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¿Qué hacer?

Micro-políticas para la
felicidad
Mauricio Rosas Hernández

Facultad de Artes y Diseño Facultad de Filosofía y Letras


1
En el año de 1902, V.I. Lenin escribió un folletín

titulado ¿Qué hacer?1, el cual encaminaba a sus

lectores a terminar con lo que él llamó el “tercer período”

de disgregación de la sociedad rusa; buscaba conciliar

a todas las organizaciones social-demócratas del

extranjero en pos de un mismo “quehacer

revolucionario”. Retomo el título de este folletín para

hilvanar en él, acaso uno de los elementos que

encuentro faltantes en la teoría y en la práctica

leninistas: la transversalidad.

Aun sin ser de un dogmatismo hermético, la línea

revolucionaria leninista fue dirigida a una encrucijada

de la cual le ha costado salir; el epígrafe del folletín

puede dar una idea general de las razones, en palabras

de Lassalle: “[…] la debilidad de un partido es el

amorfismo y la ausencia de fronteras realmente

delimitadas; el partido se fortalece depurándose…”.2

Tras la desterritorialilzación del estado benefactor

instaurado después de la segunda guerra mundial y de

1
V.I. Lenin, ¿Qué hacer?, 2ª imp. (Pekín: Ediciones en Lenguas Extranjeras,
1975).
2
Ibíd., 1.
la rearticulación del neoliberalismo y los mercados

mundiales luego del ferviente 68, 3 “las oposiciones

dualistas tradicionales”, dice Guattari, “que han guiado

el pensamiento social y las cartografías geopolíticas

están caducas”.4 La aparente diseminación de los

componentes clásicos de las sociedades, ensombrecen

su análisis. Ya no se sabe bien qué es lo que significa o

qué es lo que se quiere decir con las palabras

“capitalismo” o “revolución”. Pero aún con esto, se tiene

una idea de lo que es el capitalismo, máquina

difícilmente aprehensible; fenómeno que impera en

todos los niveles de la vida cotidiana y que es el que ha

llevado a las sociedades del norte y del sur, por igual, al

estado crítico en el que hoy se encuentran: “La

instauración de inmensas zonas de miseria, de hambre

y de muerte parece desde ahora formar parte integrante

del monstruoso sistema de «estimulación» del

Capitalismo Mundial Integrado”.5

3
Félix Guattari, Guattari, Cartografías del deseo, comp. por Gregorio Kaminsky,
basado en una primera impresión de Santiago de Chile, Francisco Zegers
(Buenos Aires: La Marca, 1995).
4
Félix Guattari, Las tres ecologías, trad. de José Vásquez Pérez y Umbelina
Larraceleta, 2ª edición (Valencia: Pre-textos, 1996), 15.
5
Ibíd., 13.
El CMI ha afectado en conjunto a las texturas

geográficas tanto de países de “primer mundo” como del

tercero; ha propiciado zonas de subdesarrollo en

convivencia con las urbes más privilegiadas del mundo.

Lo que parecería una paradoja no es más que la lógica

instaurada por la máquina; asegurar su supervivencia

ajustándose como el objeto de deseo, como el buen bien

por sí mismo, como modo único y necesario. Ha

descentrado sus estructuras clásicas de poder y ha

creado para sí un país más conveniente: el deseo de su

producción. El CMI, como Tetsuo Shima, en Akira,6

transfigurado, la máquina-forma orgánica que adapta

su estructura según lo que va devorando a su paso,

engrandece su mutación como una ameba, se desplaza

y convulsiona solo hasta cuando la solaridad lo alcanza

y finalmente lo mata.

El problema de la subjetividad lacerante ha

pasado desapercibido a algunos ojos de las llamadas

teorías críticas, y fuera de ellas tampoco es enunciado

en la vida cotidiana, acaso encuentra su cresta en el

diván del psicoanalista; “Una guerra larvada atraviesa

6
Katsuhiro Otomo, Akira, Japón, 1988.
el mundo desde hace treinta años, sin que la conciencia

colectiva la perciba como acontecimiento clave en la

historia, como empresa masiva, tenaz, encarnizada de

destrucción.”7 Desde ya, no se puede hablar de futuros

inmediatos, de planes en colectividad a mediano plazo

ni mucho menos a largo. Las relaciones personales

potenciales están diezmadas, terminadas por las formas

de pseudointeracción, de tele-interacción, con lo cual,

el afán de ser macros, de querer solucionar los grandes

problemas de la humanidad, las guerras, el hambre, las

tristezas, aparece como un imposible.

El “suicidio colectivo” es imperante en las

sociedades capitalistas. El conocimiento del otro se

hace irrealizable desde que no sabemos quiénes somos

ni dónde habitamos; se vive la simulación de una

reiteración. Los registros realidad, representación,

subjetividad, dejan de operar aisladamente, arriba el

nivel del agenciemiento colectivo que “[…] es, a la vez,

sujeto, objeto y expresión.”8 La monotonía rutinaria

hunde nuestra condición que quietud y agrava la

involuntad de esparcimiento. Esta inmersión terrible es

7
Guattari, Guattari, Cartografías del deseo, 66.
8
Ibíd., 158-159.
tan marcada que convierte el conocimiento en des-

conocimiento; se es segregacionista. Se deprecian las

revoluciones adaptadas en micro-políticas de los grupos

atacados por el CMI: es permitido el consumo ―que

siempre es también producción― denigrante, de los

ideales patriarcales del cuerpo femenino, de su

sexualización, pero no está permitido la rearticulación

de los cuerpos para exigir educación no sexista en

Chile,9 o sin más, tan solo se dice “dos peatones mueren

en ataque a ex-fiscal de Jalisco”,10 despersonalización

completa de el otro. Se normaliza ―por no decir ya que

se desea― el asesinato.

9
Marcela Ríos, “Chile y la indignación feminista”, El País, (mayo 2018).
10
Raúl Torres, “Terror en Guadalajara; comando ataca a ex fiscal”, El Universal,
(mayo 2018).
2

¿Qué hacer, pues, ante la insistente

automatización de la sensibilidad y la querencia única

de información, ante las diversas máquinas de los

poderes dominantes que la perpetúan?

La grisalla ideológica de la contemporaneidad fue

bien colada por Las tres ecologías. Es cierto que el

ascenso de la mass-media y las nuevas nuevas

tecnologías de la información polarizan los nexos

virtuales de la manera en que interactuamos en cada

momento, pero un re-conocimiento es posible.

Deshechas de las viejas estructuras arborescentes, las

tres ecologías arrojan luz sobre otras maneras de

construcción. Una forma fuera del triángulo de

prioridades, de la pirámide, una forma abierta al

cambio. En busca de la protección de todas las vidas,

Nausicaä, en Nausicaä del Valle del Viento,11 descubre

que debajo del bosque de piedra aún hay agua, agua

destilada por los hongos gigantes que los demás quieren

quemar. Aunque no funciona como una analogía

completa, es en el hongo subterráneo, en el rizoma, en

11
Hayao Miyazaki, Nausicaä del Valle del Viento, Japón, 1984.
los saberes que se entrecruzan unos con otros, en

donde podemos encontrar maneras que busquen

reformular las semióticas que utilizamos y que nos van

explicando. Seguir a Nausicaä al bosque oscuro es lo

mismo que activar “la capacidad de los grupos humanos

para transformarse en sujetos de la historia, […],

agenciar en todos los niveles fuerzas materiales y

sociales abiertas al deseo de vivir y de cambiar al

mundo.”12

Desde la ecosofía aparecen “nuevas prácticas

sociales, nuevas prácticas estéticas, nuevas prácticas

de sí mismo en relación con el otro, con el extranjero y

con el extraño” 13, prácticas que son transversales y

aceptan la obvia relación de las partes con el todo, del

ser humano-naturaleza-paisaje; líneas que permiten

cavar en el CMI desde esferas muy diversas, desde

micro-políticas adecuadas. En ella se resuelve de

inmediato el falso paradigma del hacer la revolución; no

es desde la institución legalizada o desde la anarquía

instaurándose, no es desde territorios sedimentados,

sino desde el flujo de magma, en el movimiento.

12
Guattari, Guattari, Cartografías del deseo, 172.
13
Guattari, Tres ecologías, 78.
3

Entonces queda ― preguntarse cuál es el objeto

de nuestro deseo, cambiar los paradigmas de la vida de

confort capitalista; saltar a ese abismo infinito pero

luminoso, saberse vivo. ― aniquilar los medios de

producción capitalistas permitidos por nuestro propio

deseo; imaginar procesos de alteridad sin seguir los

límites del desarrollismo, recrear el sentido de

comunidad-pertenencia, como dice Guattari: “La noción

de interés colectivo debería ampliarse a acciones que, a

corto plazo, no «beneficien» a nadie, pero que, a largo

plazo, sean portadoras de un enriquecimiento proce-

sual para el conjunto de la humanidad”.14 ― generar las

micro-políticas del deseo cuantas sean necesarias, en

todos los espectros de la vida cotidiana y siempre en

contraposición a los todos los fascismos, latentes y

evidentes. ― decolonizar los idearios repetidos de facto,

revalorizar los saberes culturales que se encuentran

violentados por el CMI; encontrar lugares que hagan

explotar sus transversalidades políticas, estéticas y

culturales: “Se pueden concebir todo tipo de

14
Ibíd., 73.
«nacionalidades» desterritorializadas, como la música,

la poesía…”.15 ― deshacerse de las atribuciones

imaginarias de nuestra sexualidad, de la forma de El

conocimiento, de los roles familiares, del ideal del amor;

replantear los valores más intrínsecos a nuestro ser:

sangrar, entablar conversaciones con la muerte y con la

vida.

En este escenario, la transdisciplina es una

obviedad, no se podría ya pensar la ciencia sin el arte,

el arte sin la ciencia; la dicotomía milenaria se

sobrepasa. La botánica y la poesía sirven para describir

la misma flor. “Hoy menos que nunca puede separarse

la naturaleza de la cultura, y hay que aprender a pensar

«transversalmente» las interacciones entre ecosistemas,

mecanosfera y Universo de referencia sociales e

individuales”.16 La revalorización del mundo vivo, la

integración de las partes caóticas del cosmos será la

realización de la revolución.

Pero replicar cualquier micro-política como un

modelo duro a seguir sería incurrir en los mismos

errores de dogmatización de las formas de pensamiento

15
Ibíd., 72.
16
Ibíd., 33.
arborescentes; hay que dejarlas ser reinventadas, dar

paso al quizá, dejar a un lado la irrevocable búsqueda

de la certeza y cobijar el azar, el “error”, celebrar la

multiplicidad, dejarse penetrar por el exterior y saberse

en un camino hacia el instante permanente.

Lenin –también palabra difícil−, veía y quería ese

otro mundo posible y no se preguntaba si podía ser,

sabía. De otra forma, tanto distinta también, se

preguntaba Thomas Mann al final de La Montaña

Mágica, ya con igual ímpetu ya con mayor

desesperación: “¿Será posible que de esta bacanal de la

muerte, que también de esta abominable fiebre sin

medida que incendia el cielo lluvioso del crepúsculo,

surja alguna vez el amor?”,17 obligadamente, habrá que

hacer de la respuesta una afirmación.

17
Thomas Mann, La Montaña Mágica, trad. por Isabel García Adánez, (edición
para Kindle), 736.
BIBLIOGRAFÍA

Guattari, Félix. Guattari, Cartografías del deseo, compilado


por Gregorio Kaminsky, basado en una
primera impresión de Santiago de Chile,
Francisco Zegers. Buenos Aires: La Marca,
1995.
Guattari, Félix. Las tres ecologías, traducido por José
Vásquez Pérez y Umbelina Larraceleta, 2ª
edición. Valencia: Pre-textos, 1996.
Lenin, V.I. ¿Qué hacer? 2ª impresión Pekín: Ediciones en
Lenguas Extranjeras, 1975.
Mann, Thomas. La Montaña Mágica, traducido por Isabel
García Adánez. Edición para Kindle.
Rius Gatell, Rosa. Jeanne Hersch y la fiesta como obra de
arte. Universitat de Barcelona: Lectora,
13: 199-207.
Rolnik, Suely. y Guattari, Félix. Micropolítica. Cartografías
del deseo, trducido por Florencia Gómez.
Madrid: Traficantes de sueños, 2006.

FILOMGRAFÍA

Hayao Miyazaki. Nausicaä del Valle del Viento. Japón, 1984.

Katsuhiro Otomo. Akira. Japón, 1988.

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