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MUSITANO Una Escritura Autoficcional
MUSITANO Una Escritura Autoficcional
Julia Musitano
Facultad de Humanidades y Artes, UNR
el presente artículo es el resultado del trabajo realizado en la PUC-Rio con la dirección de la Profesora
Marilia Cardoso Rothier, en el marco de mi Proyecto de tesis doctoral: “Experiencia y autoficción en la
narrativa de Fernando Vallejo”.
Cuadernos de Intercambio Rosario-Río de Janeiro Vol. IV (ISSN 1852-4567) Pp. 81-87
autobiográficos canónicos. Para esto, erige un macro género que alberga una colección
de formas de narrar una vida - teniendo en cuenta la definición bajtiniana de géneros
discursivos y su heterogeneidad constitutiva, por la cual no existen formas puras, sino
constantes mezclas e hibridaciones- que denomina espacio biográfico. Si los géneros
canónicos están obligados a respetar cierta verosimilitud de la historia contada, otras
variantes de este espacio pueden producir un efecto desestabilizador, y sin renunciar a la
identidad autor narrador, plantearse otro juego, disolver la propia idea de la
autobiografía, desdibujar sus umbrales (Arfuch, 2003:52). La autoficción es una de las
formas que se desprenden de la ampliación de este espacio, forma que apuesta a una
lectura ambigua, paradójica, equívoca, en la que los márgenes entre vida y literatura
dejan de ser claros y ya no es posible diferenciar inequívocamente realidad y ficción.
Un estado de la cuestión
Los relatos autoficticios son relatos ambiguos porque no se someten ni a un pacto
de lectura verdadero, ya que no hay una correspondencia total entre el texto y la realidad
como la que postula el pacto referencial, ni ficticio, porque se mantienen en ese espacio
fronterizo e inestable que desdibuja las barreras entre realidad y ficción. Constituye un
subgénero híbrido o intermedio que comparte características de la autobiografía y de la
novela. Las autoficciones se presentan como novelas aunque se sostenga la identidad
entre autor, narrador y personaje. En ellas se alteran las claves de los géneros
autobiográficos y de los novelescos. En la autoficción, el pacto se concibe como el
soporte de un juego literario en el que se afirman simultáneamente las posibilidades de
leer un texto como ficción y como realidad autobiográfica. Por esto, me interesa
adentrarme en la teoría sobre el pacto autobiográfico de Philippe Lejeune para pensar el
concepto de autoficción desde sus orígenes y recorrer las posteriores discusiones
teóricas sobre el género, prestando especial atención a los modos en que las distintas
tentativas de conceptualización se relacionan con el factor de inestabilidad inherente a la
nueva forma.
Como se sabe, Philippe Lejeune define el género autobiográfico, en su tesis sobre
el pacto autobiográfico, desde fuera del texto, como un contrato de lectura. Plantea la
Esa aventura del lenguaje se refiere a una sola cosa, al psicoanálisis. El héroe y
el analista dialogan imitando una sesión de análisis. El análisis justifica la pulsión
autobiográfica y la ordena. Levanta las censuras que presenta la memoria y pone en
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“El héroe de una novela, ¿puede tener el mismo nombre que el autor? Nada impide que así sea y es tal
vez una contradicción interna de la que podríamos deducir efectos interesantes. Pero, en la práctica, no se
me ocurre ningún ejemplo. Y si el caso se da, el lector tiene la impresión de que hay un error…”
(Lejeune, 1975)
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Aunque hay discusiones sobre si en realidad fue Jerze Kosinsky el primero en usar el término en 1966
para definir su novela L´Oiiseau Bariolé, Doubrowsky fue el primero en usarlo con el sentido que hoy le
damos.
Cuadernos de Intercambio Rosario-Río de Janeiro Vol. IV (ISSN 1852-4567) Pp. 81-87
funcionamiento la anamnesis que desborda al sujeto. A partir de la estrategia
psicoanalítica, se crea una lengua propia para contar una vida.
Sin embargo, como a Doubrowsky le interesa distinguir la autoficción de la
autobiografía y de la novela autobiográfica, tiende a despejar el terreno de la
ambigüedad propia del género (novela y autobiografía simultáneamente) e inclina la
novela autobiográfica hacia la ficción convirtiendo a la autoficción en una versión
posmoderna de la autobiografía, y es así como pone el acento en el pacto referencial del
fenómeno cancelando toda inestabilidad. A partir de esta definición, surgieron varias
aproximaciones a la nueva forma literaria, incluyendo un texto posterior de Lejeune, El
pacto autobiográfico (bis) en el que propone una relectura de algunos aspectos de su
teoría y aprovecha para explicar el caso Doubrowsky. La primera observación que hace
sobre el primer texto, y que vale la pena resaltar, se refiere al concepto de identidad. La
identidad, había escrito, se cristaliza en un todo o nada, existe o no existe, no hay
gradaciones, es o no es. En este segundo texto, admite las posiciones intermedias e
introduce la idea de juego que está íntimamente ligada a la de identidad. También revisa
las casillas vacías del cuadro de doble entrada admitiendo que aunque aceptó la
indeterminación, rechazó la ambigüedad. Pudo observar la aproximación de los límites
entre novela y autobiografía, pero sigue dudando sobre las condiciones en las que el
nombre propio del autor pueda ser percibido por el lector como ficticio o ambiguo y
sobre hasta qué punto la novela Fils tiene su parte ficcional. Y en El pacto
autobiográfico, 25 años después, en el que se desdice de lo que se desdijo en el (bis),
deja en claro que a pesar de haber aceptado las ambigüedades y las transiciones que
pueden surgir en el orden de la identidad narrativa, estuvo inteligente en haber adoptado
el punto de vista del lector. En la recepción de los textos, la identidad existe o no existe.
La autoficción, por lo tanto, es leída como autobiografía.
Gérard Genette, por su lado, esboza un acercamiento a la autoficción a partir de
una fórmula: “Yo, autor, voy a contaros una historia cuyo protagonista soy yo, pero que
nunca me ha sucedido”, que señala la contradicción inherente del género (aunque se
podría pensar no como contradicción sino como paradoja, ya que supone la afirmación
de los dos sentidos a la vez sin exigir distinción). Sin embargo, habría que tener en
Literatura y vida
La autoficción, género paradójico por excelencia, vacila entre dos mundos, el de
la realidad y el de la ficción. Cuando escritura y vida se encuentran ocurre algo del
orden de lo incierto: la escritura incitando el despliegue de la vida y la vida forzando su
inscripción en la escritura. Sabemos que escribir no es imponer una forma a una materia
vivida, que la autobiografía afirma la imposibilidad de cumplir su más profunda
promesa: presentar la verdad de una vida reunida en una trama narrativa. Por ejemplo,
las nociones de verdad e identidad que Lejeune define en la década del setenta, no
tienen más validez ni responden a los criterios del pensamiento actual, porque hoy la
verdad se descompone en numerosas verdades, la identidad, en numerosas identidades y
los géneros, en textos y discursos. ¿Quién decide las condiciones de la verdad? El
principal problema de la teoría de Lejeune es que su modelo de veracidad está dado por
§§§
El principal problema de la teoría sobre autoficción, como dije antes, es que tiende
a mediar entre realidad y ficción, entre literatura y vida, cuando en esa ambigüedad sin
mediación alguna reside la esencia, lo más potente del género. La mayoría de los
autores, incluido el propio Doubrovsky, cancelan esta inestabilidad inclinándola hacia lo
referencial o lo ficcional, algo inconveniente porque la autoficción es un conjunto de
fuerzas en tensión, una mezcla—y con mezcla no me refiero a un híbrido, es decir, a la
resolución del acto de mezclar dos elementos. La autoficción se halla en el acto de
mezclar mismo, como configuración de fuerzas en tensión que inciden unas sobre otras.
No hay resolución, mediación o dialéctica posible entre realidad y ficción o entre verdad
y mentira; hay alteración, superposición y tensión irreductible de diferencias entre
dominios incompatibles: entre vida y obra, entre vivencia y experiencia, entre la lógica
de representación de los hechos y el flujo de la recordación, entre el yo y lo otro del yo,
entre el pasado, el presente y el futuro.
Lejeune, como aclaré más arriba, duda si el lector de las autoficciones puede leer
la ambigüedad de la identidad del autor, es decir, si es posible ver en ellas un autor
ficticio y no leerlas directamente como una autobiografía en la que la identidad está
intacta. Entiendo que, como lectores, de autoficciones, no consideramos al autor
Bibliografía