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Autoboyography
Autoboyography
Ella debió de estar de acuerdo con la edición porque los dejó allí.
Ladeo mi cabeza para verla.
—¿Por qué estas preocupada? Es mi horario.
—No estoy preocupada— dice, aplastando una pila de galletas —. Pero sabes
que tan rápido se llenan las cosas. No quiero que termines con Hoye para
Química Orgánica porque el da el doble de tarea y eso acabaría con mi vida
social.
Eso es medio verdad. Tener a Hoye para Química haría que su vida social
terminará (soy el único con carro; hago de chofer para ella casi todo el tiempo)
pero lo que Autumn realmente odia es que deje las cosas para último minuto y
entonces me las arregle para tener lo que quiero de todas formas. Ambos somos
buenos estudiantes a nuestra manera. Ambos somos estudiantes de honor y
ambos fuimos los mejores en nuestros exámenes de ingreso. Pero donde Autumn
con tarea es como un perro con su hueso, yo soy más como un gato descansando
en una ventana soleada; si la tarea está al alcance y es algo interesante, con
mucho gusto la haré.
—Bueno, tu vida social es nuestra prioridad. —Cambio mi peso, sacudiendo un
rastro de migajas de galleta pegadas a mi antebrazo. Dejaron una marca ahí,
pequeñas y rojas muescas en la piel, de la misma forma que la grava lo haría. Ella
podría pararse a propagar algo de su no obsesión para limpiar el cuarto. —
Autumn, Dios. Eres una cerda. Mira esta cama.
Ella responde a esto empujando otro montón de Ritz en su boca, derrumbando
otro sendero sobre sus sabanas de la Mujer Maravilla. Su rojizo cabello es una pila
alborotada sobre su cabeza y esta vistiendo el mismo pijama de Scooby-Doo que
tenía desde los catorce. Sigue quedándole… en su mayoría.
—Si alguna vez metes a Eric aquí— digo —, estará horrorizado.
Eric es otro de nuestros amigos y uno de solo un puñado de niños no-
mormones en nuestro grado. Supongo que Eric es técnicamente mormón, o al
menos sus padres lo son. Ellos son los que la mayoría de la gente llamaría
“Mormón Jack”. Beben (ambos, alcohol y cafeína), pero siguen razonablemente
involucrados en la iglesia. Lo mejor de ambos mundos, dice –aunque es fácil ver
que los otros estudiantes mormones en la escuela Provo no están de acuerdo.
Cuando sale el tema, Mormón Jack es lo mismo que no ser un mormón para nada.
Como yo.
Unas pocas motas secas de galleta vuelan fuera cuando Autumn tose, fingiendo
repulsión.
¿Ven lo que quiero decir? Ella tiene este curso en un pedestal y es tan nerd que
me hace un poco protector de la Futura Autumn, cuando está en el mundo,
luchando en sus batallas de Chica Inteligente Hermione. Le doy mi mejor sonrisa.
—Bueno.
—¿Estás preocupado por tener algo original? —pregunta ella—. Yo podría
ayudarte.
—Oh, vamos. Me mudé aquí cuando tenía quince años, lo cual creo que
podemos estar de acuerdo en que es el peor momento para mudarse desde Palo
Alto, California, hasta Provo, Utah, con brackets y sin amigos. Tengo historias.
Sin mencionar que soy un chico bisexual medio-judío en una ciudad extraña y
mormona.
No digo esa última parte, ni siquiera a Autumn. No fue gran cosa en Palo Alto
cuando, a las trece, me di cuenta de que me gustaba la idea de besar a chicos
tanto como besar a chicas. Aquí, sería un gran problema. Ella es mi mejor de lo
mejor, sí, pero no quiero arriesgarme a decírselo y descubrir que solo es
progresivo en teoría y no cuando un chico bisexual está pasando el rato en su
habitación.
—No fue exactamente así. Fui a su oficina, charlé un poco, lo actualicé con
quienes son mis amigos y luego firmó mi tarjeta de ingreso.
Me encuentro en silencio, y cuando me doy vuelta, me doy cuenta de que ella
ha caminado en la otra dirección, hacia un lado de la entrada.
—¡Te veré en el almuerzo, mejor amiga! —le digo. Ella levanta su dedo medio.
El calor dentro del pasillo es el cielo, pero aquí hace mucho ruido y los pisos
están empapados de suciedad, de nieve derretida que sale de las botas. Maldigo
por el pasillo hacia mi casillero, ubicado como un sandwich entre los de Sasha
Sanderson y Jack Thorne, dos de las personas más atractivas de Provo High.
Socialmente, las cosas aquí son mixtas. Incluso dos años y medio después,
todavía me siento como el chico nuevo, y es probablemente porque la mayoría de
los estudiantes aquí han ido juntos a la escuela desde el jardín de niños y viven
dentro de unos pocos barrios, es decir, están en la misma congregación y se ven
en un millón de actividades de la iglesia fuera de la escuela. Básicamente tengo a
Auddy, Eric y algunos otros amigos que resultan ser mormones, pero geniales, no
nos vuelven demasiado locos y sus padres no se preocupan de que los estamos
corrompiéndolos. De vuelta en Palo Alto, en mi primer año, estaba saliendo con
otro chico por unos cuantos meses y tenía un grupo completo de amigos que
conocía desde el jardín de niños que no parpadearon cuando me vieron
sosteniendo la mano de Gabe. Desearía haber apreciado más esa libertad en ese
momento.
Aquí, las chicas coquetean conmigo, claro, pero la mayoría son mormonas y
nunca, ni en un millón años, se les permitirá salir conmigo. La mayoría de los
padres mormones esperan que sus hijos se casen en su Templo, y eso
simplemente no puede suceder con alguien como yo, un no-miembro. A menos
que me haya convertido, lo cual. . . nunca va a pasar. Toma a Sasha por ejemplo.
Siento que algo se está gestando entre nosotros; ella es súper coqueta y sensible,
pero Autumn insiste en que nunca podría ir a ninguna parte en mayor medida, lo
mismo pasa con mis posibilidades aquí con chicos, mormones o no; No puedo
probar esas aguas en Provo. Me he enamorado de Jack Thorne desde el décimo
grado, pero está fuera de los límites por tres razones importantes: (1) masculino,
(2) Mormón, (3) Provo.
Antes de que ella se enojara conmigo esta mañana, Auddy me entregó, sin
comentarios, una hoja brillante con pegatinas de dinosaurios Entonces, sin duda,
los guardé en el bolsillo; Se sabe que Autumm me regala cosas que son de
utilidad en algún momento desconocido en el tiempo, y sigo adelante cuando abro
mi casillero, me doy cuenta de su motivo: Soy notablemente malo por recordar mi
horario de días A y B: acá tenemos un horario de clase de días alternos, con
períodos uno a cuatro en algunos días y períodos cinco a ocho en otros, cada
semestre necesito pegar mi horario en mi casillero, y cada semestre me encuentro
sin ninguna cinta.
—Eres brillante —dice Sasha, viniendo detrás de mí para ver mejor lo que estoy
haciendo—. Y ohdiosmio, eres tan lindo. ¡Dinosaurios! Tanner, ¿tienes ocho
años?
—Autumm me los dio.
Escucho la reacción de Sasha de esto con su silencio, lo no dicho, ¿Ellos están
o no? Todos se pregunta si Autumn y yo estamos saliendo casualmente. Como
siempre, lo dejo sin respuesta. Su sospecha es algo buena. Sin darse cuenta,
Autumm ha sido mi protegida.
—Bonitas botas —le digo. Alcanzan una altura sugerente: justo más allá de sus
rodillas. Me pregunto de quién es la atención que más busca aquí: los chicos de la
escuela o sus padres en casa. Le doy un una pegatina de dinosaurio y un beso en
la mejilla mientras me alejo por el pasillo con mis libros.
Con las manos entrelazadas frente a él, Fujita se balancea sobre sus talones.
—Seb tiene un muy ocupado horario, por supuesto —gimo mentalmente. Seb.
—Pero él y yo sentimos que su experiencia puede beneficiar a cada uno de
ustedes. Creo que él los inspirará. Después de tomar este mismo curso, solo tiene
diecinueve años y sigue su camino hacia una prestigiosa carrera literaria. —
Inclinándose, Fujita agrega confidencialmente. —Por supuesto, he leído su novela,
es impresionante. ¡Maravilloso!
—¿Ha oído hablar de Christopher Paolini? —le susurro a Autumn.
Ella suelta un cállate por medio de una mirada helada.
Fujita toma una pila de papeles de una carpeta rota y comienza a repartirlos.
—Asumo que podemos saltarnos el por qué están aquí. Están aquí para escribir
un libro, ¿verdad? —Casi todos asienten con entusiasmo. —Y lo harán. Cuatro
meses no es mucho tiempo, es cierto, pero lo lograrán. Lo resolverán. Es por eso
que estoy aquí. Vamos a empezar a correr. —Se abre paso por la habitación. —
Tengo una sugerencia en lista de lectura, y tengo una variedad de recursos sobre
cómo comenzar y qué tipos de procesos de escritura están ahí afuera, pero en
verdad, la única forma de escribir un libro es escribirlo. Como sea que lo hagan,
ese es su proceso.
Miro el programa de estudios y el cronograma de redacción propuesto que él ha
colocado en mi escritorio y siento calor en la frente, siento ese hormigueo de
pánico en mi cuello.
Tengo esta semana para tener una idea.
Una semana.
Cuando siento la atención de Autumn sobre mí, me giro y le doy una sonrisa
fácil. Pero aparentemente, no es tan fácil como espero; su propia sonrisa vacila,
crujiendo a un lado.
—Puedes hacer esto —dice en voz baja, viendo directamente a través de mí.
Pídeme que diferencie las funciones trigonométricas y lo lograré. Dame un kit
de modelado molecular y te construiré el compuesto orgánico más hermoso que
hayas visto. Pero, ¿pedirme que saque algo directamente desde mi instinto y
compartirlo con el mundo? Caos mental. No me gusta especialmente trabajar,
pero en desacuerdo con esto, está mi otro odio de hacer un mal trabajo en algo.
Nunca he tratado de ser creativo antes y me doy cuenta ahora que estoy sentado
aquí.
Para empeorar las cosas, Fujita agrega:
—Ahora, la experiencia me dice que la mayoría de ustedes ya tiene una idea
mente. Pero durante la próxima semana, Sebastian y yo les ayudaremos a
perfeccionarlo. Pulirlo. Y luego, pueden sumergirse bien en él.
Ni siquiera puedo disfrutar de que haya repetido textualmente el eslogan
inspirador del cartel de Autumn, porque por primera vez en…bueno, en general,
siento que estoy sobre mi cabeza.
Autumn desliza mi borrador He-Man nuevamente sobre mi escritorio y lo usa
como excusa para apretar mi mano.
La puerta lateral se abre y las sillas rozan suavemente la madera dura mientras
la gente se da vuelta. Todos sabemos quién es, pero miramos de todos modos.
La única vez que vi a Autumn borracha fue el verano pasado, que también fue solo
una vez que admitió estar enamorada de mí. Pensé que habíamos estado en la
misma página después de nuestra sesión de besos hace dos años, pero
aparentemente no. Algún tiempo después de beber cuatro limonadas fuertes de
Mike, pero antes de sacudirme, despertó en su piso y me rogó con un aliento
borracho para olvidar todo, dijo, balbuceó durante una hora sobre los sentimientos
secretos que había estado albergando en los últimos años. Desde la neblina de mi
propia embriaguez y la maraña de su incoherencia alimentada con alcohol, solo
recuerdo tres oraciones claras:
Tu cara tiene sentido para mí.
A veces tengo la extraña sensación de que no sería suficiente para ti.
Te quiero, pero solo un poco.
Siendo quienes somos, la única forma de superar el potencial de incomodidad
profunda después, fue bromear sobre eso durante una semana sólida.
Te quiero, pero solo un poco se convirtió en nuestro nuevo lema de mejores
amigos. Autumn trató de explicar la lógica de que mi cara tiene sentido para ella
varias veces sin éxito real, algo sobre la simetría de las características y cómo le
complacen a ella en un nivel instintivo, pero sigue siendo uno de mis personajes
favoritos cuando la veo estresarse por algo. Solo digo:
—Auddy, cálmate; tu cara tiene sentido para mí. —Y ella se rompe. Cada vez,
se reírse a carcajadas.
La segunda oración (A veces tengo la extraña sensación de que no sería
suficiente para ti) golpea demasiada cerca de casa. Aunque había estado
trabajando en el nervio para hablar con ella sobre lo que soy, después de que ella
dijo esto, cambié mi pensar. Las palabras de Auddy vibraron ese acorde disonante
dentro de mí, el conflicto interno sobre lo que significa ser bisexual. Hay un
demonio en un hombro, la percepción ignorante que tengo de todos lados, ambos,
dentro y fuera de la comunidad, quienes dicen que la bisexualidad realmente se
trata de indecisión, que es imposible para los bisexuales estar satisfechos con una
persona y la etiqueta es una forma de no comprometerse y entonces está el ángel
en el otro hombro, a quien los libros y folletos que son positivos me animan a
creer, decir que no, lo que significa es que estoy dispuesto a enamorarme de
alguien, estoy feliz de comprometerme pero las partes específicas no importan
tanto como la persona.
Pero como nunca me he enamorado y nunca he sentido ese dolor de garra por
ninguna persona, nunca sé cuál de ellos terminará teniendo razón. Cuando
Autumn dijo eso sobre no ser suficiente para mí, lo dejé pasar y fingí que no lo
recordaba. El problema es que sí recuerdo. De hecho, me obsesiono con eso,
mientras pretendo que no estoy esperando dolorosamente el momento en que
alguien me derribe, me hace sentir seguro de ellos de una manera que nunca he
estado seguro de nada en toda mi vida.
Entonces, cuando Sebastian Brother entra a nuestra clase y me ve y yo lo veo,
tengo la sensación de estar cayendo de lado de mi silla.
Estoy borracho.
Y ahora sé a qué se refería Autumn con los rostros.
Lo he visto antes, en los pasillos de la escuela, pero nunca presté mucha
atención: Es uno de los niños perfectos, mormón ejemplo, hijo de un obispo y, por
lo que puedo decir, increíblemente devoto.
Pero aquí parece que no puedo apartar mi atención. Sebastian ya no es un
niño. Noto su definida mandíbula y ojos almendrados torcidos, mejillas rojizas y
moviendo ansiosamente la manzana de Adam mientras traga bajo el peso de
nuestras miradas
—Hola, chicos. —Da un pequeño gesto, caminando vacilante, entrando en la
habitación para estrechar la mano de Fujita.
Los ojos del aula lo siguen como una mira.
Para cualquier otra familia con dos ingresos de seis cifras, apenas recortado en
South Bay, la decisión hubiera sido bastante fácil de tomar. ¿Un aumento salarial
en un lugar donde el costo de vida podría caber en nuestro pequeño armario en
Palo Alto? Hecho. Pero, por el pasado de mamá, la decisión de mudarnos fue
agonizante. Aún puedo recordar escuchar a mis papás discutiendo tarde en la
noche mientras se suponía que Hailey y yo estuviéramos dormidos. Papá pensó
que era una oportunidad que ella no podía rechazar, y una que podría alimentar su
imaginación. Mamá aceptó—aún preocupada sobre cómo esto podría afectar a
sus hijos.
En particular, ella estaba preocupada sobre cómo esto podría afectarme a mi.
Dos meses antes de que la oferta apareciera, yo admití ser bisexual a mis padres.
Bueno, “admitir” sería darme mucho crédito. Para su proyecto de posgrado, mamá
creó un software indetectable que ayudó a los empleadores a mantener un
constante seguimiento de lo que sus empleados estaban haciendo. Resultó ser
amigable con los usuarios y tener una buena interfaz que se creó una versión para
el consumidor que fue vendida casi a todas las casas con una computadora en
funcionamiento en los Estados Unidos. Debí haber sumado dos más dos y darme
cuenta que mis padres la estarían usando en la nuestra red doméstica de nuestra
casa antes de descubrir que podía transmitir porno en mi teléfono.
CORAJE ES SER TÚ MISMO TODOS LOS DÍAS EN UN MUNDO QUE TE DICE QUE
DEBES SER ALGUIEN MÁS.
Autumn encontró algunos de ellos aquí y allá con el tiempo, pero se encogía de
hombros con un murmullo de “San Francisco, hombre”.
Hola, chicos.
Cierro todas las ventanas del navegador de mi teléfono antes de caer en las
peores redes sociales de acecho posibles: la búsqueda inútil de su Snapchat o
Instagram. Incluso la idea de tropezar sobre una selfie de un Sebastian soñoliento
sin camisa causa estragos en mi sistema nervioso.
Mamá sostiene una horrible camisa con temática del lejano oeste sobre mi
pecho.
—No.
—Estoy segura que Tanner va a amar ayudarte con Cálculo. —Mamá dijo, y
sentí a Autumn girar los ojos en mi dirección. —¿Qué hay de ti, cariño?
Me apoyé contra el estante, cruzando mis brazos por sobre la barra de plata.
—Añadí Biología después del almuerzo, y ahora tengo sueño el último período.
El pelo de mamá es liso y estaba atado en una colita, y ella cambió sus ropas
de trabajo por unos jeans y un suéter. Ella se veía más joven vestida así, y si
Hailey abandonara su cosa por Wednesday Addams, ella y mamá se verían como
hermanas.
Como si fuera una señal, Hailey se materializó detrás de mí, dejando caer un
montón de ropa negra en los brazos de mamá.
—No me gustaron ninguno de los pantalones, pero esas remeras son geniales
—ella dijo. —¿Podemos comer? Me estoy muriendo de hambre.
Mamá miró la carga en sus brazos. Pude verla contar hasta diez mentalmente.
Desde que tengo memoria, nuestros padres nos han animado a ser nosotros
mismos. Cuando empecé a cuestionarme mi sexualidad, me dijeron que el amor
que tenían por mi no dependía en dónde metía mi pene.
—¿Quién es?
—Sebastian Brother.
—Cállate, Tanner.
—Hailey.
Mamá me dio una remera de cachemir que era tan horrible que no la quise ni
ver. Ella la empujó contra mi pecho otra vez, dándome su mirada de madre.
—Oh, él lo vendió, ¿no? —le preguntó a Autumn.
Autumn asintió.
—Espero que se convierta en una película y él esté en ella. Él tiene ese suave
cabello y su sonrisa… Dios.
—Es un chico que se ruboriza rápido —dije antes de que pudiera pensar algo
que mejor que decir.
Junto a mí, mamá se puso rígida. Pero Auddy no pareció escuchar nada
extraño sobre lo que dije.
—Sí, totalmente.
Ella estaba mirando a Autumn cuando dijo eso, pero yo sabía sin necesidad de
preguntar que ella estaba hablando de mí.
—No, no, fui yo. —Su voz es baja y tranquila, y tiene un ritmo hipnótico por ello.
Me pregunto si algún día dará sermones con esa voz, si él juzgará con esa voz.
—Fujita dice que debería trabajar más cerca tuyo —dijo, y ahí me di cuenta de
que él estaba viniendo para hablar conmigo. El sonrojo apareció en mis mejillas en
una cálida floración. —Él dijo que parecías, um, un poco atrás en la etapa de
elaboración y que debería intercambiar ideas contigo.
Los nervios y el querer defenderme crearon una extraña fusión en mis venas.
Nosotros tuvimos solo tres clases, ¿y ya estoy atrasado? ¿Y escucharlo de él?
¿Este conservador que constantemente da charlas sobre la Biblia que no puedo
sacar de mi cabeza? Me reí, muy fuerte.
—Estoy bien. En serio. Me pondré al día este fin de semana. No quiero que
pierdas tiempo.
—No me importa, Tanner. —Él tragó, y noté, por primera vez, cuan largo era su
cuello, lo suave que era.
Había esperado que Sebastian fuera una pequeña fascinación, una fantasía de
una noche y ya está. Pero el solo verlo moverse por la habitación me estremece.
Estar tan cerca suyo casi me envía a un ataque de pánico. Él tiene control del
espacio que ocupa, pero no es porque él sea un deportista imponente, o alguna
especie de macho en la habitación. La luz parecía captar sus rasgos de una
manera que no lo hace con los demás.
Absolutamente no.
—Totalmente.
—No debes de preocuparte cuán lejos de los demás estás.
Cuando miré a otro lado, vi a Sebastian justo antes de que desviara la vista de
nosotros. Auddy se estiró, besando mi mejilla.
Hará Laser Combat para celebrar que tiene dieciocho años. Solo en Utah,
hombre.
—No sé. —Me caía bien Manny, pero para ser honesto, soy meramente
humano. Mi estómago solo puede aguantar unas pocas noches de laser combat.
—Vamos, Tann. Eric va a estar ahí. Necesito alguien con quien estar, para
tener algo más que hacer además de lucir incómoda frente a él.
2
Si mal no entendí, son como referencias del beisbol para el sexo (chicos estadounidenses lo
usan) segunda base quiere decir besos y acercamiento físico. Estadounidenses y sus cosas.
golf miniatura, laser tag y los globos que brillan en la oscuridad son lo más salvaje
que se pone.
—No.
—Entonces, ¿por qué estás pegada a tu teléfono esta noche? Apenas dejas de
prestarle atención para tomar aire.
—Estaba tratando de escribir algunas notas —dijo, tomando mi mano y
dirigiéndome más allá del centro de canje de tickets hacia las mesas. —Por el
libro. Tu sabes, pensamientos variados que aparecen en mi cabeza o piezas de
conversación. Es una buena forma para descifrar algunas cosas. Fujita va a estar
esperando algo el lunes.
Gané para ella un tigre gigante, del cual me sentía culpable de que prontamente
iba a terminar en un vertedero, y paseamos por la habitación de la fiesta mientras
ellos traían la comida. Una demacrada mujer llamada Liz trata de llevar la fiesta a
un cierto orden, antes de darse por vencida y dejar una bandeja de verduras y
tirarse en la mesa central. A decir verdad, hemos estado aquí tantas veces, Liz
podría ir atrás y fumar un paquete de cigarrillos y estaríamos bien por la noche.
Eric nos encontró cuando la madre de Manny estaba colocando los platos de
papel, y el grupo entero—veinte de nosotros en total—se movió en una línea a
cada lado de las largas mesas. Ahí se hallaba lo normal, Sprite y pizza mala, pero
no pude no servirme alguno de los platos que su madre a preparado también. La
familia de Manny es tongana, y cuando me mudé por primera vez aquí en décimo
grado, desde el diverso país de las maravillas de South Bay. fue un alivio ver una
persona morena en el océano sonriente de caras blancas. Debido a los esfuerzos
de los misioneros en Hawaii y otras islas del Pacífico, hay un sorprendente
número de polinesios en Utah. Manny y su familia no fueron la excepción, pero
son de esas familias mormonas que no se quedan nada solo para ellos. Manny es
grande, hilarante y casi siempre está sonriendo. Probablemente estaría sobre él
sino fuera obviamente una pérdida de tiempo: él ruge heterosexualidad. Yo podría
poner cada céntimo que tengo y apostar que Manny no iba a ser virgen cuando se
casara.
Di un paso hacia Autumn, abriendo mi boca para burlarme de que ella solo tiene
un palito de pan en su plato, pero las palabras no pudieron salir de mi cerebro.
Sebastian Brother estaba de pie al otro lado de la habitación, hablando con otros
dos de los hermanos de Manny. Mi pulso despegó en un galope creciente.
Auddy nos llevó hacia una silla para sentarnos, y tomó un sorbo de su taza de
agua, distraída. Ahora que veo de cerca, pude ver que ella hizo su mayor esfuerzo
para verse bien esta noche: ella enderezó su pelo. Lleva un brillo de labios
brillante y pegajoso. Estoy bastante seguro que su remera es nueva.
En un esfuerzo para probar que ella no estaba mirando a Eric, ella tomó un
mordisco de su comida, examinó su trabajo, y entonces escribió algo más antes
de girar su teléfono hacia mi cara. Es una foto de su palito de pan en un plato de
papel blanco con el título “cena” escrito abajo.
En serio.
—La pizza lucía grasosa y las otras cosas eran raras —dijo, señalando mi
plato—. Esa ensalada tiene pescado crudo.
Levanto la vista de vuelta y miró disimuladamente por sobre su hombro para ver
que Sebastian se movió a la mesa al lado de nuestra. Hay una mochila en el
banco junto a él. Estuve instantáneamente obsesionado con la idea de saber
dónde estuvo antes. ¿Colegio? ¿La librería? ¿Acaso vivía en el campus de BYU?
¿O en casa, con sus padres?
—Es el mismo ceviche que comiste en ese lugar en Park City. Te gustó.
Tal vez tenga a alguien con quien hablar sobre el dilema que es Sebastian.
Por uno,
dos,
tres segundos.
él me mira de regreso.
Ayúdenme.
—Mi nombre es Tony, y soy su maestro del juego, —dijo el instructor. Parpadeo
lejos, forzándome a mirar al frente. —¿Elegimos a los capitanes de cada equipo?
—Cuando nadie se propuso voluntario, él señaló hacia donde estaban Sebastian y
Kole parados en la periferia y nos hace unos gestos para que lo sigamos al
vestuario.
Hice lo que dijo, y el nombre “El Patriota” aparecía sobre la pequeña pantalla.
Una mirada disimulada al de Sebastian mostró el nombre “Sargento Azul”.
—Ahora, antes de que empecemos la batalla —dijo Tony—, unas pocas reglas.
No correr; correrán a través de alguien o algo. No acostarse en el piso. Serás
pisado. Ningún contacto físico o de cualquier otro tipo, y eso incluye besarse en la
oscuridad. Podemos verlos.
Cinco…
Cuatro…
Tres…
Dos…
Uno…
Las sirenas perforaron el aire. Corrí a través de una pared hasta la otra. Estaba
demasiado oscuro para ver algo, pero las particiones y el perímetro de la
habitación están marcados con pintura de neón con textura o tiras de luz de
colores. Un tanque verde parece brillar en la esquina, y veo un destello rojo, un
rápido movimiento en frente mío.
—Objetivo golpeado —mi arma dijo, pero debe haber sido en el hombro porque,
cuando alguien patinó frente a la pared, pude disparar, explotando el sensor de su
pecho y asegurando de que su arma era inútil.
—Hay un par de ellos cerca del tanque —dijo—. Están sentados esperando que
las personas se acerquen.
—Iré por ahí —grité a través de la música—. Trata de llegar a ellos por atrás.
La arena es un laberinto de dos niveles, con rampas en las que puedes saltar
para evitar incendios o subir para tener una mejor oportunidad.
Mi pulso se disparó. Casi me olvido que Sebastian estaba aquí. Él exhaló, sin
aliento, y un escalofrío de calor hace su camino a través de mi espina.
Quería quedarme en esa esquina oscura para siempre, pero sentí el momento
donde mi arma se cargó contra mi mano. Él no esperó, agarrando el costado de mi
chaqueta antes de empujarme y gritar para que lo siguiera, hacia la base roja. Eric
rodeó la esquina, y corremos a toda velocidad hacia la partición.
Uno, puedo amar los L, M y V de las semanas en las que hay tres chances de
ver a Sebastian.
Dos, podría odiar los L, M y V de las semanas donde tengo tres chances de ver
a Sebastian, pero él solo asiste a una de ellas.
Tres, podría odiar los L, M y V de las semanas donde tengo tres chances de
verlo, porque él está ahí, pero no me presta atención en todo el día.
Presto atención y esquivo a un grupo de chicos que hacen una carrera por el
pasillo. Fui bien entrenado por ella, y le devuelvo la pregunta.
—¿En qué estás pensando tú? —Como si nada, su elaborada respuesta me
mantuvo distraído de mi propia espiral de locura.
—Va bien.
Sonreí.
—¿Lo terminaste?
—¿Terminar qué?
Por la forma en que se agrandaron sus fosas nasales, estaba seguro de que
ella me estaba imaginando muerto y con sangre en el suelo.
—El bosquejo.
—No.
La única persona que no le presta atención es Autumn, quien está lista para
seguir jugando. Pero yo estoy de vuelta en la arena de laser tag con Sebastian
presionado contra mí. Él evalúa el aula con una mirada tranquila.
Si ella pensó que es raro que le preguntara si Sebastian usaba garments, una
modesta ropa interior de camiseta y pantalón corto usada por la mayoría de los
mormones adultos fieles, ella no lo demostró.
—¿Hacer qué? —Mi mamá necesita hacer un mejor trabajo educando a sus
hijos.
Ella suspira.
—Lo dudo, pero, ¿cómo voy a saberlo? —Ella se inclina para buscar en su
mochila.
—Ah.
—Dudo que esté casado —dijo, más curiosa ahora, señalando hacia donde él
se encontraba.
—¿Lo hizo?
Ella lo miró y luego se volvió hacia mí. Hacia él, luego hacia mí.
—Él está aquí —dijo—. Te vas para tu misión por dos años usualmente
después de la escuela o en estos momentos.
—¡Por Dios, Tanner! ¿Por qué te interesa tanto qué clase de ropa interior él
usa? ¡Hablemos de tu maldito bosquejo!
—¡Me llegó el período! —o cuándo un chico grita — ¡Pensé que era un pedo,
pero se me rompió el pantalón! —¿y toda la habitación se queda callada? Eso
pasó. Ahora. En algún momento, entre Entonces él no usa garments y Por Dios,
Tanner, Fujita entra a la sala y todos menos Autumn y yo se quedan en silencio.
—Autumn, —dijo, no sin cariño, —Te prometo que ninguna ropa interior de
hombre es tan interesante como crees.
Todos se rieron, encantados por este tercer grado de escándalo. Ella abrió la
boca para contradecirlo, para explicar que era yo el que estaba preguntando sobre
la ropa interior, pero tan pronto como Fujita acepta que sí, es mejor que
empecemos a discutir sobre nuestros bosquejos, la oportunidad pasó. Me empujo
un poco a la izquierda cuando Autumn me da un puñetazo en mi brazo derecho,
pero estaba distraído, pensando qué estaría pensado él sobre todo este
intercambio de diálogo. Por su propia voluntad, mis ojos se dirigieron hacia
Sebastian justo cuando sus ojos se dirigen a otra parte.
—Um. —Bajé mi mirada. Sólo Autumn podía saber que las hojas que estaba
leyendo estaban en blanco. —Sigo trabajando en la idea en general.
—… Pero estoy pensando que será sobre… la mayoría de edad, una novela
sobre un niño —No voy a decir bisexual—Que se muda a, um, una hermosa
ciudad religiosa en una ciudad aún más grande.
—¿Cómo va la historia?
3
Por si es que no quedó del todo claro: Es una ciudad en Utah, donde las personas son un 90%
mormones.
Me encojo de hombros, pasando mi mano por las cuatro estrofas de locura en
el papel.
—Siento que todos están tan lejos. —Mi voz tiembla. —Realmente no había
pensado que necesitaba una idea antes de empezar. Asumí que lo estaríamos
haciendo aquí.
Sebastian sabe (él tiene que saber) que yo estaba atraído por él. Mis ojos se
dirigen indefensos hacia su rostro, su cuello, su pecho, sus jeans cuando está en
el aula. ¿Él leyó lo que escribí? ¿Él se dio cuenta de que él era el que me
inspiraba? Si es así, ¿entonces por qué mencionó al Espíritu?
Autumn atrapó mis ojos desde el otro lado de la habitación, modulando, ¿Qué?
porque estoy seguro que yo debía verme como si estuviera luchando para realizar
un proceso matemático complejo en mi mente. Negué con la cabeza y sacando mi
mano, revelando las palabras en la página, otra vez.
Algo se prendió dentro de mí, el débil destello de una idea, el hilo que se
desenreda desde aquella noche en la habitación de Autumn hasta ahora.
Le di mi mejor sonrisa.
Él se rio.
—Entonces sí.
—Probablemente, sí.
Esperé que él me sugiriera que fuéramos a la mesa junto a la venta, o que nos
reuniéramos en la biblioteca durante el recreo. No esperaba que él me dijera.
Esta probablemente sea una idea terrible. Sí, me gusta él, pero me preocupa
que, si cavo más profundo, no me gustará él.
Pero eso sería lo mejor, ¿no es cierto? Ciertamente no estaría de más tener
algo de tiempo fuera de esta aula, para obtener una respuesta a mi pregunta:
¿Podríamos ser amigos? ¿estar más tiempo juntos?
—¿Eso está bien? —pregunta, haciendo que mis ojos vuelvan a su cara.
—Papá.
—Me asustaste.
—Lo siento.
—¿Acabas de llegar?
—Eso apesta.
—Accidente de auto.
Es una de las pocas cosas que él y mamá siempre pelearon en frente nuestro:
mamá insistía en que yo necesitaba mi propio auto. Papá pensaba que podía
moverme alrededor sin uno. Mamá ganó. El problema con Provo es que no hay
absolutamente nada que hacer, en ninguna parte, y no es caminable. Pero el lado
bueno de Provo es que es increíblemente seguro, nadie bebe y todos conducen
como octogenarios.
Él parece darse cuanta recién ahora que estoy vestido y listo para la acción.
—¿Autumn?
Rio.
—Nosotros no.
—¿Qué somos?
—¿Qué? Solo estaba resumiéndoselo para que no tuvieras que contarlo otra
vez.
Mamá vuelve a él, ahora más callada, tomando su rostro entre sus manos. No
puedo escuchar lo que está diciendo, pero los bajos murmullos me hacen sentir
mejor también.
Es chistoso que haya escogido el momento más callado para exponer su queja.
—Sí, el chico que le gusta —le dice Hailey. La cabeza de mamá se voltea hacia
mí.
—Deacuerdo…
—¿Gustar de gustar?
—Es el ayudante de tu clase el cual Autumn describe como “súper guapo” y que
tu describes como “se sonroja fácilmente”.
Asiento.
—Así es.
Cualquier que estuviera viendo esto pensaría que mi mamá tiene problemas
con el hecho de que él es un chico, pero no. Es porque él es mormón.
—¿Así que estás viendo esto como una clase de experimento? —pregunta
papá con recelo.
—Hola —dice él, tan solo un poco sin aliento—. Siento llegar un par de minutos
tarde. A mi hermana le dieron una casa de Barbie enorme para su cumpleaños y
tuve que ayudar a papá a armarla antes de venir. Habían, como, un millón de
piezas para esa cosa.
—Ignóralo —digo.
—¿Qué cosa?
Tengo en la punta de la lengua una respuesta. Eso es porque todo lo que haces
fuera de la escuela es en la iglesia. Pero me trago el instinto. Él está aquí
ayudándome.
Pestañeando hacia mí, él vuelve a sonreír. Usa esa sonrisa tan fácilmente, tan
constantemente.
—Sí.
—Faith tiene diez. —Él da un paso hacia mí, y luego otro, y una voz poco
familiar en mi corazón grita SÍ, VEN AQUÍ, pero luego me doy cuenta que está
indicando de que deberíamos movernos a la mesa para comenzar a trabajar.
—Mi otra hermana tiene quince. Lizzy —dice—. Y también tengo un hermano,
Aaron, tiene trece, pero se muere por tener veintitrés.
Él asiente.
—Segundo año.
—Parece simpática.
—Lo es. Faith es linda también. Aaron es… bueno, le gusta apretar sus límites.
Es un buen chico.
Asiento, Tanner Scott, un estúpido torpe hasta el final de los tiempos. Sebastian
se voltea a verme; casi puedo sentir su sonrisa.
Para aliviarme aún más, Sebastian deja salir una risa de verdad.
Un chico bisexual mitad judío, mitad nada se muda a un pueblo infestado por
mormones. No puede esperar para marcharse.
Evalúo su reacción discretamente. Sus mejillas están rosadas, sus ojos saltan
al comienzo, releyendo.
Abro la boca para hablar, para explicar, al mismo tiempo que dice:
—Así que, en la mayoría, este es tu tema, ¿no? ¿Vas a escribir sobre alguien
siendo homosexual y viviendo en Provo?
Asiento vigorosamente.
Asiento nuevamente, y luego me doy cuenta que hay algo raro en su tono de
voz, algo de percatación. Si Sebastian hizo algo de reconocimiento en Tanner
Scott en lo absoluto, sabrá que me mude aquí antes de primero de secundaria, y
que mi padre es un doctor judío abajo en Utah Valley.
Cuando él encuentra mis ojos, sonríe. Parece escoger su reacción con mucho
cuidado. Puedo darme cuenta que sabe. Y ahora mi miedo de que Dave le diga al
obispo y el obispo a Sebastian parece tan complicado. Por supuesto que se me
escapó a mi sin ningún obstáculo.
—Quiero decir nadie —paso una mano por mi cara—. Quería borrar esa
palabra. Es una de las razones por las que estoy atascado. Sigo haciendo que el
personaje principal sea bi, y no sé cómo escribir este libro en esta clase. No sé lo
que Fujita querría, o mis padres.
—Mi familia es bastante firme en que no le diga a nadie aquí, al menos que en
verdad confíe en esa persona.
—Sí.
—Creo que es una gran idea poner esto en papel —dice calladamente.
Extendiendo la mano, deja que su dedo índice se deslice por la pantalla—. Hay
mucho aquí en solo dos frases. Mucho sentimiento, mucha angustia. —Sus ojos
se encuentran con los míos de nuevo. Son una extraña mezcla de verde y café y
amarillo. —No sé de cuanta ayuda pueda ser en este tema en concreto, pero soy
feliz de hablarlo.
—Buen punto.
Me dice que está bien que sea solo una idea todavía, que, por lo que sabe,
todos los libros comienzan así, una frase, una imagen, un poco de dialogo. Lo que
tengo que decidir, dice, es quien será el protagonista, cuál será el conflicto.
—Sí —él traga, cerrando sus dedos en puños. —¿El chico odia a todos los
mormones y planea su escape solo para que sus padres se unan a la iglesia y
luego lo deshereden una vez que se vaya?
—¿El chico odia a los mormones, y termina yéndose de la cuidad solo para ser
atraído a otra religión tipo culto?
—¿Qué rol juega el ser, uh, bisexual, en el libro? —esta es la primera vez que
él flaquea, y el rubor se extiende por sus mejillas.
Pero ya está aquí, siendo desinteresado y genuino con alguien como yo. Había
esperado que se presentara y hubiera sido un buen tutor, que respondiera un par
de preguntas y me ayudara a comenzar, mientras yo lo miraba embobado. No
esperaba que me preguntara sobre mi o que fuera tan comprensivo. No había
esperado que me gustara. Ahora el conflicto parece obvio, y causa que algo en mí
se enrosque con fuerza, una bola ansiosa, porque es algo mucho más
atemorizante de lo cual escribir.
Yo lo alimenté con los mismos detalles inocuos: nací en Palo Alto. Mi papá es
un cirujano cardiaco. Mi mamá es una programadora. Se siente culpable por no
estar tanto con nosotros, pero mayoritariamente, estoy intensamente orgulloso de
ella. Mi banda favorita es Nick Cave y The Bad Seeds, pero de ninguna forma
tengo talento musical.
No volvemos a la pregunta de mi sexualidad, pero siento su presencia como
una tercera persona en la habitación, sentada en una esquina oscura, escuchando
toda nuestra conversación.
El silencio hace tictac entre nosotros mientras vemos la vereda gris llena de
hielo debajo de nosotros, cubrirse en blanco. El vapor se levanta desde la
superficie de la ventilación en el borde, quiero saber más de él. A quien ha amado,
a quien odia, si es posible que le gusten los chicos.
Se refiere a su libro.
—Quizás.
—Un poco —él se encoge de hombros, sonriéndome. Esa sonrisa me dice que
le gusta que no le haya preguntado nada sobre este todavía, y que no estoy aquí
para tener un poco de fama en este pequeño pueblo—. Se ha complicado un
poco, pero es difícil quejarme porque me doy cuenta de lo afortunado que soy.
—Sí.
—¿Fue difícil?
Me tomo un segundo para averiguar cómo contestar eso. Sebastian sabe algo
de mí que nadie más sabe, y me hace sentirme inseguro de mis pasos. Él parece
agradable, pero sin importar lo agradable que eres, la información es poder.
—Sé que la iglesia se siente como si estuviera en todas partes. Lo hace para mi
también. Se siente como si interfiriera en cada detalle de mi vida.
—Puedo ver como podría sentirse sofocante para alguien del exterior, pero
hace mucho bien, también. —Él me mira y con un horror iluminador me doy cuenta
de la meta verdadera de esta sesión de estudio. Entiendo porque accedió a venir.
Me está reclutando. Sabe sobre mí, y eso le da aún más razones para acercarse a
mí, para salvarme. No me está reclutando para el Club feliz de Gays de Utah del
sur, sino para la iglesia mormona.
—¿Sebastian?
—¿Si?
—¿Qué?
—Me doy cuenta que quizás te di la impresión que quería reunirme contigo
porque me cuestionaba algo sobre mí mismo o quería unirme. No tengo preguntas
sobre quien soy. De verdad me caes bien, pero no estoy aquí para convertirme.
El viento pasa por la ventana afuera, está helado tan cerca del vidrio, y adentro,
él me estudia, sin expresión.
—No creo que quiera unirte. —Su rostro está rosado. Por el frío. Por el frío. No
por ti, Tanner—. No pensé que esa fuera la razón por la cual tú… —Él sacude la
cabeza—. No te preocupes. No trataré de venderte la iglesia. No después de lo
que me compartiste.
Mi voz es tímida y fuera de personaje.
¿Se da cuenta que esto es como darme una granada? Podría arruinar todo con
eso, más específicamente su teléfono. Nunca he sido muy fan de los mensajes de
texto, pero Dios, la forma en que siento necesitar seguir sus movimientos en la
sala de clases es como estar poseído por un demonio. El saber que podría
hablarle en cualquier momento es tortura.
—Yo no… —él comienza y luego mira más allá de mí—. Puedes enviarme
mensajes, o llamar. Como sea. Cuando sea. Para que nos juntemos y hablemos
de tu proyecto si lo necesitas.
—Sí, totalmente —cierro los ojos con fuerza. Se siente como si él estuviera a
punto de marcharse, así que la necesidad de sacar las palabras hace que mi
estómago sienta la presión—. Gracias.
—¿Sebastian?
—¿Si?
¡Pide disculpas!
Pero solo asiento, viendo como él sonríe tiesamente, trota hasta las escaleras,
y desaparece en una esquina de roble brillantemente pulido.
De, Sebatsian
—Lo siento.
—Sebastian.
Papá extiende la mano para tomar el teléfono, y su rostro se relaja cuando los
lee, pero luego una nube cruza sus ojos.
Lo sé. Desafortunadamente.
Extiendo mi mano.
—¿Por favor?
No estaré en clases está semana
Mi pecho parece astillarse, una línea abriendo hacia abajo desde el centro, y
batalla con el brillante sol floreciendo allí porque Sebastian pensó en avisarme.
¿Todo bien?
Oooh, lujoso.
¿Cuándo te vas?
—Tanner, por el amor de Dios, por favor deja de enviar mensajes en la mesa.
En torno a los raspados de los cubiertos en los platos y el sonido de los hielos
chocando contra los vasos de agua, una percepción gruesa se enreda en la mesa,
y la resultante concientización de mí mismo hace que mi estómago se apriete. Mis
papás saben que he tenido enamoramientos con chicos antes, pero nunca ha sido
una realidad como ahora. Ahora hay un chico, con un nombre y un teléfono. Todos
hemos estado tan bien con todo esto, pero me doy cuenta, sentado aquí en está
silenciosa mesa, que hay capas a su aceptación. Quizás es fácil para ellos estar
tan bien con todo esto cuando lo único que me han dicho es que no tengo
permitido salir con chicos de Provo. ¿Acaso solo tengo permiso para tener
enamoramientos en chiscos una vez que me gradúe y alguien que mis padres
crean aceptable de una piscina de inteligentes, progresivos y no mormones?
Papá se aclara la garganta, una señal de que está buscando las palabras, y
levantamos la mirada para velo, esperando de que aterrice el avión a tiempo.
Espero que diga algo sobre el tema en la habitación, pero en vez de eso, aterriza
en la zona segura.
Me siento inquieto.
Para ser justos, las comidas son un asunto peculiar de todas formas. Papá
viene de una familia enorme de mujeres a las que su satisfacción primaria en la
vida era cuidar se sus maridos y sus hijos. Aunque lo mismo era verdad en la
familia mormona de mamá, en la de papá estaba más centrada en la comida. Las
mujeres no solo preparan platillos, cocinan. Cuando Bubbe viene de visita, llena
nuestro congelador de pecho de vacuno y kugel que podría durar meses, y hace
observaciones bien intencionadas en como sus nietos sobreviven a base de
sándwiches. Con el tiempo, ha podido superar su decepción de que papá no se
haya casado con una mujer judía, pero todavía le cuesta acostumbrarse a las
horas de trabajo de mamá, y a nuestra confianza en la comida rápida y empacada.
Y a pesar de su visión del mundo antirreligioso, mamá fue criada en una cultura
donde las mujeres son tradicionalmente dueñas de casa también. Para ella, no
preparar nuestros almuerzos todos los días o unirse a la junta de padres es un
llanto feminista movilizador.
Mamá observa como papá come, evaluando en lo rápido que traga lo rico que
debe estar. Es decir, mientras más rápido come, menos le gusta. Esta noche,
papá apenas parece masticar antes de tragar. La boca de mamá que siempre
suele estar sonriendo está bajando en las comisuras.
Miro al teléfono. Al haber dejado la pantalla hacia arriba, puedo ver su tengo
alguna llamada o un mensaje: la pantalla está encendida. Trago la sopa de Matzo
quemando mi boca, hasta que mi plato está vacío, y me pongo de pie antes de
que alguien pueda decirme algo.
Él me observa irme, dándome una mirada de que sabe que le dije la única
excusa que no puede refutar.
Cinco.
Lo siento, Tanner.
Cinco.
Diez.
Él no es estúpido. Sabe que soy bi. Tiene que saber que me gusta.
Cuando la tía Emily le dijo a su familia veintiocho años atrás, sus padres le
ofrecieron una elección: terapia de conversión o excomunión. Ahora la parada de
la iglesia mormona en cuanto a la homosexualidad es clara como el lodo.
La parte graciosa es que, después de estas líneas que insisten que los
mormones gays agachan la cabeza y viven vidas tristes e insatisfechas en el
nombre de dios, la mayoría de las declaraciones de la iglesia dicen que todas las
personas son hijos amados y que merecen ser tratados con amor y respeto. Dicen
que las familias no deben nunca, nunca excluir o ser irrespetuosos a aquellos que
deciden vivir sus vidas de formas distintas… pero siempre recordarles a aquellos
que escogen algo distinto, las consecuencias eternas de sus elecciones.
Y, por supuesto, todos los que viven aquí saben del escándalo que llegó a las
noticias un par de años atrás: un cambio en el libro que decía que los miembros
del mismo sexo que estuvieran casados serían considerados apostates (o
desertores, gracias google), y que los niños viviendo en esos hogares serían
excluidos de las actividades de la iglesia hasta que sean lo suficientemente
grandes como para renunciar a las prácticas de la homosexualidad y unirse.
En resumen: amor y respeto, solo si estás dispuesto a vivir bajo sus reglas… y
si no, exclusión es la única respuesta
Desde algún lugar en mi cama, mi teléfono vibra. Dado que estoy solo, no hay
nadie que me vea, me hundo en las sábanas para recuperarlo.
Y luego, mientras la pantalla está encendida con su primer mensaje, llega otro:
Algo está pasando entre nosotros. Algo ha estado pasando entre nosotros
desde que nuestros ojos se encontraron por primera vez en clase.
Quiero verlo antes de que salga de la ciudad. No me importa lo que diga mamá.
No me importa cuál sea la doctrina.
Secundaria Provo cierra el campus a la hora de almuerzo, es una cosa oficial que
todos siguen. El campus está rodeado de una serie de restaurantes de comida
rápida como Del Taco, y panda express y Pita Pit. Cuatro de cinco días nos
escapamos y conseguimos algo fácil.
Admito que sé que Sebastian está en un pregrado de literatura inglesa (no
necesité mucha búsqueda para darme cuenta), pero también sé, porque él me dijo
en la biblioteca, que le gusta estar en el centro Harris Fine Arts porque es callado.
Hoy al almuerzo, compro una orden de Panda Express suficiente para dos.
Miro hacia mi camiseta de Social Distotion debajo de una chaqueta térmica casi
intacta de denim. No podría sentirme más fuera de lugar en el campus de la
universidad de Brigham Young incluso si me pusiera un disfraz de una gallina
purpura y caminara como si estuviera en la luna a través del cuadriciclo. Es
temprano en el semestre, y hay una especie de programa para jóvenes
sucediendo afuera del centro principal de estudiantes. Hay muchas faldas largas y
camisetas modestas, cabellos lacios y cortos, y sonrisas genuinas.
Algunos chicos juegan Frisbee; uno de ellos lo deja caer y grita un:
Un trio de chicas están jugando a golpearse las manos mientras cantan una
canción.
Pero estando de pie ahí, esperando a que Sebastian hablara…. Yo soy Paige.
Soy un infante emocional. De repente se siente aterrador, o absolutamente
inmaduro, estar aquí, trayéndole comida. ¿Qué demonios estoy haciendo?
Quiero caerme del alivio: sus mejillas rojas me dicen todo lo que necesito saber.
—¿Panda express?
—El pollo está bien —Abriéndolo, gimotea, haciendo que todo mi cuerpo se
ponga rígido—. Estoy muerto de hambre. Gracias.
¿Conoces esos momentos que parecen ser tan irreales que sientes una
legitima sensación de de verdad estoy aquí? No en la que tan solo estás usando
una hipérbole sino, por el respiro de un segundo, ¿tienes una experiencia fuera de
tu cuerpo? Tengo eso ahora mismo. Estando aquí con él, es mareante.
—Mi papá llama a esto Pollo súper engordador —me dice él mientras saca una
de las sillas para que pueda sentarme.
Sebastian ríe.
Veo como ataca, usando un tenedor y no palillos, consiguiendo poner una pila
de fideos en su boca sin manchar su barbilla. Hay algo de teflón sobre él: siempre
se ve limpio, higienizado. Mirándome a mí, me pregunto qué clase de impresión
doy. No soy descuidado, pero no tengo la misma apariencia inmaculada.
¿Está fingiendo? ¿O de verdad piensa que vendría a BYU por otra razón que
no sea verlo?
Sus ojos centellean. No parece importarle que no sea mormón, ni tampoco que
me esté burlando un poco.
—Genial.
Me inclino, sonriendo.
—No importa.
Creo que eso es todo lo que conseguiré sobre el tema, pero por alguna razón,
la forma en que no puede mirarme, la forma en que el color florece en sus mejillas
me dice tanto.
Desde uno de los pisos debajo de nosotros la voz ronca de un hombre resuena.
—No.
Esto es increíble.
Él sonríe, maravillado.
—He esperado toda mi vida para que alguien haga esa broma. La gente en la
iglesia es demasiado amable para hacerla.
—¿Estás bromeando?
Creo que he echado esto a perder. Tengo una impresión tan rara de que los
mormones son sosos, serios y secretamente malvados. Me parece imposible que
puedan reírse de sí mismos de esta forma.
—¿Qué? No.
4
Por si es que hay alguien con cero inglés, Brother es Hermano también.
—No estoy…
Él me mira firmemente.
Una voz débil trata de alcanzarme desde la parte trasera de mi ruidoso cerebro:
Es mormón. ¡Esto está condenado! Retrocede. ¡Retrocede!
—Gracias de nuevo por eso —dice él, vuelvo mis ojos arriba otra vez, viendo el
destello en los de él al descubrirme comiéndomelo con los ojos.
—¿De verdad nunca te has escapado del campus? —pregunto de la forma más
rara en el mundo.
Dios.
—El año pasado tenía una cita al ortodontista, y cuando volví, la clase ya casi
había terminado. Tuvimos una asamblea después de eso, luego el almuerzo y…
—el niega con la cabeza sonrojándose, ese maldito sonrojo—. Me di cuenta que
nadie me había estado buscando. Tenía tres horas para hacer lo que quisiera.
Trago un pedazo de camarón, y baja de forma brusca. Quiero que me diga que
se fue a casa y buscó en google fotos de chicos besándose.
—Fui a ver una película solo y me comí una caja completa de Red Vines. —Él
se acerca, sus ojos brillando burlonamente. —Y tomé una coca-cola.
Él sacude su cabeza hacia mí, y en ese instante me doy cuenta que el ingenuo
aquí soy yo.
Además, trato de alejar la idea de que Sebastian se irá por dos semanas.
Siempre me gustó la escuela, pero verlo en el Seminario era básicamente la única
cosa que hacia este semestre tolerable.
Estaré trabajando con mi editor y no sé cómo será mi agenda, pero sí, lo intentaré.
—Hola, cariño.
—Digamos que necesitaba una copa de vino —dice ella, mientras cierra la
puerta del lavaplatos. Señala el refrigerador. —Te dejé un plato ahí.
El plato tiene una notita adhesiva en el envoltorio que dice “Eres mi mayor
orgullo”. La saco y sonrío, a pesar de que me doy cuenta de que estoy muy
frenético, con los ojos muy abiertos.
La montaña rusa en mi estómago llega hasta la cima más alta y cae al borde.
—¿Sí?
—Hablemos.
—Y estoy tan orgullosa del hombre en que te estas convirtiendo que podría
explotar.
Yo asiento. Tengo suerte. Sé que la tengo. Pero hay veces en las que las
declaraciones de adoración se empiezan a sentir… excesivas.
Mamá arquea una ceja sardónicamente, como si fuese a hacer una broma, pero
no hace una. Y en un apurón de alivio, me alegra que no lo haya hecho. La
necesidad de defenderlo me quema el pecho.
Puedo ver como se traga su reacción como un trago grueso de jarabe para la
tos.
—Está bien.
—¿Y cómo es esto diferente a sus padres diciendo a sus hijos que no pueden
salir con chicos?
—¿Y tú qué sabes que dice la iglesia de los mormones? —pregunto, alzando la
voz—. No es como que nos des algo de perspectiva sobre lo que creen y cómo
funcionan. Lo único que tú me has dicho de ellos que odian a los homosexuales,
odian a las mujeres, odian, odian, odian.
—Tanner…
—No me parece que la Iglesia mormona odie demasiado a nadie. Eres tú la que
odia.
Demonios. Me excedí.
—Ni yo sé si es gay.
—Sí, lo sé.
—¿Podrías estar con él sin tocarlo? —Es retórica, no necesita que lo responda.
— Si no puedes, ¿cómo te sentirías siendo todo un secreto? ¿Te parecería bien ir
a espaldas de sus padres? ¿Y si es tan cercano a su familia como nosotros?
¿Cómo te haría sentir que sus padres lo alejen por estar en una relación contigo?
—Esta vez ella espera a que responda, pero honestamente no sé qué decir. Se
siente como poner la carroza delante del caballo. Demonios, delante del establo
entero. —¿Cómo te haría sentir que pierda su comunidad, o si ambos se
enamoran genuinamente, pero él termina eligiendo a su iglesia sobre ti?
—Lo sé. Pero también sé que nunca te he visto tan metido con alguien, y con la
emoción de las primeras veces, es difícil pensar en lo que viene después. Cuidarte
es mi trabajo.
Esa fue la gota que colmó el vaso para mi madre. Dejó el estudio en la
Universidad de Utah y se llevó a Emily a San Francisco. Allí, se metió en UCSF y
trabajó en el turno nocturno de un 7-Eleven para apoyarlas a ambas. Mamá
consiguió una maestría en Stanford. Emily eventualmente consiguió su propia
maestría en UC Berkeley.
Sus padres, mis abuelos, que ahora viven en Spokane, sacaron a sus dos hijas
de sus vidas y sus testamentos, y nunca han tratado de encontrarlas.
Mamá intenta fingir que ya no le duele, pero ¿cómo puede ser eso cierto?
Aunque a veces me vuelvan loco, estaría perdido sin mi familia. ¿De verdad
correrían a Sebastian de su hogar? ¿Lo repudiarían?
Por Dios, esto se está volviendo más intenso de lo que esperaba. Pensé que
sería un pequeño enamoramiento, una curiosidad. Pero estoy investido ahora. Y
sé que mamá no está equivocada en que perseguir a Sebastian es una idea
terrible. Tal vez sea bueno que se vaya de clase cuando esté en Nueva York.
Me llevan a ver una película extranjera de art-house sobre una mujer que cría
cabras, y me quedo dormido en el medio. Se niegan a dejarme tomar vino con la
cena, y les pregunto para qué demonios tengo dos tías herejes, pero Emily y yo
jugamos al pinball en el garaje durante aproximadamente cuatro horas el domingo,
y como unos siete platos garbanzos al curry de Shivani antes de conducir a casa,
sintiéndome muy bien con mi familia.
Además, parece más que feliz de venir y revisar mis primeras páginas. Incluso
se ríe de la referencia al póster de Autumn y me pregunta con curiosidad si el libro
es autobiográfico.
Como si no lo supiera.
Tuve algo fugaz por Manny cuando nos conocimos, incluso tuve unos
momentos de estar a solas imaginando cómo sería estar con él, pero no duró, y la
siguiente persona que vino se llevó mi atención. Besar chicos se siente bien.
Besar chicas se siente bien. Pero algo me dice que besar a Sebastian sería como
una bengala que cae en medio de un campo de hierba seca.
¿Sabías que Mackenzie Goble le hizo a Devon Nicholson sexo oral en el balcón
del gimnasio durante el juego de baloncesto de maestros la semana pasada?
Esto me llama la atención, y parpadeo para verla parada vestida con una de mis
camisetas. Mis padres tienen una política estricta de dejar la puerta abierta si
tengo visitas, chico o chica, pero no parece aplicarse a Autumn. Lo cual es
honestamente hilarante, porque en el tiempo que he estado mirando mis notas,
ella se ha estado desnudando y probando mi ropa.
Me siento.
—¿Lo hiciste?
¿Antes de Sebastian?
Soy un idiota.
—Quiero decir, ¿a menos que haya alguien más que quieras llevar?
Miro hacia otro lado para que no pueda ver mis ojos.
Arrugo mi nariz.
Oh, la ironía.
—Sí, pero son mormonas buena onda.
La vida aquí se vuelve más fácil cuando cambian las estaciones y los días se
alargan. Aparte de la caminata ocasional o el día de esquí, ninguno de nosotros ha
pasado mucho tiempo al aire libre en meses. Me ha dejado loco, con demasiado
tiempo para pensar. A mediados de febrero estoy tan harto de mi habitación, mi
casa y el interior de la escuela que cuando llega el primer día realmente cálido,
estoy dispuesto a hacer casi cualquier cosa siempre que lo haga afuera.
La nieve se va un poco más de las aceras cada día, hasta que solo quedan
unos charcos en el césped.
Saco todo lo que necesito y coloco otra lona grande sobre la hierba para que
sea más fácil transportarlo. Acabo de sacar el asiento del conductor cuando
escucho los frenos chirriar levemente, oigo que las llantas se detienen en el
camino de entrada detrás de mí.
Me giro para ver a Sebastian parado al lado de una bicicleta, mirando al sol.
—Hola.
—El servicio es más bien…—hace comillas con los dedos—, “ayudar a los
demás " y no tanto —más comillas con los dedos— “arreglar el elegante barco de
mi padre ", pero está bien.
Por supuesto, no lo hago. Me doy cuenta por la forma en que se agarra del
mango de la bicicleta que admitirlo lo incomoda, y una punzada de esperanza
florece en mi interior. Así es como nos mostramos: muestras pequeñas de
incomodidad, las reacciones que no podemos ocultar. A veces, es el motivo de
que me diera tanto miedo vivir aquí y que mi sexualidad solo sea algo sabido
detrás de las puertas cerradas de mi hogar. Afuera, me podía delatar una mueca
al oír la palabra “marica”, el mirar a alguien demasiado tiempo, el dejar a un amigo
abrazarme y hacerlo mal.
Sé que hay una broma sobre "servir" en algún lugar, pero me las arreglo para
guardármela.
—Así que no lo tomes a mal —dice—, pero ¿por qué tu padre te pide que
hagas esto en lugar de, no se…—mira hacia mi casa, con una inclinación de
cabeza culpable—… ¿pagarle a alguien?
—Mamá ahorra cada centavo que pueda. Su razonamiento: ya dejó que papá
comprara un bote. No va a dejar que contrate a alguien para mantenerlo.
Se siente como un crimen la forma en que tengo que alejar mis ojos de su
torso.
—Sí, lo es. —Me muevo para ponerme de pie, bajando por el camino de
entrada. Mis padres se han ido, e invitarlo a entrar parece tentadoramente
criminal. —¿Quieres algo de beber?
—Claro.
—¿Agua de coco?
No estoy bien.
Se aclara la garganta.
Saco dos botellas y le doy una, presionando la otra contra mi cara cuando me
da la espalda.
. . . uno
. . . dos
. . . tres
Uno al lado del otro, nos paramos en el fregadero, enjabonándonos las manos y
enjuagándolas debajo del grifo. Nuestros codos se golpean, y cuando alcanzo la
toalla a través de él, mi cadera choca contra la suya. Es solo una cadera, pero mi
mente va de las caderas a los huesos de la cadera y a lo que está en el medio en
una fracción de segundo. Mi perversión es nada si no eficiente.
Al darme cuenta de que no puedo quedarme allí parado en el fregadero y
pensar en sus caderas, le paso la toalla y regreso a la nevera.
—Sí, gracias.
Saco la carne y el queso del almuerzo y todo lo que puedo encontrar y agarro
platos y algunos cuchillos del lavavajillas. Sebastian se ha sentado en uno de los
taburetes de la cocina. Deslizo el pan por el mostrador hacia él.
—¿Proyecto?
—El libro, cierto. —La carne del almuerzo es nueva, por lo que requiere un poco
de mi atención para abrirla, lo que significa que tengo al menos diez segundos
para evadir la pregunta. No es suficiente. —Va bien.
—¿Bien?
—¿De verdad?
—Bueno.
Tengo poco más de cinco días para codificar mi libro. Para cambiar los
nombres, por lo menos. Quizás haga de este libro menos un diario y más una
novela.
—Esa es una buena foto —dice, inclinándose para ver mejor—. ¿Dónde estaba
esto? La edificación es increíble.
Es una foto mía del verano después del décimo grado. Estoy parado frente a
una imponente iglesia de construcción elaborada.
—Mi papá tuvo una gran conferencia y nos llevó. Fue genial. —Moviéndome
para pararme justo detrás de él, alcanzo su hombro y toco parte de la foto. —Se
ve diferente en cada lado. Donde estoy parado es el lado de la pasión, y es más
simple que los demás. Y en estas torres —señalo las esferas de piedra que
parecen extenderse hacia las nubes—, puedes subir a la cima.
—Tu expresión. —Se ríe. —Parece que sabes algo que la persona que toma la
foto no sabe.
Lo miro, tan cerca que puedo ver la peca que tiene a un lado de la nariz, la
forma en que sus pestañas prácticamente tocan sus mejillas cuando parpadea. Lo
que quiero decirle es que me había besado con un chico en ese viaje, solo el
segundo chico que he besado. Se llamaba Dax y había estado visitando a sus
padres. Nos escabullimos durante una cena con un grupo de otros doctores y sus
familias y nos besamos hasta que nuestros labios estuvieron entumecidos.
Así que sí, supongo que sabía algo que la persona que tomó la foto no sabía.
Pero les conté a papá y a mamá sobre Dax unos meses después.
Quiero decirle a Sebastian que tiene razón, aunque solo sea para ver su
reacción cuando le explique por qué.
—¿Fuiste?
—Sí, lo hice. Creo que sostuve la mano de mi madre todo el tiempo, pero lo
logré. Tal vez por eso me veo un poco orgulloso.
—Manejamos cuarenta millas hasta Nephi una vez —dice—. Creo que es
seguro decir que tú ganas.
Los dos nos reímos ahora. Pongo una mano comprensiva en su hombro.
—No creo que eso vaya a suceder —dice, sonriéndome por encima de su
Coca-Cola. Su sonrisa arroja endorfinas en mis venas.
—Bueno, nunca he sacado el trailer solo, pero estoy seguro de que puedo
manejarlo. Incluso podrías venir cuando vayamos al lago Powell en julio.
La cara de Sebastian cae por una fracción de segundo antes de que su persona
perfecta estándar vuelva a su lugar.
—Suena bien.
—Tal vez tengamos suerte y pronto haga más calor —digo—. A principios del
verano.
Todo esto significa que parte de la anticipación que siento es la misma que un
arqueólogo podría sentir antes de una gran excavación en Egipto: va a haber
mucho que desenterrar aquí.
Pero es solo Sebastian, con un niño en una llave de cabeza debajo del brazo.
—Él es Aaron —dice, girando ligeramente para que pueda ver mejor a su
hermano—. Él es Tanner —su hermano es larguirucho, sonriente y tiene una
cabeza de cabello oscuro y flojo: una versión en miniatura de su hermano mayor.
Bien hecho, genética.
—Hola.
—Encantado de conocerte.
Casi como si pudiera decir que hay un Chernobyl silencioso ocurriendo dentro
de mí, Sebastian hace pasar a Aaron nuevamente dentro y luego inclina la cabeza
para que lo siga.
Al frente, hay una sala de estar con dos sofás uno frente al otro, un piano
vertical y una enorme imagen enmarcada del Templo de Salt Lake. Al lado hay
una pintura enmarcada de Joseph Smith. Sigo a Sebastian por el pasillo, pasando
un gabinete de curiosidades con una estatua blanca de Jesús con las manos
extendidas, fotos enmarcadas de sus cuatro hijos y una foto de la boda de sus
padres vestidos completamente de blanco. Parece que los dos apenas han salido
de la pubertad, si puedo ser sincero, y el vestido de novia casi le llega hasta la
barbilla de su mamá.
Nunca veo cosas como esta. En nuestra casa, es mucho más probable que
veas un manifiesto liberal clavado en la pared.
Ya he leído el cuarto párrafo, donde la Iglesia SUD proclama que "los poderes
sagrados de la procreación deben emplearse solo entre hombres y mujeres,
legalmente casados como marido y mujer", cuando Sebastian presiona un vaso de
agua fría en mi mano.
Estoy empezando a entender lo que mamá quiere decir sobre protegerme del
mensaje tóxico de la iglesia.
Lo cual hace que todo lo que he estado sintiendo sea un poco más irreal.
—Nunca antes había traído a alguien que no fuera miembro —dice. El lector de
mentes. — Solo te estoy viendo asimilarlo todo.
Él se encoge de hombros.
—Tanner —dice Sebastian en voz baja. Lo miro y una lenta sonrisa se extiende
por su rostro hasta que se rompe, riendo —. ¿Es tan fascinante para ti?
La forma en que me está tomando el pelo me hace darme cuenta de que estoy
actuando como un hombre primitivo que emerge de una cueva.
¿Por qué acepté hacer esto? ¿Por qué intenté reescribir las secciones de la
clase? Sí, quería pasar tiempo con Sebastian hoy, pero ¿no sería mucho más fácil
mantenerlo en secreto hasta que sepa dónde estamos él y yo?
Pero eso sería lo mejor, ¿no? Ciertamente no estaría de más pasar un tiempo
fuera de esta clase, para obtener una respuesta a mi pregunta: ¿Podríamos ser
amigos, e incluso algo más?
Él sonríe y me lo devuelve.
—Wow.
—¿Sí?
Pasando un dedo por debajo del labio inferior, Sebastian me mira unos
segundos en silencio.
—¿Qué? No.
Él se ríe fácilmente.
Oh Dios. Oh Dios.
—¿Qué?
—Escribiste mal Tanner aquí. Justo donde, creo, querías poner "Colin". Tu
buscar y reemplazar no lo reconoció.
AGH.
Jugueteo con el clip de carpeta que había usado para unir las páginas.
Franklin se balancea sobre sus talones, con las manos entrelazadas frente a él.
—Seb tiene una agenda muy ocupada, por supuesto —Gruño mentalmente. Seb—
, pero él y yo sentimos que su experiencia puede beneficiar a cada uno de
ustedes. Creo que los inspirará.
—¿Sebastian, cariño?
Ambos nos volteamos y miramos en dirección al sonido. Quiero besar a la
mujer que ha descarrilado este incómodo infierno. Su madre, la reconozco por las
fotos, entra en la habitación. Es pequeña, con el pelo rubio oscuro recogido en una
cola de caballo, con una simple camisa de manga larga y jeans. No sé por qué
esperaba un vestido floral de hermana y esposa desaliñada y un lazo gigante de
Molly Mormon en su cabello, pero mis sinapsis se reorganizan rápidamente.
¿Es hora? ¿Qué significa eso? ¿A sus padres les molesta que tenga diecinueve
años y que no tenga novia? Pensé que no debería estar en una relación cuando
se vaya a su misión.
—Está bien, mamá —dice Sebastian en voz baja, parpadeando hacia mí y otra
vez lejos. Él le sonríe para eliminar el insulto de su interrupción.
—Aún no.
—Me preocupa que no tengamos tiempo para coordinar todo —dice ella—.
Todavía necesitamos hacer tu papeleo y coordinar con el CEM. Si te vas en junio,
lo acortarás demasiado. No sabemos a dónde irás, por lo que asumimos que
necesitarás tres meses en el centro antes de partir.
Pero entonces algo hace clic. Mi cerebro de repente se siente como el viejo
Buick de mamá. Ella siempre presiona el acelerador antes de que el motor gire, y
el motor siempre se inunda, necesitando unos segundos adicionales de arrancar.
Me lleva la misma cantidad de tiempo darme cuenta de que Sebastian y su madre
están hablando de este verano.
No sé de qué se trata ese pequeño desliz, pero, al igual que su reacción cuando
admitió haber venido a verme ese día con el bote, dice mucho.
Dice mucho porque la sonrisa parecía real hasta que miró mi boca, y luego se
hizo añicos.
—Claro, claro —mi corazón se siente como cien canicas rodando por el suelo.
No sé por qué necesitaba que lo dijera en voz alta—. ¿Y no estás seguro de
dónde te asignarán?
—Lo averiguaré en julio, creo. Como escuchaste, aún necesitamos enviar mis
documentos, pero no puedo hacerlo hasta que salga el libro.
Las misiones, desde el exterior, son difíciles de entender. Los hombres jóvenes
(y las mujeres a veces, pero no con tanta frecuencia) abandonan sus hogares
durante dos años para ser enviados a un lugar en cualquier parte del mundo. ¿Su
trabajo? Hacer nuevos mormones. Y no de la manera sexy, al menos no todavía.
Los misioneros hacen que los nuevos mormones sean bautizados.
Todos los hemos visto, caminando o montando en bicicleta con sus pantalones
limpios y camisas blancas de manga corta. Llegan a nuestras puertas con sonrisas
brillantes, cabello ordenado y etiquetas con nombres negros brillantes y preguntan
si nos gustaría saber más acerca de Jesucristo, nuestro Señor y Salvador.
Los misioneros son las personas más amables que jamás conocerás. Pero
querrán que leas su libro, y querrán que veas la verdad como la ve su iglesia.
¿Quiere ir a una misión? ¿Quiere irse de aquí y dedicar dos de sus mejores,
más ardientes, salvajes y aventureros años a la iglesia? ¿Quiere dar su vida a
esto? ¿Realmente dar su vida?
—Tanner.
Lo miro. Me está mirando y está claro que ha dicho mi nombre más de una vez.
—¿Qué?
Hay un millón de senderos que suben la colina, y cuando hace buen tiempo,
generalmente te cruzas con alguien en cada uno de ellos, pero el clima de Utah es
impredecible y nuestro frente cálido ya no existe; nadie va de excursión.
Quizás el mismo.
Mi corazón está palpitando. Claramente nos dirigimos a algún lugar para hablar
en mayúscula (de lo contrario, ¿por qué no guardar el trabajo escolar y encender
la Xbox?) y las posibilidades de a dónde podría ir esto me hacen sentir un poco
loco.
Sebastian se sienta en una roca, inclinándose para descansar los brazos sobre
los muslos y recuperar el aliento.
—¿No te gusta la Y?
Lo miro.
—Está bien.
—Hay una historia mormona de que los nativos americanos que vivieron aquí
hace muchos años les dijeron a los colonos de la iglesia que los ángeles les
habían dicho que quien se mudara aquí sería bendecido y próspero.
—Estoy molesto.
—Quiero decir, ¿no sabías que eso es lo que la mayoría de nosotros hacemos?
¿Hubo un momento en que podría haber evitado que este tren de sentimientos
se precipitara en mi torrente sanguíneo?
Lo siento cuando se da vuelta para mirarme, y el viento azota mi cara con tanta
fuerza que me duele, pero también se siente como si el cielo intentara
abofetearme.
—¿No qué?
Su mirada esta clavada en mí, con las cejas bajas. Pero no es confusión; al
menos no lo creo. Quiero decir, sé que él lo sabe. ¿Solo quiere que lo diga?
¿Quiere que lo diga para que pueda explicar suavemente por qué es imposible
estar juntos? ¿O quiere que admita cómo me siento para que pueda…?
En realidad, no me importa por qué. Las palabras son como una piedra pesada
en mis pensamientos, en cada pensamiento de vigilia, y si no dejo que ruede fuera
de mí, se estrellará y romperá todo lo delicado dentro de mí.
Pero cuando miro, veo que estas palabras no son suficientes; no quitan la
expresión de su rostro.
—No permite que los chicos tengan sentimientos como este por otros chicos.
—No tienes que decir nada —le digo. Mi corazón se acelera. Es un puñetazo
golpeando, golpeando y golpeando desde adentro. Estúpido, estúpido, estúpido—.
Sólo quería explicar por qué estaba molesto. Y…— agrego, queriendo que el
suelo se abra y me trague—, también por qué mi libro trata básicamente de cómo
se siente enamorarse de ti.
—Siempre me ha gustado quien sea —le digo—. En serio soy bisexual. Se trata
de la persona, no de las partes, supongo.
—¿Por qué no te quedas con una chica, entonces? —pregunta en voz baja—
¿Si te atrajeran? ¿No sería mucho más fácil?
Pero aquí… Estaba tan equivocado sobre esto. No debería haberle dicho nada
a Sebastian. ¿Cómo podemos ser amigos después de hoy? Tengo el pensamiento
melodramático de que esto es lo que es tener un corazón roto. No hay fracturas;
solo hay una fisura lenta y dolorosa que se forma directamente en el medio.
Oh dios mío.
—Ni siquiera me atraen las chicas. Te envidio eso. Sigo rezando para que
llegue en algún momento —resopla—. Nunca dije eso en voz alta. —Cuando
parpadea, las lágrimas se deslizan por sus mejillas. Sebastian levanta la cara,
mira las nubes y suelta una triste carcajada. —No puedo decir si esto se siente
bien o terrible.
—Si —me mira con los ojos húmedos—. Pero nunca he... —sacude la
cabeza— Quiero decir que sí… quería, pero nunca...
—No. Nada.
—He besado chicos, pero sinceramente… nunca me he sentido... así.
Me arrancaron de mi propio cuerpo, y es como ver esto desde el otro lado del
camino. Estamos sentados en una roca, uno al lado del otro, nuestros brazos se
tocan, y sé que este momento quedará grabado en mi historia para siempre.
—Sí.
Mi pecho se aprieta.
—Yo tampoco.
La luz estalla detrás de mis ojos cerrados tan intensamente que casi la escucho
explotar. Es mi cerebro derritiéndose, o mi mundo terminando, o tal vez un
meteorito nos golpeó y este es el éxtasis y me dieron un último momento perfecto
antes de ser enviado al purgatorio, y él enviado a algún lugar mucho, mucho
mejor.
Mamá siempre me dice que haga cuenta de mis sentimientos. Entonces, aparte
de mareado con lujuria, me siento:
Nervioso.
Vacilante.
Yo
Besé
Sebastian.
En realidad, ahora que lo pienso, nos besamos hasta que Sebastian se apartó
cuando mi mano estaba coqueteando con el dobladillo de su camisa.
Dijo que nunca había hecho nada con un chico, pero está claro que la mecánica
de esto no era nuevo para él, y apuesto a que ha tenido novias. Aun así, ambos
estábamos literalmente temblando con la misma hambre maníaca, así que tal vez
para él esto fue tan diferente como lo fue para mí.
¿Ha... tenido sexo antes? Supongo que no; estoy seguro de que Autumn se
reiría y diría que algunos de los chicos mormones son los chicos más sucios de la
escuela, pero algo sobre Sebastian me dice que es diferente en esa forma, que
aparte de lo que hicimos hoy, honra ese tipo de reglas.
Cuando nos pusimos de pie y nos sacudimos el polvo, se sintió un poco como
pinchar una burbuja. Incluso con cada paso que dábamos hacia afuera, parecía
que estábamos realmente solos. Pero cada paso que tomamos bajando por la
ladera disuelve más la película protectora. Provo se extiende, amplio y ordenado,
bajo nosotros.
No quiero volver allí abajo. No quiero irme a casa; no importa cuánto amo mi
casa, a mi familia, mi dormitorio y mi música, me gusta más estar con él.
En este tipo de situación posterior al beso con chicas (mi única experiencia en
Provo hasta la fecha), estaríamos tomados de la mano y estaría trabajando para
controlar mi cuerpo mientras caminamos de vuelta al pueblo. Sin duda con los
chicos lo mismo se aplicaría, pero no con chicos mormones que (el silencio y la
falta de contacto parecen sugerir que nos hemos dado cuenta de esto al unísono)
tendrían un montón de discusión y oración si nos encontraran caminando por la
montaña tomados de la mano.
Aun así... a pesar de todo, espero que este silencio no sea algo malo. De vez
en cuando, mira hacia mí y sonríe, y me hace brillar por dentro. Pero luego
recuerdo su sonrisa fácil (a pesar de su estrés) después de que su madre salió de
la habitación, su sonrisa fácil cuando las chicas hablan con él en la escuela (pero
solo le gustan los chicos), y su sonrisa fácil en las fotos en la pared de su casa
(donde tiene que esconder una de las cosas más importantes sobre sí mismo), y
preguntarme si yo podría distinguir entre una sonrisa fácil que es real y una que es
falsa se siente como la herida superficial de un cuchillo.
—Sí.
Ah, servicio. Y Orem. Uf. Las casas a veces son mejores allá pero, si es
posible, es más silencioso que Provo.
—De Provo.
—Lo dices como si nadie se mudaría a Orem desde ningún otro lugar.
—Heyyy, ¿Sebastian?
—¿Sí?
—Sí. Totalmente.
—¿Estás seguro?
—Por supuesto.
—Nosotros. Yo, no. No podemos —sus palabras salen tan entrecortadas, como
torpes cortes en el tronco de un árbol.
—Lo siento.
Claramente, no soy tan bueno educando mis emociones en mi cara como él,
porque él se estremece, susurrando.
Quiero estar solo, pero no para poder desplazarme por mi feed de Instagram
lleno de hombres modelos calientes. Quiero repetir la caminata una y otra vez.
Todo menos el final.
Es solo la realidad.
No aquí abajo.
Una pequeña voz levanta banderas anaranjadas, trabajando para que mis
pensamientos vuelvan a la normalidad.
Puedo arreglarlo.
Y recuerdo algo que dijo hoy: No puedo decir si esto se siente bien o terrible.
—Tengo alrededor de quince mil palabras —dice Autumn el lunes por la tarde, en
lugar de un saludo. Se sienta en su lugar en la sala de seminarios y me mira
expectante.
—Tanner —suena como una maestra—. Tienes que pensar en esto con
cantidad de palabras.
Ella mira hacia abajo con las cejas arqueadas. Sigo su atención al espacio
frente a mí. Una notita sobresale de la parte inferior de mi cuaderno, y las únicas
palabras visibles son:
—No estoy escribiendo un libro para niños —le aseguro, volviendo a meterla.
Ella sonríe.
—Tanner —repite mi nombre con más énfasis esta vez—. Necesitamos tener el
libro terminado en mayo. Es finales de febrero.
—Lo sé. Estoy bien. Lo prometo. —Quiero que ella me crea. Pero no quiero que
ella me pida verlo. Incluso mostrar mi versión falsa a Sebastian fue mortificante. Si
ya estaba ansioso sobre la transparencia de "Colin", "Evan" e "Ian", ¿imagínense
si él lee lo que yo escribí el sábado por la noche cuando Tanner y Sebastian se
besaron en la montaña?
—En casa.
—¿Por qué?
—Estaba cansado.
—¿Estabas solo?
—Sí.
Ella sonríe ampliamente, como “por supuesto, solo fue una caminata”. ¿Pero
veo algo debajo de la superficie, alguna sospecha?
—Auddy —susurro. Justo entonces, Sebastian entra con el Sr. Fujita. Todo mi
cuerpo parece estallar en llamas, y espero que nadie se dé cuenta. Autumn mira al
frente y los ojos de Sebastian se encuentran con los míos antes de apartar la
mirada. Su cara se sonroja.
Creo que puede sentir un poco de pánico en mi voz porque voltea suavizando
su expresión.
—No me importa que estés pensando lo que estás pensando —le susurro,
ahora actuando como si le pidiera el lápiz solo para que se acercara más a mí—.
Pero a él sí le importaría.
Se me afloja el corazón.
—Erick me lo pidió.
Ella trata de ocultar la forma en que su cara cae. Todo esto es bueno y terrible.
Me libero de su agarre y tomo otra zanahoria, esta vez sin ninguna culpa.
—Gracias.
—Tengo que encontrarme con la señora Polo antes de la sexta hora. ¿Me
escribes luego?
Los puntos están allí por un tiempo, y luego desaparecen, y espero algo de
disertación sobre fútbol y mudanzas de Provo a Orem, pero todo lo que obtengo,
después de cinco minutos, es:
¡Bien!
¿Me está tomando el pelo?
Mis abuelos vienen de Salt Lake este fin de semana. Mamá me dijo que te invitara a cenar.
Estoy seguro que te suena aterrador, pero prometo que son agradables.
Hailey se apoya contra mi puerta, con los brazos cruzados sobre el pecho
mientras me juzga a través de la habitación.
Maldigo por lo bajo porque, maldita sea, tiene razón. Tengo que ser mejor al
respecto.
—¿No sabes si están juntos, pero cenas con su familia? Eso es extraño.
—¿Cómo lo supiste?
—Si se suponía que era un secreto, es posible que desees pensar de nuevo
sobre hablar de eso con mamá y papá en medio de la casa.
Pero lo es.
—Voy a pasar el rato con Lizzy esta noche. Le daré tus saludos.
—Qué monstruo.
—¿Cómo puede alguien ser tan feliz siendo mormón? —En sus palabras, por
primera vez, escucho nuestro prejuicio ciego. —Yo tendría ganas de golpearme.
No he pasado ningún tiempo con Lizzy, pero siento una punzada de protección
hacia ella de todas formas.
—Suenas como una idiota ignorante.
—Apuesto a que no sería tan feliz si supiera que quieres entrar en los
pantalones de su hermano.
—Cállate, Hailey.
—En realidad, mamá me dijo eso. Solo trato de conocerlo mejor, y eso significa
entender de dónde viene.
Tal vez Hailey tenía razón: esta es una muy mala idea.
Me preparo antes de presionar el timbre. Hace eco por la casa antes de que la
voz de Sebastian se eleve desde adentro.
—¡Ya voy!
Cerrando la puerta detrás de él, Sebastian sale al porche. Está vestido con
pantalones y una fresca camisa blanca desabrochada en el cuello. Veo su
garganta suave, su clavícula y la sugerencia de su pecho apenas fuera de vista.
Se me hace agua la boca.
Él ríe.
—Claro que sí —con una respiración profunda, se alisa el cabello, endereza su
camisa y alcanza el pomo de la puerta.
—No eres solo tú —Sus ojos se encuentran con los míos, y luego su rostro se
rompe en la sonrisa más asombrosa que he visto. Ningún retrato familiar adentro
ha sido testigo de esto, ni por un segundo.
—¿En serio?
—Eso es bueno. Puedo ayudarte. —Se da tres segundos para mirar mi boca
antes de apartar su mirada hasta mis ojos. —¿Listo?
Cuando asiento, él abre la puerta, dándome una última mirada de aliento antes
de dar un paso adentro.
La casa huele a pan fresco y pavo asado, y ya que es un poco más frío afuera
que adentro, las ventanas están húmedas con una capa de condensación que
empaña el vidrio. Sigo a Sebastian más allá de la pequeña sala de estar en el
frente (Hola de nuevo, imagen caliente de Sebastian en sus diecisiete años. Hola,
múltiples Jesús. Hola, placa opresiva) y abajo por el pasillo hacia donde se abre el
espacio en la sala familiar en un extremo y la cocina en el otro.
Un hombre que solo puedo asumir que es el padre de Sebastian está viendo la
televisión.
Se pone de pie cuando nos ve. Es más alto que Sebastian, tal vez solo una
pulgada o dos, pero con el mismo cabello castaño claro y su actitud relajada. No
estoy seguro de lo que esperaba. ¿Una postura más intimidante, tal vez? Pero no
estoy preparado cuando se acerca a darme la mano y me golpea con la misma
sonrisa arrolladora.
—Debes ser Tanner. —Sus ojos azules son radiantes y brillan con una especie
de satisfacción. —He escuchado mucho de ti.
Le lanzo una mirada inquisitiva a Sebastian, que está mirando a otro lado.
—Sí, señor —le digo, corrigiendo rápidamente con—. Quiero decir, Obispo
Brother.
Un hombre mayor baja las escaleras. El cabello oscuro se riza sobre la parte
superior de sus orejas, y a pesar de la austeridad de su traje y el comienzo de gris
en sus sienes, lo hace ver más joven, incluso travieso.
—Eso no es cierto.
—Vive cerca del club de campo —explica Sebastian, y pregunta si hay algo que
nosotros podamos hacer para ayudar. Cuando dicen que no, él les dice que
vamos a trabajar en mi manuscrito.
—Está bien, cariño —dice su madre—. La cena estará lista en unos quince
minutos. ¿Podrías decirles a tus hermanas que empiecen a lavarse?
Dormitorios.
—Oh… Bien.
Ya puedo decir que no hay mucho que ver (arriba hay un callejón sin salida con
cuatro puertas), pero asiento.
Donde duerme.
Donde él…
Sebastian se para cerca de la puerta mientras doy una corta vuelta alrededor de
su habitación, sin tocar nada, pero mirando de cerca las fotografías y los lomos de
los libros.
—La próxima vez —le digo con una sonrisa. Me sorprendió momentáneamente
la conciencia de que habrá una próxima vez—. Admito que me sorprendió que me
invitaras a cenar con tu familia, después de... —busco las palabras correctas, pero
sé que él entiende mi significado cuando un sonrojo se eleva desde el cuello hasta
sus pómulos.
—Oh.
—Creo que ella quería conocerte mejor —rápidamente levanta las manos—.
Sin reclutamiento. Lo prometo.
—¿Crees que ella piensa que soy...? —dejo que mis cejas arqueadas terminen
la oración por mí.
—No creo que alguna vez se le ocurra. Creo que ella solo quiere conocer a mis
amigos, especialmente si ella no los conoce por la iglesia.
—Um, esos son para la iglesia —explica, dando un paso más cerca. Lo saca de
su estuche y hojea las páginas delicadas.
—Es enorme.
Él deja escapar una pequeña risa.
—Se llama quad —dice, y lo tomo de nuevo, sintiendo el peso en las manos.
—Cuando lo pones de esa manera, sí. Supongo que sí —se inclina sobre mí
para abrirlo, señalando a una tabla de contenido—. ¿Pero ves? Tiene más de un
libro. Ahí está la Biblia, el Libro de Mormón, Doctrina y Convenios, y la Perla de
Gran Precio.
Mis ojos se abren de par en par. Sin duda, estos libros me pondrían a dormir.
Yo sería el peor mormón. Yo lo haría al estilo de Rip Van Winkle si tuviera que
soportarlo.
—Cuando tengo una pregunta —dice—, sé que las respuestas estarán allí.
Miro de nuevo al libro. ¿Cómo puede estar tan seguro? ¿Cómo puede haberme
besado en la montaña y todavía estar de acuerdo con lo que hay aquí?
—El Libro de Mormón es otro testimonio de que Jesús vivió, de que él era el
hijo de Dios —él parpadea hacia mí, comprobando que estoy escuchando. Al ver
que lo estoy, reprime una sonrisa y vuelve su atención al libro en sus manos—.
Sería lo que vino después de la Biblia, y describe el plan de nuestro Padre
Celestial para Sus hijos —al mirarme de nuevo, dice en voz baja—. Sus hijos
somos nosotros.
Me río.
No me doy cuenta de lo atento que estoy escuchando hasta que levanto la vista
y veo que me está mirando de nuevo. No es que esté de acuerdo con nada de
esto, pero hay algo en su voz y la fuerza con la que cree que me tiene pendiente
de cada palabra.
Se ríe como esperaba que lo hiciera, pero ahora que hemos tocado el tema de
su misión, quiero preguntar más. ¿A dónde cree que irá? ¿Qué hará él allá?
¿Quién estará con él? ¿Hay algún resquicio en esto de “sin contacto”? ¿Habrá
algún espacio para mí en su vida en realidad?
—Brevemente —dice con una sonrisa. El momento se calma y sus ojos bajan a
mi boca.
¿Ha pensado en nuestra caminata tanto como yo? Es lo último en lo que pienso
antes de ir a la cama y casi el primer pensamiento en mi cabeza cuando abro los
ojos. Quiero besarlo demasiado, y si la expresión de su rostro, la forma en que su
respiración se ha acelerado son alguna indicación, creo que él también lo quiere.
Cierto. Oración.
—Querido Padre Celestial —comienza Dan, con los ojos cerrados y la barbilla
inclinada sobre su pecho. Rápidamente imito la acción—. Estamos agradecidos
por esta comida y la generosidad que una vez más pusiste ante nosotros.
Estamos agradecidos por los seres queridos y los nuevos amigos que has traído a
nuestra mesa. Por favor bendice esta comida para nutrir y fortalecer nuestros
cuerpos y mentes para que podamos hacer lo correcto por Ti. Por favor bendice a
los que no pueden estar aquí, y que encuentren su camino a salvo de vuelta. Te
damos gracias por esto, Señor, y te pedimos que sigas bendiciéndonos. En el
nombre de Jesucristo, amén.
Sebastian toma un poco de carne y me sostiene el plato por mí, dándome una
sonrisa de aliento. Mi dedo meñique roza el suyo. Sentiré ese roce de contacto
durante horas.
Me río.
—Lo fue.
—No me puedo imaginar pasando del sol casi todo el año al sombrío invierno y
la nieve.
—No fue tan malo—le digo—. Las montañas son hermosas aquí, y tendríamos
mucha niebla en casa, de todos modos.
—Un poco. Normalmente vamos a Snowbird o los Cañones al menos una vez al
año.
—Sí. Solo somos nosotros cuatro; tengo una hermana menor, Hailey.
—Hermoso nombre.
—Mis padres son mucho de estar fuera de casa —les digo—. A mi papá le
encanta andar en bicicleta y a mi mamá correr.
—¿Qué hacen exactamente? Sebastian dijo que te mudaste aquí por el trabajo
de tu madre.
—Cuando abrieron una oficina satélite aquí, querían que ella la administrara —
más sonidos de interés pronunciados—. Ella escribe software de computadora.
Ella había trabajado para Google en California, y lo dejó para venir aquí.
—Wow —dice Dan, impresionado—. Debe ser un buen trabajo como para que
ella dejara Google. Escuché que son muy buenos con sus empleados.
—¡Sé exactamente quién es! No paso mucho tiempo en ese piso en estos días,
pero él es el hombre más amable. El cardiólogo judío, ¿verdad? —pregunta ella, y
yo asiento, sorprendido de que ella lo conozca, pero también de que su
identificador es que él sea judío—. Muy atento, y las enfermeras lo aman —se
inclina y susurra dramáticamente—. Y bastante guapo, si lo puedo decir.
—Ahora, sabes que solo tengo ojos para tu abuelo. Pero tampoco soy ciega —
dice con un guiño.
—Lo hicimos —la madre de Sebastian mira a Dan por encima de la mesa—. Le
pedí ir al baile de Sadie Hawkins.
—Lo hicimos —dice Dan, asintiendo—. Nos conocimos en nuestro último año y
nos casamos poco después de que llegara a casa de mi misión.
Mi cerebro se detiene de con un chirrido.
—Se nos dice que no mantengamos una novia mientras estamos en nuestras
misiones —dice, sonriéndole a su esposa—, pero no hay una regla en contra de
escribir cartas una vez por semana.
—Como si pudieras decirles algo a estos dos —Judy mira a los niños más
pequeños y agrega—. A su papá no le gustará que les diga esto, pero deberían
haber visto las notas de amor que solía escribir a su mamá. Las dejaba en su
bolsillo y yo siempre las encontraba en el lavado. Estaban locos el uno por el otro.
—Tanner, ¿tu familia asiste a la sinagoga en Salt Lake? —mira a Abe—. Estoy
tratando de recordar dónde está la más cercana.
—Bueno, veamos —dice Abe—. Está el Templo Har Shalom en Park City. . .
—En realidad, no, señor. Señores —corrijo para incluir a Abe—. No asistimos a
los servicios del templo. Diría que mis padres son más agnósticos a estas alturas.
Mi mamá creció como mormona y mi papá ya no es tan judío.
La mesa es tragada por el silencio. No estoy seguro de qué metida de pata fue
más ingenua: que admití que mi mamá es ex mormona, o que me referí tan a la
ligera a tirar una fe religiosa como si fuera una papa caliente.
Sebastian es el que rompe el silencio.
Sebastian me patea debajo de la mesa. Cuando lo miro, veo que está luchando
para no reír. Continúo a toda prisa:
Mamá está corriendo, papá está en el hospital y Hailey está pisando fuerte por la
casa quejándose de que ya nadie lava la ropa los sábados por la mañana.
Les señalo que sus manos no están rotas.
Ella me golpea en el costado.
La pongo de cabeza en una llave y ella grita como si esta fuera una escena de
algún asesinato sangriento, tratando de alcanzarme para arañar mi cara, gritando
“¡Te odio!“ lo suficientemente fuerte como para sacudir las paredes.
El timbre suena.
—Buen trabajo, imbécil —dice ella, alejándose de mí. —Los vecinos llamaron a
la policía.
Me estiro hacia adelante, abriendo la puerta con mi mejor sonrisa.
Mi mundo deja de girar.
No sabía qué significaba "perplejo" hasta que lo busqué el año pasado. Siempre
pensé que significaba algo como "tímidamente divertido", pero en realidad es más
como "desconcertado", que es exactamente como se ve Sebastian parado en mi
porche.
—¿Pero qué. . .? —Mi sonrisa sorprendida se extiende tanto como puede, de
este a oeste.
—Hola —Levanta la mano para rascarse la parte posterior de la cabeza y sus
bíceps sobresalen, suaves y bronceados.
Estoy bien.
Solo puedo suponer que Hailey está parada allí, disparando rayos de muerte a
mi espalda.
—Hola, Hailey.
—Hola. ¿Quién eres tú?
Quiero empujarla contra la pared por ser tan grosera, pero resisto porque con
esta pregunta maliciosa que ha hecho parece que no estoy caminando por ahí
hablando sobre este tipo constantemente.
—Este es Sebastian.
—Oh. Tenías razón. Él está bueno.
Y ahí está. Resulta que sí quiero empujarla contra la pared.
Con una pequeña risa, él extiende la mano para estrechársela a ella. Para mi
horror, ella lo mira por un respiro antes de tomarla. Cuando me mira, levanto las
cejas en un gesto que dice voy-a-terminar-matándote-más-tarde. Si mamá o papá
estuvieran aquí, ella no sería más que modales. Solo conmigo ella es de esa
forma.
—¿Quieres subir? —le pregunto.
Él estará en mi habitación.
Sebastian entra, mira a su alrededor y no parece estremecerse cuando hago
clic suavemente al cerrar la puerta detrás de mí, rompiendo la política de puertas
abiertas de mamá y papá. Pero, hola: algunos besos podrían suceder aquí, y
Hailey está en modo bestia. Esa puerta está ce-rrán-do-se.
—Así que esta es tu habitación —dice entrando.
—Sí.
Sigo su mirada, tratando de verlo a través de sus ojos. Hay muchos libros
(ninguno de ellos religiosos), hay algunos trofeos (la mayoría de ellos
académicos), y algunas fotos aquí y allá (no sostengo una Biblia en ninguna de
ellas). Por una vez me alegro de que Papá me hace mantener mi habitación
limpia. Mi cama está hecha; mi ropa está contenida en la cesta. Mi escritorio está
vacío, excepto por mi computadora portátil y ...
Oh, mierda.
Sebastian se acerca, hojeando la pila de notas azules. Ya es demasiado tarde
para decir lago.
Recuerdo lo que está escrito en el de arriba
—¿Qué es esto?
—Um —Me acerco, sacándolo de la parte superior para leerlo como si no
estuviera seguro de qué es. De hecho, no podría estar más seguro; lo escribí
anoche. —Oh. No es nada.
Cuento hasta cinco, y cinco, y cinco otra vez. Todo el tiempo, solo estamos
mirando la nota azul brillante de Post-it en mi mano.
Finalmente, se recupera.
—¿Se trata de mí?
Asiento sin mirarlo. Dentro de mi pecho, los pies pisotean y los animales rugen.
Su mano sube por mi brazo, desde mi muñeca hasta mi codo, tirando
suavemente, así que me giro para mirarlo.
—Me gusta —susurra—. Pero no está en tu nuevo libro, ¿verdad?
Sacudo la cabeza. Mentira número dos.
—¿Hay más?
Asiento con la cabeza.
—Me preocupa pensar que es increíble y estaré aún más obsesionado contigo
de lo que ya lo estoy.
Afortunadamente, se ríe de esto como espero que lo haga.
—Estoy nervioso.
—¿Te asustaste?
Él ríe.
—No. Recé.
—Eso suena como enloquecer.
Sebastian niega con la cabeza.
—No. Orar es tranquilizador. —Él mira mi pared, donde tengo una fotografía
enmarcada del Puente Golden Gate que papá tomó unos años antes de que nos
mudáramos. —No me he sentido culpable por eso —dice, ahora más tranquilo—.
Lo cual es inesperado.
No me di cuenta de cuánto necesitaba escucharlo decir eso hasta que lo hizo.
Me siento como una balsa de piscina, perezosamente desinflándose al sol.
—La culpa es una señal de que estoy haciendo algo mal —dice—, y cuando me
siento tranquilo, sé que Dios aprueba lo que estoy haciendo.
Abro la boca para responder, pero resulta que no tengo idea de qué decir a eso.
—A veces me pregunto si es Dios o la iglesia quién se siente más fuerte acerca
de estas cosas.
—¿Mi opinión? —digo cuidadosamente—. Un Dios digno de tu amor eterno no
te juzgaría por quien amas mientras estás aquí.
Su boca es sí, y sus manos son sí, y sobre mí, encima de mí ahora, se está
moviendo y sí, sí, sí.
Deslizo mis manos por su espalda y debajo de su camisa hasta la cálida piel de
su torso. Sí. No hay tiempo para apreciar que he respondido a mi propia pregunta
sobre la ropa porque entonces su camisa está fuera, sí, y la mía también; piel a
piel es
S
Í
y nunca he estado en el fondo de esta manera, nunca envolví mi pierna
alrededor de la cadera de alguien, nunca sentí este tipo de cambio y fricción, y él
me dice que piensa en mí cada segundo
sí
y me dice que nunca se sintió así, le gusta chuparme el labio inferior, quiere
detener el tiempo para que podamos besarnos durante horas
sí
y le digo sinceramente que nada se sintió tan bien como esto, y se ríe dentro de
mi boca otra vez porque estoy seguro de que es obvio cómo estoy en esto. Soy un
monstruo debajo de él, con las caderas arqueadas, un pulpo con las manos en
todas partes a la vez. No creo que nada en la historia del tiempo se haya sentido
tan bien.
—Quiero saber todo sobre ti —me dice, frenético ahora, su boca moviéndose
sobre mi mandíbula, raspando mi cuello.
—Te diré cualquier cosa.
—¿Eres mi novio? —pregunta, y luego se chupa el labio inferior antes de reírse
de sí mismo, como si esto no fuera lo más sorprendente que alguien me haya
dicho en la historia de mi vida.
—Um, sí.
Novio. Sí.
Papá solo tarda quince minutos, después de que Sebastian se haya ido, en ir a mi
habitación. Su golpe es tentativo, casi de disculpa.
—Adelante.
Él entra y cierra la puerta cuidadosamente detrás de él.
No estoy seguro de si debería estar enojado o arrepentido, y la combinación
envía estática espinosa a través de mi piel.
—Entendido.
—No sé qué decir más allá de eso. —Se rasca la mandíbula y luego lo
reconsidera. —No, eso no es del todo cierto. Sé lo que quiero decir, pero no dónde
debería comenzar.
Impulsándome para sentarme, me giro para enfrentarlo.
—¿Bueno?
—Sé lo que sientes por Sebastian. Y estoy bastante seguro de que es
recíproco.
—Sí...
—También sé que sientes esto genuinamente, y no por curiosidad o rebelión.
—¿Auddy?
—Tu mejor amiga, sí.
—No le conté a Autumn lo que soy, papá. No le conté a nadie, ¿recuerdas?
¿Como mamá quiere?
—Mira —dice papá, apoyando una mano en mi rodilla—. Hay otras dos cosas
que quiero decir. Comenzaré con la fácil. Es tentador, cuando te enamoras de
alguien, ignorar todo lo demás en tu mundo.
—Lo prometo.
—La razón por la que digo eso es porque es importante que mantengas tu vida
llena, independientemente de cuán profunda sea tu relación con Sebastian. Esto
es independiente de su religión. Si continúa y funciona de alguna manera,
entonces querrás amigos que te acepten y te apoyen. Y si, por alguna razón, no
funciona, necesitarás personas a las que puedas recurrir.
Miro fijamente al suelo, sintiendo una extraña reacción en guerra por dentro. Él
tiene razón. Tiene sentido. Pero odio la implicación de que yo no lo sabía ya.
—La otra cosa que quería decirte... —Papá se rasca la mandíbula, mirando
hacia otro lado. —No comparto la historia de tu madre con la iglesia, así que mi
reacción a tu relación es drásticamente diferente a la de ella. —Vuelve a mirarme
a los ojos. —Dicho eso, no creo que esté equivocada. No estoy necesariamente
de acuerdo con cada una de sus razones para advertirte, pero sí estoy de acuerdo
en que es complicado. ¿Asumo que sus padres no lo aprobarían?
—Creo que va un poco más allá de la desaprobación.
Papá ya está asintiendo ante esto.
—Así que cada vez que estás con él, vas a espaldas de sus padres.
—Sí.
—No me encanta eso —admite en voz baja—. Me gusta pensar que, si la
situación se invirtiera, serías abierto con nosotros o no traicionarías nuestros
deseos mientras vivieras en casa.
—La diferencia, papá, es que puedo ser abierto contigo.
—La cuestión es, Tann, tienes dieciocho años, y lo que haces con tu cuerpo es
tu elección. Pero lo que haces bajo mi techo sigue siendo algo sobre lo que tengo
algo que decir.
Oh.
—Te amo a ti, a tu hermana y a tu madre más que a nada en este planeta; tú lo
sabes.
—Lo sé.
—Y sé que te atraen las chicas y los chicos. Sé que vas a experimentar, y
nunca, por un segundo, te repugno eso. —Me mira a los ojos. —La complejidad
aquí no es que Sebastian sea un hombre. Si hubiera entrado y te viera con alguien
fuera de la iglesia, probablemente no habría dicho nada, e intercambiaríamos una
mirada de complicidad a través de la mesa y eso sería todo.
Mi deseo de acurrucarme como pelota en la esquina se eleva. Esto es muy
incómodo.
—Pero no quiero que tú y Sebastian usen nuestra casa para escabullirse a
espaldas de sus padres.
—Papá —le digo, con la cara caliente—. No tenemos muchas otras opciones.
—Sebastian es un adulto. Puede mudarse si quiere su propio espacio con sus
propias reglas.
Esto, justo aquí, es esencialmente papá cerrando la puerta a cualquier
discusión. Sé que esta opinión proviene de la experiencia. Y sentado aquí,
mirando la cara que conozco casi tan bien como la mía, me doy cuenta de lo difícil
que es para papá decirme esto.
Después de todo, según su familia, se enamoró de la mujer equivocada hace
veintidós años.
DOCE
La mamá de Autumn abre la puerta, dando un paso atrás para dejarme entrar. Le
dio a su hija los genes de la sonrisa con hoyuelos, pero eso es todo. Auddy tiene
todo el cabello rojo, nariz pecosa y ojos azules brillantes. La señora Green tiene
cabello negro, ojos marrones, piel oliva. Me pregunto cómo es ver todos los días a
una hija que es muy similar al esposo muerto de la señora Green. ¿Es maravilloso
o desgarrador? Lo más probable es que sea una combinación de ambos.
Tenemos una rutina: la beso en la mejilla y ella me dice que tiene algunos Yoo-
hoos en la nevera, y actúo emocionado. Son la cosa más rara, como la leche con
chocolate acuosa en cajas de jugo. Mencioné una vez a la señora Green que me
gustaron, mi primer verano aquí, y ella me los ha estado comprando desde
entonces. Ahora siempre me siento obligado a llevarme uno de camino a la
habitación de Auddy, pero, en realidad, ya no puedo soportarlos. Hemos estado
haciendo un pequeño experimento científico con una planta en su estante:
¿pueden las violetas africanas sobrevivir solo en Yoo-hoo?
La princesa Autumn está tendida en el suelo con un borrador de sus capítulos
frente a ella. Incluso lo está marcando con un bolígrafo rojo. No puedo manejar
esta mierda.
—Auddy, eres la persona más linda y nerd que he conocido en toda mi vida.
Ella ni siquiera levanta la vista cuando entro.
—No seas condescendiente.
—¿No sabes que el bolígrafo rojo puede ser visto como duro y puede dañar la
estima de los estudiantes? Mejor usar morado.
Ojos azules se vuelven hacia mi cara.
—Me gusta el rojo.
Su largo cabello pelirrojo está recogido en un enorme moño sobre su cabeza.
Se me cae la mandíbula.
—¿En serio?
Ella asiente, sonrojándose a través de sus pecas.
—¿Y cuántos chistes de "tu mamá" hizo?
Riendo, ella canta.
—¡Ninguno!
—No te creo.
Para Eric, todo es una oportunidad para bromas del tipo a tu madre o es lo que
ella dijo. No importa cuántas veces le recordamos que ya no es 2013.
—Fue divertido— dice ella, recostándose contra su cama—. Me gusta.
Llego hacia adelante, pellizcando su mejilla. Hay algo apretado dentro de mí.
No son celos exactamente, pero es una extraña sensación de pérdida, como si ya
no fueran Tanner y Autumn contra todos los demás. Ambos tenemos otras
personas ahora.
Incluso si aún no lo sabemos.
—¿Qué es esa cara? —Dibuja un círculo en el aire frente a mí.
—Solo estoy pensando. —Levanto su bolígrafo rojo y garabateo en la suela de
mi zapatilla. —Quería hablar contigo.
—Esto suena serio.
—No lo es. —Estrecho los ojos, pensando. —No, lo es, supongo. Solo quería
decir que lo siento.
Ella no dice nada, así que la miro, tratando de leer su expresión. Conozco a
Autumn mejor que a casi nadie, pero en este momento no puedo descifrar lo que
está pensando.
—¿Por qué? —dice finalmente.
—Por estar tan distraído.
—Es un término muy ocupado —dice ella. Se inclina hacia atrás y tira de un hilo
suelto en el dobladillo de mis jeans. —Lamento no haber sido la mejor amiga
últimamente tampoco.
Esto me sorprende y la miro.
— ¿Qué quieres decir?
—Sé que te has hecho amigo de Sebastian, y creo que estaba celosa.
Oh. Suenan las campanas de alarma en mi cabeza.
Ella traga, y es incómodo y audible, y su voz vacila cuando dice lo siguiente.
—Quiero decir, él está obteniendo algo de tu tiempo que yo suelo tener. Y hay
algo tan intenso en eso cuando ustedes están hablando, así que siento que él
podría estar tomando algo que es mío. —Ella me mira. — ¿Esto tiene sentido?
—Como si fueras una de las personas más importantes del mundo para mí, ¿de
acuerdo?
Ella levanta la vista, ojos vidriosos.
—Sí, lo sé.
En verdad, Autumn siempre ha sabido quién es y qué quiere. Ella siempre ha
querido ser escritora. Ella es blanca, es heterosexual, es hermosa. Ella tiene un
camino que puede seguir que la llevará a estas cosas, y nadie le dirá que no
puede o no debe desearlas. Soy bueno en las ciencias físicas, pero soy
ambivalente acerca de seguir a mi padre por el camino del médico, y no tengo
idea de qué más podría ser. Solo soy un chico bisexual medio judío que se está
enamorando de un chico mormón. El camino para mí no es tan claro.
—Ven aquí —le digo.
Los Warriors están jugando contra los Cavs en una revancha, y papá está
plantado en el sofá. Cada línea de su cuerpo está tensa. El grado en que
desprecia a LeBron James me elude, pero no puedo culparlo por su lealtad.
Mientras que papá siempre ha sido mudo sobre el tema de su tiempo apartado,
mamá se ha referido a él en broma como el "Año Oscuro". Broma o no, he visto
fotos de ellos desde este momento, y las imágenes siempre me inquietaban un
poco. Mis padres están con E mayúscula ENAMORADOS. Papá piensa que
mamá es brillante, hermosa; él piensa que ella colgó las estrellas. Ella piensa que
él es el hombre vivo más inteligente y maravilloso. Estoy seguro de que su tiempo
de separación los hizo agradecidos por lo que tienen, pero está claro que se
sintieron así incluso antes de la ruptura. En esas fotos, ambos tienen este tipo de
aspecto hueco y tallado. Los círculos azulados bajo los ojos de papá parecen
fases oscuras de la luna. Mamá es delgada, pero en el Año Oscuro, era
esquelética.
Ahora me admite que no podía dormir. Durante casi un año, durmió solo un par
de horas por noche. No era raro encontrar estudiantes de medicina que estuvieran
despiertos toda la noche estudiando, pero papá es un tipo organizado y dedicado
y no tuvo problemas para mantenerse al tanto de su trabajo. No podía dormir
porque estaba enamorado de ella. Ese año, había sentido que era viudo.
Fue a su antiguo departamento y le rogó que lo volviera con él.
Nunca supe esto. Siempre escuché que un día se encontraron en el campus y
papá supo desde entonces que no podía mantenerse alejado de ella.
—¿Por qué nos dijiste que te encontraste con mamá en el campus?
—Porque eso es lo que le dije a Bubbe —dice en voz baja—. Le dolió durante
mucho tiempo que me case con Jenna. Pero pensar que la había buscado y que le
rogué que volviera a mí habría sido una traición más activa.
Me duele el corazón cuando dice esto. Cada vez que voy a ver a Sebastian se
siente como una traición activa a mamá. Nunca había tenido un nombre para eso.
—Jenna me sentó —dice papá—, y me gritó durante una hora. Ella me dijo
cuánto le dolía estar en una posición donde no tenía poder. Me dijo que siempre
me amaría, pero que no confiaba en mí. —Él se ríe. —Me despidió y me dijo que
le probara que iba en serio.
— ¿Qué hiciste?
—Llamé a Bubbe y le dije que estaba enamorado de una mujer llamada Jenna
Petersen. Compré un anillo y volví al apartamento de tu madre y le pedí que se
casara conmigo.
Aparentemente, mamá dijo: "¿Cuándo?" Y papá dijo: "Cuando quieras".
Entonces se casaron en la corte a la mañana siguiente, otro detalle que nunca
había escuchado. He visto innumerables fotos de su boda oficial: la firma de la
ketubah, mamá oculta a la vista debajo de su velo, esperando caminar por el
pasillo, mi papá rompiendo el cristal debajo de la jupá, la fila de fotos de amigos y
familiares honrados miembros dando el sheva brachot: las siete bendiciones,
levantando a mis padres en amplias sillas de madera mientras sus amigos
bailaban a su alrededor. Las fotos de su boda se alinean en el pasillo de arriba.
No tenía idea de que estaban casados legalmente casi un año antes.
Papá me sonríe.
—Ni por un solo segundo. Tu mamá es mi sol. Mi mundo solo es cálido cuando
ella está en él.
—No puedo imaginar cómo fue eso para ti. —Miro mis manos. —No sé cómo
alejarme de Sebastian, o si puedo hacerlo. —Tengo que preguntar, por mucho que
temo la respuesta. —¿Le dijiste que entraste a la habitación y me viste con
Sebastian?
—Lo hice.
—¿Estaba enojada?
—No estaba sorprendida, pero estuvo de acuerdo con lo que te dije. —Se
inclina más cerca, besando mi frente. —Lo que Jenna aprendió conmigo fue que
siempre tenía poder, incluso cuando sentía que no la reconocía. No estás
indefenso aquí. Pero debes ser claro sobre lo que eres y lo que no estás dispuesto
a tolerar. —Pone un dedo debajo de la barbilla y me alza la cara para mirar la
suya. —¿Estás dispuesto a ser un secreto? Tal vez lo estás por ahora. Pero esta
es tu vida, y se extenderá ante ti, y eres la única persona que puede hacer lo que
quieras que sea.
TRECE
Sebastian me envía mensajes de texto antes de acostarse todas las noches y a
primera hora de la mañana.
A veces son tan simples como:
Hey.
Otras veces son más largos, pero apenas. Como el miércoles después de cenar
en su casa me envió una nota que decía simplemente:
Me alegra que estemos de acuerdo con la situación.
Autumn saca una página del montón de folletos que recorren la sala y deja caer
la pila sobre mi escritorio y me saca de la niebla. Sebastian está al frente de la
habitación, inclinada sobre un cuaderno con Clive y Burrito Dave. No importa que
Clive está saliendo con Camille Hart y Burrito Dave está saliendo con la mitad de
la clase junior. Los celos aumentan bruscamente entre mis costillas.
Jueves
Jueves
Jueves
Jueves
El jueves es dentro de tres días, y cuando iremos a nuestra próxima caminata
—¿Cómo podría saberlo? —pregunto. Casual. Despreocupado.
5
Quiere decir, de su estado de euforia o extremadamente feliz.
como nuestros amigos críticos seleccionaron. Tengo más de cuarenta mil palabras
escritas, pero son todo esto, y no puedo entregarlo.
Autumn no quería trabajar conmigo, todos menos yo estábamos sorprendidos.
Así que me falta un compañero y voy a volar bajo el radar con esto siempre que
sea posible. Aunque debería haberlo sabido mejor. A pesar de su ambiente hippie
y literario desordenado, Fujita está al tanto de los detalles.
—Todos tenemos días en los que fluye y días en los que no —dice lo
suficientemente alto para el beneficio de toda la clase, y luego se inclina de
nuevo—. ¿Estás avanzando de otra forma?
—Sorprendentemente —le digo—, sí.
Dependiendo de cómo lo mires.
—Bien. —Arrodillándose, Fujita se encuentra cara a cara conmigo. —Entonces,
parece que todos los demás están emparejados para las críticas. Ya que estás en
proceso pero estás luchando hoy, voy a pedirle a Sebastian que te dé su opinión.
—Mi pulso se dispara. —Sé que te ha estado hablando un poco sobre tu idea, y
en ausencia de un número de estudiantes en la clase de todos modos, esa parece
ser la forma más fácil de hacerlo. —Me palmea la rodilla. —¿Estás de acuerdo?
Yo sonrío.
—Sí.
—¿Qué pasó?
Fujita y yo levantamos la vista cuando Sebastian se materializa a nuestro lado.
—Solo le estaba haciendo saber a Tanner que serás su amigo de críticas.
Sebastian sonríe con una sonrisa fácil y segura. Pero sus ojos bailan hacia mí.
—Genial. —Un par de cejas perfectas y oscuras se levantan. —Eso significa que
tendrás que mostrarme lo que tienes hasta ahora.
Levanto las cejas a cambio.
—Está bastante vacío.
Mi pulso sale corriendo por la puerta de salida, y mi voz tiembla cuando intento
un casual:
—Impresionante, gracias.
Siento la atención de Autumn a un lado de mi cara en el momento en que se
aleja. Sin mirarla, le pregunto:
—¿Qué pasa, Auddy?
Ella se inclina, susurrando.
—Tú y Sebastian acaban de tener una conversación completa en insinuaciones
sexuales.
—¿En serio?
Ella se queda callada, pero su pausa intencional es algo vivo que respira entre
nosotros.
Finalmente, la miro a los ojos, y antes de mirar hacia otro lado, me pregunto si
ella lo ve todo allí. Sé que está escrito en mi cara tan claramente como en un
banner en el cielo:
T,
Y tenemos los jueves. ¿Es una locura que este tan emocionado?
Tendrías que controlarme. Todo lo que quiero hacer es besar,
besar y besarte.
Tuyo,
S.
Me espera en el comienzo del sendero a las tres del jueves. Solo tenemos unas
pocas horas de luz del día, pero espero que podamos quedarnos más tarde esta
noche, alargar el tiempo en la oscuridad. Sé que no tiene clases hasta después
del almuerzo de mañana.
—Hola. —Sacude la cabeza y se quita el cabello de los ojos. Me zumba la piel.
Quiero presionarlo contra un árbol y sentir su cabello deslizarse entre mis dedos.
—Hola.
Dios, somos idiotas, sonriendo como si acabáramos de ganar una medalla de
oro del tamaño de Idaho.
Sus ojos son traviesos, y amo este lado de él. Me pregunto quién más lo ve.
Quiero pensar que lo que veo aquí mismo en sus ojos es su verdad pura.
—¿Trajiste agua? —pregunta.
—El grande.
—Bueno. Subiremos. ¿Estás listo?
—Te seguiré a todas partes.
Con una enorme sonrisa, se da vuelta, yendo por el camino hacia la densa
maleza húmeda y lluviosa. Lo sigo de cerca. El viento se levanta a medida que
subimos, y nosotros no nos molestamos con una pequeña charla. Me recuerda a ir
a un buffet de mariscos con papá cuando me llevó a una conferencia en Nueva
Orleans. Papá tenía esta concentrada mirada intensa en su cara. No comas el
relleno, dijo, refiriéndose a los palitos de pan, mini sándwiches, incluso los
hermosos pasteles pequeños-pero-sin-sabor. Papá fue directo a las patas de
cangrejo y el atún chamuscado.
Una pequeña charla sin aliento en este momento serían palitos de pan. Quiero
sentir el cuerpo de Sebastian contra el mío la próxima vez que diga algo.
—¿Tann?
Me giro, mirándolo. La tentación de arrastrarse sobre él y besarlo durante horas
es casi imposible de resistir, pero también hay algo bastante bueno sobre poder
sentarse aquí y tomarse de las manos
con
mi
novio.
—¿Sí?
Me lleva la mano a su boca y besa mis nudillos.
—¿Puedo leerlo?
Vino tan rápido. Lo estaba esperando, pero aún así.
—Eventualmente. Es solo que. . . no está terminado.
Se mueve para sentarse.
—Lo entiendo. Lo acabas de empezar, ¿verdad?
La mentira está empezando a ponerme negro por dentro.
—En realidad —le digo—, me está costando comenzar. Quiero escribir algo
nuevo. En serio. Pero cada vez que me siento en mi computadora, escribo
sobre… nosotros.
—Entiendo eso. —Se queda callado por unas pocas respiraciones. —Quise
decir lo que dije. Lo que yo leí fue realmente bueno.
—Gracias.
—Oh, cierto.
—Puedes crear una nueva cuenta de Gmail y yo puedo enviarla allí.
Él ya está asintiendo, y se acelera cuando la implicación de esto parece
impactar en él más completamente. Sé exactamente lo que está pensando:
podríamos escribir correos electrónicos el uno al otro todo el tiempo. Es tan
adorable que odio reventar su burbuja.
—Solo ten cuidado con lo que haces en casa —le digo—. Mi mamá creó el
Software de padres inteligencia. Sé mejor que la mayoría lo fácil que pueden
rastrear cada movimiento que haces.
—No creo que mi mamá y mi papá sean tan expertos en tecnología —dice
riéndose—, pero lo tendré en cuenta.
—Te sorprendería lo fácil que es —le digo, medio orgulloso, medio
profundamente disculpándome con los de mi generación que fueron expuestos por
el primer invento de mi madre—. Sé cómo mis padres se enteraron de mí... y mi
interés en los chicos. Instalaron el software en nuestra nube y podían ver todo lo
que había buscado, incluso si borraba mi historial.
—No. —Me río, pero sigo porque no quiero que parezca burla. —Que eres gay.
La confusión en su rostro se profundiza.
—No lo soy.
—¿No qué?
—No soy...eso.
Algo parece atraparse en el engranaje de mi pulso, y se dispara. Con un
suspiro, me duele el pecho.
—¿No eres gay?
—Quiero decir —dice, nervioso, intentando de nuevo—, me atraen los chicos y
estoy contigo ahora mismo, pero no soy gay. Esa es una opción diferente, y no
elijo ese camino.
Ni siquiera sé qué decir. La sensación dentro de mí se siente como si se
hundiera.
Solté su mano.
—Como, tú no eres gay, no eres heterosexual, tú eres… tú —dice, inclinándose
adelante para atrapar mis ojos—. Yo no soy gay, no soy heterosexual, yo soy yo.
Lo deseo tanto que es casi doloroso. Entonces cuando me besa, trato de hacer
que la sensación de él chupando mi labio inferior bloquee cualquier otra cosa
Quiero su beso para que sea la aclaración, la seguridad de que una etiqueta no
importa, que esto es lo que importa.
Pero no lo hace. Todo el tiempo nos besamos y más tarde, cuando nos
paramos y caminamos hacia abajo, todavía tengo la sensación de que me estoy
hundiendo. Él quiere leer mi libro, el libro sobre enamorarse de él. Pero, ¿cómo
puedo enviarle mi corazón cuando él acaba de decir, en términos inequívocos, que
no habla este idioma?
CATORCE
A última hora de la tarde del sábado, Autum corre detrás de mí, por mi camino de
entrada. Finalmente estamos fuera de mi casa y ella suelta su aluvión de
preguntas.
—¿Estabas hablando con él cuando llegué aquí?
—Sí.
—¿Me estás diciendo que no le gustas? Tanner, veo cómo te mira a ti.
Desbloqueo el auto, abriendo la puerta del lado del conductor. Estoy 100 por
ciento seguro de que no estoy en el estado de ánimo para esto. Incluso después
de hablar con él esta mañana, las palabras de Sebastian del jueves todavía rebota
alrededor de mi cabeza.
No soy... eso.
No soy gay
—¿No ves cómo te mira?
—Auddy. —No es una negación; No es una confirmación. Eso tendrá que
funcionar por ahora.
Se sube detrás de mí, se abrocha el cinturón de seguridad y luego se da vuelta
para mirarme.
—¿Quién es tu mejor amiga?
Sé la respuesta correcta a esta:
—Tú. Autum Summer Green. —Encendido el auto, y rio a pesar de mi modo
oscuro. —Sigue siendo el mejor mal nombre.
Auddy ignora esto.
—¿Y en quién confías más que nadie en el mundo?
—Mi papá.
—Después de él. —Ella levanta la mano. —Y después de tu madre, abuela,
familia, bla, bla.
—No confío en Hailey por lo que puedes descartarla. —Me giro y miro sobre mi
hombro atrás fuera del camino de entrada. Papá no me deja confiar únicamente
en el respaldo de la cámara del sensible Camry que conduzco.
Autumn golpea el tablero.
Sacudo la cabeza
—Lo prometo, no lo eres.
—De acuerdo. Estoy segura de que tienes muchas historias que ni siquiera
conozco.
El lago Utah solía ser hermoso. Era lleno, y llamativo, y un gran lugar para todo
tipo de deportes acuáticos ambientalmente irresponsables que horrorizaron
positivamente a mis padres cuando nos mudamos aquí por primera vez. Si le
preguntas a mi papá, las motos acuáticas son trabajo del diablo.
Ahora el nivel del agua es bajo y la cubierta de algas es tan gruesa que incluso
si es agua para nadar, probablemente no nos aventuraremos. En cambio, solo
caminamos entre el estacionamiento y la orilla, comiendo la pizza que Manny trajo
y tirando piedras tan lejos como podamos en el horizonte.
Sueño con la vida universitaria y vivir en una gran ciudad donde puedo pasar un
día en museos o en un bar viendo fútbol, o haciendo cualquier cantidad de cosas
que no implica sentarse, hablar de la misma basura de la que hablamos todos los
días en el colegio. Sueño con convencer a Sebastian de que se mueva conmigo y
mostrarle que ser gay no es algo malo.
Kole trajo algunos de sus amigos que nunca conocí, y están volando
helicópteros controlados por radio cerca del estacionamiento. Son grandes,
futbolísticamente, y del tipo de chicos ruidosos y con palabrotas que siempre me
han hecho callar incómodo. No soy Manny, pero no soy pequeño en absoluto, y sé
hay una cierta calma para mí que a menudo se interpreta como amenazante. Uno
de ellos, Eli, me mira con el ceño fruncido antes de mirar a Autumn como si fuera
que va a enrollarla en una porción de pizza y comerla. Él es musculoso en una
sospechosa forma, con un cuello grueso y piel manchada con cicatrices de acné
Ella se arrastra a mi lado, haciendo el papel de novia. Entonces inmediatamente
tomo el papel de novio, rodeándola con mi brazo, encontrando su mirada. Eli mira
hacia otro lado.
—¿No quieres experimentar con eso? —promeo.
Auddy gruñe un "No."
Después de que nuestra llamada de esta mañana fue interrumpida por la
llegada de Autumn, Sebastian se fue para una actividad en algún parque al sur de
Jordan. Sé que él no va a estar en casa hasta después de las seis, pero eso no
me impide comprobar obsesivamente si tengo algún emoji sugerente en mi
bandeja de entrada.
No tengo.
Odio la forma en que dejamos las cosas (con un casual "Hablamos más tarde")
y especialmente odio que no parece tener ningún sentido de cómo me afectaron
sus palabras del jueves. Es algo sobre lo que he leído en los panfletos que mamá
ha dejado fuera (cómo los chicos LGBTQ a veces sienten esta duda flotante,
sabiendo que alguien podría rechazar no solo por lo que somos específicamente,
sino por quiénes somos más profundamente) pero realmente nunca lo sentí antes
de ahora. Si Sebastian no cree que sea gay, entonces ¿qué demonios está
haciendo conmigo?
Acerco a Autumn, calmado por el sólido peso de ella contra mí.
Manny recluta a algunos tipos para que lo ayuden a construir un enorme
Humvee controlado por radio, y cuando terminan, se turnan para lanzarlo sobre el
terreno irregular, el camino hacia el lago, pequeñas rocas que bordean el
estacionamiento. Nos llama la atención una pelea en la distancia, cerca de mi
auto. Los amigos de Kole están luchando, riendo, y vemos como un tipo grande
que creo que se llama Micah derriba a Eli. Debajo de él, Eli se mueve y empuja,
pero no puede levantarse. No sé lo que ha hecho para ser derribado, incluso si es
claramente de buen carácter, pero no puedo evitar disfrutar de la vista de él
atrapado allí. Hemos intercambiado cero palabras; él solo tiene ese semblante de
imbécil sobre él.
—¡Quítate de encima, maricón! —grita, notando cuánta atención están
recibiendo ahora.
A mi lado, Auddy también se congela. La palabra "maricón" parece hacer eco
en toda la superficie del lago, pero las únicas personas a las que parece haber
golpeado en alguna parte tierna es a nosotros dos.
Micah se levanta, se ríe más fuerte y ayuda a Eli a ponerse de pie.
—Apuesto a que acabas de tener la erección más grande, maldito homosexual.
—Eli sacude sus pantalones. Su cara está aún más roja que antes.
Me doy la vuelta, actuando como si solo fuera a mirar por el horizonte hermosas
montañas en la distancia, pero cuando vislumbro a Auddy, ella parece que quiere
arrancarle las bolas a Eli con sus propias manos. Realmente no puedo culparla a
ella, me horroriza darme cuenta de que la gente todavía habla así. . . en cualquier
sitio.
Vagando, Micah parece indiferente. El resto del grupo camina hacia donde
Micah está recogiendo su juguete de control remoto caído, y el momento parece
pasar tan fácilmente como una ola rompiendo en la costa rocosa
—Asqueroso —susurra Auddy. Ella me mira, y trato de sonreír a través de mi
ira reprimida. Intento canalizar a Sebastian y, por primera vez, entiendo su
increíble sonrisa falsa. Ha tenido mucha práctica.
—Así que.
Ella gira su cara hacia mí, poniendo una pierna debajo de ella.
Ella pestañea. Sé que Autumn está a favor de los derechos de los gays, ella
adora a Emily y Shivani, critica la política de los mormones sobre los miembros
LGBTQ, y ayudó a repartir folletos para la fiesta de la Provo High Gay-Hetero
Alianza. Pero una cosa es apoyarlo en teoría. Otra cosa es tenerlo en tu propia
vida, en su vida. En su mejor amigo.
—Si me veo de cualquier forma menos bien con esto es porque estoy molesta
de que no me lo hubieses dicho antes.
Me encojo de hombro. Realmente no tengo que decir que el tiempo de
compartir esta información no se ha terminado para ella.
—Pero te besaste con Jen Riley en segundo año. Yo te vi —dice ella—. ¿Y qué
hay de Jessa, Kailley, y Trin? Has tenido sexo. Con chicas.
—¿No sería extraño si hubiese una chica en la escuela (una chica de la que
hubiésemos hablado, que los dos pensamos que era insanamente caliente, y
dulce, y perfecta) y de la que estuviese enamorada y estuviese manejando todo
eso por mi propia cuenta y yo no te hubiese dicho nada sobre ello?
Realmente no pensé sobre ello de esta forma, e incluso este hipotético caso me
hace sentir un poco triste, como si todo este tiempo hubiese estado ahí,
disponible, y Auddy no vino a mí porque ella no confiaba en mí.
—Oh dios mío. Ahora muchas cosas tienen sentido. —Ella exhala, largo y lento,
girando para soplar su aliento en la ventana. Una nube de condensación aparece,
y Autumn dibuja un corazón en ella y entonces toma una foto, escribiendo un
enorme “WOW” antes de publicarlo.
—Empezó sobre quién soy yo, en esta ciudad. Y entonces Sebastian vino y…sí.
Va sobre enamorarme de él.
—¿Es él…?
—Eso no significa que él no sea gay, Tann. Un montón de mormones son gays.
Montones de misioneros, montones de hombres casados, incluso.
Sacudo mi cabeza.
Respondo a todo, bueno, casi. Obviamente no puedo decirle a ella que besar a
Sebastian es mejor que cualquier cosa que pueda haber hecho antes.
Y, por supuesto, le digo a ella que tan pronto como entre en la universidad
planeo decírselos a todos. Se los dije en Palo Alto. En el segundo que mis ruedas
salgan de este estado, voy a bajar mi ventanilla y ondear mi bandera.
Hay algo que es imposible ignorar, un borde de dolor que no le conté antes. Por
suerte, Autumn es fácilmente distraída con abrazos, bromas y helado.
Autumn lo sabe.
Estamos bien.
Otra cosa que es fácil de notar es que el baile de graduación está a la vuelta de
la esquina: los escaparates de cada tienda de ropa aclaman que tienen vestidos,
esmóquines, zapatos, pendientes, flores. Vender, vender, vender. Baile de
promoción, baile de promoción, baile de promoción.
Con Eric habiendo tomado coraje y habiéndole pedido a Autumn sobre el baile,
tengo que ser el Mejor Amigo de Apoyo de nuevo, lo que aparentemente significa
estar esperando pacientemente mientras ella prueba vestido tras vestido en el
brillante probador iluminado.
Autumn se mueve hacia una silla rosa y cruza sus piernas como demostración.
—¿De qué color es mi ropa interior? —me pregunta ella, sonriendo como si
pensase que estoy mintiendo.
—Azul.
—Mierda. Me gustaba este. —Se mueve para estar enfrente del espejo, y una
pequeña chispa de protección zumba en mi pecho mientras imagino a Eric y sus
manos y a sus hormonas de chico-adolescente sobre ella. Ella se encuentra con
mis ojos en el cristal. —¿Así que no te gusta?
Me siento como un idiota por hacer que ella piense que es cualquier cosa
menos perfecta y que no puede llevar lo que ella quiera, pero ese vestido está en
conflicto directo con algún tipo de instinto de hermano mayor que tengo de atar las
manos de Eric detrás de su espalda.
—¿Cómo va el libro, por cierto? Ahora que sé un poquito más sobre él, estoy
incluso más curiosa.
—No puedo creer que es sobre él. ¿Podría leer la versión beta?
La cortina se aparta de nuevo, y ella sale con un vestido que es la tercera parte
del anterior, pero siento como si estuviese perdiéndome algo aquí. Autumn se ha
cambiado delante de mi antes, pero ha sido más bien un mis-pechos-van-a-salir –
si-no-quieres-verlos-más-vale-que-corras-de-aquí. Pero esto se siente diferente.
Un poco… alardeando.
—No está listo aún. Pronto. —No contento con la dirección que está tomando
esta conversación, pero sabiendo que el vestido es la ruta más segura, digo—: Me
gusta este.
Cuando ella se asoma por la cortina, le doy a ella una plana, y paciente
expresión.
—Eso apesta.
Estoy preocupado de que ella esté empezando a asumir que algo está pasando
conmigo y Sebastian incluso aunque no haya indicado eso.
Autumn no creé que ellas hayan oído algo, pero ¿cómo demonios ella lo sabría?
Ella estuvo en el probador todo el tiempo. Estoy intentando no asustarme, y por
mucho que me alegre que esto haga que Autumn pueda comprender lo difícil que
puede llegar a ser el ser LGBT aquí, su dulce voz presente en el fondo cuando
tengo la mente hecha un desastre no está ayudando a que me calme.
—¿O yo debería?
Estoy estresado mientras veo un episodio de Pretty Little Lairs cuando llega el
primer mensaje de Sebastian. Casi me caigo del sofá.
Miro a la casa vacía a mi alrededor. Hailey está donde un amigo y mis padres
están disfrutando una extraña noche juntos. Son sólo las nueve, pero nadie estará
en casa hasta dentro de unas horas. Sé lo que dijo mi padre sobre usar este lugar
para escabullirse, pero él puede al menos venir, ¿verdad? Nos tiraremos en el
sofá, a ver la tele. No hay nada malo con eso.
Él está parado ahí, llevando una camiseta negra, unos pasados vaqueros con
una raja en la rodilla, y descoloridas Converse rojas. Incluso faltando algo de su
brillo normal él está… asombroso. Su pelo le cae en los ojos, pero eso no oculta la
chispa que veo allí.
—Hola.
Camino hacia atrás para que él pueda seguirme. Dentro, él espera que me
mueva de la puerta para que me empuje en la pared. Sus labios están tan
calientes como su mano en mi cadera, donde su pulgar presiona en la piel encima
de mis vaqueros. Ese pequeño toque es como un disparo de pistola en mi sangre,
y yo me balanceo hacia delante, muy excitado por el pensamiento de su mano y
su general proximidad a otras partes que no puedo ni recordar porque no se
supone que él que esté aquí. Quiero que tire de la esquina del jean hacia abajo.
Quiero llevarlo a mi habitación y ver si él se sonroja por todas partes.
Puedo decir que le sorprende como él simplemente vino y me besó sin ninguna
consideración de lo que estaba pasando más al fondo en la sala. No pretenderé
que no me sorprendió, también. Es el tipo de impulsividad que conozco, pero él
siempre se ve mucho más calmado. Me gusta que pueda tirar de sus fronteras
bien construidas. Eso me hace sentir poderoso, y esperanzado.
Lo llevo hacia el sofá, cae al lado mío. Apuesto que estuvo trabajando todo el
día construyendo casas o cavando zanjas o algo igual de servicial.
—Estuvo bien. —Alejo mi cabeza lo suficiente como para ver un rubor debajo
de su piel. —Te extrañé.
—¿Tann?
Me estremezco, mirando hacia arriba para verlo entrecerrando los ojos hacia la
pantalla, confundido.
—¿Qué es eso?
Él se ríe.
—Autumn es la mejor.
El resto de lo que pasó hoy camina como una sombra acosadora: Manny, Julie,
McKenna.
—Sí. Es sólo que… mi madre. —Él lanza su teléfono al otro lado del sofá. Me
incorporo un poco, tomando un poco de espacio por primera vez desde que
caminó en la casa. Sus ojos están hinchados y rojizos. No se ve como si hubiese
estado llorando, pero si como se los hubiese estado frotando muy fuerte, algo que
le he visto hacer cuando está estresado.
—No, está bien. —Él mueve su mano. —Ella quiere hablar de lo que pasó en el
campamento.
—Ellos nos vendan los ojos como grupo y tenemos que alinearnos, diciéndonos
que nos sujetemos del hombro de la persona enfrente nuestra.
¿Vendados en el bosque? Eso suena más como una película de terror que
como una actividad de iglesia.
—El líder del grupo nos da instrucciones. ‘Ve a la izquierda,’ ‘ve adelante’, ‘más
lento,’ y está bien porque puedes sentir a la persona enfrente de ti, el peso de una
mano en tu propio hombro. —Él toma una respiración, sus ojos mirando al suelo y
de nuevo a la pantalla. —Hasta que ya no lo sientes. Un minuto tu sientes una
mano en tu hombro, y luego se ha ido. Y luego debes seguir solo sin escuchar
órdenes.
—Sé que suena mal, pero estoy seguro de que si pudiésemos ver nos daríamos
cuenta de que no estamos tan lejos los unos de los otros, y sólo estamos un poco
apartados del camino. Pero no podemos mirar, así que nos sentamos
calladamente con nuestros ojos cerrados, y esperamos, y rezamos.
Miro abajo hacia nuestras manos y estrecho dedos con los suyos.
—He hecho esto antes y es un poquito aterrador. Me refiero, no puedes ver, así
que, por supuesto lo es, pero esto se sintió diferente, para mí. Urgente de una
forma que nunca lo había sido antes. Así que me levanté y seguí su voz. Mis ojos
seguían cerrados, y estaba tropezando por la colina, esperando que no fuese a
caerme por una roca o que caminase hacia un árbol. Pero seguí yendo, sabiendo
que mi padre no dejaría que me hiciese daño, pero sintiendo como si tuviese que
darme prisa. Cuando finalmente llegué a él, me abrazó fuertemente y me dijo
‘Bienvenido a casa’, y que él me amaba y que estaba orgulloso del hombre en el
que me estaba convirtiendo. Y todo en lo que pude pensar fue ‘¿Estás seguro?
¿Lo seguirías estando si supieses de Tanner?’
Mi pecho se aprieta.
—Sebastian…
—Tú sabes, he tenido este sueño donde le decía todo, sobre como tuve un
crush con un chico en octavo grado, y un montón de chicos después de eso, y que
ninguno lo supo. En el sueño le digo como nunca he querido besar a una chica, ni
una vez, y no puedo prometer que quiera casarme. Y luego estoy esperando en
los árboles, y nadie viene. A todos los demás les da igual, yéndose con sus
familias, pero estoy aquí sentado con mis ojos cerrados, simplemente esperando.
—Él parpadea hacia el techo. —Estaba tan aliviado de que Papá estuviese aquí
este fin de semana que casi me prometí que no haría nada para ponerlo en
peligro. ¿Pero y si nunca quiero lo que él quiere para mí? ¿Qué pasa si no puedo
hacerlo?
—Estaba pensando sobre esto después —dice él, su voz amortiguada por mi
piel —, y tratando de figurar que significa, pero no hay respuestas en ningún lugar.
Hay todo tipo de ensayos escritos para nosotros sobre enamorarnos, y casarnos, y
siendo padres. Incluso perdiendo un hijo o cuestionando tu fe. Pero no hay nada
sobre esto, nada que ayude al menos. En todos lados es como ‘Atracción por el
mismo sexo es sólo un término técnico; no es quien tú eres. No puedes controlar
los sentimientos, pero puedes controlar como tú los respondes’, y eso es una
mentira. Nos enseñan a que nuestra vida gire sobre Cristo y él nos enseñará el
camino. ¿Pero cuando rezo? El Padre Celestial dice que sí. —Él frota sus ojos con
el talón de sus manos. —Él me dice que está orgulloso de mí y que me ama.
Cuando te beso, se siente correcto, incluso aunque todo lo que he leído dice que
no debería. Eso me pone loco.
Él se gira, y yo beso su sien, luchando por no perderlo todo con él ahora mismo.
No es de extrañar su “No soy…eso”, una clasificación a lo que es podría quitarle
todo lo que él ha podido tener. Quiero ser fuerte. Lo tengo fácil. Tengo tanto
apoyo. Duele ver que él no tiene nada de eso.
—Nosotros tenemos que rezar, y escuchar, así que lo hago. Pero entonces,
cuando me giro hacia otros, es como…—Él sacude su cabeza. —Se siente como
si estuviera empujando a través de la oscuridad y sé que lo que hay más adelante
es seguro, pero nadie me está siguiendo hacia allí.
Nos sujetamos las manos mientras vimos la televisión, pero cuando su teléfono
sonó de nuevo dijo que tenía que irse a casa. Él me besó en la puerta y miró por
encima de su hombro hacia mí mientras caminaba hacia la entrada de coches, y
me mandó un e-mail esa noche para hacerme saber que todo estaba bien.
—Oh dios mío, Tanner. Eres muy dulce. Gracias —dice ella, cogiendo su bolso.
—Hola, Faith. —Miro hacia su dibujo y me doy cuenta de que es algún tipo de
libro de colorear sobre los Diez Mandamientos. ¿Esta gente no tiene nada que no
tenga que ver con la iglesia? Ella va por la mitad de la hoja actual, donde un Jesús
de pelo azul está de pie en una montaña guiando una multitud multicolor. Creo
que amo a esta niña. —Ese es un gran dibujo. —Señalo a un camello que ella ha
bendecido con alas. —Muy creativo.
—Sí, creo que él definitivamente puede. —Sra. Brother se gira hacia mí. —
Tanner, cariño, creo que Sebastian está abajo en su habitación.
—Voy a llevar a Faith a un baile pronto, así que, si alguno de los dos necesita
algo más, atiéndase entre ustedes.
—Hey, tú —dice él, sus ojos cayendo en el plato en mi mano—. ¿Me has traído
galletas?
—Le gustas —dice él, arrastrando su pie a través del césped—. A todos ellos.
Sé que ellos lo harán.
Río.
—No tengo ni idea de porqué.
—Creo que sabes que eres adorable. —Quiero que él escriba estas palabras
para que pueda leerlas una y otra vez. —¿Me vas a dar una galleta?
Sostengo su mirada por un momento antes de tenderle una del plato. Todavía
siguen calientes.
—Si ella cree que estoy dentro, voto porque ambos nos escondamos aquí
fuera.
—Aun así, está bien aquí fuera. —Sebastian recoge sus cosas, y le sigo hacia
la sombra de un árbol gigante. Para cualquiera de la casa debemos ser invisibles,
totalmente ocultos por el dosel de nuevo, brillantes hojas verdes por encima.
—A lo mejor la próxima vez puedes saltarte las clases y verlo. —Él abre un ojo
para mirarme. —Sé lo mucho que te gusta desobedecer a la autoridad.
—Um. —Él mira de reojo las ramas de arriba. —Lo terminé en mayo (justo
antes de la fecha tope, si mal no recuerdo) y se convirtió en un borrador una
semana después. Seguí sin estar seguro de si era bueno.
—Tu libro no es basura, Tanner. Eso no es posible. Sí, hay detalles que
necesitan ser cambiados para proteger al inocente, pero no es basura. Eres muy
pensativo, muy sensible. —Él sonríe. —Sí, dije ‘sensible’… a pesar de tu
despreocupado modo exterior.
—Mi ‘modo exterior’... —empiezo con una sonrisa, pero cierro mi boca con el
sonido de voces por lo alto.
Cuando me inclino hacia delante, extendiéndome para ver, veo una ventana del
baño abierta justo encima de nuestro árbol. Ella no nos está hablando.
Sólo puedo imaginar la afligida expresión que su madre debe estar haciendo,
porque su padre suspira, diciendo tristemente.
—Sí.
—Oh no —dice ella—. Oh no, no. Sabía que se habían mudado, pero no tenía
ni idea de que él era. . . —Ella para antes de decir la temida palabra G, y baja su
voz. —¿Cómo están sus padres?
Sus voces se apagan mientras nos movemos a otra habitación. Sebastian está
mirando ligeramente a la distancia, y el rayo de mi silencio rueda a través de mí
mientras tengo problemas en pensar qué decir.
No puede haber pasado por alto para Sebastian que su madre no preguntó
sobre Brett o por lo que sea por lo que él estuviese feliz; ella preguntó por sus
padres, casi como si teniendo un hijo gay es algo que ellos tienen que manejar,
que explicar, algo con lo que lidiar.
Él mira hacia arriba desde donde está recogiendo sus subrayadores, una
sonrisa tensa en su cara.
—¿Por qué?
—Ser gay no está mal, pero tampoco es el plan de Dios. —Él sacude su
cabeza, y creo que es en este momento, justo aquí, es cuando realmente me
golpea que la identidad de Sebastian no es gay. No es ni si quiera jugador de
fútbol o novio o hijo.
Es mormón.
—Sé que esto no tiene que tener sentido para ti —me dice él cuidadosamente,
y el pánico aprieta mi intestino—. Estoy seguro de que no tienes ni idea de qué
estás haciendo conmigo o qué estoy haciendo contigo, y si tú. . .
—No. —Aprieto sus dedos, sin preocuparme si alguien más lo puede ver. —No
es eso lo que estoy diciendo. Te necesito. Pero odio el hecho de que tus padres
nos mirarán y pensarán que somos algo que necesita ser reparado.
Pasa un largo rato antes de que él responda, y puedo decir que a él no le gusta
totalmente lo que he dicho porque retira su mano, aprisionándola entre sus
rodillas.
—No suelo suponer porqué el Santo Padre hace las cosas que Él hace, pero en
mi corazón sé que Él tiene un plan para cada uno de nosotros. Él me trajo a ti a mi
vida por una razón, Tanner. No sé qué razón es, pero sé que hay un propósito
para ello. Lo sé. Estando contigo no está mal. La forma que me siento por ti no
está mal. De alguna forma funcionará.
Nos bajamos de mi coche, y le sigo abajo por la pequeña colina hacia donde
todo el mundo se ha reunido en un círculo alrededor de unas enormes cajas de
cartón, todavía sin abrir. Para mediados de abril, se está fantástico fuera. Estoy
seguro de que eso significa que todo el mundo se pondrá malo cuando la
temperatura vaya de nuevo a menos cero grados, pero ahora mismo está a
mediados de los quince, y nadie por debajo de la edad de los veinte está llevando
pantalones largos. Hay pastosas piernas blancas echando un vistazo fuera de los
shorts por todos lados.
Pero vamos a ser reales: a diferencia de los diminutos shorts que lleva Hailey
en el trasero, los shorts aquí son realmente aburridos. No es realmente extraño lo
modestamente que todos visten aquí, pero eso me hace pensar brevemente en
cómo será para los niños mormones vivir en ciudades donde ellos no son la
mayoría.
—Nos vamos a separar en seis equipos. —Cuando Christian dice esto, siento a
Sebastian casualmente deslizándose lejos de mí, y hecho un vistazo hacia él, pero
sólo sacude su cabeza. —Primero, necesitamos mover las existentes mesas y
bancos hasta el aparcamiento, donde serán recogidas por el personal del hermano
Atwell. Entonces construiremos. Tendremos pizza en un rato. Beban agua cuando
lo necesiten. Recuerden, no es una competencia. Tómense su tiempo y háganlo
bien. Así es como lo devolvemos. —Él sonríe, y de repente algo dentro de mí de
repente se siente muy, muy fuera del lugar cuando él añade—: Ahora, dejemos
que alguien haga una oración.
Nos unimos a dos risueñas chicas de trece años, un chico nuevo llamado Toby,
y un junior llamado Greg. Toby, Greg, Sebastian y yo nos unimos a las otras caras
masculinas arrastrando fuera las antiguas mesas de picnic. Las chicas se levantan
y miran; la mayoría de ellas están mirando a Sebastian.
Nosotros trabajamos de lado a lado, arrastrando las tablas que suponen que
tienen que ser una mesa, las tablas que se supone que tienen que ser las patas.
Nos damos cuenta de que tendremos que usar una de las más pequeñas, tablas
pesadas como un mazo para encajar las piezas, y entonces usaremos la bota de
Greg para encajar esa última tabla en su lugar.
—Tann.
Miro hacia él, él sonríe, pero entonces inclina su cabeza, como ¡Lenguaje!
Le doy un vergonzoso.
—Lo siento.
—Manda.
Él también lo oye.
—¿Estás celoso?
—Un poco.
Wow. Quiero preguntar que hizo con ella, cuanto se besaron, cuán cerca ellos
estuvieron...pero no lo hago. En su lugar, digo:
No soy…eso.
—No lo sé.
—Por supuesto.
—Sí. Yo también.
Me gusta estar con esta comunidad no porque piense que esto sea un buen
lugar para mí, sino porque necesito esa ventana en su cabeza. Necesito entender
por qué él diría cosas como, “He asentido el Espíritu muy fuerte esta semana”, o
como él reza por obtener respuestas. La realidad es que este es el lenguaje en el
que nació y que fue criado escuchando. La iglesia de mormones tiene un
vocabulario que sigue sonando artificial para mí, pero que sigue con él, pero estoy
llegando a entender que sólo significa cosas como “Estoy tratando de hacer mi
mayor esfuerzo”, y “Necesito saber si lo que estoy sintiendo está mal”.
El único sonido que queda en el parque son los pájaros en los árboles por
encima de nuestras cabezas y el distante murmullo de llantas en el asfalto.
Sebastian mira atrás por encima de su hombro cuando pasamos por la puerta
abierta con el letrero de SIN ACCESO obstruido en su mayoría por follaje crecido.
—Probablemente no, pero no parece que esta puerta haya estado cerrada por
mucho tiempo, así que supongo que no somos los primeros en intentarlo.
—Vamos.
Saco la manta del maletero y la extiendo sobre el capó aún caliente de mi auto.
Usando algunas chaquetas de repuesto y una toalla de playa que tenía ahí, hago
algunas almohadas para nosotros cerca de los parabrisas.
Él se echa a reír.
—Una cosa que me gusta de este lugar —digo—, es que puedes ver las
estrellas de noche. Nosotros no podíamos en Palo Alto. Mucha contaminación
lumínica.
—Perdón, dos.
—No sé nada de estrellas —dice cuando vuelvo a mirar al cielo —. Sigo con la
intención de aprender, pero nunca parece haber tiempo.
Señalando, digo:
—Allá arriba está Virgo. ¿Ves los cuatro primeros que forman ese trapecio
lateral? Luego están Gamma Virginis y Spica. Tienen la forma, cómo de, ¿la
cuerda de una cometa?
Sebastian entrecierra los ojos, atrayéndome más cerca para ver mejor lo que
estoy señalando.
—¿Esa forma?
Él inhala, emocionado.
—Y ese justo al lado, ¿ese grupo apretado? Son las Pléyades —le digo—. Se
acercan cada vez más.
—Mi papá. No hay mucho que hacer después del anochecer cuando estamos
acampando, aparte de hacer s’mores7, contar historias de fantasmas y mirar las
constelaciones.
7
Un postre tradicional de Norteamérica que se consume habitualmente en fogatas.
—Lo es.
—Sigo pensando en mi papá el otro día, abrazándome tan fuerte. Lo juro por mi
vida, la única cosa que quiero es hacer que esté orgulloso de mi. Es muy extraño
decir esto en voz alta, pero siento que si papá está orgulloso de mí, es la
confirmación externa de que Dios también lo está.
—Ni siquiera puedo imaginar lo que haría mi padre si supiera donde estoy. —Él
se ríe, deslizando una mano sobre su pecho. —Por un camino de tierra con un
letrero de no pasar, acostado en un auto con mi novio…
—Solía rezar tanto para que no sentirme atraído por los chicos —admite.
Volteo y lo miro.
Él mueve su cabeza.
—Siempre me sentí tan terrible luego de todo, como si estuviera pidiendo algo
tan pequeño cuando otras personas tienen grandes problemas. Pero luego te
conocí, y…
Los dos lo dejamos así. Estoy pensando en que el final de esa oración sería… y
Dios me dijo que eras la elección correcta para mí.
Noto la forma en que evita las palabras “gay”, “bi” de nuevo. Este sería el
momento perfecto para tener la conversación Autumn/ Julie/ Manny/ McKenna,
pero es fácil omitirla aquí. Quiero decir, quién sabe lo que escucharon las chicas,
Manny ha mantenido su conocimiento bastante quieto hasta ahora, y Autumn
prometió con pena de muerte que nunca diría nada. Sebastian tiene sus secretos;
Supongo que está bien si me guardo esto.
—No. Creo que es porque salí con chicas, la mayoría solo piensa que soy
heterosexual.
—Sigo sin entender por qué no elegirías tener una novia si pudieras.
—¿Pero crees que algún día podrías contarle eso a más personas? Como, si
estuvieras con un chico, ¿podrías…decirles?
Sebastian se ve horrorizado.
—¿Qué?
El conflicto en su cara.
—Está bien —le digo—. Quiero decir, por supuesto que te llevaría, pero no
esperaba que dijeras que sí. Ni siquiera estoy seguro de que esté cien por ciento
listo todavía.
—¿Vas a ir?
—¿Sasha?
Sonriendo, lo miro.
—¿Lo estás?
Al principio puedo decir que no sabe a qué me refiero. Una pequeña línea se
forma entre sus cejas, irrumpiendo el suave paisaje de su frente.
Más tarde, miraré hacia atrás sobre esto y me pregunto si ahora me besa
porque no quiere responder, o si su respuesta fue tan obvia que tuvo que
besarme. Pero en el momento en que se inclina hacia adelante, rodando sobre mí,
su boca caliente y familiar en la mía, la emoción se convierte en líquido: un océano
llena mi pecho.
Siento que una expresión de disculpa comienza a querer borrar mi sonrisa, pero
no, esta sonrisa es a prueba de balas. Estoy en una habitación con eco y las
caricias de Sebastian resuenan a mi alrededor.
—¿Autumn? —pregunta, pero suena inseguro. Sabe que no vuelvo así cuando
me encuentro con Autumn. O con cualquier otra persona.
—Sebastian.
Su boca murmura un Ahh, y asiente una y otra vez con sus ojos examinando mi
rostro.
—Papá.
—Tanner. —No puedo decir si lo que quiere es reírse o golpearme. Para ser
honesto, creo que él tampoco lo sabe.
Pone sus ojos en blanco, y mamá escoge este preciso momento para venir,
deteniéndose en la entrada.
Papá se ríe.
Suelto un gruñido.
—Son afortunados, lo saben —les digo, caminando hacia mamá para rodearla
en un enorme abrazo. Se une a mí, envolviendo sus brazos alrededor de mi
cintura.
—¿Cómo es eso? —pregunta.
Papá se ríe.
Su expresión es seria.
—Creo que esto ha sido más difícil para tu mamá de lo que aparenta. —Mamá
asiente en mi pecho. —Esto trajo consigo un montón de sentimientos, mucho
enfado. Probablemente también algo de tristeza. Ella quiere protegerte de todo
eso.
—Lo sé.
Papá sonríe.
Lo juro, lo último que quiero hacer en este momento es analizar cada pequeñez
de como esto podría salir mal. De todas maneras, ya lo hago lo suficiente a lo
largo del día.
Ella mira sobre su hombro hacia mí, frunciendo el ceño. Papá interviene.
—Comprendo lo que dices, pero no es así de simple. No puedes decir que solo
porque las reglas estén mal, ustedes pueden hacer lo que quieran.
Entonces no contesto. Mientras más discuta, más argumentos darán con toda
tranquilidad. Papá suspira antes de darme una pequeña sonrisa y levantar su
mandíbula como diciéndome Ve. Como él lo puede ver, necesito escapar y dejar
esta noche en algún lugar.
Beso a mamá, y luego subo corriendo las escaleras hacia mi habitación. Las
palabras resuenan en mi cabeza, estallan en mis manos. Todo lo que pasó, todo
lo que siento estalla fuera de mí, alivio ligero.
Cuando las palabras se han ido pero la sensación de ver a Sebastian acostado
de nuevo en el capó de mi auto, con esa sonrisa vacilante aún sigue en mi pecho,
tomo mi libreta de notas y me subo a la cama.
Cierro mis ojos.
—¿De qué se trata esto? —murmura en voz baja—. ¿Están bien chicos?
—¿Qué? —La miro como si no supiera lo que quiere decir, y lo ignoro. —Estoy
seguro de que está bien.
Pero por dentro estoy lidiando con mis propios latidos. No me mandó mensajes
ayer. No me mira ahora.
—Creo que el próximo baile de graduación los vuelve cariñosos —dice Autumn
detrás de mí.
—Tanner, espera.
Parados en medio del pasillo, somos como una piedra en el río, un flujo
constante de estudiantes moviéndose para hacerse camino entre nosotros. No
describiría este lugar como discreto, pero si él está aquí, yo también.
Y hay algo hoy, su mandíbula está un poco tensa, hay alguna extraña
inclinación en su postura lejos de mí que me dice que el sábado le hizo más mal
que bien. Está luchando con algo, y ni siquiera lo sabe. Está tan oculto en su
propia doctrina y su propio mundo de debería que no puede admitirse a sí mismo
que le gustan los hombres, que siempre le gustarán, que es parte de él, una
perfecta parte de él, y merece admiración, respeto y espacio de la misma manera
que cualquier otra característica suya.
Él sacude la cabeza.
Sebastian nunca llega a terminar esa frase, porque Manny viene hacia
nosotros.
Los ojos de Manny se abren más, y lo único que faltaría para hacerlo más raro
hubiera sido que Manny saludara con un Chicos, ustedes son la pareja más
adorable.
—Quiero decir… —Él me mira pidiendo ayuda. —Los siento, los vi juntos en
una excursión la semana pasada y pensé …
—Nah, chicos, lo entiendo. Lo que sea. Ambos están invitados, o…cada uno,
por separado, como sea. —Es un tipo tan despreocupado, y espero que esto
convenza a Sebastian de que a él claramente no le importaría de una forma u otra
lo que hacemos juntos, pero Sebastian parece una estatua detrás de mí. Echa un
vistazo rápido sobre su hombro, Manny se ha ido, y Sebastian se voltea hacia mí.
Oh, mierda.
—¿Qué le dijiste?
Levanto mis manos.
—Espera, no le dije nada. Simplemente dijo que nos vio en una excursión.
Dios. ¿Cuál excursión? Hay tantas hoy en día, y con el tiempo simplemente nos
sentimos tan cómodos en la montaña, besándonos como si estuviéramos detrás
de unas puertas cerradas. La idea de que Manny vio algo de eso … que tal vez
alguien estaba con él … Mi estómago se siente como un volcán en ebullición.
—Unos chicos estaban siendo unos idiotas, y luego él vino hacia mí y Autumn y
dijo. . .
—Hola, Estela.
—Quiero decir, es obvio que Manny nos vio. Él vino hacia mí y Autumn cuando
estábamos yéndonos del lago (porque alguien llamó a alguien más un maricón) y
me pidió disculpas. Fue raro, de esa manera —digo, señalando hacia el pasillo—,
y Autumn me interrogó como por dos horas.
—Tanner, esto es un desastre. —Sebastian me mira furioso y luego se separa,
exhalando lentamente. Me imagino un dragón y fuego.
—Mira. Manny nos vio. No sólo a mí, a ambos. No estoy aquí precisamente
agitando la bandera del arcoíris. No le digo a las personas que soy bisexual.
Autumn (mi mejor amiga) ni siquiera lo sabía hasta hace una semana, y no le dije
acerca de ti. Le dije que tenía sentimientos por ti, no que estos fueran recíprocos.
—¿Por qué haría eso? —Sé que no debería decir lo que viene luego; es
inmaduro y tonto, pero mi boca no recibe el mensaje—: A menos que, ya sabes,
quisiera hablar con alguien a cerca de este suceso emocional importante en mi
vida.
Él levanta la cabeza.
—Solo que hubiera sido agradable saber de ti ayer y recibir una señal tuya hoy
de que me viste y que no estabas enloqueciendo.
Bueno, eso solo se sintió como una bofetada. Con la palma abierta, siento la
marca en mi mejilla.
—Es lo que hacemos los domingos. Haz que tu madre te enseñe como
funciona. Si ella lo recuerda.
Uno …
Dos …
Tres …
Cuatro …
Cinco …
Sigo contando. Recuerdo que solo está asustado. Me recuerdo a mí mismo que
solo está confundido. Si solo doy un paso atrás de este segundo, sé que hubiera
querido decirme a mí mismo, Esta no es tu batalla. Esta es la batalla de Sebastian.
Dale espacio. Pero, ¿no es mía también? ¿Aunque sea un poco? ¿Estamos en
esto como un equipo, navegando esto primero juntos?
Entonces le pregunto.
¿Verdad?
—Pero ¿qué tiene que ver eso con mi pregunta? Tú ya eres esa persona.
También eres bueno, considerado, y leal. Todas esas cualidades que te hacen la
persona que amo. Tú ya lo eres. Ser gay no cambia eso.
—Sí.
—Tanner. No. Solo digo, no sé si puedo darte lo mismo que tú me quieres dar.
—No es cuestión de querer darte mis sentimientos. —De hecho, me rio de esto.
—Es simplemente como me siento.
—Te amo por quien eres, no por el hecho de que te sonrojas, o por tus ojos, o
por las cosas que me haces sentir cuando me tocas —digo, y se sonroja de
nuevo—. Las cosas que amo de ti no se irán cuando te vayas a tu misión. Seguiré
aquí, y seguiré pensando en todas esas cosas. Seguiré trabajando en ser una
mejor persona, un mejor amigo, un mejor hijo. Seguiré preguntándome como sería
ser un mejor novio para ti. Y tú estarás en tu misión, pensando en cuanto
desearías no ser gay.
Está furioso, lo sé. Mi primer instinto es desear poder retirar las palabras, pero
se esfuma como el humo cuando la realidad me golpea: Quise decir cada una de
ellas.
—Solo quiero que estés bien con quien eres ahora. Sé que no soy el único con
sentimientos aquí.
—Creo que deberíamos romper. —Sebastian hace una pausa, viendo mientras
mis órganos se convierten en bloques que se derrumban dentro de mí. —Esto ya
no está bien.
Me fui justo después de que esas palabras salieron de su boca, e incluso ahora
no recuerdo realmente lo que hice. Fui al lago, talvez. Conduje dando vueltas, y
vueltas, y vueltas.
Nunca antes había notado que su habitación huele a velas de vainilla y que su
lámpara proyecta una luz azul relajante. Nunca antes había notado cómo se
abraza por fases. Cómo, ella me tomará en sus brazos y luego me apretará, y
luego me dará un apretón más fuerte, y en mi mente nos estamos moviendo a
través de distintos niveles de alivio, de Hola, que pasó, a Tanner, háblame, a Oh
por Dios, ¿qué ocurre?
Y luego, llegamos a algún otro nivel, porque ella me está consolando. Sus
manos están sobre mi rostro (Estoy llorando; no lo sabía) y ella me limpia las
lágrimas con besos, y yo balbuceo. Admito que Sebastian y yo estuvimos juntos.
Le cuento sobre lo que pasó, como él lo terminó, cuan pequeño me siento.
Nada.
Mierda.
Pero no quiero irme a casa. Mi padre estará fuera esta mañana, y aunque
eventualmente tendré que hablar con mis padres, no estoy preparado para ver sus
expresiones (decepción reducida con lástima) diciéndome que sabían que esto
ocurriría, que solo era cuestión de tiempo antes de que todo estallara en mi cara.
Merezco cada te lo dije porque estaban en lo correcto, a cerca de todo.
—¿Hola?
—Hola, Tanner.
—Por casualidad, ¿está Autumn allí? —Me paso mi otra mano sobre mi muslo.
Una señal de esperanza brilla a mi alrededor, y cierro los ojos con fuerza.
Anoche salí de la cama de Autumn y me fui sin mirar atrás. Cuando finalmente
entre en cordura, ella no respondió. Le envié mensajes de texto, la llamé y le envié
correos electrónicos.
—No lo hice. ¿Está despierta? ¿Sería posible hablar con ella? —Mi voz es solo
frágil desesperación. —Hay examen de cálculo, y esperaba que tuviera los
apuntes en su casillero.
Dudo.
Me imagino que me veo como una estatua, sentado en el banco, rodeado por la
gran ventana detrás de mí. Estoy agachado, la espalda curveada, con los codos
sobre las rodillas, mirando el suelo y empiezo a forzarme a quedarme
completamente quieto. Mi cerebro es un caos, pero mientras estoy sentado aquí,
inmóvil, las cosas también comienzan a aclararse.
Es fácil reconocer que soy un imbécil, que actué impulsivamente (como siempre
lo hago) y que posiblemente rompí otro corazón para olvidarme de mi estado
herido. Me siento aquí y empiezo a fingir que me forjaron algo frio e insensible. No
estoy seguro de si las personas no me notan o si simplemente pueden decir que
debería quedarme solo, pero veo pies pasar frente a mí y nadie me habla.
—Tanner.
Miro hacia arriba, sorprendido, para ver a Sebastian parado a mitad de las
escaleras. Da un paso tentativo hacia arriba y luego otro mientras los estudiantes
pasan corriendo junto a él, esperando llegar al tercer periodo antes de que suene
el timbre.
También está hecho una mierda, por primera vez. Me sorprende que, en medio
de esto, apenas he pensado en él. ¿Le cuento sobre Autumn? A pesar de lo que
dijo ayer, está aquí… ¿seguimos juntos?
Se dirige hacia mí, con las manos metidas en los bolsillos de su canguro, y se
detiene cuando llega a la última escalera.
—Fui a tu casa.
—No estoy allí —digo inexpresivo. No quiero que suene como se oye. La
estatua parece agrietarse más lento de lo esperado. Talvez soy así de frio e
insensible.
—Sí, lo supe cuando tu papá me respondió. —Sebastian no había visto a mi
papá desde la tarde en que nos visitó, y él también debe estar pensando en eso,
porque un sonrojo se extiende en lo alto de sus mejillas.
—Tú crees.
—Sí —dice en voz baja—. Estoy seguro de que fue difícil decir lo que dijiste y
que yo respondiera de esa manera.
Parpadeo hacia él, consciente del peso de las lágrimas en mis párpados
inferiores. ¿Qué dije? Quiero que recuerde las palabras.
—Sí, se sintió muy mal decirte que te amo y que termines conmigo.
Aparece ese rubor de nuevo, y casi puedo ver la alegría que siente cuando
escucha esas tres palabras. Es infantil, pero es tan injusto que él se alegre de algo
que se siente como una soga atada alrededor de mi pecho que se tensa cada vez
que lo digo.
¿Él lo siente? Quiero decirle lo que hice (porque fueron dos traiciones) pero en
realidad no creo que pueda pronunciar las palabras sin quebrantarme. Ahora
mismo, estamos hablando en voz tan baja que nadie puede escuchar. Pero ¿si me
quebranto y empiezo a llorar? Sería obvio para cualquiera que observe que tipo de
conversación estamos teniendo. No estoy listo para eso, e incluso después de
todo. También lo quiero proteger.
—No creo haber imaginado mucho de nada —dice con cuidado—. No sé cómo
será la gira del libro (Nunca antes lo hice. No sé cómo será partir a una misión)
Nunca lo hice, nunca he hecho esto, tampoco. —Él gesticula entre nosotros con
su dedo índice, y de alguna manera se siente acusatorio, como si fuera algo de lo
que yo le había reclamado.
—Sé que dijiste que rezaste, y rezaste, que Dios te dijo que estar conmigo no
estaba mal. —En este punto, Sebastian rompió el contacto para mirar detrás de él,
asegurándose de que seguíamos solos. Me trago mi frustración (él me siguió
hasta aquí, porque estaba llorando) y sigo. —Pero cuando hiciste eso, ¿realmente
te tomaste el tiempo de pensar sobre cómo encaja esto en tu futuro? ¿quién eres
y qué significa ser gay?
—No soy…
No dice nada más, y mis hombros se hunden. Solo quiero irme. Sin tener idea
de por qué vino a buscarme, no puedo arreglar esto para ninguno de los dos.
Sebastian se irá, y tengo que dejarlo.
Me paro por primera vez en lo que parecen horas. Me mareo cuando la sangre
fluye hacia mis piernas, pero se siente bien estar en movimiento, tener un objetivo
otra vez: Autumn.
Escucho la música tan pronto como salgo del auto. Las ventanas de la pequeña
casa de dos pisos de Autumn están cerradas, pero el fuerte golpeteo de sus gritos
de death metal las sacude dentro de sus marcos. Pasó de estar triste y escondida
bajos las frazadas a escuchar death metal.
Usualmente, soy el que corta el pasto en verano, y justo ahora necesita una
buena podada; hay desordenadas hebras de pasto inservible a lo largo del borde
de la acera. Tomo nota mental de traer el cortacésped luego esta semana … si
Autumn me lo permite. Puede que ni siquiera hablemos.
Sosteniendo mi respiración, toco el timbre, consciente de que probablemente
nunca lo oirá debido a la música. No hay movimiento en la casa. Saco mi celular y
vuelvo a marcar su número. Alzo mi cabeza cuando (por primera vez desde
anoche) timbra en lugar de ir directamente al buzón de voz. Sin embargo, no
contesta, y de todos modos va al buzón de voz. Por el momento le dejo otro
mensaje: Autumn, soy yo. Por favor devuélveme la llamada.
Me giro a tiempo para ver a una Autumn con los ojos rojos asomando la cabeza
por la puerta. En mi apuro por ponerme de pie, casi me lanzo fuera del porche, y la
comisura de su boca se torna en una sonrisa.
—Te vi estacionar —dice ella y, entrecerrando los ojos en la brillante tarde, sale
al porche. Significa que sabe que he estado aquí por casi una hora. —Pensé que
era mejor que saliera antes de que los vecinos llamen para reportar un intruso.
—Trate de llamarte.
—Lo vi. —Con un suspiro, mira hacia el patio antes de mirarme de nuevo. —
¿Talvez deberías entrar?
He estado en esta casa miles de veces, cené aquí, hice la tarea, vi incontables
películas en este mismo sofá, pero nunca me he parado aquí así, con una
montaña de incomodidad entre Autumn y yo. No sé cómo escalarla.
Observo mientras ella se mueve hacia el sofá, tirando la mayoría de las mantas
al piso antes de saludarme. Casi nunca hablamos aquí. Veremos películas
tranquilamente en el sofá, comemos en la cocina, pero siempre (durante todo el
tiempo que hemos sido mejores amigos) nuestras conversaciones ocurren en su
habitación.
No estoy seguro de que alguno de nosotros esté listo para volver allí todavía.
Asiento. Estoy tan agitado, como si acabara de correr diez millas para llegar
aquí.
—Está bien.
—Cuando me desperté esta mañana, pensé que había sido un sueño. —Ella lo
dice con los ojos fijos en su regazo, sus dedos jugando con la cinta atada a su
cintura. —Pensé que había soñado que viniste y que hicimos eso. —Ella se ríe y
me mira. —Lo he soñado antes.
—Oh.
—Creo que es por eso que se siente tan terrible —digo—. Esa es la definición
de aprovecharse.
—Sí, está bien. —Ella sacude la cabeza.— Pero no es así de simple. Nuestra
relación ha cambiado mucho en los últimos meses, y pienso que estaba tratando
de entenderlo. De entenderte.
—Cuando me dijiste que eras bi, y Dios, esto me convierte en una persona tan
terrible, pero dado que literalmente no hay más secretos entre nosotros, necesito
sacarlo. ¿Está bien? —Asiento, ella tira de sus piernas hacia su pecho, apoya su
barbilla sobre sus rodillas. —No estoy segura de sí te creí al principio. Hubo un
momento en el que pensé, genial, ¿ahora tengo que preocuparme por las chicas y
los chicos? Pero luego también pensé que tal vez podría ser yo quien cambiara tu
opinión.
—Oh —digo de nuevo, sin saber cómo más responder. Obviamente, ella no es
la primera en pensar que la bisexualidad se trata de elegir y no de la forma en que
estás hecho, así que me cuesta mucho culparla por eso. Especialmente ahora.
—Auddy, no…
No sé por qué (honestamente no lo sé) pero esto me hace reír. Mi primera risa
genuina en lo que se siente como días.
—Aunque terminamos.
Ella no responde, y sigo esperando que empeore, que se vuelva raro, pero no
pasa así.
—Esto será parte de nuestro pasado pronto. —Besa mi sien. Es algo que su
madre le ha dicho probablemente miles de veces. En este momento Auddy suena
como una chica sabia, y eso me hace apretarla más fuerte.
—¿Estás bien?
La siento encogerse.
—Dolorida.
¿Cómo lo olvidé?
—Auddy. Maldición.
Ella se hace hacia atrás, tratando de agarrar mi cara con sus manos.
—Tann…
—Oh, Dios mío. —Me agacho, poniendo mi cabeza entre mis rodillas para no
desmayarme. —Eras virgen. Sabía que lo eras. Lo sabía, pero…
—Ya déjalo.
—Soy el diablo.
Cierro mis ojos. Vuelve, estatua Tanner. Escucha lo que dice y nada más.
—¿En serio?
—En serio —dice ella. Sus ojos se convierten en estos brillantes faros de
vulnerabilidad, y quiero golpear mi propia cara. —Por favor no digas que te
arrepientes. Eso se sentiría terrible.
—Quiero decir. —Empiezo, queriendo ser honesto. —No sé qué decir sobre
eso. ¿Me gusta de alguna manera que fui el primero? Sí. —Ella sonríe. —Pero
eso es una mierda, Auddy. Debería ser con…
—Sí, no Eric —admito—. No lo sé. Alguien que te amé de esa manera. Quien
se tome su tiempo y esas cosas.
—Yo sí. —Auddy pasa sus dedos por mi cabello. —¿Has habado con él?
—¿Así que están juntos de nuevo? —La amo por la pizca de esperanza en su
voz.
—No.
Hace un sonidito de lástima que me recuerda cuan fácilmente ocurrió todo ayer.
Creo que ambos nos damos cuenta al mismo tiempo. Autumn retira su brazo, y
mete las manos entre las rodillas. Me muevo para sentarme.
—Creo que solo quería remediar la manera en la que fue una mierda con
respecto a esto. Por más que lo quiera odiar, no creo que se haya propuesto
lastimarme.
—No creo que se hay propuesto que ocurra mucho de esto —dice.
—Creo que al principio estaba intrigado. A veces tú en realidad puedes ser tan
encantador como eres. Creo que te vio como una forma de descartar algo, y luego
sucedió lo contrario.
—Es tan terrible que siento ¿una especie de lástima por él? —pregunta—.
Quiero decir, sé que duele y que se siente como si nada nunca volverá a estar
bien, pero pasará. Algún día. Te despertarás y dolerá un poco menos y menos,
hasta que algún chico o chica te sonría y te vuelva estúpido de nuevo.
Suena imposible.
Tampoco puedo hablar con mamá o papá sobre esto, porque no importa cuánto
ellos me amen, sabiendo que hice algo que cambiaría la manera en la que ellos
me ven, sé que lo haría. Todos ellos saben que Sebastian termino conmigo y soy
solo un cesto más.
Autumn sugiere cambiar los nombres y los lugares, pero le aseguro que no
funcionó tan bien antes. Tanenr puede dar fe de eso. Se apresura a ofrecer
sugerencias: puedo reescribirlo, ella puede o podemos trabajar juntos Ella piensa
que hay un millón de formas en que puedo hacer que funcione sin sacar a
Sebastian. No estoy muy seguro.
Mirando hacia atrás, este libro es tan básico que es casi vergonzoso: es solo la
historia de un chico, la autobiografía más aburrida de enamorarse. El amor falla
por un millón de razones: distancia, infidelidad, orgullo, religión, dinero,
enfermedad. ¿Por qué esta historia es más digna?
Y si un chico se enamora del hijo (que aún no salió del clóset) del obispo, puede
que no haga historia.
Sebastian ha estado en clase solo una vez en las últimas dos semanas. Fujita nos
informa que se tomará un descanso para terminar su propio año universitario y
volverá a tiempo para vernos entregar nuestros documentos.
Todo el tiempo, Autumn se sentó junto a mí, su columna vertebral se curvó con
culpa, y trató de escuchar lo que Fujita nos estaba diciendo sobre las ediciones.
Cada vez que miraba a Sebastian, me miraba y podía ver la pregunta en sus ojos:
¿Le dijiste?
Pero ella ya sabía la respuesta, Debó hablar con él para decirle algo. Nosotros
no nos hemos mandado textos, o e-mails, o incluso pasarnos notas en folders; No
voy a mentir, esto me está matando lentamente.
Miré una película cuando era un niño, algo que probablemente era demasiado
para mí a esa edad, pero hay una escena que me atrapó tan intensamente que a
veces se precipita en mis pensamientos y realmente me hace temblar de miedo.
En ella, una mujer está caminando en la calle con su hijo, su hijo corrió para
adelantarse y un auto lo choco. Ni siquiera sé que viene después de esto, pero la
madre comienza a gritar, trata de caminar hacia atrás, para deshacer lo que acaba
de pasar. Está tan frenética, tan torturada, que por un minuto su mente se divide y
piensa que hay una manera de poder recuperarlo todo.
Les dije a mis padres que chocamos y quemamos, y por mucho que traten de
animarme, y tanto como Auddy y yo trabajamos para encontrar un camino de
regreso a la comodidad que teníamos antes, esa nube de lluvia me sigue a donde
sea. No tengo hambre. Duermo una tonelada No me importa este estúpido libro.
Tres semanas y ocho días después que termináramos, mi novela está hecha,
Sebastian está sentado en los escalones de enfrente cuando yo llegué a casa.
—¿Enserio?
—Sí. —Él sonrió, y era del tipo de sonrisas que inician en un sitio, inseguras,
más como una pregunta. ¿Estamos sonriendo? ¿Esto es genial?
Él nunca tuvo un Autumn, o un Paul y una Jenna Scott, un Manny, o incluso una
Hailey, quienes lo odiaban, pero lo aceptaban.
Lanza una tos fuerte y mira calle abajo. Sus ojos están hinchados y rojos, y creo
que esta vez ha estado llorando.
—No lo estoy haciendo tan bien. No sabía a dónde más ir. —Ahora se ríe,
cerrando los ojos. —Eso suena tan lamentable.
Sebastian mira nuestros pies. Él usa unas zapatillas, y yo amo como son, son
unos Adidas negros con rayas naranjas. Yo estoy usando unas vans, mientras él
está intentando responder, yo me imagino nuestros pies moviéndose para un
baile, o nuestros zapatos lado a lado en la puerta principal.
—¿Qué?
—No logré salir —dijo él bajito, y es una gran revelación incluso escucharlo
decir hizo que mis rodillas quieran doblarse—. Pero di una hipótesis.
—¿Está bien?
—No lo sé realmente.
¿Sus disculpas?
—Yo tampoco.
Cuento los latidos de mi corazón. Uno dos tres CUATRO. Un pájaro grita en lo
alto y el viento se mueve entre las hojas. Este árbol siempre me recordó al Sr.
Snuffleupagus de Plaza Sésamo. Pesado y discreto y gentil.
—Lo siento.
Sus manos son tan cálidas y tiemblan. Me muerdo el labio para no perder el
control. Sebastian se acerca, pesadamente, sin cerrar los ojos incluso cuando su
boca toca la mía. Ni siquiera creo que le devuelva el beso. Simplemente me siento
allí, con la boca abierta por la sorpresa.
—También te amo. —Él me besó de nuevo, esta vez por mucho más tiempo.
Esta vez yo lo besé de nuevo.
Me alejo porque tal vez necesito respirar un poco, presionando mis manos
contra mi cara. Por supuesto, este momento se está desarrollando casi
exactamente como quería en cada iteración de la fantasía. Pero hay mucho tejido
cicatricial allí, y no estoy seguro de cómo o si puedo eliminarlo limpiamente con él
sentado allí mirando. Necesito alrededor de media hora para descubrir cómo
reaccionar ante lo que dijo que sea un poco más medido que tirarlo sobre mí en el
césped.
—Está bien. Entonces, ¿recuerdas al tipo Brett que mencionaron mis padres?
— dice—. ¿Cuándo los escuchamos?
—Él y su esposo se mudaron de California a Salt Lake. Supongo que hay algo
de drama en la sala al respecto. —Sebastian voltea nuestras manos, trazando los
tendones bajo mi piel con su dedo índice. —¿Esto está bien?
Él se rie de nuevo.
—Así que, en la cena, ellos estaban hablando de Brett y Joshi, y yo solo puse
mis cubiertos en la mesa y les lancé la pregunta de qué pasaría si uno de nosotros
fuera gay.
—¿Lo hiciste?
Apunto a mi pecho.
—Chico.
—Sí. —Él hace una pausa, y yo sé qué estaba por venir incluso aunque él no
dijera nada, y como si el sol eligiera ese momento para salir a través de las
densas ramas del árbol. —Soy totalmente gay.
—Porque no lo es. —Lo dejé pasar y recuerdo que estaba en medio de una
historia. —Está bien, entonces les preguntaste lo hipotético...
Eso, pienso, que debió sentirse como tener el corazón roto. Solté un sonido
confuso de simpatía.
—Esto fue hace una semana —Él susurró, cuando me miró había lágrimas en
sus ojos, y él añadió—: Nadie me ha hablado en una semana.
Una semana.
¡Una semana!
Ni siquiera puedo imaginar no hablar con mis padres durante una semana.
Incluso cuando han estado en viajes de trabajo, llaman y revisan que todo esté
bien todas las noches y requieren actualizaciones detalladas que van mucho más
allá del alcance de sus registros en el hogar ligeramente distraídos. Pero
Sebastian ha estado viviendo en una casa con una familia que se mueve a su
alrededor como si fuera un fantasma.
No sé cuál fue el momento exacto en el que nos movimos, pero no fue mucho
después que él me dijera eso. Es como si no hubiera nada que yo pudiera decir
que lo pudiera hacer menos terrible. Yo intenté, pero fallé, y eventualmente, me
centré en acostarlo de nuevo a mi lado, mirando al árbol y contándole todo el
estúpido chisme que Autumn me ha contado.
—No lo sé. —Rodó su cabeza para mirarme. —Salgo de gira dentro de tres
semanas a partir de hoy. Honestamente, no creo que mis padres puedan seguir
así cuando salga el libro. Sé que están orgullosos. Querrán compartir ese orgullo
con todos.
—Lo siento —digo—. No quiero hablar mal de tus padres porque sé que
ustedes son muy cercanos. Estoy enojado.
Eres increíble.
Y así sucesivamente.
Pero ambos hemos sido educados para que nos importe mucho lo que nuestra
familia piensa de nosotros: su estima lo es todo. Además de eso, Sebastian tiene
el juicio inminente de la iglesia, diciéndole donde quiera que mire que el Dios que
ama cree que es un ser humano bastante asqueroso. Es imposible saber cómo
deshacer el daño que le están haciendo.
Esto es irreal. Miro por el pasillo hacia donde están mis padres, riendo por el
disgusto histérico de mi padre por tocar pollo crudo. Ambos parecen haber dejado
de preocuparse por la noche, dándose cuenta de que necesitamos esto, unas
pocas horas en las que podemos estar juntos como cualquier otra pareja. La única
instrucción que nos dan es que nos lavemos las manos antes de la cena.
Me sobresalto cuando dice esto porque me golpea: Han pasado solo unas
pocas semanas que hemos estado separados, pero han sucedido muchas cosas
en cuanto al futuro. No sabe a dónde me mudaré en agosto.
No puedo seguir.
—¿Y?
—Voy a ir a UCLA
— No. —Espero que la sonrisa que le doy alivie mis palabras—: Pero tú
tampoco, lo más probable.
Él se apaga un poco.
—Agosto, creo.
—¿Cómo va tu libro?
Envía un mensaje de texto a sus padres diciéndoles que llegará tarde a casa.
Se queda sin respuesta.
Creo que recordaré esta noche por el resto de mi vida, y no digo que sea
exagerada o hiperbólica. Quiero decir, mis padres están metidos en algo: juntos,
están siendo graciosos. Hailey está llorando de reírse tan fuerte. Sebastian casi
escupe su agua cuando mi papá le cuenta su terrible broma favorita sobre un pato
entrando en un bar y pidiendo pasas. Cuando terminamos de comer, tomo la
mano de Sebastian sobre la mesa y mis padres nos miran unos segundos con una
mezcla de adoración y preocupación. Luego nos ofrecen postre.
Esto es lo que quiero para ambos, y en cualquier momento que lo mire, sus ojos
se encuentran con los míos. Intento decir, ¿Ves? Puede ser como esto. Puede ser
como esto todos los días.
Pero luego veo sus propias palabras empujadas hacia mí, altas y fuertes en sus
pensamientos: Podría. Pero perdería todo lo que sé y todo los que tengo.
Pero esa voz que ha estado en mis pensamientos todo el día aclara su
garganta, y sé que ya no puedo posponerla.
—Está bien.
Puedo decir que él sabe, en el momento en que digo esto hace una inhalación
aguda por la nariz, como si dijera Oh.
Asintiendo, solté un lento y arrepentido:
—Sí.
—Ella está bien. Estoy bien. Hablamos sobre eso, y obviamente es extraño,
pero ella y yo lo superaremos. Yo solo... no quería ocultarte nada
—Sí.
—Sebastian, si quisiera estar con Auddy, estaría con Auddy. Ella es mi mejor
amiga, y fui con ella porque estaba desconsolado. Me doy cuenta de que esto
suena completamente loco, pero nos metimos en una extraña espiral de
comodidad que se convirtió en sexo.
—Lo sé.
—Sé que me equivoqué —dice en voz baja—. Supongo que no puedo tener el
tipo de reacción que quiero tener.
Agacha la cabeza.
—Voy a tener que averiguar qué reglas sigo y qué reglas no.
—Quizás las cosas estén más relajadas en los barrios de otras ciudades —
digo—. Como Los Ángeles, por ejemplo.
Mantengo una oreja abierta para escuchar los pasos en las escaleras y la otra
abierta para los sonidos que Sebastian hace a mi lado.
VEINTE
Una palabra para los sabios: no intentes ser la cucharita mientras duermes en un
sofá. Primero, te caerás, y segundo, despertarás con un calambre en el cuello. Y
lo más probable es que cuando te despiertes solo en el piso con tu padre mirando
tu cuerpo sin camisa rociado con los restos de un cuenco de palomitas de maíz
volcado, estarás castigado.
—Um... —Me siento cuando papá pregunta esto, mirando a mí alrededor. Sin
siquiera mirarme al espejo, puedo decir que mi cabello está erizado. Saco un
grano afilado de palomitas de maíz de donde está peligrosamente cerca de mi
pezón. —En realidad no lo sé. Creo que se ha ido.
—¿Cómo tu camisa?
—Papá…
—Tanner.
Es difícil tomarse en serio su tono áspero cuando usa el pantalón de pijama del
Monstruo de las Galletas que Hailey lo compró para Chrismukkah8 hace dos años.
—Vas tarde — dijo él, y se volteó. Observé un vistazo de una sonrisa. —Vístete
y come algo.
8
Neologismo que se refiere a la fusión de la Navidad con el Hanikkah del judaísmo.
Hey, soy yo. Solo preguntando. ¿Todo bien? Estoy aquí esta noche si quieres pasar
por aquí. —Tann
Él no contesta.
Envío nuestro viejo modo de espera (el emoji de montaña) al día siguiente y no
recibo nada a cambio.
A partir de ahí, mis mensajes de texto aparecen en una burbuja verde, como si
su iMessage hubiera sido apagado.
Nada hoy.
Nada hoy.
Ya han pasado cuatro días desde que él ha estado aquí, y solo escuche de
supe por un correo.
Tanner,
Saludos cordiales.
Hemano Sebastian.
A veces es difícil no mirarte en clase. Creo que, si la gente me viera mirarte por un
segundo, lo sabrían.
Envío mi carta de aceptación oficial a UCLA, pero mis manos temblaban cuando
firmo el reconocimiento que decía que mi aceptación depende de mis
calificaciones en este período. El plan es que me mude el 7 de agosto. La
orientación es el 24 de agosto. Le envié un mensaje de texto a Sebastian y se lo
digo, pero él no responde.
Hoy conté que: en los últimos seis días, le envié veinte mensajes de texto emoji.
¿Eso es una locura? Se siente como nada en comparación con la cantidad real,
con palabras, los que he comenzado y eliminado. Tengo a Auddy, mamá y papá
listos para escuchar cada vez que los necesito. Manny y yo almorzamos, y estaba
tranquilo, pero en realidad era bastante fácil simplemente colgar en silencio.
Incluso Hailey está siendo dulce.
Mi libro vence mañana y no tengo idea de lo que se supone que debo hacer,
Sebastian aparece en el capítulo dos. Fujita me dijo que necesito pasar al menos
cien páginas para obtener una calificación, pero sabe que tengo más páginas. Si
le diera incluso las primeras cien, iría directamente a la parte donde Sebastian me
dijo que se siente atraído por los chicos. Llegaría a donde nos besamos.
Lo curioso es que, si me has visto durante más de dos minutos en esa clase, no
importaría los cambios que haga. Podría moverlo a un universo alternativo en un
planeta llamado SkyTron-1, renombrarlo Steve y a mi Bucky, y darnos a ambos
súper poderes, y aún sería obvio de qué trata este libro. No puedo ocultar nada
cuando él está en la habitación, y mi corazón está en cada página,
independientemente de los detalles.
Si obtengo una D en esta clase (lo que obtendría si no entregara el libro final o
le diera a Fujita veinte páginas) igual me graduaría, pero perdería mi rango de
honor, creo que en UCLA me recibirían. Creo.
Me di cuenta que el final de este libro apesta, y apenas intento que valga la
pena, pero este es el final que tengo. ¿Qué clase de idiota era para comenzar un
libro sobre escribir un libro y asumir que el final sería feliz? Ese es mi marco:
finales felices, vida fácil. Pero creo que es mejor que aprenda esta lección ahora
en lugar de más adelante, como más adelante, cuando no estoy viviendo en casa
y el mundo no es tan amable.
He sido un idiota con suerte, uno que no tiene idea de cómo el mundo trabaja
realmente.
Estoy parado afuera de la oficina de Fujita. Él está con una estudiante, Julie, creo,
que está llorando y probablemente estresada por entregar su libro, pero me siento
extrañamente entumecido. No, eso no es del todo cierto. Me siento aliviado, como
si mis dos temores inminentes, el miedo de que Sebastian terminara las cosas
nuevamente, el miedo de tener que lidiar con el libro, se han cumplido y al menos
ya no tengo que preocuparme por ninguno de ellos.
Cuando es mi turno camino hacia dentro, Fujita mira hacia la laptop en mis
manos.
—No
Me mira, desconcertando.
—Mierda.
Incluso eso no lo podía explicar, miro hacia él, hacia su desastroso escritorio.
—Reprobarme.
—Siéntate —dijo él—. Toma cinco minutos y piensa esto. ¿Acaso has perdido
la cabeza?
palabras
palabras
palabras
SEBASTIAN
En la noche, cuando Sebastian se acuesta despierto, ve hacía a su techo
completamente blanco y siente como si hubiera un enorme hoyo que lentamente
arde a través de su torso. Siempre empieza justo en su pecho y luego se expande
hacía abajo, negro y rizado, como un fósforo encendiendo celofán.
Cuando despierta, el dolor se ha ido, pero el olor del desayuno está ahí, y eso
indica rutina: Levántate. Reza. Come. Lee. Reza. Corre. Báñate. Escribe. Reza.
Come. Escribe. Reza. Come. Lee. Reza. Dolor. Duerme.
Los devolvió con dos días de anticipación, dándole tiempo a Fujita para que los
revisará si necesitaba antes de dar las calificaciones finales. Y se fue a casa, listo
para volver a la rutina de la próxima comida, solo para encontrar a Autumn parada
en su puerta principal.
Ella también trae una sonrisa rara y abraza algo en sus manos.
—Autumn. Hola.
—Siento solo…aparecer.
Él no puede evitar devolverle la sonrisa. ¿Ha olvidado ella tan rápido que las
personas solo se aparecen todo el tiempo?
Pero verla es también un poco doloroso porque ella puede verlo a él cuando
quiera.
—¿Deberíamos ir adentro?
Él sacude la cabeza.
—Probablemente sea mejor hablar aquí afuera. —La casa se siente como el
interior de un gigante, y descompuesto micrófono. Está muy caliente allí,
demasiado tenso y silencioso. En sus raros momentos de tiempo libre, Sebastian
va a internet y busca espaciosos departamentos no amueblados en Atlanta, New
York, Seattle, Los Ángeles.
Ella lo estudia por unas cuantas respiraciones. Él ni siquiera tiene que preguntar
como se ve por fuera. Claro, Autumn ha visto el duelo antes, y ahora Sebastian lo
sabe también, como puede ocupar los pequeños espacios en la cara donde los
músculos no pueden forzar una sonrisa. Debajo de los ojos de Sebastian hay
manchas azules. Su piel no es exactamente pálida, pero ha perdido tinta, como si
no estuviera obteniendo mucha luz solar.
—¿No se lo has dado a Fujita? —La fecha de entrega fue hace días; Autumn
sabe esto.
—Esté no es mi libro.
Sebastian nunca había sentido el dolor en la luz del día antes, pero ahí estaba.
Afuera en el sol, se extendía más rápido, se alimentaba como fogata expuesta al
viento. Le toma un momento para recordar cómo hablar.
—De su laptop.
Su corazón hace un brinco raro en su pecho, y ahí empezaba el pulso sobre los
huesos de su pecho.
—Estarías en lo correcto.
—Tanner le dijo al Sr. Fujita que no tenía nada que entregar. Tú y yo, ambos
sabemos que eso no es cierto. Fujita sabe que no es verdad.
—No. Yo nunca te pediría que hicieras eso. Quiero que lo leas. Quizá puedes
hablar con Fujita, preguntarle si lo puedes calificar. Escuché que estas calificando
algunos. Él sabe que Tanner no se sentía cómodo entregándolo, pero
probablemente este feliz de escuchar que lo leíste. Yo no tengo ese poder. Pero tú
sí.
Sebastian asiente, observando la memoria en su mano. Su deseo de leer lo que
está ahí es casi cegador.
—Uh, sí. Pero no sé qué más hacer, si lo entrega, un profesor sabrá de ti sin tu
consentimiento. Si no lo entrega, reprobará una asignatura que le da la mayoría de
calificación y asegura su entrada a UCLA. Tú y yo sabemos que no hay forma fácil
de cambiar nombres aquí.
—Cierto.
—Sabían que estaba interesado en alguien y que era él. No les dije todo, pero
no importa. Ellos se enojaron... Es por eso que…
Sebastian la mira.
—No entendía la reacción de mamá en ese tiempo, pero ahora tiene sentido.
Sé que esos dichos supuestamente son inspiradores, pero mayormente se sienten
como alguien viéndote sobre los hombros, de una forma pasiva agresiva
recordándote que caíste bajo o porque tu tragedia es por algo mejor, todo en el
plan de Dios. Mamá no tenía uso para nada de eso.
—Entendible.
Autumn gruñe.
—Hace sesenta años ellos estarían igual de infelices si hubieras llevado a casa
una chica negra. Ella hubiera tenido las cosas correctas dentro pero el color de
piel incorrecto. ¿Ves cuan ridículo es? Eso no es un pensamiento independiente;
eso es decidir cómo amar a tu hijo basado en una enseñanza antigua —se
detuvo—. No pares de luchar.
—Están enojados, pero en algún punto se darán cuenta que puedes estar en lo
correcto, o que puedes ser amado. Solo un puñado consigue ambas cosas al
mismo tiempo.
Él espera, uno, dos, tres segundos de silencios entre ellos, antes de que
finalmente respire.
—Bien.
Las cosas habían estado raras desde que les pregunto a sus padres,
hipotéticamente, que harían si su hijo fuera gay. Aparentemente, su falta de
heterosexualidad había sido notada ya. Él tiró un cerillo directo a una piscina de
gasolina.
Eso fue hace un par de semanas. Su mamá está hablando con él otra vez, pero
solo apenas. Su papá nunca está en casa porque pareciera que él necesita estar
en otro lado, ayudando a otras familias en crisis. Sus abuelos no se habían parado
por ahí en semanas. Solo Lizzy entendía lo específico y, para su desesperado
corazón roto, le está dando un amplio espacio como si fuera Paciente Cero,
infeccioso.
Ver a Autumn movió algo sensible en él, y no puede entrar y pretender que todo
está bien, que escuchar lo que Tanner hizo para protegerlo no puso su mundo de
cabeza.
Siempre ha sido bueno para fingir, pero no sabe si puede hacerlo más.
Cuando las cortinas se habían abierto y cerrado por tercera vez, Sebastian
finalmente regresa. Su mamá no pierde tiempo, y tan pronto como la puerta se
cierra detrás de él, ella está de pie.
—¿Autumn se fue?
Quería volver directo a su cuarto, pero ella está bloqueando las escaleras. Él
camina hacía la cocina, entonces, tomando un vaso de la barra y llenándolo de
agua. La memoria USB quema un hoyo en su bolsillo. Las manos de Sebastian
están prácticamente temblando.
Él no quería responder preguntas sobre Autumn, pero sabía que traería más
sino lo hacía.
Sebastian observa mientras conecta los puntos. Su sospecha sube como un sol
oscuro en su cara.
A él.
—Son amigos.
Sólo hay un único y despreciado él, así como solo hay un único e
inmencionable eso.
De repente su rostro es rojo desde su frente a su cuello; sus ojos están brillosos
y brillantes. Sebastian nunca había visto a su mamá tan enojada.
—Ni siquiera sé cómo llegamos aquí, Sebastian. ¿Esto? ¿Lo que estás
pasando? —Ella golpea el viento con salvajes dedos poniendo comillas a las
palabras “estas pasando”. —Esto lo hiciste tú. El padre celestial no es responsable
de tus decisiones. Es tu voluntad que te priva de tu felicidad. —Toma la cuchara
de madera, revolviendo la masa. — Y si piensas que estoy siendo dura, habla con
tu papá sobre eso. No tienes idea de cuánto daño le has hecho.
Pero él no puede hablar con su papá, porque el Hermano Dan nunca está en
casa. Desde aquella cena, él se queda en la iglesia después del trabajo, o hace
llamadas tras llamada, llegando a casa solo hasta que todos estén dormidos. La
cena solía estar llena de pláticas. Ahora es el montón de cubiertos y la ocasional
discusión sobre tareas, con una silla vacía al final de la mesa.
—Lo siento —le dice él a ella, el hijo arrepentido. Sin preguntas, sabe que su
enojo viene de la intensidad de su amor. Imagina, piensa, preocuparte porque tu
familia va a estar separada para la eternidad. Imagina realmente creer que Dios
ama a todos sus hijos, excepto los que se aman de la forma incorrecta.
Pensar que Dios ama los árboles, su cerebro parafrasea lo que alguna vez leyó
de un libro, pero condena esa cosa que brota en la primavera.
—Necesito criticar uno de los manuscritos que el Sr. Fujita no ha leído aún.
Ni siquiera tiene viejos mensajes de voz. Los borró solo minutos antes de que
su padre confiscará su teléfono.
Puede decir que el hermano Young se siente mejor cuando están parados,
porque tiene ese aspecto de un hombre que ha hecho algo bueno con su día. Él
abraza a Sebastian, le ofrece su oído todas las veces, le dice que está orgulloso
de él. Lo dice con la claridad de un sabio hombre viejo, pero él sólo tiene veintidós.
Como sea, una vez que el mayor se va, Sebastian se siente peor. Rezar es
reflexión, un ritual, una parte de él, pero no le da la misma promesa de tranquilidad
que solía. La cena está servida, pero Sebastian no tiene hambre. Recientemente,
come porque privar a su cuerpo se siente como pecado, y él está casi lleno con
ellos.
Sin que lo notara, el cuarto se había oscurecido una vez más. Sebastian pasa
sus dedos a través del ratón, y se estremece en la claridad. Sus manos tiemblan
mientras da clic en el ícono, y la pantalla se llena de palabras.
Pero donde realmente empieza es con una mirada doble y las palabras: “Su
sonrisa me arruina”.
Sebastian lee por casi toda la noche. Sus mejillas, en un punto, están húmedas
con lágrimas. Otras veces, él ríe. Honestamente, él nunca se había divertido tanto
como pasó al enamorarse de Tanner. Él siguió a Tanner y su otro yo a las
montañas, recordando el primer beso. Ve la forma en que los padres de Tanner se
preocuparon, las advertencias de Jenna ahora parecían casi proféticas.
—Un segundo.
—¿Hola?
—¿Sí?
La voz grave del Sr. Fujita parece aún más áspera por teléfono.
—¿Todo bien?
—Sebastian lo entregó.
Tanner cierra los ojos con fuerza, tratando de descubrir qué se está perdiendo.
—Es genial, Tann. Quiero decir, tengo ideas sobre cómo editarlo, porque no
puedo evitarlo, y tu final apesta, pero en ese momento, ¿cómo podría no ser
así? En general, realmente lo disfruté. —Hace una pausa y, en ese momento,
Tanner no puede entender qué decir.
En el pasado, cuando leía las palabras "mis pensamientos están
tambaleándose", la idea de eso se sintió exagerada. Pero en este momento las
imágenes están en un bucle, una tira de película parpadeante: su laptop en
su cajón; las palabras "Soy totalmente gay" en una página; El rostro de
Sebastian justo antes de quedarse dormido en el sofá a su lado, satisfecho,
engreído, también, un poco tímido; el deterioro, el final medio tonto de su
documento.
—Tal vez 'disfrutar' no es la palabra correcta —dice Fujita—. Me duele por ti. Y
por él. He visto esta historia desarrollarse tantas veces que ni siquiera puedo
saber cuántas. Me alegro de que ustedes dos hayan resuelto las cosas.
Fujita hace una pausa nuevamente, y parece que este sería un buen momento
para que Tanner diga algo, pero no lo hace. Ahora sigue pensando en, Me
alegro de que ustedes dos hayan resuelto las cosas. El desconcierto es la
emoción predominante. No ha hablado con Sebastian en semanas.
—¿Qué?
—Pero creo que hiciste algo aquí —dice Fujita, ignorando esto—, mostrándole
tu corazón. Creo que realmente lo hiciste. Y tu voz está viva. Sabía que estabas
escribiendo, pero no me di cuenta de que estabas escribiendo.
—¿Todo bien?
—Bueno, si quieres venir en algún momento de este verano y hablar sobre mis
notas, estaré encantado de hacerlo. Estaré aquí terminando las cosas durante las
próximas dos semanas más o menos.
—¿El qué?
—La firma, abajo en... —Fujita hace una pausa—. ¿Que estoy pensando? Por
supuesto que no. ¿O sí?
Tanner se desinfla.
—Oh.
—No sabía que se lo dio a Fujita. Lo juro. Solo pensé que debería leerlo. Pensé
que tal vez él podría calificarlo. Tuvo mi USB durante aproximadamente un día, y
luego me lo devolvió.
—Bueno, obtuve una A —le dice—. Y el mundo no terminó. Aún así, no puedo
imaginar lo que le tomó hacer eso. Fujita lo sabe ahora, obviamente. —
Han pasado un par de semanas desde que terminó la escuela. Quizás todos lo
sepan. O tal vez Sebastian dio tres pasos hacia atrás, de vuelta al armario. —El
libro de Sebastian salió ayer y está firmando en el Deseret Book en la Universidad.
—Sí.
Tanner asiente.
—Sí.
El hombre les entrega a cada uno un libro de la pila cada vez más pequeña en
su brazo y saca dos notas adhesivas de la parte superior de una libreta. Tanner
casi se ríe. También son azules, al igual que los que usaba para explicar toda su
angustia y el amor y el melodrama.
—Pongan sus nombres en estos —dice el hombre—. Será más fácil para
Sebastian personalizar la firma cuando sea su turno.
Una cuerda se tensa alrededor del pecho de Tanner, y Autumn deja escapar un
pequeño gemido de simpatía.
—Una vez que está firmado el libro, pueden pagar en la caja registradora. —
Nunca se le ocurriría al personal que alguien podría recibir el libro y escapar sin
entrar.
FIRESTORM
Sebastian Brother
El título aún no tiene ningún significado para Tanner. Tal vez nunca lo hará. La
idea de pasar (va a la última página) cuatrocientas páginas con el cerebro creativo
de Sebastian parece casi insoportable. Tal vez algún día, cuando se haya
mudado y todo esto parezca un tierno hematoma en su historia, lo abrirá, mirará
su nombre garabateado genéricamente allí y podrá apreciar la historia.
—No, quiero decir, esto es extraño para mí —dice Autumn, interrumpiendo sus
pensamientos—. Ni siquiera puedo imaginar cómo es para ti.
—No.
Autumn no discute. Miran fijamente el cartel del centro comercial, con las
tres empresas más grandes anunciadas en negrita: Deseret Book. Emergency
Essentials. Avenia Bridal.
—A veces. —Ella lo mira. Cualquiera que los vea pensaría que son una
pareja. —Extraño las actividades y esa certeza de que, si todos están contentos
contigo, estás haciendo todo bien.
—Qué horror.
—Eso decimos.
—¿Eso es todo?
—Eso es todo.
—Eres dulce.
La gente frente a ellos se da vuelta, con los ojos muy abiertos por el escándalo.
Ya casi están en la puerta, y pueden ver adentro que la fila va solo unas
quince personas más antes de que llegue al final donde Sebastian.
Tanner no puede verlo, pero tiene una vista en primera fila del extraño ambiente
jovial. La sala llena de hombres con trajes, mujeres con vestidos, tazas de ponche
a modo de celebración. Hay una mesa con pastelitos y verduras con salsa a un
lado. Alguien hizo un pastel. No solo es una firma; Es una fiesta de lanzamiento.
Los padres de Sebastian están allí, hablando en un pequeño medio círculo con
una mujer con una etiqueta con su nombre y otra persona, un hombre con traje y
corbata. Autumn entra, y Tanner la sigue, sosteniendo la puerta para la persona
en la fila detrás de él. La puerta golpea una mesa de exhibición, y ante el sonido,
Dan Brother levanta la vista, sonriendo por instinto, antes de que su expresión se
vuelva pedregosa.
A Tanner no se le había ocurrido que vería a los padres de Sebastian, que
lo reconocerían, que lo asociarían con el cáncer que infecta a su hijo. Pero
por supuesto que lo hacen.
—Sí.
—¿Estás bien?
—Hola. Felicidades.
—Hola, Sebastian.
Sebastian dejó escapar una risa seca mientras firmaba su libro primero,
escribiendo un simple Buena suerte en Yale. Mis mejores deseos, y gracias,
Sebastian Brother.
—Vine a darte las gracias —dice en voz baja, esperando no estar al alcance del
oído de las personas que los rodean, específicamente, los padres de
Sebastian. Sebastian se pone rígido, y se centra en lo que sea que esté
escribiendo. —Por lo que hiciste. No estoy seguro de entender por qué lo hiciste,
pero estoy agradecido.
—Oh, Dios mío, lo siento —dice Tanner en voz baja—. No debería haber
venido.
A veces no puede creer que Tanner fuera realmente a esa firma. Sus padres
ciertamente no querían aceptarlo. No había nadie a quien recurrir después de que
Tanner y Autumn se fueran para preguntar:
Quería decirle cuánto amaba el libro, cómo leerlo había cambiado algo dentro
de él y cómo lo había impreso a la mañana siguiente, sabiendo que lo llevaría de
gira con él. Pero no pudo, no allí. No había querido que Tanner se fuera, pero no
tenía nada que decir porque las palabras "Te extraño" se abrían paso al frente,
bulliciosas y estridentes.
Siempre tuyo,
Sebastian Brother
Sebastian se golpea con una pared de calor cuando sale del Aeropuerto
Internacional de Salt Lake City, y desea haberse quitado la camisa y la corbata
antes de salir del aeropuerto de Nueva York.
—No puedo creer que hayas ido a Nueva York —dice Lizzy, agarrando una
pequeña y reluciente Estatua de la Libertad contra su pecho. Ella ha vuelto a su
antiguo yo, y le hace preguntarse si es porque todos esperan que él también
vuelva a la suya. —¿Fue tan genial como se ve en la televisión?
—¡Sí!
—Si Lizzy consigue ir a Nueva York, creo que deberíamos ir a San Francisco y
visitar Alcatraz. ¿Fuiste allí? —pregunta Faith, mirándolo.
Faith olvida cualquier posible queja cuando Sebastian la levanta para cargarla
sobre su hombro. Su chillido encantado es ensordecedor en la estructura de
estacionamiento de cemento.
La señora Brother abre las puertas y la pregunta se siente como una piedra en
el pecho de Sebastian.
—Tu padre llevó a Aaron a un par de visitas a domicilio hoy, pero dijo que te
vería en la cena.
Sebastian habló con su padre varias veces durante las últimas dos semanas,
pero hay una reacción instintiva al no estar aquí. La ausencia de su padre de este
regreso es un latido en la punta de un dedo cortado. Lo siente tan agudamente,
tan constantemente, porque está mal.
Afortunadamente, no se detiene en eso porque tan pronto como Lizzy canta que
la cena es una sorpresa, Faith, incapaz de guardar el secreto por más tiempo,
grita:
—¡Es pizza!
Ella asiente, sus risitas aún amortiguadas por el peso de la mano de Lizzy.
Sebastian carga su bolso en la espalda.
Él asiente con la cabeza, dándole una sonrisa de satisfacción, pero las palabras
no llegan de inmediato porque el viento lo ha dejado en silencio. El tiempo fuera
fue bueno. Echa de menos la iglesia y el parentesco de estar rodeado de personas
de ideas afines. También extraña a Tanner, pero sabe que la misión sigue siendo
el mejor camino para él.
Es solo que pensó que él mismo enviaría sus documentos de misión cuando
llegara a casa. Había esperado que enviarlos él mismo pudiera solidificar la
decisión, hacerla realidad y poner en marcha su camino.
—Gracias mamá. Eso... hace las cosas mucho más fáciles para mí ahora. Una
cosa menos de la que preocuparse.
—Abrir tu carta. —Se vuelve hacia el quiosco para pagar, y en ese respiro de
diez segundos, Sebastian lucha por enterrar el pánico que sigue la realidad de
esas tres palabras. Ella se refiere a su misión.
—Oh, Dios mío, estoy tan cansado. Sí, mamá, eso suena increíble. ¿Asumo
que vendrían la abuela y el abuelo también?
—Pero no quiero que Sebastian se vaya de nuevo —dice Faith desde el asiento
trasero—. Acaba de llegar a casa.
—Todavía no se irá, cariño —dice su madre, mirándola a los ojos por el espejo
retrovisor—. No por un par de meses.
Sebastian apoya la cabeza contra el respaldo del asiento y cierra los ojos.
Padre celestial, por favor dame fuerzas. Dame la sabiduría que necesito, la
seguridad de la decisión. Te seguiré a donde me lleves.
—Sí. Y exhausto.
Hubo un alto el fuego tentativo cuando salió el libro y sus padres pudieron ver el
orgullo de toda la comunidad centrada en Sebastian. Pero no ha pasado mucho
tiempo solo con su padre en meses, y la presencia de Dan Brother en la
habitación de Sebastian hace que el espacio se sienta claustrofóbico.
—Tienes mucho tiempo para descansar antes de la cena —dice—. Solo quería
traerte esto. —Le entrega una pila de correo. —Y quería darte la bienvenida a
casa. Estamos muy orgullosos de ti, hijo. Sé que tenías momentos difíciles, y me
ha enorgullecido más de lo que puedes darte cuenta, haber sido testigo de que te
supras y eres más fuerte por eso. ‘La adversidad es como un viento fuerte: nos
arranca todo menos las cosas que no se pueden quitar, para que nos veamos
como realmente somos’.
Las páginas están gastadas, hay una mancha de grasa en la parte delantera de
un restaurante en Denver, y los bordes están curvados en la esquina superior
derecha, donde los hojea con los dedos mientras lee. Aunque probablemente haya
leído todo al menos diez veces, después de la primera lectura, nunca comenzó
desde el principio. Pasaría y se detendría, leyendo desde cualquier punto que
eligiera. A veces comenzaba mientras Tanner compraba ropa con su madre y
Autumn. Otras veces se abría a la sección del lago y maricón y la mortificante
conversación de Tanner con Manny.
Pero estar lejos de casa también lo hizo sentir alejado de esto. Sus problemas
en casa podrían no sentirse reales, pero si no lo fueran, eso significaba que
Tanner tampoco era real. No tenía fotografías de él, pero tenía este libro.
Querido Sebastian,
Sinceramente,
Tim Fujita
Le tiemblan las manos. Su mandíbula está rígida por apretarla. Todos caminan,
conversan un poco, esperan.
—¿Estás bien?
A su padre le gusta esta respuesta, pone las manos en sus hombros y las
apreta con un gesto de comprenderlo antes de entregar las llaves.
Sebastian quiere ir a la iglesia. Pero en cambio, gira a la izquierda, no a la
derecha, conduce en línea recta cuando debería girar y finalmente encuentra su
camino por el camino de tierra de SIN ACCESO. Aparca allí, sacando una manta
del maletero y mirando hacia el cielo azul, tratando de recordar las estrellas.
No es lo mismo aquí afuera ahora. Por un lado, es sofocante; El aire está lleno
de mosquitos. La segunda diferencia (la ausencia de un cuerpo largo a su lado) es
aún más notable. Se da diez minutos y luego veinte. Intenta despedirse de Tanner,
pero incluso cuando cierra los ojos y le pide a Dios las palabras correctas, para el
hechizo que abrirá su corazón, estas no vienen.
Y no puede respirar.
Él es gay. Nunca será otra cosa. Esta noche, todos estarán esperando a que
Sebastian dé su testimonio y hable de cuán lleno de alegría está de haber sido
llamado a difundir la palabra de Dios donde sea que hayan elegido enviarlo, y él ni
siquiera sabe dónde encaja en la palabra de Dios ahora.
Se aclara la garganta.
—Hola a todos.
No todos están aquí todavía, pero los importantes sí. Cinco caras sonrientes
giran en su dirección. Faith tira de su vestido y se endereza con orgullo cuando la
mira. Él recuerda lo que se siente, ser así de pequeño y ver a alguien cuando está
a punto de abrir su carta. Es como compartir una habitación con una celebridad.
Su corazón se astilla.
—Lo siento. Lo siento… tanto. Pero creo que necesito hablar con mamá y papá
solo unos minutos.
EPILOGO
El otro día le hice una broma por teléfono a Autumn: No sé cuál es peor, Provo o
Los Ángeles. No lo entendió y, por supuesto, no lo hizo porque vive en un idílico
país de las maravillas que es Connecticut, con suéteres con coderas y medias
hasta la rodilla. (Ella está vistiendo así; no mates la fantasía.) Los Ángeles es
genial, no me malinterpretes. Es masivo. Crecí cerca de San Francisco, así que
conozco grandes ciudades, pero Los Ángeles es una cosa completamente
diferente, y UCLA es una ciudad dentro de una ciudad. Desde arriba, Westwood
Village es esta densa red de arterias y arteriolas dentro del enorme sistema
vascular de Los Ángeles, encajonado entre Wilshire y Sunset. Tuvieron que pasar
unas tres semanas antes de que dejara de sentir que me estaba ahogando en un
océano urbano.
Mamá, papá y Hailey vinieron aquí conmigo en agosto en lo que creo que todos
describiríamos como el peor viaje por carretera de toda la historia. En varios
puntos, estoy seguro de que cada uno de nosotros oró por el apocalipsis zombie
para acabar con nuestros seres queridos. En pocas palabras: a Hailey no le va
bien en espacios reducidos, papá conduce como un abuelo ciego y ninguno de
nosotros está de acuerdo con la música.
La ciencia era una elección obvia, pero creo que todos sabemos que tampoco
puedo alejarme demasiado del inglés. Una, porque Autumn me ha entrenado muy
bien, sería casi un desperdicio dejar eso atrás. Pero dos, escribir me tocó algo que
no sabía que estaba allí. Quizás algo suceda realmente con este libro. Tal vez no
lo haga y me inspiraré nuevamente y escribiré otro. Lo que sea. Escribir es un
lazo, aunque tenue, con él. Ahora puedo admitir que necesito eso.
Él todavía está allí en casi cada paso que doy. En la primera fiesta a la que fui,
jugué el juego social y conocí a un par de personas, tomé algunas cervezas,
coqueteé aquí y allá, pero me fui a casa solo. Me pregunto cuándo pasaré este
dolor constante y realmente querré a alguien más. Ha habido situaciones en las
que pienso: Si no fuera por Sebastian, probablemente me habría juntado con
alguien esta noche. Pero yo lo quiero a él. Aunque parezca una locura pensar que
este libro es solo para mí, especialmente después de todo, es seguro decirlo aquí:
no he perdido la esperanza. Su reacción al verme en la librería se ha quedado
conmigo. Y dibujó un emoji de montaña en mi libro. Él me ama. Sé que lo hace.
O lo hizo.
9
Una pista educativa que los estudiantes de E.E.U.U. y Canadá siguen antes de convertirse en
estudiantes de medicina.
mensajes de texto o correos electrónicos, así que solo para liberar la válvula de
presión en mi pecho, a veces escribo algo y me lo envío a mí mismo para que al
menos las palabras puedan salir de mí, para que dejen de robarme el aire.
El primer fin de semana de octubre, llamo a Auddy como siempre: a las once del
domingo. Siempre existe el dolor al principio, la puñalada infligida por el tono
familiar de su voz. Curiosamente, incluso tan duro como decir adiós a mis amigos
en mi dormitorio, decir adiós a Autumn fue más difícil. De alguna manera odio no
haberle contado todo antes. Tendremos otros lugares seguros, pero fuimos el
primer espacio seguro del otro. No importa lo que digamos o las promesas que
hagamos, cambia de aquí en adelante.
—Ohpordios.
—¿Una buena?
—Tal vez el mejor hasta ahora. —Auddy toma aire, riendo al exhalar. —
¿Recuerdas cómo te dije que estaba enferma a principios de semana?
—Sí.
—Bien, está relacionado con eso. Bueno. ‘Querida Autumn’ —dice ella—
'Gracias de nuevo por traerme el desayuno la otra mañana. ¡Me sentí muy
enferma! Me siento tan idiota por decir esto...
—‘Pero no puedo dejar de pensar en eso, así que solo necesito sacarlo. El
tenedor y el plato estaban sucios, con comida seca. Y luego pensé: ¿Autumn hizo
esto a propósito? Espero que no. Sé que a veces puedo ser quisquillosa, pero
quiero que estemos tan cerca para siempre como ahora...
—'Así que pensé que simplemente te preguntaría. O tal vez solo quería hacerte
saber que lo sabía, y si fue intencional, fue algo desagradable de tu parte. Por
supuesto, si fue un accidente, simplemente ignora esto. Eres tan dulce. Xoxo, Nat.’
—En serio, Auddy, encuentra un nuevo compañero de cuarto. Ella hace que
Ryker parezca apacible.
—¡No puedo! Por lo que he visto de otros que cambian de compañero de
cuarto, ¡es mucho drama!
—¿Esto no es drama?
Ella ríe.
—No es como si ella no comiera en el comedor. Todos los platos son bastante
feos.
—Soleado.
Auddy gime.
—No diría fan tanto como consciente de las reglas tácitas. —Me recuesto en la
silla de mi escritorio, rascándome la mandíbula. —Algunos chicos en Hedrick
estaban teniendo una fiesta anoche. Fui con Breckin. —Mi primer y más cercano
amigo hasta ahora, Breckin escapó de un pequeño pueblo de Texas, y por alguna
extraña coincidencia es (1) gay y (2) mormón. No podría inventar esto si lo
intentara. También es inteligente como el infierno y lee casi tan vorazmente como
Autumn. Me enamoraría si mi corazón no estuviera ya tomado. —Día muy
divertido. No lo sé. ¿Qué hiciste?
—Deacon tuvo una carrera ayer, así que estábamos en eso.
Hay un pequeño rizo de celos allí. No puedo negarlo. Pero, sobre todo, suena
como un tipo genial. Es irlandés y está totalmente enamorado de Autumn, así que
ya me gusta. Incluso me envió un mensaje de texto la semana pasada para
preguntarme qué pienso que debería conseguirle él para su
cumpleaños. Reclutando al mejor amigo: movimiento inteligente.
Gracias a una jarra de tónicos de vodka y una maratón de Breaking Bad una
noche en mi habitación, él lo sabe todo.
—Ambos.
Ha habido algunos momentos en mi vida en los que creo haber sentido un poder
superior. La primera fue cuando tenía seis años y Hailey tenía tres. Es mi primer
recuerdo claro; Tengo algunos borrosos de antes, de tirar pasta o mirar mi techo
por la noche mientras mis padres me leían un libro, pero este fue el primero en el
que cada detalle parece haber sido tatuado en mi mente. Mamá, Hailey y yo
estábamos en un TJ Maxx. Los bastidores estaban tan juntos y repletos de ropa
que era casi imposible pasar sin frotar contra algo de lana, seda o mezclilla.
Me sentí mejor cuando lo dije una y otra vez, por favor, que esté bien, que esté
bien, que esté bien, y tal vez por eso siempre tuvo sentido para mí más tarde,
cuando Sebastian dijo que se sentía mejor cuando rezaba. Sabía que estaba
indefenso, pero aún sentía que mis buenas intenciones tenían poder, que podían
cambiar la trayectoria de lo que le había sucedido a mi hermana.
Siempre recordaré la calma que me invadió. Seguí repitiéndomelo para mí, y fui
y abracé a mamá mientras las vendedoras corrían histéricamente, y mi calma se
trasladó a ella, y nos quedamos allí, respirando y silenciosamente creyendo que
ella estaba cerca en algún lugar mientras la seguridad gritaba órdenes a través de
sus los walkie-talkies y las vendedoras revisaron cada cuarto trasero. Estuvimos
allí hasta que Hailey salió de un estante polvoriento en la parte trasera de la
tienda, con una sonrisa enorme y orgullosa y gritando:
—¡HAILEY GANÓ!
Aun así, ser criado por humanos reflexivos no explica lo que sucedió ese
domingo por la tarde. Breckin y yo salimos con el frisbee en la mano. Fue
increíble, veintitrés grados sin viento, sin nubes. La extraña capa marina que se
cierne hasta la hora del almuerzo se había evaporado, y el cielo era de un azul
irreal, del tipo que todo turista nota y menciona. El brillante Frisbee verde de
Breckin lo atravesó, yendo y viniendo entre nosotros. Esquivamos a las personas
en el césped, disculpándonos cuando el Frisbee aterrizó a los pies de alguien o,
una vez, golpeó su espinilla. Comenzamos con el sol a nuestra izquierda, pero
cuando lanzamos, perseguimos y atrapamos, terminé con el sol directamente en
mis ojos.
Todos tienen una forma de andar, tan única y reconocible como una huella
digital. El andar de Sebastian siempre era erguida, sin prisas y cuidadosa: cada
paso, incluso como el anterior. Yo conocía sus hombros, anchos, musculosos, y la
forma en que su cabeza descansaba sobre su cuello, la barbilla en una especie de
porte elegante. Sabía que caminaba con el pulgar derecho metido flojamente en la
palma de su mano, de modo que siempre parecía un poco como si estuviera
cerrando un puño con la mano derecha mientras la izquierda colgaba a su lado,
relajada.
Y allí estaba, pero a contraluz. Ninguno de sus rasgos era visible, solo su
caminar, viniendo hacia mí.
¿Estaba de acuerdo con eso? No. Pero extrañarlo todos los días por el resto de
mi vida fue aún más fácil que la pelea que Sebastian tuvo: meterse dentro de una
caja todas las mañanas y meter esa caja dentro de su corazón y rezar para que su
corazón siguiera latiendo alrededor del obstáculo. Todos los días podía ir a clase
exactamente como la persona que soy, conocer gente nueva y salir más tarde
para tomar un poco de aire fresco y frisbee. Todos los días agradecería que nadie
que me importe me pregunte si soy demasiado masculino, demasiado femenino,
demasiado abierto, demasiado cerrado.
Todos los días agradecería lo que tengo y puedo ser quien soy sin ser juzgado.
Así que todos los días pelearía por Sebastian, y las personas en el mismo bote,
que no tienen lo que yo hago, que luchan por encontrarse en un mundo que les
dice que los blancos, heteros y delgados son los primeros en el juego de la vida en
el patio de la escuela.
Cogí el frisbee y se lo tiré a Breckin. Lo atrapó con una mano y salté de lado a
lado, con los codos hacia afuera, revitalizado.
—Hazme correr.
—Vas a golpearlo.
Sorprendido, bajo los codos, girando para disculparme con quien estuviera allí.
Y él estaba allí, tal vez a dos pies de mí, inclinándose hacia atrás como si de
hecho pudiera darle un codazo en la cara.
—¿Estás bien?
Breckin trotó.
—¿Sí?
—¿Sebastian?
—¿Sí?
—Juro que te imaginé caminando desde el otro lado del patio y pensé que Dios
me estaba dando una lección de vida, y no de que veinte segundos después estás
parado allí.
—Hola.
—Se supone que debes estar en Camboya.
—Cleveland, de hecho.
Él se rió, sentándose y mirándome. Sebastian. Aquí. Tomó mis manos entre las
suyas.
—¿Estás bien?
—Estoy yendo a ese punto. Sin embargo, es mucho mejor verte. —Una
pausa. —Te extrañé. —Miró hacia el cielo y luego otra vez hacia mí. En su viaje
de regreso, sus ojos estaban vidriosos y apretados. —Te extrañé mucho. Tengo
mucho perdón que ganar. Si me dejas.
—¿Qué?
—Comenzó a sentirse como un nuevo libro sagrado. —Su risa fue dulcemente
autocrítica. —Eso suena loco, pero lo hizo. Fue una carta de amor. Me recordó
todos los días quién soy y cuánto me amaban.
—Eres amado.
Inhaló bruscamente ante esto, y luego agregó, con voz más baja:
—Unas semanas después de que llegué a casa desde Nueva York, llegó mi
carta, mi llamado a la misión. Mamá planeó esta gran fiesta. Probablemente había
cincuenta personas viniendo a nuestra casa, y más esperando ver en Facebook.
—Autumn me lo dijo. Creo que ella lo vio, pero no le dejé que me contara nada.
—No lo hicimos al final. Esa noche les dije a mis padres que no creía que
pudiera ir. Quiero decir —corrigió—, sabía que podía hablar con la gente sobre la
iglesia, mi testimonio y lo que nuestro Padre Celestial quiere para nosotros. —Se
inclinó, presionando su boca contra mis nudillos, con los ojos cerrados. Se sentía
como adoración. —Pero no pensé que podría hacerlo de la manera que ellos
querían: alejado de ti y ellos, y tratando de ser alguien que no soy.
—¿Aquí?
—Ya veremos. El avance en mi libro me está dando un respiro. Tengo algo de
tiempo para pensar.
Quiero esta carga, pensé. Y tal vez eso es lo que acaba de suceder. Quizás me
lo gané. Quiero ser al menos en parte responsable de mostrarle que lo que podría
perder se compensa con ser dueño de su vida, por completo.
—Yo tampoco. —Él me sonrió, mostró sus dientes contra mi mano, y con su
gruñido juguetón, la sangre salió a la superficie de mi piel.
Me tomé diez segundos, con los ojos cerrados, para calmarme. Inhalé y exhalé,
y dentro y fuera, y dentro y fuera, y dentro y fuera.
Entonces me dejó besarlo, solo una vez. Sin embargo, lo hice bueno,
ofreciendo mi labio inferior.
—Estás aquí —dijo. Sentí sus brazos deslizarse alrededor de mi cintura, las
manos uniéndose en mi espalda baja.
—Estoy aquí.