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23-27 Demuestre su fe por su modo de vivir ***

“La fe, si no tiene obras, está muerta en sí misma.” (SANTIAGO 2:17.)


“El director del banquete”
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Si los novios optan por ofrecer una recepción de bodas, ¿cómo pueden asegurarse de
que esta sea una ocasión digna? Ya por varias décadas, los testigos de Jehová han visto la
sabiduría de adoptar una medida que se menciona en el relato del banquete de bodas al que
Jesús asistió en Caná. En él había un “director del banquete”, de seguro un siervo de Jehová
responsable (Juan 2:9, 10). Imitando este modelo, el novio prudente escogerá para esta
función clave a un cristiano de probada madurez espiritual. El director del banquete debe
asegurarse de cuáles son los deseos y preferencias del novio, pues esto le permitirá
encargarse de diversos detalles, tanto antes de la recepción como durante ella.
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En armonía con lo que analizamos en el párrafo 5, algunas parejas deciden no ofrecer
bebidas alcohólicas en el banquete, pues su abuso podría echar a perder la felicidad de la
ocasión (Romanos 13:13; 1 Corintios 5:11). Ahora bien, si las ofrecen, el novio debe
encargarse de que se sirvan con moderación y de que se limite la cantidad. Es cierto que en la
boda de Caná hubo vino, y el que Jesús proporcionó era de excelente calidad. De hecho, el
director de aquel banquete comentó: “Todo otro hombre pone primero el vino excelente, y
cuando la gente está embriagada, el inferior. Tú has reservado el vino excelente hasta ahora”
(Juan 2:10). Pero está claro que Jesús no estaba contribuyendo a que nadie se embriagara,
pues él condenaba la borrachera (Lucas 12:45, 46). No obstante, al expresar su sorpresa por la
calidad del vino, el director indicó que había visto bodas en las que algunos invitados se habían
embriagado (Hechos 2:15; 1 Tesalonicenses 5:7). Por consiguiente, tanto el novio como el
cristiano confiable a quien él designe como director del banquete deben asegurarse de que
todos los presentes obedezcan este claro mandato: “No anden emborrachándose con vino, en
lo cual hay disolución” (Efesios 5:18; Proverbios 20:1; Oseas 4:11).
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Como en otras reuniones, si se decide poner música, deberá prestarse la debida atención
a que el volumen no dificulte la conversación. A este respecto, un anciano cristiano comentó:
“Conforme avanza la noche y la conversación se anima o comienza el baile, el volumen de la
música suele subir. Lo que empezó como una suave música de fondo se vuelve tan fuerte que
impide conversar. En una recepción de bodas tenemos la posibilidad de disfrutar de agradable
compañía. ¡Qué triste es que el volumen de la música arruine esa oportunidad!”. También en
este asunto, el novio y el director del banquete deben actuar de manera responsable. Por eso,
no dejarán en manos de los músicos —contratados o no— el control del volumen y de la clase
de música que se va a poner. Pablo escribió: “Cualquier cosa que hagan en palabra o en obra,
háganlo todo en el nombre del Señor Jesús” (Colosenses 3:17). Cuando los invitados se vayan
a casa, ¿qué impresión se llevarán de la música que se escuchó en el banquete o recepción?
¿Demostraba que la pareja ‘estaba haciendo todo en el nombre de Jesús’? Así debería ser.
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En efecto, una boda bien organizada suele ser recordada con mucho agrado. Adam y
Edyta, que llevan treinta años casados, dijeron sobre una boda: “Se respiraba un ambiente
cristiano. Hubo canciones de alabanza a Jehová, pero también otras diversiones apropiadas.
El baile y la música no fueron lo más importante. Fue una ocasión muy agradable y animadora,
y todo se hizo de acuerdo con los principios bíblicos”. Es evidente, pues, que la novia y el novio
pueden demostrar de muchas maneras que su fe está respaldada por obras.

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