Está en la página 1de 4

1

UN DISPOSITIVO INCLUSIVO *

Elsa Coriat

Formo parte de un equipo interdisciplinario que trabaja en los problemas del desarrollo
infantil. Este equipo comenzó su recorrido hace casi 50 años, sus integrantes se han ido
renovando, sus contenidos se han ido actualizando y sus principios éticos y la orientación general
de su clínica se mantiene tal cual, porque la experiencia ha venido demostrando de sobra la
eficacia general de sus intervenciones.
Hace 50 años no había nada que la clínica pudiera ofrecer a los niñitos que nacían con
Síndrome de Down o con cualquier otra patología del desarrollo, orgánica, de una cierta
importancia. Eso fue lo que comenzó a revertir la Dra. Lydia Coriat, amalgamando su saber
como pediatra y el saber de otras disciplinas, encarnadas en otros profesionales, con los que
formó equipo. Estas otras disciplinas – kinesiología/psicomotricidad, psicopedagogía,
fonoaudiología/lenguaje – ya tenían un cierto recorrido en el trabajo con niños, pero su labor era
parcial y “reeducativa”. ¿Reeducar… qué? Si en un bebé o en un niño pequeño está todo por ser
construido…
Lo que modificó radicalmente esa arcaica manera conductista de pensar qué se podía
hacer con un niño, fue la incorporación de la psicología y el psicoanálisis, implicados también en
la concepción de qué es un niño sostenida por la Dra. Coriat.
Yo diría que hasta hace unos 20 años, los chiquitos que nos llegaban derivados eran
aquellos afectados de un fuerte compromiso orgánico, aquellos que difícilmente encontraban
dónde atenderse. Lo que ofrecíamos, sin embargo, estaba dirigido a todo tipo de problemas en la
infancia, grande o pequeño, ya sea predominantemente orgánico o predominantemente psíquico.
Más de una vez, algún alumno o alumna que vino a algún curso con nosotros, nos
preguntaba: “Uds se especializan en Síndrome de Down, ¿no?”. “No – le respondíamos nosotros
– nosotros nos especializamos en niños”. En esa época no estaba de moda todavía la palabra
“inclusión”, pero ya ven que, sin aspavientos al respecto, la llevábamos en la sangre: nos bastaba
que se tratara de un bebé o de un niño, no excluíamos a ninguno por su diagnóstico o su falta de
diagnóstico.
Para poder ofrecer una atención tan amplia – que es lo más saludable tanto para los
pacientitos como para los profesionales que con ellos trabajan – es imprescindible armar un

*
Presentado en la Mesa Redonda La inclusión en los límites (Elsa Coriat, Eduardo Joly y Alfredo
Jerusalinsky), organizada por la Cátedra de Psicología de la Discapacidad (2). Facultad de
Psicología de la UBA. Buenos Aires, 6 de setiembre de 2019.
2

equipo interdisciplinario, porque los chicos vienen con los más distintos problemas y hace falta
el concurso de las diversas disciplinas que con más frecuencia son requeridas en la infancia.
Pero detengámonos a pensar qué quiere decir “interdisciplina”, porque lo que la
interdisciplina NO es, es que distintos profesionales trabajen juntos bajo el mismo techo, para
ahorrarle a los padres tener que viajar de un lugar a otro para llevar a su hijo a los distintos
tratamientos.
Eso es lo que se llama “multidisciplina” y ya existía cuando la Dra. Coriat formó el
primer equipo interdisciplinario. ¿Cuál es la diferencia? Un lugar privilegiado para reconocer
esta diferencia es la interconsulta: en la multidisciplina, a veces, los distintos profesionales que
atienden a un mismo niño ni hablan entre sí, otras veces sí que lo hacen, pero se limitan a
informarse mutuamente qué es lo que cada uno está trabajando con el niño, a posteriori, cada uno
sigue por su cuenta con la parte que le toca. En la interdisciplina, lo que más importa es la
pregunta sobre el niño de conjunto, lo que sucede desde la lectura de cada disciplina se intersecta
con las demás y cada uno reubica su trabajo, vuelve a pensarlo, desde lo compartido con los
demás, no para que todos hagan lo mismo si no para que el niño y sus padres no sean tironeados
en direcciones contrarias, provocando un efecto iatrogénico.
En la interdisciplina no se trabaja por partes con el niño, los distintos aspectos
instrumentales le son ofrecidos al niño para que sea él quien de ellos se apropie por los mismos
caminos que cualquier otro niño – y esto implica a través del juego. No me refiero a un juego
didáctico, sino a un juego donde el niño es el protagonista, una ficción donde es el autor del
argumento y el actor en escena.
Casi desde el comienzo del equipo, se comenzó a pensar en la clínica de bebés. Quienes
en eso estaban se dieron cuenta que, si una de las operaciones fundamentales del tiempo del bebé
es la unarización (quiero decir, el llegar a saberse uno, el armado del yo) entonces la presencia de
más de un terapeuta no propiciaría esta construcción, en consecuencia, se hace necesario un
único terapeuta para Estimulación Temprana. Y así la Estimulación Temprana concluyó siendo
una disciplina interdisciplinaria (valga la redundancia) porque quien se quisiera especializar en
bebés debía conocer no sólo los aspectos de su propia disciplina para ese tiempo, sino saber de
las otras que iba a necesitar para hacerse cargo de un tratamiento así.
Pero después nos dimos cuenta que con el niño pequeño que venía a continuación del que
había sido bebé, aunque algunas cuestiones ya estaban más armadas, igualmente la unarización
continuaba en proceso, la mayoría de las veces también resultaba necesario que un único
terapeuta se ocupara de los distintos aspectos que hacen a la vida del niño pequeño (lenguaje,
psicomotricidad, aprendizajes, socialización, etc). A diferencia de los bebés, para algunos casos
evaluábamos que era posible y conveniente que hubiera dos terapeutas.
El colmo fue cuando nos dimos cuenta que con los chicos más grandes, digamos ya en
edad escolar, aunque subjetivamente podían estar en condiciones de sostener más de dos
tratamientos, resultaba que tres era un exceso porque con el tiempo que les tomaba la escuela ya
no les quedaría cuando ejercer sencillamente su vida de niño, ese tiempo libre que se llena de
3

juego, en solitario o con otros niños, pero a puro juego. Y para nosotros es básico que es siempre
desde el juego que se construye un niño.
Así que la interdisciplina no es una sumatoria de tratamientos sino una práctica en la que,
al niño, se le ahorran tratamientos, propiciando la formación y el sostén de terapeutas abiertos a
la interdisciplina y a la interconsulta con otros cuando se encuentran con alguna cuestión que
excede su campo específico de saber.
Cuando decía que los primeros 20-25 años del equipo nos llegaban casi exclusivamente
pacientitos con un importante compromiso orgánico – ultraresumiendo: nos llegaba un
diagnóstico y se convertía en un niñito deseante, con buena salud psíquica, digamos – no era solo
para contar una historia; era especialmente para decir que, en los últimos 20 años, la
preponderancia de los pacientes que nos llegan son niños pequeños sin ningún compromiso
orgánico y graves problemas en su armado subjetivo.
Me corrijo, no todos tienen graves problemas, en algunos sólo se trata de alguna
inhibición o algún problema de conducta (llantos exagerados, rabietas), pero, en la actualidad,
casi todos llegan con un único diagnóstico dado previamente en alguna otra institución: TEA
(Trastorno del espectro autista). Antes, en el mismo lugar, se diagnosticaba TGD o,
indistintamente, autismo.
Diagnóstico que, de una u otra manera, siempre conmueve a los padres, alterando, por lo
general, aún más la relación con su hijo.
Vale la pena preguntarse qué valor diagnóstico tiene un único diagnóstico en el que cae
cualquier chico que tenga el más mínimo problema en su relación con el otro. Todos entran en la
misma bolsa. Pero lo peor viene después, porque si tiene TEA hay que darle un tratamiento para
TEA, y a chicos completamente diferentes se los termina sometiendo a tratamientos
protocolarizados de manera idéntica, adiestrándolos, con lo cual se consigue consolidar lo que
supuestamente se buscaba corregir.
Incongruencia de los tiempos que corren: cuanto más se supone que se sabe acerca de los
niños y su desarrollo, cuantos más profesionales están dedicados a este campo, más aumenta el
número de niñitos que, habiendo nacido sanos en lo real de su organismo, presentan peligrosas
dificultades en los primeros pasos del armado de su subjetividad.
Me pareció hermosa la foto del flyer que anuncia esta Mesa Redonda. Si el título de la
actividad es La inclusión en los límites, la foto nos muestra un chiquito de espaldas, dibujando en
un pizarrón: con la tiza en la mano y el brazo en alto, en puntitas de pié, estirando su cuerpito al
extremo como para llegar a tocar lo más alto… es decir, pugnando por ir más allá de sus límites.
Es una hermosa representación del deseo, en especial del deseo en la infancia. Eso se
trata de cultivar en la clínica, muy artesanalmente, radicalmente uno por uno.
Creo que en todo lo que dije no he mencionado las palabras sujeto, transferencia,
dirección de la cura, sin embargo, junto con juego e interdisciplina, son los ejes que dan sustento
a nuestra práctica clínica. Si se trataba de hablar de “Inclusión en dispositivos clínicos
4

terapéuticos”, espero haber podido brindar un pantallazo del dispositivo que privilegiamos para
el trabajo con niños, un dispositivo hecho de algunos significantes privilegiados organizando el
conjunto de significantes de la lengua, un dispositivo contaminado por el deseo y desordenado
por la cantidad de pequeños objetos – muñecos de todo tipo, autitos, juegos de te, cocinitas,
ositos y etc, etc – que hacen falta para jugar con un niño.

También podría gustarte