí cuando tenía quince años, lo cual creo que
podemos estar de acuerdo en que es el peor momento para mudarse desde Palo
Alto, California, hasta Provo, Utah, con brackets y sin amigos. Tengo historias.
Sin mencionar que soy un chico bisexual medio-judío en una ciudad extraña y
mormona.
No digo esa última parte, ni siquiera a Autumn. No fue gran cosa en Palo Alto
cuando, a las trece, me di cuenta de que me gustaba la idea de besar a chicos
tanto como besar a chicas. Aquí, sería un gran problema. Ella es mi mejor de lo
mejor, sí, pero no quiero arriesgarme a decírselo y descubrir que solo es
progresivo en teoría y no cuando un chico bisexual está pasando el rato en su
habitación.

—Todos teníamos frenos, y tú me tenías a mí. —Ella se deja caer en su cama.


—Además, todos odian tener quince, Tanner. Se trata de emergencias y
erecciones en la piscina, granos y angustia y protocolo social poco claro.
Garantizo que diez de quince estudiantes en esta clase escribirán sobre los
peligros de la escuela secundaria por falta de fuentes más profundas de ficción.
Un escaneo rápido a través del Rolodex de mi pasado me da una sensación
defensiva y tambaleante en el estómago, como que tal vez ella tiene razón. Tal
vez no se me ocurrió algo interesante y profundo, y la ficción debe provenir de la
profundidad. Tengo dos padres que me apoyan, tal vez demasiado, una loca pero
maravillosa familia extendida, una hermana no demasiado terrible, aunque
dramáticamente emo, mi propio auto. No he conocido mucha agitación
Entonces me niego, pellizcando la parte posterior de su muslo.

—¿Qué te hace tan profunda?


Es una broma, por supuesto. Autumm tiene mucho de qué escribir. Su padre
murió en Afganistán cuando ella tenía nueve. Después, su madre, enojada y con
el corazón roto, cortó lazos con la Iglesia Mormona, que, en esta ciudad, es una
gran deserción. Más del 90 por ciento de las personas que viven aquí son
mormones. Siendo cualquier cosa de lo contrario, automáticamente te deja en las
afueras del mundo social. Agrega a la mezcla que la Sra. Green con su sueldo
solo, ella y Autumn apenas se mantienen.
Autumn me mira rotundamente.
—Puedo ver por qué no quieres hacerlo, Tann. Es mucho trabajo. Y eres flojo.

Me invitó a agregar la estúpida clase, y ahora, mientras manejamos juntos a la


escuela el lunes después vacaciones de invierno, ella está dando sonidos
entrecortados porque le dije que entré.
Puedo sentir su ardiente mirada a un lado de mi cara cuando doy vuelta hacia
Bulldog Boulevard.
—¿Fujita solo firmó tu tarjeta de entrada? ¿Eso es todo?
—Auddy, estás loca si estás enojada por esto. Lo entiendes, ¿verdad?
—Y. . . ¿Qué? —dice ella, ignorando mi retórica y volviéndose hacia adelante—
. ¿Solo vas a hacerlo?
—Sí, ¿por qué no? —Entro en el estacionamiento de estudiantes, buscando un
lugar cerca de la puerta, pero por supuesto estamos llegando tarde y no hay nada
conveniente aquí. Me meto en un lugar a lo largo de la parte trasera del edificio.
—Tanner, ¿te das cuenta de lo que harás?
—¿Cómo podría asistir a esta escuela y no saber qué es el Seminario? —Me
da una mirada agresivamente paciente porque acabo de usar mi voz burlona y ella
lo odia.
—Vas a tener que escribir un libro. Un libro entero.
Cuando aparece el final de mi fusil, es previsiblemente leve: un empujón más
duro de lo normal de mi puerta al abrirse al aire gélido.
—Auddy, ¿qué demonios? Pensé que me dijiste que lo agregara.
—Sí, pero no deberías hacerlo si no quieres.
Saco mi mejor sonrisa de nuevo, la que sé que le gusta. Sé que no debería,
pero oye, usas la mejor herramienta que tienes.
—Entonces no deberías llamarme flojo.
Ella deja escapar este gruñido salvaje que creo que me gusta.
—Eres tan afortunado y ni siquiera lo sabes.

La ignoro, agarrando mi mochila del maletero. Ella es confusa como el infierno.


—Ves lo que quiero decir, pero, ¿que fue tan fácil para ti?
—Tuve que postular, luego la entrevista con él, y, tipo, arrastrarme. Tú entraste
a su oficina y él firmó tu tarjeta.

—No fue exactamente así. Fui a su oficina, charlé un poco, lo actualicé con
quienes son mis amigos y luego firmó mi tarjeta de ingreso.
Me encuentro en silencio, y cuando me doy vuelta, me doy cuenta de que ella
ha caminado en la otra dirección, hacia un lado de la entrada.
—¡Te veré en el almuerzo, mejor amiga! —le digo. Ella levanta su dedo medio.
El calor dentro del pasillo es el cielo, pero aquí hace mucho ruido y los pisos
están empapados de suciedad, de nieve derretida que sale de las botas. Maldigo
por el pasillo hacia mi casillero, ubicado como un sandwich entre los de Sasha
Sanderson y Jack Thorne, dos de las personas más atractivas de Provo High.
Socialmente, las cosas aquí son mixtas. Incluso dos años y medio después,
todavía me siento como el chico nuevo, y es probablemente porque la mayoría de
los estudiantes aquí han ido juntos a la escuela desde el jardín de niños y viven
dentro de unos pocos barrios, es decir, están en la misma congregación y se ven
en un millón de actividades de la iglesia fuera de la escuela. Básicamente tengo a
Auddy, Eric y algunos otros amigos que resultan ser mormones, pero geniales, no
nos vuelven demasiado locos y sus padres no se preocupan de que los estamos
corrompiéndolos. De vuelta en Palo Alto, en mi primer año, estaba saliendo con
otro chico por unos cuantos meses y tenía un grupo completo de amigos que
conocía desde el jardín de niños que no parpadearon cuando me vieron
sosteniendo la mano de Gabe. Desearía haber apreciado más esa libertad en ese
momento.
Aquí, las chicas coquetean conmigo, claro, pero la mayoría son mormonas y
nunca, ni en un millón años, se les permitirá salir conmigo. La mayoría de los
padres mormones esperan que sus hijos se casen en su Templo, y eso
simplemente no puede suceder con alguien como yo, un no-miembro. A menos
que me haya convertido, lo cual. . . nunca va a pasar. Toma a Sasha por ejemplo.
Siento que algo se está gestando entre nosotros; ella es súper coqueta y sensible,
pero Autumn insiste en que nunca podría ir a ninguna parte en mayor medida, lo
mismo pasa con mis posibilidades aquí con chicos, mormones o no; No puedo
probar esas aguas en Provo. Me he enamorado de Jack Thorne desde el décimo
grado, pero está fuera de los límites por tres razones importantes: (1) masculino,
(2) Mormón, (3) Provo.

Antes de que ella se enojara conmigo esta mañana, Auddy me entregó, sin
comentarios, una hoja brillante con pegatinas de dinosaurios Entonces, sin duda,
los guardé en el bolsillo; Se sabe que Autumm me regala cosas que son de
utilidad en algún momento desconocido en el tiempo, y sigo adelante cuando abro
mi casillero, me doy cuenta de su motivo: Soy notablemente malo por recordar mi
horario de días A y B: acá tenemos un horario de clase de días alternos, con
períodos uno a cuatro en algunos días y períodos cinco a ocho en otros, cada
semestre necesito pegar mi horario en mi casillero, y cada semestre me encuentro
sin ninguna cinta.
—Eres brillante —dice Sasha, viniendo detrás de mí para ver mejor lo que estoy
haciendo—. Y ohdiosmio, eres tan lindo. ¡Dinosaurios! Tanner, ¿tienes ocho
años?
—Autumm me los dio.
Escucho la reacción de Sasha de esto con su silencio, lo no dicho, ¿Ellos están
o no? Todos se pregunta si Autumn y yo estamos saliendo casualmente. Como
siempre, lo dejo sin respuesta. Su sospecha es algo buena. Sin darse cuenta,
Autumm ha sido mi protegida.
—Bonitas botas —le digo. Alcanzan una altura sugerente: justo más allá de sus
rodillas. Me pregunto de quién es la atención que más busca aquí: los chicos de la
escuela o sus padres en casa. Le doy un una pegatina de dinosaurio y un beso en
la mejilla mientras me alejo por el pasillo con mis libros.

Provo no es en absoluto una escuela religiosa, pero a veces se siente así. Y si


hay algo que uno aprende rápidamente sobre los mormones es que se centran en
lo positivo: sentimientos positivos, acciones positivas, feliz, feliz, alegría, alegría.
Así que Literatura Moderna con la Sra. Polo comienza con una inesperada
explosión definitivamente infeliz: el primer libro que estamos leyendo es La
Campana de Cristal.
Siento un leve murmullo por el salón mientras los estudiantes se mueven en sus
asientos para hacer una mirada subrepticia de contacto visual en un dramático
unísono que desperdician sus esfuerzos encubiertos. La Sra. Polo (cabello
salvaje, faldas sueltas, anillos en sus pulgares, ya sabes el trato) ignora la
conmoción. De hecho, creo que lo está disfrutando. Ella se balancea sobre sus
talones, esperando que regresemos al plan de estudios y veamos qué más tiene
guardado para nosotros.
La Biblia Envenenada de Barbara Kingsolver, Noche de Elie Wiesel, Lo
insoportable levedad del ser de Milan Kundera, El Castillo de Cristal de Jeannette
Walls, y así sucesivamente con Sula de Toni Morrison, e incluso las memorias
falsas de James Goddamn Frey. Quizás lo más impactante es Elmer Gantre de
Sinclair Lewis, una novela que trata sobre la religión fanática y un predicador
espeluznante con el estilo de alzar una carpa para congregarse. Es bonito por
encima. La Sra. Polo es osada, y por mi parte me gusta ver sus jaulas sacudidas.
A mi lado, y aún dándome el tratamiento silencioso, Autumn está sentada con
los ojos muy abiertos. Ella ha leído casi todos los libros en esta lista, y como la
conozco, sé lo que está pensando: ¿Hay tiempo para transferirse a Shakespeare
con Sr. Geiser?
Se da vuelta y me mira, entrecerrando los ojos mientras lee mi mente de vuelta.
Ella gruñe de nuevo y no puedo evitar la risa que me provoca.
También he leído casi todos estos libros. Autumn insistió.
Me recuesto, entrelazando mis dedos detrás de mi cabeza y dándole otra buena
sonrisa.

Pedazo de pastel. Tengo un semestre fácil por delante.


DOS
Para cuando llega el cuarto período, Autumm está llena de nervios. Ella está
emocionada por el seminario, pero todavía irritada porque me metí en él. Camino
justo detrás de ella por el pasillo e intento no dejar que ella me vea sonreír cuando
deliberadamente me evade por la puerta, moviéndose hacia un grupo de
escritorios donde solo queda un asiento libre.
—Por aquí, Auddy. —De pie en la fila de atrás, le tendí una silla vacía junto a
una que planeo reclamar.
Ella tiene la opción de venir a unirse a mí, o parecer misteriosamente petulante,
por lo que arrastra los pies, ceñuda.
—Eres una plaga.
—Te quiero, pero solo un poco.
Ella ríe.

—No me arruines esto.


Y allí, justo ahí, está. Podría arruinar esto siendo un completo imbécil sobre
algo que ella le ha puesto todo el corazón. ¿Ella piensa que me gustaría?
La forma en que estoy actuando, probablemente lo haga.

—No lo haré. —Deslizo mi borrador de buena suerte en su escritorio, el que me


regaló por Navidad hace dos años, con la ilustración He-Man de la vieja escuela
impresa en la goma. Lo que solía ser un cuadrado blanco es ahora una
protuberancia gris. El borrador actual He-Man apenas tiene cara y solo una pierna.
Su nariz pecosa se arruga mientras me frunce el ceño sin mucho compromiso.
Estoy perdonado.
El Sr. Fujita entra, con los brazos llenos de una pila tambaleante de libros. Los
desliza sin gracia sobre su escritorio en el centro del semicírculo de mesas de
trabajo y las ignora cuando se deslizan sobre una pila desordenada. Una copia de
Apocalipsis de Stephen King golpea con fuerza el suelo, aterrizando boca abajo y
abierta. Él ignora eso; en mi visión periférica puedo ver a Autumn enderezarse, y
sé que ahora está muy preocupada sobre las páginas del enorme libro que se
arruga bajo su propio peso cuanto más tiempo se queda allí
—¡Buenos días! —El Sr. Fujita canta, y luego mira detrás de nosotros al reloj en
la pared. —¡Ups! ¡Buenas tardes! Soy Tim Fujita. Todos me llaman Fujita.
Siempre me ha gustado Fujita, pero la forma en que da su propio apodo me
hace gustar 7 por ciento menos. Como respuesta, murmuramos saludos, callados
por la intimidación o porque estamos cansados después del almuerzo, y él nos
sonríe, observando nuestras caras una por una. También yo miro al alrededor la
composición de la clase: Josh, Dustin, Amanda. Julie, Clive, Burrito Dave. Sabine,
Dave del fútbol, Asher. Kylie, McKenna, James, Levi. Todos y cada uno de ellos
son mormones. Pelo recortado, mangas modestas, buena postura. En la fila de
atrás Autumn y yo somos un par de árboles desgarbados que se ciernen sobre un
exuberante césped bien cuidado. Fujita guiña un ojo cuando me ve. Él piensa que
mi madre es una superheroína. A mi lado, Autumn suelta un medio soplido
exhalado por la nariz; por mi mamá (un genio informático) y mi papá (un cirujano
cardíaco perfilado que, según los documentos, salvó al gobernador de Utah),
recibí trato especial de los maestros desde el día que me mudé aquí. Fujita
agregándome al Seminario es claramente uno de esos beneficios.
—Bienvenidos chicos. —Él extiende sus manos y luego echa otro vistazo por la
habitación. —¿Dónde está el?
Ante nuestro silencio perplejo, Fujita escanea la habitación nuevamente y luego
nos mira en busca de respuestas.
—¿Quién? —Dustin, sentado, como siempre, justo en el frente, finalmente
pregunta.
Fujita mira su reloj como para confirmar que está en el lugar correcto.
—Esperaba que esto fuera una sorpresa genial, y supongo que lo será de todos
modos, pero sin embargo supongo que está llegando tarde.

Respondemos con silencio anticipatorio mientras sus cejas se levantan


lentamente hacia el cielo.
—Tendremos un asistente especial esta vez —nos dice. Me puedo imaginar el
redoble de tambores que intenta hacer, pero sus pausas dramáticas le dan al
momento desconcertante una sensación anticlimática en su lugar. —¡Les
emocionará saber que Sebastian Brother será de Mentoría a cada uno de ustedes!
Un coro de ruidos excitados brota de los otros catorce cuerpos en la habitación:
un héroe mormón viniendo a pasar tiempo con nosotros. Incluso Autumn se ha
tapado la boca con la mano. Para ella: mormón o no, Sebastian es una celebridad
local.

Con las manos entrelazadas frente a él, Fujita se balancea sobre sus talones.
—Seb tiene un muy ocupado horario, por supuesto —gimo mentalmente. Seb.
—Pero él y yo sentimos que su experiencia puede beneficiar a cada uno de
ustedes. Creo que él los inspirará. Después de tomar este mismo curso, solo tiene
diecinueve años y sigue su camino hacia una prestigiosa carrera literaria. —
Inclinándose, Fujita agrega confidencialmente. —Por supuesto, he leído su novela,
es impresionante. ¡Maravilloso!
—¿Ha oído hablar de Christopher Paolini? —le susurro a Autumn.
Ella suelta un cállate por medio de una mirada helada.
Fujita toma una pila de papeles de una carpeta rota y comienza a repartirlos.
—Asumo que podemos saltarnos el por qué están aquí. Están aquí para escribir
un libro, ¿verdad? —Casi todos asienten con entusiasmo. —Y lo harán. Cuatro
meses no es mucho tiempo, es cierto, pero lo lograrán. Lo resolverán. Es por eso
que estoy aquí. Vamos a empezar a correr. —Se abre paso por la habitación. —
Tengo una sugerencia en lista de lectura, y tengo una variedad de recursos sobre
cómo comenzar y qué tipos de procesos de escritura están ahí afuera, pero en
verdad, la única forma de escribir un libro es escribirlo. Como sea que lo hagan,
ese es su proceso.
Miro el programa de estudios y el cronograma de redacción propuesto que él ha
colocado en mi escritorio y siento calor en la frente, siento ese hormigueo de
pánico en mi cuello.
Tengo esta semana para tener una idea.
Una semana.
Cuando siento la atención de Autumn sobre mí, me giro y le doy una sonrisa
fácil. Pero aparentemente, no es tan fácil como espero; su propia sonrisa vacila,
crujiendo a un lado.

—Puedes hacer esto —dice en voz baja, viendo directamente a través de mí.
Pídeme que diferencie las funciones trigonométricas y lo lograré. Dame un kit
de modelado molecular y te construiré el compuesto orgánico más hermoso que
hayas visto. Pero, ¿pedirme que saque algo directamente desde mi instinto y
compartirlo con el mundo? Caos mental. No me gusta especialmente trabajar,
pero en desacuerdo con esto, está mi otro odio de hacer un mal trabajo en algo.
Nunca he tratado de ser creativo antes y me doy cuenta ahora que estoy sentado
aquí.
Para empeorar las cosas, Fujita agrega:
—Ahora, la experiencia me dice que la mayoría de ustedes ya tiene una idea
mente. Pero durante la próxima semana, Sebastian y yo les ayudaremos a
perfeccionarlo. Pulirlo. Y luego, pueden sumergirse bien en él.
Ni siquiera puedo disfrutar de que haya repetido textualmente el eslogan
inspirador del cartel de Autumn, porque por primera vez en…bueno, en general,
siento que estoy sobre mi cabeza.
Autumn desliza mi borrador He-Man nuevamente sobre mi escritorio y lo usa
como excusa para apretar mi mano.
La puerta lateral se abre y las sillas rozan suavemente la madera dura mientras
la gente se da vuelta. Todos sabemos quién es, pero miramos de todos modos.

La única vez que vi a Autumn borracha fue el verano pasado, que también fue solo
una vez que admitió estar enamorada de mí. Pensé que habíamos estado en la
misma página después de nuestra sesión de besos hace dos años, pero
aparentemente no. Algún tiempo después de beber cuatro limonadas fuertes de
Mike, pero antes de sacudirme, despertó en su piso y me rogó con un aliento
borracho para olvidar todo, dijo, balbuceó durante una hora sobre los sentimientos
secretos que había estado albergando en los últimos años. Desde la neblina de mi
propia embriaguez y la maraña de su incoherencia alimentada con alcohol, solo
recuerdo tres oraciones claras:
Tu cara tiene sentido para mí.
A veces tengo la extraña sensación de que no sería suficiente para ti.
Te quiero, pero solo un poco.
Siendo quienes somos, la única forma de superar el potencial de incomodidad
profunda después, fue bromear sobre eso durante una semana sólida.
Te quiero, pero solo un poco se convirtió en nuestro nuevo lema de mejores
amigos. Autumn trató de explicar la lógica de que mi cara tiene sentido para ella
varias veces sin éxito real, algo sobre la simetría de las características y cómo le
complacen a ella en un nivel instintivo, pero sigue siendo uno de mis personajes
favoritos cuando la veo estresarse por algo. Solo digo:
—Auddy, cálmate; tu cara tiene sentido para mí. —Y ella se rompe. Cada vez,
se reírse a carcajadas.
La segunda oración (A veces tengo la extraña sensación de que no sería
suficiente para ti) golpea demasiada cerca de casa. Aunque había estado
trabajando en el nervio para hablar con ella sobre lo que soy, después de que ella
dijo esto, cambié mi pensar. Las palabras de Auddy vibraron ese acorde disonante
dentro de mí, el conflicto interno sobre lo que significa ser bisexual. Hay un
demonio en un hombro, la percepción ignorante que tengo de todos lados, ambos,
dentro y fuera de la comunidad, quienes dicen que la bisexualidad realmente se
trata de indecisión, que es imposible para los bisexuales estar satisfechos con una
persona y la etiqueta es una forma de no comprometerse y entonces está el ángel
en el otro hombro, a quien los libros y folletos que son positivos me animan a
creer, decir que no, lo que significa es que estoy dispuesto a enamorarme de
alguien, estoy feliz de comprometerme pero las partes específicas no importan
tanto como la persona.
Pero como nunca me he enamorado y nunca he sentido ese dolor de garra por
ninguna persona, nunca sé cuál de ellos terminará teniendo razón. Cuando
Autumn dijo eso sobre no ser suficiente para mí, lo dejé pasar y fingí que no lo
recordaba. El problema es que sí recuerdo. De hecho, me obsesiono con eso,
mientras pretendo que no estoy esperando dolorosamente el momento en que
alguien me derribe, me hace sentir seguro de ellos de una manera que nunca he
estado seguro de nada en toda mi vida.
Entonces, cuando Sebastian Brother entra a nuestra clase y me ve y yo lo veo,
tengo la sensación de estar cayendo de lado de mi silla.

Estoy borracho.
Y ahora sé a qué se refería Autumn con los rostros.
Lo he visto antes, en los pasillos de la escuela, pero nunca presté mucha
atención: Es uno de los niños perfectos, mormón ejemplo, hijo de un obispo y, por
lo que puedo decir, increíblemente devoto.
Pero aquí parece que no puedo apartar mi atención. Sebastian ya no es un
niño. Noto su definida mandíbula y ojos almendrados torcidos, mejillas rojizas y
moviendo ansiosamente la manzana de Adam mientras traga bajo el peso de
nuestras miradas
—Hola, chicos. —Da un pequeño gesto, caminando vacilante, entrando en la
habitación para estrechar la mano de Fujita.
Los ojos del aula lo siguen como una mira.

Fujita nos mira.


—¿Qué les dije?
El cabello de Sebastian está peinado a un lado, flojo por arriba Su sonrisa es
tan amplia, brillante y pura, es jodidamente hermoso, pero hay algo más allá, algo
en la forma en que se mueve, que atrapa mi fascinación. Tal vez es la forma en
que sus ojos no se fijan en ninguna persona por mucho tiempo. Tal vez es la
forma en que tengo la sensación de que es un poco desconfiado de nosotros.
Cuando se enfrenta a la clase desde el frente ahora, sus ojos parpadean
cuando se encuentran con los míos, por un pequeño segundo de parpadeo, y
luego otra vez, como un prisma que atrapa la luz, porque hace una doble toma.
Esa fracción de un latido del corazón es lo suficientemente largo para que él
registre mi enamoramiento inmediato. Mierda, qué rápido él lo reconoce. Esto
debe sucederle a él todo el tiempo, una mirada de adoración desde el otro lado de
la habitación, pero a mí, estar tan instantáneamente enamorado es
completamente extraño. Dentro de mi pecho, mis pulmones son animales salvajes,
arañando la caja.
—Oh, hombre —Autumun murmura a mi lado. —Su sonrisa me hace estúpida.
Sus palabras son un tenue eco de mis propios pensamientos: su sonrisa me
arruina. El sentimiento me inquieta, una sacudida dramática que me dice que
necesito tenerlo o no estaré bien.
A mi lado, ella suspira decepcionada, ajena a mi propio colapso interno.
—Lástima que él es mormón.
TRES
Lunes a la tarde: Estábamos libre de tareas, Mamá llegó temprano a casa, y ella
vio esto como un signo de que debería llevar a sus hijos de compras. Mi hermana,
Hailey, está emocionada de que ésta pudiera ser una oportunidad para conseguir
más ropa de funeral. Yo acepté ir, sin entusiasmo alguno, mayormente porque
sabía que, si me dejaran bajo mis propios medios, pasaría horas con la laptop, con
múltiples pestañas del navegador abiertas, tratando de aprender más sobre
Sebastian Brother.

Afortunadamente, Autumn estaba sola. Al parecer el superpoder de mamá es la


asombrosa habilidad de encontrar la ropa más fea para sus hijos. De este modo,
Autumn es una excelente celestina. Aunque, desafortunadamente, tener a los tres
alrededor significa que cualquier investigación remota sobre Sebastian debía ser
hecha de forma encubierta. Autumn levantaría una ceja si me descubriera
googleando fotos de nuestro sexy TA masculino. Mamá y Hailey sabían que me
gustaban los chicos, pero mamá no estaría particularmente emocionada de saber
que el objeto de mi interés actual es el hijo del obispo local.

La religión organizada no es algo que se considere con mucho cariño en


nuestra casa. Mi papá es judío, pero no ha estado en un templo en años. Mamá
creció siendo mormón, al norte de aquí, en Salt Lake City, sin embargo, desertó de
la iglesia a los diecinueve, cuando su hermana pequeña, mi tía Emily, salió del
closet en la universidad y sus padres y la iglesia la echaron. Por supuesto, yo no
estaba en ese entonces, pero escuché algunas historias sobre eso, y vi la vena de
la frente de mi mamá hacer su aparición cuando cualquier aspecto de los mente
cerrada de la iglesia aparecía en la conversación. Mamá no quiso romper con sus
padres, sin embargo, como cualquier humano normal y compasivo, no pudo
justificar el alienar a alguien que ella amaba por unas cuantas viejas reglas en un
libro.

Entonces, te estarás preguntando, ¿por qué estamos viviendo en el lugar más


mormón posible en el mundo? También, irónicamente, por mi mamá. Unos dos
años y medio atrás, un emergente software masivo y supercargado se instaló
aquí, la alejó de Google, donde ella era la única jefa de ingeniería de software, con
un genotipo XX, y ella básicamente limpió el suelo con todos los que estaban a su
alrededor. NextTech le ofreció la posición de CEO (Oficial Ejecutivo en Jefe), pero
ella preguntó por el trabajo de CTO (Director en Tecnología) en su lugar, que
venía con un presupuesto de desarrollo tecnológico casi ilimitado. Ahora mismo,
su equipo está desarrollando un software de modelado holográfico 3-D para la
NASA.

Para cualquier otra familia con dos ingresos de seis cifras, apenas recortado en
South Bay, la decisión hubiera sido bastante fácil de tomar. ¿Un aumento salarial
en un lugar donde el costo de vida podría caber en nuestro pequeño armario en
Palo Alto? Hecho. Pero, por el pasado de mamá, la decisión de mudarnos fue
agonizante. Aún puedo recordar escuchar a mis papás discutiendo tarde en la
noche mientras se suponía que Hailey y yo estuviéramos dormidos. Papá pensó
que era una oportunidad que ella no podía rechazar, y una que podría alimentar su
imaginación. Mamá aceptó—aún preocupada sobre cómo esto podría afectar a
sus hijos.

En particular, ella estaba preocupada sobre cómo esto podría afectarme a mi.
Dos meses antes de que la oferta apareciera, yo admití ser bisexual a mis padres.
Bueno, “admitir” sería darme mucho crédito. Para su proyecto de posgrado, mamá
creó un software indetectable que ayudó a los empleadores a mantener un
constante seguimiento de lo que sus empleados estaban haciendo. Resultó ser
amigable con los usuarios y tener una buena interfaz que se creó una versión para
el consumidor que fue vendida casi a todas las casas con una computadora en
funcionamiento en los Estados Unidos. Debí haber sumado dos más dos y darme
cuenta que mis padres la estarían usando en la nuestra red doméstica de nuestra
casa antes de descubrir que podía transmitir porno en mi teléfono.

Esa fue una conversación muy incómoda, pero al menos resultó en un


compromiso. Podía entrar en ciertos sitios, y ellos no me perseguirían en línea
siempre que no entrara en lugares que, como lo expresó mamá, “me darían falsas
expectativas sobre cómo debería ser el sexo o cómo deberían verse nuestros
cuerpos”.

Al final, mis fuertemente anti-mormones padres mudaron a su hija emo y su hijo


bisexual de vuelta a Mormónlandia. Para compensar su culpa autoimpuesta, se
aseguraron de protegerme a como diera lugar (léase: ser muy, muy cuidadosos
sobre las personas con las que yo salía), mis padres convirtieron nuestra casa en
un muy, muy gay refugio de orgullo. Autumn y yo pasábamos la mayor parte de
nuestro tiempo en su casa, y Hailey odiaba a casi todos (y nadie de su aquelarre
enojado nunca viene), así que me entregan ensayos LGBTQ, panfletos PFLAG 1, y
las camisetas con arcoíris en momentos espontáneos, con un beso y una mirada
persistente de orgullo. Mamá deslizará el ocasional sticker del parachoques en la
funda de mi almohada, para ser hallado cuando la esquina afilada de eso roce
contra mi mejilla en la noche.

¡NADA SERÍA LO MISMO SI NO EXISTIERAS!

CORAJE ES SER TÚ MISMO TODOS LOS DÍAS EN UN MUNDO QUE TE DICE QUE
DEBES SER ALGUIEN MÁS.

EL AMOR NO CONOCE LÍMITES.

¡LO NORMAL ES SOLO UN INDICADOR EN LAS LAVADORAS!

Autumn encontró algunos de ellos aquí y allá con el tiempo, pero se encogía de
hombros con un murmullo de “San Francisco, hombre”.

Es gracioso recordar eso en el auto, ahora, mientras me desplazaba a


escondidas con la boca abierta sobre las fotos de Sebastian, porque comencé a
imaginármelo leyéndome con su voz amable y profunda. Incluso el solo escuchar
a Sebastian hablar solo tres veces hoy, el sonido seguía zumbando en mi cabeza,
como una abeja borracha.

Hola, chicos.

Oh, el libro va a salir en junio.

Estoy aquí para ayudar, cuando me necesiten, así que úsenme.

Casi me pierdo cuando él dijo eso.

Un buscador de la web no me dice nada que yo no sepa ya. La mayoría de los


resultados para Sebastian Brother son de una parrilla en Omaha, links a los
artículos sobre el Seminario, o anuncios sobre el libro de Sebastian.

En Google Imágenes es donde me saqué la lotería. Había fotos de él jugando al


béisbol y fútbol (sí, guardé una), y unas cuantas de él siendo entrevistado para los
periódicos locales. Cuando clique a través de ellos, sus respuestas no decían
1
Padres, Familia y Amigos de Lesbianas y Gays.
mucho sobre él (parecían bastante ensayadas) pero él estaba usando una corbata
en muchas de las fotos, ¿y combinada con su pelo? Estoy listo para empezar la
carpeta de imágenes memorables de Banco de Masturbación de Sebastian
Brother.

En serio, él es el chico más sexy que he visto en persona.

Facebook es un callejón sin salida. La cuenta de Sebastian está bloqueada (por


supuesto que lo está), así que, no solo no puedo ver sus fotos, sino que tampoco
puedo ver si tenía alguna relación. No es que me importara, o que lo hiciera dentro
de unos días. Él es un delicioso mormón para la vista. Este enamoramiento no iría
a ninguna parte. No dejaría que lo hiciera—los dos estamos en lados opuestos de
una cerca bastante gruesa.

Cierro todas las ventanas del navegador de mi teléfono antes de caer en las
peores redes sociales de acecho posibles: la búsqueda inútil de su Snapchat o
Instagram. Incluso la idea de tropezar sobre una selfie de un Sebastian soñoliento
sin camisa causa estragos en mi sistema nervioso.

En el centro comercial, con Autumn seguimos a mamá mientras ella se paseaba


entre los bastidores del departamento de hombres en Nordstrom. Era una aburrida
masilla en sus manos. Mamá me dirigió hacia la mesa con remeras, empujando
algunas contra mi pecho. Ella entrecerró los ojos, pidiendo la opinión de Autumn, y
las dos mujeres discuten entre sí antes de rechazar sin palabras la mayoría de las
mismas. No comento; conozco como funciona esto.

Mi hermana está en algún lugar eligiendo su propia ropa, dándonos un buen


respiro de su constante necesidad de discutir con nosotros. Autumn y mamá se
llevan bien, y cuando están juntas, tengo un respiro de tener que prestar atención
a todo lo que cualquiera de ellas dice; se mantienen entretenidas entre sí.

Mamá sostiene una horrible camisa con temática del lejano oeste sobre mi
pecho.

No puedo dejar que esta se escape.

—No.

Ella me ignora y mira a Autumn en busca de su opinión. Pero Auddy es Equipo


Tanner, y arruga su nariz en disgusto.
Colgando la camisa, mamá le pregunta,

—¿Cómo es tu horario este trimestre?

—Lo amo. —Auddy le da a mamá un suéter corto azul de manga corta de


RVCA. Yo le doy a ella un pulgar arriba. —Seguramente voy a tener que cambiar
Literatura Moderna con Shakespeare, y Cálculo probablemente va a ser mi
muerte, pero, por lo demás está bien.

—Estoy segura que Tanner va a amar ayudarte con Cálculo. —Mamá dijo, y
sentí a Autumn girar los ojos en mi dirección. —¿Qué hay de ti, cariño?

Me apoyé contra el estante, cruzando mis brazos por sobre la barra de plata.

—Añadí Biología después del almuerzo, y ahora tengo sueño el último período.

El pelo de mamá es liso y estaba atado en una colita, y ella cambió sus ropas
de trabajo por unos jeans y un suéter. Ella se veía más joven vestida así, y si
Hailey abandonara su cosa por Wednesday Addams, ella y mamá se verían como
hermanas.

Como si fuera una señal, Hailey se materializó detrás de mí, dejando caer un
montón de ropa negra en los brazos de mamá.

—No me gustaron ninguno de los pantalones, pero esas remeras son geniales
—ella dijo. —¿Podemos comer? Me estoy muriendo de hambre.

Mamá miró la carga en sus brazos. Pude verla contar hasta diez mentalmente.
Desde que tengo memoria, nuestros padres nos han animado a ser nosotros
mismos. Cuando empecé a cuestionarme mi sexualidad, me dijeron que el amor
que tenían por mi no dependía en dónde metía mi pene.

De acuerdo, ellos no habían usado esas palabras exactamente; solo me


gustaba decirlo así.

El año pasado, cuando mi hermana decidió que quería parecerse a un cadáver,


ellos se mordieron la lengua y la animaron a expresarse a sí misma, de la forma
en que ella quisiera. Nuestros padres son santos cuando se trata de paciencia,
pero tengo la sensación de que esa paciencia se está volviendo cada vez más
delgada.
—Tres remeras. —Mamá se lo devuelve todo a Hailey. —Te dije tres remeras,
dos pares de pantalones. Ya tienes una docena de remeras negras. No necesitas
una docena más. —Ella se volvió hacia mí, frustrando la refutación de Hailey. —
Entonces, Biología te hace querer dormir. ¿Qué más?

—Auddy debería seguir con Literatura Moderna. Va a ser una A fácil.

—Oh. Nuestro TA del Seminario es muy sexy —Autumn le comentó.

Como moviéndose por un instinto protector, los ojos de mamá se dirigieron a mí


y de vuelta a Auddy.

—¿Quién es?

Autumn suspiró distraídamente.

—Sebastian Brother.

Detrás nuestro, mi hermana gimió, y nos dimos la vuelta, esperando por lo


inevitable.

—Su hermana Lizzy está en mi clase. Ella siempre es tan feliz.

Tosí por eso.

—Molesto, ¿no es cierto?

—Tanner —Mamá me reprendió.

Mi hermana empujó mi hombro.

—Cállate, Tanner.

—Hailey.

Autumn trató de esquivar el tema, redirigiéndonos al punto en cuestión:


Sebastian tomó la clase este último año. Aparentemente su libro es realmente muy
bueno.

Mamá me dio una remera de cachemir que era tan horrible que no la quise ni
ver. Ella la empujó contra mi pecho otra vez, dándome su mirada de madre.
—Oh, él lo vendió, ¿no? —le preguntó a Autumn.

Autumn asintió.

—Espero que se convierta en una película y él esté en ella. Él tiene ese suave
cabello y su sonrisa… Dios.

—Es un chico que se ruboriza rápido —dije antes de que pudiera pensar algo
que mejor que decir.

Junto a mí, mamá se puso rígida. Pero Auddy no pareció escuchar nada
extraño sobre lo que dije.

—Sí, totalmente.

Mamá colgó la camisa y se ríe con fuerza.

—Esto podría ser un problema.

Ella estaba mirando a Autumn cuando dijo eso, pero yo sabía sin necesidad de
preguntar que ella estaba hablando de mí.

Mi interés por los atributos de Sebastian Brother no disminuyeron en la clase del


viernes. Por primera vez desde que me mudé aquí, estoy luchando por pasar
desapercibido. Si hubiera sido una TA femenina la que me hubiera atraído, no
hubiera sido un problema si alguien me hubiera descubierto mirándola. Pero aquí,
con él, no puedo. Y el esfuerzo que se necesita para actuar como si nada
sucediera es francamente frustrante. Fujita y Sebastian hacen rondas
regularmente alrededor de la habitación mientras nosotros anotamos ideas de
cualquier forma que funcione para nosotros (a los costados del texto, oraciones
aleatorias, letras de canciones, dibujos) y, básicamente, yo estoy garabateando
espirales en una hoja en blanco para contenerme de buscarlo con la mirada. Junto
a mí, Autumn golpea lo que parecen ser miles de palabras por minuto en su laptop
sin tomarse un descanso para respirar, y eso me distrae y me pone nervioso.
Irracionalmente, siento que ella está succionando, de alguna manera, mi energía
creativa. Pero cuando me levanto para moverme a otra parte de la habitación para
tener más espacio, casi choco con Sebastian.
Pecho-con-pecho, nos miramos el uno al otro por unos segundos antes de que
los dos diéramos un paso atrás, al unísono.

—Lo siento —dije.

—No, no, fui yo. —Su voz es baja y tranquila, y tiene un ritmo hipnótico por ello.
Me pregunto si algún día dará sermones con esa voz, si él juzgará con esa voz.

—Fujita dice que debería trabajar más cerca tuyo —dijo, y ahí me di cuenta de
que él estaba viniendo para hablar conmigo. El sonrojo apareció en mis mejillas en
una cálida floración. —Él dijo que parecías, um, un poco atrás en la etapa de
elaboración y que debería intercambiar ideas contigo.

Los nervios y el querer defenderme crearon una extraña fusión en mis venas.
Nosotros tuvimos solo tres clases, ¿y ya estoy atrasado? ¿Y escucharlo de él?
¿Este conservador que constantemente da charlas sobre la Biblia que no puedo
sacar de mi cabeza? Me reí, muy fuerte.

—Estoy bien. En serio. Me pondré al día este fin de semana. No quiero que
pierdas tiempo.

—No me importa, Tanner. —Él tragó, y noté, por primera vez, cuan largo era su
cuello, lo suave que era.

Mi corazón martilleó. No quiero estar así de afectado por él.

—Necesito resolverlo en mi propia cabeza —dije, y lo empujé, mortificado.

Había esperado que Sebastian fuera una pequeña fascinación, una fantasía de
una noche y ya está. Pero el solo verlo moverse por la habitación me estremece.
Estar tan cerca suyo casi me envía a un ataque de pánico. Él tiene control del
espacio que ocupa, pero no es porque él sea un deportista imponente, o alguna
especie de macho en la habitación. La luz parecía captar sus rasgos de una
manera que no lo hace con los demás.

Autumn me siguió unos minutos después, apoyando su mano en mi brazo.


—¿Estás bien?

Absolutamente no.

—Totalmente.
—No debes de preocuparte cuán lejos de los demás estás.

Me reí, volviendo hacia el otro estrés que tenía: la novela.

—Wow, gracias, Auddy.

Ella gimió, golpeando su cabeza contra mi brazo, riéndose también.

—No quise hacer que sonara así.

Cuando miré a otro lado, vi a Sebastian justo antes de que desviara la vista de
nosotros. Auddy se estiró, besando mi mejilla.

—¿Aún quieres ir a la fiesta de cumpleaños de Manny esta noche?

Hará Laser Combat para celebrar que tiene dieciocho años. Solo en Utah,
hombre.

—No sé. —Me caía bien Manny, pero para ser honesto, soy meramente
humano. Mi estómago solo puede aguantar unas pocas noches de laser combat.

—Vamos, Tann. Eric va a estar ahí. Necesito alguien con quien estar, para
tener algo más que hacer además de lucir incómoda frente a él.

La escuela secundaria es una piscina pequeña e incestuosa. Autumn siente


algo por Eric, quien suspira por Rachel, la hermana de la chica que besé después
de volver a casa el año pasado, y quien, estaba muy seguro, estaba de novia con
el hermano del mejor amigo de Hailey. Elige a cualquiera aquí y son como seis
grados de segunda base2.

Pero no es como si hubiera algo mejor que hacer.

El sonido de la música y el ritmo de la electrónica se filtraban a través de las


puertas de doble vidrio fuera de Fat Cats. El estacionamiento estaba lleno. Si esta
fuera otra ciudad estaría seguramente sorprendido, pero es un viernes a la noche;

2
Si mal no entendí, son como referencias del beisbol para el sexo (chicos estadounidenses lo
usan) segunda base quiere decir besos y acercamiento físico. Estadounidenses y sus cosas.
golf miniatura, laser tag y los globos que brillan en la oscuridad son lo más salvaje
que se pone.

Autumn está a mi lado, y la luz de su teléfono ilumina su perfil mientras ella


hace lo mejor intentando escribir y caminar por la acera helada al mismo tiempo.

Enrollando mi brazo con el de ella, la guío alrededor de un grupo de niños de


secundaria con sus ojos pegados a sus propios teléfonos, y nos guío a los dos a
salvo dentro.

El año después de que me mudara, la familia Scott manejó en el Prius de papá


hasta Las Vegas para el casamiento de mi tía Emily con su novia, Shivani. Hailey
y yo tuvimos los ojos abiertos de par en par todo el fin de semana: vallas
publicitarias digitales, clubes de striptease, alcohol y piel desnuda… Había
espectáculos por donde miraras.

Aquí, a parte de las diferencias obvias, como la diferencia de tamaño y la clara


falta de vestidos de cóctel de las camareras que caminaban a nuestro alrededor,
se hallaba el mismo tipo de frenesí en el aire. Fat Cats era como Las Vegas para
los niños y los abstemios. Los clientes con ojos en espiral deslizan ficha tras ficha
en las máquinas parpadeantes con la esperanza de ganar algo, cualquier cosa.

Visualicé a un montón de personas que conocía de la escuela. Jack Thorne


estaba jugando, lo que estaba seguro, era un emocionante juego de Skee-Ball con
una pila de tickets deslizándose por el suelo a sus pies. Soccer Dave estaba
jugando al pinball con Clive, y tiene una pelota de fútbol predeciblemente entre sus
pies. El cumpleañero en persona, nuestro amigo Manny Lavea, se estaba
divirtiendo con unos cuantos de los amigos de su hermano cerca de una fila de
mesas, pero para disgusto de Autumn: Eric no estaba a la vista.

Busqué entre las siluetas frente a las pantallas gigantes de películas


suspendidas sobre los carriles de bolos—perdón, Thunder Alley—antes de darme
por vencido.

—¿Le estás mandando un mensaje? —le pregunté a Autumn, bajando la vista


para encontrarla mirando intensamente hacia su celular.

—No.

—Entonces, ¿por qué estás pegada a tu teléfono esta noche? Apenas dejas de
prestarle atención para tomar aire.
—Estaba tratando de escribir algunas notas —dijo, tomando mi mano y
dirigiéndome más allá del centro de canje de tickets hacia las mesas. —Por el
libro. Tu sabes, pensamientos variados que aparecen en mi cabeza o piezas de
conversación. Es una buena forma para descifrar algunas cosas. Fujita va a estar
esperando algo el lunes.

El estrés me apretó las tripas, y cambié de tema.

—Vamos, Auddy, déjame ganar algo para ti.

Gané para ella un tigre gigante, del cual me sentía culpable de que prontamente
iba a terminar en un vertedero, y paseamos por la habitación de la fiesta mientras
ellos traían la comida. Una demacrada mujer llamada Liz trata de llevar la fiesta a
un cierto orden, antes de darse por vencida y dejar una bandeja de verduras y
tirarse en la mesa central. A decir verdad, hemos estado aquí tantas veces, Liz
podría ir atrás y fumar un paquete de cigarrillos y estaríamos bien por la noche.

Eric nos encontró cuando la madre de Manny estaba colocando los platos de
papel, y el grupo entero—veinte de nosotros en total—se movió en una línea a
cada lado de las largas mesas. Ahí se hallaba lo normal, Sprite y pizza mala, pero
no pude no servirme alguno de los platos que su madre a preparado también. La
familia de Manny es tongana, y cuando me mudé por primera vez aquí en décimo
grado, desde el diverso país de las maravillas de South Bay. fue un alivio ver una
persona morena en el océano sonriente de caras blancas. Debido a los esfuerzos
de los misioneros en Hawaii y otras islas del Pacífico, hay un sorprendente
número de polinesios en Utah. Manny y su familia no fueron la excepción, pero
son de esas familias mormonas que no se quedan nada solo para ellos. Manny es
grande, hilarante y casi siempre está sonriendo. Probablemente estaría sobre él
sino fuera obviamente una pérdida de tiempo: él ruge heterosexualidad. Yo podría
poner cada céntimo que tengo y apostar que Manny no iba a ser virgen cuando se
casara.

Di un paso hacia Autumn, abriendo mi boca para burlarme de que ella solo tiene
un palito de pan en su plato, pero las palabras no pudieron salir de mi cerebro.
Sebastian Brother estaba de pie al otro lado de la habitación, hablando con otros
dos de los hermanos de Manny. Mi pulso despegó en un galope creciente.

No sabía que él iba a estar aquí.

Auddy nos llevó hacia una silla para sentarnos, y tomó un sorbo de su taza de
agua, distraída. Ahora que veo de cerca, pude ver que ella hizo su mayor esfuerzo
para verse bien esta noche: ella enderezó su pelo. Lleva un brillo de labios
brillante y pegajoso. Estoy bastante seguro que su remera es nueva.

—¿Por qué no estás comiendo? —pregunté, desenrollando la servilleta de


papel de los cubiertos de plástico.

En un esfuerzo para probar que ella no estaba mirando a Eric, ella tomó un
mordisco de su comida, examinó su trabajo, y entonces escribió algo más antes
de girar su teléfono hacia mi cara. Es una foto de su palito de pan en un plato de
papel blanco con el título “cena” escrito abajo.

En serio.

—La pizza lucía grasosa y las otras cosas eran raras —dijo, señalando mi
plato—. Esa ensalada tiene pescado crudo.

Levanto la vista de vuelta y miró disimuladamente por sobre su hombro para ver
que Sebastian se movió a la mesa al lado de nuestra. Hay una mochila en el
banco junto a él. Estuve instantáneamente obsesionado con la idea de saber
dónde estuvo antes. ¿Colegio? ¿La librería? ¿Acaso vivía en el campus de BYU?
¿O en casa, con sus padres?

Me volví hacia mi comida.

—Es el mismo ceviche que comiste en ese lugar en Park City. Te gustó.

—No recuerdo que me gustara. —Autumn pasa el tenedor por encima de la


mesa para robar un bocado de todas formas. —Por cierto, ¿Viste quién está aquí?

Como si pudiera olvidarlo.

Eric y Autumn comenzaron una pequeña charla, y yo realmente no estaba


escuchando, estaba prestando la suficiente atención como para notar los
pequeños destellos incómodos de incomodidad cada cierto segundo. Cualquiera lo
notaría. La risa de Autumn es muy fuerte. Los silencios se extienden y se rompen
cuando ellos empiezan a hablar al mismo tiempo. Tal vez Eric quiere algo con ella
también, y eso explicaría porque los dos están actuando como una pareja de niños
de secundaria. ¿Es realmente malo que yo esté aliviado de que ella quiera algo
con él? ¿incluso si eso puede chocar y quemar, afectándonos a todos? Mi amistad
con Auddy es lo más importante para mí, y no quiero que haya un residuo de
romance entre nosotros dos. Si las cosas pueden volver a la normalidad para bien,
tal vez pueda, eventualmente, contarle todo.

Tal vez tenga a alguien con quien hablar sobre el dilema que es Sebastian.

Y con eso, las orejas de gato de mis pensamientos se movieron, enfocándose


atrás mío. Es como si la presencia de Sebastian tarareara. Quiero saber dónde
está cada segundo. Quiero que él me note.

El plan es prematuramente frustrado cuando Manny nos arrastra a un grupo de


nosotros a la arena del laser combat. Voy a regañadientes, siguiéndolos a la sala
de reuniones donde esperamos las instrucciones.

Autumn optó por el área de observaciones en la otra habitación, por lo que me


paré junto a Eric, preguntándome si hay una manera de que pase desapercibido
antes de que el juego empiece. Pero cuando me moví cerca de la puerta, veo que
el Sebastian y el hermano de Manny, Kole, dan un paso hacia la arena. Casi me
ahogo al tragar.

Ni siquiera pretendo escuchar cuando el instructor entra. Es imposible que aleje


mis ojos de Sebastian y la forma en que su mandíbula, su rostro y su cabello lucen
en la luz. Él parece tener un momento difícil intentando prestar atención también,
porque su mirada parece parpadear para escanear la habitación y me ve.

Por uno,

dos,

tres segundos.

él me mira de regreso.

El reconocimiento destella sobre su rostro, y sonríe, mi estómago se sacude


como si el piso se hubiera hundido bajo mis pies.

Ayúdenme.

Sonreí de vuelta, un desastre tambaleante.

—Mi nombre es Tony, y soy su maestro del juego, —dijo el instructor. Parpadeo
lejos, forzándome a mirar al frente. —¿Elegimos a los capitanes de cada equipo?
—Cuando nadie se propuso voluntario, él señaló hacia donde estaban Sebastian y
Kole parados en la periferia y nos hace unos gestos para que lo sigamos al
vestuario.

De alguna manera, en la confusión, Eric terminó en el final de la línea, y yo


estaba al lado de Sebastian. Dios bendiga a Eric. A cada lado de la habitación,
hay filas de chalecos equipados con packs potenciados. Tony nos instruyó para
que nos pongamos uno y lo aseguremos en la parte delantera, imitando la acción
como una azafata que nos prepara para el despegue.

—Saquen el arma láser de la estación de carga y aprieten el gatillo —dijo —.


Verán el código del nombre aparecer en la pantalla LED. ¿Todos ven el suyo?

Hice lo que dijo, y el nombre “El Patriota” aparecía sobre la pequeña pantalla.
Una mirada disimulada al de Sebastian mostró el nombre “Sargento Azul”.

—Recuerden ese nombre. Así es cómo su puntaje se publicará en los tableros


de afuera, después del juego. Para ganar puntos y ganar, tienes que sacar a tu
oponente del otro equipo. Puedes hacer eso en uno de los seis lugares. —Tony
toma la manga de Manny y tira de él hacia sí mismo. —Aquí es donde debes
apuntar —dijo, señalando cada uno de los lugares con los paquetes iluminados en
el chaleco. —Si son golpeados en el hombro o la espalda, su chaleco va a
parpadear, y el tiro va a contar. Sean golpeados en el pecho y su chaleco va a
brillar, pero su láser va a bloquearse. Aún pueden ser golpeados, pero no podrán
responder. Serán un tiro al blanco hasta que vayan a su base o encuentren un
lugar donde esconderse hasta que su arma vuelva a cargarse.

Él dejó a Manny y miró alrededor de la habitación.

—Habrá dos equipos jugando en la arena, y cada chaleco de cada equipo se


iluminará con el color específico de ese equipo. —Señalando al chaleco de Kole,
dijo —Equipo rojo. —Y después señaló a Sebastian. —Equipo azul. Disparen a
cualquier color que no sea el suyo. La base de cada equipo corresponde con su
color, y obtienen tres puntos por golpear y destruir a su oponente.

A mi lado, Sebastian se mueve, y veo como me mira brevemente, sus ojos se


dirigen a mis pies y de vuelta. La piel de gallina estalla en mi piel.

—Ahora, antes de que empecemos la batalla —dijo Tony—, unas pocas reglas.
No correr; correrán a través de alguien o algo. No acostarse en el piso. Serás
pisado. Ningún contacto físico o de cualquier otro tipo, y eso incluye besarse en la
oscuridad. Podemos verlos.

Tosí, y Sebastian se movió a mi lado.

Tony terminó, advirtiéndonos acerca de golpear a otro con nuestras armas o—


Dios lo prohíba—con blasfemias, y es hora de comenzar.

Estaba oscuro en la sala de vestimentas, pero solo le tomó un momento a mis


ojos para ajustarse a la oscuridad de la arena. Nuestros equipos se extendieron
entre las paredes que parecían ladrillos de neón, y detecté nuestra base en el
centro. Luces negras iluminaban las piezas brillantes, pero seguía siendo difícil ver
algo más. El sonido del láser cargándose uno por uno se movía como una ola
sobre la arena y una cuenta regresiva comenzó.

Cinco…

Cuatro…

Tres…

Dos…

Uno…

Las sirenas perforaron el aire. Corrí a través de una pared hasta la otra. Estaba
demasiado oscuro para ver algo, pero las particiones y el perímetro de la
habitación están marcados con pintura de neón con textura o tiras de luz de
colores. Un tanque verde parece brillar en la esquina, y veo un destello rojo, un
rápido movimiento en frente mío.

Disparé y el chaleco parpadeó rojo, registrando el tiro. Mi propio chaleco brilló


cuando fui golpeado al doblar una esquina.

—Objetivo golpeado —mi arma dijo, pero debe haber sido en el hombro porque,
cuando alguien patinó frente a la pared, pude disparar, explotando el sensor de su
pecho y asegurando de que su arma era inútil.

Otros dos jugadores vinieron por lados opuestos, y yo me di la vuelta y corrí,


corriendo junto a la base. Estaba caluroso aquí, absolutamente sin movimiento de
aire. El sudor resbaló por mi nuca; mi pulso estaba frenético. La música y los
efectos de sonido palpitan por encima, y si cierro los ojos, es fácil pretender que
estoy en una rave, y no corriendo alrededor de una habitación oscura
disparándonos entre nosotros con pistolas de plástico. Disparé a otros dos
jugadores y gestioné una serie de golpes rápidos en la base del equipo rojo
cuando fui golpeado de vuelta, esta vez en la espalda.

Volviendo mis pasos por donde vine, me encontré con Eric.

—Hay un par de ellos cerca del tanque —dijo—. Están sentados esperando que
las personas se acerquen.

Asentí, capaz de distinguirlo solo por el blanco de su remera y los paquetes en


su chaleco.

—Iré por ahí —grité a través de la música—. Trata de llegar a ellos por atrás.

Eric palmeó mi hombro, y corrí alrededor de la partición.

La arena es un laberinto de dos niveles, con rampas en las que puedes saltar
para evitar incendios o subir para tener una mejor oportunidad.

—Objetivo golpeado. Objetivo golpeado. Objetivo golpeado —registró mi arma,


y mi chaleco se iluminó. Pasos corrían hacia mí. Cuando dirigí mi arma para
disparar, no había nada. Fui golpeado en el pecho. Miré a mi alrededor, buscando
la base de mi equipo o algún lugar para esconderme, cuando sentí un cuerpo
chocar contra mí, quienquiera que sea me está tirando a una pequeña esquina
justo cuando Kole y uno de sus compañeros de equipo se acercaban corriendo.

—Mie… gracias —dije, pasando mi brazo por mi frente.

—No hay problema.

Mi pulso se disparó. Casi me olvido que Sebastian estaba aquí. Él exhaló, sin
aliento, y un escalofrío de calor hace su camino a través de mi espina.

Es demasiado ruidoso para hablar, y estamos demasiado cerca para que me de


vuelta y lo mire sin parecer raro, demasiado íntimo. Por lo que me quedé así hasta
que mi cerebro se volvió loco.

Él sostenía mi chaleco, y mi espalda estaba presionada contra su frente. Fueron


menos de diez segundos—el tiempo que tardó mi arma en desbloquearse—pero
juro que sentí cada tick del reloj. Mi aliento sonaba fuerte en mis oídos. Podía
sentir mi pulso, incluso encima de la música. Podía sentir la respiración de
Sebastian también, caliente contra mi oreja. Mis dedos pedían moverse atrás y
tocar el lado de su cara, para sentir si estaba sonrojado, aquí, en la oscuridad.

Quería quedarme en esa esquina oscura para siempre, pero sentí el momento
donde mi arma se cargó contra mi mano. Él no esperó, agarrando el costado de mi
chaqueta antes de empujarme y gritar para que lo siguiera, hacia la base roja. Eric
rodeó la esquina, y corremos a toda velocidad hacia la partición.

—¡Vamos! ¡Vamos! —gritó Sebastian, y disparamos al unísono. Tomó unas


pocas explosiones antes de que la base parpadeara en rojo y una grabada sonara
en lo alto.

—La base roja fue destruida. Se acabó el juego.


CUATRO
Por primera vez en toda mi de secundaria, no necesito mis horarios pegados a mi
casillero con stickers de dinosaurios para saber dónde debería estar. En nuestra
primera semana de vuelta, el Seminario de Fujita son los lunes, miércoles y
viernes. Esta semana, los martes y jueves. Se alterna bastante hasta fin de año.

Veo tres formas en lo que podría acabar esto:

Uno, puedo amar los L, M y V de las semanas en las que hay tres chances de
ver a Sebastian.

Dos, podría odiar los L, M y V de las semanas donde tengo tres chances de ver
a Sebastian, pero él solo asiste a una de ellas.

Tres, podría odiar los L, M y V de las semanas donde tengo tres chances de
verlo, porque él está ahí, pero no me presta atención en todo el día.

En éste último escenario, me resiento porque no puedo sacarme de la cabeza


este enamoramiento por un mormón acérrimo, ahogarme a mí mismo en papas
fritas con queso y salsa golf, hacer un trabajo pobre en clase y perder la admisión
para la escuela fuera-de-este-estado de mis sueños.

—¿En qué estás pensando? —Autumn apareció atrás mío, apoyando su


barbilla en mi hombro.

—Nada. —Cerré mi casillero con un golpe, poniéndome mi mochila. En


realidad, creo que no está bien pensar en Sebastian como un mormón acérrimo.
No sé cómo explicarlo, pero él parece ser mucho más que eso.

Ella gruñe irritada, y se da la vuelta para dirigirse por el pasillo hacia el


Seminario.

Presto atención y esquivo a un grupo de chicos que hacen una carrera por el
pasillo. Fui bien entrenado por ella, y le devuelvo la pregunta.
—¿En qué estás pensando tú? —Como si nada, su elaborada respuesta me
mantuvo distraído de mi propia espiral de locura.

Autumn engancha su brazo con el mío.

—Me pregunto cómo te está yendo con tu bosquejo.

Ah, cierto, mi bosquejo. El documental con proverbiales plantas rodadoras


soplando a través de la tundra.

—Va bien.

Uno… dos… tres…

—¿Quieres que le eche un vistazo antes de entrar?

Sonreí.

—No, Auddy, estoy bien.

Ella paró en la entrada del aula.

—¿Lo terminaste?

—¿Terminar qué?

Por la forma en que se agrandaron sus fosas nasales, estaba seguro de que
ella me estaba imaginando muerto y con sangre en el suelo.

—El bosquejo.

Una imagen mental apareció en mi cabeza sobre el documento de Word con


dos líneas solitarias que no dejaría que nadie viera: Un niño bisexual, mitad judío,
mitad nada, se muda a una ciudad infestada de mormones. Él no puede esperar
para irse.

—No.

—¿No crees que deberías haberlo hecho?

Enarco una ceja en respuesta.


Esta es solo nuestra cuarta clase, y a pesar de la reputación sagrada de este
salón, parece que nos estamos acostumbrando, un cierto consuelo son los
pandilleros, hasta que Fujita aparece, Dave el fútbol, con su siempre-presente
pelota de fútbol, empieza a patearla alternando los pies mientras Dave del burrito
cuenta la cantidad de veces que lo hace sin dejar que toque el suelo. Julie y
McKenna están discutiendo en voz alta sobre el baile de promoción, y Asher
pretende no darse cuenta (McAsher, su shipp name, obviamente-son una pareja, y
su simple rompimiento con ella nos dejó al resto de nosotros perplejos). Autumn
continúa insistiendo para que le muestre mi bosquejo (me recuerda a un perro con
un hueso) y yo la distraigo con un juego de piedra, papel o tijera, porque, por
dentro, nosotros seguimos teniendo diez años.

Un silencio se apodera de la habitación, y alcé la mirada, esperando ver a


Fujita, pero Sebastian entró, sosteniendo una carpeta. El efecto de verlo es como
una aguja chirriando a través de uno de los viejos cuarenta y cinco de mi papá en
mi cabeza, y le lancé a Autumn algún símbolo desconocido con la mano que se
parece a una garra de un pájaro.

Ella me golpeó en el brazo.

—La piedra vence a cualquier cosa que sea eso.

—¿Cómo andan, chicos? —dice, riéndose mientras deja su carpeta.

La única persona que no le presta atención es Autumn, quien está lista para
seguir jugando. Pero yo estoy de vuelta en la arena de laser tag con Sebastian
presionado contra mí. Él evalúa el aula con una mirada tranquila.

—No es necesario que dejen de hablar cuando entre.

McKenna y Julie hacen intentos poco entusiastas para volver a su


conversación, pero es difícil ser sutilmente escandalosos cuando todos están tan
callados, y es aún más difícil frente a la presencia de Sebastian. Es tan difícil de…
ignorar. Es hermoso, por supuesto, pero también tiene ese aire de bondad hacia
él, como si realmente fuera una buena persona. Es una de esas cosas que puedes
saber quién es desde el otro lado de la habitación. Él les sonríe a todos, con lo
que mi mamá hubiera llamado una buena postura, y apuesto todo el dinero en mi
cuenta de ahorros que él nunca dijo (o pensó) mi palabra favorita que empieza con
F.
Se me ocurrió un pensamiento horrible, y me giré hacia Autumn.

—¿Crees que él usa pijamas de Jesús?

Si ella pensó que es raro que le preguntara si Sebastian usaba garments, una
modesta ropa interior de camiseta y pantalón corto usada por la mayoría de los
mormones adultos fieles, ella no lo demostró.

—No obtienes tus garments hasta que no hagas tus donaciones.

—¿Hacer qué? —Mi mamá necesita hacer un mejor trabajo educando a sus
hijos.

Ella suspira.

—Hasta que ellos vayan al Templo.

Traté de sonar casual, como si solo estuviera sacando conversación.

—O sea que, ¿Él todavía no fue al Templo?

—Lo dudo, pero, ¿cómo voy a saberlo? —Ella se inclina para buscar en su
mochila.

Asentí, aun así, eso no me ayudaba. No puedo preguntarle a mamá tampoco,


porque ella va a querer saber por qué se lo pregunto.

Auddy se volvió a sentar, agarrando un lápiz recientemente afilado.

—Él irá al Templo cuando se case o vaya en una misión.

Golpeé mi lapicera contra mi labio, escaneando la habitación, como si solo


estuviera escuchando una parte de lo que ella estaba diciendo.

—Ah.

—Dudo que esté casado —dijo, más curiosa ahora, señalando hacia donde él
se encontraba.

Él estaba leyendo algo al frente de la habitación, y por un momento me quedé


sin palabras al recordar que él podría estar casado. Él tiene diecinueve.
—Él no está usando un anillo —continuó ella—. ¿Y no pospuso su misión por el
lanzamiento de su libro?

—¿Lo hizo?

Ella lo miró y luego se volvió hacia mí. Hacia él, luego hacia mí.

—No estoy entendiendo lo que quieres contarme.

—Él está aquí —dijo—. Te vas para tu misión por dos años usualmente
después de la escuela o en estos momentos.

—O sea que, ¿él no está usando garments?

—¡Por Dios, Tanner! ¿Por qué te interesa tanto qué clase de ropa interior él
usa? ¡Hablemos de tu maldito bosquejo!

¿Viste esos momentos cuando una chica grita en la cafetería?

—¡Me llegó el período! —o cuándo un chico grita — ¡Pensé que era un pedo,
pero se me rompió el pantalón! —¿y toda la habitación se queda callada? Eso
pasó. Ahora. En algún momento, entre Entonces él no usa garments y Por Dios,
Tanner, Fujita entra a la sala y todos menos Autumn y yo se quedan en silencio.

Fujita se ríe, negando con la cabeza hacia nosotros.

—Autumn, —dijo, no sin cariño, —Te prometo que ninguna ropa interior de
hombre es tan interesante como crees.

Todos se rieron, encantados por este tercer grado de escándalo. Ella abrió la
boca para contradecirlo, para explicar que era yo el que estaba preguntando sobre
la ropa interior, pero tan pronto como Fujita acepta que sí, es mejor que
empecemos a discutir sobre nuestros bosquejos, la oportunidad pasó. Me empujo
un poco a la izquierda cuando Autumn me da un puñetazo en mi brazo derecho,
pero estaba distraído, pensando qué estaría pensado él sobre todo este
intercambio de diálogo. Por su propia voluntad, mis ojos se dirigieron hacia
Sebastian justo cuando sus ojos se dirigen a otra parte.

Sus mejillas tienen esas manchas, irresistiblemente rosas.


Fujita nos hace sacar nuestros bosquejos, y juro que parece que todos
desenrollan estos manuscritos largos y detallados. Se escucha un thump cuando
Autumn saca un paquete de hojas y lo deja caer en el escritorio frente a ella. Yo ni
siquiera me molesto en abrir mi laptop por esas dos oraciones esqueléticas de mi
libro. En cambio, saco un pilón de hojas vacías y la pongo encima de mi mesa,
que lucía trabajoso.

—Tanner, ¿quiéres empezar? —Fujita me llamó, su atención fue atraída por el


ruido que hice.

—Um. —Bajé mi mirada. Sólo Autumn podía saber que las hojas que estaba
leyendo estaban en blanco. —Sigo trabajando en la idea en general.

—¡Muy bien! —Fujita dijo, asintiendo: un apoyo entusiasta.

—… Pero estoy pensando que será sobre… la mayoría de edad, una novela
sobre un niño —No voy a decir bisexual—Que se muda a, um, una hermosa
ciudad religiosa en una ciudad aún más grande.

—¡Genial! Buenísimo. Aún en formación, te entiendo. Deberías sentarte con


Sebastian, hablar sobre eso, ¿sí? —Fujita ya estaba asintiendo como si yo fuera el
que lo hubiera sugerido. No puedo decir si me estaba salvando o castigando. Él se
giró, escaneando la habitación. —¿Alguien más tiene alguna historia que quieran
contar?

Las manos de todos se levantaron, excepto por la de Autumn. Lo que es


interesante, sabiendo que la de ella es probablemente la más detallada. Ella
estuvo trabajando en ello casi desde empezó el año. Pero ella también es mi
mejor amiga, y en este caso, no tengo dudas de que ella me está salvando; si ella
contara la suya, después de esa divagación incoherente que acabo de dar, me
vería aún peor.

La clase se rompió en grupos más pequeños, y compartimos ideas,


ayudándonos entre nosotros sobre las tramas y los arcos de nuestras historias.
Estoy atrapada con Julie y McKenna, y desde que el libro de McKenna trata sobre
una chica que es dejada y se convierte una bruja que busca venganza en su ex,
pasamos alrededor de unos diez minutos discutiendo el libro antes de pasar a más
charlas sobre la promoción y el proceso de ruptura del McAsher.

Es tan aburrido que empujé mi silla lejos de ellas y me encorvo en mi papel,


esperando que la inspiración llegara a mí.
Escribí la misma palabra una y otra vez.

Es a la vez un lugar extraño y un lugar común. Siendo de ascendencia húngara


y sueca, no tengo una apariencia que, en otro lugar del país, gritara extraño, pero
en Provo, tener el cabello y los ojos oscuros es suficiente para resaltar. Allá en
South Bay, la mayoría de las personas no eran solo medio americanos blancos, y
ser mormón no era un regalo, ni siquiera una elección. ¿Además? Nadie en casa
debía explicar que es ser bisexual. Supe desde que tenía trece años que me
gustaban los chicos. Pero supe después de eso que probablemente también me
gustaran las chicas.

Mis palabras se transformaban lentamente, tornándose algo más, una cara, un


pensamiento.

Miré sobre mi hombro, preocupado de que Autumn me atrapara usando nuestra


línea cuando estoy pensando en otra cosa (alguien más) pero mi respiración se
cortó a la mitad cuando lo vi a él parado detrás mío, leyendo sobre mi hombro.

Mejillas rosas, sonrisa insegura.

—¿Cómo va la historia?

3
Por si es que no quedó del todo claro: Es una ciudad en Utah, donde las personas son un 90%
mormones.
Me encojo de hombros, pasando mi mano por las cuatro estrofas de locura en
el papel.

—Siento que todos están tan lejos. —Mi voz tiembla. —Realmente no había
pensado que necesitaba una idea antes de empezar. Asumí que lo estaríamos
haciendo aquí.

Sebastian asintió. Inclinándose, habla en voz baja.

—Yo no tuve una idea hasta después de unas semanas.

La carne de gallina me pincha los brazos. Huele tan intensamente a hombre el


olor a desodorante y esta masculinidad tan-difícil-de-definir.

—¿No lo tenías? —pregunté.

Se endereza, sacudiendo la cabeza.

—No. Vine sin tener idea de lo que estaba haciendo.

—Pero terminaste escribiendo algo brillante, aparentemente. —Hice gestos


hacia mi hoja en blanco. —No estoy esperando que caiga un rayo en esta aula
dos veces en dos años.

—Nunca sabes —me dijo, y luego sonrió—. Siento el Espíritu junto a mí


cuando escribo. Me siento inspirado. No sabes qué llamará por ti. Solo estate
abierto a eso, y llegará.

Él se volvió, moviéndose hacia el siguiente grupo, y yo quedé completamente


confundido.

Sebastian sabe (él tiene que saber) que yo estaba atraído por él. Mis ojos se
dirigen indefensos hacia su rostro, su cuello, su pecho, sus jeans cuando está en
el aula. ¿Él leyó lo que escribí? ¿Él se dio cuenta de que él era el que me
inspiraba? Si es así, ¿entonces por qué mencionó al Espíritu?

¿Está jugando conmigo?

Autumn atrapó mis ojos desde el otro lado de la habitación, modulando, ¿Qué?
porque estoy seguro que yo debía verme como si estuviera luchando para realizar
un proceso matemático complejo en mi mente. Negué con la cabeza y sacando mi
mano, revelando las palabras en la página, otra vez.

Algo se prendió dentro de mí, el débil destello de una idea, el hilo que se
desenreda desde aquella noche en la habitación de Autumn hasta ahora.

El chico homosexual. El chico mormón.

—Sebastian —Lo llamé.

Me mira por encima de su hombro, y es como si nuestros ojos estuvieran


conectados por un hilo invisible. Después de unos cuantos segundos, él se da
vuelta y se dirige hacia mí.

Le di mi mejor sonrisa.

—Fujita parece creer que necesito tu ayuda.

Sus ojos burlones.

—¿Tú crees que necesitas mi ayuda?

—Tengo dos oraciones escritas.

Él se rio.

—Entonces sí.

—Probablemente, sí.

Esperé que él me sugiriera que fuéramos a la mesa junto a la venta, o que nos
reuniéramos en la biblioteca durante el recreo. No esperaba que él me dijera.

—Estoy libre este fin de semana. Puedo ayudarte entonces.

Se siente como si el resto de la habitación se cae cuando él dijo eso, y mi


corazón se dispara en un sprint frenético.

Esta probablemente sea una idea terrible. Sí, me gusta él, pero me preocupa
que, si cavo más profundo, no me gustará él.
Pero eso sería lo mejor, ¿no es cierto? Ciertamente no estaría de más tener
algo de tiempo fuera de esta aula, para obtener una respuesta a mi pregunta:
¿Podríamos ser amigos? ¿estar más tiempo juntos?

Dios, tengo que calmarme.

Él traga, y observé cómo eso hace que se mueva su garganta.

—¿Eso está bien? —pregunta, haciendo que mis ojos vuelvan a su cara.

—Claro —dije, y tragué. Esta vez él miró. —¿A qué hora?


CINCO
Mi papá está sentado en su uniforme verde estándar en la barra del desayuno
cuando me despierto el sábado, encorvado sobre su bol de avena como si fuera el
guardián de los secretos más grande de la vida. Solo cuando me acerco más, me
doy cuenta que está dormido.

—Papá.

Él salta, tirando el bol por la mesada antes de torpemente agarrarlo. Él se echa


hacia atrás, sujetando su pecho.

—Me asustaste.

Pongo un brazo alrededor de sus hombros, evitando soltar una carcajada. Él se


ve tan locamente desaliñado.

—Lo siento.

Su mano toma la mía, dando un apretón. Con él sentado y yo de pie, me siento


enorme. Es tan raro ser igual de alto que él ahora. De alguna forma, no heredé
nada de mi madre. Soy todo de papá: cabello oscuro, mucha altura y pestañas.
Hailey ganó la estatura de mamá, el color y el atrevimiento.

—¿Acabas de llegar?

Él asiente, metiendo la cuchara al bol.

—Un paciente llegó cerca de la media noche con la carótida perforada. Me


llamaron a cirugía.

—¿Carótida perforada? ¿Vivió?

Él responde con una pequeña sacudida de su cabeza.

Uuf. Esto explica la postura encorvada.

—Eso apesta.

—Tenía dos hijos. Tenía tan solo treinta y nueve.


Me apoyo en la mesada, comiendo cereal directamente de la caja. Papá finge
que no le importa.

—¿Cómo logró que…?

—Accidente de auto.

Se me cae el estómago. Tan solo el año pasado mi padre nos contó a mÍ y


Hailey sobre como tres de sus amigos de la secundaria murieron en un accidente
de auto justo después de la graduación. Mi papá también estuvo en el auto y
sobrevivió. Se mudó a Nueva York para atender a UCLA, y luego se fue a Stanford
a la escuela de medicina, donde conoció y se casó con mi madre que solía ser
mormona, demasiado para el disgusto de su propia madre y familia extendida en
Hungría. Pero debido a su tiempo estando lejos, cada vez que vuelve a Upstate
Nueva York, la pérdida de sus amigos se siente reciente otra vez.

Es una de las pocas cosas que él y mamá siempre pelearon en frente nuestro:
mamá insistía en que yo necesitaba mi propio auto. Papá pensaba que podía
moverme alrededor sin uno. Mamá ganó. El problema con Provo es que no hay
absolutamente nada que hacer, en ninguna parte, y no es caminable. Pero el lado
bueno de Provo es que es increíblemente seguro, nadie bebe y todos conducen
como octogenarios.

Él parece darse cuanta recién ahora que estoy vestido y listo para la acción.

—¿Qué haces despierto tan temprano?

—Iré a trabajar en un proyecto con un amigo.

—¿Autumn?

Maldición. ¿Por qué tuve que decir “amigo”?

Debí haber dicho “alguien de mi clase”.

—Sebastian —por la expresión insegura de papá, agrego: —Es el mentor en


nuestro seminario.

—¿El chico que vendió el libro?

Rio.

—Sí, el chico que vendió el libro.

—Él es mormón, ¿no?


Miro alrededor de nosotros como si la habitación estuviera llena de mormones
pasando el rato, no bebiéndose nuestro café.

—¿No lo es todo el mundo?

Papá se encoje de hombros, volviendo su atención a su avena helada.

—Nosotros no.

—¿Qué somos?

—Somos judeocristianos liberales unitarios —dice mamá, entrando a la sala en


sus pantalones de yoga, y un moño desordenado en su cabeza. Ella se acerca a
papá, le da un asqueroso y largo beso que manda mi rostro hacia el fondo de la
caja de cereal, y luego se hace el paso hasta la cafetera.

Ella llena su taza, hablando con papá por sobre su hombro.

—Paulie, ¿a qué hora llegaste a casa?

Él estudia el reloj nuevamente, sus ojos pestañeando y achicándose.

—Hace casi media hora.

—Carótida rota —le resumo a ella—. No sobrevivió.

Papá me mira con un ceño de desaprobación.

—Tanner —dice él con voz baja.

—¿Qué? Solo estaba resumiéndoselo para que no tuvieras que contarlo otra
vez.

Mamá vuelve a él, ahora más callada, tomando su rostro entre sus manos. No
puedo escuchar lo que está diciendo, pero los bajos murmullos me hacen sentir
mejor también.

Hailey es un borrón de pijamas negros, cabello negro desordenado, y un ceño


fruncido cuando entra a la sala.

—¿Por qué hacen tanto ruido?

Es chistoso que haya escogido el momento más callado para exponer su queja.

—Este es el sonido de humanos altamente funcionales —le digo. Ella me


golpea en el pecho y trata de convencer a mamá de que le dé un poco de café.
Como era de esperar, mamá se rehúsa y le ofrece jugo de naranja.
—El café detiene tu crecimiento —le digo a mi hermana.

—¿Es por eso que tu pene es tan…?

—Tanner va saliendo a hacer un trabajo —interrumpe mi papá


significativamente—. Con una persona llamada Sebastian.

—Sí, el chico que le gusta —le dice Hailey. La cabeza de mamá se voltea hacia
mí.

Mis entrañas se vuelven enseguida un nudo de pánico.

—No es así, Hailey.

Ella me regala una mirada que grita escepticismo.

—Deacuerdo…

Papá se inclina, ahora más despierto.

—¿Gustar de gustar?

—No —sacudo la cabeza—. Gustar en el sentido de que es una buena persona


que puede ayudarme a conseguir una A. Es solo el ayudante de la clase.

Papá me da una amplia sonrisa, su entusiasmo un recordatorio de que, incluso


aunque no esté atraído al chico del cual estamos hablando, él está bien con mi
sexualidad. Lo único que le falta a este momento es la pegatina de “excelente”.

Hailey deja su vaso de jugo en la mesada con un golpe seco.

—Es el ayudante de tu clase el cual Autumn describe como “súper guapo” y que
tu describes como “se sonroja fácilmente”.

Mamá se mete en la conversación.

—Pero solo está ayudándote con tu libro, ¿no?

Asiento.

—Así es.

Cualquier que estuviera viendo esto pensaría que mi mamá tiene problemas
con el hecho de que él es un chico, pero no. Es porque él es mormón.

—De acuerdo —dice ella, como si hubiéramos cerrado un trato—. Bien.


Fuego enciende mi estómago ante la preocupación en su voz, abriendo un
agujero en mí. Tomo el vaso de Hailey, bebiendo todo su jugo de naranja,
apagando las llamas. Ella mira a mamá en busca de justicia, pero mamá y papá
están compartiendo un momento de comunicación entre padres en completo
silencio.

—Tengo curiosidad de si es posible para un chico súper mormón y un chico


súper no-mormón ser amigos —les digo.

—¿Así que estás viendo esto como una clase de experimento? —pregunta
papá con recelo.

—Sí. Algo así.

—Está bien, pero no juegues con él —dice mamá.

Gruñó. Esto se está volviendo tedioso.

—Miren —camino por la sala y tomo mi mochila—. Es solo para la escuela.


Solo revisaremos mi borrador.

Escribo cerca de diecisiete veces en mi cuaderno de notas mientras espero a


que Sebastian llegue donde nos pusimos de acuerdo en encontrarnos: en la
alcoba del escritor en la biblioteca de Provo.

Cuando él escribió su dirección de email en una caligrafía perfecta, estoy


seguro que esperó que le dijera que nos encontrásemos en el Shake Shake, no en
Starbucks, por Dios, para revisar mi borrador. Pero la idea de sentarnos en público
en un lugar donde cualquier persona de la escuela nos podría ver, se sintió
demasiado expuesto. Odio admitirlo, pero ¿qué tal si alguien me hubiera visto y
pensado que me estaba convirtiendo? ¿Qué tal si alguien lo hubiera visto a él y
preguntaba que estaba haciendo con un chico que no es mormón? ¿Qué tal si era
Dave de fútbol, y se hubiera dado cuenta de cómo mis ojos siguen a Sebastian en
clase, y el obispo que había preguntado alrededor a algunos de sus contactos en
Palo Alto le hubiera dicho que soy homosexual, y le hubiera dicho a Sebastian, y
Sebastian le hubiera dicho a todo el mundo?
Definitivamente estoy sobre pensando esto.

Pasos suenan en la escalera detrás de donde estoy sentado, y tengo la


cantidad precisa de tiempo para ponerme de pie y botar mi cuaderno al suelo
antes de que Sebastian llegue, viéndose como en un comercial de la Patagonia
con su acolchada chaqueta azul, pantalones negros y Merrells.

Él sonríe. Su rostro está rosado por el frío, pero me golpea en el pecho lo


mucho que me gusta mirarlo.

Esto está muy, muy mal.

—Hola —dice él, tan solo un poco sin aliento—. Siento llegar un par de minutos
tarde. A mi hermana le dieron una casa de Barbie enorme para su cumpleaños y
tuve que ayudar a papá a armarla antes de venir. Habían, como, un millón de
piezas para esa cosa.

—No te preocupes —digo, comenzando a extender mi mano para sacudir la de


él, antes de alejarla nuevamente, porque ¿qué demonios estoy haciendo?

Sebastian se da cuenta, extendiendo su mano y luego alejándola, también.

—Ignóralo —digo.

Él ríe, confundido, pero claramente entretenido.

—Es como tu primer día con un brazo nuevo.

Ohdiosmio, esto es terrible. Somos dos chicos encontrándonos para estudiar.


Bros. Los bros no se ponen nerviosos. Sé un bro, Tanner.

—Gracias por reunirte conmigo.

Él asiente y se agacha para recoger mi cuaderno. Lo tomó antes de que él


pueda leer las líneas y líneas de yo calmándome sobre lo que estamos haciendo
aquí, pero no puedo decir si fue exitoso. Él lo ignora, evitando mis ojos, y en vez,
mira a través de mí al espacio vacío.

—¿Nos quedamos aquí? —él pregunta.

Asiento, y él me sigue más allá en el cuarto, inclinándose para mirar por la


ventana. Nubes de nieve se deslizan por sobre las Montañas Wasatch en una
niebla densa, como fantasmas observando sobre nuestra callada ciudad.

—¿Sabes qué es raro? —dice él, sin voltearse a verme.

Trato de ignorar la forma en que la luz de la ventana llega al costado de su


rostro.

—¿Qué cosa?

—Nunca he estado aquí arriba. He estado en las estanterías, pero nunca he


caminado por la biblioteca.

Tengo en la punta de la lengua una respuesta. Eso es porque todo lo que haces
fuera de la escuela es en la iglesia. Pero me trago el instinto. Él está aquí
ayudándome.

—¿Cuántos años tiene tu hermana? —pregunto.

Pestañeando hacia mí, él vuelve a sonreír. Usa esa sonrisa tan fácilmente, tan
constantemente.

—¿La de la casa de muñecas?

—Sí.

—Faith tiene diez. —Él da un paso hacia mí, y luego otro, y una voz poco
familiar en mi corazón grita SÍ, VEN AQUÍ, pero luego me doy cuenta que está
indicando de que deberíamos movernos a la mesa para comenzar a trabajar.

Manténte tranquilo, Tanner.

Me doy la vuelta, y nos acomodamos en la mesa a la cual llegué temprano para


reclamar, aunque podríamos sentarnos en cualquiera. No hay nadie más en la
biblioteca las nueve de la mañana un sábado.

Su silla se arrastra por el suelo de madera disonantemente, y él ríe,


disculpándose bajo su respiración. Con él tan cerca de mí, vuelvo a tener otro
arrastre de su aroma, y se siente un poco como intoxicarse.

—Tienes más hermanos, ¿no?


Él me mira por el rabillo del ojo, y me tienta el explicar mi pregunta, no estaba
haciendo un comentario sobre el tamaño de las familias de los mormones, Hailey y
Lizzy tienen clases juntas.

—Mi otra hermana tiene quince. Lizzy —dice—. Y también tengo un hermano,
Aaron, tiene trece, pero se muere por tener veintitrés.

Me rio de manera muy cortés. Por dentro, soy un manojo de nervios, y ni


siquiera sé por qué.

—¿Lizzy va a la Secundaria Provo, verdad?

Él asiente.

—Segundo año.

La he visto en la escuela y Hailey no estaba equivocada, Lizzy es una sonriente


eterna, de vez en cuando es encontrada ayudando al equipo del aseo en la hora
de almuerzo. Se ve tan llena de alegría que casi vibra.

—Parece simpática.

—Lo es. Faith es linda también. Aaron es… bueno, le gusta apretar sus límites.
Es un buen chico.

Asiento, Tanner Scott, un estúpido torpe hasta el final de los tiempos. Sebastian
se voltea a verme; casi puedo sentir su sonrisa.

—¿Tienes hermanos o hermanas? —pregunta.

¿Ves? Así es como se hace, Tanner. Crea conversación.

—Una hermana —le digo—. Hailey. En realidad, va en la misma clase que


Lizzy. Hailey tiene dieciséis y es la hija del diablo. —Luego me doy cuenta de lo
que acabo de decir y lo miro con horror. —Oh Dios mío. No puedo creer que dije
eso. O eso.

Sebastian suelta un gruñido.

—Genial. Ahora no podré hablarte nunca más después de hoy.

Siento como la expresión en mi rostro se transforma en desdén, y muy tarde me


doy cuenta que solo está bromeando. Su sonrisa también se ha ido. Se
desvaneció en el momento que se dio cuenta lo profundamente confundido que
estaba, lo rápido en que creí lo peor sobre su fe.
—Lo siento —dice él, dejando que su boca se curve en una esquina. No se ve
para nada incómodo. Como si fuera poco, se ve casi un poco entretenido con todo
esto—. Estaba bromeando.

La vergüenza hierve en mi sangre, y me esfuerzo por traer de vuelta mi sonrisa


segura, la que siempre me consigue lo que quiero.

—No me lo hagas tan difícil. Todavía estoy aprendiendo a hablar mormón.

Para aliviarme aún más, Sebastian deja salir una risa de verdad.

—Estoy aquí para traducir.

Un chico bisexual mitad judío, mitad nada se muda a un pueblo infestado por
mormones. No puede esperar para marcharse.

Siento como Sebastian se tensa a mi lado, y por un momento me doy cuenta de


mi error: no cambié mi borrador. Mi corazón se desploma.

No me importa decirle que no puedo esperar para marcharme. Ni siquiera me


siento culpable por usar la oración “infestado de mormones”, incluso si debería
hacerlo. Algo más le gana a todo eso.

Se me olvido borrar la palabra “bisexual”.

Nadie, nadie aparte de mi familia al menos, sabe sobre mí aquí.

Evalúo su reacción discretamente. Sus mejillas están rosadas, sus ojos saltan
al comienzo, releyendo.

Abro la boca para hablar, para explicar, al mismo tiempo que dice:

—Así que, en la mayoría, este es tu tema, ¿no? ¿Vas a escribir sobre alguien
siendo homosexual y viviendo en Provo?

Un helado estremecimiento de alivio recorre mi sangre. Por supuesto que no


asume que estoy escribiendo algo autobiográfico.

Asiento vigorosamente.

—Estaba pensando en que sería bisexual. Sí.

—Y acaba de mudarse aquí…

Asiento nuevamente, y luego me doy cuenta que hay algo raro en su tono de
voz, algo de percatación. Si Sebastian hizo algo de reconocimiento en Tanner
Scott en lo absoluto, sabrá que me mude aquí antes de primero de secundaria, y
que mi padre es un doctor judío abajo en Utah Valley.

Quizás incluso sepa que mi madre fue excomulgada.

Cuando él encuentra mis ojos, sonríe. Parece escoger su reacción con mucho
cuidado. Puedo darme cuenta que sabe. Y ahora mi miedo de que Dave le diga al
obispo y el obispo a Sebastian parece tan complicado. Por supuesto que se me
escapó a mi sin ningún obstáculo.

—Nadie más sabe —suelto abruptamente.

Él sacude su cabeza solo una vez.

—Está bien, Tanner.

—Quiero decir nadie —paso una mano por mi cara—. Quería borrar esa
palabra. Es una de las razones por las que estoy atascado. Sigo haciendo que el
personaje principal sea bi, y no sé cómo escribir este libro en esta clase. No sé lo
que Fujita querría, o mis padres.

Sebastian se acerca, encontrando mis ojos.

—Tanner, deberías poder escribir el libro que quieres escribir.

—Mi familia es bastante firme en que no le diga a nadie aquí, al menos que en
verdad confíe en esa persona.

Ni siquiera le he dicho a mi mejor amiga, y ahora lo estoy contando


absolutamente todo con la única persona a la cual no debería compartirle nada.

Su ceja se eleva lentamente.

—¿Tu familia sabe?

—Sí.

—¿Y están bien con eso?

—Mi mamá es… eufórica con su aceptación, en realidad

Después de un pulso de silencio, él vuelve al computador.

—Creo que es una gran idea poner esto en papel —dice calladamente.
Extendiendo la mano, deja que su dedo índice se deslice por la pantalla—. Hay
mucho aquí en solo dos frases. Mucho sentimiento, mucha angustia. —Sus ojos
se encuentran con los míos de nuevo. Son una extraña mezcla de verde y café y
amarillo. —No sé de cuanta ayuda pueda ser en este tema en concreto, pero soy
feliz de hablarlo.

Siento estas palabras escaparse disonantemente de mí, y aplastar mi nariz.

—Serías igual de útil a si estuviera escribiendo sobre dragones o zombies,


¿verdad?

Su sonrisa está rápidamente convirtiéndose en mi sonido favorito.

—Buen punto.

Le toma cerca de veinte minutos a mi corazón volver a la normalidad, pero


durante ese tiempo, Sebastian habla. Es casi como si estuviera consciente de mi
borrachera mental llena de pánico, como si estuviera calmándome
intencionalmente, pero sus palabras parecen salir de su boca de manera fácil y
con una cadencia fascinante.

Me dice que está bien que sea solo una idea todavía, que, por lo que sabe,
todos los libros comienzan así, una frase, una imagen, un poco de dialogo. Lo que
tengo que decidir, dice, es quien será el protagonista, cuál será el conflicto.

—Concéntrate en estos dos aspectos importante de su personalidad —dice él,


marcando con sus dedos—. Es anti-mormón y…

Su segundo dedo se desliza, sin identificar la palabra.

—Bisexual —termino por él.

—Sí —él traga, cerrando sus dedos en puños. —¿El chico odia a todos los
mormones y planea su escape solo para que sus padres se unan a la iglesia y
luego lo deshereden una vez que se vaya?

—No —aparentemente él no ha leído tanto de la historia de mi familia—, la


familia lo apoyará, eso creo.

Sebastian se inclina hacia atrás, pensando.

—¿El chico odia a los mormones, y termina yéndose de la cuidad solo para ser
atraído a otra religión tipo culto?

Lo miro, a su habilidad de ver fe incluso en los ojos de los no creyentes, para en


realidad darlo vuelta de forma negativa.

—Quizás —digo—. Pero no sé si quiero damnificar a la iglesia tampoco.


Los ojos de Sebastian se encuentran con los mío hasta que rápidamente él los
aleja.

—¿Qué rol juega el ser, uh, bisexual, en el libro? —esta es la primera vez que
él flaquea, y el rubor se extiende por sus mejillas.

Quiero decirle: Tengo curiosidad de si algún día podría gustarte, de si alguien


como tú puede tener amigos como yo.

Pero ya está aquí, siendo desinteresado y genuino con alguien como yo. Había
esperado que se presentara y hubiera sido un buen tutor, que respondiera un par
de preguntas y me ayudara a comenzar, mientras yo lo miraba embobado. No
esperaba que me preguntara sobre mi o que fuera tan comprensivo. No había
esperado que me gustara. Ahora el conflicto parece obvio, y causa que algo en mí
se enrosque con fuerza, una bola ansiosa, porque es algo mucho más
atemorizante de lo cual escribir.

—Piénsalo —dice él calladamente, jugando con un clip de papel—. Hay tantas


formas de como esto podría ocurrir, y muchas de ellas dependen de su trayecto,
sus descubrimientos. Comienza resintiendo donde está y sintiéndose sofocado por
la ciudad. ¿Encuentra la libertad quedándose o yéndose? ¿Encuentra algo que le
haga cambiar de opinión?

Asiento hacia la pantalla de mi computador porque sé que no puedo mirarlo sin


proyectar mis emociones a través de mi rostro. Mi sangre hierve por el calor de mi
encaprichamiento.

Comienza a nevar afuera, y afortunadamente nos movemos a unos sillones a


un lado de la ventana para ver, dejando que el libro se aleje por un momento.
Sebastian nació aquí, a unas cuantas millas por la carretera. Su padre es un
abogado de impuestos, llamado para ser de obispo hace casi dos años. Su madre
trabajaba en finanzas en Vivint antes de que Sebastian naciera. Ahora es una
madre y esposa de tiempo completo, lo que, explica Sebastian, la hace la madre
de su iglesia. A ella le gusta, me dice él, pero significa que él y Lizzy deben ayudar
más con Faith y Aaron. Él lleva jugando fútbol y béisbol desde los seis. Su banda
favorita es Bon Iver. Toca la guitarra y el piano.

Yo lo alimenté con los mismos detalles inocuos: nací en Palo Alto. Mi papá es
un cirujano cardiaco. Mi mamá es una programadora. Se siente culpable por no
estar tanto con nosotros, pero mayoritariamente, estoy intensamente orgulloso de
ella. Mi banda favorita es Nick Cave y The Bad Seeds, pero de ninguna forma
tengo talento musical.
No volvemos a la pregunta de mi sexualidad, pero siento su presencia como
una tercera persona en la habitación, sentada en una esquina oscura, escuchando
toda nuestra conversación.

El silencio hace tictac entre nosotros mientras vemos la vereda gris llena de
hielo debajo de nosotros, cubrirse en blanco. El vapor se levanta desde la
superficie de la ventilación en el borde, quiero saber más de él. A quien ha amado,
a quien odia, si es posible que le gusten los chicos.

—No me has preguntado del libro —dice él finalmente.

Se refiere a su libro.

—Oh, mierda, lo siento —digo—. No quería ser grosero.

—No es grosero —él me mira y sonríe como si estuviéramos en el mismo,


exasperado secreto—. Es solo que todo el mundo lo hace.

—Creo que es genial —meto mis manos a mis bolsillos, y me estiro en el


respaldo de la silla—. Quiero decir, obviamente, es increíble. Imagínate, tu libro va
a estar aquí, en esta librería.

Él parece sorprendido por eso.

—Quizás.

—Apuesto a que estás cansado de hablar de eso.

—Un poco —él se encoge de hombros, sonriéndome. Esa sonrisa me dice que
le gusta que no le haya preguntado nada sobre este todavía, y que no estoy aquí
para tener un poco de fama en este pequeño pueblo—. Se ha complicado un
poco, pero es difícil quejarme porque me doy cuenta de lo afortunado que soy.

—Claro, por supuesto.

—Siempre me he preguntado que se siente vivir aquí cuando no fuiste criado en


la iglesia —dice él cambiando el tema—. ¿Tenías quince cuando te mudaste?

—Sí.

—¿Fue difícil?

Me tomo un segundo para averiguar cómo contestar eso. Sebastian sabe algo
de mí que nadie más sabe, y me hace sentirme inseguro de mis pasos. Él parece
agradable, pero sin importar lo agradable que eres, la información es poder.

—Provo puede ser sofocante.


Sebastian asiente y luego se inclina hacia adelante para tener una mejor vista
de la ventana.

—Sé que la iglesia se siente como si estuviera en todas partes. Lo hace para mi
también. Se siente como si interfiriera en cada detalle de mi vida.

—Apuesto a que sí.

—Puedo ver como podría sentirse sofocante para alguien del exterior, pero
hace mucho bien, también. —Él me mira y con un horror iluminador me doy cuenta
de la meta verdadera de esta sesión de estudio. Entiendo porque accedió a venir.
Me está reclutando. Sabe sobre mí, y eso le da aún más razones para acercarse a
mí, para salvarme. No me está reclutando para el Club feliz de Gays de Utah del
sur, sino para la iglesia mormona.

—Sé que hace bien —dijo cuidadosamente—. Mis padres están…


familiarizados con la iglesia. Es difícil vivir aquí y no ver lo bueno y lo malo que
hace.

—Sí —dice Sebastian vagamente, sin mirarme—. Puedo verlo.

—¿Sebastian?

—¿Si?

—Solo… quería que supieras, en caso… —me detengo, estremeciéndome


mientras pestañeo—. No te pedí que me ayudarás para así poder unirme a la
iglesia.

Cuando lo miro de vuelta, sus ojos están abiertos en alarma.

—¿Qué?

Miro hacia el lado de nuevo.

—Me doy cuenta que quizás te di la impresión que quería reunirme contigo
porque me cuestionaba algo sobre mí mismo o quería unirme. No tengo preguntas
sobre quien soy. De verdad me caes bien, pero no estoy aquí para convertirme.

El viento pasa por la ventana afuera, está helado tan cerca del vidrio, y adentro,
él me estudia, sin expresión.

—No creo que quiera unirte. —Su rostro está rosado. Por el frío. Por el frío. No
por ti, Tanner—. No pensé que esa fuera la razón por la cual tú… —Él sacude la
cabeza—. No te preocupes. No trataré de venderte la iglesia. No después de lo
que me compartiste.
Mi voz es tímida y fuera de personaje.

—¿No le dirás a nadie?

—Claro que no —él responde instantáneamente. Mira hacia el suelo, su


mandíbula trabajando en algo que no puedo entender. Finalmente, el busca algo
en su bolsillo—. Yo… toma.

Casi impulsivamente, él me entrega un pequeño pedazo de papel. Está tibio,


como si hubiera estado guardado en su mano.

Lo desenrollo, mirando a los diez dígitos en él. Su número de teléfono.

Debió haberlo escrito temprano, quizás antes de salir de casa, y guardado en


su bolsillo para entregármelo.

¿Se da cuenta que esto es como darme una granada? Podría arruinar todo con
eso, más específicamente su teléfono. Nunca he sido muy fan de los mensajes de
texto, pero Dios, la forma en que siento necesitar seguir sus movimientos en la
sala de clases es como estar poseído por un demonio. El saber que podría
hablarle en cualquier momento es tortura.

—Yo no… —él comienza y luego mira más allá de mí—. Puedes enviarme
mensajes, o llamar. Como sea. Cuando sea. Para que nos juntemos y hablemos
de tu proyecto si lo necesitas.

Mi pecho se siente dolorosamente apretado.

—Sí, totalmente —cierro los ojos con fuerza. Se siente como si él estuviera a
punto de marcharse, así que la necesidad de sacar las palabras hace que mi
estómago sienta la presión—. Gracias.

—De nada. No es nada.

—¿Sebastian?

—¿Si?

Nuestros ojos se encuentran, y no puedo creer lo que estoy a punto de decir.

—Definitivamente quiero reunirme contigo otra vez.

Sus mejillas se encienden con color. ¿Lo traduce correctamente en su cabeza?


¿Y lo que estoy diciendo? Sabe que me gustan los chicos, así que tiene que saber
que no solo estoy hablando del libro. Sebastian escanea mi rostro, desde mi
frente, a mi boca, mi barbilla, mis ojos, y de vuelta a mi boca, antes de desviar la
mirada completamente.

—Probablemente debería irme.

Soy un manojo de cables, una cacofonía de voces gritando instrucciones en mi


cabeza.

¡Aclara que te referías a estudiar!

¡Habla del libro!

¡Pide disculpas!

¡Olvida todo y dile lo que sientes!

Pero solo asiento, viendo como él sonríe tiesamente, trota hasta las escaleras,
y desaparece en una esquina de roble brillantemente pulido.

Vuelvo a mi computadora, abro un documento en blanco, y lo dejo salir todo en


la página.
SEIS
Aquí está mi número

Por cierto soy Tanenr

Um, quiero decir Tanner.

No puedo creer que acabo de escribir mal mi propio nombre.

Jaja! Así es como te pondré en tu nombre de contacto.

De, Sebatsian

(¿Viste lo que hice ahí?)

Sonrío a mi teléfono por durante los próximos veinte minutos, leyendo la


conversación una y otra vez. El teléfono está pegado a mi palma; estoy seguro de
que mis padres se están preguntando que estoy haciendo, puedo darme cuenta
por las miradas preocupadas que comparten en la mesa.

—Guarda el teléfono, Tann —dice papá.

Dejo que caiga bocabajo sobre la mesa.

—Lo siento.

—¿A quién le envías mensajes? —mamá pregunta.

Sé que no les va a gustar, pero no quiero mentir.

—Sebastian.

Ellos comparten una mirada de un lado de la mesa al otro.

—¿El ayudante? —mamá confirma.


—Puedes leerlos —le entrego el teléfono—. Puedes hacerlo de todas formas,
¿no?

A regañadientes, ella lo toma, y parece como si esperara encontrar mucho más


de lo que lo hace. Su rostro se relaja cuando ve las palabras inofensivas.

—Esto es lindo, Tanner… —deja que el resto cuelgue en el aire y mira a mi


papá para tener un respaldo. Quizás no está segura de cuanta credibilidad tendrá
si sigue usando su delantal de arcoíris de PRIDE.

Papá extiende la mano para tomar el teléfono, y su rostro se relaja cuando los
lee, pero luego una nube cruza sus ojos.

—¿Se están viendo?

Hailey suelta un resoplido.

—No —digo ignorándola—. Jesús, chicos. Estamos trabajando en un proyecto


juntos.

La mesa cae en un silencio escéptico y empalagoso.

Mamá no puede evitarlo.

—¿Él sabe sobre ti?

—¿Sobre que me transformo en un troll al anochecer? —Niego con la cabeza—


. No lo creo.

—Tanner —dice ella gentilmente—. Sabes a lo que me refiero.

Lo sé. Desafortunadamente.

—Por favor cálmate. No es como si tuviera una cola.

—Cariño —Mamá comienza a decir, horrorizada—. No estás entendiendo


deliberadamente…

Mi teléfono suelta un zumbido en frente de papá. Él lo levanta.

—Sebastian otra vez.

Extiendo mi mano.

—¿Por favor?
No estaré en clases está semana 

Solo quería que supieras.

Mi pecho parece astillarse, una línea abriendo hacia abajo desde el centro, y
batalla con el brillante sol floreciendo allí porque Sebastian pensó en avisarme.

¿Todo bien?

Sí. Solo tengo un viaje a Nueva York.

¿Estamos haciendo esto? ¿Mandándonos mensajes casualmente?

Oooh, lujoso.

Jaja! Estoy seguro que pareceré estar perdido todo el tiempo.

¿Cuándo te vas?

Mi mamá suelta un suspiro en voz alta.

—Tanner, por el amor de Dios, por favor deja de enviar mensajes en la mesa.

Me disculpo bajo mi respiración y me pongo de pie, poniendo mi teléfono boca


abajo sobre la mesa de la cocina antes de volver a mi silla. Mis dos papás tienen
esa expresión hosca, calladamente agresiva, y una sola mirada a mi hermana, me
da a entender que lo está pasando de lo mejor viendo como me meto en
problemas.

En torno a los raspados de los cubiertos en los platos y el sonido de los hielos
chocando contra los vasos de agua, una percepción gruesa se enreda en la mesa,
y la resultante concientización de mí mismo hace que mi estómago se apriete. Mis
papás saben que he tenido enamoramientos con chicos antes, pero nunca ha sido
una realidad como ahora. Ahora hay un chico, con un nombre y un teléfono. Todos
hemos estado tan bien con todo esto, pero me doy cuenta, sentado aquí en está
silenciosa mesa, que hay capas a su aceptación. Quizás es fácil para ellos estar
tan bien con todo esto cuando lo único que me han dicho es que no tengo
permitido salir con chicos de Provo. ¿Acaso solo tengo permiso para tener
enamoramientos en chiscos una vez que me gradúe y alguien que mis padres
crean aceptable de una piscina de inteligentes, progresivos y no mormones?

Papá se aclara la garganta, una señal de que está buscando las palabras, y
levantamos la mirada para velo, esperando de que aterrice el avión a tiempo.
Espero que diga algo sobre el tema en la habitación, pero en vez de eso, aterriza
en la zona segura.

—Cuéntenos de sus clases.

Hailey se lanza a un recuento de las injusticias de ser de segundo año, de cómo


es una enana con un casillero demasiado alto, de lo asqueroso que huele el
vestidor de las mujeres, y de lo globalmente irritantes que son los chicos. Nuestros
padres escuchan con sonrisas pacientes antes de concentrarse en las cosas que
de verdad les interesan: mamá se asegura que esté siendo una buena amiga. A
papá mayoritariamente le importa que esté rompiéndose el trasero con su trabajo
académico. Me desconcentro mientras alardea sobre sus respuestas en química.
Tener mi teléfono a tan solo un par de metros de mi hace que el 90 por ciento de
mi cerebro se esté preguntando si Sebastian habrá respondido o de si podré verlo
antes de que se vaya.

Me siento inquieto.

Para ser justos, las comidas son un asunto peculiar de todas formas. Papá
viene de una familia enorme de mujeres a las que su satisfacción primaria en la
vida era cuidar se sus maridos y sus hijos. Aunque lo mismo era verdad en la
familia mormona de mamá, en la de papá estaba más centrada en la comida. Las
mujeres no solo preparan platillos, cocinan. Cuando Bubbe viene de visita, llena
nuestro congelador de pecho de vacuno y kugel que podría durar meses, y hace
observaciones bien intencionadas en como sus nietos sobreviven a base de
sándwiches. Con el tiempo, ha podido superar su decepción de que papá no se
haya casado con una mujer judía, pero todavía le cuesta acostumbrarse a las
horas de trabajo de mamá, y a nuestra confianza en la comida rápida y empacada.

Y a pesar de su visión del mundo antirreligioso, mamá fue criada en una cultura
donde las mujeres son tradicionalmente dueñas de casa también. Para ella, no
preparar nuestros almuerzos todos los días o unirse a la junta de padres es un
llanto feminista movilizador.

Incluso la tía Emily pelea contra la culpa de no preocuparse un poco más en


mantener su casa. Así que el compromiso de mamá fue el dejar que Bubbe le
enseñara a preparar un par de platillos, y ella trata de hacer una gran cantidad de
ellos cada domingo para que tengamos para el resto de la semana. Es una
conducta cuestionable, pero nosotros los niños, lo alentamos. Papá es otra
historia: él es mañoso con la comida. Incluso si se considera a él mismo tan liberal
como dice, todavía tiene un poco de tradicional en él. Una esposa que cocina es
un ejemplo.

Mamá observa como papá come, evaluando en lo rápido que traga lo rico que
debe estar. Es decir, mientras más rápido come, menos le gusta. Esta noche,
papá apenas parece masticar antes de tragar. La boca de mamá que siempre
suele estar sonriendo está bajando en las comisuras.

Miro al teléfono. Al haber dejado la pantalla hacia arriba, puedo ver su tengo
alguna llamada o un mensaje: la pantalla está encendida. Trago la sopa de Matzo
quemando mi boca, hasta que mi plato está vacío, y me pongo de pie antes de
que alguien pueda decirme algo.

—Tanner —me reprende mi papá calladamente.

—Tarea —Enjuago mi plato, y lo dejo en el lavavajillas.

Él me observa irme, dándome una mirada de que sabe que le dije la única
excusa que no puede refutar.

—Es tu noche de lavar los trastes —Hailey grita detrás de mí.

—Nope. Tú me debes porque hice los baños el fin de semana pasado.

Sus ojos comunican un gesto obsceno mental.

—Yo también te amo, gato del demonio.

Corriendo por las escaleras, me hundo en los mensajes.

Mi corazón hace un espasmo, apretado y salvaje. Me envió cinco.

Cinco.

Me voy el viernes en la tarde.

Tengo reuniones con mi editor y la editorial el jueves.

Todavía no conozco a mi editor. Admito que estoy nervioso.


Se me acaba de ocurrir que probablemente estás comiendo la cena con tu familia.

Lo siento, Tanner.

Con dedos frenéticos respondo.

No, lo siento, mis padres me hicieron guardar el móvil.

Estoy feliz por ti.

Escribo mi siguiente pensamiento y luego con el aire contenido y apretado en


mis pulmones, aprieto enviar.

Espero que tengas un gran viaje

pero voy a extrañar el no verte en clase.

Espero una respuesta.

Cinco.

Diez.

Él no es estúpido. Sabe que soy bi. Tiene que saber que me gusta.

Me distraigo viendo el perfil de Autumn en snapchat. Las pantuflas en sus pies.


Un lavado lleno de platos sucios. Un zoom de su rostro gruñón con las palabras
“Mood actual” escrito debajo. Finalmente, cierro mis redes sociales y abro mi
laptop.

Necesito saber en qué me estoy metiendo aquí. En california, aprendí que la


familia de mamá era mormona, pero la forma en que ella solía hablar de eso, en
los raros momentos que ella lo hizo, me hizo pensar que era una religión rara tipo
culto. Solo cuando nos mudamos aquí y viví entre ellos, me di cuenta que no sabía
nada además de los estereotipos. Me sorprendió saber que, a pesar de que las fes
cristianas no estén de acuerdo, los mormones se consideran cristianos. También,
gran porción de su tiempo libre es usado ayudando al resto, haciendo servicio
comunitario. Pero además de sus reglas de no tomar cafeína, no decir groserías, y
no tener sexo, todo parece como una nube de secretos de la iglesia para mí.

Como es usual, Google ayuda.


Para todas mis bromas de los fanáticos de Jesus, resulta que sus prendas no
son solo por modestia, son un recordatorio físico de las alianzas que hicieron con
dios. Además, la palabra “alianza” está en todas partes. De hecho, la iglesia
parece tener su propio lenguaje.

En la iglesia mormona, la jerarquía en exclusivamente masculina. Esta es una


de las cosas que más le molestan a mamá: las mujeres no importan. Seguro, son
las que hacen a los bebes, de acuerdo a la iglesia, una parte integral del plan de
Dios, y pueden servir misiones si así lo deciden, pero las mujeres no tienen mucho
poder en el sentido tradicional. Lo que significa que no pueden tener una posición
importante ni tomar decisiones que influencien las políticas de la iglesia.

Lo que más perturba mi mente últimamente, además del tema de


Sebastian/vestimenta, es la única cosa en el mundo que hace que la sangre de mi
mamá hierva: la terrible historia de los mormones cuando se trata de los gays.

La iglesia ha condenado la práctica de la terapia de conversión, pero eso no


significa que nunca existió, o que arruinó miles y miles de vidas. Por lo poco que
he reunido de mamá, aquí está la situación básica: Si alguien de la religión
mormona le cuenta a su familia el ser gay, rápidamente será enviado a algún lugar
para que lo “arreglen”. Este tipo de terapia incluía ser institucionalizado y terapia
de electroshock. De vez en cuando medicamentos, o condicionamiento de
aversión, lo cual sonaba okay hasta que averigüé que significaba que a la persona
le daban una droga que los hacía sentir nauseas mientras veían videos eróticos de
personas del mismo sexo. El internet me dice que las versiones más benignas
incluían condicionamiento de vergüenza, o restringiéndolos a estereotipos
masculinos y femeninos, terapia de pareja, hipnosis, y algo llamado
reacondicionamiento orgásmico, lo que… solo, no.

Cuando la tía Emily le dijo a su familia veintiocho años atrás, sus padres le
ofrecieron una elección: terapia de conversión o excomunión. Ahora la parada de
la iglesia mormona en cuanto a la homosexualidad es clara como el lodo.

De acuerdo a cualquier declaración de la iglesia puedes encontrar sobre el


tema, de que el único sexo que puede ocurrir es entre un marido y su esposa.
Aburrido. Pero sorprendentemente, la iglesia reconoce una diferencia en la
atracción del mismo sexo y a lo que llaman comportamiento homosexual. En
esencia: los sentimientos de un chico hacia otro chico = miraremos hacia otro lado.
Chicos besando chicos = malo.

La parte graciosa es que, después de estas líneas que insisten que los
mormones gays agachan la cabeza y viven vidas tristes e insatisfechas en el
nombre de dios, la mayoría de las declaraciones de la iglesia dicen que todas las
personas son hijos amados y que merecen ser tratados con amor y respeto. Dicen
que las familias no deben nunca, nunca excluir o ser irrespetuosos a aquellos que
deciden vivir sus vidas de formas distintas… pero siempre recordarles a aquellos
que escogen algo distinto, las consecuencias eternas de sus elecciones.

Y, por supuesto, todos los que viven aquí saben del escándalo que llegó a las
noticias un par de años atrás: un cambio en el libro que decía que los miembros
del mismo sexo que estuvieran casados serían considerados apostates (o
desertores, gracias google), y que los niños viviendo en esos hogares serían
excluidos de las actividades de la iglesia hasta que sean lo suficientemente
grandes como para renunciar a las prácticas de la homosexualidad y unirse.

En resumen: amor y respeto, solo si estás dispuesto a vivir bajo sus reglas… y
si no, exclusión es la única respuesta

¿Ven a lo que me refiero? Claro como el lodo.

Desde algún lugar en mi cama, mi teléfono vibra. Dado que estoy solo, no hay
nadie que me vea, me hundo en las sábanas para recuperarlo.

Esteré cerca de BYU mañana todo el día.

Y luego, mientras la pantalla está encendida con su primer mensaje, llega otro:

Y yo extrañaré verte, también.

Algo está pasando entre nosotros. Algo ha estado pasando entre nosotros
desde que nuestros ojos se encontraron por primera vez en clase.

Quiero verlo antes de que salga de la ciudad. No me importa lo que diga mamá.
No me importa cuál sea la doctrina.

Después de todo, no es mi iglesia.

Secundaria Provo cierra el campus a la hora de almuerzo, es una cosa oficial que
todos siguen. El campus está rodeado de una serie de restaurantes de comida
rápida como Del Taco, y panda express y Pita Pit. Cuatro de cinco días nos
escapamos y conseguimos algo fácil.
Admito que sé que Sebastian está en un pregrado de literatura inglesa (no
necesité mucha búsqueda para darme cuenta), pero también sé, porque él me dijo
en la biblioteca, que le gusta estar en el centro Harris Fine Arts porque es callado.

Hoy al almuerzo, compro una orden de Panda Express suficiente para dos.

Antes de mudarme a Utah, escuché mucho sobre la iglesia de parte de gente


que, nunca habían sido parte de ella. ¡Casan a sus hijas cuando tienen doce! ¡Son
polígamos!

No lo hacen y no lo son (la poligamia ha sido prohibida desde 1890), pero


debido a mi mamá, sabía que los mormones solo eran gente, y esperaba que los
adolescentes mormones se vieran como cualquier otro en las calles de Palo Alto.
Lo que es loco es que no lo hacen. En serio. Se ven como la parte superior de una
campana cuando se trata de andar extremadamente pulidos; son limpios, sus
ropas especialmente modestas, y excesivamente aseados.

Miro hacia mi camiseta de Social Distotion debajo de una chaqueta térmica casi
intacta de denim. No podría sentirme más fuera de lugar en el campus de la
universidad de Brigham Young incluso si me pusiera un disfraz de una gallina
purpura y caminara como si estuviera en la luna a través del cuadriciclo. Es
temprano en el semestre, y hay una especie de programa para jóvenes
sucediendo afuera del centro principal de estudiantes. Hay muchas faldas largas y
camisetas modestas, cabellos lacios y cortos, y sonrisas genuinas.

Algunos chicos juegan Frisbee; uno de ellos lo deja caer y grita un:

—¡Por el amor de Dios!

Un trio de chicas están jugando a golpearse las manos mientras cantan una
canción.

BYU es exactamente lo que me imaginé, y también probablemente es como los


fundadores imaginaron que sería, incluso cien años después. Está solo al otro
lado de la calle de Secundaria Provo, pero se siente como un mundo diferente.

Dentro del centro de Harris Fine Arts está sorprendentemente oscuro y


silencioso. Arquitectura moderna hace que el espacio se sienta más que
“ingeniera austera” como un “edificio de arte”, y los niveles superiores son de
forma rectangular, mirando hacia el primer piso. Cada sonido (mis pies contra el
mármol, el murmullo de las voces desde los pisos de arriba) hace eco en todo el
atrio.
Sebastian no está en ninguna de las sillas ni pequeños escritorios del segundo
piso, y viéndolo de esta forma, mi bolsa de comida parece demasiado confiada.
Me pregunto si hay cámaras siguiendo mis movimientos, de si la policía de BYU
vendrá, decidiendo que no pertenezco aquí, y me desearan una segura vuelta a
casa, asegurándose de rezar por mí una vez que abandone el borde del campus.

Después de unos minutos en el tercer piso, estoy a punto de irme y comerme


los dos almuerzos de comida asiática cuestionable, por puro estrés, cuando veo
un par de Adidas rojas debajo de un escritorio.

Caminando hacia allí, declaro:

—Tengo de sobra el almuerzo más insano para compartir.

Sebastian se sobresalta, y en el tiempo que le toma voltearse, me ruego volver


atrás el tiempo y nunca haber hecho esto. Al comienzo del año escolar, una chica
de primer año me dio un sobre y corrió hacia la otra dirección. Perplejo, lo abrí.
Glitter roció mis zapatos, y la letra en el interior está llena de pegatinas y una letra
hecha a mano con muchos lazos y de color rosa diciendo como ella sentía que era
mi alma gemela. Ni siquiera supe su nombre hasta que leí el borde inferior de la
nota: Paige, con una pegatina brillante con forma de corazón sobre la i. No creo
haberme dado cuenta hasta ese momento lo joven que es tener catorce.

Pero estando de pie ahí, esperando a que Sebastian hablara…. Yo soy Paige.
Soy un infante emocional. De repente se siente aterrador, o absolutamente
inmaduro, estar aquí, trayéndole comida. ¿Qué demonios estoy haciendo?

Lentamente, él se quita los audífonos.

Quiero caerme del alivio: sus mejillas rojas me dicen todo lo que necesito saber.

—¿Tanner? —sonríe, tan abiertamente—. Hola.

—Hola, sí, yo…

Mirando hacia el reloj de su computadora, él hace una obvia observación:

—Saliste del campus.

—¿No lo hace todo el mundo?

—En realidad, no —pestañeando de vuelta, él me mira con un poco de


confusión.
—Yo… compre comida —miro hacia la comida en mi mano—. Pero ahora
siento como si estuviera rompiendo la ley.

Mirando más de cerca a lo que ofrezco, él dice:

—¿Panda express?

—Sí. Asquerosísimo, lo sé.

—Totalmente. Pero, quiero decir, como ya estás aquí…

Él me sonríe. Es la única invitación que necesito.

Abro la bolsa, y le entrego uno de los contenedores de fideos y otro de pollo


naranja.

—También tengo camarón.

—El pollo está bien —Abriéndolo, gimotea, haciendo que todo mi cuerpo se
ponga rígido—. Estoy muerto de hambre. Gracias.

¿Conoces esos momentos que parecen ser tan irreales que sientes una
legitima sensación de de verdad estoy aquí? No en la que tan solo estás usando
una hipérbole sino, por el respiro de un segundo, ¿tienes una experiencia fuera de
tu cuerpo? Tengo eso ahora mismo. Estando aquí con él, es mareante.

—Mi papá llama a esto Pollo súper engordador —me dice él mientras saca una
de las sillas para que pueda sentarme.

Pestañeo, tratando de mantener mi respiración y mi pulso bajo control.

—No le diré si tú no lo haces.

Sebastian ríe.

—Él lo come al menos dos veces a la semana, así que no te preocupes.

Veo como ataca, usando un tenedor y no palillos, consiguiendo poner una pila
de fideos en su boca sin manchar su barbilla. Hay algo de teflón sobre él: siempre
se ve limpio, higienizado. Mirándome a mí, me pregunto qué clase de impresión
doy. No soy descuidado, pero no tengo la misma apariencia inmaculada.

Él traga, y un millón de imágenes pornográficas cruzan mi cabeza en diez


segundos antes de que hable.
—¿Qué te hizo venir al campus? —pregunta, y luego hace una maniobra
perfecta metiendo otro bocado de pollo hacia su boca.

¿Está fingiendo? ¿O de verdad piensa que vendría a BYU por otra razón que
no sea verlo?

—Estaba en el vecindario —Tomo una mordida, tragando con una sonrisa—.


Vine al campus a bailar y cantar algunas canciones.

Sus ojos centellean. No parece importarle que no sea mormón, ni tampoco que
me esté burlando un poco.

—Genial.

Miro hacia el corredor, hacia la ventana que da lugar al cuadriculo.

—¿Siempre hay gente tan solo… celebrando?

—No, pero suele ser un lugar feliz.

Me inclino, sonriendo.

—Alguien de verdad dijo “¡Por el amor de dios!” por frustración.

—¿Qué más dirían?

Me está jodiendo de nuevo. Nuestros ojos danzan, y se mantienen. Sus ojos


son verdes y amarillos, y filosas motas cafés. Siento que he saltado de un
barranco y no tengo idea de lo profunda que es el agua.

Finalmente, Sebastian pestañea bajando la mirada a su almuerzo.

—Siento haberme ido tan abruptamente el otro día.

—No importa.

Creo que eso es todo lo que conseguiré sobre el tema, pero por alguna razón,
la forma en que no puede mirarme, la forma en que el color florece en sus mejillas
me dice tanto.

Algo está pasando entre nosotros, santa mierda.

Desde uno de los pisos debajo de nosotros la voz ronca de un hombre resuena.

—Hola, Hermano Christensen.


De vuelta este Hermano Christensen murmura una respuesta educada que no
alcanza a llegar a nosotros y se aleja del atrio, su voz se aleja haciendo eco.

—Espera —miro a Sebastian, la comprensión chocándome—. ¿Ya eres un


Anciano de iglesia?

Él traga antes de contestar.

—No.

Esto es increíble.

—Sebastian Brother. Eso significa que eres un Hermano Brother4.

Él sonríe, maravillado.

—He esperado toda mi vida para que alguien haga esa broma. La gente en la
iglesia es demasiado amable para hacerla.

Dudo, incapaz de leer las chispas en sus ojos.

—¿Estás bromeando?

—Sí. —Si es posible, su sonrisa se agranda y abre un espacio en mi pecho


cuando él se rompe, riendo felizmente. —Pero creo que es mucho mejor que Lizzy
sea Hermana Brother.

—¿Ella piensa que es gracioso?

—Todos lo hacemos. —Pausando, él me mira por unos segundos más, como si


estuviera descifrándome y no yo a él, después de incorporarse y tomar otro
bocado.

Creo que he echado esto a perder. Tengo una impresión tan rara de que los
mormones son sosos, serios y secretamente malvados. Me parece imposible que
puedan reírse de sí mismos de esta forma.

—Estoy siendo un idiota. —La palabra solo se escapa de mis labios, y me


estremezco al darme cuenta que acabo de decir una grosería en una catedral.

Sebastian niega con la cabeza, tragando.

—¿Qué? No.

4
Por si es que hay alguien con cero inglés, Brother es Hermano también.
—No estoy…

—Familiarizado con la iglesia —Él termina por mí—. La mayoría de la gente no


lo está.

—Vivo en Provo —le recuerdo—, la mayoría de la gente lo está.

Él me mira firmemente.

—Tanner, sé que el mundo no está representado en Provo. Todos sabemos


eso. Además, y digo esto de la forma más amable posible, es probable que los
chicos que no pertenecen a la iglesia no compartan la mejor parte de la iglesia
cuando hablan, ¿no es verdad?

—Probablemente —pestañeo, jugando con mi casi intocado almuerzo. Él me


pone tan nervioso, en esta forma emocionante y vertiginosa. Cuando miro su cara,
casi duele mi pecho. Su atención está en su próximo bocado de comida, así que
me doy un par de segundos para mirarlo sin vergüenza.

Una voz débil trata de alcanzarme desde la parte trasera de mi ruidoso cerebro:
Es mormón. ¡Esto está condenado! Retrocede. ¡Retrocede!

Miro su mandíbula, y su garganta, y puedo ver la piel debajo, una pisca de su


clavícula.

La boca se me hace agua.

—Gracias de nuevo por eso —dice él, vuelvo mis ojos arriba otra vez, viendo el
destello en los de él al descubrirme comiéndomelo con los ojos.

—¿De verdad nunca te has escapado del campus? —pregunto de la forma más
rara en el mundo.

Él se da otro bocado, negando con la cabeza.

—Una parte de mi espera que te portes un poquito mal.

Dios.

¿Qué acabo de decir?

Sebastian ríe, tosiendo y bajando la comida con un sorbo de agua de la botella


sobre la mesa cerca de él.

—Una vez me escapé.


Asiento hacia él solo para que continué, metiendo comida en mi boca
esperando que calme mi inquieto estómago y lunática mente.

—El año pasado tenía una cita al ortodontista, y cuando volví, la clase ya casi
había terminado. Tuvimos una asamblea después de eso, luego el almuerzo y…
—el niega con la cabeza sonrojándose, ese maldito sonrojo—. Me di cuenta que
nadie me había estado buscando. Tenía tres horas para hacer lo que quisiera.

Trago un pedazo de camarón, y baja de forma brusca. Quiero que me diga que
se fue a casa y buscó en google fotos de chicos besándose.

—Fui a ver una película solo y me comí una caja completa de Red Vines. —Él
se acerca, sus ojos brillando burlonamente. —Y tomé una coca-cola.

Mi cerebro está enredado. No procesando. ¿Qué emoción soltar al torrente


sanguíneo? ¿afecto o desconcierto? Por el amor de dios, este es Sebastian en su
modo más atrevido.

Él sacude su cabeza hacia mí, y en ese instante me doy cuenta que el ingenuo
aquí soy yo.

Cuando vuelve a sentarse bien, suelta una carcajada, estoy arruinado.


Totalmente arruinado.

No puedo leerlo. No puedo atraparlo.

No tengo idea de lo que está pensando o si está jugando conmigo o si de


verdad es así de bueno, pero nunca antes he querido tan fervientemente
inclinarme y poner mi boca en el cuello de alguien más, rogándole que me desee.
SIETE
Conduzco a casa todavía aturdido, sin ser muy consciente de lo que pasó después
del almuerzo. Tengo memorias borrosas. Ayudé a Autumn con su tarea de cálculo
hasta tarde, pero no estoy seguro de haber sido de ayuda, o de que sus
respuestas finales fueran correctas.

Pensaba en mi conversación con Sebastian una y otra vez, y cada vez me


preguntaba si estaba tan feliz de verme como me lo pareció a mí. Estábamos
coqueteando… ¿creo?. La idea del siempre prolijo y limpio Sebastian dejando la
escuela por supongo la simple emoción de hacer algo que no debería hacer hacia
que mi cerebro dejara de funcionar bien.

Además, trato de alejar la idea de que Sebastian se irá por dos semanas.
Siempre me gustó la escuela, pero verlo en el Seminario era básicamente la única
cosa que hacia este semestre tolerable.

Se me ocurre algo, y busco mi teléfono.

¿Puedes escribirme cuando no estés?

Me arrepentí de enviarlo enseguida, pero se me ocurre que, a este punto, ¿qué


puedo perder? Por suerte, no le puedo dar vueltas al asunto por mucho tiempo, y
mi pantalla se ilumina otra vez.

Estaré trabajando con mi editor y no sé cómo será mi agenda, pero sí, lo intentaré.

Salgo de mi auto y cierro la puerta, y le sigo sonriendo a mi teléfono móvil


cuando entro a la cocina. Mamá esta junto al lavabo, ya se ha puesto sus pijamas
de arcoíris, y lava los platos.

—Hola, cariño.

—¿Qué tal? —digo, bajando mi teléfono y sacándome la chaqueta. Estoy


distraído y se me cae dos veces cuando intento colgarla. —Has vuelto temprano.

—Digamos que necesitaba una copa de vino —dice ella, mientras cierra la
puerta del lavaplatos. Señala el refrigerador. —Te dejé un plato ahí.

Le agradecí con un beso en la mejilla antes de cruzar la cocina. No es que esté


particularmente hambriento (pensar en mi almuerzo con Sebastian es suficiente
para hacer que mi estómago se sienta como en una montaña rusa) pero si no
como algo, entonces me internaré en mi habitación, donde volveré a leer sus
mensajes obsesivamente y probablemente me meteré en un territorio no muy
saludable. Cosa que, seamos sinceros, seguramente suceda de todos modos.

El plato tiene una notita adhesiva en el envoltorio que dice “Eres mi mayor
orgullo”. La saco y sonrío, a pesar de que me doy cuenta de que estoy muy
frenético, con los ojos muy abiertos.

Mamá me mira desde el otro lado de la isla de la cocina.

—Estás algo… raro. ¿Está todo bien?

—Sí, totalmente. —El peso de su atención me sigue mientras caliento mi


comida y me sirvo algo que tomar. —¿Qué sucedió en el trabajo?

Ella rodea el mostrador, y se reposa en el como si me fuese a responder. Mi


teléfono vibra en mi bolsillo. Tengo un mensaje de Autumn, como es habitual a
esta hora de la noche.

Pero también hay mensajes de Sebastian.

Por cierto, gracias por el almuerzo.

No estaba teniendo un buen día y tú lo mejoraste.

Buenas noches, Tanner.

La montaña rusa en mi estómago llega hasta la cima más alta y cae al borde.

—¿Tanner? —Mi madre se recoge el cabello en una cola de caballo,


asegurándola con un elástico que llevaba alrededor de su muñeca.

Alejo los ojos de la pantalla.

—¿Sí?

Ella asiente lentamente y se sirve un vaso de agua antes de hacerme señas


para que la siga.

—Hablemos.

Demonios. Le pregunté por su día y no oí la respuesta. Dejo mi teléfono en el


mostrador y la sigo a la sala de estar.

En la reposera del rincón, mi madre se sienta sobre sus pies, y me observa


cuando me siento.
—Sabes que te amo.

Me sobresalto por dentro.

—Lo sé, mamá.

—Y estoy tan orgullosa del hombre en que te estas convirtiendo que podría
explotar.

Yo asiento. Tengo suerte. Sé que la tengo. Pero hay veces en las que las
declaraciones de adoración se empiezan a sentir… excesivas.

Ella se inclina hacia mí, usa su voz gentil.

—Es solo que estoy preocupada por ti.

—Lamento no haber oído lo que tenías para decir sobre el trabajo.

—No hablo de eso. —Ya lo sabía.

—Mamá, Sebastian es un mormón, no un sociópata.

Mamá arquea una ceja sardónicamente, como si fuese a hacer una broma, pero
no hace una. Y en un apurón de alivio, me alegra que no lo haya hecho. La
necesidad de defenderlo me quema el pecho.

—Pero, ¿todo entre ustedes sigue siendo platónico, o…?

Me siento inquieto. Siempre hablamos de todo en nuestra familia, pero no


puedo dejar de pensar en sus rostros la otra noche y en el entendimiento de que
tienen una idea muy específica del tipo de chico con el que terminaré algún día:
alguien como nosotros.

—¿Qué pasa si mis sentimientos hacia él no son solo platónicos?

Ella se ve dolida y asiente lentamente.

—No creo estar totalmente sorprendida.

—Fui y lo visité durante el almuerzo.

Puedo ver como se traga su reacción como un trago grueso de jarabe para la
tos.

—Te parece bien, ¿verdad? —pregunto.

—¿Qué te vayas del campus? —Se tira hacia atrás, estudiándome. — La


verdad que no, pero sé que todo el mundo lo está haciendo, así que estoy
dispuesta a elegir mis batallas. ¿Tu sexualidad? Absolutamente. Eso no debe
preocuparte conmigo y con tu padre, ¿está bien?

A ver, sé que la realidad no es así para la mayoría de los niños homosexuales.


Sé que soy increíblemente suertudo.

Las palabras me salen llenas de emoción.

—Está bien.

—¿Pero me parecerá bien que andes siguiendo a alguien de la iglesia de los


mormones, sea chico o chica? —ella niega con la cabeza—. No, Tanner. No me
parece bien. Estoy siendo honesta. Y talvez sea mi punto ciego, pero de verdad
me perturba.

Mi gratitud se extingue inmediatamente.

—¿Y cómo es esto diferente a sus padres diciendo a sus hijos que no pueden
salir con chicos?

—Es completamente diferente. Entre otras miles de razones, ir a la iglesia es


una elección. Ser bisexual es quien eres de verdad. Te estoy protegiendo de los
mensajes tóxicos de la iglesia.

Eso me hizo reír de verdad.

—Y sus padres lo hacen para protegerlo del infierno.

—No funciona así, Tann. La iglesia no amenaza con fuego y azufre.

—¿Y tú qué sabes que dice la iglesia de los mormones? —pregunto, alzando la
voz—. No es como que nos des algo de perspectiva sobre lo que creen y cómo
funcionan. Lo único que tú me has dicho de ellos que odian a los homosexuales,
odian a las mujeres, odian, odian, odian.

—Tanner…

—No me parece que la Iglesia mormona odie demasiado a nadie. Eres tú la que
odia.

Sus ojos se abren, y se da la vuelta, tomando un suspiro profundo.

Demonios. Me excedí.

Si mamá fuese una mujer violenta, probablemente se habría puesto de pie y me


habría dado una bofetada en ese mismo momento. Puedo leerlo en la posición
rígida de sus hombros, sus respiraciones deliberadamente calmadas.
Pero mamá no es una mujer violenta. Es gentil, y paciente, y no me seguirá la
corriente.

—Tanner, cariño. Esto es mucho más complicado para mí de lo que podrías


imaginar, y si quieres hablar de mi historia con la iglesia, podemos hacerlo. Ahora
lo que me preocupa eres tú. Siempre te lideró el corazón y tu mente iba en
segundo lugar, pero quiero que pienses en esto. —Se sienta sobre su pie otra vez
y dice—: Sebastian y tú vienen de dos lugares diferentes, y aunque no sea lo
mismo que nos pasó a tu padre y a mí y a tu tía Emily, no es completamente
diferente tampoco. Su familia no sabe que él es gay, me imagino.

—Ni yo sé si es gay.

—Bueno, asumamos que lo es y que tus sentimientos son recíprocos. ¿Sabes


que la iglesia piensa que está bien que sientas atracción por el mismo sexo, pero
que no se te permite ponerla en práctica?

—Sí, lo sé.

—¿Podrías estar con él sin tocarlo? —Es retórica, no necesita que lo responda.
— Si no puedes, ¿cómo te sentirías siendo todo un secreto? ¿Te parecería bien ir
a espaldas de sus padres? ¿Y si es tan cercano a su familia como nosotros?
¿Cómo te haría sentir que sus padres lo alejen por estar en una relación contigo?
—Esta vez ella espera a que responda, pero honestamente no sé qué decir. Se
siente como poner la carroza delante del caballo. Demonios, delante del establo
entero. —¿Cómo te haría sentir que pierda su comunidad, o si ambos se
enamoran genuinamente, pero él termina eligiendo a su iglesia sobre ti?

Esquivo la pregunta con un chiste.

—Solo nos enviamos mensajes de textos. No estoy listo para proponerle


matrimonio.

Ella entiende lo que estoy haciendo y me da una sonrisa paciente y triste.

—Lo sé. Pero también sé que nunca te he visto tan metido con alguien, y con la
emoción de las primeras veces, es difícil pensar en lo que viene después. Cuidarte
es mi trabajo.

Lógicamente sé que ella tiene un punto, pero la parte más testaruda de mi


cerebro insiste en que las situaciones no son las mismas. Yo puedo con esto.
A pesar de que mi madre tenga buenas intenciones, mis pensamientos sobre
Sebastian son como un tren: El ingeniero se fue y los engranajes están en llamas.
Mi atracción está fuera de control.

Pero cuando subo a mi habitación, pensando en lo que ella dijo, me calmo lo


suficiente como para darme cuenta de que ella compartió más con nosotros de por
lo que yo le di crédito. Se lo devastada que estaba la tía Emily cuando juntó el
coraje para confesar a sus padres su homosexualidad, y ellos le dijeron que ya no
era bienvenida en casa. Sé que vivió en la calle por unos meses antes de mudarse
a un refugio, e incluso allí no era muy bienvenida; trató de cometer suicidio.

Esa fue la gota que colmó el vaso para mi madre. Dejó el estudio en la
Universidad de Utah y se llevó a Emily a San Francisco. Allí, se metió en UCSF y
trabajó en el turno nocturno de un 7-Eleven para apoyarlas a ambas. Mamá
consiguió una maestría en Stanford. Emily eventualmente consiguió su propia
maestría en UC Berkeley.

Sus padres, mis abuelos, que ahora viven en Spokane, sacaron a sus dos hijas
de sus vidas y sus testamentos, y nunca han tratado de encontrarlas.

Mamá intenta fingir que ya no le duele, pero ¿cómo puede ser eso cierto?
Aunque a veces me vuelvan loco, estaría perdido sin mi familia. ¿De verdad
correrían a Sebastian de su hogar? ¿Lo repudiarían?

Por Dios, esto se está volviendo más intenso de lo que esperaba. Pensé que
sería un pequeño enamoramiento, una curiosidad. Pero estoy investido ahora. Y
sé que mamá no está equivocada en que perseguir a Sebastian es una idea
terrible. Tal vez sea bueno que se vaya de clase cuando esté en Nueva York.

Me dirijo a visitar a Emily y Shivani durante el fin de semana y, curiosamente, ni


siquiera siento el deseo de enviar a Sebastian un mensaje de texto. Estoy segura
de que mamá le contó a Emily todo lo que está sucediendo, porque intenta
hablarme sobre mi "vida amorosa" un par de veces, pero eludo el tema. Si mamá
es intensa al respecto, Emily está casi vibrando.

Me llevan a ver una película extranjera de art-house sobre una mujer que cría
cabras, y me quedo dormido en el medio. Se niegan a dejarme tomar vino con la
cena, y les pregunto para qué demonios tengo dos tías herejes, pero Emily y yo
jugamos al pinball en el garaje durante aproximadamente cuatro horas el domingo,
y como unos siete platos garbanzos al curry de Shivani antes de conducir a casa,
sintiéndome muy bien con mi familia.

Es sorprendente cómo un poco de distancia y perspectiva parece ayudar a


aclarar mi mente.
Pero entonces, Sebastian llega a clase la semana siguiente con un henley gris
oscuro con el botón abierto en la garganta y las mangas levantadas hasta la mitad
de sus antebrazos. Me enfrento a un panorama de músculos y venas, piel suave y
manos elegantes, y ¿cómo se supone que debo manejar eso?

Además, parece más que feliz de venir y revisar mis primeras páginas. Incluso
se ríe de la referencia al póster de Autumn y me pregunta con curiosidad si el libro
es autobiográfico.

Como si no lo supiera.

La pregunta flota en sus ojos: ¿Estoy yo ahí?

Eso depende de ti, pienso.

Obviamente mi "distancia" y "perspectiva" no duraron mucho.

Tuve algo fugaz por Manny cuando nos conocimos, incluso tuve unos
momentos de estar a solas imaginando cómo sería estar con él, pero no duró, y la
siguiente persona que vino se llevó mi atención. Besar chicos se siente bien.
Besar chicas se siente bien. Pero algo me dice que besar a Sebastian sería como
una bengala que cae en medio de un campo de hierba seca.

Últimamente no he visto mucho de Autumn, fuera de la escuela y algunas fotos


de sus comidas. Cuando se detiene a la hora de la cena una noche, mi madre ni
siquiera trata de ocultar lo emocionada que está de verla y la invita a quedarse.
Después, desaparecemos en mi habitación y es como en los viejos tiempos.

Me acuesto en mi cama, tratando de organizar las notas adhesivas del día en


algo coherente para mi próximo capítulo, mientras Autumn revisa mi ropa y me
pone al día con los chismes de la escuela.

¿Sabías que Mackenzie Goble le hizo a Devon Nicholson sexo oral en el balcón
del gimnasio durante el juego de baloncesto de maestros la semana pasada?

¿Escuchaste que algunos muchachos atravesaron los tubos de ventilación del


techo en uno de los baños y se dirigieron al área sobre el vestuario de chicas?

¿Escuchaste que Manny le pidió a Sadie Wayment que fuera al baile de


graduación?

Esto me llama la atención, y parpadeo para verla parada vestida con una de mis
camisetas. Mis padres tienen una política estricta de dejar la puerta abierta si
tengo visitas, chico o chica, pero no parece aplicarse a Autumn. Lo cual es
honestamente hilarante, porque en el tiempo que he estado mirando mis notas,
ella se ha estado desnudando y probando mi ropa.

—Olvidé que la gente ya está hablando del baile de graduación.


Ella me lanza una mirada que me dice que estoy siendo lento.

—Faltan menos de cuatro meses. Lo mencioné en el auto la semana pasada.

Me siento.

—¿Lo hiciste?

—Sí, lo hice. —Se mira en el espejo, tirando de la camisa. —Es como si ya no


oyes nada de lo que digo.

—No, lo siento. Yo solo he… —empujo mi pila de Post-it y la enfrento


completamente ahora—. Estoy absorbido por mi proyecto y distraído. Dime lo que
dijiste.

—Oh —dice ella, la molestia se extingue por el momento—. Te pregunté si


querías que vayamos juntos para que no tengamos que hacerlo tan importante.

Wow. Soy un idiota. Básicamente me pidió que fuera al baile de graduación y


no dije nada. No lo pensé. Es cierto que Autumn y yo hemos ido a los bailes
cuando ninguno de nosotros tenía citas, pero eso fue antes.

¿Antes de Sebastian?

Soy un idiota.

Ella me estudia en el espejo.

—Quiero decir, ¿a menos que haya alguien más que quieras llevar?

Miro hacia otro lado para que no pueda ver mis ojos.

—No. Supongo que lo olvidé.

—¿Te olvidaste del baile de graduación? Tanner. Es nuestro último año.

Gruño, encogiéndome de hombros. Abandonando mi armario, ella se sienta en


el borde de la cama a mi lado. Sus piernas están desnudas y mi camisa la cubre
hasta la mitad del muslo. Es en momentos como estos que me doy cuenta de lo
fácil que podría ser mi vida si sintiera por ella lo que siento por Sebastian.

—¿Estás seguro de que no quieres preguntarle a alguien? ¿Sasha? ¿Qué hay


de Jemma?

Arrugo mi nariz.

—Ambas son mormonas.

Oh, la ironía.
—Sí, pero son mormonas buena onda.

La jale más cerca.

—Veamos cómo va, antes de decidir. No he perdido la esperanza de que Eric


se recupere y te convierta en una mujer honesta. Como dijiste, es nuestro último
año. ¿Quieres que sea tan importante?

—No quiero…—ella comienza a medias, pero la jalo hacia mí y luego la hago


una bola, haciéndole cosquillas. Autumn chilla y se ríe y me pone sobrenombres, y
es solo cuando Hailey está golpeando mi pared y papá nos grita que lo
mantengamos quietos que finalmente me muevo, satisfecho de que se haya
olvidado el tema del baile de graduación.

La vida aquí se vuelve más fácil cuando cambian las estaciones y los días se
alargan. Aparte de la caminata ocasional o el día de esquí, ninguno de nosotros ha
pasado mucho tiempo al aire libre en meses. Me ha dejado loco, con demasiado
tiempo para pensar. A mediados de febrero estoy tan harto de mi habitación, mi
casa y el interior de la escuela que cuando llega el primer día realmente cálido,
estoy dispuesto a hacer casi cualquier cosa siempre que lo haga afuera.

La nieve se va un poco más de las aceras cada día, hasta que solo quedan
unos charcos en el césped.

Mi papá dejó el camión, el remolque y una lista de tareas con mi nombre


grabado en la nevera el sábado por la mañana. Remolco nuestro bote del costado
de la casa hasta el camino de entrada y quito la lona. Cucarachas de agua corren
lejos; Esta mojado y oscuro por dentro, y examino cuánto trabajo tengo por
delante. Todavía estamos a meses de poder usarlo, pero necesita un poco de
amor y cuidado.

Hay charcos de nieve derritiéndose por todas partes en el camino de entrada


del bote. Con el aceite de la calle y la maraña de hojas y ramas, parece
asqueroso, pero sé qué me dará luego: el sol y el aire libre y el olor a barbacoa
todo el fin de semana. Tapizaremos los asientos y reemplazaremos la alfombra
marina este abril, así que empiezo a sacar las cosas viejas junto con el adhesivo.
No clasificaría nada de esto como algo agradable, pero como no tengo un trabajo
real y el gas no se compra solo, hago lo que mi padre me dice.

Saco todo lo que necesito y coloco otra lona grande sobre la hierba para que
sea más fácil transportarlo. Acabo de sacar el asiento del conductor cuando
escucho los frenos chirriar levemente, oigo que las llantas se detienen en el
camino de entrada detrás de mí.
Me giro para ver a Sebastian parado al lado de una bicicleta, mirando al sol.

No lo he visto fuera de clase en dos semanas, y me causa un dolor extraño.


Enderezándome, camino hacia el borde de la cubierta.

—Hola.

—Hola —me responde, sonriendo—. ¿Qué estás haciendo allá arriba?

—Ganarme mi lugar, aparentemente. Creo que tu llamarías a esto "servicio" —


le digo, usando mis manos para formar comillas alrededor de las palabras.

Él se ríe y mi estómago se aprieta.

—El servicio es más bien…—hace comillas con los dedos—, “ayudar a los
demás " y no tanto —más comillas con los dedos— “arreglar el elegante barco de
mi padre ", pero está bien.

Mierda, me está tomando el pelo. Le hago un gesto al desorden a mis pies.

—¿Ves esta monstruosidad? Esto no es lujoso.

Él mira por el costado.

—Sigue diciéndote eso.

Arrodillándome, acerco mi cara a unos centímetros de la suya.

—¿Qué haces aquí de todos modos?

—Estaba dando clases particulares en el vecindario. Pensé en pasar por aquí.

—¿Entonces vas a la escuela, escribes, tienes empelo y eres tutor? Soy un


perezoso.

—No te olvides de todo el servicio de la iglesia. —Dando un paso atrás, mira


hacia otro lado, con las mejillas ardiendo. —Pero no estaba en el barrio en
realidad.

Me está tomando un momento llegar a mi cerebro del punto A al punto B, y


cuando finalmente conecto los puntos (que él vino específicamente para verme)
casi salto por el costado y lo derribo.

Por supuesto, no lo hago. Me doy cuenta por la forma en que se agarra del
mango de la bicicleta que admitirlo lo incomoda, y una punzada de esperanza
florece en mi interior. Así es como nos mostramos: muestras pequeñas de
incomodidad, las reacciones que no podemos ocultar. A veces, es el motivo de
que me diera tanto miedo vivir aquí y que mi sexualidad solo sea algo sabido
detrás de las puertas cerradas de mi hogar. Afuera, me podía delatar una mueca
al oír la palabra “marica”, el mirar a alguien demasiado tiempo, el dejar a un amigo
abrazarme y hacerlo mal.

O, el ponerme nervioso simplemente porque él quiso pasar a saludar.

Probablemente solo estoy proyectando, dejando probablemente que mi propia


esperanza me ciegue, pero aun así, quiero bajar, sacar suavemente sus manos de
la bicicleta y sostenerlas.

En cambio, hago un chiste.

—Noté que no estabas en desacuerdo con la parte de que yo era perezoso. Ya


veo cómo eres realmente.

La línea de sus hombros se alivia y suelta el mango.

—Quiero decir, no iba a decir nada, pero. . .

—Podrías dejar de molestarme y venir aquí y ayudar.

Sebastian empuja su bicicleta hacia la hierba y se quita la chaqueta,


sorprendiéndome al subir fácilmente al remolque y a la popa.

—Mira, ahora estás entendiendo de qué se trata el servicio.

Sé que hay una broma sobre "servir" en algún lugar, pero me las arreglo para
guardármela.

Sebastian mira a su alrededor, con las manos en las caderas,

—¿Qué hay que hacer?

—Necesito sacar los asientos y rasgar la alfombra vieja. Ah, y raspar el


adhesivo. Apuesto a que ahora te arrepientes de ser tan buena persona. —Le
entrego mis guantes y me doy tres segundos para mirarlo. No hay arrugas ni
puntadas fuera de lugar. Él también ha estado afuera al sol últimamente. Su piel
es de un marrón cálido.

—No los necesito —dice, alejándolos.

—Creo que hay otro par en el garaje.

Sebastian acepta, y yo me bajo, tomándome un segundo para respirar mientras


camino lentamente hacia el garaje y regreso al bote nuevamente. Si siguiera el
consejo de mamá, esta sería la oportunidad perfecta para establecer un límite
sobre las cosas, para aclarar que, aunque él sabe algo sobre mí que nadie más
sabe, nada podría pasar entre nosotros dos.

Pronto, me digo a mí mismo. Le diré pronto. Probablemente.


Logramos sacar el otro asiento delantero, junto con el banco, y aunque no
puede superar los quince grados, un récord para esta época del año, los dos
estamos sudando para cuando nos ocupamos de la alfombra.

—Así que no lo tomes a mal —dice—, pero ¿por qué tu padre te pide que
hagas esto en lugar de, no se…—mira hacia mi casa, con una inclinación de
cabeza culpable—… ¿pagarle a alguien?

Sigo su mirada a mi casa. Nuestro vecindario es posiblemente el mejor en esta


parte de Provo. Las casas tienen entradas curvas y céspedes largos y ondulados.
Todo el mundo tiene un sótano terminado, y muchos de nosotros tenemos cuartos
para los suegros sobre nuestros garajes. Es cierto que mis padres ganan mucho
dinero, pero son cualquier cosa menos derrochadores.

—Mamá ahorra cada centavo que pueda. Su razonamiento: ya dejó que papá
comprara un bote. No va a dejar que contrate a alguien para mantenerlo.

—Se parece mucho a mi madre. —Sebastian aprieta su agarre en una sección


de alfombra particularmente dura y tira. Una rasgadura satisfactoria se mueve por
el lugar. —La parte de ahorrar cada centavo, quiero decir —aclara—. Su lema es
“Úsalo, vístelo, hazlo funcionar o si no, no lo necesitas”.

—Por favor nunca le digas eso a mi mamá. Lo pondrá en una camiseta.

O una pegatina para el parachoques.

Con la alfombra finalmente despegada, Sebastian se levanta y la tira por el


costado, donde cae sobre la lona con un golpe y una nube de polvo. Usando el
dorso de su brazo, se limpia la frente.

Se siente como un crimen la forma en que tengo que alejar mis ojos de su
torso.

Mirando a nuestro alrededor, examina el daño.

—Aun así. Viejo o no, este es un barco bastante bonito.

—Sí, lo es. —Me muevo para ponerme de pie, bajando por el camino de
entrada. Mis padres se han ido, e invitarlo a entrar parece tentadoramente
criminal. —¿Quieres algo de beber?

—Claro.

Sebastian me sigue a través del garaje y entra a la casa. En la cocina, abro el


refrigerador, agradecido por el aire frio en mi cara, y examino lo que tenemos.
Papá está en el hospital y mamá y Hailey están de compras.

Estoy agradecido, pero también muy consciente de que estamos solos.


—Tenemos limonada, Coca-Cola, Coca-Cola Light, agua vitaminizada, agua de
coco...

—¿Agua de coco?

—Mi mamá le gusta beberlo después de hacer ejercicio. Personalmente, creo


que sabe a protector solar aguado.

Sebastian se pone detrás de mí para mirar en la nevera, y me quedo sin aliento.

—Qué extraño que no pongan eso en la etiqueta. —Puedo sentir cómo se


mueve a través de su pecho, cuando se ríe.

No estoy bien.

Se aclara la garganta.

—Agua vitaminizada está bien.

Saco dos botellas y le doy una, presionando la otra contra mi cara cuando me
da la espalda.

—¿Tu papá es médico? —pregunta, asimilando todo. Observo mientras


desenrosca la tapa y se lleva la botella a los labios para tomar un largo trago. Mi
corazón late a tiempo con cada trago. . .

. . . uno

. . . dos

. . . tres

. . . y estoy bastante seguro de que no volveré a respirar hasta que pare.

—Sí, en Utah Valley. —Regreso a la nevera, esperando que mi voz no se


rompa. —¿Quieres algo de comer?

Sebastian camina hacia mí.

—Por supuesto. ¿Te importa si me lavo las manos?

—Sí, buena idea.

Uno al lado del otro, nos paramos en el fregadero, enjabonándonos las manos y
enjuagándolas debajo del grifo. Nuestros codos se golpean, y cuando alcanzo la
toalla a través de él, mi cadera choca contra la suya. Es solo una cadera, pero mi
mente va de las caderas a los huesos de la cadera y a lo que está en el medio en
una fracción de segundo. Mi perversión es nada si no eficiente.
Al darme cuenta de que no puedo quedarme allí parado en el fregadero y
pensar en sus caderas, le paso la toalla y regreso a la nevera.

—¿Está bien unos sándwiches?

—Sí, gracias.

Saco la carne y el queso del almuerzo y todo lo que puedo encontrar y agarro
platos y algunos cuchillos del lavavajillas. Sebastian se ha sentado en uno de los
taburetes de la cocina. Deslizo el pan por el mostrador hacia él.

—Entonces, ¿cómo va el proyecto? —Desenrolla la bolsa de plástico y coloca


el pan en los platos.

—¿Proyecto?

Se ríe, inclinándose hacia delante para mirarme a los ojos.

—Sí, el libro. Para tu clase.

—El libro, cierto. —La carne del almuerzo es nueva, por lo que requiere un poco
de mi atención para abrirla, lo que significa que tengo al menos diez segundos
para evadir la pregunta. No es suficiente. —Va bien.

Él levanta una ceja, sorprendido.

—¿Bien?

Todo lo que he escrito últimamente es sobre ti, pero es genial. No hay


necesidad de que las cosas sean incómodas entre nosotros.

—Sí —digo encogiéndome de hombros, incapaz de encontrar algo más


articulado bajo el peso de su atención—. Me siento bastante confiado.

Sebastian arranca un trozo de lechuga de la cabeza y lo coloca


cuidadosamente en el centro de su pan.

—¿Me vas a dejar leer más?

—Sí, claro —miento.

—¿Qué te parece ahora?

Mi respuesta sale muy bruscamente:

—Aún no. No.

—Podrías venir después de la escuela la próxima semana, y podríamos


revisarlo.
Un bocado de agua parece solidificarse en mi garganta. Con esfuerzo, trago.

—¿De verdad?

—Por supuesto. ¿Qué tal el viernes?

Me da casi una semana editar el libro.

—Bueno.

—Tráeme los primeros capítulos. —Sus ojos brillan.

Tengo poco más de cinco días para codificar mi libro. Para cambiar los
nombres, por lo menos. Quizás haga de este libro menos un diario y más una
novela.

Señor, dame fuerzas.

Comemos en silencio durante unos minutos, pasamos la bolsa de papas fritas


de un lado a otro y finalmente abrimos unas cuantas Coca-Colas con cafeína,
(¡que escandaloso!) cuando Sebastian se pone de pie, y camina hacia una
fotografía pegada en la nevera.

—Esa es una buena foto —dice, inclinándose para ver mejor—. ¿Dónde estaba
esto? La edificación es increíble.

Es una foto mía del verano después del décimo grado. Estoy parado frente a
una imponente iglesia de construcción elaborada.

—Esa es la Basílica de la Sagrada Familia, en Barcelona.

Sebastian parpadea hacia mí con los ojos muy abiertos.

—¿Has estado en Barcelona?

—Mi papá tuvo una gran conferencia y nos llevó. Fue genial. —Moviéndome
para pararme justo detrás de él, alcanzo su hombro y toco parte de la foto. —Se
ve diferente en cada lado. Donde estoy parado es el lado de la pasión, y es más
simple que los demás. Y en estas torres —señalo las esferas de piedra que
parecen extenderse hacia las nubes—, puedes subir a la cima.

—Tu expresión. —Se ríe. —Parece que sabes algo que la persona que toma la
foto no sabe.

Lo miro, tan cerca que puedo ver la peca que tiene a un lado de la nariz, la
forma en que sus pestañas prácticamente tocan sus mejillas cuando parpadea. Lo
que quiero decirle es que me había besado con un chico en ese viaje, solo el
segundo chico que he besado. Se llamaba Dax y había estado visitando a sus
padres. Nos escabullimos durante una cena con un grupo de otros doctores y sus
familias y nos besamos hasta que nuestros labios estuvieron entumecidos.

Así que sí, supongo que sabía algo que la persona que tomó la foto no sabía.
Pero les conté a papá y a mamá sobre Dax unos meses después.

Quiero decirle a Sebastian que tiene razón, aunque solo sea para ver su
reacción cuando le explique por qué.

—Tengo un problema con las alturas —digo en su lugar—. Y casi me vuelvo


loco cuando mis padres me explicaron que teníamos boletos para ir a la cima.

Levantando la barbilla, me mira.

—¿Fuiste?

—Sí, lo hice. Creo que sostuve la mano de mi madre todo el tiempo, pero lo
logré. Tal vez por eso me veo un poco orgulloso.

Sebastian se aleja, sentado en el mostrador nuevamente.

—Manejamos cuarenta millas hasta Nephi una vez —dice—. Creo que es
seguro decir que tú ganas.

Suelto una carcajada.

—Nephi suena muy bien.

—Visitamos el templo en Payson y vimos una recreación de carros de mano a


lo largo del sendero mormón. Así que… sí.

Los dos nos reímos ahora. Pongo una mano comprensiva en su hombro.

—Bueno, tal vez ganes el próximo.

—No creo que eso vaya a suceder —dice, sonriéndome por encima de su
Coca-Cola. Su sonrisa arroja endorfinas en mis venas.

—Tal vez cuando terminemos el bote podemos sacarlo.

Él coloca su lata junto a su plato.

—¿Lo has hecho antes?

—Bueno, nunca he sacado el trailer solo, pero estoy seguro de que puedo
manejarlo. Incluso podrías venir cuando vayamos al lago Powell en julio.

La cara de Sebastian cae por una fracción de segundo antes de que su persona
perfecta estándar vuelva a su lugar.
—Suena bien.

—Tal vez tengamos suerte y pronto haga más calor —digo—. A principios del
verano.

Me pregunto si puede ver la forma en que mi corazón golpea mis costillas.

—Espero que sí.


OCHO
Paso todo mi tiempo libre de cada noche de la semana buscando y reemplazando
frenéticamente los nombres de "Tanner", "Tann" y "Sebastian". Tanner se
convierte en Colin. Sebastian se convierte en Evan. Todas las personas con las
que voy a la escuela tienen un nombre nuevo y genérico. Y Autumn se convierte
en Annie. Fujita se convierte en Franklin, y la clase se convierte en un laboratorio
de química con honores.

Me doy cuenta de que es un ejercicio inútil. Incluso cuando guardo el libro en


una nueva versión, donde "Colin" está realmente interesado en "Ian", uno de los
estudiantes mormones de la clase, sé que mis cambios son descuidados y poco
convincentes en el mejor de los casos.

El viernes después de la escuela, con los primeros cuatro capítulos impresos y


metidos debajo del brazo, camino desde mi auto hasta la puerta de la casa de
Sebastian. Podría jurar que su timbre es el más fuerte que existe. Al menos, se
siente así tan pronto como presiono el botón. Mi pulso se acelera sin mirar en
ambas direcciones; mis nervios son golpeados por un camión de dieciocho
ruedas.

Pero no hay vuelta atrás ahora. Estoy a punto de entrar en la casa de


Sebastian. La casa del obispo.

Este no es realmente mi primer rodeo. He estado en la casa de Eric antes, pero


ese lugar es más como una versión ligera. La foto escolar de Eric ahora cuelga
donde solía estar el retrato del Salvador. Todavía tienen una fotografía del templo
enmarcada en la pared, pero también tienen una cafetera, como personas
civilizadas.

Todo esto significa que parte de la anticipación que siento es la misma que un
arqueólogo podría sentir antes de una gran excavación en Egipto: va a haber
mucho que desenterrar aquí.

Unos pasos pesados aterrizan en los pisos de madera en el interior. Son lo


suficientemente pesados como para hacerme preguntar si es el Sr. Brother al otro
lado de la puerta, y luego entro en pánico porque me corté el pelo y me puse mi
mejor ropa, ¿y qué pasaría si, en lugar de parecer mormón pasablemente, me veo
súper gay?

¿Qué pasa si el padre de Sebastian ve de inmediato mis intenciones y me envía


lejos, prohibiéndole a su hijo que vuelva a hablar conmigo?

Mi pánico se dispara. Estoy limpio, pero no me veo particularmente pulcro;


obviamente estoy en lujuria con Sebastian; mi papá es judío, ¿eso es malo? No
hay muchos judíos en Provo, pero como no somos practicantes de todos modos,
nunca consideré cómo eso podría hacerme más un extraño. Dios, ni siquiera sé
cómo usar la palabra "pacto" correctamente. Siento pinchazos de sudor en la nuca
y la puerta se abre de golpe…

Pero es solo Sebastian, con un niño en una llave de cabeza debajo del brazo.

—Él es Aaron —dice, girando ligeramente para que pueda ver mejor a su
hermano—. Él es Tanner —su hermano es larguirucho, sonriente y tiene una
cabeza de cabello oscuro y flojo: una versión en miniatura de su hermano mayor.
Bien hecho, genética.

Aaron lo empuja y se endereza, extendiendo una mano para que la estreche.

—Hola.

—Encantado de conocerte.

Tiene trece años, y yo me pregunto si mi apretón de manos es suficiente. Los


mormones parecen tan jodidamente buenos en estas cosas.

Lo suelto y sonrío, resistiendo el impulso de disculparme. La maldición tendrá


que parar, incluso si solo está en mi cabeza.

Casi como si pudiera decir que hay un Chernobyl silencioso ocurriendo dentro
de mí, Sebastian hace pasar a Aaron nuevamente dentro y luego inclina la cabeza
para que lo siga.

—Adelante —dice él, y luego sonríe —. No te prenderás fuego.

Por dentro, es impecable. Y muy, muy mormón. Me hace preguntarme cuán


similar es esto al hogar de la infancia de mamá.

Al frente, hay una sala de estar con dos sofás uno frente al otro, un piano
vertical y una enorme imagen enmarcada del Templo de Salt Lake. Al lado hay
una pintura enmarcada de Joseph Smith. Sigo a Sebastian por el pasillo, pasando
un gabinete de curiosidades con una estatua blanca de Jesús con las manos
extendidas, fotos enmarcadas de sus cuatro hijos y una foto de la boda de sus
padres vestidos completamente de blanco. Parece que los dos apenas han salido
de la pubertad, si puedo ser sincero, y el vestido de novia casi le llega hasta la
barbilla de su mamá.

En la cocina, como era de esperar, no hay una cafetera en el mostrador, pero


para mi deleite eterno, en la pared, junto a la mesa de la cocina, hay una gran foto
de ocho por diez de Sebastian parado en un césped verde brillante, sonriendo de
oreja a oreja y agarrando casualmente una copia del Libro de Mormón.

Se da cuenta que estoy mirando la imagen y se aclara la garganta.

—¿Quieres algo de beber? ¿Cerveza de raíz, Hi-C... limonada?

Aparto mi atención de la foto para mirarlo en persona, de alguna manera tan


diferente aquí delante de mí: ojos más cautelosos, piel clara sin la manipulación de
la computadora, barba que ensombrece su mandíbula, y como siempre, mis ojos
se sienten atraídos por sus mejillas manchadas. ¿Está avergonzado o
emocionado? Quiero aprender todos y cada uno de sus sonrojos.

—Agua está bien.

Se da la vuelta y lo veo alejarse antes de volver mi atención a cada una de las


maravillas enmarcadas de esta casa. Como un documento en un marco pesado y
dorado, titulado LA FAMILIA: UNA PROCLAMACIÓN AL MUNDO.

Nunca veo cosas como esta. En nuestra casa, es mucho más probable que
veas un manifiesto liberal clavado en la pared.

Ya he leído el cuarto párrafo, donde la Iglesia SUD proclama que "los poderes
sagrados de la procreación deben emplearse solo entre hombres y mujeres,
legalmente casados como marido y mujer", cuando Sebastian presiona un vaso de
agua fría en mi mano.

Estoy tan sorprendido que casi lo tiro al suelo.

—Bien, esto es interesante —digo, intentando mantener mi tono neutral. Estoy


dividido entre querer terminar de leerlo y de alguna manera deshacer todo lo que
ya he absorbido.

Estoy empezando a entender lo que mamá quiere decir sobre protegerme del
mensaje tóxico de la iglesia.

—Hay muchas cosas en esa página —Sebastian está de acuerdo, pero no


puedo decir cómo se siente al respecto por su voz. Sabía todo esto antes de venir
aquí (es decir, que el sexo es para heterosexuales, los padres están obligados a
enseñar a sus hijos estos valores, sin sexo antes del matrimonio y, sobre todo,
reza, reza, reza), pero verlo aquí en la casa de Sebastian lo hace sentir más real.

Lo cual hace que todo lo que he estado sintiendo sea un poco más irreal.

Me siento momentáneamente mareado al darme cuenta de que la familia de


Sebastian no solo está disfrutando la buena idea de esto. No solo están
visualizando un mundo idealizado; no están jugando un juego de "¿No sería
bueno si...?" Realmente, realmente creen en este Dios, en estas doctrinas.

Miro a Sebastian. Me está mirando, ojos ilegibles.

—Nunca antes había traído a alguien que no fuera miembro —dice. El lector de
mentes. — Solo te estoy viendo asimilarlo todo.

Decido ir por la honestidad pura:

—Es difícil de entender.

—Me pregunto qué pasaría si abrieras el Libro de Mormón y sólo leyeras un


poco, si te diría algo —levanta las manos—. No te estoy reclutando. Tengo
curiosidad.

—Podría intentar. —Realmente no quiero intentarlo.

Él se encoge de hombros.

—Por ahora, vamos a sentarnos y hablar sobre tu libro.

La tensión del momento se rompe, y solo después de que se ha ido me doy


cuenta de que he estado conteniendo la respiración, con los músculos apretados
por todas partes.

Nos dirigimos a la habitación familiar, que es mucho más acogedora y menos


estéril que la sala de estar en la parte delantera de la casa. Aquí hay innumerables
fotos enmarcadas de la familia: juntos, en parejas, solos apoyadas contra un árbol,
pero en cada una, están sonriendo. Las sonrisas también parecen reales. Mi
familia es tan feliz como ellos, pero durante nuestra sesión de fotos más reciente,
mi madre amenazó a Hailey con un armario lleno de coloridos vestidos de verano
de Gap si no dejaba de poner mala cara.

—Tanner —dice Sebastian en voz baja. Lo miro y una lenta sonrisa se extiende
por su rostro hasta que se rompe, riendo —. ¿Es tan fascinante para ti?
La forma en que me está tomando el pelo me hace darme cuenta de que estoy
actuando como un hombre primitivo que emerge de una cueva.

—Lo siento. Es tan adorablemente sano.

Él sacude la cabeza, mirando hacia abajo, pero todavía está sonriendo.

—Bueno, acerca de tu libro.

Sí, Sebastian. Sobre mi libro. Mi libro sobre ti.

Mi confianza se desvanece, dejando la escena del crimen. Le entrego las


páginas impresas.

—No creo que sea genial todavía, pero...

Esto hace que me mire, el interés iluminando sus ojos.

—Ya llegaremos a eso.

Bueno, al menos uno de nosotros es optimista.

Levanto la barbilla, haciendo un gesto para que se prepare. Él sonríe,


sosteniendo mi mirada y ofreciendo una burla.

—No te pongas nervioso —antes de dirigir su mirada hacia las páginas en su


mano. Veo sus ojos parpadear de un lado a otro, y mi corazón es una granada en
mi garganta.

¿Por qué acepté hacer esto? ¿Por qué intenté reescribir las secciones de la
clase? Sí, quería pasar tiempo con Sebastian hoy, pero ¿no sería mucho más fácil
mantenerlo en secreto hasta que sepa dónde estamos él y yo?

Tan pronto como se me ocurre la idea, me doy cuenta de que mi subconsciente


ya ha ganado: quería que se buscara en el libro. Mucho de esto proviene de
nuestras conversaciones. Estoy aquí porque quiero que me diga qué interés
amoroso quiere ser: Evan o Ian.

Asiente cuando termina, y parece que vuelve y lee la última sección


nuevamente.

No espero que diga:

—Tengo algo de tiempo este fin de semana. Podría ayudar entonces.


Esa es probablemente una idea terrible. Sí, me siento atraído por él, pero me
preocupa que, si profundizo más, no me gustará.

Pero eso sería lo mejor, ¿no? Ciertamente no estaría de más pasar un tiempo
fuera de esta clase, para obtener una respuesta a mi pregunta: ¿Podríamos ser
amigos, e incluso algo más?

Traga saliva y veo cómo se mueve su garganta.

—¿Te parece bien? —pregunta, volviendo a mirarme a la cara.

—Sí —digo, y trago. Esta vez él mira—. ¿A qué hora?

Él sonríe y me lo devuelve.

—Wow.

¿Wow? Me estremezco. Obviamente, eso significa que es horrible.

—Me siento como un idiota.

—No lo hagas —dice—. Tanner, me gusta mucho.

—¿Sí?

Él asiente y luego se muerde el labio.

—Así que… ¿Estoy en tu libro?

Sacudo la cabeza. Se enciende la granada.

—Nadie que conozcamos. Bueno, excepto que Franklin es un sustituto de


Fujita, obviamente. Solo estoy usando la clase como estructura.

Pasando un dedo por debajo del labio inferior, Sebastian me mira unos
segundos en silencio.

—Creo que… quiero decir, creo que se trata de nosotros.

Siento que la sangre se drena de mi cara.

—¿Qué? No.

Él se ríe fácilmente.

—¿Colin e… Ian? ¿O es Evan, el tutor?


—Se trata de Colin e Ian. Otro estudiante.

Oh Dios. Oh Dios.

—Pero… —comienza, y luego mira hacia abajo, sonrojado.

Me esfuerzo por mantener mis cartas cerca de mi pecho.

—¿Qué?

Él pasa a una página y pone su dedo índice allí.

—Escribiste mal Tanner aquí. Justo donde, creo, querías poner "Colin". Tu
buscar y reemplazar no lo reconoció.

AGH.

El mismo error tipográfico en mi nombre que siempre hago.

—Bueno, sí. Originalmente era sobre mí y alguna persona teórica.

—¿De verdad? —pregunta con los ojos iluminados de curiosidad.

Jugueteo con el clip de carpeta que había usado para unir las páginas.

—No. Sé que no eres…

Él pasa a otra página y me lo da.

Maldigo por lo bajo.

Franklin se balancea sobre sus talones, con las manos entrelazadas frente a él.

—Seb tiene una agenda muy ocupada, por supuesto —Gruño mentalmente. Seb—
, pero él y yo sentimos que su experiencia puede beneficiar a cada uno de
ustedes. Creo que los inspirará.

Seb. Nunca hice una búsqueda y reemplazo para el apodo.

Sebastian está a punto de decir algo más, su expresión es imposible de leer


para mí, pero no parece horror, cuando una voz se eleva desde la puerta.

—¿Sebastian, cariño?
Ambos nos volteamos y miramos en dirección al sonido. Quiero besar a la
mujer que ha descarrilado este incómodo infierno. Su madre, la reconozco por las
fotos, entra en la habitación. Es pequeña, con el pelo rubio oscuro recogido en una
cola de caballo, con una simple camisa de manga larga y jeans. No sé por qué
esperaba un vestido floral de hermana y esposa desaliñada y un lazo gigante de
Molly Mormon en su cabello, pero mis sinapsis se reorganizan rápidamente.

—Hola, mamá —dice Sebastian sonriendo—. Él es Tanner. Está en el


Seminario este trimestre.

Su madre me sonríe, caminando para estrecharme la mano y darme la


bienvenida a la casa. Mi corazón todavía está martillando dentro de mis costillas, y
me pregunto si parece que podría desmayarme. Ella me ofrece algo de beber,
algo de comer. Pregunta en qué estamos trabajando, y ambos murmuramos algo,
bla, bla, bla, relacionado con el libro sin mirarnos.

Pero aparentemente nuestras respuestas fueron lo suficientemente buenas


porque ella se vuelve hacia Sebastian.

—¿Volviste a llamar a Ashley Davis?

Como en su propio vapor, los ojos de Sebastian parpadean hacia mí y luego


regresan.

—Recuérdame quién es ella.

Su aclaración hace que mi estómago se desplome hasta mis entrañas.

—La coordinadora de actividades —hace una pausa, agregando


significativamente—. Organiza la reunión de solteros.

—Oh. Aún no.

—Entonces —dice ella, sonriendo cálidamente—, asegúrate de hacerlo, ¿de


acuerdo? Le he dicho que llamarás. Solo creo que es hora.

¿Es hora? ¿Qué significa eso? ¿A sus padres les molesta que tenga diecinueve
años y que no tenga novia? Pensé que no debería estar en una relación cuando
se vaya a su misión.

¿Sospechan que es gay?

Él comienza a hablar, pero ella interrumpe suavemente, respondiendo algunas


de mis preguntas.
—No digo que debas apegarte a nadie. Solo quiero que conozcas algo de…
gente… —Ugh, ella se refiere a chicas —así, cuando regreses a casa...

—Está bien, mamá —dice Sebastian en voz baja, parpadeando hacia mí y otra
vez lejos. Él le sonríe para eliminar el insulto de su interrupción.

Parece satisfecha con esta respuesta y sigue adelante.

—¿Hemos recibido el horario promocional de tu publicista?

Sebastian hace una mueca y sacude la cabeza.

—Aún no.

La sonrisa de su madre cae y un surco se instala en su frente.

—Me preocupa que no tengamos tiempo para coordinar todo —dice ella—.
Todavía necesitamos hacer tu papeleo y coordinar con el CEM. Si te vas en junio,
lo acortarás demasiado. No sabemos a dónde irás, por lo que asumimos que
necesitarás tres meses en el centro antes de partir.

En cualquier otra casa, esta planificación detallada me haría hacer un chiste


sobre espías, agentes Q y bolígrafos que se convierten en machetes. No aquí.

Pero entonces algo hace clic. Mi cerebro de repente se siente como el viejo
Buick de mamá. Ella siempre presiona el acelerador antes de que el motor gire, y
el motor siempre se inunda, necesitando unos segundos adicionales de arrancar.
Me lleva la misma cantidad de tiempo darme cuenta de que Sebastian y su madre
están hablando de este verano.

Hablando del momento en que dejará Provo por dos años.

El CEM es el Centro de Entrenamiento Misionero. Se irá en cuatro meses.

Cuatro meses solían sentirse como una eternidad.

—Le preguntaré —dice Sebastian—. Lo siento. Cuando me registré por última


vez, me dijeron que me conseguirían un itinerario con mis paradas de viaje tan
pronto como estuviera hecho.

—Tenemos mucho que hacer antes de que te vayas —dice ella.

—Lo sé mamá. Yo te lo haré saber.

Dejándole un pequeño beso en la parte superior de la cabeza, ella se va, y la


habitación parece ser tragada por un silencio tenso.
—Perdón por eso —dice, y pensé que su rostro estaría tenso, pero cuando lo
miro, está sonriendo ampliamente. La incómoda conversación entre nosotros se
ha ido. La incómoda conversación con su madre también. —Demasiado para
coordinar. Necesito completar esto pronto.

—Sí —me pellizco el labio inferior, tratando de encontrar la manera de


preguntar lo que quiero preguntar, pero el movimiento lo distrae y su sonrisa se
desliza mientras me ve tocar mi boca.

No sé de qué se trata ese pequeño desliz, pero, al igual que su reacción cuando
admitió haber venido a verme ese día con el bote, dice mucho.

Dice mucho porque la sonrisa parecía real hasta que miró mi boca, y luego se
hizo añicos.

La sala está llena de sentimientos no expresados. Cuelgan sobre nuestras


cabezas como nubes de lluvia.

—¿A dónde irás? —pregunto.

Me mira a los ojos y la sonrisa no se ve por ningún lado.

—Oh. ¿Después de mi gira con el libro? Me voy a mi misión.

—Claro, claro —mi corazón se siente como cien canicas rodando por el suelo.
No sé por qué necesitaba que lo dijera en voz alta—. ¿Y no estás seguro de
dónde te asignarán?

—Lo averiguaré en julio, creo. Como escuchaste, aún necesitamos enviar mis
documentos, pero no puedo hacerlo hasta que salga el libro.

Las misiones, desde el exterior, son difíciles de entender. Los hombres jóvenes
(y las mujeres a veces, pero no con tanta frecuencia) abandonan sus hogares
durante dos años para ser enviados a un lugar en cualquier parte del mundo. ¿Su
trabajo? Hacer nuevos mormones. Y no de la manera sexy, al menos no todavía.
Los misioneros hacen que los nuevos mormones sean bautizados.

Todos los hemos visto, caminando o montando en bicicleta con sus pantalones
limpios y camisas blancas de manga corta. Llegan a nuestras puertas con sonrisas
brillantes, cabello ordenado y etiquetas con nombres negros brillantes y preguntan
si nos gustaría saber más acerca de Jesucristo, nuestro Señor y Salvador.

La mayoría de nosotros los rechazamos con una sonrisa y un "No, gracias".


Pero mi madre nunca dice que no. No importa cómo se sienta acerca de la
iglesia (y créeme, ella no les deja hablarle sobre el Libro de Mormón), ella decía
que están lejos de casa cuando vivíamos en Palo Alto. Y es verdad; muchos de
ellos lo están, y están de pie todo el día, golpeando el pavimento. Si los
invitáramos, serían tan amables y adorables como te puedas imaginar. Tomarían
limonada y una merienda, y su gratitud sería efusiva.

Los misioneros son las personas más amables que jamás conocerás. Pero
querrán que leas su libro, y querrán que veas la verdad como la ve su iglesia.

Mientras están en su misión, no se les permite ver televisión, ni escuchar la


radio, ni leer nada más allá de unos pocos textos aprobados por la iglesia. Están
allí para sumergirse en su fe más profundamente que nunca, para estar solos y
convertirse en hombres, para ayudar a hacer crecer la iglesia y difundir el
Evangelio. Y no se les permite dejar una novia en casa. Por supuesto, no se les
permite participar en ningún comportamiento sexual (claramente no con miembros
del mismo sexo). Quieren salvarte, porque piensan que necesitas ser salvado.

Sebastian quiere ser uno de ellos.

No puedo sacarme la idea de la cabeza, y estamos sentados aquí en su casa,


rodeados de la verdad: por supuesto que él quiere ser uno de ellos. Él es uno de
ellos. El hecho de que se hubiera visto a sí mismo tan fácilmente en mi libro, de
que sabe que tengo sentimientos por él, no cambia eso ni un poquito.

Ya ni siquiera me importa la farsa de mi novela; lo dejaría ver la versión original,


la versión en la que claramente no puedo dejar de pensar en él, si me prometiera
quedarse.

¿Quiere ir a una misión? ¿Quiere irse de aquí y dedicar dos de sus mejores,
más ardientes, salvajes y aventureros años a la iglesia? ¿Quiere dar su vida a
esto? ¿Realmente dar su vida?

Me miro las manos y me pregunto qué demonios estoy haciendo realmente


aquí. Paige con el corazón en la i con glitter no tiene nada que ver conmigo. Soy el
Rey de los Ingenuos.

—Tanner.

Lo miro. Me está mirando y está claro que ha dicho mi nombre más de una vez.

—¿Qué?

Intenta sonreír. Está nervioso.


—Te has quedado callado.

Francamente, no tengo nada que perder.

—Supongo que todavía estoy atrapado en la parte en la que vas a ir a una


misión durante dos años. Como que me acaba de golpear el hecho de harás eso.

Ni siquiera tengo que desglosarlo más para él. Él lo entiende totalmente. Él


entiende el subtexto, el "no soy mormón, pero tú sí". El “¿cuánto tiempo podemos
ser realmente amigos?” El “de todos modos, no quiero ser solo tu amigo”. Lo veo
en sus ojos.
Y en lugar de dejarlo de lado o cambiar el tema o sugerir que aprenda el arte de
la oración, se pone de pie, tirando del dobladillo de su camisa cuando se levanta a
un lado.
—Ven. Vamos a hacer una caminata. Esto es mucho para digerir, para los dos.

Hay un millón de senderos que suben la colina, y cuando hace buen tiempo,
generalmente te cruzas con alguien en cada uno de ellos, pero el clima de Utah es
impredecible y nuestro frente cálido ya no existe; nadie va de excursión.

Tenemos el aire libre para nosotros, y caminamos penosamente por la ladera


fangosa hasta que las casas en el valle son solo pequeños espectáculos y los dos
estamos sin aliento. Solo cuando nos detenemos me doy cuenta de lo duro que
ambos hemos estado forzando la caminata, exorcizando algunos demonios.

Quizás el mismo.

Mi corazón está palpitando. Claramente nos dirigimos a algún lugar para hablar
en mayúscula (de lo contrario, ¿por qué no guardar el trabajo escolar y encender
la Xbox?) y las posibilidades de a dónde podría ir esto me hacen sentir un poco
loco.

No va a ninguna parte, Tanner. A ninguna parte.

Sebastian se sienta en una roca, inclinándose para descansar los brazos sobre
los muslos y recuperar el aliento.

Observo la subida y bajada de su espalda a través de su chaqueta, el músculo


sólido que tiene allí; pero también la postura recta, esa confianza única él, y lo
profano en mi cabeza. Mis manos sobre él, sus manos sobre mí.
Lo quiero a él.

Con un pequeño gruñido, miro hacia otro lado y hacia la distancia al


monumento Y de la universidad incrustado en la distancia, y honestamente es lo
último que quiero ver. Está hecho de concreto, y en mi opinión es una
monstruosidad total, pero es venerado en la ciudad y en el campus universitario.

—¿No te gusta la Y?

Lo miro.

—Está bien.

Se ríe de mi tono, creo.

—Hay una historia mormona de que los nativos americanos que vivieron aquí
hace muchos años les dijeron a los colonos de la iglesia que los ángeles les
habían dicho que quien se mudara aquí sería bendecido y próspero.

—Interesante que los nativos americanos ya no vivan aquí debido a esos


colonos.

Se inclina hacia delante y llama mi atención.

—Te ves realmente molesto.

—Estoy molesto.

—¿Es por mi misión?

—Ciertamente no estoy tan molesto por la Y.

Él vacila, con las cejas hacia abajo.

—Quiero decir, ¿no sabías que eso es lo que la mayoría de nosotros hacemos?

—Sí, pero creo que pensé...

Miro hacia el cielo y río. Soy un imbécil.

¿Hubo un momento en que podría haber evitado que este tren de sentimientos
se precipitara en mi torrente sanguíneo?

—Tanner, solo me iré dos años.

Mi risa es tan seca que tiene polvo.


—"Solo" —sacudo la cabeza y parpadeo hacia el suelo a mis pies—. Bueno, en
ese caso, ya no estoy molesto.

Nos quedamos en silencio, y es como si un bloque de hielo hubiera caído entre


nosotros. Soy un idiota enorme. Estoy siendo un bebé en este momento; estoy
haciendo esto infinitamente incómodo.

—¿Puedes al menos llamarme cuando te hayas ido? —pregunto. Ya no me


importa lo loco que debo sonar.

Sebastian niega con la cabeza.

—E-mail, o… ¿mensaje de texto?

—Puedo enviar un correo electrónico a mi familia —aclara—. Puedo ir a


Facebook pero… solo para cosas relacionadas con la iglesia.

Lo siento cuando se da vuelta para mirarme, y el viento azota mi cara con tanta
fuerza que me duele, pero también se siente como si el cielo intentara
abofetearme.

Despierta, Tanner. Despierta de una maldita vez.

—Tanner, yo no... —se frota la cara con la mano, sacudiendo la cabeza.

Cuando no completa la idea, lo presiono.

—¿No qué?

—No entiendo por qué estás tan molesto.

Su mirada esta clavada en mí, con las cejas bajas. Pero no es confusión; al
menos no lo creo. Quiero decir, sé que él lo sabe. ¿Solo quiere que lo diga?
¿Quiere que lo diga para que pueda explicar suavemente por qué es imposible
estar juntos? ¿O quiere que admita cómo me siento para que pueda…?

En realidad, no me importa por qué. Las palabras son como una piedra pesada
en mis pensamientos, en cada pensamiento de vigilia, y si no dejo que ruede fuera
de mí, se estrellará y romperá todo lo delicado dentro de mí.

—Me gustas —digo.

Pero cuando miro, veo que estas palabras no son suficientes; no quitan la
expresión de su rostro.

—Y sé que tu iglesia no permite ese tipo de sentimiento.


Él espera, tan quieto, como si estuviera conteniendo la respiración.

—No permite que los chicos tengan sentimientos como este por otros chicos.

Él exhala un "No" apenas audible

—Pero no soy mormón —digo, apenas más fuerte que él ahora—. En mi


familia, no es algo malo. Y no sé qué hacer con respecto a cómo me siento o
cómo dejar de sentirme así por ti.

Yo tenía razón. Esto no lo sorprende en absoluto. Su rostro se aclara, pero solo


lo suficiente como para nublarse de una nueva manera. Cada característica se
vuelve rígida. Me pregunto si tal vez desearía no haber dicho nada en absoluto, o
solo haber fingido que era mi nuevo amigo favorito y que extrañaría pasar el rato
platónicamente y hurgar en este estúpido proyecto de libro con él durante los
próximos dos años.

—Yo... —comienza, y luego exhala en una corriente controlada, como si cada


molécula de aire saliera de una sola fila.

—No tienes que decir nada —le digo. Mi corazón se acelera. Es un puñetazo
golpeando, golpeando y golpeando desde adentro. Estúpido, estúpido, estúpido—.
Sólo quería explicar por qué estaba molesto. Y…— agrego, queriendo que el
suelo se abra y me trague—, también por qué mi libro trata básicamente de cómo
se siente enamorarse de ti.

Observo su garganta mientras traga con fuerza.

—Creo que lo sabía.

—Yo también creo que lo sabías.

Su aliento sale tan fuerte y rápido. Sus mejillas están rosadas.

—¿Siempre te… gustaron los chicos?

—Siempre me ha gustado quien sea —le digo—. En serio soy bisexual. Se trata
de la persona, no de las partes, supongo.

Sebastian asiente y no se detiene. Solo asiente, asiente y asiente mientras mira


sus manos entre las rodillas.

—¿Por qué no te quedas con una chica, entonces? —pregunta en voz baja—
¿Si te atrajeran? ¿No sería mucho más fácil?

—Eso no es algo que puedas elegir.


Esto es mucho peor de lo que jamás podría haber imaginado. Esto es aún más
difícil que decirle a mi papá. Quiero decir, cuando se lo conté, me di cuenta de que
él estaba preocupado por cómo el mundo podría tratarme y qué tipo de obstáculos
encontraría por los que él no podría ayudarme a navegar. Pero vi esa reacción
enmascarada bajo la disciplina más firme. Quiere que me acepten y hace todo lo
posible para ocultarme sus miedos.

Pero aquí… Estaba tan equivocado sobre esto. No debería haberle dicho nada
a Sebastian. ¿Cómo podemos ser amigos después de hoy? Tengo el pensamiento
melodramático de que esto es lo que es tener un corazón roto. No hay fracturas;
solo hay una fisura lenta y dolorosa que se forma directamente en el medio.

—Yo creo que… a mí siempre me han gustado los chicos —susurra.

Mis ojos vuelan a su cara.

Sus párpados inferiores están llenos de lágrimas.

—Quiero decir, sé que siempre ha sido así.

Oh dios mío.

—Ni siquiera me atraen las chicas. Te envidio eso. Sigo rezando para que
llegue en algún momento —resopla—. Nunca dije eso en voz alta. —Cuando
parpadea, las lágrimas se deslizan por sus mejillas. Sebastian levanta la cara,
mira las nubes y suelta una triste carcajada. —No puedo decir si esto se siente
bien o terrible.

Mis pensamientos son como un ciclón; mi sangre es un río desbordado. Me


apresuro a pensar en lo mejor que puedo decir, lo que me gustaría que alguien me
dijera en este momento. El problema es que él confesándome esto a mí es un
tema importante. No es lo mismo que cualquier otra cosa que yo haya enfrentado,
incluso con mi familia.

Voy con mi primer instinto, lo que mi papá me dijo:

—No puedo decirte lo bien que se siente que confíes en mí.

—Si —me mira con los ojos húmedos—. Pero nunca he... —sacude la
cabeza— Quiero decir que sí… quería, pero nunca...

—¿Nunca has estado con un chico?

Sacude la cabeza otra vez, rápidamente.

—No. Nada.
—He besado chicos, pero sinceramente… nunca me he sentido... así.

Él deja que esto se hunda por un momento.

—Traté de cambiar. Y… —entrecierra los ojos— para ni siquiera permitirme


imaginar cómo se sentiría... estar con…

Esto es como un golpe para mi plexo solar.

—Pero entonces te conocí —dice.

Su significado me golpea aún más fuerte.

Me arrancaron de mi propio cuerpo, y es como ver esto desde el otro lado del
camino. Estamos sentados en una roca, uno al lado del otro, nuestros brazos se
tocan, y sé que este momento quedará grabado en mi historia para siempre.

—La primera vez que te vi —empiezo, y él ya está asintiendo, como si supiera


exactamente lo que voy a decir.

—Sí.

Mi pecho se aprieta.

—Nunca me sentí así antes.

—Yo tampoco.

Me vuelvo hacia él, y sucede muy rápido. Un segundo me mira a la cara y al


segundo siguiente su boca está sobre la mía, cálida y suave, y se siente tan bien.
Oh, Dios mío. Hago un sonido gutural que no puedo controlar. Él me besa de
nuevo, y el gruñido se convierte en una risa porque se aleja con la sonrisa más
grande que el cielo jamás ha visto, y luego viene a besarme más y más
profundamente, sus manos en mi cuello.

Su boca se abre, y siento el barrido tentativo de su lengua.

La luz estalla detrás de mis ojos cerrados tan intensamente que casi la escucho
explotar. Es mi cerebro derritiéndose, o mi mundo terminando, o tal vez un
meteorito nos golpeó y este es el éxtasis y me dieron un último momento perfecto
antes de ser enviado al purgatorio, y él enviado a algún lugar mucho, mucho
mejor.

No es su primer beso (lo sé) pero es su primer beso real.


NUEVE
En el camino de regreso de la montaña, ni siquiera sé qué hacer con mis manos,
cómo dejar sola la nudosa maraña de mis emociones. Lo que acaba de pasar allá
está tatuado en cada sinapsis que tengo; estoy seguro de que recordaré la
sensación de cada toque, incluso en cuatro décadas desde ahora.

Mamá siempre me dice que haga cuenta de mis sentimientos. Entonces, aparte
de mareado con lujuria, me siento:

Nervioso.

Vacilante.

Desesperado porque esto vuelva a suceder, y pronto.

Pero las emociones más mareantes son palidecidas por la euforia.

Yo

Besé

Sebastian.

Sentí su boca sobre la mía y su lengua, y su risa reverberando en el espacio


entre nosotros. Nos besamos una y otra vez. Todo tipo de besos también. Rápidos
y desordenados, y los más profundos y lentos que me hacen pensar en sexo y
largas tardes escondido de forma segura en el dormitorio de alguien. Me mordió el
labio, y mordí el suyo y luego soltó un sonido cuyo eco voy a escuchar alrededor
del frenesí de mis pensamientos por el resto del fin de semana. Se sentía... tan
jodidamente bien. Como si lo que sea que haya hecho antes con alguien más, no
era realmente besarse. Tal vez suene tonto, pero era como si cada célula de mi
cuerpo estuviera ocupada. Hace que todo lo demás que alguna vez he hecho se
sienta algo encalado y difícil de recordar. Nos besamos hasta que el frío comenzó
a pasar debajo de nuestra ropa.

En realidad, ahora que lo pienso, nos besamos hasta que Sebastian se apartó
cuando mi mano estaba coqueteando con el dobladillo de su camisa.
Dijo que nunca había hecho nada con un chico, pero está claro que la mecánica
de esto no era nuevo para él, y apuesto a que ha tenido novias. Aun así, ambos
estábamos literalmente temblando con la misma hambre maníaca, así que tal vez
para él esto fue tan diferente como lo fue para mí.

¿Ha... tenido sexo antes? Supongo que no; estoy seguro de que Autumn se
reiría y diría que algunos de los chicos mormones son los chicos más sucios de la
escuela, pero algo sobre Sebastian me dice que es diferente en esa forma, que
aparte de lo que hicimos hoy, honra ese tipo de reglas.

¿Pero lo haría? ¿Conmigo?

La pregunta desencadena ansiedad y calor en mi sangre.

Claramente me estoy adelantando, pero estoy nervioso y drogado y no sé cómo


proceder con esto. ¿Estamos... saliendo o algo así? ¿Incluso en secreto?

¿Me volverá a ver?

En mis pensamientos, mi mamá coloca su pie en el fondo, instándome a mirar


esto más de cerca. Pero el pensamiento se evapora inmediatamente. La
sensación de Sebastian todavía es demasiado fresca.

Cuando nos pusimos de pie y nos sacudimos el polvo, se sintió un poco como
pinchar una burbuja. Incluso con cada paso que dábamos hacia afuera, parecía
que estábamos realmente solos. Pero cada paso que tomamos bajando por la
ladera disuelve más la película protectora. Provo se extiende, amplio y ordenado,
bajo nosotros.

No quiero volver allí abajo. No quiero irme a casa; no importa cuánto amo mi
casa, a mi familia, mi dormitorio y mi música, me gusta más estar con él.

Sebastian está previsiblemente callado. Está caminando a una distancia


segura, fuera de alcance, con los ojos en el lugar donde sus pies van delante de él
en el camino. Estoy seguro de que es más un desastre interno en este momento
de lo que soy yo, pero estoy bastante confuso y me resulta difícil saber qué decir,
si deberíamos estar hablando de lo que acabamos de hacer.

En este tipo de situación posterior al beso con chicas (mi única experiencia en
Provo hasta la fecha), estaríamos tomados de la mano y estaría trabajando para
controlar mi cuerpo mientras caminamos de vuelta al pueblo. Sin duda con los
chicos lo mismo se aplicaría, pero no con chicos mormones que (el silencio y la
falta de contacto parecen sugerir que nos hemos dado cuenta de esto al unísono)
tendrían un montón de discusión y oración si nos encontraran caminando por la
montaña tomados de la mano.

Aun así... a pesar de todo, espero que este silencio no sea algo malo. De vez
en cuando, mira hacia mí y sonríe, y me hace brillar por dentro. Pero luego
recuerdo su sonrisa fácil (a pesar de su estrés) después de que su madre salió de
la habitación, su sonrisa fácil cuando las chicas hablan con él en la escuela (pero
solo le gustan los chicos), y su sonrisa fácil en las fotos en la pared de su casa
(donde tiene que esconder una de las cosas más importantes sobre sí mismo), y
preguntarme si yo podría distinguir entre una sonrisa fácil que es real y una que es
falsa se siente como la herida superficial de un cuchillo.

—¿Estás bien? —mi voz da un titubeo incómodo.

La sonrisa apenas vacila.

—Sí.

Temo lo que suceda en cinco minutos cuando lleguemos a la acera fuera de su


casa. Si hubiera alguna manera de sacarlo de esta ciudad y conducir hasta que
nos quedáramos sin gasolina y pasar la noche hablando de esto y ayudándolo a
lidiar con esto, lo haría. Sé lo que va a hacer, porque es una versión más
dramática de lo que hice cuando besé por primera vez a un chico: volver a su
habitación y repetirse una y otra vez que las razones por las que sucedió pueden
explicarse con simple curiosidad, nada más.

—¿Qué harás este fin de semana?

Inhala bruscamente, como si responder la pregunta primero requiriera unirse a


sí mismo.

—Tengo un torneo de fútbol mañana, y luego Lizzy y yo nos dirigiremos a Orem


a ayudar a una familia a mudarse.

Ah, servicio. Y Orem. Uf. Las casas a veces son mejores allá pero, si es
posible, es más silencioso que Provo.

—¿De dónde se están mudando los pobres sacrificios?

La mirada que me da está desconcertada.

—De Provo.

—Lo dices como si nadie se mudaría a Orem desde ningún otro lugar.

Eso le saca una verdadera risa.


—No. Solo quiero decir... —lo considera y luego se ríe de nuevo—. Sí, está
bien, no creo nadie se mudaría a Orem desde cualquier lugar que no fuera Provo.

—Heyyy, ¿Sebastian?

Sus mejillas se sonrojan ante mi tono, y su sonrisa es de alguna manera tímida


y seductora.

—¿Sí?

—¿Estás bien con lo que acabamos de hacer?

Él palidece, y su respuesta llega demasiado fácil para mi gusto.

—Sí. Totalmente.

—¿Estás seguro?

Tímido y seductor da paso a magnánimo, y siento que estamos hablando de si


realmente le gustó el asado de olla exagerado de mi madre.

—Por supuesto.

Extiendo la mano, con la intención de tocar su brazo por alguna necesidad


instintiva de conectarme, pero él se estremece y luego mira a nuestro alrededor en
un pánico momentáneo.

—Nosotros. Yo, no. No podemos —sus palabras salen tan entrecortadas, como
torpes cortes en el tronco de un árbol.

—Lo siento.

—No tan cerca de la ciudad.

Claramente, no soy tan bueno educando mis emociones en mi cara como él,
porque él se estremece, susurrando.

—No estoy tratando de ser un imbécil. Es solo la realidad. No puedo... hablar


así... No aquí abajo.

Evito a mamá toda la noche cuando me da esa mirada persistente de “quieres


hablar” y afirmo que estoy inundado de tarea, lo cual es cierto, pero es viernes por
la noche y no voy a engañar a nadie. Autumn llama. Manny llama. Eric llama.
Todos se dirigen a algún lugar, planeando hacer algo, pero es el mismo nada-algo
que hemos estado haciendo durante casi tres años. Beber tres o dos cervezas o
cerveza de raíz y ver a la gente desnudándose para besarse en los rincones
oscuros no suena como lo que quiero hacer esta noche.

Quiero estar solo, pero no para poder desplazarme por mi feed de Instagram
lleno de hombres modelos calientes. Quiero repetir la caminata una y otra vez.
Todo menos el final.

Es solo la realidad.

No aquí abajo.

Podría entrar en espiral en esta deprimente verdad, excepto que Sebastian me


envía un mensaje de texto antes de acostarme con un simple emoji de la cima de
una montaña nevada y es queroseno arrojado sobre la vela parpadeante en mi
pecho.

De pie, recorro mi habitación, sonriendo hacia la pantalla.

Una montaña. Nuestra caminata. Él está en su habitación, tal vez, pensando en


nuestra caminata.

Mi cerebro se desvía. Quizás esté en la cama.

Una pequeña voz levanta banderas anaranjadas, trabajando para que mis
pensamientos vuelvan a la normalidad.

Me resisto a responder con un arcoíris, una berenjena o una lengua y, en su


lugar, envío el de una puesta de sol sobre la montaña. Él responde con una pelota
de fútbol. Ah, su fin de semana. Respondo con un emoji de un bote: un
recordatorio de lo que podríamos hacer este verano... si está cerca.

Mi teléfono vibra en mi palma.

¿Podemos hablar más sobre tu libro?

Sí, por supuesto.

Mi corazón va corriendo. En la ráfaga de nuestra ansiedad, confesiones y


besos, me gustaría olvidar que él leyó mis capítulos y que sabía que eran sobre él.
Había olvidado (claramente él no lo ha hecho) que tengo que entregar este libro,
eventualmente.

Puedo arreglarlo.

Puedo cambiarlo para que no sea tan obvio.


Podemos hablar de ello en persona, si te parece.

Me estremezco, cubriendo mi frente. ¡Ten más cuidado, Tanner!

Claro, por supuesto.

Después de eso, envía un simple

Buenas noches, Tanner.

Yo respondo de la misma manera.

Y recuerdo algo que dijo hoy: No puedo decir si esto se siente bien o terrible.

—Tengo alrededor de quince mil palabras —dice Autumn el lunes por la tarde, en
lugar de un saludo. Se sienta en su lugar en la sala de seminarios y me mira
expectante.

Me rasco la barbilla, pensando.

—Solo tengo unas setenta notitas.

Es mentira. Tengo capítulo tras capítulo escrito. A pesar de lo que le prometí a


Sebastian, me salen palabras todas las noches. No he cambiado nada. He
añadido, queriendo capturar cada segundo.

—Tanner —suena como una maestra—. Tienes que pensar en esto con
cantidad de palabras.

—No pienso en nada contando palabras.

—Estoy tan sorprendida —dice impasible—. Un libro tiene entre sesenta y


noventa mil palabras. ¿Estás escribiendo en una libreta de notitas?

—¿Tal vez estoy escribiendo un libro para niños?

Ella mira hacia abajo con las cejas arqueadas. Sigo su atención al espacio
frente a mí. Una notita sobresale de la parte inferior de mi cuaderno, y las únicas
palabras visibles son:

—No estoy escribiendo un libro para niños —le aseguro, volviendo a meterla.
Ella sonríe.

—Me alegra oírlo.

—De todos modos, ¿cuántas palabras hay en una página?

El suspiro de Autumn es sufrido, y probablemente es honesto. Yo también


enloquecería.

—Alrededor de doscientas cincuenta para una fuente de doce con doble


espacio.

Hago algunos cálculos mentales rápidos.

—¿Has escrito sesenta páginas?

Yo he escrito más de cien.

—Tanner —repite mi nombre con más énfasis esta vez—. Necesitamos tener el
libro terminado en mayo. Es finales de febrero.

—Lo sé. Estoy bien. Lo prometo. —Quiero que ella me crea. Pero no quiero que
ella me pida verlo. Incluso mostrar mi versión falsa a Sebastian fue mortificante. Si
ya estaba ansioso sobre la transparencia de "Colin", "Evan" e "Ian", ¿imagínense
si él lee lo que yo escribí el sábado por la noche cuando Tanner y Sebastian se
besaron en la montaña?

—¿Dónde estabas el viernes? —pregunta distraídamente metiendo su lápiz en


un hueco creado en la parte superior de su escritorio por otros cien estudiantes
haciendo exactamente lo que ella está haciendo.

—En casa.

Eso llama su atención.

—¿Por qué?

—Estaba cansado.

—¿Estabas solo?

Le doy una mirada plana.

—Sí.

—Vi a ti y a Sebastian caminando por Terrace el viernes por la tarde.


Mi corazón sale corriendo de la habitación y baja por el pasillo. Ni siquiera mira
atrás. Hasta ahora, ni siquiera se me había ocurrido que alguien nos vería, o que a
alguien le importaría. Pero Autumn se preocupa por casi todo lo que hago. Y ella
nos vio caminando juntos, dando una caminata, por supuesto, donde terminamos
besándonos como los adolescentes que somos.

—Simplemente fuimos a caminar.

Ella sonríe ampliamente, como “por supuesto, solo fue una caminata”. ¿Pero
veo algo debajo de la superficie, alguna sospecha?

Tal vez no lo estoy fingiendo tan bien como pensaba.

—Auddy —susurro. Justo entonces, Sebastian entra con el Sr. Fujita. Todo mi
cuerpo parece estallar en llamas, y espero que nadie se dé cuenta. Autumn mira al
frente y los ojos de Sebastian se encuentran con los míos antes de apartar la
mirada. Su cara se sonroja.

—Auddy —tiro de su manga—. ¿Me prestas un lápiz?

Creo que puede sentir un poco de pánico en mi voz porque voltea suavizando
su expresión.

—Por supuesto —cuando me lo entrega, registramos al unísono que ya estoy


sosteniendo un bolígrafo.

—No me importa que estés pensando lo que estás pensando —le susurro,
ahora actuando como si le pidiera el lápiz solo para que se acercara más a mí—.
Pero a él sí le importaría.

Ella hace una mueca de confusión.

—¿Qué estaría pensando yo?

Se me afloja el corazón.

Cuando miro al frente de la clase, Sebastian rápidamente desvía su atención de


nosotros. No nos hemos visto en seis días. Quería que nuestra primera interacción
después de la caminata llevara un peso secreto y precioso, pero en cambio está
cargado de rarezas. Probablemente nos vio a Autumn y a mí apiñados hablando y
luego mirándolo. ¿Le preocupa que le haya dicho algo? ¿Le preocupa que ella
haya leído mi libro, la versión real? Trato de sacudir mi cabeza para comunicarle
que todo está bien, pero ya no me está mirando.
Y no me mira por el resto de la clase. Cuando nos separamos en grupos más
pequeños, él pasa todo el tiempo con McKenna y Julie, quienes revolotean y
adulan todo sobre él. Cuando Fujita va al frente de la sala y nos habla un poco
sobre el desarrollo de personajes y arco narrativo, se coloca a un lado de la clase,
leyendo algo del libro de Asher.

Cuando suena la campana, él simplemente se da vuelta y sale, bajando por el


pasillo. Para cuando coloco mis cosas en mi bolso y lo sigo afuera, todo lo que veo
es su espalda mientras se va fuera por la salida y camina hacia el sol.

Durante el almuerzo, paseo, paseo y paseo, tratando de descubrir qué mensaje


enviarle para dejarle saber, sin ser obvio, que no hay nada de qué preocuparse.

—Estás actuando demente —dice Autumn desde el bloque de concreto donde


está extendida su bandeja de hummus y verduras—. Siéntate.

Me dejo caer a su lado para apaciguarla, robando una de sus zanahorias y


comiéndola en dos crujientes mordidas. Pero la ansiedad por Sebastian es una
banda elástica apretada alrededor de mi caja torácica ¿Qué pasa si él está
realmente molesto por el asunto del libro? ¿Puedo empezar de nuevo? Sí.

Puedo empezar de nuevo. Debería.

Comienzo a sacudir mi pierna en una nueva clase de pánico.

Ella no parece darse cuenta.

—Deberías pedirle a Sasha ir al baile.

—Baile de nuevo —empujo la uña de mi pulgar entre mis dientes,


mordiéndola—. Creo que no quiero ir.

—¡Qué! Tienes que.

—En realidad, no tengo que.

Ella patea mi pie con el suyo.

—Erick me lo pidió.

Me giro y la miro boquiabierto.

—¿Qué? ¿Cómo no supe esto?

—No tengo idea. Lo publiqué en Instagram.


—¿Es así como estamos compartiendo información ahora? ¿Publicaciones
aleatorias en las redes sociales? —Saco mi teléfono. Efectivamente, hay una foto
de la puerta de su garaje cubierta de notitas de colores arregladas para formar la
palabra “¿Baile?”

Súper creativo, Eric.

—Deberías pedírselo a Sasha. Podríamos ir en grupo.

Mi aliento parece estar alojado en mi tráquea y tomo su mano.

—No puedo, Auddy.

Ella trata de ocultar la forma en que su cara cae. Todo esto es bueno y terrible.

Quiero decir, no es como si Sebastian fuera a ir conmigo, ni en un millón de


años. Pero mi corazón le pertenece en este momento, y hasta que él decida qué
quiere hacer con eso, no puedo traerlo de vuelta.

Autumn me mira, e inhalamos y exhalamos en esta extraña sincronía por unos


segundos silenciosos.

Me libero de su agarre y tomo otra zanahoria, esta vez sin ninguna culpa.

—Gracias.

Se pone de pie, dejando su almuerzo para que yo lo termine y besando la parte


superior de mi cabeza.

—Tengo que encontrarme con la señora Polo antes de la sexta hora. ¿Me
escribes luego?

Con un asentimiento, la veo desaparecer en el edificio antes de tomar mi


teléfono, que se encuentra a mi lado. Escribiendo algunos esfuerzos para arreglar
esto, me conformo con:

¿Cómo estuvo tu fin de semana?

Él comienza a escribir de inmediato. La sangre corre demasiado rápido en mis


venas.

Los puntos están allí por un tiempo, y luego desaparecen, y espero algo de
disertación sobre fútbol y mudanzas de Provo a Orem, pero todo lo que obtengo,
después de cinco minutos, es:

¡Bien! 
¿Me está tomando el pelo?

Miro fijamente mi teléfono. Mi corazón no está solo en mi tráquea ahora. Parece


estar latiendo en cada órgano, cada espacio vacío en mi cuerpo. Si cerrara los
ojos, podría escucharlo. Ni siquiera sé qué decir. Entonces, solo envío un pulgar
hacia arriba y guardo mi teléfono.

Cuatro zanahorias después, miro de nuevo.

Sebastian respondió con un emoji de montaña y, unos minutos después, algo


más.

Mis abuelos vienen de Salt Lake este fin de semana. Mamá me dijo que te invitara a cenar.
Estoy seguro que te suena aterrador, pero prometo que son agradables.

Y me gustaría tenerte allí.


DIEZ
Supongo que hay un código secreto enterrado en la invitación de Sebastian a
cenar. Tal vez esta es su forma de recordarme que debemos tener cuidado.
Quizás esta es la única forma en que puede expresar su ansiedad por mi libro y su
potencial para sacarlo. Porque en serio nada me dio una imagen clara de cuán
diferentes son nuestras vidas en el hogar como lo hizo ir a su casa; incluso él fue
testigo de mi fascinación.

Pero luego está el asunto de lo que hicimos en la montaña. Nos besamos y no


fue un beso simple o beso accidental, sino un beso, con lengua, manos, labios e
intención. No puedo siquiera pensarlo sin sentir que me he sumergido en agua
tibia. Él apenas pudo mirarme sin sonrojarse mientras caminábamos por el
sendero. ¿Este plan de la cena es una completa locura?

¿Qué está haciendo?

Examino mi reflejo en el espejo al otro lado de la habitación. Mi ropa es nueva,


así que al menos me queda bien; crecí tan rápido en unos pocos años que mis
mangas siempre fueron demasiado cortas, mis pantalones flotando justo por
encima de mis tobillos. Me he cambiado la camisa siete veces, y con mi corte de
pelo, creo que me veo bastante bien. Me preocupa ser demasiado informal en una
Quiksilver de manga corta abotonada. Aun así, vestirse con una camisa y corbata
sería algo presuntuoso, como si fuera una cita o una reunión para conocer a los
padres.

Lo cual no es. Al menos, no creo...

—Entonces, ¿ustedes dos están... juntos?

Hailey se apoya contra mi puerta, con los brazos cruzados sobre el pecho
mientras me juzga a través de la habitación.

Miro mi camisa otra vez.

—Quién demonios sabe.

Me chasquea la lengua y se aleja de la puerta para dejarse caer sin gracia


sobre mi cama.
—No les gustará ese tipo de lenguaje.

Maldigo por lo bajo porque, maldita sea, tiene razón. Tengo que ser mejor al
respecto.

—¿No sabes si están juntos, pero cenas con su familia? Eso es extraño.

—¿Cómo lo supiste?

—Si se suponía que era un secreto, es posible que desees pensar de nuevo
sobre hablar de eso con mamá y papá en medio de la casa.

—No es realmente un secreto, pero...

Pero lo es.

Hailey asiente. Aparentemente ella no necesita que le explique, y es agradable


ver un destello de ella sin ser una mocosa egocéntrica. Cuando decidimos
mudarnos aquí, mis padres la sentaron y dejaron muy claro que su discreción lo es
todo. Incluso yo pude ver el pánico de mamá mientras trataba de explicarle a
Hailey que sacarme del closet en cualquier lugar en un ataque de ira sería
desastroso. El resto del mundo no siempre sería tan comprensivo como nos
criaron, especialmente aquí en Provo.

Agachándome para recoger el resto de mi ropa, recuerdo que Hailey y Lizzy


están en el mismo grado.

—Voy a pasar el rato con Lizzy esta noche. Le daré tus saludos.

Hailey arruga la nariz.

Me río, volviendo a poner las camisetas en los cajones y colgando el resto.

—Te sorprendería escuchar que todos ellos son así.

Hailey rueda sobre su espalda y gime.

—Ella siempre está sonriendo y saludando a todos en los pasillos.

—Qué monstruo.

—¿Cómo puede alguien ser tan feliz siendo mormón? —En sus palabras, por
primera vez, escucho nuestro prejuicio ciego. —Yo tendría ganas de golpearme.

No he pasado ningún tiempo con Lizzy, pero siento una punzada de protección
hacia ella de todas formas.
—Suenas como una idiota ignorante.

Al ver que mi teléfono se carga en la mesita de noche, lo levanta y escribe mi


contraseña.

—Apuesto a que no sería tan feliz si supiera que quieres entrar en los
pantalones de su hermano.

—Cállate, Hailey.

—¿Qué? ¿Crees que aún te estarían invitando a cenar si lo supieran? Para


ellos eres el diablo tratando de atraer a su hijo al infierno.

—Realmente no creen en el infierno —digo, yendo por mi teléfono—. No digas


ese tipo de cosas.

—Oh, ¿Sebastian también te está enseñando en mormón?

—En realidad, mamá me dijo eso. Solo trato de conocerlo mejor, y eso significa
entender de dónde viene.

Hailey ve a través de mi acto de justicia propia.

—Por supuesto, por supuesto, eso es a lo que me refería. ¿Está contándote la


parte en la que están a punto de aceptar el matrimonio homosexual? ¿O donde
admiten el cruel y horrible error que fue la terapia de conversión? —pregunta,
cargada de sarcasmo—. No se va a dar cuenta milagrosamente de que le gustas
más que Dios o Jesús o Joseph Smith. Esta es una mala idea.

Sus palabras tocan algo vulnerable en mi pecho. Arremeto, agarrando mi


teléfono de sus manos.

—Eres una imbécil.

La casa de Sebastian no es menos intimidante la segunda vez. Desde fuera,


puedes contar todo lo que necesitas saber sobre la familia adentro: es blanco y
ordenado, escrupulosamente mantenido, pero no exagerado.
Se ve acogedor y seguro, pero también como si yo pudiera
estropearlo de alguna manera, romper algo, dejar huellas digitales en algún
lugar... tal vez, por ejemplo, en su hijo mayor.
El Suburban de los Brother se encuentra dentro del garaje abierto, y un Lexus
más nuevo está estacionado más lejos abajo. Debe pertenecer a los abuelos. Veo
mi reflejo en la ventana del pasajero mientras paso, y la tensión en mis nervios se
duplica. ¿Cómo voy a pasar la cena con la familia más puritana de Provo sin
presentarme como el chico loco de amor que soy?

Tal vez Hailey tenía razón: esta es una muy mala idea.

Me preparo antes de presionar el timbre. Hace eco por la casa antes de que la
voz de Sebastian se eleve desde adentro.

—¡Ya voy!

Una patada de estremecimiento comienza en mi pecho.

La puerta se abre y verlo absorbe todo el oxígeno del porche. No lo he visto


desde la clase, cuando las cosas estaban raras y silenciosas. No me miraba
entonces, pero definitivamente me está mirando ahora. Cualquier neurona en mi
cerebro que se preocupara si debería estar aquí, se derrite en una masa de
materia gris.

Cerrando la puerta detrás de él, Sebastian sale al porche. Está vestido con
pantalones y una fresca camisa blanca desabrochada en el cuello. Veo su
garganta suave, su clavícula y la sugerencia de su pecho apenas fuera de vista.
Se me hace agua la boca.

Me pregunto si tenía una corbata. ¿Se la quitó por mí?

—Gracias por venir —dice.

La desesperación se apodera de mi pulso, y la idea de hacer algo para perder


esto empuja una espada de dolor entre mis costillas. Quiero asegurarle de
inmediato que planeo reescribir todo mi libro, pero digo:

—Gracias por invitarme.

—Bueno —dice dando un paso adelante y señalando hacia la puerta—.


Entonces, esto probablemente vaya a ser aburrido. Solo quiero advertirte por
adelantado. Y lo siento si empiezan a hablar sobre cosas de la iglesia —se pasa
una mano por el pelo y me hace pensar en cómo se sintió hacer eso en la
montaña—. No pueden evitarlo.

—¿Estás bromeando? Mírame. Me encantan las cosas de la iglesia.

Él ríe.
—Claro que sí —con una respiración profunda, se alisa el cabello, endereza su
camisa y alcanza el pomo de la puerta.

Lo detengo con una mano sobre su brazo.

—¿Soy solo yo, o esto es raro?

Sé que estoy buscando alguna indicación de que él recuerda lo que hicimos,


que le gustó.

Su respuesta me hace toda mi maldita semana.

—No eres solo tú —Sus ojos se encuentran con los míos, y luego su rostro se
rompe en la sonrisa más asombrosa que he visto. Ningún retrato familiar adentro
ha sido testigo de esto, ni por un segundo.

Por impulso, dejo escapar:

—Estoy empezando de nuevo con mi libro.

Sus ojos se agrandan

—¿En serio?

—Sí —trago saliva, atragantándome con mi pulso—. No puedo dejar de pensar


en... eso... pero sé que no puedo entregarlo. —La ansiedad por la posibilidad de
comenzar de nuevo y la emoción de verlo burbujean juntas en mi estómago. La
sensación de nerviosismo hace que sea más fácil mentir. —He empezado algo
nuevo.

Puedo decir que esto es lo que quería escuchar, y se ilumina al instante.

—Eso es bueno. Puedo ayudarte. —Se da tres segundos para mirar mi boca
antes de apartar su mirada hasta mis ojos. —¿Listo?

Cuando asiento, él abre la puerta, dándome una última mirada de aliento antes
de dar un paso adentro.

La casa huele a pan fresco y pavo asado, y ya que es un poco más frío afuera
que adentro, las ventanas están húmedas con una capa de condensación que
empaña el vidrio. Sigo a Sebastian más allá de la pequeña sala de estar en el
frente (Hola de nuevo, imagen caliente de Sebastian en sus diecisiete años. Hola,
múltiples Jesús. Hola, placa opresiva) y abajo por el pasillo hacia donde se abre el
espacio en la sala familiar en un extremo y la cocina en el otro.
Un hombre que solo puedo asumir que es el padre de Sebastian está viendo la
televisión.

Se pone de pie cuando nos ve. Es más alto que Sebastian, tal vez solo una
pulgada o dos, pero con el mismo cabello castaño claro y su actitud relajada. No
estoy seguro de lo que esperaba. ¿Una postura más intimidante, tal vez? Pero no
estoy preparado cuando se acerca a darme la mano y me golpea con la misma
sonrisa arrolladora.

—Debes ser Tanner. —Sus ojos azules son radiantes y brillan con una especie
de satisfacción. —He escuchado mucho de ti.

Él... ¿y ahora qué?

Le lanzo una mirada inquisitiva a Sebastian, que está mirando a otro lado.

—Sí, señor —le digo, corrigiendo rápidamente con—. Quiero decir, Obispo
Brother.

Él se ríe y pone una mano sobre mi hombro.

—Solo soy Obispo Brother en la iglesia. Llámame Dan.

Mi papá no aprobaría que llamara a un padre por su nombre, nunca, pero no


voy a discutir.

—Bueno. Gracias, señor... Dan.

Un hombre mayor baja las escaleras. El cabello oscuro se riza sobre la parte
superior de sus orejas, y a pesar de la austeridad de su traje y el comienzo de gris
en sus sienes, lo hace ver más joven, incluso travieso.

—Aaron necesitaba ayuda con su Lego. Cuando me preguntó cómo sabía lo


que estaba haciendo, le dije que era porque tengo un título de ingeniería. Ahora
tiene la idea de obtener un título en ingeniería para construir Legos para siempre.
Lo que sea que funcione, supongo.

Sebastian se acerca a mi lado.

—Abuelo, él es Tanner. Un amigo del seminario.

Me inspecciona con los mismos brillantes ojos azules.

—¡Otro escritor! —dice y se acerca para estrecharme la mano—. Soy Abe


Brother.
—Mucho gusto, señor —le digo—. Y Sebastian es el escritor. Estoy más cerca
de ser un mono al que le dieron libre acceso a un teclado.

Dan y su padre se ríen, pero Sebastian me mira con el ceño fruncido.

—Eso no es cierto.

Murmuro una versión risueña de "Si tú lo dices" porque, sinceramente, el hecho


de que solo pudiera escribir sobre lo que literalmente me estaba sucediendo día a
día y luego lo dejara leer una versión mal bastardeada de mi libro sigue siendo
mortificante.

En la cocina, Sebastian me presenta a su abuela, Judy, quien me pregunta si


vivo cerca. Creo que es el código para “¿En qué barrio vives?”

—Vive cerca del club de campo —explica Sebastian, y pregunta si hay algo que
nosotros podamos hacer para ayudar. Cuando dicen que no, él les dice que
vamos a trabajar en mi manuscrito.

El pánico arroja agua helada sobre mi piel.

—Está bien, cariño —dice su madre—. La cena estará lista en unos quince
minutos. ¿Podrías decirles a tus hermanas que empiecen a lavarse?

Asintiendo, me lleva de vuelta por el pasillo.

—No traje mi nuevo manuscrito —susurro, subiendo las escaleras detrás de él y


haciendo mi mejor esfuerzo para mantener mis ojos en mis pies y no en su
espalda.

En la parte superior, el pasillo se divide en dos direcciones.

Dormitorios.

Observo mientras se detiene frente a la habitación de Faith. El interior es una


monstruosidad esponjosa de color rosa y morado con signos de angustia
preadolescente sangrando a través de los bordes.

Él toca y se inclina dentro.

—Cena pronto, así que lávate las manos, ¿de acuerdo?

Ella responde algo y él sale.

—¿Me escuchaste? —susurro, un poco más fuerte ahora—. No traje mi nuevo


manuscrito.
¿He cometido un gran error al dar a entender que ya estoy trabajando en algo
nuevo?

¿Va a querer verlo pronto?

Me mira por encima del hombro y me guiña un ojo.

—Te oí. No te invité aquí a trabajar.

—Oh… Bien.

La sonrisa de Sebastian es perversa.

—¿Supongo que debería darte el recorrido?

Ya puedo decir que no hay mucho que ver (arriba hay un callejón sin salida con
cuatro puertas), pero asiento.

—La habitación de mis padres —dice, señalando la habitación más grande.


Otra foto de El Templo de Salt Lake cuelga sobre la cama, junto con una
impresión enmarcada que dice: LA FAMILIA ES PARA SIEMPRE. Fotos de la
escuela e instantáneas de vacaciones bordean las paredes; caras sonrientes
brillan desde todas direcciones.

—Baño, Faith y Aaron. Mi habitación está abajo.

Descendemos al piso principal, antes de doblar la esquina y comenzar otro


conjunto de escaleras. Nuestros pasos son silenciados por la gruesa alfombra, y
las voces de arriba se vuelven más silenciosas con cada paso.

Para ser un sótano, es bastante brillante. La escalera se abre a otra habitación


familiar alfombrada, con una TV, un sofá y sillas acojinadas en un extremo, y una
pequeña cocina en el otro.

Algunas puertas se encuentran a un lado, y Sebastian señala la primera.

—Lizzy —me dice, y pasa al siguiente—. Esta es la mía.

Mi corazón está en mi garganta ante la posibilidad de ver la habitación de


Sebastian.

Donde duerme.

Donde él…

Estoy decepcionado de encontrar que es muy ordenada. Tendré que archivar


mis pensamientos sobre Sebastian y sábanas arrugadas para otro momento. Una
fila de trofeos de fútbol se alinea en un estante sobre una Bandera de los Pumas
de BYU. Un dedo de espuma azul brillante adornado con una Y gigante se apoya
en una esquina. Lo imagino en uno de los juegos, gritando junto con la multitud,
sonriendo salvajemente, el corazón martilleando.

Sebastian se para cerca de la puerta mientras doy una corta vuelta alrededor de
su habitación, sin tocar nada, pero mirando de cerca las fotografías y los lomos de
los libros.

—Me entristece no haber fisgoneado más en tu casa —dice, y lo miro


nuevamente sobre mi hombro.

—La próxima vez —le digo con una sonrisa. Me sorprendió momentáneamente
la conciencia de que habrá una próxima vez—. Admito que me sorprendió que me
invitaras a cenar con tu familia, después de... —busco las palabras correctas, pero
sé que él entiende mi significado cuando un sonrojo se eleva desde el cuello hasta
sus pómulos.

—A mamá le gusta involucrarse en quién va y viene —explica—. No tengo


muchos amigos de más.

—Oh.

—Creo que ella quería conocerte mejor —rápidamente levanta las manos—.
Sin reclutamiento. Lo prometo.

Otra pregunta se me escapa.

—¿Crees que ella piensa que soy...? —dejo que mis cejas arqueadas terminen
la oración por mí.

—No creo que alguna vez se le ocurra. Creo que ella solo quiere conocer a mis
amigos, especialmente si ella no los conoce por la iglesia.

La forma en que me está mirando desencadena un juego de pinball dentro de


mi estómago. Alejándome, miro a mi alrededor. Hay libros por todas partes: en
estantes y apilados cerca de su cama, en pequeñas pilas sobre su escritorio.
Junto a su computadora veo una Biblia encuadernada en cuero con un cierre
alrededor cubriéndola. Sus iniciales están grabadas en oro en la parte superior.

—Um, esos son para la iglesia —explica, dando un paso más cerca. Lo saca de
su estuche y hojea las páginas delicadas.

—Es enorme.
Él deja escapar una pequeña risa.

—Se llama quad —dice, y lo tomo de nuevo, sintiendo el peso en las manos.

—Esas son muchas reglas.

—Cuando lo pones de esa manera, sí. Supongo que sí —se inclina sobre mí
para abrirlo, señalando a una tabla de contenido—. ¿Pero ves? Tiene más de un
libro. Ahí está la Biblia, el Libro de Mormón, Doctrina y Convenios, y la Perla de
Gran Precio.

Parpadeo, sorprendido de tenerlo tan cerca.

—¿Lo has leído todo?

—La mayor parte. Algunas más de una vez.

Mis ojos se abren de par en par. Sin duda, estos libros me pondrían a dormir.
Yo sería el peor mormón. Yo lo haría al estilo de Rip Van Winkle si tuviera que
soportarlo.

—Cuando tengo una pregunta —dice—, sé que las respuestas estarán allí.

Miro de nuevo al libro. ¿Cómo puede estar tan seguro? ¿Cómo puede haberme
besado en la montaña y todavía estar de acuerdo con lo que hay aquí?

—Entonces, ¿cómo es esto diferente de solo la Biblia? —siento que ya debería


saber esto. Quiero decir, tampoco estoy familiarizado con la Biblia, pero estoy
bastante seguro de que no son mismo.

—Realmente no quieres escuchar esto, ¿verdad? —su postura es un poco


cohibida un poco insegura.

—Solo dame la versión Mormones para Tontos.

Sebastian ríe y toma el libro de mis manos, pasando a la página correcta.


Estamos tan cerca, estoy pensando en acercarme más, dándome cuenta de que,
si alguien entrara y nos viera así, simplemente pensaría que estamos leyendo las
Escrituras juntos.

—El Libro de Mormón es otro testimonio de que Jesús vivió, de que él era el
hijo de Dios —él parpadea hacia mí, comprobando que estoy escuchando. Al ver
que lo estoy, reprime una sonrisa y vuelve su atención al libro en sus manos—.
Sería lo que vino después de la Biblia, y describe el plan de nuestro Padre
Celestial para Sus hijos —al mirarme de nuevo, dice en voz baja—. Sus hijos
somos nosotros.
Me río.

—Entendí esa parte.

Sus ojos parpadean por un momento, divertidos.

—Doctrina y Convenios contiene las revelaciones que Joseph Smith y otros


profetas recibieron de Dios. Es una forma de recibir orientación de los profetas
modernos en los tiempos modernos. Este —dice, volteando hacia atrás—, es la
Perla de Gran Precio, que se dice que es un registro del profeta Abraham de joven
en Egipto. A medida que la iglesia crecía, vieron la necesidad de poner los relatos,
las traducciones y la historia en un solo lugar, para que más personas pudieran
aprender de él. Estos libros son herramientas, en cierta forma. Si lees y oras
sinceramente, encontrarás respuestas y orientación y sabrás más allá de cualquier
sombra de duda que las palabras son verdaderas.

No me doy cuenta de lo atento que estoy escuchando hasta que levanto la vista
y veo que me está mirando de nuevo. No es que esté de acuerdo con nada de
esto, pero hay algo en su voz y la fuerza con la que cree que me tiene pendiente
de cada palabra.

—Eres bueno en esto —le digo, pero mi boca se ha secado—. ¿Has


considerado... yo que sé, ir a una misión y enseñar estas cosas? ¿Conseguir un
reconocimiento que diga “fue a bautizar”?.

Se ríe como esperaba que lo hiciera, pero ahora que hemos tocado el tema de
su misión, quiero preguntar más. ¿A dónde cree que irá? ¿Qué hará él allá?
¿Quién estará con él? ¿Hay algún resquicio en esto de “sin contacto”? ¿Habrá
algún espacio para mí en su vida en realidad?

—Brevemente —dice con una sonrisa. El momento se calma y sus ojos bajan a
mi boca.

¿Ha pensado en nuestra caminata tanto como yo? Es lo último en lo que pienso
antes de ir a la cama y casi el primer pensamiento en mi cabeza cuando abro los
ojos. Quiero besarlo demasiado, y si la expresión de su rostro, la forma en que su
respiración se ha acelerado son alguna indicación, creo que él también lo quiere.

Todos están en la mesa cuando llegamos al comedor. Hay


cuatro sillas a cada lado y uno en cada extremo para sus
padres. Sebastian toma el asiento vacío más cercano a su padre, conmigo a su
izquierda, Lizzy y Aaron a mi lado, y sus abuelos y Faith al otro lado.

La mesa está cubierta de platos y cuencos de comida, pero nadie está


comiendo. Me doy cuenta de por qué cuando Sebastian golpea su pie contra el
mío, señalando hacia sus manos, que están juntas delante de él.

Cierto. Oración.

—Querido Padre Celestial —comienza Dan, con los ojos cerrados y la barbilla
inclinada sobre su pecho. Rápidamente imito la acción—. Estamos agradecidos
por esta comida y la generosidad que una vez más pusiste ante nosotros.
Estamos agradecidos por los seres queridos y los nuevos amigos que has traído a
nuestra mesa. Por favor bendice esta comida para nutrir y fortalecer nuestros
cuerpos y mentes para que podamos hacer lo correcto por Ti. Por favor bendice a
los que no pueden estar aquí, y que encuentren su camino a salvo de vuelta. Te
damos gracias por esto, Señor, y te pedimos que sigas bendiciéndonos. En el
nombre de Jesucristo, amén.

Una silenciosa ola de amén se mueve alrededor de la mesa, y así, la


tranquilidad se ha ido. Los cubiertos raspan los platos, y estos son pasados
rápidamente mientras todos se ponen a devorar. Faith quiere nuggets de pollo, y
Aaron quiere saber si su padre jugará con él después de la escuela mañana. Lizzy
está conversando sobre el próximo Campamento de Mujeres Jóvenes.

Inspecciono las opciones de bebidas en la mesa frente a mí: agua, leche,


Shasta de fresa con kiwi, y peor aún, cerveza de raíz. Absolutamente nada de
cafeína. Me sirvo un vaso de agua helada.

Dan le da a Sebastian un plato lleno de pavo y me sonríe.

—Entonces, Tanner, Sebastian nos dice que eres originario de California.

—Sí, señor. Palo Alto.

Sebastian toma un poco de carne y me sostiene el plato por mí, dándome una
sonrisa de aliento. Mi dedo meñique roza el suyo. Sentiré ese roce de contacto
durante horas.

Abe se inclina y me llama la atención.

—¿De California a Utah? Eso debe haber sido todo un cambio.

Me río.
—Lo fue.

La madre de Sebastian me mira con simpatía desde su extremo de la mesa.

—No me puedo imaginar pasando del sol casi todo el año al sombrío invierno y
la nieve.

—No fue tan malo—le digo—. Las montañas son hermosas aquí, y tendríamos
mucha niebla en casa, de todos modos.

—¿Esquías? —pregunta Judy.

—Un poco. Normalmente vamos a Snowbird o los Cañones al menos una vez al
año.

Su madre vuelve a saltar.

—¿Con toda tu familia?

Asiento, alcanzando un plato de papas con queso y poniendo un poco en mi


plato.

—Sí. Solo somos nosotros cuatro; tengo una hermana menor, Hailey.

La madre de Sebastian murmura:

—Hermoso nombre.

—Mis padres son mucho de estar fuera de casa —les digo—. A mi papá le
encanta andar en bicicleta y a mi mamá correr.

El padre de Sebastian se traga la comida antes de preguntar:

—¿Qué hacen exactamente? Sebastian dijo que te mudaste aquí por el trabajo
de tu madre.

Ese Sebastian ha sido hablador.

Tomo un sorbo de agua helada y dejo mi vaso.

—Sí, señor. Ella es la directora de tecnología de NextTech.

Varios sonidos de interés pasan por la mesa.

—Cuando abrieron una oficina satélite aquí, querían que ella la administrara —
más sonidos de interés pronunciados—. Ella escribe software de computadora.
Ella había trabajado para Google en California, y lo dejó para venir aquí.
—Wow —dice Dan, impresionado—. Debe ser un buen trabajo como para que
ella dejara Google. Escuché que son muy buenos con sus empleados.

—Y su padre es médico en Utah Valley —agrega Sebastian. Lo miro y sonrío.


Suena alardeando, como si estuviera orgulloso.

Los ojos de Judy se agrandan.

—¡Soy voluntaria allí todos los miércoles! ¿Cuál es su nombre?

—Paul Scott. Es un cirujano cardíaco.

—¡Sé exactamente quién es! No paso mucho tiempo en ese piso en estos días,
pero él es el hombre más amable. El cardiólogo judío, ¿verdad? —pregunta ella, y
yo asiento, sorprendido de que ella lo conozca, pero también de que su
identificador es que él sea judío—. Muy atento, y las enfermeras lo aman —se
inclina y susurra dramáticamente—. Y bastante guapo, si lo puedo decir.

—¡Abuela! ¿Amas al padre de Tanner? —pregunta la pequeña Faith,


escandalizada, y toda mesa se ríe.

—Ahora, sabes que solo tengo ojos para tu abuelo. Pero tampoco soy ciega —
dice con un guiño.

Faith se ríe en su taza de leche.

—Así es —dice Abe—, ella me vio en un baile de la iglesia y no ha quitado la


mirada desde entonces.

—Mami, tú y papi también se conocieron en un baile, ¿verdad? —pregunta


Faith.

—Lo hicimos —la madre de Sebastian mira a Dan por encima de la mesa—. Le
pedí ir al baile de Sadie Hawkins.

La niña se mete un bocado de comida en la boca antes de preguntar un


confuso:

—¿Qué es Sadie Hawkins?

Su madre continúa explicando, pero todo lo que puedo pensar es en lo que


acaba de decir. Cuando ella ha terminado, me dirijo a su papá.

—¿Ustedes salían en la secundaria?

—Lo hicimos —dice Dan, asintiendo—. Nos conocimos en nuestro último año y
nos casamos poco después de que llegara a casa de mi misión.
Mi cerebro se detiene de con un chirrido.

—¿Pueden hacer eso?

—Se nos dice que no mantengamos una novia mientras estamos en nuestras
misiones —dice, sonriéndole a su esposa—, pero no hay una regla en contra de
escribir cartas una vez por semana.

—Como si pudieras decirles algo a estos dos —Judy mira a los niños más
pequeños y agrega—. A su papá no le gustará que les diga esto, pero deberían
haber visto las notas de amor que solía escribir a su mamá. Las dejaba en su
bolsillo y yo siempre las encontraba en el lavado. Estaban locos el uno por el otro.

El resto de la conversación se vuelve borrosa a mi alrededor. Todas las otras


complicaciones a un lado, si pudiéramos mantenernos en contacto mientras él no
está, no sería tan malo. Dos años no es tanto tiempo, y estaré en la escuela de
todos modos. Quizás para entonces el profeta habrá tenido una revelación.

Podría funcionar, ¿no?

Por un momento, siento esperanza.

Dan me saca de mi niebla.

—Tanner, ¿tu familia asiste a la sinagoga en Salt Lake? —mira a Abe—. Estoy
tratando de recordar dónde está la más cercana.

Esto es incómodo. Ni siquiera yo sé dónde está la sinagoga más cercana.

—Bueno, veamos —dice Abe—. Está el Templo Har Shalom en Park City. . .

—Demasiado lejos —Dan sacude la cabeza como si hubiera decidido por sí


mismo que es inadecuado para nosotros.

—Cierto, y la ciudad tiene unos cuantos …

Decido cortar esto de raíz.

—En realidad, no, señor. Señores —corrijo para incluir a Abe—. No asistimos a
los servicios del templo. Diría que mis padres son más agnósticos a estas alturas.
Mi mamá creció como mormona y mi papá ya no es tan judío.

Oh, Jesús, ¿qué acabo de decir?

La mesa es tragada por el silencio. No estoy seguro de qué metida de pata fue
más ingenua: que admití que mi mamá es ex mormona, o que me referí tan a la
ligera a tirar una fe religiosa como si fuera una papa caliente.
Sebastian es el que rompe el silencio.

—No sabía que tu mamá era mormona.

—Sí. Creció en Salt Lake.

Tiene el ceño fruncido, su boca es una línea suave y herida.

Su mamá se mete alegremente.

—¡Bueno, eso significa que tienes familia cerca! ¿Los visitas?

—Mis abuelos están en Spokane ahora —les digo. Tengo el cuidado de no


mencionar que nunca los he conocido en mis dieciocho años, y choco los cinco
conmigo mismo mentalmente. Pero eso significa que mi boca se queda
desatendida y está corriendo sin control—. Pero mi tía Emily y su esposa viven en
Salt Lake. Las vemos al menos una vez al mes.

Oh, Jesús, ¿qué he dicho otra vez?

Sebastian me patea debajo de la mesa. Cuando lo miro, veo que está luchando
para no reír. Continúo a toda prisa:

—La madre de mi papá viene a quedarse con nosotros muchas veces. Él


también tiene tres hermanos, así que nuestra familia es bastante grande. —
Levanto mi agua, lleno mi boca con ella para callarme. Pero una vez que trago,
una pizca más de manía logra escapar. —Bubbe aún asiste a la sinagoga cada
semana. Está muy involucrada. Es muy espiritual.

El talón de Sebastian aterriza en mi espinilla otra vez, y estoy seguro de que me


está diciendo que me calme de una maldita vez, tal vez incluso que no necesito
estar conectado a la religión para ser aceptado. Quién sabe. Pero claramente se
siente así. Todos aquí son tan unidos. Comen con pulcritud, con las servilletas en
el regazo. Dicen “Por favor, pásame el…” y alagan la comida de su madre. La
postura en la mesa es tan equilibrada que impresiona. Y, quizás lo más
importante, más que preguntarme sobre el pasado de mis padres o sobre Emily,
los padres de Sebastian se apartan hábilmente de mi diarrea verbal, preguntando
sobre profesores específicos y eventos deportivos próximos. Los padres ofrecen a
sus hijos recordatorios gentiles de mantener los codos fuera de la mesa (yo
también retiro los míos inmediatamente), de moderarse con la sal, de terminar las
verduras antes de que pidan más pan.

Todo se mantiene tan legítimo, tan seguro.


Nuestra familia parece casi salvaje en comparación. Quiero decir, no somos
unos incivilizados y monosilábicos imbéciles, pero mamá es conocida por decir a
Hailey que “termine de una maldita vez” en ocasiones en la mesa, y una o dos
veces papá llevó su comida a la sala de estar para alejarse del sonido de Hailey y
yo discutiendo. Pero una diferencia aún más notoria es la intimidad que tengo en
casa que solo entiendo de verdad ahora que estoy aquí con este cálido pero dócil
grupo de extraños. Aparte del espagueti y las albóndigas, la familia Scott es
conocida por tener una conversación profunda sobre lo que significa ser bisexual.
Comiendo el kugel de Bubbe, Hailey de verdad preguntó a mis padres si se puede
tener SIDA mediante masturbación. Fue horroroso para mí, pero ellos
respondieron sin dudar. Ahora que pienso sobre ello, si Sebastian viniera a cenar,
estoy muy seguro de que mamá lo enviaría a casa con alguna brillante y afirmativa
pegatina para el parachoques.

Tal vez ese tipo de conversaciones en la cena (a excepción de la charla de la


masturbación) ocurren aquí tras puertas cerradas, pero no lo creo. Mientras mis
padres quizás excavarían un poco profundo en un esfuerzo de comprender a
Sebastian y a su familia, no estoy muy sorprendido de que nadie pregunte por qué
mi mamá dejó la iglesia o por qué papá ya no va a la sinagoga. Esas
conversaciones son duras, y no soy más que una oveja perdida pasando por su
obediente rebaño, más que nada transitoria. Y esta es la casa del obispo. Feliz,
feliz, gozo, gozo, ¿recuerdas? Todos se comportan lo mejor que pueden, y nadie
se entrometerá ni me hará sentir incómodo. Eso no sería educado. Por mi
experiencia, los mormones son puramente educados. Esto es quien es Sebastian.
ONCE
Mamá y papá me estaban esperando cuando llego a casa, las tazas de té se han
enfriado delante de ellos y en sus rostros hay sonrisas tensas y expectantes.
Por supuesto, no podía mentirles mientras salía por la puerta sobre por qué
estaría comiendo en otro lugar, pero tampoco fue una salida fácil. Se habían
parado en el porche y me miraban conducir, sin palabras. Sinceramente, sentí que
había estado robando algo.
—¿Y? —pregunta papá, acariciando el taburete junto a él en el mostrador.
La silla roza la baldosa y nos estremecemos. Por alguna razón, encuentro la
discordancia de cacofonía hilarante, porque ya es un momento bastante cargado:
yo, en casa desde la cena en la casa del obispo, de cuyo hijo me estoy
enamorando, mis padres desaprobándolo con vehemencia, y el horrible chillido
parece solo dar más peso aquí.
Mis padres tienen su propio tipo de lenguaje secreto; toda una conversación
sucede en su único aspecto compartido. Me esfuerzo por tragarme la histeria que
burbujea en mi garganta.
—Lo siento. —Me siento, golpeando mis muslos con las manos. —Así que.
Cena.
—Cena— repite mamá.
—Estuvo bien. Creo.
Ellos asienten. Quieren más.
—Su familia es súper agradable. —Abro los ojos significativamente. —Súper.
Agradable.
Mamá se ríe un poco desagradable de esto, pero papá todavía parece más que
nada preocupado.
—Pero no fue como una cita —aclaro—. Quiero decir, obviamente. Esto no era
yo conociendo a la familia. Solo fue la cena.
Mamá asiente.

—Les gusta conocer a sus amigos, especialmente si no te conocen de la


Iglesia.
La miro por unos segundos.
—Eso es exactamente lo que dijo Sebastian.
—Piénsalo —me dice—. Todos los que conocen van a su iglesia. Tener a tu
hijo, especialmente si eres un obispo, ¿pasando tiempo con alguien que no es
mormón? Debes asegurarte de que estén bien.

—Excepto que no, al menos no en lo que a ellos respecta.


Puedo decir que a mamá no le gusta esta respuesta, pero agita su mano, como
si quisiera que siga adelante. Entonces les cuento sobre la noche y cómo se
conocieron sus padres en la escuela secundaria. Les cuento sobre mis tonterías
sobre Emily y el pasado de mamá. Mamá hace una mueca, porque estos no
deberían ser gafes en absoluto. Les digo que volvimos a hablar de su misión, solo
por un segundo, y escuchan todo el tiempo, embelesados.
Aun así, puedo ver la preocupación marcada por pequeñas líneas en sus caras.
Están tan genuinamente temerosos de que me voy a enamorar de él, y terminará
en desamor para uno o para los dos.
—Entonces ... ¿te gustaron? —pregunta papá, ignorando la forma en la que
mamá se da la vuelta y lo mira como si fuera un traidor.
—Sí. Quiero decir, no se sentían como mi tribu, pero fueron lo suficientemente
amables.
Ahora es el turno de papá de hacer una mueca. La familia lo es todo para mis
padres, pero tal vez especialmente más para mi padre porque, obviamente, los
padres de mamá no están en la foto. La familia de mi padre lo compensa con
creces. Su madre viene a vivir con nosotros durante tres meses cada año y lo
hace desde que yo era un recién nacido. Desde que mi abuelo murió hace seis
años, no le gusta estar sola en su casa, y papá está más feliz cuando ella está
aquí, bajo su techo. Después de que esté con nosotros, se va y se queda con su
hermano y hermanas en Berkeley y Connecticut, respectivamente, turnándose con
los nietos.
Si pudiera tener a Bubbe aquí durante todo el año, lo haría. Ella es asombrosa
e ingeniosa, y trae cierto tipo de comodidad en la casa que parece que no
podemos reunir cuando solo somos los cuatro de nosotros. Mis padres son
geniales, no me malinterpreten, pero Bubbe hace que las cosas se sientan más
cálidas de alguna manera, y durante las últimas dos décadas en las que mis
padres han estado casados, Bubbe y mamá han madurado muy cerca. Papá
quiere una relación así con nosotros cuando sea mayor, y que nosotros la
tengamos con nuestros suegros también. Para ser honestos, probablemente le
molesta más a él de lo que le molesta a mamá, que ya no habla con sus padres.
Puedo ver estos pensamientos pasar por la cara de papá mientras hablo, y me
acerco, acariciando su hombro.
—Te ves estresado, papá.
—No te he visto a menudo... pasas tu tiempo con alguien más —dice con
cuidado—. Nos preocupamos de que esta no es una ideal primera opción. — Sus
ojos se alejan hacia la ventana.
Respirando profundamente, trato de pensar en lo mejor que puedo decir.
Incluso si lo que dice es cierto, esa verdad se siente como una pegatina en la
superficie de mis emociones: fácil de despegar. Lo sé, Sebastian no es el
adecuado para mí. Sé cuán probable es que me lastime. Simplemente me
preocupo más sobre intentarlo que sobre protegerme a mí mismo.

Entonces le digo lo que creo que quiere escuchar.


—Es solo un flechazo, papá. Es un buen tipo, pero estoy seguro de que pasará.
Por un segundo, se deja creer esto. Mamá también se queda notablemente en
silencio. Pero cuando él me abraza para darme las buenas noches, me abraza
fuerte por tres respiraciones profundas.
—Buenas noches —les digo, y corro escaleras arriba a mi habitación.
Son solo las ocho del viernes por la noche, y sé que todavía estaré despierto
durante horas. Recibo mensajes de texto de Autumn sobre ella yendo a lo de Eric.
Me siento aliviado de no sentirme culpable por rescatar algo con ella una vez más
y enviar una larga cadena de emojis de berenjena a la que responde con una larga
cadena de emojis de dedos medios.
Me pregunto si Sebastian actualizó su teclado emoji y qué siente al tener ese
gesto grosero en su teléfono, si lo ha notado, si alguna vez lo usará.
Todo, todo vuelve a él.

Mamá está corriendo, papá está en el hospital y Hailey está pisando fuerte por la
casa quejándose de que ya nadie lava la ropa los sábados por la mañana.
Les señalo que sus manos no están rotas.
Ella me golpea en el costado.
La pongo de cabeza en una llave y ella grita como si esta fuera una escena de
algún asesinato sangriento, tratando de alcanzarme para arañar mi cara, gritando
“¡Te odio!“ lo suficientemente fuerte como para sacudir las paredes.

El timbre suena.
—Buen trabajo, imbécil —dice ella, alejándose de mí. —Los vecinos llamaron a
la policía.
Me estiro hacia adelante, abriendo la puerta con mi mejor sonrisa.
Mi mundo deja de girar.

No sabía qué significaba "perplejo" hasta que lo busqué el año pasado. Siempre
pensé que significaba algo como "tímidamente divertido", pero en realidad es más
como "desconcertado", que es exactamente como se ve Sebastian parado en mi
porche.
—¿Pero qué. . .? —Mi sonrisa sorprendida se extiende tanto como puede, de
este a oeste.
—Hola —Levanta la mano para rascarse la parte posterior de la cabeza y sus
bíceps sobresalen, suaves y bronceados.
Estoy bien.

—Lo siento. —Retrocedo y le hago un gesto para que entre. —Entraste en un


asesinato en progreso.
Él se ríe, dando un paso adelante.
—Iba a decir... —Parpadeando más allá de mí, sonríe.

Solo puedo suponer que Hailey está parada allí, disparando rayos de muerte a
mi espalda.
—Hola, Hailey.
—Hola. ¿Quién eres tú?

Quiero empujarla contra la pared por ser tan grosera, pero resisto porque con
esta pregunta maliciosa que ha hecho parece que no estoy caminando por ahí
hablando sobre este tipo constantemente.
—Este es Sebastian.
—Oh. Tenías razón. Él está bueno.
Y ahí está. Resulta que sí quiero empujarla contra la pared.
Con una pequeña risa, él extiende la mano para estrechársela a ella. Para mi
horror, ella lo mira por un respiro antes de tomarla. Cuando me mira, levanto las
cejas en un gesto que dice voy-a-terminar-matándote-más-tarde. Si mamá o papá
estuvieran aquí, ella no sería más que modales. Solo conmigo ella es de esa
forma.
—¿Quieres subir? —le pregunto.

Él mira a Hailey, quien ya ha caminado en el pasillo hacia la lavandería, y


asiente.
—¿Dónde están tus padres?
—Mamá está corriendo. Papá está trabajando.

Creo que él tiene el subtexto aquí. El aire entre nosotros cruje.


Bajo nuestros pies, las escaleras de madera crujen, y soy hiperconsciente de
Sebastian detrás de mí. Mi habitación es la última al final del pasillo, y caminamos
allí en silencio; mi sangre se siente como si estuviera burbujeando hasta la
superficie de mi piel.
Nos dirigimos a mi cuarto.

Él estará en mi habitación.
Sebastian entra, mira a su alrededor y no parece estremecerse cuando hago
clic suavemente al cerrar la puerta detrás de mí, rompiendo la política de puertas
abiertas de mamá y papá. Pero, hola: algunos besos podrían suceder aquí, y
Hailey está en modo bestia. Esa puerta está ce-rrán-do-se.
—Así que esta es tu habitación —dice entrando.
—Sí.

Sigo su mirada, tratando de verlo a través de sus ojos. Hay muchos libros
(ninguno de ellos religiosos), hay algunos trofeos (la mayoría de ellos
académicos), y algunas fotos aquí y allá (no sostengo una Biblia en ninguna de
ellas). Por una vez me alegro de que Papá me hace mantener mi habitación
limpia. Mi cama está hecha; mi ropa está contenida en la cesta. Mi escritorio está
vacío, excepto por mi computadora portátil y ...
Oh, mierda.
Sebastian se acerca, hojeando la pila de notas azules. Ya es demasiado tarde
para decir lago.
Recuerdo lo que está escrito en el de arriba
—¿Qué es esto?
—Um —Me acerco, sacándolo de la parte superior para leerlo como si no
estuviera seguro de qué es. De hecho, no podría estar más seguro; lo escribí
anoche. —Oh. No es nada.
Cuento hasta cinco, y cinco, y cinco otra vez. Todo el tiempo, solo estamos
mirando la nota azul brillante de Post-it en mi mano.
Finalmente, se recupera.
—¿Se trata de mí?
Asiento sin mirarlo. Dentro de mi pecho, los pies pisotean y los animales rugen.
Su mano sube por mi brazo, desde mi muñeca hasta mi codo, tirando
suavemente, así que me giro para mirarlo.
—Me gusta —susurra—. Pero no está en tu nuevo libro, ¿verdad?
Sacudo la cabeza. Mentira número dos.
—¿Hay más?
Asiento con la cabeza.

—Usa tus palabras, Tanner —dice, riéndose al final.


—Hay más, pero estoy, um, estoy escribiendo sobre otra cosa ahora.
Él asiente.
—¿De qué se trata el nuevo?
Parpadeo hacia la ventana, inventando esto ahora mismo.
—La misma idea, pero no se enamora del hijo del obispo.
Miro como las palabras "enamorarse" ruedan sobre él. Su boca se tuerce.
—¿Entonces me dejarás leerlo?

—Sí —Asiento rápidamente—. Si hay suficiente para leer.


La implicación de esto me marea, pero sé que en algún momento tendré que
dejar de escribir sobre Sebastian, escribir algo más y dejar que él y Fujita lo lean.
¿La parte más rara? No quiero dejar de escribir sobre Sebastian. Es casi como si
tuviera que seguir escribiéndolo para saber cómo termina.
Me suelta el brazo y camina hacia mi cama, sentándose en ella. Mi corazón
arroja combustible por todas partes. Hay carreras de arrastre en mis venas.
—Recibí copias de mi autor hoy. Quiero que también leas mi libro —dice,
jugueteando con una uña—. Pero me preocupa que pienses que es terrible.

—Me preocupa pensar que es increíble y estaré aún más obsesionado contigo
de lo que ya lo estoy.
Afortunadamente, se ríe de esto como espero que lo haga.
—Estoy nervioso.

—¿Sobre el libro que sale?


Él asiente.
—¿Estás escribiendo una segunda parte?
Otro asentimiento.
—Fue un acuerdo de tres libros. Y realmente lo amo. Se siente como lo que se
supone que debo estar haciendo. —Me mira y la luz que entra por la ventana
llama su atención de una manera que parece casi divina. —Después de la
caminata —dice, y luego me hace un gesto de confirmación, como si de alguna
manera yo no supiera a qué se refiere—, me fui a casa y...
¿Se masturbó?

—¿Te asustaste?
Él ríe.
—No. Recé.
—Eso suena como enloquecer.
Sebastian niega con la cabeza.
—No. Orar es tranquilizador. —Él mira mi pared, donde tengo una fotografía
enmarcada del Puente Golden Gate que papá tomó unos años antes de que nos
mudáramos. —No me he sentido culpable por eso —dice, ahora más tranquilo—.
Lo cual es inesperado.
No me di cuenta de cuánto necesitaba escucharlo decir eso hasta que lo hizo.
Me siento como una balsa de piscina, perezosamente desinflándose al sol.

—La culpa es una señal de que estoy haciendo algo mal —dice—, y cuando me
siento tranquilo, sé que Dios aprueba lo que estoy haciendo.
Abro la boca para responder, pero resulta que no tengo idea de qué decir a eso.
—A veces me pregunto si es Dios o la iglesia quién se siente más fuerte acerca
de estas cosas.
—¿Mi opinión? —digo cuidadosamente—. Un Dios digno de tu amor eterno no
te juzgaría por quien amas mientras estás aquí.

Él asiente con la cabeza por unos segundos y finalmente me sonríe


tímidamente.
—¿Vendrás aquí? —pregunta, y esta es la primera vez que lo veo con una
sonrisa insegura.
Me relajo junto a él en la cama, y no solo puedo sentir cuánto tiemblo, sino que
puedo verlo. Aprieto las manos entre las rodillas para evitar que se agiten sobre el
colchón.
Mido alrededor de un metro noventa. Probablemente él mide casi un metro
ochenta, pero en este momento su calma emanante parece cernirse sobre mí
como la sombra del gran sauce detrás. Gira, colocando su puño derecho en mi
cadera, y su mano izquierda llega a mi pecho, presionando suavemente hasta que
me doy cuenta de que me está instando a que me recueste. Habiendo perdido
todo el control muscular voluntario, esencialmente me desplomo sobre el colchón,
y él se cierne sobre mí, mirando hacia abajo.
Se cortó el pelo esta mañana, me doy cuenta. Los lados están cortos cerca de
su cuero cabelludo nuevamente, y la parte superior es suave y flexible. Sus ojos
danzantes del lago al sol me miran fijamente, y estoy poseído por el calor, y
necesito sentir, sentir y sentir.
—Gracias por venir a cenar anoche —dice, y su mirada está haciendo un
recorrido completo de mi cara. Sobre mi frente y mis mejillas, flotando cerca de mi
boca.
Sus ojos bajan, mirándome tragar antes de decir:
—Tu familia es agradable.
—Sí.

—¿Probablemente pensaron que era un lunático?


Él sonríe.
—Solo un poco.

—Te cortaste el pelo.


Sus ojos se desenfocan y miran mi boca.
—Sí.
Me muerdo el labio, queriendo rugir por cómo me está mirando.
—Me gusta. Mucho.
—¿Sí? Qué bien.

Dios, suficiente charla. Lo atraigo hacia mí, mi mano en la parte posterior de su


cuello, y él baja de inmediato, su boca sobre la mía, el peso parcialmente sobre
mí, el aliento dejando sus labios en una ráfaga de alivio. Comienza tan lento, este
beso aliviado y pausado. Primero a través de sonrisas autoconscientes y luego
con la confianza de que esto, nosotros, es tan bueno que duele.

Y se eleva desde allí, como un avión en el despegue, y estamos infectados al


mismo tiempo con algo más salvaje y desesperado. No quiero pensar que
tenemos esta hambre porque hay un reloj que hace tictac. No estoy dispuesto a
jugar el juego de ajedrez con demasiados movimientos por delante. En cambio,
creo que tenemos esta hambre porque sentimos algo más profundo. Algo como el
amor.
Su pecho descansa sobre el mío y sus manos están en mi cabello y hace estos
pequeños y profundos sonidos que lentamente me descifran hasta que la única
palabra que puedo pensar, una y otra vez, es sí.
Todo se siente sí.

Su boca es sí, y sus manos son sí, y sobre mí, encima de mí ahora, se está
moviendo y sí, sí, sí.
Deslizo mis manos por su espalda y debajo de su camisa hasta la cálida piel de
su torso. Sí. No hay tiempo para apreciar que he respondido a mi propia pregunta
sobre la ropa porque entonces su camisa está fuera, sí, y la mía también; piel a
piel es
S
Í
y nunca he estado en el fondo de esta manera, nunca envolví mi pierna
alrededor de la cadera de alguien, nunca sentí este tipo de cambio y fricción, y él
me dice que piensa en mí cada segundo

y me dice que nunca se sintió así, le gusta chuparme el labio inferior, quiere
detener el tiempo para que podamos besarnos durante horas

y le digo sinceramente que nada se sintió tan bien como esto, y se ríe dentro de
mi boca otra vez porque estoy seguro de que es obvio cómo estoy en esto. Soy un
monstruo debajo de él, con las caderas arqueadas, un pulpo con las manos en
todas partes a la vez. No creo que nada en la historia del tiempo se haya sentido
tan bien.
—Quiero saber todo sobre ti —me dice, frenético ahora, su boca moviéndose
sobre mi mandíbula, raspando mi cuello.
—Te diré cualquier cosa.
—¿Eres mi novio? —pregunta, y luego se chupa el labio inferior antes de reírse
de sí mismo, como si esto no fuera lo más sorprendente que alguien me haya
dicho en la historia de mi vida.
—Um, sí.
Novio. Sí.

—Incluso si ahora soy tu novio, no le diré a nadie sobre esto —susurro.


—Lo sé.
Su mano se apodera de mí, entre nosotros (oh dios mío) y a través de mis
pantalones parece tan inocente y sucio al mismo tiempo, pero lo sucio se lava
cuando miro hacia arriba y me doy cuenta de que está mirando mi cara,
asombrado.

Y lo entiendo. Nunca he hecho eso tampoco.


En un momento así, no sé qué hacer. Sus ojos miran antes de que se cierren.
No se siente real. ¿Cómo puede ser esto real?
Avanza una y otra vez, y esto es lo más sorprendente que alguna vez he hecho.
..
Ni siquiera escucho los pasos o la puerta antes de escuchar el mortificado
"¡Oh!" de mi papá y la puerta se cierra de golpe.
Sebastian saltó fuera de mí, volviéndose hacia la pared, sus manos
presionadas contra su cara. En el silencio sonoro, no estoy seguro de lo que
acaba de suceder.
Quiero decir, sé lo que pasó, pero fue tan rápido que por unos latidos fuertes
creo que puedo fingir que él y yo acabamos de compartir la misma alucinación.
Esto es tan malo en muchos niveles. Ya no puedo jugar al juego ¡Somos solo
amigos! con los adultos abajo. Ahora estamos en eso, y voy a escuchar algo de
uno o ambos de mis padres.
Pero sin duda, esto es mucho más humillante para Sebastian.
—Hey —le digo.
—Esto es malo —susurra. No deja caer las manos, no se vuelve hacia mí. Su
espalda está desnuda, y es un mapa de músculos. Me estoy ahogando en las
reacciones de duelo: vertiginoso porque ahora tengo un novio sexy y aterrorizado
de que este momento haya arruinado todo.
—Hey —digo de nuevo—. No va a llamar a tus padres.
—Esto es tan malo.
—Solo ven aquí, ¿de acuerdo?
Girando lentamente, camina hacia atrás, se deja caer sobre la cama sin
mirarme.
Él gime.
—Tu papá entró con nosotros...
Tomo un momento para encontrar la mejor respuesta, decidiéndome.

—Sí, pero probablemente esté más mortificado que nosotros.


—Lo dudo mucho.
Sabía que no seguiría esa línea de razonamiento, pero valió la pena intentarlo.
—Mírame.
Después de unos diez segundos, lo hace. Veo cómo se ablanda, y el alivio de
eso me hace querer levantarme y golpearme el pecho.
—Está bien —le susurro—. No se lo va a decir a nadie. Probablemente va a
hablar conmigo más tarde.

Seguramente me hablará más tarde.


Con una exhalación derrotada, Sebastian cierra los ojos.
—De acuerdo.
Me inclino hacia adelante, y creo que él siente mi proximidad incluso si no abre
los ojos porque su boca se contrae en una sonrisa reprimida. Presionando mis
labios contra los suyos, le ofrezco mi labio inferior, el que le gusta chupar, y
espero a que responda. Lentamente, lo hace. No se parece en nada al calor de
antes, pero es real.
Se aleja, se pone de pie y alcanza su camisa.

—Me voy a casa.


—Me voy a quedar aquí.
Sebastian luchó otra sonrisa ante la implicación de esto, y luego vi como la
máscara se desliza lentamente en su lugar. Su frente se relaja y una luz vibrante
entra en sus ojos. La sonrisa fácil que estoy aprendiendo a desconfiar se extiende
por su rostro.
—¿Me acompañas afuera?

Papá solo tarda quince minutos, después de que Sebastian se haya ido, en ir a mi
habitación. Su golpe es tentativo, casi de disculpa.

—Adelante.
Él entra y cierra la puerta cuidadosamente detrás de él.
No estoy seguro de si debería estar enojado o arrepentido, y la combinación
envía estática espinosa a través de mi piel.

Papá camina hacia la silla de mi escritorio y toma asiento.


—Primero, debería disculparme por no tocar la primera vez.
Coloco mi libro abierto boca abajo sobre mi pecho, mirándolo desde donde
estoy acostado en la cama.

—Entendido.
—No sé qué decir más allá de eso. —Se rasca la mandíbula y luego lo
reconsidera. —No, eso no es del todo cierto. Sé lo que quiero decir, pero no dónde
debería comenzar.
Impulsándome para sentarme, me giro para enfrentarlo.
—¿Bueno?
—Sé lo que sientes por Sebastian. Y estoy bastante seguro de que es
recíproco.
—Sí...
—También sé que sientes esto genuinamente, y no por curiosidad o rebelión.

¿Cómo incluso respondo a esto? Asiento, consciente de que mi expresión es


principalmente de vaga confusión.
—¿Sabe Autumn?
Parpadeo, confundido.

—¿Auddy?
—Tu mejor amiga, sí.
—No le conté a Autumn lo que soy, papá. No le conté a nadie, ¿recuerdas?
¿Como mamá quiere?
—Mira —dice papá, apoyando una mano en mi rodilla—. Hay otras dos cosas
que quiero decir. Comenzaré con la fácil. Es tentador, cuando te enamoras de
alguien, ignorar todo lo demás en tu mundo.

—No estoy ignorando a Audd. . .


—No he terminado —dice papá, con voz suavemente severa—. Necesito que
me prometas que estás cuidando tus otras relaciones. Que pasas tiempo con
Autumn, Eric y Manny. Que sigues siendo un modelo a seguir para Hailey. Que
estás siendo un hijo atento y servicial para tu madre.
Asiento con la cabeza.

—Lo prometo.
—La razón por la que digo eso es porque es importante que mantengas tu vida
llena, independientemente de cuán profunda sea tu relación con Sebastian. Esto
es independiente de su religión. Si continúa y funciona de alguna manera,
entonces querrás amigos que te acepten y te apoyen. Y si, por alguna razón, no
funciona, necesitarás personas a las que puedas recurrir.
Miro fijamente al suelo, sintiendo una extraña reacción en guerra por dentro. Él
tiene razón. Tiene sentido. Pero odio la implicación de que yo no lo sabía ya.

—La otra cosa que quería decirte... —Papá se rasca la mandíbula, mirando
hacia otro lado. —No comparto la historia de tu madre con la iglesia, así que mi
reacción a tu relación es drásticamente diferente a la de ella. —Vuelve a mirarme
a los ojos. —Dicho eso, no creo que esté equivocada. No estoy necesariamente
de acuerdo con cada una de sus razones para advertirte, pero sí estoy de acuerdo
en que es complicado. ¿Asumo que sus padres no lo aprobarían?
—Creo que va un poco más allá de la desaprobación.
Papá ya está asintiendo ante esto.
—Así que cada vez que estás con él, vas a espaldas de sus padres.

—Sí.
—No me encanta eso —admite en voz baja—. Me gusta pensar que, si la
situación se invirtiera, serías abierto con nosotros o no traicionarías nuestros
deseos mientras vivieras en casa.
—La diferencia, papá, es que puedo ser abierto contigo.
—La cuestión es, Tann, tienes dieciocho años, y lo que haces con tu cuerpo es
tu elección. Pero lo que haces bajo mi techo sigue siendo algo sobre lo que tengo
algo que decir.
Oh.
—Te amo a ti, a tu hermana y a tu madre más que a nada en este planeta; tú lo
sabes.
—Lo sé.
—Y sé que te atraen las chicas y los chicos. Sé que vas a experimentar, y
nunca, por un segundo, te repugno eso. —Me mira a los ojos. —La complejidad
aquí no es que Sebastian sea un hombre. Si hubiera entrado y te viera con alguien
fuera de la iglesia, probablemente no habría dicho nada, e intercambiaríamos una
mirada de complicidad a través de la mesa y eso sería todo.
Mi deseo de acurrucarme como pelota en la esquina se eleva. Esto es muy
incómodo.
—Pero no quiero que tú y Sebastian usen nuestra casa para escabullirse a
espaldas de sus padres.

—Papá —le digo, con la cara caliente—. No tenemos muchas otras opciones.
—Sebastian es un adulto. Puede mudarse si quiere su propio espacio con sus
propias reglas.
Esto, justo aquí, es esencialmente papá cerrando la puerta a cualquier
discusión. Sé que esta opinión proviene de la experiencia. Y sentado aquí,
mirando la cara que conozco casi tan bien como la mía, me doy cuenta de lo difícil
que es para papá decirme esto.
Después de todo, según su familia, se enamoró de la mujer equivocada hace
veintidós años.
DOCE
La mamá de Autumn abre la puerta, dando un paso atrás para dejarme entrar. Le
dio a su hija los genes de la sonrisa con hoyuelos, pero eso es todo. Auddy tiene
todo el cabello rojo, nariz pecosa y ojos azules brillantes. La señora Green tiene
cabello negro, ojos marrones, piel oliva. Me pregunto cómo es ver todos los días a
una hija que es muy similar al esposo muerto de la señora Green. ¿Es maravilloso
o desgarrador? Lo más probable es que sea una combinación de ambos.
Tenemos una rutina: la beso en la mejilla y ella me dice que tiene algunos Yoo-
hoos en la nevera, y actúo emocionado. Son la cosa más rara, como la leche con
chocolate acuosa en cajas de jugo. Mencioné una vez a la señora Green que me
gustaron, mi primer verano aquí, y ella me los ha estado comprando desde
entonces. Ahora siempre me siento obligado a llevarme uno de camino a la
habitación de Auddy, pero, en realidad, ya no puedo soportarlos. Hemos estado
haciendo un pequeño experimento científico con una planta en su estante:
¿pueden las violetas africanas sobrevivir solo en Yoo-hoo?
La princesa Autumn está tendida en el suelo con un borrador de sus capítulos
frente a ella. Incluso lo está marcando con un bolígrafo rojo. No puedo manejar
esta mierda.
—Auddy, eres la persona más linda y nerd que he conocido en toda mi vida.
Ella ni siquiera levanta la vista cuando entro.
—No seas condescendiente.

—¿No sabes que el bolígrafo rojo puede ser visto como duro y puede dañar la
estima de los estudiantes? Mejor usar morado.
Ojos azules se vuelven hacia mi cara.
—Me gusta el rojo.
Su largo cabello pelirrojo está recogido en un enorme moño sobre su cabeza.

—Sé que te gusta.


Apartando los codos, se mueve para sentarse, con las piernas cruzadas ahora.
—¿Qué estás haciendo aquí?
Esto duele un poco, porque me dice que papá tiene razón. Antes de Sebastian,
no sería extraño para mí venir aquí en cualquier momento. Ahora veo a Auddy tal
vez una vez por semana fuera de la escuela, y paso mucho más tiempo solo,
escribiendo palabras y palabras y palabras sobre él, sin importar cuánto me grite
mi cerebro para comenzar el nuevo libro.
—¿No puedo detenerme y pasar el rato con mi mejor amiga?
—Has estado ocupado.
—Tú también. —Le doy un significativo movimiento de cejas. — ¿Te divertiste
con Eric la otra noche?
—Si por "diversión" quieres decir "besarnos hasta que se nos caiga la cara",
entonces sí.

Se me cae la mandíbula.
—¿En serio?
Ella asiente, sonrojándose a través de sus pecas.
—¿Y cuántos chistes de "tu mamá" hizo?
Riendo, ella canta.
—¡Ninguno!
—No te creo.

Para Eric, todo es una oportunidad para bromas del tipo a tu madre o es lo que
ella dijo. No importa cuántas veces le recordamos que ya no es 2013.
—Fue divertido— dice ella, recostándose contra su cama—. Me gusta.
Llego hacia adelante, pellizcando su mejilla. Hay algo apretado dentro de mí.
No son celos exactamente, pero es una extraña sensación de pérdida, como si ya
no fueran Tanner y Autumn contra todos los demás. Ambos tenemos otras
personas ahora.
Incluso si aún no lo sabemos.
—¿Qué es esa cara? —Dibuja un círculo en el aire frente a mí.
—Solo estoy pensando. —Levanto su bolígrafo rojo y garabateo en la suela de
mi zapatilla. —Quería hablar contigo.
—Esto suena serio.
—No lo es. —Estrecho los ojos, pensando. —No, lo es, supongo. Solo quería
decir que lo siento.
Ella no dice nada, así que la miro, tratando de leer su expresión. Conozco a
Autumn mejor que a casi nadie, pero en este momento no puedo descifrar lo que
está pensando.
—¿Por qué? —dice finalmente.
—Por estar tan distraído.

—Es un término muy ocupado —dice ella. Se inclina hacia atrás y tira de un hilo
suelto en el dobladillo de mis jeans. —Lamento no haber sido la mejor amiga
últimamente tampoco.
Esto me sorprende y la miro.
— ¿Qué quieres decir?
—Sé que te has hecho amigo de Sebastian, y creo que estaba celosa.
Oh. Suenan las campanas de alarma en mi cabeza.
Ella traga, y es incómodo y audible, y su voz vacila cuando dice lo siguiente.
—Quiero decir, él está obteniendo algo de tu tiempo que yo suelo tener. Y hay
algo tan intenso en eso cuando ustedes están hablando, así que siento que él
podría estar tomando algo que es mío. —Ella me mira. — ¿Esto tiene sentido?

Mi corazón martillea arriba y abajo en mi pecho.


—Creo que sí.
Su cara se pone roja, diciéndome que esta conversación es más que solo
amistad.

Si solo estuviera replanteando mejor su territorio, no se sonrojaría; ella sería de


latón. Pero aquí hay algo más. E incluso si no sabe el alcance de las cosas entre
Sebastian y yo, siente la intensidad de eso. Hay algo de conciencia que aún no
puede nombrar.
—Estoy celosa —dice, y trata de parecer valiente con la barbilla en el aire—.
Por muchas razones, pero estoy trabajando en algunas de ellas.
Se siente como si me hubieran golpeado en el pecho con un martillo.
—Sabes que te quiero, ¿verdad?
Sus mejillas se sonrojan de un rosa brillante.
—Sí.

—Como si fueras una de las personas más importantes del mundo para mí, ¿de
acuerdo?
Ella levanta la vista, ojos vidriosos.
—Sí, lo sé.
En verdad, Autumn siempre ha sabido quién es y qué quiere. Ella siempre ha
querido ser escritora. Ella es blanca, es heterosexual, es hermosa. Ella tiene un
camino que puede seguir que la llevará a estas cosas, y nadie le dirá que no
puede o no debe desearlas. Soy bueno en las ciencias físicas, pero soy
ambivalente acerca de seguir a mi padre por el camino del médico, y no tengo
idea de qué más podría ser. Solo soy un chico bisexual medio judío que se está
enamorando de un chico mormón. El camino para mí no es tan claro.
—Ven aquí —le digo.

Ella se arrastra sobre mi regazo, y la abrazo en mis brazos, sosteniéndola


mientras ella me lo permita. Ella huele a su champú Aveda favorito, y su cabello es
suave en mi cuello, y deseo por centésima vez sentir algo así como deseo por ella,
pero en cambio es solo un profundo y desesperado cariño. Ahora veo a qué se
refería papá. Es fácil decir que mantendré mis amistades, pero necesito hacer más
que eso. Necesito protegerlos también. Es muy probable que no vamos a ir a la
misma universidad el próximo año, y ahora es el momento de asegurarnos de que
somos sólidos con nuestra amistas. Si alguna vez la perdiera, estaría devastado.

Los Warriors están jugando contra los Cavs en una revancha, y papá está
plantado en el sofá. Cada línea de su cuerpo está tensa. El grado en que
desprecia a LeBron James me elude, pero no puedo culparlo por su lealtad.

—Vi a Autumn hoy —le digo.


Él gruñe, asintiendo. Claramente no está escuchando.
—Nos escapamos.
—¿Sí?
—Necesitas una cerveza, y una panza cervecera, si vas a estar así en la
televisión.
Él gruñe de nuevo, asintiendo.
—Estoy en problemas. ¿Puedo tener quinientos dólares?
Finalmente, papá me mira horrorizado.
—¿Qué?

—Solo viendo cómo respondes.


Parpadeando un par de veces, exhala aliviado a medida que el juego llega a un
corte comercial.
—¿Qué estabas diciendo?
—Que vi a Auddy hoy.

— ¿Ella está bien?


Asiento con la cabeza.
—Creo que ella está saliendo con Eric.
—¿Eric Cushing?
Asiento de nuevo.
Él procesa esto como yo esperaba que lo hiciera.

—¿Pensé que ella estaba enamorada de ti?


No hay forma de responder a esto sin sonar como un idiota.
—Creo que ella lo está, un poco.
—¿Le dijiste sobre Sebastian?
—¿En serio? No.
El juego vuelve y me siento mal por hacerlo ahora, pero es como las termitas
comiendo en una viga de madera. Si no me lo quita, estaré lleno de ansiedad.
—Papá, ¿qué pasó cuando le dijiste a Bubbe que estabas saliendo con mamá?
Le da al televisor una última mirada reacia antes de alcanzar el control remoto y
silenciarlo. Y luego se da la vuelta, levantando una pierna en el sofá para mirarme.
—Esto fue hace mucho tiempo, Tann.
—Solo quiero volver a escuchar sobre eso.
Ya he escuchado la historia antes, pero a veces escuchamos cosas de niños y
los detalles nos invaden, y de no entender bien a lo que se refiere. La historia del
noviazgo de mis padres es una de aquellas cosas; fue romántico cuando nos lo
contaron por primera vez, y lo verdaderamente difícil que fue para papá y su
familia, y también para mamá, se perdió en la gran narrativa que obtuvieron felices
para siempre.
Tenía trece años, Hailey tenía diez, y la historia que nos contaron fue
abreviada: Bubbe quería que papá se casara con la hija de su mejor amiga, una
mujer que se crio en Hungría y se mudó aquí para la universidad. Nos dijeron que
era normal que los padres participaran en el emparejamiento. No explicaron las
otras partes que aprendí con el tiempo, hablando con tías y primos, como la
manera en que tener a la familia involucrada tiene sentido de muchas maneras: el
matrimonio es para siempre, y el enamoramiento desaparece. Encontrar a alguien
que venga de la misma comunidad y tenga los mismos valores, al final, es más
importante que estar con la persona con la que quieres tener relaciones sexuales
durante unos meses.
Pero papá conoció a mamá en Stanford y, como dice mamá, ella lo sabía. Él
luchó, pero al final, él también lo sabía.
—Conocí a tu madre mi primer día en la escuela de medicina —relata—. Ella
estaba trabajando en esta moderna tienda de sándwiches cerca del campus, y
entré, agotado y hambriento. Me había mudado solo el día antes de que
comenzaran las clases, y la realidad de estar lejos de casa era muy diferente de
mis expectativas. Era caro y ocupado, y mi carga de trabajo ya era increíble. Hizo
el sándwich de pollo más perfecto, me lo entregó y me preguntó si podía llevarme
a cenar.
He escuchado esta parte. Me encanta esta parte, porque generalmente papá se
burla de la carnada y cambia por la comida de mamá. Esta vez no lo hace.
—Pensé que significaba que era amigable porque me veía tan abrumado.
Nunca se me ocurrió que ella pensaría que podríamos salir. —Él se ríe. —Pero
cuando ella apareció, estaba claro cuáles eran sus intenciones. —Y ahora su voz
baja. Ya no me dan la versión superficial de la historia. Me dan la versión que un
hombre adulto le da a su hijo adulto.
Mamá es hermosa. Ella siempre ha sido hermosa. Su confianza la hace casi
irresistible, pero combinado con su brillantez, papá nunca tuvo una oportunidad.
Tenía solo veintiún años, después de todo, joven para un estudiante de medicina,
y esa primera noche, en la cena, se dijo a sí mismo que no estaría de más pasar
un tiempo con ella. Había tenido un par de novias antes, pero nada serio. Siempre
supo que eventualmente regresaría a casa y se casaría con alguien de la
comunidad.
Mamá y papá salieron en secreto, y durante dos años juntos, incluso mientras él
se quedaba en su casa, insistió en que se casaría con una mujer judía. Cada vez
que él decía esto, ella ocultaba su dolor y decía:
—Está bien, Paul.
Cuando Bubbe y la hermana de papá, Bekah, vinieron de visita durante tres
semanas, mamá nunca las conoció. Él no les dijo nada sobre ella, y durante todo
el tiempo que estuvieron en la ciudad, ella nunca lo vio. Fue como si hubiera
desaparecido. Él no llamó ni nada. Ella rompió con él después de que se fueron, y
papá nunca discutió. Él le dijo que le deseaba lo mejor y la observó alejarse.

Mientras que papá siempre ha sido mudo sobre el tema de su tiempo apartado,
mamá se ha referido a él en broma como el "Año Oscuro". Broma o no, he visto
fotos de ellos desde este momento, y las imágenes siempre me inquietaban un
poco. Mis padres están con E mayúscula ENAMORADOS. Papá piensa que
mamá es brillante, hermosa; él piensa que ella colgó las estrellas. Ella piensa que
él es el hombre vivo más inteligente y maravilloso. Estoy seguro de que su tiempo
de separación los hizo agradecidos por lo que tienen, pero está claro que se
sintieron así incluso antes de la ruptura. En esas fotos, ambos tienen este tipo de
aspecto hueco y tallado. Los círculos azulados bajo los ojos de papá parecen
fases oscuras de la luna. Mamá es delgada, pero en el Año Oscuro, era
esquelética.
Ahora me admite que no podía dormir. Durante casi un año, durmió solo un par
de horas por noche. No era raro encontrar estudiantes de medicina que estuvieran
despiertos toda la noche estudiando, pero papá es un tipo organizado y dedicado
y no tuvo problemas para mantenerse al tanto de su trabajo. No podía dormir
porque estaba enamorado de ella. Ese año, había sentido que era viudo.
Fue a su antiguo departamento y le rogó que lo volviera con él.
Nunca supe esto. Siempre escuché que un día se encontraron en el campus y
papá supo desde entonces que no podía mantenerse alejado de ella.
—¿Por qué nos dijiste que te encontraste con mamá en el campus?
—Porque eso es lo que le dije a Bubbe —dice en voz baja—. Le dolió durante
mucho tiempo que me case con Jenna. Pero pensar que la había buscado y que le
rogué que volviera a mí habría sido una traición más activa.
Me duele el corazón cuando dice esto. Cada vez que voy a ver a Sebastian se
siente como una traición activa a mamá. Nunca había tenido un nombre para eso.
—Jenna me sentó —dice papá—, y me gritó durante una hora. Ella me dijo
cuánto le dolía estar en una posición donde no tenía poder. Me dijo que siempre
me amaría, pero que no confiaba en mí. —Él se ríe. —Me despidió y me dijo que
le probara que iba en serio.
— ¿Qué hiciste?

—Llamé a Bubbe y le dije que estaba enamorado de una mujer llamada Jenna
Petersen. Compré un anillo y volví al apartamento de tu madre y le pedí que se
casara conmigo.
Aparentemente, mamá dijo: "¿Cuándo?" Y papá dijo: "Cuando quieras".
Entonces se casaron en la corte a la mañana siguiente, otro detalle que nunca
había escuchado. He visto innumerables fotos de su boda oficial: la firma de la
ketubah, mamá oculta a la vista debajo de su velo, esperando caminar por el
pasillo, mi papá rompiendo el cristal debajo de la jupá, la fila de fotos de amigos y
familiares honrados miembros dando el sheva brachot: las siete bendiciones,
levantando a mis padres en amplias sillas de madera mientras sus amigos
bailaban a su alrededor. Las fotos de su boda se alinean en el pasillo de arriba.
No tenía idea de que estaban casados legalmente casi un año antes.

— ¿Bubbe sabe que te casaste antes?


—No.
— ¿Te sentiste culpable?

Papá me sonríe.
—Ni por un solo segundo. Tu mamá es mi sol. Mi mundo solo es cálido cuando
ella está en él.
—No puedo imaginar cómo fue eso para ti. —Miro mis manos. —No sé cómo
alejarme de Sebastian, o si puedo hacerlo. —Tengo que preguntar, por mucho que
temo la respuesta. —¿Le dijiste que entraste a la habitación y me viste con
Sebastian?
—Lo hice.
—¿Estaba enojada?
—No estaba sorprendida, pero estuvo de acuerdo con lo que te dije. —Se
inclina más cerca, besando mi frente. —Lo que Jenna aprendió conmigo fue que
siempre tenía poder, incluso cuando sentía que no la reconocía. No estás
indefenso aquí. Pero debes ser claro sobre lo que eres y lo que no estás dispuesto
a tolerar. —Pone un dedo debajo de la barbilla y me alza la cara para mirar la
suya. —¿Estás dispuesto a ser un secreto? Tal vez lo estás por ahora. Pero esta
es tu vida, y se extenderá ante ti, y eres la única persona que puede hacer lo que
quieras que sea.
TRECE
Sebastian me envía mensajes de texto antes de acostarse todas las noches y a
primera hora de la mañana.
A veces son tan simples como:
Hey.

Otras veces son más largos, pero apenas. Como el miércoles después de cenar
en su casa me envió una nota que decía simplemente:
Me alegra que estemos de acuerdo con la situación.

Supongo que definitivamente estamos juntos.


También considero que definitivamente somos un secreto.

Pero también... estamos un poco perdidos. Mi casa ahora está fuera de


discusión. Su casa está definitivamente fuera de discusión. Podríamos pasar el
rato en mi coche, pero no solo se siente demasiado sombrío, se siente peligroso,
como si estuviéramos dentro de una pecera con una sensación de privacidad y sin
paredes reales.
Entonces, comenzando el fin de semana después de que papá nos atrape en mi
habitación, al menos dos veces a la semana, caminamos. No solo nos permite
alejarnos de miradas indiscretas durante una época del año en la que nadie más
está en la montaña, pero (al menos para mí) ayuda a quemar la energía extra que
parezco estar cargando. Hace demasiado frío algunos días, pero vale la pena.
Cosas que hemos hecho en las dos semanas posteriores a que susurró "novio"
en un beso:

• Celebramos nuestros aniversarios de una y dos semanas, en la forma más


cursi de la manera posible: pastelitos y tarjetas hechas a mano.
• Robar miradas sabidas en cada clase de seminario en el que estamos
juntos
• Pasar cartas tan sutilmente como podamos, generalmente bajo la
apariencia de guías para leer las páginas de "mi libro" y devolverlas. (Nota: No
sé qué será de mi libro, pero todavía no es de lo que se supone que debo
estar escribiendo. Pensar en ello me envía a un pánico en espiral.
Continuando.)
• Volver a leer las cartas hasta que el papel esté prácticamente cayendo a
pedazos.
• Encontrar el uso creativo de emojis en los mensajes.
Cosas que no hemos hecho desde que susurró la palabra "novio" en un beso:
Besado
Sé que es difícil para ambos poder sentirnos más cerca sin sensación de estar
cerca, pero todo lo demás es tan bueno en este momento, no dejaré que la falta
de manoseo me saque de mi novena nube5.

Autumn saca una página del montón de folletos que recorren la sala y deja caer
la pila sobre mi escritorio y me saca de la niebla. Sebastian está al frente de la
habitación, inclinada sobre un cuaderno con Clive y Burrito Dave. No importa que
Clive está saliendo con Camille Hart y Burrito Dave está saliendo con la mitad de
la clase junior. Los celos aumentan bruscamente entre mis costillas.

Como si pudiera sentir el fuego de mi mirada, Sebastian levanta la vista y luego


rápidamente lo aparta, sonrojado.
—¿Tú…? —Autumn comienza, y luego sacude la cabeza—. No importa.
—¿Yo qué?

Ella se inclina y susurra:


—¿Crees que le gustas? ¿Sebastian?
Mi corazón da un vuelco por su pregunta, y fuerzo mi atención de regreso a la
laptop delante de mí, escribiendo la misma palabra una y otra vez:

Jueves
Jueves
Jueves
Jueves
El jueves es dentro de tres días, y cuando iremos a nuestra próxima caminata
—¿Cómo podría saberlo? —pregunto. Casual. Despreocupado.

Tal vez debería pedirle a Sasha que vaya al baile de graduación.


Fujita hace rondas y nos revisa para ver cómo estamos progresando con el
recuento de palabras, arcos de los personajes, desarrollo del argumento, ritmo. Es
el 10 de marzo y se supone que debemos tener veinte mil palabras escritas, así

5
Quiere decir, de su estado de euforia o extremadamente feliz.
como nuestros amigos críticos seleccionaron. Tengo más de cuarenta mil palabras
escritas, pero son todo esto, y no puedo entregarlo.
Autumn no quería trabajar conmigo, todos menos yo estábamos sorprendidos.
Así que me falta un compañero y voy a volar bajo el radar con esto siempre que
sea posible. Aunque debería haberlo sabido mejor. A pesar de su ambiente hippie
y literario desordenado, Fujita está al tanto de los detalles.

—Tanner —dice, viniendo detrás de mí tan sigilosamente que salto, golpeando


mi laptop cerrada. Riendo, se inclina cerca, susurrando—: ¿Qué clase de novela
estás escribiendo, chico?
Si me saliera con la mía, pasaría de novela YA a pornografía, pero estoy
bastante seguro que eso no va a suceder. Ver también: relación secreta, sin
hogar.
Ver también: debo comenzar un nuevo libro lo antes posible.
—Contemporáneo —le digo, agregando en caso de que viera mi cadena de
jueves —. Estoy un poco estancado hoy.

—Todos tenemos días en los que fluye y días en los que no —dice lo
suficientemente alto para el beneficio de toda la clase, y luego se inclina de
nuevo—. ¿Estás avanzando de otra forma?
—Sorprendentemente —le digo—, sí.
Dependiendo de cómo lo mires.
—Bien. —Arrodillándose, Fujita se encuentra cara a cara conmigo. —Entonces,
parece que todos los demás están emparejados para las críticas. Ya que estás en
proceso pero estás luchando hoy, voy a pedirle a Sebastian que te dé su opinión.
—Mi pulso se dispara. —Sé que te ha estado hablando un poco sobre tu idea, y
en ausencia de un número de estudiantes en la clase de todos modos, esa parece
ser la forma más fácil de hacerlo. —Me palmea la rodilla. —¿Estás de acuerdo?
Yo sonrío.
—Sí.
—¿Qué pasó?
Fujita y yo levantamos la vista cuando Sebastian se materializa a nuestro lado.
—Solo le estaba haciendo saber a Tanner que serás su amigo de críticas.

Sebastian sonríe con una sonrisa fácil y segura. Pero sus ojos bailan hacia mí.
—Genial. —Un par de cejas perfectas y oscuras se levantan. —Eso significa que
tendrás que mostrarme lo que tienes hasta ahora.
Levanto las cejas a cambio.
—Está bastante vacío.

—Está bien —dice alegremente—. Puedo ayudarte a encontrar la forma.


Autumn se aclara la garganta.
Fujita nos aplaude a ambos en la espalda.
—¡Excelente! ¡Adelante!
Sebastian desliza un fólder sobre mi escritorio.
—Estas son algunas de mis notas de nuestra última reunión.

Mi pulso sale corriendo por la puerta de salida, y mi voz tiembla cuando intento
un casual:
—Impresionante, gracias.
Siento la atención de Autumn a un lado de mi cara en el momento en que se
aleja. Sin mirarla, le pregunto:
—¿Qué pasa, Auddy?
Ella se inclina, susurrando.
—Tú y Sebastian acaban de tener una conversación completa en insinuaciones
sexuales.
—¿En serio?
Ella se queda callada, pero su pausa intencional es algo vivo que respira entre
nosotros.
Finalmente, la miro a los ojos, y antes de mirar hacia otro lado, me pregunto si
ella lo ve todo allí. Sé que está escrito en mi cara tan claramente como en un
banner en el cielo:

SEBASTIAN + TANNER = UNA COSA DE NOVIOS.

—Tanner —dice de nuevo, lentamente, como si se estuviera acercando al final


de una novela de Agatha Christie6.
Me giro en mi asiento para mirarla. Mi piel arde debajo de mi camisa, mi pecho
se siente espinoso.
6
Lean los libros de esta señora si les gusta el misterio y suspenso, son GENIALES.
—Creo que voy a pedirle a Sasha que vaya al baile de graduación.

T,

¿Cómo estuvo tu fin de semana? ¿Tu familia terminó yendo a


Salt Lake?

Este fin de semana en la casa del hermano fue una locura.


Parecía que nuestro timbre sonaba constantemente. Tuvimos
algunas actividades de Primaria en la iglesia los sábados. Lizzy y
yo estábamos ayudando a realizarlo, y tratar de meter a veinte
niños de seis años en un solo sitio es como tratar de trabajar
con gatos salvajes. Además, creo que hermana Cooper les dio
dulces cuando terminó su actividad con ellos antes que
lleguemos, así que eran salvajes.

Llegué a casa tarde el sábado y subí a mi habitación y pensé en


ti durante unas dos horas antes de que pudiera caer dormido.
Bueno, pensé en ti, recé y luego pensé sobre ti un poco más.
Ambas actividades me hacen sentir increíble. Cuanto más rezo,
más seguro estoy de que lo que hacemos juntos es correcto,
pero también estoy solo. Deseo que pudiéramos estar juntos al
final de días como este, hablando de ello en el mismo espacio
en lugar de a través de estas cartas. Pero nosotros tenemos
esto, al menos.

Y tenemos los jueves. ¿Es una locura que este tan emocionado?
Tendrías que controlarme. Todo lo que quiero hacer es besar,
besar y besarte.

¿Cuándo me vas a dejar leer el nuevo libro? Eres bueno,


Tanner. Me muero por ver lo que estás escribiendo ahora. Me
dirijo al campus y estaré en clase para el seminario hoy para
darte esto. Cuando termines de leerlo, solo sé que estaba
pensando en besarte mientras estaba escribiendo esta oración (y
todas las anteriores probablemente).

Tuyo,

S.

Lo leí unas diecisiete veces antes de meterlo en el bolsillo más profundo de mi


mochila, donde la guardaré hasta que llegue a casa y pueda ponerla en una caja
de zapatos en el estante superior de mi armario. (Ahora que lo pienso, si muero
hoy, una caja de zapatos en el estante superior de mi armario es donde mis
padres probablemente buscarán primero pistas sobre qué me pasó; Debería
encontrar un mejor escondite).
Dejo que estos pensamientos tortuosos me distraigan de la inquietud que siento
con respecto a la curiosidad de Sebastian sobre mi libro.
No me malinterpreten: en realidad me encanta lo que tengo hasta ahora. Pero
tengo que enfrentar la realidad: en este momento, no voy a tener un libro que
pueda entregar. Hasta ahora, esa verdad ha sido este imán repelente, y mis
pensamientos se alejaron libremente de él. Me dije una y otra vez que puedo
demostrar que lo hice, darle a Fujita un poco de páginas de muestra antes de que
Sebastian aparezca en la narrativa, a pedido de confidencialidad, y pedirle que me
califique lo que ve. Fujita es un tipo bastante relajado; Creo que en realidad haría
esto por mí. O puedo admitirle a Sebastian que este libro todavía trata de nosotros
y que presione a Fujita para calificar algunos de los proyectos, el mío incluido, con
el pretexto de quitarle parte del trabajo a Fujita.
Pero, ¿y si Fujita no lo acepta? ¿Qué pasa si no me da una calificación
aprobatoria basado en las primeras veinte páginas más o menos? He estado
escribiendo con fiebre. Desde que mal-edité los primeros cuatro capítulos para
Sebastian, no he cambiado ningún detalle, incluso nuestros nombres. En la
versión actual, está todo para que el mundo pueda ver, y no quiero cambiarlo. El
Seminario. El Obispo Brother. Nuestras caminatas. Mis padres, mi hermana,
nuestros amigos. Sé que Sebastian me necesita, pero no quiero esconderme

Me espera en el comienzo del sendero a las tres del jueves. Solo tenemos unas
pocas horas de luz del día, pero espero que podamos quedarnos más tarde esta
noche, alargar el tiempo en la oscuridad. Sé que no tiene clases hasta después
del almuerzo de mañana.
—Hola. —Sacude la cabeza y se quita el cabello de los ojos. Me zumba la piel.
Quiero presionarlo contra un árbol y sentir su cabello deslizarse entre mis dedos.
—Hola.
Dios, somos idiotas, sonriendo como si acabáramos de ganar una medalla de
oro del tamaño de Idaho.
Sus ojos son traviesos, y amo este lado de él. Me pregunto quién más lo ve.
Quiero pensar que lo que veo aquí mismo en sus ojos es su verdad pura.
—¿Trajiste agua? —pregunta.
—El grande.
—Bueno. Subiremos. ¿Estás listo?
—Te seguiré a todas partes.
Con una enorme sonrisa, se da vuelta, yendo por el camino hacia la densa
maleza húmeda y lluviosa. Lo sigo de cerca. El viento se levanta a medida que
subimos, y nosotros no nos molestamos con una pequeña charla. Me recuerda a ir
a un buffet de mariscos con papá cuando me llevó a una conferencia en Nueva
Orleans. Papá tenía esta concentrada mirada intensa en su cara. No comas el
relleno, dijo, refiriéndose a los palitos de pan, mini sándwiches, incluso los
hermosos pasteles pequeños-pero-sin-sabor. Papá fue directo a las patas de
cangrejo y el atún chamuscado.
Una pequeña charla sin aliento en este momento serían palitos de pan. Quiero
sentir el cuerpo de Sebastian contra el mío la próxima vez que diga algo.

La mayoría de las personas que caminan en la montaña se detienen en la


enorme pintura, pero después que llegamos allí a media hora en nuestra
caminata, continuamos, dejando la ciudad en expansión debajo de nosotros. Nos
dirigimos hacia donde el sendero se estrecha y continúa hacia el sur, luego gira
hacia el este en Slide Canyon. Aquí todo es más accidentado y observamos
nuestros pasos más con cuidado para evitar la ortiga y espinas. Finalmente,
llegamos al área de la montaña donde está cubierta de pino. Lo necesitamos
menos por la sombra (se está poniendo más frío, pero estamos envueltos en
chaquetas) y más para privacidad.
Sebastian frena y luego se sienta bajo una paja de árboles con vistas a
Cascade Mountain y Shingle Mill Peak. Me siento a su lado; hemos estado
caminando por más de una hora. Cualquier pregunta que tenía sobre si
estaríamos aquí juntos en la noche ha sido puesto a descansar. Esto es más lejos
de lo que hemos caminado juntos en un fin de semana, y mucho menos un día de
la semana, y nos llevará al menos otra hora llegar casa. El sol cuelga bajo en el
horizonte, convirtiendo el cielo en un azul pesado y seductor.
Su mano se desliza hacia la mía, y presiona nuestras manos unidas en su
pecho. Incluso a través de su chaqueta hinchada puedo sentir el calor de su
cuerpo.
—Santo. . . esa fue una caminata.
Me quedo sentado, apoyándome en mi otra mano para equilibrar y mirar
fijamente el cañón. Las montañas son dramáticamente verdes con manchas de
nieve blanca. Sus picos afilados y caras lisas de roca están salpicados de árboles.
Es muy diferente al valle debajo de nosotros, donde todo parece estar salpicado
de TGI Fridays y tiendas.

—¿Tann?
Me giro, mirándolo. La tentación de arrastrarse sobre él y besarlo durante horas
es casi imposible de resistir, pero también hay algo bastante bueno sobre poder
sentarse aquí y tomarse de las manos
con
mi
novio.
—¿Sí?
Me lleva la mano a su boca y besa mis nudillos.

—¿Puedo leerlo?
Vino tan rápido. Lo estaba esperando, pero aún así.
—Eventualmente. Es solo que. . . no está terminado.
Se mueve para sentarse.
—Lo entiendo. Lo acabas de empezar, ¿verdad?
La mentira está empezando a ponerme negro por dentro.

—En realidad —le digo—, me está costando comenzar. Quiero escribir algo
nuevo. En serio. Pero cada vez que me siento en mi computadora, escribo
sobre… nosotros.
—Entiendo eso. —Se queda callado por unas pocas respiraciones. —Quise
decir lo que dije. Lo que yo leí fue realmente bueno.
—Gracias.

—Entonces, si quieres, ¿podría trabajar en editarlo? ¿Haciéndolo menos


reconocible?
Estoy seguro de que haría un trabajo increíble, pero está lo suficientemente
ocupado ya.
—No quiero que te preocupes por eso.
Él duda y luego aprieta mi mano.
—Es difícil no hacerlo. No puedes entregar ese libro a Fujita. Pero si no
entregas algo, desaprobarás.
—Lo sé. —La culpa se refleja en mi piel. No estoy seguro de lo que sería peor:
pedir su ayuda aquí, o intentar comenzar de nuevo.
—Me gusta pensar en nosotros también—me dice—. Creo que me gustaría
editarlo.
—Quiero decir, podría enviarte lo que tengo en pedazos para trabajarlo, pero no
quiero para enviarlo a tu correo electrónico de BYU.
Puedo decir que nunca se le ocurrió una dirección de correo electrónico
separada.

—Oh, cierto.
—Puedes crear una nueva cuenta de Gmail y yo puedo enviarla allí.
Él ya está asintiendo, y se acelera cuando la implicación de esto parece
impactar en él más completamente. Sé exactamente lo que está pensando:
podríamos escribir correos electrónicos el uno al otro todo el tiempo. Es tan
adorable que odio reventar su burbuja.

—Solo ten cuidado con lo que haces en casa —le digo—. Mi mamá creó el
Software de padres inteligencia. Sé mejor que la mayoría lo fácil que pueden
rastrear cada movimiento que haces.
—No creo que mi mamá y mi papá sean tan expertos en tecnología —dice
riéndose—, pero lo tendré en cuenta.
—Te sorprendería lo fácil que es —le digo, medio orgulloso, medio
profundamente disculpándome con los de mi generación que fueron expuestos por
el primer invento de mi madre—. Sé cómo mis padres se enteraron de mí... y mi
interés en los chicos. Instalaron el software en nuestra nube y podían ver todo lo
que había buscado, incluso si borraba mi historial.

Su cara se pone pálida.


—Vinieron a hablarme sobre eso y fue entonces cuando admití que había
besado a un niño el verano anterior.
Evadimos esto, pero nunca hablamos de ello libremente.

Sebastian se mueve y me mira.


—¿Qué dijeron?
—Mamá no estaba sorprendida. —Levanto una piedra y la lanzo al borde del
acantilado. —Fue más difícil para papá, pero él quería que esto fuera fácil. Él trata
con sus sentimientos en su propio tiempo, creo. En la primera conversación, me
preguntó si pensaba que era una fase, y dije que tal vez. —Me encojo de
hombros. —Quiero decir, honestamente no lo sabía. No es como que ya había
pasado por esto antes. Solo sabía que sentía lo mismo cuando miraba fotos de
chicos desnudos y cuando miraba fotos de chicas desnudas.
Sebastian se sonroja de un rojo brillante. Realmente no creo haber visto su cara
tan caliente antes. ¿Nunca ha mirado fotos desnudas? ¿Lo he avergonzado?
Increíble.
Sus palabras salen un poco confusas:

—¿Has tenido relaciones sexuales?


—He estado con algunas chicas —admito—. Solo he besado chicos.
Él asiente, como si esto tuviera sentido.
—¿Cuándo lo supiste? —pregunto
Frunce el ceño.
—¿Saber qué? ¿Sobre ti siendo bi?

—No. —Me río, pero sigo porque no quiero que parezca burla. —Que eres gay.
La confusión en su rostro se profundiza.
—No lo soy.
—¿No qué?
—No soy...eso.
Algo parece atraparse en el engranaje de mi pulso, y se dispara. Con un
suspiro, me duele el pecho.
—¿No eres gay?
—Quiero decir —dice, nervioso, intentando de nuevo—, me atraen los chicos y
estoy contigo ahora mismo, pero no soy gay. Esa es una opción diferente, y no
elijo ese camino.
Ni siquiera sé qué decir. La sensación dentro de mí se siente como si se
hundiera.
Solté su mano.
—Como, tú no eres gay, no eres heterosexual, tú eres… tú —dice, inclinándose
adelante para atrapar mis ojos—. Yo no soy gay, no soy heterosexual, yo soy yo.
Lo deseo tanto que es casi doloroso. Entonces cuando me besa, trato de hacer
que la sensación de él chupando mi labio inferior bloquee cualquier otra cosa
Quiero su beso para que sea la aclaración, la seguridad de que una etiqueta no
importa, que esto es lo que importa.
Pero no lo hace. Todo el tiempo nos besamos y más tarde, cuando nos
paramos y caminamos hacia abajo, todavía tengo la sensación de que me estoy
hundiendo. Él quiere leer mi libro, el libro sobre enamorarse de él. Pero, ¿cómo
puedo enviarle mi corazón cuando él acaba de decir, en términos inequívocos, que
no habla este idioma?
CATORCE
A última hora de la tarde del sábado, Autum corre detrás de mí, por mi camino de
entrada. Finalmente estamos fuera de mi casa y ella suelta su aluvión de
preguntas.
—¿Estabas hablando con él cuando llegué aquí?
—Sí.
—¿Me estás diciendo que no le gustas? Tanner, veo cómo te mira a ti.
Desbloqueo el auto, abriendo la puerta del lado del conductor. Estoy 100 por
ciento seguro de que no estoy en el estado de ánimo para esto. Incluso después
de hablar con él esta mañana, las palabras de Sebastian del jueves todavía rebota
alrededor de mi cabeza.
No soy... eso.
No soy gay
—¿No ves cómo te mira?
—Auddy. —No es una negación; No es una confirmación. Eso tendrá que
funcionar por ahora.
Se sube detrás de mí, se abrocha el cinturón de seguridad y luego se da vuelta
para mirarme.
—¿Quién es tu mejor amiga?
Sé la respuesta correcta a esta:
—Tú. Autum Summer Green. —Encendido el auto, y rio a pesar de mi modo
oscuro. —Sigue siendo el mejor mal nombre.
Auddy ignora esto.
—¿Y en quién confías más que nadie en el mundo?
—Mi papá.
—Después de él. —Ella levanta la mano. —Y después de tu madre, abuela,
familia, bla, bla.
—No confío en Hailey por lo que puedes descartarla. —Me giro y miro sobre mi
hombro atrás fuera del camino de entrada. Papá no me deja confiar únicamente
en el respaldo de la cámara del sensible Camry que conduzco.
Autumn golpea el tablero.

—¡Estoy intentando hacer un punto! Deja de frustrarme.


—Eres mi mejor amiga. —Giro el volante y salgo del barrio. —Confío en ti más.
—Entonces, ¿por qué siento que no me estás diciendo algo importante?
Un perro con un hueso, eso. Mi corazón es un martillo otra vez, haciendo tap-
tap-tap contra mi esternón.
Estaba hablando por teléfono con Sebastian cuando Auddy llegó a mi casa.
Hablabamos de su tarde en una actividad juvenil de la iglesia.
No estábamos hablando de lo no-gay que es.
Tampoco estábamos hablando de mi libro.

—Estás con él todo el tiempo —ella dice.


—Bien, primero que nada, estamos trabajando honestamente en mi libro —le
digo, y un cuchillo metafórico asoma mi conciencia en reprimenda. —Elegiste
trabajar con Clive, lo cual está bien, pero ahora estoy emparejado con Sebastian.
Salimos. Segundo, yo no sé si es gay o qué —y eso ciertamente ni siquiera es una
mentira—, y tercero, su sexualidad no es asunto nuestro.
La única razón por la que es mío es porque. . .
Solo ahora registro que dar oxígeno a esta relación fuera de nuestra burbuja de
Sebastian + Tanner sería increíble. Incluso la idea de hablar con alguien que no
sea mamá y papá sobre esto me hace sentir que puedo tomar un respiro completo
por primera vez en semanas. Quiero más que nada hablar con alguien más
(especialmente con Auddy) sobre lo que pasó el jueves.
—Si él es gay —dice, masticando una uña—, espero que su familia no sea tan
mala respecto a eso. Me pone un poco triste. —Ella levanta la mano. —Sé que no
eres gay, pero ¿no debería permitirse que al hijo del obispo le gusten los chicos si
quiere?
Esta conversación me hace sentir un poco mareado. ¿Por qué no le he contado
a Auddy todavía? Sí, el pánico de mamá antes de mudarnos me traumatizó un
poco y la amistad de Auddy es mi piedra angular. Supongo que nunca quise
arriesgarme. Pero todavía Autumn Summer Green es la persona de mente menos
cerrada que he conocido, ¿no?
—Alguien necesita tener una revelación —le digo, mirándola—. Llama al
profeta; hazle saber que es hora de aceptar a la gente extraña en su corazón.
—Va a suceder —dice ella—. Alguien va a tener una revelación. Pronto.
Las revelaciones son una gran parte de la fe mormón. Es una idea bastante
progresiva: el mundo está cambiando y la iglesia necesita que Dios lo ayude a
guiarlo a veces. Después de todo, son los mormones. Creen que cualquiera puede
tener una revelación, es decir, una comunicación directa de Dios, siempre que sea
buscándolo con la intención de hacer algo bueno. Pero solo la corriente del profeta
viviente, el presidente de la iglesia, puede tener revelaciones que se abren camino
en la doctrina de la iglesia. Él (siempre él) trabaja con dos consejeros y el Quórum
de los Doce Apóstoles (también hombres) "bajo la inspiración de Dios", a
determinar cuál es la posición de la iglesia en un asunto determinado y si las
reglas cambiaran.
Por ejemplo, el botón de acceso rápido: la poligamia estaba bien en ese
momento. La mamá de Autumn me explicó que, en el momento de los primeros
asentamientos mormones, había muchas mujeres y pocos hombres para
protegerlas. Al tener múltiples esposas, los hombres podrían proveer mejor a las
mujeres de la comunidad. Pero en mi propia búsqueda, leí cómo el gobierno de
Estados Unidos no amaba este aspecto de la iglesia y no otorgaría los derechos
del estado de Utah. En 1890, el presidente de la iglesia Wilford Woodruff declaró
que el matrimonio plural ya no era aceptable para Dios. Aparentemente, él tuvo
una revelación al respecto.
Convenientemente, era lo que el gobierno de los Estados Unidos necesitaba
escuchar; Utah se convirtió en un estado.
La idea de una revelación sobre la aceptación total de miembros abiertamente
LGBTQ en la iglesia es prácticamente el único hilo dorado al que me aferro para
tener esperanza cada vez que me dejo pensar hoy o mañana con Sebastian. El
mismo Brigham Young dijo, en esencia, espera que las personas en la iglesia no
solo tomen lo que dicen los líderes como la verdad de Dios; quiere que recen y
encuentren esa verdad dentro de ellos mismos también.
Sin duda, el padre Young no hablaba de homosexualidad, pero hay aquellos de
nosotros que vivimos en el mundo moderno, que no somos mormones y que
sinceramente esperamos que una revelación sobre que la homosexualidad no es
un pecado es solo cuestión de tiempo.
Y, sin embargo, incluso con la legalización del matrimonio entre personas del
mismo sexo, todavía no sucedió; Autumn golpea con los dedos sus muslos al
ritmo de la música. Yo no había estado escuchando lo que estaba sonando, pero
ahora es una canción que amo. Tiene este ritmo lento y aumentando, y la voz del
cantante es rasposa. La letra parece inocente al principio, pero está claro que es
sobre sexo, como casi todas las canciones de radio.
Me hace pensar en sexo y en cómo sería eso con Sebastian. Cómo sucedería.
Cómo podríamos…hacerlo. Es este vacío desconocido, emocionante y aterrador.
—¿Hablaste con Sasha? —Autumn me pregunta de la nada.
—¿Acerca de?
Ella me mira fijamente.

—Sobre el baile de graduación.


— En serio, Auddy. ¿Por qué estás tan obsesionada con esto?
—Porque dijiste que ibas a preguntarle.
—¿Pero por qué te importa?
—Quiero que vayas a tu fiesta de graduación. —sonríe—. Y yo no quiero ir sola
con Eric.
Esto activa una alarma en mi cerebro.
—Espera, ¿por qué?
—Solo quiero tomar las cosas con calma. Me gusta, pero. . . —Ella mira por la
ventana del pasajero, desinflándose cuando ve que hemos llegado al lago.
—Pero, ¿qué?
—No, nada de eso. Él es bueno. Solo te quiero allí. —Ella sostiene mis ojos por
uno... dos... tres. —¿Estás seguro de que no quieres ir conmigo?

—¿Quieres ir conmigo? Auddy, iré contigo si eso es lo que necesitas.


Ella se desploma.
—No puedo dar marcha atrás con Eric ahora.
El alivio inunda mi sangre. Sebastian lo entendería, seguramente, pero la idea
de bailar con Autumn cuando prefiero estar con Sebastian no parece justo para ni
uno.
Apagando el motor, me recuesto, cerrando los ojos. No tengo ganas de estar
aquí con Manny o cualquiera de los otros de la escuela, jugando al
estacionamiento con autos a control remoto. Tengo ganas de ir a casa y escribir
este enredo y calor en mi cabeza. Estoy molesto con Sebastian, y odio que se
haya ido durante todo el día cuando me siento tan retorcido por dentro.
—¿Con cuántas chicas has estado?

Parpadeo hacia ella, sorprendida por la abrupta pregunta.


—¿Qué?
Incluso en retrospectiva, siento esta extraña punzada de deslealtad hacia
Sebastian por haber dormido con alguien más.
Autumn se sonroja. Ella se ve avergonzada.
—Sólo curiosidad. A veces me pregunto si soy la única virgen que queda.

Sacudo la cabeza
—Lo prometo, no lo eres.
—De acuerdo. Estoy segura de que tienes muchas historias que ni siquiera
conozco.

Dios, ella me está incomodando.


—Auddy, sabes con quién he estado. Tres. Jessa, Kailley y Trin. —Alcanzo su
mano. Necesito aire. —Vamos.

El lago Utah solía ser hermoso. Era lleno, y llamativo, y un gran lugar para todo
tipo de deportes acuáticos ambientalmente irresponsables que horrorizaron
positivamente a mis padres cuando nos mudamos aquí por primera vez. Si le
preguntas a mi papá, las motos acuáticas son trabajo del diablo.
Ahora el nivel del agua es bajo y la cubierta de algas es tan gruesa que incluso
si es agua para nadar, probablemente no nos aventuraremos. En cambio, solo
caminamos entre el estacionamiento y la orilla, comiendo la pizza que Manny trajo
y tirando piedras tan lejos como podamos en el horizonte.
Sueño con la vida universitaria y vivir en una gran ciudad donde puedo pasar un
día en museos o en un bar viendo fútbol, o haciendo cualquier cantidad de cosas
que no implica sentarse, hablar de la misma basura de la que hablamos todos los
días en el colegio. Sueño con convencer a Sebastian de que se mueva conmigo y
mostrarle que ser gay no es algo malo.
Kole trajo algunos de sus amigos que nunca conocí, y están volando
helicópteros controlados por radio cerca del estacionamiento. Son grandes,
futbolísticamente, y del tipo de chicos ruidosos y con palabrotas que siempre me
han hecho callar incómodo. No soy Manny, pero no soy pequeño en absoluto, y sé
hay una cierta calma para mí que a menudo se interpreta como amenazante. Uno
de ellos, Eli, me mira con el ceño fruncido antes de mirar a Autumn como si fuera
que va a enrollarla en una porción de pizza y comerla. Él es musculoso en una
sospechosa forma, con un cuello grueso y piel manchada con cicatrices de acné
Ella se arrastra a mi lado, haciendo el papel de novia. Entonces inmediatamente
tomo el papel de novio, rodeándola con mi brazo, encontrando su mirada. Eli mira
hacia otro lado.
—¿No quieres experimentar con eso? —promeo.
Auddy gruñe un "No."
Después de que nuestra llamada de esta mañana fue interrumpida por la
llegada de Autumn, Sebastian se fue para una actividad en algún parque al sur de
Jordan. Sé que él no va a estar en casa hasta después de las seis, pero eso no
me impide comprobar obsesivamente si tengo algún emoji sugerente en mi
bandeja de entrada.

No tengo.
Odio la forma en que dejamos las cosas (con un casual "Hablamos más tarde")
y especialmente odio que no parece tener ningún sentido de cómo me afectaron
sus palabras del jueves. Es algo sobre lo que he leído en los panfletos que mamá
ha dejado fuera (cómo los chicos LGBTQ a veces sienten esta duda flotante,
sabiendo que alguien podría rechazar no solo por lo que somos específicamente,
sino por quiénes somos más profundamente) pero realmente nunca lo sentí antes
de ahora. Si Sebastian no cree que sea gay, entonces ¿qué demonios está
haciendo conmigo?
Acerco a Autumn, calmado por el sólido peso de ella contra mí.
Manny recluta a algunos tipos para que lo ayuden a construir un enorme
Humvee controlado por radio, y cuando terminan, se turnan para lanzarlo sobre el
terreno irregular, el camino hacia el lago, pequeñas rocas que bordean el
estacionamiento. Nos llama la atención una pelea en la distancia, cerca de mi
auto. Los amigos de Kole están luchando, riendo, y vemos como un tipo grande
que creo que se llama Micah derriba a Eli. Debajo de él, Eli se mueve y empuja,
pero no puede levantarse. No sé lo que ha hecho para ser derribado, incluso si es
claramente de buen carácter, pero no puedo evitar disfrutar de la vista de él
atrapado allí. Hemos intercambiado cero palabras; él solo tiene ese semblante de
imbécil sobre él.
—¡Quítate de encima, maricón! —grita, notando cuánta atención están
recibiendo ahora.
A mi lado, Auddy también se congela. La palabra "maricón" parece hacer eco
en toda la superficie del lago, pero las únicas personas a las que parece haber
golpeado en alguna parte tierna es a nosotros dos.
Micah se levanta, se ríe más fuerte y ayuda a Eli a ponerse de pie.
—Apuesto a que acabas de tener la erección más grande, maldito homosexual.
—Eli sacude sus pantalones. Su cara está aún más roja que antes.
Me doy la vuelta, actuando como si solo fuera a mirar por el horizonte hermosas
montañas en la distancia, pero cuando vislumbro a Auddy, ella parece que quiere
arrancarle las bolas a Eli con sus propias manos. Realmente no puedo culparla a
ella, me horroriza darme cuenta de que la gente todavía habla así. . . en cualquier
sitio.
Vagando, Micah parece indiferente. El resto del grupo camina hacia donde
Micah está recogiendo su juguete de control remoto caído, y el momento parece
pasar tan fácilmente como una ola rompiendo en la costa rocosa
—Asqueroso —susurra Auddy. Ella me mira, y trato de sonreír a través de mi
ira reprimida. Intento canalizar a Sebastian y, por primera vez, entiendo su
increíble sonrisa falsa. Ha tenido mucha práctica.

Se pone de pie, limpiando la hierba seca de sus jeans.


—Creo que deberíamos irnos.
La sigo.
—¿Estás bien?
—Sí —dice ella—. Simplemente no es mi gente. ¿Por qué Kole pasa el rato con
estos idiotas?
No es mi tipo de gente tampoco. Me siento aliviado.
—Ni idea.
Manny nos sigue, protestando.
—Chicos, acaban de llegar. ¿No quieren probar estos autos?
—Le dije a Tanner que no me sentía bien esta mañana —miente Auddy—. Me
siento peor.
—Soy su conductor —digo, encogiéndome de hombros como si me estuviera
arrastrando fuera de aquí contra mis deseos. Pero los vehículos a control remoto y
la homofobia no son mi tema favorito, supongo.
Camina con nosotros hasta mi carro y me detiene al lado del conductor.
—Tanner, lo que dijo Eli allá atrás…

Siento pinchazos de calor en la parte posterior de mi cuello.


—¿Qué dijo él?
—Oh, hombre, vamos. —Manny se ríe, mirando a un lado con un gesto de no-
me-hagas-decirlo. —Lo que sea, Eli es un idiota.

Me muevo para subir al auto.


Esto es tan extraño.
Esto es muy malo
Es como si él supiera de mí. ¿Cómo lo sabe?
Para no ser desviado, Manny pone sus gafas de sol sobre su cabeza, mirando
mis ojos confundido.
—Tann, espera. Para que lo sepas, somos geniales. ¿Sí? Yo nunca dejaré que
alguien te diga esa mierda.

No me resisto cuando me abraza, pero me siento como un dos contra cuatro


con él. Rollos y rollos de recuerdos pasan volando. En algún lugar de mi cerebro
un pobre teatro mal pagado está tratando de encontrar las imágenes de Manny
dándose cuenta de que me meto con chicos. No puedo encontrar el recuerdo, la
posibilidad en ningún lado.
—Manny. Estamos bien. Ni siquiera sé de qué se trata todo esto.
Se aleja y luego mira a Autumn, que está muy, muy quieta.
Manny me mira de nuevo.
—Oh, no, hombre, lo siento. No me di cuenta.
Retrocede y gira, dejándonos a Auddy y a mí en una nube de silencio y viento.
—¿Qué fue eso? —pregunta Auddy, mirándolo alejarse

—¿Quién sabe? —la miro, preparando una explicación fácil en mi cabeza. Es


decir, esto es lo que hago. Soy rápido con mis pies. Normalmente soy muy rápido.
Pero hoy, no lo sé, tal vez estoy cansado. Tal vez estoy harto de protegerme. Tal
vez es por la negación de Sebastian. Tal vez el huracán de mis sentimientos y las
mentiras y el las verdades a medias simplemente derribaron las cubiertas de mis
ventanas y Auddy ve directamente a través, adentro.
—Tanner, ¿qué está pasando?
Es la misma voz que Sebastian usó en la montaña. No entiendo porque estás
tan molesto.
Al igual que Sebastian, ella entiende. Ella solo quiere que lo diga.
—Yo estoy…—Miro hacia el cielo. Un avión vuela por encima, y me pregunto a
dónde se dirige. —Creo que estoy enamorado de Sebastian.
QUINCE
Auddy sonríe, pero es esta extraña, brillante, sonrisa de chica robot. Casi me río,
porque el primer pensamiento que tengo es cuán mejor es Sebastian haciendo
sonrisas falsas que Autumn, y como sería la peor cosa que podría dejar que
saliera de mi boca ahora mismo.

—¿Hablamos en el coche? —digo

Ella se gira y camina alrededor hacia el asiento del pasajero robóticamente.


Estoy en un extraño estado de shock, donde las palabras de Manny y sus
expresiones están rondando mi cabeza, y sé que esta conversación con Autumn
va a pasar, pero la he estado esperando tanto tiempo y más que cualquier otra
cosa que solo siento un insano alivio.

Su puerta da un portazo. Me subo junto a ella, encendiendo el auto solo para


entrar en calor.

—Así que.

Ella gira su cara hacia mí, poniendo una pierna debajo de ella.

—De acuerdo. ¿Qué acaba de pasar?

—Bueno, aparentemente Manny pensó que me gustan los chicos.

Ella pestañea. Sé que Autumn está a favor de los derechos de los gays, ella
adora a Emily y Shivani, critica la política de los mormones sobre los miembros
LGBTQ, y ayudó a repartir folletos para la fiesta de la Provo High Gay-Hetero
Alianza. Pero una cosa es apoyarlo en teoría. Otra cosa es tenerlo en tu propia
vida, en su vida. En su mejor amigo.

—Técnicamente, soy bi. Lo he sabido posiblemente desde siempre, pero estado


seguro desde que tenía trece.

Ella señala su cara.

—Si me veo de cualquier forma menos bien con esto es porque estoy molesta
de que no me lo hubieses dicho antes.
Me encojo de hombro. Realmente no tengo que decir que el tiempo de
compartir esta información no se ha terminado para ella.

—De acuerdo. Bueno, pues aquí estamos.

—Esto se siente como la gran cosa.

Eso me hace reír.

—Es la gran cosa. Estoy describiéndote como late mi corazón.

Ella pestañea, confundida.

—Pero te besaste con Jen Riley en segundo año. Yo te vi —dice ella—. ¿Y qué
hay de Jessa, Kailley, y Trin? Has tenido sexo. Con chicas.

—También estuve contigo —le recuerdo. Ella se sonroja, y yo señalo mi pecho.


—Bi

—¿No sería extraño si hubiese una chica en la escuela (una chica de la que
hubiésemos hablado, que los dos pensamos que era insanamente caliente, y
dulce, y perfecta) y de la que estuviese enamorada y estuviese manejando todo
eso por mi propia cuenta y yo no te hubiese dicho nada sobre ello?

Realmente no pensé sobre ello de esta forma, e incluso este hipotético caso me
hace sentir un poco triste, como si todo este tiempo hubiese estado ahí,
disponible, y Auddy no vino a mí porque ella no confiaba en mí.

—Si, vale, lo entiendo. Pero en mi defensa, está Provo. Y tú conoces a mi


madre. Ella es, como, un militar sobre estas cosas. No hay espacio para otra que
no sea cien por ciento apoyándome. No quería arriesgarme a que tuvieses algún
conflicto o problema conmigo.

—Oh dios mío. Ahora muchas cosas tienen sentido. —Ella exhala, largo y lento,
girando para soplar su aliento en la ventana. Una nube de condensación aparece,
y Autumn dibuja un corazón en ella y entonces toma una foto, escribiendo un
enorme “WOW” antes de publicarlo.

—Así que, Sebastian —dice ella.

—Sí. Sebastian lo sabe —digo, sin entenderla apropósito—. Él encontró mi


accidente. El resuman de mi libro… Se me olvidó quitar la palabra ‘queer’ del libro,
y es muy obvio que es autobiográfico.
Sus ojos se ensanchan según las palabras van saliendo fácilmente de mi boca,
y me olvido ahora de que no todo el mundo vive en una casa donde un familiar
duerme en una bata de MIS REGLAS DE HIJO QUEER.

—¿Tu libro es sobre él?

—Empezó sobre quién soy yo, en esta ciudad. Y entonces Sebastian vino y…sí.
Va sobre enamorarme de él.

—¿Es él…?

—Él nunca me ha dicho si es gay —digo. Técnicamente, no estoy mintiendo. No


me corresponde decir quién es, no importa qué. —Y él sigue estando en su
misión, así que asumo…

Ella sonríe y toma mi mano.

—Eso no significa que él no sea gay, Tann. Un montón de mormones son gays.
Montones de misioneros, montones de hombres casados, incluso.

—Supongo. Sólo estoy…desanimado.

Autumn aprieta mis dedos. Sus mejillas se sonrojan antes de preguntar.

—¿Has tenido sexo con un chico?

Sacudo mi cabeza.

—Besado. Tuve un novio por unos meses antes de mudarme.

—Wow. —Ella muerde su labio. —La idea de Sebastian y tú besándose es…

Una risa sale de mi garganta, y suena como un alivio.

—Y ahí va. Autumn está de vuelta.

Ella me acribilla con preguntas, y decidimos conducir al centro comercial.

¿Cómo reaccionaron mis padres?

¿Qué piensa Hailey de ello?

¿Hay otros chicos en el colegio que me hayan gustado?

¿Cuántos chicos he besado?

¿Es diferente de besar chicas?


¿Cuál prefiero?

¿Pienso si alguna vez les diré a todos lo que soy?

Respondo a todo, bueno, casi. Obviamente no puedo decirle a ella que besar a
Sebastian es mejor que cualquier cosa que pueda haber hecho antes.

Y, por supuesto, le digo a ella que tan pronto como entre en la universidad
planeo decírselos a todos. Se los dije en Palo Alto. En el segundo que mis ruedas
salgan de este estado, voy a bajar mi ventanilla y ondear mi bandera.

Hay algo que es imposible ignorar, un borde de dolor que no le conté antes. Por
suerte, Autumn es fácilmente distraída con abrazos, bromas y helado.

Autumn lo sabe.

Estamos bien.

Pasando el día bajo el calor de su sonrisa tiene el efecto añadido de no dejarme


obsesionarme con que Sebastian se haya ido, Sebastian no siendo gay, y (a lo
mejor especialmente) con lo que Manny dijo en el lago. Es bueno que él me
apoye, supongo, pero me sigue irritando que he pasado la mayor parte de mi vida
separando a la gente que conozco en dos grupos: la gente que me apoyaría sin
preguntar y la que debería. Estoy agradecido de que Manny acabó en el lado
correcto, pero no puedo dejar de bucear en agujero deseando saber como lo supo.
Salto entre sentirme aliviado de que sea obvio para alguien y que todavía no sea
la gran cosa, a preocuparme de que empiece a ser muy obvio para más gente… y
que se convierta en algo problemático Por favor sólo déjame salir de Provo antes
de que esta mierda golpeé el ventilador.

Comemos nuestros conos de helado y serpenteamos entre la gran multitud de


un sábado por la noche. Todo el mundo compra los sábados; los domingos son
para rendir culto y descansar. Los mormones no deben hacer nada los domingos,
así que la mayor parte del tiempo ellos se quedan en casa después de los
servicios de misa. Eso significa que la multitud hoy es densa y exuberante.

Otra cosa que es fácil de notar es que el baile de graduación está a la vuelta de
la esquina: los escaparates de cada tienda de ropa aclaman que tienen vestidos,
esmóquines, zapatos, pendientes, flores. Vender, vender, vender. Baile de
promoción, baile de promoción, baile de promoción.

Con Eric habiendo tomado coraje y habiéndole pedido a Autumn sobre el baile,
tengo que ser el Mejor Amigo de Apoyo de nuevo, lo que aparentemente significa
estar esperando pacientemente mientras ella prueba vestido tras vestido en el
brillante probador iluminado.

El primero es negro, hasta el suelo, y equipado, con mangas y un escote que


desciende cuestionablemente bajo. También tiene un corte que corre hacia arriba
por su muslo.

—Creo que es un poco demasiado…—me estremezco dramáticamente,


manteniendo mis ojos en la región de su cara—. Es realmente demasiado, en
verdad.

—¿Con demasiado te refieres a bueno?

—¿Puedes llevar eso a un baile de instituto en Utah? Es… —me paro,


sacudiendo mi cabeza—. No lo sé… —me muevo a la mitad inferior de su cuerpo,
y Autumn se inclina hacia delante para ver qué estoy mirando. —Puedo ver
prácticamente tu vagina, Auddy.

—Tanner, no. No digas ‘vagina’.

—¿Puedes si quiera sentarte con eso puesto?

Autumn se mueve hacia una silla rosa y cruza sus piernas como demostración.

Miro a otro lado.

—Gracias por probarme que estoy en lo correcto.

—¿De qué color es mi ropa interior? —me pregunta ella, sonriendo como si
pensase que estoy mintiendo.

—Azul.

Autumn se levanta, tirando para abajo de su vestido de nuevo.

—Mierda. Me gustaba este. —Se mueve para estar enfrente del espejo, y una
pequeña chispa de protección zumba en mi pecho mientras imagino a Eric y sus
manos y a sus hormonas de chico-adolescente sobre ella. Ella se encuentra con
mis ojos en el cristal. —¿Así que no te gusta?

Me siento como un idiota por hacer que ella piense que es cualquier cosa
menos perfecta y que no puede llevar lo que ella quiera, pero ese vestido está en
conflicto directo con algún tipo de instinto de hermano mayor que tengo de atar las
manos de Eric detrás de su espalda.

—Me refiero, te ves sexy. Es solo que…mucha piel.


—¿Me veo sexy? —pregunta ella, esperanzadoramente, y siento a mis cejas
juntarse.

—Sabes que lo eres.

Ella tararea mientras considera la reflexión.

—Lo pondré en la pila de los posibles.

Autumn desaparece de nuevo en el probador, y desde abajo de la puerta con


persianas veo la piscina de tela negra alrededor de sus pies antes de ser pateada
a un lado.

—¿Cómo va el libro, por cierto? Ahora que sé un poquito más sobre él, estoy
incluso más curiosa.

Suelto un quejido mientras bajo por Instagram.

—Me gusta, pero no lo puedo usar.

Ella se asoma a través de la cortina.

—¿Por qué no?

—Porque es obvio que va de mi enamorándome de Sebastian, y no sé si el hijo


del obispo apreciará particularmente ser la estrella de un libro de amor gay.

Su voz es momentáneamente apagada mientras se desliza en otro vestido.

—No puedo creer que es sobre él. ¿Podría leer la versión beta?

La sugerencia envía un estremecimiento de pánico a través de mi piel. Me


sentiría menos expuesto enviando un rollo de fotografías desnudas al LISTSERV
de Secundaria Provo ahora mismo que enviando este libro a alguien. Incluso a
Autumn.

La cortina se aparta de nuevo, y ella sale con un vestido que es la tercera parte
del anterior, pero siento como si estuviese perdiéndome algo aquí. Autumn se ha
cambiado delante de mi antes, pero ha sido más bien un mis-pechos-van-a-salir –
si-no-quieres-verlos-más-vale-que-corras-de-aquí. Pero esto se siente diferente.
Un poco… alardeando.

Dios, me siento como un idiota sólo de pensarlo.

—Se ve como un traje de baño —digo.

Sin inmutarse, ella cambia de hombro su pelo y se ajusta su corta falda.


—¿Así que puedo leerlo o no?

—No está listo aún. Pronto. —No contento con la dirección que está tomando
esta conversación, pero sabiendo que el vestido es la ruta más segura, digo—: Me
gusta este.

Ella se mira en el espejo de nuevo, se gira para verlo por la espalda.

—A lo mejor es demasiado corto —dice ella, considerándolo. Su trasero solo


está tapado por la tela. Si ella se agacha para ajustar sus zapatos, el mundo
entero podría subir por su espalda. —Pero no voy a comprar nada hoy. Solo estoy
tomando una idea de lo que hay.

—¿Cómo lo harías para un vestido de bodas?

Ella me saca el dedo antes de moverse al probador.

—¿Estás seguro de que no vas a ir al baile de graduación? No será lo mismo


sin ti.

Cuando ella se asoma por la cortina, le doy a ella una plana, y paciente
expresión.

—Sí, sí. Lo sé —me dice, metiéndose de nuevo—. Me refiero, podrías


preguntarle a él.

Es extraño que esta sea la realidad ahora: hablando de mi sexualidad a alguien


aparte de mis padres. Hablando de él.

—Estoy muy seguro de que será difícil.

Miro sus pies mientras estos se meten en su jean.

—Eso apesta.

Estoy preocupado de que ella esté empezando a asumir que algo está pasando
conmigo y Sebastian incluso aunque no haya indicado eso.

—Vamos a nombrar las razones por las que no es realista: No sé si es gay. Él


es un mormón. Se graduó el año pasado. Se va pronto en su tour con su libro y en
su misión. Creo que la última cosa que querría hacer es ir a un baile de promoción
conmigo.

En algún punto de mi monólogo Auntumn ha salido del probador, pero ahora


ella está dando una mirada amplia por encima de mi hombro. Me giro a tiempo de
ver a Julie y McKenna dejando la tienda, escribiendo furiosamente en sus
teléfonos.

Autumn no creé que ellas hayan oído algo, pero ¿cómo demonios ella lo sabría?
Ella estuvo en el probador todo el tiempo. Estoy intentando no asustarme, y por
mucho que me alegre que esto haga que Autumn pueda comprender lo difícil que
puede llegar a ser el ser LGBT aquí, su dulce voz presente en el fondo cuando
tengo la mente hecha un desastre no está ayudando a que me calme.

A pesar de llenar su celular con mensajes casi constantemente, no he sabido


nada de Sebastian. Ahora, por primera vez, me alegro de que esté fuera del
alcance de los celulares, así no tendré la tentación de contarle los eventos del día
con Manny, Autumn, Julie y McKenna. Tengo que hacer algún control de daño o él
va a Perder. La. Cabeza.

—¿Crees que debería escribirle a Manny y saber de lo que estaban hablando?


—pregunto a Autumn, ya llegando a su casa.

—¿O yo debería?

—No, me refiero, yo podría hacerlo, pero… pienso si es mejor dejarlo así.


Pretender que nada es diferente.

Me detengo en la acera y aparco con mi coche.

—¿Cómo lo supo Manny? —me pregunta.

Esto aquí mismo es lo que no me puedo figurar. Y si Manny lo sabe, a lo mejor


todo el mundo lo sabe. Y si todo el mundo lo sabe y ellos me ven con Sebastian …
ellos sabrán sobre él, también.

Estoy estresado mientras veo un episodio de Pretty Little Lairs cuando llega el
primer mensaje de Sebastian. Casi me caigo del sofá.

Ya en casa. ¿Está bien si voy?

Miro a la casa vacía a mi alrededor. Hailey está donde un amigo y mis padres
están disfrutando una extraña noche juntos. Son sólo las nueve, pero nadie estará
en casa hasta dentro de unas horas. Sé lo que dijo mi padre sobre usar este lugar
para escabullirse, pero él puede al menos venir, ¿verdad? Nos tiraremos en el
sofá, a ver la tele. No hay nada malo con eso.

Sí, sólo estoy yo. Ven cuando quieras.

Su respuesta llega casi al momento.

Genial. Te veo en un momento.

Corro arriba y me cambio la camiseta. Boto toda la suciedad de la cocina, mis


latas de soda y las migas de pizza y tiro la caja vacía de pizza también. Estoy
llegando del garaje cuando el timbre suena y tengo que parar, tomar unas
calmadas respiraciones antes de cruzar la sala y abrir la puerta.

Él está parado ahí, llevando una camiseta negra, unos pasados vaqueros con
una raja en la rodilla, y descoloridas Converse rojas. Incluso faltando algo de su
brillo normal él está… asombroso. Su pelo le cae en los ojos, pero eso no oculta la
chispa que veo allí.

Sonrío tan profundo que mi cara duele.

—Hola.

Camino hacia atrás para que él pueda seguirme. Dentro, él espera que me
mueva de la puerta para que me empuje en la pared. Sus labios están tan
calientes como su mano en mi cadera, donde su pulgar presiona en la piel encima
de mis vaqueros. Ese pequeño toque es como un disparo de pistola en mi sangre,
y yo me balanceo hacia delante, muy excitado por el pensamiento de su mano y
su general proximidad a otras partes que no puedo ni recordar porque no se
supone que él que esté aquí. Quiero que tire de la esquina del jean hacia abajo.
Quiero llevarlo a mi habitación y ver si él se sonroja por todas partes.

Unos cuantos besos más y Sebastian está moviéndose a lo largo de mi


mandíbula. Mi cabeza cae hacia atrás con un golpe leve, y solo entonces me doy
cuenta que nunca fui a cerrar la puerta.

—Déjame cerrar … —empiezo, y Sebastian da un paso atrás. Él mira alrededor


por primera vez, en un leve pánico como si acabase de darse cuenta de donde
está.

—Sólo estamos nosotros.

Puedo decir que le sorprende como él simplemente vino y me besó sin ninguna
consideración de lo que estaba pasando más al fondo en la sala. No pretenderé
que no me sorprendió, también. Es el tipo de impulsividad que conozco, pero él
siempre se ve mucho más calmado. Me gusta que pueda tirar de sus fronteras
bien construidas. Eso me hace sentir poderoso, y esperanzado.

Lo llevo hacia el sofá, cae al lado mío. Apuesto que estuvo trabajando todo el
día construyendo casas o cavando zanjas o algo igual de servicial.

—¿Cómo estuvo tu día? —pregunto.

Él pasa su brazo alrededor de mi hombro y me jala más cerca.

—Estuvo bien. —Alejo mi cabeza lo suficiente como para ver un rubor debajo
de su piel. —Te extrañé.

Ese sonido que escuchas es mi corazón corriendo a toda velocidad y


lanzándose de un avión. Está volando. No sabía lo mucho que necesitaba que
dijera eso hasta que lo dijo. Se siente como un borrador, pasando por encima de
“No soy… eso”.

—Te extrañé, también, en caso de que no lo supieras por los interminables


mensajes.

Pasan unos momentos de confortable silencio.

—¿Tann?

Me estremezco, mirando hacia arriba para verlo entrecerrando los ojos hacia la
pantalla, confundido.

—¿Qué es eso?

—Oh. Pretty Little Lairs. Es el equivalente adolescente de una telenovela donde


mueren al final, giros en la trama y pistas falsas, pero oh Dios, no puedo dejar de
verlo. ¿Cuánta gente tiene que morir antes de que llames a la policía? —Cojo una
bolsa de snacks y le ofrezco una. —Estoy impresionado de que no la hayas visto,
Hermano Brother, en todo tu tiempo libre.

Él se ríe.

—¿Qué hiciste hoy?

Mi corazón me golpea desde dentro.

—Salí con Autumn.

—Me gusta Autumn. Parece ser buena.


Mi estómago se aprieta, y me pregunto si debería decirle que ella sabe sobre mí
ahora, y entonces rechazo la idea inmediatamente. Ella no sabe sobre esto, ¿no?
Estaría genial salir los tres juntos en algún punto, pero no creo que él esté cerca
de estar listo para eso ya.

—Autumn es la mejor.

El resto de lo que pasó hoy camina como una sombra acosadora: Manny, Julie,
McKenna.

Pero Manny no sabe de nosotros tampoco. Y si Julie y McKenna me oyeron en


la tienda, todo lo que ellos pudieron oír es que Sebastian no es gay y que no va a
ir al baile conmigo. Él estará bien, ¿verdad?

El teléfono de Sebastian suena en la mesa, y él se acerca para cogerlo. Cuando


él se sienta de nuevo, me acerca aún más. Si girase mi cabeza, le podría besar de
nuevo.

Él escribe su contraseña y frunce el ceño hacia la pantalla.

—¿Todo bien? —pregunto.

—Sí. Es sólo que… mi madre. —Él lanza su teléfono al otro lado del sofá. Me
incorporo un poco, tomando un poco de espacio por primera vez desde que
caminó en la casa. Sus ojos están hinchados y rojizos. No se ve como si hubiese
estado llorando, pero si como se los hubiese estado frotando muy fuerte, algo que
le he visto hacer cuando está estresado.

—Oh, hombre. ¿Qué pasa? —Aparte de la escuela y enseñar y de trabajar en


su segundo libro, él tiene su siguiente misión en la que pensar.

—No, está bien. —Él mueve su mano. —Ella quiere hablar de lo que pasó en el
campamento.

Esto activa algún tipo de pequeña alarma en mi cerebro.

—¿Qué pasó en el campamento?

—Nosotros hicimos una actividad y fue como demasiado para mí.

Miro hacia él.

—¿Qué tipo de actividad?

Puedo ver el parpadeo de la televisión en sus ojos, pero sé que no la está


viendo; su cabeza está en algún punto arriba de la montaña.
—Nosotros hacemos esta cosa llamada Caminar hacia la Luz. ¿Has oído sobre
ello?

Mi expresión tiene que ser en parte desconcertante, porque él ríe y no espera


por una respuesta.

—Ellos nos vendan los ojos como grupo y tenemos que alinearnos, diciéndonos
que nos sujetemos del hombro de la persona enfrente nuestra.

¿Vendados en el bosque? Eso suena más como una película de terror que
como una actividad de iglesia.

—El líder del grupo nos da instrucciones. ‘Ve a la izquierda,’ ‘ve adelante’, ‘más
lento,’ y está bien porque puedes sentir a la persona enfrente de ti, el peso de una
mano en tu propio hombro. —Él toma una respiración, sus ojos mirando al suelo y
de nuevo a la pantalla. —Hasta que ya no lo sientes. Un minuto tu sientes una
mano en tu hombro, y luego se ha ido. Y luego debes seguir solo sin escuchar
órdenes.

—Eso suena terrorífico —digo.

Sebastian toma mi mano, alineando nuestros dedos.

—No es tan malo. Muchos de nosotros hemos hecho el ejercicio antes y


sabemos qué esperar, pero… se sintió diferente esta vez.

—¿Diferente como más confuso? —Porque, honestamente, eso suena terrible.

—No sé cómo describirlo. La persona que te guía en el camino te lleva a un


lugar y te dice que te sientas y busques diligentemente por el Espíritu,
simplemente como siempre hacen. Pero fue diferente. Me sentí diferente.

Me siento, girando la cara totalmente a él.

—¿Les dejan en el bosque solos?

—Sé que suena mal, pero estoy seguro de que si pudiésemos ver nos daríamos
cuenta de que no estamos tan lejos los unos de los otros, y sólo estamos un poco
apartados del camino. Pero no podemos mirar, así que nos sentamos
calladamente con nuestros ojos cerrados, y esperamos, y rezamos.

Miro abajo hacia nuestras manos y estrecho dedos con los suyos.

—¿Por qué rezas?


—Por lo que sea que necesite. —Él mira abajo hacia nuestras manos. Veo un
pequeño estremecimiento en su barbilla. —Así que, estoy sentado en el suelo, no
puedo ver, y después de un rato oigo algo a través de los árboles. Alguien está
diciendo mi nombre, mi padre. Es bajo la primera vez, pero entonces es más
fuerte según se acerca. Él está gritando mi nombre y diciéndome que vuelva a
casa.

Una lágrima se desliza por su cara.

—He hecho esto antes y es un poquito aterrador. Me refiero, no puedes ver, así
que, por supuesto lo es, pero esto se sintió diferente, para mí. Urgente de una
forma que nunca lo había sido antes. Así que me levanté y seguí su voz. Mis ojos
seguían cerrados, y estaba tropezando por la colina, esperando que no fuese a
caerme por una roca o que caminase hacia un árbol. Pero seguí yendo, sabiendo
que mi padre no dejaría que me hiciese daño, pero sintiendo como si tuviese que
darme prisa. Cuando finalmente llegué a él, me abrazó fuertemente y me dijo
‘Bienvenido a casa’, y que él me amaba y que estaba orgulloso del hombre en el
que me estaba convirtiendo. Y todo en lo que pude pensar fue ‘¿Estás seguro?
¿Lo seguirías estando si supieses de Tanner?’

Mi pecho se aprieta.

—Sebastian…

Él sacude su cabeza, quitando las lágrimas con su mano.

—Tú sabes, he tenido este sueño donde le decía todo, sobre como tuve un
crush con un chico en octavo grado, y un montón de chicos después de eso, y que
ninguno lo supo. En el sueño le digo como nunca he querido besar a una chica, ni
una vez, y no puedo prometer que quiera casarme. Y luego estoy esperando en
los árboles, y nadie viene. A todos los demás les da igual, yéndose con sus
familias, pero estoy aquí sentado con mis ojos cerrados, simplemente esperando.
—Él parpadea hacia el techo. —Estaba tan aliviado de que Papá estuviese aquí
este fin de semana que casi me prometí que no haría nada para ponerlo en
peligro. ¿Pero y si nunca quiero lo que él quiere para mí? ¿Qué pasa si no puedo
hacerlo?

Mi garganta se siente como si estuviese llena de arena húmeda. No sé ni


siquiera que decir. En lugar de eso, lo traigo hacia mí, presionando su cara en la
curva de mi cuello.

—Estaba pensando sobre esto después —dice él, su voz amortiguada por mi
piel —, y tratando de figurar que significa, pero no hay respuestas en ningún lugar.
Hay todo tipo de ensayos escritos para nosotros sobre enamorarnos, y casarnos, y
siendo padres. Incluso perdiendo un hijo o cuestionando tu fe. Pero no hay nada
sobre esto, nada que ayude al menos. En todos lados es como ‘Atracción por el
mismo sexo es sólo un término técnico; no es quien tú eres. No puedes controlar
los sentimientos, pero puedes controlar como tú los respondes’, y eso es una
mentira. Nos enseñan a que nuestra vida gire sobre Cristo y él nos enseñará el
camino. ¿Pero cuando rezo? El Padre Celestial dice que sí. —Él frota sus ojos con
el talón de sus manos. —Él me dice que está orgulloso de mí y que me ama.
Cuando te beso, se siente correcto, incluso aunque todo lo que he leído dice que
no debería. Eso me pone loco.

Él se gira, y yo beso su sien, luchando por no perderlo todo con él ahora mismo.
No es de extrañar su “No soy…eso”, una clasificación a lo que es podría quitarle
todo lo que él ha podido tener. Quiero ser fuerte. Lo tengo fácil. Tengo tanto
apoyo. Duele ver que él no tiene nada de eso.

—Bebé, lo siento tanto —susurro.

—Nosotros tenemos que rezar, y escuchar, así que lo hago. Pero entonces,
cuando me giro hacia otros, es como…—Él sacude su cabeza. —Se siente como
si estuviera empujando a través de la oscuridad y sé que lo que hay más adelante
es seguro, pero nadie me está siguiendo hacia allí.

Sigo agitado cuando me estaciono fuera de la casa de Sebastian unos días


después.

Después de su confesión, él se levantó para usar el baño, y cuando volvió y se


sentó cerca de mí, él sonrió como si nada hubiese pasado. Nunca había conocido
a alguien que fuese tan bueno cambiando el tema y escondiendo sus sentimientos
para poder ordenarlos más tarde. No estoy seguro si es la cosa más
impresionante que he visto, o la más deprimente.

Nos sujetamos las manos mientras vimos la televisión, pero cuando su teléfono
sonó de nuevo dijo que tenía que irse a casa. Él me besó en la puerta y miró por
encima de su hombro hacia mí mientras caminaba hacia la entrada de coches, y
me mandó un e-mail esa noche para hacerme saber que todo estaba bien.

Sebastian es realmente bueno estando bien.

La iglesia ha cambiado parte de su escritura últimamente, y simplemente como


Sebastian dijo, empatizan aceptación y amabilidad (siempre con amabilidad) para
aquellos que tienen problemas con su sexualidad. Pero no es realmente un
cambio en su posición; es una forma para contrarrestar los argumentos que dicen
que la iglesia no da la bienvenida a la comunidad LGTBIQ. Leyéndolo, he
encontrado que sólo recientemente se habla en contra de la terapia de
conversación, diciendo que un cambio en la atracción no será esperada o
demandada por los padres o los líderes. Así que Sebastian podría decir
técnicamente que es gay y no ser forzado por la iglesia, pero él no podría estar
conmigo. Teniendo un novio significaría que él estaría activamente animando un
“tipo de vida” homosexual, y eso seguiría estando en contra de las reglas.

Básicamente, eso no cambia nada.

Pongo mi coche en el aparcamiento y salgo. La madre de Sebastian está fuera


descargando compras, e incluso cuando realmente quiero preguntarle cómo
narices puede aceptar una religión que excluye gente por quién aman, voy hacia la
entrada de coches para ayudarla en su lugar.

—Oh dios mío, Tanner. Eres muy dulce. Gracias —dice ella, cogiendo su bolso.

La sigo dentro de la casa, colocando las bolsas en el mostrador antes de ir


afuera a por más. No veo a Sebastian por ningún lado, pero Faith está en la
habitación de enfrente, estirada en la alfombra, coloreando.

—Hola Tanner —dice ella, deslumbrándome con una sonrisa de dientes.

—Hola, Faith. —Miro hacia su dibujo y me doy cuenta de que es algún tipo de
libro de colorear sobre los Diez Mandamientos. ¿Esta gente no tiene nada que no
tenga que ver con la iglesia? Ella va por la mitad de la hoja actual, donde un Jesús
de pelo azul está de pie en una montaña guiando una multitud multicolor. Creo
que amo a esta niña. —Ese es un gran dibujo. —Señalo a un camello que ella ha
bendecido con alas. —Muy creativo.

—Voy a pegar un poco de purpurina en él después, pero sólo lo tengo permitido


hacerlo en la cocina. ¿Estás buscando a mi hermano?

—Sí —digo—. Él me va a ayudar con mi libro.

No lo va a hacer, pero esto es una excelente coartada.

La Sra. Brother entra al salón y nos sonríe a los dos.

—Wow —dice ella a Faith—. ¿Pelo azul?


—Jesús puede tener el pelo azul. —Su crayola rasguña desafiante por encima
del papel, y quiero decirle que recuerde eso, que recuerde las cosas en las que
ella cree y que no deje que las reglas de alguien las cambien.

—Sí, creo que él definitivamente puede. —Sra. Brother se gira hacia mí. —
Tanner, cariño, creo que Sebastian está abajo en su habitación.

—Gracias —le digo—. Buen dibujo Faith.

—Lo sé —dice Faith, apuntando su sonrisa arriba hacia mí.

—Tanner, hay algunas galletas en el mostrador. —Sra. Brother se endereza y


se mueve hacia la cocina. —¿Puedes llevártelas contigo? Él está trabajando en
algo y casi no sube a tomar aire.

Sí, Sra. Brother, puedo definitivamente llevar galletas abajo a la habitación de


su hijo guapo. Es un placer.

—Por supuesto. —Dejo mis cosas y la sigo dentro de la cocina.

—Voy a llevar a Faith a un baile pronto, así que, si alguno de los dos necesita
algo más, atiéndase entre ustedes.

Un plato con seis galletas de chocolate se encuentra en la encimera de granito.


Estoy a punto de girar hacia las escaleras cuando el patio es captado por mi ojo,
un flash de azul cerca del columpio. Sebastian llevaba una camiseta azul hoy. Se
alza a través de su pecho y muestra sus abdominales. Apenas presto atención a lo
demás. Me pregunto si se viste así para torturarme.

La puerta corrediza de cristal se abre silenciosamente, y salgo hacia el patio.


Puedo verlo desde aquí, la cabeza baja mientras está sentado en uno de los
columpios, dibujando largas franjas de subrayador amarillo a través de las líneas
de su libro de texto.

Cruzo la hierba, y él mira arriba cuando me ve.

—Hey, tú —dice él, sus ojos cayendo en el plato en mi mano—. ¿Me has traído
galletas?

—Técnicamente son las galletas de tu madre. Ella me las acaba de dar.

—Le gustas —dice él, arrastrando su pie a través del césped—. A todos ellos.
Sé que ellos lo harán.

Río.
—No tengo ni idea de porqué.

—Vamos, todo el mundo te quiere. Chicas, chicos, profesores, estudiantes. Mi


abuela te llamó el del pelo adorable.

—¿Tu abuela piensa que soy adorable?

Él mira arriba hacia mí, entrecerrando los ojos por el sol.

—Creo que sabes que eres adorable. —Quiero que él escriba estas palabras
para que pueda leerlas una y otra vez. —¿Me vas a dar una galleta?

Sostengo su mirada por un momento antes de tenderle una del plato. Todavía
siguen calientes.

—Ella me dijo que te las llevase a tu cuarto —digo, con un sugerente


levantamiento de mi ceja—. Ahí es donde ella cree que estás, por cierto.

Él se ve muchísimo mejor (feliz) con el trauma de las actividades de la iglesia


aparentemente detrás de él. Su mental y emocional resistencia es algún tipo de
súper poder.

Cuando él sonríe, mi corazón da un pequeño salto en mi pecho.

—Si ella cree que estoy dentro, voto porque ambos nos escondamos aquí
fuera.

—Ella va a llevar a Faith a un baile.

—Aun así, está bien aquí fuera. —Sebastian recoge sus cosas, y le sigo hacia
la sombra de un árbol gigante. Para cualquiera de la casa debemos ser invisibles,
totalmente ocultos por el dosel de nuevo, brillantes hojas verdes por encima.

Cojo una de las galletas y la rompo por la mitad.

—¿En qué estás trabajando?

—Física. —Él tira el libro cerrado y se estira en el césped. Trabajo para


mantener mi atención en su cara, pero cuando él se gira hacia mí, puedo decir que
él sabe que estuve mirando su vello que baja por su ombligo. —¿Cómo estuvo
trabajar con McAsher hoy? —me pregunta.

Me encanta que él parezca que a él no le interesan los chismes, pero no es así.


Sebastian lo ve todo.

—Ella casi se cae de su silla intentando mostrar su clavícula.


—Entendí eso. —Él se ríe, tomando un mordisco de la galleta.

—¿Cómo estuvo el resto de tu día?

—Examen de Economía. —Él toma otro bocado, mastica y traga. Ver su


mandíbula trabajar es fascinante. —También de latín. Práctica de coro.

—Desearía haber podido ver eso.

—A lo mejor la próxima vez puedes saltarte las clases y verlo. —Él abre un ojo
para mirarme. —Sé lo mucho que te gusta desobedecer a la autoridad.

—Ese soy yo, buen estudiante y delincuente juvenil. —Chupo un poco de


chocolate de mi pulgar y veo la forma que sus ojos ven el movimiento ahora. Un
escalofrío recorre hacia abajo de mi columna. —Autumn casi ha terminado con su
libro.

Él considera esto. A lo mejor ve la tensión en mis ojos.

—Eso está bien, pero no necesario. Me refiero, sigues teniendo un mes.


Algunas personas necesitan más tiempo para revisarlo. Algunas personas
necesitan menos. Tú sólo necesitas un boceto terminado para el final del plazo.
No un manuscrito pulido.

Esquivo su mirada, y él se agacha, encontrando mis ojos.

—¿Me vas a enviar capítulos?

Odio la idea de hacerle arreglar mi libro.

También odio la idea de él viendo mis miedos y mi neurosis tan expuesta.

Así que me desvío:

—¿Cuándo terminaste de escribir el tuyo?

—Um. —Él mira de reojo las ramas de arriba. —Lo terminé en mayo (justo
antes de la fecha tope, si mal no recuerdo) y se convirtió en un borrador una
semana después. Seguí sin estar seguro de si era bueno.

—Pero aparentemente lo fue.

—A la gente le gustan diferentes cosas. Tú puedes leer mi libro y odiarlo.

—Lo dudo profundamente.


—Es una posibilidad. Mi madre seguramente ya tenga a quienes entregar la
mayoría de mis copias, pero te daré uno. Será así porque tú me vas a dar tú libro.
—Él me ofrece su sonrisa más encantadora.

Toco el final de su zapato con el pulgar del mío.

—Un lujoso editor de New York ya lo ha leído y comprado. Tú sabes que no es


basura.

—Tu libro no es basura, Tanner. Eso no es posible. Sí, hay detalles que
necesitan ser cambiados para proteger al inocente, pero no es basura. Eres muy
pensativo, muy sensible. —Él sonríe. —Sí, dije ‘sensible’… a pesar de tu
despreocupado modo exterior.

—Mi ‘modo exterior’... —empiezo con una sonrisa, pero cierro mi boca con el
sonido de voces por lo alto.

—¿Qué estás haciendo aquí? —pregunta la madre de Sebastian, y nosotros


nos agachamos como si nos hubiesen encontrado haciendo algo malo. —No te
esperaba en casa hasta la cena.

Cuando me inclino hacia delante, extendiéndome para ver, veo una ventana del
baño abierta justo encima de nuestro árbol. Ella no nos está hablando.

Sebastian empieza a apilar sus libros. —Vamos a ir a dentro —me susurra—.


No quiero que. . .

—Brett Avery se casó con su novio en California la semana pasada. —Ambos


nos congelamos ante el sonido de la voz profunda de su padre, y el tono de dura
desaprobación aquí.

Sebastian mira encima de mí, sus ojos muy abiertos.

Sólo puedo imaginar la afligida expresión que su madre debe estar haciendo,
porque su padre suspira, diciendo tristemente.

—Sí.

—Oh no —dice ella—. Oh no, no. Sabía que se habían mudado, pero no tenía
ni idea de que él era. . . —Ella para antes de decir la temida palabra G, y baja su
voz. —¿Cómo están sus padres?

Por el más breve segundo, la cara de Sebastian se cae, y quiero alcanzarlo y


cubrir sus orejas, empujarlo dentro de mi coche, y empezar a conducir.
—Lo están manejando, supongo —le dice él a ella—. Aparentemente Jess lo
tomó más calmado de lo que lo hizo David. El hermano Brinkerhoff está rezando
con ellos, y los ha añadido en el rollo del templo. Les he dicho que iría allí, así que
sólo he corrido a casa a cambiarme.

Sus voces se apagan mientras nos movemos a otra habitación. Sebastian está
mirando ligeramente a la distancia, y el rayo de mi silencio rueda a través de mí
mientras tengo problemas en pensar qué decir.

¿Quiénes son sus padres?

No puede haber pasado por alto para Sebastian que su madre no preguntó
sobre Brett o por lo que sea por lo que él estuviese feliz; ella preguntó por sus
padres, casi como si teniendo un hijo gay es algo que ellos tienen que manejar,
que explicar, algo con lo que lidiar.

Él es gay; él no ha muerto. Nadie está herido. Sé que los padres de Sebastian


son buena gente, pero maldito infierno, ellos simplemente han pasado por
inadvertido que han hecho sentir a su hijo como si hubieses algo sobre él que
necesitase ser reparado. Mucho para aceptarle. Mucho para ser bienvenido.

—Lo siento mucho, Sebastian.

Él mira hacia arriba desde donde está recogiendo sus subrayadores, una
sonrisa tensa en su cara.

—¿Por qué?

Segundos desconcertantes pasan entre nosotros.

—¿No es extraño escucharlos hablar así?

—¿Hablando de Brett siendo gay? —Cuando asiento, él se encoge de


hombros. —No creo que nadie esté sorprendido de que sus padres estén
reaccionando de la forma que lo están haciendo.

Busco su cara, imaginando porqué se ve tan resignado.

—No lo sé…. A lo mejor si un grupo de gente se enfadase, ¿las cosas


cambiarían?

—A lo mejor, o a lo mejor no. —Él se apoya, intentando de atraparme para


sostenerme en su mirada. —Es simplemente la forma en la que es.

Es simplemente la forma en la que es.


¿Está resignado, o es realista?

¿Siquiera piensa que esto le incumbe a él?

—¿Es simplemente la forma en la que es? —repito—. ¿Así que tú vas a ir a


algún lugar y predicar el Evangelio y decirle a la gente que ser gay está mal?

—Ser gay no está mal, pero tampoco es el plan de Dios. —Él sacude su
cabeza, y creo que es en este momento, justo aquí, es cuando realmente me
golpea que la identidad de Sebastian no es gay. No es ni si quiera jugador de
fútbol o novio o hijo.

Es mormón.

—Sé que esto no tiene que tener sentido para ti —me dice él cuidadosamente,
y el pánico aprieta mi intestino—. Estoy seguro de que no tienes ni idea de qué
estás haciendo conmigo o qué estoy haciendo contigo, y si tú. . .

—No. —Aprieto sus dedos, sin preocuparme si alguien más lo puede ver. —No
es eso lo que estoy diciendo. Te necesito. Pero odio el hecho de que tus padres
nos mirarán y pensarán que somos algo que necesita ser reparado.

Pasa un largo rato antes de que él responda, y puedo decir que a él no le gusta
totalmente lo que he dicho porque retira su mano, aprisionándola entre sus
rodillas.

—No suelo suponer porqué el Santo Padre hace las cosas que Él hace, pero en
mi corazón sé que Él tiene un plan para cada uno de nosotros. Él me trajo a ti a mi
vida por una razón, Tanner. No sé qué razón es, pero sé que hay un propósito
para ello. Lo sé. Estando contigo no está mal. La forma que me siento por ti no
está mal. De alguna forma funcionará.

Cabeceo hacia el césped.

—Deberías volver a lo largo de la siguiente semana —dice él calladamente. Lo


oigo en su voz, la forma en la que él ruega que esto se solucione conmigo
uniéndome a la iglesia. La forma en la que él levanta la esquina de la alfombra y
que barre esta pila de sucios inconvenientes debajo. —Nosotros tenemos una
actividad para jóvenes, y será muy divertido.

—¿Quieres llevar a tu novio a una actividad de iglesia?

Sus cejas se mueven ante esto antes de que aclare su expresión.

—Quiero llevarte a ti.


DIECISÉIS
No creo que Sebastian realmente pensara que fuese a aceptar su invitación.
Incluso Autumn me miró fijamente en shock nulo cuando le dije que iba a ir a una
actividad de iglesia. Y ahora aquí estamos, Sebastian y Tanner, aparcando detrás
del campo de fútbol del parque Fort Utah.

Nos bajamos de mi coche, y le sigo abajo por la pequeña colina hacia donde
todo el mundo se ha reunido en un círculo alrededor de unas enormes cajas de
cartón, todavía sin abrir. Para mediados de abril, se está fantástico fuera. Estoy
seguro de que eso significa que todo el mundo se pondrá malo cuando la
temperatura vaya de nuevo a menos cero grados, pero ahora mismo está a
mediados de los quince, y nadie por debajo de la edad de los veinte está llevando
pantalones largos. Hay pastosas piernas blancas echando un vistazo fuera de los
shorts por todos lados.

Pero vamos a ser reales: a diferencia de los diminutos shorts que lleva Hailey
en el trasero, los shorts aquí son realmente aburridos. No es realmente extraño lo
modestamente que todos visten aquí, pero eso me hace pensar brevemente en
cómo será para los niños mormones vivir en ciudades donde ellos no son la
mayoría.

Chicas miran fijamente y se agitan cuando Sebastiasn se acerca. Puedo ver un


par de chicos, también, mirando hacia él solo un poco más de lo normal. ¿Se da
cuenta del efecto que tiene en la gente? Él ni siquiera está liderando el evento,
pero parece como si todo el mundo estuviese esperando a que él llegase.

Unas pocas personas vienen, saludándolo con apretones de mano. Me


presentan a Jake, a Kellas, dos McKennas (ninguno es el McKenna de la escuela)
y un Luke antes de que pare de tratar de aprenderme los nombres y en su lugar
saludar cada sonrisa con la mía propia y un amistoso apretón. Un chico de nuestra
edad, a lo mejor un poco mayor, sale de un grupo de gente en el fondo y se
presenta a sí mismo. Su nombre es Christian y está agradecido que esté aquí para
unirme al grupo. Claramente, él está liderando el grupo.

Con eso, nosotros empezamos.


—Vamos a hacer algo de servicio hoy —dice Christian, y un silencio cae por la
pequeña multitud. Las seis enormes cajas se convierten en el centro de atención
de todo el mundo mientras él camina alrededor de una. —Los entretenimientos de
este parque se están quedando viejos, y es tiempo darles un poco de
mantenimiento. —Él palmea la caja a su lado. —Esta caja, mis amigos, contiene
todo lo que necesitan para construir una mesa o un banco. —Una sonrisa recorre
su cara. —La sorpresa es que no hay indicaciones, ni herramientas.

Miro alrededor del grupo. Nadie se ve sorprendido por estas reglas en lo


mínimo. ¿No hay instrucciones? Okay. ¿Pero no hay herramientas?

Mi mente grita un desesperado, Pero, ¡astillas!

—Nos vamos a separar en seis equipos. —Cuando Christian dice esto, siento a
Sebastian casualmente deslizándose lejos de mí, y hecho un vistazo hacia él, pero
sólo sacude su cabeza. —Primero, necesitamos mover las existentes mesas y
bancos hasta el aparcamiento, donde serán recogidas por el personal del hermano
Atwell. Entonces construiremos. Tendremos pizza en un rato. Beban agua cuando
lo necesiten. Recuerden, no es una competencia. Tómense su tiempo y háganlo
bien. Así es como lo devolvemos. —Él sonríe, y de repente algo dentro de mí de
repente se siente muy, muy fuera del lugar cuando él añade—: Ahora, dejemos
que alguien haga una oración.

Esta parte me agarra por sorpresa, y recibo la mirada de disculpa que


Sebastian me da justo antes de bajar su cabeza.

Un adolescente mayor cruza el círculo y se mantiene de pie cerca de nosotros.

—Padre Celestial, gracias por traernos juntos en este hermoso día de


primavera. Gracias por tantas bendiciones, por los fuertes cuerpos que usaremos
hoy. Bendice que nosotros podamos recordar esta lección y aplicarla en nuestras
vidas diarias, que nosotros recordemos que es solamente a través de ti que
podemos encontrar la salvación. Por favor guía al hermano David para que lo
haga bien para no tener repetir la visita a la sala de emergencias de la semana
pasada. —Una oleada de risitas se mueve a través del grupo, y el chico pliega su
sonrisa antes de terminar. —Bendice que todos regresemos a casa seguros. Te lo
pedimos en el nombre de Jesucristo, amén.

Cuando nos enderezamos, la distancia de Sebastian rápidamente cobra sentido


mientras Christian nos cuenta, del uno al seis. Mi novio solamente se ha
asegurado de que estemos en el mismo grupo, consiguiendo las mismas astillas.

Nos unimos a dos risueñas chicas de trece años, un chico nuevo llamado Toby,
y un junior llamado Greg. Toby, Greg, Sebastian y yo nos unimos a las otras caras
masculinas arrastrando fuera las antiguas mesas de picnic. Las chicas se levantan
y miran; la mayoría de ellas están mirando a Sebastian.

Intento imaginar a Haley en esta situación. Ella perdería la cabeza si


empezásemos a hacer algo de labor manual sin esperar que ella ayudase.

Habiendo esperado que la tarea de construcción fuera muy sencilla, estoy


sorprendido cuando hay unas setenta piezas de madera en la caja y no
indicaciones claras de qué parte va dónde. Es obvio que Sebastian y Greg han
estado haciendo esto toda su vida. Ellos rápidamente se ponen a trabajar
clasificando las piezas por tamaño y forma, mientras Toby y yo actuamos como el
músculo, moviendo las piezas donde ellos nos dirigían.

Sebastian se tambalea hacia las chicas, Katie y Jennalee.

—¿Puedes encontrar piezas de este tamaño? —Él sostiene un alfiler de


madera, aproximadamente de unas cuatro pulgadas de largo. Se han dispersado
por la hierba cuando hemos abierto la caja. —Y asegúrense de que hayan de la
misma cantidad de los agujeros que hay, ¿ven? —Él señala el lugar donde el taco
encaja en las tablas, y las chicas inmediatamente se ponen a trabajar,
agradecidas de tener una tarea.

—Tann —dice él, y la familiaridad en su voz hace temblar mi piel—. Ven y


ayúdame a alinear esto.

Nosotros trabajamos de lado a lado, arrastrando las tablas que suponen que
tienen que ser una mesa, las tablas que se supone que tienen que ser las patas.
Nos damos cuenta de que tendremos que usar una de las más pequeñas, tablas
pesadas como un mazo para encajar las piezas, y entonces usaremos la bota de
Greg para encajar esa última tabla en su lugar.

El proceso para resolver el problema es genial, si soy honesto, pero no se


compara a la emoción que siento al agacharme al lado de Sebastian, sintiendo su
cuerpo moverse junto al mío.

Seriamente, si él quería que viniese aquí y encontrase la religión, misión


cumplida.

Somos el primer grupo en terminar, y nosotros nos dividimos, ayudando a otros


grupos que tienen problemas con el arreglo y como usar las diferentes partes
como herramientas. Estaría exagerando si dijese que es un trabajo matador, pero
no es fácil, y cuando la pizza llega, estoy agradecido de ver un gran paquete de
cajas, porque estoy h-a-m-b-r-i-e-n-t-o.
Sebastian y yo colapsamos en un árbol, un poco alejados del grupo. Con
nuestras piernas estiradas en frente nuestra, devoramos nuestra comida como si
no hubiésemos comido en semanas.

Me encanta verle comer (normalmente es fascinante darte cuenta de lo


educado que es) pero aquí él es está en modo como maestro construcción: La
pizza lo enrolla por la mitad, y empuja la mayor parte en su boca de un solo
bocado. Aun así, nada se queda en mandíbula o cae a su camiseta. Doy un
mordisco y tengo una mancha de pepperoni en mi camiseta.

—Maldita mierda —siseo.

—Tann.

Miro hacia él, él sonríe, pero entonces inclina su cabeza, como ¡Lenguaje!

Le doy un vergonzoso.

—Lo siento.

—No me importa —dice él tranquilamente—. A algunos de ellos sí.

Estamos lo suficientemente lejos para tener esta sensación de privacidad,


incluso aunque no es totalmente real.

—¿Hace cuánto tiempo que conoces a todo el mundo aquí?

—Algunos de desde siempre —dice él, mirando al grupo—. La familia de Toby


se mudó aquí hace sólo dos años. Y algunos de los niños se acaban de convertir.
Creo que este es la primera actividad de servicio de Katie.

—Nunca lo habría pensado —bromeo.

—Vamos, ella es dulce.

—Ella siendo dulce es totalmente irrelevante al hecho de que le tomó veinte


minutos contar cuarenta alfileres.

Él reconoce esto con una risa silenciosa.

—Lo siento por la oración de antes. Siempre se me olvida.

Muevo mi mando como quitándole importancia y miro alrededor del campo de


adolescentes con otro interés.

—¿Has salido con alguien de aquí?


Él levanta su mandíbula, señalando a una chica alta en el otro lado del campo
de fútbol, comiendo cerca de la portería.

—Manda.

Sé a quién se refiere. Ella se graduó en la clase de Sebastian, y estuvo en el


consejo estudiantil. Ella es guapa, e inteligente, y nunca he oído un solo chisme
sobre ella. Estoy seguro de que ella sería la pareja soñada para Sebastian.

—¿Cuánto tiempo? —pregunto. Wow, esa pregunta salió un poco brusca.

Él también lo oye.

—¿Estás celoso?

—Un poco.

Puedo decir que a él le gusta. Sus mejillas explotan con un sonrojo.

—Más o menos un año. El segundo año justo antes de junior.

Wow. Quiero preguntar que hizo con ella, cuanto se besaron, cuán cerca ellos
estuvieron...pero no lo hago. En su lugar, digo:

—Pero tú lo sabías, incluso ahí…

Él alza la mirada bruscamente y luego mirando alrededor, sus rasgos


relajándose una vez que ha confirmado que estamos lejos de ser oídos.

—Sí, lo sabía. Pero pensé, que si lo intentaba…

Esto es como si cientos de agujas se clavaran lentamente dentro de mi piel. Un


año de relación es intentarlo mucho.

No soy…eso.

—Tú no dormiste con ella, ¿verdad?

Él toma otro mordisco de pizza, sacudiendo su cabeza.

—¿Así que pensabas que te casarías con Manda algún día?

Puedo ver exasperación en su cabeza cuando mira hacia mí, masticando.


Traga el bocado y mira alrededor maliciosamente.

—¿Crees que este es el mejor lugar para tener esta conversación?

—Podemos hacerlo después.


—Te quiero a ti —dice tranquilamente, agachándose para tomar otro bocado.
Cuando pasa otro bocado, él mira al frente de nuevo, pero añade—: No quiero a
nadie más.

—¿Crees que la iglesia cambiará su idea sobre nosotros? —pregunto. Señalo


hacia la multitud de personas a través del campo que son sus compañeros. —
¿Crees que ellos eventualmente vendrán?

Sebastian se encoge de hombros.

—No lo sé.

—Pero tú te sientes feliz conmigo.

—Lo más feliz que he sido jamás.

—Así que sabes que esto no está mal.

—Por supuesto.

Mi emoción se levanta, pesada en mi garganta. Quiero besarlo. Su mirada cae


en mi boca y entonces el parpadea lejos, su cara roja de nuevo.

—Sabes en qué estoy pensando —digo—. Lo qué estoy siempre pensando.

Él asiente, estirándose para alcanzar su botella de agua.

—Sí. Yo también.

El sol está ocultándose en el cielo cuando ponemos todo de nuevo en su lugar y


nos aseguramos de que todo está puesto de forma segura. La gente está riendo,
jugando en grupo, lanzando un Frisbee alrededor. Es mucho mejor que pelear, o
los apodos del otro día en el viaje al lago. Hay una innegable ley de respetar todo
lo que hacemos aquí. Respeto para la comunidad, para los demás, para nosotros,
para su Dios.

La mayoría se agrupa en una larga furgoneta para volver al aparcamiento de la


iglesia, pero Sebastian y yo nos quedamos atrás, saludando mientras se retiran de
la vista.

Sebastian se gira hacia mí, y su sonrisa se desliza.

—¿Y? ¿Fue tan terrible?


—Estaba pensando que no estuvo mal —digo, y él ríe ante esto—. Me refiero,
realmente estuvo bastante bien. Todos son muy agradables.

—Agradable —repite él, sacudiendo su cabeza un poco.

—¿Qué? Es en serio. Es un agradable grupo de gente.

Me gusta estar con esta comunidad no porque piense que esto sea un buen
lugar para mí, sino porque necesito esa ventana en su cabeza. Necesito entender
por qué él diría cosas como, “He asentido el Espíritu muy fuerte esta semana”, o
como él reza por obtener respuestas. La realidad es que este es el lenguaje en el
que nació y que fue criado escuchando. La iglesia de mormones tiene un
vocabulario que sigue sonando artificial para mí, pero que sigue con él, pero estoy
llegando a entender que sólo significa cosas como “Estoy tratando de hacer mi
mayor esfuerzo”, y “Necesito saber si lo que estoy sintiendo está mal”.

El único sonido que queda en el parque son los pájaros en los árboles por
encima de nuestras cabezas y el distante murmullo de llantas en el asfalto.

—¿Qué quieres hacer? —pregunto.

—No quiero ir a casa todavía.

Mi cuerpo entero vibra.

—Entonces vamos a quedarnos fuera.

Subimos a mi coche con el peso de un anticipado silencio a lo largo de mi piel.


Tiro de la palanca y conduzco. Solamente conduzco. Ni siquiera sé a dónde
estamos yendo o qué vamos a hacer cuando paremos, pero cuando estamos
millas lejos de casa, la mano de Sebastian se desliza por mi rodilla y lentamente
sube pulgadas arriba hacia mi muslo. Las casas pasan de largo, y pronto nos
encontramos en una carretera de dos carriles vacía.

Sebastian mira atrás por encima de su hombro cuando pasamos por la puerta
abierta con el letrero de SIN ACCESO obstruido en su mayoría por follaje crecido.

—¿Realmente deberíamos entrar aquí?

—Probablemente no, pero no parece que esta puerta haya estado cerrada por
mucho tiempo, así que supongo que no somos los primeros en intentarlo.

Él no responde, pero siento su incertidumbre en la forma rígida en la que está


su mano en mi pierna, la rigidez en su columna vertebral. Tengo que confiar en
que se relajará una vez que vea lo verdaderamente aislado que está aquí abajo
después de que oscurezca.

El barro se vuelve más espero y me estaciono en un firme lugar de hierba,


apagando las luces y luego, finalmente, el motor. El motor de mi coche hace tictac
en el silencio. Afuera está casi completamente oscuro, excepto por el reflejo
brillante de la luna en la superficie del lago. Papá siempre insiste en que debo
tener algunos suministros de emergencia en la maletera (incluyendo una manta
gruesa) y encima hace frio ahora que el sol se fue, tengo una idea.

Al abrir mi puerta, lo miro.

—Vamos.

De mala gana, él me sigue.

Saco la manta del maletero y la extiendo sobre el capó aún caliente de mi auto.
Usando algunas chaquetas de repuesto y una toalla de playa que tenía ahí, hago
algunas almohadas para nosotros cerca de los parabrisas.

De esta forma, podemos echarnos y ver las estrellas.

Cuando ve lo que estoy haciendo, me ayuda a arreglarlo todo, y luego subimos,


nos acostamos y dejamos escapar, al unísono, un gemido satisfecho.

Él se echa a reír.

—Se veía tan cómodo.

Me acerco un poco más y el capó protesta con un retumbar metálico.

—No es tan malo.

Por encima de nosotros, la luna cuelga bajo en el horizonte, y las estrellas


parecen sostenerla con cuerdas.

—Una cosa que me gusta de este lugar —digo—, es que puedes ver las
estrellas de noche. Nosotros no podíamos en Palo Alto. Mucha contaminación
lumínica.

—¿Una cosa que te gusta de este lugar?

Me giro, inclinándome para besarlo.

—Perdón, dos.
—No sé nada de estrellas —dice cuando vuelvo a mirar al cielo —. Sigo con la
intención de aprender, pero nunca parece haber tiempo.

Señalando, digo:

—Allá arriba está Virgo. ¿Ves los cuatro primeros que forman ese trapecio
lateral? Luego están Gamma Virginis y Spica. Tienen la forma, cómo de, ¿la
cuerda de una cometa?

Sebastian entrecierra los ojos, atrayéndome más cerca para ver mejor lo que
estoy señalando.

—¿Esa forma?

—No…creo que estás mirando a Corvus. Virgo está…—Muevo su mano para


que esté sobre mi pecho. Mi corazón va a trepar por mi garganta y salir de mi
cuerpo. — Justo ahí.

—Sí, sí —susurra, sonriendo.

—Y ese que brilla ahí, ese es Venus…

Él inhala, emocionado.

—Y ese justo al lado, ¿ese grupo apretado? Son las Pléyades —le digo—. Se
acercan cada vez más.

—¿Dónde aprendiste todo esto? —pregunta.

Me giro para mirarlo.

Él también me está mirando, muy cerca.

—Mi papá. No hay mucho que hacer después del anochecer cuando estamos
acampando, aparte de hacer s’mores7, contar historias de fantasmas y mirar las
constelaciones.

—Dejando la ayuda de dispositivos, solo puedo encontrar la Osa Mayor —dice.


Sus ojos caen en mi boca.

—Sería bastante inútil sin mi papá.

Él parpadea, mirando arriba.

—Tu papá parece genial.

7
Un postre tradicional de Norteamérica que se consume habitualmente en fogatas.
—Lo es.

Un dolor se acumula en mi pecho porque mi papá es el mejor, en parte, porque


él me conoce y ama todo de mí. Y, sin embargo, está este lado de Sebastian del
que su padre no sabe nada. Podría ir a casa y contarle a mi papá todo lo que
suedió hoy, incluso podría contarle sobre estar acostado aquí con Sebastian en el
capó del viejo carro de mamá, y eso no cambiaría nada entre nosotros.

Aparentemente, Sebastian está pensando lo mismo, porque desde el silencio,


dice:

—Sigo pensando en mi papá el otro día, abrazándome tan fuerte. Lo juro por mi
vida, la única cosa que quiero es hacer que esté orgulloso de mi. Es muy extraño
decir esto en voz alta, pero siento que si papá está orgulloso de mí, es la
confirmación externa de que Dios también lo está.

No sé qué decir a esto.

—Ni siquiera puedo imaginar lo que haría mi padre si supiera donde estoy. —Él
se ríe, deslizando una mano sobre su pecho. —Por un camino de tierra con un
letrero de no pasar, acostado en un auto con mi novio…

La palabra todavía me sobresalta.

—Solía rezar tanto para que no sentirme atraído por los chicos —admite.

Volteo y lo miro.

Él mueve su cabeza.

—Siempre me sentí tan terrible luego de todo, como si estuviera pidiendo algo
tan pequeño cuando otras personas tienen grandes problemas. Pero luego te
conocí, y…

Los dos lo dejamos así. Estoy pensando en que el final de esa oración sería… y
Dios me dijo que eras la elección correcta para mí.

—Sí —le digo.

—Entonces, nadie en la escuela sabe que te gustan los chicos —dice.

Noto la forma en que evita las palabras “gay”, “bi” de nuevo. Este sería el
momento perfecto para tener la conversación Autumn/ Julie/ Manny/ McKenna,
pero es fácil omitirla aquí. Quiero decir, quién sabe lo que escucharon las chicas,
Manny ha mantenido su conocimiento bastante quieto hasta ahora, y Autumn
prometió con pena de muerte que nunca diría nada. Sebastian tiene sus secretos;
Supongo que está bien si me guardo esto.

—No. Creo que es porque salí con chicas, la mayoría solo piensa que soy
heterosexual.

—Sigo sin entender por qué no elegirías tener una novia si pudieras.

—Es acerca de la persona, no de lo que puedo hacer con ellos —Tomo su


mano, uniendo mis dedos con los suyos. —No es mi elección. No más de lo que
es para ti.

Puedo decir que no le gusta lo que acabo de decir.

—¿Pero crees que algún día podrías contarle eso a más personas? Como, si
estuvieras con un chico, ¿podrías…decirles?

—Todo el mundo lo sabría si vinieras al baile conmigo.

Sebastian se ve horrorizado.

—¿Qué?

Mi sonrisa se siente tambaleante en los bordes. En realidad, no había querido


decir eso, pero tampoco no podía no hacerlo.

—¿Qué dirías si te preguntara?

El conflicto en su cara.

—Quiero decir. Yo…no podría.

Un poquito de esperanza se desinfla en mi pecho, pero no estoy sorprendido.

—Está bien —le digo—. Quiero decir, por supuesto que te llevaría, pero no
esperaba que dijeras que sí. Ni siquiera estoy seguro de que esté cien por ciento
listo todavía.

—¿Vas a ir?

Alzo mi cara hacia el cielo, y le digo:

—Quizá con Autumn y Eric. Ella quiere que le pregunte a Sasha.

—¿Sasha?

Agito mi mano como diciendo No vale la pena explicarlo.


—¿Alguna vez saliste con Autumn? —pregunta.

—Salimos un tiempo. No fue especial.

—¿Para ti o para ella?

Sonriendo, lo miro.

—Para mí. No sé cómo fue para ella.

Su mirada se desliza por mi cara, aterrizando en mis labios.

—Creo que ella está enamorada de ti.

No quiero hablar de Autumn en este momento.

—¿Lo estás?

Al principio puedo decir que no sabe a qué me refiero. Una pequeña línea se
forma entre sus cejas, irrumpiendo el suave paisaje de su frente.

Pero luego se aclara. Sus ojos se abren.

Más tarde, miraré hacia atrás sobre esto y me pregunto si ahora me besa
porque no quiere responder, o si su respuesta fue tan obvia que tuvo que
besarme. Pero en el momento en que se inclina hacia adelante, rodando sobre mí,
su boca caliente y familiar en la mía, la emoción se convierte en líquido: un océano
llena mi pecho.

Encuentro la verdadera imposibilidad de escribir cuando pienso en este


momento, cuando me toca, las yemas de sus dedos siendo pequeños puntos de
calor en mi piel. Quiero capturarlo de alguna manera, no solo recordarlo, sino
poder explicarlo. Casi no hay forma de poner en palabras esa transición frenética,
la maraña trastornada en la que nos convertimos, excepto pensar en ellos como
una ola en la playa, la fuerza física imparable del agua.

De lo único que estoy seguro en el momento en que su toque va de exploratorio


a determinado, a decidido, y sus ojos se mantienen firmes en mi rostro, llenos de
emoción mientras caigo, es como ambos estamos pensando cuan bueno es esto,
cuan correcto es. Este momento, y los momentos más tranquilos posteriores, no
se pueden editar. No se pueden reescribir. No se pueden borrar.
DIECISIETE
Papá sigue despierto cuando llego a casa, sostiene una taza de té, y una mirada
de estas- no-son-las-horas-de-llegar mientras frunce su ceño.

Siento que una expresión de disculpa comienza a querer borrar mi sonrisa, pero
no, esta sonrisa es a prueba de balas. Estoy en una habitación con eco y las
caricias de Sebastian resuenan a mi alrededor.

Papá contrae su rostro, como si descifrara mi sonrisa.

—¿Autumn? —pregunta, pero suena inseguro. Sabe que no vuelvo así cuando
me encuentro con Autumn. O con cualquier otra persona.

—Sebastian.

Su boca murmura un Ahh, y asiente una y otra vez con sus ojos examinando mi
rostro.

—¿Se están cuidando?

Oh, Dios mío.

Una sonrisa vacilante se antepone ante el peso de mi mortificación.

—Papá.

—Es una pregunta seria.

—No estamos…—Me volteo hacia el refrigerador, abriéndolo para tomar una


Coca. Imágenes opuestas aparecen en mis pensamientos: Sebastian sobre mí, en
mí. Papá sentado aquí, poniendo los ojos en blanco fijamente. —Sabes que mamá
te asesinaría por eso, por tu bendición semi-intencionada de que le quite la
virginidad al hijo del pastor.

—Tanner. —No puedo decir si lo que quiere es reírse o golpearme. Para ser
honesto, creo que él tampoco lo sabe.

—Estoy bromeando. Todavía no llegamos a ese punto.

Papá baja su taza de té, y la cerámica raspa la encimera.


—Tann, tarde o temprano llegarán a hacerlo. Solo quiero asegurarme de que
estén siendo cuidadosos.

La tapa de mi soda se abre con un siseo satisfactorio.

—Prometo que no lo dejaré embarazado.

Pone sus ojos en blanco, y mamá escoge este preciso momento para venir,
deteniéndose en la entrada.

—¿Qué? —Su voz es plana, y sus ojos se abren sorprendidos.

Papá se ríe.

—No, Jenna. Salió con Sebastian, pero no es lo que piensas.

Ella mira entre nosotros, frunciendo el ceño.

—¿Y qué debo pensar?

—Que él y Sebastian van… en serio.

Miro a papá con asombro.

—Hey. Estamos yendo en serio.

—¿Serios en estar enamorados? —Mamá pregunta. —¿O serios en el sexo?

Suelto un gruñido.

—¿Cuál sería un mayor problema?

—Ninguno sería un problema, Tann —Papá dice cuidadosamente, mirando


fijamente a mamá.

Basado en este intercambio silencioso, estoy convencido de que mis padres


pasan más tiempo hablando a cerca de mí saliendo con el hijo del pastor que todo
el tiempo que pasan hablando de otras cosas combinadas justo ahora.

—Son afortunados, lo saben —les digo, caminando hacia mamá para rodearla
en un enorme abrazo. Se une a mí, envolviendo sus brazos alrededor de mi
cintura.
—¿Cómo es eso? —pregunta.

—Nunca antes les he dado motivos de preocupación.

Papá se ríe.

—Nos has dado unos cuantos sustos, Tanner. No te hagas el inocente.

—Pero esto parece realmente haberles afectado.

Su expresión es seria.

—Creo que esto ha sido más difícil para tu mamá de lo que aparenta. —Mamá
asiente en mi pecho. —Esto trajo consigo un montón de sentimientos, mucho
enfado. Probablemente también algo de tristeza. Ella quiere protegerte de todo
eso.

—Lo sé.

Sus palabras salen apagadas.

—Te amamos demasiado, bebé. Te queremos en un mejor lugar.

—Igual, tan pronto como reciba mis cartas de aceptación de la universidad,


debería correr y nunca, nunca mirar hacia atrás —digo con una sonrisa.

Mamá asiente frente a mí.

—Estoy rezando por que sea la Universidad de California Los Ángeles

Papá sonríe.

—Sólo mantente a salvo, ¿okay? ¿Cuídate?

Sé que no habla solamente de lo físico. Luego me acerco a él, rodeando un


brazo alrededor de su hombro.

—¿Dejarán de preocuparse por mí? Estoy bien. Realmente me gusta


Sebastian, pero soy consciente de las complicaciones.

Mamá se dirige hacia el refrigerador para sacar un snack.

—Entonces, dejando de lado a sus padres y sus sentimientos, ¿sabes que él


podría ser expulsado de la escuela simplemente por estar contigo esta noche?
Puede que la iglesia sea más tolerante que cuando yo era joven, pero ¿estás
consciente de que el código de honor de la BYU no les permite hacer lo que sea
que hicieron anoche?

Lo juro, lo último que quiero hacer en este momento es analizar cada pequeñez
de como esto podría salir mal. De todas maneras, ya lo hago lo suficiente a lo
largo del día.

—El problema no es con Sebastian ni conmigo; es con las reglas.

Ella mira sobre su hombro hacia mí, frunciendo el ceño. Papá interviene.

—Comprendo lo que dices, pero no es así de simple. No puedes decir que solo
porque las reglas estén mal, ustedes pueden hacer lo que quieran.

Mi emoción sobre las caricias de Sebastian, sobre lo que hicimos, empieza a


desvanecerse, y quiero salir de la habitación tan rápido como pueda. Apesta
sentirme así con mis padres. Me gusta contarles todo. Me gusta que ellos me
conocen muy bien. Pero cada vez que hablamos acerca de esto, su preocupación
es esta sombra oscura que cubre la luz. Eclipsa todo.

Entonces no contesto. Mientras más discuta, más argumentos darán con toda
tranquilidad. Papá suspira antes de darme una pequeña sonrisa y levantar su
mandíbula como diciéndome Ve. Como él lo puede ver, necesito escapar y dejar
esta noche en algún lugar.

Beso a mamá, y luego subo corriendo las escaleras hacia mi habitación. Las
palabras resuenan en mi cabeza, estallan en mis manos. Todo lo que pasó, todo
lo que siento estalla fuera de mí, alivio ligero.

Cuando las palabras se han ido pero la sensación de ver a Sebastian acostado
de nuevo en el capó de mi auto, con esa sonrisa vacilante aún sigue en mi pecho,
tomo mi libreta de notas y me subo a la cama.
Cierro mis ojos.

Probablemente debería haber predicho esto. Luego del sábado en la noche,


debería haber sabido que las cosas serían raras en clases el lunes, porque entre
esos dos días hubo un montón de tiempo de nuevo en la iglesia.

Sebastian no alza la vista de lo que está leyendo cuando entro al Seminario el


lunes por la tarde, pero sé que él percibe mi presencia al igual que yo lo percibo a
él, porque sus hombros se hacen un poco hacia atrás, sus ojos se entrecierran, y
traga saliva.

Incluso Auddy lo nota. A mi lado, ella revuelve sus libros


sobre la mesa e inclina su cabeza hacia mí.

—¿De qué se trata esto? —murmura en voz baja—. ¿Están bien chicos?

—¿Qué? —La miro como si no supiera lo que quiere decir, y lo ignoro. —Estoy
seguro de que está bien.

Pero por dentro estoy lidiando con mis propios latidos. No me mandó mensajes
ayer. No me mira ahora.

Algo no huele bien, y la manera impertinente en la que dejé de lado la


preocupación de mis padres se siente como si estuviera por darme una patada en
el culo.

Asher irrumpe en el aula con una McKenna gritona sobre su espalda, y la


habitación entera sigue con lo suyo mientras él la deja caer de la manera más
obscena posible. Ella se desliza hacia abajo por su espalda, toda risueña, y las
manos de él están básicamente pegadas al trasero de ella. Su entrada es tan
disparatada, con un espectáculo tan obsceno, incluso Burrito Dave demuestra su
asombro.
—Amigo, ¿es en serio?

Se besan en frente de toda la clase, anunciando su regreso.

—Bueno —digo. La rabia inunda mi pecho. McKenna y Asher pueden hacer


demostraciones públicas de afecto por todo el campus y, son libres de la mínima
mirada de desprecio, a nadie le importa. Ambos son mormones, y si estoy en lo
correcto, no deberían manifestar esta clase de comportamientos en ningún lugar, y
mucho menos en medio de la facultad, pero ¿serán ridiculizados, rechazados o
maltratados? No. Nadie va a reportarlos a su pastor. No pueden ser expulsados de
la facultad. Y, aun así, son un caos, vuelven a estar juntos porque probablemente
están tan aburridos con la falta de chisme que subconscientemente están
haciendo algo para que las personas tengan algo de que hablar. Apostaría que
Asher y Mckenna han tenido sexo en cada manera posible, y sin embargo Asher
seguirá en su misión, volverá a casa y se casará con una buena joven Mormona
(talvez incluso McKenna) y serán tan severos con los valores de la Red Misional
Mormón como cualquiera del resto de ellos. Mientras tanto, Sebastian no puede
incluso mirarme en clases, porque probablemente está en una pelea consigo
mismo a causa de nuestros comparativamente inocentes toqueteos del sábado.

Mi estómago se vuelve agrío y luego empiezo a sentir ardor.

—Creo que el próximo baile de graduación los vuelve cariñosos —dice Autumn
detrás de mí.

—O desesperados. —Saco mi laptop de mi mochila y echo un vistazo de nuevo


a Sebastian. Todavía no se ha dado la vuelta para mirarme.

Desearía poder tirarle algo a la nuca o gritar un desvergonzado “HOLA, ¿ME


RECUERDAS?” en frente de todos. En lugar de ello simplemente saco mi celular
y, por debajo de la mesa, le envío un breve Hola, estoy por aquí por mensaje de
texto.

Observo mientras busca en su bolsillo, saca su celular, lee.

Y luego se da la vuelta, me ofrece una débil sonrisita por encima de su hombro


sin hacer realmente contacto visual (sus ojos navegan en algún lugar por encima
de mi cabeza) y se voltea de nuevo.

Mi cerebro es un embrollo. La voz de mamá sale a flote de nuevo, calmante,


recordándome que Sebastian se irá pronto y que tiene presiones que nunca
entenderé. ¿Qué tal si ésta fue la primera vez que rezó y después se sintió peor?
La clase avanza en enormes periodos mientras yo sigo en una espiral. Casi todo
el mundo ha terminado de redactar, y Fujita nos está dando consejos sobre las
revisiones. Al menos eso creo. Me alegro de que Autumn esté tomado notas
minuciosamente porque no estoy atendiendo nada. En lugar de ello, me agacho,
apoyándome sobre mi libreta de notas, y escribo,

Y hago todo lo posible para no mirarlo.

Recojo mis cosas y estoy afuera de la puerta segundos después de que la


campana suena. Autumn me llama, pero sigo mi camino. Le mandaré un mensaje
después y le explicaré. Estoy al final del pasillo cuando escucho mi nombre. No es
Autumn.

—Tanner, espera.

Mis pies reducen la velocidad, a pesar de que no quiero que lo hagan.


—Hola. —Mantengo la mirada fija hacia la fila de casilleros cerca de mí. No
debería hacer esto ahora; Estoy herido, enfadado y avergonzado por su evasión, y
con miedo de lo que puedo decir.

—¿Hola? —responde, obviamente confundido. Y no es de extrañar; creo que es


la primera vez que es él quien me busca.

Parados en medio del pasillo, somos como una piedra en el río, un flujo
constante de estudiantes moviéndose para hacerse camino entre nosotros. No
describiría este lugar como discreto, pero si él está aquí, yo también.

—¿Estabas yendo a clase? —pregunta.

No sé porque en este preciso momento una tormenta escoge formarse dentro


de mí. ¿Por qué este momento? ¿Por qué ahora? Todo estaba tan bien este fin de
semana. Tuvimos un día sin hablar y una interacción rara en clase y boom, mi
cerebro lleva esto a niveles de pánico de condición de alerta.

Estoy de nuevo en la montaña, escuchándole decir: No soy… eso. No soy gay.

Y hay algo hoy, su mandíbula está un poco tensa, hay alguna extraña
inclinación en su postura lejos de mí que me dice que el sábado le hizo más mal
que bien. Está luchando con algo, y ni siquiera lo sabe. Está tan oculto en su
propia doctrina y su propio mundo de debería que no puede admitirse a sí mismo
que le gustan los hombres, que siempre le gustarán, que es parte de él, una
perfecta parte de él, y merece admiración, respeto y espacio de la misma manera
que cualquier otra característica suya.

—El día terminó —le digo—. Estaba yendo a casa.

Él sacude la cabeza.

—Bien, lo sabía. Tanner, lo sie…

Sebastian nunca llega a terminar esa frase, porque Manny viene hacia
nosotros.

—Hola, chicos —dice, sonriendo en nuestra dirección.

Pero él no dice simplemente “Hola,” dice “Hola, chicos.” No como si fuéramos


dos personas, sino como dos personas que están juntas. Como si fuéramos una
pareja. Cuando me fijo en la reacción de Sebastian, sé que él también se dio
cuenta.
Jesus, Manny. ¿Sería posible que fueras propiciamente un poco menos
ruidoso?

—Manny, hola —dice Sebastian.

Parpadeo y asiento hacia la chaqueta deportiva de Manny.

—¿Partido esta noche? —Trato de mantener mi tono de voz, a pesar de


sentirme como una constelación de mini explosiones que han empezado en mi
pecho. Nunca le dije a Sebastian a cerca de la conversación con Manny. Nunca le
dije que él lo sabe.

—Sí, basquetbol. Escucha, estamos estrenando mi piscina este fin de semana,


y quería invitarlos a ambos. Serán unos cuantos chicos de aquí, algunos amigos
de mi hermano…—Hace una pausa, intercambiando su vista de mí, hacia
Sebastian, hacia mí de nuevo, y si tengo que adivinar como lucimos basándome
en su expresión, esta es mala. Él se voltea hacia mí. —Pero, Tanner, no son los
chicos del lago. Todos serán buena onda, así que no tienes que preocuparte ni
nada.

La cabeza de Sebastian se inclina lentamente hacia un lado cuando pregunta:

—¿Qué quieres decir?

El aire se esfuma de mis pulmones de forma precipitada.

Los ojos de Manny se abren más, y lo único que faltaría para hacerlo más raro
hubiera sido que Manny saludara con un Chicos, ustedes son la pareja más
adorable.

—Quiero decir… —Él me mira pidiendo ayuda. —Los siento, los vi juntos en
una excursión la semana pasada y pensé …

Sebastian se pone pálido como un papel.

—Manny…—empiezo, pero él me interrumpe.

—Nah, chicos, lo entiendo. Lo que sea. Ambos están invitados, o…cada uno,
por separado, como sea. —Es un tipo tan despreocupado, y espero que esto
convenza a Sebastian de que a él claramente no le importaría de una forma u otra
lo que hacemos juntos, pero Sebastian parece una estatua detrás de mí. Echa un
vistazo rápido sobre su hombro, Manny se ha ido, y Sebastian se voltea hacia mí.

Oh, mierda.

—¿Qué le dijiste?
Levanto mis manos.

—Espera, no le dije nada. Simplemente dijo que nos vio en una excursión.

Dios. ¿Cuál excursión? Hay tantas hoy en día, y con el tiempo simplemente nos
sentimos tan cómodos en la montaña, besándonos como si estuviéramos detrás
de unas puertas cerradas. La idea de que Manny vio algo de eso … que tal vez
alguien estaba con él … Mi estómago se siente como un volcán en ebullición.

Sebastian se da la vuelta, y su perfil es un retrato de ira comprimida. Esta es


probablemente la primera vez que siento que en realidad somos una pareja.
Además, que irónico, esto está pasando mientras estamos en la facultad, el pasillo
se llena, pero por unos pocos rezagados aquí y allá quienes no tienen idea de que
estamos juntos, que nos hemos besado, que he visto como luce cuando está
perdido en medio del placer, que lo he visto llorar y que tomé su mano. Que he
visto su generosidad y que sentí ese orgullo que siento cuando me doy cuenta de
que es mío. Ninguno de esos momentos se sienten reales, como de pareja, como
este momento justo ahora, donde yo sé que estamos a punto de empezar a pelear
en serio.

—¿Qué pasó en el lago?

—Unos chicos estaban siendo unos idiotas, y luego él vino hacia mí y Autumn y
dijo. . .

El volumen de su voz aumenta.

—¿Autumn también lo sabe?

Alguien pasa, y Sebastian se sobresalta, cambiando sus expresiones a una


máscara y mostrándole un rostro agradable.

—Hola, Estela.

Cuando ella se va, lo llevo afuera de la puerta más cercana, al estacionamiento.


Aquí no hay ni un muerto (es decir, no hay estudiantes, ni maestros, apenas
alguien caminando por la calzada) pero, aun así, Sebastian mantiene una
distancia prudente de mí. Una distancia de Mormon, se burla mi mente.

—Quiero decir, es obvio que Manny nos vio. Él vino hacia mí y Autumn cuando
estábamos yéndonos del lago (porque alguien llamó a alguien más un maricón) y
me pidió disculpas. Fue raro, de esa manera —digo, señalando hacia el pasillo—,
y Autumn me interrogó como por dos horas.
—Tanner, esto es un desastre. —Sebastian me mira furioso y luego se separa,
exhalando lentamente. Me imagino un dragón y fuego.

—Mira. Manny nos vio. No sólo a mí, a ambos. No estoy aquí precisamente
agitando la bandera del arcoíris. No le digo a las personas que soy bisexual.
Autumn (mi mejor amiga) ni siquiera lo sabía hasta hace una semana, y no le dije
acerca de ti. Le dije que tenía sentimientos por ti, no que estos fueran recíprocos.

—Solo pensé … después del sábado en la noche …—Mueve su cabeza de un


lado a otro. —Pensé que talvez tu les habías dicho algo a Eric o a Manny.

—¿Por qué haría eso? —Sé que no debería decir lo que viene luego; es
inmaduro y tonto, pero mi boca no recibe el mensaje—: A menos que, ya sabes,
quisiera hablar con alguien a cerca de este suceso emocional importante en mi
vida.

Él levanta la cabeza.

—¿Qué significa eso?

—Solo que hubiera sido agradable saber de ti ayer y recibir una señal tuya hoy
de que me viste y que no estabas enloqueciendo.

La expresión de Sebastian cambia a molesta.

—Tanner, estaba ocupado ayer.

Bueno, eso solo se sintió como una bofetada. Con la palma abierta, siento la
marca en mi mejilla.

—Muchas cosas para hacer en la Iglesia, supongo.

—Es lo que hacemos los domingos. Haz que tu madre te enseñe como
funciona. Si ella lo recuerda.

Uno …

Dos …

Tres …

Cuatro …

Cinco …

Sigo contando. Recuerdo que solo está asustado. Me recuerdo a mí mismo que
solo está confundido. Si solo doy un paso atrás de este segundo, sé que hubiera
querido decirme a mí mismo, Esta no es tu batalla. Esta es la batalla de Sebastian.
Dale espacio. Pero, ¿no es mía también? ¿Aunque sea un poco? ¿Estamos en
esto como un equipo, navegando esto primero juntos?

Él se aleja de mí, tirando de su cabello mientras camina en un pequeño rincón


del estacionamiento. Luce como si estuviera listo para correr. Es divertido darse
cuenta de que probablemente es justo lo que quiere hacer, porque no solo es el
hecho de que no quiere discutir aquí; no quiere hacer esto en ningún lugar. Él
quiere que estemos juntos sin ninguna expectativa o discusión.

Entonces le pregunto.

—¿Sebastian? ¿Eres gay?

Es decir, por supuesto que lo es.

¿Verdad?

Él me mira como si ni siquiera me conociera.

—No sé cómo responder eso.

—Es cuestión de un sí o un no.

—Sé lo que quiero ser.

—¿Quién quieres ser?

¿Qué demonios quiere decir?

—Quiero ser amable, generoso, y ser como Cristo.

—Pero ¿qué tiene que ver eso con mi pregunta? Tú ya eres esa persona.
También eres bueno, considerado, y leal. Todas esas cualidades que te hacen la
persona que amo. Tú ya lo eres. Ser gay no cambia eso.

Y puedo ver el momento en el que lo golpea, el momento en el que esa palabra


se asienta en su piel, cuando se penetra allí. Lo dije. No gay, sino “amo.”

Él pronuncia mi nombre en voz baja y luego mira hacia un lado.

Ni siquiera me está mirando, y le acabo de decir que lo amo.

De alguna manera la siguiente pregunta se siente muchísimo más importante


que la anterior.

—Sebastian, ¿escuchaste lo que dije? Te amo. ¿Si quiera lo captaste?


Asiente con la cabeza.

—Sí.

Se sonroja, noto que el rubor permanece, y sé que es un rubor de felicidad. Lo


puedo ver; ahora conozco los distintos colores de las emociones; ¿Qué tan raro es
eso?

Le encanta escuchar que lo amo, pero al mismo tiempo no.

—Es demasiado para ti —digo—. ¿No es así?

—Sí —dice—. Es decir, honestamente, es demasiado para procesar ahora


mismo. Y ni siquiera es por lo que preguntaste antes. —Luego su voz disminuye, y
mira alrededor de manera furtiva. —Así sea gay. Es mucha información por ahora
porque tengo un libro a la vuelta de la esquina, y voy a una misión, y están
ocurriendo demasiadas cosas.

—Así que ¿es un inconveniente escucharme decir que te amo?

Hace una mueca.

—Tanner. No. Solo digo, no sé si puedo darte lo mismo que tú me quieres dar.

—No es cuestión de querer darte mis sentimientos. —De hecho, me rio de esto.
—Es simplemente como me siento.

Me mira como si estuviera enfermo.

Como si, talvez, no me cree.

—Te amo por quien eres, no por el hecho de que te sonrojas, o por tus ojos, o
por las cosas que me haces sentir cuando me tocas —digo, y se sonroja de
nuevo—. Las cosas que amo de ti no se irán cuando te vayas a tu misión. Seguiré
aquí, y seguiré pensando en todas esas cosas. Seguiré trabajando en ser una
mejor persona, un mejor amigo, un mejor hijo. Seguiré preguntándome como sería
ser un mejor novio para ti. Y tú estarás en tu misión, pensando en cuanto
desearías no ser gay.

Está furioso, lo sé. Mi primer instinto es desear poder retirar las palabras, pero
se esfuma como el humo cuando la realidad me golpea: Quise decir cada una de
ellas.

—No desearía …—empieza, pero luego se da vuelta, con la mandíbula


contraída de ira.
—¿Así que es eso? —le pregunto—. ¿Hemos alcanzado el límite de lo que
estás dispuesto a dar?

Él mueve la cabeza de un lado a otro, y añade:

—Quieres que sea algo que no soy.

Algo. No alguien, algo.

—Solo quiero que estés bien con quien eres ahora. Sé que no soy el único con
sentimientos aquí.

Él apunta, y dispara, su rostro es una máscara de calma.

—Creo que deberíamos romper. —Sebastian hace una pausa, viendo mientras
mis órganos se convierten en bloques que se derrumban dentro de mí. —Esto ya
no está bien.

El resto del día será difícil de explicar.

Me fui justo después de que esas palabras salieron de su boca, e incluso ahora
no recuerdo realmente lo que hice. Fui al lago, talvez. Conduje dando vueltas, y
vueltas, y vueltas.

Cuando anochece y mi celular se ilumina con un millón de textos de Auddy y


ninguno de Sebastian, doy la vuelta el coche y me estaciono suavemente en la
acera cerca de su casa.

Nunca antes había notado que su habitación huele a velas de vainilla y que su
lámpara proyecta una luz azul relajante. Nunca antes había notado cómo se
abraza por fases. Cómo, ella me tomará en sus brazos y luego me apretará, y
luego me dará un apretón más fuerte, y en mi mente nos estamos moviendo a
través de distintos niveles de alivio, de Hola, que pasó, a Tanner, háblame, a Oh
por Dios, ¿qué ocurre?

Y luego, llegamos a algún otro nivel, porque ella me está consolando. Sus
manos están sobre mi rostro (Estoy llorando; no lo sabía) y ella me limpia las
lágrimas con besos, y yo balbuceo. Admito que Sebastian y yo estuvimos juntos.
Le cuento sobre lo que pasó, como él lo terminó, cuan pequeño me siento.

Su boca está cerca de la mía, en la mía, abriéndose sorprendida y luego algo


más.
Justo aquí meto la pata.

Aquí es donde arruino todo.


DIECIOCHO
No sé qué es lo que estoy haciendo. Definitivamente no debería estar aquí. Mis
ojos están rojos, y mi cabello es un desastre. Todavía estaría con la ropa con la
que me dormí si no fuera porque (a) Me bañé al instante de llegar a casa (b) De
todas maneras no dormí. Soy un desastre.

Mis ojos observan el pasillo mientras me dirijo al casillero de ella. Por lo


general, es fácil de detectar entre la multitud; su cabello es una chispa de fuego en
un mar de azul marino y mezclilla, y su voz puede pasar de un extremo a otro de
la escuela como nadie que haya conocido.

Nada.

Giro el dial de su casillero, girándolo hacia la derecha y la izquierda y luego


hacia la derecha de nuevo, solo para ver que su abrigo y su mochila tampoco
están allí.

Mierda.

La campana suena, los estudiantes se dirigen a las aulas, y los pasillos


empiezan a vaciarse poco a poco. Adrenalina mezclada con miedo me inundan
mientras estoy parado solo en el pasillo, anticipándome a las suaves pisadas de
los zapatos del director en el piso. Debería estar en Literatura Moderna, con
Auddy, quien de hecho nunca se trasfirió a Shakespeare. Camino hacia el aula,
miro adentro solo lo suficiente para ver que su asiento está vacío, me doy la
vuelta. Elegiré la inasistencia y lo que traiga consigo, porque estoy demasiado
intranquilo y desesperado para sentarme a hablar sobre James Frey y su falso
drama.

Pero no quiero irme a casa. Mi padre estará fuera esta mañana, y aunque
eventualmente tendré que hablar con mis padres, no estoy preparado para ver sus
expresiones (decepción reducida con lástima) diciéndome que sabían que esto
ocurriría, que solo era cuestión de tiempo antes de que todo estallara en mi cara.
Merezco cada te lo dije porque estaban en lo correcto, a cerca de todo.

Hay un banco arriba de las escaleras, fuera de la vista de los profesores y


administradores que merodean por los pasillos en busca de holgazanes tontos
como yo quienes no son lo suficientemente inteligentes para salir de la escuela.
Agarro mi celular, rogando unas cuantas veces por que haya algo allí cuando lo
encienda. Pero no. No hay ninguna notificación nueva.

Autumn no ha contestado su celular desde anoche. Sintiéndome desesperado,


abro su información de contacto y presiono el número ubicado luego de la palabra
“casa.” Timbra unas dos veces antes de que una voz inunde la línea.

—¿Hola?

—Hola, Señorita Green. —Me acomodo derecho, aclaro mi garganta. Solía


hablar con la mamá de Autumn casi tanto como con mi madre, pero de repente
estoy nervioso. ¿Le habrá dicho Autumn lo que pasó? ¿Sabe lo que hice?

—Hola, Tanner.

—Por casualidad, ¿está Autumn allí? —Me paso mi otra mano sobre mi muslo.

Hay un momento de silencio, y me doy cuenta de que no sé lo que voy a decir,


incluso si ella se pone al celular. Que la quiero ¿a pesar de que no de la manera
en la que ella quiere? Que cometimos un error (Que cometí un error) ¿pero que de
todos modos la necesito en mi vida? ¿Será suficiente todo eso?

—Ella está. La pobre se despertó con un dolor de estómago y necesitaba


quedarse en casa. ¿No te envió un mensaje?

Una señal de esperanza brilla a mi alrededor, y cierro los ojos con fuerza.
Anoche salí de la cama de Autumn y me fui sin mirar atrás. Cuando finalmente
entre en cordura, ella no respondió. Le envié mensajes de texto, la llamé y le envié
correos electrónicos.

Golpeo mis ojos con la palma de mi mano,

—Seguro no los leí.

—Lo siento, Tann. Espero que no la hayas esperado esta mañana.

—No lo hice. ¿Está despierta? ¿Sería posible hablar con ella? —Mi voz es solo
frágil desesperación. —Hay examen de cálculo, y esperaba que tuviera los
apuntes en su casillero.

—Estaba dormida la última vez que revisé. Puedo despertarla si lo necesitas.

Dudo.

—No, no, está bien.


—Voy a irme a trabajar, pero pondré una nota en su puerta. Lo verá cuando se
despierte.

Mantengo mi voz lo suficiente como para terminar la llamada y guardo el


teléfono en mi bolsillo.

Suena el timbre y los pasillos se llenan y se vuelven a vaciar, pero no me


muevo. Ni siquiera sé qué hora es.

Me imagino que me veo como una estatua, sentado en el banco, rodeado por la
gran ventana detrás de mí. Estoy agachado, la espalda curveada, con los codos
sobre las rodillas, mirando el suelo y empiezo a forzarme a quedarme
completamente quieto. Mi cerebro es un caos, pero mientras estoy sentado aquí,
inmóvil, las cosas también comienzan a aclararse.

Es fácil reconocer que soy un imbécil, que actué impulsivamente (como siempre
lo hago) y que posiblemente rompí otro corazón para olvidarme de mi estado
herido. Me siento aquí y empiezo a fingir que me forjaron algo frio e insensible. No
estoy seguro de si las personas no me notan o si simplemente pueden decir que
debería quedarme solo, pero veo pies pasar frente a mí y nadie me habla.

Hasta que alguien lo hace.

—Tanner.

Miro hacia arriba, sorprendido, para ver a Sebastian parado a mitad de las
escaleras. Da un paso tentativo hacia arriba y luego otro mientras los estudiantes
pasan corriendo junto a él, esperando llegar al tercer periodo antes de que suene
el timbre.

También está hecho una mierda, por primera vez. Me sorprende que, en medio
de esto, apenas he pensado en él. ¿Le cuento sobre Autumn? A pesar de lo que
dijo ayer, está aquí… ¿seguimos juntos?

—¿Qué estás haciendo aquí?

Se dirige hacia mí, con las manos metidas en los bolsillos de su canguro, y se
detiene cuando llega a la última escalera.

—Fui a tu casa.

—No estoy allí —digo inexpresivo. No quiero que suene como se oye. La
estatua parece agrietarse más lento de lo esperado. Talvez soy así de frio e
insensible.
—Sí, lo supe cuando tu papá me respondió. —Sebastian no había visto a mi
papá desde la tarde en que nos visitó, y él también debe estar pensando en eso,
porque un sonrojo se extiende en lo alto de sus mejillas.

—¿Hablaste con mi papá?

—Por un minuto, fue agradable. Me dijo que estabas en la escuela. —Baja la


mirada hacia sus pies. —No entiendo como no me di cuenta por mí mismo.

—¿No deberías estar en la escuela?

—Tú crees.

—Faltas a clases. —Trato de sonreír, pero se siente como una mueca. —


Entonces el Sebastian perfecto no es tan perfecto.

—Creo que ambos sabemos que no soy tan perfecto.

Ni siquiera sé cómo manejar esta conversación. ¿De qué estamos hablando?

—¿Por qué viniste?

—No quería dejar las cosas como estaban ayer.

Solo mencionarlo hace que mi estómago se revuelva.

—En ruptura, ¿quieres decir?

El rostro de Autumn aparece en mis pensamientos, la sensación de lo que


hicimos, y las náuseas se elevan en mi garganta. Realmente me preocupa que
voy a estar enfermo, e inclino mi cabeza hacia el techo, inhalando aire.

—Sí —dice en voz baja—. Estoy seguro de que fue difícil decir lo que dijiste y
que yo respondiera de esa manera.

Parpadeo hacia él, consciente del peso de las lágrimas en mis párpados
inferiores. ¿Qué dije? Quiero que recuerde las palabras.

—Sí, se sintió muy mal decirte que te amo y que termines conmigo.

Aparece ese rubor de nuevo, y casi puedo ver la alegría que siente cuando
escucha esas tres palabras. Es infantil, pero es tan injusto que él se alegre de algo
que se siente como una soga atada alrededor de mi pecho que se tensa cada vez
que lo digo.

Traga, y un músculo se contrae en su mandíbula.


—Lo siento.

¿Él lo siente? Quiero decirle lo que hice (porque fueron dos traiciones) pero en
realidad no creo que pueda pronunciar las palabras sin quebrantarme. Ahora
mismo, estamos hablando en voz tan baja que nadie puede escuchar. Pero ¿si me
quebranto y empiezo a llorar? Sería obvio para cualquiera que observe que tipo de
conversación estamos teniendo. No estoy listo para eso, e incluso después de
todo. También lo quiero proteger.

Su rostro muestra una expresión perfectamente paciente. Puedo ver en este


momento que gran misionero será. Se ve atento y completamente sincero, pero de
alguna manera … tranquilo.

Me encuentro con sus ojos.

—¿Alguna vez me imaginaste en tu vida después de este semestre?

Por un momento se ve confundido. Sé que es porque lo que siempre vino


después fue un pensamiento abstracto. Él tenía planes, por supuesto (tour de su
libro, misión, volver a casa, y terminar la escuela, probablemente conocer a alguna
joven dulce y seguir el plan de Dios) pero yo nunca figuré en alguno. Talvez
temprano esta mañana o en algún oscuro y secreto rincón de su mente, pero
nunca de manera real e importante.

—No creo haber imaginado mucho de nada —dice con cuidado—. No sé cómo
será la gira del libro (Nunca antes lo hice. No sé cómo será partir a una misión)
Nunca lo hice, nunca he hecho esto, tampoco. —Él gesticula entre nosotros con
su dedo índice, y de alguna manera se siente acusatorio, como si fuera algo de lo
que yo le había reclamado.

—¿Sabes lo que no entiendo? —digo, pasando una mano por mi cara—. Si


nunca tuviste la intención de que alguien lo supiera, o si esto no significa nada,
¿por qué me mostraste en frente de tu familia y de tu iglesia? ¿Querías que te
descubran?

Algo atraviesa su rostro en un destello, y la máscara tranquila y apagada se ha


ido. ¿Nunca se le paso por la mente esa idea? Su boca se abre y se cierra de
nuevo.

—Yo… —comienza a decir, pero al parecer no tiene espacio para guardar


respuestas sencillas o frases hechas del manual de la iglesia.

—Sé que dijiste que rezaste, y rezaste, que Dios te dijo que estar conmigo no
estaba mal. —En este punto, Sebastian rompió el contacto para mirar detrás de él,
asegurándose de que seguíamos solos. Me trago mi frustración (él me siguió
hasta aquí, porque estaba llorando) y sigo. —Pero cuando hiciste eso, ¿realmente
te tomaste el tiempo de pensar sobre cómo encaja esto en tu futuro? ¿quién eres
y qué significa ser gay?

—No soy…

—Lo sé —gruño—. Lo comprendo. No eres gay. Pero ¿siquiera miraste en tu


interior mientras rezabas y trataste de encontrar la
respuesta de quien eres allí, en lugar de solo pedir a Dios una y
otra vez permiso para mirar?

No dice nada más, y mis hombros se hunden. Solo quiero irme. Sin tener idea
de por qué vino a buscarme, no puedo arreglar esto para ninguno de los dos.
Sebastian se irá, y tengo que dejarlo.

Me paro por primera vez en lo que parecen horas. Me mareo cuando la sangre
fluye hacia mis piernas, pero se siente bien estar en movimiento, tener un objetivo
otra vez: Autumn.

Me muevo hasta su lado y me detengo, inclinándome para susurrar algo


mientras quedo atrapado es su olor familiar.

—En realidad no me importa si me rompes el corazón, Sebastian. Me metí en


esto sabiendo que podría pasar y te lo di de todos modos. Pero no quiero que te
destruyas a ti mismo. Tienes tanto espacio en tu corazón para tu iglesia, pero
¿hay espacio para ti?

Escucho la música tan pronto como salgo del auto. Las ventanas de la pequeña
casa de dos pisos de Autumn están cerradas, pero el fuerte golpeteo de sus gritos
de death metal las sacude dentro de sus marcos. Pasó de estar triste y escondida
bajos las frazadas a escuchar death metal.

En general. Esta es una buena señal.

Usualmente, soy el que corta el pasto en verano, y justo ahora necesita una
buena podada; hay desordenadas hebras de pasto inservible a lo largo del borde
de la acera. Tomo nota mental de traer el cortacésped luego esta semana … si
Autumn me lo permite. Puede que ni siquiera hablemos.
Sosteniendo mi respiración, toco el timbre, consciente de que probablemente
nunca lo oirá debido a la música. No hay movimiento en la casa. Saco mi celular y
vuelvo a marcar su número. Alzo mi cabeza cuando (por primera vez desde
anoche) timbra en lugar de ir directamente al buzón de voz. Sin embargo, no
contesta, y de todos modos va al buzón de voz. Por el momento le dejo otro
mensaje: Autumn, soy yo. Por favor devuélveme la llamada.

Me llevo el teléfono al bolsillo, y vuelvo a tocar el timbre antes de sentarme en


sus escalones delanteros por un largo rato. Sé que está allí; solo tendré que
esperar.

Pasan doce autos, dos paseadores de perros, y un cartero antes de que


finalmente escuche algo. La música se corta tan de la nada que el repentino
silencio deja un zumbido en mis oídos.

Me giro a tiempo para ver a una Autumn con los ojos rojos asomando la cabeza
por la puerta. En mi apuro por ponerme de pie, casi me lanzo fuera del porche, y la
comisura de su boca se torna en una sonrisa.

Mi pecho se llena de esperanza.

—Te vi estacionar —dice ella y, entrecerrando los ojos en la brillante tarde, sale
al porche. Significa que sabe que he estado aquí por casi una hora. —Pensé que
era mejor que saliera antes de que los vecinos llamen para reportar un intruso.

—Trate de llamarte.

—Lo vi. —Con un suspiro, mira hacia el patio antes de mirarme de nuevo. —
¿Talvez deberías entrar?

Asiento ansiosamente. Abre más la puerta y retrocede en la oscuridad,


saludándome con una mano pálida.

Su sala de estar es literal una fortaleza de mantas, de la manera en la que


siempre está cuando necesita ocultarse del mundo. Las cortinas están cerradas y
la televisión está encendida, pero en modo mute. Las almohadas y las mantas
envuelven el sofá, y en la esquina hay un paquete de Chips Ahoy! que luce como
si hubiera sido desgarrado por una banda de hurones. Su celular yace
plácidamente en la mesita de café. La pantalla se ilumina con notificaciones.
Apuesto a que todas son de mí.

He estado en esta casa miles de veces, cené aquí, hice la tarea, vi incontables
películas en este mismo sofá, pero nunca me he parado aquí así, con una
montaña de incomodidad entre Autumn y yo. No sé cómo escalarla.
Observo mientras ella se mueve hacia el sofá, tirando la mayoría de las mantas
al piso antes de saludarme. Casi nunca hablamos aquí. Veremos películas
tranquilamente en el sofá, comemos en la cocina, pero siempre (durante todo el
tiempo que hemos sido mejores amigos) nuestras conversaciones ocurren en su
habitación.

No estoy seguro de que alguno de nosotros esté listo para volver allí todavía.

Mi estómago está hecho un nudo. ¿Cuál era el punto de sentarme en la


escuela, calmando mis pensamientos toda la mañana si, ahora que estoy aquí, no
se me ocurre nada que decir?

La miro e intento concentrarme. Cuando vine anoche, traía puesto un pijama


rosa y negro. Un destello de color aparece en mi cabeza, seguido por la pregunta:
¿Se cambió de ropa? O ¿Se metió directamente a la ducha?

¿Trató de borrar lo que pasó tan rápido como lo hice yo?

Ya que ahora lleva puesto un par de sudaderas, y una camisa de la Universidad


de Utah que ganamos en un juego el verano pasado. Estaban jugando contra la
BYU, y queríamos que Universidad de Utah los venciera tanto que estuvimos
buscando centavos en el piso y pidiendo deseos en las fuentes. Se siente como si
hubieran pasado cien años hasta hoy. Su cabello está hacia un lado y se junta en
una sola trenza. Se ve húmedo. ¿Por qué me alivia que se hay duchado? Mis
pensamientos caen por otra tangente: Recuerdo como se sentía el cabello de
Sebastian contra mi cara mientras besaba mi mandíbula hasta mi pecho, pero no
recuerdo si el cabello de Autumn estaba suelto o amarrado anoche, si es que en
realidad lo sentí.

Esto parece sacar a flote mi culpa, y las palabras salen disparadas.

—Cuando llegué, nunca quise…—Me seco una lagrima y trato de volver a


comenzar—. Nunca quise que… eso sucediera. Estaba dolido y no pensaba bien,
y nunca quise aprovecharme de ti y…

Autumn levanta la mano para detenerme.

—Espera. Antes de que te vuelvas muy bueno conmigo, puedo hablar.

Asiento. Estoy tan agitado, como si acabara de correr diez millas para llegar
aquí.

—Está bien.
—Cuando me desperté esta mañana, pensé que había sido un sueño. —Ella lo
dice con los ojos fijos en su regazo, sus dedos jugando con la cinta atada a su
cintura. —Pensé que había soñado que viniste y que hicimos eso. —Ella se ríe y
me mira. —Lo he soñado antes.

No sé qué decir. No es que me sorprenda exactamente, pero la atracción de


Autumn por mí siempre fue un concepto abstracto, nada sólido, sin una base para
pensar en algo duradero.

—Oh.

La cual probablemente no es una gran respuesta.

—Sé que me vas a de ir que te aprovechaste de mí, y supongo que… de alguna


manera, lo hiciste. Pero no fuiste solo tú. No mentí cuando dije que todo este
asunto con Sebastian era difícil para mí, Tann. Por algunas razones. Creo que una
parte tuya siempre ha sabido algo de eso. Ha sabido por qué.

Autumn me mira en busca de una confirmación, y siento esa sensación de


malestar en el pecho.

—Creo que es por eso que se siente tan terrible —digo—. Esa es la definición
de aprovecharse.

—Sí, está bien. —Ella sacude la cabeza.— Pero no es así de simple. Nuestra
relación ha cambiado mucho en los últimos meses, y pienso que estaba tratando
de entenderlo. De entenderte.

—¿Qué quieres decir?

—Cuando me dijiste que eras bi, y Dios, esto me convierte en una persona tan
terrible, pero dado que literalmente no hay más secretos entre nosotros, necesito
sacarlo. ¿Está bien? —Asiento, ella tira de sus piernas hacia su pecho, apoya su
barbilla sobre sus rodillas. —No estoy segura de sí te creí al principio. Hubo un
momento en el que pensé, genial, ¿ahora tengo que preocuparme por las chicas y
los chicos? Pero luego también pensé que tal vez podría ser yo quien cambiara tu
opinión.

—Oh —digo de nuevo, sin saber cómo más responder. Obviamente, ella no es
la primera en pensar que la bisexualidad se trata de elegir y no de la forma en que
estás hecho, así que me cuesta mucho culparla por eso. Especialmente ahora.

—Estabas tan molesto y simplemente… te conozco. Sé cómo reaccionas


cuando estas herido. Te refugias en mí, en el espacio seguro de tu mejor amiga, y
anoche …—Se muerde el labio. —Te atraje hacia mí. Tal vez yo también me
aproveché.

—Auddy, no…

—Cuando dijiste que Sebastian no te amaba, fue como si un fusible se hubiera


quemado en mi pecho. —Las lágrimas inundan sus ojos, y ella sacude la cabeza,
tratando de limpiarlas. —Estaba tan enojada con él. Y luego la peor parte, ¿cómo
pudiste dejar que te lastime? Era muy obvio.

No sé por qué (honestamente no lo sé) pero esto me hace reír. Mi primera risa
genuina en lo que se siente como días.

Ella me alcanza, tirando de mi cabeza y apoyándola sobre su hombro.

—Ven aquí, idiota.

Me inclino contra ella, y con el olor de su champú y la sensación de su brazo


alrededor de mi cuello, una secuencia de imágenes borrosas pasa por mi cabeza y
dejo escapar un sollozo.

—Autumn, lo siento tanto.

—También lo siento —susurra—. Te tendí una trampa.

—Aunque terminamos.

—Tiene que haber un período de duelo.

—Quiero quererte así —admito.

Ella no responde, y sigo esperando que empeore, que se vuelva raro, pero no
pasa así.

—Esto será parte de nuestro pasado pronto. —Besa mi sien. Es algo que su
madre le ha dicho probablemente miles de veces. En este momento Auddy suena
como una chica sabia, y eso me hace apretarla más fuerte.

—¿Estás bien?

La siento encogerse.

—Dolorida.

—Dolorida —repito lentamente, tratando de seguir.

Y luego se ríe, tímidamente, y la interrupción deja mi mente en negro total.


¿Cómo?

¿Cómo lo olvidé?

¿Cómo es que ni siquiera apareció en mi cabeza por un maldito segundo?

Una sensación como si mi pecho se arrugara me hace caer hacia adelante.

—Auddy. Maldición.

Ella se hace hacia atrás, tratando de agarrar mi cara con sus manos.

—Tann…

—Oh, Dios mío. —Me agacho, poniendo mi cabeza entre mis rodillas para no
desmayarme. —Eras virgen. Sabía que lo eras. Lo sabía, pero…

—No, no, está b…

Hago un gemido macabro, queriendo (básicamente) morir en este sofá, pero


Auddy me golpea el brazo, sacudiéndome en posición vertical.

—Ya déjalo.

—Soy el diablo.

—Detente. —Parece enojada, por primera vez. —Estábamos sobrios. Estabas


molesto. Estaba en casa, haciendo la tarea, leyendo. No estaba inconsciente. No
estaba intoxicada. Sabía lo que estaba pasando. Yo lo quería.

Cierro mis ojos. Vuelve, estatua Tanner. Escucha lo que dice y nada más.

—¿De acuerdo? —dice, sacudiéndome—. Dame un poco de crédito y date un


poco mientras estás en eso. Fuiste muy dulce conmigo, y estábamos a salvo. Eso
es lo que importa.

Sacudo la cabeza. Recuerdo pequeños destellos. La mayor parte es este


extraño desenfoque emocional.

—Quería que fueras tú —dice—. Eres mi mejor amigo, y de alguna manera


retorcida, tenía sentido que fueras tú. Incluso si lo hiciste para olvidar tus
pensamientos por media hora. —Realmente resoplo ante esa afirmación;
definitivamente no fue media hora, y ella me golpea de nuevo, pero puedo ver que
está sonriendo. —Soy aquella con quien cometes ese tipo de error. Esa persona
soy yo.

—¿En serio?
—En serio —dice ella. Sus ojos se convierten en estos brillantes faros de
vulnerabilidad, y quiero golpear mi propia cara. —Por favor no digas que te
arrepientes. Eso se sentiría terrible.

—Quiero decir. —Empiezo, queriendo ser honesto. —No sé qué decir sobre
eso. ¿Me gusta de alguna manera que fui el primero? Sí. —Ella sonríe. —Pero
eso es una mierda, Auddy. Debería ser con…

Ella levanta una ceja, esperando con escepticismo.

—Sí, no Eric —admito—. No lo sé. Alguien que te amé de esa manera. Quien
se tome su tiempo y esas cosas.

—Quien se tome su tiempo y esas cosas —repite—. Honestamente, eres tan


encantador, no tengo idea de por qué Sebastian rompió contigo.

Suelto una carcajada que parece convertirse en silencio casi inmediatamente.

—Entonces, ¿estamos bien? —pregunto, luego de un minuto de silencio más o


menos.

—Yo sí. —Auddy pasa sus dedos por mi cabello. —¿Has habado con él?

Gimo de nuevo. Es como una puerta giratoria de confusión. Paso por el


vestíbulo de Comportamiento de un Terrible Mejor Amigo y paso a la habitación de
Corazón Roto y Fanatismo Religioso.

—Hoy vino a disculparse.

—¿Así que están juntos de nuevo? —La amo por la pizca de esperanza en su
voz.

—No.

Hace un sonidito de lástima que me recuerda cuan fácilmente ocurrió todo ayer.

Creo que ambos nos damos cuenta al mismo tiempo. Autumn retira su brazo, y
mete las manos entre las rodillas. Me muevo para sentarme.

—Creo que solo quería remediar la manera en la que fue una mierda con
respecto a esto. Por más que lo quiera odiar, no creo que se haya propuesto
lastimarme.

—No creo que se hay propuesto que ocurra mucho de esto —dice.

Levanto la cara para verla.


—¿Qué quieres decir?

—Creo que al principio estaba intrigado. A veces tú en realidad puedes ser tan
encantador como eres. Creo que te vio como una forma de descartar algo, y luego
sucedió lo contrario.

—Dios, eso es deprimente.

—Es tan terrible que siento ¿una especie de lástima por él? —pregunta—.
Quiero decir, sé que duele y que se siente como si nada nunca volverá a estar
bien, pero pasará. Algún día. Te despertarás y dolerá un poco menos y menos,
hasta que algún chico o chica te sonría y te vuelva estúpido de nuevo.

Suena imposible.

—Todo mi libro es sobre él —le digo—. Él iba a ayudarme a editarlo, a


recortarse a sí mismo, nunca se lo envié. Ahora la ayuda se fue por la borda, y
honestamente no sé qué voy a hacer.
DIESCINUEVE
Rápidamente aprendí que solo porque las cosas se sientan bien luego de una
charla, como la Auddy que tuve, eso no significa que las estén normales.
Lo que sea que normal sea, de todas maneras.

Autumn regresa a la escuela el miércoles, pero hay una taquigrafía entre


nosotros que parece haberse alargado. Salimos de mi auto y ella hace una broma
cuando señala que mi cremallera está baja; los dos nos convertimos en robots
incómodos cuando lo cojo, subiéndolo. La rodeo con el brazo mientras caminamos
por el pasillo, y ella se pone rígida antes de inclinarse hacia mí, y es tan forzado
que quiero reírme. Una mirada a su rostro, ansiosa, esperanzada, ansiosa por
hacer que todo esté bien, y trato de abrazarla, pero un par de estudiantes corren
por el pasillo. Tomará algún tiempo encontrar nuestro camino de regreso a un
espacio físico fácil.

Me pregunto si es porque, después del caos de disculpas mutuas, la realidad se


ha asentado en que tuvimos sexo. Estos son los tipos de cosas que normalmente
diseccionaríamos juntos. Si se tratara de alguien más, podría quejarme con Auddy
de cómo cambió todo, pero ahí ves el problema obvio.

Tampoco puedo hablar con mamá o papá sobre esto, porque no importa cuánto
ellos me amen, sabiendo que hice algo que cambiaría la manera en la que ellos
me ven, sé que lo haría. Todos ellos saben que Sebastian termino conmigo y soy
solo un cesto más.

La unidad de autoadhesivos de mamá está en pleno funcionamiento. En los


últimos tres días, he recibido entregas en mi funda de almohada de,
aparentemente, Morgan Freeman, Ellen DeGeneres y Tennessee Williams. Por
mucho que la moleste, no puedo negar que ayuda. Dejo escapar un largo suspiro
cuando entro en la casa. No siempre necesitamos hablar en voz alta para que
sepan lo que estoy sintiendo.

El tiempo que transcurre hasta la graduación es bienvenido y temible: no puedo


esperar para salir de aquí, pero la graduación señala el momento en que tendré
que llevar este libro, y mi única estrategia ahora es ofrecerle a Fujita las primeras
veinte páginas, decirle que el resto es demasiado personal para compartir, y
espero que lo entienda.
También contribuí a la temida columna: Auddy y yo éramos estúpidos y no
presentamos solicitudes en ninguna de las mismas universidades. Entonces,
aunque he sido aceptado en UCLA, la Universidad de Washington, Tufts y Tulane,
Autumn ha sido aceptado en la Universidad de Utah, Yale, Rice, Northwestern y la
Universidad de Oregon. Ella va a ir a Yale. Voy a la UCLA.

Lo digo una y otra y otra vez.

Autumn va a ir a Yale y yo voy a ir a UCLA.

Casi no podríamos alejarnos más. Faltan unos meses y ya estoy temiendo el


dolor de este adiós. Esculpe un hoyo hueco dentro de mí, como si estuviera
perdiendo más que un ancla geográfica. Estoy perdiendo una era. ¿Eso es
dependencia? Probablemente. Todos parecen estar profundizando en terminar la
escuela secundaria. Y luego nuestros padres nos escuchan y se ríen, como si aún
fuéramos tan jóvenes y no supiéramos nada.

Lo que probablemente es cierto. Creo, conozco algunas cosas.

Sé que mis sentimientos por Sebastian no parecen disminuir en las próximas


dos semanas. Sé que el libro que estoy escribiendo se siente como un enemigo,
una tarea. No tiene corazón ni fin. Ahora me doy cuenta de que lo que pensaba
que era fácil, escribir un libro, realmente era fácil. Razonablemente hablando.
Cualquiera puede comenzar uno. Terminarlo, eso es lo imposible.

Autumn sugiere cambiar los nombres y los lugares, pero le aseguro que no
funcionó tan bien antes. Tanenr puede dar fe de eso. Se apresura a ofrecer
sugerencias: puedo reescribirlo, ella puede o podemos trabajar juntos Ella piensa
que hay un millón de formas en que puedo hacer que funcione sin sacar a
Sebastian. No estoy muy seguro.

Mirando hacia atrás, este libro es tan básico que es casi vergonzoso: es solo la
historia de un chico, la autobiografía más aburrida de enamorarse. El amor falla
por un millón de razones: distancia, infidelidad, orgullo, religión, dinero,
enfermedad. ¿Por qué esta historia es más digna?

Se siente así, se siente importante. Vivir en esta ciudad es sofocante de


muchas maneras.

Pero si un árbol cae en los bosques, puede que no haga ruido.

Y si un chico se enamora del hijo (que aún no salió del clóset) del obispo, puede
que no haga historia.
Sebastian ha estado en clase solo una vez en las últimas dos semanas. Fujita nos
informa que se tomará un descanso para terminar su propio año universitario y
volverá a tiempo para vernos entregar nuestros documentos.

El último día que Sebastian estuvo en clases, se sentó al frente de la clase, se


agachó sobre una mesa con Sabine y Levi, revisando sus últimos capítulos. Su
cabello cayó en sus ojos, y él lo acomodó inconscientemente. Su camisa se
estrechaba sobre su espalda, y recordé haberlo visto sin camisa, viendo el mapa
de tesoro que formaban sus músculos y sus huesos. Estar en la misma habitación
que él luego de la ruptura era doloroso. Digo, me pregunto sobre eso, cómo puedo
estar sentado allí sin nadie tocándome, y aun así, me duele. Mi pecho, mis
extremidades, mi garganta, todo duele.

Todo el tiempo, Autumn se sentó junto a mí, su columna vertebral se curvó con
culpa, y trató de escuchar lo que Fujita nos estaba diciendo sobre las ediciones.
Cada vez que miraba a Sebastian, me miraba y podía ver la pregunta en sus ojos:
¿Le dijiste?

Pero ella ya sabía la respuesta, Debó hablar con él para decirle algo. Nosotros
no nos hemos mandado textos, o e-mails, o incluso pasarnos notas en folders; No
voy a mentir, esto me está matando lentamente.

Miré una película cuando era un niño, algo que probablemente era demasiado
para mí a esa edad, pero hay una escena que me atrapó tan intensamente que a
veces se precipita en mis pensamientos y realmente me hace temblar de miedo.
En ella, una mujer está caminando en la calle con su hijo, su hijo corrió para
adelantarse y un auto lo choco. Ni siquiera sé que viene después de esto, pero la
madre comienza a gritar, trata de caminar hacia atrás, para deshacer lo que acaba
de pasar. Está tan frenética, tan torturada, que por un minuto su mente se divide y
piensa que hay una manera de poder recuperarlo todo.

No estoy comparando mi ruptura con la muerte de un niño (No soy tan


melodramático) pero ese sentimiento de impotencia, de ser totalmente incapaz de
cambiar tu destino, es tan vertiginoso que a veces me da náuseas de la nada. No
hay nada que pueda hacer para arreglar esto.

No hay nada que pueda hacer para tenerlo de vuelta.

Les dije a mis padres que chocamos y quemamos, y por mucho que traten de
animarme, y tanto como Auddy y yo trabajamos para encontrar un camino de
regreso a la comodidad que teníamos antes, esa nube de lluvia me sigue a donde
sea. No tengo hambre. Duermo una tonelada No me importa este estúpido libro.
Tres semanas y ocho días después que termináramos, mi novela está hecha,
Sebastian está sentado en los escalones de enfrente cuando yo llegué a casa.

No estoy orgulloso de admitirlo, pero inmediatamente inicie a llorar. No es como


si me desplomara y me retorciese en la entrada, pero mi garganta se cerró y la
comezón se extendió por mis ojos. Tal vez estaba llorando porque estaba
asustado que él estuviera ahí solo para hacer más daño, para reactivar lo que
siento solo para dejarme fácilmente otra vez, como el estilo misionero.

Él se levantó, secando sus manos con la parte de atrás de su pantalón. Debe


haber venido justo después de la práctica.

—Me salté la práctica de fútbol —dijo a modo de saludo. Su voz temblaba.

La mía temblaba también.

—¿Enserio?

—Sí. —Él sonrió, y era del tipo de sonrisas que inician en un sitio, inseguras,
más como una pregunta. ¿Estamos sonriendo? ¿Esto es genial?

Me golpeó como un golpe en la mejilla, estoy en su zona segura, acabo de ver


una de sus sonrisas reales.

Él nunca tuvo un Autumn, o un Paul y una Jenna Scott, un Manny, o incluso una
Hailey, quienes lo odiaban, pero lo aceptaban.

Renuncio a la batalla y le devuelvo la sonrisa; Sebastian se ha convertido un


poco en un estudiante vago. Dios, se siente tan bien verlo, lo extrañé mucho, es
como si hubiera un animal dentro de mí, un titiritero bestial que intenta dirigir mis
brazos alrededor de sus hombros y mi cara a su cuello.

La pregunta quedo colgando como una nube en mi cabeza.

—¿Qué estás haciendo aquí?

Lanza una tos fuerte y mira calle abajo. Sus ojos están hinchados y rojos, y creo
que esta vez ha estado llorando.

—No lo estoy haciendo tan bien. No sabía a dónde más ir. —Ahora se ríe,
cerrando los ojos. —Eso suena tan lamentable.

Él vino hacia mí.


—No lo es. — Temblando, me acerque a él, lo suficiente cerca para tocarlo si
quería, para hacerle un chequeo y asegurarme que él está bien. —¿Qué pasó?

Sebastian mira nuestros pies. Él usa unas zapatillas, y yo amo como son, son
unos Adidas negros con rayas naranjas. Yo estoy usando unas vans, mientras él
está intentando responder, yo me imagino nuestros pies moviéndose para un
baile, o nuestros zapatos lado a lado en la puerta principal.

Mi cerebro es como una bestia traidora, inmediatamente fue de Ouch,


Sebastian está sentado aquí a, dos tipos felizmente casados.

—Hablé con mis padres —dijo, y las palabras se detuvieron en el momento.

—¿Qué?

—No logré salir —dijo él bajito, y es una gran revelación incluso escucharlo
decir hizo que mis rodillas quieran doblarse—. Pero di una hipótesis.

Gesticulando que caminemos hacia el patio trasero para más privacidad, me


doy vuelta y él me sigue.

Desearía poder describir lo que sucede dentro de mi pecho cuando siento su


mano deslizarse hacia la mía mientras pasamos el enrejado de hiedra a lo largo
del garaje. Hay una fiesta en mi sangre, desenfrenada y eléctrica; Vibra mis
huesos.

—¿Está bien?

Miro abajo hacia nuestras manos, tan parecidas en tamaño.

—No lo sé realmente.

La voz de Autumn se abrió paso en mi cabeza: Ten cuidado. Muevo su voz al


frente, pero no le suelto la mano.

Encontramos un lugar bajo el Sauce favorito de mi madre, y nos sentamos. La


hierba todavía está húmeda por los aspersores, pero no creo que a ninguno de
nosotros le importe Estiro mis piernas y él me sigue, presionando su muslo contra
el mío.

—¿Qué deberíamos hacer primero? —él preguntó, mirando hacia nuestras


piernas—. ¿Mi disculpa o mí historia?

¿Sus disculpas?

—No sé si mi cerebro ya lo ha entendido.


—¿Estás bien?... ¿has estado bien?

Dejé salir una carcajada seca.

—¿Sobre nosotros? No, no del todo.

—Yo tampoco.

Cuento los latidos de mi corazón. Uno dos tres CUATRO. Un pájaro grita en lo
alto y el viento se mueve entre las hojas. Este árbol siempre me recordó al Sr.
Snuffleupagus de Plaza Sésamo. Pesado y discreto y gentil.

—No terminé contigo porque me haya cansado de ti.

—Lo sé, eso lo hace peor creo.

Se da vuelta, ahuecando mi cuello en ambas palmas para que lo mire a los


ojos.

—Lo siento.

Sus manos son tan cálidas y tiemblan. Me muerdo el labio para no perder el
control. Sebastian se acerca, pesadamente, sin cerrar los ojos incluso cuando su
boca toca la mía. Ni siquiera creo que le devuelva el beso. Simplemente me siento
allí, con la boca abierta por la sorpresa.

—También te amo. —Él me besó de nuevo, esta vez por mucho más tiempo.
Esta vez yo lo besé de nuevo.

Me alejo porque tal vez necesito respirar un poco, presionando mis manos
contra mi cara. Por supuesto, este momento se está desarrollando casi
exactamente como quería en cada iteración de la fantasía. Pero hay mucho tejido
cicatricial allí, y no estoy seguro de cómo o si puedo eliminarlo limpiamente con él
sentado allí mirando. Necesito alrededor de media hora para descubrir cómo
reaccionar ante lo que dijo que sea un poco más medido que tirarlo sobre mí en el
césped.

—Necesito un minuto para procesarlo —dije—. Dime que pasó.

Él asintió, con las mejillas calientes.

—Está bien. Entonces, ¿recuerdas al tipo Brett que mencionaron mis padres?
— dice—. ¿Cuándo los escuchamos?

El chico que se casó con su novio y la madre de Sebastian estaba preocupada


por el bienestar de los padres.
—Sí. Recuerdo.

—Él y su esposo se mudaron de California a Salt Lake. Supongo que hay algo
de drama en la sala al respecto. —Sebastian voltea nuestras manos, trazando los
tendones bajo mi piel con su dedo índice. —¿Esto está bien?

—Creo que sí. —Rio, porque el tono de mi voz es la equivalencia acústica de


alguien meneando la cola, pero no podría estar avergonzado por eso.

—Entonces, él regresó y mis padres estaban hablando de eso en la cena. Mis


abuelos estaban allí. — Se ríe y me mira. —Elegí un mal momento para hacer
esto, lo sé, pero simplemente… salió

—Por así decirlo.

Él se rie de nuevo.

—Así que, en la cena, ellos estaban hablando de Brett y Joshi, y yo solo puse
mis cubiertos en la mesa y les lancé la pregunta de qué pasaría si uno de nosotros
fuera gay.

—¿Lo hiciste?

—Sí. —Él asiente, y se queda asintiendo como si no pudiera creerlo. —No he


estado bien en las últimas semanas. No sé si puedo volver a pensar que
desaparecerá. Probé todos estos hipotéticos conmigo mismo, ¿qué pasa si te
vas? ¿dejaría de sentirme atraído por los chicos? ¿Podría casarme con alguien
como Manda algún día? Pero la verdad es que no lo haría. Me sentí bien contigo.
En parte porque eres tú, pero en parte porque…

Apunto a mi pecho.

—Chico.

Sebastian sonríe, su sonrisa era real.

—Sí. —Él hace una pausa, y yo sé qué estaba por venir incluso aunque él no
dijera nada, y como si el sol eligiera ese momento para salir a través de las
densas ramas del árbol. —Soy totalmente gay.

Una risa de júbilo sale de mí.

Tiro mis brazos alrededor de su cuello, abrazándolo.

Debajo de mí, se ríe, dejándome besar todo su cuello y cara.


—Digo esto de la manera menos condescendiente posible: me enorgullece
mucho oírte decir eso.

—Lo dije en mi almohada. Luego lo susurraba mientras montaba mi bicicleta. Lo


he estado diciendo todos los días desde que rompimos. Ya no se siente raro de
ninguna manera.

—Porque no lo es. —Lo dejé pasar y recuerdo que estaba en medio de una
historia. —Está bien, entonces les preguntaste lo hipotético...

—Mi madre se quedó muy callada —dice, y nuestras dos sonrisas se


desvanecen porque no, esto ya no es una tontería, una lucha libre divertida—. Mi
padre y mi abuelo se miraron entre ellos como diciendo “Oh, aquí vamos otra vez”.
Mi abuela se centró en cortar su carne en piezas muy pero muy finas, Lizzy se
levantó y reunió a Faith y Aaron y los sacó de la habitación. —Él me miró con
dolor. —Lizzy, mi amiga más cercana, quería sacarlos de la conversación. Como,
no creo que nadie se haya sorprendido por esto.

Eso, pienso, que debió sentirse como tener el corazón roto. Solté un sonido
confuso de simpatía.

—Finalmente, papa dijo “¿Te refieres a atracción o conducta, Sebastian?” Y él


nunca usa mi nombre completo. —Él tragó, con mucho esfuerzo. —Yo le dije “Los
dos, ambos.” Y continuó diciendo esencialmente que nuestra familia cree que los
actos sagrados de procreación deben compartirse solo entre un hombre y su
esposa, y cualquier otra cosa socava el fundamento de nuestra fe.

—Así que básicamente fue lo que tú esperabas —dije cuidadosamente. Digo,


es un testimonio de lo desordenada que está la situación que escucho esto y
pienso: ¡Podría ser peor! —¿Crees que están abiertos a la conversación al
menos?

—Esto fue hace una semana —Él susurró, cuando me miró había lágrimas en
sus ojos, y él añadió—: Nadie me ha hablado en una semana.

Una semana.

¡Una semana!

Ni siquiera puedo imaginar no hablar con mis padres durante una semana.
Incluso cuando han estado en viajes de trabajo, llaman y revisan que todo esté
bien todas las noches y requieren actualizaciones detalladas que van mucho más
allá del alcance de sus registros en el hogar ligeramente distraídos. Pero
Sebastian ha estado viviendo en una casa con una familia que se mueve a su
alrededor como si fuera un fantasma.

No sé cuál fue el momento exacto en el que nos movimos, pero no fue mucho
después que él me dijera eso. Es como si no hubiera nada que yo pudiera decir
que lo pudiera hacer menos terrible. Yo intenté, pero fallé, y eventualmente, me
centré en acostarlo de nuevo a mi lado, mirando al árbol y contándole todo el
estúpido chisme que Autumn me ha contado.

Oof, Autumn, necesito ir a ese tema en algún momento.

Pero no ahora. En este momento estamos tomados de la mano y acostados


lado a lado. Nuestras palmas se vuelven resbaladizas y pegajosas, pero él no me
suelta, y yo tampoco.

—¿Qué has estado haciendo?

—Deprimirme —le digo—. Colegio. Mayormente deprimido.

—Lo mismo. —Alza la mano y se rasca la mandíbula. —Bueno, y la iglesia.


Prácticamente he estado viviendo allí.

—¿Qué vas a hacer?

—No lo sé. —Rodó su cabeza para mirarme. —Salgo de gira dentro de tres
semanas a partir de hoy. Honestamente, no creo que mis padres puedan seguir
así cuando salga el libro. Sé que están orgullosos. Querrán compartir ese orgullo
con todos.

Me había olvidado del libro. Es como si la gira hubiera dejado de tener un


propósito legítimo con la misión a la espera.

—Y no querrán que nadie los vea como idiotas.

Él no dijo nada de esto, pero eso tampoco significaba que no estaba de


acuerdo.

—Lo siento —digo—. No quiero hablar mal de tus padres porque sé que
ustedes son muy cercanos. Estoy enojado.

—Yo también. —Él se mueve, poniendo su cabeza sobre mi hombro. Las


siguientes ocho palabras salen delgadas, como si las hubiera pasado por sus
pensamientos tantas veces, están desgastadas, deshilachadas —: No creo que
alguna vez haya sentido esto.

Esto es un cuchillo para mi intestino, y en un instante de calor, quiero que se


largue de Provo. Espero que su libro venda un millón de copias en una semana y
todos pierdan la cabeza por lo genial que es. Espero que su ego se vuelva enorme
y se vuelva insoportable, cualquier cosa menos ese tembloroso tono de voz que
dice esas palabras nuevamente.

Tiró de él hacia mí, y él se voltea, dejando escapar un sollozo ahogado en mi


cuello.

Tantas palabras se acumulan en la punta de mi lengua, pero todas suenan


terribles.

Eres increíble.

No dejes que nadie te haga sentir inútil.

Nunca he conocido nadie como tú.

Y así sucesivamente.

Pero ambos hemos sido educados para que nos importe mucho lo que nuestra
familia piensa de nosotros: su estima lo es todo. Además de eso, Sebastian tiene
el juicio inminente de la iglesia, diciéndole donde quiera que mire que el Dios que
ama cree que es un ser humano bastante asqueroso. Es imposible saber cómo
deshacer el daño que le están haciendo.

—Eres increíble —dije de todas maneras, y él ahoga una risa sollozante—.


Vamos, bésame, déjame besar ese asombroso rostro.

Mamá nos encuentra algo así, llorando-riendo-llorando bajo el árbol de


Snuffleupagus, y una mirada a nuestras caras, la envía al modo de inspección.

Se tapa la boca con la mano cuando ve a Sebastian y las lágrimas suben a la


superficie de sus ojos casi de inmediato. Mamá nos jala, me abraza y luego, sin
decir palabra, toma a Sebastian en sus brazos (recibe el abrazo más largo, el que
tiene las suaves palabras de mamá en su oído) y algo se desata en mí porque lo
hace llorar más fuerte. Tal vez solo dice cosas como “Eres increíble. Nunca dejes
que nadie te haga sentir inútil”. Tal vez ella le dice que entiende lo que está
pasando y que mejorará. Tal vez ella le está prometiendo entregas semanales de
calcomanías. Sea lo que sea, es exactamente lo que necesita porque las lágrimas
finalmente se detienen y él asiente con la cabeza.

El sol comienza a ponerse, y no hay duda de que se quedará a cenar.


Limpiamos la hierba de nuestros pantalones y seguimos a mamá adentro. A fines
de la primavera, y aunque hace bastante calor durante el día, la temperatura baja
como una roca una vez que el sol se va, y es solo ahora que me doy cuenta de lo
frío que estaba bajo el árbol. Adentro, mis padres tienen la chimenea encendida
en la sala de estar. Están sacando a Paul Simon del estéreo. Hailey está sentada
a la mesa de la cocina, haciendo su tarea de química con rasguños oscuros y
resentidos de su lápiz.

De repente es imposible calentarse. Nos reímos, agarrándonos el uno al otro de


una manera surrealista, alta, él está aquí, en mi casa, con mi familia, y llevo a
Sebastian por el pasillo conmigo, entregándole una de mis sudaderas con
capucha de los percheros cerca de la puerta principal. Es de color rojo intenso,
con el S-T-A-N-F-O-R-D estampado en el frente con letras blancas.

Pacientemente me deja ponérsela, y admiro mi trabajo.

—Te ves bien en esos colores.

—Desafortunadamente, estoy inscrito en la universidad local.

Por ahora, pienso. Dios, su decisión de seguir en esto (nosotros) impacta


muchas cosas. Si quiere quedarse en BYU, no puede contarle a nadie lo que es,
punto. Incluso estando aquí, esencialmente está rompiendo un código de honor.
Pero hay otras universidades…

Esto es irreal. Miro por el pasillo hacia donde están mis padres, riendo por el
disgusto histérico de mi padre por tocar pollo crudo. Ambos parecen haber dejado
de preocuparse por la noche, dándose cuenta de que necesitamos esto, unas
pocas horas en las que podemos estar juntos como cualquier otra pareja. La única
instrucción que nos dan es que nos lavemos las manos antes de la cena.

—Hablando de la universidad, sin embargo.

Me sobresalto cuando dice esto porque me golpea: Han pasado solo unas
pocas semanas que hemos estado separados, pero han sucedido muchas cosas
en cuanto al futuro. No sabe a dónde me mudaré en agosto.

—¿Supongo que tuviste respuesta de la mayoría de los lugares?


—Sí. —Me estiro hacia adelante, bajando la cremallera de su sudadera lo
suficiente como para ver la garganta y la clavícula. Su piel es este tipo perfecto de
suave y bronceado. Quiero dejarlo sin camisa y tener mi propia sesión de fotos.

No puedo seguir.

—¿Y?

Encuentro sus ojos.

—Voy a ir a UCLA

Sebastian se queda sin palabras por unos segundos tensos, y el pulso en su


cuello se acelera.

—¿No te vas a quedar en el estado?

Haciendo una mueca, lo admito.

— No. —Espero que la sonrisa que le doy alivie mis palabras—: Pero tú
tampoco, lo más probable.

Él se apaga un poco.

—Quién sabe. —Su mano llega a mi pecho, deslizándose de mi hombro al


estómago. Todo se tensa. —¿Cuándo te mudas?

—Agosto, creo.

—¿Cómo va tu libro?

Mi estómago se contrae, y suavemente aparto su mano de mi ombligo.

—Está bien. Vamos. Tomemos algo de beber.

Envía un mensaje de texto a sus padres diciéndoles que llegará tarde a casa.
Se queda sin respuesta.

Creo que recordaré esta noche por el resto de mi vida, y no digo que sea
exagerada o hiperbólica. Quiero decir, mis padres están metidos en algo: juntos,
están siendo graciosos. Hailey está llorando de reírse tan fuerte. Sebastian casi
escupe su agua cuando mi papá le cuenta su terrible broma favorita sobre un pato
entrando en un bar y pidiendo pasas. Cuando terminamos de comer, tomo la
mano de Sebastian sobre la mesa y mis padres nos miran unos segundos con una
mezcla de adoración y preocupación. Luego nos ofrecen postre.
Esto es lo que quiero para ambos, y en cualquier momento que lo mire, sus ojos
se encuentran con los míos. Intento decir, ¿Ves? Puede ser como esto. Puede ser
como esto todos los días.

Pero luego veo sus propias palabras empujadas hacia mí, altas y fuertes en sus
pensamientos: Podría. Pero perdería todo lo que sé y todo los que tengo.

Honestamente, no puedo culparlo si aún no es suficiente.

Mamá y papá se van a la cama unos veinte minutos después de Spectre.


Levantan a una Hailey que no para de roncar en la silla y la ayudan a subir las
escaleras también. Papá me mira por encima del hombro y me mira con una
mirada mitad alentadora, mitad recuerda-no-tener-sexo-en-el-sofá, y luego
desaparece.

Entonces estamos solos, en la sala de estar, con el extraño resplandor azul de


la televisión y un tazón gigante de palomitas de maíz prácticamente intacto frente
a nosotros. Al principio no nos movemos. Ya estamos tomados de la mano debajo
de una manta. Sigo teniendo estos destellos de realización: me pregunto si
también le sucede a él, donde no puedo creer que él esté aquí, estamos de vuelta
juntos, mis padres simplemente están ahí conmigo y mi novio como si fuera algo
que pudiéramos hacer, sin problemas.

Pero esa voz que ha estado en mis pensamientos todo el día aclara su
garganta, y sé que ya no puedo posponerla.

—Necesito decirte algo — digo.

Él me mira. El lado izquierdo de su rostro brilla por la televisión, y combinado


con su afilada mandíbula, pómulos y expresión ligeramente preocupada, se
parece un poco a Terminator.

—Está bien.

—Me equivoqué. —Respiro profundamente. —Después de que rompiste


conmigo, era un desastre. Realmente no recuerdo mucho del día. Sé que conduje
por unas horas y luego fui a la casa de Autumn Estaba llorando y no pensaba muy
claramente.

Puedo decir que él sabe, en el momento en que digo esto hace una inhalación
aguda por la nariz, como si dijera Oh.
Asintiendo, solté un lento y arrepentido:

—Sí.

Él asiente, volviendo su mirada a la TV.

—Ella está bien. Estoy bien. Hablamos sobre eso, y obviamente es extraño,
pero ella y yo lo superaremos. Yo solo... no quería ocultarte nada

—Solo para asegurarme de que entiendo: ¿Tuviste sexo con ella?

Me detengo, la culpa y la vergüenza presionan mis hombros como un peso.

—Sí.

Sus tics de la mandíbula aparecen.

—¿Pero no quieres estar con ella?

—Sebastian, si quisiera estar con Auddy, estaría con Auddy. Ella es mi mejor
amiga, y fui con ella porque estaba desconsolado. Me doy cuenta de que esto
suena completamente loco, pero nos metimos en una extraña espiral de
comodidad que se convirtió en sexo.

Creo que esto lo hace reír a pesar de sí mismo. Pero él me mira.

—Esto no se siente muy bien.

—Lo sé.

Levanto su mano para besar sus nudillos.

—Sé que me equivoqué —dice en voz baja—. Supongo que no puedo tener el
tipo de reacción que quiero tener.

—Pero puedes. Lo entiendo. Me estaría volviendo loco en este momento si la


situación se invirtiera.

—Pero no podrías decirme qué hacer después de que rompas conmigo. —


Aparentemente, su actitud tranquila gana. No estoy seguro de si estoy aliviado o
deseo que muestre un pequeño destello de ira celosa.

—Supongo que no.

—Pero si estamos juntos, estás conmigo, ¿verdad? —pregunta—. ¿Incluso si


me voy?

Alejándome, lo estudio por un segundo.


—Pensé que no podrías estar en una relación cuando te vayas.

Agacha la cabeza.

—Voy a tener que averiguar qué reglas sigo y qué reglas no.

—¿Mientras mantienes todo sobre ti en secreto?

Sebastian se dio vuelta hacía mí, presionando su cabeza en mi cuello, y


dejándolo salir como un sonido gutural adorable.

—Todavía no lo sé. —Sus palabras salen amortiguadas—: Me encantan


muchas cosas sobre la iglesia. Hablar con Dios se siente como un instinto, como
si estuviera conectado a mí. No puedo imaginar lo que haría si me fuera. Es como
pararse en un campo abierto e intentar señalar las cuatro paredes. Simplemente
no hay un marco para mi vida sin la iglesia.

Me pregunto si tiene que irse, si su elección es binaria así.

—Quizás las cosas estén más relajadas en los barrios de otras ciudades —
digo—. Como Los Ángeles, por ejemplo.

Se ríe y muestra sus dientes contra mi clavícula.

Las cosas se quedan sin palabras por un tiempo.

Mantengo una oreja abierta para escuchar los pasos en las escaleras y la otra
abierta para los sonidos que Sebastian hace a mi lado.
VEINTE
Una palabra para los sabios: no intentes ser la cucharita mientras duermes en un
sofá. Primero, te caerás, y segundo, despertarás con un calambre en el cuello. Y
lo más probable es que cuando te despiertes solo en el piso con tu padre mirando
tu cuerpo sin camisa rociado con los restos de un cuenco de palomitas de maíz
volcado, estarás castigado.

—¿Sebastian durmió aquí?

—Um... —Me siento cuando papá pregunta esto, mirando a mí alrededor. Sin
siquiera mirarme al espejo, puedo decir que mi cabello está erizado. Saco un
grano afilado de palomitas de maíz de donde está peligrosamente cerca de mi
pezón. —En realidad no lo sé. Creo que se ha ido.

—¿Cómo tu camisa?

—Papá…

—Tanner.

Es difícil tomarse en serio su tono áspero cuando usa el pantalón de pijama del
Monstruo de las Galletas que Hailey lo compró para Chrismukkah8 hace dos años.

—Vas tarde — dijo él, y se volteó. Observé un vistazo de una sonrisa. —Vístete
y come algo.

Agarro un tazón de cereal y corro directamente a mi habitación. Tengo mucho


que escribir.

Sebastian no responde el mensaje de emoji de pollo / palomitas de maíz / paisaje


de playa que le envié justo antes de que comience la escuela, y él no está en el
Seminario esta tarde. Le envío una breve nota a su correo electrónico privado
cuando llego a casa.

8
Neologismo que se refiere a la fusión de la Navidad con el Hanikkah del judaísmo.
Hey, soy yo. Solo preguntando. ¿Todo bien? Estoy aquí esta noche si quieres pasar
por aquí. —Tann

Él no contesta.

Trato de ignorar el dolor de hundimiento familiar que reside en mi estómago,


pero en la cena, no tengo hambre. Mamá y papá intercambian miradas
preocupadas cuando me preguntan si he hablado con Sebastian hoy y respondo
gruñendo. Hailey incluso se ofrece a lavar los platos.

Envío nuestro viejo modo de espera (el emoji de montaña) al día siguiente y no
recibo nada a cambio.

En el almuerzo, lo llamo. Va directo al correo de voz.

A partir de ahí, mis mensajes de texto aparecen en una burbuja verde, como si
su iMessage hubiera sido apagado.

Nada hoy.

Nada hoy.

Ya han pasado cuatro días desde que él ha estado aquí, y solo escuche de
supe por un correo.

Tanner,

Lamento mucho haberte comunicado mal algo sobre mis sentimientos o


mi identidad. Espero que mi falta de claridad no te haya traído demasiado
dolor.

No te deseo nada más que lo mejor en tus próximas aventuras en UCLA.

Saludos cordiales.

Hemano Sebastian.

Ni siquiera sé qué decir o pensar después de que termine de leerlo.


Obviamente, lo leí unas diez veces, porque las primeras nueve veces no puedo
creer que lo esté leyendo bien.
Voy por mi carpeta, la que tiene sus cartas. Leo diferentes frases, totalmente
impresionado por la distancia y formalidad en el correo electrónico.

¿Es raro que quiera pasar cada segundo juntos?

A veces es difícil no mirarte en clase. Creo que, si la gente me viera mirarte por un
segundo, lo sabrían.

Todavía puedo sentir tus besos en mi cuello.

Pero no, él comunicó mal sus sentimientos.

Envío mi carta de aceptación oficial a UCLA, pero mis manos temblaban cuando
firmo el reconocimiento que decía que mi aceptación depende de mis
calificaciones en este período. El plan es que me mude el 7 de agosto. La
orientación es el 24 de agosto. Le envié un mensaje de texto a Sebastian y se lo
digo, pero él no responde.

Hoy conté que: en los últimos seis días, le envié veinte mensajes de texto emoji.
¿Eso es una locura? Se siente como nada en comparación con la cantidad real,
con palabras, los que he comenzado y eliminado. Tengo a Auddy, mamá y papá
listos para escuchar cada vez que los necesito. Manny y yo almorzamos, y estaba
tranquilo, pero en realidad era bastante fácil simplemente colgar en silencio.
Incluso Hailey está siendo dulce.

Pero yo solo quiero hablar con él.

Mi libro vence mañana y no tengo idea de lo que se supone que debo hacer,
Sebastian aparece en el capítulo dos. Fujita me dijo que necesito pasar al menos
cien páginas para obtener una calificación, pero sabe que tengo más páginas. Si
le diera incluso las primeras cien, iría directamente a la parte donde Sebastian me
dijo que se siente atraído por los chicos. Llegaría a donde nos besamos.

Lo curioso es que, si me has visto durante más de dos minutos en esa clase, no
importaría los cambios que haga. Podría moverlo a un universo alternativo en un
planeta llamado SkyTron-1, renombrarlo Steve y a mi Bucky, y darnos a ambos
súper poderes, y aún sería obvio de qué trata este libro. No puedo ocultar nada
cuando él está en la habitación, y mi corazón está en cada página,
independientemente de los detalles.

Si obtengo una D en esta clase (lo que obtendría si no entregara el libro final o
le diera a Fujita veinte páginas) igual me graduaría, pero perdería mi rango de
honor, creo que en UCLA me recibirían. Creo.

Me di cuenta que el final de este libro apesta, y apenas intento que valga la
pena, pero este es el final que tengo. ¿Qué clase de idiota era para comenzar un
libro sobre escribir un libro y asumir que el final sería feliz? Ese es mi marco:
finales felices, vida fácil. Pero creo que es mejor que aprenda esta lección ahora
en lugar de más adelante, como más adelante, cuando no estoy viviendo en casa
y el mundo no es tan amable.

He sido un idiota con suerte, uno que no tiene idea de cómo el mundo trabaja
realmente.

Estoy parado afuera de la oficina de Fujita. Él está con una estudiante, Julie, creo,
que está llorando y probablemente estresada por entregar su libro, pero me siento
extrañamente entumecido. No, eso no es del todo cierto. Me siento aliviado, como
si mis dos temores inminentes, el miedo de que Sebastian terminara las cosas
nuevamente, el miedo de tener que lidiar con el libro, se han cumplido y al menos
ya no tengo que preocuparme por ninguno de ellos.

Cuando es mi turno camino hacia dentro, Fujita mira hacia la laptop en mis
manos.

—¿No me imprimiste una copia?

—No

Me mira, desconcertando.

—No tengo nada que pueda entregar.

Hay algo casi eléctrico en escuchar a un maestro decir:

—Mierda.

—No. —Cambio el pie en que me apoyaba, incómodo con la intensidad de su


atención. —Escribí algo, pero no puedo entregarlo. Ni siquiera puedo darle cien
páginas.
—¿Por qué?

Incluso eso no lo podía explicar, miro hacia él, hacia su desastroso escritorio.

—¿Qué es lo que esperas qué haga?

—Reprobarme.

—Siéntate —dijo él—. Toma cinco minutos y piensa esto. ¿Acaso has perdido
la cabeza?

Sí, la he perdido. ¿Qué otra explicación podría tener?

Así que mi computadora está abierta en mi regazo, y estoy escribiendo palabras

palabras

palabras

palabras
SEBASTIAN
En la noche, cuando Sebastian se acuesta despierto, ve hacía a su techo
completamente blanco y siente como si hubiera un enorme hoyo que lentamente
arde a través de su torso. Siempre empieza justo en su pecho y luego se expande
hacía abajo, negro y rizado, como un fósforo encendiendo celofán.

La primera noche pensó que era indigestión.

La segunda noche sabía que no lo era.

Tenía miedo en la tercera noche, pero para la cuarta se iba a la cama


temprano, anticipando como empezaba con un pequeño empuje y luego crecía
como una quemadura penetrante que se extendía, turbia y salada, en su intestino.
Raramente, pasaba solo después del primer momento de contacto entre su
cabeza y su almohada, lo que lo llevaba a desencadenar un enjambre de
imágenes de Tanner: su sonrisa y su risa, la curva de su oreja, y la delgadez de
sus hombros, la forma en que sus ojos se entrecerraban justo antes de que su
humor empezará a ser mordaz, seguido inmediatamente de la dilatación
arrepentida de sus pupilas. Ahora, en vez de eso, el momento en que Sebastian
pone su cabeza en la almohada, recuerda que Tanner ya no es suyo, y luego
después de eso no sienta nada más que dolor.

A él no le gusta ser melodramático, pero el dolor es mejor que la culpa; es


mejor que el miedo, es mejor que el arrepentimiento, y es mejor que la soledad.

Cuando despierta, el dolor se ha ido, pero el olor del desayuno está ahí, y eso
indica rutina: Levántate. Reza. Come. Lee. Reza. Corre. Báñate. Escribe. Reza.
Come. Escribe. Reza. Come. Lee. Reza. Dolor. Duerme.

Las calificaciones finales salen en dos días, y en la desesperación, Fujita le dio


a Sebastian tres de los libros que tiene que leer y evaluar. Aparentemente, era un
resultado prolífico: cada estudiante hizo más de sesenta mil palabras. Resulta que
casi un millón de palabras es mucho para una persona leerlas en cinco días.

Pero no le dieron el libro de Tanner, y aunque se le había ocurrido a Sebastian


miles de veces pedirlo, al final, lo sacaba de su cabeza. Leyó el indescifrable
manifiesto de Asher, el misterio del burrito de jamón golpeado de Dave, y el thriller
de la CIA excepcionalmente bien escrito de Clive. Escribió ensayos de las
fortalezas y debilidades de cada trabajo. Sugirió calificaciones.

Los devolvió con dos días de anticipación, dándole tiempo a Fujita para que los
revisará si necesitaba antes de dar las calificaciones finales. Y se fue a casa, listo
para volver a la rutina de la próxima comida, solo para encontrar a Autumn parada
en su puerta principal.

Esta vistiendo una sudadera de Ravenclaw, y sandalias.

Ella también trae una sonrisa rara y abraza algo en sus manos.

—Autumn. Hola.

Su sonrisa se vuelve más rara.

—Siento solo…aparecer.

Él no puede evitar devolverle la sonrisa. ¿Ha olvidado ella tan rápido que las
personas solo se aparecen todo el tiempo?

Pero verla es también un poco doloroso porque ella puede verlo a él cuando
quiera.

—¿Deberíamos ir adentro?

Él sacude la cabeza.

—Probablemente sea mejor hablar aquí afuera. —La casa se siente como el
interior de un gigante, y descompuesto micrófono. Está muy caliente allí,
demasiado tenso y silencioso. En sus raros momentos de tiempo libre, Sebastian
va a internet y busca espaciosos departamentos no amueblados en Atlanta, New
York, Seattle, Los Ángeles.

—Bien, bueno, primero —Autumn comienza lentamente. —Quiero disculparme.


Sé que Tanner te dijo lo que pasó entre nosotros. Espero que sepas el desastre
que era. Tomé ventaja de eso, y lo siento.

Un músculo se tensa en la barbilla de Sebastian. El recuerdo de lo que paso


entre Tanner y Autumn no es bueno, pero al menos respondió una pregunta que
tenía: ¿están juntos ahora?

—Aprecio eso, pero no es necesario. Nadie me debe una explicación.

Ella lo estudia por unas cuantas respiraciones. Él ni siquiera tiene que preguntar
como se ve por fuera. Claro, Autumn ha visto el duelo antes, y ahora Sebastian lo
sabe también, como puede ocupar los pequeños espacios en la cara donde los
músculos no pueden forzar una sonrisa. Debajo de los ojos de Sebastian hay
manchas azules. Su piel no es exactamente pálida, pero ha perdido tinta, como si
no estuviera obteniendo mucha luz solar.

—Bien, bueno, lo quería decir de todas formas. —Autumn abre su mano,


exponiendo una pequeña USB rosa. El flujo de traición sube por su cuello. — Y
quería darte el libro.

—¿No se lo has dado a Fujita? —La fecha de entrega fue hace días; Autumn
sabe esto.

Ella lo mira, confundida.

—Esté no es mi libro.

Sebastian nunca había sentido el dolor en la luz del día antes, pero ahí estaba.
Afuera en el sol, se extendía más rápido, se alimentaba como fogata expuesta al
viento. Le toma un momento para recordar cómo hablar.

—¿Dónde obtuviste eso?

—De su laptop.

Su corazón hace un brinco raro en su pecho, y ahí empezaba el pulso sobre los
huesos de su pecho.

—Estoy adivinando que él no sabe que lo tomaste.

—Estarías en lo correcto.

—Autumn, tienes que devolverlo. Esto es una violación a su privacidad.

—Tanner le dijo al Sr. Fujita que no tenía nada que entregar. Tú y yo, ambos
sabemos que eso no es cierto. Fujita sabe que no es verdad.

El calor se va de la cara de Sebastian y sus palabras salen como un susurro.

—¿Quieres que lo envié por él?

—No. Yo nunca te pediría que hicieras eso. Quiero que lo leas. Quizá puedes
hablar con Fujita, preguntarle si lo puedes calificar. Escuché que estas calificando
algunos. Él sabe que Tanner no se sentía cómodo entregándolo, pero
probablemente este feliz de escuchar que lo leíste. Yo no tengo ese poder. Pero tú
sí.
Sebastian asiente, observando la memoria en su mano. Su deseo de leer lo que
está ahí es casi cegador.

—Es un poco conflictivo para mí…

Autumn se ríe con esto.

—Uh, sí. Pero no sé qué más hacer, si lo entrega, un profesor sabrá de ti sin tu
consentimiento. Si no lo entrega, reprobará una asignatura que le da la mayoría de
calificación y asegura su entrada a UCLA. Tú y yo sabemos que no hay forma fácil
de cambiar nombres aquí.

—Cierto.

—Personalmente, yo no sé en qué estaba pensando —Autumn alza su mirada


hacia él. —Él sabía que tenía que entregar algo eventualmente. Pero ese es
Tanner. Él siente antes de pensar.

Sebastian se sienta en el primer escalón, sus ojos en la acera.

—Dijo que estaba escribiendo algo nuevo.

—Honestamente, ¿creíste esto o lo hacía más fácil? Él no podía pensar en


nada más.

Sebastian está lleno de esta sensación creciente de irritación; quería que se


fuera. La presencia de Autumn es como un pulgar presionando un moretón.

Autumn se sienta a su lado en el escalón.

—No tienes que responder porque probablemente no es de mi incumbencia…


—ríe y luego duda. Sebastian se concentra en encontrar el dolor otra vez—. ¿Ellos
sabían sobre Tanner?

Su mirada es lanzada a su cara y luego la evita.

¿Ellos sabían sobre él?

Es una enorme pregunta, y la respuesta es un obvio no. Si ellos supieran sobre


él, realmente saber sobre su capacidad de enternecer, de humor, de tranquilidad o
conversación, él estaría con Tanner ahora mismo. Genuinamente creía en eso.

—Sabían que estaba interesado en alguien y que era él. No les dije todo, pero
no importa. Ellos se enojaron... Es por eso que…

Por eso él envió la nota.


—Solíamos tener frases inspiradoras y fotos alrededor de mi casa —dijo ella—.
Recuerdo una que decía “La familia es un regalo que dura para siempre”.

—Estoy seguro que tenemos esa en algún lugar.

—Aunque no había un asterisco, diciendo, “pero solo bajo las condiciones


específicas” —Toma una pieza de un hilo invisible de sus pantalones y levanta la
mirada hacía él. — Mi mamá se deshizo de la mayoría. Creo que ella conserva
algunas del día de bodas en frente del templo, pero no estoy segura. Ella estaba
un poco enojada; se pudo haber ido a la basura con todo lo demás.

Sebastian la mira.

—Tanner me dijo un poco sobre tu papá. Lo siento.

—No entendía la reacción de mamá en ese tiempo, pero ahora tiene sentido.
Sé que esos dichos supuestamente son inspiradores, pero mayormente se sienten
como alguien viéndote sobre los hombros, de una forma pasiva agresiva
recordándote que caíste bajo o porque tu tragedia es por algo mejor, todo en el
plan de Dios. Mamá no tenía uso para nada de eso.

Él parpadea, ojos puestos en sus pies.

—Entendible.

Ella golpea su hombro con el de él.

—Voy a adivinar que las cosas no están muy bien ahora.

Él se inclina hacia adelante, queriendo escapar un poco, y descansando sus


hombros en sus rodillas. No es que no quisiera ser tocado; es que él lo quiere tan
intensamente que casi quema.

—Ellos apenas me hablan.

Autumn gruñe.

—Hace sesenta años ellos estarían igual de infelices si hubieras llevado a casa
una chica negra. Ella hubiera tenido las cosas correctas dentro pero el color de
piel incorrecto. ¿Ves cuan ridículo es? Eso no es un pensamiento independiente;
eso es decidir cómo amar a tu hijo basado en una enseñanza antigua —se
detuvo—. No pares de luchar.

Sebastian se para y limpia el polvo de sus pantalones.


—El matrimonio es eterno, es entre un hombre y una mujer, y lleva a una
exaltada, eterna familia. La homosexualidad niega ese plan. —Sonaba
completamente sin alma, como si estuviera leyendo un guion.

Autumn se para lentamente, dándole una sonrisa que no puede leer.

—Que gran pastor serás.

—Seguro. Lo he escuchado las veces suficientes.

—Están enojados, pero en algún punto se darán cuenta que puedes estar en lo
correcto, o que puedes ser amado. Solo un puñado consigue ambas cosas al
mismo tiempo.

Él pasa un dedo sobre el USB.

—¿Así que está aquí?

—No lo he leído todo, pero lo que he leído…

Él espera, uno, dos, tres segundos de silencios entre ellos, antes de que
finalmente respire.

—Bien.

Sebastian no está acostumbrado a evadir a su familia. Él es el hijo que ayuda a su


madre a limpiar así tiene tiempo de relajarse después de la cena, quien va a la
iglesia temprano para tener tiempo extra con su papá. Pero ahora es tratado más
como un invitado que hay que tolerar. Mientras el auto de Autumn sale de su
propiedad y desaparece en las calles de abajo, desea que no tenga que regresar
dentro para nada.

Las cosas habían estado raras desde que les pregunto a sus padres,
hipotéticamente, que harían si su hijo fuera gay. Aparentemente, su falta de
heterosexualidad había sido notada ya. Él tiró un cerillo directo a una piscina de
gasolina.

Eso fue hace un par de semanas. Su mamá está hablando con él otra vez, pero
solo apenas. Su papá nunca está en casa porque pareciera que él necesita estar
en otro lado, ayudando a otras familias en crisis. Sus abuelos no se habían parado
por ahí en semanas. Solo Lizzy entendía lo específico y, para su desesperado
corazón roto, le está dando un amplio espacio como si fuera Paciente Cero,
infeccioso.

Lo que es terrible es que Sebastian no está ni siquiera seguro de que merece


tener el corazón roto. Corazón roto implica que seas inocente en esto, la víctima
en un romance trágico y no el responsable de su propio dolor. Él es el que se
escondió detrás de sus padres en primer lugar. Él es que se enamoró de Tanner y
luego rompió con él.

Ver a Autumn movió algo sensible en él, y no puede entrar y pretender que todo
está bien, que escuchar lo que Tanner hizo para protegerlo no puso su mundo de
cabeza.

Siempre ha sido bueno para fingir, pero no sabe si puede hacerlo más.

Cuando las cortinas se habían abierto y cerrado por tercera vez, Sebastian
finalmente regresa. Su mamá no pierde tiempo, y tan pronto como la puerta se
cierra detrás de él, ella está de pie.

—¿Autumn se fue?

Quería volver directo a su cuarto, pero ella está bloqueando las escaleras. Él
camina hacía la cocina, entonces, tomando un vaso de la barra y llenándolo de
agua. La memoria USB quema un hoyo en su bolsillo. Las manos de Sebastian
están prácticamente temblando.

Vacía el vaso en unos segundos y lo pone en el lavabo.

—Sí —él dice—, se fue.

Su mamá rodea la isla de la cocina para prender la licuadora, y la esencia de


mantequilla y chocolate llena el aire. Está haciendo cupcakes. Ayer fueron
galletas. El día anterior biscotti. Su rutina no había cambiado en nada. Su familia
no se está cayendo a pedazos. Nada es diferente.

—No estaba enterada de que ustedes eran amigos.

Él no quería responder preguntas sobre Autumn, pero sabía que traería más
sino lo hacía.

—Sólo fui su mentor en clases.


Hay un pesado silencio. En teoría él solo fue un mentor para Tanner, también,
así que esa respuesta no da mucha tranquilidad. Pero su mamá no presiona; él y
sus padres ya no conversan, ellos solo intercambian oraciones como por favor
pásame las papas, o necesito que cortes el césped, y Sebastian siente que están
perdiendo ese músculo. Siempre esperó que su relación con ellos cambiará
mientras tuviera más experiencias, era capaz de identificarse con ellos como
adultos en formas que nunca entendía. Pero nunca esperó ver las puntas afiladas
y limitaciones tan pronto. Como descubrir que el mundo en realidad es plano; de
repente no hay otro lado de maravillas y aventuras que explorar. Al contrario,
desapareces en el borde.

Con la licuadora apagada, ella lo ve del otro lado de la barra.

—Nunca te escuché mencionarla antes.

¿No se da cuenta que él nunca ha hablado realmente de cualquier chica antes,


ni siquiera de Manda?

—Ella me dejó algo para Fujita.

Sebastian observa mientras conecta los puntos. Su sospecha sube como un sol
oscuro en su cara.

—Autumn conoce a ese chico, ¿no es así?

A él.

—Son amigos.

—¿Así que ella no vino a hablar de él?

Sólo hay un único y despreciado él, así como solo hay un único e
inmencionable eso.

La irritación quema en su interior ya que no usan su nombre.

—Su nombre es Tanner —decirlo hace que su corazón arda en su pecho, y él


quiere alcanzarlo, agarrarlo con fuerza.

—¿Piensas que no conozco su nombre? ¿Es una broma?

De repente su rostro es rojo desde su frente a su cuello; sus ojos están brillosos
y brillantes. Sebastian nunca había visto a su mamá tan enojada.

—Ni siquiera sé cómo llegamos aquí, Sebastian. ¿Esto? ¿Lo que estás
pasando? —Ella golpea el viento con salvajes dedos poniendo comillas a las
palabras “estas pasando”. —Esto lo hiciste tú. El padre celestial no es responsable
de tus decisiones. Es tu voluntad que te priva de tu felicidad. —Toma la cuchara
de madera, revolviendo la masa. — Y si piensas que estoy siendo dura, habla con
tu papá sobre eso. No tienes idea de cuánto daño le has hecho.

Pero él no puede hablar con su papá, porque el Hermano Dan nunca está en
casa. Desde aquella cena, él se queda en la iglesia después del trabajo, o hace
llamadas tras llamada, llegando a casa solo hasta que todos estén dormidos. La
cena solía estar llena de pláticas. Ahora es el montón de cubiertos y la ocasional
discusión sobre tareas, con una silla vacía al final de la mesa.

—Lo siento —le dice él a ella, el hijo arrepentido. Sin preguntas, sabe que su
enojo viene de la intensidad de su amor. Imagina, piensa, preocuparte porque tu
familia va a estar separada para la eternidad. Imagina realmente creer que Dios
ama a todos sus hijos, excepto los que se aman de la forma incorrecta.

Pensar que Dios ama los árboles, su cerebro parafrasea lo que alguna vez leyó
de un libro, pero condena esa cosa que brota en la primavera.

Sebastian rodea la barra, acercándose.

—Ella realmente trajo algo de la clase.

—Pensé que habías terminado con eso.

—Necesito criticar uno de los manuscritos que el Sr. Fujita no ha leído aún.

Nada de esto era realmente una mentira.

—¿Pero ya no lo verás otra vez? ¿O hablarás con él?

—No he hablado con él en semanas. —Esta parte también era verdad.


Sebastian se había alejado de la escuela, alejado de cualquier lugar donde
hubieran estado juntos. No había ido a caminar. Quería dar tutorías, pero sabía
que la tentación sería demasiado fuerte; sería muy fácil parar por su casa otra vez,
esperar por él afuera de la clase.

Ni siquiera tiene viejos mensajes de voz. Los borró solo minutos antes de que
su padre confiscará su teléfono.

—Bien —dijo ella, visiblemente más calmada. Desconecta la licuadora y


empieza a rascar el lado del traste, sirviendo masa en trastes para hornear que
esperaban. —Se lo debes al Sr. Fujita después de todo lo que ha hecho, así que
puedes leer esos libros por él, si tienes tiempo. Tienes tu reunión con el Hermano
Young y la última de tus entrevistas requiere que la termines. —Su mamá es la
más feliz cuando tiene una lista de cosas que revisar, delegar, y organizar, y
Sebastian la deja, incluso si es la única forma de que ella le hable—. Termina tus
obligaciones, y luego, por favor, seguimos.

Juntos, el Hermano Young y Sebastian se arrodillan en el piso y rezan para que


Sebastian pueda ser fuerte, que él puede volverse un ejemplo otra vez mientras
sale al mundo, que él puede aún sacar algo bueno de todo esto.

Puede decir que el hermano Young se siente mejor cuando están parados,
porque tiene ese aspecto de un hombre que ha hecho algo bueno con su día. Él
abraza a Sebastian, le ofrece su oído todas las veces, le dice que está orgulloso
de él. Lo dice con la claridad de un sabio hombre viejo, pero él sólo tiene veintidós.

Como sea, una vez que el mayor se va, Sebastian se siente peor. Rezar es
reflexión, un ritual, una parte de él, pero no le da la misma promesa de tranquilidad
que solía. La cena está servida, pero Sebastian no tiene hambre. Recientemente,
come porque privar a su cuerpo se siente como pecado, y él está casi lleno con
ellos.

En su cuarto, su computadora está en su cama. Él la prendió tan pronto como


estuvo solo, casi hace una hora, y había visto como la batería moría lentamente.
El patrón se está convirtiendo en un calmado ritual: la pantalla se apaga, y
Sebastian pasa su dedo por el ratón para que se prenda nuevamente.

Hay un nuevo folder en el escritorio llamado AUTOBOYOGRAPHY, y contiene


el único documento que él está interesado en leer, pero no puede hacerlo. En
parte, es el dolor anticipado que él sabe que se volverá peor tan pronto como
comience a leer. Pero también, hay algo fascinante sobre lo organizado y limpio
que están las notas de seminario de Tanner. La carpeta tiene un número de
versiones de documentos, todas claramente con nombre, con fechas. Tenía fotos
de Sebastian también, con nombre.

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Entonces aquí está. Este libro es la llave para meterse dentro de la cabeza de
Tanner. El lado vano que Sebastian quiere llegar más de lo que él nunca había
querido algo, para ver cada detalle sobre analizado. El lado racional de Sebastian
se da cuenta que no está más cerca del Tanner real que como está ahora, o lo
que alguna vez estará. ¿Vale la pena la tortura? ¿No sería mejor borrar el folder,
agradecerle a Autumn, y decirle que le pase un mensaje a Tanner? Algo genuino y
final, que no se pueda imprimir ni pasar a él en silencio por la mesa, ¿cómo lo que
hizo su padre con todos sus textos y emails?

Sin que lo notara, el cuarto se había oscurecido una vez más. Sebastian pasa
sus dedos a través del ratón, y se estremece en la claridad. Sus manos tiemblan
mientras da clic en el ícono, y la pantalla se llena de palabras.

Se abre con un chico y una chica, un reto, y migas en la cama.

Pero donde realmente empieza es con una mirada doble y las palabras: “Su
sonrisa me arruina”.

Sebastian lee por casi toda la noche. Sus mejillas, en un punto, están húmedas
con lágrimas. Otras veces, él ríe. Honestamente, él nunca se había divertido tanto
como pasó al enamorarse de Tanner. Él siguió a Tanner y su otro yo a las
montañas, recordando el primer beso. Ve la forma en que los padres de Tanner se
preocuparon, las advertencias de Jenna ahora parecían casi proféticas.

Él ve a Tanner evadir la verdad, dejando a Autumn en la oscuridad. Su pulso


bombea en sus orejas mientras lee sobre los sonidos que hacían, sobre dedos y
labios y manos que rozaban en lo más bajo.

Se enamora bajo un cielo lleno de estrellas.

El sol empieza a aparecer, y Sebastian mira la pantalla, sus ojos borrosos.

En vez de pararse a conectar la computadora, no se ha movido en horas.

Respira hondo, sintiéndose vacío pero nervioso, exaltado. Sintiéndose terrible.


Su familia subirá pronto, así que, si va a hacer algo, necesita irse antes de que
alguien lo vea irse. Simplemente podría llamar a Fujita, explicar algunas cosas,
sugerir una calificación.

Sus músculos protestan mientras se levanta y desconecta el cable, cogiendo la


computadora, y sale por la puerta.
TANNER
Tanner mira la pantalla de la computadora. Parpadea.
Su madre se inclina hacia adelante, entrecerrando los ojos.
—¿Qué estás mirando?
—Mis calificaciones.
Ella deja escapar un emocionado:
—¡Ooooh, se han subido rápido! —Y luego lo agarra por los hombros,
abrazándolo cuando sus ojos bajan por toda la lista.
No es que importe. Ya está empacando sus cosas, preparándose para tomar
el Camry maltratado y conducir a Los Ángeles. Pero las calificaciones no son
terribles. La A en Literatura Moderna no fue una sorpresa. Cálculo también. El
resto son descubrimientos agradables, pero no del todo impactantes. Pero sí una
A en el Seminario, cuando él ni siquiera entregó el libro.
En piloto automático, alcanza el teléfono y marca la oficina de la escuela.

—¿Con el Sr. Fujita, por favor?

La voz de la secretaria principal, la Sra. Hill, se hace clara a través de la línea:

—Un segundo.

—¿Qué estás haciendo? —Su madre se inclina, tratando de llamar su atención.

Señala la A, justo en el medio de su pantalla.

—Esto no tiene sentido.

De hecho, se siente casi mal, como si estuviera escapando con el tipo de


crimen leve que Autumn siempre parece acusarlo. Una cosa es encantar; otro es
recibir una calificación estelar sin siquiera completar la tarea que vale la mayoría
de su calificación total.
Suena un nuevo timbre una y otra vez.

—¿Hola?

—¿Sr. Fujita? —Tanner juguetea con la elegante engrapadora negra en el


escritorio de sus padres.

—¿Sí?

—Es Tanner Scott. —Hay una pausa, y es extraño lo significativo que se


siente. Hace que la ansiedad brote en él. —Acabo de revisar mis calificaciones.

La voz grave del Sr. Fujita parece aún más áspera por teléfono.

—¿Todo bien?

—No entiendo cómo obtuve una A en su clase.

—Me encantó tu libro, chico.

Tanner hace una pausa.

—Nunca entregué el libro.

El otro extremo de la línea queda en silencio, casi como si hubiera


sido cortado. Pero entonces Fujita se aclara la garganta.

—¿No te lo dijo? Oh, maldición. Esto no es genial.

—¿Dígame qué pasó?

—Sebastian lo entregó.

Tanner cierra los ojos con fuerza, tratando de descubrir qué se está perdiendo.

—¿Se refiere a las primeras veinte páginas?

—No. —Una pausa. —Todo el libro.

Abre la boca para responder y no puede pensar en una sola palabra.

—Es genial, Tann. Quiero decir, tengo ideas sobre cómo editarlo, porque no
puedo evitarlo, y tu final apesta, pero en ese momento, ¿cómo podría no ser
así? En general, realmente lo disfruté. —Hace una pausa y, en ese momento,
Tanner no puede entender qué decir.
En el pasado, cuando leía las palabras "mis pensamientos están
tambaleándose", la idea de eso se sintió exagerada. Pero en este momento las
imágenes están en un bucle, una tira de película parpadeante: su laptop en
su cajón; las palabras "Soy totalmente gay" en una página; El rostro de
Sebastian justo antes de quedarse dormido en el sofá a su lado, satisfecho,
engreído, también, un poco tímido; el deterioro, el final medio tonto de su
documento.

—Tal vez 'disfrutar' no es la palabra correcta —dice Fujita—. Me duele por ti. Y
por él. He visto esta historia desarrollarse tantas veces que ni siquiera puedo
saber cuántas. Me alegro de que ustedes dos hayan resuelto las cosas.

Fujita hace una pausa nuevamente, y parece que este sería un buen momento
para que Tanner diga algo, pero no lo hace. Ahora sigue pensando en, Me
alegro de que ustedes dos hayan resuelto las cosas. El desconcierto es la
emoción predominante. No ha hablado con Sebastian en semanas.

—¿Qué?

—Pero creo que hiciste algo aquí —dice Fujita, ignorando esto—, mostrándole
tu corazón. Creo que realmente lo hiciste. Y tu voz está viva. Sabía que estabas
escribiendo, pero no me di cuenta de que estabas escribiendo.

Esta conversación oficialmente se ha alejado de donde Tanner entendió por


última vez qué demonios estaba pasando. Su laptop, hasta donde él sabe, está
puesta de forma segura en su tocador junto con calcetines y un par de revistas
que sus padres no pueden rastrear en su software mágico.

Tanner se pone de pie, corriendo escaleras arriba a su habitación. Por teléfono,


Fujita se ha callado.

—¿Todo bien?

Tanner hurga en su cajón. Su laptop está ahí.

—Sí. Solo... procesando esto.

—Bueno, si quieres venir en algún momento de este verano y hablar sobre mis
notas, estaré encantado de hacerlo. Estaré aquí terminando las cosas durante las
próximas dos semanas más o menos.

Tanner mira por la ventana a la calle, a su camioneta estacionada en la


acera. ¿Qué tan loco sería aparecer en la casa de Sebastian? Para preguntarle
cómo consiguió una copia de su libro, ¿cómo logró ponerlo en manos de Fujita?

La realidad se establece y el pánico comienza a subir por la parte posterior


de su cuello. Sebastian lo leyó. Todo.
—¿Tanner? ¿Todavía estás ahí?

—Sí —dice, con la voz quebrada—. Gracias.

—¿Irás a la firma más tarde?

Tanner parpadea fuera de su aturdimiento. Su labio superior está ahora


pálido; todo su cuerpo está al borde de un escalofrío frenético y febril.

—¿El qué?

—La firma, abajo en... —Fujita hace una pausa—. ¿Que estoy pensando? Por
supuesto que no. ¿O sí?

—Sinceramente, no tengo idea de lo que estamos hablando.

Tanner puede escuchar el crujido de la silla de escritorio de Fujita mientras se


mueve. Tal vez esté sentado, prestando atención ahora.

—El libro de Sebastian salió ayer.

El tiempo parece ralentizarse.

—Está firmando en Deseret Book en la Universidad Place, a las siete de esta


noche. Pero no sé si esperarte allí. —Una risa incómoda y luego—: Espero que
vengas. Espero que suceda todo lo estaba en mi cabeza. Necesito el fin de esa
historia.

Autumn se sube al auto.

—Estás siendo extrañamente melancólico y enigmático. ¿A dónde vamos?

—Necesito poderes de mejor amiga activados. —Él deja el auto en el


estacionamiento en la acera y se da vuelta para mirarla. —No sé cómo sucedió,
pero Sebastian entregó mi libro a ...

Le da una mirada a su cara (rubor apareciendo), y él se da cuenta.

Ni siquiera está seguro de por qué no se le ocurrió de inmediato. Tal vez le


gustó la imagen de que un heróico Sebastian treparía por su ventana, hurgaría en
sus cajones para buscar la laptop, copiaría el archivo y viajaría en su leal corcel
(su bicicleta) a la escuela para entregar el manuscrito y salvar el trasero de
Tanner. Pero, por supuesto, está en juego la explicación más banal: Autumn. Ella
lo leyó. Se lo dió a Sebastian como Mira esta alma rota. Tú hiciste esto, monstruo,
y boom. La culpa de Sebastian lo sobrecogió, y no podía dejar que Tanner fallara.

Lo hizo por lástima.

Tanner se desinfla.

—Oh.

—¿Me estás diciendo que lo entregó?

—¿Me estás diciendo que no lo sabías?

Ella se inclina, su expresión es alarmada.

—No sabía que se lo dio a Fujita. Lo juro. Solo pensé que debería leerlo. Pensé
que tal vez él podría calificarlo. Tuvo mi USB durante aproximadamente un día, y
luego me lo devolvió.

—Esa es una decisión bastante importante para mí.

—Estaba emocional —dice ella, solo un poco arrepentida—. Y tu libro fue


increíble. Fue un momento loco, ¿de acuerdo? —Ella sonríe. —Acabo de perder
mi virginidad.

Tanner se ríe, juguetonamente pellizcando su pierna. Al menos eso ha vuelto a


la normalidad en las últimas semanas. A pesar del regreso de la facilidad en
expresiones físicas entre ellos, él todavía no se siente completamente cómodo.

—Bueno, obtuve una A —le dice—. Y el mundo no terminó. Aún así, no puedo
imaginar lo que le tomó hacer eso. Fujita lo sabe ahora, obviamente. —
Han pasado un par de semanas desde que terminó la escuela. Quizás todos lo
sepan. O tal vez Sebastian dio tres pasos hacia atrás, de vuelta al armario. —El
libro de Sebastian salió ayer y está firmando en el Deseret Book en la Universidad.

Los ojos de Autumn se abren de emoción cuando comprende lo que están


haciendo en el auto.

—No me digas que...

—Sí.

La fila comienza en frente de la tienda y serpentea, fuera del centro comercial y


baja por la Universidad casi media cuadra. Le recuerda a Tanner el aeropuerto
cuando hay multitudes de personas esperando en el reclamo de equipaje para que
sus misioneros lleguen a casa. Cuando los mormones salen, salen en masa.

Tanner y Autumn se meten al final de la fila. Es principios de junio, y el viento es


seco y caluroso. Además de las montañas, que sobresalen de la tierra, la ciudad
se siente infinitamente aburrida. No lo es, no realmente, pero tiene el mismo
ambiente de bajas expectativas, el diseño urbano soso para una ciudad poco
ambiciosa.

Una pequeña emoción se acumula en el estómago de Tanner, intentando


salir. Echará de menos a Autumn, pero volverá a estar cerca del océano.

Se acerca un hombre con una camisa a cuadros de manga corta. Su brazo


izquierdo tiene una pila de al menos diez libros.

—¿Están aquí para la firma?

Tanner asiente.

—Sí.

—¿Trajeron su libro o van a comprar aquí?

Autumn y Tanner intercambian una mirada insegura.

—¿Comprar aquí? —Autumn pregunta.

El hombre les entrega a cada uno un libro de la pila cada vez más pequeña en
su brazo y saca dos notas adhesivas de la parte superior de una libreta. Tanner
casi se ríe. También son azules, al igual que los que usaba para explicar toda su
angustia y el amor y el melodrama.

—Pongan sus nombres en estos —dice el hombre—. Será más fácil para
Sebastian personalizar la firma cuando sea su turno.

Una cuerda se tensa alrededor del pecho de Tanner, y Autumn deja escapar un
pequeño gemido de simpatía.

—Una vez que está firmado el libro, pueden pagar en la caja registradora. —
Nunca se le ocurriría al personal que alguien podría recibir el libro y escapar sin
entrar.

El hombre se va, y Autumn se vuelve hacia él, agarrando su copia.

—Esto es extraño en muchos sentidos.


—Sí. —Tanner mira la novela en sus manos. En la cubierta hay un paisaje
ardiente: un valle quemado, montañas todavía vivas de verde, que se cierne
sobre las llamas invasoras. Es hermoso. Los colores son ricos, casi
tridimensionales. Un chico con una capa se para al pie de una montaña,
sosteniendo una antorcha. A sus pies, el título sobresale de la cubierta en letras
plateadas.

FIRESTORM
Sebastian Brother

El título aún no tiene ningún significado para Tanner. Tal vez nunca lo hará. La
idea de pasar (va a la última página) cuatrocientas páginas con el cerebro creativo
de Sebastian parece casi insoportable. Tal vez algún día, cuando se haya
mudado y todo esto parezca un tierno hematoma en su historia, lo abrirá, mirará
su nombre garabateado genéricamente allí y podrá apreciar la historia.

—No, quiero decir, esto es extraño para mí —dice Autumn, interrumpiendo sus
pensamientos—. Ni siquiera puedo imaginar cómo es para ti.

—Estoy empezando a preguntarme qué demonios estamos haciendo aquí. Esto


podría ser un desastre.

—¿No crees que él te espera un poco?

Tanner lo piensa un poco más. No ha tratado de contactar a Sebastian, no


desde el correo electrónico de rechazo. Sin duda piensa que Tanner
simplemente desaparecerá. Probablemente debería desaparecer.

—No.

Ella señala por delante de ellos, calle abajo.

—Bueno, estamos convenientemente cerca de la tienda Emergency Essentials


si necesita algo.

—Eso es algo mormón en una ciudad —murmura Tanner.

Autumn no discute. Miran fijamente el cartel del centro comercial, con las
tres empresas más grandes anunciadas en negrita: Deseret Book. Emergency
Essentials. Avenia Bridal.

—Todo esto es muy mormón —ella está de acuerdo.


—¿Echas de menos la iglesia?

Ella se inclina hacia él. Su cabeza apenas alcanza la parte superior de su


hombro, por lo que cuando él la rodea con un brazo, ella se acurruca
cuidadosamente debajo de su barbilla.

—A veces. —Ella lo mira. Cualquiera que los vea pensaría que son una
pareja. —Extraño las actividades y esa certeza de que, si todos están contentos
contigo, estás haciendo todo bien.

Tanner le arruga la nariz.

—Qué horror.

—Exactamente —dice ella, palmeando su pecho—. Ese es exactamente


mi punto. Sebastian no estaba haciendo nada malo contigo.

Mira a su alrededor de manera significativa y baja la voz.

—Eso decimos.

Esta vez, Autumn susurra.

—No te equivocas al estar aquí.

La fila comienza a moverse y el estómago de Tanner cae. ¿No se equivocan al


estar aquí, al menos un poco? Si esta no es la definición de un ataque encubierto,
está muy cerca. Sí, Sebastian y Autumn fueron a sus espaldas para entregar el
libro, pero esto es público. Sebastian tendrá que aparentar como si nada
pasara. Tanner también.

Él toma el bolígrafo de la mano de Autumn cuando ella termina de escribir su


nombre y escribe el suyo. No lo hace para ser descarado; lo hace por practicidad:
Es muy posible que Sebastian esté demasiado nervioso para recordar cómo se
deletrea T-a-n-n-e-r.

La fila se mueve lentamente. Tanner imagina a Sebastian detrás de un


mostrador o una mesa, encantando a todos los que entran.

Su estómago gruñe, y el sol cuelga bajo en el cielo antes de rendirse y


zambullirse debajo de las montañas. Con la ida del sol, el aire se enfría por
primera vez en todo el día. Autumn mata a un mosquito en su brazo.

—Está bien, vamos a pasar a través de esto.

—¿A través de qué?


Ella lo mira preocupada.

—Lo que estás haciendo aquí.

Él respira hondo y profundo.

—Voy a agradecerle por lo que hizo, él sabrá a lo que me refiero, y le deseo


buena suerte en su gira y su misión.

—¿Eso es todo?

—Eso es todo.

Ella se estira, besando su mandíbula.

—Eres dulce.

—Eres una amenaza.

—Al menos ya no soy una amenaza virgen.

La gente frente a ellos se da vuelta, con los ojos muy abiertos por el escándalo.

Autumn deja escapar un falso ‘Ups’.

Tanner se agacha, tratando de no reír.

—Uno de estos días, ese chiste va a aterrizar muy, muy mal.

—Eso estuvo muy cerca.

Ya casi están en la puerta, y pueden ver adentro que la fila va solo unas
quince personas más antes de que llegue al final donde Sebastian.

Tanner no puede verlo, pero tiene una vista en primera fila del extraño ambiente
jovial. La sala llena de hombres con trajes, mujeres con vestidos, tazas de ponche
a modo de celebración. Hay una mesa con pastelitos y verduras con salsa a un
lado. Alguien hizo un pastel. No solo es una firma; Es una fiesta de lanzamiento.

Los padres de Sebastian están allí, hablando en un pequeño medio círculo con
una mujer con una etiqueta con su nombre y otra persona, un hombre con traje y
corbata. Autumn entra, y Tanner la sigue, sosteniendo la puerta para la persona
en la fila detrás de él. La puerta golpea una mesa de exhibición, y ante el sonido,
Dan Brother levanta la vista, sonriendo por instinto, antes de que su expresión se
vuelva pedregosa.
A Tanner no se le había ocurrido que vería a los padres de Sebastian, que
lo reconocerían, que lo asociarían con el cáncer que infecta a su hijo. Pero
por supuesto que lo hacen.

—Y ahí está el papá —dice Autumn, señalando a Dan al otro lado de la


habitación.

—Sí.

La madre de Sebastian mira a Dan Brother para medir su reacción, como si


buscara orientación. Después de una pausa, ambos logran cambiar
las expresiones a neutro.

Autumn mete su brazo entre los de Tanner.

—¿Estás bien?

—Quiero irme. Pero es muy tarde.

Es muy tarde. Ahora son dos personas, y Tanne puede ver a


Sebastian. Él también lo mira, vistiendo una camisa de vestir azul cuidadosamente
puesta y una corbata oscura. Su cabello es más corto. Él está usando su máscara
para su sonrisa. Pero incluso en esta librería mormona, detrás de una pared
de personas mormonas, todavía se ve como el chico en la caminata, el chico que
come comida china, el chico en el capó de su coche.

Entonces Sebastian mira hacia arriba y ve quién es el próximo en la fila, y la


máscara se desmorona, por solo un segundo. No, más. Es una doble toma, y es
tan dolorosamente familiar.

Tanner da un paso adelante, sosteniendo su libro.

—Hola. Felicidades.

La mandíbula de Sebastian se mueve, y se aclara la garganta con el


ceño fruncido.

—Hola. —Mira hacia abajo, acercando el libro de Autumn, sacando lentamente


el Post-it de la cubierta. —Um ... —Él exhala, y un temblor sale de él. Se aclara
la garganta de nuevo, abre el libro a la página del título y levanta el bolígrafo con
una mano temblorosa.

Autumn mira frenéticamente de un lado a otro entre ellos.

—Hola, Sebastian.

Él la mira, pareciendo enfocarse.


—Autumn. Hola. ¿Cómo estás?

—Estoy bien. Saldré hacia Connecticut en un par de semanas. ¿Dónde será la


primera para de tu gira?

—¿Después de esto? Me dirijo a Denver. —Marca las ciudades


robóticamente—: Portland, San Francisco, Phoenix, Austin, Dallas, Atlanta,
Charleston, Chicago, Minneapolis ... um ... Filadelfia, Nueva York y luego a casa.

—Wow —dice ella—. Eso es una locura.

Sebastian dejó escapar una risa seca mientras firmaba su libro primero,
escribiendo un simple Buena suerte en Yale. Mis mejores deseos, y gracias,
Sebastian Brother.

Le da a Autumn su libro y luego acerca la copia de Tanner. Después de


fruncir el ceño brevemente en la nota Post-it, la saca y la tira a la basura a sus
pies.

Tanner ha estado callado durante unos segundos, y Autumn lo golpea


suavemente en el costado. Di algo, ella dice.

—Vine a darte las gracias —dice en voz baja, esperando no estar al alcance del
oído de las personas que los rodean, específicamente, los padres de
Sebastian. Sebastian se pone rígido, y se centra en lo que sea que esté
escribiendo. —Por lo que hiciste. No estoy seguro de entender por qué lo hiciste,
pero estoy agradecido.

—Muchas gracias por venir esta noche, Tanner —dice Sebastian


magnánimamente.

Habiendo recuperado un poco la compostura, su voz se proyecta más allá


del espacio protegido de la mesa.

El tono es tan repugnantemente falso que Tanner casi se ríe. Finalmente, se


encuentra con los ojos de Sebastian nuevamente, y es devastador. Su voz puede
haberse recuperado, pero sus ojos no. Están tensos y brillantes con lágrimas.

—Oh, Dios mío, lo siento —dice Tanner en voz baja—. No debería haber
venido.

—¿Eres fanático del género de fantasía? —La voz de Sebastian se mantiene


clara. Él abre mucho los ojos, trabajando para que las lágrimas no salgan.

Esto les duele a ambos, y ahora Tanner se siente como un monstruo.


—Espero que tu gira de libros sea increíble. Espero que tu misión también lo
sea. Me voy a Los Ángeles en agosto, pero llámame en cualquier momento. —Le
da una última mirada. —En cualquier momento.

Toma el libro de la mano de Sebastian sin siquiera mirarlo y se da vuelta,


dejando que Autumn pague adentro. Tanner empuja a través de la multitud y
regresa a la calle, donde hay oxígeno y espacio, y está lejos del conflicto, ojos
como el lago mirándolo.
SEBASTIAN
Estar en una gira de libros es como poder respirar de nuevo. No hay supervisores
ni padres. No hay iglesia.

No es que su madre no haya intentado acompañarlo. No está seguro de si ver


a Tanner fue lo que la instigó a hacerlo o solo nerviosismo de mamá de último
minuto, pero ella le había enviado un correo electrónico a su publicista dos días
antes de que él se fuera. Afortunadamente, su publicista le explicó que se habían
comprado vuelos y reservado alojamientos, y a menos que su madre estuviera
preparada para reservar vuelos y hoteles a través del país para un recorrido por
trece ciudades, simplemente no había tiempo.

Sebastian ha viajado fuera de Utah para viajes escolares y vacaciones


familiares, pero nunca de esta manera. Su editorial preparó un automóvil y un
conductor para que lo recojan del aeropuerto y lo dejen en su hotel, tiene un
ayudante para llevarlo a los eventos, pero el resto del tiempo es suyo.

Su próximo evento es en Denver, y aunque obviamente no es tan grande como


el de casa, todavía está bastante lleno. Solo hay un puñado de sillas vacías
durante su charla. Era tan surrealista darse cuenta, como un bocado de algo
delicioso, que los extraños en esta sala saben quién es él.

La fila es principalmente de chicas, pero hay algunos chicos dispersos.


Sebastian sabe que Tanner no viene, pero nunca detiene la forma en que su
bolígrafo se sale de la página con el sonido de una voz profunda al final de la fila,
o sus ojos se alzan con la esperanza de una cabeza de cabello oscuro sobre la
multitud.

A veces no puede creer que Tanner fuera realmente a esa firma. Sus padres
ciertamente no querían aceptarlo. No había nadie a quien recurrir después de que
Tanner y Autumn se fueran para preguntar:

—Ese fue Tanner, ¿verdad?

Quería decirle cuánto amaba el libro, cómo leerlo había cambiado algo dentro
de él y cómo lo había impreso a la mañana siguiente, sabiendo que lo llevaría de
gira con él. Pero no pudo, no allí. No había querido que Tanner se fuera, pero no
tenía nada que decir porque las palabras "Te extraño" se abrían paso al frente,
bulliciosas y estridentes.

Es extrañar lo que lo mantiene despierto por la noche, en Denver, en Austin, en


Cleveland, y siempre es cuando lo busca, buscando en su bolso para sacar el libro
de Tanner. Se puede abrir en cualquier lugar (página veinte, página ochenta)
porque en cada página va a encontrar una historia de amor que brilla en la
oscuridad, esquinas polvorientas de su auto-odio, que le recuerdan algo pasó, que
era real. Y fue correcto.

A veces piensa en lo que escribió en la copia de Firestorm de Tanner, y se


pregunta si Tanner incluso abrió el libro para verlo.

Siempre tuyo,
Sebastian Brother

Sebastian se golpea con una pared de calor cuando sale del Aeropuerto
Internacional de Salt Lake City, y desea haberse quitado la camisa y la corbata
antes de salir del aeropuerto de Nueva York.

—No puedo creer que hayas ido a Nueva York —dice Lizzy, agarrando una
pequeña y reluciente Estatua de la Libertad contra su pecho. Ella ha vuelto a su
antiguo yo, y le hace preguntarse si es porque todos esperan que él también
vuelva a la suya. —¿Fue tan genial como se ve en la televisión?

—Mucho más genial. —Él envuelve un brazo alrededor de su hombro y la atrae


hacia él, presionando un beso en su cabello. Fue agradable alejarse, pero no
puede creer cuánto la ha extrañado. —Tal vez podamos ir allí alguna vez —dice—
. Cuando salga el próximo libro.

Lizzy hace piruetas por el paso de peatones.

—¡Sí!
—Si Lizzy consigue ir a Nueva York, creo que deberíamos ir a San Francisco y
visitar Alcatraz. ¿Fuiste allí? —pregunta Faith, mirándolo.

—No fui, pero lo vi desde el muelle. Mi guía me llevó a cenar a un lugar de


mariscos, y caminamos al lado del agua. No sabía que querías ir o te habría
enviado una foto. Creo que tengo uno en mi teléfono.

Faith olvida cualquier posible queja cuando Sebastian la levanta para cargarla
sobre su hombro. Su chillido encantado es ensordecedor en la estructura de
estacionamiento de cemento.

La señora Brother abre las puertas y la pregunta se siente como una piedra en
el pecho de Sebastian.

—¿Papá y Aaron no pudieron venir?

—Tu padre llevó a Aaron a un par de visitas a domicilio hoy, pero dijo que te
vería en la cena.

Sebastian habló con su padre varias veces durante las últimas dos semanas,
pero hay una reacción instintiva al no estar aquí. La ausencia de su padre de este
regreso es un latido en la punta de un dedo cortado. Lo siente tan agudamente,
tan constantemente, porque está mal.

Afortunadamente, no se detiene en eso porque tan pronto como Lizzy canta que
la cena es una sorpresa, Faith, incapaz de guardar el secreto por más tiempo,
grita:

—¡Es pizza!

Lizzy pone una mano sobre la boca de Faith y le da un fuerte beso en la


mejilla.

—Manera de sacar la sorpresa, boba.

Sebastian se inclina hacia adelante, ayudando a Faith con su cinturón de


seguridad.

—¿Pizza para mí?

Ella asiente, sus risitas aún amortiguadas por el peso de la mano de Lizzy.
Sebastian carga su bolso en la espalda.

—Y antes de que arruinen este más —dice su madre, abrochándose el cinturón


de seguridad mientras él se sube al asiento del pasajero—. Hay algo más. —Ella
le sonríe. —Envié tus papeles.

Él asiente con la cabeza, dándole una sonrisa de satisfacción, pero las palabras
no llegan de inmediato porque el viento lo ha dejado en silencio. El tiempo fuera
fue bueno. Echa de menos la iglesia y el parentesco de estar rodeado de personas
de ideas afines. También extraña a Tanner, pero sabe que la misión sigue siendo
el mejor camino para él.

Es solo que pensó que él mismo enviaría sus documentos de misión cuando
llegara a casa. Había esperado que enviarlos él mismo pudiera solidificar la
decisión, hacerla realidad y poner en marcha su camino.

Su sonrisa se desliza, y él se da cuenta de que ha estado ansiosa por


decírselo. Estaba preocupada de obtener esta reacción exacta: incertidumbre.

Él hace todo lo posible para limpiarlo de su rostro, reemplazándolo con la


sonrisa que parece moverse por su boca con el reflejo de una inhalación.

—Gracias mamá. Eso... hace las cosas mucho más fáciles para mí ahora. Una
cosa menos de la que preocuparse.

Parece haber hecho el truco. Ella se ablanda, volviendo su vista al


frente. Conducen por la rampa, navegando por el laberinto de conos de
construcción a medida que avanzan. Al acercarse al quiosco, entrega su boleta de
estacionamiento en la máquina y se vuelve hacia él.

—Me preguntaba cómo te sentirías al hacerlo con todos juntos.

—¿Hacer qué juntos?

—Abrir tu carta. —Se vuelve hacia el quiosco para pagar, y en ese respiro de
diez segundos, Sebastian lucha por enterrar el pánico que sigue la realidad de
esas tres palabras. Ella se refiere a su misión.

Una voz en la parte posterior de su cabeza grita no.


Es como vivir con una personalidad dividida, y él cierra los ojos e inhala
lentamente. Era mucho más fácil estar lejos. La misión inminente era sabrosa
desde la distancia. La constante imposición de su madre, el peso de las
expectativas: volver a casa es abrumador, incluso diez minutos después.

Puede sentir el motor retumbar y se da cuenta de que ella ha terminado de


pagar y están avanzando. Cuando la mira, tiene la mandíbula apretada y los ojos
endurecidos.

Sebastian finge un bostezo.

—Oh, Dios mío, estoy tan cansado. Sí, mamá, eso suena increíble. ¿Asumo
que vendrían la abuela y el abuelo también?

Sus hombros se relajan, la sonrisa regresa.

—¿Estás bromeando? No se lo perderían por nada del mundo.

Un reloj de arena se volcó en su estómago, vertiendo plomo. Respira hondo.

—Pero no quiero que Sebastian se vaya de nuevo —dice Faith desde el asiento
trasero—. Acaba de llegar a casa.

—Todavía no se irá, cariño —dice su madre, mirándola a los ojos por el espejo
retrovisor—. No por un par de meses.

Sebastian se da vuelta y le da a su hermanita una sonrisa alentadora, y él ni


siquiera puede explicarlo, pero tiene el impulso de ir a abrazarla. Dos
años. Tendrá casi trece años cuando él regrese. Aaron aprenderá a conducir y
Lizzy estará lista para comenzar la universidad. Está nostálgico y aún no se ha
ido.

—¿Entonces estás de acuerdo con eso? —pregunta ella—. ¿No sería


demasiado estresante tener a todos allí?

Sebastian apoya la cabeza contra el respaldo del asiento y cierra los ojos.

Padre celestial, por favor dame fuerzas. Dame la sabiduría que necesito, la
seguridad de la decisión. Te seguiré a donde me lleves.

—Creo que es una gran idea —susurra Sebastian—. Suena perfecto.


El lado positivo de haberse ido fue que sus problemas parecían mucho más
pequeños desde lejos. El sentimiento no era real, y se da cuenta tan pronto como
entra a su casa, rodeado de imágenes familiares, sonidos y olores. La realidad
vuelve a estrellarse.

Acaba de poner su maleta en la cama cuando alguien toca.

—¿Puedo entrar? —Su padre asoma la cabeza por la puerta parcialmente


cerrada. —Veo que nuestro viajero ha vuelto.

—Sí. Y exhausto.

Hubo un alto el fuego tentativo cuando salió el libro y sus padres pudieron ver el
orgullo de toda la comunidad centrada en Sebastian. Pero no ha pasado mucho
tiempo solo con su padre en meses, y la presencia de Dan Brother en la
habitación de Sebastian hace que el espacio se sienta claustrofóbico.

—Tienes mucho tiempo para descansar antes de la cena —dice—. Solo quería
traerte esto. —Le entrega una pila de correo. —Y quería darte la bienvenida a
casa. Estamos muy orgullosos de ti, hijo. Sé que tenías momentos difíciles, y me
ha enorgullecido más de lo que puedes darte cuenta, haber sido testigo de que te
supras y eres más fuerte por eso. ‘La adversidad es como un viento fuerte: nos
arranca todo menos las cosas que no se pueden quitar, para que nos veamos
como realmente somos’.

Sebastian frunce el ceño, tratando de reconocer la Escritura.

—No reconozco esa línea.

El Obispo Brother se ríe y mira a Sebastian con cariño.

—Arthur Golden, Memorias de una geisha.

—Está bien, sí, nunca habría llegado allí.

La risa se profundiza y los ojos de su padre brillan.

—Supongo que lo dejaré fuera del Sacramento la próxima semana. —Se da


vuelta para irse antes de detenerse cerca de la puerta. —Ah, y tu madre dijo que
había algo allí del Sr. Fujita. —Él asiente con la cabeza hacia la pila de correo en
la mano de Sebastian. —Podría ser tu último sueldo, así que no esperes
demasiado para abrirlo.

—Lo revisaré después de desempacar.

Cuando su padre se va, el aire se drena lentamente de sus pulmones. Cierra


completamente la puerta y cruza la habitación para desempacar. Artículos de
tocador, suéteres, traje, jeans. Debajo está la copia del libro de Tanner que había
impreso y llevado consigo.

Las páginas están gastadas, hay una mancha de grasa en la parte delantera de
un restaurante en Denver, y los bordes están curvados en la esquina superior
derecha, donde los hojea con los dedos mientras lee. Aunque probablemente haya
leído todo al menos diez veces, después de la primera lectura, nunca comenzó
desde el principio. Pasaría y se detendría, leyendo desde cualquier punto que
eligiera. A veces comenzaba mientras Tanner compraba ropa con su madre y
Autumn. Otras veces se abría a la sección del lago y maricón y la mortificante
conversación de Tanner con Manny.

Pero estar lejos de casa también lo hizo sentir alejado de esto. Sus problemas
en casa podrían no sentirse reales, pero si no lo fueran, eso significaba que
Tanner tampoco era real. No tenía fotografías de él, pero tenía este libro.

Sebastian toma el manuscrito y lo desliza detrás de su cabecera antes de abrir


el sobre de Fujita.

Querido Sebastian,

Espero que esta carta te encuentre muchos libros más


ligeros y muchas aventuras más ricas. Quería actualizarlo
sobre el manuscrito de nuestro amigo mutuo. No estoy
seguro de si has hablado con Tanner, pero él sabe cómo
tomé posesión de su novela. Llamó cuando se publicaron
las calificaciones, seguro de que había cometido algún
tipo de error. Me alegró informarle que no lo había
hecho.
He estado trabajando con él en revisiones, y lo alenté a
hacer cambios significativos. No se trata de cambios en el
tema en sí, pero viendo cómo creo que realmente podría
tener algo aquí, sugerí cambiar los nombres y
características de los dos protagonistas principales, junto
con cualquier otro detalle identificable. He estado en
contacto con un puñado de editores, y existe la
posibilidad de que el Seminario sea de dos en dos. Por
supuesto, lo consultaríamos primero.

Mi más profundo agradecimiento, Sebastian, por tu


valentía. Te deseo lo mejor. Eres un humano excepcional,
con profundidad y corazón. No dejes que nadie, ni nada,
atenúe esa luz dentro de ti.

Sinceramente,

Tim Fujita

De hecho, detrás de la carta encuentra su cheque final, y Sebastian envía una


silenciosa palabra de agradecimiento; cuando sus padres lo pregunten más tarde,
no tendrá que mentir.

Mirando a la carta, Sebastian comprende la urgencia de su madre al enviar su


solicitud. Quince minutos y está de vuelta donde comenzó, extrañando a Tanner
con una intensidad que tiene todos los músculos preparados y listos para
empujarlo directamente hacia la puerta.

Es demasiado imaginar que se publique el libro de Tanner, así que lo ignora, de


repente agradecido de que pronto se irá de nuevo, tal vez fuera del país. Lo
suficientemente lejos como para poder superar el dolor y la tentación de volver a
verlo, solo una vez, y contarle todo.
Las próximas semanas se mueven en un salto de tiempo. Hablando un poco con
su padre en la casa, corta el césped para todos y su abuela, ayuda a las familias a
mudarse. Sebastian apenas tiene tiempo para meterse a su cama todas las
noches y leer algunas páginas del libro de Tanner antes de que sus ojos se cierren
por el agotamiento total.

La carta, el llamado de su misión, llega un martes y el sobre se encuentra en la


encimera de la cocina, intacto, durante cuatro días. La familia de su madre está
volando desde Phoenix. Su bisabuela llegará de San Jorge a las cinco. Una
docena de amigos y familiares conducen desde Salt Lake, y muchos otros que
viven a pocas cuadras.

A las tres, su madre tiene pequeños ejércitos de aperitivos dispuestos en


bandejas para hornear. Empanadas, quiches, mini pies de Frito y, a un lado, una
gran fuente de vegetales. Faith y Lizzy están en vestidos amarillos a juego. Él y
Aaron visten trajes azul marino idénticos.

Le tiemblan las manos. Su mandíbula está rígida por apretarla. Todos caminan,
conversan un poco, esperan.

La voz de Tanner es un bucle suave y burlón en su cabeza. Si odias tanto esto,


¿por qué lo haces?

La respuesta es fácil. Cuando piensa en haberse ido, se relaja. Cuando habla


con Dios últimamente, se siente mejor. No es la misión o la fe de lo que no está
seguro. Es el peso de la vergüenza de sus padres y la presión de sus
expectativas.

Él camina, con el corazón en llamas, a la cocina.

—Papá. ¿Puedo tomar el auto por un rato?

El Obispo Brother mira hacia arriba, con los ojos preocupados.

—¿Estás bien?

—Nervioso —dice honestamente—. Estoy bien. Yo solo... necesito ir a la iglesia


por diez minutos.

A su padre le gusta esta respuesta, pone las manos en sus hombros y las
apreta con un gesto de comprenderlo antes de entregar las llaves.
Sebastian quiere ir a la iglesia. Pero en cambio, gira a la izquierda, no a la
derecha, conduce en línea recta cuando debería girar y finalmente encuentra su
camino por el camino de tierra de SIN ACCESO. Aparca allí, sacando una manta
del maletero y mirando hacia el cielo azul, tratando de recordar las estrellas.

No es lo mismo aquí afuera ahora. Por un lado, es sofocante; El aire está lleno
de mosquitos. La segunda diferencia (la ausencia de un cuerpo largo a su lado) es
aún más notable. Se da diez minutos y luego veinte. Intenta despedirse de Tanner,
pero incluso cuando cierra los ojos y le pide a Dios las palabras correctas, para el
hechizo que abrirá su corazón, estas no vienen.

Sebastian aprendió en la gira que una de las responsabilidades de ser autor


publicado es tener redes sociales. Él tiene cuentas, pero permanecen en gran
parte inactivas, en parte porque la tentación es muy grande.

Hasta ahora se ha resistido, pero acostado en el capó de su auto, finalmente se


derrumba y abre Instagram, buscando el nombre de Manny. Desplazándose por
su lista de seguidores, encuentra lo que está buscando: tannbannthankyouman.

Una risa sale de él.

La cuenta de Tanner está desbloqueada, y Sebastian presiona su pulgar hacia


la imagen de perfil, expandiéndola. Es una idea terrible. Él lo sabe. Pero cuando
aparece la cara de Tanner, su corazón parece llenarse de agua tibia, dejando de
lado todo lo demás. Es una foto de Tanner sosteniendo una enorme flor
rosa. Obstruye la mitad de su rostro, pero sus pestañas parecen
tridimensionales. Sus ojos son luminosos, su cabello más revuelto que la última
vez que lo vio, la boca curvada en esa sonrisa singular y alegre.

El feed de Instagram de Tanner es aún más adictivo de lo que Sebastian


esperaba: una foto de él en el asiento trasero de su auto, pretendiendo estrangular
a su padre por detrás. Una foto de Hailey, profundamente dormida a su lado, con
la leyenda: NECESITO ALGUIEN QUE ME PROTEJA LUEGO DE ESTO
#SINARREPENTIMIENTOS. Una foto de una hamburguesa, algunos
extraterrestres terriblemente falsos, el Camry de Tanner estacionado en una acera
frente a un edificio llamado Dykstra Hall, y luego (Sebastian casi solloza en voz
alta) una foto de un sonriente Tanner parado en un dormitorio vacío, vestido con
una camisa de la UCLA.
El pulgar de Sebastian se cierne sobre el icono de "me gusta". Si lo toca,
Tanner lo vería. ¿Sería eso tan terrible? Tanner sabría que estaba pensando en
él. Tal vez en un tiempo podrían incluso seguirse, mantenerse en contacto, hablar.

Pero aquí es donde Sebastian se mete en problemas. En su cabeza nunca se


detiene con hablar. Le siguen llamadas telefónicas, reuniones, besos
y más. Porque incluso ahora, mientras la gente probablemente está llegando a su
casa (todos aquí para él) él todavía está pensando en Tanner.

En unas pocas semanas, recibirá el Sacerdocio de Melquisedec, y después de


eso irá al Templo, recibirá sus investiduras, y está pensando en Tanner. Intenta
imaginarse vistiendo sus prendas, algo que esperaba con ansias toda su vida. . .

Y no puede respirar.

Él es gay. Nunca será otra cosa. Esta noche, todos estarán esperando a que
Sebastian dé su testimonio y hable de cuán lleno de alegría está de haber sido
llamado a difundir la palabra de Dios donde sea que hayan elegido enviarlo, y él ni
siquiera sabe dónde encaja en la palabra de Dios ahora.

¿Qué está haciendo?

Cuando entra a su casa, se le hace agua la boca: huele a comida. Su madre se


acerca, le da un apretón y una galleta.

Ella se ve muy feliz, y Sebastian está a punto de arruinarlo todo.

Se aclara la garganta.

—Hola a todos.

No todos están aquí todavía, pero los importantes sí. Cinco caras sonrientes
giran en su dirección. Faith tira de su vestido y se endereza con orgullo cuando la
mira. Él recuerda lo que se siente, ser así de pequeño y ver a alguien cuando está
a punto de abrir su carta. Es como compartir una habitación con una celebridad.

Su corazón se astilla.

—Todos ustedes se ven tan bien esta noche.


Su madre se mueve para pararse cerca de la mesa del comedor. Su delantal
dice MANTEN LA CALMA Y SIRVE, y todo en lo que puede pensar es en la madre
de Tanner y su delantal arcoíris que avergonzó a su hijo, y lo que Sebastian daría
por tener unos padres que lo aceptaran por lo que era, sin importar qué.

—¿Sebastian? —dice su madre, dando un paso más cerca—. Cariño, ¿estás


bien?

Él asiente, pero siente un sollozo en la garganta.

—Lo siento. Lo siento… tanto. Pero creo que necesito hablar con mamá y papá
solo unos minutos.
EPILOGO
El otro día le hice una broma por teléfono a Autumn: No sé cuál es peor, Provo o
Los Ángeles. No lo entendió y, por supuesto, no lo hizo porque vive en un idílico
país de las maravillas que es Connecticut, con suéteres con coderas y medias
hasta la rodilla. (Ella está vistiendo así; no mates la fantasía.) Los Ángeles es
genial, no me malinterpretes. Es masivo. Crecí cerca de San Francisco, así que
conozco grandes ciudades, pero Los Ángeles es una cosa completamente
diferente, y UCLA es una ciudad dentro de una ciudad. Desde arriba, Westwood
Village es esta densa red de arterias y arteriolas dentro del enorme sistema
vascular de Los Ángeles, encajonado entre Wilshire y Sunset. Tuvieron que pasar
unas tres semanas antes de que dejara de sentir que me estaba ahogando en un
océano urbano.

Mamá, papá y Hailey vinieron aquí conmigo en agosto en lo que creo que todos
describiríamos como el peor viaje por carretera de toda la historia. En varios
puntos, estoy seguro de que cada uno de nosotros oró por el apocalipsis zombie
para acabar con nuestros seres queridos. En pocas palabras: a Hailey no le va
bien en espacios reducidos, papá conduce como un abuelo ciego y ninguno de
nosotros está de acuerdo con la música.

Continuando: la orientación de la universidad fue rápida. Hubo mucho


entrenamiento sobre cómo no ser un violador o morir de intoxicación por alcohol, y
creo que podemos estar de acuerdo en que es algo bueno para informar. Nos
enteramos del código de honor, una sugerencia pintoresca y bien intencionada en
comparación con la monstruosidad revestida de hierro impuesta en BYU. Tres
semanas después y no estoy seguro de recordar lo que hay en él, porque
claramente nadie escuchó.

Me asignaron a vivir en Dykstra Hall, lo que aparentemente no está mal porque


fue renovado hace unos años. Pero dada mi falta de experiencia previa en el
asunto, solo puedo decir: es un dormitorio. Camas gemelas, baños separados
para hombres y mujeres, con una larga fila de duchas en una pared y una larga fila
de inodoros en la otra. Salas de lavandería. Wifi. Mi compañero de cuarto, Ryker,
es fácilmente la persona más salvaje que he conocido. Es como el universo
dijo: Oh, ¿quieres dejar Provo por algo un poco más animado? Aquí tienes. Malas
noticias: festeja casi constantemente y apesta a cerveza. Buenas noticias: casi
nunca está aquí.

No necesitamos declarar una especialización hasta el segundo año, pero estoy


bastante seguro de que iré a Pre-medical9. Quién lo sabría, ¿verdad? Los
programas de ciencias aquí son geniales, y si soy de nivel menor en inglés, es un
gran equilibrio en cuanto a la carga del curso. Mírame, siendo proactivo.

La ciencia era una elección obvia, pero creo que todos sabemos que tampoco
puedo alejarme demasiado del inglés. Una, porque Autumn me ha entrenado muy
bien, sería casi un desperdicio dejar eso atrás. Pero dos, escribir me tocó algo que
no sabía que estaba allí. Quizás algo suceda realmente con este libro. Tal vez no
lo haga y me inspiraré nuevamente y escribiré otro. Lo que sea. Escribir es un
lazo, aunque tenue, con él. Ahora puedo admitir que necesito eso.

Él todavía está allí en casi cada paso que doy. En la primera fiesta a la que fui,
jugué el juego social y conocí a un par de personas, tomé algunas cervezas,
coqueteé aquí y allá, pero me fui a casa solo. Me pregunto cuándo pasaré este
dolor constante y realmente querré a alguien más. Ha habido situaciones en las
que pienso: Si no fuera por Sebastian, probablemente me habría juntado con
alguien esta noche. Pero yo lo quiero a él. Aunque parezca una locura pensar que
este libro es solo para mí, especialmente después de todo, es seguro decirlo aquí:
no he perdido la esperanza. Su reacción al verme en la librería se ha quedado
conmigo. Y dibujó un emoji de montaña en mi libro. Él me ama. Sé que lo hace.

O lo hizo.

Y estar aquí es diferente más que solo en la escala de la ciudad; No importa lo


que esté sucediendo en el resto del país, Los Ángeles es una ciudad amiga de los
homosexuales. La gente dice lo que es. La gente está orgullosa. Parejas de todas
las combinaciones caminan por la calle tomados de la mano y nadie parpadea. No
puedo imaginar que eso suceda en la calle promedio en la mayoría de las
ciudades pequeñas, definitivamente no en Provo. Los mormones generalmente
son demasiado agradables para decirte algo a la cara, pero habría una suave
ráfaga de incomodidad y juicio en el viento.

Ni siquiera sé dónde terminó Sebastian en su misión, pero estoy preocupado


por él. ¿Se está divirtiendo? ¿Es miserable? ¿Está metiendo una parte de su
corazón en una caja de seguridad solo para mantener felices a las personas en su
vida? Sé que uno no se puede contactar con él, así que no le estoy enviando

9
Una pista educativa que los estudiantes de E.E.U.U. y Canadá siguen antes de convertirse en
estudiantes de medicina.
mensajes de texto o correos electrónicos, así que solo para liberar la válvula de
presión en mi pecho, a veces escribo algo y me lo envío a mí mismo para que al
menos las palabras puedan salir de mí, para que dejen de robarme el aire.

Autumn me dijo que su madre estaba a organizando una fiesta pública de


Facebook para la apertura de la carta, pero no pude soportarlo. Asumí que
Autumn iría allí, siguiendo la acción, pero ella jura que no tiene idea de dónde
terminó. Sin embargo, incluso si estaba mintiendo, le hice prometer que no me lo
diga. ¿Y si está en Phoenix? ¿Y si está en San Diego? No podría evitar conducir
hasta allí y pasear por los vecindarios en busca del Hermano Brother, el chico más
atractivo del mundo, con su cabello suelto y sus mangas blancas, montando una
bicicleta.

A veces, cuando no puedo dormir y no puedo dejar de pensar en todo lo que


hicimos juntos, imagino que me rindo y le pregunto a Autumn dónde puedo
encontrarlo. Me imagino apareciendo donde sea que esté él, viéndolo con su
uniforme de misionero y su sorpresa al verme allí. Creo que yo diría: Me uniré a tu
religión, si estás conmigo, incluso en secreto, para siempre.

El primer fin de semana de octubre, llamo a Auddy como siempre: a las once del
domingo. Siempre existe el dolor al principio, la puñalada infligida por el tono
familiar de su voz. Curiosamente, incluso tan duro como decir adiós a mis amigos
en mi dormitorio, decir adiós a Autumn fue más difícil. De alguna manera odio no
haberle contado todo antes. Tendremos otros lugares seguros, pero fuimos el
primer espacio seguro del otro. No importa lo que digamos o las promesas que
hagamos, cambia de aquí en adelante.

—Tanner, Dios mío, espera, déjame leerte esta carta.

Honestamente, así es como ella responde. Ni siquiera puedo responder antes


de que ella ya haya dejado el teléfono un rato, para (yo supongo) alcanza el último
manifiesto de Bratalie.

Su compañera de cuarto es una reina del drama total, en realidad llamada


Natalie, que deja notas pasivas-agresivas en el escritorio de Autumn sobre el
ruido, el orden, la falta de intercambio de pasta de dientes que debería ocurrir, y la
cantidad de cajones de tocador que Autumn puede ocupar. Dato curioso: también
estamos bastante seguros de que se masturba cuando piensa que Autumn está
dormida. En realidad, esto no está relacionado con nada, pero lo encontré
realmente fascinante y requería muchos detalles antes de estar de acuerdo con la
teoría.

Su teléfono raspa una superficie antes de que ella regrese con un


brillante:

—Ohpordios.

—¿Una buena?

—Tal vez el mejor hasta ahora. —Auddy toma aire, riendo al exhalar. —
¿Recuerdas cómo te dije que estaba enferma a principios de semana?

Recuerdo vagamente el texto. Nuestro chat se llena bastante.

—Sí.

—Bien, está relacionado con eso. Bueno. ‘Querida Autumn’ —dice ella—
'Gracias de nuevo por traerme el desayuno la otra mañana. ¡Me sentí muy
enferma! Me siento tan idiota por decir esto...

Me río con incredulidad, anticipando hacia dónde se dirige esto.

—Oh Dios mío.

—‘Pero no puedo dejar de pensar en eso, así que solo necesito sacarlo. El
tenedor y el plato estaban sucios, con comida seca. Y luego pensé: ¿Autumn hizo
esto a propósito? Espero que no. Sé que a veces puedo ser quisquillosa, pero
quiero que estemos tan cerca para siempre como ahora...

—Wow, ella es delirante.

—'Así que pensé que simplemente te preguntaría. O tal vez solo quería hacerte
saber que lo sabía, y si fue intencional, fue algo desagradable de tu parte. Por
supuesto, si fue un accidente, simplemente ignora esto. Eres tan dulce. Xoxo, Nat.’

Me paso una mano por la cara.

—En serio, Auddy, encuentra un nuevo compañero de cuarto. Ella hace que
Ryker parezca apacible.
—¡No puedo! Por lo que he visto de otros que cambian de compañero de
cuarto, ¡es mucho drama!

—¿Esto no es drama?

—Lo es —ella acepta—, pero también hay un elemento de lo absurdo. Es


objetivamente fascinante.

—Quiero decir, estoy de acuerdo con su carta sobre migas de galletas. Te he


estado advirtiendo sobre esto durante años. ¿Pero un tenedor y un plato sucio
cuando traes comida a su cama estando enferma?

Ella ríe.

—No es como si ella no comiera en el comedor. Todos los platos son bastante
feos.

—¡Cómo se atreven! ¿No saben que son Yale?

—Cállate. ¿Cómo está Los Ángeles?

Miro por la ventana.

—Soleado.

Auddy gime.

—¿Buen fin de semana? ¿Alguna cosa interesante?

—Jugamos con el estado de Washington ayer, así que muchos de nosotros


fuimos.

—¿Quién te habría vinculado como fanático del fútbol?

—No diría fan tanto como consciente de las reglas tácitas. —Me recuesto en la
silla de mi escritorio, rascándome la mandíbula. —Algunos chicos en Hedrick
estaban teniendo una fiesta anoche. Fui con Breckin. —Mi primer y más cercano
amigo hasta ahora, Breckin escapó de un pequeño pueblo de Texas, y por alguna
extraña coincidencia es (1) gay y (2) mormón. No podría inventar esto si lo
intentara. También es inteligente como el infierno y lee casi tan vorazmente como
Autumn. Me enamoraría si mi corazón no estuviera ya tomado. —Día muy
divertido. No lo sé. ¿Qué hiciste?
—Deacon tuvo una carrera ayer, así que estábamos en eso.

Deacon. Su nuevo novio, y una deidad en el equipo de remo, aparentemente.

Hay un pequeño rizo de celos allí. No puedo negarlo. Pero, sobre todo, suena
como un tipo genial. Es irlandés y está totalmente enamorado de Autumn, así que
ya me gusta. Incluso me envió un mensaje de texto la semana pasada para
preguntarme qué pienso que debería conseguirle él para su
cumpleaños. Reclutando al mejor amigo: movimiento inteligente.

—Te extraño —le digo.

—Yo también te extraño.

Intercambiamos los detalles del viaje de Acción de Gracias, prometemos hablar


la próxima semana y colgamos, con cariño.

Durante unos quince minutos después de colgar, me siento triste.

Pero luego veo a Breckin en mi puerta con un disco volador.

—¿Ahora por cuál? —pregunta.

Gracias a una jarra de tónicos de vodka y una maratón de Breaking Bad una
noche en mi habitación, él lo sabe todo.

—Ambos.

Agita su disco volador.

—Vamos. Está lindo afuera.

Ha habido algunos momentos en mi vida en los que creo haber sentido un poder
superior. La primera fue cuando tenía seis años y Hailey tenía tres. Es mi primer
recuerdo claro; Tengo algunos borrosos de antes, de tirar pasta o mirar mi techo
por la noche mientras mis padres me leían un libro, pero este fue el primero en el
que cada detalle parece haber sido tatuado en mi mente. Mamá, Hailey y yo
estábamos en un TJ Maxx. Los bastidores estaban tan juntos y repletos de ropa
que era casi imposible pasar sin frotar contra algo de lana, seda o mezclilla.

Hailey estaba siendo juguetona y tonta, y se escondió un par de veces en un


estante que mamá estaba viendo. Pero luego ella
desapareció. Completamente. Durante diez minutos corrimos gritando su nombre
con creciente histeria, escarbando en cada barra, estante y estante de la
tienda. No pudimos encontrarla. Alertamos a las vendedoras, que llamaron a
seguridad. Mamá estaba histérica. Yo estaba histérico. Nunca había hecho algo
así antes, pero cerré los ojos y rogué, no a una persona, ni a un poder, tal vez solo
al futuro, que ella estuviera bien. Solo unas pocas semanas antes, había
aprendido la palabra "secuestro", y parecía volver a conectar mi cerebro para
poder ver todo a través de la lente de un posible escenario de secuestro.

Me sentí mejor cuando lo dije una y otra vez, por favor, que esté bien, que esté
bien, que esté bien, y tal vez por eso siempre tuvo sentido para mí más tarde,
cuando Sebastian dijo que se sentía mejor cuando rezaba. Sabía que estaba
indefenso, pero aún sentía que mis buenas intenciones tenían poder, que podían
cambiar la trayectoria de lo que le había sucedido a mi hermana.

Siempre recordaré la calma que me invadió. Seguí repitiéndomelo para mí, y fui
y abracé a mamá mientras las vendedoras corrían histéricamente, y mi calma se
trasladó a ella, y nos quedamos allí, respirando y silenciosamente creyendo que
ella estaba cerca en algún lugar mientras la seguridad gritaba órdenes a través de
sus los walkie-talkies y las vendedoras revisaron cada cuarto trasero. Estuvimos
allí hasta que Hailey salió de un estante polvoriento en la parte trasera de la
tienda, con una sonrisa enorme y orgullosa y gritando:

—¡HAILEY GANÓ!

Ha habido otros tiempos también. La sensación de que hay alguien


advirtiéndome del mar en un día en que la playa está cerrada por marejadas
peligrosas. El alivio relajante de estar tan molesto por algo y, en un instante, poder
dejar de recorrer los escenarios catastróficos y respirar, preguntándome qué fue lo
que detuvo el pánico en espiral y me recordó que me relajara. A veces son
pequeños momentos, a veces son grandes, pero siempre sentí que eran solo
parte de ser humanos, de ser criados por humanos reflexivos.

Aun así, ser criado por humanos reflexivos no explica lo que sucedió ese
domingo por la tarde. Breckin y yo salimos con el frisbee en la mano. Fue
increíble, veintitrés grados sin viento, sin nubes. La extraña capa marina que se
cierne hasta la hora del almuerzo se había evaporado, y el cielo era de un azul
irreal, del tipo que todo turista nota y menciona. El brillante Frisbee verde de
Breckin lo atravesó, yendo y viniendo entre nosotros. Esquivamos a las personas
en el césped, disculpándonos cuando el Frisbee aterrizó a los pies de alguien o,
una vez, golpeó su espinilla. Comenzamos con el sol a nuestra izquierda, pero
cuando lanzamos, perseguimos y atrapamos, terminé con el sol directamente en
mis ojos.

Probablemente lo estoy romantizando ahora; de hecho, en mis momentos más


ateos, sé que lo estoy romantizando, aunque en otros momentos, estoy menos
seguro, pero en retrospectiva, veo el patrón de nuestro juego como este bucle,
espirógrafo meticuloso. Con cada uno de los lanzamientos de Breckin que
atrapaba, cambiaba en cuestión de grados precisos: diez, quince, veinte, treinta,
hasta que había rotado exactamente noventa grados desde donde comencé.

Todos tienen una forma de andar, tan única y reconocible como una huella
digital. El andar de Sebastian siempre era erguida, sin prisas y cuidadosa: cada
paso, incluso como el anterior. Yo conocía sus hombros, anchos, musculosos, y la
forma en que su cabeza descansaba sobre su cuello, la barbilla en una especie de
porte elegante. Sabía que caminaba con el pulgar derecho metido flojamente en la
palma de su mano, de modo que siempre parecía un poco como si estuviera
cerrando un puño con la mano derecha mientras la izquierda colgaba a su lado,
relajada.

Y allí estaba, pero a contraluz. Ninguno de sus rasgos era visible, solo su
caminar, viniendo hacia mí.

Breckin arrojó el Frisbee, y mis ojos abiertos y penetrantes captaron el corazón


del sol, y el disco pasó directamente a mi lado.

Cuando el punto brillante finalmente se disolvió de mi visión, volví a mirar a


Breckin. La figura estaba más cerca ahora, pero no era Sebastian después de
todo. Era alguien más con una gran postura, mentón, puño suelto y diestro.

Alguien parecido, pero no él.

Recuerdo haber aprendido en biología en el undécimo grado que las neuronas


que indican dolor, llamadas fibras C, en realidad tienen algunos de los axones de
conducción más lenta. La sensación de dolor tarda más en llegar al cerebro que
casi cualquier otro tipo de información, incluida la conciencia de que viene el
dolor. La maestra nos preguntó por qué pensamos que esto podría ser
evolutivamente ventajoso, y parecía tan simple en ese momento: necesitamos
poder escapar de la fuente del dolor antes de que estemos debilitados.

Me gusta pensar que así es como de alguna manera ya me preparé contra el


dolor de la realización. En este caso, la luz cegadora del sol me alcanzó primero,
advirtiéndome de la dolorosa señal que se avecinaba: esperanza. Me recuerda
que, por supuesto, no podría ser Sebastian. Yo estaba en Los Ángeles. Él estaba
en otro lugar, reuniendo almas. Por supuesto que no estaba allí.

Nunca va a estar aquí, pensé. Él nunca regresará.

¿Estaba de acuerdo con eso? No. Pero extrañarlo todos los días por el resto de
mi vida fue aún más fácil que la pelea que Sebastian tuvo: meterse dentro de una
caja todas las mañanas y meter esa caja dentro de su corazón y rezar para que su
corazón siguiera latiendo alrededor del obstáculo. Todos los días podía ir a clase
exactamente como la persona que soy, conocer gente nueva y salir más tarde
para tomar un poco de aire fresco y frisbee. Todos los días agradecería que nadie
que me importe me pregunte si soy demasiado masculino, demasiado femenino,
demasiado abierto, demasiado cerrado.

Todos los días agradecería lo que tengo y puedo ser quien soy sin ser juzgado.

Así que todos los días pelearía por Sebastian, y las personas en el mismo bote,
que no tienen lo que yo hago, que luchan por encontrarse en un mundo que les
dice que los blancos, heteros y delgados son los primeros en el juego de la vida en
el patio de la escuela.

Mi pecho estaba congestionado de arrepentimiento, alivio y resolución. Dame


más de eso, pedí a quien estaba escuchando, ya fuera Dios, Oz, o las tres
hermanas del Destino. Dame esos momentos en los que creo que volverá. Puedo
soportar el dolor. El recordatorio de que no volverá, y por qué, me mantendrá
luchando.

Cogí el frisbee y se lo tiré a Breckin. Lo atrapó con una mano y salté de lado a
lado, con los codos hacia afuera, revitalizado.

—Hazme correr.

Levantó la barbilla, riendo.

—Amigo, ten cuidado.

—Estoy bien. Tíralo.

Breckin volvió a sacudir la barbilla, con más urgencia.

—Vas a golpearlo.

Sorprendido, bajo los codos, girando para disculparme con quien estuviera allí.
Y él estaba allí, tal vez a dos pies de mí, inclinándose hacia atrás como si de
hecho pudiera darle un codazo en la cara.

Perdiendo el control de mis piernas en un instante, me senté en el césped. Ya


no estaba retroiluminado. No había halo de sol detrás de él. Solo cielo

Se agachó, apoyando los antebrazos sobre los muslos. La preocupación bajó


las cejas y frunció los labios con el ceño fruncido.

—¿Estás bien?

Breckin trotó.

—Amigo, ¿estás bien?

—Q-q-q…—Comencé, y luego dejé escapar una exhalación


larga y temblorosa. — ¿Sebastian?

Breckin retrocedió lentamente. No sé a dónde fue, pero mirando hacia atrás, el


resto era solo yo y Sebastian, y una enorme extensión de hierba verde y cielo
azul.

—¿Sí?

—¿Sebastian?

Oh Dios. La sonrisa dulcemente arrogante, la broma en la que todos pueden


estar.

—¿Sí?

—Juro que te imaginé caminando desde el otro lado del patio y pensé que Dios
me estaba dando una lección de vida, y no de que veinte segundos después estás
parado allí.

Extendió la mano y tomó mi mano.

—Hola.
—Se supone que debes estar en Camboya.

—Cleveland, de hecho.

—En realidad no lo sabía. Acabo de inventarlo.

—Lo supuse. —Él sonrió de nuevo, y la vista se dedicó a construir un andamio


alrededor de mi corazón. —No fui.

—¿No deberías estar en la cárcel mormona?

Él se rió, sentándose y mirándome. Sebastian. Aquí. Tomó mis manos entre las
suyas.

—Estamos trabajando en los detalles de mi libertad condicional.

Las bromas cayeron en mi cabeza.

—En serio. Yo... —parpadeé, mareado. Se sentía como si el mundo se


estuviera enfocando demasiado lentamente. —Ni siquiera sé lo que está pasando.

—Volé a Los Ángeles esta mañana. —Estudió mi reacción, antes de agregar—:


Para encontrarte.

Recordé el día que lo encontré fuera de mi casa, desollado por el silencio de


sus padres. El pánico se arrastró por mi cuello. Fue mi turno de preguntar:

—¿Estás bien?

—Quiero decir, el aeropuerto de Los Ángeles es una especie de pesadilla.

Me mordí el labio, luchando contra una sonrisa, luchando contra un sollozo.

—Lo digo en serio.

Hizo un pequeño asentimiento de lado a lado.

—Estoy yendo a ese punto. Sin embargo, es mucho mejor verte. —Una
pausa. —Te extrañé. —Miró hacia el cielo y luego otra vez hacia mí. En su viaje
de regreso, sus ojos estaban vidriosos y apretados. —Te extrañé mucho. Tengo
mucho perdón que ganar. Si me dejas.

Las palabras eran un desastre revuelto en mi cabeza.


—¿Qué pasó?

—Verte en la firma de libros realmente me sorprendió. Fue como ser sacudido


despierto. —Entrecerró los ojos del sol. —Fui a mi gira de libros. Leo tu libro casi
todos los días.

—¿Qué?

—Comenzó a sentirse como un nuevo libro sagrado. —Su risa fue dulcemente
autocrítica. —Eso suena loco, pero lo hizo. Fue una carta de amor. Me recordó
todos los días quién soy y cuánto me amaban.

—Eres amado.

Inhaló bruscamente ante esto, y luego agregó, con voz más baja:

—Unas semanas después de que llegué a casa desde Nueva York, llegó mi
carta, mi llamado a la misión. Mamá planeó esta gran fiesta. Probablemente había
cincuenta personas viniendo a nuestra casa, y más esperando ver en Facebook.

—Autumn me lo dijo. Creo que ella lo vio, pero no le dejé que me contara nada.

Tragó saliva, sacudiendo la cabeza.

—No lo hicimos al final. Esa noche les dije a mis padres que no creía que
pudiera ir. Quiero decir —corrigió—, sabía que podía hablar con la gente sobre la
iglesia, mi testimonio y lo que nuestro Padre Celestial quiere para nosotros. —Se
inclinó, presionando su boca contra mis nudillos, con los ojos cerrados. Se sentía
como adoración. —Pero no pensé que podría hacerlo de la manera que ellos
querían: alejado de ti y ellos, y tratando de ser alguien que no soy.

—¿Entonces no vas a ir?

Él negó con la cabeza, sus labios rozaron el dorso de mi mano.

—También me retiré de BYU. Probablemente me transfiera a otro lugar.

Esta vez, la esperanza venció cualquier otra reacción al golpe:

—¿Aquí?
—Ya veremos. El avance en mi libro me está dando un respiro. Tengo algo de
tiempo para pensar.

—¿Qué hay de tu familia?

—Es un desastre en este momento. Estamos trabajando en acercarnos el uno


al otro, pero no sé cómo será. —Él inclinó la cara hacia arriba, haciendo una
mueca. —No lo sé todavía.

Quiero esta carga, pensé. Y tal vez eso es lo que acaba de suceder. Quizás me
lo gané. Quiero ser al menos en parte responsable de mostrarle que lo que podría
perder se compensa con ser dueño de su vida, por completo.

—No tengo miedo de tener algo de trabajo por delante.

—Yo tampoco. —Él me sonrió, mostró sus dientes contra mi mano, y con su
gruñido juguetón, la sangre salió a la superficie de mi piel.

Me tomé diez segundos, con los ojos cerrados, para calmarme. Inhalé y exhalé,
y dentro y fuera, y dentro y fuera, y dentro y fuera.

Y luego me incliné hacia adelante, atacando, abordándolo. Cayó hacia atrás


sorprendido, y aterricé en la parte superior, mirando sus amplios y brillantes ojos
color de lago. Mi corazón latía contra mi esternón, golpeaba contra el suyo,
golpeando la puerta para que entrara.

—Estás aquí —le dije.

—Estoy aquí. —Miró a su alrededor donde nos tumbamos en la hierba,


instintivamente. Ni una sola persona estaba prestando atención.

Entonces me dejó besarlo, solo una vez. Sin embargo, lo hice bueno,
ofreciendo mi labio inferior.

—Estás aquí —dijo. Sentí sus brazos deslizarse alrededor de mi cintura, las
manos uniéndose en mi espalda baja.

—Estoy aquí.

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