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El libro que ahora tienen en sus manos, es el resultado del trabajo final de varias

personas que, sin ningún motivo de lucro, han dedicado su tiempo a traducir y corregir
los capítulos del libro.
El motivo por el cual hacemos esto es porque queremos que todos tengan la
oportunidad de leer esta maravillosa historia lo más pronto posible, sin que el idioma
sea una barrera.
Como ya se ha mencionado, hemos realizado la traducción sin ningún motivo de
lucro, es por eso que se podrá descargar de forma gratuita y sin problemas.
También les invitamos a que en cuanto este libro salga a la venta en sus países,
lo compren. Recuerden que esto ayuda a la escritora a seguir publicando más libros
para nuestro deleite.

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Los autores y editoriales también están allí. No sólo nos veremos afectados
nosotros, sino también tú.

¡Disfruten la lectura!
CRÉDITOS

MODERACIÓN
Reshi

Traductores Corrección

Steph M Achilles

Astrid L Andi D3mon

Stefani Reshi

Mariya Steph M

Kasis Ash A

Lissie

Freya

Lucia V

Luna R Diseño
Ash A Niktos
Daemon

Moon M

Dayana

Gaby

Lia SP

Eridan
SINOPSIS
Los chicos de Kings Row viajan a un campamento de esgrima en Europa. Rodeado de
impresionantes paisajes y de equipos de esgrima europeos aún más impresionantes, el
“novato” Nicholas no puede evitar sentirse fuera de lugar. Sin embargo, con la ayuda
de una leyenda local, él y el resto del equipo consiguen enfrentarse a esgrimistas
superiores, a ex novios, expulsiones e incluso al hermanastro secreto de Nicholas, el
chico de oro; Jesse Coste. Sin embargo, ¿acabarán Aiden y Harvard juntos? ¡En garde!
La segunda entrega de esta atractiva novela juvenil original de Sarah Rees
Brennan, rica en diversidad casual y autodescubrimiento queer, explora un drama
nunca antes visto inspirado en la aclamada serie de cómics Fence de C.S. Pacat.
Este libro lo dedico con gran gratitud a la trinidad: Olga Velma, En-
trenadora del Club de Esgrima de Pembroke; Paul Quigley, capitana
con gran sabiduría y James Stratford, gran esgrimista. Gracias por
sus amables y sabias respuestas a mis extrañas preguntas que dieron
vida al Campamento Ment.
CAPÍTULO 1
NICHOLAS

Traducido por Steph M


Corregido por Achilles

La Salle1 de Kings Row era el lugar más lujoso y hermoso en el que Nicholas Cox
había competido. Había aprendido a esgrimir en la ciudad de donde era originario,
en el descuidado gimnasio del entrenador Joe. Había entrenado allí tantas veces y
tan arduamente que cada vez que tomaba una careta y una espada, una parte de sí
mismo siempre anticipaba caminar sobre un piso de madera tan viejo que ya era gris,
y parches blancos desgastados; con una alfombra de goma desgarrada para delimitar
su campo de juego, la pista. El entrenador Joe decía que los clubes de esgrima con
pistas fijas eran solo para millonarios.
Aquí, en la Salle de la nueva escuela de Nicholas, tenían pistas así. Las tablas del
suelo estaban lustradas —pero nunca resbaladizas— e incluso relucían como el oro. Las
secciones de la franja de dos metros de ancho que eran sus pistas estaban marcadas
claramente con metal de calibre ligero. Las diferencias no terminaban ahí. Con el
Coach Joe, no había espadas históricas pegadas a la pared, ni figuras en relieve en las
esquinas del techo, ni ventanas triangulares con hojas doradas balanceándose al otro
lado del vidrio.
Pero, lo peor de todo, Nicholas no había tenido pareja cuando estuvo con el

1 Salle: Sala de esgrima o de armas.


Coach Joe.
Nicholas y Seiji se enfrentaban uno frente al otro, en posición de en garde2.
—Allez3 —ordenó Seiji, quien insistía en actuar como árbitro durante sus combates
de práctica. Sus ojos estaban fijos a través de la malla de su careta. Las líneas largas
y ligeras de sus floretes estaban en posición.
Nicolás atacó. Seiji lo esquivó. Nicholas apenas logró eludir el contraataque de
Seiji y se lanzó a atacar de nuevo tan rápido como pudo. La velocidad de Nicholas era
su ventaja; no tenía la habilidad de Seiji, pulida hasta convertirse en vidrio gracias a
los años de entrenamiento profesional. Cada vez que una de sus ásperas estocadas
hacía que Seiji retrocediera, o incluso vacilara, la sangre de Nicholas se estremecía.
El siguiente ataque de Seiji hizo contacto. Justo entonces, las puertas dobles de la
Salle se abrieron de golpe y Eugene entró corriendo. Eugene Labao era un tipo grande,
pero caminaba con suavidad.
En ese momento, no hablaba de esa manera.
—¡Bros! —gritó Eugene—. Grandes noticias.
Nicholas volvió la cabeza. Seiji hizo un pequeño sonido impaciente desde dentro
de su careta.
—¿Más pruebas de tu total incapacidad para concentrarte, Nicholas? —le demandó.
—Estoy concentrado —prometió Nicholas, y arremetió.
Esquivar, contraatacar, cambios de técnicas, pasos y espadas. Como un baile que
Nicholas podía ganar, y quería hacerlo.
—En serio, chicos, sé que están en su práctica, pero esto es importante —dijo
Eugene.
—¡Alto! —dijo Seiji con un tono de llamada.
Seiji se quitó la máscara y miró a Nicholas con esa mirada fría como el acero que
había hecho llorar en clase a otro estudiante, la semana pasada. Nicholas le sonrió.

2 En garde: En guardia. Durante el entrenamiento, es como se describe la posición básica de un esgri-


mista, mientras que en un duelo, es un aviso del juez a ambos esgrimistas para prepararse para esgrimir.
3 Allez: Luchen. El juez usa esta palabra en un duelo de esgrima para decirles a los esgrimistas que
pueden luchar.

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Seiji posaba esa mirada sobre él al menos una vez durante cada combate de práctica.
Seiji gesticuló con impaciencia. Incluso cuando no estaba sosteniendo un florete,
él parecía estar listo para desviar los ataques del mundo hasta que éste admitiera su
derrota y se rindiera.
—¿Cuáles son tus noticias, Eugene? —Seiji le preguntó.
Eugene arqueó una ceja, junto a una expresión ligeramente sardónica en su
rostro.
—No es una noticia mía, bro. Es una noticia de la Coach. Dice que es importante,
que tenemos que reportarnos en su oficina de inmediato.

La oficina de la entrenadora era una de las habitaciones favoritas de Nicholas en


Kings Row. Era pequeña y acogedora, tenía carteles geniales de sables en las paredes.
Cuando Nicholas le preguntó, una vez, dónde había conseguido los carteles y si él
podía conseguir algunos con espadas, la entrenadora Williams hizo una mueca y le
dijo que no le preguntara sobre eso.
Sin embargo, ahora ella no estaba haciendo muecas. Sus ojos oscuros brillaban.
Era la clara visión de la juguetona impaciencia, tamborileando sus dedos sobre el
escritorio mientras ellos tomaban asiento. Tan pronto como todos estuvieron sentados,
la entrenadora Williams les dijo:
—¿Han oído hablar del Campamento Menton?
Nicholas miró alrededor de la habitación en busca de una pista. El capitán de
su equipo, Harvard Lee, estaba ya sentado frente al escritorio de la entrenadora, y la
entrenadora asistente Lewis estaba en la esquina con su cuaderno. La entrenadora
asistente Lewis siempre tomaba notas muy meticulosas.
El último miembro de su equipo, Aiden Kane, no estaba presente. Ahora que
Nicholas lo pensaba, últimamente Aiden no había estado mucho por los alrededores.
Harvard le dio a Nicholas una sonrisa tranquilizadora. Su capitán era así, siempre
dispuesto a llevar a todo el equipo sobre sus capaces hombros. Nunca hizo que Nicholas
se sintiera estúpido por las lagunas en su conocimiento de esgrima. Practicaba con

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cualquiera de ellos cuando se lo pedían. Harvard parecía estar a punto de informar a
Nicholas cuando Eugene habló.
—¡He leído sobre el Campamento Menton! Es un campamento de esgrima europeo
muy famoso, en estos increíbles campos de entrenamiento en Francia. Un grupo de
sus esgrimistas pasó a representar a Francia, Alemania e Inglaterra en los Juegos
Olímpicos.
Eugene y Nicholas habían comenzado a leer sobre esgrima para estar más
informados. Nicholas deseó haber llegado al libro que ya había leído Eugene.
—Sí, todo el mundo lo sabe —Seiji habló, sin emoción alguna.
Eugene parecía un poco ofendido, por lo que Nicholas defendió a su compañero
de equipo.
—Como si supieras mucho sobre esgrima francesa.
—Sé mucho sobre esgrima francesa —afirmó Seiji.
—¿En serio? ¿Cuánto? —Nicholas exigió.
Seiji enarcó las cejas de una manera que lo hacía ver aún más despectivo.
—¿Viví en Francia durante un año?
—Oh, sí —dijo Nicholas—. Ya se me había olvidado.
A veces era extraño recordar lo diferente que había sido la vida de Seiji de la de
Nicholas. Pasar un año en Francia le parecía tan fabuloso y distante a Nicholas como
pasar un año en la luna. Francia y todo lo que se le relacionaba siempre había parecido
un símbolo de lujo máximo. Nicholas solo tenía pasaporte porque uno de los novios
de su madre les prometió que los llevaría a París. Su mamá le había creído, porque la
mamá de Nicholas siempre le creía a sus novios, pero también siempre la engañaban.
Ese novio ni siquiera los llevó a una sala de juegos.
Desde que Nicholas se había enamorado de la esgrima, Francia era aún más
especial. La Salle se llamaba así debido al término francés utilizado para una sala de
armas —Salle d’armes. Y épée4, el florete de esgrima con el que se esgrimía todos los
días, era la palabra francesa para espada. Pero Seiji Katayama, prospecto olímpico
estadounidense y prodigio de la esgrima, sabía todo eso. Seiji lo sabía todo. Para él, ver
4 Épée: espada de esgrima.

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a Nicholas y Eugene aprendiendo estas cosas debía haber sido un poco desconcertante.
Los peces no intentaban aprender sobre el agua.
No es de extrañar que Seiji y Nicholas no se llevaran bien la primera vez que se
conocieron. O la segunda vez. Seiji había pateado el trasero de Nicholas en la pista,
luego se mantuvo distante, lo que Nicholas ahora sabía que era simplemente la forma
de ser de Seiji. En ese momento, Nicholas se enfureció. Pero no había podido dejar de
pensar en la forma en que Seiji practicaba la esgrima.
Seiji, y querer demostrar que podría ser tan bueno como él algún día, fueron
parte de lo que inspiró a Nicholas a buscar un lugar en el equipo de Kings Row.
Seiji y Nicholas, en un mundo razonable, se habrían mantenido tan distantes el
uno del otro como el sol y la luna. En este mundo, sin embargo, ambos habían venido
a Kings Row, y habían sido asignados el uno al otro como compañeros de cuarto. No
había sido fácil al principio, pero ¿quién buscaba lo fácil? La esgrima no era fácil.
Ganar el oro nunca era fácil.
No es que Nicholas hubiera ganado el oro alguna vez. Pero lo haría. Y ser amigo
de Seiji se sentía como ganar el oro. Harvard asintió con la cabeza a Eugene, quien
resplandeció. La entrenadora Williams siguió adelante con entusiasmo.
—Exactamente, Eugene. El Campamento Menton es un lugar de entrenamiento
con gran prestigio. Es diferente a cualquier otro. Es el campo de entrenamiento para los
campeones. El campamento solía estar restringido, únicamente, para los esgrimistas
de la Unión Europea. Hace unos años, permitieron la participación de otros equipos
internacionales, pero el Campamento Menton nunca había estado abierto para los
esgrimistas estadounidenses —hizo una pausa para un efecto dramático—. Hasta ahora.
—Este es el primer año en el que se ha invitado a ciertos equipos de élite de
escuelas secundarias estadounidenses —continuó—. Kings Row, junto con varios de
nuestros rivales estatales. Por favor, díganme que pueden acudir todos. Esto podría ser
lo que nos dé la ventaja que necesitamos para ganar.
Harvard fue quien habló. Su capitán era uno de los mejores esgrimistas junto con
Seiji, y era muy bueno tratando con la gente, lo cual no era... Uno de los puntos fuertes
de Seiji. Nicholas sabía que a todos en el Campamento Menton les gustaría Harvard.
Su capitán era el más genial.

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—Entrenadora —dijo Harvard en un tono bajo y pensativo—. Hay un problema
con los gastos.
La cara de su entrenadora se desanimó, como si hubiera estado tan emocionada
que ni siquiera había considerado tal cosa.
Oh. Sí, eso tenía sentido.
—¿Asistirán otros equipos estatales? —Seiji preguntó con voz aguda— ¿Cuáles?
¿Exton?
—MLC5 y Exton —admitió la entrenadora—. ¡Por supuesto que no es obligatorio
asistir al Campamento Menton! Ninguno de ustedes debería sentir que tiene que ir. Es
un honor estar invitados. Solo quería contarles sobre... la distinción de la invitación.
Sin embargo, no parecía convencida y Nicholas no la encontró convincente. Kings
Row nunca había ganado las estatales. Nicholas realmente había estado esperando
que este fuera el año, demostrando a todos que realmente se merecía la beca.
Y si el padre de Nicholas se enterase, podría estar orgulloso.
—No necesito entrenar en el Campamento Menton —dijo Seiji bruscamente—.
Puedo entrenar aquí.
Eugene suspiró.
—Sí, supongo que podemos entrenar aquí. Aun así, sería increíble asistir.
—Si quieres ir, entonces ve —espetó Seiji, como si la solución fuera obvia. Hubo
un silencio. Eugene miró al suelo con una repentina concentración fija.
—Se serio, Seiji —dijo Nicholas, porque disfrutaba profundamente ofender a Seiji
cuando lo decía—. Cuesta millones de dólares ir a Francia.
Las cejas de Seiji juzgaron a Nicholas.
—Miles, como máximo.
Nicholas se encogió de hombros.
—Es lo mismo.
—Matemáticamente hablando —dijo Seiji—, no.

5 MLC: Colegio Metodista para chicos.

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—Técnicamente hablando, Seiji —respondió Nicholas—, sí. Realmente no importa
cuánto cuesta si no tienes nada.
Seiji hizo una pausa, las cejas ahora juntas en una vehemente V negra, como si
estuviera resolviendo un complejo problema de cálculo. La cabeza de Eugene colgaba
agachada por la vergüenza. Harvard le puso una mano en el hombro. Eugene no tenía
tanto dinero como los otros chicos de Kings Row, pero aun así le parecía bastante
adinerado a Nicholas; Eugene decía que todo era relativo. Siendo el chico becado
residente, para Nicholas era obvio que los viajes de lujo por Europa estaban fuera de
discusión. Nicholas no entendía qué tenía eso de vergonzoso.
Sin embargo, se sentía como si estuvieran decepcionando a la entrenadora.
—Lo siento, entrenadora —agregó Nicholas.
—No, Nicholas —respondió ella—. No hay nada que lamentar.
—Seiji y yo estábamos practicando —ofreció Nicholas—. Volveremos a ello.
—De acuerdo —le dijo la entrenadora, y cuando todos se levantaron, ella levantó
una mano—. Espera, Capitán. Quiero hablar contigo.
Harvard volvió a sentarse, pero el resto salió de la oficina, con el ánimo más abajo
que antes. Hubo otros muchachos que habían probado para estar en el equipo de
esgrima, buenos chicos y esgrimistas, como Kally y Tanner; quienes podrían haberse
permitido un viaje a Francia fácilmente, pero no lo habían logrado.
—¿Quieres ir al Campamento Menton? — demandó Seiji, abruptamente.
—Seguro —Nicholas intentó sonreír—. Así como me gustaría volar en un jet
privado o tener superpoderes. ¿Te he dicho cuál sería mi nombre de superhéroe? He
encontrado uno genial.
—No, Nicholas —dijo Seiji—. Por última vez, no quiero escuchar tu nombre de
superhéroe. Haz algunos calentamientos. Tengo que ir a hacer una llamada. Quiero
decir, atender una llamada.
—¿De quién? —le gritó Nicholas. La llamada tenía que ser del padre de Seiji. Nadie
más le llamaba Seiji. Aunque Nicholas pensaba que Seiji era genial, estaba bastante
seguro de ser el único amigo que Seiji tenía. En general, a Seiji parecía no gustarle la
gente y ni siquiera hablaba con su antiguo compañero de esgrima.

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El padre de Seiji había comenzado a llamarlo más seguido, en las últimas
semanas. Nicholas no les prestaba atención, pero podía oír desde el otro lado de la
cortina de baño cuando Seiji había colgado en su habitación, y las llamadas parecían
extrañamente breves y profesionales. Pero debe ser bueno que tu papá te llame. El
padre de Nicholas ni siquiera sabía que él era su hijo.
Nicholas miró a Eugene, pero ya se estaba escabullendo hacia el gimnasio,
obviamente abatido por no poder ir al Campamento Menton. Cuando estaba molesto,
a Eugene le gustaba alejar sus sentimientos. Nicholas salió. Casi estaba atardeciendo,
y cuando podía, le gustaba estar afuera durante la hora mágica.
Nicholas había estado en Kings Row ya durante algunas semanas, más tiempo
de lo que él y su madre habían vivido en alguno de los apartamentos antes de ser
desalojados. Nunca, sin importar cuánto tiempo, había vivido en un lugar como este.
Ni siquiera había soñado con vivir en un lugar como este.
Cuando el sol se ponía sobre los edificios en expansión, las ventanas con parteluces
brillaban tan espléndidamente como el oro, y el ladrillo rojo resplandecía carmesí.
Nicholas podía salir y sentarse al aire libre en el césped, como lo estaba haciendo
hoy, o esperar bajo la sombra de los árboles, y simplemente maravillarse de que esta
escuela fuera suya.
No necesitaba al Campamento Menton. Él tenía esto.
Amaba Kings Row. Amaba la esgrima. Amaba…
En ese momento, su ensueño fue interrumpido por un Seiji marchando hacia él.
—¡Pensé que volverías a la Salle y practicarías tu movimiento de pies! —dijo Seiji
con severidad—. Volvamos de inmediato.
Nicholas se estiró mientras se levantaba de la hierba.
—No sé por qué de repente tenemos tanta prisa, pero está bien.
—¡No hay tiempo que perder!
A veces, Nicholas veía lo que la gente quería decir cuando decían que Seiji era
“muy, muy, muy intenso”. Sin embargo, mayormente, pensaba que la gente estaba
siendo ridícula.
Seiji aceleró, esquivando y serpenteando entre la multitud de estudiantes de Kings

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Row que acababan de pasar el rato en sus horas libres. Nicholas trató de alcanzarlo y
casi se estrella contra Aiden, el último miembro del equipo de Kings Row, quien salía
de un dormitorio que no era el suyo.
—Mira por dónde vas, novato —gruñó Aiden.
Por lo general, cuando Aiden aparecía en cualquier sitio, su club de fans
revoloteaba a su alrededor como adoradores pájaros azules, y el sol bailaba en su
cabello. Su voz era típicamente cálida y divertida, como si estuviera mentalmente en
una playa tropical.
Esta tarde, parecía como si lo hubiera arrasado una tormenta tropical, alejando a
los turistas corriendo y volviendo gris la arena blanca. El cabello de Aiden, normalmente
imperfectamente perfecto, lucía salvaje. Parecía como si alguien le hubiera presionado
unos pulgares cubiertos de ceniza bajo ambos ojos, dejando marcas oscuras debajo de
ellos. Se abrochaba la camisa arrugada del uniforme, ocultando una serie de pequeños
moretones que le subían desde el pecho hasta la barbilla, como si le hubieran golpeado
varias veces con la empuñadura de una espada.
Nicholas realmente no tenía idea de por qué alguien se estaría vistiendo en la
habitación de otra persona, y mucho menos tenía idea de cómo alguien obtendría
tales moretones. Pero de alguna manera, incluso esas cosas, no eran tan extrañas
como el vacío en los ojos de Aiden.
Nicholas negó con la cabeza.
Aiden. ¿Qué le estaba pasando a ese chico?

21
CAPÍTULO 2
HARVARD

Traducido por Steph M


Corregido por Achilles

—Espera, Capitán —dijo la entrenadora Williams—. Quiero hablar contigo.


Esa fue la primera señal para Harvard de que algo andaba muy mal.
Cuando la entrenadora estaba de buen humor, gritaría:
—¡Eh, Harvard! —Y, tal vez, le arrojaría algo a la cabeza. Harvard siempre lo
atraparía y sonreiría. Claro, era severa cuando se trataba de disciplina, pero con lo
demás era bastante relajada.
Ver a la entrenadora Williams tan seria hizo que Harvard quisiera huir.
Sin embargo, Harvard era el capitán, así que no podía hacerlo. En cambio, se
preparó y esperó lo que viniese después. Por lo general, le gustaba estar en la oficina
de la entrenadora, donde se sentarían en su escritorio grande y maltrecho y harían
planes para el futuro del equipo.
Hoy, la entrenadora asistente Lewis también se había quedado, con mechones
de cabello castaño rojizo escapando de su cola de caballo. Lanzó a Harvard una
mirada disimulada de simpatía por encima de sus gafas y luego se enderezó. Nunca
se quedaba para las reuniones entre el capitán y la entrenadora. Si la entrenadora
Williams necesitaba refuerzos, eso era una prueba más de que esto era malo.
La entrenadora Williams señaló la silla frente a ella. Harvard se sentó y la
entrenadora Williams suspiró.
—No es sobre la esgrima —dijo, finalmente—. Bueno, un poco. Se trata de un
miembro del equipo y creo que sabes de quién hablo.
La entrenadora hizo una pausa, dejando un espacio para que Harvard lo llenara.
Harvard deseaba no saber a quién se refería la entrenadora. Tuvo una repentina
y desesperada necesidad de escuchar que Eugene estaba prendiendo fuego en el
gimnasio.
En cambio, Harvard se volvió hacia la ventana y le dijo al cristal en lugar de a su
entrenadora:
—Aiden.
Incluso decir el nombre de su mejor amigo provocaba una extraña y estremecedora
punzada en él. Era como la historia que Harvard había leído de niño sobre un espejo
mágico roto. Los fragmentos habían volado en todas direcciones y habían herido a la
gente —a algunos en los ojos, a otros en el corazón— y los pequeños pedazos, fríos e
irregulares se habían enterrado en ellos y se habían retorcido. Aquellos que habían
sido heridos habían tenido que aprender a vivir con dichos recordatorios agudos y
fríos de que algo mágico se había roto y no se podía arreglar.
—Ese mismo —dijo la entrenadora—. ¿Lo has visto recientemente? Porque yo no,
ya que él ya no viene a los partidos, o a los entrenamientos o, según me han dicho, a
las clases. Ni siquiera vino a esta reunión. Eugene no pudo encontrarlo.
Harvard se cruzó de brazos y se reclinó en su silla. Si hubiera sido Aiden, habría
sido un movimiento genial de despreocupación perezosa. Como se trataba de él, se
sintió vagamente desequilibrado y casi de inmediato devolvió la silla a su posición
correcta, estable sobre las cuatro patas.
—Aiden dice que está viviendo lo mejor de su vida.
—Se escapa para conocer chicos. Y digo ‘escapa’, pero parece que quiere que lo
atrapen, o, al menos, no le importa si lo hacen. Ha tenido detención todos los días
durante una semana —dijo la entrenadora—. Al menos puede dormir un poco ahí.
Claramente no parece que esté viviendo lo mejor de su vida. ¿Tienes idea de lo que

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le pasa?
—Yo… —dijo Harvard—. No exactamente.
Tragó, se movió inquieto y se mordió el labio. No le iba bien con la culpa. Cuando
era más joven, y estaba solo en casa y rompía algo, esperaba en el porche para poder
correr hacia su mamá y confesar lo antes posible.
Nunca había mantenido un secreto de culpabilidad. No hasta ahora.
—¿Quieres que lea todas las reglas de Kings Row que Aiden ha roto esta semana?
—La entrenadora Williams hizo un gesto—. Lewis tiene una lista.
—De hecho, hice una lista —coincidió con tristeza la entrenadora asistente—. Es
extensa.
Harvard negó con la cabeza. No quería escucharla.
—¿Es mi culpa? —Se preguntó la entrenadora Williams en voz alta— ¿Soy un mal
modelo a seguir?
—Lo estás haciendo muy bien, Sally —contribuyó la ayudante de la entrenadora—.
¡Eres la mejor modelo a seguir!
La entrenadora tamborileó meditativamente con los dedos sobre la superficie del
escritorio.
—Indudablemente, no he salido con todo el estado de Connecticut, como parece
ser el sueño de Aiden.
—Tú podrías hacerlo, totalmente, Sally —la entrenadora asistente continuó
animando a la entrenadora Williams—. Um. ¡Cualquiera podría decírtelo! Cualquiera
diría lo mismo.
La entrenadora Williams estaba frunciendo el ceño y tenía sus oscuros ojos
entrecerrados mientras se concentraba en el problema que era Aiden. La entrenadora
asistente suspiró y se subió las gafas por la nariz. El estómago de Harvard se revolvió,
enfermo de culpa.
No podía decirle a la entrenadora que el comportamiento de Aiden se debía a él.
Harvard era un tonto para el amor, había estropeado las pocas citas a las que había
ido. Y había sido idea de Harvard practicar el tener citas con su mejor amigo, y fue

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Harvard quien siguió siendo un idiota aun mayor y terminó enamorándose de su
mejor amigo durante el transcurso de tres días. El brillante y hermoso Aiden Kane,
quien quería salir con todo el estado de Connecticut.
Harvard había intentado arreglar las cosas. Le había asegurado a Aiden que solo
quería que fuesen amigos, que su amistad era lo más importante. Se había asegurado
de que Aiden supiera que era libre de hacer lo que quisiera.
Solo que ahora parecía que lo que Aiden quería era volverse absolutamente
salvaje. Harvard no podía asegurar si el reciente mal comportamiento de Aiden se
debía a que quería dejar en claro que no podía estar atado, o —y esta sospecha hacía
que Harvard se sintiera peor que cualquier otra cosa mientras permanecía solo en su
habitación durante las largas y frías noches— si Aiden simplemente se había aburrido
hasta la insania durante los pocos días que habían fingido estar saliendo, y estaba
aprovechando la oportunidad de divertirse de nuevo.
—Tuvimos una reunión de emergencia para tocar el tema de Aiden —dijo la
entrenadora Williams—. El director llamó al padre de Aiden. Conoces al padre de Aiden.
Lamentablemente, así era. Pensó que era una pena que Aiden se hubiera visto
con su padre.
—Su padre se opone a cualquier correctivo que pudiese manchar el historial de
Aiden, tal es el caso de las suspensiones —continuó la entrenadora Williams—. Dijo
que preferiría sacar a Aiden de la escuela. Por supuesto, no lo hará, pero ni siquiera
quiero pensar en ello. ¿Entiendes, Harvard? Tienes que conseguir que Aiden se calme.
Harvard apenas podía hablar, pero se las arregló para decir en voz baja:
—Sí.
Él lo entendía.
La entrenadora Williams pasó una mano por su afro esponjoso, con rizos oscuros
y plateados que se enganchaban en sus dedos como anillos.
—Odio ponerte en esta situación, chico. Pero intenté serenarlo, y solo conseguí
una mirada tajante y bromas sarcásticas. Eres el único que puede hacerle entrar en
razón.
Harvard siempre había sido el mejor amigo de Aiden. Desde pequeños.

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—Haré todo lo posible —prometió Harvard.
Siempre hacía todo lo que estaba en sus manos. No podía permitir que estos
nuevos y salvajes sentimientos por Aiden —sentimientos que eran solo su problema—
se interpusieran en su camino para ser un buen capitán o un buen amigo.
Se excusó de la oficina de la entrenadora y regresó al dormitorio. La habitación
estaba vacía, sin señales de su compañero de habitación. Harvard no se sorprendió.
Aiden no había dormido ahí en días. Él y Aiden, a principios de año, juntaron sus
camas para poder hablar y ver películas con mayor comodidad. El único ocupante del
lado de la cama de Aiden era el osito de peluche de Aiden, Harvard Paw. Harvard le
había dado ese oso en preescolar, Aiden siempre lo había cuidado y atesorado. Hasta
ahora. El osito de peluche fue arrojado descuidadamente a un lado, abandonado. Al
igual que la habitación. Al igual que el propio Harvard.
Había llegado al punto en que Harvard extrañaba tanto a Aiden que se había ido
a casa y había traído su álbum de postales lleno con todas las escandalosas vacaciones
en las que Aiden había estado. Aiden siempre le escribía postales a Harvard todos los
días cuando iba al extranjero y, enviaba mensajes de texto a Harvard todos los días
cuando ambos estaban en casa. En realidad, nunca antes se habían separado.
De acuerdo, eso era suficiente. Harvard dio media vuelta para dirigirse a la Salle,
donde podía realizar ejercicios a solas, pero ya se encontraban ahí sus compañeros
de primer año. Seiji le estaba gritando órdenes a Nicholas a todo pulmón. Lindos
chicos. Nicholas estaba mejorando mucho. Aparentemente, los inusuales métodos de
enseñanza de Seiji realmente funcionaban con Nicholas. Los otros estudiantes que
presenciaron solamente las lecciones de Seiji se habían echado a llorar. Harvard se
retiró en silencio, dejándolos seguir en lo que estaban haciendo.
En lugar de ejercicios de calentamiento, Harvard caminó por la escuela con la
esperanza de encontrar a Aiden en alguna parte. Había algunos estudiantes aquí y
allá, volviendo al interior mientras caía el crepúsculo, sus chaquetas de uniforme
azul oscuro se mezclaban con el azul cada vez más profundo del cielo de la tarde.
Ninguno caminaba como lo hacía Aiden, ni tenía el cabello largo de color miel, el cual
se pudiera atar en un elegante nudo o, el cual cayera a su alrededor como una cortina
en el teatro.

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Estar en Kings Row solía hacer feliz a Harvard. Había elegido esta hermosa y
pequeña escuela donde podría conocer los nombres de todos, donde podrían andar
por los largos pasillos con paneles o por el césped suave como el terciopelo por debajo
de las hojas. Había hablado con Aiden para que asistiera aquí y así ellos pudieran ser
compañeros de cuarto, al fin; y ser mejores amigos para siempre.
Enamorarse de Aiden no debería haberlo cambiado todo.
Harvard pensaba en ello todo el tiempo y no podía hablar de ello con nadie.
¿A quién podría decirle? Siempre le contaba a su mejor amigo sobre sus problemas,
pero ahora Aiden era el problema. Sus padres amaban a Aiden: no quería que eso se
detuviera solo porque Aiden accidentalmente le había roto el corazón a Harvard. Sus
amigos eran amigos de Aiden y sabían cómo era Aiden. Pensarían que Harvard debería
haberlo pensado mejor —que después de conocer a Aiden durante tanto tiempo— solo
agregaría su nombre a la interminable lista de víctimas enamorados de Aiden. Incluso
la entrenadora Williams se reiría de él. La entrenadora Williams literalmente hacía
que la gente hiciera ejercicios de suicidios si decían “Aiden me dejó” frente a ella. Y
en primer lugar, Aiden ni siquiera había terminado con Harvard, porque ni siquiera
habían salido realmente. Era patético. Harvard se sintió como un imbécil.
Cuando se trataba de esgrima, Harvard no tenía la habilidad consumada de Seiji o
el potencial puro de Nicholas. Lo que tenía era determinación y paciencia. Mantenía la
cabeza serena, trabajaba para dominar un movimiento y se aseguraba de tener éxito.
Él también podía dominar este sentimiento. Debía concentrarse en lo que
importaba: el trabajo en equipo, el ser capitán, el ser un buen amigo. Aiden no podía
eludirlo para siempre. Incluso si tuviera que arrinconar a su compañero de cuarto,
Harvard haría que Aiden entrara en razón.
Quizás este descanso sería bueno para ambos. Con el tiempo,
las cosas volverían a ser como antes. Si Harvard mantenía la
calma y la sensatez, todo saldría bien. Nada tenía que cambiar.

27
CAPÍTULO 3
AIDEN

Traducido por Steph M


Corregido por Achilles

—Pensándolo bien —anunció Aiden, cerrándole la puerta al horrible mundo, en general;


y al espantoso corte de cabello de Nicholas Cox, en particular—. Ven aquí y bésame,
cuál-sea-tu-nombre.
A Aiden le dolía la cabeza. Le dolía todo el cuerpo. Había estado durmiendo mal en
camas desconocidas durante días. No había dormido anoche, aunque se había saltado
las clases y se había quedado dormido en algún momento del día. Desafortunadamente,
el dueño de la cama desconocida de anoche había regresado y lo había molestado.
El dueño de la cama desconocida de anoche miraba parpadeando a Aiden, ahora.
Tenía ojos como los de una oveja herida. Ver el sufrimiento de otra persona enfurecía
a Aiden. No estaba aquí para presenciar más dolor.
—¿No recuerdas mi nombre? —preguntó el otro chico.
—¿Estabas actuando bajo la impresión errónea de que eras memorable? —vociferó
Aiden.
El parecido con una oveja herida aumentó. Como sea, este tipo había echado a
su compañero de cuarto para tener la oportunidad de pasar tiempo con Aiden. Eso lo
convertía en un pésimo compañero de cuarto y se merecía todo lo que recibía.
Había un sabor amargo en la boca de Aiden, pero casi ni lo saboreó. Aiden
seguía haciendo esto, últimamente. Siempre había tenido una lengua afilada, pero
había una diferencia entre una aguja y una espada. En el pasado, Aiden sabía cuándo
detenerse. Había tratado de no decir nada que pudiera decepcionar a Harvard si
llegaba a enterarse.
Para ser justos, Aiden aún sabía cuándo detenerse. Él, simplemente… No se
detenía cuando debería. A quién le importaba.
Ahora merodeaba hacia el chico.
—Si me dejas besarte —murmuró Aiden mientras inclinaba la cabeza hacia la del
otro chico— es que eres patético.
El chico tembló y levantó la cara para que lo besara. No fue un beso amable. Sus
manos temblaron mientras se aferraba a Aiden.
¿Se había comportado igual cuando estuvo con Harvard? ¿Me gustaba demasiado?
¿Fue demasiado obvio? Aiden se lo preguntó en algún momento, más tarde, una vez que
fue de noche. Se sentó en la cama del compañero de cuarto expulsado, empujándose
hasta estar debajo de la ventana y miró hacia los árboles cubiertos por un velo negro.
El lago más allá brillaba a la luz de la luna, así como la luna había brillado para un
búho y un gato en un cuento de uno de los libros de cuentos de Harvard. El búho y el
gato se habían alejado durante un año y un día en un bote verde. Aiden solo escuchaba
cuentos de hadas en la casa de Harvard. Su padre y sus muchas madrastras estaban
demasiado ocupados. La madre de Harvard solía leerles libros a los dos cuando Aiden
se quedaba, y esa era la historia favorita de Aiden.
Aiden había lastimado a sus aventuras en el pasado, pero siempre lo había hecho
de forma irreflexiva. No se había preocupado mucho por sus aspirantes a pretendientes,
pero nunca había querido herirlos.
Ahora sí quería hacerlo, con una crueldad que lo sorprendía. Aiden quería lastimar
a cualquiera que estuviera a su alcance, incluido él mismo. Estaba especialmente
furioso consigo mismo.
Desde su período de crecimiento acelerado, Aiden estaba acostumbrado a que su
mente y su cuerpo se llevaran bien. Trataba bien a su cuerpo y mantenía su cabello
fabuloso. A cambio, su cuerpo se mantenía fresco y sereno incluso en las situaciones

29
más estresantes.
No entendía por qué, ahora, en un momento de necesidad, su cuerpo lo había
traicionado tan completamente.
Harvard le había dicho que solo quería que fueran amigos. Aiden le había dado
lo que había pedido. Todo volvió a la normalidad, fingiendo que nunca se habían
besado, que nunca se habían tocado. Había pensado que podría hacerlo, durante una
velada, durante lo que duró una noche. Se habían ido a dormir como siempre, en
camas juntas. Aiden se había despertado en las primeras horas de la mañana, con
su brazo entrelazado alrededor del cuello de Harvard como si perteneciera ahí, su
rostro acariciando el hueco del hombro de Harvard. Gracias a Dios, Aiden se había
despertado antes que él. Se tiró de la cama al suelo, luego tomó su uniforme y fue en
busca del primer chico que pudo encontrar. Cualquiera estaría dispuesto.
En el pasado, encontrar una nueva aventura siempre había funcionado para que
Aiden se sintiera mejor. Pero ahora no estaba funcionando en lo más mínimo.
Cada vez que iba a besar a un chico, Aiden tenía que luchar contra el impulso de
apartar la cara. Antes, los besos se habían sentido juguetones, pero ahora se sentían
como una derrota. No había ningún lugar donde se sintiera lo suficientemente cómodo
para dormir. No se atrevía a volver a su habitación y era horrible dormir cerca de
alguien más. Incluso si lo intentaba, inevitablemente despertaría de su sueño con
el corazón martilleando de pánico porque algo andaba mal, y tendría que pasar por
demasiados momentos de náuseas averiguando qué los provocaba. Siempre estaba
en el lugar equivocado con la persona equivocada. Fue como si todos los instintos de
Aiden hubiesen sido reconfigurados en unos pocos días.
Algunas veces, había estado lo suficientemente distraído como para apartarse de
un beso, o su aventura se había percatado de lo demasiado y obviamente miserable
que estaba. ¿Qué se suponía que debía decir Aiden? ¿Odio que me toque alguien que
no sea Harvard? ¿Te odio por no ser Harvard?
En cambio, se había arrojado a la miseria y no había salido a tomar aire. ¿Por qué
haría eso cuando solo quería ahogarse?
Aiden estaba tan cansado que le ardían los ojos, pero no los cerraba. Cada vez
que lo hacía, volvía a ver esa noche y recordaba lo idiota que había sido por tener

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esperanza. Había corrido a Kings Row, con la intención de confesar su amor a Harvard.
Pero antes de que pudiera haber pronunciado las palabras, Harvard había dicho que
no podía imaginar nada peor que estar enamorado de él.
Qué momento había sido. Aiden era muy consciente de lo que la mayoría de la
gente pensaba de él, pero no creía que su mejor amigo estuviera de acuerdo.
Afortunadamente, Aiden no había tenido la oportunidad de confesar su amor.
Vaya humillación que habría sido. Ni siquiera sabía por qué había pensado que podría
funcionar: había pasado años siguiendo a Harvard por ahí. Lo había seguido hasta
Kings Row.
Aiden sonrió tristemente para sí mismo.
No le importaba si todos pensaban que era horrible. Eso era mejor que la verdad.
¿Estar enamorado, sin ser correspondido, de tu mejor amigo desde que eras un niño?
Eso era patético. Aiden Kane estaba decidido a ser cualquier cosa menos eso.
Él era quien había establecido la regla de que no saldría con gente del equipo de
esgrima. Él era el que había roto la regla. Se merecía todo lo que tenía.
Si estás atravesando lo peor, te mantienes caminando. Esa era la cita de un político
británico con cara de bulldog malhumorado.
Aiden tenía que seguir viviendo así, tenía que seguir a pesar de la profunda
sensación de ardor en su pecho. Se sentía como si su corazón estuviera siendo quemado.
Ese era el plan. ¿Una vez que su corazón ya no estuviera? Se resolvería el problema.

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CAPÍTULO 4
SEIJI

Traducido por Astrid L


Corregido por Achilles

Seiji no podía creer que estuviera haciendo esto.


Lo peor de todo es que ni siquiera podía culpar a alguien más. Él fue quien tuvo
la brillante idea de huir y llamar a su padre.
Koichiro Katayama era un hombre muy ocupado, así que Seiji intentaba no
molestarlo, pero desde que Seiji le había pedido ayuda con cierto incidente relacionado
con Nicholas, su padre lo había estado llamando más de lo normal. Era peculiar.
Pareciera que su padre no tenía mucho que decir.
—¿Qué tal te están tratando en Kings Row? —le había preguntado una vez.
—Ellos no están tratándome —respondió Seiji—. No he tenido ninguna herida, ni
he estado enfermo.
—Ah —respondió su padre— ¿haciendo amigos?
—¿Más amigos? —respondió Seiji, horrorizado
—No importa —respondió su padre. — ¿Cómo está Nicholas?
Su padre siempre preguntaba. Seiji le hablaría sobre el progreso de Nicholas en
esgrima, el cual era deprimente, cada que su padre llamaba. Al menos esa era una
parte placentera de la conversación. Él sabía que su padre estaría más interesado en
la esgrima algún día.
Él entendía que su padre preferiría tener alguien social por hijo, pero Seiji ya
tenía suficientes problemas con el único amigo que había adquirido accidentalmente
como para acumular más desastres sobre él mismo. A pesar de ello, esas incómodas
conversaciones semanales con su papá significaban que Seiji sintió que podía llamarlo,
cuando el siguiente problema con Nicholas surgió.
Así que se adentró a los pisos de Kings Row cuando el sol se ponía, marcó el
número de su padre, y lo encontró jugando golf.
—Lo siento, te llamaré luego —había dicho Seiji cuando su padre contestó—.
Enfócate en ganar.
Seiji no había querido venir a Kings Row. Él siempre había esperado acompañar a
Jesse Coste y asistir a Exton: una escuela mucho más amplia que esta, con un equipo
de esgrima élite y muros enormes y grises sostenidos por torres igual de grises y
enormes. Pero Seiji ya se estaba acostumbrando a esta pequeña escuela, en donde
todo era anticuado de una manera clásica y cómoda al mismo tiempo y en donde
difícilmente se sentaba por sí solo en la cafetería. La voz de su padre era firme y
reconfortante en su oído.
—No te preocupes por eso. Es sólo un juego, Seiji. Ganar no siempre es lo más
importante en el mundo.
—No entiendo —dijo Seiji.
—Sé que no entiendes —respondió su padre— .Algún día lo harás. Por ahora,
hablemos. ¿Llamaste sólo porque querías, uh, charlar?
Su padre estaba intentando encontrar una manera más casual de hablarle
últimamente. Estaba intentando “entender la onda” de los chicos, pensó Seiji, y era
horrible. El mismo Seiji jamás había estado “en la onda”.
—¿Por qué te molestaría si lo único que quisiera hacer fuera intercambiar
cumplidos? —preguntó Seiji—. Podemos hacer eso durante el descanso de invierno.
No, te estoy llamando por algo importante. Es sobre Nicholas.
—Okay, wow, está sucediendo —dijo su padre. —Bien, Seiji, sólo déjame alejarme

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de los demás, para tener privacidad. Escuchen, chicos, guárdenme algo de beber del
carrito…
—No tienes que dejar a tus amigos.
Seiji ya estaba empezando a sentirse nervioso.
—Ellos no son mis amigos, son socios de negocios. Apenas y me agradan —dijo
su padre, luego, alejándose del teléfono—. Lo siento, Jock, no pretendía que escucharas
eso —luego regresó su atención hacia Seiji—. ¡No importa! Lo que importa eres tú, Seiji.
Creo que sé lo que me vas a decir. Estoy tan agradecido de que te sientas dispuesto a
compartir esto conmigo. Gracias. Yo, eh, te amo.
Seiji lanzó una mirada de auxilio hacia el patio. Sintió el deseo irracional de
escalar un árbol de nueces y escapar de esta conversación emocional.
—Y estoy seguro de que amaré a Nicholas —continuó su padre.
—¿Por qué harías eso?—preguntó Seiji—. ¡Es molesto, y es malo en esgrima!
Hubo una pausa larga al otro lado de la línea.
—Estoy seguro de que tiene… cualidades —dijo por fin su padre—. El punto es,
espero que sepas que siempre puedes decirme… lo que sea que tengas que decirme.
Lo aceptaré. Te acepto. Sólo encuentro difícil digerir la idea de Jesse.
—¿Por qué traes a Jesse a la conversación?
La garganta de Seiji se contrajo por un pequeño pero crucial momento cuando
fue obligado a hablar sobre Jesse Coste, su ex compañero de esgrima y la razón por
la que estaba asistiendo a Kings Row. La misteriosa obstrucción en su garganta hizo
difícil que hablara claramente y demostrara que Seiji estaba perfectamente bien.
—Por ninguna razón —dijo su padre—. Lo siento. No volveremos a hablar de Jesse
de nuevo. Eso me hará muy feliz. ¡Cuéntame sobre Nicholas!
—¿Recuerdas cuando te dije que él tenía desventajas socioeconómicas?
—Eso no importa —le aseguró su padre.
Seiji levantó la vista hacia el cielo. Él sabía que su padre era inteligente. Lo que
no sabía era por qué a veces decía cosas estúpidas.
—Obviamente, sí importa. Por eso te estoy llamando. Para hablarte de Nicholas

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—Seiji tomó una pausa— y Eugene.
—¡Eugene! —exclamó su padre— ¿quién es Eugene?
—También está en el equipo de esgrima —dijo Seiji—. Levanta pesas. Tiene… —
consideró Seiji. Nicholas dijo que Eugene tenía “un ejército de hermanos y hermanas”
pero Eugene había puesto los ojos en blanco cuando Nicholas dijo eso. Seiji no sabía
si era verdad—. Probablemente doce hermanos. Dice bro frecuentemente y hace
excelentes batidos de proteínas. No sé mucho más sobre él.
Siguió un silencio, el viento lanzando hojas una por una sobre el pasto. Quizás
había elogiado a Eugene en términos exagerados, pero Eugene era un compañero de
equipo y siempre era amigable.
—Suena agradable. —El tono de su padre era dudoso—. Bueno, soy un hombre
moderno y de mente abierta. Dime lo que sea que tengas que decirme sobre Nicholas…
y Eugene…
—En realidad es con todo el equipo —dijo Seiji.
Al otro lado de la línea su padre hizo un ruido ahogado. Seiji lo escuchó cubrir el
teléfono y gritar disculpas a los otros golfistas.
—Adelante —lo alentó su padre después de ese descanso agitado en la conversación.
—Quiero que promociones al equipo de Kings Row para que vaya a un prestigioso
campamento de entrenamiento en Francia —dijo Seiji—. Nicholas desea ir, pero no
puede pagarlo.
No le gustaba cuando Nicholas no era capaz de tener cosas que debería tener.
Era como si alguien hubiera hecho trampa en un juego para ganar ventaja de forma
injusta, excepto que parecía como si alguien hubiera arreglado la vida para que fuera
más fácil para ellos y más difícil para otros. Seiji no aprobaba los juegos injustos.
—Claro —respondió su padre de forma cuidadosa después de otro descanso
mucho menos agitado—. Uh, Seiji, ¿por qué no me pides que pague únicamente para
que Nicholas y tú vayan?
—Eugene también es pobre —respondió Seiji—. No tan pobre como Nicholas, pero
su familia no lo puede enviar a Francia.
—Supongo que tiene a todos esos hermanos y hermanas… —murmuró su padre.

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Seiji ya no tenía nada que decir sobre la familia de Eugene.
—Lo más importante es que si promocionas a todo el equipo, es un gesto de
apoyo para la escuela y no destacas a Nicholas. Puede que se sienta incómodo o como
si me debiera algo si se percibe a sí mismo como un objeto de caridad. Tiene que
pensar que esto es algo que le sucedería tanto si estuviera en Kings Row como si no.
—Estás aprendiendo mucho en esta escuela —dijo su padre.
—No sé si eso es cierto,—dijo Seiji—. Es vital para mí tener esgrimistas de mí
mismo calibre para practicar combates, y no hay nadie así aquí en Kings Row. Por eso
es que debemos ir al Campamento Menton.
Y ahí estaba el revestimiento de plata, brillando como una espada bajo la luz
de su habitación. En Francia habría varios esgrimistas de élite para encarar. Él había
tenido excelentes combates en Francia en el pasado. La única ocasión en la que había
sido tan equitativamente emparejado en Estados Unidos había sido con…
Pero Seiji no quería pensar en Jesse.
Su padre le ofreció, de una forma cuidadosa:
—Si este campamento de esgrima es tan prestigioso, ¿el equipo de Exton también
asistirá?
El hecho de que su padre se preocupara por eso era horrible. Hizo sentir a Seiji
como si hubiera un agujero en su defensa, tan obvio que podía ser detectado por
cualquiera, y ahora estaba seguro que perdería.
—Sí —dijo Seiji con voz cortada.
—Jesse estará ahí.
Esa estúpida obstrucción en su garganta estaba de vuelta. Seiji se rehusó a
que interfiriera con su discurso. Mantuvo su voz rigurosa y convincente mientras
decía:
—Puedo manejar a Jesse.
Eso tenía que ser verdad.
—Pero no tienes que “manejarlo”. No deberías hacer nada que te lastime. Ganar
no es importante, Es sólo…

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—¿Sólo un juego? —pensar en Jesse provocó que la voz de Seiji se volviera más
tajante de lo que quería—. Ya dijiste eso. ¿Por qué disfrutas cerrar un trato o abrir
una nueva fábrica? No es por el dinero. Tenemos suficiente de eso. Es sobre ganar. Tú
mantienes la cuenta, de la misma forma que yo lo hago.
Esperaba que su padre se sintiera insultado por la comparación. En cambio, sonó
extrañamente complacido.
—Nunca lo pensé de esa manera —admitió su padre—. Oh, bueno. El hijo de un
halcón sigue siendo un halcón. Entiendo tu punto, Seiji. No me gusta perder tampoco.
Sólo deseo… No quiero que nunca te sientas atrapado. Tú deberías decidir cuándo una
victoria es importante. No dejes que nadie escoja tus batallas por ti.
Cuando su padre mencionó el sentirse atrapado, Seiji recordó la humillación de
perder contra Jesse en ese único partido en el que había dejado que sus sentimientos
le ganaran. Nunca más.
—Creo que el comité Olímpico de selección podría escoger mi batalla por mí —dijo
Seiji.
Seiji no sabía por qué todos los demás omitían lo obvio. Había ocasiones en la
vida cuando no tenías otra opción más que pelear.
—Dejaré que ganes esta conversación —dijo su padre, riéndose—. Imagino que
ganas la mayoría de ellas.
—No, no lo hago —dijo Seiji, melancólicamente—. Nicholas nunca me escucha.
Sólo sigue hablando y hablando, ¡y nunca escucha!
—Debo conocer a Nicholas pronto o un día de estos —añadió su padre.
—¿Por qué querrías hacer eso? —Seiji estaba desconcertado—. En realidad no creo
que tengan mucho en común.
—Te tenemos a ti en común —dijo su padre.
Seiji observó fijamente a las hojas doradas de primavera.
—Sobre lo que dijiste antes…
Su padre tosió.
—Ah, sí. Algunos cables se me cruzaron. Entendería si muchas de las cosas que

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dije probablemente no tenían sentido.
¡Al menos lo reconocía!
—Sólo quería decir que yo… te tengo gran consideración también —dijo Seiji—
pero preferiría no hablar sobre ello.
La voz de su padre se volvió suave.
—Muy bien. Entonces no lo haremos. Considera tu solicitud, otorgada. Promocionaré
al equipo. Disfruta Francia. Debo regresar a ganar mi partido de golf.
—Creí que sólo era un juego y que no importaba ganar.
—Sí, es sólo un juego —dijo su padre— que voy a ganar.
Seiji se encontró a sí mismo sonriéndole al teléfono después de cortar. Era raro,
pero extrañamente agradable pensar que él y su padre eran parecidos en algunos
sentidos. Y era agradable que Nicholas estaría complacido con ir a Francia.
Luego hizo unos cuantos cálculos sobre cómo el tiempo de viaje a Francia iba
a interferir con sus horarios de esgrima, y se volvió claro que ir a Francia era una
idea terrible. Seiji apresuró a Nicholas de regreso a la pista e intentó hacer tantas
maniobras como le fue posible.

Esa noche, Seiji estaba recostado en su cama en el lado apropiadamente ordenado


de la habitación y frunció el ceño hacia los patos amarillos de la cortina que había
colgado para mantener el desastre de Nicholas alejado de él. Los patos revoloteaban
en la noche, burlándose de él.
En Francia le esperaba caos. Sería forzado a pensar en cómo había sido cuando
perdió su partido contra Jesse y había huido a Francia porque se sentía como si
estuviera exiliado. Tendría que ver a Jesse en el campamento como el nuevo capitán
del equipo Exton. Seiji y Jesse habían planeado en liderar el equipo de Exton hacia la
victoria.
¿Por qué había hecho esto? Sólo porque Nicholas había querido ir al Campamento
Menton. Sólo porque Nicholas no había sido entrenado de la forma en que merecía.
¿Por qué Seiji había creído que arreglar eso le correspondía a él?

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¿En qué estaba pensando? Seguramente se había vuelto loco.

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CAPÍTULO 5
NICHOLAS

Traducido por Astrid L


Corregido por Achilles

La entrenadora Williams los citó a todos en su oficina la mañana siguiente. En esta


ocasión antes del desayuno, cuando las onduladas zonas de césped verde todavía
estaban cubiertas con una capa plateada de neblina. Seiji acababa de arrastrar a
Nicholas de la cama, y Nicholas todavía estaba bostezando y convirtiendo su corbata
de forma que no estuviera arrugada. No se sentía mentalmente preparado para estar
en problemas.
Cuando llegaron a la oficina de la entrenadora, Harvard ya estaba ahí. Sus
hombros estaban caídos, y Nicholas pensó que se veía cansado, pero luego levantó la
vista y le dirigió a Nicholas una sonrisa. Nicholas le sonrió de regreso. Al capitán de
seguro tampoco le gustaban las mañanas. A nadie con sentido común le gustaban las
mañanas.
Eugene fue el siguiente en llegar. Le dirigió un choque de puños a Nicholas, pero
como Nicholas estaba tan cansado no se dio cuenta y terminó golpeando a Seiji en el
brazo. Seiji sólo le dirigió una mirada fría.
Luego la entrenadora arrastró a Aiden y cerró la puerta detrás de ellos. La espalda
de Harvard inmediatamente se irguió, como una espada. El cabello y la ropa de Aiden
se veían incluso más desastrosos de lo que estaban ayer. Nicholas no era quisquilloso
como Seiji, pero se preguntó si Aiden había olvidado lo que era un cepillo para el
cabello.
¿Acaso todo el equipo estaba en problemas? Nicholas supuso que sí. No tenían
un partido programado todavía, así que no imaginaba qué más podría ser. Supuso
que Aiden sí había sido castigado mucho últimamente. Nicholas lo había visto en
detención, durmiendo con su cabeza apoyada sobre sus brazos.
En realidad, Nicholas lo había visto ahí porque él también había sido castigado,
pero sólo una cantidad regular de veces. De hecho, ¡había sido castigado mucho
menos últimamente de lo que había sido castigado en toda su vida! El programa de
entrenamiento riguroso de Seiji significaba que Nicholas no tenía mucho tiempo para
romper las reglas.
Pero en esta ocasión de seguro debió haber roto alguna por accidente. Eso era fácil
de creer. Lo que era difícil de creer era que el capitán rompiera las reglas. ¿Quizás Seiji
y Harvard habían sido citados para sentirse decepcionados de Nicholas en conjunto?
Nicholas esperó con terror.
Pero cuando la entrenadora finalmente se sentó en su escritorio, estaba sonriendo.
Su buen humor pareció impregnarse en toda la habitación, como la luz que irradia de
una espada.
—¡Buenas noticias, equipo! Gracias a una muy generosa donación del Señor
Katayama, el equipo completo de esgrima asistirá al Campamento Menton. Empaquen
sus maletas, chicos. Nos vamos a Francia.
Eugene saltó de su asiento y vitoreó.
—¡Bro! Digo, entrenadora… Hermana entrenadora, ¡wow!
Ya de pie escaneó la habitación para encontrar una forma de expresar su
entusiasmo y decidió chocar los cinco con Nicholas con ambas manos. En esta ocasión,
Nicholas sí se dio cuenta.
—Claro, ese campamento en Francia —dijo Aiden sin importancia—. ¿Es este fin
de semana?
Él estaba recostado hacia atrás en su silla. Era extraño como Aiden, incluso con

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su ropa y su cabello hechos un desastre, hacía que recostarse sobre una silla se viera
cool. Quizás esa era la razón por la que tenía un círculo de fans que lo seguían a todas
partes.
—¿Perdiste la noción del tiempo? —preguntó Harvard, su voz tensa.
—Estaba divirtiéndome —gruñó Aiden, estirándose— pasársela trabajando sin
divertirse te convierten en… alguien aburrido.
Nicholas le dirigió una mirada de sorpresa a Aiden. Aiden solía hacer bromas
pesadas frecuentemente, ¡pero nunca dirigidas al capitán! Harvard se encogió de
hombros y volteó la mirada, así que probablemente no era un gran problema. Harvard
debía estar acostumbrado a las bromas de Aiden.
El tren de pensamiento de Nicholas fue descarrilado por la intensa presión de la
mirada de Seiji. Las miradas de Seiji solían ponerte nervioso, pero está en particular
se sentía como si hubiera agujeros abriéndose en el rostro de Nicholas.
—¡Nicholas! —explotó Seiji, como si fuera un ladrón exigiendo su dinero o su
vida— ¿estás complacido?
—Ay, por Dios —dijo Nicholas, olvidándose completamente del comportamiento
extraño de Aiden mientras caía en cuenta de lo que sucedía—. ¡Sí! ¡No lo puedo creer!
¿En realidad nos vamos a Francia? No es por presumir, pero tengo un pasaporte.
—¿A los pobres no les brindan pasaportes? —preguntó Seiji, quien llevaba una
vida cómoda.
—Sólo el cuarenta y dos por ciento de los estadounidenses tienen pasaporte —le
informó la entrenadora.
La mayoría del equipo pareció extrañarse al escuchar eso. Nicholas puso los ojos
en blanco.
Chicos ricos. A quién le importaba, ¡iba a ir a Francia!
—Entrenadora —soltó Nicholas— ¿puedo retirarme?
—Supongo que sí, Cox. —La entrenadora estaba radiante—. Empaca ligero;
prepárate para entrenar duro.
—Totalmente, entrenadora. —Le aseguró Nicholas. Luego se levantó, tomó la

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manga de Seiji y arrastró a su compañero de habitación fuera de la oficina.
Nicholas y Seiji se precipitaron por los pasillos, los cuales eran de yeso y con
revestimientos color nuez, adornados con retratos de tipos con cabello gris, mientras
Nicholas buscaba a la persona más baja en Kings Row. Los demás estudiantes huían
de su camino, aterrorizados por la mirada siniestra de Seiji. Seiji tenía opiniones
fuertes sobre su espacio personal. Otro estudiante en una ocasión le había dado una
palmadita en el brazo en clase. Cinco minutos después el pobre chico había solicitado
ir a la enfermería porque había desarrollado dolor de cabeza por el helado e indignado
silencio que le siguió.
—Nicholas, es ridículo que me lleves por todo el lugar —se quejó Seiji—. Nicholas,
te he dicho en varias ocasiones que…
Ahí fue cuando Nicholas encontró a su presa. Soltó la manga de Seiji y golpeó a
Bobby Rodríguez.
—¡Bobby! —gritó— ¡Adivina quién irá a Francia!
Tomó a Bobby y lo abrazó. Bobby lo abrazó de regreso de manera entusiasta.
Luego los dos saltaron de arriba hacia abajo juntos. Bobby llevaba puesto un moño
color turquesa en su cabello hoy, y varios pendientes brillantes y turquesas también.
Se veía cool; eso no era nuevo para Bobby.
Bobby golpeó el pecho de Nicholas con entusiasmo.
—¿Irás al Campamento Menton? Nicholas, ¡eso es increíble! Te divertirás
muchísimo. Un país extranjero, todos esos esgrimistas… —Bobby pausó un momento
para considerarlo— ¿Sabes qué? ¡Yo también voy!
Nicholas parpadeó.
—¿Qué? ¿Cómo? Es decir, no estás en el equipo y es… es bastante caro…
—Por favor. Simplemente pediré que esto sea un… regalo anticipado por el Día
del Árbol. Mis padres de seguro dirán que sí —dijo Bobby con una sonrisa burlona—.
Además, ¡sé todo sobre el Campamento Menton! Dejan que asistan amigos y familiares
como parte de la audiencia durante el entrenamiento, así los estudiantes no tienen
que viajar solos. ¡Yo soy un amigo! ¡Nos divertiremos mucho!
—¡Sí!

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Nicholas sonrió. Bobby era tan frenético con la esgrima como Nicholas. Fue la
primera cosa por la que se hicieron amigos.
—Aparte, necesitarás apoyo —dijo Bobby— se supone que el Campamento Menton
es intenso y duro.
—Sí, lo puedo soportar —le aseguró Nicholas— ¡y luego usaré mis nuevas
habilidades para ganar!
—¡Sé que ganarás! ¡Aprenderemos mucho! Escuché sobre un esgrimista alemán
que regresó con su trabajo de pies totalmente transformado…
—¿Por qué son así? —murmuró Seiji.
—No estoy seguro —gruñó el mejor amigo de Bobby, Dante, recostado sobre el
muro opuesto.
Bobby se dio cuenta de que Seiji estaba ahí y dejó de hacer su danza feliz.
Nicholas se quedó haciéndola solo, lo que se podría haber visto algo tonto. Bobby
nunca se moderaba excepto cuando Seiji estaba cerca, porque Bobby estaba demasiado
impresionado por el progreso de Seiji en esgrima. Se quedaba quieto y se sonrojaba
cuando Seiji le dirigía la palabra. Nicholas entendía la sensación, pero pensó que
Bobby debía calmarse. Los silencios incómodos estaban haciendo que Seiji creyera que
a Bobby no le agradaba, y Nicholas quería que todos fueran buenos amigos.
—Hola, Seiji —Bobby tiró de su moño y se puso rojo—. No te había visto. Es decir,
¡no es como que seas fácil de pasar desapercibido! Eres bastante… llamativo…
Seiji obviamente no sabía cómo reaccionar a que alguien le llamara “bastante
llamativo”. Se quedó parado con su espalda rígida contra el muro. Nicholas estaba
bastante seguro de que esta particular mirada distante significaba que Seiji se sentía
incómodo.
—¡Perdona por ser tan ruidosos! —añadió Bobby—. Sé que odias eso.
Nicholas hizo un ruido pesado.
—¡Como sea! Yo seré ruidoso con la mejor experiencia que me ha sucedido, luego
de haber venido a Kings Row y haber ganado nuestro partido contra MLC.
Si aprendía más trucos asombrosos en el Campamento Menton, de seguro habría
muchas más partidas victoriosas en su futuro. La entrenadora Williams creía que era

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esta la clave para ganar en los estatales.
Nicholas se podía dar cuenta de que Seiji estaba feliz sobre el Campamento
Menton, también. Estaba viendo a Nicholas, y había una leve curva de satisfacción en
su boca que podría haber sido una sonrisa en alguien más.
—Es bueno saber que estás feliz —dijo Seiji, con firmeza.
Bobby también estaba sonriendo. A diferencia de Seiji, las sonrisas de Bobby eran
inconfundiblemente brillantes, como sus moños y pendientes.
—Dante, tú también vendrás, ¿verdad?
Con sorpresa, Nicholas volteó a ver al chico. Dante Rossi asintió en dirección
a Bobby, luego le devolvió la mirada a Nicholas con apatía. El rostro de Dante era
neutral. Normalmente lo era.
—¿Creí que no te gustaba la esgrima? —preguntó Nicholas.
No estaba seguro de porqué alguien se sentiría así, pero ya había entendido que
Dante lo hacía.
Dante volvió a asentir.
—Entonces, uh… —dijo Nicholas— no es que no estemos felices de que vayas,
pero, ¿por qué irías?
La mirada de Dante se dirigió al moño turquesa de Bobby. Nicholas se preguntaba
por qué Dante estaba viendo a Bobby, luego se dio cuenta de que probablemente
quería que Bobby respondiera por él. Dante y Bobby eran compañeros de habitación
y el tipo de mejores amigos que hacían todo juntos.
—Dante tiene familia en Italia, así que puede divertirse con ellos — explicó Bobby.
—Uh, pero vamos a Francia —resaltó Nicholas.
—La ciudad en la que está el campamento, Menton, está al borde entre Francia
e Italia. Es un viaje de treinta minutos para llegar a Italia y es esta ciudad llamada
Ventimiglia, donde los primos de Dante viven. —Bobby le dirigió a Dante una mirada
cariñosa—. Entonces puede visitarlos y estar en el campamento para salir con nosotros.
¡E incluso puede verlos practicar esgrima! En realidad, se está adentrando más en la
esgrima.

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La espalda de Bobby estaba frente a Dante. Bobby no vio cómo Dante sacudía
su cabeza de forma lenta pero vehemente, su cabello oscuro y rizado dirigiéndose a
todos lados. Aun así, no discutió con la afirmación de Bobby. Dante era un tipo de
pocas palabras.
—Dante y yo siempre nos divertimos cuando viajamos juntos. Cuando empacamos
—dijo Bobby— siempre dejamos un espacio en ambas maletas para traer de regreso
todo tipo de quesos. Dante ama el queso.
En esta ocasión, Dante asintió. Un terrible entendimiento cayó sobre Nicholas.
—Oh por Dios —dijo Nicholas— no puedo quedarme aquí charlando con ustedes,
chicos. ¡Tengo que irme! Seiji, tengo que empacar para Francia. Seiji, ¿qué debería
llevar a Francia?
—Ropa —dijo Seiji, tranquilamente.
Nicholas ya estaba arrastrando a Seiji de vuelta a la habitación. Había leído en
algún lugar que a los franceses les gustaba la moda. Bobby encajaría perfectamente,
pero Nicholas no tenía nada de ropa elegante. Lo que sí tenía era bastantes camisetas
negras. ¿Quizás eso funcionaria? El negro era cool, ¿verdad?
Nicholas soltó la pregunta sobre su hombro mientras atravesaba la puerta de su
habitación, número 108.
—¿Las personas usan mucho negro en Francia?
Seiji soltó su muñeca del agarre de Nicholas.
—Nunca me he fijado.
La luz del sol de la mañana caía con igual brillo en ambas mitades de su
habitación. La mitad de Seiji con su cama pulcramente hecha y sus libros ordenados
alfabéticamente, mientras que la mitad de Nicholas contenía una colonia de calcetines
debajo de su cama. Nicholas sabía que Harvard y Aiden empujaban sus camas para
que estuvieran una al lado de la otra y así pudieran ver películas y hablar. Él no
creía que Seiji alguna vez aceptara hacer eso, ya que Seiji insistía que la cortina de
baño adornada con patos que habían colgado en el cuarto debía mantenerse ahí para
preservar su salud mental.
Nicholas se detuvo a la mitad de la cortina, atrapado por un pensamiento

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repentino.
—Esto es demasiado amable de tu padre —le dijo a Seiji— ¿qué lo llevó a hacer
esto?
—No lo sé, Nicholas —soltó Seiji— ¿cómo debería saberlo? No lo sabría, porque
no he hablado con él recientemente. Lo atacan ideas locas de vez en cuando. Supongo
que un capricho extraño de su parte. Quizás ya se está arrepintiendo.
Nicholas se encogió de hombros.
—Bueno, creo que fue genial de su parte. Tu padre parece ser bastante cool.
—Él es un respetado hombre de negocios —dijo Seiji, pero tenía esa apariencia
satisfecha de nuevo en su rostro.
A veces Seiji se ponía irritante cuando se hablaba de sus padres. Nicholas no
estaba seguro de por qué. Con la forma en que Seiji se refería a ellos, era como si
estuviera preocupado de que los estuviera decepcionando, pero obviamente nadie
podía sentirse decepcionado de Seiji.
Quizás era que los Katayamas se mantenían ocupados dirigiendo su imperio de
fabricación de autos, y que no tenían oportunidad de compartir mucho tiempo con
Seiji. Eso debe ser triste para toda la familia.
—Dile gracias de mi parte —dijo Nicholas— quiero decir, no es como que él sepa
quién soy, pero, ¿de parte de uno de tus compañeros de equipo? ¿Ya que eso es lo que
soy? Hazle saber que quiero agradecerle.
Si no fuera por el papá de Seiji, no habría ninguna manera de que Nicholas
pudiera siquiera soñar sobre ir al Campamento Menton. El señor Katayama no se daba
cuenta de lo que había hecho, no sabía lo mucho que esto significaba, pero le había
dado a Nicholas una mejor oportunidad de ganar en las estatales.
Seiji dijo vagamente:
—Él sabe quién eres.
De verdad que este era un día grandioso. El rostro de Nicholas se iluminó todavía
más.
—¿En serio?

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Él era el compañero de habitación de Seiji, y practicaban y pasaban mucho
tiempo juntos. Tenía sentido que Seiji hubiera mencionado su nombre, incluso aunque
hubiera sido sólo para enlistar el nombre de sus compañeros de equipo.
—Constantemente le cuento lo terrible que eres en esgrima.
—¡Wow, Seiji! —gruñó Nicholas—. Gracias por nada. La próxima ocasión que me
menciones, ¿podrías decirle que en realidad estoy mejorando?
—Lo haría si fuera verdad —dijo Seiji, así que Nicholas se vio obligado a ir directo
hacia él y empujarlo.
Era genial pensar que el papá de Seiji estuviera, aunque sea un poco consciente de
que Nicholas tuviera un lugar en la vida de Seiji, que el papá de Seiji incluso recordara
el nombre de Nicholas debido a llamadas con su hijo. Nicholas en realidad no entendía
cómo funcionaba el tema de los padres. Nicholas habría dado tanto porque su padre
lo llamara, pero su padre nunca lo haría. No sabía que existía.
De pequeño frecuentemente había preguntado quién era su papá y en dónde
estaba, pero su mamá no le respondió durante años. Así que Nicholas había inventado
un montón de historias de niños pequeños, como que su papá era increíble, pero
estaba súper ocupado con cosas importantes que hacer, y esa era la razón por la que
no podía ver a Nicholas.
Él siempre había creído, en realidad, que esos eran sólo sueños. Fue un shock
descubrir que era realidad. Descubrir que su papá era Robert Coste, el más increíble
esgrimista de su generación, quien había asistido a Kings Row hace tanto tiempo, tal
como Nicholas hacía ahora. Robert Coste, quien una vez ganó medalla olímpica de oro.
Nicholas había atrapado un periódico con un artículo sobre la victoria de Robert Coste
en las Olimpiadas y lo recortó para guardarlo. La fotografía estaba borrosa y pixelada,
con el cabello dorado de Robert Coste confundiéndose con el dorado de su trofeo, pero
era la única fotografía física de su padre que tenía. Y estaba bien. Era la fotografía más
importante, porque demostraba las cosas tan increíbles que su padre había logrado.
Robert Coste no sabía nada sobre él, y Nicholas no quería que lo hiciera. No
todavía. Nicholas no era un esgrimista tan experimentado como su padre lo había sido.
Tenía que entrenar y aprender más. Las personas habían llamado a Nicholas un “Cero”
después de un partido de esgrima que había salido mal, y no podía dejar que Robert

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Coste pensara en él como un cero. No quería que su padre se sintiera decepcionado
de él cuando finalmente se conocieran.
Después de todo, tenía competencia: el otro hijo de Robert Coste. Jesse Coste,
quien había heredado el cabello dorado y brillante talento en esgrima de su padre.
Jesse, quien había sido el compañero de esgrima de Seiji durante años, y de quien Seiji
hablaba muy difícilmente. A pesar de eso, cada que alguien mencionaba a Jesse, o en
las pocas ocasiones cuando se habían encontrado con él, todos los músculos en el
rostro de Seiji se ponían rígidos, como si sintiera dolor.
Nicholas temía por el día en que Seiji descubriera la conexión de Nicholas con
Jesse Coste. Él sabía que Seiji odiaba que le recordaran de él. Y era como si cada que
Nicholas considerara el hecho de que estaba compitiendo con Jesse, no era sólo por
la atención de Robert, sino por la de Seiji también. Seiji quería un rival con verdadera
habilidad, el tipo que Jesse poseía. A veces cuando Seiji practicaba con Nicholas, se
sentía como si Seiji estuviera mirando a través de Nicholas hacía otro esgrimista que
tuviera la velocidad y habilidad con la mano izquierda que tenía Nicholas, pero que
estuviera pulido como un trofeo. Una versión mejorada de Nicholas. No quería que su
padre lo viera de esa forma.
Jesse tenía al padre de Nicholas. Pero Nicholas tenía al compañero de esgrima
de Jesse. Seiji había ido a Kings Row con Nicholas, no con Jesse al estúpido Exton. Y
entrenaba todos los días con Nicholas.
Así que pensó que podía esperar a conocer a su papá hasta que fuera oficialmente
un rival para Seiji. Una vez que fuera un excelente esgrimista, a Seiji no le importaría
que Nicholas fuera pariente de Jesse, porque Jesse ya no le importaría. Nicholas sería
suficiente. Su papá estará orgulloso de él entonces.
Tal vez si sobresalía en el Campamento Menton, y si Kings Row ganaba el
campeonato estatal. Tal vez si lograba eso, podría decirle a su padre quién era él.
Nicholas planeaba escabullir su recorte de periódico con Robert Coste en su
maleta cuando Seiji no estuviera mirando. No podía ir a Francia sin su amuleto de la
suerte.

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CAPÍTULO 6
AIDEN

Traducido por Stefani


Corregido por Achilles

Wow, aquello había sido demasiada alegría de parte de los de primer año, demasiado
temprano. Emocionarse por ir a Francia era tan anticuado. ¿Que la gente no entendía
que Aiden estaba exhausto?
—La próxima vez déjenme fuera de las reuniones de equipo —suspiró Aiden
mientras se ponía de pie—. No estoy seguro de si tengo la condición para soportar el
corte de Nicholas Cox antes del desayuno.
—Aiden, ¿recuerdas lo que hablamos? —le preguntó la entrenadora Williams con
su tono de voz más solemne.
Tenía una vaga idea del tema. La entrenadora había usado el mismo tono de voz
en ese entonces.
—No mucho —Aiden arrastró las palabras—. No estaba atento entonces, ni lo
estoy ahora.
Cerró la puerta de la oficina de la entrenadora y se fue. Mientras recorría el
pasillo su teléfono empezó a vibrar, pero cuando lo sacó de su bolsillo, no era el típico
chico tratando de sacarle una cita. Era Rosina, la mujer que casi había sido una de sus
muchas madrastras, la única a la que sí quiso. Ella quería reconectarse con Aiden y él
había querido lo mismo… por un pequeño momento.
Ya no más.
Incluso Harvard, la persona que mejor lo conocía, encontraba la idea de ser más
cercano a Aiden la peor idea del mundo. Aiden ya sabía cómo terminaría eso. Mejor
para Rosina estar algo decepcionada ahora que estar todavía más después. De esta
forma, Aiden podría evitar ver su decepción.
Silenció su teléfono y lo volvió a meter en su bolsillo sin leer el mensaje. El mundo
estaba terriblemente borroso y su mandíbula dolía de apretarla tanto, pero Aiden se
felicitaba a sí mismo. Había estado en la misma habitación que Harvard y no lo había
mirado más que tres veces, y ahora había logrado huir.
—¡Aiden! —lo llamó Harvard desde atrás.
Aiden jamás tuvo suerte. Excepto en la forma más obvia de la palabra.
—Hey —Aiden se rehusó a acelerar su paso. Eso sería escapar—. Ve a tomar el
desayuno, yo no tengo hambre.
—Genial —dijo Harvard— yo tampoco. Quiero hablar.
—Pero si yo me estoy muriendo...—protestó Aiden mientras Harvard lo agarraba
del codo y lo conducía por el camino pavimentado al lado del patio, de regreso a los
dormitorios.
Una vez más, su estúpido cuerpo lo traicionaba, cada célula demasiado consciente
de la mano de Harvard. Sobre su brazo, por Dios. Las células asentían con aprobación.
Si, ve con Harvard; si, haz lo que sea que Harvard quiera, sí.
No había pisado el dormitorio en… Ya había pasado tiempo. Harvard había
tendido ambas camas. Aiden caminó hacia un lado de su cama y se echó, esperando
que aquello luciera más como un movimiento holgazán que un colapso. Su osito de
peluche, Harvard Paw, estaba peligrosamente al borde de la cama. Aiden tuvo que
ignorar la extenuante urgencia de rescatar al oso. Ya no era el niño que andaba
aferrado a un oso y perseguía a Harvard con desesperada adoración. Se rehusaba a
serlo.
Cerró sus ojos. Oh, estaba tan cansado. Quizás sí Harvard estuviera aquí pero no
quisiera hablarle y no estuviera en la cama, quizá Aiden podría dormir.

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—¿Podrías abrir tus ojos y mirarme? —le inquirió Harvard.
Los ojos de Aiden se abrieron sin su voluntad. Maldito sea su estúpido y traicionero
cuerpo. Harvard estaba parado a una cuidadosa distancia de la cama. No lucía hecho
polvo como Aiden. Se veía como siempre: alto y fuerte, más ancho en los hombros que
el esgrimista promedio, pero más capaz de caminar suavemente que cualquiera, su
cabello oscuro cortado al ras y sus ojos marrones los más amables en el mundo. Lucía
como todo lo que Aiden hubiera deseado en toda su vida.
—Oye, Aiden —habló Harvard con esa voz gentil que él amaba tanto—. Escúchame
por un minuto.
—Nah —respondió Aiden—, creo que puedo saber a dónde va esto. La entrenadora
te dijo que te asegures que tu compañero se sienta bien, y dijiste Sí, entrenadora, como
un buen capitán. Paso. Tener que escuchar un discurso de esos arruinaría mi estado
de ánimo. La vida es muy corta para hacer cosas que no quiero hacer.
—¿Y hay algo que sí quieras hacer? —Harvard estaba molesto.
—Hmm, no sé —Aiden volvió a arrastrar las palabras— ¿besarnos?
Algo pasó por los ojos de Harvard, convirtiendo lo dorado de estos en negro. Por
un pasmado y delirante momento Aiden creyó que Harvard diría que sí. Entonces,
Harvard hizo una mueca y Aiden se dio cuenta que la emoción en sus ojos era disgusto.
—Yo… ¿qué? —dijo, claramente confundido con la propuesta de Aiden—. No.
Aiden sonrió para mostrar que no le importaba.
—Eso pensé.
Harvard suspiró como si Aiden le resultara exasperante. Aiden siempre había
creído que era una exasperación amigable, pero quizás estaba equivocado.
—Sí, la entrenadora me dijo que hablara contigo. Está preocupada por ti, y yo
también lo estoy.
—¿Por qué? —preguntó Aiden.
Harvard frunció el ceño.
—Este no eres tú.
—He estado coqueteando con un montón de chicos, descuidando la esgrima y

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generalmente pasando buenos ratos —Aiden trató de reírse convicentemente—. ¿Cómo
es eso diferente?
Para satisfacción suya, Harvard estaba mudo. Aiden simplemente estaba viviendo
bajo las expectativas de todos. La única cosa diferente era que ahora había eliminado
el último pedazo de ese niño que perseguía a Harvard a todos lados; ese idiota con
falsas esperanzas.
—Siempre he sido así—canturreo Aiden—. Nada ha cambiado. ¿Y no es eso lo que
querías? ¿Que nada cambiará?
Tenía que pararse y salir de la habitación. No aguantaba estar cerca de Harvard,
y aun así parecía no poder obligarse a hacerlo. Y por eso tenía que esfumarse ya.
Aiden decidió que no podía esperar para irse a Francia. Seguramente habría
oportunidades de sobra para olvidar allí. Tan solo deseaba que también fuera posible
tener vacaciones de sí mismo.
—Amigo, ¿qué pasa contigo? —preguntó Harvard al final, su voz tensa por tratar
de sonar casual—. Déjame ayudarte.
Genial, amigo, sé buena persona y enamórate de mí, gruñó Aiden en su cabeza.
Pero, Harvard ya había dejado perfectamente claro que no quería hacer aquello.
—Por última vez, estoy perfectamente bien. Me gusta divertirme, Harvard, es todo
—casi podía ver su voz, resplandeciendo y cortando el aire como una navaja—. Sé que
el concepto debe ser confuso para ti. Ya que no eres para nada divertido.

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CAPÍTULO 7
HARVARD

Traducido por Mariya


Corregido por Achilles

Harvard se obligó a no estremecerse. No era nada que no supiera, y tenía sentido que
Aiden se sintiera de esa manera. Aiden tenía aventuras con herederos con fortunas
bancarias suizas y noches en la ciudad con realeza menor. Los padres de Harvard eran
ricos, pero el padre de Aiden tenía una fortuna inmensa, y eso significaba que Aiden
tenía acceso a todos los entretenimientos más esplendorosos y costosos del mundo.
Aiden claramente consideraba su viaje de fin de semana a Francia como algo poco
memorable y corriente. El propio Harvard era tan emocionante como el viejo oso de
peluche de Aiden.
Aiden ya había perdido bastante tiempo con Harvard.
—Claro, lo entiendo —dijo Harvard—. Diviértete tanto como quieras.
—Gracias por tu permiso, amigo —respondió Aiden. Habló de la manera ligera en
la que siempre hablaba, como el sonido de campanas de plata, pero había una nota
debajo que sonaba como el acero.
Hizo que Harvard se sintiera incómodo, pero ¿qué más podía hacer? Nunca iba a
afectar el estilo de Aiden. Ese era el punto. No importaba lo que Harvard quisiera para
sí mismo, no podía ser egoísta.
Ni siquiera si Aiden daba vueltas en la cama, su cabello color miel derramándose
sobre las sábanas recién arrugadas y murmuraba con su voz suave como la miel:
¿Quieres que nos besemos? Harvard debía rechazar el cálido y tambaleante impulso
de rendirse e ir hacia allá. Debía duramente desterrar el recuerdo de cuando había
cometido su error fatal. De cómo había besado a Aiden, en su puerta, en su cama,
y ​​no había querido detenerse. Cosas como esa no significaban para Aiden lo que
significaban para Harvard. Cosas como esa no significaban absolutamente nada para
Aiden.
Siempre has sido el único que puede hacerlo entrar en razón, había dicho la
entrenadora. Seguramente, todavía eso existía entre ellos: que Aiden confiaría en lo
que Harvard le había dicho y sabría que lo decía por el bien de Aiden. Si no tenían
eso, tal vez no tuvieran nada en absoluto.
—Solo te estoy dando una advertencia —instó Harvard—. Haz lo que quieras,
pero trata de tener más cuidado. La entrenadora dice que te metes en problemas
prácticamente todos los días. Dijo que el director habló con tu papá, y él no tolerará
que te suspendan.
—Buenas noticias —dijo Aiden—. Una vez más, ser rico y bonito significa no
enfrentar absolutamente ninguna consecuencia.
—¿Y si hay consecuencias? —Harvard vaciló—. Podrías meterte en un verdadero
problema. En serio, está hablando de sacarte de la escuela si sigues metiéndote en
problemas. ¿Y si te pidieran que dejaras la escuela?
—Oh, por favor —dijo Aiden.—. ¿Quién haría eso? Soy meramente decorativo.
Sonaba como si la idea de dejar Kings Row no le molestara en absoluto. Harvard
estaba lo suficientemente herido como para guardar silencio. Habían planeado su
futuro juntos durante tanto tiempo, de cómo iban a ir a un internado y practicar
esgrima juntos, tramando bajo sus mantas un centenar de pijamadas a lo largo de
los años. Luego habían visto Kings Row, con sus pintorescas y anticuadas aulas que
todavía tenían escritorios y pizarrones de madera con bisagras, con su profundo lago
y bosques aún más profundos. Habían atravesado el patio por primera vez, y Aiden
había girado alrededor de uno de los pilares que recubren los pasillos cuando estuvo
de acuerdo en que este era el lugar.

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—Tú me conoces, Harvard —dijo su mejor amigo.
Harvard siempre había creído que lo hacía.
Los ojos verdes de gato de Aiden inspeccionaron su habitación: las camas juntas,
el oso de peluche que estaba de costado; con una indiferencia que parecía cercana
al desprecio. Luego, su mirada se posó en Harvard. Sus ojos eran tan planos como
brillantes, su sonrisa centelleante y fría como un diamante. Harvard tenía claro que
nada de lo que le había dicho había causado la menor impresión.
—Puedo librarme de cualquier cosa —afirmó Aiden.
Siempre había podido comunicarse con Aiden. Pero ahora Aiden parecía
increíblemente distante.
—Bien —dijo Harvard en voz baja.
No parecía haber mucho más que decir.
—Bien.
La sonrisa de Aiden mostró otra faceta cegadora. Por primera vez en la vida
de Harvard, se dio cuenta de que quería apartar la mirada de su mejor amigo. Sin
embargo, de alguna terrible manera, todavía no podía apartar los ojos de él.
—Nos vemos luego, Harvard.
—¿Cuándo? —Harvard tuvo que preguntar.
—¿No te has enterado? —Aiden preguntó a la ligera mientras salía por la puerta—.
Nos vamos a Francia.
Harvard casi le pidió que regresara, pero se había dado cuenta hace años que,
cuando los chicos empezaban a prestarle atención a Aiden, no debía retenerlo. No
tenía derecho. Sería un mal amigo si lo intentara. Así que Harvard vio a Aiden irse y
no dijo una palabra.
Cuando la puerta se cerró detrás de Aiden, sonó el teléfono de Harvard. ¿Lo ves?
Pensó Harvard. Soy divertido. Soy popular. La gente cool me envía mensajes de texto
constantemente.
El mensaje de texto era de su madre, pero Harvard pensó que su madre era cool,
así que estaba bien. ¡Diviértete en Francia! Mantente a salvo. ¡Quizás conozcas a un

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buen chico!
Harvard me respondió, No sé si los chicos buenos son mi tipo.
La evidencia actual parece sugerir que no.
Su madre le respondió casi al instante: Tal vez conozcas a un chico con cierto je
ne sais quoi.1
No lo sé, le escribió Harvard.
¡Exactamente!, ella le respondió, junto con muchos emojis de caras risueñas y
varios otros emojis como siempre lo hacía. Los ancianos, incluso los viejos geniales
como su madre, no enviaban emojis. La madre de Harvard afirmaba que era él quien
no los entendía.
Su madre tenía razón, igual que siempre, afirmó Harvard, yendo a su closet
y comenzando a empacar. Incluyó un botiquín de primeros auxilios ya que Nicolás
vendría en este viaje. Lo mejor era estar preparado. Todo el equipo disfrutaría de
Francia. Aiden y él volverían pronto a la normalidad. Harvard ignoró la sensación de
malestar en la boca del estómago y decidió que esperaba con ansias el Campamento
Menton.
Él también podría divertirse, Aiden.
Diversión de forma responsable. Era el capitán. Ya había cometido demasiados
errores. Ahora tenía que tomar las decisiones correctas.

1 je ne sais quoi: un toque especial

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CAPÍTULO 8
SEIJI

Traducido por Mariya


Corregido por Achilles

Seiji no podía creer que estaba siendo obligado a perder aún más tiempo en esa
desaconsejada escapada francesa. Sin embargo, alguien tenía que supervisar el equipaje
de Nicholas. Nicholas seguía haciéndolo mal.
En primer lugar, Nicholas había intentado guardar su ropa en una mochila, lo que
era molesto. Aparentemente, Nicholas no tenía una maleta, por lo que Seiji sacó la
maleta extra que tenía e insistió en que no le gustaba y que la tiraría si Nicholas no se
la quitaba de las manos. Con el tema de la maleta solucionado, Nicholas luego intentó
ir a Francia sin pijama, por lo que Seiji lo obligó a empacar el pijama que le había dado
a Nicholas en una ocasión anterior. No pudo evitar notar que Nicholas no la usaba.
—¿Todos usan pijamas en Francia? —preguntó Nicolás con tristeza.
—Sí —dijo Seiji.
Toda persona racional usaba pijamas, en todos los países. Nicolás era básicamente
salvaje. Nicolás también parecía tener ideas muy extrañas sobre Francia.
—¿Cómo es la gente en Francia? —le preguntó a Seiji la mañana en que se
suponía que debían irse. A Nicholas le costaba levantarse temprano para practicar
cómo debería, pero saltaba de la cama para volver a hacer las maletas por doceava
vez.
—Son personas que hablan francés.
Seiji no sabía qué más decir. La gente era confusa y terrible en todas partes.
—Necesito una baguette —Nicholas se inquietó.
—Tienen baguettes en Francia.
—¡Entonces necesito una boina!
Nicholas inspeccionó el dormitorio. Él había comenzado a robar las cosas de Seiji,
a lo que Seiji había decidido que tenía permitido hacer, pero Seiji no tenía ninguna
boina escondida en su habitación. Seiji no tenía boinas. Seiji no necesitaba boinas.
—Pasaremos nuestro tiempo en Francia practicando esgrima —le recordó Seiji a
Nicholas—. ¿Piensas ponerte una boina encima de tu careta? ¿Crees que te quedaría
bien?
Una sonrisa apareció en el rostro de Nicholas. No era una sonrisa del tipo broma-
a-Seiji-en-su-mente. Seiji estaba muy familiarizado con esas sonrisas. Era más una
sonrisa de compartir-la-broma-con-Seiji. A Seiji le gustaban bastante, aunque nunca
había hecho una broma intencional en su vida.
—Puedo parecer apuesto —dijo Nicholas fácilmente.
Seiji pensó que era posible que disfrutará el próximo viaje, si no fuera por los
constantes pensamientos insidiosos de Jesse. La última vez, ir a Francia había puesto
un océano entre él y Jesse. Esta vez, Seiji volaba hacia él. Los recuerdos de la vida
anterior de Seiji seguían apareciendo.
Seiji había asistido a muchos campamentos de esgrima y a muchos partidos
internacionales de esgrima en compañía de Jesse. Jesse estaba acostumbrado a esos
viajes, al igual que Seiji. El padre de Jesse generalmente hacía arreglos para que alguien
empacara por ellos, para que pudieran mantener la concentración total en la esgrima.
Los viajes internacionales nunca antes habían sido un completo caos. El particular
y perpetuo caos de Nicholas era nuevo para Seiji, pero se estaba acostumbrando.
Escudriñó la habitación con atención para ver si Nicholas no había escondido su pijama
u olvidado su pasaporte. Por fin, al encontrar todo como debería ser, se volvió para

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ver a Nicholas inspeccionando la habitación con un aire extremadamente sorprendido.
Oh no, pensó Seiji. ¿Ahora que? Pero entonces Nicholas comenzó a sonreír.
—¡Seiji! —dijo Nicholas, radiante—. Seiji. Quitaste la cortina de patos..
—Por supuesto que lo hice.
Seiji no estaba seguro de por qué Nicholas se veía tan complacido. Luego lo
entendió.
—Ah, veo que lo has entendido completamente mal. Empaqué la cortina —le
informó Seiji—. La necesitaremos para nuestra habitación en Francia.
Nicholas no se dejó intimidar. Nicholas rara vez se intimidaba, era una de sus
mejores cualidades. Seiji había sido informado de que era abrumador, pero Nicholas
nunca parecía sentirse así.
—¿También quieres que seamos compañeros de cuarto en Francia? — preguntó
Nicholas alegremente—. ¿No puedes soportar estar alejado de mí?
—¡Sueño con estar lejos de ti! —Seiji empujó a Nicholas de la forma en que
Nicholas lo había empujado hace un par de días, lo que Nicholas pareció interpretar
como un gesto amistoso—. Simplemente te acepto como un hecho desafortunado de
la vida en este momento.
¿Acaso Nicholas había querido compartir una habitación con su amigo Bobby?
Seiji entendía si Nicholas prefiriese eso, pero era casi seguro que Bobby compartiría
una habitación con Dante, el alto al que no le gustaba la esgrima. A menos que Bobby
se hubiera cansado de la actitud anti-esgrima de Dante.
—No tenías que empacar la cortina—dijo Nicholas, experto en empacar
repentinamente—. Creo que tienen cortinas de baño en Francia. —Nicholas hizo una
pausa—. ¿Tienen cortinas de baño en Francia? ¡Seiji! Dime.
Seiji miró su reloj favorito, que era ligeramente rosado por razones relacionadas
con Nicholas, pero funcionaba bien.
—Supongo que tendrás que esperar a ver.
Nicholas tenía habilidades de puntualidad absurdamente pobres, por lo que Seiji
tuvo que guiarlo fuera del dormitorio y hacia el autobús que los llevaría al aeropuerto.

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Al pie de las escaleras, Nicholas entró en pánico por no tener suficientes calcetines.
Hizo un intento de ir por los calcetines y por libertad y tuvo que ser conducido por los
pasillos, lo que los hizo llegar tarde. Todos los demás habían llegado antes que ellos.
Seiji nunca antes había llegado tarde a nada y estaba profundamente avergonzado.
El autobús ya estaba esperando, parado bajo los árboles otoñales. Cuando Seiji subió
a bordo, miró por encima del hombro a los viejos edificios de ladrillo rojo contra el
césped verde y las hojas doradas. La escuela que no se parecía en nada a la escuela
que había planeado. La escuela donde, como quería su padre, podía elegir sus propias
batallas.
Era una sensación un poco tonta, ya que estarían de regreso en cuatro días, pero
Seiji se dio cuenta de que lamentaba tener que dejar Kings Row.
Esta escuela era para él, un refugio contra Jesse. Aquí, no era solo el compañero
de esgrima de Jesse, la mitad menos brillante de un todo o que solo estaba allí para
que Jesse se viera bien.
Seiji no estaba seguro de quién estaría en el Campamento Menton.
Hubo un torrente de saludos a su llegada. La entrenadora Williams les ordenó
que se sentaran. Harvard gritó: “Hey”, y luego los reprendió como el capitán que era
por llegar tarde. Eugene le dio un puñetazo a Nicholas y Bobby agitó los brazos con
entusiasmo para atraer la atención de Nicholas.
—Hola, Seiji —dijo Bobby con una voz muy suave, cuando Nicholas y Seiji tomaron
los asientos frente a Bobby y Dante.
—Hola —dijo Seiji con una voz que estaba a su nivel normal.
Se había dado cuenta de que Bobby hablaba mucho con cualquiera que no fuera
él. A muchas personas no les gustaba Seiji, pero deseaba que Bobby ocultara mejor
su disgusto. Hacía que las interacciones sociales fueran aún más incómodas de lo que
debían ser.
Para cubrir la incomodidad, Seiji miró alrededor del autobús y vio a Aiden tirado
en el asiento trasero, claramente fingiendo dormir y por lo tanto no disponible para
hacer comentarios. Seiji se dio cuenta de que estaba fingiendo, por la tensión en
el cuerpo de Aiden. Era obvio, como un esgrimista al borde de perder su partido,
fingiendo que no estaba asustado.

61
Había una línea de brillo en el horizonte, como una rodaja de limón lanzada al
cielo.
Cuando el autobús dio un giro por un sinuoso carril, el brillo se perdió, al igual
que la última vista de Seiji de Kings Row. Condujeron hacia la oscuridad… y hacia
Jesse.

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CAPÍTULO 9
NICHOLAS

Traducido Kasis
Corregido por Andi D3mon

Era la primera vez que Nicholas Cox estaba en un avión, y Seiji estaba tratando de
estrangularlo o algo parecido, Seiji había agarrado a Nicholas por la nuca mientras
Nicholas todavía caminaba. Los auxiliares de vuelo miraban a Nicholas asfixiándose,
con expresiones de educada angustia, pero nadie dio un paso adelante para salvarlo.
—Vas por el camino equivocado —dijo la voz de Seiji a sus espaldas.
—Podrías haber dicho eso, Seiji —protestó Nicholas, una vez que pudo respirar
de nuevo.
—Podría haberlo hecho —aceptó Seiji con una calma imperturbable.
Nicholas simplemente había girado a la derecha, siguiendo la avalancha de
personas frente a él. La fila se había roto a la mitad del largo túnel de cristal, y ahora
todo era un torrente. Eran como golondrinas volando hacia el sur. Excepto que Seiji se
negaba a ser una golondrina.
—Ibas por el camino de todos los demás —señaló Nicholas.
—Sí, pero estamos en primera clase —dijo Eugene—. Lo cual es bastante genial.
Nunca he estado en primera clase antes.
—¿Por qué los aviones tenían clases? —El agarre de Seiji en el cuello de Nicholas
estaba tirando de él hacia la izquierda, pero Nicholas echó una rápida y curiosa mirada
a la derecha antes de seguirlo.
A la derecha estaba la mayor parte del avión, fila tras fila de personas.
—Oh, esos tipos no tienen suficiente espacio —murmuró Nicholas con preocupación.
—Esa es la clase ejecutiva, hermano —dijo Eugene—. Mira más profundo.
Más atrás era peor que los autobuses urbanos en hora pico. Las personas estaban
apiladas unas encima de otras como latas en el supermercado.
—¿La gente paga por esto?
—Sí, el sistema actual deja mucho que desear, pero estás retrasando la línea y eso
no es probable que ayude, —dijo Harvard en un tono amable pero firme—. Muévete,
Cox.
Nicholas dejó que Seiji lo llevara a primera clase. En la primera clase, los asientos
eran tan grandes que parecían camas colocadas en elegantes tronos de plástico. En la
primera clase, había cortinas con pequeños flecos.
—Vaya, esto es agradable —dijo Nicholas, un poco angustiado—. Podría haber ido
a sentarme en, um, tercera clase.
—No lo llaman tercera clase —le dijo Bobby—. Es primera, negocios y turista, para
que la gente turista no se sienta peor por estar en la clase turista.
Nicholas arqueó las cejas.
—Bueno, los números no funcionan así. Eso es como decir uno, coliflor, bicicleta.
—Mi padre llama a la turista clase ganado —Aiden arrastró las palabras.
Estaba de pie junto a Harvard y aparentemente estaba enfadado con el mundo,
como siempre en estos días. Nicholas se dio cuenta que Aiden parecía agotado. Él
podía simpatizar con él: había estado tan emocionado por viajar que no pudo dormir
la noche anterior. ¡Tal vez Aiden había estado despierto toda la noche haciendo las
maletas!
—No puedes quedarte en la banca—le dijo Seiji a Nicholas—. No puedes
comprometer tu movilidad y avergonzarme durante tus partidos en el Campamento

64
Menton. La gente sabe que entrenamos juntos.
Nicholas no había considerado eso antes, que lo que hiciera se reflejará en Seiji,
así como en la entrenadora Williams y Kings Row. Él quería hacerlo bien, incluso más
ahora. Quería que todos estuvieran orgullosos.
Se dirigieron a sus asientos de plásticos parecidos a un trono. En un golpe de
suerte, Nicholas fue asignado a sentarse al lado de Seiji. Dante y Bobby estaban detrás
de ellos. Eugene tuvo que sentarse con la entrenadora. La entrenadora asistente estaba
más atrás y parecía decepcionada de estar separado de ellos.
Eugene parecía entusiasmado. Eso tenía sentido, ya que la entrenadora era
bastante impresionante. La entrenadora ya se había sentado y sacado una pila de
revistas: Hogar y Sable, Sable Nacional, El Sable Vespertino, y Viviendo Sable.
Se suponía que no debían molestar a la entrenadora durante el vuelo. Ella había
sido muy firme en este tema. Nicholas se preguntó si le molestaría mucho si le pedía
tranquilamente que le prestara una de sus revistas con voz baja.
Se inclinó al otro lado del pasillo.
—Entrenadora, puedo…
La entrenadora levantó su revista para que Nicholas pudiera ver el reverso. En
casa, en Kings Row, la entrenadora tenía muchas frases prohibidas, todas colgadas
en la pared del gimnasio. Los muchachos tenían prohibido decir que las espadas
eran mejor que los sables, o afirmar con desesperación: “Perdimos por mi culpa”.
Si alguien decía frases prohibidas, se le castigaba con realizar carreras suicidas. En
la parte posterior de su revista, la entrenadora había grabado una nota que decía:
ENTRENADORA, ¿PUEDO HABLAR CON USTED DURANTE EL VUELO?
Siendo realistas, la entrenadora no podía obligarlo a hacer carreras suicidas en
un avión. ¿Podría?
Los ojos oscuros de la entrenadora se encontraron con los de Nicholas por encima
de su revista. Nicholas se hundió en su trono del avión.
—Gran elección, Cox, —dijo la entrenadora Williams, y regresó a Sable Vespertino.
Aiden también había tenido suerte con la asignación de su asiento y debía
sentarse con el capitán. Pero como Aiden era un desastre, ingrato por las cosas buenas

65
que el mundo le proporcionaba, estaba parado en el pasillo, haciendo quejas con voz
perezosa que Nicholas había oído llamar a uno de los fans de Aiden. lánguido. Para
Nicolás, lánguido parecía una palabra elegante para decir perezoso.
—Señor, tengo que pedirle que se siente —dijo una azafata, que parecía un poco
aturdida por Aiden como la mayoría de la gente, como si la cara de Aiden fuera el
equivalente a un dos por cuatro que golpea la cabeza con gran fuerza—. Está en el
reglamento.
Aiden le guiñó un ojo.
—Tengo que preguntar... ¿Las reglas realmente se aplican a los guapos?
—Sí, estoy bastante segura que sí —dijo Harvard, cuando la asistente de vuelo no
respondió.
—Si reclina ambas sillas y baja los reposabrazos, puede bajar una pequeña
cápsula sobre usted y dormir en una lujosa cama tipo cápsula —ofreció amablemente
la asistente de vuelo. Hizo una demostración, bajando el descansabrazo de Harvard
para crear un espacio más grande.
Aiden se sonrojó como si de repente se hubiera asustado, pero al no tener otros
lugares disponibles, no tuvo más remedio que sentarse junto a Harvard. Se sentó con
cautela en su asiento, manteniendo los ojos enfocados al frente.
Nicholas miró a su alrededor para compartir esta rareza relacionada con Aiden
con Seiji, pero Seiji había sacado un libro de su bolsa. En la portada había una mujer
con hiyab1, sosteniendo un florete de esgrima en ligero equilibrio contra su hombro.
Seiji ya estaba metido en el libro y tenía un aire que sugería que habría consecuencias
nefastas si se le molestaba.
Decidiendo molestar a Seiji más tarde, Nicholas estiró el cuello para ver a Bobby
y Dante inmersos en una conversación que era principalmente Bobby hablando y
Dante dando señales no verbales.
Harvard y Aiden parecían haberse tranquilizado.
Nicholas se volvió hacia Seiji y trató de echar un vistazo a su libro. Seiji le lanzó
una mirada molesta, así que Nicholas le dio un codazo. Entonces el avión, que había

1 Hiyab: Es un velo que cubre la cabeza y pecho que pueden usar las mujeres árabes.

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estado subiendo a toda velocidad por la pista, dio una sacudida en el aire y pareció
dejar el estómago de Nicholas en la pista detrás de él. Nicholas se agitó, gritó y
escondió su cara en el hombro de Seiji. Fue una sensación repentina e impactante,
después de dieciséis años pasados en el suelo.
Seiji emitió un ruido agudo de irritación, luego un sonido de alivio, pero aún
irritado, y le dio unas palmaditas torpes en el hombro a Nicholas.
—Suelta mi camisa, Nicholas —dijo. A Nicholas le pareció que la gélida molestia
de Seiji le resultaba reconfortante por su familiaridad.
Nicholas mantuvo el agarre en la camisa de Seiji. El avión podría tambalearse
de nuevo en cualquier momento. Solo se desprendió cuando los asistentes de vuelo
se acercaron con lo que era aparentemente la primera ronda de comida gratis. Les
ofrecieron pequeños sándwiches y agua mineral con sabor en elegantes vasos con
tallos. Nicholas y Eugene mantuvieron una conversación con la amable azafata sobre
que contenían los sándwiches y por qué eran tan pequeños.
—¿Estás comiendo tus pequeños sándwiches? —Nicholas le preguntó a Eugene.
—Si. No te metas con mi consumo de proteínas —dijo Eugene, tan severo como
siempre.
Nicholas suspiró, aceptando su destino y trató de nuevo de echar un vistazo al
libro que Seiji estaba leyendo. Seiji lo sostuvo más lejos de Nicholas sin apartar los
ojos de la página.
—¿De qué trata el libro?
—La vida y las experiencias de esgrima de Ibtihaj Muhammad. Fue medallista de
bronce en los Juegos Olímpicos de verano de 2016 —le dijo Seiji—. Ella es una de mis
heroínas personales y modelos a seguir. Puedes leer el libro después de que termine.
Pero ¿qué se suponía que debía hacer Nicholas ahora? Leyó la revista a bordo,
que le contaba más sobre el avión. También sobre muchos whiskies y colonias, pero a
Nicholas realmente no le importaban. Busco documentales de esgrima en la función de
búsqueda en la pantalla que tenía delante y obtuvo un documental sobre la construcción
de una valla entre Estados Unidos y México. ¡No, gracias! El único documental real
sobre esgrima era uno que la entrenadora ya les había hecho ver a todos seis veces.

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Sintió que el entretenimiento a bordo no entendía cómo entretenerlo.
—La azafata dijo que, si inclinamos nuestras dos sillas y bajamos los descansabrazos,
podíamos bajar una pequeña cápsula sobre nosotros y dormir en nuestra pequeña
cama tipo cápsula —le dijo Nicholas a Seiji—. ¿Quieres estar en una pequeña cápsula?
Seiji pasó una página de su libro de esgrima sin siquiera levantar la vista.
—No.
Nicholas sintió una sacudida de incomodidad, aunque eso podría haber sido el
avión precipitándose un poco más. Todo esto era tan extraño para él, y obviamente
nada nuevo para Seiji.
—¿Todavía estás asustado por el avión? —preguntó Seiji.
Nicholas se encogió de hombros.
—Puedes leer el libro conmigo —ofreció Seiji—. Pero no me pidas que pase una
página antes de que esté listo. Sabes que me gusta tomarme mi tiempo y tomar notas
mentales.
—De acuerdo. —Nicholas se apoyó en el hombro de Seiji. Después de unos
minutos de lectura interesante, preguntó— ¿Cuándo crees que podrías terminar con
esta página?
Seiji puso los ojos en blanco y luego dijo:
—No me voy a comer todos mis sándwiches.
Nicholas se animó. Podría acostumbrarse a nuevas situaciones, como si hubiera
llegado a amar la escuela. Ya le estaba empezando a gustar el avión. El equipo de Kings
Row iba en una aventura increíble. Francia sería genial.

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CAPÍTULO 10
HARVARD

Traducido por Kasis


Corregido por Andi D3mon

Harvard estaba frustrado. Hace unos días, le habría encantado estar sentado junto a
su mejor amigo durante todo el viaje desde Nueva York a París y luego a Nice. Antes
de que ocurriera todo lo que pasó entre ellos, habían compartido asientos en otros
vuelos, viajes en autobús y varios viajes. Siempre fue cómodo, y fue divertido, pero
ahora todo era diferente.
Ahora solo Harvard podía pensar en una de las últimas veces que se había
sentado tan cerca de Aiden, cuando habían compartido asiento en una rueda de la
fortuna en una cita. Harvard trató de no recordar ese día y lo que vino después, pero
fue difícil cuando Aiden estaba tan cerca de él por primera vez en días.
Estaban atrapados juntos en este vuelo a París. Durante siete horas.
Los asientos en primera clase eran enormes, pero la azafata había bajado la barrera
entre ellos para que pudieran dormir juntos en una cápsula. Lo cual, obviamente, no
iban a hacer.
¿Quién había inventado el doble sentido de dormir juntos? Era una frase confusa
y angustiosa. Harvard había dormido en la misma cama que Aiden en innumerables
fiestas de pijamas, habían dormido con sus camas juntas desde que llegaron a Kings
Row. En los viejos tiempos, cuando la gente tenía que dormir en la misma cama y no
podía pasar nada, se podía poner una espada entre ellos.
El olvido de Harvard de sus propios sentimientos había sido la espada puesta
entre ellos y ahora había desaparecido. Cada molécula del cuerpo de Harvard era
terriblemente consciente del calor de Aiden a su lado, a una fracción de pulgada de
distancia e increíblemente distante.
Se un buen capitán de equipo, se sensato, no defraudes a nadie—se dijo Harvard a
sí mismo, y volvió a dirigir su atención con firmemente hacia los demás. Bobby estaba
cantando una canción.
—Me encanta la esgrima en primavera, me encanta la esgrima en otoño.
Dante estaba sentado al lado de Bobby, una leve sonrisa discernible en su rostro
mientras Bobby cantaba.
Seiji se aclaró la garganta.
—La temporada de esgrima en la secundaria suele durar desde principios de
septiembre hasta finales de enero. Por supuesto, para cualquier esgrimista serio, es un
compromiso durante todo el año. Si se prepara para los Juegos Olímpicos de verano,
estoy de acuerdo en que la primavera sería crucial.
—Um —dijo Bobby en un tono monótono y plano—. Ese es un gran punto. Gracias,
Seiji.
—Está bien. ¿Hiciste tú mismo esa canción? —Seiji preguntó, cediendo y hablando
con su voz me interesan los amigos de Nicholas.
La voz alarmó a los otros estudiantes incluso más que la voz normal de Seiji.
Harvard sintió simpatía por Seiji. Era un gran chico y un mejor esgrimista, pero ver
a Seiji tratar de tener interacciones sociales normales era como ver a Terminator en
una fiesta de té para niños.
—Ah ... sí —dijo Bobby.
—Muy graciosa —dijo Seiji.
—Perdón por molestarte —susurró Bobby, mirando la parte posterior de la cabeza
de Seiji con amor que—naturalmente—voló directamente sobre la cabeza de Seiji.

70
La sonrisa de Dante se había desvanecido. Ni Bobby ni Seiji se dieron cuenta.
—No me estás molestando —le dijo Seiji a Bobby—. Nicholas me está molestando.
Nicholas, que estaba ocupando la mitad del asiento de Seiji porque sus brazos y
piernas iban a todas partes, y estaba comiendo los sándwiches de Seiji, le dio a Seiji
un pulgar hacia arriba. —Tú sí sabes.
Harvard se puso en marcha cuando un peso lo golpeó inesperadamente, luego
miró hacia un lado y se dio cuenta de que Aiden se había quedado dormido en el
hombro de Harvard.
Cuando Harvard se movió, Aiden emitió un sonido bajo de queja que, por que algo
fundamental había ido mal en el cerebro de Harvard, lo encontró dulce. Se movió para
que Aiden estuviera más cómodo y suspiró para sus adentros. Aiden realmente debería
cuidarse mejor. No podía ser todo correr de un lado a otro pasando buenos ratos con
chicos guapos, pensó Harvard, con el pecho retorcido de miseria, que reprimió de
inmediato. No se trataba de él. Se trataba de su mejor amigo y de cómo Aiden debería
dormir de vez en cuando.
Un mechón de cabello de Aiden, suave como la seda, rozó la oreja de Harvard.
Harvard soportó la tortura y volvió a centrar su atención desesperadamente en el
resto del equipo.
Bobby parecía haberse animado. Él y Eugene contaban hechos sobre Francia
que ambos parecían conocer pero que parecían igualmente felices de escuchar. Bobby
sorprendió a Harvard mirando hacia ellos mientras charlaban.
—¡Lo sabes todo, Harvard! —dijo con entusiasmo.
—En realidad no —dijo Harvard.
Bobby suspiró con admiración.
—Y tú eres tan modesto. ¿Nos contarás todo sobre el Campamento Menton?
Harvard le dio a Bobby una sonrisa amable, para compensar que Seiji
accidentalmente aplastara el tierno corazón de Bobby hace un momento.
—Claro, puedo contarles todo lo que sé sobre el Campamento Menton. Una cosa
que todos tendremos que recordar es que tenemos que comportarnos lo mejor posible
y entrenar muy duro. Son famosos por su disciplina y lo riguroso que es su programa

71
de entrenamiento. Algunos equipos han llegado a fracasar en los entrenamientos
porque no fueron capaces de superar la prueba. ¿Te imaginas la vergüenza?
Todo el mundo parecía alarmado, incluso el dulce Bobby, que no estaba en el
equipo y no iba a entrenar en lo absoluto.
Harvard lamentó asustarlos, pero los problemas parecían seguir al equipo de
Kings Row. Esta podría ser una buena oportunidad para asustar al equipo para que
vigilará su comportamiento.
—Tal vez sea una leyenda urbana, pero escuché que un esgrimista fue expulsado
permanentemente del campamento. Por supuesto —agregó Harvard, para ser justo—
tal vez se lo merecía. El tipo era famoso por su mal genio.
Él levantó una ceja hacia Nicholas y Seiji, quienes habían sido sorprendidos
peleando en un armario de equipos hace unas semanas. Seiji tenía una mirada fría sin
impresionar. Nicholas le dedicó a Harvard una sonrisa maliciosa.
—Suena como un tipo genial.
—En otra ocasión, un equipo entero fue expulsado del campamento y luego
suspendido de su escuela —prosiguió Harvard—. Dicen que fue porque estaban
haciendo fiestas en sus habitaciones por la noche, pero ¿quién sabe?
Los ojos de Bobby se abrieron como platos.
—¿Crees que estaban involucrados en ... libertinajes?
La tenue sonrisa de Dante había vuelto, excepto que ahora era una tenue mueca.
—¿Qué tipo de libertinaje?
Bobby golpeó a Dante en el brazo con un pequeño puño.
—¡Disfraces salvajes! No me interrumpas. ¡Hablas demasiado!
Dante se calmó con una sonrisa.
Cuando la voz de Harvard se apagó, solemne y silenciosa, Aiden hizo un ruido
inquietante mientras dormía. Harvard pasó una mano sobre el cabello liso de Aiden
antes de continuar, y Aiden se tranquilizó con un suspiro de satisfacción.
Casi se sintió bien, hasta que Harvard imaginó a uno de los chicos anónimos
con los que Aiden estaba claramente acostumbrado a acurrucarse con él. Entonces

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Harvard se sintió mal.
—Así que todos vamos a entrenar duro y a comportarnos perfectamente, ¿verdad,
equipo? —preguntó Harvard.
—Totalmente, Capitán —dijo Nicholas con entusiasmo automático, luego se mordió
el labio—. ¿Comportarse perfectamente? ¿Yo?
—Sí, puede que estemos luchando contra molinos de viento aquí —admitió Harvard
con una sonrisa—. Pero confío en que mi equipo puede hacer cualquier cosa.
Varios miembros de su equipo de confianza parecían confundidos.
—¿Qué espera este campamento que hagamos con los molinos de viento? —
preguntó Nicholas.
—Inclinar los molinos de viento significa tratar de luchar contra ellos —explicó
Harvard.
El ceño perpetuo de Seiji se volvió más pronunciado.
—¿No veo cómo se puede ganar una pelea contra un molino de viento?
—De eso se trata, hermano —aportó Eugene—. Se ha convertido en un dicho para
las personas que se enfrentan a causas desesperadas o luchas en batallas que no
pueden ganar, porque tienen grandes sueños.
—Oye, mírate, Labao —dijo Harvard—. Inesperada amplitud de conocimiento
literario.
—Puedes escuchar audiolibros en el gimnasio, ¿sabes? Tengo profundidad —
afirmó Eugene—. Muchas profundidades. Soy tu Bro.
Harvard le sonrió a Eugene.
—Creo en ti.
—Haré lo posible para comportarme —prometió Nicholas, y miró furtivamente a
Seiji—. No quiero defraudar a nadie.
Harvard sabía que cumpliría su palabra. Nicholas era un buen chico, así como
un buen esgrimista. Se giró hacia la ventana y vio el mar brillando millas y millas por
debajo del avión, pareciendo distante como el brillo de las estrellas.

73
Por un momento, cuando se volvió, Aiden se movió. Harvard sintió un destello de
pavor gélido de que Aiden se despertara y volviera a ser cruel, y todo fuera tan frío y
extraño como lo había sido en los últimos solitarios días.
Aiden simplemente le susurró al oído
—Hola, Harvard. —Sonaba como si estuviera sonriendo.
Harvard no pudo evitar sonreír también.
—Hola, —murmuró en respuesta, suave como una canción para que Aiden volviera
a dormir.
Una vez que la respiración de Aiden se volvió regular como los latidos del corazón
de Harvard, él aparta su atención de su mejor amigo y la vuelve a su equipo. Todavía
estaba sonriendo.
—Basta de perdición. ¿Qué es lo que más esperan de Francia? — Harvard preguntó
al grupo.
—¿Inventaron el beso francés en Francia? —preguntó Eugene—. Me interesa saber
más sobre eso en el Campamento Menton.
Harvard era el capitán y el mayor ... y había tenido su primer beso la semana
pasada. Ahora su horrible equipo había convertido la conversación en besos cuando
Aiden estaba tan cerca. Podía sentir sus oídos ardiendo tanto que podrían convertirse
en cenizas y caerse.
—¡Vaya, Aiden y Harvard acaban de romper! No seas insensible. No te preocupes
por ello, capitán —declaró Nicholas, un dulce chico al que Harvard podría verse obligado
a ahogar—. No he besado a nadie nunca. ¿A quién le importa? Estoy ocupado siendo
genial en esgrima, ¿verdad?
—Por favor, tranquilízate, Nicholas… —dijo Harvard.
Para la intensa pena de Harvard, Nicholas siguió hablando.
—Entonces, Capitán…
—¿Quién está siendo increíble en la esgrima? —Seiji le preguntó a Nicholas—.
Seguramente no puedes estar refiriéndote a ti mismo.
Sin desanimarse, Nicholas dijo

74
—¿Has tenido tu primer beso, Eugene?
—Estoy esperando a alguien especial, Bro —dijo Eugene—. Espero que sea mágico.
Y escuché que Francia es un país romántico.
—¡Estaremos ahí para esgrimir! —espetó Seiji.
Gracias a Dios por Seiji.
—Seiji, tú has... —comenzó Nicholas.
—Si te mato en Francia —reflexionó Seiji— ¿será un incidente internacional?
—No puedo creer que aún no estemos en Francia todavía —dijo la entrenadora—
y ya tengo que hacer varias reglas nuevas. No besos. No matar. —Nicholas abrió la
boca. Sin mirar a Nicholas ni apartar los ojos de la revista, la entrenadora agregó—.
No discutir.
Prohibido discutir en voz alta, Nicholas y Seiji comenzaron a pelear silenciosamente
por las páginas del libro de Seiji.
Arrullado por el sonido de la respiración de Aiden en el repentino silencio,
Harvard se quedó dormido. Apareció brevemente cuando cambiaron de avión en París,
tropezando con su vuelo de conexión, pero se volvió a dormir tan pronto como se
sentaron. Se despertó cuando el piloto anunció que habían perdido su lugar en la pista
y que tendrían que rodear el aeropuerto de Nice, y se dejó caer de nuevo mientras
volaban en lentos y dulces círculos bajo el sol. Se despertó con la sacudida cuando
las ruedas del avión golpearon la pista y encontró su mejilla apoyada en el cabello
de Aiden. Se sintió cálido y contento por un momento, luego los recuerdos volvieron
rápidamente para quemarlo, y Harvard se apartó bruscamente.
Aiden se movió y levantó de su lugar en el hombro de Harvard. Se dio cuenta
del desliz de Harvard, ciertamente no lo demostró cuando le dio a Harvard una tensa
sonrisa. Ninguna de las sonrisas de Aiden parecía sincera en estos días.
Aiden fue el primero en levantarse cuando el avión se detuvo. Agarró su maleta,
luego se estiró mientras se recogía el cabello. Harvard le dio una sola mirada—el cabello
recogido en las manos de Aiden era del color de la arena en la sombra, el cuerpo de
Aiden era un arco descuidadamente elegante contra la pálida luz del sol—y luego miró
hacia otro lado. Lo primero que había dicho Harvard durante su primer beso, el primer

75
beso de Harvard, fue Amo tu cabello. En retrospectiva, eso fue tan humillante. ¿Podría
Harvard haber sido más torpe, haciendo tan obvio que el beso significaba mucho más
para él de lo que debería? No es de extrañar que todo el mundo lo supiera. No es de
extrañar que Aiden se esforzara tanto en dejar en claro que podía hacerlo mejor.
Harvard se enderezó, se echó al hombro el peso de su bolso y también salió.
Nicholas y los demás lo siguieron al aire cálido y polvoriento.
Pasaron por la aduana y ya oficialmente en Francia, subieron a un segundo
autobús.
El sol brillaba a través del mar azul profundo y el autobús tranqueaba por la
carretera a lo largo de la Costa Azul en dirección al Campamento Mentón, Harvard no
se permitió descansar. Todo era brillante, pero el calor parecía perdido.

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CAPÍTULO 11
AIDEN

Traducido por Lissie


Corregido por Achilles

En el sueño, él estaba cálido y feliz. Al principio, la voz de Harvard parecía parte


natural del sueño: por supuesto él estaba ahí. Escucharlo contar una historia era la
manera en que Aiden dormía mejor.
Entonces Aiden sintió que la respiración de Harvard se detuvo y su hombro se
puso rígido debajo de su mejilla. Ah, por supuesto. Harvard debe sentirse terriblemente
incómodo acurrucándose con su amigo. Ya que eso era todo lo que eran el uno para el
otro. Por supuesto, Aiden los había avergonzado totalmente a ambos, y se avergonzó
a sí mismo, al acurrucarse con Harvard en su sueño.
Estuvo tentado a fingir que dormía por un instante más, aferrarse a ese sentimiento
de paz y no dejarlo ir, pero como eso era patético, Aiden fingió despertar. Empujo el
cuerpo de su amigo, apenas tomando un momento para dispararle una sonrisa con
los labios apretados. Harvard inmediatamente desvió la mirada, evitando su mirada.
El pecho de Aiden se apretó. Que así sea. Era mejor pretender que no había
pasado nada, como si la posición en la que estaban fuera perfectamente normal. Tan
pronto como el avión se detuvo, Aiden saltó de su asiento para poder salir del tubo de
metal y alejarse de Harvard lo más rápido que pudo.
No fue la salida más elegante de Aiden.
Aiden no era el mejor para lidiar con el rechazo. Él había tenido muy poca
práctica, por ser tan guapo. Pero la pura verdad del asunto era que nadie más que
Harvard, había sido capaz de lastimarlo en el pasado. Nunca había amado a nadie más.
—Es bueno que hayas descansado un poco —dijo Seiji con su voz fría y neutral
mientras ellos esperaban para recoger su equipaje en la terminal principal—. No
puedes hacer esgrima a tu nivel de habilidad habitual si no descansas bien. Y tu nivel
de habilidad no es tan alto.
Aiden alzó una ceja.
—Fue lo suficientemente alta como para vencerte esa vez, según recuerdo.
Él hizo mal al molestar a Seiji acerca de la espectacular derrota de Seiji contra
Jesse Coste. No era amable de su parte recordarle a Seiji sobre eso, pero nadie nunca
dijo que Aiden fuera bueno.
—No pasará de nuevo —dijo Seiji tranquilo.
Seiji tenía una cara de claroscuro, que iba con su personalidad. Era un chico
bastante guapo, Aiden supuso. Estaba tan lejos de ser el tipo de Aiden que residía en
un tipo de galaxia diferente, pero el pequeño Bobby Rodríguez claramente pensaba
que Seiji era un sueño. Aiden no veía la atracción en sus severas líneas, no había
calidez o comparación en ninguna parte.
—Estoy contento de que te sientas mejor —prosiguió Seiji—. Lo que Harvard dijo en
el avión fue correcto. El entrenamiento en el Campamento Menton va a ser más riguroso.
Los esgrimistas europeos tienden a ser de mayor calibre que los estadounidenses. No
quiero sentirme avergonzado por nadie de King Row, y tu comportamiento ha sido
embarazoso desde que tú y Harvard dejaron de salir.
La voz de Aiden casi falló.
—¿Disculpa?
No se le había ocurrido que pudieran sacar conclusiones acerca de Harvard y él.
Cuando Aiden accedió (con demasiado entusiasmo) a enseñarle a Harvard los secretos
de las citas, no se había imaginado que eso causaría muchos comentarios. Después de
todo, Aiden había salido prácticamente con cada chico guapo en la escuela. ¿Qué era

78
una cita más?
Nadie sabía que nunca había sido real. Qué Harvard nunca saldría con Aiden de
verdad.
Claramente, Aiden era tan transparente que Seiji Katayama, un tipo que
probablemente contaba ovejas para poder dormir, sabía que estaba pasando.
Los despiadados ojos negros de Seiji buscaron la cara de Aiden, viendo demasiado
de nuevo.
—Pienso que tal vez no debí decir eso. Estaba pensando en esgrima. No intentaba
lastimar tus sentimi…
—¿Mis sentimientos? —Aiden se mordió—. Escucha, novato. No tengo sentimientos.
¿Tienes alguna idea de con cuántas personas he salido? Y nunca me preocupé por
ninguno de ellos.
Seiji, claramente no sabía cómo lidiar con esta situación, miro a su alrededor
en busca de su idiota de seguridad, Nicholas Cox. Nicholas y Eugene habían tomado
primero sus maletas y se alejaron mientras los otros esperaban, solo para regresar
unos minutos más tarde con cajas de cartón de helado amarillo. Nicholas le ofreció a
Seiji su cuchara y Seiji hizo una mueca.
—Eso es asqueroso. Eres repugnante.
Nicholas parecía complacido de tener la atención de Seiji.
—Bro, te estábamos buscando para traducir nuestro francés, pero no es por
alardear, pero nos la arreglamos bastante bien con nuestro francés. —Eugene sonrió
orgulloso—. Tomé español para pasar fácil —él añadió.
—El helado era gratis —dijo Nicholas, ofreciendo de nuevo, pensando que la
información del helado gratis haría que Seiji pensara que era más apetitoso. Seiji
apartó el helado con irritación.
—Estábamos un poco preocupados, porque es amarillo —dijo Eugene—. Es decir,
¡bonito color! Animado. Buenas vibras. Pero soy alérgico a las piñas. Entonces tuvimos
que probar si tenía piña. Estábamos como, ¿comment sabor, mi bro francés?
—Eugene dijo eso, pero yo brindé apoyo moral en francés —agregó Nicholas—.
¿Y dijo algo sobre un perfume? Y nosotros le dijimos que no queríamos perfume.

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Finalmente logramos convencerlo.
—Parfum significa sabor —dijo Seiji
—Oh —dijo Nicholas—. Todo tiene sentido ahora. Bueno, entendimos la parte
importante. El helado es de sabor ananas1, y ananas era obvio incluso para mí. ¡Helado
de plátano! En realidad, no sabe a plátano, pero ¿honestamente? Tampoco lo sabe el
sabor de chicle a plátano
—Espera, Nicholas —Seiji frunció el ceño.
Nicholas sonrió.
—¿Quieres un poco después de todo?
Seiji retrocedió ante la persistente oferta de helado.
Había un detalle importante en la conversación de Nicholas, pero Aiden no podía
escuchar a través de los humillantes golpes en su propia cabeza. Si Seiji lo sabía,
entonces todos sabían. Todos en King Row sabían que Aiden sentía algo por Harvard,
y le tenían lástima.
Gracias a Dios estaban en Francia.

El autobús de conexión atravesó carreteras estrechas y subió por colinas empinadas


para descender a valles que eran dramáticas primicias en la tierra verde. El sol se
hundía cada vez más bajo en el horizonte, y Aiden miró por la ventana mientras la luz
del sol pasaba de ser un resplandor normal a un resplandor brillante. En Francia, la
luz permanecía en la tierra con una calidad brillante mucho después de que la tierra
estadounidense hubiera estado oscura.
Aiden escuchó a Bobby murmurar algo sobre el libertinaje salvaje. Él no podía
esperar eso de Bobby, pero los libertinajes salvajes sonaban bien para Aiden justo en
ese momento.
El autobús pasaba por la ciudad de Menton, casi en el campamento. Las casas
en Menton eran de colores tan brillantes y coloridos como una caja de dulces,
amarillas, verdes y rosas. Proyectaban un brillo multicolor sobre las ondulantes aguas
turquesas, los colores cambian sobre las olas como banderas en la brisa. Nicholas
1 Ananas: en español significa piña.

80
Cox, quien claramente había sido criado por ratas en una cuneta, tenía la punta de su
nariz presionada contra la ventana del autobús. Parecía totalmente extasiado, luces
danzantes reflejadas en sus ojos.
—Seiji, ¿ves eso? ¡Seiji, esto es genial!
Seiji, impasible, miró a Nicholas
—Si —dijo Seiji—. También me gusta.
Nicholas y Seiji hacían sentir enfermo a Aiden. No estaba seguro si era porque
ellos eran tan estúpidos y jóvenes, o porque eran felices.
A cinco minutos de Menton se encontraba el Campamento Menton, una colección
de edificios laberínticos de piedra gris y casas más modernas, de construcción baja con
sus grandes ventanas que daban al océano. El conjunto de edificios estaba unido por
un anillo de árboles de limones y un pequeño muro de piedra.
Las puertas ornamentadas estaban abiertas para recibirlos. Junto a las puertas,
había tres personas esperando. Aiden reconoció a uno de ellos, porque a pesar de
que el sol poniente redujo a todos en siluetas, la apariencia de una silueta hizo a Seiji
estremecerse.
Jesse Coste.
Seiji y Nicholas ya no parecían felices. Bueno, tener esperanza y ser tan joven
tenía que acabar en algún momento.
—No me siento bien —susurró Eugene mientras el autobús paraba.
—Bienvenido al club — espetó Aiden.
Harvard ayudó a Aiden a sacar su maleta fuera de la bodega. El capitán perfecto
y el perfecto mejor amigo.
—¿Estás listo para el Campamento Menton, amigo?
Harvard últimamente estaba llamando así a Aiden. Se estaba aclarando, Aiden
supuso. Tal vez pronto Harvard tomaría una hoja del libro de Eugene y empezaría a
llamar bro a Aiden.
Aiden le dedicó una sonrisa brillante a Harvard.
—Seguro. Pero pregúntate esto, amigo: ¿El Campamento Menton está listo para mí?

81
CAPÍTULO 12
NICHOLAS

Traducido por Lucía Videla


Corregido por Achilles

Había sido un largo viaje, y Nicholas estaba feliz al ver a una mujer esperándolos.
Tenía un aire de autoridad y vestía el uniforme negro y plateado de los entrenadores
del Campamento Menton. Estaba ansioso por que le mostraran el campamento y luego
lo llevaran a su habitación y a la de Seiji. Nicholas esperaba poder descansar al final
de un día tan largo.
Pero, por supuesto, el día no podía terminar sin tomar un rumbo equivocado.
—¡Seiji! Qué sorpresa tan inesperada —declaró una voz familiar.
Ahí, contra los limoneros y el cielo extraño, estaba Jesse Coste.
El otro hijo de su padre. El otro compañero de esgrima de Seiji.
—Tú de nuevo —murmuró Nicholas.
Jesse no pareció escucharlo. Él ni siquiera pareció notarlo. Solo tenía ojos para
Seiji.
El equipo de Kings Row se quedó en el polvo levantado por las ruedas del autobús
que giraban en la carretera estrecha, mirando en silencio a la aparición que era Jesse.
Seiji parecía haberse convertido en madera, toda su atención en el chico frente a él.
Jesse Coste se acercó más, rubio como la peor pesadilla de Nicholas. Cuanto más
sonreía, más quería Nicholas golpearlo, y más profundo parecía que Seiji entraba en
su estado de aislamiento. Seiji dijo con una voz decididamente tranquila.
—Hola, Jesse —y clavó su mirada al frente..
Seiji y Jesse parecían estar en su propio mundo, donde no existía nadie más que
ellos dos. Ciertamente no Nicholas. Seiji siempre se sintió más afectado por Jesse que
por cualquier otra persona. Jesse lo tenía todo, y Nicholas no pudo evitar el nudo de
resentimiento que se formó en su estómago, a pesar de que Jesse no tenía idea de que
Robert Coste también era el padre de Nicholas.
Aparentemente, Jesse no tenía idea de que Nicholas existía.
La entrenadora Williams salvó la situación caminando frente a su equipo y
ofreciendo una mano a la mujer con el uniforme del Campamaneto Menton.
—Sally Williams, Kings Row. Gracias por recibirnos. Lo siento, llegamos tarde.
Nuestro vuelo se retrasó.
La mujer estrechó la mano de la entrenadora. Tenía unos pendientes excitantes
y un peinado muy esculpido, y parecía una estrella de cine de una película súper
antigua, recortada y superpuesta a la vida real. Ella dijo:
—Je m’appelle Colette Arquette —lo que Nicholas supuso que probablemente
significaba Mi nombre es Colette y no Una mujer llamada Colette me ha robado la
manzana. A Colette claramente no le importaba nada del drama que se desarrollaba
ante ella.
—Je suis… —La mirada de la entrenadora Arquette recorrió las expresiones de
cortés incomprensión del equipo—. Soy una de las gerentes del Campamento Menton.
Bienvenidos todos. Qué placer tener equipos estadounidenses con nosotros por primera
vez.
Su voz era completamente plana.
—Será un placer mostrarles el campamento —continuó, con la voz todavía plana—.
Pueden dejar sus maletas aquí. Serán llevadas a sus habitaciones. Esta es Melodie
Suard, quien se ofreció como voluntaria para ayudar con la iniciación de los equipos
estadounidenses, y este es Jesse Coste, otro estadounidense.

83
—Jesse ha estado esperando su autobús desde esta mañana —informó la chica al
lado de la entrenadora Arquette—. Dice que conoce a uno de ustedes.
—Seiji —respondió Jesse—. Desde la infancia.
Sin mirar a la chica, Jesse continuó dirigiendo la fuerza de su atención hacia Seiji,
quien todavía estaba haciendo su impresión de una estatua impermeable al sol o la
lluvia.
Nicholas miró a Melodie. Al principio, se había sorprendido de verla. Nicholas
estaba familiarizado con las chicas, obviamente. La entrenadora era una mujer. Su
mamá era una mujer. Solía ​​ir a la escuela con chicas. Los chicos de sus otras escuelas
habían hablado y parecían pensar mucho sobre las chicas. Nicholas no lo hacía. Estaba
ocupado pensando en esgrima. Desde que empezó en Kings Row, casi se había olvidado
de la existencia de las chicas de su misma edad. Se preguntó si sería buena en esgrima.
Como estaba en el Campamento Menton, supuso que debía serlo.
—Síganme —dijo la entrenadora Arquette.
Se volvió y subió por la avenida arbolada con Harvard y la entrenadora a su lado,
Lewis, estaba detrás de ellos.
A pesar de que estaba con sus compañeros de equipo, Nicholas se sintió muy
solo. Seiji y Jesse estaban manteniendo un silencio intenso, el aire entre ellos parecía
crujir con palabras tensas y tácitas. De hecho, nadie hablaba, excepto la chica. Nicholas
sintió que podría estallar si seguía mirando a Seiji y Jesse mirándose el uno al otro,
así que la miró. Melodie era compacta, tenía el cabello incluso más claro que el de
Jesse recogido en un moño desordenado y vestía ropa blanca de esgrima. Ella estaba
mirando a todo el grupo con aire decepcionado.
—Esperaba —anunció con un suspiro— que uno de los equipos estadounidenses
mostrara signos de tener una verdadera ética de entrenamiento.
Nicholas la miró perplejo.
—Los imaginé a ustedes, los estadounidenses, como duros. Pensé que todos
estaban tan interesados ​​en entrenar y en, oh, ¿cuál es la palabra inglesa…? ¿Ventajas?
—Continuó Melodie—. Estoy muy intrigada por la práctica de usar el culturismo para
mejorar la esgrima. Pero ustedes son tan flacos.

84
—Piensa en nosotros como delgados y musculosos —sugirió Nicholas.
Melodie se burló.
El silencio reinaba entre los limoneros. La glamorosa entrenadora llamada Colette
les estaba mostrando el área común entre los edificios, donde la gente se reunía para
comer cuando hacía buen tiempo. Había mesas de picnic de madera talladas bajo un
huerto de ondulantes verdes y dorados. Nicholas ya extrañaba los ardientes colores
otoñales de los árboles alrededor de Kings Row.
Aparentemente, los ricos donaron sus casas de verano para que sirvieran de
dormitorios para los chicos del Campamento Menton. A través de los árboles, Nicholas
vislumbró casitas laberínticas con zarzas rosas que crecían en las paredes y edificios
modernos del color blanco brillante de la ropa recién lavada. Parecían casas de revistas.
Era hermoso, no se parecía a nada que hubiera visto en su vida.
Miró a Seiji, queriendo compartir la maravilla como lo había hecho cuando
estaban mirando hacia la ciudad, pero Seiji no estaba mirando a Nicholas. Todavía
estaba totalmente concentrado en Jesse. Parecía completamente inconsciente de que
Nicholas estaba allí.
Nicholas tragó saliva y trató de prestar atención al recorrido.
La pieza central del Campamento Menton no era la cafetería que estaba entre los
árboles ni los lujosos dormitorios. La entrenadora Arquette los condujo a un edificio
hecho de piedra gris que se desmoronaba, con un techo puntiagudo y una torre
con una campana que actualmente colgaba silenciosamente. Los condujo a través
de un corredor de piedra resonante, más allá de la armería, donde se llevó a cabo el
mantenimiento de la espada.
—La salle d’armes1 del Campamento Menton se inspiró en el Honved Fencing
Club de Budapest2. Esa fue una sinagoga convertida, y esta es una capilla convertida
—anunció la entrenadora Arquette con orgullo justificado.
Era un espacio cavernoso, paredes de yeso blanco que se curvaban hacia un
techo estampado con símbolos dorados contra un cielo azul, comenzando con azul
cerúleo y terminando en cobalto en la cúpula. Los asientos para la audiencia imitaban

1 Salle d´armes: Sala de armas o sala de esgrima.


2 Honved Fencing Club de Budapest: Club de Esgrima de Budapest

85
un anfiteatro como en la antigua Roma, bancos escalonados que encerraban el espacio
se elevaban por todos lados. El piso reformado tenía pistas de metal fijas hechas de
láminas de acero corrugado incrustadas en el piso, delimitadas por amplias franjas de
suave color verde oscuro.
—Honved también tiene un número récord de campeonas femeninas —comentó
Melodie.
Nicholas se distrajo con la vista en la sala de armas. Había esgrimistas haciendo
ejercicios a lo largo de cada pista, sus caretas y sus blancos de esgrima los convertían
en una masa anónima e indiferenciada, moviéndose a lo largo de las pistas con una
precisión increíblemente suave. Estos esgrimistas se movían como el mar por los
caminos de los acantilados que conducían a este lugar solo al revés: los suyos eran
los mismos movimientos fluidos que el mar, pero con el blanco debajo y la plata de
sus espadas chocando como las crestas de las olas. Nicholas notó que muchos de
ellos usaban un agarre francés, un tipo diferente de empuñadura en el arma de un
esgrimista que les daba mayor alcance, pero les permitía a los esgrimistas menos
estabilidad. Seiji era el único esgrimista que había visto antes con una empuñadura
francesa.
El entrenamiento de los esgrimistas del Campamento Menton estaba siendo
supervisado por un hombre alto y severo de ojos grises y cabello castaño canoso. Hizo
una pausa y soltó órdenes para asentir en su dirección.
—Ese es el entrenador Robillard, uno de nuestros mejores entrenadores aquí. —La
entrenadora Arquette levantó la voz—. El equipo de Kings Row está aquí.
—Ya veo —dijo el entrenador Robillard, con sus ojos penetrantes enfocados en
solo uno de su grupo—. Entrené a Seiji Katayama el año pasado. Mente helada para la
estrategia, ese chico. No puedo esperar a ver cómo has mejorado, Seiji. Espero que el
resto de ustedes sean la mitad de buenos.
En realidad, no parecía esperanzado al respecto, pero cambiaría de opinión.
Los tiradores se movían como un océano y como un ejército. Como un ejército de
personas que eran mejores que Nicholas. Por ahora.
Nicholas estaba perdido en un deleitado asombro. No fue hace tanto tiempo que
Kings Row parecía fuera de su alcance, como un mundo completamente diferente que

86
no podía esperar alcanzar. Ahora aquí estaba, parte de un gran equipo, aprendiendo
que el mundo de la esgrima era más vasto e impresionante de lo que jamás había
imaginado. También llegó a ser parte de este mundo.
Nicholas había pensado que Seiji lo obligaba a practicar constantemente, pero sus
ejercicios claramente no se comparaban con los de los esgrimistas del Campamento
Menton. No pudo imaginar cuánto tiempo tomó moverse con esta precisión de ballet.
—Naturalmente, antes de permitir los ejercicios, hacemos todos los ejercicios
habituales de velocidad, fuerza y flexibilidad —continuó la entrenadora Arquette—.
Después de los simulacros, se anima a los estudiantes a mantenerse motivados
esgrimiendo unos a otros en los partidos de práctica en su tiempo libre. Aquí en el
Campamento Menton, tienes la oportunidad de enfrentarte a oponentes al más alto
nivel.
Nicholas había leído muchos libros de Seiji sobre la historia de la esgrima. Él se
animó.
—¿Como un partido en una competencia?
—Sí, como una competencia —confirmó Melodie—. Hay un juez y los partidos
están marcados.
Nicholas volvió a mirar al mar de esgrimistas, la luz de sus láminas brillando
como estrellas. Se imaginó a toda la gente nueva que podría esgrimir y las nuevas
habilidades que podría adquirir mientras estuviera aquí.
—¿Cuándo podré esgrimir mi primer partido?
—No hasta que hayas completado varias horas de ejercicios de entrenamiento.
Pronto aprenderás las costumbres del Campamento Menton —le aseguró la entrenadora
Arquette a Nicholas—. Estoy segura de que su equipo es muy disciplinado —agregó,
dirigiéndose a la entrenadora Williams.
—Indescriptiblemente —dijo la entrenadora Williams.
—Eso es bueno —les dijo la entrenadora Arquette—. Porque tenemos reglas estrictas.
Se debe asistir a las clases y no se pueden saltar, y no se tolerarán las tardanzas.
También tenemos toque de queda. No hay asistentes al campamento después de las
nueve de la noche. Esto es lo que Menton espera de un esgrimista serio.

87
Aiden se rió, un sonido sorprendentemente fuerte en el intenso y cavernoso
espacio. Varias cabezas se volvieron.
—Oh, lo siento —dijo Aiden arrastrando las palabras cuando la entrenadora
Arquette enfocó una mirada indignada en él—. Pensé que estabas haciendo una broma.
No podrías llamarme un esgrimista serio. Soy más del tipo frívolo.
—Está bromeando —dijo Harvard—. Ignorenlo.
Por lo general, su capitán le enviaba a Aiden una sonrisa cariñosa cuando
Aiden actuaba mal, mostrando que Harvard no estaba realmente enojado, y Aiden se
tranquilizaba.
Francia debe haber tenido a todo el mundo fuera de balance. Harvard no le dio a
Aiden una sonrisa suave, y Aiden se quedó todo erizado.
—¿Ignorame? —preguntó—. ¿Con esta cara? Sé serio. Aparentemente, todos
tenemos que estar en este lúgubre lugar.
Dicho esto, Aiden se volvió y salió de la sala de armas. La entrenadora Arquette
se aclaró la garganta.
—Sí, tal vez sea el momento de mostrarle sus habitaciones. Todos deben estar
exhaustos.
El resto del equipo de Kings Row, Melodie y Jesse Coste se volvieron sobre sus
pasos hacia la luz y lejos del brillante espectáculo de todos esos esgrimistas impecables.
La entrenadora Williams ya parecía avergonzado. Harvard y Aiden estaban actuando
raro. Bobby parecía intimidado y Dante estaba sobre él. Seiji no respondía a nada de
lo que dijera o hiciera Nicholas.
Retrocedió para unirse a Eugene, que estaba en la parte trasera del grupo,
arrastrando los pies. Ese no parecía como Eugene en absoluto.
—Bro… —dijo Eugene lentamente—. No... no me siento muy bien.
Nicholas miró a Eugene, su verdadero bro, y notó el tono alarmantemente gris en
su rostro. Nicholas tomó el codo de Eugene y se preocupó aún más cuando una buena
parte del peso de Eugene golpeó su palma. Nicholas no iba a poder sostener a Eugene
solo. Eugene era todo músculo. Afortunadamente, Melodie no se había adelantado
demasiado. Se dio cuenta de que Eugene y Nicholas se habían detenido en seco y

88
regresó al trote.
—Oh no, ¿alguno de los estadounidenses está enfermo?
Ella pareció notar a Eugene por primera vez. Sus ojos se agrandaron.
Nicholas se alegró de ver que ella compartía su preocupación.
Eugene se veía peor y peor a cada momento. Su cara estaba aturdida y sus ojos
estaban desenfocados. Nicholas, muy preocupado por él, palmeó la mano de Eugene
que descansaba sobre su hombro.
—¡¿Un poco de ayuda?! ¡¿Jesse?! —gritó Melodie. Seiji y Jesse eran las únicas dos
personas que todavía estaban a la vista. Jesse se alejó a regañadientes de Seiji—. Este
chico debería ir a la enfermería.
—¿La enfermería? —Eugene, que estaba agachado, levantó la cabeza y se encontró
con la mirada preocupada de Melodie—. Estoy realmente bien.
Una expresión apareció en el rostro de Jesse que, curiosamente, le recordó a
Nicholas a Harvard. Era un Soy el capitán y manejaré esta situación. Jesse era, recordó
Nicholas, el capitán de su equipo en Exton. Aún sin mirar a Nicholas, tomó el brazo
de Eugene del agarre de Nicholas y lo colocó eficientemente alrededor de sus propios
hombros.
—Vas a ir a la enfermería con nosotros —le informó Jesse a Eugene.
—¡No voy a dejar a Eugene! —protestó Nicholas.
—En serio, bro, está bien —dijo Eugene lentamente—. Tal vez debería hacerme
una revisión. Iré a la enfermería con estas simpáticas personas rubias. ¿Escuché decir
algo sobre la ética del entrenamiento? —él continuó, dirigiéndose a Melodie—. Estoy
seguro de que todos tenemos mucho que decirnos sobre ejercicios de entrenamiento.
Melodie lee.
—Tengo muchos pensamientos.
—Obviamente, yo también, pero la enfermería primero —dijo Jesse con severidad.
—Yo me ocuparé de él —le prometió Melodie a Nicholas, mientras Eugene asentía—.
Por favor, ve a decirle a la entrenadora Arquette.
Nicholas no estaba seguro de lo que estaba pasando, pero parecía que Melodie

89
y Eugene serían amigos. Eso estaba bien. En cuanto a Jesse, Nicholas pensó que Jesse
pensaba que él sabía más sobre todo.
Los tres se alejaron dando bandazos, Jesse y Melodie principalmente apoyando a
Eugene entre ellos. Nicholas corrió por el camino para contarles a todos lo que había
sucedido. La entrenadora Williams se apartó instantáneamente para ver cómo estaba
Eugene, y Nicholas se puso al lado de Seiji con una sensación de alivio. Sin embargo,
todavía no podía captar la atención de Seiji. Seiji deambuló por el Campamento Menton
sin parecer ver nada de él, todas las apariencias se perdieron en una visión privada.
La asistente Lewis se quedó con ellos mientras los llevaban a sus dormitorios.
La entrenadora Arquette dejó a Nicholas y Seiji en la habitación que compartirían
primero.
Seiji permaneció tan callado como lo había estado cuando Jesse estaba cerca.
Nicholas no pudo evitar preguntarse si Seiji estaría tan absorto con Jesse todo el
tiempo que estuvieran ahí. ¿No era suficiente que tuviera que competir contra un
recuerdo de Jesse en Kings Row?
Nicholas no podía preocuparse por eso. No cuando él y Seiji estaban aquí en
Francia para esgrimir juntos. Esto iba a ser asombroso. No podía permitir que Jesse
Coste lo estropeara.
Empujando esos pensamientos a la parte posterior de su cabeza, Nicholas empujó
la puerta de su habitación para abrirla. Seiji pareció apenas darse cuenta de la reacción
de Nicholas y pasó a su lado para entrar en la habitación mientras Nicholas permanecía
boquiabierto en la entrada.
La habitación tenía una ventana circular como la de los barcos, como si estuvieran
en un viaje fantástico hacia la aventura. Había un techo que llegaba a un punto
triangular alto y vigas anchas sobre sus cabezas. A través del círculo de la ventana,
Nicholas pudo ver que las estrellas comenzaban a aparecer, pero ya había muchas más
estrellas de las que había visto en la ciudad, como si alguien hubiera llenado una taza
hasta rebosar de luz. Un maniquí de modista cubierto de tela estaba en un rincón,
desnudo y de cara a la pared, como esperando a que lo vistieran con los colores de
Kings Row. Había dos camas con frescas sábanas blancas paralelas entre sí con barras
de hierro en la cabecera. A Nicholas le encantaba su habitación y la de Seiji en Kings

90
Row. Aquí había otra hermosa habitación, en un hermoso lugar donde podía aprender
todo lo que quisiera sobre esgrima.
Nicholas no tenía idea de lo que el Campamento Menton tenía reservado para él
y Seiji, pero estaba impaciente por empezar.

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CAPÍTULO 13
HARVARD

Traducido por Freya


Corregido por Achilles

La entrenadora Arquette le mostró a Harvard una pintoresca casa de campo que


la madre de Harvard habría llamado una bijou belle demeure1, luego lo dejó en la
entrada mientras les mostraba a Nicholas y Seiji su habitación. Rosas moribundas se
enroscaban en la desmoronada casita de piedra, anidada entre los árboles. Harvard se
dirigió por un pasillo estrecho, caminando lentamente sobre las losas irregulares del
suelo para no molestar a nadie que estuviera dormido, y tratando de no preguntarse
a dónde había desaparecido Aiden.
Aiden y él compartirían una habitación aquí. El pensamiento hizo que el estómago
de Harvard se revolviera, un aleteo de emoción e incómoda sensación queriendo nacer.
Harvard se dijo a sí mismo que estaba siendo ridículo. Había tenido pijamadas con
Aiden mil veces. Aiden y él habían compartido una habitación durante toda su vida
escolar. Esto no podría ser diferente. No dejaría que fuera diferente.
La entrenadora Arquette había dicho que su habitación estaba arriba a la derecha.
Harvard subió por una estrecha escalera de piedra con un cuadro muy extraño a mitad
de camino que mostraba varios gatos, varias monjas y un columpio. Arriba había un
vestíbulo encalado con un tapiz en la pared más lejana. Una de las pesadas puertas de
1 bijou belle demeure: hermosa habitación
roble y metal estaba abierta, y alguien colgaba del anillo de hierro que era la manija
de la puerta, con una sonrisa en todo el rostro.
Una revelación llegó a Harvard, brillante como las estrellas en el cielo nocturno
sobre Menton. Había olvidado que Kings Row y Exton no eran los únicos estadounidenses
en el Campamento Menton. MLC también estaba aquí.
Aquí estaba Arune Singh, su viejo amigo de la escuela primaria. Se habían
vuelto a encontrar en el partido entre MLC y Kings Row y se habían estado enviando
mensajes de texto desde entonces. Sobre todo memes, pero amistosos. Arune no tenía
resentimientos con Kings Row por su victoria contra su escuela. Arune era así: un
buen deportista y un mejor amigo.
—Arune —suspiró Harvard, y se arrojó en sus brazos por un abrazo de bros.
Arune le devolvió el abrazo de bros con entusiasmo.
—Hola, Harvard. Me alegro de verte también. ¿Dónde está el enano?
—Uh… —dijo Harvard.
Había pasado un tiempo desde que Arune había visto a Aiden. Cuando Aiden
tenía diez años, había sido un poco bajo, pequeño y tímido y no recibía tanta atención
como ahora. Siempre había tenido la atención de Harvard, por supuesto. Harvard
nunca había sentido el ver a Aiden crecer como ver a Aiden cambiar, sino cómo el
mundo reaccionando a Aiden adecuadamente, por fin. El mundo finalmente le estaba
dando a Aiden lo que le correspondía.
Aun así, sabía que Arune se sorprendería cuando viera a Aiden. Y por primera
vez en su vida, Harvard deseó que Aiden y él no compartieran habitación.
Aiden había dejado tan claro que tenía cosas mucho mejores que hacer que
pasar el rato con Harvard.
—¿Sabes qué? Estoy exhausto. Vamos a ponernos al día mañana, Arune, ¿de
acuerdo? —dijo Harvard—. Y entrenemos juntos. Te mostraré algunos movimientos.
—Tal vez te muestre algunos de los míos —dijo Arune—. No puedo esperar.
Chocaron los puños y Harvard entró en su habitación. Era agradable, mucho
más grande que la habitación que Aiden y él compartían en Kings Row, con un techo
inclinado y vigas muy por encima de la cabeza de Harvard. Había una ramita de

93
lavanda seca, atada con un cordel, colgando de la ventana abatible. Y había dos
estrechas camas blancas con intrincadas cabeceras de hierro bastante juntas.
Por instinto, Harvard cruzó la habitación y comenzó a juntar las dos camas,
como siempre lo había hecho antes. Luego se dio cuenta de lo que estaba haciendo, se
mordió el labio con fuerza y ​​comenzó a separar las camas apresuradamente.
—Gran idea — dijo Aiden desde la puerta, y Harvard se sobresaltó.
El cabello y la cara de Aiden estaban mojados, como si les hubiera echado agua.
Tenía los ojos bien abiertos y de un verde venenoso.
—Déjame ayudarte —continuó Aiden, y empujó la otra cama contra la pared más
lejana, en el rincón más oscuro de la habitación—. Mucho mejor.
—No hay necesidad de ser infantil —le dijo Harvard.
Como Aiden lo había hecho primero, Harvard empujó su propia cama a la pared
opuesta. De esa forma, al menos estaban igualados.
—Si prefieres estar más separados, estoy seguro de que podrías compartir
habitación con Arune —dijo Aiden—. Vi esa conmovedora reunión en el pasillo.
—No hay manera de hablar contigo —dijo Harvard, exhausto—. A veces me
pregunto por qué me molesto.
—Yo no lo haría, si fuera tú —asintió Aiden con voz aterciopelada.
Aiden no había pasado la noche en su dormitorio con Harvard desde la noche en
que se habían besado y Harvard le había dicho que quería ir más lejos, antes de darse
cuenta de que tenían que detener su farsa. Sin duda, Aiden había estado evitando la
incomodidad. Ahora la incomodidad estaba aquí en Francia.
Peor que sentirse incómodo, Harvard también se sentía muy culpable.
Normalmente, habrían juntado las camas. Harvard habría invitado a Aiden a su
cama, o Aiden simplemente se habría subido a las mantas de Harvard, arrogante y
tan seguro de ser bienvenido como un gato muy querido. Habrían pasado su primera
noche en el Campamento Menton hablando hasta que el amanecer iluminara un
camino sobre el mar, Aiden haciendo bromas crueles de las que Harvard se reiría y
agudas observaciones que Harvard usaba para navegar por el mundo. Aiden habría
dicho que Harvard era un gran capitán y, con Aiden a su lado, Harvard podría haber

94
creído que era verdad. Por las mañanas, Harvard solía convencer a Aiden para que se
despertara. Aiden siempre quería acurrucarse más cerca y dormir hasta tarde.
Harvard suspiró y abrió su maleta, luego miró por encima del hombro y vio a
Aiden quitándose la camisa, un halo de luz de luna se reflejo a lo largo de la arqueada
espalda de Aiden. Harvard apartó la mirada rápidamente.
No podían cubrirse la cabeza con mantas y hablar toda la noche, olvidándose de
todos los demás en el mundo. Si estuvieran bajo las mantas, cerca y cálidos, sería mucho
peor que Aiden durmiendo acurrucado contra él en el avión. Ahora, solo un atisbo de
Aiden a la luz de la luna hizo que un recuerdo vívido destellara ineludiblemente en
el cerebro de Harvard, el cabello de Aiden suelto sobre una almohada blanca, cada
instinto traicionero en el cuerpo de Harvard olvidaba la razón y sólo comprendía el
deseo. Harvard no tenía ninguna duda de lo que quería cuando Aiden le preguntó si
estaba seguro. Todo su cuerpo había dicho: Sí quiero; sí, quiero todo.
Todavía quería.
Eso era horrible de su parte, pensó Harvard miserablemente. Tal vez incluso
era espeluznante permanecer cerca de Aiden cuando se sentía así. Pero eran mejores
amigos. ¿Qué más se suponía que debía hacer?
Incluso el brillante momento de reconocer un rostro familiar en un lugar nuevo
se sentía estropeado de alguna manera, amargado por la lengua ácida de Aiden. Si las
cosas fueran diferentes, Harvard no habría estado tan feliz de ver a Arune. Harvard
estaba seguro en posesión de un mejor amigo; Aiden era tan supremamente el mejor
que Harvard realmente no necesitaba a ningún otro. Así había sido siempre.
Al menos así era antes de que Harvard arruinara todo entre ellos. Había intentado
arreglar las cosas, el día después de esa noche. Se había prometido que Aiden y él
serían amigos como siempre lo habían sido, que lo que quería era amistad. Había
hecho lo que tenía que hacer para arreglarlos, la unidad que eran Harvard y Aiden, la
relación más importante en la vida de Harvard.
Solo que todavía estaban rotos.

Harvard durmió inquieto esa primera noche en Francia, con los rayos de la luna

95
reflejando su brillo en sus ojos, y cuando soñó, soñó que se estaba escondiendo y no
quería que lo encontrarán.
Cuando se despertó, la cama de Aiden estaba vacía. Se levantó de la cama,
obligándose a sonreír y recordando su promesa con Arune. Incluso si Aiden pensaba
que ya no valía la pena salir con Harvard, alguien más lo haría.
Caminó por un estrecho camino hacia el comedor del jardín. En Menton, en la
frontera de Italia y en un espacio de sol ultramediterráneo entre las montañas y el
mar, el clima era casi siempre hermoso.
Arune estaba en una mesa llena de estudiantes de MLC y sus amigos, y saludó
a Harvard y lo presentó a todos. Parecían ser grandes chicos y chicas. Una pareja era
italiana, así que Harvard probó sus pocas frases de pésimo italiano y se rió cuando
una chica llamada Chiara le enseñó a pronunciar las palabras correctamente.
Entonces, el rostro de Chiara se relajó de asombro, como si de repente hubiera
experimentado la trascendencia.
Dicha trascendencia fue Aiden, moviéndose con gracia alrededor de las mesas
de picnic hacia ellos. Harvard se obligó a apartar la mirada. Todos en el jardín vieron
pasar a Aiden. Harvard se había prometido a sí mismo que no sería como todos los
demás. No pudo apartar la mirada, de todos modos.
Por un momento, con la sombra de las hojas, pensó que Aiden se veía triste, y el
corazón de Harvard se apretó, sintiendo por un instante como si estuviera de vuelta
en la escuela primaria, cuando Aiden era mucho más pequeño y Harvard siempre
quería protegerlo. Aiden, ¿algo te ha hecho infeliz?
Entonces Aiden llegó a su mesa. La luz del sol derramaba oro sobre su rostro y
cabello, y estaba claro que no le pasaba nada.
—Bueno, vaya —dijo Arune—. Harvard no bromeaba cuando dijo que habías
cambiado en nuestro partido juntos. Esta es una mejora como una supernova.
—Oye, Aiden. Qué gusto verte de nuevo. Ha sido un largo tiempo—.
Aiden arqueó una ceja y miró a Arune sin hablar. Toda la mesa guardó silencio
mientras esperaban una respuesta que claramente no iba a llegar.
Harvard dejó caer una piedra de conversación en el charco del incómodo silencio:

96
—¿Te acuerdas de Arune? De la escuela primaria.
—Oh, cierto, Armand —dijo Aiden arrastrando las palabras.
Aiden a menudo era descuidadamente grosero con la gente, mientras que Harvard
sentía que debía ser cuidadosamente cortés. Harvard no aprobaba el comportamiento
de Aiden ni nada, pero a menudo lo hacía sonreír y relajarse un poco.
Harvard no tenía ganas de sonreír o relajarse ahora. Por mucho que Harvard se
dijera a sí mismo que esto era normal, que nada había cambiado, no estaba seguro de
creerlo.

97
CAPÍTULO 14
SEIJI

Traducido por Lucia V


Corregido por Achilles

El maniquí en la habitación que Seiji compartía con Nicholas parecía vulnerable y solo,
de pie en ese rincón oscuro. Seiji deseó que no estuviera allí. Luego se dijo a sí mismo
que estaba siendo ridículo. No importaba que el muñeco estuviera ahí.
No importaba que Jesse estuviera en el Campamento Menton.
Seiji cerró los ojos y ahí estaba Jesse, dominando el paisaje de mar y limoneros
mientras dominaba todo lo demás.
Cada vez que Seiji veía a Jesse, se sentía como si aún estuviera atrapado en ese
único momento frío al final de su combate de esgrima, cuando Seiji se dio cuenta
para su incrédulo horror de que Jesse había ganado. Sintió que estaba perdiendo el
combate de nuevo.
Seiji se sentó en el borde de su cama blanca y miró sus manos vacías. En ese
entonces había pensado, que nunca podría soportar volver a levantar la espada. Eso
habría dejado toda su vida vacía.
Su padre se había equivocado cuando dijo que Seiji podía elegir sus batallas.
Hubo momentos en su vida en los que estuvo atrapado y no tuvo otra opción.
Los ojos de Seiji se abrieron de golpe.
Si estaba atrapado, iba a pelear. Jesse estaba aquí, e inevitablemente iban a estar
peleándose entre sí. Trató de imaginar cómo sería, finalmente enfrentarse a su antiguo
compañero en la pista después de tanto tiempo. Trató de visualizarse ganando punto
tras punto, recuperando el poder que pensó que había perdido en ese combate, pero
no pudo hacer que la visión se sintiera real.
Sus pensamientos fueron interrumpidos, como de costumbre, por Nicholas.
—¿No es esta la habitación más genial? —Nicholas preguntó con entusiasmo—.
Deberíamos vestir a ese tonto maniquí.
Seiji puso su maleta sobre la cama y la abrió, sacando la cortina de baño que
había doblado meticulosamente antes de salir de Kings Row.
—Tú eres un tonto —le dijo Seiji a Nicholas, reconfortado—. Ayúdame a colgar la
cortina de baño entre nuestras camas para no tener que ver tu estúpida cara.
El estúpido rostro de Nicholas estaba sonriendo mientras obedecía. Luego merodeó
por la habitación, abrió su maleta y sacó la ropa para poder vestir al muñeco con su
chaqueta de Kings Row. Nada de lo que hacía Nicholas tenía sentido.
Mientras Nicholas estaba de espaldas, Seiji se tomó un momento para examinarlo,
observando su cabello desaliñado y las largas extremidades que se extendían desde la
camiseta negra sin mangas que siempre usaba. Era tan diferente de Jesse, quien era
brillantemente rubio y sereno en todo momento.
Sin embargo, Seiji no pudo evitar la sensación de que había algo similar entre
Nicholas y Jesse. Algo que Seiji no pudo identificar, incluso si era solo la forma en que
cada chico atraía a Seiji hacia ellos.
Seiji reprimió brutalmente ese pensamiento y cerró la cortina de la ducha para
no ver a Nicholas. Se negó a ir ahí.
Minutos antes, aún aturdido por haber sido confrontado con Jesse a su llegada,
Seiji había sentido su más feroz punzada de molestia cuando Nicholas regresó por
Eugene. El Campamento Menton estaría bien si Nicholas se quedaba al lado de Seiji.
—¿Estabas escuchando todo lo que decía la entrenadora del Campamento Menton?
¿Todas las reglas y el toque de queda y esas cosas? ¿Fue tan intenso en Francia cuando

99
estuviste aquí antes? —Nicholas preguntó mientras se preparaban para irse a la cama,
con la cortina de la ducha entre ellos.
—El estándar de la esgrima es mucho más alto en Francia —le recordó Seiji a
Nicholas—. Y, por supuesto, tu esgrima es deficiente, incluso para Estados Unidos.
—Eres un amigo tan reconfortante —dijo Nicholas en un tono que le informó a
Seiji que estaba siendo sarcástico, excepto por la parte de amigo. Como la cortina
estaba entre ellos, Seiji se permitió sonreír.
Seiji vaciló, reacio a admitir que no había escuchado una palabra de lo que la
entrenadora había pronunciado.
—¿Qué estaba diciendo exactamente?
—¿Cómo que no podemos faltar a clases o llegar tarde, y que si no respetamos el
toque de queda tal vez nos decapiten, y nos van a hacer entrenar hasta que caigamos
rendidos?
—No puedes esperar que sean suaves contigo como yo, Nicholas —dijo Seiji y
Nicholas resopló ruidosamente detrás de los patos.
—Me alegro de que hayamos venido —anunció Nicholas con decisión—. Y aceptaré
cualquier partido que tenga. Lo quiero. Sería genial si Jesse Coste me desafiara. Espero
que lo haga.
—¡¿Jesse?! —Seiji exclamó.
Una vez más, Seiji revivió ese momento frío y eterno cuando se dio cuenta de que
Jesse lo había vencido en las nacionales. Nicholas no debería sentirse así.
—No deberías acercarte a Jesse. —La voz de Seiji cortó el aire de la noche—. No
puedes competir con él. Él es mejor que tú.
Nicholas se quedó en silencio, por lo que Seiji debió haber ganado la discusión.
Seiji se metió en la cama y puso la alarma para las cuatro de la mañana, hora estándar
de Europa Central, porque Seiji no dejaba que el cambio horario le dijera qué hacer.
Cuando despertó, la luz gris del amanecer se reflejaba en el mar y entraba en
su habitación, temblando como un líquido, de modo que los patos en la cortina de la
ducha parecían estar en aguas desconocidas. Seiji podía escuchar a Nicholas roncando
detrás de la cortina, lo que generalmente hacía que Seiji quisiera sofocar a Nicholas

100
mientras dormía.
Esta mañana estaba tan desesperado que quería sacudir a Nicholas y pedirle
compañía, pero Nicholas no sería ni siquiera un poco coherente tan temprano. Además,
a la fría luz de la mañana, el camino de Seiji estaba despejado. No necesitaba que
nadie lo protegiera de Jesse.
Este era un campo de entrenamiento y Seiji estaba aquí para entrenar. Había
perdido a su compañero de esgrima, pero no había perdido la esgrima. Por eso
había venido a Francia por primera vez, después de perder ante Jesse de manera tan
catastrófica. Francia le había recordado que no importaba dónde estuviera, si había
una pista, Seiji estaba donde él pertenecía.
Eso seguía siendo cierto. Jesse no podía quitarle eso.

101
CAPÍTULO 15
NICHOLAS

Traducido por Kasis


Corregido por Achilles

Nicholas soñó con un trofeo de oro reluciente, que decía, con la voz de Seiji,”Él es
mejor que tú”, y el recorte de periódico de su padre, que dobló en un avión de papel
para que pudiera volar desde Kings Row para encontrar a Jesse.
Se despertó en una lucha desesperada con las sábanas, la luz del sol brillando a
través de sus cortinas amarillas como limones o patos, y se dio cuenta de que se había
dormido después de su alarma.
Oh no. Seiji.
Seiji se levantaba todas las mañanas a las cuatro a.m. a entrenar, pero últimamente
los dos se levantaban temprano para entrenar juntos. Nicholas incluso había podido
persuadir a Seiji para que desayunara a una hora razonable. Se sentaba en la mesa
de Bobby y Dante con Nicholas y, a veces, con Eugene. De vez en cuando, el capitán
incluso se sentaba con ellos, y con el capitán venía Aiden, así que era el equipo entero.
Esas mañanas eran las más geniales, pero Seiji no estaba acostumbrado a pasar el rato
entre la multitud. Nicholas había hecho un trato con Seiji; Seiji le ayudaría durante la
práctica, una mano en su hombro o un brazo corrigiendo su forma. A cambio, Nicholas
interceptaría cualquier golpe de puño o gente que hablara con él cuando Seiji no
quisiera. A menos que Nicholas estuviera allí, Seiji comía solo.
Nicholas saltó de la cama y se arrojó apresuradamente sobre la ropa, luego
salió corriendo de la habitación de él y de Seiji. Cuando Nicholas se acercó, vio que
mucha gente estaba reunida para desayunar en el área común entre los edificios,
disfrutando de sus desayunos en las mesas de picnic de madera talladas en el jardín.
En las chirriantes mesas había una rica variedad. Había croissants y pasteles que
eran como croissants, pero de chocolate, y docenas de otros pasteles como tartas
de crema y éclairs. Había cortes de carne y rebanadas de queso amontonadas como
oro de dragón. Sobre todo, había una enorme cantidad de alimentos relacionados
con el limón: tartas de limón, puré de limón, panes daneses, tarta de merengue de
limón, bollos de hojaldre de limón, pastel de limón, magdalenas con glaseado de limón,
barras de limón, tartas de merengue de limón, bollos de semillas de amapola de limón,
muffins de limón y panqueques de ricota de limón—no, crepas—doblados en ordenados
triángulos. Había manzanas doradas y melocotones, uvas oscuras y violetas, higos
veteados de negro, con una barra de jugo, una máquina de café expreso y una urna
de chocolate caliente a un lado.
Nicholas decidió que estaba hambriento; no podía esgrimir o encontrar a Seiji y
al resto del equipo si estaba hambriento.
Una vez que adquirió algunos pasteles para evitar el hambre, Nicholas buscó
ayuda, pero los primeros grupos de personas con los que se cruzó hablaban diferentes
idiomas. Reconoció el español. No reconoció más. Era como si Nicholas estuviera
perdido en un mar de extrañeza. Una chica le hizo una pregunta, en la que distinguió
las palabras parlez-vous français, y como Nicholas definitivamente no parlez ningún
français, sólo pudo mirar fijamente a la chica.
Entonces escuchó a gente hablando en español junto a la barra de jugos.
—Hola, estoy buscando a Seiji Katayama —dijo Nicholas a un grupo de chicos que
vestían corbatas escolares moradas y verdes, y hablaban con acento británico que
parecían salir principalmente de sus narices.
Un chico de cabello color pajizo parpadeó y dijo:
—Oh, sé a quién te refieres. El americano que realmente sabe esgrima. Está allí,
sentado con los las Espadas de Bordeaux Blades, Bastien, Marcel y Melodie. Son tres

103
esgrimistas que se han estado entrenando en Bordeaux con el famoso entrenador
Robillard desde pequeños. ¿Te imaginas la suerte que tienen? Bastien Robillard es
el hijo del entrenador y los otros dos son sus amigos. Marcel tuvo que irse a vivir a
Estados Unidos, pobre chico, y no sé mucho sobre la chica, pero todo el mundo dice
que Bastien es uno de los mejores esgrimistas de Europa—.
El chico señaló una mesa debajo de un árbol. Nicholas vio a Seiji primero, la
forma en que se mostraba era inconfundible. Al otro lado de la mesa de Seiji estaba
un chico de Exton, afortunadamente no era Jesse. Nicholas lo reconoció como Marcel
Berré, el francés distante que era el miembro más viejo del equipo de esgrima de Exton.
Alrededor de Marcel estaba Melodie, la chica de ayer y un chico desconocido. Los tres
no se parecían en nada—Melodie, rubia y de piel clara; Marcel, de cabello negro y
piel oscura; y el chico extraño, de cabello castaño con un bronceado de verano—pero
tenían un aire similar de confianza. Quizás fue su entrenamiento. Nicolás recordó al
entrenador con voz de popa en la salle ayer.
El chico que no conocía Nicholas, debía ser Bastien Robillard, él estaba hablando
con Seiji.
Junto a Melodie estaba sentado Eugene. Nicholas se sintió aliviado de que su bro
se viera mejor que el día anterior. Entonces su atención regresó a Seiji de nuevo. Estaba
de espaldas a Nicholas, pero podía decir que Seiji estaba escuchando atentamente lo
que fuera que le estuviera diciendo el esgrimista de Bordeaux. Seiji parecía estar bien.
Sus hombros no tenían la tensión que tenían cuando se veía inmerso en una situación
incómoda.
—Bastien Robillard y Seiji Katayama. Esa es una mesa de genios de esgrima —
confesó el chico, sonando asombrado—. Soy Rupert, por cierto.
—Hola, Rupert, soy Nicholas.
—¡Oh, lo sé! —exclamó Rupert cuando la comprensión apareció en su rostro—. Tú
eres americano. ¡Perdón por lo que dije antes! Estoy seguro de que también eres un
gran esgrimista.
—Lo seré —le dijo Nicholas con un guiño, y se fue a la mesa de Seiji.
Nicholas se acercó con una extraña sensación de desorientación. Había esperado
encontrar a Seiji sentado solo. En cambio, Seiji estaba prestando atención al extraño

104
sentado junto a Marcel, incluso estaba conversando con él. En francés. Parecía que
estaban bromeando. Esto era más extraño que cualquier otra cosa.
—Nicholas, llegas tarde. —dijo Seiji y entrecerrando los ojos con molestia.
Nicholas se relajó ante este saludo familiar en un mundo de extrañeza bajo
árboles extraños.
—Estoy seguro.
El desayuno de Seiji siempre era saludable y totalmente insatisfactorio, por lo
que Nicholas no podía robarlo. Había expresado una vez sus sentimientos sobre este
tema, y Seiji le había dicho que dejara de robar comida. Eso no iba a suceder, así que
habían llegado a un acuerdo: Seiji traería un pequeño panecillo de desayuno para que
Nicholas lo robara, pero tenía que prometer que lo robaría, porque Seiji no lo comería
y desequilibraba su dieta magra y su dieta de máquina de esgrima.
Nicholas revisó el plato de Seiji y vio su rollo, lo agarró y se sintió preparado para
enfrentar al extraño francés.
—Hola, soy Nicholas Cox —dijo Nicholas—. Lo siento, no hablo francés.
El chico asintió de manera amistosa. Parecía un año mayor que Nicholas y Seiji.
—Seiji estaba hablando de ti. Escuché que practicas esgrima en Kings Row con
Seiji.
—Si puedes llamar esgrima a lo que Nicholas hace— dijo Seiji.
Nicholas puso los ojos en blanco. Esperando que el otro chico hiciera lo que
hacían los estudiantes de Kings Row cuando se enfrentaban a la actitud de Seiji.
Ellos retrocedían, rebotando de Seiji como si hubieran esperado aire y en su lugar se
estrellaban hacia una pared de hielo.
El chico sonrió y le guiñó un ojo.
—El genio tiene sus privilegios, uno de los cuales es decir exactamente lo que
el genio piensa. No importa lo poco halagador que sea para aquellos de nosotros
que somos simplemente talentosos. Encantado de conocerte, Nicholas. Soy Bastien
Robillard—.
Bastien parecía genial. ¿Qué estaba haciendo con Seiji?

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Nicholas personalmente pensaba que Seiji era realmente genial, pero se había
acostumbrado a que los demás no compartieran esa opinión. Nicholas se sintió
extrañamente preocupado, como si tuviera algo que pudiera ser arrebatado, pero no
iba a ser como un perro malvado del depósito de chatarra, gruñendo a cualquiera que
se acercara a su hueso.
—¿Cómo conoces a Seiji? —preguntó Nicholas.
—Viví en Francia durante un año, ¿cuántas veces debo decírtelo? —dijo Seiji—.
Su padre era mi entrenador. Bastien y yo solíamos entrenar juntos. Y lo cierto es que
Bastien tiene talento.
Bastien parecía complacido más que insultado por la aceptación implícita de Seiji
de que Bastien decía que Seiji era un genio y Bastien estaba por debajo de él. Pasaron
otros dos muchachos, gritando, “¡Bonjour, Seiji!” Y no parecieron ofendidos cuando
Seiji solo inclinó su cabeza hacia ellos a cambio. Lo tomaron como si estuvieran
acostumbrados.
Nicholas pensó que tenía sentido que mucha gente del Campamento Menton
conociera a Seiji. Solo era inquietante ver a Seiji ser popular. ¿Para qué necesitaba a
Nicholas ahora?
Pero Seiji merecía ser popular. Esto solo significaba que Francia era un lugar
increíble, como Nicholas siempre había creído. No había ninguna razón para esta
horrible sensación de malestar.
En ese momento, Bobby y Dante llegaron a la mesa. Nicholas se puso de pie
para saludar a los dos. Bobby llevaba cintas largas y estrechas en azul, blanco y rojo,
los colores de la bandera francesa. Tenía un aspecto muy elegante. La gente en el
campo de entrenamiento no usaba uniformes, ya que un traje nuevo para un largo
fin de semana sería demasiado, incluso para los niños ricos. Llevaban insignias del
campamento Menton sobre su propia ropa. La insignia era una réplica de peltre de
dos espadas que se encontraban en un partido, con el lema Labor omnia vincit1 escrito
debajo en una escritura fluida.
Había un montón de camisas frescas y pantalones caqui.
—¿Te has enterado de lo de Eugene? —susurró Bobby.
1 Labor omnia vincit: Del latín “El trabajo lo conquista todo”.

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Nicholas frunció el ceño.
—Sabía que se sentía un poco enfermo, pero…
Los grandes ojos marrones de Bobby brillaban con simpatía. —¡Es tan malo como
puede ser!
Nicholas casi deja caer su plato.
—¿Se está muriendo?
—Él está ahí, chicos. —Dante señaló la mesa.
—¡Comió algo con piña y tuvo una reacción alérgica! —exclamó Bobby—. Se
desmayó y tuvieron que llevarlo a la enfermería. Dicen que no lo van a dejar esgrimir
este fin de semana.
—Oh, Dios mío, eso es peor que morir —murmuró Nicholas.
Bobby asintió con tristeza. Dante negó con la cabeza con cansancio hacia ambos.
Eugene vio que los miraba con horror y dijo:
—Abroha. —Él sonaba más tranquilo de lo habitual, pero parecía alegre a pesar
de las ojeras bajo sus ojos. Melodie lo sostenía de la mano. Como consuelo, supuso
Nicholas.
—Me alegro mucho de que estés bien, lamento no haber sabido de las piñas —
exclamó Nicholas con un torrente de alivio.
—Sí, es una mierda no poder esgrimir —dijo Eugene—. Pero me sentaré y miraré
con Bobby. Seguro que aprenderé mucho. ¡Siempre hay que seguir afilando! Incluso
con tu mente. De todos modos, al menos pude conocer a Melodie. Eso hace que valga
la pena.
Melodie y él se sonrieron con cariño, luego Melodie volvió a su conversación en
francés.
—Siento mucho haberte dejado —dijo Nicholas en voz más baja.
Eugene hizo un gesto despectivo con una cosa de pan elegante con chocolate.
—No importa. Lástima que te hayas perdido mi golpe contra el suelo; me han
dicho que fue bastante dramático. Melodie y mi bro del Campamento Menton tuvieron

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que arrastrarme a la enfermería. La verdad, es que todo fue bastante asombroso.
Nicholas no sabía cómo podría ser asombroso un desmayo. Eugene debió darse
cuenta de esto por la expresión de Nicholas.
—Melodie tiene todo ese je ne sais quoi.
—No sé lo que estás diciendo, Eugene.
—Estoy diciendo que las rubias son geniales —dijo Eugene—. Todo el mundo ama
a las rubias.
Nicholas no pudo evitar pensar en Jesse Coste, con el cabello tomando el sol,
imposible de evitar. Él frunció el ceño.
—Yo no.
—Es horrible que esta enfermedad te impida hacer ejercicio mientras estás aquí
—dijo Melodie con simpatía.
—Sólo por esta vez, creo que las ventajas pueden esperar —dijo Eugene.
Melodie y él se volvieron a sonreír. Marcel, el chico del equipo de Jesse en Exton,
les dirigió una mirada genial.
—De verdad, Melodie —murmuró Marcel—. ¿Un chico de Kings Row? ¿de las
reservas?
—Eugene me dice que su equipo es el mejor —respondió Melodie con calma.
Marcel se encontró con la mirada de Nicholas y levantó una ceja mientras se
acomodaba en su asiento, como si lo estuviera evaluando. Nicholas le devolvió la
mirada. Marcel estaba en el equipo de Exton. Un día, sus equipos se enfrentarían en
los campeonatos estatales.
¿Por qué esperar? Nicholas podría esgrimir con Marcel-o con cualquiera de los
chicos de Exton—en el Campamento Menton. El entrenador Arquette había dicho
que la gente esgrime entre partidos de práctica aquí todo el tiempo. Era algo que se
fomentaba. Nicholas sintió su pulso acelerado por la emoción ante la sola idea de
esgrimir contra alguien de Exton. Esperaba poder esgrimir contra Marcel antes de que
terminara el campamento.
—Sabes, Nicholas —el sonido de la voz de Bastien sacó a Nicholas de su ensueño—

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Francia es el lugar de nacimiento de la esgrima moderna. Nuestras habilidades se
han perfeccionado durante generaciones. Nuestros antepasados lucharon en duelos a
través del Viejo Mundo. Me temo que los europeos tenemos algunos prejuicios contra
los esgrimistas estadounidenses. Seiji ciertamente nos enderezó. Espero ver lo que
puedes hacer.
Bobby parecía tan alarmado como se sentía Nicholas.
—Nicholas es rápido como un rayo, pero es nuevo en la esgrima —dijo Bobby con
lealtad.
Bastien le sonrió a Bobby, y Bobby se puso rojo como su cinta.
—Pero eso es maravilloso —dijo Bastien—. De eso se tratan todas las historias, ¿no
es así? El talento natural y bruto que llega tarde al deporte y deslumbra a todos los
que se ponen en su camino. ¿No estás de acuerdo, Seiji?
—No —dijo Seiji—. La gente necesita entrenarse. Así es como funcionan los
deportes. —Seiji examinó el plato de Nicholas con un aire de extremo disgusto—. El
queso danés no debería significar Danés con ocho tipos diferentes de queso apilados
encima.
—Deja de arruinar mi experiencia cultural —dijo Nicholas, sonriendo a Seiji y
comiendo su danés. El queso Comté estaba delicioso.
Bobby hablaba por dos y Dante por ninguno, como de costumbre. Seiji sonreía
de esa manera que no utilizaba ni sus ojos ni su boca, sino que era simplemente una
relajación de su ceño fruncido habitual. Bastien era un tipo agradable, y Melodie y
Eugene se llevaban como una casa en llamas. Por un momento pareció que todo iba
a estar bien.
Entonces, Jesse Coste se acercó, con la luz del sol francés convirtiendo su cabello
en un elegante casco dorado. El día se oscureció a su alrededor. Marcel y él saludaron
con la cabeza en señal de solidaridad con Exton.
—Hola, Jesse —dijo Bastien—. Jesse va a Exton con mi amigo Marcel. Sus escuelas
están cerca, ¿no? ¿Se conocen todos?
Jesse miró a Nicholas con cortés inexpresividad.
—¿Te conozco?

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—Estoy en el equipo que te va a ganar en la estatal —respondió Nicholas.
—En cualquier caso, conozco a Seiji. Él y yo hemos sido compañeros de esgrima
desde que éramos pequeños —anunció Jesse. Le dirigió a Seiji una mirada posesiva,
como si Seiji fuera una espada o un trofeo.
Bastien frunció el ceño.
—Qué extraño que nunca te haya mencionado.
—Eso es extraño —dijo Jesse con suprema compostura—. Hola de nuevo, Seiji.
—Hola —dijo Seiji con voz inexpresiva.
Toda la luz parecía ahora desvanecida del jardín.
—¿Es agradable estar de vuelta en Francia? —le preguntó Bobby a Marcel
alegremente, cubriendo la breve pausa.
Marcel se relajó un poco. Bobby tenía ese efecto en la gente.
—He estado deseando volver a casa todo el año.
—Pero estás en el mejor equipo de Estados Unidos, así que no todo está mal —dijo
Jesse con su alegre sonrisa.
La mesa llena de estudiantes de Kings Row se erizó.
Bobby lo intentó de nuevo.
—Me encanta tu cabello. ¿Qué tipo de champú usas? —le preguntó a Melodie
valientemente.
—No lo sé… —Melodie parecía un poco perpleja—. ¿De los que hay en las duchas
de mi salle?
Bastien se rio, rodeando con un brazo la cintura de Melodie.
—Melodie aprendió a jugar con los pies cuando tenía tres años. La esgrima es en
todo en lo que piensa. Ella es muy buena.
Melodie le sonrió.
—Bastien me ha entrenado casi tanto como su padre.
A veces, Nicholas se imaginaba haber aprendido esgrima desde la infancia. Tener

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las mismas habilidades pulidas por el tiempo que Jesse para que Seiji no lo despreciara
nunca.
—Sé que los Robillards son una famosa familia de esgrimistas —dijo Jesse con
su sonrisa súper brillante que hacía que a Nicholas le doliera la cabeza. Bastien le
devolvió la sonrisa.
—Los Coste tampoco se quedan atrás. De tal palo, tal astilla, por todo lo que he
escuchado.
—La gente dice eso —admitió modestamente Jesse. Miró duramente a Nicholas
como si pudiera sentir el peso de la mirada de Nicholas sobre él y deseara eliminar un
irritante—. ¿Tienes alguna familia de la quieras hablar?
—No. No se puede hablar de ella —dijo Nicholas distante.
Sabía que su voz sonaba extraña. Le salvó que Bastien se dirigiera a Dante en
italiano, hablando largamente y terminando una oración con una inclinación hacia
arriba, como si estuviera haciendo una pregunta amistosa. Dante levantó la vista de
su plato y respondió brevemente. Bastien pareció desconcertado.
—¿Qué dijo Dante? —Nicholas susurró.
Bobby le respondió en un susurro:
—Él dijo que odia la esgrima.
—Bien —dijo Nicholas—. Clásico de Dante.
Marcel, Bastien y Melodie miraron a Dante. Parecían demasiado educados para
señalar que se trataba de un campamento de entrenamiento para esgrimistas.
—Este es un campamento de entrenamiento para esgrimistas —dijo Jesse Coste.
Dante se encogió de hombros. Jesse volvió a mirar la parte posterior de la cabeza
de Seiji con el aire concentrado de alguien que intenta el control mental, como si Jesse
pensara que su fuerza de voluntad le daba superpoderes.
—Es realmente genial ver a tantos estadounidenses aquí —continuó Bastien con
determinación—. Normalmente, son las mismas personas una y otra vez. Los esgrimistas
vienen al Campamento Menton desde Francia, por supuesto, y desde Italia, Alemania
e Inglaterra, pero nunca antes desde Estados Unidos. Todos estamos deseando ver sus

111
habilidades.
Por lo que decía el chico inglés de la mesa del buffet, no parecían estar esperando
mucho. Nicholas sintió una sacudida de horror ante la idea de cumplir con las
expectativas de todos.
—Los estadounidenses no se toman el deporte en serio —comentó Marcel.
—Me tomo todo en serio —dijo Seiji.
Eso era tan innegablemente cierto que silenció a toda la mesa. Nicholas deseaba
que el capitán estuviera aquí. Harvard era tan firme; el anclaba a todo su equipo.
Harvard estaba sentado en otra mesa y hablando con un chico que Nicholas creía
reconocer de su partido con MLC. Sin embargo, tal vez estaba equivocado y Harvard
había entablado amistad con una persona al azar. Su capitán tenía una personalidad
ganadora. Incluso a Aiden le agradaba, y a Aiden no le agradaba nadie. A veces,
Nicholas tenía la sensación de que a Aiden ni siquiera le agradaba él mismo.
¿Dónde estaba Aiden? Últimamente llegaba tarde a todo. Decía que estaba
durmiendo hasta tarde, pero no parecía que estuviera durmiendo mucho. Nicholas no
podía entenderlo.
El silencio que había caído sobre su mesa pareció extenderse hasta que fue el
único sonido un susurro de las hojas en una cálida brisa ondulante. Nicholas miró a su
alrededor para ver por qué y notó que Aiden había venido por fin a desayunar.
Aiden no parecía haber dormido mucho, pero eso era lo normal en estos días,
así que tal vez no era el desfase de horario sino su estilo de vida de fiesta lo que lo
estaba afectando. Estar cansado en realidad le sentaba bien a Aiden, volvía su rostro
misterioso con ángulos y huecos en él. Las hojas de los limoneros caían, aparentemente
en cámara lenta, y quedaron atrapadas en su elegante cabecera. La gente se detenía
con los tenedores congelados a medio camino de sus bocas abiertas cuando Aiden
pasó.
Pero Aiden seguía siendo molesto, así que, ¿cuál era su problema?
Bastien se había agarrado al borde de la mesa de picnic como si se aferrara al
borde de un acantilado.

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—Oh, y lo digo con sentimiento, mon Dieu2.
Nicholas no estaba seguro de lo que eso significaba.
Bobby se inclinó para susurrarle a Nicholas.
—¿Ves la forma en que Bastien está mirando a Aiden? Y Bastien es increíblemente
guapo, ¿no?
—¿Lo es? —Nicholas lo comprobó.
El sol francés parecía diferente del sol estadounidense, a la vez más brillante y
más pálido, de color prímula. La luz del sol salpicaba a través de las hojas de las ramas
sobre la mesa de picnic. Los hombros de Bastien eran anchos debajo de su polo blanco,
y su cabello castaño rizado estaba desordenado a propósito. Tenía la barbilla hendida.
—Casi tan guapo como Seiji —confirmó Bobby con voz muy baja.
—¿Qué? De ninguna manera —dijo Nicholas.
—¿Crees que Bastien y Aiden salgan juntos?
Nicholas se encogió de hombros.
—Probablemente. Aiden sale con todo el mundo, ¿cierto?
Aiden incluso había salido con el capitán, pero eso no había durado mucho.
Nicholas sintió otra punzada de inquietud. Harvard y Aiden parecían realmente felices
cuando salían. ¿Se sentiría bien el capitán al ver a Aiden irse con otros chicos como
solían hacerlo?
Incluso las cosas familiares se sentían extrañas en Francia.
El silencio que había caído sobre la mesa fue roto por Melodie opinando que
Aiden era demasiado delgado para su gusto, y Jesse preguntando imperiosamente qué
estaban mirando todos.
—Tu capitán, sin embargo, sus hombros tienen un gran potencial. —Melodie miró
furtivamente a Eugene—. Muchos hombres descuidan sus deltoides.
—¡Eso es lo que siempre digo! —Eugene exclamó.
Bastien seguía mirando a Aiden, pero con un gran esfuerzo por ser educado,
volvió a centrar su atención en la mesa.
2 mon Dieu: Mi Dios.

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—Me disculpo. —Bastien se volvió hacia Nicholas con una sonrisa de disculpa—.
Me distraje por un segundo ahí. Nicholas, antes de que vinieras, Seiji estaba diciendo
que eres su compañero de esgrima.
La expresión alegre de Jesse se transformó en un eclipse.
—La esgrima con Seiji siempre fue una revelación —dijo Bastien—. Me encantaría
practicar esgrima con su compañero. Después de los ejercicios, ¿qué te parece si tú y
yo tenemos un combate, Nicholas? A todo el mundo le gusta ver un buen combate.
¡Su primer combate de práctica! El corazón de Nicholas se aceleró de emoción.
—¡Sí, totalmente!
A veces, la gente comentaba que Nicholas corría imprudentemente hacia el
desastre. Nicholas no entendía lo que decían.
—Maravilloso —dijo Bastien felizmente—. Bueno, quiero ir a presentarme con
alguien. Nos vemos luego, Nicholas. Estoy emocionado por descubrir lo que puedes
hacer.
Se levantó fácilmente del banco y se lanzó hacia la espalda de Aiden en retirada.
El corazón de Nicholas latía con fuerza, su cuerpo estaba lleno de nervios y
anticipación. Se sentía como si tuviera alfileres y agujas, pero de una manera
agradable. Su primer combate. ¡Su primer combate con todo el mundo mirando!
Nicholas no podía esperar, pero tenía un día completo de entrenamiento por delante,
el tipo de entrenamiento que había forjado a esgrimistas como Seiji y Jesse. El tipo de
entrenamiento que preparaba a la gente para los Juegos Olímpicos.
Bastien había llamado a esto el Viejo Mundo, con una inflexión que sugería que
el mundo de Nicholas no podía compararse. Con sus antiguos edificios de piedra y
su sistema de reglas tan inflexibles como la piedra, parecía un mundo totalmente
diferente. Pero Nicholas ahora se sentía como en casa en Kings Row. También podría
demostrar su valía en el Campamento Menton.
Cuando Nicholas levantó la vista de su plato, encontró a Jesse mirándolo. Jesse, a
quien Seiji le había dicho que Nicholas no podía competir.
—¿Qué? —preguntó Nicholas.
Jesse abrió mucho sus ojos azules.

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—Estoy ansioso por ver tu combate —respondió Jesse inocentemente—. Estoy
muy emocionado de que todos descubran exactamente lo que puedes hacer.

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CAPÍTULO 16
AIDEN

Traducido por Kasis


Corregido por Achilles

Aiden estaba exhausto antes de que comenzaran los ejercicios de entrenamiento en


el Campamento Menton. Le preocupaba que los ejercicios pudieran matarlo. No había
dormido bien en la cama a la que Harvard lo había exiliado, tan lejos de Harvard como
pudiera estar. Se levantó temprano para caminar inquieto por los acantilados, mirando
al mar, y cuando finalmente llegó a desayunar, descubrió a Harvard comiendo con
su nuevo mejor amigo, Arune. Genial. Bien por Harvard. Aiden resistió el impulso de
acercarse y se alejó tranquilamente.
Algunos chicos intentaron hablar con Aiden, como de costumbre pero estaba
ocupado. Tuvo que encontrar a su nuevo mejor amigo, el café.
—Llegas tarde —observó un entrenador con ojos grises como el acero cuando
Aiden finalmente entró la Salle d’armes agarrando su taza de café—. Eso conlleva
sanciones para todo tu equipo.
Aiden echó un vistazo a su equipo, acurrucados juntos en el denso frío que solo
se acumulaba en los viejos edificios de piedra.
Aiden, negándose a acercarse a ellos o a mostrar la menor aprensión, dijo
arrastrando las palabras,
—¿Qué sanciones?
—No pueden ser peor que las carreras de suicidios —murmuró Nicholas.
—Suicidios —respondió sucintamente el entrenador.
¡Ah! Lo único peor que los suicidios. Son más suicidios. Aiden y Nicholas pusieron
los ojos en blanco, unidos en desaprobación de las reglas del campamento en general
y de los suicidios en particular. Nicholas le dio a Aiden una pequeña sonrisa después.
—Ya te has perdido parte de los ejercicios, —dijo el entrenador—. Es esencial que
te esfuerces al máximo por la parte restante.
Aiden no estaba en el mejor estado mental de esfuerzos. No estaba en un estado
de esfuerzo.
—¿Cuál es nuestro objetivo? —gritó el entrenador. Aiden recordaba vagamente
que su nombre era Robillard.
—¡Velocidad, fuerza, técnica! —gritaron los otros equipos.
—Te perdiste la orientación —murmuró Nicholas.
—Seré honesto contigo, Nicholas, no habría escuchado de todos modos — murmuró
Aiden.
Comenzaron con ejercicios específicos de esgrima en los que ejecutaban
movimientos similares a los de esgrima. Una vez perfeccionados, pasaron a los
ejercicios transferibles de esgrima, en los que realizaban movimientos no relacionados
con esgrima para aumentar la fuerza y la flexibilidad. Para la esgrima. Entonces, y sólo
entonces, se les permitiría tomar las espadas.
Así que esto era el infierno.
Aiden probablemente merecía estar allí, pero Harvard no.
Comenzaron con saltos laterales, cinco series de quince repeticiones. A mitad de
la primera serie, Aiden se sintió mareado. Tal vez debió haber desayunado o haber
comido ayer.
Nicholas parecía que iba a vomitar. Harvard dejó su propia pista para ver a
Nicholas, murmurando consejos. Dudó junto a Aiden por una fracción de segundo,
pero estaba claro que Aiden no valía la pena. Harvard siguió adelante.

117
El entrenador Robillard sancionó a Harvard por hacer una pausa. Se les asignó
más suicidios.
Los saltos largos de pie fueron un poco mejor, pero la última semana estaba
realmente alcanzando a Aiden, y honestamente, ¿por qué molestarse? ¿Por qué amar
la esgrima? ¿Por qué amar cualquier cosa?
Cuando se les obligó a hacer cinco series de saltos largos invertidos, Aiden
comenzó a mover las pestañas al azar a chicos en la salle d’armes, para ver a cuáles
podía hacer tropezar. La respuesta fue... a la mayoría de ellos.
—¡Señor Kane! —espetó el entrenador Robillard.
—No me haga hacer suicidios porque soy hermoso —dijo Aiden.
Al equipo de Kings Row se le asignaron más suicidios.
Le siguieron sentadillas de pistola, saltos verticales, bandas de empuje y planchas
invertidas. El equipo de Kings Row apestaba. Habría sido vergonzoso si a Aiden le
hubiera importado.
No se atrevió a dejar que sus ojos se detuvieran en Harvard, con sus músculos
moviéndose, elegantes bajo los colores danzantes que desprendían los ventanales. No
podía ver a Harvard moverse, ni observar su constante y atenta amabilidad hacia todos
menos él. Pero el propio Aiden era terrible, y Nicholas estaba agitado. Él claramente
no había hecho la mitad de estos ejercicios antes.
Solo Seiji se movía con absoluta y elegante precisión. Debería haber estado
atrayendo miradas de admiración. En cambio, debido a la compañía con la que estaba,
estaba atrayendo miradas de lástima.
Seiji mantuvo su mirada fija hacia adelante, con su expresión neutral. Con cada
mirada de lástima que recibía Seiji, el rostro de Nicholas se nublaba de miseria y furia.
Nicholas estaba cometiendo más y más errores.
Exton y MLC seguían el ritmo mucho mejor. Los esgrimistas del MLC no estaban
a la altura de los esgrimistas europeos, pero se veían bien en comparación con Kings
Row. Exton estaba muy por delante, suaves y pulidos. Liderados por su capitán, Jesse,
una figura brillante que se movía suavemente en la pista como si estuviera patinando
sobre hielo, Exton parecía un ganador.

118
Como capitán del equipo de Kings Row, Aiden sabía que Harvard tenía la esperanza
de ganar los campeonatos estatales este año. Aiden había esperado un poco lo mismo.
Pero claramente, si le preguntabas a cualquiera en el Campamento Menton, ellos
dirían que Kings Row no tenía ninguna posibilidad de ganar el campeonato.
Afortunadamente, Aiden había decidido dejar de esperar algo antes de llegar.
El entrenador concluyó los ejercicios y dijo:
—Excelente trabajo, todos. Kings Row, espero más de ustedes. Sr. Kane, no volverá
a llegar tarde a nuestras clases.
Con eso, era hora de un descanso.
—¿Dónde está Eugene? —Aiden preguntó distraídamente mientras Harvard
animaba a los demás a hidratarse—. ¿Fingió estar enfermo? Sospecho que Eugene es
un genio en secreto.
Harvard frunció el ceño en dirección a Aiden, que era la primera vez que realmente
miraba a Aiden en todo el día.
—Eugene se desmayó y tuvo que ir a la enfermería.
Aiden evaluó su creencia de que Eugene era un genio secreto.
—Debería intentar desmayarme para salir de estas clases también —dijo arrastrando
las palabras—. Tú podrías atraparme.
Era una broma. Así era como Aiden siempre hablaba con Harvard. Hizo que ambos
se congelaran. Aiden sintió como si alguien lo hubiera apuñalado con un carámbano
que se rompió, dejando fragmentos fríos abriéndose camino en su corazón. Se preguntó
si Harvard recordaba el tiempo durante las caídas de confianza como Aiden había
revivido ese momento con demasiada frecuencia. Había pensado continuamente en
cómo había sido mantener a Harvard, caliente en sus brazos, y sentir que podía
retenerlo. Harvard probablemente no recordaba nada.
Harvard miró a Aiden y luego desvió la mirada.
—Mira. He estado pensando. ¿Qué tal si, eh, hacemos algo juntos esta noche
después de la esgrima? —Antes de que Aiden pudiera responder, Harvard agregó
rápidamente—. Ya sabes, como amigos.

119
La breve esperanza brillante que se había convertido en luz en el pecho de Aiden
se convirtió en un agujero negro.
—Lo siento amigo. Estaré ocupado más tarde —mintió Aiden con despreocupación—.
Tengo una cita.
Dejó el salle d’armes, dejando los ojos oscuros y decepcionados de Harvard y
salió a la luz del día. Había demasiada luz allí. Hacía que los ojos agotados de Aiden
ardieran. Se apoyó contra la fría pared de piedra, echando la cabeza hacia atrás y
deseando paz.
—Oh, hola. Ahí estás. Soy Bastien —dijo un chico francés.
Aiden abrió los ojos y se obligó a sonreír.
—Aiden Kane. Publican sobre mí en los foros de mensajes de esgrima. Las
advertencias son ciertas.
El chico francés parecía intrigado. Aparentemente, la gente del Campamento
Menton no tenía sentido de autoconservación. Aiden miró por encima de su hombro
a Harvard, que se reía de nuevo con el estúpido Arune. No había visto a Arune desde
la escuela primaria, cuando Arune se había reído—con bastante gentileza, pero aún le
dolía—de Aiden por ser la pequeña y devota sombra de Harvard. La humillación tenía
un particular sabor a carbón en el fondo de la boca de Aiden con el que estaba muy
familiarizado en ese momento. ¿Harvard había estado en contacto con Arune todo
este tiempo y nunca lo había mencionado?
Ver a Arune hizo que se sintiera como si todavía fuera ese niño que solía aferrarse
a Harvard, cuando Arune y Harvard eran amigos y él se sentía como el arrimado
del grupo. Pero había cambiado desde entonces. Arune no parecía haber cambiado
mucho. Todavía parecía genial.
Arune era tan alto como Harvard, y tan bueno en los deportes, y amable de la
misma manera que lo era Harvard, sin siquiera tener que pensar en ello. Aiden se
había preocupado durante toda la escuela primaria de que Harvard lo cambiara por
otro mucho mejor amigo.
Sin embargo, había más en los sentimientos de Aiden por Arune que unos celos
mezquinos. No podía mirar a Arune sin recordar ese incidente cuando tenían nueve

120
años, y sintió que su interior se enroscaba de vergüenza.
No, Aiden no lo pensaría.
El chico francés—¿Blaise?—hablaba de dar la bienvenida a los estadounidenses
al Campamento Menton y un combate que tendrían más tarde. Aparentemente, era el
primer combate en el Campamento Menton del año.
—Veo que eres difícil de impresionar —decía el chico francés—. Pero si me dejas
intentarlo, creo que puedo lograrlo.
—Quién sabe lo que podría dejarte hacer —murmuró Aiden.
Bernard, o quien sea, sonrió.
—Si gano mi combate, es una tradición que obtenga una recompensa. Entonces…
¿Crees que podría conseguir una cita?
El impulso hacia la crueldad se agitó, de la misma manera que lo había hecho
con el último chico sin nombre y sin rostro en Kings Row. Aiden sonrió, y no fue una
sonrisa agradable, pero el chico francés parecía fascinado.
—Solo si lo aplasta completamente —ronroneó Aiden.
Tal vez se sentiría mejor si veía a alguien más sentirse peor.
Los movimientos vacíos del coqueteo fueron fáciles, gracias a Dios. Los rayos
del sol en Francia parecían particularmente penetrantes, rebotando en las montañas
blancas y el mar azul para apuñalar a Aiden en los ojos. Él había querido ir a Francia,
pero dondequiera que fuera, ahí estaba. No parecía haber esperanza de rescate.
Excepto que la entrenadora Williams dijo:
—Quisiera hablar contigo, si eres tan amable, Aiden Kane.
Aiden se acercó a donde estaba la entrenadora, con una breve sensación de
alivio. La ropa de vacaciones de la entrenadora parecía ser una sudadera con capucha
azul y blanca, un poco más elegante que la sudadera con capucha roja y blanca que
usaba en Kings Row.
El alivio se esfumó cuando Aiden se acercó más. La forma en que la entrenadora
lo miró, con un reproche en sus ojos oscuros y directos, hizo que Aiden quisiera
estremecerse. Así que levantó la cabeza y se burló en su lugar.

121
—¿Sobre de qué se trató la actuación de hoy? Me sorprendes.
—A estas alturas, no puedo imaginar por qué —dijo Aiden—. Me parece un
comportamiento totalmente acorde para mí.
Él se preguntó cómo estaría Eugene.
—¿Vas a preguntarme cómo está Eugene?
—Eso no se me ocurrió —dijo Aiden—. No.
—Tu compañero de equipo está bien —le dijo la entrenadora enérgicamente, y
Aiden dejó escapar un pequeño suspiro de alivio. La entrenadora lo captó. Sus ojos se
agudizaron—. ¿Por qué estás esforzándote tanto en arruinar tu vida, Aiden?
No estaba tratando de arruinar su vida. Solo intentaba ser alguien que pudiera
estar contento con lo que tenía. Estaba cansado de querer lo que no podía tener.
Lo había hecho durante años. Una vez que empezó a salir por ahí, al menos tuvo el
alivio de la distracción, el placer de ser deseado. Todavía quería lo que no podía tener,
todavía le dolía, pero Aiden podía pensar menos en eso.
Luego, Harvard había comenzado a tener citas, y se sentía desdichado y
extraordinariamente miserable, y cuando Harvard se sintió inseguro acerca de cómo
eran las citas, intentaron su desafortunado experimento de citas. Y Aiden de repente
se dio cuenta de exactamente lo que se estaba perdiendo—con detalles vívidos y
devastadores. Seguía pensando que, si lo hubiera hecho bien, si hubiera sido mejor
de alguna manera, entonces Harvard habría querido salir con él de verdad. Solo que
Aiden no había sido lo suficientemente bueno.
Él tenía que aceptar que no era lo suficientemente bueno.
Eso parecía largo y vergonzoso de explicar, y Aiden tenía alergia a ser
emocionalmente vulnerable.
—No sé lo que quiere decir, entrenadora —respondió Aiden—. ¿Mi papá? Rico. ¿Mi
cara? Hermosa. ¿Mi vida personal? Emocionante. ¿Cuál es el problema?
—El problema es, Aiden, que si sigues como hasta ahora, podrías meterte en
verdaderos problemas. Ten cuidado. Imagina el peor de los casos aquí: si te expulsan
del Campamento Menton, tu padre te sacará de Kings Row antes de tener que enfrentar
cualquier consecuencia.

122
Nunca había querido ser como su padre, pero tal vez lo era de todos modos. Era
hora de poner los sueños de la infancia en un estante donde debería haber puesto su
osito de peluche de la infancia hace años, junto con esos viejos anhelos infantiles de
ser bueno y ser amado.
—C’est la vie1 —dijo Aiden.
La entrenadora dejó escapar un suspiro explosivo.
—Siempre puedes arreglar cualquier error, Aiden, sin importar lo malo que sea.
No es demasiado tarde. Todo lo que tienes que hacer es intentarlo.
—Perdón, ¿eres entrenadora de esgrima o entrenadora de vida? —preguntó Aiden.
—¡Ojalá lo intentaras en la esgrima! —espetó la entrenadora—. Realmente pensé
que estabas cambiando, Aiden. Por fin estabas intentando trabajar en equipo. Estabas
hablando con tu madrastra de nuevo. ¿Qué salió mal?
Rosina no había sido la madrastra de Aiden. Había dejado al padre de Aiden—y
a él—antes de casarse. Nadie se quedó, excepto Harvard. Aiden nunca había confiado
en nadie para quedarse y que le importara… excepto Harvard.
Recordó a Harvard de pie junto a la ventana de su dormitorio en Kings Row.
La única persona a la que Aiden había amado realmente, diciéndole a Aiden que
enamorarse de él era lo peor que podía imaginar.
—Supongo que soy un caso perdido —dijo a la ligera.
La entrenadora estaba masajeando su frente. Aiden la dejó para poder experimentar
la desesperación existencial entre los limoneros.
Después de un tiempo, regresó hacia el sonido de murmullos y una oleada de
risas. Parecía haber algo de emoción. Se acercó, vagando por el pasillo hacia la salle
d’armes, escuchando las voces. Al parecer, la gente esperaba con ansias lascivas ver a
uno de los campeones franceses derrotar a un chico americano.
En los bordes de la salle d’armes, se reunía una gran multitud, buscando asientos
en los bancos circulares, o lugares para estar de pie. Harvard era fácil de detectar, los
ojos de Aiden estaban acostumbrados a buscarlo y encontrarlo en cada multitud. Sus
hombros eran anchos debajo de una camisa blanca, y estaba de pie junto a Arune, con
1 C’est la vie: así es la vida.

123
su expresión más atenta y solidaria. Harvard había abrazado a Arune cuando llegaron;
no había tocado a Aiden, aparte de agarrar su brazo, en más de una semana. Escuchó
con más atención los susurros que circulaban para averiguar quién era el esgrimista
estadounidense.
Una fría aguja de recelo se clavó cuando vio al chico francés demasiado confiado
que cruzaba a lo largo de la pista hacia una figura más pequeña, que hacía que los
blancos parecieran estar mal vestidos. Se dio cuenta, que era Nicholas Cox.
A menudo se burlaba de Nicholas. No podía entender la forma en que Nicholas
vivía o se peinaba, pero eso no cambiaba el hecho de que Nicholas era su compañero
de equipo.
Aiden había pedido que lo aplastaran.
La entrenadora dijo que podía remediar sus errores, pero seguía cometiendo
errores nuevos.

124
CAPÍTULO 17
SEIJI

Traducido por Luna R


Corregido por Achilles

Era tranquilizador volver a estar rodeado de esgrimistas de su nivel. Seiji amaba ver las
fortalezas de otros esgrimistas que él podría replicar y mejorar. Le gustaba el trabajo
duro y los ritmos intensos de los ejercicios de esgrima, la sensación de impulsarse a
sí mismo y a su cuerpo una y otra vez. Disfrutaba que los ejercicios crearán memoria
muscular, de modo que los movimientos pudieran perfeccionarse y luego hacerse sin
esfuerzo.
Pero Seiji era, por supuesto, consciente de las miradas fijas que Kings Row recibía
cada vez que eran señalados y enviados a correr suicidios.
—Perdón —jadeó Nicholas.
Seiji parpadeó.
—¿Por qué?
—Porque tenemos que correr todos estos suicidios —dijo Nicholas.
A Seiji no le gustaba especialmente correr suicidios, pero veía su importancia.
Mejoraban la velocidad, la resistencia y, lo más importante para un esgrimista, la
explosividad, la capacidad de aprovechar la potencia muscular en una ráfaga, la cual
era esencial para estocadas. Eso fue lo que se dijo a sí mismo cuando sintió la mirada
de Jesse en él. Obligó a su mente a volver a la tarea que tenía entre manos.
La primera vuelta, en las pistas marcadas a través de árboles de limón, fue una
carrera entre todos los esgrimistas en el Campamento Menton. Para falta de sorpresa
de Seiji, Kings Row llegó al último.
Luego tuvieron que correr más suicidios. Su equipo tenía un número récord
de suicidios corridos. A partir de este día, tuvo la sospecha de que Kings Row sería
considerado inolvidable en el Campamento Menton.
Era mejor correr suicidios a un ritmo constante y no convertirlas en una carrera,
pero Nicholas nunca escuchó cuando Seiji le dijo esto.
—¡Gané! —jadeó Nicholas cuando finalmente terminaron.
—No se puede ganar en los suicidios —respondió Seiji.
—¡Bueno, acabo de hacerlo! —Nicholas se apoyó contra un árbol de limón y tragó
saliva.
Seiji reguló su propia respiración.
—No lo hiciste. Si alguien ganó, yo lo hice, porque lo hice correctamente y mantuve
el ritmo.
—Te gané en los suicidios, y ahora arrasaré en ese combate con Bastien.
—No me venciste, y ahora debes hidratarte.
Sacó el agua extra que llevaba para Nicholas y lo obligó a beberla, lanzando unas
gotas de agua a Nicholas para enfatizar su punto. Nicholas vertió la botella de agua
sobre su propia cabeza.
Cuando regresaron a la sala de armas, el equipo de Exton estaba de pie fuera
de la puerta de la capilla: Jesse; Marcel; y los gemelos Leventis, Thomas y Aster, que
formaban el resto del equipo. Aster estaba en el equipo y Thomas en la reserva, lo que
sorprendió a Seiji ya que el año pasado Thomas había sido, por mucho, el esgrimista
más fuerte, pero no prestó mucha atención al repuesto a los gemelos. Jesse ya estaba
mirando en su dirección, y por su expresión, algo lo había molestado terriblemente.
Seiji no tenía idea de qué podría ser. Jesse no estuvo corriendo suicidios. Jesse no

126
estaba dispuesto a ver cómo su compañero de esgrima era diezmado frente a todo el
campo de entrenamiento.
Seiji tuvo que ser testigo del combate de Nicholas a pesar del sentimiento de
renuencia en su pecho, como si hubiera una piedra dentro de su pecho que tuviera
que sacar.
Los amigos tenían que ver los combates de otros amigos. Nicholas le había
enseñado eso. A pesar de que Jesse estuviera allí.
Para alivio de Seiji, Nicholas pasó por las puertas de la capilla sin decir una
palabra a Jesse. Había notado que Nicholas se comportaba extraño con Jesse. Quizás
Nicholas estaba intimidado por él.
Nicholas fue a ponerse su traje de combate, y Seiji fue a unirse a la audiencia.
Decidió no sentarse con el resto de la gente de Kings Row, porque a Bobby no le
gustaba Seiji y se quedaría callado y no lo disfrutaría. En lugar de eso, se quedó solo,
listo para presenciar el desastre.
Su corazón dio un vuelco cuando Nicholas y Bastien se pusieron en posición
en la pista. Jesse entró en la sala de armas sin sus compañeros de equipo de Exton,
dirigiéndose directo a él. Seiji miró al frente, viendo a Nicholas y Bastien. El cielo a
través de las vidrieras era el mismo brillante azul pálido como el mar más allá de los
árboles y la luz del sol transformaba las tiras de acero en un amarillo fundido. Nicholas
y Bastien, tomaron la posición de en garde encarados el uno con el otro, parecían el
cuadro ilustrado de un libro de cuentos. Seiji sabía cómo terminaría esta historia.
—¿Te importaría que entrenemos juntos más tarde? —preguntó Jesse
descuidadamente.
—No —dijo Seiji.
No sabía cómo Jesse podía pensar en entrenar cuando estaban por ver cómo se
desarrolaría una tragedia ante sus ojos. Bastien estaba siendo llamativo hasta lo que
Seiji consideraba un grado innecesario, su técnica impecablemente mostrada resaltaba
lo tosca que era la técnica de Nicholas en contraste.
Había idiosincrasias particulares que se mostraban en las técnicas de esgrima
que podían distinguirse por nacionalidad, reflejando la formación predominante

127
en esos países. A Seiji le parecía un área de estudio fascinante. Cada fortaleza que
observaba le brindaba la oportunidad de aprender y sobresalir. Los italianos favorecían
el trabajo de sable y los húngaros, los floretes. Los equipos coreanos eran entrenados
para la velocidad, cada movimiento a la velocidad del rayo, y los equipos franceses
generalmente excelentes dependían de un bloqueo fuerte.
Seiji recordaba que el bloqueo de Bastien era especialmente fuerte. Por eso es
que solía entrenar con él.
Nunca había aceptado a un compañero de esgrima inadecuado hasta Nicholas.
Para Nicholas, cuyo entrenamiento era tan escaso y cuya única oportunidad era
golpear rápido y superar la guardia de alguien, esgrimir contra alguien cuya estrategia
principal se enfoca en defenderse contra una estocada era un desastre.
Seiji hizo una mueca cuando Bastien bloqueó a Nicholas sin siquiera haberlo
intentado.
—Vaya —murmuró Jesse, sonando casi impresionado—. Es terrible.
—¡Él no está entrenado! —espetó Seiji.
Los ojos de Jesse se entrecerraron, como las contraventanas que se cierran en el
cielo azul.
—No me importa el por qué es terrible. Solo me importa que es terrible.
Nicholas, intrépido como de costumbre, intentó un ataque por desenganche.
Bastien vaciló por un instante, sorprendido por la rapidez con la que Nicholas pudo
moverse, pero fue sólo un instante. Al momento siguiente, Bastien usó un bloqueo,
y Nicholas estaba congelado y parpadeando como si no estuviera seguro de lo que
Bastien había hecho.
Nicholas tenía el valor y la velocidad, pero los atletas, se hacían, no nacían.
Si hubiera tenido un entrenador desde los siete años como Seiji, podría haber sido
diferente. Pero nadie había moldeado el potencial de Nicholas.
Jesse tenía razón. Los hechos eran hechos. Tenías que aceptarlos, no importando
lo tristes que fueran. Estaba acostumbrado a aceptar la evaluación de Jesse de los
esgrimistas, y Jesse podía ver todas las debilidades de Nicholas de la misma forma que
Seiji lo hacía.

128
En ese momento, Bastien desvió la espada de Nicholas con un fuerte y afilado
movimiento a lo largo de ella, batiendo y presionando a la vez. Nicolás dejó caer su
espada al suelo, totalmente desarmado. Un murmullo escandalizado y horrorizado se
elevó entre la multitud. Habían venido a ver al estadounidense ser vencido, pero no se
habían dado cuenta de que sería destruido de esa manera.
El recuerdo de perder su punto final ante Jesse hizo que Seiji cerrara los ojos en
un breve y frío destello de vergüenza.
—Pobre chico —dijo Bastien, deteniéndose junto a Seiji una vez que el partido
terminó, y hablando demasiado bajo para que Nicholas lo oyera—. Nicholas no está de
ningún modo cerca de tu nivel.
—Esto no es propio de ti, Seiji —añadió Jesse, lo suficientemente alto como para
que Nicholas escuchara—. Sabes que eres mejor esgrimista que todos en Kings Row.
Tú no perteneces ahí. Tú perteneces a Exton. Conmigo.
Sus ojos eran claros y de un azul frío, los ojos que Seiji había evaluado toda su
vida. Seguía diciéndose a sí mismo que debía aguantar y ganar, pero ¿qué tal si Jesse
tenía razón?
Seiji giró sobre sus talones y salió de la sala de armas. Alcanzó a Nicholas junto
a la puerta de la armería. Antes de que Nicholas pudiera hablar, Seiji espetó:
—Crees que puedes ganar solo por quererlo. Pero no puedes. La única forma de
ganar es ser mejor que tu adversario. Si no puedes hacer eso, simplemente te estás
avergonzando a ti mismo.
Bajo su bronceado de verano desvanecido, Nicholas se puso pálido.

129
CAPÍTULO 18
NICHOLAS

Traducido por Ash A


Corregido por Achilles

Al final del entrenamiento de su primer día, Nicholas estaba tumbado de espaldas en


la hierba y en un estado de desesperación.
—Vaya, tu partido no estuvo nada bien —murmuró Bobby—. Hasta Dante se dio
cuenta de que estuvo mal.
Dante asintió.
—Sí, Bobby. Gracias, lo sé. —dijo Nicholas.
—Todo el campamento vio cómo se te caía la espada al suelo.
—También sé eso. —dijo Nicholas.
Mucho peor que todo el campamento lo vio, Seiji lo había visto. Jesse Coste lo
había visto mientras estaba de pie junto a Seiji. Y Seiji había sido avergonzado por
Nicholas.
Le dolía al pensarlo, mucho peor que el hecho de que Nicholas se sintiera
avergonzado. Nicholas nunca habría llegado a Kings Row si hubiera dejado que la
vergüenza lo detuviera. La frase como quien oye llover se ajustaba a Nicholas, pensó.
El agua te caía encima, te la sacudías y se acababa.
Si, Seiji tenía expectativas de Nicholas, y él lo había decepcionado, entonces eso
no era agua. Eso quemaba.
Su madre nunca se había impresionado con él. Siempre se había sentido
decepcionada. Su padre probablemente también lo estaría. Estaba bastante claro lo
que alguien acostumbrado a Jesse pensaría de Nicholas.
Hoy Nicholas estaba siendo forzado a confrontar un montón de verdades que no
había querido admitir a sí mismo. Viendo los ejercicios se había dado cuenta con una
sensación de hundimiento de lo mucho mejor que era Exton que Kings Row. Exton les
había superado en todos los niveles. Incluso MLC, a quien habían vencido antes, no
había dado un espectáculo como el de Kings Row. El nivel general de los aprendices del
Campamento Menton era muy superior al de cualquiera de los equipos estadounidenses.
Nicholas reconocía la buena esgrima cuando la veía. Desde el momento en que vio a
Seiji practicar la esgrima, Nicholas supo cómo era la verdadera excelencia.
Estos esgrimistas eran los compañeros naturales de Seiji, con una habilidad tan
finamente perfeccionada que sus movimientos parecían instintos. Seiji pertenecía a
ellos, de una manera que no tenía en Kings Row.
Admitir esto quemaba como el fuego, pero de todos los estadounidenses, sólo
Seiji y Jesse podían compararse con los mejores del Campamento Menton. Aquel chico,
Bastien, que le había destrozado en la pista, llamaba a esto el Viejo Mundo, pero la
derrota había sido como darse cuenta de que el mundo real era enorme y aterrador
más allá de los sueños de Nicholas. Era como si creyera que estaba escalando una
montaña, que podía ver la cima muy por encima de él, pero que algún día estaría a
su alcance, y entonces las nubes oscuras se separaban, y se daba cuenta de que tenía
que escalar un acantilado escarpado e imponente.
Se levantó sobre un codo con determinación y dejó de contemplar los limones
de la desesperación. En su lugar, miró a sus amigos. Bobby y Dante estaban aquí por
él. Bueno, Dante probablemente sólo estaba aquí por Bobby, pero aun así era muy
agradable.
—Esto es realmente genial — le dijo a Bobby con energía.
Bobby parpadeó.
—Um… ¿cómo?

131
—Sólo se sube desde aquí. Cada esgrimista al que me enfrento aquí me pone un
paso más cerca de poder vencer a Exton.
Nicholas asintió para sí mismo con determinación. Estaba en un campo de
entrenamiento, así que era claramente el momento ideal para entrenar.
Bobby también asintió.
—Todos los esgrimistas de aquí son muy buenos. Me encantaría poder esgrimir
como ellos algún día.
La actitud de Bobby era la única posible. Seguro que Kings Row no lo hizo muy bien
hoy, pero el equipo podía aprovechar la oportunidad de este campo de entrenamiento
para mejorar. Pensar en el equipo hizo que Nicholas mirara a su alrededor.
—¿Dónde está Eugene? —preguntó.
—Tuvo que pasar por la enfermería para un chequeo después de ver tu partida
—explicó Bobby—. ¡Um! Seguro que no fue que se sintió mal después de ver tu partida.
Díselo, Dante.
Dante se encogió de hombros.
—Estoy seguro de que sólo quería que Melodie le acomodara la almohada y le
acariciara la mano. — Bobby se rió.
Nicholas se quedó mirando el azul brumoso entre los árboles.
—Sí, parecen muy buenos amigos.
A Dante le sobrevino de repente un violento ataque de tos. Nada estaba saliendo
bien hoy.
Nicholas, Bobby y Dante se levantaron del suelo y se dirigieron a la enfermería
para ver si podían ayudar a Eugene, pero la enfermera les dijo que Eugene ya tenía
invitados y que debían volver más tarde. La enfermería era un pequeño edificio de
ladrillos marrones bajo la sombra de un olivo. Uno de los pocos aliados de Nicholas
estaba allí.
Había extraños y poco amistosos por todas partes. Alguien se burló al pasar, e
hizo la mímica de Nicholas dejando caer su espada. Como sea, no sabía por qué tenían
que señalar lo que todo el mundo había visto.

132
Bobby se agarró al brazo de Nicholas para poder ser el enlace luminoso entre
Nicholas y Dante. Sonrió hacia la cabeza de Bobby, que tenía una cinta de colores.
No podía ver a Seiji por ninguna parte, pero al menos estaba con su segunda
persona favorita. Bobby siempre podía animarle.
—Escucha, tengo una idea para una actividad antes de la cena. Y después de la
cena, Melodie dice que la gente pasa el rato en el jardín —dijo Bobby—. Todo el mundo
dice que los franceses son un pueblo de moda. Intentemos estar a la moda.
Normalmente, Nicholas se sentía muy elegante si se fajaba la camisa. Pero quizás
Bobby tenía razón. Estaban en Francia.
Era hora de lucir genial.

133
CAPÍTULO 19
HARVARD

Traducido por Ash Adhara


Corregido por Achilles

Harvard había reflexionado mucho sobre lo que hacía a alguien un buen capitán. Un capitán
tenía que predicar con el ejemplo, tenía que ser el primero en reírse cuando las cosas no iban
bien. A veces se pierde tanto, que hay que apoyarse en ello y hacer que el desastre sea leve.
Por encima de todo, un capitán tenía que estar ahí para su equipo. Así que
Harvard pasó por la enfermería para ver cómo estaba Eugene, lo encontró siendo
atendido por la chica rubia que había saludado por primera vez al equipo de Kings
Row, y parecía encantado de la vida.
—Oye, Labao, estaba preocupado por ti —dijo Harvard—. Pero veo que no había
razón para estarlo.
—¡Hola, capitán! —Eugene sonrió—. No, lo estoy pasando mal como siempre. ¿Y
tú?
—No me puedo quejar.
Un capitán no debería.
Harvard le ofreció fruta y chocolate y, como se trataba de Eugene, barritas de
proteínas y bebidas energéticas. Eugene murmuró un agradecimiento y luego asintió,
no muy sutilmente, hacia la puerta. Harvard dirigió una mirada divertida a la chica
que rondaba por allí.
—Sólo vine a traerte regalos e irme.
—¡Gracias! —le dijo Eugene—. Eres un hombre de discernimiento y buen juicio,
Capitán. A diferencia de algunos, sin mencionar nombres, obviamente estoy hablando
de Nicholas.
—Tacto y buenos hombros —confirmó la rubia—. Exactamente lo que uno desea
en un capitán.
—Ah, gracias —dijo Harvard—. Y gracias por cuidar de nuestro Eugene.
—Tengo una naturaleza hermosa y generosa —anunció Melodie—. Muchos lo han
comentado.
—Además, haces pesas. —Eugene volvió a sonreír al conceder este elogio, y
Melodie le devolvió la sonrisa.
—Las pesas libres son una parte esencial para ser fitness.
Harvard se había fijado ayer en Melodie saliendo con sus amigos. Melodie, Marcel
de Exton y el chico que acababa de humillar a Nicholas delante de todo el campamento.
—Tu amigo Bastien ganó antes una partida contra nuestro compañero. —Harvard
frunció el ceño—. Hizo todo un espectáculo.
Melodie se erizó en defensa de su amigo.
—Bastien fue llevado por el mal camino. Ese chico, Aiden, le dijo que lograra una
victoria aplastante y ¡ganaría una cita!
Una cita. Harvard se obligó a alejar la familiar y horrible idea de Aiden en una
cita con otra persona, y se centró en la acusación de Melodie. No podía ser cierto.
Aiden no le pediría a un desconocido que machacara a Nicholas. Él nunca sería tan
cruel. Bastien debía de estar demasiado deslumbrado por la presencia de Aiden, igual
que todos los demás. Al igual que Harvard. Bastien era uno más en la larga lista de
chicos que se dejaban llevar por el deseo de agradar a Aiden, al que Aiden tomaría
con desgana y dejaría de lado con la misma desgana. Porque a él le divertía jugar con
otras personas.

135
Pero Aiden no lo haría.
En contra de lo que decía el corazón de Harvard, no podría.
Harvard ya no quería escuchar a su estúpido y traicionero corazón. Él siempre
quería ablandarse hacia Aiden, creyendo lo mejor de él, engañando a Harvard al ir
desigual en su pecho cuando Aiden estaba cerca. Harvard estaba más resentido con
su corazón que con Aiden, y luego también con Aiden por eso.
Aiden podía ser a veces cruel cuando se sentía herido. Pero ¿por qué querría
humillar a Nicholas, que era uno de sus compañeros de equipo?
Harvard sentía que cuanto más intentaba aferrarse a Aiden, más se le escapaba.
Se escondía detrás de su fachada, de sus sonrisas, de la versión que todos veían.
Harvard siempre había creído que tenía la llave de la puerta secreta, del verdadero ser
de Aiden, pero ahora era como si esa puerta se hubiera cerrado para siempre.
Eugene, un jugador de equipo nato, parecía dividido entre su impulso de ser leal
a un compañero de equipo.
—Estoy seguro de que Aiden sólo estaba jugando. No tenía ninguna intención de
hacer daño —dudó—. ¿No está seguro de Aiden, Capitán?
Harvard hizo una pausa demasiado larga, luego habló por fin, para ahogar los
golpes de protesta de su propio corazón traicionero y esperanzado.
—Siempre lo estuve.
Eugene, que realmente era un bro, frunció el ceño.
—¿Y ahora?
Harvard dudó. Los interrumpió una enfermera, que les informó que Eugene
parecía estar muy bien y que tenía una constitución fuerte. Harvard le tradujo el
francés a Eugene y se chocaron los puños, luego dejó a Eugene y a Melodie a solas
con mucho tacto.
Tuvo el impulso de sacar su teléfono y enviar un mensaje de texto a Aiden. No
importaba lo que estuviera haciendo, Aiden siempre dejaba todo para venir a animarlo
pero ya no podía hacerlo.
Antes siempre había estado seguro de Aiden. Ahora era diferente. Apenas podía

136
mirarlo haciendo ejercicios bajo la cúpula azul de la sala de armas del Campamento
Menton con una gracia fácil, como si Aiden fuera el viento o la luz hecha carne.
Cuando miraba, se debatía entre estos nuevos e intensos sentimientos y las ganas de
gritar a Aiden porque no lo estaba intentando.
Harvard no debía dejar que su corazón se interpusiera en sus responsabilidades.
No había sido un gran día para el equipo de Kings Row. Era el capitán, su trabajo
era mantener la moral. Tenía que encontrar a su equipo y encontrar las palabras
adecuadas para animarlos. Tenía que arreglar las cosas con Aiden.
Todo esto era un desastre. No sabía cómo volver a la normalidad. Pero tenía que
seguir intentándolo.

137
CAPÍTULO 20
SEIJI

Traducido por daemon250398


Corregido por Achilles

Las reglas del Campamento Menton prohibían que los jóvenes aprendices salieran del
terreno, por lo que Seiji fue al punto más lejano permitido, al borde de los árboles
junto al mar. Se quedó allí solo por un tiempo. Una vez que oscureció, retrocedió entre
los limoneros. Entonces ocurrió el primer golpe de suerte de su día, y se topó con su
capitán.
Harvard estaba caminando y mirando al suelo, con las manos metidas en los
bolsillos de su sudadera, pero cuando vio a Seiji, sonrió. El capitán tenía una linda
sonrisa, firme como una mano en tu codo.
—¿Estás buscando a alguien, Capitán?
—Estaba buscando a mi equipo —dijo Harvard—. ¿Qué te ha parecido el campamento
hasta ahora, Seiji?
—Bien —dijo Seiji.
No era mentira. Había disfrutado de los combates de práctica contra esgrimistas
que estaban a su nivel. El propio Campamento Menton estaba bien. El problema no
era el campamento; era que Seiji estaba en el peor grupo, y Jesse fue testigo de su
humillación.
No se iba a quejar de eso con Harvard. Formaban un equipo y su capitán no había
hecho nada malo.
—¿Cómo está Nicholas?
—Supongo que está bien —dijo Seiji—. No he hablado con él desde que perdió el
combate contra Bastien. Le dije que se había avergonzado a sí mismo y me fui.
Seiji estaba familiarizado con el tipo de pausa que siguió. Era el tipo de pausa que
ocurría cuando alguien tenía muchas ganas de decirte que había cometido un error
social.
—Uh… tal vez heriste los sentimientos de Nicholas diciéndole que era vergonzoso.
Nadie se siente bien justo después de perder un combate.
Seiji frunció el ceño.
—¿Herí los sentimientos de Nicholas?
Cuando Seiji se arriesgó a mirar a Harvard, no parecía estar juzgandolo. Parecía
serio, de la misma manera que Harvard lo hacía en la sala de Kings Row cuando
instruía a Nicholas sobre un movimiento y deseaba mucho que lo escuchara.
Seiji estaba contento de tener a Harvard como su capitán, a pesar de que Harvard
necesitaba trabajar en sus líneas bajas. Preferiría tener a Harvard como su capitán que
a cualquier otra persona.
—A veces nuestros amigos pueden lastimarnos más que nadie —dijo el capitán
con voz muy suave—. Tu opinión le importa a Nicholas. No quiere avergonzarte.
—¡Entonces necesita mejorar en esgrima!
Harvard suspiró.
—Está mejorando cada día. Y lo estás ayudando a mejorar. Pero cuando pierdes
un combate o algo más importante, a veces te sientes mal y quieres que tus amigos
estén ahí para ti.
Cuando pierdes un combate, a veces te sientes mal. En la experiencia de Seiji, eso
no era cierto. Por lo general, cuando perdía un combate, incluso si se sentía frustrado
por el fracaso, podía apreciar la oportunidad de aprender esgrimiendo a un oponente
digno.

139
Excepto… que había un combate... cuando perdió contra Jesse.
Entonces no había sentido frustración ni aprecio. Lo que había sentido habían
sido demasiadas emociones, demasiado confusas, calientes y terribles para nombrar,
enredadas como una bola de cables en el pecho de Seiji.
¿Habría querido que Nicholas estuviera ahí para él el día que perdió ante Jesse?
Obviamente no en ese momento, ya que no conocía a Nicholas y no disfrutaba estar
con extraños.
Pero si hubiera conocido a Nicholas, tal vez hubiera estado bien.
No habría estado solo en el pasillo vacío después, todavía con su ropa blanca de
esgrima, mirando sus manos vacías.
—Solo es algo en lo que debes pensar —dijo Harvard, luego guió a Seiji hacia
una de las mesas de picnic, donde Nicholas, Bobby y Dante estaban todos reunidos,
aunque no era la hora de comer—. Aquí están. Todos lucen bien.
Seiji estaba agradecido de que el capitán hubiera felicitado a los demás. No
podría haberlo hecho. Bobby estaba vestido con un top adornado con patrones de
lentejuelas de manzana roja y estrella blanca, que era muy colorido, pero los colores
generalmente le quedaban bien a Bobby. Dante tenía el mismo aspecto de siempre,
aunque había domesticado un poco su cabello oscuro y ondulado.
Nicholas era el problema. Se veía extremadamente extraño. Llevaba puesta una
camiseta de color negro con una chaqueta no del uniforme sobre él, y sostenía su
cuerpo tieso como si no estuviera seguro de si quería que la chaqueta lo tocara. Peor
que eso, había convertido su cabello en una extraña y rígida escultura. Por lo general,
el cabello de Nicholas caía sobre su rostro en un suave y desordenado movimiento
castaño, pero ahora se apartaba de su rostro en una forma plana. Esto hizo que no se
pareciera a Nicholas en absoluto.
Si Seiji había herido los sentimientos de Nicholas cuando perdió el combate,
decirle inmediatamente a Nicholas que se veía horrible probablemente no era un
buen movimiento. En cambio, se sentó en silencio en el banco junto a él. Dante y
Bobby estaban al otro lado de la mesa, así que tal vez Nicholas le había reservado este
asiento.

140
Bobby sonrió ante el cumplido.
—¡Gracias, Harvard! Escuchamos que los aprendices se reunen después de la cena
y nos vestimos para causar una buena impresión.
Seiji miró con inquietud su propia ropa. Quizás él era el que se había equivocado.
—Me veo igual que de costumbre.
Nadie le había dicho que se trataba de una reunión formal. Podía ir y ponerse
uno de sus trajes si era necesario, como sucedía con ciertas recepciones de bebidas,
pero nadie más vestía traje.
—Sí, así ya te ves bien —dijo Nicholas.
—Mmm —dijo Bobby, poniéndose de un rojo brillante.
Seiji se acercó más a Nicholas. Deseó no desagradarle tanto a Bobby. Hacía que
todo fuera muy incómodo.
—Estamos haciendo tarjetas de mejorate para Eugene —le dijo Nicholas, empujando
lápices y papel hacia Seiji—. ¿Quieres dibujar una?
Pensó un poco en lo que a Eugene le gustaría más en su tarjeta, y dibujó una
imagen cuidadosa de los ingredientes del batido de proteínas, con una lista al lado
para mostrar que el dibujo era exacto. Dobló la foto y escribió: Recupérate pronto.
Luego consideró el asunto un poco más y agregó Bro, porque a Eugene le gustaría eso.
Bobby y Dante entrecerraron los ojos, dubitativos, como si pensaran que la tarjeta
de Seiji era extraña.
—Oh, genial tarjeta —dijo Nicholas, colgándose sobre él como lo hacía, lo que a
Seiji no le disgustó—. A Eugene le gustará.
—Eso es lo que pensé. —Seiji estaba complacido de ser reivindicado.
Harvard también se había sentado a hacer una tarjeta.
—Buen esfuerzo el de antes, Nicholas.
—Perdí —dijo Nicholas con un toque de tristeza—. Todos se están riendo de mí.
—Son estúpidos, entonces —dijo Harvard—. ¿Y qué pasa si pierdes? Estoy seguro
de que también perdería contra Bastien. Fuiste muy valiente para intentarlo.

141
Bobby y Dante admiraron la tarjeta que Harvard le estaba haciendo a Eugene.
—¡Qué lindo mensaje! —Bobby le dijo a Harvard.
Entonces Seiji aprovechó esta oportunidad para hablar en voz baja con Nicholas.
—Cuando perdiste el partido hoy… —dijo Seiji—. ¿Fue eso… malo?
—No fue bueno —dijo Nicholas—. De que, literalmente, nadie pensó que lo hice
bien.
—No, quiero decir… lo que dije. Estaba pensando, debería haber ofrecido una
crítica más constructiva. Podría haber comenzado explicándote lo que hiciste mal.
Nicholas se encogió de hombros.
—Sí, podrías haber hecho eso.
—Hiciste prácticamente todo mal —explicó Seiji—. No estaba seguro de por dónde
empezar.
—Sí, desastre total —asintió Nicholas fácilmente—. Aun así, lo haré mejor la
próxima vez. Cada partido es una oportunidad para aprender.
Seiji asintió.
—Yo también lo creo.
—Bien —dijo Nicholas—. Estamos bien.
Ambos estaban bien. Eso era bueno. Sin embargo, más allá de la seguridad de
la mesa de picnic, se encendieron luces parpadeantes. El aire estaba impregnado del
aroma del pan de ajo y del rico aroma salado de carne de ternera y pollo en salsa.
Después de la cena comenzaría la reunión y pronto vendría Jesse.
—Ya que no hablas francés —Seiji se aclaró la garganta— deberías quedarte a mi
lado.
—Sí, lo haré.
Seiji vaciló.
—Prométeme que lo harás.
—Claro —dijo Nicholas—. Lo prometo.

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CAPÍTULO 21
AIDEN

Traducido por daemon250398


Corregido por Achilles

—¿No está seguro de Aiden, capitán? —Eugene preguntó desde la enfermería.


El silencio de Harvard en respuesta a esa pregunta resonó en todo el salón.
Cualquiera que pasara por ahí podría enterarse de la falta de confianza de Harvard en
su mejor amigo.
La mano de Aiden se detuvo en el picaporte de la puerta de la enfermería. Que
así sea. No debería vigilar a Eugene, porque no lo necesitaba. Eugene tenía a Harvard
para consolarlo. Nadie era mejor en eso que Harvard, por lo que Aiden ni siquiera tenía
que intentarlo. Se dio la vuelta y le arrojó a una enfermera sorprendida el espantoso
puñado de revistas de levantamiento de pesas que había reunido. Luego se mostró a
sí mismo la salida.
Nadie más confiaba en Aiden, pero siempre había pensado que Harvard lo veía
de manera diferente. Lo veía menos como era y más como esperaba ser. Solo que, por
supuesto, Harvard no lo veía de manera diferente en absoluto. Por eso Harvard lo
había rechazado.
Estaba bien, se dijo a sí mismo. No era nada que no supiera ya.
—Oh, hola —dijo un chico francés, acercándose a Aiden—. Te ves bien.
—Sí, eso no es algo nuevo para mí —dijo Aiden distraídamente.
El chico sonrió.
—¿Listo para nuestra cita?
—Nuestra…¿qué? —Aiden exigió con irritación—. ¿Quién eres tú?
El chico sonrió más ampliamente como si entendiera que Aiden estaba jugando,
y también disfrutara del juego.
—Soy Bastien. Le gané a Nicholas Cox esta mañana. ¿Estoy pensando que
podríamos cenar?
Oh sí. Él había ofrecido esa cita. Una más en la larga lista de decisiones terribles
que había tomado.
Aiden dijo con voz sedosa:
—Estoy pensando que deberías perderte.
El lindo francés parpadeó.
—Parece que tenemos mucho en común —dijo Aiden—. Yo también creo que es
gracioso hacer un espectáculo al derrotar a alguien más joven y considerablemente
menos hábil que yo.
El chico se humedeció los labios.
—No lo pensé de esa manera. Si estás enojado por eso…
—Oh no —dijo Aiden—. Yo mismo soy un grosero terrible. Pero no me gustó ver
cómo los esgrimistas europeos se burlaban de mi compañero.
—Déjame compensarte.
—Ve a compensar a Nicholas —espetó Aiden—. Si quiero estar con alguien lindo
y desagradable, puedo mirarme en un espejo. No tengo ningún interés en perder el
tiempo con una copia mía de segunda categoría. Y ya olvidé tu nombre.
Se fue furioso. Harvard estaba siendo el capitán perfecto y cuidando a sus
compañeros de equipo, por lo que era seguro para él regresar a su habitación y
recuperar a Harvard Paw. Era un consuelo abrazarlo. Además, tal vez si caminaba
agarrado a un peluche, la gente dejaría de molestarlo.

144
Cuando bajó a cenar, la gente todavía lo molestaba.
Era absurdo que la gente te dejara salirse con la tuya solo porque eras ridículamente
guapo.
—Eres muy original —le dijo un tipo.
No, pensó Aiden, soy un tipo claramente perturbado que lleva un peluche por
Francia.
Aiden se encogió de hombros.
—Bueno, no soy una reproducción. La gente ha intentado y no ha podido hacer
copias.
Revolvió su osito de peluche, apoyándolo contra un vaso de agua, y luego se
dio cuenta de su error cuando Harvard fue a buscarlo. Deseó poder esconder al oso.
Estaba bien si todos en el Campamento Menton pensaban que era raro, pero no quería
que Harvard supiera que era patético.
—Oye, Aiden. Te estaba buscando.
—No puedo cenar con el equipo —le dijo Aiden apresuradamente—. Me estoy
divirtiendo demasiado con Vlad de Hungría aquí.
—Víctor —dijo el chico—. De Holanda.
—No seas difícil, Viggo —dijo Aiden.
Desafortunadamente, el chico eligió este momento para tener algo de respeto por
sí mismo. Se levantó y se marchó pisando fuerte, dejando a Aiden solo con su mejor
amigo. Con todo el descaro.
—Es por eso que nunca hubiera funcionado entre nosotros, Valentino —gritó
Aiden al chico.
Cuando miró a Harvard, se encontró con que Harvard ya lo estaba mirando.
Probablemente estaba pensando en lo inútil que era Aiden.
—Ya cené con el equipo. A los aprendices mayores se les permite ingresar a la
ciudad —dijo Harvard—. ¿Quieres venir conmigo?
Sí.

145
—Lo siento, tengo una cita —dijo Aiden.
—¿Con quién?
Aiden hizo un gesto de desdén.
—Sabes que nunca recuerdo sus nombres.
Harvard respiró hondo y luego dijo:
—Cancélala.
Aiden cerró la mano sobre el brazo de peluche del oso, discretamente, detrás de
su vaso de agua de plástico. Harvard no quería decir eso de la forma en que sonaba.
—Creo que sería bueno para nosotros —dijo Harvard, con una seriedad
desgarradora—. Una oportunidad de volver a ser mejores amigos.
—¿No crees que nuestro vínculo es inquebrantable, amigo? —Aiden se obligó a
reír.
Harvard no se rió. Se quedó allí mirándolo fijamente, tan sincero.
—Sí, lo hago —dijo, haciendo que la broma de Aiden fuera sería—. Ven conmigo,
Aiden. Por favor.
Aiden fue. No tenía ninguna posibilidad contra Harvard. Nunca la había tenido.

Fue una hermosa velada en la Riviera. Aiden caminaba por la Esplanade des Sablettes
con el chico que amaba, tratando desesperadamente de pensar en una salida a esta
situación.
El problema era, pensó con creciente inquietud, que los alrededores eran
pintorescos y románticos. Era el atardecer, convirtiendo el Mediterráneo en un baño
de oro y tiñendo las montañas más allá de púrpura, y parejas felices parecían decorar
la explanada como las palmeras que flanqueaban la pasarela. La gente se tomaba de
la mano, todos enamorados.
Había tomado la mano de Harvard un par de veces cuando fingían tener una
cita. Harvard se acercó y tomó su mano primero, y se sintió como si nadie lo hubiera
hecho antes.

146
Ahora el dorso de la mano de Aiden rozó la de Harvard, y Harvard se echó hacia
atrás como si Aiden fuera un escorpión que lo hubiera picado.
Aiden se aferró a Harvard Paw, levantó la mano libre y señaló desesperadamente
un puesto.
—¡Helado! —él dijo—. Vamos por un helado.
Una vez que estuvieron al frente de la fila, Aiden se puso sus lentes de lectura
para leer el menú. No usaba anteojos para poder leer en las citas, solo cuando se
sentía cómodo y no le importaba ser más atractivo de lo habitual. Entonces Aiden
procedió a ser repugnante y desconsiderado.
—Quiero un helado de limón, y él tendrá —Aiden buscó entre los helados y
encontró al ganador obvio— el helado de higo y foie gras —declaró en un francés
perfecto.
Harvard puso los ojos en blanco, con cariño.
—Mi amigo está bromeando. Deme un helado de naranja.
Hablado con la voz grave y seria de Harvard, el francés era sexy, pensó Aiden
con horror. No había oído hablar francés a Harvard antes. ¿Cómo puedo traicionarlo
su mejor amigo hablando francés en Francia?
Siempre habían planeado ir juntosm obviamente había estado en Francia antes, era
un chico rico malcriado cuyo padre tenía un yate en Menton, pero nunca antes había
estado en Francia con Harvard. ¿Había visitado Francia por última vez con… ¿Algún
tipo? No lo recordaba. El verano pasado, Harvard había abandonado cruelmente a
Aiden para ir a Francia con sus padres y aprender a conducir una motocicleta.
No, le dijo Aiden a su cerebro traicionero. No pienses en la moto.
Comieron su helado en un silencio incómodo. Harvard y él nunca antes habían
tenido un silencio incómodo. Aiden ni siquiera se atrevió a mirarlo.
Siempre había sabido que, si alguna vez intentaba algo con Harvard, arruinaría
lo mejor de su vida. Bueno, aquí están las consecuencias.
Aiden buscó frenéticamente en su mente alguna forma de demostrarle a su propia
mente desordenada que no se trataba de una cita. ¡Coquetea con otras personas! Si
coqueteaba con otras personas, todo saldría bien.

147
Escuchó un clic de tacones altos detrás de él y se dio la vuelta para darle a su
último perseguidor una mirada de fusión.
Fue a por el máximo ronroneo.
—¿Señorita?
—Madame —corrigió la mujer de unos cincuenta años, que vestía un traje gris—.
Muy halagada, pero felizmente casada, y eres un poco joven para mí. Lo que quiero
decir es que soy representante para una agencia de modelaje. ¿Puedo darte mi tarjeta?
Eres un joven deslumbrante y no dejes que nadie te diga lo contrario.
—No lo hacen —dijo Aiden malhumorado.
Bueno, eso fue un desastre. Harvard se reía cuando Aiden tiró la tarjeta a la
basura. Aiden empujó a Harvard por el hombro, luego retiró la mano y la metió en el
bolsillo trasero de sus propios jeans. Los hombros de Harvard no estaban a salvo.
—Vaya, no te pongas de mal humor. La buena dama pensó que eras un joven
deslumbrante —dijo Harvard con voz dulce y afectuosa. Aiden deseaba que Harvard
lo apuñalara.
En cambio, trató de mantener la broma. Batió las pestañas.
—¿Qué te parece?
Oh, sí. Qué buen chiste. Extremadamente divertido.
¿Aiden burlándose de Harvard siempre había sonado como un coqueteo? ¿Estaba
siendo patético ahora, o había sido patético todo este tiempo?
Quizás Harvard se estaba dando cuenta de lo patético que era Aiden ahora.
Harvard guardó un notable silencio. Aiden se mordió el labio con fuerza.
Alguien tiró de la manga de Aiden y dijo, con una voz pequeña y tímida:
—Guapo.
—Lo sé —gruñó Aiden, dándose vuelta. Eso no le sirvió de nada. A Harvard no le
importaba, entonces, ¿por qué todo el mundo seguía molestándolo?
Un niño pequeño de género indeterminado con un traje de marinero, con rizados
mechones marrones, sostenía un muñeco de peluche blanco y negro para que Aiden
lo inspeccionara. La culpa golpeó a Aiden con una mano terrible e implacable.

148
—Yo también tengo un oso —dijo el niño.
Abrumado por el remordimiento, Aiden se arrodilló para poder admirar
adecuadamente al oso.
—Ya veo —dijo—. Muy bonito.
—Mi mamá me lo dio —confió el niño, mirando a la mujer con lápiz labial rojo
llamativo, que sostenía su mano.
Aiden le dedicó una sonrisa.
—Eso fue amable de su parte.
—¿Quién te dio tu oso? —preguntó el chico, estudiando fascinado la boina de
Harvard Paw. Aiden había querido que Harvard estuviera vestido para la ocasión.
—Mi mejor amigo, Harvard —le dijo Aiden al chico, inclinando su sonrisa hacía
Harvard.
Excepto que Harvard no lo estaba mirando. Miraba en la dirección totalmente
opuesta. Había visto a Arune y un par de chicos de MLC y estaba saludando con
determinación para llamar su atención.
El estómago de Aiden se encogió, amargo. Estupendo. Arune estaba aquí.
—Eso fue amable de parte de tu amigo —dijo el niño.
Lo había sido. Todo en Harvard era bueno, había sido el chico más alto de la clase
entonces, de la misma forma que lo era ahora, y Aiden había sido pequeño y patético.
Solo quería seguir a Harvard y había usado al oso como excusa, pero luego Harvard
sonrió tan cálidamente que hizo que Aiden olvidara todos los ecos fríos de su vasta
casa vacía, y le ofreció a Aiden el oso para que se lo quedara.
—Sí. —La sonrisa de Aiden volvió, encantada por el recuerdo—. Lo fue. Por eso
llamé al oso Harvard Paw por él. El nombre también es un juego de palabras.
Después de pensarlo profundamente, el niño dijo:
—Mi oso es un panda. Se llama Señor Oso.
—Bueno, ese es un buen nombre también —dijo Aiden, poniéndose de pie—.
Encantado de conocerte.

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—¡Encantado de conocerte, Harvard Paw! —gritó el niño detrás de él, usando la
pata de su panda para despedirse.
La operación de agitar las patas fue demasiado complicada y se encontró con un
fracaso inmediato. El oso de peluche salió rodando de la explanada. El niño rompió a
llorar. Aiden fue hasta el borde de la pasarela, para ver si podía recuperar el juguete
de la orilla arenosa, pero este era uno de los puntos en la explanada donde solo había
escalones de piedra que conducían al mar. Una pata blanca y negra emergió, azotada
por las mareas, como si el Señor Oso pidiera ayuda.
Harvard estaba absorto en su conversación con Arune y no se había dado cuenta
de nada, pero Aiden sabía lo que habría hecho Harvard si un niño lloraba.
Así que Aiden dejó caer a Harvard Paw, se quitó la camisa y se quitó los zapatos,
luego se zambulló en el mar.
Se sumergió solo un momento antes de salir a la superficie. En la creciente
oscuridad de la tarde, era difícil encontrar un peluche en un océano de sombras.
Agarró una forma en movimiento y terminó con un puñado de algas.
Al borde de la explanada, se estaba reuniendo una multitud, sus susurros se
convirtieron en otro mar de murmullos. Aiden pudo distinguir, en francés, las palabras
“¿Se cayó un niño?” “¿Es un cachorro?” y “¿Quién es ese hermoso tritón? “
Entonces, siempre singular y distinto para él, sin importar cuántas otras voces
pudieran haber a su alrededor, una voz en particular dijo:
—¡Aiden, allá!
Aiden había ido a una clase en busca de huevos de Pascua cuando tenía ocho
años. Él y Harvard tenían todo un sistema elaborado para poder encontrar la mayor
cantidad de huevos de chocolate. Aiden era más pequeño y podía meterse en pequeños
lugares o trepar a los árboles, y Harvard podía correr rápido y alcanzar las alturas.
Hacían un buen equipo.
Una luz brilló sobre las olas, proyectada por la linterna del teléfono de Harvard.
Aiden siguió el haz confiadamente, arrebatando otra forma oscura, y se encontró a
sí mismo sosteniendo un panda de peluche empapado. Luego miró a su alrededor en
busca de la fuente de luz.

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Harvard gritó con su voz de capitán:
—¡Ahora ven aquí!
Aiden arrojó el oso. Luego tuvo las manos libres y, con la ayuda de la linterna,
encontró los escalones de piedra que salían del agua.
Su cabello se había soltado, su coleta se había perdido por las olas. Tuvo que
sacudirse la masa húmeda mientras subía los escalones de piedra que salían del mar
oscuro hacia las luces brillantes de la explanada.
Alguien de la multitud dijo débilmente:
—Mon Dieu.
Arune sostenía a Harvard Paw. Aiden se lo arrebató. Era su oso de peluche y
Arune no podía tenerlo.
—¿Cuántos osos de peluche están involucrados en esta situación? —preguntó
Arune.
Harvard, siempre digno de confianza, ya le había devuelto el panda mojado a su
dueño. El niño ahora agarraba al panda, miraba a Harvard y sollozaba.
—No llores, eres un buen chico —dijo Harvard.
Oh, ¿el niño era un chico? Bueno.
El niño seguía llorando, pero se detuvo cuando Harvard se arrodilló, lo abrazó y
le palmeó la espalda. Aiden miró fijamente a su diminuta cabeza. Niños estúpidos y
afortunados que ni siquiera podían sostener sus juguetes.
—¿Dónde está mi camisa? —preguntó Aiden.
Aparentemente, Arune también tenía eso. Aiden la recogió y se la puso sin
agradecerle.
La camisa fue de muy poca ayuda. El material quedó empapado y pegado su piel
húmeda tan pronto como se la puso. Hacía calor en Menton, entre el Mediterráneo y
las montañas, pero todavía era octubre por la noche. Se estremeció y odio al mundo.
—Oh, oye —dijo Harvard, y bajó la cremallera de su sudadera con capucha de
Kings Row.

151
Harvard siempre se vestía con sensatez para el clima, pensó Aiden miserablemente,
y luego se sobresaltó cuando Harvard puso la sudadera con capucha alrededor de sus
hombros, se aferró a ella por reflejo.
—Ven aquí —continuó Harvard.
—No te la devolveré, la necesito —protestó Aiden, todavía agarrándola—. Voy a
tener un resfriado. Moriré. ¿Cómo puedes ser tan cruel e insensible? No me la quites.
Harvard puso los ojos en blanco.
—No te la voy a quitar. La estoy cerrando para que no entre el aire de la noche.
Idiota —agregó cariñosamente, y golpeó suavemente la cabeza de Aiden.
Él presionó a Aiden para que pusiera sus brazos en las mangas de la sudadera y
luego se la abrochó. Aiden se acercó más. Habían ido exactamente a una cita fuera de
Kings Row, una cita de práctica en la feria del condado. Harvard y él se habían subido
a la rueda de la fortuna, y Harvard lo rodeó con el brazo. Se sentía como si pudiera
hacer lo mismo ahora.
Podía sentir el calor de Harvard a través de su ropa mojada. Más tarde esa noche,
fueron atrapados en una tormenta y se besaron frenéticamente contra la puerta de su
dormitorio.
Amo tu cabello, había murmurado Harvard al oído de Aiden. Durante un par de
días después, cada vez que Aiden se miraba en el espejo, pensaba en Harvard diciendo
eso, se tocaba el cabello y sonreía.
Ahora no estaba sonriendo. Los nudillos de Harvard descansaban contra el
estómago de Aiden. La mente de Aiden se llenó de números repentinamente cruciales.
Cuatro puntos de contacto. Dos capas de tela entre ellas. Los latidos de su corazón,
eran demasiado rápidos y salvajes para contarlos. Harvard tragó una vez.
Aiden se sobresaltó y dio un paso atrás, con un movimiento como un pájaro salvaje
en las manos de alguien. No podía dejarse retener cuando no iba a ser mantenido.
—Entonces, eh... ¿Estabas en el océano, Aiden? —preguntó Arune—. Todos
pensamos que estarías en una cita con ese tipo Bastien. Dijo que le prometiste una
cita si ganaba su partido.
—Difícilmente llamó una victoria vencer a Nicholas Cox —dijo Aiden arrastrando

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las palabras.
—¿Nicholas no te ganó una vez? —preguntó Harvard.
Aiden dejó de arrastrar las palabras y lo empujó.
—¡Te dije que fue una casualidad!
Habían discutido esto extensamente, y Harvard podría dejar de molestarlo al
respecto en cualquier momento. Harvard sabía que Aiden simplemente había sido
tomado por sorpresa por la total insensibilidad de Nicholas a la guerra psicológica.
Por lo general, Aiden podía ganar un partido, incluso contra personas que eran
técnicamente mejores que él, enfocándose en sus puntos débiles. Nicholas tenía casi
todos sus puntos débiles, pero no parecía importarle que le comentaran eso.
—No fue una casualidad. Nicholas es un gran chico y tiene un gran potencial
como esgrimista —le dijo seriamente Harvard a Arune.
—Uf, te he dicho que dejes de creer de todo corazón en la gente —se quejó Aiden,
empujándolo de nuevo—. Eres tan exasperante.
—Genial, está bien, devuélveme mi sudadera—bromeó Harvard, y extendió la
mano y bajó la cremallera de la sudadera.
Entonces Harvard se congeló.
Bromear estaba arruinado, estar cerca estaba arruinado, tocar estaba arruinado.
Aiden estaba al borde del mar, arruinado por su amistad, mirando a Harvard con los
ojos muy abiertos y desesperados.
—Lo siento, tengo que preguntar —dijo Arune—. La gente apostaba por eso, incluso
en la escuela secundaria. ¿Han salido alguna vez?
Aiden siempre había odiado a Arune y tenía tanta razón.
¡¿Qué diablos, Arune?! ¿Por qué alguien preguntaría eso de la nada, literalmente
sin ninguna razón? Después de dispararle a Arune una sola mirada desesperadamente
enfurecida, Aiden asumió un aire de completa indiferencia.
Harvard tosió y luego retrocedió como la marea, dejando a Aiden solo.
—Uh, chicos —dijo Arune—. ¿Es eso un no?
Habían acordado que harían pasar su fin de semana de práctica de citas como

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una más de las aventuras de Aiden.
—Sí, salimos brevemente, pero como puedes imaginar... —comenzó Aiden en un
tono alegre.
—No —dijo Harvard en voz alta—. No salimos. Realmente no. No fue nada. ¿Verdad,
Aiden?
Se encontró con la mirada de Aiden. Los reflectores de las luces eléctricas en el
agua se volvían más brillantes a medida que el mar y el cielo se volvían más oscuros,
verde y amarillo absenta y rojo peligroso. Las luces se extendían hacia el horizonte,
que ahora era muy lejano y oscuro.
—Tienes razón, Harvard. No fue nada en absoluto.

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CAPÍTULO 22
NICHOLAS

Traducido por daemon250398


Corregido por Achilles

Nicholas no estaba acostumbrado a las grandes reuniones. Además, esta era una
reunión francesa, por lo que era súper elegante. Había ido a reuniones en sus antiguas
escuelas, que tuvieron lugar en los gimnasios destartalados donde Nicholas habría
preferido haber estado practicando esgrima. Sonaba música fuerte y desagradable, y
todos se veían sudorosos sin haber hecho ningún ejercicio. Los chicos se paraban a un
lado de la habitación y las chicas al otro.
—¿Cómo les pedimos a las chicas que bailen? —un tipo le había susurrado al oído.
Nicholas se quedó mirando sin comprender y preguntó.
—¿Por qué querríamos hacer eso?
Esta noche, la música sonaba tintineante pero de alguna manera dulce, como si
alguien hubiera puesto grandes campanillas de viento en el cielo entre los racimos
blancos de estrellas. La gente se vestía y se mezclaba como si fuera sencillo, con la
graciosa facilidad de los adultos.
Todavía era incómodo. Nicholas todavía hubiera preferido estar esgrimiendo.
Había mucho menos chicas que en las reuniones de sus antiguas escuelas, pero todavía
había algunas, y un par de ellas estaban bailando con chicos. Había chicos que estaban
bailando con otros chicos y una chica con otra chica. Ninguno de los chicos de Kings
Row bailaba con nadie.
—Bailar bajo las estrellas sería divertido —dijo Bobby con nostalgia, saltando de
un pie a otro.
Había hilos de luz blanca entrelazados a través de los limoneros, reflejando las
estrellas y haciendo curvas como pequeñas galaxias capturadas en una red de hojas.
Las luces de los limoneros capturaban chispas rojas y blancas en las lentejuelas de la
camisa de Bobby mientras saltaba.
Dante se aclaró la garganta.
—Vamos.
La sorpresa se reflejó en el rostro de Bobby.
—¿De verdad, lo harías? Aw, que amigo. ¿Estás seguro de que no te importa?
Dante no respondió con palabras, ya que esa no era la forma él. Condujo a Bobby
al espacio despejado que era la pista de baile y se inclinó hacia adelante y hacia atrás
como un árbol alto que se dobla ligeramente en una tormenta, mientras Bobby bailaba
con entusiasmo a su alrededor en un círculo.
Dejaron a Nicholas y Seiji uno al lado del otro en total silencio.
—No me gusta bailar —dijo finalmente Seiji—. A veces tengo que hacerlo en las
fiestas de mi padre.
—Sí, bailar apesta —dijo Nicholas.
Una leve satisfacción tocó el rostro de Seiji, ya que estaban de acuerdo. Seiji era
un poco más alto que Nicholas, lo que a Nicholas le gustaba por alguna razón que no
podía explicar. Nicholas le sonrió. Era mucho mejor estar callado e incómodo con Seiji
que hacer cualquier otra cosa con nadie más.
Seiji le había pedido a Nicholas que se quedara con él para que Nicholas no
lo avergonzara más de lo que ya lo había hecho. Estaba feliz de hacer eso. Algunas
veces la gente se les acercaba y les hablaba en francés sobre esgrima, y ​​Seiji traducía
para Nicholas, lo cual era útil. Los demás parecían sorprendidos de que incluyera a
Nicholas-el-que-soltó-su-florete en la conversación, pero debido a que Seiji estaba
allí, eran lo suficientemente educados. Le costó un tiempo acostumbrarme a este Seiji

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sociable. Esperaba que no fuera una molestia para Seiji, tenerlo cerca. Normalmente,
no se preocupaba por molestar a Seiji, simplemente seguía adelante y lo hacía, pero
en Kings Row, Seiji no tenía todos estos glamorosos compañeros europeos.
En Kings Row, no estaba Jesse. La amenaza de la presencia de Jesse Coste acechaba
detrás de los hilos de luz y los susurros de las hojas, y lo que podría haber sido una
velada agradable era incómoda.
En ese momento, apareció una silueta, moviéndose con suavidad a través del
suelo sembrado de hojas, la luz se deslizaba a través de las hojas para encontrar su
cabello brillante.
Nicholas se puso tenso de miedo, pero no era Jesse. Era Aiden, vestido con jeans
muy ajustados de persona rica y una camisa carmesí oscura con cuello redondo y mangas
largas. Aiden, reflexionó, encajaba entre los franceses. Nicholas tiró inconscientemente
de la chaqueta que Dante le había prestado y trató de pasar una mano por su cabello
recién peinado.
Nada podría salir mal para el cabello de Aiden. Era a prueba de balas. En este
momento, estaba suelto y un poco ondulado alrededor de su rostro, como si lo hubiera
mojado y dejado secar solo, pero probablemente era a propósito. Lo empujó hacia
atrás con una mano.
—Hola, novatos. ¿Por qué te peinaste como lo hace Seiji, Nicholas? —preguntó
Aiden.
—Para lucir bien, porque estamos en Francia —explicó Nicholas.
Fue entonces cuando Seiji se volvió hacia Nicholas con sus ojos negros muy
abiertos.
—¿Es así como me veo? —Seiji demandó.
—No, yo me veo mucho mejor —respondió Nicholas.
Una sonrisa traviesa apareció en el rostro de Aiden, reflejando la diversión que
sentía Nicholas. Nicholas era lo suficientemente experto en las expresiones de Seiji
como para saber a estas alturas que el tic al lado de la boca de Seiji significaba que
estaba silenciosamente horrorizado.
El francés que había vencido a Nicholas, Bastien, se acercó a su grupo.

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Bastien miró a Aiden, luego a Nicholas, luego de nuevo a Aiden, pero Aiden
estaba estudiando los árboles como si los encontrará fascinantes. Bastien abrió la boca,
pero finalmente no habló, sólo se encogió de hombros y se perdió de nuevo entre la
multitud. Se preguntó cuál sería su trato. Otros aprendices del Campamento Menton
miraron en dirección a Nicholas y se rieron disimuladamente, sin duda imaginando
que Bastien se había acercado para burlarse de él por perder. Quizás Bastien lo había
hecho. Todos en el Campamento Menton parecían encontrar profundamente graciosa
la ineptitud de Nicholas.
—Le dije a ese tipo que iría a una cita con él si ganaba su partido —confesó Aiden.
Nicholas parpadeó. Supuso que, después de todo, había un lado bueno en perder
el combate. No quería ese premio.
—Yo… no sabía que el combate de Bastien era contra ti—dijo Aiden, con la mirada
todavía fija en los árboles.
—Por supuesto que no —dijo Nicholas—. ¿Por qué querrías verme perder frente a
todos? Estás en mi equipo.
Aiden hizo una mueca. Era como si Eugene fuera alérgico a las piñas y Aiden
fuera alérgico a que creyeran en él.
No tenía idea de por qué Aiden tenía tantas citas. Honestamente, parecía tener
mucho que manejar.
Sin embargo, en ese momento, otro admirador se acercó, sonrojándose bajo sus
pecas.
—Soy Colm —dijo con acento irlandés—. Aiden, ¿no es así? Te ves increíble.
Aiden puso los ojos en blanco.
—Cada momento es radiante para mí. Acostúmbrate.
—Me gustaría —dijo el chico—. ¿Bailarías conmigo?
Vaya, todo el mundo estaba obsesionado con bailar. Nicholas miró furtivamente a
Seiji para compartir su disgusto relacionado con el baile y vio al capitán acercándose
por el rabillo del ojo. Nicholas se animó.
—Mira, ahí está Harvard. Con su amigo Arune. ¿Lo conoces, Aiden? Es muy

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amable.
La atención de Aiden se apartó abruptamente de los árboles. Algo cambió en su
comportamiento, como una luz que se enciende en un escenario para indicar: ¡Todos,
mirenme! aunque su expresión no cambió. Dio un paso adelante y pasó un brazo
alrededor de la cintura de Colm. Colm saltó y luego se relajó, volviendo la cabeza para
que sus caras estuvieran muy juntas.
—Me encantaría bailar —murmuró Aiden.
Pasaron a la pista de baile antes de que Harvard los alcanzara, Aiden se giró con
bastante intención. Harvard no estaba mirando la pista de baile. Les estaba sonriendo
al resto de ellos, tan claramente, estaba bien con quienquiera que Aiden estuviera
saliendo. Nicholas le devolvió la sonrisa y Eugene se unió al grupo.
Nicholas y Eugene se abrazaron, Eugene golpeó la espalda de Nicholas con casi
su aterradora fuerza habitual.
— Gracias por la tarjeta, Seiji, mi chico —le dijo Eugene—. Realmente me gustó.
Típico de ti.
—De nada —dijo Seiji, claramente complacido.
Eugene se volvió hacia el resto de sus compañeros de equipo.
—Hola, chicos, tengo un gran problema. Melodie dice que le encanta bailar.
Nicholas negó con la cabeza con compasión.
—¿Por qué a todos les gusta bailar?
Eugene lo miró fijamente.
—¡Bailar suena increíble, bro! ¡Me encantaría bailar con ella! Pero no sé cómo.
Ese era un problema con el que Nicholas no podía ayudarlo. No estaba del todo
seguro de cómo bailar.
Entonces, el brazo de Seiji, colocado sobre el de Nicholas, se tensó como un
resorte.
Entre los limoneros y la luz de las estrellas caminaban Jesse Coste y Marcel
Berré, los gemelos Leventis detrás de ellos. El cabello dorado y rizado de Jesse estaba
peinado hacia atrás de una manera que Nicholas pensaba que era el estilo de un

159
chico rico, pero le sentaba bien. Ligeramente arreglado con su cabello peinado de esa
manera, Jesse lucía indefiniblemente más adulto. Se parecía a su padre incluso más de
lo habitual.
—Hola, Seiji —dijo.
Los gemelos de Leventis, Thomas y Aster, intercambiaron una mirada. Nicholas
no estaba seguro de cuál de los gemelos, con sus idénticos mechones castaños de
cabello y sus ojos azules brillantes como un espejo, era cuál. La única diferencia entre
ellos era que uno de los gemelos generalmente fruncía el ceño mientras que el otro
solía sonreír. El sonriente, sorprendentemente, fue el que abrió el camino hacia la
multitud y se alejó del equipo de Kings Row.
Tal vez no querían estar cerca del equipo de Kings Row, en caso de que los otros
aprendices del Campamento Menton pensaran que también eran perdedores.
—Hola, Jesse —dijo Harvard—. Hay otras personas aquí, ya sabes.
Su voz era cálida y no sentenciosa, pero un leve color apareció en el rostro de
Jesse.
—Hola a todos —dijo con una sonrisa demasiado repentina para ser sincera. Su
mirada saltó sobre Nicholas.
Arune resopló divertido.
—Hey, Jesse. Hola, Marcel. Partido divertido que tuvimos contra Exton el otro día.
—Todavía te extiendes demasiado cuando atacas —murmuró Marcel.
Nicholas pensó que sonaba como una crítica constructiva, como la que le haría
el entrenador. O como Seiji le daría. Honestamente, no pensó que fuera un comentario
cruel. Los chicos de Exton simplemente sabían qué era lo mejor cuando se trataba de
esgrima y dejaron saber a todos que sabían lo mejor.
Eugene miró a Jesse como un león que detecta un antílope fresco.
—Hey, bro.
Jesse lo miró fijamente, claramente encontrando imposible creer que alguien se
dirigiera a él de esa manera.
Eugene insistió.

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—¿Sabes bailar?
Jesse miró a Eugene con sospecha.
—Claro que se.
—¿Me puedes enseñar bro? Una lección, muy, muy rápida.
—¿No sabes cómo? —Jesse pareció tan sorprendido por esta información que, por
un momento, Nicholas pensó que podría cambiar al modo de entrenador y bailar con
Eugene. En cambio, Jesse dijo con desaprobación—: Tu capitán debería ser el que llene
los vacíos en tu experiencia.
Harvard pareció desconcertado, pero dispuesto.
—Bueno… si quieres, Eugene, podría…
—¡Oh, vaya! —exclamó Eugene, totalmente ajeno a que Harvard se ofreciera a
bailar un vals con él bajo los limoneros—. ¡Ahí viene! ¡Es hermosa! ¡Todos, actúen con
normalidad!
—No estoy seguro de que estés aprovechando los puntos fuertes de este grupo
—murmuró Arune—. Oye, Harvard, vamos. Déjame presentarte a algunos divertidos
esgrimistas alemanes que conozco.
Cuando Harvard y Arune se marcharon, Melodie Suard entró desde otro edificio
que proporcionaba alojamiento para el Campamento Menton, este era una granja
encalada con una rueda pintada en la ventana. Tenía el cabello largo suelto, que se
le caería a los ojos si se metía en la esgrima, pensó Nicholas críticamente. Eugene
suspiró.
Melodie agitó las pestañas.
—Te ves apuesto esta noche, Eugene.
—¡Tú también! —dijo Eugene. Una expresión de extrema mortificación cruzó su
rostro un instante después.
Melodie sonrió ante el cumplido, luego extendió una mano con los dedos rodeados
de anillos de plata y la colocó en el brazo de Eugene.
—¿Te gustaría bailar?
—Um —dijo Eugene—. Qué bueno que lo preguntes. Déjame decirte, puedo bailar

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totalmente. ¿Pero tal vez más tarde? No me siento bien.
El rostro de Melodie se suavizó con preocupación.
—Ah, por supuesto. Deberías descansar un rato. ¿Vamos a hablar junto al arroyo?
—Me encantaría ir a hablar junto al arroyo —dijo Eugene con entusiasmo.
—En nuestra última noche, es cuando tendremos la fiesta adecuada —continuó
Melodie—. Entonces bailaremos.
—Oh… —dijo Eugene—. Estupendo.
Melodie se deslizó hacia el arroyo, seguida de cerca por Eugene. Otro par de
esgrimistas se detuvieron junto a Seiji, hablándole en un idioma que Nicholas ni
siquiera reconoció, pero con una entonación de admiración. Claramente, la gente
había estado observando a Seiji entrenar todo el día. Antes de que llegara Jesse, Seiji
había tenido cuidado de presentar a Nicholas a la gente, pero esta vez pareció olvidar
a Nicholas por completo y le dio la espalda a Jesse con presteza.
Eso dejó a Nicholas solo, bajo la fría luz de la mirada de los chicos de Exton.
—¿Esperabas ser presentado como el compañero de esgrima de Seiji toda la
noche? —preguntó Jesse. Toda la calidez y el encanto desaparecieron de su voz.
—¿Qué te importa? —preguntó Nicholas.
Los ojos de Jesse eran lagos helados.
—¿Quién eres tú exactamente?
Nicholas se quedó mirando el desprecio en el rostro del hijo de su padre.
Jesse continuó:
—Sé la verdad sobre ti.
El corazón de Nicholas se sintió atrapado en su garganta. Su voz tuvo que pasar
por alto para llegar.
—¿Ah, sí?
—Todo lo que me importa saber —dijo Jesse—. Eres un chico becado de la nada,
que está sobre alguien mucho más talentoso como un sarpullido. ¿Qué? Esperas que
crea que quieres ser su amigo porque disfrutas de la brillante personalidad de Seiji?

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Quieres estar cerca de él porque quieres robar algo de su gloria. Seiji no necesita tipos
como tú a su alrededor. Él me necesita.
Marcel tosió.
—Escuché a un conocido llamando, creo… —dijo—. Debería ver lo que quiere. Ya
que es un conocido. A quien conozco socialmente.
Ni Jesse ni Nicholas advirtieron su partida. Nicholas estaba observando a Jesse
demasiado de cerca para eso, como si estuviera observando a Jesse a través de la
malla de una careta, esperando que Jesse hiciera un movimiento repentino. Jesse, que
tenía toda la velocidad de Nicholas y todo lo que Nicholas nunca tendría. Jesse, que
estaba alejando a Nicholas de la forma en que Seiji lo había alejado una vez. Excepto
que Jesse, a diferencia de Seiji, siempre era encantador con la gente. Jesse estaba
alejando a Nicholas a propósito.
Nicholas se erizó.
—No sabes nada de mí.
Excepto que quizás eso no era cierto. La forma en que Seiji practicaba la esgrima
fue lo primero que él había notado sobre Seiji. No le importaba la gloria, pero le
importaba ver cómo Seiji hacía esgrima, siendo parte de un torbellino perfecto de
habilidad perfeccionada con precisión. Le importaba tener el intenso enfoque de
diamante de Seiji enfocado solo en Nicholas. A veces era todo en lo que pensaba.
Quizás esa no era una buena manera de pensar de tu amigo. Quizás Nicholas
no era un gran amigo. De pie aquí, frente a Jesse, sintió una vez más como si fuera
su padre diciéndole todas las formas en las que Nicholas no podía estar a la altura.
Estando decepcionado de él y avergonzado por él.
Con los ojos azul hielo entrecerrados, Jesse dijo en voz baja:
— Ríndete y deja a Seiji en paz. No sirve de nada. Nunca vas a ser lo suficientemente
bueno para conseguir lo que quieres.
Nicholas tenía muy claro que debía golpear a Jesse en la cara. Podía imaginarse
haciéndolo con vívida claridad, ya podía sentir el rechinar de su puño conectando
con los dientes de Jesse, la sangre caliente chorreando sobre sus nudillos. Pero el
Campamento Menton tenía reglas estrictas. Si Nicholas fuera expulsado por golpear a

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alguien, estaría decepcionando a su equipo. Él avergonzaría a Seiji.
Así que apretó los puños, se dio la vuelta y salió furioso de la fiesta.

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CAPÍTULO 23
SEIJI

Traducido por Daemon


Corregido por Achilles

Algunas personas sólo querían ser vistas con Seiji después de darse cuenta de lo que
podía hacer en la pista. Siempre lo supo y siempre le resultaba cansado soportar su
compañía. No podía soportar fingir.
Sin embargo, cuando un par de esgrimistas alemanes arrinconaron a Seiji en la
fiesta, los dejó. La alternativa era enfrentarse a Jesse. Hablaron sobre los planes para
los Juegos Olímpicos hasta que los alemanes se fueron y Seiji tuvo que prepararse y
regresar al grupo. Su único consuelo era que cuando volviera, Nicholas estaría ahí.
Se dio la vuelta y Nicholas se había ido.
—¿Dónde está Nicholas? —Seiji preguntó bruscamente, en lugar del comentario
casual de conversación de fiesta que había estado planeando hacer.
—Se fue —dijo Jesse, sus ojos brillando, atrapando plata sobre azul en las luces de
la fiesta—. Lo que nos da la oportunidad de hablar. Pienso que deberíamos.
—Debería encontrar a Nicholas —dijo Seiji.
Quería una explicación. Nicholas le había prometido que se quedaría a su lado.
Pero no lo había hecho.
—No lo entiendo —le dijo Jesse—. Nunca tuviste ningún uso para los interesados.
—¿De quién estás hablando? — espetó Seiji.
Seguramente no de Nicholas.
—¿De quién más? —La boca de Jesse se torció—. Ese chico. El que siempre está
contigo.
Nicholas, ¿un interesado? Qué extraño. Seiji había considerado a las personas
según la valoración de Jesse durante años. Nunca se le había ocurrido antes que Jesse
pudiera estar cómicamente equivocado.
El labio de Seiji se curvó.
La voz de Jesse se elevó con indignación.
—¿Por qué me miras así?
—Lo siento. Dejaré de mirarte. Empezaré a buscar a Nicholas —dijo Seiji con voz
tranquila—. No creo que sea necesario que hablemos.
—Tienes razón —dijo Jesse inesperadamente, con la voz aún confiada, y Seiji
parpadeó sorprendido.
Jesse era así. Siempre el mismo, dorado y seguro de sí mismo, sin importar en
qué país estuvieran o qué edad tuvieran. Seiji siempre lo había observado, tratando
de aprender esa certeza dorada de la misma manera que aprendió movimientos de
esgrima.
Pero nunca había podido aprender cómo Jesse podía convertir cualquier situación
a su favor. Siempre lo tomaban desprevenido cuando Jesse le daba la vuelta.
Jesse le puso una mano en el brazo. Seiji se quedó quieto.
—¿Esgrimas con ese chico porque es zurdo como yo? —Jesse preguntó intensamente.
Eso hizo que recordara un partido de esgrima en particular, donde Nicholas se
había movido como Jesse, zurdo y rápido como un rayo. Hizo que Seiji recordara,
demasiado vívidamente, cómo se sentía tener un compañero de esgrima que era un
espejo de ti convertido en mercurio.
Cómo se sentía tener una pareja así y cómo se sentía perderla.

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—Nicholas no se parece en nada a ti —espetó Seiji.
—Lo sé. Yo puedo esgrimir. Qué es lo que vine a hacer aquí. Contigo. Ten un
combate conmigo —respondió Jesse.
Seiji sintió que sus entrañas se retorcían de pánico.
—No voy a combatir contra ti —respondió Seiji, manteniendo su voz tranquila.
—¿Por qué no? —Jesse lo persiguió—. ¿Tienes miedo de perder contra mí? ¿De
nuevo?
La respuesta de Seiji fue tan rápida y tan mal pensada como uno de los movimientos
de esgrima de Nicholas.
—No.
—Así que combatirás contra mí. —Jesse sonrió, un poco aliviado y bastante
triunfante. Estaba acostumbrado a ganar más rápido que esto, pero ahora veía la
victoria a la vista.
—¿Por qué quieres combatir conmigo, Jesse? —Seiji preguntó distante—. ¿Para
que puedas humillarme delante de todos? ¿De nuevo?
Como Nicholas había sido humillado hoy. La mano de Seiji se cerró, como si
estuviera en la empuñadura de una espada que se le escapaba de las manos.
—¡No! — espetó Jesse—. Eso no era… yo no… mira. No tenemos que hacerlo
delante de nadie. Podemos colarnos en la sala de armas por la noche. Nadie lo verá.
Eso iba en contra de las reglas, Seiji quería protestar, pero luego pensó en perder
de nuevo frente a una audiencia indiferente. Él no discutirá por eso.
—Si nadie lo va a ver —dijo Seiji—. ¿Por qué quieres hacerlo?
—Si ganas el combate —respondió Jesse— puedes pedir una recompensa.
Conocía esa mirada. Seiji había visto a Jesse cerca de la victoria mil veces.
—¿Qué quieres, Jesse? —preguntó, sintiendo demasiado para mostrar nada de eso.
—Lo mismo que he querido todo este tiempo —dijo Jesse—. Te quiero a ti. Si gano,
te vas de Kings Row. Vuelves conmigo y te unes al equipo de Exton.
Seiji miró a su alrededor en busca de Nicholas, pero no estaba por ningún lado.

167
Se sintió extremadamente traicionado. Nicholas se había ofrecido a ayudarlo en
situaciones sociales. Esta era la peor situación social posible que Seiji podía imaginar,
sin embargo, Nicholas no lo estaba ayudando en absoluto.
—No puedes obligarme a ir a Exton.
—¡Te estoy ayudando! —le dijo Jesse—. Te estoy dando la excusa perfecta para
irte. ¿Te avergonzaste cuando perdiste conmigo? Te vi hoy. Nadie en Kings Row está
a tu nivel y lo sabes. Kings Row te está arrastrando hacia abajo, y quiero salvarte. Creo
que tú también lo quieres. Tu orgullo simplemente no te permitirá admitirlo. Así que
déjame hacerte un favor, Seiji. Puedes mantener tu orgullo esta vez. Puedes tener lo
que quieras. Puedes estar en el equipo ganador. Incluso puedes culparme. Si vuelves y
vuelves a ser mi compañero.
—Está bien. —Seiji liberó su brazo del agarre de Jesse—. Combatiré contigo. Y si
yo gano, también quiero algo.
Jesse se acercó.
—Dime.
—Si gano, nunca me volverás a sugerir que vuelva a Exton. Me quedaré en Kings
Row y combatiremos en las estatales. Y así será entre nosotros.
—¿Eso es lo que quieres? —Jesse parpadeó—. ¡Bien!
—Bien —dijo Seiji con voz tensa—. Con tu permiso.
—Seiji —llamó Jesse. Seiji miró por encima del hombro para ver a Jesse brillando
dorado a la luz de la luna, como si no se hubieran dicho palabras duras entre ellos.
Serenamente confiado, Jesse dijo:
—Estoy deseando ganar.
Seiji quería gritar que ganaría, pero eso se sentía como comprometerse con otro
combate, esta vez con palabras. Eso sería como dejar que Jesse ganara una y otra vez.
—¿Sabes algo, Jesse? —preguntó Seiji—. Hablas demasiado.
Luego se volvió y abandonó la fiesta. Se dirigió a la casa donde se alojaban
Nicholas y él pero no tuvo que ir tan lejos. Nicholas estaba apoyado contra la cerca
que servía como perímetro para los campos de entrenamiento, con las manos metidas

168
en los bolsillos de sus jeans negros rasgados, su rostro malhumorado.
—¿Por qué te fuiste? —Seiji preguntó con frialdad—. Dijiste que no lo harías.
Quería que Nicholas se explicara, pero tan pronto como habló, sintió que había
dicho demasiado. No era como Jesse, que podía usar fintas conversacionales. Siempre
que hablaba, se dejaba abierto al ataque. Demostrar que le importaba era como suplicar
que lo desarmaran.
—No veo cómo irme puede avergonzarte, Seiji —dijo Nicholas desconcertado—. Tu
viejo amigo Jesse estaba siendo un idiota y no quería quedarme en la estúpida fiesta.
Así que me fui. ¿Cuál es el problema?
—¿Por qué te importaría lo que Jesse te diga? ¡Nunca te importa lo que otras
personas te digan! —Seiji exclamó—. ¿Hay alguna razón por la que Jesse es diferente?
Siguió un extraño silencio, solo roto por el suspiro del viento del mar. Había una
expresión en el rostro de Nicholas que Seiji encontró inquietante. Nicholas nunca
miraba de esa manera. Era como ver un libro abierto cerrado de golpe.
—¿Hay alguna razón, Nicholas? —preguntó, mucho más tranquilamente—. Si la
hay, dimela.
Podría haber sido la mirada cerrada en el rostro de Nicholas, cambiándolo tanto
del rostro al que estaba acostumbrado Seiji, o la forma en que su cabello estaba peinado
hacia atrás esta noche. Podría haber sido simplemente un efecto de lo perturbado que
estaba. Por un momento, fue como ver el rostro de Jesse superpuesto al de Nicholas.
El color era diferente, pero la inclinación decidida de la mandíbula, la forma de la boca
furiosa parecía por un instante exactamente la misma.
Nicholas no podía ser como Jesse. Si era como Jesse, Seiji tendría que mantenerse
alejado de él. El estómago de Seiji dio un vuelco, enfermo e inquieto, y se dio cuenta
de que estaba asustado de lo que pudiera decir Nicholas.
—No —dijo Nicholas por fin—. No hay ninguna razón.
Solo que a Seiji le sonó como si Nicholas estuviera mintiendo. En los ojos marrones
de Nicholas había el mismo resentimiento amargo que el día en que llegaron a los
golpes. Seiji quiso, con repentina ferocidad, volver a golpear a Nicholas.
—Entonces, ¿por qué te fuiste? — demandó Seiji.

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—¿Por qué te importa si me voy? —respondió Nicholas.
El pánico llenó los oídos de Seiji con el rugido del mar. Pensó de nuevo en perder
ese combate con Jesse, quedarse solo después y mirar sus manos vacías.
—No me importa —dijo desesperado—. Es solo que dijiste que te quedarías.
—¿Por qué debería? Estabas ocupado hablando con esos elegantes esgrimistas
europeos. Te alejaste y me dejaste para que me insultaran esos chicos de Exton.
¿Jesse había lastimado a Nicholas? Jesse podía hacer eso a veces, sin pensar y
confiando en su propia superioridad de una manera que aplastaba a las personas
que lo rodeaban. Pero seguramente Nicholas no se dejaría aplastar por nadie. Seiji
descubrió que había llegado a confiar en eso.
Dijo en voz baja:
—No quise alejarme de ti. Estaba pensando en Jesse.
—¿Estabas pensando en Jesse? —La voz de Nicholas era amarga—. Sí, eso encaja.
Siempre lo haces. ¿Por qué estás en Kings Row?
—¿Qué? — susurró Seiji.
—¿Qué pasó qué te hizo decidir no ir a Exton? —preguntó Nicholas—. Sí ahí es
donde realmente quieres estar, ¿por qué no estás ya en Exton con Jesse?
Seiji no podía hablar de eso. No hablaría de eso. No sabía por qué Nicholas
preguntaba. No entendía por qué Nicholas lo hacía enojar tanto, incluso más que Jesse.
Si me engañas una vez, la culpa es tuya. Si me engañas dos veces… Seiji no quería
volver a ser tonto. No quería estar desarmado.
—Buena pregunta —gruñó Seiji. Empujó a Nicholas y caminó hacia la oscuridad.

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CAPÍTULO 24
AIDEN

Traducido por Moon M


Corregido por Reshi

Aiden observó con fascinado horror cómo una hermosa chica rubia animaba
gentilmente a Eugene a salir a la pista de baile. Eugene claramente no sabía cómo
bailar, ni siquiera un baile informal, y estaba aún más claramente en las garras de la
timidez que lo estaba volviendo torpe de una manera que Eugene normalmente no lo
era. Sus movimientos fueron indescriptibles. Aiden esperaba que nadie supiera que
Eugene estaba en el mismo equipo de esgrima que él.
La rubia comenzó a lucir alarmada por su seguridad cuando el propio rostro
de Eugene comenzó a llenarse de pánico. Aiden se compadeció de su compañero de
equipo y le dio una fuerte patada en el tobillo. Eugene cayó al suelo sobre una rodilla,
el alivio se extendió por su rostro.
— Aiden, ¿cómo pudiste?— exclamó la rubia. Parecía vagamente familiar, pero no
tenía idea de cómo se llamaba. — ¡Te vi! — acusó— ¡Lo hiciste a propósito para desafiar
a Eugene, que se está recuperando de una enfermedad!
— Sí, soy un matón malvado—afirmó— Será mejor que vayas a verlo.
Eugene miró por encima del hombro y le dio las gracias mientras se alejaba
cojeando. La chica tenía su brazo protectoramente alrededor de la cintura de Eugene,
su paloma herida, mientras lo ayudaba a sentarse en una silla.
Aiden sonrió para sí mismo.
Deslizó su brazo alrededor del cuello de su compañero de baile, con una sonrisa
coqueta de reojo, para poder acercarse y observar cosas que realmente le interesaban
por encima del hombro del chico. Tiny Bobby Rodríguez estaba bailando como una
tormenta, con su fiel pretendiente. Pobre Dante. No podía creer que Dante hubiera
recorrido todo este camino para asistir a un campamento de esgrima que no le
interesaba, simplemente para estar con Bobby. Quien, para colmo de males, solo tenía
ojos para Seiji Katayama.
Por eso Aiden había decidido recordar el nombre de Dante. Sentía mucha empatía
por alguien que se burlaba de sí mismo por un gran enamoramiento. Había estado allí,
de hecho, tenía la camiseta de SUSPIRANDO POR HARVARD LEE.
Harvard estaba en un grupo de gente como de costumbre. No los llamó como
polillas a una llama, algo brillante e inútil y, en última instancia, destructivo. Harvard
era una hoguera que prometía una calidez real y atraía a todos. Arune también estaba
con Harvard y se reía de uno de sus chistes. Como sea, Arune. Mucha gente pensaba
que Harvard era divertido. Arune no era especial.
El recuerdo de por qué Aiden siempre se había resentido con Arune seguía
arrastrándose.
Harvard y los demás habían estado sentados bajo los árboles haciendo tarjetas
de buenos deseos y vibras para Eugene, pero Aiden no haría una tarjeta para nadie.
No después de la última vez.
Cuando tenía nueve años, Harvard se enfermó y la maestra sugirió que le
hicieran tarjetas para que se animara. En aquellos días, Aiden vivía principalmente en
sueños. Era preferible estar en casa esperando que alguien te prestara atención. En las
brillantes visiones que Aiden imaginó en su mente, él era la estrella de cada programa,
el más importante, con quien todos querían estar. En cada ensueño, Harvard estaba
realmente impresionado con él.
Aiden, de nueve años, estaba haciendo su tarjeta para Harvard, que mostraba a
Harvard y Aiden en un bote de remos en una aventura. Era un hermoso bote verde
guisante, como el bote en el que se hicieron a la mar la lechuza y el gato del libro de

172
cuentos de Harvard. La mente de Aiden divago. Se encontró mirando por la ventana,
preocupándose si Harvard mejoraría pronto y pensando en lo agradable que sería irse
con él durante un año o algún día y no volver nunca a casa.
Harvard y Aiden se pusieron de acuerdo para sentarse juntos, y Arune se sentó
en el escritorio de al lado. Arune siempre había sido amable con Aiden, pero en algún
momento, como todos los demás chicos, excepto Harvard, Arune se burlaba de él por
ser bajo y tímido. Lo hizo de una manera bastante agradable. A Aiden normalmente
no le importaba.
Ese día, sin embargo, Arune se inclinó sobre el espacio entre sus escritorios, se
rió y dijo:
—Veamos qué estás dibujando— . Antes de que Aiden pudiera reaccionar, Arune
había sacado la tarjeta de debajo del brazo protector de Aiden mientras este suspiró
y miró por la ventana.
— ¡Déjalo, Arune!— gritó, asombrosamente fuerte para el silencioso ratón que era
siempre. — Eso no es divertido. ¡Devuélvemelo ahora!
Arune se estaba riendo, pero dejó de reír mientras desdoblaba la tarjeta y vio (el
pecho de Aiden se sentía como si pudiera colapsar sobre sí mismo) el pequeño corazón
rosado que Aiden había garabateado, apenas consciente de lo que estaba haciendo.
Un corazón flotando como una burbuja en la superficie de las aguas azules, por
donde navegaba el bote verde guisante.
Un corazón con Aiden Ama a Harvard garabateado en su interior.
Los ojos de Arune se encontraron con los de Aiden. Se congeló, se quedó callado
y quieto, sintiendose como el ratón como todos lo llamaban. Se sintió como un ratón
atrapado en una trampa.
Arune lo miró fijamente. Él le devolvió la mirada. El tiempo se congeló. Luego, un
maestro le arrebató la tarjeta.
— ¿Qué está pasando aquí?
—Él tomó mi tarjeta —susurró Aiden, y cuando la tarjeta fue entregada a salvo en
sus manos, Aiden la arrugó de inmediato. Torció la tarjeta brutalmente, mientras su
corazón se retorcía de terror ante la idea de que Arune sabía.

173
Comprendió, por primera vez, por qué su padre siempre hablaba de ser fuerte. No
quería ser débil y tener miedo. No quería depender de la misericordia de otra persona
para salvarse.
Aiden nunca más quiso volver a ser el que estaba en una posición vulnerable. Y
nunca lo había sido, excepto con Harvard. Puso su corazón en las manos de Harvard
cuando era demasiado joven para saber que no era seguro entregar su corazón a
nadie. Eran las mejores manos que conocía. Confiaba en que Harvard no le aplastaría
el corazón ni lo tiraría a la basura, y tendría cuidado con él.
Incluso ahora, su corazón estaba en manos de Harvard. No quería recuperarlo.
No planeaba usarlo. Honestamente, si fuera en cualquier otro lugar, no se sentiría
como el corazón de Aiden en absoluto.
Solo deseaba poder cortar los hilos que se conectaban a sí mismo con su corazón,
tirando constantemente de él en dirección a Harvard, haciendo que anhelara estar
dondequiera que estuviera Harvard. Una vez que se cortara la conexión, Aiden podría
vivir perfectamente bien sin su corazón. A su padre le gustaría más de esa manera. Le
iría mejor de esa manera. Todos sabían que había nacido para ser del tipo desalmado.
—Entonces, hay una fiesta de despedida la última noche en el Campamento
Menton—, dijo Aiden a la ligera, volviendo su atención a su pareja de baile. — ¿Hay dos
fiestas para un campamento que dura solo tres días completos? Los franceses saben
vivir. Pero, ¿has considerado el tipo de fiesta más importante?
—¿Una en la que solo estamos tú y yo?— su pareja de baile murmuró en su oído.
¿El tipo se llamaba Colin? Estaba bastante seguro de que Colin era de Islandia.
—Me refiero a lo que sucede después de que termine la fiesta—, dijo Aiden. — Un
evento más exclusivo, en el que uno puede meterse en muchos más líos y, por tanto,
divertirse mucho más. Y conozco el lugar ideal para celebrar después de la fiesta. El
yate de mi padre está en el puerto.
Colin de Islandia lo miró parpadeando.
—¿Tu padre tiene un yate en el puerto de Menton?
—Mi padre tiene varios yates a lo largo de la Riviera—, dijo Aiden. — ¿Cuál es la
alternativa, alquilar un yate cada vez que lo necesite? No somos plebeyos.

174
Colin de Islandia se rió. No te rías, pensó Aiden. Lo que estoy diciendo es
desagradable. Harvard no me dejaría salirme con la mía.
Al otro lado de un espacio de luces oscilantes y aire cálido, Harvard se reía de
algo que decía Arune. Cada vez que tenía que ver a Arune, tenía que enfrentarse a que
Arune sabía lo patético que era Aiden. Que podría decírselo a Harvard en cualquier
momento.
Una expresión asesina podría haber cruzado el rostro de Aiden, porque Colin de
Islandia sonaba un poco nervioso cuando preguntó:
—¿Estás bien?
—Mejor que bien—, mintió Aiden entre dientes.
Nadie era más experto que Aiden en parecer que estaba pasando el mejor
momento cuando era lo contrario. Si otras personas no sabían que Aiden no estaba
contento, tal vez no fuera cierto.
Solo quería que Harvard dejara de prestarle atención a Arune. Quería que Harvard
lo mirara.
Aiden se apoyó contra un árbol e hizo una seña al islandés.
—Ven y bésame—, ordenó.
Naturalmente, el chico lo obedeció, con la boca y las manos ansiosas, no más
intimó para Aiden que el árbol contra el que estaba arqueando la espalda.
Las linternas colgantes y las estrellas eran un borrón oscilante en la visión cansada
de Aiden, las curvas de luz se convertían en guadañas brillantes que podían cortar,
toda la escena de la fiesta transformada en un sueño febril amenazador y brillante. El
único alivio fue la constante oscuridad de los ojos de Harvard, volviéndose finalmente
hacia él.
Los árboles estaban dorados y morían en casa, pero en este pueblo las hojas
todavía estaban verdes, fingiendo ser verano. Aiden habría besado a cualquiera para
atraer los ojos oscuros y firmes de Harvard hacia él como lo hacían ahora.
Aiden entrelazo sus dedos en el cabello de su compañero de baile (¿por qué
alguien tenía el pelo estúpidamente largo?) Y lo atrajo con fuerza contra su propio
cuerpo, besándolo con más fuerza, tratando de besarlo a través de él.

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Cuando Aiden comenzó a desabrochar los botones de la camisa de su compañero,
Harvard dejó el grupo con el que estaba bailando y se acercó.
—¿Podemos hablar un momento?
—Estamos un poco ocupados—dijo Colin, pero Aiden lo empujó hacia atrás, dando
a Harvard suficiente espacio para intervenir y agarrar la muñeca de Aiden.
Cuando Harvard lo llevó más adentro del huerto y hacia el mar sonoro, Aiden se
dejó guiar por él.
—Oye— dijo Harvard—Tal vez deberías moderar un poco tus demostraciones de
afecto en público, amigo. Los ... los entrenadores te estaban mirando.
Correcto, y el equipo no podía meterse en problemas en el Campamento Menton.
Harvard solo estaba siendo un buen capitán.
Probablemente fue un alivio para Harvard ver a Aiden con otra persona.
Empujar a su mejor amigo con el chico más cercano, considerando el inconveniente
enamoramiento de Aiden y ya está. Problema resuelto.
Durante años, Aiden había salido con chicos y a Harvard no le había importado.
No era justo que Aiden estuviera furioso porque a Harvard aún seguía sin importarle.
Harvard tenía que dejar de ser amable y razonable. Aiden tenía que hacer que se
detuviera.
—No seas tan aburrido. Fue solo un beso. Aire, labios. Un beso no es nada— dijo
con malicia.
Observó la boca de Harvard con la fascinación de un cazador mirando a su presa.
La frustración flexionó las comisuras de esa boca, pero luego la boca de Harvard se
suavizó una vez más cuando dejó escapar un suspiro y trató de sonar paciente.
—Sé que un beso no es nada para ti, Aiden, pero hay personas para quienes un
beso sí significa algo. Pueden estar confundidos o pensar que significa más que...—
Harvard se interrumpió. —Y podrías meterte en problemas con los profesores. Si tu y
Colm quieren llevarlo a otra parte, entonces deberían hacerlo, pero …
Aiden no podía escuchar a Harvard dejando en claro que mientras no se viera
obligado a presenciar el espectáculo, no le importaba lo que hiciera Aiden.

176
—Oh, Capitán —dijo Aiden, moviendo las pestañas pero hablando salvajemente.
—, en realidad, no recuerdo haber pedido tu sabio consejo. Trata de recordar que no
estamos en la primaria y que no recibirás una estrellita por ser un niño bueno. Ya no
soy un niño pequeño. No te pedí que interfirieras.
Incluso la tolerancia de Harvard no era infinita, pensó Aiden mientras los ojos
oscuros de Harvard se encendían. Harvard perdiendo la paciencia se sintió como
tomar la espada de Harvard en un combate de esgrima. Tener a Harvard finalmente
reaccionando a él resonó a través de Aiden como una victoria.
—¡Bien! ¡Entonces haz lo que quieras!— Harvard gritó.
—Lo haré— dijo Aiden.
Harvard nunca antes había mirado a Aiden de esa manera, como si realmente
estuviera decepcionado de él. Hizo que Aiden quisiera correr. Hizo que quisiera estar
a la altura de todas las expectativas aparentemente bajas de Harvard.
—Aiden—, casi gruñó Harvard, sonando al final de su paciencia. — ¿Por qué estás
actuando así? Te estás saltando el entrenamiento, te estás escapando del equipo ...
Aiden enarcó una ceja.
—Así es como soy, ¿no? Egoísta, poco confiable, indiferente.
Quería que Harvard lo contradijera, dijera que no, eso no es lo que eres. Harvard
siempre lo había hecho antes. Los ojos de Harvard siempre eran cálidos cuando lo
miraban, siempre veían lo mejor en él.
Ahora los ojos de Harvard eran un espejo frío, y tal vez no encontrara nada
bueno en Aiden.
—Sabes, puse excusas durante tanto tiempo. Realmente pensé que si tuvieras a
alguien que creyera en ti, un verdadero amigo, podrías ...
Cada palabra se retorcía, fría y cortante, en el pecho de Aiden.
—¿Qué? ¿Qué podría cambiar? ¿Convertirme en un buen chico como tú? Bueno,
estabas equivocado.
—Obviamente—dijo Harvard. — Lo has dejado muy claro. Lo entiendo ahora,
Aiden. Nunca debí haber creído en ti.

177
Ambos se quedaron quietos, pero eso solo duró un momento. Harvard abrió
la boca y Aiden se movió. Antes de que Harvard pudiera decir algo, antes de que
pudiera ser amable, mentir y retractarse, Aiden lo empujó y corrió hacia las puertas
del campamento.
—¿Aiden?— La entrenadora Williams llamó. — ¿Qué estás haciendo?
Sin detenerse, Aiden gritó en respuesta:
—Rompiendo el toque de queda.

Se alejó de la fiesta y de su equipo, luego se dirigió a la ciudad. Ya había pasado el


toque de queda. No tenía ningún destino en mente. Si no le importaba adónde iba, no
importaba dónde terminará.
Vagaba por las calles de Menton de noche, las furiosas palabras de Harvard
resonaban sordamente en su mente. Una brisa cálida recorrió el cabello de Aiden y
se le metió en los ojos. Eso hizo que le escocieran los ojos y se le nublara la vista,
por lo que las estrellas parecían esparcirse salvajemente, sueltas y sin amarres por el
cielo. El mar cantaba una suave canción de cuna a la orilla, las casas multicolores se
habían vuelto plateadas en la oscuridad, y había amantes y amigos mezclándose bajo
los faroles.
Era una noche hermosa.
Aiden siempre trató de no estar solo. Le parecía irónico que ahora estuviera solo
en uno de los lugares más románticos del mundo.
—Oh, hola—, murmuró un extraño que pasaba— Me encantaría conocerte mejor.
—Créeme—dijo Aiden brevemente, — No te gustaria.
Consideró lo que su padre podría pensar de esta situación. Siempre había sabido
lo fácil que sería dejar de lado todo lo importante y volverse como su padre. Quizás
sería mejor perder Harvard y ser despiadado. Tal vez aquí era donde siempre se
suponía que debía terminar. Si no te importaba nada, nada importaba.
Cuando finalmente regresó al campamento, encontró al entrenador Robillard
esperándolo en la puerta, con los ojos grises entrecerrados. Antes de que Aiden pudiera

178
decidir si se molestaba en ofrecer una explicación, el entrenador le espetó:
—Se le advirtió lo que sucedería si rompía el toque de queda, Sr. Kane. Estás
expulsado.
Recordó la advertencia de la entrenadora. Si era expulsado de aquí, tenía que
dejar Kings Row.
Aiden soltó una risa hueca, perdida en la brisa del mar.
—Perfecto.

179
CAPÍTULO 25
HARVARD

Traducido por Moon M


Corregido por Reshi

¡Se suponía que esta noche iba a ser para arreglar las cosas!
—Entonces, ¿qué le pasa a Aiden?—preguntó Arune cuando regresó Harvard.
A Harvard le preocupaba que pareciera afectado. Se sintió más que eso. Se sintió
destrozado. No pudo demostrarlo.
—Esa es la pregunta que todos se hacen—dijo Harvard. — Honestamente, creo que
está ... aburrido.
Eso era lo que Aiden seguía diciéndole. Quizás era hora de creerle.
Aburrido de Kings Row, aburrido de su mejor amigo. Listo para una nueva
aventura. La entrenadora Williams había creído que Harvard podría mantener bajo
control el comportamiento de Aiden. Pero Aiden había dejado más que claro que ya
no estaba interesado en escuchar a Harvard.
—¡Vi a Aiden patear a otro chico en la pista de baile!—dijo Arune— ¿Qué sigue?,
¿perritos? ¿Es cierto que rompe tantos corazones que su entrenadora les ha prohibido
a los muchachos usar la excusa de “Aiden me dejó” cuando abandonan la esgrima?
Harvard guardó silencio.
Arune silbó.
—Supongo que es verdad.
—Vamos—dijo Harvard. — Él no es así. Puede ser irreflexivo, pero no es mezquino.
A Harvard le preocupaba que estuviera siendo injusto, queriendo disculpar todo
lo que hizo Aiden solo por lo que Harvard sentía por él. Aiden bailando, suelto y
tranquilo, moviéndose a través de un centenar de focos como si alguien hubiera
derramado todas las estrellas en el cielo solo para él. Aiden besando a otra persona,
sus manos en el cabello de otra persona, recorriendo la mandíbula de otra persona,
alisando la camisa de otra persona. Harvard tenía un recuerdo terriblemente distinto
de las manos de Aiden cuando tocaba a otra persona, los bordes carmesí oscuros de
sus mangas coqueteando con sus elegantes dedos. Aiden con sus lentes para leer,
luciendo adorable. Aiden era tan dulce con un niño pequeño que Harvard se había
visto obligado a mirar hacia otro lado con un nudo en la garganta. Aiden saliendo del
mar, bañado en luz, la piel reluciente y el cabello reluciente con agua de mar.
—Lo que digas, Harvard—dijo Arune, dubitativo. — Sin embargo, en algún momento,
no sé si importa si eres desconsiderado o malvado. Los resultados siguen siendo los
mismos. Solo me preocupa que te haga daño. Como lastima a los demás.
A Harvard le dolía saber lo que era besar a Aiden. De vuelta en Kings Row,
Aiden había besado a Harvard hasta que sus sentidos se tambalearon y el mundo se
convirtió en una tontería. Nunca había besado a nadie más que a Aiden, y para Aiden,
un beso no significaba nada. Que su mejor amigo lo lastimara a propósito nunca había
parecido una posibilidad… hasta ahora. Pero ahora estaba herido y Arune tenía razón;
Harvard era como todos los demás.
Mirando hacia atrás, Aiden había tenido cuidado cuando se embarcaron en su
mal aconsejado plan de citas falsas. Se había asegurado de comprobar que todo estaba
bien con Harvard, que Harvard no se alarmará cuando todo fuera nuevo para él. No
había actuado como si Harvard fuera un idiota por sentirse abrumado por Aiden y no
saber qué hacer. Aunque Aiden debió haber pensado que todo el plan era estúpido y
patético, había sido amable.
Bien. Harvard sabía lo que Aiden realmente pensaba ahora.
Un beso no significaba nada.

181
Eso no fue cierto para Harvard. Aún así, tenía que aceptar que era verdad para
Aiden, sin importar cuán mentira pareciera. Se sentía como si hubiera perdido de vista
a su mejor amigo de alguna manera, pero tal vez nunca lo había visto claramente en
primer lugar. No debería estar enojado con Aiden por ser la persona que siempre ha
sido. No era culpa de Aiden que Harvard hubiera imaginado a Aiden como alguien
que no era. No era problema de Aiden que él hubiera inventado a alguien de quien
enamorarse. Esa era la responsabilidad de Harvard.
Otra cosa de la que Harvard era responsable era de su equipo, y podía ver a
Eugene marchitándose de cansancio al otro lado del camino.
—Lo siento, estoy viendo algo de lo que debería ocuparme—le dijo a Arune.
—El clásico Harvard— dijo Arune mientras Harvard se alejaba.

Eugene estaba sentado en una silla, balanceándose levemente por la fatiga mientras
Melodie, Bastien y Marcel bailaban alrededor de la silla en círculo. Incluso el distante
Marcel parecía alegre. Bastien hizo girar a Melodie para que su largo cabello rubio
girara como cintas y ella se rió. A Harvard le agradaba bastante Bastien cuando
estaba con sus amigos. Sin embargo, cuando Harvard pensó en Bastien humillando a
Nicholas, o en Bastien con Aiden, era diferente.
Con un esfuerzo, sonrió a todos mientras decía que había venido a obligar a
Eugene a irse a la cama.
Bastien no le devolvió la sonrisa.
—¿Tu amigo Aiden y tú, desaparecieron entre los árboles antes?
Harvard enarcó una ceja.
—Eso no es de tu interés.
Aiden no era asunto de este tipo. Harvard siempre había odiado a los tipos que
se ponían celosos y posesivos con Aiden. Nunca hubiera querido ser como ellos. Pero
él era el que había estado celoso antes. No era mejor que Bastien.
—¿Viste mi combate antes?—preguntó Bastien con una leve mueca de desprecio
—. ¿Qué piensas de eso?

182
Quizás era un poco mejor que Bastien.
—Vi tu combate—dijo Harvard—. No pensé mucho en eso.
Dejó que su tono dijera, muy claramente, no me importas.
El labio de Bastien se curvó.
—Nicholas no fue un gran desafío. Ninguno de los chicos de Kings Row lo sería,
además de Seiji. Eso está claro.
—¿Disculpa?—dijo Harvard.
La voz de Bastien era lo suficientemente fuerte como para que otros estuvieran
escuchando ahora. Incluso las entrenadoras y entrenadores, hablando en un nudo en
el rincón más alejado, se dieron la vuelta para ver el origen de la disputa.
—Escuché que eres el capitán del equipo de Kings Row. El peor equipo que el
Campamento Menton ha visto jamás. Debe ser bastante vergonzoso.
Harvard se cruzó de brazos.
—Supongo que si el capitán del equipo te pateara el trasero —dijo—, sería bastante
vergonzoso para ti. Hagamos un combate el último día de campamento. Hagámoslo el
último combate, del que todos se van a casa hablando.
Bastien se encogió de hombros.
—¿Por qué no? ¿Hay algo que quieras como recompensa?
—No quiero nada de ti—dijo Harvard. —Simplemente deja de hablar mal de mi
equipo.
—Apuesto cincuenta dólares a que mi capitán gana —anunció la entrenadora
Williams entre el grupo de entrenadores y entrenadoras—. Ahora vayanse todos. Es
casi el toque de queda.
Harvard acompañó a Eugene a su habitación. Llegó Melodie. Ella y Eugene
estaban tomados de la mano.
—Eugene, mon petit chou1, mi amigo va a batirse en duelo con tu capitán —dijo
Melodie—. Quedamos entre el fuego.
—Lo siento, cariño, pero el equipo está sobre todo —dijo Eugene—. Bros antes...
1 mon petit chou: mi querido

183
no puedo llamarte así, te respeto a ti y a tu increíble destreza en la esgrima.
—Conozco a Bastien la mayor parte de mi vida—murmuró Melodie con tristeza. —
Debo apoyarlo. La edad antes que las bellezas.
Eugene sonrió al ser llamado belleza, luego se concentró en el problema.
—¿Y si Bastien comiera algo a lo que era alérgico? Ocurre todo el tiempo por
accidente, Capitán...
Harvard fingió esposar a Eugene, pero luego tuvo un recuerdo sorprendentemente
vívido de fingir esposar a Aiden y que sus dedos rozaran el suave cabello de Aiden.
Había tantas formas de ser mejores amigos, formas a las que estaba desesperado por
volver. Todo lo que había sido parecía enredado en torno a esta nueva conciencia.
Su pasado estaba enredado con su presente, y sintió que algo indescriptiblemente
precioso estaba siendo arrastrado por la marea, para hundirse más allá de la salvación.
Cuando Melodie los dejó, Eugene se apoyó contra la puerta de su dormitorio y
suspiró soñadoramente.
—¿Crees que le agrado?
—Ella te llamó “mi cariño” hace un momento—dijo Harvard. — Entonces, diría que
sí.
—¿Tuviste tu primer beso cuando eras mucho más joven que yo, Capitán?—
Eugene preguntó con nostalgia.
—No—dijo Harvard, quien había tenido su primer beso hace menos de dos semanas.
Eugene sonrió. Parecía cansado pero muy feliz, y Harvard recordaba haberse sentido
tan encantado y radiantemente seguro, enredado en una cama con Aiden antes de que
tuvieran que separarse. Eugene registró la expresión en el rostro de Harvard.
—¿Estás bien, Capitán?
—Estoy bien. ¡Entra y descansa, eso es una orden!
No estoy bien, admitió para sí mismo. Les estoy mintiendo a todos. No quiso.
Simplemente no veía cómo podía detenerse.
La mamá de Harvard lo llamó un florecimiento tardío, y Harvard siempre había
creído que eso era cierto. Ahora Harvard pensó que era solo que siempre había sido

184
Aiden, y una parte de su mente se había estado protegiendo a sí mismo, sabiendo que
no sería bueno.
Estaba exhausto y mañana tenía un partido. Debería ir a la cama.
En cambio, Harvard esperó a que Aiden regresara, pero no lo hizo. Él probablemente
había salido con algún chico. No durmió durante horas, pero debipo haberse quedado
dormido en algún momento durante la larga noche antes de que Aiden regresara,
porque Harvard nunca lo escuchó entrar.

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CAPÍTULO 26
NICHOLAS

Traducido por Luna R


Corregido por Steph M

A la mañana siguiente, Seiji no se sentó con el equipo durante el desayuno. Nicholas


lo buscó por todos lados, pero él no se encontraba por ningún lado.
—Quizá Seiji está entrenando otra vez —sugirió Bobby—. Es tan disciplinado.
Quizá se encontraba desayunando con Jesse Coste, discutiendo cuánta diversión
tendrían juntos en Exton.
—Me iré a Ventimiglia, hoy —dijo Dante, y Nicholas quedó atrapado por el inusual
espectáculo de Dante siendo voluntariamente hablador—. Visitaré a mis primos,
¿supongo que no quieres venir?
Nicholas se dio cuenta de que la pregunta no estaba dirigida a él. Los ojos de
Dante estaban fijos en Bobby, quien se veía desconcertado.
—Oh… no, Dante. Quiero decir, lo haría, pero estamos aquí para observar la
esgrima y aprender. No puedo simplemente perderme un día. Espero que lo entiendas.
—Sí —Dante volvió a caer en las monosílabas.
La pequeña cara de Bobby estaba arrugada por la preocupación.
—Te estás divirtiendo aquí, ¿verdad? Estuviste mirando la esgrima ayer, y estuvo
increíble, ¿cierto?
Dante se encogió de hombros.
Después del desayuno, Dante se fue. La asistente de la entrenadora; Lewis se
ofreció a llevarlo, pero Dante dijo que tomaría el autobús y que su primo lo recogería.
Sin encontrar a Seiji, por ningún lado, Nicholas acompañó a Bobby a despedir a Dante.
Bobby se quedó de pie, diciendo adiós a Dante con tristeza en la parada del autobús,
incluso hasta que la nube de polvo dejada por la salida del autobús se había asentado
en el aire cálido.
—¡Bien! —dijo Nicholas— ¡Hora de entrenar!
Bobby miró hacia atrás, expectante; con la boca abierta, como si buscara consultar
a su sombra sobre el entrenamiento. Luego se mordió el labio.
—Sí —murmuró Bobby.
Incluso Bobby se estaba comportando raro hoy, pensó Nicholas mientras regresaban
a la Salle. Siguió formulando oraciones y luego las apagaba como si hubiera olvidado
por qué estaba hablando. Ayer, él había estado brincando por todo el campamento
Menton, pero hoy estaba marchito; cabizbajo, como una flor colorida que alguien se
había olvidado de regar. Nicholas le dio un abrazo con un brazo.
—Vamos. Te animaras cuando veas la esgrima.
La esgrima siempre animaba a Nicholas. Hoy era más importante que nunca.
Nunca se había negado a un desafío en su vida, y hoy había un desafío vital. Tenía
que mejorar rápidamente, así Seiji querría quedarse en Kings Row.
Tal vez era imposible mejorar tan rápido, pero ¿y qué? Nicolás lo intentaría.
Después de los terribles, terribles ejercicios, se les dijo que buscarán pareja.
Nicholas miró a su alrededor con esperanza. Seiji ya estaba rodeado por compañeros
aspirantes. También por ese tipo, Bastien. Nicholas había estado esperando que Bastien
le enseñara algunos de sus movimientos.
Nicholas notó que Melodie no estaba asediada por compañeros. Pensó que sería
una muy buena compañera. Ella y sus amigos se movían de manera similar, como si
se guiaran unos a otros.
Se acercó esperanzado a donde estaba Melodie, con su cabello ahora envuelto

187
con trenzas alrededor de su cabeza mientras se ponía su máscara de esgrima.
—¿Quieres hacer los ejercicios?
—¡Claro! —Melodie parecía complacida de que se lo pidieran—. Hagamos estos
ejercicios bajos.
—Seguro —Nicholas asintió con convicción y se puso su propia máscara.
Melodie y Nicholas se movieron sobre sus cintas, practicando sus movimientos
una y otra vez. La Entrenadora Arquette se detuvo y los miró.
—Eres muy directo en tus ataques —observó secamente mientras examinaba el
movimiento de Nicholas—. ¿No has considerado utilizar más tu velocidad para fintar?
Nicholas parpadeó.
—Ya sabes, hacer un movimiento en falso para que el oponente no sepa en qué
línea terminarás tu ataque —explicó ella.
—Sé lo que es una finta —dijo Nicholas—. Simplemente no sé a qué se refiere con
usar mi velocidad.
—Juega con tus fortalezas. Comprométete plenamente con un movimiento en
falso, engaña al ojo de tu oponente, y aún tendrás la suficiente velocidad para cambiar
tu línea de ataque en el último momento.
—De acuerdo —dijo Nicholas.
—Veo una enorme mejora en lo que respecta al año pasado, Melodie.
—¡Vaya, gracias, Entrenadora Arquette!
La entrenadora Arquette asintió.
—Sigue entrenando duro y no dejes que tu enfoque se desvíe por una cara bonita.
—Vaya, gracias, Entrenadora Arquette, —dijo Nicholas.
La entrenadora Arquette resopló y siguió adelante. Nicholas y Melodie continuaron
enfocándose en el trabajo de pies y nada más. Cada vez que Nicholas sugería un
combate rápido, Melodie se negaba severamente. Normalmente, Nicholas podía
convencer a Seiji de hacer uno o dos, pero aunque esto no era tan divertido como un
combate, a medida que transcurría la tarde comenzó a ver una ligera mejora. No hace

188
mucho, él se prometió a sí mismo, y a la entrenadora Williams, que trabajaría para
mejorar sus técnicas básicas. Era cierto que tenía que hacer el largo y arduo trabajo
de construir una base, ladrillo a ladrillo, sin importar lo frustrante que fuera.
Era complicado, pero no era tan malo como decepcionar a Seiji o a cualquier otra
persona de Kings Row.
—Buen trabajo, ustedes dos —indicó la Entrenadora Williams, pasando con un
asentimiento de aprobación condicional.
—¿Es tu entrenadora? —preguntó Melodie—. Entreno a un primo en Suiza. Me
dijo que ella es fantastique.
Nicholas resplandeció con orgullo.
—Sí. Oye, enséñame cómo Bastien me venció. En cámara lenta.
Después de observar atentamente la demostración de Melodie, Nicholas anunció:
—Creo que ya sé cómo.
—No creo que lo hagas —dijo Melodie—. La esgrima lleva muchos años de estudio
para perfeccionarla. Además, debes hacer muchos ejercicios de entrenamiento para
fortalecer tu musculatura. No puedo no decírtelo. Estás muy delgado.
—Delgadamente musculoso —insistió Nicholas.
Cuando sonó la campana del almuerzo, Nicholas dejó caer su épée1.
—Dejaste caer tu épée de nuevo —dijo Melodie con voz burlona—. ¿Es eso un
movimiento característico tuyo, dejar caer constantemente tu épée?
Ella se quitó la careta de esgrima para revelar una sonrisa. Si sus amigos mayores,
Bastien y Marcel, la ayudaban a menudo con sus movimientos; tal vez era un cambio
agradable para Melodie, estar al otro lado del entrenamiento.
—Hagamos esto de nuevo —sugirió Nicholas.
—Mmm, tal vez —dijo Melodie.
—Genial, gracias —dijo Nicholas.
—Si realmente estás agradecido —dijo Melodie—. Cuéntame algún chisme, ¿tu
capitán, Harvard, y ese chico, Aiden, alguna vez salieron? ¿O no? Escucho versiones
1 Épée: espada de esgrima, que generalmente se usa para las prácticas.

189
contradictorias.
—Sí, lo hicieron, pero, como, por un minuto. ¿Quizás el capitán se cansó de todo
ese parloteo? Aiden habla mucho.
—A algunas personas les gusta eso —le informó sabiamente Melodie.
Nicholas la miró fijamente. No había explicación para el gusto. Si Nicholas
estuviera buscando a alguien con quien salir, no creía que hubiese elegido a alguien
súper hablador.
Después de considerarlo por un tiempo, Nicholas se encogió de hombros.
—¿Tal vez Aiden se cansó de salir con un solo chico? Siempre es así, rompiendo
corazones y pasando al siguiente. Como un tiburón de citas. Los tiburones no duermen,
¿sabías eso? Ellos solo siguen nadando. De todos modos, supongo que Aiden era un
tiburón para el capitán. Personalmente, no lo entiendo.
A Nicholas le parecía una pérdida de tiempo estar jugando al tenis de mesa o al
voleibol cuando podrías estar concentrado en la esgrima. Él realmente no veía el punto
de ir tras cualquier cosa que no fuera lo que realmente querías. Había pasado muchas
noches en habitaciones estrechas escuchando a su madre borracha tropezarse, viendo
luces de neón jugando en las paredes agrietadas y pensando en todo lo que quería. La
desesperación le enseñó a estar seguro.
Él quería ser excelente. Quería ser un esgrimista del que su padre pudiera estar
orgulloso. Quería que Seiji se quedara.
De nuevo, Seiji no comió con él. Sin embargo, Harvard sí, y el capitán felicitó a
Nicholas por la rapidez con que se estaba poniendo al día con los nuevos movimientos.
Nicholas se pavoneó, y Harvard y él tuvieron una buena charla sobre el campamento
y el próximo combate de Harvard con Bastien Robillard —increíblemente emocionante,
¡El capitán definitivamente ganaría!— pero hubiera sido mejor si Seiji hubiera estado
allí.
—¿Alguien vio de casualidad a Seiji por ahí? —preguntó casualmente Nicholas a
la mesa. De forma vaga.
Todos sacudieron la cabeza.
—¿Seiji? —Bobby levantó los ojos de la mesa y miró a su alrededor en lo que

190
parecía ser una leve sorpresa—. Oh, cierto, él aún no está aquí.
—No, no lo está —dijo Nicholas. Se preguntó cómo era posible que Bobby no se
hubiera dado cuenta. Bobby seguía estando de un humor extraño.
Estuvo de un humor extraño lo que restó del día. Ni siquiera observó realmente
el entrenamiento de la tarde, simplemente se sentó en las gradas y miró hacia el vacío
mientras Melodie y Nicholas entrenaban juntos de nuevo. Bobby estaba hablando
mucho menos de lo usual.
Después del entrenamiento de la tarde y la cena, Bobby y Nicholas salieron a
caminar, dando una vuelta por la parada de autobús donde habían dejado a Dante.
Emergieron de los árboles a un camino que corría a lo largo de un seto verde, con jardines
botánicos por delante, una docena de diferentes tonos de verde transformándose en
plata, debido al atardecer. Mientras caminaban por la carretera sinuosa, un autobús
pasó junto a ellos, piedrecitas chirriaron bajo sus ruedas y las puertecillas cuadradas
del autobús con sellos postales de color amarillo sobre un fondo negro se abrieron.
Una figura alta bajó del autobús, sin problemas.
—¡Dante! —chilló Bobby, corriendo calle abajo. Se arrojó contra el pecho de Dante
como una bala de cañón brillantemente decorada.
Los brazos de Dante rodearon a Bobby, atrapandolo por reflejo, pero luego miró
a Nicholas con inquietud, por encima de la cabeza de Bobby.
—¿Sucedió algo?
¡Eso! Eso es lo que estaba pasando. Bobby se estaba comportando tan raro que
hacía que Dante hablara con oraciones completas.
—Solo estoy muy contento de que hayas vuelto —dijo Bobby contra la camisa de
Dante.
—Yo también me alegro de que hayas vuelto —contribuyó Nicholas.
Y se alegraba. Estaba muy contento.
Dante ni siquiera lo miró. Estaba concentrando en la parte superior de la cabeza
marrón con cintas de Bobby mientras Bobby derramaba su corazón.
—Me estuve diciendo a mí mismo todo el día que debería haber ido contigo. Sé
que viniste al campamento Menton solo para pasar el rato conmigo, y yo solo estuve

191
pensando en la esgrima y no en ti. Pensé que no tenía sentido saltarse un día, pero
me hubiera gustado ir a Italia y conocer a tus primos. Desde que te fuiste, he estado
pensando que me porté tan mal.
—Yo también te extrañé —dijo Dante.
Ninguno de los dos estaba prestando atención a Nicholas, y, extrañamente, Nicholas
sintió que este era un momento del que no debería formar parte. Probablemente una
cosa de mejores amigos. Se escabulló. La gente decía que no era sutil, pero Nicholas
podía ser sutil cuando era importante.

192
CAPÍTULO 27
AIDEN

Traducido por Dayana


Corregido por Steph M

Aiden se despertó con una mañana todavía oscura y con el sonido de su teléfono
zumbando bajo la almohada.
Contestó con un bostezo.
—Hola, la casa de repartición y recreación de Aiden; por favor, deje una historia
de corazón roto y anhelo después del pitido.
Hubo una tos sorprendida.
—¿Aiden?
Aiden se sentó en la cama.
—¿Claudine?
—No —dijo la voz de mujer al otro lado de la línea—. ¡Es la prometida de tu padre!
—Claro —dijo Aiden lentamente—. Entonces —¿Claudine?
—¡Mi nombre es Brianna!
—¿Lo es? —Podría haber jurado que Claudine era la última. Esta sonaba muy
joven. Aiden esperaba que su padre no estuviera teniendo una crisis de la mediana
edad—. ¿Me estás llamando para invitarme a la boda?
Se puso los jeans y salió por la puerta, para no despertar a Harvard. El nebuloso y
horrible recuerdo de la noche anterior se cernía sobre su mente, era demasiado como
para lidiar con eso en este momento. Acogió a Harvard Paw en el hueco de su brazo
para consolarse en estos tiempos difíciles.
Brianna soltó una risa apretada y tintineante.
—Dios, no, estamos planeando un largo compromiso. No hay prisa.
—Por fin, el hombre aprende a ser precavido —murmuró Aiden.
—¿Perdón?
—Oh, nada.
—Aiden, como tu nueva figura materna, tu padre me pidió que te hiciera una
llamada.
—Su genio para delegar es una parte vital de su imperio empresarial —reflexionó
Aiden.
La voz airada, juvenil y de presentadora de televisión de Brianna se volvió sagaz.
—Así que, sigues metiéndote en problemas, ¿no?
Bueno, a su padre le gustaba que fueran inteligentes. Así fue como terminó con
un hijo hermoso y brillante. Aiden supuso que su madre había sido hermosa y brillante,
también. No tenía un recuerdo claro de la mujer. Ella se veía bien en las revistas, pero
tal vez eso era un aerógrafo.
—Sin comentarios —dijo Aiden—. Este apoyo maternal es muy conmovedor. Por
curiosidad, ¿estás en tus tempranos veinte?
Se preguntó si la Entrenadora Williams había llamado a su padre, o si fue el
entrenador francés que le había pillado cuando se coló anoche. Había sido enviado a
su habitación, y su cuerpo le dolía de cansancio, pero no podía enfrentarse a Harvard
después de haber sido expulsado. En la luz terriblemente fría de este terrible día,
Aiden experimentó un momento de horror, extracorpóreo, mientras que el impacto
total de lo que había sucedido la noche anterior se asentaba.
—Recibimos la llamada de que fuiste expulsado del Campamento Menton. Te

194
están dejando que te quedes y te vayas con tus compañeros, aunque tienes prohibido
entrenar, y te enfrentarás a la disciplina en Kings Row si aún fueras su alumno. Pero,
por supuesto, eso no pasará. Tu padre dice que no debes preocuparte —continuó
Brianna—. Nunca estuvo seguro de que Kings Row fuera bueno para ti, pero tu insististe
en ir allí por tu amiguito. Él cree que habrá más posibilidades para tus talentos en
otra escuela. Cree que ese chico te estaba reteniendo de lo que realmente estabas
destinado a ser.
Así que era oficial. Estaba fuera de Kings Row para siempre.
Aiden se rió, casi histéricamente.
—Piensa en esta frase: “reteniéndote”. ¿No estamos todos buscando a alguien que
nos retenga? Pero casi nunca lo encontramos. ¿Qué cree mi querido papá que estoy
destinado a ser?
—Podrías llegar a ser un gran hombre —dijo Brianna—. Podrías ser como él.
Sonaba como si lo dijera en serio. Eso era triste. En un año, su padre no recordaría
el nombre de esta chica. Ni tampoco Aiden.
—Lo peor es —dijo Aiden—. Que realmente podría serlo.
La brisa de la mañana era tan suave como lo serían unos gentiles dedos en el
pelo de Aiden. Volvió la cara hacia el sol y trató de no sentirse como si una trampa se
cerraba sobre él.
Colgó el teléfono, conmocionado. Se dio cuenta de que iba a llegar tarde al
entrenamiento, y luego se dio cuenta de que ya no era bienvenido a este. Estaba
realmente, realmente fuera. Se sintió extrañamente vacío al respecto y vagó sin
rumbo hacia la habitación de él y Harvard, quien ya se había despertado y se estaba
preparando para el día. Aiden se sentó en silencio en su cama.
—¿No vas a prepararte? —preguntó Harvard con voz comedida.
Le arruinaría el día a Harvard, al escuchar que su equipo tenía un miembro
menos.
Aiden encendió su encanto en un instante.
—No tengo ganas de hacer esgrima hoy —Aiden guiñó un ojo— Anoche tuve una
gran cita. Lo siento.

195
Harvard se quedó allí, aturdido, y sabía que se merecía el disgusto en la cara de
Harvard. Siempre lo había merecido.
Quizá fuera lo mejor. Aiden se encogió de hombros, echó una última mirada a
Harvard, y salió del edificio.
Una vez fuera, se dio cuenta de que llevaba su espada en la mano, como si fuera
a entrenar. A falta de algo mejor por hacer, se dirigió hacia los árboles de limón y
empezó a hacer los ejercicios.
Ya era hora de dejar de mentirse a sí mismo, se dio cuenta, mientras giraba a
través de los movimientos. La esgrima siempre había sido un placer para él, algo que
había aprendido cuando estaba dando el estirón, convirtiendo los movimientos de su
nuevo cuerpo de la torpeza sorprendida a la gracia suave, convirtiendo los dolores
del crecimiento en placeres del crecimiento. La esgrima era algo que había hecho con
Harvard, el mejor juego en el que habían sido buenos juntos. Fingir resistencia, ser
arrastrado por Harvard a los combates, era parte de la alegría. Significaba estar en el
equipo de Harvard, llamar la atención de Harvard. La esgrima significaba que, aunque
ya no eran niños, estaban siempre jugando juntos.
Hasta ahora.
La brisa del mar llevo a Aiden el sonido de pisadas contenidas sobre la tierra.
Aiden interrumpió sus ejercicios y bajó su espada. Curioso, se dirigió hacia el ruido
y vio a un chico con ropa blanca de esgrima, con pelo dorado despeinado y con una
postura odiosa; estaba haciendo ejercicios al igual que él lo había estado haciendo.
Jesse Coste.
¿Qué hacía Jesse entrenando en las afueras del campamento? Aiden supuso que
la verdadera pregunta era: ¿por qué Jesse no quería que la gente lo viera entrenando?
Este novato de Exton estaba tramando algo.
Aiden no pudo evitar recordar la últimamente común, expresión de Seiji; esa
expresión sombría que solo dejaba ver cuando estaba herido. Sabía quién era el
responsable.
Nicholas era un idiota torpe, pero preferiría cortarse la mano izquierda —su mano
de esgrimista— antes que herir a Seiji. Sin embargo, una cosa había quedado muy
clara en el combate de esgrima que Seiji había perdido contra Jesse Coste, el combate

196
que Aiden había presenciado. Jesse le haría daño a Seiji.
—Jesse —ronroneó Aiden.
Jesse detuvo sus ejercicios y levantó una ceja dorada como si fuera un cetro.
—¿Aiden?
—Buenas noticias. Como tu mayor, he decidido compartir mi sabiduría contigo.
Jesse hizo una mueca.
—No quiero que compartas tu sabiduría conmigo. Llevas un oso de peluche contigo
donde quiera que vayas. Parece que tienes problemas emocionales muy arraigados.
—Algún día haré muy feliz a algún afortunado terapeuta —confirmó Aiden—. Por
ahora, ¡no hablemos del fascinante tema que soy! Debemos discutir un tema mucho
menos interesante, y notablemente menos atractivo, ¿Seiji Katayama?.
Jesse se quedó quieto y callado. Era una compañía mucho más agradable de esa
manera.
—¿Sabes? —Continuó Aiden, despreocupadamente— ¡He aquí un detalle divertido
sobre Seiji! Hay muy pocos detalles divertidos sobre Seiji, así que quizá recuerdes este.
Cuando estábamos haciendo nuestras pruebas de esgrima en Kings Row, yo vencí a
Seiji en un combate de esgrima.
Jesse recorrió con sus ojos azules el cuerpo de Aiden, lo que no era una nueva
experiencia para Aiden. Normalmente, cuando los chicos le miraban, sabía lo que
estaba en su mente. También sabía lo que estaba en la mente de Jesse.
Como Jesse era un individuo aburrido, Aiden sabía que estaba definitivamente
pensando en la esgrima.
—¿Tú? —Dijo Jesse— Te he visto durante el entrenamiento. No eres nada especial.
¿Cómo alguien como tú pudo vencer a Seiji?
—¿Quieres saberlo? —Aiden señaló con su espada a Jesse— Tengamos un duelo.
Se dio la vuelta y se dirigió a un bosquecillo entre los árboles limoneros. No miró
hacia atrás para ver si Jesse le seguía. Los chicos siempre lo hacían.
Jesse tenía su careta puesta, así que él también se la puso. Jesse y Aiden inclinaron
sus cabezas hacia el otro, asumiendo la posición de en garde, actuando precisamente

197
como si estuvieran en una pista normal. Entonces Jesse zarpó a la derecha en una
embestida con doble desenganche.
No hubo manera de evitar que Jesse anotara un punto. Aiden apenas se contuvo
de silbar. Jesse era tan rápido como el esgrimista más rápido que Aiden había visto
jamás; Jesse era tan rápido como Nicholas, pero tenía la misma técnica pulida a la
perfección de Seiji.
Oh, bueno. Aiden tenía sus propias habilidades.
Ofreció a Jesse una sonrisa deslumbrante. Jesse parecía perturbado, como si no
estuviera acostumbrado a que sus oponentes irradiaran encanto en su dirección.
—He vencido a Seiji de la misma manera que vencí a todos los demás —le informó
Aiden al chico más joven—. No les gano siendo bueno. Les gano haciendo que se
sientan mal sobre ellos mismos. ¿Sabes de qué hablo, Jesse?.
Jesse paró la embestida de Aiden, pero por poco.
—No. Yo gano a través de la habilidad.
—Es curioso —dijo Aiden—. Tuve otro duelo con Seiji después del primero. Me
dijo: No empleo trucos baratos. Simplemente te ganaré porque soy mejor que tú. Y lo
hizo. ¿Qué hay de ti?
—Es igual.
—¿Lo es? —preguntó Aiden— ¿Así es como venciste a Seiji? ¿Estabas absolutamente
seguro de que eras mejor que él? ¿Ni siquiera tuviste la tentación de emplear un truco
barato?
Aiden anotó un punto. Los ojos azules de Jesse brillaron de indignación detrás de
la máscara. Aiden siguió sonriendo.
—¡Claro que no!
—Qué raro —comentó Aiden con indiferencia—. Seiji ha perdido combates antes.
Ni siquiera me guardó rencor cuando gané, y mucha gente lo habría hecho. No es un
mal perdedor. Sin embargo, después de perder un partido contigo, se va a Francia, y
llega a Kings Row. Me pregunto ¿por qué Seiji piensa que perdió contra ti?
Sus espadas chocaron, intercambiando golpes de refilón, luego Jesse entró con

198
fuerza.
—¿Así que, qué? —Jesse escupió— ¿Crees que herí tanto sus sentimientos que él
decidió tirar por la borda todo su futuro para ir a esgrimir a Kings Row? Esa es la
razón de que ahora cada vez que lo veo está en compañía de ese otro chico, lo cual sé
que lo hace para castigarme...—
—Todo se trata de ti, ¿no es así, Jesse? —preguntó Aiden— No estoy seguro de que
sea una gran cualidad para un capitán. Sé cómo es un gran capitán... y no se parece
en nada a ti.
Jesse no estaba escuchando. Anotó otro punto contra Aiden, usando su velocidad
pero con muy poca delicadeza. Ahora que Aiden lo estaba observando más de cerca,
no estaba seguro de que Jesse fuera tan rápido como Nicholas. Tal vez cerca, pero no
del todo.
Seiji lo sabría.
Jesse sonaba sofocado.
—Quizá tú tengas que emplear trucos para ganar, pero yo no. Soy el mejor.
Lo dijo como si fuera un hecho innegable, la única verdad absoluta en el universo.
—Pareces muy interesado en eso, Jesse —dijo Aiden— ¿Qué pasa si no eres el
mejor? ¿Has pensado alguna vez en eso? O espera, déjame adivinar. Piensas en eso
todo el tiempo, ¿no?.
—Cállate —dijo Jesse.
Aiden ganó otro punto y siguió con su ventaja.
—¿Valió la pena ganar, Jesse? ¿Eres feliz solo por ser tú?
—¿Cómo que solo por ser yo? Exton es una gran escuela —dijo Jesse, que parecía
haber cogido el pragmatismo fatal de Seiji Katayama, como una enfermedad transmitida
por un compañero de esgrima— Mucho mejor que la tuya.
—¿Se te ha ocurrido que Seiji no te está castigando? —preguntó Aiden— No
importa lo que pienses sobre cómo fue el combate. No importa lo que yo piense.
Jesse se burló.
—Ciertamente no importa.

199
Por suerte, Jesse tenía encanto, porque carecía de tacto.
—Importa lo que piensa Seiji —terminó Aiden—. Se distancio de ti tanto como
pudo. Solían ser inseparables, pero tal vez todo eso se acabó. Tal vez se ha dado
cuenta de que no vales la pena. Tal vez se ha dado cuenta de que nunca debió creer
en ti. Tal vez simplemente ha terminado contigo.
Vio a Jesse estremecerse y se compadeció.
—No lo hace —dijo Jesse—. Va a venir a Exton. Haré que suceda. Y voy a vencerte.
Al final, Jesse era demasiado bueno para vencer, y se preocupaba demasiado por
ganar como para dejar que cualquier otro sentimiento interfiera. Aiden perdió, pero
por un margen más estrecho de lo que cualquiera hubiera esperado.
Jesse lanzó a Aiden una mirada de triunfo.
Aiden preguntó:
—¿Se siente como si hubieras ganado?
—Sí, se siente como si hubiera ganado —espetó Jesse— ¡Porque he ganado! ¿No
te diste cuenta?
Aiden negó con la cabeza, pasándose una mano por el pelo.
—Es como mirarse en un espejo, niño. O lo sería, pero tú no eres tan guapo ni tan
listo como yo. No te castigues por ello. Nadie lo es.
Sacudió la cabeza mientras se alejaba, dejando a Jesse solo. Harvard y Seiji no se
parecían en nada. Harvard era la mejor persona del universo, y Seiji era extremadamente
molesto y tenso, pero ambos eran buenas personas. Ellos no harían daño a la gente a
propósito, y no entendían cuando alguien les hacía daño.
Seiji está mejor sin ti, pensó Aiden mientras dejaba atrás a Jesse. Y Harvard está
mejor sin mí.

200
CAPÍTULO 28
SEIJI

Traducido por Astrid L.


Corregido por Steph M

La Entrenadora había dicho que el Campamento Menton sería un lugar en el que


podrían aprender nuevas habilidades, incluyendo la de Cooperación Internacional.
Seiji y Nicholas estaban peleados. De la misma forma en que todos los amigos de Jesse
habían preferido a Jesse, obviamente todos los amigos de Nicholas preferían a Nicholas,
así que tenía sentido que Seiji se mantuviera alejado y trabajara en la cooperación
internacional. Muchos de los otros aprendices querían practicar combates con Seiji,
así que en la mañana del segundo día del campamento, accedió a tener una partida
con todos los que lo pidieran.
No tenía que tener conversaciones triviales en el Campamento Menton. Era
natural que todos hablaran sobre esgrima. Él encajaba perfectamente aquí.
—No me recuerdas, ¿verdad? —preguntó su último contrincante— Me ganaste en
un duelo en Marsella, hace poco más de un año.
Bueno, casi.
—Le ganó a muchas personas —dijo Seiji, con sinceridad.
El chico apretó los dientes, claramente sintiéndose ofendido por su honestidad.
—No me volverás a ganar. ¿Qué tienes que decir al respecto?
Así que es uno de esos, pensó Seiji, cansadamente. Había olvidado, en Kings Row
con Nicholas, qué rival significaba algo diferente.
Estos chicos pensaban que derrotar a Seiji era como ganar un trofeo. Nunca les
pasaría por la cabeza combatir nuevamente otro duelo con él o sentir placer al ver a
Seiji practicando esgrima. Ellos querían una victoria. No querían jugar.
El chico no obtuvo la victoria que buscaba. Una vez que empezaron, Seiji recordó
sus movimientos, y también recordó que su oponente era mediocre, en el mejor de los
casos. Ganó quince a cero y el otro chico se marchó furioso. Las personas decían que
el rostro de Seiji carecía de expresión. No sabían qué tan cuidadosamente se había
entrenado a sí mismo para no poner los ojos en blanco, constantemente.
De alguna forma, el vencer a todos los que se le acercaban, aliviaba un poco el
temperamento de Seiji, pero ciertamente no le ganaba ningún amigo.
Estaba bien. Estaba acostumbrado a ello. Inspeccionó las paredes de piedra de
la Salle del Campamento Menton, con los ojos entrecerrados, y supo que cada una de
sus miradas era un reto.
Una vez que ganó cada uno de los combates, las personas dejaron de hacer
bromas sobre su equipo.
Cuando finalizó de derrotar a todos los que se le acercaban, comió solo, sentado
en una mesa bajo la agradable sombra proveída por los árboles. Comer solo estaba
bien, había comido solo muchas veces antes, en Francia y en los campeonatos, o
cuando Jesse estaba molesto con él, o en Kings Row antes de que Nicholas lo obligara
a ser amigos. No es que Seiji siquiera pensara en ello. No necesitaba amigos.
Se levantó y se dirigió a su habitación, luego recordó que Nicholas podría estar
ahí.
Seiji se dio la vuelta y corrió en dirección al sonido del mar golpeando la costa.
Tropezó con ramas de árboles y rocas. El aire estaba cargado con sal y con aroma a
cítricos, deslizándose por los labios de Seiji, con un sabor amargo.
Terminó en un área aflorada y rocosa con vistas hacia el mar, debajo de un árbol
de olivo que temblaba debido al viento rugiente. Aiden estaba ahí. Estaba acurrucado

202
cerca de la orilla. Parecía que a Aiden le gustaba estar en lugares peligrosos. Estaba
temblando en su camiseta color escarlata oscuro, con las mangas estiradas para que
cubrieran sus manos y con su cabello siendo azotado por el viento. Su boca se veía
amoratada, y también la piel alrededor de sus ojos, como si hubiera estado mordiendo
sus labios y no durmiendo bien.
Aiden no separó su vista del horizonte, en donde el azul del mar se encontraba
con el azul del cielo y la única diferencia entre los dos era que, en el mar, el reflejo del
sol oscilaba. No evidenció ninguna sorpresa por ver a Seiji ahí.
—Hey, Katayama.
—Hey —respondió Seiji en tono bajo.
—¿Quieres estar solo? —Aiden sonaba casi amable.
Seiji dudó, luego sacudió su cabeza.
Aiden le había ganado en una ocasión, en un duelo de esgrima, distrayendo a
Seiji al mencionarle a Jesse. Aun así, en una ocasión diferente, Aiden había estado en
medio de Seiji y Jesse y había usado su misma brillante armadura para darle algo de
confianza también.
De cierta forma, Aiden era como Jesse. Pero él estaba en el equipo de Seiji.
—¿Puedo decirte algo? —preguntó Seiji.
—Claro, novato. Soy el oído simpático ideal.
—Gracias. Nicholas me dejó con Jesse en la fiesta, pero Nicholas no sabe...—
—Ay, Seiji, por favor aprende algo sobre el sarcasmo —empezó Aiden, pero las
palabras estaban tropezando por salir ahora, y Seiji no conocía ninguna forma para
detenerlas.
—Jesse me retó a un combate de esgrima. Si pierdo, le dije que iría a Exton con él.
Como que tiene sentido que vaya. Sé que no encajo en Kings Row —confesó Seiji—. Yo
nunca he hecho amigos fácilmente. Me confunden con frecuencia. No les agrado a los
demás. En Europa, al menos, a los demás entrenadores les importa mi desempeño en
la esgrima. Antes, siempre estuvo Jesse. No hay nada así en Kings Row. Nunca estoy
seguro de nada allá.

203
—Te está yendo bien en Kings Row —dijo Aiden—. Le caes bien a todos en el
equipo. Uno de tus amiguitos está tan enamorado de ti que apenas y puede abrir su
boca cuando estás cerca de él.
—Yo...¿qué? —preguntó Seiji— ¿Quién?
¿Nicholas? Pensó Seiji. Extrañamente, la temperatura en su cuerpo pareció bajar
y tenía la impresión de que había menos aire alrededor del que debería haber. No, no
podía ser Nicholas. Él hablaba todo el tiempo.
—Sé amable con él si puedes —le aconsejó Aiden—. Las palabras y acciones
lastiman.
—¿Estás… herido? —Seiji vio el cuerpo de Aiden retorcerse como si fuese a salir
corriendo, y añadió apresuradamente— Me levanté temprano. Escuché al Entrenador
Robillard pedirte que te fueras esta mañana. Sé que tienes problemas en la escuela,
también. ¿Qué pasará contigo?
El cuerpo de Aiden dejó de retorcerse, como si se relajara, aunque fuera un poco.
—Me expulsaron. Supongo que aplica para mí de la misma forma que para ti —
Aiden veía fijamente al mar—. Tiene sentido que me vaya de Kings Row. Tal vez sería
mejor que me fuera. Pero… ahora que ya debo hacerlo, no quiero.
La voz de Aiden era baja, casi se perdía con el ir y venir de las olas. Si estaban
compartiendo secretos, Seiji también podía decir el suyo.
—Tampoco me quiero ir —confesó Seiji.
—Entonces no lo hagas. No sigas el jueguito de Jesse, Seiji.
Seiji lo vio fijamente.
—¿Que no juegue esgrima?
—No… —Aiden sonaba perdido— Eso no es a lo que me refiero, no.
—Ese es el juego que Jesse juega —aclaró Seiji, y Aiden sólo se encogió de hombros,
regresando al silencio.
Durante tantos años en su vida, la esgrima significaba Jesse para Seiji. Él había
aprendido a asociarlos a ambos, de la misma forma que había aprendido los pasos de
sus ejercicios. Los movimientos eran instintivos para él ahora. Seiji tenía que practicar

204
esgrima. Y tal vez eso significaba que tenía que estar con Jesse. Tal vez significaba que
volvería a perder contra Jesse. Como lo había pasado antes.
No había nada que Aiden pudiera hacer para ayudarlo. Cuando se trataba de
esgrima, Seiji estaba por su cuenta.
—Desearía que ambos pudiéramos quedarnos en Kings Row —dijo Seiji.
Aiden no respondió, pero no tenía que hacerlo. Seiji sólo estaba diciéndole su
deseo al mar. Finalmente, Seiji se levantó y caminó de regreso al campamento.
Tan pronto como estuvo en el camino entre los árboles, vio a Nicholas. No había
oportunidad de regresar a estos. Nicholas estaba mirándolo fijamente… y sonriendo.
Seiji volteó a ver sospechosamente sobre su hombro para asegurarse de si había
alguien más detrás de él. No lo había.
—Ahí estás —dijo Nicholas—. Te he estado buscando durante todo el día.
Seiji estaba un poco confundido.
—¿Pero acaso no estamos…? —hizo una pausa— ¿No estamos peleados?
—¿Desde cuándo?
—Ayer nosotros…
—Oh, ayer —dijo Nicholas. Y, entonces—: ¿todavía estás molesto?
—¿… No?
—Bien —le respondió Nicholas—. Los amigos pelean. Si, nos enfadamos muchísimo,
hasta nos podemos golpear. Como sea. Si te sientes tan miserable por cada cosa mala
que suceda, me parece que te sentirás miserable para siempre. ¿Esa es la razón por la
que no me guardaste mi rollo de desayuno esta mañana? No seas quisquilloso. Dámelo
mañana.
Seiji simplemente había desayunado solo y temprano, como normalmente lo
hacía antes de Nicholas. En realidad, había tomado el rollo de desayuno de Nicholas
automáticamente, luego se percató de lo que había hecho y se lo comió él con
resentimiento, pero no tenía ninguna intención de decirle eso a Nicholas.
No sabía cómo lidiar con sus emociones más que suprimiéndolas dentro de él y
manteniéndose callado. Se encontró maravillado por como Nicholas parecía sentir las

205
cosas con la misma fuerza que él, pero luego ser capaz de abrirle una puerta a esos
sentimientos y dejarlos ir. Era cierto que después de haber tenido la pelea, Nicholas
parecía no guardar ningún rencor.
Era un poco preocupante pensar en cuántas malas experiencias habría tenido
que vivir Nicholas para ser capaz de dejarlas ir tan fácilmente. No le agradaba pensar
en eso. Mejor que Nicholas no tuviera ninguna mala experiencia en el futuro.
Seiji se aclaró la garganta.
—No creo que haya sido correcto que me dijeras que no me ibas a dejar solo en
la fiesta, para luego irte.
—Tenías a todos esos increíbles esgrimistas europeos con quienes hablar. Yo sólo
estaba parado ahí luciendo como un tonto.
Quería que te quedaras conmigo, pensó Seiji, no quería estar solo con Jesse. Pero
no podía decirle eso a Nicholas, no podía arriesgarse a tener que explicar por qué. En
su lugar, dijo:
—Prefiero que te quedes conmigo luciendo como un tonto.
Nicholas sonrió.
—No sabía que te molestaría que me fuera. No lo volveré a hacer. Lo siento.
Eso no sonaba justo. Nicholas no tenía toda la culpa.
—Una disculpa no es… necesaria —dijo Seiji—. Estaba de mal humor por un trato
que hice con Jesse.
Nicholas frunció el ceño.
—¿Qué trato?
Probablemente no debería hablar sobre el plan rompe-reglas de Jesse y él en
público.
—Ven conmigo a nuestra habitación. Te lo explicaré —dijo Seiji, y dirigió el camino
hacia su cabaña de piedra.
Había una alfombra hecha de flor de lis en las escaleras, que ayudaba a amortiguar
sus pasos.

206
—Espero que no hayas desperdiciado tu día y que hayas prestado atención a tu
entrenamiento —le dijo Seiji a Nicholas.
—Sí, estoy aprendiendo bastante —exclamó Nicholas, acostándose sobre su cama.
Parecía que ni siquiera se diera cuenta de que estaba estropeando las cubiertas—. La
Entrenadora y yo hablamos en Kings Row sobre cómo tenía que trabajar para aprender
lo básico de nuevo, y en realidad me he esforzado por trabajarlo hasta ahora. Creo
que… no me lo he admitido a mí mismo, por un tiempo… ya sabes, lo atrasado que
estoy en relación a todos los demás. Lo sabía, pero no quería admitirlo. El asunto es,
yo tuve a un entrenador antes de nuestra Entrenadora. Su nombre era Entrenador Joe.
No era un excelente entrenador, pero era bueno conmigo. Yo, uh, lo apreciaba, ¿sabes?
Era bizarro cómo Nicholas podía decir algo como eso tan simplemente, hablando
sobre un hombre que ni siquiera era su padre.
—Lo sé —admitió Seiji.
—No quería pensar mal de él. Pero me enseñó algunas cosas que eran incorrectas,
y tengo que dejarlas de hacer—dijo Nicholas—. Aprender movimientos no es fácil, pero
desaprender algo que creías que ya sabías es muy difícil. Aun así, creo que ya estoy
entendiéndolo. Te lo demostraré mañana. Ahora, ¡dime qué has estado haciendo en el
campamento! ¿Qué es todo eso del trato con Jesse Coste?
Seiji le contó. Cómo Jesse lo había retado a un combate, y el trato que habían
hecho. Le dijo a Nicholas lo que podía perder.
—Si pierdo el combate, le dije que dejaría Kings Row e iría a Exton —explicó
Seiji—. Y no quiero ir a Exton.
El rostro de Nicholas se encendió como la luz del sol sobre el mar.
—¿No quieres?
—Tal vez debería —dijo Seiji—. Su equipo de esgrima es mejor. Tiene sentido que
vaya a Exton. Pero… no quiero.
Nicholas se inclinó hacia delante con emoción.
—¿Porque en el fondo sabes que podemos ganar el campeonato estatal, y que tú
y yo seremos grandes compañeros de esgrima?
—No —dijo Seiji—. Tú eres malo en la esgrima.

207
—Estoy mejorando…
—¡Ese no es el problema ahora, Nicholas! Hice un trato. Tuve que, o Jesse habría
pensado que tenía miedo de enfrentarlo.
—Está bien, este es el plan. Tú le ganarás.
Nicholas habló con total confianza. La certeza le venía fácil a Nicholas. Seiji no
estaba seguro de cómo. A Seiji ni siquiera le gustaba hablar con extraños, pero Nicholas
podía pavonearse en un mundo completamente extraño y enfrentarlo. Desearía poder
ser así, pero no lo era.
Como el capitán lo había dicho, Nicholas era valiente.
—No es tan simple —dijo Seiji, con una agudeza que Nicholas no merecía, en un
intento por ocultar sus dudas—. ¿Cómo siquiera podremos entrar a la Salle d’ armes
por la noche para tener el duelo?
Tal vez había una forma de salir de esta, que los entrenadores los atraparan y
los detuvieran. Aunque eso no parecía justo. No parecía valiente. Seiji debía intentar
mantener su palabra lo mejor que pudiera.
—Huh —dijo Nicholas—. Creo que puedo ayudarte con eso.
Seiji frunció el ceño.
—¿Cómo?
—Bueno. Puede que hayas escuchado a algunos chicos en Kings Row sugerir que
soy un delincuente.
—Nunca pensaría que eres un delincuente solo porque no tienes el mismo nivel
económico que los demás, Nicholas —le aseguró Seiji.
—Sí, aprecio eso, Seiji —dijo Nicholas, empujando el hombro de Seiji con el suyo,
gentilmente, de la forma en que normalmente lo hacía cuando estaba complacido—.
Pero, ¿en realidad sí soy una especie de delincuente?
—¿Lo eres? —preguntó Seiji, alarmado.
—Bueno, ¡no robo autos o algo así!
—¡Espero que no! —exclamó Seiji.

208
No podía haber ningún robo de autos. Si Nicholas necesitaba uno, Seiji se lo
podía conseguir.
Nicholas se encogió de hombros.
—Sólo he hecho, como, pequeños actos delictivos. Diminutos hurtos en tiendas.
Vandalismo ligero.
—¡Nicholas!
—Solo como, pintar las paredes con spray. Es artístico, de cierta manera—
—Nicholas, ¿dañas la propiedad pública? No puedo creer lo que estoy escuchando—
—En una ocasión hubo fuego, pero fue pequeño y accidental—
—¡Ya no puede haber más fuego!
—Y allanamiento a la propiedad privada —admitió Nicholas—. Puede que haya
allanado el gimnasio del Entrenador Joe en una ocasión… o veinte.
—¡Creí que habías dicho que le tenías cariño a ese hombre!
Seiji nunca le habría tenido cariño a ningún entrenador que le hubiera enseñado
algo incorrecto, pero Nicholas tenía una naturaleza afectiva. Incluso le agradaba Seiji,
cuando nadie más lo hacía. Aunque deseaba que Nicholas dejará de ser un criminal
con un corazón de oro. Si Nicholas era arrestado por cometer crímenes, provocaría
que los viajes internacionales por esgrima se volvieran más complicados.
—Mira, a veces el Entrenador Joe se sentía cansado por las mañanas, o dormía
durante todo el día por una resaca, ¿sabes? —dijo Nicholas, como si fuera completamente
normal que los adultos fueran salvajemente irresponsables alrededor de él— Y quería
practicar esgrima. Así que tuve que encontrar una forma de entrar al gimnasio.
Seiji se relajó.
—Si fue por esgrima, entonces está bien.
—Sí, exactamente —dijo Nicholas—. Mis habilidades criminales están a tu servicio.
Si necesitas estar en un duelo de esgrima con Jesse mañana por la noche, haré que
suceda.
No hacía ninguna verdadera diferencia a las circunstancias de Seiji que Nicholas
y él ya no estuvieran peleando. Seiji tendría que dejar Kings Row si volvía a perder

209
contra Jesse. Estaba desproporcionadamente complacido por no estar molesto con
Nicholas, como antes.
—Gracias, Nicholas.
Seiji fue muy sincero con todo lo que había dicho, pero particularmente con eso
último.
Nicholas se acomodó, con sus piernas cruzadas sobre la cama y sonrió, su rostro
brillando con travesura mientras la noche caía sobre la Riviera.
—Claro. Soy un delincuente, y he escuchado que tienes una mente fría para la
estrategia. Somos todo un equipo.

210
CAPÍTULO 29
HARVARD

Traducido por Astrid L


Corregido por Steph M

Harvard tenía que mantenerse lúcido y razonable. Conversó con algunos nuevos
esgrimistas, entrenó con ellos e intentó hacer que la Entrenadora se sintiera orgullosa.
Varias personas hablaban sobre el combate contra Bastien con miradas de lástima y
decían que era obvio que Harvard no tenía ninguna oportunidad de ganar.
Era tan intimidante, que Harvard se dio por vencido con la Cooperación
Internacional y se sentó a comer con su equipo. Bobby estaba sufriendo porque Dante
se había ido a otro lugar. Nicholas parecía estar en un estado de consternación por la
ausencia de Seiji. Harvard se preguntó si Nicholas y Seiji habían tenido otra pelea a
puños.
Melodie, la rubia francesa que admiraba a Eugene, estaba sentada con ellos
para que así ella y él pudieran tener una conversación intensa y apasionada sobre el
contenido proteico de su comida y los deliciosos sacrificios que tenían que hacerse
para adecuarse a los programas de ejercicio. Melodie impartió un discurso sobre los
cálculos de macronutrientes.
—¡Sin dolor no hay recompensa! —Declaró Eugene con voz sabia, luego hizo un
juego de manos sobre la mesa— ¡La bread garlique!
¿la bread garlique? A Melodie de verdad debía gustarle Eugene porque solo se
estremeció un poco. Nicholas les pasó el pan con ajo con el ademán de alguien que se
sentía orgulloso de haber entendido un poco de francés.
Melodie desvió su atención del doloroso tema y la dirigió a Harvard.
—Así que, Bastien y tú, tendrán un duelo. Yo estoy del lado de Bastien por simple
lealtad personal y patriotismo. También porque es muy hábil, así que aposté a su
favor. Maman desea comprarse una nueva corbata.
—Yo creo que tú ganarás, Capitán —dijo Nicholas—. Apostaría por ti si tuviera
dinero. Soy un chico becado —añadió, explicándole a Melodie.
—Gracias, Nicholas —dijo Harvard—. Aunque Melodie tiene razón. Bastien es muy
bueno. Sólo espero que tengamos un buen combate. No querría decepcionar a mi
equipo, ¿verdad?
—Nunca podrías hacerlo —dijo Eugene, inclinándose sobre la mesa para chocar
el puño de Harvard.
Cuando Harvard dio la vuelta para ver a la mesa, Nicholas parecía perturbado.
—¿Qué sucede, Cox?
—Sólo estaba pensando… Tú das muy buenos discursos motivacionales, Capitán
—dijo Nicholas de forma tímida— Algo así como decirnos que somos los mejores, y
pareciera que de verdad lo crees.
—De verdad lo creo —dijo Harvard—. Ustedes son los mejores.
Él simplemente decía la verdad. Harvard asistía a la mejor escuela, tenía a la
mejor entrenadora, al mejor equipo de todos, al mejor amigo del mundo entero. Nunca
había dudado de ninguna de esas cosas hasta esta semana. Sólo quería llenar las
expectativas de todos y estaba preocupado por no lograrlo.
—¿Mejor que Exton? —insinuó Nicholas, y Harvard sintió cómo se resaltaba el
problema por el que Nicholas se veía tan preocupado y por el cual Seiji no estaba con
ellos.
—Mucho mejor que Exton —le dijo Harvard—. Su equipo no se compara al mío.
Nicholas asintió firmemente.

212
—Una vez me dijiste que identificabas si alguien era un perdedor o no cuando
veías cómo perdía.
—¿Lo hice? —preguntó Harvard— Soy muy sabio. Presta más atención cuando
corrijo tu postura durante las maniobras.
Eso siguió sin provocar que Nicholas se riera. Todavía se veía preocupado por
alguna razón.
—Ese es el problema, Capitán. Tú siempre dices cosas excelentes sobre todos
nosotros. Aiden siempre dice que tú eres el mejor capitán. Y todos pueden darse
cuenta de que en realidad lo cree. Pero ya que él no está aquí… Todos nosotros lo
creemos también. Yo lo creo. No deberías subestimarte ante este tipo Bastien.
—Sólo estoy siendo realista —dijo Harvard.
—Cuando tuve mi primer duelo contra Seiji —dijo Nicholas, con el tono de alguien
que compartía una experiencia sumamente personal y emocionante—. En realidad creí
que podía ganar. Pero perdí, y de muy mala forma. Todos me llamaron Cero por un
tiempo. Seiji también se comportó como un idiota. Parecía que todo el mundo quería
que me sintiera mal por ser demasiado confiado. Entiendo que fue tonto. Pero no
me arrepiento, y no estaba equivocado. Quiero decir, sí estaba equivocado sobre el
duelo, por supuesto. Pero algún día, voy a ganarle a Seiji. Luego él me derrotará en
otro duelo. Luego yo lo derrotaré en dos duelos seguidos. Será genial. No me importa
cuántas veces pierda. Bueno… sí me importa, pero eso no es lo importante. Sé que le
ganaré algún día.
—Esa es la actitud —dijo Harvard—. Siempre tienes que creer en ti mismo.
—¿Qué voy a hacer? ¿Darme por vencido? —preguntó Nicholas.
—Tú nunca, Nicholas Cox —dijo Harvard, de forma divertida y también conmovida—.
Tú, jamás.
—Entonces, también cree en ti, Capitán —dijo Nicholas.
—Lo intentaré —le respondió Harvard.
—Genial. Recuerda que mi dinero inexistente fue apostado en tu nombre —le
guiñó Nicholas.
—¿Cuándo creen que Dante vaya a regresar? —Explotó Bobby— ¿Acaso nadie lo

213
extraña ni un poco?
Nicholas lo vio fijamente.
—Uh, no. Dante me cae bien, claro, pero sólo ha pasado un día.
Harvard no pudo evitar pensar que Aiden habría respondido con un comentario
sarcástico.
Como Aiden no estaba aquí, Harvard dijo suavemente:
—Parece que todos extrañamos a nuestros amigos.
La oración se le escapó sin darse cuenta que también lo incluía a él, pero una vez
que lo dijo se quedó completamente en silencio, pensando en lo mucho que extrañaba
a su amigo.
En el entrenamiento por la tarde, Harvard ni siquiera podía sentirse orgulloso por
lo bien que le estaba yendo a Nicholas, o lo mucho que él estaba aprendiendo. Aiden
no estaba ahí, y lo que debía ser una experiencia brillante parecía sólo cenizas sin él.
Mientras el sol se escondía y pintaba las montañas blancas con el color de las
llamas, Harvard no pudo obligarse a pasar tiempo con Arune y sus nuevos amigos o
incluso con su equipo. Caminó en dirección a su habitación y se sorprendió al ver que
Aiden ya estaba ahí. Tenía su cabello recogido en una cola de caballo y tenía puesta la
sudadera de Kings Row con unos jeans. Tenía tanta ropa puesta como nunca la había
llevado.
Incluso más alarmante era el hecho de que sus maletas estuvieran listas, con su
equipo de esgrima en una bolsa y con otra maleta abierta en la que se veía su ropa
doblada.
—Hey, Harvard —dijo Aiden, ligeramente. ¿Podemos hablar?
—¡Oh! Sí, por supuesto.
Se dirigió hacia Aiden inmediatamente, sin siquiera pensarlo. Luego el pánico
lo atacó, por la simple idea de acercarse, como un pájaro golpeando una ventana de
cristal. Se detuvo de repente y se mordió el labio. Aiden le dio una palmada a la cama,
a su lado. Harvard se sentó cuidadosamente en la orilla de la cama de Aiden.
Aiden lo veía mientras se sentaba, su boca retorciéndose.

214
—Bien. Quería decir… lo siento por lo que pasó anoche.
¿Qué parte? Habría preguntado Harvard… si las cosas estuvieran bien entre ellos.
Él había establecido una política para que Aiden no se saliera con la suya siempre,
pero las cosas distaban mucho de estar bien.
—No hay problema —dijo Harvard, y observó como la boca de Aiden se volvía a
retorcer.
¿Qué se supone que dijera? Oh, estuvo bien que besaras a otro chico para
castigarme por interferir en tu vida. ¿Aunque fue cruel y me hizo sospechar que sabes
que tengo sentimientos hacia ti que tú no correspondes?
No. Claro que no. Si Aiden sabía, Harvard no quería saberlo.
—Tenías razón —continuó Aiden—. Dijiste que, si no dejaba de portarme mal,
habría verdaderas consecuencias. Estoy expulsado del Campamento Menton, y también
lo estoy de Kings Row. Probablemente no te importe, ya que dejaste de creer en mí y
todo eso, pero pensé que debías saberlo.
Por un momento, la avalancha de horror y pérdida fue tan profunda que Harvard
ni siquiera podía ver claramente. Luego su visión se aclaró, y vio el rostro de Aiden.
De nuevo, tenía la fuerte y extraña impresión de que Aiden estaba sufriendo.
Él no podía hacer que la salida de Aiden fuera más difícil.
Al menos podía ser sincero sobre esto con él.
—Oye —dijo Harvard—. Lo siento muchísimo por lo que dije.
—¿Por qué? —Aiden sonaba confudido.
—Estaba molesto por la forma en que te estabas comportando últimamente. No
lo dije en serio. No podría dejar de creer en ti, Aiden. No sabría cómo. Incluso si dejas
Kings Row, seguirás siendo mi mejor amigo.
Aiden no parecía sentirse complacido por escucharlo. Sólo asintió, como si
estuviera aceptando una verdad de la que ya estuviera completamente consciente,
mechones rebeldes de cabello cayeron sobre sus ojos. Parpadeó y vio a través de la
ventana hacia la oscuridad que caía sobre los limonares.
—Aunque deje Kings Row —dijo Aiden—. Seguiré siendo tu mejor amigo. Si eso es

215
lo que quieres que sea.
—¿Qué deseas, Aiden? —preguntó Harvard, y notó que Aiden se estremeció un
poco— ¿Quieres dejar Kings Row?
—Creo que es lo mejor —dijo Aiden—. Aunque duela en este momento. Como
cuando estaba creciendo, y mis piernas solían doler. Tal vez yo yéndome será como
crecer.
Así que Aiden no quería irse. Aiden solo creía que era lo mejor.
Harvard dijo:
—Sólo quiero lo mejor para ti.
Aiden explotó.
—Mi padre tiene un yate en el muelle de Menton. Me quedaré hasta que el
campamento termine y tendré una fiesta después en el yate. Ven. Si… si tú quieres.
El recuerdo de ayer, de ver a Aiden besar a alguien más con un abandono lento y
profundo contra un árbol, regresó de repente. Harvard no estaba dispuesto a presenciar
eso, de nuevo. La verdad era que podría volverse loco y hacer algo imperdonable.
—No me siento cómodo en ese ambiente —dijo Harvard—. Espero que te diviertas.
La sonrisa extraña en el rostro de Aiden hizo que Harvard se sintiera enfermo.
—Seguro que sí lo haré.
Y Harvard sabía exactamente qué significaba eso, pero no tenía derecho a sentirse
molesto por el hecho de que Aiden se divirtiera con otros chicos. Nunca había tenido
el derecho. No importaba lo mucho que odiara la simple idea. Sería increíblemente
injusto para Aiden demostrarle que a Harvard le molestaba.
—Así que… estamos bien —dijo Harvard—. Somos lo que sea que quieras que
seamos.
La boca de Aiden se retorció por un pequeño momento, luego curvó sus labios
con una sonrisa y se burló un poco.
—Claro.
—Lo digo de verdad —dijo Harvard—. Ven aquí.

216
Nunca había sido bueno con las palabras, no importaba lo que Nicholas pensara.
No era ingenioso como Aiden o sabio como la Entrenadora. Él siempre se acercaba,
sosteniendo los hombros de sus compañeros de equipo, abrazando a su mamá o a su
papá así ambos podían sentirse seguros del calor del otro. Había colocado su brazo
sobre los hombros de Aiden, de manera íntima y protectora, pero sobre todo afectiva,
un millón de veces. Una vez que abrazaba a Aiden, el mundo parecía ser un lugar más
amplio y brillante. Abrazar a Aiden era una de sus cosas favoritas.
Pero todo era diferente ahora.
Puso un brazo alrededor de Aiden, acercó su cuerpo e inmediatamente se dio
cuenta del gran error que había cometido. Lo que antes era cálido y seguro ahora se
sentía como un relámpago golpeando la espalda de Harvard en lugar del cielo. Los
ojos de Aiden encontraron a los suyos, sorprendidos, con sus ojos amplios y con las
pestañas parpadeando, casi como si estuviera asustado. Ambos se estaban acercando
el uno al otro y los dos inclinaron un poco sus cabezas, y sus labios se encontraron.
Casi por accidente.
El beso fue gentil como la luz sobre el agua, y se sentía como la misma luz
convirtiéndose en algo sólido, el resplandor convirtiéndose en algo que Harvard podía
tocar.
Casi tan pronto como empezó, Harvard saltó hacia atrás.
—¡Lo siento!
Era su culpa. Él había sido quien había destrozado su amistad y el que pareciera
no saber cómo arreglarla. Y ahora parecía que se estaba quedando sin oportunidades.
—Yo… no. Yo lo siento —murmuró Aiden, a quien los besos no significaban nada,
a quien probablemente sólo lo había hecho por la lástima que Harvard tan obvia y
patéticamente quería. Harvard no quería escuchar nada.
—¿Sabes qué? —dijo Harvard— Ninguno debe disculparse. No pasó nada.
Aiden le ofreció una sonrisa forzada.
—Claro. Nada.
Los dos se separaron y se prepararon para dormir en silencio. Harvard intentaba
sacar el beso de su cabeza, pero resurgía a la superficie de su cerebro mientras estaba

217
recostado en la oscuridad. No pasó nada, se repetía a sí mismo una y otra vez. Harvard
no podía dormir, porque seguía pensando en lo que no había sucedido.
Él nunca había sido el tipo de personas que tuviera problemas para dormir.
Las demás personas solían creer que todo lo que Aiden hacía era elegante,
pero Harvard sabía que Aiden no era elegante cuando estaba dormido. Padecía de
insomnio. Siempre molestaba a Harvard hasta aburrirse para poder dormir, se quejaba
sin parar cuando lo despertaba por las mañanas, y aun así nunca puso una alarma
para despertarse él solo. Aiden por las mañanas era malhumorado y mandón y muy
adormilado como para verse agradable.
A Harvard le solía encantar ver a Aiden despertar por las mañanas y no sabía
por qué le encantaba. Ahora se daba la vuelta y veía a Aiden dormir en su pequeña y
distante cama al lado de la pared más alejada, con un brazo colgando a su lado debajo
de las sábanas, con su cabello hecho un caos, y todo sobre esa vista hizo que el pecho
de Harvard doliera. Era mejor no saberlo.
Ahora se daba cuenta porqué las personas solían decir que estaban en alta mar
para expresar cuando se sentían desconcertados y confundidos, sin nada más que
distancias misteriosas alrededor de ellos, con nada más a la vista, y sólo el miedo de
lo que podría suceder.
Aiden estaba al otro lado de la habitación, una breve extensión de suelo plateado
bañado por la luz de la luna era todo lo que los separaba, pero se sentía como si fuese
el Mediterráneo.

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CAPÍTULO 30
SEIJI

Traducido por Gaby


Corregido por Steph M 

Seiji se despertó temprano, resistió la eterna tentación de usar la cortina de la ducha


para ahogar a Nicolás mientras dormía, por roncar, y salió al exterior. El cielo había
palidecido de gris oscuro a casi blanco, ni siquiera cercano al azul. Sacó su teléfono
del bolsillo, frunció el ceño ante la pantalla y pensó en llamar a su padre.
Los padres de Jesse y sus padres habían sido amigos una vez, en la forma en que
Seiji había oído que muchos padres eran amigos. Se juntaban y hablaban de sus niños.
Siempre que se juntaban, la madre de Jesse y su madre jugaban a quién podía ser más
fríamente educada. Su madre siempre ganaba. Ella era muy talentosa en eso.
Sin duda, es una genio en la sala de juntas, pero cuando se trata de situaciones
sociales, un momento en compañía de esa mujer es como ser apuñalado en el corazón
con un carámbano, alguien había dicho una vez en las páginas de sociedad. El padre
de Seiji se lo leyó en voz alta a su madre y ella sonrió. Su padre era el único que podía
hacerla sonreír.
Al principio, Seiji creyó que su padre y Robert Coste eran verdaderos amigos.
Robert Coste tenía el encanto natural de su hijo. Podía hablar extensamente del
progreso de Jesse y Seiji en la esgrima. Seiji estaba seguro de que si su padre lo
escuchaba, llegaría a gustarle más la esgrima. ¿Por qué su padre seguía reuniéndose
con el señor Coste si no empezaba a interesarle? Y el Sr. Coste parecía disfrutar de las
reuniones con su padre.
Seiji creía que habían progresado cuando su padre se hizo el tiempo para asistir a un
importante torneo de esgrima, pero terminó en desastre. A lo largo del enfrentamiento,
seguía pensando en que su padre lo estaba mirando, y dejó que los nervios lo vencieran,
cometiendo errores. Arrastró a Jesse con su extraño comportamiento. Fue culpa suya
que Jesse y él obtuvieran medallas de bronce y plata, respectivamente, y que otro
esgrimista con una técnica mucho menos pulida tuviera un buen día y consiguiera el
oro.
Robert Coste los llevó a una habitación lateral después y les entregó un informe
detallado y útil de dónde se habían equivocado. Como Jesse, el Sr. Coste estaba
completamente concentrado en la esgrima.
Seiji y Jesse escucharon atentamente con la cabeza inclinada mientras el padre
de Jesse describía sus errores.
El padre de Seiji se sentó y también escuchó en silencio. Por un momento.
Luego levantó la cabeza y dijo:
—Cállate, Robert.
Seiji y Jesse se sorprendieron, pero nadie parecía más sorprendido que el papá
de Jesse.
—Ellos no mejorarán si...
La voz suave del padre de Seiji interrumpió al Sr. Coste con un simple:
—Realmente no me importa. No vuelvas a hablarle de esa manera a mi hijo.
¿Podemos hablar en privado?
A través de la puerta, Jesse y Seiji escucharon el sonido de una discusión en voz
baja.
—Nunca nos pelearemos, ¿verdad? —Jesse había murmurado.
Y Seiji respondió:
—Nunca.

220
Seiji se había asegurado de ganar el oro en el próximo torneo, pero su padre
estaba en una reunión de negocios y no pudo asistir al combate, por lo que no tuvo la
misma importancia que el último torneo. Sin embargo, Robert Coste estaba allí y los
elogió a ambos.
Deseó no haber estropeado el torneo al que asistió su padre. Todo habría estado
bien si no lo hubiera hecho.
Su padre le dijo que debía decirle si Robert Coste le hablaba de una manera que
lo hiciera sentir incómodo, pero su padre no entendía cuán importante era la esgrima.
Pensaba que Robert estaba obsesionado y apasionado con la esgrima. No entendía que
Seiji también estaba obsesionado y apasionado con la esgrima. Eso era lo que hacía
falta para ser campeón.
Así que no volvió a decirle nada a su padre sobre sus enfrentamientos. Toda
su vida había sido la esgrima y los Coste, eso significaba que ahora él y su padre
hablaban incluso menos que antes. Se dijo a sí mismo que era perfectamente natural
y que no había nada por lo que estar molesto. Ambos eran personas ocupadas con
poco en común. ¿Por qué deberían hablar mucho?
No serviría de nada llamar a su padre, pero por alguna razón, lo hizo de todas
formas. Su padre respondió al tercer timbre.
Sin planear decirlo, Seiji estalló:
 —Jesse me desafió a un combate de esgrima. Dijo que si ganaba, tenía que dejar
Kings Row e irme a Exton y ser su compañero de esgrima. Hicimos un trato.
—¿Y qué? —preguntó su padre— No firmaste nada. Incluso si hubieras firmado
algo, tengo abogados contratados. Muchos abogados.
—Cumpliré mi palabra —dijo Seiji.
Escuchó a su padre suspirar por teléfono.
—Sé que siempre intentas jugar limpio. Pero, ¿y si la otra persona no juega
limpio? 
—Aún así, lo haré —respondió Seiji.
—Oh, Seiji  —dijo su padre.

221
Sonaba triste. Lamentaba entristecer a su padre, pero no podía ceder en este
asunto.
—Además, Nicholas y yo tuvimos una pelea —agregó—. Asumí que no
hablaríamos después de nuestra pelea, pero él dice que ya no está enojado y me está
hablando de nuevo. En realidad, parece que no hay forma de evitar que lo haga. Estoy
acostumbrado. Pero no entiendo por qué tuvimos la pelea y por eso no sé cómo evitar
que vuelva a suceder.
—¿De qué se trató la pelea? —preguntó su padre.
—Jesse —dijo Seiji.
—No puedo expresar la profundidad de mi sorpresa —murmuró su padre.
Seiji simpatizaba con su padre. Le resultaba difícil hablar de sus emociones
también.
—Nicholas sigue enojándose con Jesse, y no hay razón para que él se enoje. Los
otros estudiantes de Kings Row a veces son crueles con Nicolás por ser pobre, pero
no se enoja con ellos, y no se enoja conmigo cuando lo venzo en esgrima o cuando
digo las cosas que hacen enojar a otras personas. Pero se enoja con Jesse, y no puedo
entender por qué. Odio cuando parece que hay una razón secreta por la que la gente
actúa como lo hace.
Tantas situaciones sociales eran opacas y angustiantes, pero Nicholas siempre
era transparente. Seiji no quería estar confundido acerca de Nicholas. Él no quería que
Nicholas fuera como todos los demás.
—¿Has considerado que quizás Nicholas está enojado por tu bien? Tal vez no le
guste la forma en que Jesse te trata.
Eso no se le había ocurrido a Seiji en absoluto. Hizo una pausa para considerar
la idea de que Nicholas estaba enojado por él, en lugar de enojado con él. Eso sería
inútil, como gran parte de lo que hacía Nicholas, pero Seiji no lo encontró totalmente
objetable.
—A veces... —Dijo Seiji— A veces, cuando miró a Nicholas, veo a Jesse. No sé
por qué será eso, pero es cierto. Estaba enojado con Jesse, y eso me enfureció con
Nicholas.

222
La voz de su padre era suave, como lo era cuando señalaba hechos irrefutables
en sus llamadas de negocios.
—Bueno, entonces vas a parar esto, ¿no es así? Porque quieres jugar limpio.
Seiji asintió para sí mismo.
—Lo haré. Tengo otra pregunta. ¿Crees que debería peinarme diferente?
Su padre parecía sorprendido por la pregunta.
—Podría ser el momento de un cambio. Mucha gente me dice que mi cola de
caballo está muy bien.
—No estoy listo para una cola de caballo —dijo Seiji rotundamente.
Su padre se rio.
—Lo que quieras. Eres un chico muy guapo. Te pareces a mí, ¿cómo no podrías
serlo?
El sol se elevaba sobre un mar agitado, dando a cada ola agitada una corona de
oro. Seiji estaba algo avergonzado por las palabras de su padre, y él todavía estaba
profundamente preocupado por el día por venir, pero era como hacer las paces con
Nicholas. Seiji se alegró de haber llamado.
—Gracias —Seiji hizo una pausa. No quería parecerse a esas personas que sólo
querían estar cerca de él por la victoria, llamando a su padre simplemente para obtener
algo de él. Ofreció—: La próxima vez, llamaré solo para... charlar.
No estaba seguro de lo que diría, pero lo averiguaría.
Su padre sonaba como si estuviera sonriendo.
—Estoy deseando que llegue el día. Saluda a Nicholas de mi parte.
—Lo haré —prometió Seiji—. Más tarde, me va a ayudar a colarme.
—Um —dijo su padre—. ¿Qué?
Correcto. Nicholas había dejado en claro que la primera regla del delito menor
era no alertar a las figuras de autoridad.
Seiji dijo su primera mentira del día.
—Oh, no —dijo—. La conexión de la llamada internacional se está yendo.  Se está

223
cortando. No podemos continuar la conversación.
—Seiji…
—Adiós, te amo —anunció Seiji con rigidez, escapó de la vergüenza y de las
revelaciones criminales, colgando el teléfono.
El cielo era de un blanco perla sobre un mar azul pizarra. Era hora de enfrentar
a Jesse, pero Seiji no podía hacerlo solo.

224
CAPÍTULO 31
NICHOLAS

Traducido por Gaby


Corregido por Steph M

El último día en el campo de entrenamiento había ido muy bien hasta ahora. Nicholas
y Seiji se habían reconciliado, y ahora iba a ayudar a Seiji a cometer un crimen. La
primera orden del día era encontrar a Eugene y a Bobby para explicarles la situación
—el plan que tenían Nicholas y Seiji—. El cual consumió casi todo el tiempo que tenían
para desayunar, con Nicholas agitando su pan en frente de Seiji para ilustrar el plan
maestro.
—No sé. Tiene la probabilidad de uno en un millón —dijo Bobby.
Nicholas sonrió.
—... ¿Pero podría funcionar?
—No me refería a eso —dijo Bobby—. Quiero decir, estoy contigo hasta la muerte,
Nicholas, pero en realidad estoy muy preocupado de que no funcione. ¿Podríamos ser
expulsados de por vida del Campamento Menton?
—El sueño —murmuró Dante.
Nicholas agradeció el apoyo de todos.
—¿Dónde estabas ayer en el desayuno, por cierto? —Eugene le preguntó a Seiji—
Te extrañamos, Bro.
Seiji inclinó la cabeza sin decir una palabra, pero hizo la cosa donde su boca no
estaba fruncida o en una línea perfectamente trazada, lo cual era algo así como una
sonrisa.
Le siguió el entrenamiento. Nicholas descubrió que en realidad eran más suaves
que antes. Algunos otros equipos tuvieron que hacer más suicidios que Kings Row.
Sin embargo, Aiden se había metido en algún tipo de problema, por lo que no
estaba en las clases. Sin Aiden y Eugene, su equipo se sentía incompleto. Estaba
ansioso por volver a la normalidad, pero eso significaba asegurarse de que Seiji se
quedará en Kings Row, donde pertenecía.
Nicholas tuvo que vagar por los campos de entrenamiento hasta que encontró
a Marcel, esperó a que terminara su encuentro y le exigió que lo llevara hasta Jesse.
Cuando lo hizo, encontraron a Jesse de pie y charlando en alemán con otros
dos esgrimistas. Lucía una sonrisa alegre y encantadora, y sus compañeros parecían
encantados.
Cuando los ojos de Jesse se posaron en Nicholas, la luz del sol desapareció de su
rostro. Él se burló
—¿Tú?
Nicholas esbozó una sonrisa malvadamente delincuente
—Yo.
—Dice que Seiji lo envió —informó Marcel.
Jesse vaciló, luego asintió con la cabeza a los otros esgrimistas, quienes se fueron
rápidamente, obviamente asustados por el cambio abrupto en la conducta de Jesse.
Nicholas se volvió, y Jesse y Marcel lo siguieron fuera de los terrenos de práctica y a
través de los árboles, a la roca junto al mar donde Seiji se encontraba esperando. Seiji
vestía su ropa blanca de esgrima. Nicolás había argumentado fuertemente que Seiji no
la usara, ya que el blanco de la cabeza a los pies era lo opuesto a furtivo.
—Puedo verte desde kilómetros. Hay una razón por la que los ninjas no se visten
de esta manera —dijo Nicholas a modo de saludo.

226
Seiji puso los ojos en blanco con tanta fuerza que Nicholas pensó que podría
lastimarse. Jesse estaba justo ahí, pero Seiji estaba prestando atención a Nicholas, así
que Nicholas se sintió muy bien por todo.
—¿Por qué él está aquí? —Exigió Jesse.
La mirada de Seiji se movió hacia Jesse. Nicholas se interpuso entre ellos.
—Estoy ayudando a mi amigo —anunció alegremente, viendo como la boca de
Jesse se apretaba—. Lo desafiaste a un combate de esgrima, ¿verdad?
El eco del silencio fue la respuesta de Nicholas.
—¿Pensaste que funcionaría, porque esperas que todo te funcione? —Preguntó
Nicholas—Suerte que Seiji me tiene a mí. Sé cómo romper las reglas.
—Seiji, ¿esta persona es un criminal? —preguntó Jesse.
—¡No! —Exclamó Seiji— A menos que te refieras a que haya cometido ciertos
delitos menores, En ese caso, sí.
Eso hizo que Jesse hiciera la única expresión que Nicholas había disfrutado viendo
en su rostro. Nicholas sintió que alguien debería enmarcarlo y ponerlo en una galería
de arte, y titular la obra maestra como Jesse Coste, se ha quedado sin palabras.
Nicholas procedió a explicar el plan.
—Quería tener esta sesión de planeación ahora, debido a que el capitán de nuestro
equipo está teniendo un partido de esgrima con Bastien. Nadie nos escuchará. Todos
están viendo el encuentro. Hasta nuestros entrenadores han hecho apuestas. De hecho,
mucha gente ha apostado. Creo que la mayor parte del Campamento Menton espera
que sea una oportunidad divertida de ver a otro pésimo esgrimista estadounidense
quedar aplastado. Lo cual es gracioso, ya que, ¡Harvard va a ganar totalmente!
Marcel hizo un sonido despectivo.
—Por favor. Mi amigo Bastien va a ganar.
—Por supuesto que lo hará —dijo Jesse—. Es mejor que todos los esgrimistas de
Kings Row.
La tranquila certeza en la voz de Jesse hizo que los puños de Nicholas picaran. Él
quería ir a Kings Row porque su padre había ido antes que él. Siempre que Nicholas

227
caminaba por Kings Row, se decía a sí mismo que estaba siguiendo los pasos de su
padre. Estar en Kings Row era lo más cercano que había estado alguna vez de su padre.
Jesse tenía todo lo que restaba de su padre. Él no debería mirar con desprecio la
única pieza que poseía Nicholas.
—¿Qué pasa con…? —Las palabras se atascaron en la garganta de Nicholas, pero
las obligó a salir —¿…tu padre? ¿No fue a Kings Row?
—Exactamente —respondió Jesse—. Si mi padre pensara que Kings Row era el
lugar adecuado para un joven esgrimista prometedor, me habría enviado allí. Ese lugar,
ese equipo, casi arrastró a mi padre. Es por eso que le estoy haciendo a Seiji un favor
al sacarlo de Kings Row.
—No has hecho nada todavía —le recordó Nicholas—. No has ganado el
enfrentamiento contra Seiji. Y Harvard no ha perdido el suyo. No creo que lo haga —
Se volvió hacia Seiji—. Estás de acuerdo conmigo, ¿verdad?
Seiji pensó un poco en el asunto.
—No estoy seguro. En términos de habilidad, Bastien y Harvard parecen estar
bastante igualados.
—¡Seiji! —Nicholas lo empujó— ¿Dónde está la lealtad por tu equipo? ¡Él es
nuestro capitán! Es el mejor capitán de todos los tiempos.
—Mis sentimientos personales sobre Harvard y Bastien como individuos no
interesan ahora, Nicholas —dijo Seiji—. La esgrima es un juego de habilidad.
Jesse enarcó una ceja dorada.
—¿Cuál era la posición de su capitán, de nuevo? ¿Treinta y tres?
—Debería estar en una posición más alta —respondió Seiji en su mejor y más
genial tono analítico—. Es bueno en defensa, pero tiene fallas cuando se trata de
atacar. Tiene problemas con sus líneas bajas, porque es alto, lo cual he hablado con
él, extensamente. Sin embargo, en lugar de concentrarse en trabajar en sus puntos
débiles, Harvard dedica gran parte de su tiempo libre a desarrollar planes para su
equipo y guiarnos a través de los ejercicios.
—Entonces estás diciendo que se enfoca en las cosas incorrectas —dijo Jesse.

228
—No —respondió Seiji, plenamente. Eso no es lo que estoy diciendo.
Si Nicholas no hubiera conocido a Seiji, habría pensado que Seiji era completamente
indiferente al pinchazo de Jesse. Desafortunadamente, Nicholas estaba muy consciente
de que Seiji se estaba conteniendo con tanta tensión que Nicholas se preocupó de que
pudiera romperse, como cuando una gran espada lo hacía cuando se ejercía demasiada
presión sobre el acero. Nicholas deseaba poder ayudar. Deseaba poder golpear a Jesse.
Pero le había prometido a Seiji que se quedaría a su lado en la fiesta, y él no había
cumplido su promesa. Lo mínimo que podía hacer ahora era quedarse al lado de Seiji.
Caminaron hacia el borde de los árboles, en dirección al camino sinuoso y los
jardines botánicos.
—¿Cuál es tu plan, entonces? —preguntó Jesse.
—Se necesitará un buen trabajo en equipo de Kings Row, a la antigua —dijo
Nicholas, y asintió con la cabeza hacia los árboles.
Bobby y Dante estaban allí. Dante miró a Jesse con un silencioso desdén, que era
como Dante miraba a todos. Bobby, que había sido completamente informado de que
Jesse era el enemigo, limitó su exuberancia natural a un pequeño saludo hacia Marcel.
Descongelándose un poco, Marcel le devolvió el saludo.
—¿Invitaste a todos los de Kings Row a nuestra conversación? —preguntó Jesse.
—Entonces, aquí está el plan —dijo Nicholas, ignorándolo—. Nos colaremos en la
sala durante la gran fiesta.
Jesse se burló.
—Seguramente sería una mejor idea colarse a medianoche, una vez que todos
estén dormidos.
—Eres un aficionado del crimen, Jesse —dijo Nicholas con altivez—. Todos los
entrenadores están obsesionados con los toques de queda. Si un ruido los despierta
por la noche, estamos todos hundidos. Si nos encuentran cuando están patrullando,
estamos todos hundidos. En la fiesta es cuando estarán distraídos. La fiesta es nuestra
oportunidad. Nuestro compañero de equipo, Eugene, dice que fingirá no sentirse bien
para que podamos escabullirnos. Y Bobby y Dante bajarán sigilosamente al puerto
esta noche. Si no volvemos y la gente empieza a preguntar por nosotros, crearán otra

229
distracción y un llamado de ayuda, para que todos vayan a buscarlos a ellos y no a
nosotros.
La voz de Jesse volvió a sonar como la de un capitán.
—Ustedes dos serán expulsados del
​​ Campamento Menton.
Dante preguntó.
—¿Lo prometes?
—¡Si es necesario, me voy a tirar al agua! —Bobby anunció con gran entusiasmo—
Dante estará allí para asegurarse de que nada malo me pase.
Apretó apreciadamente el antebrazo de Dante. Dante, que no había estado a
favor de la idea de Bobby arrojándose al agua, parecía menos sombrío.
—Gracias por ayudar, a ambos —dijo Seiji.
Las puntas de las orejas de Bobby se pusieron rosadas. Nicholas también encontró
que la justa cantidad de calidez en la voz de Seiji era conmovedora.
—¿Así es en Kings Row? —preguntó Jesse.
Bobby no pareció escuchar a Jesse, distraído primero por los elogios de Seiji y
luego por una horrible comprensión.
—No puedo creer que nos estemos perdiendo el partido de Harvard —dijo Bobby
con nostalgia.
Como si pronunciar el nombre de Harvard fuera un hechizo de invocación, un
chico alto resbaló entre una sombra y la siguiente, moviéndose a grandes zancadas
como un depredador.
—Yo tampoco puedo creer que se estén perdiendo el partido de Harvard —dijo
Aiden Kane, arrastrando las palabras—. No puedo creer que me estén haciendo perder
el partido de Harvard. ¿Qué están planeando, novatos?

230
CAPÍTULO 32
HARVARD

Traducido por Lia SP


Corregido por Steph M

Antes de que comenzara el combate con Bastien, Harvard tuvo que aguantar que
varios de los aprendices se acercaran y empatizaran con él. Parecía que Harvard había
hecho algunos amigos en el Campamento Menton. También parecía que sus amigos
estaban convencidos de que Harvard iba a ser completamente derrotado.
Él podía lidiar con eso.
Mientras todos se reunían alrededor de la pista, antes de que Harvard y Bastien
comenzarán duelo, vio llegar a Aiden. Por un momento, hubo un estallido de tranquilidad
y libertad en el pecho de Harvard, era la misma sensación que tenía al ver a una
bandada de pájaros alejándose de un árbol para ir hacia el aire. Pensó que Aiden iría y
hablaría con él. Aiden siempre le decía que era el mejor capitán, el mejor de todos, con
una fe en él que Harvard nunca había sido capaz de evocar en sí mismo. No lo había
necesitado. Aiden siempre estaba ahí.
Aiden hizo contacto visual con Harvard por un momento. Entonces Aiden desvió
la mirada y caminó directamente hacia Bastien.
Observó la hermosa y perversa curva de la sonrisa de Aiden mientras le susurraba
algo en el oído a Bastien. Eso era más difícil de lidiar que cualquier otra cosa.
Aiden habló demasiado bajo para que nadie excepto Bastien entendiera, pero su
tono fue llevado por la cálida brisa mediterránea. La voz de Aiden sonaba más cálida
que la brisa, oscura y dulce a la vez, como la miel que se vierte en las sombras.
Harvard apartó los ojos y buscó entre los espectadores para encontrar un rostro
amistoso. Le hubiera gustado ver a Nicholas allí para animarlo a creer en sí mismo.
No logró ver a Nicholas. No logró ver a nadie.
Cuando llegó el momento de su combate, no vio a muchos estudiantes de Kings Row
allí para animarlo. Eugene se encontraba ahí, pero no Nicholas ni Seiji. Incluso Aiden
parecía haber desaparecido. Harvard casi no podía creerlo. Se sentía extrañamente
privado de algo, como si esperaran que practicara esgrima sin su espada o su plastrón.
Siempre había tenido a su equipo para pensar.
Un destello de rojo y blanco llamó su atención.
—¡Vamos, Harvard! —Gritó la Entrenadora Williams— He apostado y no quiero
perder. ¡Los salarios de los maestros son demasiado bajos!
Su entrenadora estaba ahí para apoyarlo, pero no necesitaba que él la apoyara.
La entrenadora le había dicho a Harvard una vez: “Recuerda que hay un yo en un
equipo”. No había nadie que se preocupara por Harvard excepto él mismo. No había
nada que pudiera hacer por su equipo sino ser el mejor esgrimista posible.
Había algo casi liberador en eso. Tomó una profunda bocanada de aire, encontrando
estabilidad en ese extraño lugar.
Bien, pensó Harvard. Era hora de averiguar qué podía hacer.
Salió a la pista, las líneas de acero reflejaban el cielo azul de un anochecer en el
techo.
Otras personas eran derrotadas por Aiden todo el tiempo. Harvard siempre vencía
a Aiden. Él siempre había creído que era porque Aiden no lo lastimaría a propósito,
no cortaría a Harvard con su lengua afilada hasta que se estremeciera, como lo hacía
con los demás. Pero Aiden había dicho que era porque Harvard estaba siempre seguro
de que Aiden estaría ahí.
Tal vez eso también era cierto. Siempre había estado seguro de Aiden, seguro de
cómo trabajaban juntos… hasta esa última semana.

232
Estaba cansado de sentirse inseguro.
Se enfrentó a Bastien ataque por ataque, estocada por estocada, y vio los
movimientos de Bastien mientras este se sorprendía. Claramente no esperaba tales
movimientos de Harvard. Se suponía que Harvard era confiable, agradable, un buen
deportista, un esgrimista en medio de la carretera. Harvard sabía que no había
practicado esgrima así desde que vino al Campamento Menton. Quizás nunca había
practicado esgrima así en su vida.
Bastien corría de un lado a otro de la línea, pero Harvard tenía demasiada
resistencia. Bastien era muy bueno, deteniendo los más fluidos ataques imaginables,
pero él había estado aprendiendo todo lo que podía en el Campamento Menton y
practicando en Kings Row con la habilidad de Seiji y la velocidad de Nicolas. La
esgrima siempre ha sido su especialidad. Cuando Bastien fue hacia abajo, Harvard
recordó las severas instrucciones de Seiji sobre sus líneas bajas. Él podía defenderse
de cualquiera ataque que hiciera Bastien.
Los puntos volaban entre ellos, la entrenadora Wiliams y el entrenador Robillard
rugían tanto para aprobar como para dar recomendaciones. Melodie estaba gritando
porras para Bastien como si fuera una banshee motivacional francesa, mientras Eugene
gritaba aún más fuerte por Harvard.
Los puntos estaban bastante empatados. Pero Harvard no podía seguir en posición
defensiva por siempre. El truco no era sólo defender, sino hacer movimientos contra
Bastien y hacerlos contar.
Un capitán tenía que dirigir con ejemplos. Esto era para su equipo y para sí
mismo. Así sería como él demostraría que era un capitán digno para llevarlos a la
victoria en los campeonatos estatales.
Bastien intentó un ataque de estocada, en el cual Harvard usó toda su habilidad
para detenerlo. Luego, inmediatamente, sin pausa para respirar o dudar, dio una
réplica, el ataque ofensivo realizado directamente después del desvío.
Su réplica fue rápida, lo suficiente como para que Bastien no pudiera contrarrestarla.
Ese movimiento era por Nicholas.
Incluso con la forma en la que Harvard había estado practicando esgrima durante
todo el combate, Bastien no esperaba una agresión tan instantánea. Harvard atravesó

233
su guardia y anotó el punto final.
Ganó.
Un zumbido se elevó en su cabeza como si la corriente eléctrica en su chaqueta
se hubiera metido en su sangre. No podía creer que había ganado. El destello del
trofeo del campeonato estatal parecía más cercano de alguna manera, como algo real
en el futuro de Harvard más que un sueño.
Se quitó la máscara y emergió, parpadeando, en lo que parecía una nueva luz.
Arune y los chicos de MLC estaban animando salvajemente. También varios de
otros esgrimistas, a quienes Harvard había imaginado le tenían lástima. Resultó que
simplemente les agradaba.
—No hubiera pensado que pudieras desempeñarte así —comentó el entrenador
Robillard, pero de una manera aprobatoria, a pesar de que Bastien era su hijo.
—¡Siempre lo supe! —Gritó la entrenadora Williams— ¡Págame!
—Buen duelo —le dijo Harvard a Bastien, y le ofreció la mano para estrecharla.
Mientras tomaba la mano de Harvard, Bastien inclinó su cabeza.
—Tu entrenadora tiene razón de estar orgullosa de ti.
—Es bueno que alguien crea en mí —dijo Harvard.
La boca de Harvard hizo un gesto, como si hubiera estado probando fruta en los
limoneros.
—¿Sabes lo que Aiden me susurró antes del partido?
Harvard recordó con dolorosa agudeza cómo Aiden había atraído a Bastien para
murmurar un secreto de amantes en su oído. De repente, el pequeño triunfo se sintió
vacío. Al final, ¿qué importaba si había ganado un partido estúpido, algo que no
formaba parte de ningún torneo y no contaba para su victoria esperada en el estatal?
Había perdido a Aiden. Su mejor amigo dejaría Kings Row y estaría con cientos de
chicos como este, y Harvard había dañado la amistad entre ellos irremediablemente.
Entonces se dio cuenta que los ojos de Bastien no estaban regodeándose. Estaban
lúgubres.
—Aiden me susurró al oído: “Vas a perder”.

234
En ese momento, aparecieron los estudiantes desaparecidos de Kings Row. Su
equipo. Nicholas estaba dando una especie de grito de guerra. Harvard no podía
entenderlo, porque no podía apartar la mirada de Aiden, quien le sonreía directamente.
La Entrenadora Williams le dio un abrazo a Harvard, y el resto lo tomó como una
señal para saltar. Nicholas y Eugene golpearon a Harvard en la espalda con tal vez
demasiado entusiasmo. Seiji parecía molesto al verse atrapado en medio de un abrazo
grupal. Aiden se reía.
—¡Capitán! ¡Nuestro capitán! —Aiden dijo con su hermosa voz, baja, dulce y
burlona.
Harvard no sabía dónde había estado su equipo, pero ahora estaban ahí.
Solo deseaba poder mantenerlos. Deseaba no estar perdiendo al más importante.

235
CAPÍTULO 33
AIDEN

Traducido por Lissie.


Corregido por Steph M

Aiden no podía creer que se estaba perdiendo el combate de Harvard para lidiar con
estudiantes de primer año. Sin embargo, los novatos habían estado misteriosamente
ausentes, y Harvard ya tenía mucho con lo que lidiar, por lo que dependía de él
encontrarlos. Y ahora le tocaba a Aiden ocuparse de ellos.
Estudio las caras culpables de los novatos y de los chicos de Exton, que no tenían
nada que ver con él. Aiden cruzó sus brazos y los miro a todos ellos.
—Escuché todo. Escapándose hoy para poder tener un duelo, ¿no es así? Veo
claramente mi deber. Es obvio que tengo que... —Aiden se preparó, suspiró y tomó la
responsabilidad— ir con ustedes.
Nicholas y Jesse se vieron extrañamente similares cuando se sorprendieron,
su usual arrogancia colapsando. Aiden supuso que Seiji Katayama tenía un tipo de
compañero de esgrima. Según la propia opinión de Aiden, era cuestión de azar saber
si Seiji había ido por algo peor o mejor. Nicholas era mejor persona, pero Jesse tenía
mejor cabello. Tal vez no importaba, desde que nadie estaba teniendo algo de acción
además de la esgrima. Individuos trágicos, los tres.
Nicholas se aclaró la garganta
— ¿No vas a… detenernos?
—No, realmente no siento que pueda detenerlos de romper las reglas sin ser
un enorme hipócrita —dijo—. No tienes idea de cuantas reglas he roto. No podría ni
siquiera contarte sobre la mitad de estas. Volaría sus pequeñas mentes de novatos.
Tengo prohibido regresar al Campamento Menton, y me expulsaron de Kings Row.
—Entonces, ¿a menudo te atrapan rompiendo las reglas? —Jesse preguntó
escéptico.
Aiden le dio una mirada molesta.
—No —respondió Aiden—. No he estado concentrado en mi juego, últimamente.
Jesse frunció el ceño, entonces Aiden transfirió su sonrisa al otro chico de Exton,
que tal vez era más merecedor.
—Yo soy… —Aiden comenzó.
El chico de Exton le devolvió la mirada.
—Soy Marcel Berré. Y tú eres Aiden Kane —dijo—. Salías con Alexander Kostansis.
Va a Exton.
Aiden parpadeó
—¿Salí con quién?
—¡Me dijo que arruinaste su vida y aplastaste su alma!
—Lo siento —dijo Aiden—. Pero tendrás que ser más específico que eso. Estás
describiendo un miércoles cualquiera para mí.
Marcel le dirigió una mirada que era en parte fascinación y en parte terror. El
ceño fruncido de Jesse se intensificó, y jalo a Marcel de manera protectora. Aiden
caminó junto a sus estudiantes de primer año a través de los árboles de limones,
intentando pensar un modo de quitar esa expresión desolada, desanimada del rostro
de Seiji. Harvard lo hacía ver muy fácil, el consolar a alguien, haciéndolo creer que era
especial. Siempre sabía lo que sentían las personas, pero Harvard sabía cómo hacer
que se sintieran mejor.
No podía hacerlo de la manera en que Harvard lo hacía, pero tal vez él podía
usar sus propios talentos para el bien en lugar de para el mal, para variar. Pensó en lo

237
que él le decía a la gente cuando estaba tratando de desquiciarlos, para hacer que se
estremecieran durante un partido de esgrima y le dieran la victoria, y luego trató de
revertir la estrategia en su mente.
—Seiji, ¿recuerdas cuando me burlé de ti en nuestras pruebas de esgrima por
perder contra Jesse?
—Por supuesto que lo recuerdo —dijo Seiji, distante—. No entiendo por qué estás
sacando el tema a colación. No es de ayuda.
—Deseo agregar que eres una persona enloquecedora —prosiguió Aiden—. Es por
eso que eres tan impopular. No es fácil llevarse bien contigo. Eres difícil e inflexible.
—Vaya, Aiden —Murmuró Nicholas—. Eso es tan grosero. Creo que Seiji es…
—Así que sé difícil e inflexible. Eres un ser humano asquerosamente implacable.
No dejas que nada te detenga. No me dejaste vencerte en la segunda ronda. Tampoco
dejarás que Jesse te gane en la segunda ronda —Aiden estudió a Seiji con cierta
preocupación—. Ahí está, ¿Eso ayudó en algo o solo te estaba intimidando?
Seiji hizo una pausa, la expresión fija en su cara se suavizó una fracción.
—Fue un poco de ayuda intimidatoria. Gracias.
Aiden sintió una pequeña ráfaga de calor en su pecho. Era posible que él y Seiji
Katayama estuvieran teniendo un buen momento.
—¿Nos vamos a abrazar? —Aiden pregunto con pavor
—Oh no, gracias —dijo Seiji.
Se escondió detrás de Nicholas, su escudo humano contra la sociedad, con obvio
horror. Nicholas miró a Aiden con aprensión.
—¿Vas a intentar decirme algo agradable? —pregunto.
—Ambos deseamos que Harvard estuviera aquí, ¿no es así? —Aiden preguntó en
respuesta.
Nicholas asintió.
—Sí.
Estaban en terreno común, y ese era el punto de partida.

238
Aiden se encogió de hombros y probó la honestidad.
—Si Harvard estuviera aquí, diría algo agradable, y lo diría en serio. A él le gustas,
Nicholas. Y eso significa que hay algo especial en ti. Incluso si no lo puedo ver.
Nicholas sonrió, repentina y dulcemente.
—¿Aiden? Tú también tienes algo especial.
Aiden se sorprendió. Normalmente él veía el mundo a través de los ojos de
Harvard, pero nunca se le había ocurrido medirse a sí mismo a través de los ojos de
Harvard y descubrir que valía la pena.
En contra de su mejor juicio, pasó un brazo alrededor de los hombros de Nicholas.
En ese momento, Nicholas se distrajo con el zumbido de su celular vibrando en el
bolsillo. Lo sacó, miró la pantalla solo para ver un mensaje de Eugene. Dejó salir un
grito de triunfo.
—¡Eugene dice que Harvard ganó el combate!
—Sabía que ganaría —Aiden dijo sonriendo.
Nicholas le regresó la sonrisa a Aiden.
—Sí, también lo sabía.
—Vamos a felicitarlo —dijo Aiden—. Luego, mis pequeños novatos, vamos a
enseñarles a esos chicos de Exton la grandeza de Kings Row.

239
CAPÍTULO 34
SEIJI

Traducido por Lucía V


Corregido por Steph M

De camino a su duelo contra Jesse, Seiji lideró el camino. Agachó la cabeza bajo el
ancho dintel de piedra de la pequeña y baja puerta de la capilla reformada, luego
caminó por el pasillo de piedra hacia la salle del Campamento Menton. Las losas
anchas estaban gastadas, tan lisas que parecían una superficie de aguas tranquilas,
pero sus pasos resonaban en el suelo. Cuando entraron en la propia salle d’armes, de
noche estaba oscura como una cueva con un monstruo acechando en su interior. En
la pared había una placa con una escultura de plata de espadas cruzadas, la luz de la
luna la iluminaba de modo que las puntas plateadas lucían muy brillantes.
—Oh, mi cabello —murmuró Aiden, rompiendo el silencio.
—¿Hay algo en tu cabello? —Nicholas demandó—. ¿Es un murciélago?
—No, mencioné mi cabello porque es hermoso y creo que todos deberíamos
pensar en ello —dijo Aiden, arrastrando las palabras—. En realidad, me quedó una
telaraña cuando caminábamos por el bosque por la noche. Mientras estaba en traje.
Todos estaban vestidos para la fiesta con el fin de mantener su cuartada. Seiji
había intentado peinarse de manera un poco diferente, pero había sido un fracaso.
Nicholas y Jesse le habían dado la misma mirada extraña. Ahora, además de todo lo
demás, Seiji tenía que estar consciente de que se veía ridículo.
Nicholas agarró la parte de atrás de la camisa de Seiji para poder desplegarlo
como escudo contra los murciélagos en cualquier momento. Seiji le lanzó una mirada
molesta. Nicholas le sonrió. Internamente, Seiji estaba agradecido de que Nicholas lo
estuviera distrayendo del miedo helado que le atravesaba, como acero frío a través de
sus huesos.
Al menos nunca sería tan ridículo como Nicholas. Eso era un consuelo.
Seiji respiró hondo y miró alrededor de la salle.
Los asientos que los rodeaban estaban vacíos, pero se sentía como si estuvieran
llenos de gente mirándolo, a punto de quedar decepcionados. De la misma forma en la
que el padre de Seiji y el padre de Jesse lo habían estado durante el torneo en el que
Seiji se equivocó porque tenía miedo de decepcionar a su padre.
Recordó la voz de su padre, amada y preocupada, diciendo: Debes decidir cuándo
es importante la victoria. No dejes que nadie elija tu pelea por ti. Recordó a Nicholas,
hablando de cómo debía desaprenderse dolorosamente lo que había aprendido mal, a
pesar de que se preocupaba por la persona que le había enseñado las cosas incorrectas.
No sigas el juego de Jesse, le había dicho Aiden, y Seiji pensó que ahora lo entendía.
Tomó una profunda respiración y anunció:
—No voy a combatir contra ti, Jesse.
La voz de Jesse era incrédula.
—¿Qué?
—Corrección —dijo Seiji—. Dije que combatiría, y lo haré. Siempre cumplo mi
palabra. Combatiré cuando quiera, en un partido real y no antes. ¿Por qué deberías
elegir cuándo nos vamos a enfrentar? Vienes a Francia y exiges que te enfrente, y
estableces los términos de nuestro trato. Crees que siempre debes conseguir lo que
quieres. ¿Por qué debería decir:“¿qué tan alto?”, cuando dices: “salta”? Estoy cansado
de eso. No lo voy a hacer más. Y no voy a combatir ahora.
Jesse se veía tan atónito que casi parecía perdido, como un niño al que le hubieran
arrancado el regalo de los brazos el día de Navidad.
Marcel fue y se hundió en los asientos de piedra que rodeaban el teatro como un

241
títere con los hilos cortados.
—¡Después de todo!
—Totalmente de acuerdo contigo, chico de Exton —dijo Aiden, acercándose para
unirse a Marcel, estirando sus largas piernas frente a él—. Es decir, aplaudo y apoyo tu
decisión, novato, pero ¿no podrías haber tenido la epifanía antes de ponerme un traje?
—Así que, irrumpimos, y ahora nadie va a esgrimir —murmuró Marcel, desesperado.
Deslizó una mirada especulativa hacia Aiden.
— ¡No voy a competir con nadie! —Declaró Aiden— Ya lo he hecho contra James.
—Jesse —dijo Jesse.
Aiden sonrió.
—¿Jesse James?
—Jesse Coste.
—Tranquilízate, forajido. Debería estar en una fiesta ahora mismo. Ustedes y sus
prioridades son repugnantes.
Jesse se volvió hacia Seiji.
—Yo vencí a Aiden y escuché que Aiden te ganó a ti.
Los ojos de Jesse le recordaron a Seiji el duelo en el que Jesse le ganó, ávidos en
su cara, esperando a que Seiji retrocediera.
—Sí, yo también le gané a Aiden —Nicholas intervino, y la atención de Jesse se
deslizó hacia él, en shock—. En las pruebas, no fue tan difícil. Aiden necesita practicar
más. También, la gente no debería escucharlo hablar tanto. Habla demasiado.
—Esto no te concierne —dijo Jesse. Entonces una sonrisa se abrió paso en su
rostro, brillante y seductora, y el miedo se enroscó en el estómago de Seiji—. A no ser…
De repente, hubo una cierta tensión en el aire. O tal vez solo estaba en Nicholas,
por lo que Seiji podía sentirlo a través de su propio cuerpo.
—A no ser, ¿que? —Nicholas preguntó en voz baja.
—Que Seiji no quiera esgrimir por alguna razón ridícula —dijo Jesse—. Eso está
bien. Me rebajare a competir contigo. Mismos términos. Si ganas, te reconoceré como

242
un oponente legítimo. Si gano, Seiji viene a Exton. Aquí lo tienes. Tu única oportunidad
de que te tomen en serio como esgrimista. ¿Qué dices?
Hubo un largo momento con la oferta de Jesse colgando como una ofrenda
brillante en la penumbra. Seiji recordó la forma en que Jesse y él se conocieron por
primera vez.
Seiji estaba acostumbrado a que otros chicos de su edad lo odiaran por vencerlos,
Jesse sonrió y dijo que esperaba que formaran una buena dupla.
Entonces y ahora, Jesse parecía ofrecer un boleto dorado para la pertenencia.
Seiji pudo ver que Nicholas estaba tentado.
Entonces Nicholas dijo:
—Pasaré. Deja de ser asqueroso. Seiji es mi amigo. No lo voy a intercambiar como
a un Pokémon.
Seiji sintió que sus hombros se relajaban una fracción.
Jesse dijo:
—Lo entiendo. Tienes miedo, porque sabes que voy a ganar.
Nicholas puso los ojos en blanco.
—No tengo miedo de perder. Me pasa todo el tiempo.
—Pruébalo —lo desafió Jesse.
Nicholas se encogió de hombros.
—Okey. Marcel, ¿quieres esgrimir?
Marcel miró a Jesse y luego suspiró.
—Seguro. Alguien debería esgrimir por aquí.
Recogió las espadas que estaban en el asiento junto a él y le ofreció una a
Nicholas. Nicholas lo tomó con una sonrisa.
Como parecía que estaba a punto de ser un espectador en lugar de un participante,
Seiji fue y se sentó en el asiento junto a Aiden.
Inmediatamente, Aiden se alejó de Seiji. Parecía absorto en un juego en su teléfono

243
que involucraba cupcakes.
Jesse se sentó al otro lado de Seiji. Involuntariamente, Seiji miró hacia él. Estaba
sorprendido por lo que vio. Jesse se veía gris como una piedra vieja, todo su oro
escondido bajo el polvo.
—Lo siento —le dijo Seiji.
El desconcierto descendió sobre el rostro de Jesse, seguido de algo aún más
extraño. Casi parecía esperanzado.
—¿Por qué?
—Sé que viniste al Campamento Menton para practicar esgrima —dijo Seiji—.
Entiendo si sientes que no estoy jugando limpio.
—Seiji —dijo Jesse—. No me importa en absoluto este campamento.
Seiji frunció el ceño.
—Entonces, ¿por qué viniste aquí?
—¿No sabes por qué? —preguntó Jesse.
Al igual que Seiji, quizás Jesse estaba tratando de apreciar más los viajes por el
mundo.
—¿Para apreciar la campiña francesa? A Menton a veces se le llama la Perla de
Francia —dijo Seiji—. ¿Lo sabías?
—No tenía idea —respondió Jesse, lentamente—. Escucha…
La cabeza de Seiji se volvió.
—No puedo. Tengo que ver el partido de esgrima de Nicholas ahora, Jesse —dijo
Seiji—. Siempre miramos los partidos del otro. Es lo que hacen los amigos.
Jesse se quedó en silencio. Seiji pensó que tal vez no conocía esa regla.
Nicholas y Marcel asumieron la posición de en garde. Luego, Nicholas se lanzó al
ataque, como siempre lo hacía, aunque la técnica de Marcel decía que podía vencer a
Nicholas con facilidad. La forma de Nicholas estaba mejorando.
Seiji pensó con algo de orgullo.
Jesse y él siempre habían rechazado a los esgrimistas a quienes podían vencer,

244
pero ahora Seiji había observado y había pensado mucho en cómo Nicholas hacía
esgrima. No había encontrado que fuera una pérdida de tiempo. Rechazar a la gente,
pensó Seiji, ahora, podría haber sido un error.
Tanto Marcel como Nicholas se movían en el espacio circular, en una pista que
relucía plateada a la luz de la luna. Marcel era un excelente esgrimista, que se movía
con la gracia del entrenamiento tan arraigado que parecía instinto puro. Anotó varios
puntos sobre Nicholas, pero Nicholas se alejó de algunos ataques, zurdo y rápido como
un rayo.
—Es rápido —admitió Jesse, a regañadientes.
Seiji se inclinó hacia adelante, con los codos en las rodillas, para poder mirar más
de cerca.
—Sí —asintió distante, con la mente puesta en analizar el partido—. Nicholas es el
esgrimista más rápido que he visto.

245
CAPÍTULO 35
NICHOLAS

Traducido por Mirtu A


Corregido por Steph M

Todos esos ejercicios estaban dando sus frutos, Nicholas tuvo que admitir mientras
luchaba contra un esgrimista increíble en el salle d’armes en el campo de entrenamiento
más elitista de Europa. Estaba tan agradecido, tanto por Kings Row como por el
Campamento Menton.
Imágenes de su mundo en expansión volaron por su mente mientras su espada y
la de Marcel chocaban. La Entrenadora empujándolo a trabajar en lo básico, Harvard
creyendo que Nicholas podía hacerlo, el apoyo inquebrantable de Eugene, Melodie
mostrándole movimientos que había aprendido tanto de Bastien como del propio
Marcel. Por encima de todo, una y otra vez, escuchaba el eco de las severas instrucciones
de Seiji, recordó el implacable impulso de Seiji hacia la perfección, inquebrantable de
la forma en que solo Seiji podía ser.
Hizo un espacio entre respiraciones para pensar, aunque eso podría hacerlo más
lento, y cuando Marcel hizo un ataque de estocada, se ordenó a sí mismo a combinar
el ritmo y la presión para desviar la espada. Nicholas se lanzó al ataque y anotó un
punto.
No anotó suficientes puntos para ganar, pero hizo una demostración decente.
Cuando terminó el partido, Marcel enarcó las cejas.
—¿Qué, chico Exton? —Nicholas preguntó, tratando de sonar tan indiferente
como Aiden.
—Nada —dijo Marcel, y le ofreció su mano—. Buen duelo. Aprendiste algunos
movimientos muy rápido.
Nicholas sonrió y se estremeció.
—Sí, pronto seré el mejor. La próxima vez que hagamos esgrima, te ganaré.
—Ya veremos —dijo Marcel, con escepticismo—. De todos modos, estás bien, para
un principiante.
—Tú estás bien para ser amigo de Jesse Coste.
Los ojos de Marcel se lanzaron hacia Jesse, cuya atención estaba fija con
resentimiento en Seiji. Marcel pareció tomar una decisión.
—Te equivocas con Jesse —dijo Marcel—. Hay una razón por la que es el mejor y
otra por la que atrae a los mejores esgrimistas a Exton. Cuando te enfrentemos en las
estatales, será mejor que estés listo.
Nicholas golpeó a Marcel en la espalda.
—Lo siento amigo. Mi equipo es el mejor y nosotros vamos a ganar el campeonato
estatal.
Su prometedora amistad se cortó cuando Marcel miró con desdén hacia Nicholas.
—C’est imposible1 —dijo con firmeza, luego se echó al hombro la bolsa con el
equipo y salió de la salle d’armes.
Esa era una forma tan buena como cualquier otra de acabar con esto. Nicolás se
volvió y se dirigió hacia el pasadizo de piedra que los llevaría fuera de la sala de armas
y hacia sus amigos y la fiesta. Luego se detuvo cuando Jesse Coste bloqueó su camino.
—Voy a tener un duelo contigo, algún día —dijo Jesse.
—Cuenta con eso —dijo Nicholas.
Por primera vez, Jesse favoreció a Nicholas con una de sus sonrisas de chico
dorado.
1 C’est imposible: es imposible

247
—Tómate todo el tiempo que necesites para aprender. Escucha a tu entrenador
y a tu capitán, asiste a todos los campos de entrenamiento que puedas. Practica con
Seiji todos los días. Alcanza todo tu potencial. Quiero que lo hagas. Quiero que estés
en tu mejor momento cuando te derrote.
Nicholas quiso burlarse de Jesse, pero tenía la boca seca y no podía reír. Sonaba
tan plausible, que las palabras de Jesse pintaban sobre el futuro de Nicholas. Podía
soportar que Jesse fuera mejor que él cuando pensaba en eso como algo temporal.
La idea de que Jesse siempre sería mejor, que Seiji siempre pensaría así, que su
padre siempre pensaría así, era mucho más difícil de soportar.
Jesse y él se quedaron mirándose el uno al otro hasta que fueron separados por
Aiden,
—Oh por Dios, ustedes tuvieron la oportunidad de una gran y tensa competencia,
y no la aprovecharon. Déjenlo ya antes de que golpee sus tontas cabezas. Voy a ser el
anfitrión de una glamorosa fiesta y estaré deslumbrante en traje; y ya que tuve esta
experiencia de unión con todos ustedes solo quiero decir —Aiden inhaló profundo—:
manténganse alejados de mi fiesta. En serio, odio sus caras.

248
CAPÍTULO 36
HARVARD

Traducido por Ash Adhara


Corregido por Steph M

—Capitán —dijo Eugene—. ¿Me veo bien?


Harvard le dio un golpe de puño.
—Te ves muy bien.
Eugene parecía muy nervioso. Había dicho que no se sentía bien hace un rato,
y Harvard se había quedado con él, ya que el resto de su equipo parecía haber
desaparecido en alguna parte. Ahora Eugene afirmaba que se había recuperado
milagrosa y totalmente, y llevaba una de las camisas de vestir de Harvard, que le
quedaba un poco grande, sus ojos iban de un lado a otro. Supuso que estaba preocupado
por impresionar a Melodie.
Nadie más de su equipo había llegado aún a la fiesta, por lo que era responsabilidad
de Harvard permanecer junto a su compañero de equipo y proporcionarle apoyo moral.
Cuando Melodie apareció, llevaba por primera vez en el campamento algo distinto
a la ropa blanca de esgrima o a los vaqueros. Llevaba un vestido de color champán que
brillaba a la luz de la luna cuando se movía. Definitivamente parecía más una bata que
un vestido. Eugene parecía tener problemas para respirar.
—Guau —inhaló Eugene—. Estás increíble. ¿Podemos... bailar ahora?
Ella dudó, recordando claramente el baile de Eugene de antes, luego cedió y
sonrió.
Eugene comenzó a sonreír.
—¿Incluso si realmente no puedo bailar el vals?
—Pero por supuesto, Eugene —dijo Melodie—. Simplemente tomaré la iniciativa
—Ella extendió una mano, con los anillos brillando a la luz de la luna, Eugene la tomó
y dejó que lo guiara hacia la pista de baile.
—¿Están saliendo? —preguntó Nicholas, que había aparecido de repente al lado
de Harvard.
Todos se quedaron mirando a Nicholas.
Seiji miró hacia Eugene y Melodie.
—Ahora que lo mencionas, creo que lo están —dijo—. Buena observación, Nicholas.
Harvard decidió dejarlo pasar. No importaba lo que hubieran estado haciendo
antes, ahora todos estaban en la fiesta para celebrar su victoria con él. Todos, al
parecer, excepto Aiden. Miró discretamente a su alrededor, pero Aiden no estaba a la
vista.
—Sin duda, Aiden ya se está divirtiendo en su fiesta —dijo Arune, acercándose.
Obviamente, la mirada de Harvard no había sido lo suficientemente discreta.
—Pasando un rato emocionante sin el resto de nosotros los plebeyos —continuó
Arune—. No fui invitado, obviamente, así que estoy amargado. ¿Aiden me odia? Parece
que me odia. No sé por qué. Nunca le hice nada.
—Seguro que no te odia —dijo Harvard.
Arune se encogió de hombros.
—Sólo cree que es mejor que los demás, entonces.
Harvard quería discutir, pero no quería aguar la fiesta. Esta era su última noche en
el campamento Menton, y su celebración de la victoria. Todos parecían estar pasándola
bien. La Entrenadora Williams llevaba un vestido rojo sin hombros. Posiblemente

250
para celebrar la victoria de Harvard. Posiblemente para celebrar su victoria. A la
Entrenadora asistente Lewis casi se le habían caído las gafas de la nariz cuando había
visto a la Entrenadora.
Seiji llevaba un traje sin chaqueta, con las mangas remangadas. Su pelo estaba
más desordenado que de costumbre. Había un solo mechón de pelo negro que le
caía en los ojos, lo cual era enorme para Seiji. Varias personas de la fiesta le miraban
aturdidas. Bien por Seiji, pensó Harvard con cariño. No es que el chico fuera a darse
cuenta de los atónitos admiradores.
El campamento sólo había durado unos días, pero ahora había mucha más mezcla
que antes. La música era más fuerte, el zumbido de las voces más fuerte aún. La gente
intercambiaba números. Bobby había convencido a Nicholas para que bailara, diciendo
que se divertirían porque serían como un equipo de baile. En la pista de baile, Eugene
bailaba lentamente con Melodie bajo el vaivén de las luces y los limoneros.
Harvard, sentado en el banco de picnic con los chicos de MLC, sonreía a las hojas
caídas.
Bien por Eugene.
Arune le dio un codazo.
—Sí, ese podrías ser tú, Harvard.
—Yo-uh —tartamudeó Harvard—. Eugene y Melodie son grandes personas, pero si
crees que tengo algún interés en alguno de ellos…
—No, no lo creo —dijo Arune—. Está claro que estás colgado de ese imbécil de
Aiden.
Oh, bien. Realmente era tan obvio como Harvard había temido. Eso no era para
nada humillante.
Arune continuó, a su manera servicial y amistosa, totalmente inconsciente de que
se sentía como si estuviera pelando el corazón de Harvard con un cuchillo sin filo.
—Eres un gato apuesto, Harvard. Y eres un tipo realmente decente. Estoy seguro
de que tienes todos estos recuerdos atesorados de cuando Aiden era dulce y pequeño
y tenía ese enamoramiento épico de ti, pero esos días se han ido. Puedes hacerlo mejor.
—¿Perdón? —Dijo Harvard— ¿Épico qué?

251
La enormidad del error de Arune le hizo reír un poco.
—Enamoramiento —dijo Arune.
La voz de Arune se convirtió en estática blanca en los oídos de Harvard. Podía
sentir los latidos de su corazón martillando en su garganta. Se sentía como alguien
en una película de terror, con los latidos acelerados. Algo enorme y terrible estaba al
borde de su conciencia.
—Aiden nunca estuvo enamorado de mí —le dijo Harvard a Arune con firmeza,
cerrando de golpe esa ridícula idea.
Arune se quedó mirando.
—Estoy bastante seguro de que sí, Harvard.
—Créeme, lo sabría.
—¡Creía que sí lo sabías! —Exclamó Arune— ¡Todo el mundo lo sabía! ¡Toda la
escuela había apostado por él! Tal vez era sólo que eras la única persona en su
desordenada vida en la que podía confiar, pero obviamente pensaba que colgabas
la luna, el sol y todas las estrellitas. La primera vez que te vi después de ocho años,
asumí que estaban juntos porque no me di cuenta de que Aiden era un idiota caliente
ahora. Aiden te dio todas esas tarjetas de San Valentín…
—San Valentín de amigos —corrigió Harvard sin comprender. Pensó en todos los
años en que Aiden le había regalado, tímidamente, las tarjetas; en cómo le respondía
con un Gracias, amigo, y Aiden le decía que no había problema. El año en que Aiden
dejó de dárselas, Harvard le había preguntado al respecto.
—¿Este año no hay San Valentín? —le había dicho.
Aiden había esbozado una extraña sonrisa torcida y se había limitado a responder:
—Supongo que he crecido.
—¡Las tarjetas de San Valentín para los amigos no existen! —dijo Arune, devolviendo
a Harvard al presente—. Te enviaba postales todos los días cuando se iba, para decir:
Pienso en ti.
—Sí, porque somos mejores amigos.
—¿Todos los días, Harvard? —preguntó Arune— ¿Mejores amigos que piensan el

252
uno en el otro todos los días?
—¡Sí! —exclamó Harvard, desesperadamente.
Nunca había tenido un mejor amigo que no fuera Aiden, y pensaba en él todos
los días. Supuso que era el comportamiento normal de un mejor amigo.
Pero era como si un cristal se hubiera roto en su mente. De repente, todos esos
momentos de mejores amigos volaron por sus recuerdos, brillando con una nueva
luz. Aiden acudiendo al hospital cuando eran niños y el padre de Harvard había
estado enfermo, Aiden aceptando ir a Kings Row, Aiden pidiéndole que fuera a la feria.
Harvard sintió que se le hundía el estómago al recordar cuando le pidió a Aiden que
le ayudará a aprender a tener citas. Pensó en lo cuidadoso y comedido que había sido
Aiden, en cómo había comentado sobre sus citas: “Estamos practicando para lo real.
Para Neil”. Y Harvard le había confirmado que todo era por un tipo al que Harvard
apenas conocía y que no le gustaba realmente. Harvard sólo había utilizado a Aiden y
había sido totalmente ajeno a sus sentimientos.
—Así era como quería la primera cita —había confesado Aiden después de que
Harvard lo llevara a la feria.
Cuando le había preguntado a Aiden si alguna vez había sentido algo de verdad
por alguien, Aiden había dicho que sí, y le había confesado:
—Nunca le dije nada. Pero había cosas que quería decir.
Y entonces Harvard le había dicho que sus citas de práctica no significaban nada.
Ahora a Harvard se le revolvía el estómago.
—Yo… —dijo débilmente.
—De acuerdo —dijo Arune, con una voz como la que el propio Harvard había
utilizado con Nicholas y Seiji, una voz que significaba: Esta persona no entiende
cómo funciona el mundo, y hay demasiadas cosas que debo explicarle. Harvard miró
a Arune con indignación—. Eso no es lo importante. Lo que quiero decir es que,
independientemente de lo que ocurriera en el pasado, que es muy obvio, Aiden es ahora
del tipo amalos y déjalos sin saber sus nombres, pero conozco a un tipo totalmente
agradable con el que podría emparejarte.
—No estoy interesado —dijo Harvard con firmeza.

253
Harvard sabía lo que tenía que hacer. Su estómago todavía se sentía como
si estuviera en alta mar, y se sentía como si se hubiera sumergido en un baño de
hielo, pero nunca había sido alguien que se echara hacia atrás a la hora de asumir
responsabilidades.
—Arune —dijo Harvard—. Tengo que hablar con la Entrenadora.
Se levantó y dejó atrás a Arune y a los chicos de MLC. Se abrió paso a través
de la pista de baile, abriéndose paso entre los grupos y las parejas, ignorando por
completo las miradas molestas que recibía. Sólo le preocupaba la necesidad de llegar
a la Entrenadora lo antes posible.
Cuando la alcanzó, la Entrenadora Williams levantó su copa hacia él en un brindis.
—Entrenadora, necesito decirle algo —dijo Harvard.
—Adelante, mi capitán favorito —dijo ella.
Harvard parpadeó.
—Soy tu único capitán.
—Entonces, claramente, eres mi favorito. Oye, no quiero aguarte la fiesta de la
victoria, pero como mi capitán, estaba pensando: ahora que Aiden ha sido expulsado
de Kings Row, ¿se queda Eugene de reserva o lo hace Nicholas? ¿Cuál es tu consejo? Sé
que Eugene tiene más experiencia, pero tengo un buen presentimiento sobre Nicholas.
—De eso es de lo que he venido a hablar —las palabras se atascaron en la garganta
de Harvard—. No puedo renunciar a Aiden todavía.
No como parte del equipo. No como parte de Kings Row. Él había pensado que
siempre tendrían eso.
La entrenadora dijo suavemente:
—Yo tampoco quiero hacerlo. Tengo tantas esperanzas puestas en ustedes que ni
siquiera lo saben. Creí que realmente estaba llegando a Aiden, cuando hicimos nuestro
ejercicio de construcción de equipo, pero ha sido un desastre desde la noche de la
hoguera del equipo.
Harvard se alejó del recuerdo de esa noche, la noche en que le había dicho
a Aiden que no podían seguir con su terrible idea de las citas falsas. Aiden había

254
aceptado. Harvard había estado seguro de que Aiden se sentía aliviado.
Al recordarlo, no estaba seguro en absoluto. Cuando le dijo a Aiden, no se me
ocurre nada peor que enamorarme de ti, la expresión de Aiden se había quedado en
blanco como una puerta cerrada en una pared. La puerta no se había vuelto a abrir
desde aquel día. Desde ese momento.
—Tengo que ser capaz de confiar en mi equipo —continuó la Entrenadora.
—Puedes confiar en Aiden —dijo Harvard por reflejo—. Yo lo hago. De la misma
manera que él confía en mí.
Eras la única persona en su desordenada vida en la que podía confiar, había dicho
Arune. Una culpa terrible consumió a Harvard, como si hubiera tenido algo precioso
en sus manos y lo hubiera dejado caer en aguas profundas.
Aiden había confiado en él, pero Harvard le había mentido. No había querido
que nada cambiará, no había querido que su corazón se rompiera más de lo que ya
estaba. Había sido un cobarde. No había confiado en Aiden, había tenido miedo de
que lo tratara como a los demás, cuando Aiden nunca lo había tratado así en su vida.
Aiden siempre había dejado claro que pensaba más en Harvard que en cualquier otra
persona.
Harvard le había quitado terreno a Aiden, y luego se preguntaba por qué Aiden
se ahogaba.
—¿Confías en él? —Preguntó la Entrenadora—¿Estás seguro?
Harvard dijo:
—Sí.
No habría que renunciar a Aiden, y la forma en que Arune y la entrenadora
hablaban de Harvard estaba haciendo que él se sintiera profundamente incómodo.
Harvard estaba enfermo de culpa. Él también había hecho esto. Sabía mejor que nadie
lo bueno que era Aiden para cumplir con las expectativas de la gente.
—Hay algo realmente malo desde esa noche —dijo la Entrenadora—. No podemos
ayudar a Aiden si no quiere hablar de ello.
Harvard no necesitaba que Aiden hablara de ello. Ya sabía lo que había pasado.
Aiden había acudido a Harvard con confianza en sus ojos, y Harvard había mentido.

255
Harvard tragó saliva.
—Seguimos preguntando qué le pasa a Aiden. ¿Y si todos cometimos un horrible
error? ¿Y si a Aiden no le pasa nada? ¿Y si a mí me pasa algo?
Harvard era el que había mentido cuando Aiden dependía de él para decir la
verdad. Él era el que había dudado y se había defendido y actuado como un cobarde,
mientras dejaba a Aiden en el mar.
La cara de la Entrenadora Williams era terriblemente, cuidadosamente comprensiva.
—Harvard, sé que a veces te sientes responsable…
—¡Sí, y a veces soy responsable! —Dijo Harvard— Entrenadora, me tengo que ir.
Tengo que arreglar esto.
La Entrenadora protestó, pero por una vez, Harvard no la escuchó. La fiesta era
un borrón de oro sobre negro, las caras de todos indistintas. No puedo pensar en otra
cosa ahora mismo.
Tenía que ir a ver a Aiden y decirle la verdad.

256
CAPÍTULO 37
AIDEN

Traducido por Ash A


Corregido por Andi D3mon

El yate tenía varios baños, uno de ellos con jacuzzi. Después de una larga ducha para
quitarse la estupidez de los novatos, Aiden volvió a ponerse el esmoquin, se sentó en
el tocador para admirar su asombroso cabello en el espejo y no miró su reflejo en
absoluto. En su lugar, pensó en que Harvard había ganado su partido—sabía que lo
haría—y en que Seiji se negaría a tener el suyo, y en tener el valor para hacerlo.
Sacó su teléfono y llamó a Brianna. Cuando contestó, oyó un montón de telas que
crujían y perchas que chasqueaban, así que o bien estaba en una boutique o haciendo
las maletas para unas vacaciones románticas. Aiden no preguntó cuál de las dos cosas.
—Hola, casi madrastra. Pensé en que, ya que la delegación es el nombre del juego,
yo también puedo hacerlo —dijo Aiden—. Aunque no pueda quedarme en King’s Row,
nunca seré como mi padre. Díselo.
Su voz sonó extraña por un momento hasta que se dio cuenta de que estaba
llorando.
—Lo haría —respondió Brianna—, pero en realidad, me engañó y lo voy a dejar.
Estoy recogiendo mis cosas ahora mismo.
Ni siquiera pudo fingir sorpresa.
—Claro. —dijo Aiden—. Esto es incómodo. Siento haber dicho algo.
—No, me alegré de oírlo. Es genial —le dijo Brianna—. Quédate con eso. Pareces
un buen chico, Aiden.
—No, no lo soy —dijo Aiden—. Sin embargo, soy devastadoramente guapo.
Brianna se rió y luego resopló.
—Siento no poder llegar a conocerte.
Siempre había esperado crecer como su padre, se dio cuenta Aiden. Pero no
había sido criado sólo por su padre. Había habido una sucesión de mujeres hermosas
y brillantes. Algunas se habían preocupado por él. La mayoría no. Todas se habían
ido, porque su padre era quien era. Sin embargo, al final, Aiden prefería ser como sus
hermosas y no tan malvadas madrastras.
—Todavía puedes conocerme —propuso Aiden—. Estoy planeando reunirme con
otra casi madrastra mía, algún día de estos. Podrías venir, y todos podríamos destrozar
a mi padre en un restaurante con estrellas Michelin y poner nuestra cuenta a su
nombre.
—Ya veremos —respondió Brianna, pero Aiden pensó que le sonaba a la reunión
del Club de las Casi Madres.
Colgó el teléfono y echó un vistazo al salón de baile del yate. El servicio de
comida había preparado un enorme buffet, así que Aiden se acercó a los postres y
cogió tres magdalenas. Sólo se comió el glaseado de la parte superior, aunque eso era
un hedonismo depravado de magdalenas. Se sentía deprimido, así que se fue con las
cabezas de los cupcakes.
Le estaban echando de Kings Row, y todo era culpa suya. Todo lo que había
intentado para sentirse mejor, para sentirse menos solo, no había funcionado.
Enviar un mensaje de texto al chat de grupo correspondiente para informar de
que su post-fiesta se había cancelado.
Había varios chicos en el Campamento Menton, y varios más en Menton, que
vendrían corriendo si Aiden llamaba. Siempre lo hacían.
Hacía mucho tiempo, Aiden y Harvard habían estado caminando juntos por el
campus de Kings Row, y él había intentado invitar a Harvard a una cita. Harvard no

258
había entendido, tal vez porque no quería entender, y Aiden se sentía completamente
desanimado. Entonces, otro chico le había silbado, y había pensado ¿Por qué no? ¿Por
qué no iba a sentirse deseado? ¿Por qué no iba a reconfortarse en lo que pudiera?
A Harvard no le importaba. Era como estar bajo una maldición muy irónica, ser
irresistible para todo el mundo excepto para la única persona que importaba.
Hubo consuelo en Kings Row, así como todo lo que Aiden realmente amaba:
Harvard y la esgrima. Kings Row fue el primer lugar en el que Aiden había encajado,
se había sentido querido, había realizado todos sus sueños de ser extraordinario, había
vivido con alguien a quien quería y que le correspondía. Nunca más podría volver. No
había nada que Aiden pudiera hacer para sentirse mejor, ante esta pérdida.

259
CAPÍTULO 38
NICHOLAS

Traducido por Ash A


Corregido por Andi D3mon

La fiesta ya llevaba varias horas, Nicholas transportaba vasos de limonada, que era
gaseosa en Europa, cuando vio a Eugene sentado en un banco de picnic, solo y
extrañamente desamparado. Se desvió del claro de luces encantadas y de la música,
hacia su compañero de equipo.
—Hola, Bro —dijo, acercándose y regando suavemente la cabeza de Eugene con
limonada—. ¿Estás disfrutando de la fiesta? ¿Has visto el divertidísimo no baile de
Seiji? ¿Dónde está Melodie?
—Uh —dijo Eugene—. Ella está con sus amigos, creo. Me dejó hace una hora. Dijo
que ahora era ese momento especial en la vida de una chica cuando debe dedicarse
por completo a la esgrima.
—Cierto —dijo Nicholas—. Mala suerte.
En realidad, él podía ver el punto de Melodie, aunque definitivamente no lo
habría puesto de esa forma. Aun así, se sintió mal por Eugene.
—Ah, veo que tu compañero de equipo ha venido a consolarte —observó Melodie
desde un árbol protegido—. Como debe ser. Simplemente quería ver cómo estabas,
pero ya que estoy aquí déjame despedirme. Nicholas, necesitas aumentar musculatura,
pero... para mi sorpresa, ha sido un placer.
Nicholas miró con inquietud a Eugene, no queriendo ser un traidor, pero Eugene
asintió animado. Nicholas se inclinó hacia delante y chocó su puño contra el de
Melodie.
—Para mí también —dijo Nicholas a Melodie.
Ella ya había vuelto a centrar su atención en Eugene, su aguda mirada se derretía.
—Eugene —dijo Melodie—. Haces los mejores batidos de proteínas que he probado.
Eres un amigo leal y tienes razón en muchas cosas. Incluyendo el entrenamiento
específico de hipertrofia. No te olvidaré.
—Yo tampoco te olvidaré —dijo Eugene.
Se quedó mirando a Melodie con nostalgia mientras se reunía con sus amigos.
Bastien dudó, pero luego miró hacia Nicholas.
—Nicholas, quería decir que, gracias por el partido. Ha sido estupendo.
—Ja, no, no lo ha sido —dijo Nicholas alegremente. Bastien reflejó la sonrisa de
Nicholas hacia él—. ¿Podrías mostrarme un par de esos movimientos que hiciste, pero
en cámara lenta? —preguntó Nicholas con esperanza.
—Estaré encantado —le dijo Bastien. —Pero no debes sentirte mal si no consigues
dominar los movimientos de inmediato. Son bastante avanzados. Me siento un poco
mal por presumir, pero el premio era una cita con Aiden, así que sentí que debía ganar
con estilo.
—Bueno, como el premio por ganar el combate de esgrima era una cita con Aiden,
—Nicholas levantó las cejas— fue un alivio que perdiera.
Bastien se rió.
—En fin. Lo siento, Nicholas.
—Olvídalo —dijo Nicholas.
Bastien se volvió hacia Marcel y Melodie. Las Espadas de Bordeaux disfrutaban
de su última noche juntos antes de que Marcel tuviera que volver a América. Al otro
lado del huerto, los gemelos Leventis se reían de las bromas del otro, y Nicholas no
podía saber cuál era el que normalmente fruncía el ceño. Supuso que sería bueno

261
tener un gemelo, alguien con quien aprender esgrima y reírse.
Bueno. Puede que Nicolás no tuviera familia, pero tenía a su equipo.
Nicholas se apoyó en Eugene de forma reconfortante.
—Lo siento, Eugene.
—Oye no, Bro. Ha sido genial venir a Menton, aunque no haya podido esgrimir.
He conocido a mucha gente increíble. ¿Sabes quién es súper agradable? —Eugene
respondió a su propia pregunta sin detenerse. —Jesse Coste.
Nicholas miró fijamente a Eugene con sorpresa y traición. Tristemente, Eugene
tomó este silencio como un estímulo.
—Es totalmente mi Bro del Campamento Menton. Ayudó a Melodie cuando tuve mi
reacción alérgica, y esta noche se sentó conmigo cuando estaba sentado solo, sintiendo
lástima por mí mismo, y me dijo que era duro por estar enfermo y no poder entrenar
en el campamento. Escucha esto: me preguntó si mi padre se enfadaría conmigo por
no practicar esgrima. ¿Por qué iba a culparme mi padre por estar enfermo?
Mientras Eugene le contaba a Nicholas sobre la gran personalidad de Jesse Coste,
Nicholas pensó en las palabras de Marcel sobre que Jesse era el mejor y atraía a los
mejores hacia él.
—Espera, ¿odiamos a Jesse? —preguntó Eugene, registrando el silencio de Nicholas.
Sonaba con pánico. —¡Nadie me dijo que odiamos a Jesse! Pensé que podíamos ser
todos Bros.
Nicholas pensó en Jesse Coste, que hizo que Seiji se pusiera tenso como una
cuchilla golpeada, pero que a pesar de ello estaba inexplicablemente enredado con
Seiji. Jesse, que había elegido Exton en lugar de Kings Row porque no tenía que
aferrarse al único vínculo con su padre. Si Jesse consideraba a alguien como rival, era
a Seiji y no a Nicholas. Jesse sabía con inquebrantable certeza que él era el mejor.
—No, Eugene, —dijo Nicholas. —Jesse y yo no somos, y nunca seremos, hermanos.

262
CAPÍTULO 39
SEIJI

Traducido por Astrid L


Corregido por Ash A

Nicholas había arrastrado a Seiji a la pista de baile, lo que había sido una experiencia
espantosa. Después, Nicholas se escapó y regresó con Eugene, quien traía una
historia desconcertante de romance condenado que todos debieron escuchar.
Seiji había escuchado que las cosas malas venían de tres en tres, y parecía ser
verdad. Luego, Nicholas y Bobby sorprendieron al público al hacer karaoke. Eugene
había sido el primero con una balada conmovedora sobre el amor perdido, y a Seiji le
pareció horrible. El dueto entusiasta de Nicholas y Bobby había sido mucho peor.
—Odio todo lo que está pasando —le informó Seiji a Dante —¿Tú no?
—Nope, —dijo Dante, sonriendo en dirección a Bobby.
Luego a Seiji se le ocurrió que el canto de Nicholas (¡terrible!) y el de Bobby
(bastante agradable) le proveían protección. Esto le dio la oportunidad de solucionar
un problema que lo mantenía preocupado.
Se dirigió hacia la esquina en donde los adultos estaban conversando y tuvo una
breve discusión con el entrenador Robillard.
Cuando la canción, Bobby y Nicholas regresaron. Inmediatamente Dante se
levantó y le pidió a Bobby que salieran a caminar.
Nicholas volvió y se desplomó de forma tosca en la banca al lado de Seiji. Casi
todos en la fiesta estaban vistiendo algún tipo de ropa formal, a excepción de Nicholas,
quien estaba vistiendo jeans rotos de color negro y su sudadera de Kings Row. Estaba
tamborileando los dedos en la mesa de madera. Era un desastre irritante, y Seiji no
tenía dudas de que pronto lo molestaría para que participara en otra actividad social
incómoda.
A pesar de todo, pensaba que la fiesta era agradable.

264
CAPÍTULO 40
HARVARD

Traducido por Eridan


Corregido por Ash A

El puerto de Menton después de la puesta de sol era como una pintura de óleo del
cielo en la tarde. Las torres y edificios de la ciudad aún brillaban del color de la luz del
sol, aferrándose al atardecer como luz atrapada en ámbar. El océano ya era de color
negro, pero estaba pintado con luces eléctricas. Llamativas líneas de brillantes colores
se difuminaban contra las olas, como si el óleo en la pintura estuviera corriendo.
Era todo tan hermoso y a Harvard no le importaba. Sólo quería ver a Aiden.
Mientras corría por la explanada hacia el muelle, pasó por donde estaban Bobby
y Dante caminando a lo largo del puerto a la luz de la luna. Bobby estaba temblando
ligeramente en su camiseta de seda fina.
—Toma —dijo Dante, quitándose su saco. —Hay una postal de Italia para ti en el
bolsillo —añadió cuando Bobby dudó.
La cara de Bobby se frunció en una sonrisa confundida.
—¿Por qué me compraste una postal cuando me viste en el desayuno esa mañana,
y sabías que me ibas a ver esa tarde?
Dante se encogió de hombros.
—Supongo que estaba pensando en ti.
Bobby vaciló, luego asintió con decisión y Dante colocó la chaqueta sobre los
delgados hombros de Bobby. Le quedaba demasiado grande.
—Gracias, Dante —dijo Bobby, envolviendo el saco sobre sí mismo como una
frazada gigante. —Está calientita.
—Bobby… —dijo Dante.
—¿Sí? —Bobby miró hacia arriba —Dime...
Dante busco visiblemente las palabras, falló en encontrarlas, y murmuró:
—Te digo después.
Te mandó postales cada día cuando se fue, para decir, Estoy pensando en ti,
señaló la voz de Arune en la mente de Harvard, y Harvard hizo una mueca de dolor.
Los yates estaban alineados en el puerto como nubes blancas flotantes ancladas
al agua. Harvard no tenía que preguntarle a nadie cuál bote era del padre de Aiden. Él
sabía que sería el más grande y el más ostentoso.
Mientras corría a lo largo del muelle para después subirse al yate, vio estrellas
brillando en el agua, una luz tenue titilando sobre las oscuras y turbulentas aguas.
Estaba aterrado de lo que tenía que hacer, pero no iba a decepcionar a Aiden otra vez.
El yate estaba sospechosamente quieto y silencioso, cuando Harvard estaba
esperando el alegre bullicio de una fiesta. Se deslizó a través de los pasillos de espejos
hasta que finalmente escuchó el murmullo bajo y familiar de la voz de Aiden.
—No debería, —estaba diciendo Aiden —es demasiado perverso. ¿Cómo podría
vivir conmigo mismo?
Harvard dudó, su mano sobre la brillante caoba de la puerta. ¿Acaso algún chico
estaba tonteando ya con Aiden? Un mal presentimiento comenzó a arañar su pecho,
como si fuera una trampilla abriéndose ahí y todos los intestinos de Harvard cayeran
a través de ella.
—No me importa —decidió Aiden. —No tengo conciencia. Voy a comerme un
quinto pastelito.
Harvard dejó escapar un suspiro profundo de alivio y abrió la puerta para mostrar

266
un salón de baile, un reluciente piso de parqué y un candelabro parecido a un vidrio
de cristal multifacético lleno de hielo. Las puertas dobles deslizantes del salón de
baile estaban dobladas para mostrar la habitación principal, que parecía ser más que
nada una cama amplia tendida con sábanas de hilo blanco y seda turquesa. Aiden
estaba sentado al pie de la cama vestido con ropa formal. Su cabello estaba suelto y
su corbata de moño desanudada. Harvard Paw estaba sentado a su lado, y tenía un
pastelito glaseado en la mano. Aiden también le susurraba seductoramente a su osito,
pero Harvard no se sentía preparado para lidiar con tal asunto.
Aiden miró hacia arriba con el sonido de la puerta abriéndose. Sus ojos se
agrandaron parcialmente, pero eso fue todo. Harvard vio esos ojos tan conocidos y
amados, de un verde más oscuro de lo habitual, y pensó, Aguas turbulentas. Esto era
su culpa. Tenía que hacer lo correcto.
—Hola, Harvard. —murmuró Aiden.
—Hola, Aiden —respondió Harvard —Te amo.
Aiden parpadeó y bajó su pastelito.
—Yo también te amo, amigo. —dijo Aiden en una voz ligera y cuidadosa, sus
palabras como los pasos de alguien caminando la cuerda floja sobre cuchillas. —¿Pasa
algo?
Sí, pasaba algo. Pasaba algo con Aiden, y ahora Harvard lo estaba mirando
correctamente, sin sus propias conjeturas y dudas de por medio, estaba tan claro.
La boca de Aiden se frunció cuando dijo la palabra amigo, y siempre lo había hecho.
¿Cómo es que nunca se había dado cuenta?
—¿No debería de preguntar eso yo? —preguntó Harvard. Entonces se le ocurrió
que había venido a confesarse a Aiden, no a forzarlo a revelaciones dolorosas. Ya le
había causado suficiente dolor. Continuó, después de una pequeña pausa. —¿Qué pasó
con la fiesta?
—La cancele. No estoy realmente de humor para una fiesta. —dijo Aiden.
—¿Estás enfermo? —preguntó ansiosamente, y luego se dio cuenta de la respuesta
más probable. —Oh, Dios. ¿Estoy interrumpiendo algo? ¿Tienes planes?
El terror era como una corriente rápida y continua en las orejas de Harvard,

267
como el sonido del mar. Aiden sólo dijo que no con la cabeza, su cara confundida.
—Me puedo ir si es así —dijo Harvard gentilmente —Me iré, no me quedaré mucho
tiempo, y no espero nada de ti para nada. Sólo quería decir esto: Aiden, lo siento
mucho.
Había una sonrisa complaciente comenzándose a formarse en la boca de Aiden.
Esta podría ser la última vez que Aiden le sonriera así.
—No tengo planes. Pensé… ¿Cuál es el punto? Y no tenía una respuesta. ¿Por qué
te disculpas? Lo que sea que es, te perdono. Si mataste a alguien, está bien. Tenemos
el Mediterráneo para esconder el cuerpo. Harvard Paw y yo proporcionaremos una
coartada infalible. Vamos, dime, tengo curiosidad. ¿Qué cosa tan terrible hiciste?
Harvard siempre quiso hacer lo correcto, arreglar problemas y nunca causarlos.
Porque siempre trataba de pensar en otras personas primero, nunca hubiera imaginado
que él tendría poder sobre Aiden. Había asumido que Aiden tenía el poder, que Harvard
era el único que podría salir herido, y estaba demasiado asustado de tumbar sus
defensas y decirle a Aiden lo que quería. Aún tenía miedo. No sabía si podría hacer
esto.
Vio la sonrisa de Aiden, quien la estaba usando aunque estaba sufriendo. Por el
bien de Harvard. Sintió algo parecido al mareo. El suelo en el que se había parado
todos esos años ya no estaba.
Esta era la persona que más amaba en el mundo, la persona que Harvard había
jurado que nunca lastimaría. Pero lo había hecho y hasta que dijera la verdad, seguiría
lastimando a Aiden.
Harvard reunió todo su valor y confesó:
—Te mentí.
El asombro se murió en la voz de Aiden.
—¿Qué?
—Lo siento mucho, Aiden. —dijo Harvard —Sé que confías en mí para decirte la
verdad, para siempre estar ahí para ti. Siempre intenté ser eso, ser un lugar seguro
para ti, pero no lo conseguí. No quería lastimarte. No quería salir lastimado. ¿Recuerdas
cuando te dije que sólo quería que fuéramos amigos porque no me quería enamorar

268
de ti?
Aiden contestó en una voz distante.
—Claro que me acuerdo.
Claro que se acordaba. Aiden había confiado en él, y Harvard había mentido, pero
ya era tiempo de decir la verdad. Estaba tan asustado de lo que podría pasar cuando
lo dijera, asustado de lo que podría cambiar, asustado de que fuese demasiado tarde.
Pero tenía que enfrentar la verdad.
No podía ver la cara de Aiden cuando le dijera. Así que fijó sus ojos en el piso del
salón de baile, y comenzó a hablar.
—Esa fue la mentira que te conté. Me di cuenta de lo que quería la noche anterior.
Estaba asustado de perderte. Debí haberme dado cuenta de lo que sentía por ti antes,
pero ¿cómo ves el planeta en el que vives? ¿el aire que respiras? Siempre estuvo ahí.
Siempre estuviste ahí. Podía verte todos los días, de la misma manera que puedo ver
las estrellas todos los días. Nunca tuve que pensar cuánto quería ver.
—No… No entiendo —Aiden sonaba tenso. —¿Qué estás diciendo?
—Te amo —Desesperado de evitar cualquier confusión terrible y dolorosa,
desesperado de sacarlo todo, Harvard lo aclaró: —Estoy enamorado de ti.
Se escuchó un silencio, solamente roto por el sonido del barco meneándose.
Harvard esperó, su corazón un martillo que contaba los silenciosos segundos.
Había un pozo en su estómago amenazando con tragárselo entero. Lo más que crecía
el silencio, lo más que gruñía el pozo. Lo había dicho mal, era demasiado tarde, perdió
su oportunidad, su amistad se había acabado, él…
—¿Lo dices de verdad?
La voz de Aiden estaba temblando. Debía de estar realmente molesto.
Harvard lo había herido demasiado. No podía arreglar lo causado por su mentira
o por los años de crueldad accidental antes de eso. Lo único que Harvard podía hacer
era decir la verdad, disculparse e irse.
—Lo hago —dijo Harvard. —De verdad lo hago. Lo siento mucho, desearía poder
decirlo mejor. No soy muy bueno haciendo discursos. Pero soy bueno diciéndoles de

269
verdad. Te amo demasiado. Si fuera menos, podría haberlo dicho antes.
—Es todo lo que quería escuchar. —dijo Aiden abruptamente. —No tienes que
decir nada más.
—De acuerdo —dijo Harvard. —Yo… gracias por escucharme. Lo siento. Me iré.
Su plan era salir de ahí lo más rápido que pudiera. Pero algo lo detuvo. Había dos
brazos sobre su cuello de pronto, un cuerpo contra su pecho bloqueándole el paso,
Aiden deslizándose cerca. Cuando Harvard levantó la mirada del reluciente piso del
salón, sobresaltado, Aiden se inclinó y lo besó.
Harvard había batallado para pensar antes, el pánico corriendo por sus venas,
y ahora se volvió completamente imposible. Todo estaba sofocado, como si estuviera
sumergido, cada sentido inundado con el sabor y esencia y la sensación de Aiden.
Harvard no quería volver a la superficie. Lo resintió cuando Aiden se alejó, incluso si
fue muy poco.
—Tonto —murmuró Aiden en su boca dulcemente. —Yo también te amo. Te amé
primero. No vas a ir a ningún lado. Ahora nunca te desharás de mí.
—¿Qué? —susurró Harvard, aun no atreviéndose a creer que era real, casi incapaz
de creer que era del todo real. —Aiden. No puedes decirlo en serio. No… no me tengas
lástima. Está bien, estaré bien, no tienes que mentir. ¿Desde cuándo?
Trató de alejarse. Aiden no lo dejó ir.
—Hmm. —dijo Aiden. —Déjame pensar. Desde aquella vez que me diste un osito,
creyendo que lo quería porque no podía dejar de seguirte.
Sonaba serio, pero no podía estar diciéndolo en serio.
—Pero… pero —tartamudeó Harvard. —Eso fue…
—Hace mucho tiempo. Sí.
—Pudiste haber tenido a cualquiera. Estaban todos esos tipos…
Aiden comenzó a verse no sólo serio, sino también molesto.
—¿Cuándo me importó alguno de ellos? ¡No pude haber sido más claramente
indiferente! ¡Me da amnesia de nombres!
—Eso no es porque… eso es porque eres así. ¡Nunca recuerdas el nombre de nadie!

270
—¿No? —Aiden arrastró las palabras, y la diversión estaba de vuelta en su voz.
—Harvard. Harvard. Harvard. Te amo.
Caminaba hacia atrás, tirando de Harvard, acercándolo y acercándose aún más.
Oír su propio nombre en la voz de Aiden, repetido de esa manera, hizo que abriera los
ojos. Por sólo un momento, se dejó creer lo que veía. Los ojos de Aiden estaban sobre
él, claros, verdes y profundos, sorprendentemente tiernos. Harvard había tenido tanto
miedo.
Ahora se atrevió a mirar en las profundidades de aquellas aguas turbulentas y las
encontró inesperadamente iluminadas. Todo era brillante y claro.
—¿Por qué…? —Harvard tragó saliva —¿Por qué siempre me mandabas postales
cuando te ibas, que decían, “Pensando en ti’’?
—Porque siempre estoy pensando en ti —contestó Aiden.
Se veía como si fuera a besar a Harvard de nuevo, así que Harvard frustró su
plan. Harvard lo besó primero. Aiden era sólo un poco más bajo que él, pero Harvard
lo quería cerca, así que inclinó su cabeza para besarlo y tenerlo cerca al mismo
tiempo. De alguna manera, el deseo de acariciar y mantener a Aiden se volvió un poco
salvaje, un sentimiento brillante con bordes ardientes, y Aiden estaba desabrochando
los botones de su camisa mientras caían sobre la cama.
El cabello de Aiden, brillante como la luz de las estrellas, oscurecía el resto del
mundo, y habló como si estuviera leyendo las palabras que estaban escritas en el
corazón de Harvard.
—Toda mi vida, —dijo —esto es todo lo que he querido.
Besó a Harvard y se retorció alrededor de él, mientras Harvard enredaba sus
dedos en el cabello de Harvard y comenzaba a creer.
—¿De verdad?
—De verdad. Y ahora es mío —murmuró Aiden —No lo puedes retirarlo. Tienes
que prometerlo.
Rodó a Aiden sobre la cama, seguro en el refugio de sus brazos, y tomó la cara
de Aiden en sus manos. Hermosa y suya. No daría la luz de las estrellas por sentado,
nunca más.

271
—Lo prometo —susurró Harvard —Lo digo en serio. Puedes confiar en mí.
Aiden sonrió, tomando el collar de la camisa de Harvard y jalándolo para abajo.
Sus manos se deslizaron dentro su camisa. Cuando los dedos de Aiden rozaron su piel,
Harvard jadeó, y Aiden dejó escapar un sonido suave, alentándolo silenciosamente: el
primero de muchos, muchos sonidos encantadores por venir.
Aiden dijo:
—Siempre lo he hecho.

272
CAPÍTULO 41
SEIJI

Traducido por Eridan


Corregido por Ash A

Sólo porque se habían quedado despiertos toda la noche e iban a tomar un vuelo
internacional, no era razón alguna para que Seiji renunciara a la disciplina y no se
levantara a las 4 a.m. a entrenar.
Para su gran sorpresa, Nicholas aguantó el jet lag y se unió a él, aun tallándose
los ojos del sueño, y aceptó entrenar con él bajo la condición de que fueran a la playa
en lugar del campo de entrenamiento. Dibujaron rayas con una rama en la arena
blanca. Nicholas dijo que se sentía como un pirata.
—Nos levantaremos y haremos todos los ejercicios para entrenar que aprendiste
aquí todos los días en Kings Row —dijo Seiji.
Nicholas sonrió.
—No lo haría por nada, excepto por la esgrima. Y por ti.
Como este era su último día en Francia, Seiji permitió que tuvieran una partida.
No habían peleado juntos desde que habían venido aquí. Aunque apreciaba haber
peleado contra esgrimistas diferentes y más hábiles, curiosamente había extrañado
esto. La oportunidad de observar a Nicholas, aprendiendo tan rápido como se movía.
La manera en la que Nicholas lo estaba disfrutando, por lo que Seiji también estaba
aprendiendo a disfrutarlo también.
—Más ejercicios y menos partidas en el futuro —advirtió Seiji.
—Aw, Seiji —protestó Nicholas, su voz tan ligera como el sonido de las cuchillas
repiqueteando y los pájaros sobre el mar. —¡Eso no es divertido, Seiji!
—No soy divertido. —dijo Seiji con calma —¿No te has enterado?
—Todos me lo dicen. —respondió Nicholas —Pero no les creo.
—¿En qué crees?
—Eres mi pareja. —dijo Nicholas —Eres la pareja a la que le voy a ganar algún día.
La que más espero con ansias.
Podías ver qué tanto lo creía sólo con ver su cara, y era casi suficiente para hacer
que Seiji lo creyera también.
Había estado equivocado en no confiar en él antes, pero de ahora en adelante
confiaría en Nicholas. No dejaría que su mente lo traicionara, imaginando semejanzas
donde no las había.
Nicholas no era para nada como Jesse.

274
CAPÍTULO 42
AIDEN

Traducido por Achilles


Corregido por Ash A

Por primera vez en su vida, Aiden se despertó temprano, naturalmente y con dulzura.
Las luces eléctricas de la noche se habían ido. El amanecer arrojaba listones suaves
y brillantes sobre el agua, el cielo y las paredes de la cabina, por lo que quedaron
envueltos en rosa, marfil y oro. La luz se derramó sobre la piel oscura y brillante de
Harvard y las sábanas de seda, y este día ya era un regalo.
—Así que todo esto no fue un sueño febril inducido por cupcakes. —dijo Aiden
románticamente. Entonces no pudo evitar sonreír. —Me alegro.
Se estiró lujosamente, recostado en la cálida curva del brazo de Harvard. Sabía
desde hacía años que los brazos de Harvard eran fuertes. Los había mirado muchas
veces, pensando para sí mismo, incluso objetivamente, (lo que Aiden de ninguna
manera era, guau) pero había un mundo de diferencia entre la admiración y tener esa
fuerza para abrazarte.
—Yo también me alegro —murmuró Harvard al oído de Aiden —Y tengo una
pregunta.
—Pregúntame lo que sea.
—¿A dónde fueron los estudiantes de primer año durante mi partido y luego al
comienzo de la fiesta? Algo muy sospechoso sucedió.
—¡Ah, bien! —Aiden dijo, y confesó que ayudó a los novatos a escabullirse para
un partido de esgrima a altas horas de la noche.
Harvard escuchó con creciente horror.
—Oye, —dijo Aiden, tratando de recordarle a Harvard los asuntos importantes de
la vida. —Te amo.
—Yo también te amo, Aiden Kane, pero eres el peor —Harvard le dirigió una
mirada de reproche. —Somos responsables de ellos.
—Vaya, mira ese nosotros. No quiero tener nada que ver con ellos. No soy su
capitán-adoptivo —refunfuñó Aiden.
Harvard lo manipuló inclinando la cabeza sobre la almohada donde descansaba
la cabeza de Aiden, dándole un beso lento que extendió calor a través de él como la
luz del sol.
—¿No?
Aiden pasó las palmas de las manos por las curvas de esos brazos, luego tomó la
cabeza de Harvard con una mano y lo hizo bajar, poniendo fin a su horrible separación
de tres segundos, para otro beso.
—¡No! Es posible que hayas escuchado que soy irresponsable y peligrso, y todo es
cierto. No tengo responsabilidades y muchas exigencias. Escucha, esta es la demanda
más importante. Si estás pensando que hay todo un mundo de chicos ahí fuera, qué
lástima. Tuviste tu oportunidad de jugar en el campo. No te atrevas a mirar a otro
chico. Estamos saliendo ahora.
—Eso es gracioso. No recuerdo haber sido invitado a salir —bromeó Harvard.
—Eso es gracioso —estuvo de acuerdo Aiden. —Te invité a la feria de la ciudad
dos veces y te invité a tomar batidos o al cine o cualquier otra cosa una y otra vez.
Te envié tarjetas de San Valentín cada febrero. Hubiera hecho cualquier cosa que
quisieras. Te invité a salir cien veces, Harvard Lee. No es mi culpa que no estuvieras
escuchando.
El rostro amable de Harvard se arrugó un poco al pensar en el sufrimiento de
Aiden, sus hermosos ojos marrones cálidos con simpatía. Aiden sintió que esto era

276
justo, considerando lo mucho que había pasado. Una persona verdaderamente buena
lo habría dejado pasar, pero solo había una persona verdaderamente buena en esta
relación, y Aiden no lo era. Ahora planeaba recordarle a Harvard a menudo su trágico
pasado de suspiros no correspondidos, con el fin de salirse con la suya.
—Estoy escuchando ahora —prometió Harvard, metiendo la nariz contra la mejilla
de Aiden.
Aiden no pudo evitar sonreír.
—¿En serio, Capitán?
—Oh, espera, —dijo Harvard —Oh no. Eso no puede ser algo sexy. Nicholas me
llama así. No puedes llamarme así cuando estás usando esa voz, ¿de acuerdo?
Aiden dejó que su sonrisa se volviera malvada y traviesa. Se mantuvo feliz.
—Lo que usted diga —susurró Aiden en la boca de Harvard. —Capitán.
Acarició la mandíbula de Harvard, luego empujó contra el pecho de Harvard,
ambos cayendo uno sobre el otro, riendo, suspirando, las sábanas de seda durante el
día se convertían en un maravilloso mar verde. Aiden tenía toda su atención ahora, de
la manera que siempre había querido. No solo un osito de peluche, no solo amistad,
sino al propio Harvard, para que fuera suyo.
A la luz del sol o la luz de la luna, en cualquier tierra extraña o en casa, esta era
la única verdad que conocía. Aiden ama a Harvard, desde hace mucho más de un año
y un día.

Tras un largo baño de sol, Harvard y Aiden salieron del yate y caminaron por la arena
blanca como azúcar tomados de la mano, descalzos y con la ropa formal destrozada.
Aiden pensó que Harvard se veía genial así. Harvard debería verse así siempre.
—Creo que es mi turno de invitarte a una cita —dijo Harvard.
—Podrías ganarme otro oso, ya que tiré el último que me ganaste —dijo Aiden,
lamentando profundamente esa acción precipitada ahora.
—En realidad… —dijo Harvard —Saqué el oso y me lo quedé. Puedes tenerlo de
vuelta.

277
Harvard había guardado el recuerdo de su cita. La revelación hizo sonreír a Aiden,
un deleite mucho más agudo de lo que jamás había sido el arrepentimiento, alegre
como un niño pensando ¡Le gusto! Finalmente, a Harvard Lee también le gustaba.
—Me echaron de Kings Row, así que quizás tengas que enviarme ese oso por
correo. —le recordó Aiden. —¿Estás listo para tener un noviazgo a través de cartas?
También mensajes de texto frecuentes.
—Mi mamá tendrá que enseñarme lo que significan los emojis —dijo Harvard.
La romántica caminata matutina de Harvard y Aiden terminó temprano cuando
se encontraron con Nicholas y Seiji teniendo un partido de esgrima en la orilla del
mar. Porque claro, ¿qué más estarían haciendo en sus últimos momentos en Francia?
—Buenos días —llamó Harvard, saludandolos con la mano libre.
—¿He mencionado que son individuos trágicos hoy? —gritó Aiden.
Una terrible revelación golpeó a Aiden. Era una especie de capitán-adoptivo.

278
CAPÍTULO 43
NICHOLAS

Traducido por Achilles


Corregido por Ash A

Nicholas no estaba del todo seguro, pero sospechaba que Aiden y el capitán estaban
saliendo de nuevo. Lo advirtió por la forma en que se tomaban de la mano. Estaba a
punto de compartir esta observación con Seiji cuando su atención quedó completamente
distraída.
La entrenadora Arquette, el entrenador Robillard y la entrenadora Williams se
acercaron a su grupo, caminando por las arenas doradas hasta que los alcanzaron. Los
rostros de la entrenadora Arquette y el entrenador Robillard eran solemnes. Nicholas
no pudo leer la cara de la entrenadora Williams.
—Monsieur Robillard y yo solo queríamos decir que lamentamos la confusión
y, por supuesto, el Sr. Kane ya no está expulsado del Campamento Menton —dijo la
entrenadora Arquette.
Aiden parpadeó lentamente hacia ellos, extendiendo la mano para sostener el
brazo del capitán y también su mano, como si Harvard fuera su ancla en mares
extraños.
—¿No estoy... expulsado? —preguntó Aiden.
—Así es —dijo el entrenador Arquette.
—Pero, si no estoy expulsado del campamento, eso significa...
—He hablado con el director de su escuela. También serás reintegrado por
completo en Kings Row —dijo el entrenador Robillard con voz firme.
Aiden parecía aturdido.
—Pero…
Miró a Harvard, pero el capitán parecía tan perdido como Aiden.
Al parecer, nadie tenía respuestas.
—Le expliqué todo al entrenador Robillard —dijo Seiji al lado de Nicholas.
Todos se volvieron para mirar a Seiji con asombro. Seiji miró a su alrededor con
severidad.
—Le expliqué que cuando parecía que Aiden había roto el toque de queda,
simplemente me estaba buscando —informó —Porque me perdí en el bosque por la
noche.
—Y todos ustedes... creen eso —dijo Aiden lentamente.
El entrenador Robillard se encogió de hombros expresivamente.
—Por supuesto que no lo haría con nadie más, pero recuerdo haber entrenado a
este chico el año pasado. Este es Seiji Katayama.
—Sí —dijo Seiji —Soy Seiji Katayama.
El entrenador Robillard negó con la cabeza, aparentemente perdido en sus
recuerdos.
—Él no miente sobre las reglas. Una noche sacó a una prefecta de la cama
porque los otros esgrimistas estaban tomando ilícitamente un chocolate caliente a la
medianoche. Ella dijo que lo dejaría pasar esta vez, y él dijo que no podía dejarlo pasar.
—¡Tenían un torneo al día siguiente! —protestó Seiji, claramente escandalizado.
El entrenador Robillard puso los ojos en blanco. La entrenadora Arquette se
disculpó nuevamente con Aiden, y ella y el entrenador Robillard se fueron, dejando a
la entrenadora Williams con su equipo.
Después de un momento de silencio, Aiden dijo:

280
—¿Entrenadora? Acerca de... quedarme en Kings Row. ¿Le mencionó a alguien
que le dije que iba a romper el toque de queda?
La entrenadora se encogió de hombros.
—Debo haberlo olvidado.
—Lo... hizo... —dijo Aiden.
—Estoy muy contenta de que hayas decidido comportarte, muy contenta de que
mi equipo no sea ​​diezmado en el campeonato estatal —dijo la entrenadora —Y eso es
todo.
Giró sobre sus talones, dejando a los chicos parados en la playa.
Aiden se aclaró la garganta. Luego le preguntó a Seiji:
—¿Por qué mentirías por mí?
—Me has ayudado con Jesse dos veces—respondió Seiji, tan serio como solo él
podía serlo —Ahora te estoy ayudando a cambio. Eso es trabajo en equipo: pensé que
deberías saber cómo funciona.
—Estoy profundamente avergonzado de recibir lecciones sobre interacción social
de Seiji Katayama —reflexionó Aiden.
Antes de que Nicholas pudiera alterarse por la ingratitud de Aiden, le dio a Seiji
una sonrisa extraña. Era la sonrisa de Aiden, deslumbrante y burlona y persuadiendo
a todos a sonreírle, pero faltaba cierta dureza. Como si siempre hubiera existido un
escudo invisible frente a la sonrisa, y ahora se pudiera bajar el escudo.
—Gracias, Seiji —añadió Aiden con su nueva sonrisa. —Gracias a todos. Lo digo
en serio.
—Bueno, por supuesto —dijo Nicholas, descongelando —Eres parte del equipo.
Perteneces a Kings Row.
Si Aiden no estaba expulsado, entonces todo estaría bien en el mundo de Kings
Row y Nicholas.
El Campamento Menton había sido genial, pero su equipo y Kings Row eran los
mejores. Nicholas estaba listo para irse a casa.
Bastien Robillard, Colm de Irlanda y varios otros chicos parecían abrumados

281
por Aiden sosteniendo la mano de Harvard mientras subían al autobús. Bastien se
recompuso y le dio instrucciones a Nicholas sobre algunos movimientos que debería
aprender antes de que el equipo de Kings Row tuviera que irse.
Bastien era genial, pensó Nicholas, pero todavía creía que Aiden había elegido al
chico adecuado.
En el autobús, Aiden durmió serenamente con la cabeza en el hombro de Harvard, Y
este último tarareando una melodía alegre durante todo el camino hasta el aeropuerto.
El resto de ellos se sentaron en la parte de atrás y chismorrearon.
—¡Este es un viaje tan salvaje, emocionante y romántico! —Bobby se entusiasmó.
—Me alegro de que hayan vuelto a estar juntos —dijo Seiji, para sorpresa de
todos. —Creo que Aiden estaba triste. Y eso seguramente afectaría su esgrima.
—Vaya, ¿Aiden tiene sentimientos? —preguntó Nicholas.
Seiji, repentino experto en sentimientos, le dio un codazo a Nicholas en las
costillas. Nicholas miró a sus otros amigos en busca de ayuda, pero Bobby tenía una
expresión que respaldaba fuertemente el codazo de Seiji.
Cuando estuvieron en el primer avión, Seiji reveló que había preparado varios
libros para Nicholas, así como un breve cuestionario de esgrima. Nicholas agradeció
la idea, pero quería un intercambio, así que hizo que Seiji viera una película que
le gustaba acerca de hockey sobre hielo y los valientes desvalidos. Seiji pasó gran
parte de su segundo vuelo observando sombríamente que los valientes desvalidos no
estaban entrenando adecuadamente y no merecían ganar.
En el viaje en autobús de regreso desde Nueva York, Nicholas no pudo centrarse
en ninguno de los libros de Seiji ni siquiera con el cuestionario. Se encontró caminando
de un lado a otro por el pasillo del autobús, sintiendo como si tuviera una picazón en
el cerebro, inquieto hasta que llegaron a su destino. Se preguntó si eso era a lo que se
sentía la nostalgia. Nicholas nunca había experimentado eso antes.
Por muy incómoda que fuera la picazón en su cerebro, no fue nada comparado
con el alivio cuando el autobús dobló la esquina y se presentó ante ellos todos los
bosques de hoja perenne y no los limoneros, el lago profundo y no el mar. Esperándolos
en el largo camino de entrada estaban los edificios de ladrillo rojo y ventanas blancas

282
de Kings Row.
Con inmensa satisfacción, Nicholas estudió el logo de la escuela sobre la puerta
mientras se acercaban. Un escudo que tenía una corona, con dos espadas cruzadas
detrás. Una K invertida sobre un fondo de oro y azul, y una R sobre oro y carmesí.
Debajo estaban las palabras Unitatis Mirabile Vinculum, que Nicholas sabía que
significaban El maravilloso vínculo de la unidad. Significaba estar juntos como uno.
Los amigos de Harvard, Kally y Tanner, caminaban junto a una ventana y, cuando
vieron que el autobús llegaba, se asomaron y gritaron bienvenidos a casa. Nicholas
observó la forma en que sus ojos volaron directamente a las manos unidas de Aiden y
Harvard, notó cómo susurraban y sonreían. Kally y Tanner estaban claramente felices
por ellos, y Nicholas se dio cuenta de que él también estaba feliz por ellos. Vio cómo
Harvard se llevaba la mano de Aiden a la boca y le daba un beso, y vio la forma en
que Aiden miraba la cabeza inclinada de Harvard.
La mejor parte de un viaje fue volver a casa. Eso era algo nuevo que Nicholas
debía aprender.
En ese momento, Nicholas estaba seguro de sentir el maravilloso vínculo de unidad
con su escuela y todas las personas que la integran. Especialmente la gente de este
autobús. El brillante Bobby y el solemne Dante, teniendo una de sus conversaciones
desequilibradas que parecía equilibrarse. Seiji y su rostro severo, todavía de mal humor
por los valientes desvalidos que tuvieron éxito sin entrenamiento. Aiden y Harvard,
tan sorprendente e inconfundiblemente felices. Y Nicholas, el chico becado que no
debería pertenecer aquí, pero podría de todos modos. Giró la cabeza y vio una sonrisa
que la entrenadora Williams le lanzó.
—Es bueno estar en casa, chicos —anunció la entrenadora —El hogar es nuestro
primer paso hacia la victoria.

283
AGRADECIMIENTOS DE LA AUTORA

Debo comenzar con muchas gracias a C.S. Pacat y Johanna La Chiflada por invitarme
al universo Fence. ¡Qué universo tan divertido y que viaje a seguir! Las portadas e
ilustraciones de Johanna para ambos libros han sido tan asombrosas y hermosas. Sé
que C.S. Pacat tenía una visión particular para esta novela y espero haberla cumplido.
Un enorme y devoto agradecimiento a Suzie Townsend, mi agente caballero
andante; Dani Segelbaum; y todo el increíble equipo de la agencia literaria New Leaf.
Muchas gracias a Susan Connolly por nuestra sala de escritura de WhatsApp
durante el encierro. Muchas disculpas por las veces que puse mi cabeza sobre la mesa
de la cocina y lloré. Gracias también a C.E. Murphy, Ruth Frances Long, Leigh Bardugo,
Robin Wasserman y Holly Black por los chequeos de escritores durante este año de
cuarentena.
Gracias a Mary-Kate Gaudet y Regan Winter por su gran paciencia durante un
viaje salvaje. Además, a la fabulosa publicista Thandi Jackson, Savannah Kennelly, la
brocean Lindsay Walter-Greaney y todo el equipo de Little, Brown. Y muchas gracias
a Kerianne Steinberg por una edición maravillosa. ¡Gracias a Dafna Pleban, Shannon
Watters, Sophie Philips-Roberts y al equipo de BOOM! por seguir haciéndome sentir
bienvenida a bordo, y especialmente a Shannon por ser amable con mis horribles
sugerencias de títulos.
¡El fandom de Fence se ha vuelto querido para mi corazón al abrirme sus
corazones! Un reconocimiento a faeriereverie (¡ese arte!), Seijisrow, babyephant,
Harvardpaw, fencedits, laurents-laces, im-your-rival, theninthmember, seijikatayama-
stan, dkafterdark, theangryInch, elucreh, angst-iguana, michellejackson, nicholas-zero-
cox, scathieedraws, metalandmagi, dncngthrghlife, magiclamd, seijistan, softtorms,
fenceseiji, aideninparis, nicholaskatayama_, gael_me, fadingintotheforeground, anico_
art, allarica, hyosagi, qodious y muchos otros. Por favor, perdónenme por no poder
mencionar a todos. Muchas gracias por amar a Striking Distance, y espero que hayan
disfrutado de Disarmed. Todos ustedes son campeones.
AGRADECIMIENTOS
TRADUCCIONES INDEPENDIENTES

Queridos lectores, Traducciones Independientes les agradece esperar nuestra


traducción.
Cómo siempre queremos agradecer a todo nuestro equipo de traducción
y corrección ya que sin estas increíbles personas, este libro no estaría
terminado.
También queremos darle las gracias a ustedes, lectores. Por su paciencia y
comprensión. Este proyecto es para ustedes, son el fin del trayecto, a ustedes
nos dirigimos al traducir, a sus manos, a sus ojos, a su deleite.

Nos leeremos en los libros por venir...

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