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(Elements #2) The Fire Between - Brittainy C Cherry
(Elements #2) The Fire Between - Brittainy C Cherry
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Alysse Volkov
Alysse Volkov
Fiorella♥
Maeh
Black Rose
Liz de Rossi
Sam89
Mariana90
∞Jul∞
CJuli2516zC
Melusanti
Sofia Schwab
Ivy
Taywong
Pamela Iride
Carolina Shaw
Sinopsis Mensaje Capítulo 33
Dedicatoria Mensaje Capítulo 34
Prólogo Mensaje Capítulo 35
4
Parte Uno Mensaje Capítulo 36
Capítulo 1 Mensaje Capítulo 37
Capítulo 2 Capítulo 14 Capítulo 38
Capítulo 3 Capítulo 15 Capítulo 39
Capítulo 4 Capítulo 16 Capítulo 40
Capítulo 5 Capítulo 17 Respuesta
Capítulo 6 Capítulo 18 Respuesta
Capítulo 7 Capítulo 19 Respuesta
Capítulo 8 Capítulo 20 Respuesta
Capítulo 9 Capítulo 21 Respuesta
Capítulo 10 Capítulo 22 Capítulo 41
Capítulo 11 Capítulo 23 Capítulo 42
Capítulo 12 Capítulo 24 Capítulo 43
Capítulo 13 Capítulo 25 Capítulo 44
Parte Dos Capítulo 26 Capítulo 45
Mensaje Capítulo 27 Capítulo 46
Mensaje Capítulo 28 Capítulo 47
Mensaje Capítulo 29 Epílogo
Mensaje Capítulo 30 Próximo Libro
Mensaje Capítulo 31 Sobre el autor
Mensaje Capítulo 32
5
6
E
l chico de la sudadera roja seguía mirándome en la fila de la
caja.
Lo había visto antes, muchas veces, incluso más temprano
esa mañana de lunes. Todos los días sus amigos y él
pasaban el rato en el callejón detrás de la tienda de comestibles donde
trabajaba. Los veía cuando mi jefe me hacía romper las cajas y lanzarlas
afuera.
El chico de la sudadera roja siempre aparecía con sus amigos, cada
día. Ellos solían hacer un montón de ruido, fumar cigarros y maldecir a
montones. Él resaltaba, porque los otros tipos sonreían y reían. Parecía
mudo, casi como si su mente viviera lejos de sus alrededores. Sus labios
casi nunca se elevaban; me preguntaba si sabía lo que era sonreír. Quizás
era una persona que simplemente existía en vez de vivir.
A veces nos encontrábamos la mirada, y siempre miraría hacia otro
lado.
Se me hacía difícil mirar sus ojos acaramelados, porque lucían más
tristes que ningún otro par de ojos que alguna vez haya visto en alguien de
su edad. Tenía profundas bolsas de color violeta debajo de sus ojos, junto
con algunas arrugas, pero igualmente era lindo. Un lindo, cansado chico.
Ningún chico debería lucir tan exhausto, o tan maravilloso, todo a la vez.
Me hallaba casi segura de que vivió cien años de peleas en su juventud.
Podía decir que pasó por peores guerras privadas que la mayoría de la
gente que caminaba sobre la tierra de la manera en que él lo hacía:
hombros caídos, la espalda nunca recta.
Pero no todo de él lucía tan roto.
Su oscuro, un poco largo, cabello lucia siempre perfecto. Siempre. A
veces sacaría un pequeño peine y lo pasaría por sus mechones, como si
fuera un motociclista de los años cincuenta. Siempre usaba el mismo tipo
de atuendos, también: o una camiseta lisa blanca, o una camiseta lisa
negra, y algunas veces una sudadera roja. Sus vaqueros siempre eran
negros, junto con sus zapatos negros atados con cordones blancos. No
sabía por qué, pero aunque los atuendos eran simples, me ponía la piel de
gallina.
Noté sus manos, también. Sus manos se encontraban
constantemente envueltas alrededor de un encendedor que prendía y
apagaba, sin parar. Me preguntaba si se daba cuenta de que lo hacía. Casi
parecía que la llama del encendedor fuera parte de su existencia.
Una expresión mundana, ojos cansados, cabello perfecto, y un
encendedor en su mano.
¿Qué tipo de nombre iba con un chico como este? 8
Hunter, quizás. Sonaba como un chico malo, lo que él era, asumía.
O Gus. Gus, el motociclista. El motero Gus. O Mikey, porque sonaba
dulce, lo que sería completamente lo opuesto de como lucía, y yo
disfrutaba de cosas como estas.
Pero, su nombre, en este momento, no importaba.
Lo que importaba en este momento era que se hallaba parado
enfrente de mí. Mostraba más expresión de la que alguna vez le haya visto
cuando se paraba en el callejón. Su cara lucia colorada, y sus dedos
inquietos mientras hacía la fila de la caja en la tienda de comestibles.
Tenía una vergüenza tan fuerte, tan enternecedora en sus ojos mientras
pasaba una y otra vez sus vales de comida. Cada vez era rechazado. Saldo
insuficiente. Cada vez se ponía más y más sombrío. Saldo insuficiente. Se
mordió su labio inferior. —Esto no tiene sentido —murmuró para sí
mismo.
—Puedo probar aquí en mi caja registradora si quieres. A veces esas
máquinas están un poco torcidas —le ofrecí con una sonrisa, pero no
sonrió de vuelta. Su cara se hallaba cubierta por severas líneas de frialdad.
Sus cejas se encontraban unidas y agresivas, pero aun así me dio su
tarjeta. La pasé por mi máquina y fruncí el ceño. Saldo insuficiente—. Dice
que no hay suficiente dinero en la tarjeta.
—Gracias, Capitán Obvio —masculló.
Grosero.
—Esto es tan jodido. —Resopló, su pecho subiendo y bajando—.
Nosotros le pusimos dinero justo ayer.
¿Quién era “nosotros”? Nada que te incumba, Alyssa. —¿Tienes
alguna otra tarjeta que pueda probar?
—Si tuviera otra tarjeta, ¿no crees que la habría probado? —espetó,
haciéndome saltar un poco. Hunter. Tenía que ser un Hunter. Digo, chico
malo Hunter. O quizás Travis. Leí un libro una vez con un Travis en él, y
era un chico muy malo. Travis era tan malo que tuve que cerrar el libro
para contenerme de sonrojarme y gritar todo a la vez.
Tomó un respiro, estudió a la gente en la fila detrás de él, y luego fijó
su mirada con la mía. —Lo siento. No quería gritar.
—Está bien —respondí.
—No, no está bien. Lo siento. ¿Puedo dejar estas cosas aquí por un
minuto? Tengo que llamar a mi mamá.
—Sí, seguro. Solo suspenderé la orden por ahora, luego puedes
retirar tus cosas una vez hayamos solucionado el problema. No hay
problema.
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Casi sonrió, y yo casi lo perdí. No sabía si él sabía cómo casi sonreír.
Quizás era solo un tirón de sus labios, pero cuando casi se curvan, lucía
tan apuesto. Podía decir que no participaba en el acto de sonreír muy
seguido.
Cuando se movió hacia un costado y le marcó a su madre, intenté
con todas mis fuerzas no espiar su conversación. Tomé las órdenes de los
siguientes compradores, pero igual, mis metiches oídos y ojos seguían
encontrando el camino hacia él.
—Ma, solo digo. Me siento como un maldito idiota. Pasé la tarjeta y
sigue siendo declinada.
»Sé la clave. Puse mi clave.
»¿La usaste ayer? —preguntó—. ¿Para qué? ¿Qué compraste?
Sacó el teléfono de su oído cuando su mamá le respondió y rodó sus
ojos antes de ponerse el teléfono de nuevo en el oído.
»¡¿Qué quieres decir con que compraste treinta y dos cajas de Coca
Cola?! —gritó—. ¿Qué mierda vamos a hacer con treinta y dos cajas de
Coca Cola? —Todos en la tienda de comestibles se dieron vuelta hacia él.
Su mirada encontró la mía, y la vergüenza regresó a él. Sonreí. Frunció el
ceño. Dolorosamente guapo. Lentamente se giró, dándome la espalda, y
regresó a su llamada—. ¿Cómo se supone que nos alimentaremos el
siguiente mes?
»Sí, me pagan mañana, pero eso no va a ser suficiente para… no. No
quiero pedirle dinero a Kellan de nuevo… Ma, no me cortes. Escucha.
Tengo que pagar la renta. No hay manera de que pueda… —Pausa—. Ma,
cierra la maldita boca, ¡¿de acuerdo?! ¡Gastaste el dinero para nuestra
comida en Coca Cola!
Corta pausa. Locos movimientos de sus brazos, mostrando su enojo.
—¡No! ¡No, no me importa si era Cola de dieta o Coca Cola Zero! —
Suspiró, pasando sus dedos a través de su cabello. Dejó el teléfono un
momento, cerró sus ojos y tomó respiraciones profundas. Regresó a la
llamada nuevamente—. Está bien. Lo resolveré. No te preocupes por eso,
¿está bien? Lo resolveré. Voy a colgar. No, no estoy enojado, ma. Sí, estoy
seguro. Solo voy a colgar. Sí, lo sé. Está bien. No estoy enojado, ¿está
bien? Lo siento por gritar. Lo siento. No estoy enojado. —Su voz bajó tanto
como pudo, pero no podía dejar de escuchar—. Lo siento.
Cuando se dio la vuelta hacia mí, había terminado de ayudar al
último cliente de mi fila. Encogió su hombro izquierdo y se acercó,
frotándose la parte de atrás de su cuello. —No creo que pueda llevar estas
cosas hoy. Lo siento. Puedo poner las cosas de nuevo en los estantes. Lo
siento. Lo siento. —Seguía disculpándose.
Mi estómago se apretó. —Está bien. En serio. Lo puedo hacer. Estoy 10
saliendo del trabajo ahora de cualquier manera. Lo acomodaré yo.
Frunció sus cejas de nuevo. Desearía que dejara de hacer eso. —De
acuerdo. Lo siento. —Desearía que dejara de disculparse también.
Cuando se fue, miré dentro de las bolsas de comestibles. Estudiando
los ítems dentro de ellas, te rompía el corazón. Las cosas sumaban un
total de once dólares, y él no podía siquiera afrontar eso. Fideos Ramen,
cereal, leche, mantequilla de maní, y una hogaza de pan. Artículos en los
que no habría pensado dos veces al comprar.
Nunca sabes lo bueno que es lo que tienes hasta que ves cuan mal
está alguien más.
—¡Oye! —grité, corriendo detrás de él en el estacionamiento—. ¡Oye,
te olvidaste esto!
Se dio vuelta despacio y entrecerró sus ojos en confusión.
—Tus bolsas —expliqué, alcanzándoselas—. Olvidaste tus bolsas.
—Podrías ser despedida.
—¿Qué?
—Por robar comestibles —dijo.
Vacilé por un momento, un poco confundida de por qué su primer
pensamiento fue que robé la comida. —No las robé. Las pagué.
Perplejidad llenó su mirada. —¿Por qué harías eso? Ni siquiera me
conoces.
—Sé que tratas de cuidar a tu mamá.
Pinchó el puente de su nariz, moviendo su cabeza de un lado al otro.
—Te devolveré el dinero.
—No, no te preocupes por eso. —Negué con mi cabeza—. No es gran
cosa.
Mordió su labio inferior, y pasó sus manos por sus ojos. —Te
devolveré el dinero. Pero… gracias. Gracias… eh… —Sus ojos cayeron a mi
pecho, y por un segundo me sentí un poco incómoda, hasta que me di
cuenta de que miraba mi nombre de mi chapa identificadora—. Gracias,
Alyssa.
—De nada. —Se dio la vuelta y empezó a caminar de nuevo—. ¡¿Qué
hay sobre ti?! —grité, trastabillando una o dos, o quizás cincuenta veces.
—¿Qué hay sobre mí? —preguntó, sin mirarme, mientras seguía
caminando.
—¿Cuál es tu nombre?
¿Hunter? 11
¿Gus?
¿Travis?
¡¿Mikey?!
Definitivamente podía ser un Mikey.
—Logan —dijo. Siguió caminando, sin mirar atrás ni una vez. Puse
el cuello de mi remera en mi boca y lo chupé; ese era un mal hábito por el
cual mi mamá siempre me gritaba, pero mi mamá no se encontraba ahí, y
pequeñísimas maripositas volaban en mi estómago.
Logan.
Lucía como un Logan, ahora que lo pienso.
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13
Ella se acercó,
sin temor de las cenizas en las que se hallaban destinados a
convertirse.
14
V
i un documental sobre tartas.
Gasté dos horas de mi vida sentado frente a una pequeña
televisión, viendo un DVD de la biblioteca acerca de la
historia de la tarta. Resultó que la tarta existió desde los
antiguos egipcios. La primera tarta documentada fue creada por los
romanos; hicieron una tarta con masa de centeno, queso de cabra y miel.
Sonaba completamente asqueroso, pero de algún modo, al final del
documental, lo único que quería era esa maldita tarta.
No comía mucha tarta, era más de pastel, pero en ese momento,
todo lo que voló por mi mente fue la idea de una masa de hojaldre.
También tenía las cosas necesarias para subir a nuestro
apartamento a preparar la tarta. Todo lo que se interponía en mi camino
era Shay, mi ahora ex-novia, con la que pasé las últimas horas enviando
señales contradictorias.
Era malo en romper con chicas. La mayoría de las veces, les enviaba
un simple mensaje de texto, “no funciona, lo siento”, o tenía una llamada
telefónica de cinco segundos para cortarlo, pero no podía con ésta, porque
Alyssa me dijo que romper con alguien por teléfono era lo peor que una
persona podría hacer jamás.
Así que me encontré con Shay en persona. Terrible idea.
Shay, Shay, Shay. Deseaba no haber encontrado la necesidad de
tener sexo con ella esa noche, el cual tuvimos. Tres veces. Después rompí
con ella. Pero, ahora era pasada la una de la mañana, y…
Ella. No. Se. Iría.
No dejaría de hablar tampoco.
La fría lluvia silbaba mientras estábamos de pie frente a mi edificio
de apartamentos. Todo lo que quería hacer era ir a mi dormitorio y
relajarme un poco. ¿Era mucho pedir? Fumar un poco de hierba,
comenzar un nuevo documental, y hacer una tarta o cinco.
Quería estar solo. A nadie le gustaba estar solo más que a mí.
Mi celular sonó, y vi aparecer el nombre de Alyssa en la pantalla con
un mensaje de texto.
Alyssa: ¿Terminaste con la buena obra?
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Sonreí para mí mismo, sabiendo que se refería a romper con Shay.
Yo: Sip.
Vi los tres puntos suspensivos aparecer en mi teléfono, esperando
ver la respuesta de Alyssa.
Alyssa: Pero, ¿no te acostaste con ella, verdad?
Más puntos suspensivos.
Alyssa: Oh Dios, ¿te acostaste con ella, verdad?
Aún más puntos suspensivos.
Alyssa: ¡SEÑALES CONTRADICTORIAS!
No podía evitar reírme, porque me conocía mejor que nadie. Alyssa y
yo hemos sido mejores amigos durante los últimos dos años, y éramos
completamente lo opuesto a los otros. Su hermana mayor salía con mi
hermano Kellan, y al principio, Alyssa y yo estábamos convencidos de que
no teníamos nada en común. Ella se sentaba felizmente en la iglesia,
mientras yo fumaba hierba a la vuelta de la esquina. Ella creía en Dios
mientras yo bailaba con los demonios. Ella tenía un futuro, mientras que
yo, de alguna manera, parecía atrapado en el pasado.
Pero teníamos ciertas cosas en común que de algún modo nos hacía
tener sentido. Su mamá apenas la toleraba; mi mamá me odiaba. Su papá
era un idiota; mi papá era Satanás.
Cuando nos dimos cuenta de las pequeñas cosas que teníamos en
común, pasamos más tiempo juntos, creciendo más unidos cada día.
Era mi mejor amiga, lo más destacado en mis días de mierda.
Yo: Me acosté con ella una vez.
Alyssa: Dos veces.
Yo: Sí, dos veces.
Alyssa: ¡¿TRES VECES, LOGAN?! ¡OH, DIOS MÍO!
—¿Con quién estás hablando? —se quejó Shay, rompiendo mi
mirada del teléfono—. ¿Quién podría ser más importante que tener esta
conversación ahora mismo?
—Alyssa —dije inexpresivamente.
—Por Dios. ¿En serio? Simplemente no puede tener suficiente de ti,
¿no? —reclamó Shay. Aunque aquello no era nuevo; cada chica con la que
salí en los últimos dos años tenía una manera de ser extremadamente
celosa de Alyssa y mi relación—. Apuesto a que estás follándola.
—Sí, lo estoy —dije. Esa fue la primera mentira. Alyssa no era fácil, y 16
si lo era, no sería fácil conmigo. Tenía valores, valores que yo no conocía.
Además, yo tenía normas para las relaciones de Alyssa, normas que
ningún chico jamás podría cumplir. Merecía el mundo, y la mayoría de la
gente en True Falls, Wisconsin, solo tenía migajas que ofrecer.
—Apuesto a que ella es la razón por la que estás rompiendo
conmigo.
—Sí, lo es. —Esa fue la segunda mentira. Hice mis propias
decisiones, pero Alyssa siempre me apoyó, sin importar qué. Sin embargo,
siempre me dio su opinión, y me hacía saber cuándo me equivocaba en
todas mis relaciones. Algunas veces era dolorosamente directa.
—Aunque jamás saldría contigo. Es una buena chica, y tú… ¡eres un
pedazo de mierda! —gritó Shay.
—Tienes razón. —Esa fue la primera verdad.
Alyssa era una buena chica, y yo era el chico que nunca tuvo la
oportunidad de llamarla mía. Aun cuando a veces miraría su loco, rubio,
cabello rizado y mi mente imaginaría en cómo sería tal vez abrazarla y
lentamente probar sus labios. Tal vez en un mundo diferente, habría sido
suficiente para ella. Tal vez no habría sido jodida desde que era un niño, y
habría tenido mi vida en orden. Habría entrado en la universidad y tenido
una carrera, algo que mostrar por mí mismo. Entonces, podría haberla
invitado a salir y llevado a algún restaurante de lujo, y decirle que pidiera
cualquier cosa en el menú porque el dinero no era un problema.
Podría haberle dicho cómo sus ojos azules siempre sonreían, incluso
cuando fruncía el ceño, y que me encantaba cómo mordía el cuello de
todas sus camisetas cuando se encontraba aburrida, o ansiosa.
Podría haber sido alguien digno de amar, y también me hubiera
permitido amarla.
En un mundo diferente, tal vez. Pero solo tenía el aquí y ahora,
donde Alyssa era mi mejor amiga.
Tenía suerte de tenerla en esa forma.
—¡Dijiste que me amabas! —Lloriqueó Shay, dejando que las
lágrimas cayeran por sus mejillas.
¿Cuánto tiempo estuvo llorando? Era una llorona profesional, una
de esas.
Estudié su rostro mientras deslizaba mis manos en los bolsillos del
vaquero. Maldición. Parecía un desastre. Todavía se hallaba drogada de
antes, y su maquillaje se corría por todo su rostro.
—No he dicho eso, Shay.
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—¡Si lo hiciste! ¡Lo dijiste más de una vez! —juró.
—Estás inventando mierda. —Rastrearía en mi memoria para ver si
esas tres palabras se deslizaron de mi boca en algún momento, pero sabía
que no lo hicieron. No la amo. Apenas me gustaba. Mis dedos rozaron mi
sien. Shay realmente necesitaba subir a su coche y conducir lejos, muy
lejos.
—¡No soy estúpida, Logan! ¡Sé lo que dijiste! —Sus palabras tenían
confianza en la creencia de que la amaba. Lo cual, en su conjunto, era
bastante triste—. ¡Lo dijiste al principio de esta noche! ¿Recuerdas?
¿Dijiste que jodidamente me amabas?
¿Al principio de esta noche?
Oh, mierda.
—Shay, dije que amaba follarte. Eso no es jodidamente te amo.
—Es lo mismo.
—Confía en mí, no lo es.
Giró su bolso en mi dirección y le permití golpearme. La verdad era
que me lo merecía. Lo balanceó de nuevo, y lo permití una vez más. Lo hizo
una tercera vez, y agarré la bolsa, tirándolo, y a ella, hacia mí. Mi mano se
posó en la parte baja de su espalda, que se arqueó a mi tacto. Apreté su
cuerpo cerca del mío. Sus respiraciones eran pesadas y las lágrimas
seguían rodando por sus mejillas. —No llores —dije en voz baja,
encendiendo mi encanto para tratar de conseguir que se vaya—. Eres
demasiado hermosa para llorar.
—Eres un cabrón, Logan.
—Lo cual es exactamente por qué no debo estar conmigo.
—Hemos roto por tres horas, y te convertiste en una persona
completamente diferente.
—Eso es gracioso —murmuré—. Debido a que la última vez que
comprobé, fuiste tú quien era diferente, cuando salió con Nick.
—Oh, supéralo. Eso fue un error. No tuvimos ni siquiera sexo. Eres
el único chico con el que me he acostado en los últimos seis meses.
—Uh, hemos estado saliendo desde hace ocho meses.
—¿Qué eres, un gurú de las matemáticas? Eso no importa.
Shay era mi relación más larga en los últimos dos años. La mayoría
de las veces, era de un mes máximo, pero con Shay hicimos un total de
ocho meses y dos días. No sabía exactamente por qué, aparte de que su
vida era casi un duplicado de la mía. Su madre se hallaba lejos de ser
estable, y su padre se encontraba en la cárcel. Ella no tenía a nadie por 18
quien mejorar, y su hermana fue expulsada de su casa por su madre
porque quedó embarazada por un idiota.
Tal vez la oscuridad en mí vio y honró la oscuridad en ella durante
un tiempo. Lo hicimos funcionar. Pero a medida que pasaba el tiempo, me
di cuenta de que era debido a las similitudes que en verdad no
pertenecíamos juntos. Los dos estábamos en muy mal estado. Estar con
Shay era como mirar un espejo y ver todas sus cicatrices observándote de
vuelta.
—Shay, no vamos a hacer esto. Estoy cansado.
—Bueno. Lo olvidé. Eres Sr. Perfecto. La gente toma malas
decisiones en la vida —explicó Shay.
—Te besaste con mi amigo, Shay.
—Es sólo eso: ¡Un beso! Y sólo lo hice porque me engañaste.
—Ni siquiera estoy seguro de cómo responder a eso, viendo que no te
engañé.
—Tal vez no con el sexo, pero emocionalmente, Logan. Nunca has
estado totalmente allí y comprometido. Todo esto es culpa de Alyssa. Es la
razón por la que en realidad nunca te has comprometido conmigo. Es una
estúpida perr…
Coloqué mi mano en su boca, deteniendo sus palabras. —Antes de
que digas lo que vas a decir, no lo hagas. —Bajé la mano, y permaneció en
silencio—. Te dije desde el primer día quién era yo. Es tú culpa por pensar
que podrías cambiarme.
—Nunca vas a ser feliz con nadie, ¿verdad? Debido a que estás tan
colgado por una chica que nunca tendrás. Vas a terminar triste, solo y
amargado. ¡Luego, podrás darte cuenta de lo que tenías cuando estabas
conmigo!
—¿Puedes solo irte? —Suspiré, rozando mi mano contra mi cara.
Culpo a Alyssa por esto.
“Termina con ella en persona, Lo. Esa es la única manera en que un
hombre de verdad lo haría. No se puede terminar con alguien por teléfono”.
Tenía algunas ideas terribles, a veces.
Shay siguió llorando.
Dios, esas lágrimas.
No podía manejar las lágrimas.
Después de unos estornudos mocosos, miró al suelo antes de
sostener su cabeza en alto, una chispa de confianza encontrándola. —Creo 19
que deberíamos terminar.
Estoy en shock. —¿Terminar? —¡Ya lo hicimos!
—Siento que somos dos personas que van en dos direcciones
opuestas.
—Está bien —dije.
Sus dedos volaron sobre mis labios y me hizo callar, a pesar de que
no hablaba. —No seas tan emocional al respecto. Lo siento mucho, Logan.
Pero esto simplemente no va a funcionar.
Me reí internamente de ella, haciendo parecer que la ruptura fue su
idea. Di un paso atrás y puse mis manos en mi cuello. —Tienes razón.
Eres demasiado buena para mí.
¿Por qué sigues aquí?
Se acercó a mí y rozó sus dedos a través de mis labios. —
Encontrarás a alguien bueno. Lo sé. Quiero decir, es cierto, ella podría ser
como un simio, pero aun así. —Corrió hacia su auto, abrió la puerta y se
metió dentro. A medida que el auto salió, mis entrañas se tensaron, y el
pesar me superó. Empecé a correr hacia su auto bajo la lluvia, gritando su
nombre.
—¡Shay! ¡Shay! —Agité la mano en la oscuridad, por lo menos por
cinco bloques antes de que ella se acercara a una luz roja. Di un golpe en
la ventana de su conductor y ella gritó, aterrada.
—¡Logan! ¡¿Qué diablos haces?! —exclamó, bajando su ventana. Su
confusión se convirtió en una sonrisa orgullosa y entrecerró los ojos---.
Quieres que volvamos a estar juntos, ¿verdad? Lo sabía.
—Yo… —Inhalé. No era un atleta en absoluto, ese era más el campo
de experiencia de mi hermano. Traté de recuperar el aliento, sosteniendo
mis manos contra el borde de la ventana—. Yo-yo… ne-necesito…
—¿Tú necesitas qué? ¿Qué, bebé? ¿Qué necesitas? —preguntó,
pasando la mano suavemente contra mi mejilla.
—Tarta.
Se echó hacia atrás, confundida. —¿Qué?
—Tarta. Mis suministros de tarta que compramos antes. Están en la
parte trasera de tu auto
—¡¿Estás jodidamente bromeando?! —chilló—. ¡¿Me perseguiste por
cuadras y cuadras por los ingredientes una tarta?!
Arqueé una ceja. —Um, ¿sí?
Metió la mano en la parte de atrás de su coche, cogió la bolsa, y la
estrelló contra mi pecho. —¡Eres tan increíble! ¡Aquí está tu basura 20
estúpida!
Sonreí. —Gracias.
Su auto salió y no pude evitar reír cuando oí su grito—: ¡Me debes
veinte dólares por el queso de cabra!
Al segundo que puse un pie en mi apartamento, saqué mi teléfono
celular y envíe un texto.
Yo: La próxima vez que termine con una chica, lo haré a través de
mensajes de texto.
Alyssa: ¿Tan mal?
Yo: Terrible.
Alyssa: Me siento mal por ella. Realmente le gustas.
Yo: ¡Ella me engañó!
Alyssa: Y, sin embargo, todavía encontraste una manera de dormir
con ella tres veces.
Yo: ¿De qué lado estás?
Puntos.
Alyssa: ¡Ella es un monstruo! Estoy tan feliz de que esté fuera de tu
vida. Nadie merece salir con una persona psicótica. Es repugnante. Espero
que accidentalmente pise piezas de Lego el resto de su vida.
Era la respuesta que necesitaba.
Alyssa: Te amo, mejor amigo.
Leí sus palabras, y traté de ignorar el tirón en mi pecho. Te amo.
Nunca digo ese tipo de cosas a la gente, ni siquiera con mamá o Kellan.
Pero a veces, cuando Alyssa Marie Walters decía que me amaba, medio
deseaba que pudiera decirlo de regreso.
Pero no amaba.
Apenas me gustaba.
Al menos esa era la mentira que me dije a mí mismo todos los días
para evitar hacerme daño. La mayoría de la gente pensaba que el amor era
una recompensa, pero lo sabía mejor que eso. Había visto a mi mamá
amar a mi padre desde hace años, y nada bueno ha salido nunca de ello.
El amor no era una bendición, era una maldición, y una vez que lo invitas
a tu corazón, solo deja marcas de quemaduras.
21
22
Traducido por Sam89 & Black Rose
Yo: Oye, papá. Sólo comprobando para ver si vas a venir al recital de
piano.
Yo: ¡Hola! ¿Leíste mi último mensaje?
Yo: Hola, yo de nuevo. Sólo mandándote un mensaje para ver si estás
bien. Erika y yo estamos preocupadas.
Yo: ¿Papá?
Yo: ¿?
Yo: ¿Sigues despierto, Lo?
Miré fijamente mi teléfono, mi corazón latiendo en mi pecho
mientras enviaba el mensaje a Logan. Chequé la hora, suspirando
profundamente.
2:33 a.m.
Debería haber estado durmiendo, pero pensaba en papá de nuevo.
Le mandé un total de quince mensajes en los pasados dos días y diez
mensajes de voz, sin embargo, todavía no oí de él.
Puse mi teléfono contra mi pecho, tomando profundas inhalaciones y
exhalaciones. Cuando empezó a vibrar, contesté con rapidez. —Deberías
estar durmiendo —susurré a través del teléfono, secretamente feliz de que
respondiera—. ¿Por qué no estás durmiendo?
—¿Qué va mal? —preguntó Logan, ignorando mi pregunta.
Una ligera risita escapó de mis labios. —¿Qué te hace pensar que
algo va mal?
—Alyssa —dijo, severo.
—El despreciable imbécil no me devolvió las llamadas. Lo llamé
veinte veces esta semana y no me llamó de vuelta. —Despreciable imbécil
era el nombre con el que honramos a mi padre después de que
abandonara nuestra familia. Nosotros éramos extremadamente cercanos,
los dos músicos de la familia, y cuando se fue, una parte de mí lo hizo con
él. No hablaba mucho sobre él, pero incluso cuando nunca dije las
palabras, Logan siempre supo que me molestaba.
—Olvídate de él. Es un pedazo de basura.
—Tengo el más grande recital de piano de verano de mi carrera
acercándose, y no sé si puedo hacerlo sin él allí. —Intenté lo mejor para
mantener mis emociones controladas. Intenté lo mejor para no llorar, pero
empezaba a perder la batalla esa noche. Me preocupaba por él más de lo 23
que hacían mamá y Erika. Tal vez porque ellas nunca entendieron quién
era él, como un artista, como un intérprete. Ambas tenían mentes muy
realistas que venían con un montón de estabilidad… papá y yo éramos del
tipo de espíritus flotantes, bailando en fuegos sin control.
Pero últimamente no llamaba. Y me sentía muy, muy preocupada.
—Alyssa —empezó Logan.
—Lo —susurré, un ligero temblor en mi voz. Él había escuchado los
sorbidos a través del teléfono y me puse más en guardia—. Cuando era
pequeña, las tormentas eléctricas solían asustarme mucho. Y corría hacia
el dormitorio de mis padres y les rogaba dejarme dormir con ellos. Mamá
nunca me lo permitía porque decía que tenía que aprender que las
tormentas no me herirían. El despreciable imbécil siempre estaría de
acuerdo con ella, también. Así que regresaba a mi habitación, acurrucada
bajo mis mantas, escuchando los truenos e intentando muy duro no ver
los rayos. En un minuto, la puerta de mi habitación se abría, él tenía su
teclado en sus manos y tocaba música junto a mi cama hasta que me
dormía. La mayoría de los días, soy fuerte. Estoy bien. Pero esta noche con
la tormenta y todo lo de ignorar mis llamadas… me está rompiendo esta
noche.
—No se lo permitas, Alyssa. No le dejes ganar.
—Sólo… —Empecé a llorar en la línea y comencé a derrumbarme—.
Sólo estoy teniendo un momento triste, eso es todo.
—Voy hacia allí.
—¿Qué? No. Es tarde.
—Voy a ir.
—Los autobuses dejaron de moverse a las dos, Logan. Además, mi
mamá cerró la verja de la propiedad y la bloqueó. De todos modos, no
podrías entrar. Está bien. —Mamá era una gran abogada y tenía dinero…
mucho dinero. Vivíamos en la parte de encima de la colina, con una
enorme verja alrededor de nuestra propiedad. Era bastante imposible
entrar después de que mamá la bloqueara por la noche—. Estoy bien —
prometí—. Solo necesitaba escuchar tu voz y que me recordaras que estoy
mejor sin él.
—Porque lo estás —explicó.
—Sí.
—No, Alyssa. De verdad. Estás mejor sin el despreciable imbécil.
Mi sollozo se hizo más intenso y tuve que cubrir mi boca con una
mano para que no escuchara cuán duro lloraba. Mi cuerpo tembló en la
cama y me rompí, las lágrimas cayendo contra mi almohada, mis 24
pensamientos haciéndose incluso más ansiosos.
¿Y si algo le pasó? ¿Y si estaba bebiendo de nuevo? ¿Y si…?
—Voy para allá.
—No.
—Alyssa, por favor. —Casi sonaba como si estuviera rogando.
—¿Estás drogado? —pregunté.
Dudó, lo cual fue suficiente respuesta para mí. Siempre podía decir
cuando se hallaba drogado, principalmente porque casi siempre lo estaba.
Él sabía que me molestaba, pero siempre decía que era un hámster en la
rueda, incapaz de cambiar sus hábitos.
Éramos tan diferentes de tantas maneras. No había mucho que yo
hiciera. Más que nada, iba a trabajar, tocaba el piano y pasaba el rato con
Logan. Él tenía mucha más experiencia en cosas de lo que yo jamás
hubiera imaginado. Usaba drogas de las que ni siquiera sabía el nombre.
Se perdía a sí mismo casi semanalmente, normalmente después de
encontrarse con su padre o tratar con su madre, pero de alguna manera
siempre encontraba su camino de vuelta a casa hasta mí.
Intentaba lo mejor para fingir que eso no me molestaba, pero a veces
lo hacía.
—Buenas noches, mejor amigo —hablé suavemente.
—Buenas noches, mejor amiga —replicó, suspirando.
1 Hace referencia a los freshman 15 (libras) lo cual es una expresión utilizada en Norte
América a los kilos que los estudiantes de primer año de universidad ganan dada la alta
ingesta de alcohol y carbohidratos.
—Mamá dijo que, dado que ya tengo sobrepeso, iba a alcanzar
incluso más que el estudiante promedio. Ya sabes, así es como ella me
quiere.
Dio la vuelta de manera espectacular a sus ojos. —Tan linda.
—Se supone que no puedo comer después de las ocho de la noche.
—¡Por suerte, son más de las cuatro de la mañana, por lo que es un
nuevo día! ¡Debemos comer toda la tarta antes de las ocho!
Reí, cubriéndole rápidamente la boca con las manos para evitar que 28
gritara más. Sentí sus labios besando suavemente las palmas de mis
manos, y mi corazón se saltó un latido. Retiré mis manos lentamente,
sintiendo cómo se formaban las mariposas, y me aclaré la garganta. —Es
un trabajo duro, pero alguien tiene que hacerlo.
Lo hicimos también; comimos toda la cosa. Mientras fui a limpiar el
tenedor en el lavaplatos, me agarró la mano. —No, no podemos limpiarlo.
Hay que enmarcarlo, ¿te acuerdas? —A medida que sus manos sostenían
las mías, mi corazón se saltó dos latidos.
Nuestros ojos se encontraron, y él se acercó más. —Y para que lo
sepas, eres hermosa tal y como eres, Aly. Que se joda la opinión de tu
mamá. Creo que eres hermosa. No sólo en las formas superficiales que se
desvanecen con el tiempo, sino que me refiero a todas las formas posibles.
Sencillamente eres una persona jodidamente hermosa, así que, que se
jodan los pensamientos de otras personas. Ya sabes lo que siento por las
personas.
Asentí, sabiendo su lema de memoria. —A la mierda las personas,
prefiero una mascota.
—Eso es correcto. —Sonrió, liberando su agarre en mi mano. Eché
de menos su tacto antes de que incluso me soltara. Comenzó a bostezar, lo
cual me distrajo de mis latidos del corazón errantes.
—¿Cansado? —pregunté.
—Podría dormir.
—Vas a tener que irte antes de que mi mamá se despierte.
—¿No lo hago siempre?
Fuimos a mi habitación. Le di un par de pantalones de chándal y
una camiseta que le robé hace unas semanas. Después de que se cambió,
subimos a mi cama y nos acostamos al lado del otro. Nunca había dormido
en la misma cama con un chico antes, aparte de Logan. A veces, cuando
nos dormíamos, me despertaba con mi cabeza en su pecho, y antes de
separarme, me gustaba escuchar los latidos de su corazón. Respiraba de
manera pesada, inhalando y exhalando por su boca. La primera vez que se
quedó a pasar la noche, no dormí nada. Sin embargo, con el paso del
tiempo, sus sonidos comenzaron a recordarme mi hogar. Al final resultó
que, hogar no era un lugar determinado; hogar era la sensación que te
daban aquellos por los que te preocupabas más, una sensación de paz que
calmaba los incendios incontrolables de tu alma.
—¿Todavía cansado? —pregunté, mientras estábamos acostados en
la oscuridad, mi mente todavía completamente despierta.
—Sí, pero podemos hablar.
—Sólo me he estado preguntando. Nunca me has explicado por qué
te gustan tanto los documentales. 29
Pasó sus manos por su cabello antes de colocarlas detrás de su
cabeza y se quedó mirando el techo. —Un verano, me quedé con mi abuelo
antes de que muriera. Tenía este documental sobre la galaxia que me
enganchó a querer saber más sobre… todo. Me gustaría recordar el
nombre del documental porque me lo compraría en un abrir y cerrar de
ojos. Era algo como El Agujero Negro… o La estrella Negra… —Frunció el
ceño—. No sé. De todas formas. Empezamos a ver más y más
documentales juntos; se convirtió en lo nuestro. Fue el mejor verano de mi
vida. —Una ola de tristeza pareció golpearlo mientras bajaba la mirada—.
Cuando murió, seguí nuestra tradición. Es probablemente una de las
pocas tradiciones que alguna vez he tenido.
—¿Sabes mucho acerca de las estrellas?
—Muchísimo sobre las estrellas. Si hubiera un lugar lo
suficientemente bueno en esta ciudad, te mostraría las estrellas sin toda la
contaminación lumínica, y te mostraría algunas de las constelaciones.
Pero, desafortunadamente, no existe.
—Qué mal. Me encantaría eso. Sin embargo, he estado pensando.
Deberías hacer un documental sobre tu vida.
Él rio. —Nadie querría ver eso.
Incliné la cabeza en su dirección. —A mí me gustaría.
Me dio una media sonrisa antes de envolver su brazo a mí alrededor,
halándome a la curva de su cuerpo. Su calor siempre enviaba chispas a
través de mí.
—¿Lo? —susurré, medio despierta, medio dormida, y en secreto
enamorándome de mi mejor amigo.
—¿Sí?
Abrí la boca para hablar, pero en vez de palabras, un tranquilo
suspiro me dejó. Mi cabeza cayó sobre su pecho, y escuché el sonido de los
latidos de su corazón, contando cada uno. Uno… Dos… Cuarenta y cinco…
En cuestión de minutos, mi mente se ralentizó. En cuestión de
minutos, se me olvidó por qué me sentía tan triste. En cuestión de
minutos, me hallaba dormida.
30
31
Traducido por ∞Jul∞
M
amá y yo no teníamos cable en nuestro apartamento, lo que
estaba bien, no me importaba mucho. Cuando era un niño,
teníamos cable, pero no parecía valer la pena por mi padre.
Él era quien pagaba la factura de cable, y siempre se quejaba de mí
sentado frente al televisor viendo dibujos animados. Era como si odiara
que yo fuera un poco feliz por unos momentos durante el día. Entonces,
un día que entró en nuestra casa, tomó la televisión, y canceló los
servicios.
Ese fue el día en que salió del apartamento.
Ese también fue uno de los mejores días de mi vida.
Después de algún tiempo, me encontré con un televisor en un
contenedor de basura. Era un pequeño televisor de diecinueve pulgadas
con reproductor de DVD, así que saqué un montón de documentales de la
biblioteca y los vi en casa. Era la persona que sabía demasiado sobre todo:
béisbol, pájaros tropicales, y el Área 51, todo debido a los documentales.
Sin embargo, al mismo tiempo, no sabía absolutamente nada.
A veces mamá los vería conmigo, pero la mayoría de las veces, era
un concierto en solitario.
Ma me quería, pero a ella no le gustaba mucho.
Bueno, eso no era cierto.
Ma sobria me quería como si fuera su amigo.
Ma drogada era un monstruo, y era la única que vivía en nuestra
casa últimamente.
Extrañaba a mamá sobria algunos días. A veces, cuando cierro los
ojos, recuerdo el sonido de su risa, y la curva de sus labios cuando era
feliz.
Detente, Logan.
Odiaba mi mente, la forma en que recordaba. Los recuerdos eran
dagas a mi alma, y casi no tenía ninguno bueno al que aferrarme.
Sin embargo, no me importaba, porque mantenía mi mente lo
suficientemente drogada como para casi olvidarme de la vida de mierda
que vivía. Si me quedaba encerrado en mi habitación, abastecido de
documentales, con un poco de buena mierda de fumar, casi podía olvidar
que mi madre se encontraba de pie en una esquina hace unas semanas,
tratando de vender su cuerpo por unas pocas líneas de cocaína.
Esa fue una llamada que nunca querría de mi amigo, Jacob. 32
—Amigo. Acabo de ver a tu madre en la esquina de la calle Jefferson y
Wells. Creo que um... —Jacob hizo una pausa—. Creo que deberías venir
aquí.
El martes por la mañana, me senté en mi cama, mirando al techo,
mientras que un documental sobre artefactos chinos se reproducía como
mi música de fondo, cuando ella gritó mi nombre.
—¡Logan! ¡Logan! ¡Logan, ven aquí!
Yací tan quieto como pude, esperando que dejara de llamarme, pero
no lo hizo. Empujando a mí mismo de mi colchón, salí de mi habitación,
para encontrar a mamá sentada en la mesa del comedor. Nuestro
apartamento era muy pequeño, pero no teníamos mucho para poner
dentro de él de todos modos. Un sofá roto, una mesa de café sucia con
manchas, y una mesa de comedor con tres sillas diferentes.
—¿Qué necesitas? —pregunté.
—Necesito que limpies las ventanas desde el exterior, Logan —dijo
Ma, mientras se servía un plato de leche y colocaba cinco Cheerios en el
interior de la taza agrietada. Dijo que se hallaba en una nueva dieta, y no
quería engordar. No existía manera de que ella pesara más de cincuenta y
cuatro kilogramos, y siendo de un metro sesenta de alto, pensé que era
casi esquelética.
Parecía agotada. ¿Siquiera durmió la noche anterior?
Su cabello era un desastre esa mañana, pero no más que el lío de
toda su existencia. Ma siempre parecía desarreglada, y no podía pensar en
un momento en que no lo hiciera. Siempre se pintaba las uñas el domingo
por la mañana, y siempre se descascaraban el domingo por la noche,
dejando pequeñas manchas de color que queda en sus uñas durante toda
la semana hasta el próximo domingo por la mañana cuando se repite la
tarea. Su ropa siempre se hallaba sucia, pero rociaba eliminador de olor en
ella a las cuatro de la mañana, antes de plancharlas. Cree que el
eliminador de olor era un reemplazo digno de lavar la ropa en la lavandería
local.
No concordaba con su técnica, y lavaba su ropa cada vez que podía
lavarlas. La mayoría de la gente probablemente caminaba pasando las
monedas en el suelo, pero para mí, podría haber significado pantalones
limpios esa semana.
—Se supone que llueva todo el día. Voy a limpiarlas mañana —
contesté. Sin embargo, no lo haría. Iba a olvidarlo muy pronto. Además,
limpiar las ventanas del tercer piso sin balcón parecía un poco ridículo.
Especialmente durante una tormenta.
Abrí la puerta de la nevera para mirar a los estantes vacíos. Había 33
estado vacía desde hace días.
Mis dedos se quedaron envueltos alrededor de la manija del
refrigerador. Abrí y cerré, casi como si la comida aparecería mágicamente
para llenar mi estómago ruidoso. En ese momento, como el genio que era,
la puerta principal se abrió y mi hermano Kellan entró detrás de mí,
sosteniendo bolsas de la compra en la mano, y agitando el agua de la
lluvia de su chaqueta.
—¿Hambriento? —preguntó, empujándome en el brazo. Tal vez Ma
solamente comía Cheerios porque eso es todo lo que teníamos.
Kellan era la única persona en la que alguna vez había confiado,
aparte de Alyssa. Parecíamos casi como gemelos, excepto que él era más
fuerte, más guapo y más estable. Tenía un corte clásico al ras, ropa de
diseño, y no tenía bolsas bajo sus ojos. Los únicos golpes que alguna vez
aparecieron en su piel eran de una tacleado durante un partido de fútbol
de la universidad, lo cual no sucedía a menudo.
Tuvo la suerte de una vida mejor, simplemente porque tenía un
mejor padre. Su padre era un cirujano. Mi padre era más un farmacéutico
de la calle que traficaba drogas para los niños del barrio, y mi madre.
ADN: A veces se gana, a veces se pierde.
—Jesús —dijo, mirando en la nevera—. Ustedes necesitarán más
cosas de las que he comprado.
—¿Cómo supiste que necesitábamos comida? —pregunté,
ayudándolo a descargar las bolsas.
—Lo llamé —dijo Ma, comiendo uno de sus Cheerios, sorbiendo en la
leche—. No es como que nos fueras a alimentar.
Mis manos formaron puños, y golpearon contra mi lado. Mis fosas
nasales se dilataron, pero traté de contener mi rabia de su comentario.
Odiaba que Kellan tuviera que intervenir y salvarnos tan a menudo de
nosotros mismos. Se merecía estar lejos, muy lejos de este estilo de vida.
—Voy a recoger algunas cosas más y dejarlas después de mi clase de la
noche.
—Vives a una hora de distancia. No tienes que conducir de vuelta
aquí.
No me hizo caso. —¿Algo en particular? —preguntó.
—Comida sería bueno —me quejé, junto con mi estómago.
Buscó en su mochila y sacó dos bolsas de papel marrón. —Comida.
—¿La cocinaste para nosotros, también?
—Bueno, algo así. —Tomó las bolsas y las arrojó sobre las
encimeras. Alimentos al azar, sin cocinar—. Sé que cuando viniste a 34
quedarte conmigo por un rato vimos una gran parte de ese programa de
cocina en el que sólo te dan los suministros al azar y hay que hacer una
comida. Alyssa me dijo que pensabas convertirte en un chef.
—Alyssa habla demasiado.
—Está loca por ti.
No discutí eso.
—Así que… —Sonrió, lanzando una patata en mí camino—, tengo un
poco de tiempo antes de ir a trabajar. ¡Haz que algo suceda, chef!
También lo hice. Él y yo estábamos sentados comiendo mi queso de
lujo a la plancha con jamón, tres tipos de quesos, y una salsa de ajolio. Al
lado, hice croquetas caseras con un tocino con sabor a salsa de tomate
picante.
—¿Cómo está? —pregunté, mis ojos pegados en Kellan—. ¿Te gusta?
—Sin pensarlo, puse la mitad de mi sándwich frente a Ma. Sacudió su
cabeza.
—Dieta —murmuró, comiendo su último Cheerio.
—Maldición, Logan. —Suspiró Kellan, de alguna manera apagó el
comentario de Ma. Me hubiera gustado hacer eso—. Esto es increíble.
Sonreí, una chispa de orgullo. —¿De verdad?
—Di un mordisco a este emparedado y, literalmente, casi muero de
lo bueno que estaba. Si creyera en el cielo, hubiera sido únicamente por
este emparedado.
Mi sonrisa se amplió. —¡¿De verdad?! Como que me superé a mí
mismo.
—Jodidamente brillante.
Me encogí de hombros con esa mirada de suficiencia en mi cara. —
Soy algo increíble. —No podía agradecer lo suficiente a Kellan, fue lo más
divertido que tuve en mucho tiempo. Tal vez algún día yo pudiera ir a la
universidad… Tal vez Alyssa tenía razón.
—Sin embargo tengo que irme. ¿Seguro que no quieres un aventón a
cualquier lugar? —preguntó Kellan.
Quería salir del apartamento, era seguro. Pero no sabía si mi padre
se pasaría y no lo quería a solas con Ma. Cada vez que se encontraba a
solas con ella, su piel era siempre más violeta que cuando la dejé.
Tomó una cierta clase de demonio poner alguna vez las manos en
una mujer.
—No. Estoy bien. De todos modos, trabajo en la gasolinera hoy.
35
—¿No es eso como a una hora a pie desde aquí?
—No. Cuarenta y cinco minutos. Está bien.
—¿Quieres billete para el autobús?
—Puedo caminar.
Buscó en su cartera y puso dinero sobre la mesa. —Escucha. —Se
inclinó más cerca de mí y susurró—: Si alguna vez quieres quedarte en
casa de mi padre, que está más cerca de tu trabajo…
—Tu padre me odia —interrumpí.
—No lo hace.
Le di una mirada de “jodidamente estás bromeando”.
—Bueno. Puede que no seas su persona favorita, pero para ser
justos, le robaste trescientos dólares de su cartera.
—Tenía que pagar el alquiler.
—Sí, pero, Logan, tu primer pensamiento no debería haber sido
robarlo.
—Entonces, ¿qué debería haber sido? —pregunté, cada vez más
molesto, sobre todo porque sabía que tenía razón.
—No lo sé. ¿Tal vez pedir ayuda?
—No necesito la ayuda de nadie. Nunca la he necesitado, nunca lo
haré. —Ese orgullo que tenía era siempre tan duro. Comprendí por qué
algunos lo llamaron el pecado mortal.
Kellan frunció el ceño, sabiendo que me hallaba en necesidad de un
escape. Estar en ese apartamento, siempre tenía una manera de
conducirme a la locura. —Está bien entonces. —Caminó hacia mamá y
puso sus labios contra su frente—. Te quiero, mamá.
Ella medio sonrió. —Adiós, Kellan.
Se movió detrás de mí, poniendo sus manos sobre mis hombros, y
suavemente habló—: Está incluso más delgada que la última vez que la vi.
—Sí.
—Eso me asusta.
—Sí, a mí también. —Vi la preocupación pesando en su mente—.
Pero no te preocupes. Voy a hacer que coma algo.
Su preocupación no desapareció. —Te ves algo pequeño, también.
—Eso es sólo debido a mi metabolismo alto —bromeé. No se rio. Le
di una palmada en la espalda—. En serio, Kel. Estoy bien. Y voy a tratar de
hacer que coma. Me comprometo a tratar, ¿de acuerdo? 36
Soltó un suspiro pesado. —Bueno. Te veré más tarde. Si no estás de
vuelta del trabajo cuando termine por esta noche, nos vemos la próxima
semana. —Kellan se despidió y antes de que saliera de la vivienda, lo llamé
por su nombre—. ¿Sí? —preguntó. Encogí mi hombro izquierdo. Encogió
su hombro derecho.
Así era como siempre decíamos “te amo” el uno al otro. Significaba
tanto para mí. Es la persona que algún día soñé en convertirme. Y aun así,
éramos hombres. Y los hombres no decían “te amo”. La verdad era que no
decía esas palabras a nadie.
Aclarando mi garganta, asentí una vez. —Gracias de nuevo. Por… —
Encogí el hombro izquierdo—. Todo.
Me dio una sonrisa suave, y encogió su hombro derecho. —Siempre.
—Con eso, se fue.
Mi mirada cayó a mamá, que hablaba con su tazón de leche.
Imagínate.
—Kellan es el hijo perfecto —murmuró para la leche, antes de
inclinar su cabeza en mi camino—. Es mucho mejor que tú.
¿Dónde está la Ma sobria?
—Sí —le dije, poniéndome de pie para tomar mi comida en mi
dormitorio—. Está bien, Ma.
—Es verdad. Es guapo e inteligente, y me cuida. Tú no haces una
mierda.
—Tienes razón. No hago mierda para ti —murmuré, a poca
distancia, sin querer hacer frente a su mente enloquecida por la mañana.
Mientras caminaba, llegué a ser sorprendido cuando un cuenco
volando rebotó en mi oído izquierdo, y se hizo añicos contra la pared frente
a mí. La leche y el vidrio roto me salpicaron. Mi cabeza se inclinó hacia
atrás hacia mamá, y tenía una sonrisa maliciosa en sus labios.
—Necesito esas ventanas limpias hoy, Logan. Ahora mismo. Tengo
una cita que viene a recogerme esta noche y, ¡este lugar es repugnante! —
gritó—. Y limpia ese desastre.
Mi sangre comenzó a hervir, porque ella era un desastre. ¿Cómo
alguien está tan despistado en la vida? ¿Una vez que se han ido, existía
alguna posibilidad de que alguna vez volviera? Te extraño tanto, Ma... —No
limpiaré eso.
—Sí, lo harás.
—¿Con quién vas a salir, Ma? 37
Se sentó con la espalda recta, como si fuera una especie de realeza.
—No es asunto tuyo.
—¿De verdad? Porque estoy bastante seguro de que la última
persona con quien saliste en una cita era una escoria que te recogió en
una esquina. El tiempo antes de eso se trataba de mi padre vago, y
regresaste con dos costillas rotas.
—No te atrevas a hablar así de él. Es bueno para nosotros. ¿Quién
crees que paga la mayor parte de nuestra renta? Porque definitivamente no
eres tú.
Un chico acabado de graduar del colegio, de casi dieciocho años de
edad, que no podía pagar el alquiler, era un perdedor.
—Pago la mitad, lo cual es más de lo que puedes decir, y él no es
nada más que un pedazo de mierda.
Golpeó sus manos sobre la mesa, irritada por mis palabras. Su
cuerpo tenía un ligero temblor, y parecía cada vez más inquieta. —¡Es más
hombre de lo que jamás podrías ser!
—¿Oh? —pregunté, lanzándome hacia ella, comenzando a buscar en
sus bolsillos, sabiendo exactamente lo que iba a encontrar—. ¿Él es más
hombre? ¿Y por qué es eso? —pregunté, encontrando la pequeña bolsita
de cocaína en su bolsillo trasero. Colgándola en su cara, y vi el pánico
derramarse en su cara.
—¡Basta! —gritó, tratando de agarrarlo de mí.
—No, lo entiendo. Te ofrece esto y lo hace ser un hombre mejor de lo
que podría ser. Te pega, porque él es un hombre mejor. Escupe en tu cara,
y te llama mierda, porque es un hombre mejor que yo. ¿Correcto?
Comenzó a desgarrarse, no por mis palabras, porque sabía que casi
nunca escuchaba, sino que sus ojos se llenaron de lágrimas de miedo por
la cocaína, el polvo amigo se hallaba en peligro. —¡Sólo dámela, Lo!
¡Detente!
Sus ojos eran vacíos, y parecían casi como si estuviera luchando con
un fantasma. Con un profundo suspiro, tiré la bolsa de plástico sobre la
mesa, y la vi limpiarse la nariz, antes de abrirlo, encontrando su cuchilla,
y creando dos líneas de coca sobre la mesa del comedor.
—Eres un desastre. Eres un jodido desastre, y nunca vas a mejorar
—dije mientras esnifaba el polvo.
—Lo dice el chico que probablemente va a entrar en su habitación,
cerrar la puerta, y esnifar su propio obsequio que su padre le dio. Él es el
gran lobo malo, pero el pequeño niño con capucha se mantiene volviéndolo 38
a llamar para obtener su dosis. ¿Crees que eres mejor que él o yo?
—Lo soy —le dije. Solía, pero no demasiado. Tenía el control. No era
salvaje.
Era mejor que mis padres.
Tenía que serlo.
—No lo eres. Tienes lo peor de los dos en tu alma. Kellan es bueno,
estará bien por siempre. ¿Pero tú? —Armó dos líneas más de coca—. Me
sorprendería si no has muerto a los veinticinco.
Mi corazón.
Dejó de latir.
La conmoción se disparó a través de mí mientras las palabras salían
de sus labios. Ni siquiera se inmutó cuando las dijo, y sentí que una parte
de mí murió. Quería hacer lo contrario de lo que pensaba que haría.
Quería ser fuerte, ser estable, ser digno de la existencia.
Pero, aun así, era ese hámster en la rueda.
Dando vueltas y vueltas, y consiguiendo absolutamente nada.
Entré en mi habitación, cerré mi puerta, y me perdí en el mundo de
mis propios demonios. Me preguntaba qué hubiera pasado si nunca le
hubiera dicho “hola” a mi padre hace muchos años. Me preguntaba qué
habría pasado si nunca nos hubiéramos cruzado.
N
unca celebré realmente mi cumpleaños hasta hace dos años
cuando conocí a Alyssa. Kellan siempre me llevaba a cenar, y
me encantaba. Él era bastante genial en recordarme que no
me hallaba solo en el mundo, pero Alyssa era cada vez más increíble cada
año para mi cumpleaños. Hace dos años, fuimos a Chicago para ver un
documental especial sobre Charlie Chaplin en un viejo teatro, luego me
llevó a un restaurante lujoso para el cual me encontraba demasiado mal
vestido. Ella venía de un estilo de vida donde las cenas lujosas eran
normales, yo venía de un mundo donde la cena no siempre era posible.
Cuando se dio cuenta de mi incomodidad, terminamos caminando por las
calles de Chicago, comiendo perros calientes y de pie bajo la Puerta de la
Nube2.
Esa fue el primer mejor día de mi vida.
Hace un año, hubo un festival de cine pasando Upper Wisconsin, y
ella alquiló una cabaña para que nos alojáramos. Vimos todas y cada una
de las películas juntos durante todo el fin de semana. Nos quedamos hasta
tarde discutiendo cuáles películas nos inspiraron, y cuales fueron hechas
por personas que probablemente tomaron una gran cantidad de ácido.
Ese fue el segundo mejor día de mi vida.
Pero hoy era diferente. Hoy era mi décimo octavo cumpleaños, eran
más de las once de la noche, y Alyssa no me llamó ni una vez.
Me senté en mi habitación viendo el DVD sobre Jackie Robinson3
mientras escuchaba a Ma tropezarse por todo el apartamento. Una pila de
facturas esperaba al lado de mi cama, y sentí un nudo en el estómago por
2La Puerta de la nube es una escultura pública del artista indo-británico Anish Kapoor y
es la pieza central de la Plaza AT&T en el Millennium Park en Chicago, Illinois, Estados
Unidos. Coloquialmente se le conoce como La Alubia (The Bean).
3Fue el primer beisbolista afroamericano en ingresar a las Ligas Mayores de Béisbol.
Jugó la mayor parte de su carrera profesional para los Brooklyn Dodgers.
el miedo de no alcanzar la renta. Si no éramos capaces de pagar la renta,
papá nunca iba a dejarlo pasar. Y si le pedía ayuda, sabía que Ma pagaría
el precio.
Alcancé debajo de la cama y saqué un sobre, comprobando el dinero
que ahorré solo. Las palabras en el sobre me enfermaban.
Fondos universitarios.
Qué broma.
Conté el dinero. Quinientos cincuenta y dos dólares. Estuve 45
ahorrando desde hace dos años, desde que Alyssa me hizo creer que era
una cosa que podía lograr algún día. Pasé mucho tiempo pensando que
algún día podría ahorrar lo suficiente como para ir a la universidad,
obtener una carrera sólida, y comprar una casa para Ma y para mí.
Nunca tendríamos que contar con papá para nada, la casa sería
nuestra, y sólo nuestra. También, nos limpiaríamos. No más drogas, solo
felicidad. Ma lloraría porque sería feliz, no porque él la golpeaba.
Ma sobria volvería, la que solía arroparme cuando era joven. La que
solía cantar y bailar. La que solía sonreír.
Había pasado tanto tiempo desde que vi esa versión de ella, pero una
parte de mí se aferraba a la esperanza de que un día regresaría. Ella tiene
que volver a mí.
Suspiré, sacando algo del dinero de mi fondo universitario para
pagar la factura de electricidad.
Trescientos veintitrés dólares restantes.
Y solo así, el sueño pareció un poco más lejos.
Tomando un lápiz, empecé a garabatear en la factura de electricidad.
Dibujar y abstraerme con los documentales era mi principal forma de
escapar de la realidad. Más, una chica rara, de cabeza rizada que sonreía y
hablaba demasiado fue apareciendo en mi mente. Alyssa ocupaba mucho
más de mis pensamientos de lo que debería. Lo cual era raro, porque
realmente no me importa una mierda las personas o lo que pensaban de
mí.
Preocuparme por las personas les facilitaba meterse con mi mente, y
mi mente ya se hallaba casi destruida debido a mi amor por mi retorcida
madre.
—¡No! —la oí gritar desde la sala—. No, Ricky, fue sin querer —
exclamó.
Mi estómago se retorció.
Papá se encontraba aquí.
Me empujé hacia arriba en mi colchón y apresuré al espacio. Mi
padre era macizo, tenía el cabello más gris que negro, fruncía el ceño más
de lo que sonreía, y odiaba más de lo que amaba. Además, siempre vestía
trajes. Trajes que se veían caros, con corbata y zapatos de cocodrilo. Todos
en el vecindario sabían que debían mantener la cabeza baja al caminar
junto a él, porque incluso mirarlo a los ojos podía ser peligroso. Él era el
matón más grande que caminaba las calles, y lo odiaba con todas mis
fuerzas. Todo lo relacionado con él me daba asco, pero lo que más odiaba
era que yo tenía sus ojos.
Cada vez que lo miraba, siempre veía un pedazo de mí mismo. 46
62
Sentía como si mi pecho estuviera en llamas.
El asiento 4A seguía vacío cuando me asomé desde detrás del
escenario. Él iba a venir, pensé. Me llamó, me dijo que estaría ahí, pensé.
Con margaritas.
Me encantaban las margaritas, eran mis flores favoritas, y papá
sabía eso e iba a traérmelas. Porque prometió que lo haría.
—Eres la siguiente, Alyssa —dijo mi profesor. Podría sentir mi
corazón golpeando contra mi caja torácica. Se sentía como si fuese a
derrumbarme con cada paso que daba hacia el piano. Me ahogaba,
sabiendo que él no se encontraba sentado allí, aturdida sabiendo que todo
lo que salía por su boca no eran nada más que mentiras. Mentiras.
Dolorosas e inútiles mentiras.
Y entonces alcé la mirada.
Pro.
El asiento 4A se hallaba lleno.
Él vino.
Me relajé contra el banco del piano y me permití perderme en las
teclas. Mis dedos conectaron con el piano, haciendo que ocurriera la
magia. Haciendo que los sonidos de mi alma llenaran el espacio. No tenía
la intención de llorar, pero unas pocas lágrimas cayeron mientras tocaba.
Cuando terminé, me levanté e hice una reverencia. El público no se
suponía que aplaudiera hasta después de todas las actuaciones, así los
malos concertistas no se sentirían terribles cuando no recibieran ruidosos
clamores de la sala. Pero el chico en el asiento 4A se puso de pie con una
solitaria margarita en sus manos, aplaudiendo como loco, chiflando y
gritando.
Sonreí al chico con un traje demasiado grande para él.
Rápido, sin pensar, corrí hacia el público y lo envolví en un abrazo.
—De todos modos, la entrada era para ti —mentí en su hombro.
Ahí fue cuando me apretó más fuerte.
De todos modos, ¿quién necesitaba al despreciable imbécil? Tenía a
Logan Francis Silverstone.
Eso era lo bastante bueno para mí.
63
64
Traducido por ∞Jul∞
—T
u traje es demasiado grande —dijo ella, tirando de las
mangas que colgaban más allá de mí alcance. La sola
margarita que le di se hallaba colocada detrás de su
oreja izquierda desde que dejamos el recital.
—Es de Kellan —expliqué—. Pasó a dejarlo cuando me di cuenta que
despreciable imbécil no iba a hacerlo.
—Estás nadando en él —bromeó Alyssa—. Pero todavía luces muy
guapo. Nunca te he visto vestir de etiqueta antes. ¿Te gustó el concierto?
No fue mi mejor actuación.
—Fue perfecto.
—Gracias, Lo. Creo que hay que hacer algo divertido esta noche. ¿No
te parece? Creo que deberíamos, oh, no sé... ¡hacer algo salvaje! —Ella
hablaba y hablaba y hablaba, algo que era muy bueno. Mientras
caminaba, giraba en círculos, sonriendo y hablando, hablando y
sonriendo.
Pero no la escuchaba por completo, porque mi mente se encontraba
en otra parte.
Quería seguir diciéndole a Alyssa lo increíble que estuvo en el recital
de piano, la forma en que fue mejor que todos los demás que se
presentaron. Cómo me hizo sentir vivo sólo de ver cómo sus dedos tocaban
las teclas. Cómo hizo que mis ojos nunca fallaran a partir de ella todo el
tiempo. Cómo cuando me abrazó, no quería dejarla ir nunca más. Cómo a
veces pensaba en ella haciendo cosas al azar como cepillarse los dientes o
peinarse el pelo, o buscando calcetines limpios. Quería decirle todo lo que
pensaba porque todos mis pensamientos eran ella.
Quería decirle lo que sentía por ella. Quería decirle lo que me
enamoraba de ella. Quería decirle cómo me gustaba su cabello salvaje, y
me encantaba que su boca siempre parloteaba sobre algo u otro.
Quería…
—Logan —susurró, todavía congelado en la acera. Mis manos
aterrizaron de alguna manera contra la parte baja de su espalda y la guié
más cerca de mí. Mi respiración caía de mis labios, y desaparecía a
centímetros de distancia de su boca. Sus exhalaciones calientes se
mezclaban profundamente con mis inhalaciones pesadas ya que nuestros
cuerpos se sacudían en el agarre del uno al otro—. ¿Qué estás haciendo?
¿Qué hacía? ¿Por qué nuestros labios se hallaban tan cerca? ¿Por
qué nuestros cuerpos se apretaban uno contra el otro? ¿Por qué no podía 65
apartar mi mirada? ¿Por qué me estaba enamorando de mi mejor amiga?
—¿Verdad o mentira? —pregunté.
—Mentira —susurró.
—Estoy arreglando la flor en tu cabello —dije, peinando sus rizos
detrás de la oreja—. Ahora vuelve a preguntar.
—¿Qué haces? —preguntó mientras me movía más cerca, sintiendo
sus palabras susurrar contra mis labios.
—¿Verdad o mentira?
—Verdad.
—No puedo dejar de pensar en ti —dije—. Ni siquiera ahora, quiero
decir, todo el tiempo. Mañana, tarde, noche, estás en mi mente. No puedo
dejar de pensar en besarte, tampoco. No puedo dejar de pensar en besarte
lento. Sin embargo, tiene que ser lento. Debido a que entre más lento va,
más tiempo va a durar. Y quiero que dure.
—¿Esa es la verdad? —habló en voz baja, mirando a mis labios
mientras hipó una vez.
—Esa es la verdad. Pero si no quieres que te bese, no lo haré. Si
quieres que mienta, voy a mentir.
Sus ojos se encontraron con los míos, y sus manos cayeron sobre mi
pecho. Mis latidos martillando contra la punta de sus dedos mientras ella
se acercó más a mí. Se mordió el labio inferior y una pequeña sonrisa se
abrió paso hacia ella. —Eres mi mejor amigo —susurró, tirando de la parte
inferior de su traje de lunares—. Eres la primera persona en la que pienso
cuando me despierto. Eres la única que echo de menos cuando no se está
acostado en la cama conmigo. Eres el único que siempre se sintió bien
para mí, Lo. Y si fuera honesta, diría que quiero que me beses. No sólo una
vez, sino un montón
Nuestros cuerpos se juntaron, y sentí sus nervios correr a través de
ella mientras seguía hipando.
—¿Nerviosa? —pregunté.
—Nerviosa —respondió.
Era incómodo, pero al mismo tiempo se sentía exactamente como
siempre esperé que lo haría. Como si estuviéramos destinados a estar.
Me encogí de hombros.
Ella se encogió de hombros.
Me reí.
Ella rio.
66
Separé mis labios.
Separó sus labios.
Me incliné.
Se inclinó.
Y mi vida cambió para siempre.
Mis manos se envolvieron más fuerte alrededor de su espalda
mientras ella me daba un beso. Me besó más y más duro a cada segundo
que pasaba, casi como si estuviera tratando de decidir si era real o no.
¿Era real?
Tal vez mi retorcida mente inventaba fantasías mientras estábamos
uno contra el otro. Tal vez en realidad, simplemente soñaba. Tal vez Alyssa
Walters ni siquiera existía; tal vez no era más que alguien que hice en mi
cabeza para que me sacara de mis días de mierda.
Pero si eso era cierto, ¿por qué se sentía tan real?
Apartamos nuestros labios uno del otro por una fracción de
segundo. Nuestros ojos se encontraron, y nos miramos, como si los dos
estuviéramos preguntándonos si podíamos mantener vivo el sueño, o si
debíamos parar antes de arruinar el pequeño refugio seguro de nuestra
amistad.
Su cara se acercó más a la mía mientras corría sus manos
temblorosas por mi cabello. —Por favor —susurró en mí. Mis labios
rozaron los de ella, y sus ojos se cerraron antes de que nuestras bocas
chocaran. Las manos de Alyssa me llevaron más cerca de ella. Se inclinó
más y deslizó su lengua entre mis labios. La besé de nuevo más duro de lo
que me besó. Caímos contra el edificio más cercano, y la levanté contra las
piedras frías. La quería más de lo que ella podría haber alguna vez
querido. Nuestros besos se profundizaron, nuestras lenguas
encontrándose una a otra mientras mi mente hacía promesas falsas de
que me permitiría sentir a Alyssa contra mí para siempre.
No me lo inventaba, los labios, los mismos labios que imaginé contra
los míos durante tanto tiempo, los mismos labios que siempre hacían las
sonrisas que iluminaban mis días, fueron a besarme.
Besé a mi mejor amiga, y me devolvió el beso.
Me dio un beso como quería, y la besé como si significara el mundo.
Lo es.
Ella es mi mundo.
Cuando dejamos de besarnos, nuestras respiraciones eran pesadas. 67
La bajé al suelo.
Dio un paso hacia atrás.
Yo hice lo mismo. Nuestros cuerpos temblaban tanto, mientras
estábamos de pie sin saber qué hacer a continuación.
Me encogí de hombros.
Ella se encogió de hombros.
Me reí.
Ella rio.
Separé mis labios.
Ella separó sus labios.
Me incliné.
Ella se inclinó.
Luego empezamos todo de nuevo.
68
Traducido por ∞Jul∞
P
ermanecemos en silencio.
Había sólo unos pocos sonidos en mi habitación que he
elegido notar. El sonido del ventilador de techo girando y
girando por encima, mientras yacíamos juntos al lado del
otro en la cama. El sonido del disco de vinilo reproduciéndose en la parte
superior de la cómoda, un disco que hipeaba cada pocos segundos como si
estuviera dañado, pero de alguna manera también sonaba como si fuera
completamente entero. Un ambientador automático expulsando un siseo
de aroma de rosas cada pocos minutos, los olores que bailaban a través de
nuestras narices. Y por último, nuestras pequeñas inhalaciones y
exhalaciones.
Mi corazón latía de tal manera violenta porque tenía miedo, estaba
segura de ello. Cada día que pasábamos juntos, más me enamoraba de él.
Esta noche nos besamos. Nos besamos por lo que parecía una eternidad,
pero todavía no lo suficiente.
Y ahora, tenía miedo.
Su corazón se sentía tan asustado como el mío, pensé. Tenía que ser.
—¿Lo? —dije, mi garganta seca, haciendo a mi voz quebrarse.
—¿Sí, High? —Empezó a llamarme High al momento en que dejamos
la cartelera después de que me llamó su más grande éxtasis.
Me encantó, más de lo que jamás lo sabría.
Me acurruqué más cerca de él, cayendo en la curva de su lado.
Siempre me hacía sentir como si fuera mi manto de seguridad, el lugar que
siempre me envolvía cuando la vida se volvía un poco fría. Siempre me
sostenía, incluso cuando él mismo se sentía tan, tan perdido. —Vas a
romper mi corazón, ¿verdad? —susurré contra su oreja.
Asintió, con culpa en sus ojos. —Podría.
—Y entonces, ¿qué va a pasar?
No respondió, pero vi en sus ojos el temor de herirme. Me quería. Él
nunca dijo las palabras, pero estaba allí.
Había algo que decir acerca de la forma en que Logan amaba a una
persona. Era silencioso, casi en secreto.
Tenía miedo de dejar a alguien saber de su amor, porque si la vida le
enseñó algo, era que el amor no era un premio, era un arma. Y se
encontraba tan cansado de ser herido.
69
Si sólo supiera que su amor era el único que mantenía el latido de
mi corazón… Oh, cómo deseaba que él me amara en voz alta.
Nos quedamos en silencio una vez más.
—¿High? —susurró, avanzando un poco más cerca.
—¿Sí?
—Me estoy enamorando de ti —habló en voz baja, sus palabras un
espejo de mi mente.
Mi corazón saltó.
Sentí el miedo y la emoción en el tono de su voz. El miedo era mucho
más fuerte, pero el trasfondo de la dicha seguía vivo, también.
Asintiendo lentamente, alcancé su mano, la cual me permitió
sostener. La sostuve apretada, porque sabía que era esto. Este fue el
momento que lo cambió todo. El momento en el que no podríamos volver.
Estuvimos haciendo esto ahora durante unos meses, teniendo estos
sentimientos de los que aún no entendemos nada. Amar a tu mejor amigo
era raro. Pero de alguna manera era correcto. Antes de esa noche, nunca
estuve cerca de decir la palabra amor. No me hallaba segura de que
hubiera espacio en el corazón de Logan para tanto sentimiento. Todo lo
relacionado con su vida existía en el reino de la oscuridad. Así que para él
decir esas palabras significaban más de lo que alguien pudiera entender.
—Te asusta —dije.
Me sostuvo la mano con más fuerza. —Me asusta un montón.
Solía preguntarme cómo sabía que estaba enamorándome. ¿Cuáles
eran los signos? ¿Las pistas? ¿Tomaba tiempo o era un barrido completo?
¿Se levantaba una persona en la mañana, bebía su café, y entonces
miraba a la persona sentada frente a ellos y se entregaba por completo en
caída libre?
Pero ahora sabía. Una persona no caía en el amor. Se disolvía en él.
Un día eras de hielo, al día siguiente, un charco.
Quería que fuera el final de la conversación. Quería inclinarme,
envolver mis brazos alrededor de él, recostarme, y quedarme dormida en la
cama. Mi cabeza descansaría sobre su pecho y él pondría sus manos
contra mi corazón, sintiendo los latidos que fueron hechos por su amor.
Besaría suavemente mi barbilla y me diría que yo era perfecta tal y como
era. Diría que mis caprichos eran lo que me hacían hermosa. Me
sostendría como si estuviera sosteniéndose a sí mismo, su toque lleno de
cuidado y protección. Quería despertar la sensación del calor de este
muchacho dañado a mi lado, el chico en el que me disolvía.
Sin embargo, lo que uno quiere no siempre era lo que recibíamos. 70
L
ogan y yo habíamos estado oficialmente enamorados en voz
alta durante dos meses. No sabía que nuestra amistad podía
crecer más fuerte con sólo enamorarnos, pero de alguna
manera lo hizo. Me hacía reír en los días tristes, lo que significaba el
mundo para mí.
Cuando encontrabas a alguien que podía hacer reír tu corazón
cuando lo que querías era llorar, te aferras a ellos. Ellos serán quienes
cambiarían tu vida para mejor.
También estuve planeando una gran cantidad de detalles. En tres
semanas, me estaría yendo a vivir al campus de mi universidad, pero
planeé las visitas de Logan. Seguiríamos siendo tan cercanos como lo
éramos ahora, y nos enamoraríamos aún más. Dijo que le gustaba la idea,
lo cual fue genial, porque lo amaba con todo mí ser.
Estuve flotando en una nube desde hace semanas, y cuando llegué a
casa del trabajo, mamá se encontraba allí, lista para traerme de vuelta a la
tierra sólida.
—¡Alyssa! —me llamó justo como entré en la casa. Arrojé mis
zapatos en el vestíbulo, me detuve, y los recogí, colocándolos en el armario
frontal.
—¡Ya los guardé! —grité en su dirección.
—Eso no es lo que iba a decir —respondió desde su oficina.
Caminando hacia el sonido de su voz, eché un vistazo a la habitación. Sus
ojos se hallaban pegados a su computador, y tenía un vaso de vino en su
mano—. Hice un pastel de carne sin carne usando la proteína en polvo y el
queso de soja. Mételo en el horno por mí.
Eso no es un pastel de carne, mamá. —Vale.
—Y tu padre te escribió una carta.
Mis ojos se abrieron, una ráfaga de emoción me golpeó. —¿Qué?
—Te escribió una carta. Está en la encimera de la cocina.
Papá me escribió una carta.
¡Papá me escribió una carta!
Mi entusiasmo crecía más y más mientras corría a la cocina, cogí el
sobre que no estaba sellado, y saqué el papel.
Dulce Aly,
Ya era un comienzo prometedor.
76
Mis ojos bailaban a través de las páginas de izquierda a derecha,
tomando cada palabra, cada nota, sin desear nada más que una línea que
mencionara lo mucho que me extrañaba, lo mucho que me amaba, lo
mucho que le importaba. Había tantas palabras, tantas páginas. Páginas
llenas por delante y por detrás, páginas llenas de palabras, algunas largas
otras cortas. Había puntos, signos de interrogación y puntos de
exclamación.
Él tenía una maravillosa escritura a mano que a veces era difícil de
leer.
Mi pecho se sentía en llamas con cada letra que me encontraba,
letras que construían palabras, palabras que construían frases, frases que
construían disculpas, disculpas que se sentían falsas porque, ¿quién haría
esto de verdad?
No estaré cerca por un tiempo.
Tomé una respiración aguda, llegando al último párrafo.
Mi música está despegando. Soy el líder de esta nueva banda.
Otra bocanada de aire.
Enfocado en mi carrera…
Mi pulgar cayó entre mis labios. Cuando llegué a la última página de
la carta, la dejé abajo, mirando a los cinco trozos de papel completamente
llenos de palabras por delante y por detrás.
No estaré cerca por un tiempo, Dulce Aly. Espero puedas
entenderlo. Mantén viva la música.
Mi padre rompió conmigo a través de cinco páginas de papel, y
cuando el pastel de carne sin carne llegó esa noche, mamá dijo—: Te lo
dije.
No podía comer. Pasé la mayor parte de la noche en el cuarto de
baño, vomitando mis tripas. No podía creer que una persona pudiera hacer
algo con tan poco corazón. Escribió las palabras como si realmente
tuvieran sentido para él, también, lo que me enfermaba aún más.
Pasé el resto de la noche en el piso del baño, debatiendo qué hice
mal, y preguntándome por qué mi padre me dejó de amar.
C
uando llovía, llovía a cántaros.
Mi madre siempre decía esas palabras cada vez que se
encontraba en medio de un caso judicial y las malas
noticias llegaban. Cuando sucedía una cosa mala, algo peor
lo seguía. Nunca he creído verdaderamente en esta frase, porque era la
optimista de la familia, la chica del vaso medio lleno. Pero últimamente,
parecía cierto. Hace sólo una semana desde que papá rompió conmigo, y
no tuve tiempo para procesar ese evento, antes de que el mundo se me
viniera abajo una vez más. Podía escuchar las palabras de mamá
repitiéndose en mi cabeza.
—Cuando llueve, llueve a cántaros, Alyssa. Esa es la verdad sobre el
mundo.
—Por lo tanto —Suspiró Erika, de pie junto a mí en un pasillo de la
tienda de comestibles—, ¿cuántas debemos conseguir?
Habían pasado dos semanas desde que estuve vomitando cada día.
Lo que pensé que era creado a partir de nervios era ahora un temor más
grande a medida que nos encontramos frente a las pruebas de embarazo.
No sabía a quién más llamar aparte de mi hermana, y cuando oyó el
temblor en mi voz, estaba aparcando justo fuera de la casa cuarenta y
cinco minutos más tarde. A pesar de que Erika era realista y determinada
como nuestra madre, ella no era tan insensible. Me quería por mis formas
creativas y peculiar personalidad, y yo sabía que iba a hacer cualquier
cosa para ayudarme.
—¿Tal vez dos? —susurré, mi cuerpo tembloroso.
Ella puso una mano en mi hombro. —Haremos cinco. Por si acaso.
—Caminamos hasta el cajero, y nos vieron como si estuviéramos locas por
tener tantas pruebas. Ella cogió una jarra de agua, también. Cuando me
hallaba a punto de correr fuera de la tienda humillada, sintiendo la
sentencia viniendo a través de los ojos de la cajera, Erika resopló—. ¿Nadie
les ha dicho que es de mala educación mirar fijamente?
Y registran nuestros artículos, sin mirarnos una vez.
Mi teléfono sonó mientras caminábamos fuera de la tienda. 81
Logan: ¿Dónde estás? Necesito verte.
No puedo responder. Mi teléfono sonó por él cuatro veces más antes
de llegar a casa. Apagué mi teléfono.
Nos sentamos en mi cuarto de baño con la puerta cerrada. Mamá no
estaba en casa, y las cinco pruebas de embarazo, desempaquetadas en el
lavamanos, esperaban a que yo orinara en cada una de ellas. Me bebí toda
una jarra de agua, y cuando empecé a sentir la necesidad de usarlo, Erika
se aseguró de guiarme a través de ello.
—Tienes que orinar un poco en un palo, a continuación, sostenlo y
luego otro palo, a continuación, sostenlo, luego otro…
—Lo entiendo —repliqué, molesta. No con ella, sino conmigo mí
misma por estar en la situación actual. Se suponía que debía estar fuera
en la universidad el próximo fin de semana, no orinando en cinco palos.
Una vez hecha la acción, esperamos diez minutos. Los paquetes
decían que sólo tomarían dos minutos, pero sentí como si diez minutos
habrían sido más precisos.
—¿Qué significa una línea de color rosa en este caso? —pregunté,
recogiendo el primer palo.
—Embarazada —susurró Erika.
Cogí el segundo. —¿Y un signo más?
—Embarazada.
Mi estómago se tensó. —¿Y dos líneas de color rosa?
Frunció el ceño.
Vómito subió por mi garganta. —¿Y otro signo más?
—Alyssa... —Su voz flaquea.
—¿Y éste dice embarazada? ¿Qué significa eso? —Las lágrimas caían
por mis mejillas, y no sabía cómo hacer que se detuvieran. Mi respiración
entrecortada entra y sale, mis latidos volviéndose irregulares. No sabía qué
pensar primero. ¿Logan? ¿Universidad? ¿Mamá? ¿Mis lágrimas?
—Aly, está bien. Vamos a resolver esto. No te asustes. —La mano de
Erika en mi pierna era lo único que me mantenía de caer al suelo y
balancearme hacia delante y hacia atrás en una esquina.
—Empiezo la universidad el próximo fin de semana.
—Y todavía lo harás. Sólo tenemos que resolver…
—¡Alyssa! —gritó mamá, entrando en la casa—. ¡Qué te dije sobre 82
dejar tus zapatos en el vestíbulo! ¡Ven por ellos ahora!
Mis manos comenzaron a temblar incontrolablemente mientras
Erika ayudaba a ponerme de pie, deslizando todas las pruebas de
embarazo en una bolsa antes de que se las metiera en su bolso de gran
tamaño. —Vamos —dijo, lavándose las manos, obligándome a lavarme las
manos, y luego empujando la cabeza hacia la puerta—. Vamos.
—No —susurré-grité—. No puedo, no puedo verla en este momento.
No puedo ir ahí.
—No te puedes ocultar aquí —dijo ella, secándose los ojos—. No te
preocupes. No vamos a decir nada. Sólo respira.
Salió del baño primero, y yo la seguía detrás de ella.
—¿Erika? ¿Qué haces aquí? —preguntó mamá, levantando mucho la
voz.
—Sólo pensé en pasar a visitar. Tal vez cenar con ambas.
—Es grosero aparecerse solo para la cena sin llamar. ¿Qué pasa si
no tenía suficiente comida para ti? Además, ordenaré algo para esta noche.
Alyssa tiene que terminar de empacar todas sus cajas en su habitación, a
pesar de que le dije que debería hacerlo el pasado fin de semana. Y…
—Estoy embarazada.
Los ojos de mamá se dispararon a mí mientras la mandíbula de
Erika golpeaba el suelo. —¿Que acabas de decir?
En el momento en que digo la palabra una vez más, empezaron los
gritos. Me dijo en la decepción en que me convertí. Gritó su disgusto hacia
mí. Dijo que sabía que la jodería de alguna manera, y llamó a Logan un
don nadie.
—Vas a tener un aborto —dijo con la mayor naturalidad—. Eso es
todo al respecto. Vamos a ir a una clínica esta semana, manejaremos este
percance y, a continuación, te vas a la universidad.
Mi mente ni siquiera se había envuelto alrededor del hecho de que
me encontraba embarazada, sin embargo, ya me estaba diciendo que lo
hiciera desaparecer.
—Mamá, vamos. No seamos tan irracionales —dijo Erika,
poniéndose de pie por mí, porque las palabras no eran capaces de escapar
de mi garganta cerrada.
—¿Irracional? —Mamá cruzó los brazos sobre su pecho. Levantó una
ceja con una mirada vidriosa—. No, lo que es irracional es quedar
embarazada cinco días antes de comenzar la universidad. Lo que es 83
irracional es salir con un perdedor sin planes de vida. Lo que es irracional
es Alyssa teniendo un hijo cuando ella ni siquiera es un adulto.
—Él no es un perdedor —juré por Logan. Se hallaba tan lejos de ser
un perdedor.
Mamá puso los ojos en blanco, y caminó hacia su oficina. —Tengo
un caso mañana, pero luego vamos a la clínica. De lo contrario, puedes
encontrar una manera de pagar la universidad por ti misma. No voy a
poner mi dinero en ti yendo a una escuela para una enorme farsa, cuando
termines discerniendo y convirtiéndote en nada —ordenó—. Eres igual que
tu padre.
Inhalé bruscamente, y el cuchillo en mi corazón se enterró más
profundo.
Erika se quedó en nuestro lugar esa noche, moviendo muebles
alrededor de la sala de estar. Reorganizando las cosas era la forma en que
siempre sacaba su frustración. En otras ocasiones, rompía los platos y
vasos en su frustración. —Está siendo poco razonable, Aly. No tienes que
escucharla, ya sabes. Y si te amenaza, no te lo tomes a pecho. Voy a
ayudarte a resolverlo.
Sonreí, luego fruncí el ceño. —Tengo que decirle a Logan. Me ha
estado enviando mensajes de texto toda la tarde, y no le he regresado
ninguno. No sé qué decir.
Erika frunció el ceño, luego frunció el ceño un poco más. —Eso va a
ser una charla difícil, pero debe suceder más pronto que tarde.
Tragué saliva, sabiendo que tenía que pasar esa noche.
—Sin embargo, me preocupa, Alyssa. He conocido a Logan durante
mucho tiempo, y no siempre es la persona más estable. —Erika no era la
mayor fan de Logan, y no podía culparla. Él era el chico que casi quemó su
apartamento y el de Kellan hace un año después de ir de juerga con
fármacos debido al menosprecio y golpes de sus padres.
—Eso es sólo el cinco por ciento —murmuré.
—¿Qué?
—Él está allí noventa y cinco por ciento de las veces, Erika. El
noventa y cinco por ciento de las veces es amable. Es atento. Pero a veces
el cinco por ciento se mete, y no es él mismo. Pierde la batalla entre sus
verdades y las mentiras que sus padres le alimentan. Pero no lo puedes
juzgar en esos momentos.
—¿Por qué no? —preguntó.
—Porque si lo juzgas únicamente en sus pocos momentos bajos,
entonces pierdes sus hermosos triunfos.
84
O
diaba recibir llamadas telefónicas durante la mitad de la
noche. Siempre sacudían mis nervios. No hay buenas
noticias a las tres o cuatro de la mañana. Por desgracia, tuve
demasiadas de esas llamadas durante los últimos meses, todo por culpa
de un chico que fijó mi corazón en el fuego. Cada vez que sonaba el
teléfono, mi mente iba a las peores posibles situaciones: una enfermedad,
un accidente, la muerte. Algunas noches me quedaría con los ojos
pesados, a la espera de las llamadas telefónicas. Cuando no las tenía, a
veces marcaría su número, sólo para escuchar su voz, sólo para
asegurarme de que estaba bien.
—Estoy bien, Alyssa Marie Walters —decía.
—Estás bien, Logan Francis Silverstone —respondía, antes de
quedarme dormida con el sonido de su respiración.
Pero últimamente, no estábamos hablando.
Cuando me preocupaba, no lo podía llamar.
Cuando me sentía asustada, sus sonidos no se escuchaban en la
otra línea.
Así que esa noche, cuando sonó el teléfono, tenía más miedo que
nunca.
—¿Alyssa? —dijo una voz en mi teléfono celular, no de Logan, a
pesar de que su nombre fue el que apareció en mi pantalla.
—¿Quién es? —pregunté, el sueño seguía picando en mis párpados.
—Es Jacob... amigo de Logan. Yo... —Dudó—. Mira, estoy en una
fiesta, y me encontré con Logan. Él no lo está haciendo demasiado bien.
No sabía a quién llamar.
Me senté en la cama, completamente despierta en cuestión de
segundos. —¿Dónde está él? —Jacob me dio toda la información, y salí a
toda prisa de la cama, en busca de un lápiz y papel para garabatear todo—
. Gracias, Jacob. Estaré ahí pronto.
—Sí, está bien. Escucha, es posible que desees traer a Kellan,
también.
Me apresuré al dormitorio de Kellan y Erika y golpeé la puerta. Mi
corazón latía con fuerza contra mi caja torácica, y me mordí la lengua para
no gritar. Mi cuerpo no paraba de temblar mientras esperaba oír la voz de 91
Kellan. Cuando abrió la puerta y habló, tomé una respiración dolorosa. Él
sonaba tan parecido a Logan, que casi me tiró hacia atrás. Había sido un
par de semanas desde que Logan me dejó de hablar. Todo lo que quería
hacer era escuchar su voz de nuevo.
—¿Alyssa? ¿Qué pasa? —preguntó Kellan, alarma y alerta llenando
su tono. Sabía igual que yo que una llamada tarde en la noche, cuando
Logan estaba usando otra vez pudo haber sido siempre la llamada que
temíamos más—. Él está…
—No sé —le contesté. Sin embargo, le dije todo lo que sabía, y
estábamos fuera de la puerta en cuestión de minutos.
Cuando llegamos a la fiesta, Jacob se hallaba de pie en el porche de
alguna casa averiada, mientras Logan yacía en un banco. Sus ojos se
veían apenas abiertos, y se le caía la baba por la comisura izquierda de su
boca.
—Jesús —murmuró Kellan, acercándose a su hermano.
—No reacciona.
—¿Qué ha tomado? —preguntó Kellan.
—Estaba pinchándose un poco de heroína, y creo que tomó cocaína
al principio. Pero no sé qué otra cosa.
—¡¿Por qué no llamaste a la policía ?! —grité. Corrí a Logan, y traté
de levantar su cuerpo. Se encogió ante el movimiento, y empezó a vomitar
en el porche.
—No sé, hombre. Escucha, normalmente Logan puede manejar esta
mierda. Pero estas últimas semanas ha estado recibiendo algo de mierda
profunda. No podía llamar a la policía porque… Mira. No sabía qué hacer,
así que los llamé, chicos.
Había conocido a Jacob durante un tiempo. Logan no tenía mucha
gente que llamara amigo, pero Jacob era uno de los pocos raros que
hablaba bajo un aspecto agradable. Pero no concordaba con él esa noche.
Un amigo real, un verdadero amigo, nunca deja caer a alguien tan
profundamente sin siquiera extenderle una mano.
—Deberías haber llamado a una ambulancia —susurré, enojada.
Asustada. Enfurecida y asustada.
—Ayúdame a llevarlo al auto —le ordenó Kellan a Jacob. Ellos lo
pusieron en el asiento trasero, y subí de nuevo allí con él—. Podría vomitar
de nuevo, Alyssa. Es posible que desees sentarte al frente.
—Estoy bien aquí —contesté.
Kellan agradeció a Jacob, y se alejó hacia el hospital para verificar a
Logan. Nunca lo vi así, y me encontraba a segundos de perder la razón.
92
—Mantenlo despierto, ¿de acuerdo? —dijo Kellan.
Asentí mientras mis lágrimas cayeron contra las mejillas de Logan.
—Tienes que permanecer despierto, ¿de acuerdo? Mantén los ojos abiertos,
Lo. —Puso su cabeza en mi regazo en el asiento trasero del auto de Kellan,
y me sentía aterrorizada de que si cerraba los ojos, no los podría abrir.
Todo su cuerpo estaba empapado de su propio sudor, y cada inhalación
lucia dolorosa. Cada exhalación, agotadora.
Él rio. —Hola.
Mis labios bajaron. —Hola, Logan.
Su cabeza se sacudió hacia atrás y adelante, y se incorporó sobre los
codos. —No. No “hola”. High. H-I-G-H. —Odiaba cuando hablaba de ser su
éxtasis. Odiaba la forma en que se perdía en algo que lo cambiaba de mi
mejor amigo a mi mayor temor. ¿Qué te ha pasado esta noche, Logan?
¿Qué te hizo ir tan profundamente hacia la oscuridad?
Hice una pausa, sabiendo la respuesta.
Fui yo.
Hice esto a él.
Hice que lo persiguieran sus sombras.
Lo siento, Logan.
Las palabras de mi mamá resonaban en mis oídos y mente mientras
bajaba la mirada a sus ojos medio abiertos. Él es un adicto, Alyssa. Está
enfermo, y no va a mejorar. Va a arrastrarte a las llamas antes de que
traiga aire fresco. Debes renunciar a él. Es una causa perdida. Kellan y tú
son sus facilitadores. Estás permitiendo que siga y sólo va a empeorar...
—Eres alta —susurró Logan, volviendo a caer.
—¿Qué?
—Me llamas Lo, lo cual tiene sentido porque estoy abajo. Estoy en la
parte inferior de la fosa de mierda. ¿Pero tú? —Se rió y cerró los ojos—.
Eres mi alta. Y rompiste mi maldito corazón.
Las lágrimas llenaron mis ojos mientras lo sujetaba en mis brazos.
—Mantén tus ojos abiertos, Lo. ¿Bien? Sólo mantén los ojos abiertos. —
Eché un vistazo a la parte delantera del auto, donde Kellan se limpiaba la
cara. Sabía que ver a su hermano en la forma que estaba tenía que ser lo
más difícil que hizo nunca.
Sabía que el corazón de Kellan tenía que estar roto al igual que el
mío.
—Llévame de vuelta —murmuró, tratando de empujarse a sí mismo
del asiento trasero. 93
—Tranquilízate, Logan. Todo está bien —dijo Kellan.
—No. Llévame de vuelta —gritó, saltando de mi regazo y sacudiendo
el volante, haciendo a Kellan cambiar de dirección el auto—. ¡Llévame de
vuelta! —Los dos tratamos de impedírselo, conseguir que se controlara a sí
mismo, conseguir que se calmara, pero antes de que pudiera, Kellan
perdió el control.
El auto dio un brusco giro a la izquierda.
Y todo se volvió negro.
94
C
uando mis ojos se abrieron, me encontraba en una cama de
hospital, y la luz del sol brillaba a través de mi ventana. Traté
de darme la vuelta, pero todo dolía. —Mierda —murmuré.
—¿Estás bien? —dijo una voz. Giré mi cabeza para ver a Kellan
sentado en una silla con unos panfletos en su mano, y un gran vendaje en
su frente. Llevaba una sudadera con capucha y pantalones de chándal, y
le faltaba la sonrisa que siempre lucia en su rostro.
—No. Siento como si hubiera sido golpeado por un camión.
—O tal vez como si te hubieras estrellado con un maldito edificio —
murmuró alguien más. Me giré hacia mi izquierda para ver a Erika. Tenía
los brazos cruzados, y su mirada era dura. A su lado había un hombre con
corbatín sosteniendo una libreta, y Jacob se hallaba en la esquina,
sentado en el mostrador.
¿Qué pasó? ¿Por qué estaba Jacob con Kellan?
—¿No te acuerdas? —preguntó Kellan, sonando un poco molesto
conmigo.
—¿Recordar qué?
—¡Conducir contra un maldito edificio! —exclamó Erika, su voz
temblorosa. El hombre a su lado puso una mano en su hombro. Cerré los
ojos, tratando de recordar lo que pasó, pero todo parecía un borrón.
—Logan. —Kellan se apretó el puente de la nariz—. Te encontramos
desmayado en un porche. Luego, estábamos tratando de traerte al hospital
para que te revisaran, entraste en pánico y tomaste el control del volante,
haciendo que nos estrelláramos contra un edificio.
—¿Qué? —Mi garganta se sentía seca—. ¿Estás bien?
Asintió, pero Erika no estuvo de acuerdo. —Muéstrale tu costado,
Kellan.
—Para, Erika.
—No. Tiene que ver esto. Tiene que ver lo que ha hecho.
Kellan bajó la cabeza, mirando sus zapatos. —Déjalo, Erika.
—Muéstrame —pedí. Se frotó la parte posterior de su cuello mientras
se levantaba la sudadera, mostrando todo su lado izquierdo, que lucía
negro, azul y en tonos púrpuras de arriba abajo—. Puta mierda. ¿Yo hice 95
eso?
—Está bien —dijo Kellan.
—No es verdad —rompió Erika.
Tiene razón, no lo está.
—Kel, lo siento tanto. No quise...
—¡Eso ni siquiera es lo peor de todo! ¡Casi matas a mi hermana! —
gritó.
Mi corazón cayó a mi intestino.
Alyssa.
High.
Mi más grande éxtasis.
—¿Qué le pasó a Alyssa? ¿Dónde está? —ladré, tratando de
incorporarme, pero fallando por el dolor que me pasó por la espalda.
—Logan, relájate. Los médicos están ayudando a Alyssa. Pero en este
momento se trata de ti. Hemos traído a alguien aquí para ayudarte —dijo
Kellan.
—¿Ayúdarme a qué? No necesito la ayuda de nadie. ¿Qué le pasó a
Alyssa? —Sentí las paredes de la habitación cerrándose. ¿Qué hacía aquí?
¿Por qué todo el mundo me miraba como si fuera mercancía dañada? ¿Por
qué nadie me decía cómo estaba Alyssa?
—Todos estamos aquí porque te amamos —trató de explicar Kellan.
Luego, todo hizo clic en mi cabeza. Entendí por qué el hombre en corbatín
se hallaba de pie en la habitación. Leí uno de los panfletos en las manos
de Kellan, y cerré los ojos con fuerza. Están teniendo una intervención para
mí. En una habitación de hospital.
—¿Amor? —susurré, mi voz llena de amargura mientras lentamente
me daba cuenta de lo que pasaba—. Pura mierda.
—Vamos, Logan. Eso no es justo —dijo Kellan. Me giré para mirar
los ojos pesados de Kellan cuando me miraba con miedo, preocupación.
—No me vengas con “vamos, Logan”, Kellan. Entonces, ¿qué? —
Aparté la mirada de mis manos inquietas—. ¿Esto es una intervención?
¿Todos piensan que estoy tan jodido que tenían que reunirse en una sala
de hospital y avergonzarme hasta la mierda porque piensan que soy
peligroso? ¿Tenían que traer gente que no da una mierda por mí? Cometí
un error anoche —Hice un gesto hacia Jacob—. Es bastante hipócrita
tener al imbécil con el que me drogué la semana pasada aquí, ¿no te
parece? Jacob, estoy casi seguro de que estás jodido en este momento.
Jacob frunció el ceño. —Vamos, Logan...
96
—No. Y, Erika, ni siquiera sé por qué mierda estás acá. No me
soportas —le dije.
—No te odio, Logan. —Tragó saliva—. Vamos, eso es demasiado.
—Realmente me encantaría que dejaran de decir el jodido “vamos”
como si fueran mejores que yo. No son mejores que yo. —Me reí
sarcásticamente, tratando de sentarme un poco. Empezaba a ponerme a la
defensiva, porque en el fondo, sabía que tenían razón—. Es cómico, en
realidad. Porque aquí estamos hablando de lo jodido que estoy de la
cabeza cuando estamos sentados en una habitación llena de gente que
está igual de jodida, si no más, que yo. Kellan aquí, ni siquiera es capaz de
enfrentársele al idiota de su padre para hacerle saber que quiere ser
músico en vez de abogado. Jacob tiene una maldita rara adicción a la
pornografía que involucra tenedores y mierdas. Erika rompe un plato y
compra cincuenta para reemplazarlo, sólo en el puto caso, de que el nuevo
se rompa también. ¿Acaso nadie más encuentra demente su adicción a
romper y comprar?
—Creo que todos sólo queremos que te mejores, Logan —dijo Kellan.
Me preguntaba si los latidos del corazón de Kellan eran tan frenéticos
como los míos en ese momento—. Sólo puedo imaginar lo que has pasado
al quedarte con Ma. Supongo que no te facilita mantenerte limpio.
—Debes estar sintiéndote muy bien —dije, rozando mi dedo debajo
de mi nariz—. Porque eres Kellan, el chico dorado. El que tiene el padre
rico. El que tiene un futuro. El que tiene una beca completa a una
universidad superior para convertirse en un abogado prestigioso. Y yo, sólo
soy el hermano jodido con una mamá adicta al crack y un padre traficante
de drogas. Bueno, felicitaciones, Kellan. Eres el ganador. Eres el mejor hijo
de mamá que hizo algo de sí mismo, y yo sólo soy un pedazo de mierda
patética que probablemente estará muerto a los veinticinco.
Kellan respiró dolido. —¿Por qué incluso dirías mierda como esa? —
Su nariz se encendió mientras se paseaba por la habitación del hospital—.
¿Qué pasa contigo, Logan? Despierta. Despierta. Todos estamos tratando
de ayudarte y nos estás gritando como si fuéramos el enemigo, cuando en
realidad el enemigo es tu propia mente. Te estás matando a ti mismo.
Estás jodidamente matándote, y ni siquiera te importa —gritó. Kellan
nunca levantaba la voz, nunca.
Fui a decir algo, pero la mirada de Kellan me detuvo. Me entrecerró
los ojos, y juré que, por un segundo, vi un destello de odio.
Sus manos frotaron contra su cara una y otra vez mientras trataba
de calmarse. Cuando habló, sorbió por la nariz para contener su propia
emoción. Me arrojó los folletos, y cuando aterrizaron en mi regazo, leí las
palabras una y otra vez.
Clínica de Salud y Rehabilitación St. Michaels. 97
Waterloo, Iowa.
—¿Rehabilitación? —dije—. ¿Crees que necesito rehabilitación?
¿Todos creen que necesito rehabilitación? Estoy bien.
—Estrellaste un auto contra un edificio —recitó Erika de nuevo por
enésima vez.
—¡Fue un accidente, Erika! ¡¿Nunca has cometido un error?!
—Sí, Logan. Pero no uno que casi mata a mi novio y hermana. Eres
un completo desastre, y si no consigues ayuda, vas a hacerle daño a más
gente.
¿Dónde está High?
—Escucha, nos estamos desviando del tema. Logan. Queremos
ayudar. Mi padre pagará por tu estancia en Iowa. Es una de las mejores
instalaciones del país. Creo que realmente podrías conseguir la ayuda que
necesitas —explicó Kellan.
Abrí la boca para decir algo más, pero Kellan me interrumpió. Me
entrecerró los ojos, y juré que, por un segundo, vi un destello de amor.
Un destello de esperanza.
Un destello de súplica.
—¿Puedo hablar con mi hermano a solas? —susurré, cerrando los
ojos. Todo el mundo en la sala se fue, cerrando la puerta detrás de mí—.
Lo siento, Kel —dije, jugando con mis dedos—. No fue mi intención causar
el accidente. No fue mi intención hacerlo. Pero después de que Alyssa dijo
que se iba a hacer un aborto…
—¿Qué? —intervinó Kellan.
—¿No lo sabías? Alyssa estaba embarazada. Pero se hizo un aborto
hace unas semanas. Su mamá la llevó, y eso jodió con mi mente, Kel. Sé
que he estado ido estas últimas semanas, pero mi mente está en mal
estado.
—Logan... —Kellan se acercó más, tirando de una silla a un lado de
mi cama—. Ella no se hizo el aborto.
—¿Qué? —Mi corazón empezó a correr, y mis dedos agarraron la
barandilla en el marco de la cama—. Pero su mamá dijo…
—Su mamá la echó cuando Alyssa le dijo que iba a quedarse con el
bebé. Quiso decirte, pero malditamente desapareciste.
Me senté, dolorido, pero lleno de esperanza. —¿No lo hizo?
Su mirada cayó a sus manos, que se hallaban entrelazadas. —No. 98
—Entonces... —Me atraganté con las emociones corriendo a través
de mí—. ¿Voy a ser papá?
—Logan —dijo Kellan, moviendo la cabeza. Su boca se abrió, pero no
dijo nada por un momento. Se llevó las manos a la sien—. Durante el
accidente, ella no llevaba el cinturón de seguridad. Cuando fuiste a
agarrar el volante, trató de agarrarte a ti. Cuando ocurrió la colisión, ella
voló y atravesó la ventana trasera cuando se rompió.
—No. —Negué con la cabeza.
—Ella está bien, pero…
—No, Kellan.
—Logan. Ella perdió el bebé.
Mis pulgares presionaron contra mis ojos para contener las
lágrimas. —No digas eso, Kel. No digas eso. —Lo empujé—. No me digas
eso.
—Lo siento mucho, Logan.
Empecé a llorar en las palmas de mis manos, temblando
histéricamente. Fue mi culpa. Yo causé el accidente, fue mi culpa. Todo es
mi culpa. Kellan envolvió sus brazos a mí alrededor mientras me vine
abajo, incapaz de decir cualquier palabra, incapaz de detener el dolor,
incapaz de respirar. Cada inhalación se sintió dolorosa, cada exhalación,
una tarea.
99
Traducido por Maeh
102
103
Oye, Logan, es Alyssa. Sólo estoy llamándote para ver cómo vas. Sólo…
odio cómo dejamos las cosas. Odio cómo las últimas veces nosotros no nos
encontrábamos en nuestro mejor momento. Odio cuánto te extraño. Odio
cuánto duele esto. 104
112
Mensaje #1090
Estoy ondeando una bandera blanca, Logan. Estoy cansada y me rendí.
Pararé ahora.
Cinco años.
Pararé con los mensajes. 113
Te amo.
Te extraño.
Te deseo lo mejor.
Mensaje #1123
Logan, es Kellan. Escucha, sé que hiciste una vida en Iowa y que las
cosas están yendo bien para ti. Y no te pediría siquiera que regreses a este
pueblo de mierda a menos que realmente te necesite y…
Erika y yo nos vamos a casar. Pero no puedo casarme sin mi hermano. Y
114
no puedo pararme en el altar, sin la única familia que tengo a mi lado.
Sé que esto es pedirte un montón.
Pero prometo nunca preguntar por nada más.
Además, te compré un documental de la NASA de ese que hablamos
hace unas semanas.
Sólo lo conseguirás si eres mi maldito padrino de bodas.
Sí. Estoy tratando de comprar tu amor y no me siento culpable al
respecto.
Te escribo pronto.
14
115
C
ada noche encendía un cigarrillo y me sentaba en mi ventana.
Mientras se quemaba, me permitía recordar mi pasado. Me
permitía hacerme daño y lamentarme hasta el momento en
que las llamas alcanzaban el filtro. Entonces apagaba mi cerebro y me
permitía olvidar, porque el dolor era demasiado para tragar. Cuando mi
cerebro se cerraba, me mantenía ocupado, asegurándome que los
recuerdos no se colaban. Veía documentales, tenía trabajos sin futuro,
trabajaba fuera, hice todo lo posible para no recordar.
Pero ahora, mi hermano me llamó de nuevo al único lugar del que
me pasé los últimos cinco años huyendo. En el momento en que regresé a
True Falls, me hallaba sentado en la estación de tren, debatiendo si
debería encontrar una manera de recolectar dinero para conseguir un
billete de solo de ida hacia a Iowa.
—¿Viene o va? —preguntó una mujer, sentada a dos asientos de
distancia de mí. Me volví hacia ella, algo retirado por sus intensos ojos
verdes. Me dio una pequeña sonrisa, y se mordió el uña del pulgar.
—No estoy seguro todavía —le contesté—. ¿Qué pasa con usted?
—Vengo. Me quedo, creo. —Siguió sonriendo, pero cuanto más lo
hacía, más triste parecía. No sabía que la sonrisa podría parecer tan
desgarradoramente triste—. Sólo estoy tratando de perder algo de tiempo
antes de que vuelva a mi vida.
Podía entender eso.
Me recosté en mi silla, tratando de no recordar la vida que dejé atrás
hace todos esos años.
—Incluso reservé un hotel para esta noche —dijo, mordiéndose el
labio inferior—. Sólo así podría tener un par de horas más para olvidar,
¿sabes? Antes de regresar al mundo real. —Asentí una vez. Se deslizó dos
sillas más cerca de mí, su pierna rozó la mía—. No me recuerdas, ¿verdad?
Inclinando la cabeza en su camino, me dio esa sonrisa triste otra
vez, y pasó sus dedos por el cabello largo. —¿Se supone que deba?
Su cabeza se sacudió hacia atrás y adelante. —Probablemente no. Mi
nombre es Sadie. —Parpadeó una vez, casi como si supiera que su nombre
se supone que significa algo para mí. Sus labios se curvaron hacia abajo—.
De todas formas. Pareces un chico que le gustaría olvidar por un rato,
también. Si lo deseas, eres bienvenido a venir al motel conmigo. 116
Debería haberle dicho que no. Debería haber ignorado su invitación.
Pero había algo en lo triste que se veía, cómo su alma dolorida parecía
arder como la mía. Así que cogí mi bolsa de lona, la arrojé por encima de
mi hombro, y seguí a Sadie a la tierra del olvido.
C
ada día me iba a trabajar con mi vecina, una camarera de
setenta años de edad, llamada Lori. Ambas trabajábamos el
turno de la mañana en el restaurante Hungry Harry´s, y
odiábamos cada momento de ello. Lori trabajó allí durante los últimos
veinticinco años, y me dijo que su plan de escape era casarse con alguno
de esos Chris. Evans, Hemsworth, o Pratt, no era exigente. Cada día
cuando llegábamos, Lori siempre se quejaba de estar cinco minutos antes,
argumentando que el peor lugar jamás al que podrías llegar temprano, era
tu lugar de trabajo. No la culpaba.
Estuve trabajando en Hungry Harry´s durante los últimos cinco
años. Lo peor del trabajo era que llegaría oliendo a perfume de rosas y
champú melocotón, y me iría oliendo a hamburguesas fritas y croquetas
de patata, todos los días. La única cosa que me mantenía allí era saber
que cada hora que trabajaba me acercaba a mi sueño de abrir un bar de
piano.
—Puedes hacerlo, jovencita —dijo Lori cuando llegamos a la
cafetería—. Todavía eres genial y a la moda. Tienes un montón de tiempo
para hacer que tu visión sea una realidad. La clave está en no escuchar el
ruido exterior de quienes te rodean. Las personas siempre tienen opiniones
sobre las vidas que no viven; sólo mantén la cabeza en alto y evita
escuchar su mierda.
—Buen consejo. —Sonreí, sabiendo que sólo hablaba para evitar que
entráramos en el edificio un segundo antes de nuestra hora de llegada.
—¿Sabes lo que mi mamá me decía cuando intimidaban cuando
niña?
—¿Qué?
—Un día a la vez. Eso es todo lo que se necesita para superar
cualquier cosa. No pensar demasiado en el futuro o mantener al cerebro
corriendo en la caminadora del pasado. Simplemente permanece en el
ahora. Estar aquí ahora. Esa es la mejor manera de vivir la vida. En el
momento. Un día a la vez.
Un día a la vez. Un día a la vez.
Repetí esas palabras en mi mente cuando un cliente grosero me gritó
porque sus huevos estaban demasiado revueltos, o cuando un bebé arrojó
un plato de comida en el suelo y los padres me culparon, o cuando un tipo
borracho vomitó en mis zapatos.
Odiaba la industria del servicio de alimentos. Pero, de nuevo, era 126
bueno ver los pormenores de tal lugar, porque cuando tuviera mi propio
bar, una gran parte del trabajo sería alrededor de la cocina.
Tan sólo un día a la vez.
—¿Siempre mueves las caderas así cuando terminas de tomar la
orden de alguien? —se burló una voz, haciéndome sonreír cuando reconocí
la fuente.
—Sólo cuando sé que van a dejar buenas propinas. —Sonreí,
dándome la vuelta para ver a Dan de pie detrás de mí, con las manos
llenas de archivos. Se veía tan apuesto en unos pantalones azul marino y
azul claro, camisa de botones con las mangas enrolladas. Su sonrisa era
grande y brillante como siempre, y él me daba esa sonrisa a mí.
Guardando mi bloc de papel y bolígrafo en mi delantal, me acerqué a él—.
¿Qué te trae por acá tan temprano?
—Revisaba la propiedad de la que hemos estado hablando.
—¿Sí?
—Sí. Me encanta. En serio, pero hay un problema de termitas.
¿Tienes un minuto para repasar algunas cosas? He traído unos cuantos
planos de otros lugares que podríamos mirar.
Fruncí el ceño, mirando alrededor del restaurante. —Creo que mi
jefe me dispararía si dejo de trabajar para mirar locales para bares.
Dan era un amigo con el que me crucé hace unos años en un bar de
piano. Actualmente trabajaba para uno de los mejores corredores de
Bienes Raíces en el Estado, y cuando le dije sobre mi idea de abrir un bar
de piano, saltó a la idea de ayudarme a buscar lugares, a pesar de que le
dije que pasaría un largo tiempo antes de que ese día llegara a la vida.
—Oh, no, por supuesto. Me encontraba en el vecindario y pensé en
pasar por algunas croquetas de patata y café. De todos modos, estoy en mi
camino al trabajo.
Sonreí ampliamente y él sonrió aún más amplio. —¿Podemos
revisarlos mañana por la noche si eso te funciona?
—¡Sí, sí! —exclamó, la emoción alcanzándolo—. Puedo llevarlos a tu
casa. Podemos pedir comida china, y puedo llevar el vino. Incluso podría
cocinar carne o algo para ti... —Su voz se desvaneció a medida que se
volvía un poco demasiado alegre. Se pasó las manos por el cabello
encogiéndose de hombros—. O ya sabes, lo que sea.
—Eso suena como un plan. Sólo una advertencia. Mi casa sigue
siendo una obra en construcción. Y con la lluvia, aparecieron un par de
fugas en el techo.
—Mi oferta sigue en pie sobre quedarte en mi casa hasta que 127
termines la remodelación de tu casa. Sé que esas cosas pueden ser un
dolor de cabeza.
—Gracias, pero creo que voy a manejarme a través de la
complicación que es mi casa.
—Vale. Bueno, mejor me voy a trabajar, pero te veré mañana en tu
casa para repasar esto. —Sacudió los archivos en el aire y me guiñó.
—Espera. ¿Pensé que viniste por café y croquetas?
—Ah, sí. Lo hice, pero me acabo de dar cuenta de... —Parecía un
poco nervioso, y no pude evitar sonreír—. En serio me tengo que ir a
trabajar un poco temprano para mirar algunas cosas más para mi jefe.
—Entonces, mañana será. Yo me encargo del alcohol; tú de las
propiedades.
Con eso, desapareció. Dejé escapar un suspiro. Dan ha tenido el
mismo enamoramiento por mí durante los últimos tres años,
prácticamente desde que nos conocimos, pero nunca sentí ese tipo de
conexión con él. Sin embargo, era una persona importante en mi vida, y
siempre esperé que fuera a estar bien con sólo ser amigos.
—Lo juro, te trae propiedades, tiene un buen trabajo, miente sobre
querer croquetas sólo para verte, tiene ese tipo de sonrisa de fóllame, y se
ofrece a cocinarte carne. ¿Pero ni siquiera puedes aceptar su oferta para
quedarte con él por un tiempo? —dijo Lori, llevando una bandeja con
huevos revueltos, croquetas de patata y salchichas.
Me reí. —Mi casa está muy bien. Me he pasado todos estos años
ahorrando para comprar mi casa ideal, y ahora que la tengo, no estoy lista
para dejarla ir. Sólo necesita unas pocas tiritas, eso es todo.
—Cariño. Tu casa necesita un poco más que tiritas. —Sonrió,
colocando los platos de comida en la mesa cinco antes de dirigirse de
nuevo a mí con una mano en la cadera y descaro en sus labios—. Sólo
digo. Si tuviera a Dan ofreciéndome una cama, me mudaría con él y lo
tendría mostrándome sus planos de propiedades en cada centímetro de mi
cuerpo, en cada rincón de la casa.
—¡Lori! —La hice callar, mis mejillas calentándose.
—Sólo digo. De todos modos, tienes tres trabajos para pagar por una
casa que necesita ser arreglada, con el fin de demostrar que puedes ser
una mujer independiente. Podrías arreglar la casa y vivir con Dan, ¿sabes?
—La casa no necesita tantas reparaciones —argumenté.
—Aly. —Gimió, golpeando su mano contra su rostro—. La última vez
que fui a compartir una botella de vino, cuando fui a tu baño, no cerré la
puerta cuando lo usé. ¿Sabes por qué? Porque no había una puerta en el
baño. 128
Me reí. —Bueno. Lo entiendo. Así que es una casa que necesita
reparaciones. Pero, me gusta el desafío.
—Mmm. Debes ser un muy buen polvo para que Dan se mantenga
alrededor como lo hace.
—¿Qué? Dan y yo no hemos dormido juntos.
—¿En serio? —exclamó—. ¿Quiere decir que está babeando por ti, y
ustedes dos nunca han cerrado el trato?
—Nunca.
—Pero... ¡Esa sonrisa!
Me reí. —Lo sé. Pero él es un buen amigo. Tengo una regla grande
para mis relaciones, y nunca incluye salir con cualquiera de mis amigos.
Jamás. —Pasé por eso antes, y no planeaba recorrer ese camino de nuevo.
Al día de hoy, todavía pensaba sobre Logan y lloraba por la amistad que
amé y perdí.
Nos hubiera ido mejor si nunca nos hubiéramos enamorado.
—Sabes, Charles y yo fuimos mejores amigos antes de decidir salir.
Él fue el amor de mi vida, y nunca nadie se ha comparado. Solía hacerme
reír tanto, antes de saber lo que era el amor. Algunas de las mejores cosas
de la vida vienen de los tipos más fuertes de amistad —explicó Lori. Su
cabeza bajó, y agarró el medallón que colgaba de su collar, que llevaba su
foto de boda en el interior—. Dios, oh, Dios, extraño a ese hombre
locamente. —Casi nunca hablaba de Charles, su esposo. Pero cada vez que
lo hacía, aparecía un brillo en sus ojos como si su mente viajara de vuelta
al día en que se enamoró de él.
Nuestro jefe nos dijo que dejaremos de charlar tanto y volviéramos al
trabajo, cosa que hicimos. Siempre estábamos ocupadas en las mañanas,
sirviendo a más gente de lo que parecía humanamente posible, pero
mientras más ocupadas estábamos, menor era el tiempo que tenía que
pensar en las cosas.
—¿Estás bien de café? —pregunté a una mujer sentada cerca de la
ventana. Sostuve la cafetera en mis manos mientras me abría camino
alrededor a todas mis mesas para rellenar.
—Sí, estoy bien. Gracias.
Sonreí ampliamente, y cuando levanté la vista por la ventana, mi
corazón se apretó en mi pecho. Mis dedos aterrizaron contra el cristal,
tratando de alcanzar y tocar la figura al otro lado. Cuando parpadeé una
vez más, lo que creí ver desapareció. Un escalofrío me recorrió la espalda, y
me enderecé. 129
Lori levantó la mirada en mi dirección. —¿Estás bien, Alyssa? Parece
que viste un…
—¿Fantasma? —dije, terminando la frase.
—Exactamente. —Se acercó y miró por la ventana—. ¿Qué pasa?
Un fantasma.
—Nada. No fue nada —dije, llevando mi cafetera a la siguiente mesa.
Fue mi imaginación, eso fue todo.
Nada más, nada menos.
130
M
i mirada se centró en Alyssa mientras caminaba alrededor
de la cafetería, ayudando a los clientes. Me senté en una
esquina de atrás, incapaz de verme desde su ubicación. No
debería estar aquí. Mi mente sabía todas las razones por las que no
debería haber caminado al restaurante ese día, pero mi corazón sintió un
tirón en su dirección.
Seguía sonriendo igual. Eso me hizo feliz y triste a la vez. ¿Cuántas
sonrisas me perdí? ¿Quién la hacía sonreír actualmente?
—Aquí está tu omelet —dijo mi camarera dejando el plato frente a
mí. Su cara lucia algo pálida, y el sudor goteaba en su frente. Se echó
hacia atrás y hacia delante, tratando de forzar una sonrisa—. ¿Algo más
que pueda traerte? —preguntó.
—Jugo de naranja sería genial —dije.
Asintió en respuesta, alejándose.
Cogí el salero y empecé a añadir un poco a mi omelet. Una risa en
voz alta escapó en la cafetería, y tomé una respiración profunda. La risa de
Alyssa. No había cambiado. Cerré los ojos, sintiendo mi pecho apretarse.
Los recuerdos me inundaron como un huracán, tirándome hacia atrás
mientras imaginaba todas las veces que pasé a su lado, escuchando su
risa ondulando a través de mi alma.
—Si quieres un plato de sal con una omelet al lado, podrías
simplemente pedirlo —ofreció una voz, rompiendo mis recuerdos del
pasado. Mi mirada cayó al omelet en el que había estado espolvoreando sal
por los últimos cinco minutos.
—Lo siento —murmuré, poniendo el salero sobre la mesa.
—No necesitas disculparte. Todos tenemos nuestras preferencias —
prometió la voz—. De todos modos, el personal está siendo apaleado,
acaban de enviar a Jenny a casa con la gripe, y me ordenaron traerte un
jugo de naranja y hacerme cargo de tu mesa.
Mis ojos se movieron a la chica que hablaba. Estaba bien, labios
color rosa y esos ojos azules que eran más que familiares para mí, eran la 131
única cosa sorprendente de esa ciudad. Esos ojos tenían un talento de
poder sonreír, todo por su cuenta. Su cabello rubio era liso, y tenía
mechones que caían sobre sus cejas.
Ninguno de nosotros dijo una palabra.
Mantuvo la mirada fija.
No miré hacia otro lado.
Alyssa.
High.
Mi más grande éxtasis.
Se veía hermosa, pero eso no era sorprendente. No existía un día que
me acordara donde no fuera hermosa. Incluso en los días en los que fui
demasiado lejos para abrir los ojos, me acordé de la belleza de sus suaves
palabras pidiendo que volviera a ella, para que me mantuviera respirando.
—Logan —susurró, colocando el vaso de jugo de naranja sobre la
mesa. Me levanté de la silla mientras daba un paso hacia delante, hacia
mí. Al principio pensé que iba a abrazarme, aceptarme, perdonarme por
ser yo y nunca regresar sus llamadas. Pero, en realidad, no iba a
abrazarme. Su palma se abrió, y lo sabía bien cuando lo vi, me iba a dar
una cachetada. Fuerte. Cada vez que Alyssa hacia algo, lo hacía con toda
su fuerza, nada nunca fue a medias.
Su brazo se levantó, vino rápido hacia mí, y estaba listo para el
escozor que merecía. Cerré los ojos a la espera, pero nunca sentí su tacto.
Dios, cómo quería sentir su tacto. Al abrir los ojos, vi su mano temblorosa
flotando en el aire, a centímetros de mi mejilla. Abrimos nuestros ojos y vi
las lágrimas ardiendo en la parte posterior de los suyos, la confusión, la
angustia.
—Hola, Alyssa —hablé en voz baja. Se encogió y cerró los ojos. Su
mano se quedó en el aire y la tomé en mi propia mano, poniendo sus
dedos en mi mejilla. Un pequeño gemido de dolor escapó de sus labios
mientras su piel se ponía contra la mía. Me atrajo hacia sí en un abrazo, y
se sentía igual que ayer. Su piel era tan fría, como siempre, y mi cuerpo la
calentó. Sus dedos se movieron de mi mejilla, y envolvió ambos brazos
alrededor de mi cuello, se sostuvo sobre mí como si me perdonara por
todas las llamadas perdidas y el silencio.
Sus dedos se aferraron a mí, casi excavando en mi carne como si
pensara que yo era una especie de espejismo que desaparecería si no me
detenía. No la culpo, habría desaparecido antes.
Aspiré su cabello.
Duraznos.
132
Dios, odiaba los duraznos hasta ese día.
Olía como los días de verano cuando se iba a dormir y
despertábamos en otoño. Suave, dulce, perfecta.
Mi jodida High.
—Extrañé… —habló en mi oído.
—Lo sé —le contesté.
—Te fuiste… —comenzó.
—Lo sé —le contesté.
—¿Cómo te atreves... —comenzó.
—Lo sé —le contesté.
Su cuerpo se tensó y tiró de mí. La tristeza en sus ojos desapareció.
Sólo se mantuvo la ira.
Eso parece correcto.
—¿Lo sabes? —dijo entre dientes, de pie, pero seguía siendo tan
pequeña. Sus brazos cruzados y se mordió el labio inferior. Las pequeñas
arrugas en las comisuras de sus ojos se profundizaron, y se encontraba
claro que no era la misma chica que dejé atrás hace años. Era una mujer
adulta, y tenía un fuego ardiendo el fondo de su alma—. Te llamé.
—Lo sé.
Su ceño fruncido. —No. Te he llamado, Logan. Te llamé y te dejé más
de quinientos mensajes.
Mil noventa mensajes.
No quiero corregirla.
—Desapareciste. Me dejaste. A nosotros. Kellan. Nos dejaste a todos
—dijo—. Tengo entendido que necesitabas tu espacio, pero me dejaste.
Después de todo lo que hemos pasado, después de lo sucedido… me
dejaste sola con eso.
—Estaba mejorando. Trabajando a través de la mierda con mi
madre, la mierda contigo, y sí, yo era un desastre, pero sólo necesitaba
tiempo.
—Te di espacio, y aun estás fuera.
—Me has llamado todos los días, Alyssa. Eso no me da espacio.
—Kellan y yo te salvamos la vida, y pensamos que volverías. Te he
llamado todos los días para hacerte saber que me hallaba aquí, esperando.
Pensé que volverías por mí. Por nosotros.
133
—No se puede salvar la vida de las personas, y no se puede esperar
que la gente venga a por ti, Alyssa. Deberías haberlo sabido después de lo
que paso con… —Me mordí la lengua, parando mi discurso, pero sabía que
no podía retirar mis palabras. Sabía lo que iba a decir. Deberías haberlo
sabido después de lo que paso con tu padre.
—Eso fue miserable.
—No he dicho nada.
Su cabeza se sacudió hacia atrás y adelante. —Para alguien que no
dijo nada, seguro que comunicas un montón. —Su voz se quebró—. Más
de quinientos mensajes, y ni una respuesta.
Mil noventa mensajes.
Seguía sin corregirla.
—No tenía nada que decirte —mentí. Empezaba a construir el muro
que sabía que tenía que construir al venir a la ciudad. Tuve que mantener
mis emociones y la mente a raya para dejar de caer de nuevo en la vida de
Alyssa. La última vez que estuve en su vida, lo arruiné. No podía
permitirme hacerle eso de nuevo. Por lo tanto, tenía que ser frío e incluso
duro.
Porque merecía algo mejor que estar esperando en su teléfono por
alguien como yo que llamara de regreso.
—¿Nada? —Dio un paso atrás, estupefacta—. ¿Ni una cosa? ¿Ni
siquiera un “hola”?
—Siempre fui mejor con las despedidas.
—Vaya... —Dejó escapar un profundo suspiro.
Cada emoción que sentí hacia ella a lo largo de los años se volvió a
mí, más fuerte que nunca. Me sentía enojado conmigo mismo por no
llamarla, estuve triste, estuve feliz, estuve confundido, estaba enamorado.
Era todo lo que Alyssa me hacía sentir.
Mi mente se hallaba a segundos de explotar.
—¿Sabes qué? —Se aclaró la garganta y me dio una sonrisa
forzada—. No vamos a hacer esto.
—¿Hacer qué?
—Luchar. Discutir. Porque si lo hacemos, ¿sabes lo que significa?
Esto significaría que tú y yo tenemos algún tipo de relación, lo cual no
tenemos. Te convertiste en un extraño al momento en que desapareciste
en los campos de maíz de Iowa.
Mis labios se separaron, pero antes de que pudiera hablar, se dio la
vuelta sobre sus talones y salió corriendo para ayudar a otra mesa. Tenía 134
una sonrisa falsa pegada a su cara mientras se dirigía a los clientes. Su
pie golpeaba sin parar contra el suelo a cuadros, y hubo una ligera
sacudida que iba y venía a su cuerpo.
Sus ojos se disparaban hacia mí, mientras hablaba con los
individuos.
—Bueno, creo que tendré huevos sencillos y… —dijo un cliente, pero
fue interrumpido por Alyssa atacándome de nuevo—, tocino.
—¡¿Kellan siquiera sabe que estás aquí?! ¿O también irás a atacarlo
por sorpresa en su trabajo? —Sus manos golpearon las caderas y arqueó
una ceja.
Levanté una ceja hacia ella. —Sí. Es la razón por la que estoy aquí.
Para la boda.
—¿Qué? —preguntó nerviosa.
—La boda... tú sabes, como mi hermano se casa con tu hermana.
—Pero... —Hizo una pausa, su irritación bajando—. La boda no es
sino hasta dentro de un mes. ¿Volviste un mes antes para ayudar con eso?
—Kellan dijo que era el fin de semana.
—Bueno, sin duda fue una novedad para mí. Pero con todo lo que
está pasando, no me sorprendería.
—¿Qué significa eso? ¿Qué está pasando?
Abrió la boca, pero no salió ninguna palabra. Lo intentó de nuevo,
mordisqueando su labio inferior. —¿Estás consumiendo, Logan?
—¿Qué? —pregunté, a la defensiva—. ¿Qué demonios significa eso?
—Tú sabes lo que significa. Yo solo... —Comenzó a temblar, tratando
de controlar sus nervios—. Necesito saber si estás limpio.
—Eso no es asunto tuyo. Viendo que, si te dijera algo, significaría
que hemos tenido algún tipo de relación, y como dijimos anteriormente
nosotros…
—Lo —susurró. El apodo saliendo de sus labios me hizo repensar mi
molestia y mi defensivo acercamiento.
Sus ojos.
Sus labios.
Alyssa.
High.
Mi más grande éxtasis.
135
—¿Sí? —susurré.
—¿Estas consumiendo?
—No.
—¿Ni siquiera marihuana?
—Sólo marihuana —le contesté. Un profundo suspiro salió de sus
labios—. Vamos, Alyssa, dame un respiro. La marihuana es legal en
algunos estados.
—No lo es en Iowa. —Empezaba a sonar como si estuviera
preocupada, lo que significaba algún tipo de preocupación, lo que
significaba la esperanza. Sin embargo, ¿qué me importaba la esperanza?
La pared de Alyssa que impedía la entrada fue construida y no la
derribaría en poco tiempo. Estaría en el próximo tren fuera de este lugar si
una boda no iba a suceder—. Entonces, ¿solo marihuana?
—Sólo marihuana.
—¿Lo prometes?
—Prometido.
Dio un paso hacia atrás, antes de caminar hacia delante dos pasos.
Tendió su meñique en mi dirección. —¿Promesa de meñiques?
Le miré el meñique por un tiempo, recordando todas las promesas
que solíamos hacer cuando éramos más jóvenes, cruzando nuestros dedos.
Envolví mi dedo alrededor del de ella, el pequeño toque llenándome.
—Promesa de meñiques.
Cuando dejamos nuestro agarre, dio dos pasos hacia atrás, antes de
dar un paso adelante. Sus manos extendidas hacia mí y sin ningún
pensamiento, la atraje hacia mi agarre. Me sacó de mi asiento y envolvió
sus brazos a mí alrededor. La forma en que me apretó tan fuerte, me dijo
que algo estaba mal.
—High, ¿qué es?
Me llevó más cerca, aguantando y negándome a dejarla ir. Sus labios
apretados contra mi oído, sus respiraciones calientes bailando en mi piel.
—Nada. No es nada. —Cuando nos separamos, puso sus manos en
posición de oración y las apretó contra sus labios, inclinando ligeramente
la cabeza—. Lo…
Mis dedos pasaron a través de mi cabello y asentí. —High...
—Bienvenido a casa —dijo.
—No es mi hogar. Sólo estoy parando antes de salir de nuevo.
Se encogió de hombros. —El hogar siempre es el hogar. Aun cuando
no quieres que lo sea. ¿Y Logan? —dijo, ligeramente balanceándose hacia 136
delante y hacia atrás sobre sus talones.
—¿Sí?
No dijo nada más, pero la oí alto y claro.
También te extrañé, High.
137
D
ejé caer mi bolsa de lona en el porche delantero de Erika y
Kellan antes de tocar a la puerta. Mi estómago se anudó, no
sabiendo cómo sería visto por ambos después de tanto
tiempo. El tiempo tenía una manera de cambiar a la gente, y me pregunté
cuánto los habría cambiado a ellos. Dejé que pasaran algunos segundos
más antes de reforzar el valor para tocar.
Cuando la puerta se abrió, solté un pesado suspiro. Kellan me dio su
sonrisa de hermano mayor antes de abrazarme con fuerza. —Se suponía
que tu tren llegaba ayer. ¿Te perdiste, hermano?
Me reí. —Tomé el camino largo.
—De acuerdo, déjame mirarte. —Se apartó, cruzó sus brazos y se
rio—. Te ves musculoso o algo. Dejaste la ciudad como Peter Parker y has
vuelto como el Hombre Araña.
—Esas arañas radioactivas en Iowa no están jodidamente alrededor,
hombre. ¡Y mírate! —Le golpeé de broma en el estómago—. Te ves como un
cacahuete. Tal vez ahora pueda patearte el culo en lugar de al revés.
—Ja, no cuentes con eso. Todavía acondicionas tu cabello como una
mujer, ya veo —dijo, alborotando mi perfecto cabello.
—La envidia es uno de los siete pecados capitales, hermano.
—Lo tendré en mente —dijo riendo. Maldición. Era bueno verlo. Se
veía tan bien como siempre lo hacía. Nunca te dabas cuenta de cuánto
podías extrañar a una persona hasta que se encontraban justo delante de
ti después de mucho tiempo.
—Kellan, ¿quién está en la puerta? —dijo Erika, saliendo del cuarto
de baño, secando su cabello con una toalla. Cuando me vio, la sorpresa la 138
embargó—. ¿Qué estás haciendo aquí?
—También es bueno verte, Erika.
—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó de nuevo.
Mis ojos se dispararon de Kellan a Erika, y de vuelta a Kellan. —
Estoy empezando a preguntarme lo mismo. ¿Qué está pasando, Kel? Fui a
ver a Alyssa antes y…
—¡¿Fuiste a ver a Alyssa?! —exclamó Erika. Era divertido… lo poco
que eché de menos su excesivamente dramático ser.
—Eso es lo que acabo de decir. Bien, ¿y me dijo que la boda no era
esta fin de semana?
—El próximo mes —corrigió ella—. Es el próximo mes. ¿Por qué
llevas una bolsa de lona?
—Eh, ¿me fue dicho que me quedaría con ustedes dos? Para la boda
que no parece que vaya a suceder.
—¡Es el próximo mes! —repitió una vez más—. Es el próximo mes. Ni
siquiera sabía que venías. ¿Quedarte con nosotros? —Empezó a rascarse
el cuello, su piel pálida enrojeciéndose con irritación. Sin embargo, se
parecía mucho a su hermana, sus personalidades eran tan diferentes que
podrían haber sido extrañas—. Cariño, ¿puedo hablar contigo en el
dormitorio por un minuto?
Di un paso adelante para seguirla, haciendo a Kellan sonreír cuando
Erika gruñó con molestia. —¿Oh? Perdona. Cuando dijiste “cariño” asumí
que me hablabas a mí. Pero ahora veo que iba dirigido a mi hermano. Mi
culpa.
Kellan se rio. —No seas un idiota.
—No puedo evitarlo. Tengo una polla, así que soy uno.
Los dos se apresuraron a ir al dormitorio donde la puerta se cerró de
golpe. Me senté en el sofá y justo cuando alcancé mi bolsillo, la puerta del
dormitorio se abrió.
—¿Logan? —dijo Erika.
—¿Sí?
—No toques nada.
Alcé mis manos con derrota y ella volvió a entrar en la habitación,
con otro fuerte portazo.
—¡No puedo creer que no me dijeras que venía, Kellan! —se hizo eco
a través de la casa y no pude evitar reírme. Incluso aunque no tenía ni
idea de por qué volví a la ciudad que creó todos mis demonios, siempre se 139
sentía como en casa molestar a Erika.
Alcanzando mi bolsillo, saqué mi paquete de cigarrillos y luego
encendí uno con mi mechero. Echando un vistazo a la casa, recordé lo loca
de la limpieza que era Erika y no pude entender por un segundo cómo
Kellan podía vivir con ella. Seguramente cada día estaba lleno de agobio.
Cuando la ceniza empezó a formarse al final del cigarro, entré en
pánico, sabiendo que Erika se volvería loca si caía alguna en su
probablemente carísima mesa de café. Me apresuré hacia la mesa del
comedor que se hallaba colocada como si hubiera una gran cena teniendo
lugar y agarré un platillo, dejando caer la ceniza en eso. Llevé el platillo de
vuelta al sofá y me relajé un poco.
—Kellan, yo sólo… estamos ya bajo mucho estrés. Tienes mucho
pasando, con el trabajo. Estoy trabajando en mi grado de maestría.
Además, estamos intentando tener todo listo para la boda. ¿Crees que
tener a Logan aquí es una buena idea? —le preguntó, mientras escuchaba
a través de las delgadas paredes.
—Es mi hermano.
—Tú estás… Nosotros… No sé si esto es una buena idea.
—Es mi hermano.
—Pero sabes cómo es. Te arrastrará a su loca vida, siempre lo hace.
—Erika, está limpio. Ha estado limpio hace años ahora. —Pude
escuchar la irritación en la voz de Kellan, y un poco de decepción se
apoderó de mí. Él siempre fue uno de los pocos que en realidad creyó que
me desintoxicaría. Él y Alyssa. Todos los demás me consideraron una
causa perdida.
La voz de ella contenía alguna clase de hostilidad. —O eso es lo que
dice. En serio, ¿cuántas veces hemos escuchado eso de él? Tienes esta
necesidad de protegerlos a él y a tu madre. No estás a cargo de sus vidas,
cariño. Y no eres el padre de Logan. ¡Dios, ni siquiera es tu hermano
completo! Es tu medio hermano.
Escuché un ruidoso golpe y mi estómago se apretó. Levantándome
del sofá, me encontraba a segundos de distancia de ir a comprobarlos. El
platillo lleno de cenizas permaneció en mi agarre cuando me dirigí al
dormitorio, sin embargo, hice una pausa cuando escuché la voz de Kellan.
—Si alguna vez dices algo así de nuevo, saldré de este lugar y será
difícil que mire atrás. Sí, Logan la ha jodido en el pasado. Ha metido la
pata contigo y con montones de otra gente. Para muchos, él es
imperdonable. Pero es mi hermano. Nada de esa mierda de “medio”. Cien
por cien, es mi hermano. Cuidaré de él y nunca perderé la confianza en él.
Nunca quemaré ese puente, Erika. Así que si eso te molesta, bien, 140
probablemente va a ser un problema.
Sus voces descendieron y tuve que oír desde muy cerca para
escuchar a Erika disculparse, seguido por los intercambios de “te amos”, y
más disculpas.
Cuando la puerta se abrió, me quedé con mi cigarro colgando entre
mis labios. Los dos me miraron fijamente, sorprendidos de verme tan
cerca. —Escuchen, chicos —empecé.
—¿Estás fumando en la casa? —Jadeó Erika, arrancando el cigarro
de entre mis labios—. ¡¿Y estás echando la ceniza en mi vajilla china?! —
chilló, arrebatándome el platillo de las manos—. Oh, Dios mío. ¡Mi madre
va a estar aquí en un par de horas y ahora el lugar huele a humo!
La madre de Erika. La única persona en la tierra que era más
dramática y molesta que Erika. ¿Cómo estaba Alyssa relacionada con estas
personas?
Ella se precipitó al fregadero, donde tiró mi cigarro, enviándolo a
través del triturador de basura. Murmuró para sí misma mientras
empezaba a fregar el plato sin parar, una y otra vez.
Un incómodo silencio se apoderó de la habitación, mientras Kellan y
yo mirábamos a su prometida, quien parecía estar en nivel quinientos de
locura ese día.
—Entonces… —dijo Kellan, balanceándose atrás y adelante—.
¿Quieres ir al restaurante de Jacob? —preguntó.
—Síp —respondí, más rápido que la velocidad de la luz. Jacob era
un viejo amigo con el que no hablaba desde que le grité sobre su colección
de porno. No sabía cómo iría la reunión, pero esperaba que fuera mejor
que la reunificación con Erika.
Nos apresuramos a salir por la puerta antes de que Erika pudiera
enojarse más.
—¿Crees que todavía no ha superado que casi quemara su último
apartamento? —pregunté con una sonrisa en mi cara.
—Oh, definitivamente no ha superado que casi quemaras su
apartamento. —Kellan se rio.
—Dame un descanso. Fue un error.
—Que le costó cuatro mil dólares, sí. Un caro error. Pero lo superará,
no te preocupes.
—Kellan, ¿por qué estoy aquí?
Antes de que pudiera contestar, la puerta principal se abrió. —
Puedes quedarte en una de nuestras habitaciones de invitados —dijo 141
Erika, asintiendo hacia Kellan. Sus ojos se bloquearon con los míos y
parecía más tranquila que antes. Tal vez la intensa sesión de limpieza
equilibró su magia—. Pondré tu bolsa allí.
—Gracias, Erika. Significa mucho para mí —repliqué.
—Volveremos para la hora de cenar —dijo Kellan, besando su
mejilla.
—¿Nosotros? —preguntó, su voz creciendo con preocupación.
—Nosotros —dijo él, apuntando hacia sí mismo y a mí. Intentó hacer
lo posible para no encogerse, pero definitivamente se encogió.
—Oh, maravilloso. Sólo, de alguna manera, haré el pastel de carne lo
bastante grande para cuatro en lugar de para tres personas. Y pondré un
mantel individual extra. —Podía sentir su molestia flotando en el aire, pero
sonrió y lentamente volvió dentro y cerró la puerta.
—Creo que ella y yo somos oficialmente mejores amigos. —Me reí.
—Los mejores amigos —concordó—. Hablando de… ¿Cómo fue ver a
Alyssa?
—Bien —mentí—. Simplemente planeo evitarla lo mejor que pueda.
—Bien —dijo, caminando por el porche delantero—. Es
probablemente mejor que esos sentimientos del pasado hayan
desaparecido, ¿eh? Tal vez pueden perdonar, olvidar y seguir adelante.
—Sí. No sentí nada estando a su alrededor de verdad. Así que, eso es
bueno. —Eso era verdad, también. Y por “verdad” me refería a la más
horrible mentira. Recordé las palabras que Alyssa dijo más temprano en la
cafetería.
El hogar siempre es el hogar. Aun cuando no quieres que lo sea.
Después de todo el tiempo que pasó, después de toda la distancia,
Alyssa Marie Walters todavía de alguna manera se sentía como casa para
mí.
No estaba seguro de cómo manejar ese hecho, lo cual era
exactamente por lo que necesitaba un billete de ida lejos de True Falls,
Wisconsin.
Rápido.
142
143
—En una escala de uno a diez, ¿durante cuánto tiempo has sabido
que Logan ha estado en el pueblo antes de que se te ocurriera llamarme?
Uno sería que no tenías ni idea, diez sería “secretamente odio a mi
hermana” —pregunté a Erika por teléfono, haciendo malabares con mis
llaves mientras intentaba entrar a mi casa. Desde que Logan y yo nos
cruzamos en el restaurante, mis nervios han estado de punta. No podía
pensar de manera coherente, sentía nauseas, sentía rabia… Sentía…
¿Alivio?
Una gran parte de mí a veces dudaba si Logan seguía con vida,
incluso si Kellan me diera actualizaciones por aquí y por allá.
—Créeme, no tenía idea —dijo Erika. Finalmente abrí mi puerta
principal y en segundos, me tiré en el sofá—. Kellan envió un S.O.S. para
él supongo. Es un desastre. Supone que se quedara con nosotros por un
tiempo.
—¿Un tiempo? —pregunté—. ¿Cuánto es un tiempo? ¿Está allí
ahora? —Me debatí en caminar por su casa solo para ver su rostro. Sólo
para asegurarme de que era real.
—Aly —regañó, su voz sonando un poco como la de mamá cuando
nos disciplinaba de niñas—. No lo hagas.
—¿No qué?
—No vuelvas a ese camino. Logan Silverstone está fuera de tu vida. Y
creo que es mejor que lo mantengamos así.
¿Cómo se suponía que se mantuviera fuera de mi vida cuando está
literalmente a cuadras de mí, quedándose en la casa de mi hermana?
—Solo me daba curiosidad, Erika. En serio. —Me detuve,
escuchando el sonido viniendo del teléfono. Se hallaba reorganizando su
casa; sólo lo sabía. Podía oírla colocando los muebles alrededor. Cuando
sea que Erika se sentía nerviosa o molesta, siempre reacomodaba cosas, o
accidentalmente las rompía, con lo cual debía ir rápidamente a la tienda
por reemplazos. Era un raro capricho acerca de ella, pero le dejé a un
hombre un correo de voz cada día por cerca de cinco años, todos tienen
caprichos raros—. Vaya, él debe haber conseguido meterse realmente en
tu piel —dije, sacando un tubo de brillo labial y aplicándomelo una y otra
vez—. Puedo escucharte moviendo cosas alrededor.
—¿Puedes culparme? Es como el fantasma de la Navidad pasada
apareciéndose y diciendo “¿Oh? ¿Estás bajo algún tipo de estrés? Bueno,
déjame arruinar las cosas un poco más para ti”. 144
Saqué la caja.
La caja que se supone fue destruida años atrás. La caja de la cual
Erika pensó que me deshice porque lo dejé ir luego del millón de mensajes
de voz. Tenía que dejarlo. Pero fue empacado debajo de mi colchón, con
todos nuestros recuerdos dentro.
Le quité la tapa y fui a través de todas las fotos de nosotros desde
que éramos jóvenes. Levanté la margarita presionada de cuando me besó
por primera vez. Saqué el osito que robó del parque de atracciones cuando
el chico me estafó por el premio principal.
El boleto de las películas que fuimos a ver.
Las cartas de cumpleaños que siempre me hacía a mano.
Su encendedor.
—¿Por qué tienes que hacerme esto? —susurré, levantando la
sudadera de capucha roja que me dio la primera vez que salimos. Lo olí, y
casi podía oler los rastros de humo de cigarrillos que dejó en la tela—. ¿Por
qué tenías que regresar?
En el fondo de la caja había un tenedor de plata enmarcado. Cerré
los ojos mientras lo sostenía en mis manos. Me sentí en la pila de
recuerdos hasta que fue momento de empacar la caja y colocarla de
regreso debajo de mi colchón.
Debía deshacerme de ella algún día, estaba segura de ello.
Sólo que no hoy.
146
147
M
e sorprendí cuando entramos al restaurante de Jacob, Bro’s
Bistro. Fue muy divertido ver cómo Jacob cambió su vida.
Cuando éramos más jóvenes, solíamos fumar marihuana y
bromear acerca de cómo los dos queríamos ser chefs y ser dueños de
restaurantes. Fue genial ver su sueño vivo en acción.
—¡Bueno, que me condenen! Mira lo que trajo el gato —exclamó
Jacob desde detrás de la gran barra—. Logan Silverstone. Nunca imaginé
que te vería de nuevo en estas partes de la ciudad. —Tenía el cabello corto
y la misma sonrisa grande y torpe que siempre mostró en el pasado.
Sonreí. —Ha pasado un largo tiempo, hombre, eso es seguro.
—Te ves bien —dijo, corriendo hacia mí, y dándome un abrazo de
oso—. Saludable.
—Tratando, hombre. Tratando. Este lugar es increíble, Jacob.
—Sí, sí. Todavía es temprano —dijo—. Se llenará un poco más cerca
de las siete u ocho. Y mañana es noche de micrófono abierto, donde
encontrarás a tu hermano presentándose.
Levanté una ceja. —¿En serio? No te he oído tocar la guitarra y
cantar en un tiempo jodidamente largo, Kellan.
—Sí. Estoy intentando volver a las cosas que amo, ¿sabes? La vida
es demasiado corta como para no hacer lo que te hace feliz.
—Esa es la verdad. Este lugar es realmente genial, Jacob. No todos
los días alguien tiene un sueño y lo hace realidad —dije mientras me
acompañaba por todo el lugar, y me mostraba todo—. Sin embargo, tú lo
estás haciendo. Estás viviendo tu sueño.
—Eso trato. —Se rio—. Resulta que administrar tu propio
restaurante, es jodidamente difícil.
—Sólo pensar en ello es agotador.
—¿Dicen por ahí que obtuviste tu título culinario mientras estuviste
en Iowa? —preguntó, llevándonos a Kellan y a mí a la barra.
—De hecho, lo hice. Nunca pensé que lo lograría, pero... —Alyssa
siempre lo supo—. Pero lo hice.
Sonrió ampliamente. —Mierda. Eso es increíble, hombre. ¿Quién se
hubiera imaginado que dos chicos jodidos como nosotros lograríamos ir a
la universidad? ¿Qué les puedo ofrecer? ¿Cerveza? ¿Martinis femeninos?
—preguntó Jacob, limpiando la barra. 148
—Quiero agua —dijo Kellan.
Me reí. —Todavía el animal fiestero salvaje que siempre supe que
eres, hermano. Voy a tener una Bud Light —dije a Jacob.
Kellan arqueó una ceja. —Veo que eres tan salvaje y loco como yo.
Jacob agarró las bebidas y las puso delante de nosotros antes de
dejar sus codos sobre el mostrador. Entrelazó los dedos, su cabeza
apoyada sobre sus puños. —Entones, Iowa, ¿eh? ¿Qué diablos hay para
hacer en Iowa?
—Absolutamente lo que parece que habría para hacer. Nada.
Trabajar, dormir, mujeres, y marihuana. Lave, enjuague, repita. —Kellan
hizo una mueca ante la mención de la marihuana de la misma manera que
Alyssa lo hizo—. Dame un respiro, Kellan. No estoy usando nada más. Sólo
un pequeño cigarrillo aquí y allá.
—Sólo no quiero que recaigas, eso es todo.
—No lo he hecho en años. Estoy bien. —Me aclaré la garganta—. Por
cierto, gracias por ayudarme con el alquiler del último mes. Y el mes antes
de ese... —Mis palabras se desvanecieron en un susurro—. Y el mes antes
de ese... —A pesar de que tenía un título, encontrar un trabajo de verdad
era bastante difícil.
—Cuando quieras. —Sonrió, sabiendo que estaba cambiando de
tema, pero me lo permitió—, pero vamos a asegurarnos de que nunca se lo
mencionamos a Erika, ¿de acuerdo?
Jacob se rio. —Eso debe ser raro, Kellan.
—¿Qué cosa? —preguntó.
—Tener las pelotas agarradas tan firmemente por una mujer.
Reí. —Me sorprende que todavía tenga alguna de sus bolas.
—Jódanse, chicos. Si, Erika es un poco... —Kellan arrugó la nariz,
buscando la palabra correcta.
—¿Maniática del control? —ofreció Jacob.
—¿Agobiante? —dije.
—¿Dramática?
—¡¿Extremadamente dramática?!
—¿Maternal?
—¿Menospreciadora? —bromeé.
—Estable —dijo Kellan, bebiendo su agua—. Erika es estable. Es
todo lo que me mantiene conectado a tierra. Es difícil, sí, pero elegiría
sostener su mano cualquier día porque ella es fuerte. Es mi ancla. 149
Jacob y yo quedamos en silencio, un poco aturdidos.
—Guau. —Jacob exhaló un profundo suspiro—. Eso es tan... —Sus
ojos se aguaron—, eso es tan jodidamente cursi.
Me reí. —Súper cursi.
—Es como si unicornios y ositos cariñositos tuvieran un bebé y
Kellan fuera el resultado. —Sonrió Jacob.
—Jódanse. No esperaba que dos tarados solteros entendieran algo
acerca de las relaciones —dijo Kellan—. Entonces, ¿te gusta el lugar?
—¿Gustarme? Es asombroso. Apuesto a que la comida sabe tan bien
como se ve. Si viviera aquí, vendría a este lugar todos los días.
Una sonrisa maliciosa se abrió camino por la cara de Kellan, y no
pasó mucho tiempo antes de que la cara de Jacob tuviera la misma mirada
de placer. —Es curioso que lo menciones, porque Jacob y yo estábamos
hablando... Si tuvieras que quedarte en la ciudad, tendrías un puesto de
trabajo. Él está buscando un chef —ofreció Kellan.
—Es buen pago. Es decir, el Jefe General es un idiota total, pero se
trata de un buen trabajo —agregó Jacob.
Me reí, porque era una idea ridícula. Dejé de reír cuando vi lo serios
que ambos lucían. —Sin ánimo de ofender, Kellan. Pero dado que no habrá
boda pronto, estoy tomando el primer tren de regreso a Iowa.
—¿Sí? ¿Puedes permitirte un billete de tren de vuelta? —me
preguntó Kellan.
Levanté una ceja. —¿Qué? Dijiste que cubrirás el pasaje.
—No es cierto. Te dije que me gustaría comprarte el boleto hasta
aquí. No he dicho nada acerca del de vuelta.
—Vete a la mierda —dije de una vez. Me volví hacia mi hermano,
confusión en mi mirada—. Hablas en serio, ¿verdad? —Miré a Jacob—.
Estás hablando jodidamente en serio, ¿verdad?
—Sólo estoy diciendo, hermano. Este es tu hogar. Y siempre eres
bienvenido en tu hogar.
—Me estás manteniendo como rehén —contesté, desconcertado.
—Te estamos ofreciendo un trabajo —respondió—. Escucha, si
realmente quieres un boleto de regreso a Iowa, te lo voy a comprar por la
mañana. Pero la oferta siempre está en pie. —Kellan realmente empujaba
la idea de que me quedara, y por mi vida que no podía entender por qué.
True Falls no era el lugar que consideraba más mi hogar. Sólo era los
demonios pasados de mi vida. 150
—Tomaré el billete de ida. Sin ánimos de ofender, Kellan. Te amo, lo
hago. Pero, ¿esta ciudad? No me puedo quedar aquí y permanecer sano.
Simplemente, no puedo.
Asintió entendiendo. —Lo entiendo. Sólo pensé en ofrecértelo.
Le di las gracias.
—Entonces, ¿te encontraste con Alyssa antes? ¿Cuál es tu plan de
ataque si eso ocurre de nuevo? —preguntó Kellan.
—Voy a hacer caso omiso de ella, y apartarla. Ella y yo no podemos
retroceder. No puedo ir por ese camino nunca más, y está definitivamente
mejor sin mí. Pero —dije, cambiando de tema—, es bueno ver que estas
limpio, Jacob.
Él asintió. —No pasó mucho tiempo después de que te fueras de la
ciudad, en realidad. Un día me desperté y no pude hacerlo más. No fui a
rehabilitación, pero hice lo de la iglesia por un tiempo, lo que ayudó. No he
ido a la iglesia en años, pero me afectó lo suficiente que me convertí en un
ministro ordenado.
Me reí. —De ninguna manera.
Sonrió, señalando los pulgares a su pecho. —Si alguna vez piensas
en casarte, mantén a este tipo guapo en mente. —De la nada, Jacob se
inclinó hacia delante con la expresión más solemne que jamás le vi—.
Logan, en un tono más serio, tengo que preguntarte algo realmente
importante...
Suspiré, sabiendo que no podía evitar las preguntas que mucha
gente probablemente tenía para mí. El mismo tipo de preguntas que Sadie
me disparó en el motel. ¿Cómo estuvo la rehabilitación? ¿Has metido la
pata? ¿Sigues pensando acerca de usar? —¿Sí, Jacob?
—¿Cómo demonios mantienes tu cabello tan perfecto? Es más
brillante que cualquier cosa que he visto en mi vida. ¡Y el volumen! Mierda.
Tengo el cabello corto, y me lo tuve que casi rapar sólo para verme semi-
decente.
—Oh, Dios mío. —Gimió Kellan, rodando los ojos—. No le pidas que
hable de su cabello.
—Te lo dije, Kel, la envidia es un pecado. —Me reí—. Una vez al mes,
me lo acondiciono a fondo con yemas de huevo y aguacate.
—¿De verdad?
—De verdad. Pero cuando lo laves después de cuarenta y cinco
minutos, no uses agua caliente. De lo contrario los huevos se volverán
revueltos en tu pelo y estarás recogiendo los pedazos durante una semana.
Además, el baño con agua fría es bueno para los folículos del cabello, 151
ayudando a que crezca más sano y fuerte. Puedo hacerte una lista con
todos los productos que uso si quieres.
—¿No me digas? ¿Harías eso?
—Claro, no hay problema.
—No puedo creer que esta conversación está ocurriendo en serio en
este momento. —Suspiró Kellan, rodando los ojos tan fuerte, que pensé
que quedaron atascados en la parte posterior de su cabeza. Podría haber
tenido una mejor vida que yo cuando crecía, pero la broma era sobre él
hoy, porque al menos mi cabello todavía se veía jodidamente asombroso
mientras el suyo dejaba de existir.
Nos quedamos en el restaurante por un rato más, sin hablar del
pasado, sin hablar del futuro, sino simplemente disfrutando el momento
actual.
—No me gusta tener que terminar esta reunión, pero será mejor que
regrese para ayudar a Erika con la cena —dijo Kellan.
Me levanté del taburete y estiré la mano hacia Jacob, y él me la
agarró. —Es bueno verte, Jacob.
—A ti también, Logan. Te ves bien. Muy bien, hombre.
—Igualmente. Y em, nunca fui capaz de decir esto, pero perdóname
por lo que dije hace mucho tiempo. Acerca de tu adicción a la pornografía
y el comentario del tenedor.
Él rio. —Te perdono, amigo. A pesar de que no era un tenedor, era
una cuchara congelada. ¡Y oye, no se te olvide conseguirme esa lista de
productos para el cabello!
No sabía si eso lo hacía más normal, o más raro, pero, de cualquier
manera, fue bueno estar cerca de una cara familiar.
152
Traducido por Ivy & Pamela Iride
M
i espalda quedó contra la puerta de la habitación hasta que
oí a Alyssa irse. Apartarla iba a ser difícil para mí
permaneciendo en la ciudad, debido a que una gran parte
de mí como siempre quería tirar de ella más cerca.
Me senté en mi habitación con mi teléfono celular, con el navegador
web abierto, buscando información sobre el cáncer de colon. Mis ojos
bailaban a través de páginas y páginas de información, llenándome de más
pánico del que pensaba que podía manejar. Durante un tiempo leí una
historia tras otra de los supervivientes, pero entonces de alguna manera
viajé en el oscuro mundo de la Internet, donde existían las historias de
aquellos que pasaron a toda prisa el cáncer de colon.
Encontré remedios naturales. Encontré mentiras comunes. Mis ojos
permanecieron abiertos hasta que salió el sol, enviando luz a través de mi
ventana.
A medida que mis ojos se pusieron tan pesados como mi corazón,
apagué mi teléfono.
La única cosa que aprendí esa noche fue que las páginas web de
información médica eran el diablo, y Kellan probablemente no lo haría a
través de la noche.
Saqué un cigarrillo y lo prendí con mi encendedor. Abrí la ventana,
dejé el cigarrillo en la cornisa, y me permití esos pequeños momentos para
hacerme daño.
166
L
a oficina del doctor James Petterson se sentía fría. Más fría de
lo que necesitaba. Claro, fuera probablemente se encontraba
cerca de los treinta y dos grados, lo cual era muy caliente para
el clima de Wisconsin, pero no existía necesidad de que fuera un cubo de
hielo en su habitación. James —o Toothpick Jimmy —T.J.) como todo el
mundo alrededor de la ciudad lo llamaba debido a su cuerpo alto y
delgado—, era el único médico que conocía y en quien confiaba. Sin
embargo, no parecía un médico normal. La mitad del tiempo me
preguntaba si T.J. era incluso un verdadero médico o si se aburrió un
sábado por la noche, compró un estetoscopio, se puso un abrigo blanco y
nunca se lo quitó. Vivía en el apartamento justo encima de su oficina,
también.
Su oficina incluso parecía que era un consultorio médico falso. En la
repisa de la chimenea detrás de su escritorio había una enorme cabeza de
ciervo que juraba que derribó con los ojos cerrados hace años. Al lado de
la cabeza de venado se hallaba lo que se suponía que era la piel de un oso
negro, pero realmente era sólo una alfombra que probablemente encontró
de Walmart en una liquidación. Sacaba a relucir la historia de cómo mató
al oso con una lata de cerveza en su mano derecha y una escopeta en su
izquierda.
En la esquina de su escritorio, T.J. tenía un frasco de gomitas junto
con regaliz negro al lado derecho.
Me asaltó la idea de un médico empujando dulces en las caras de
sus pacientes, pero para T.J. tenía sentido, viendo cómo su esposa Effie
era una de las pocas dentistas de la ciudad y siempre buscaba nuevos
pacientes.
Sin embargo, T.J. y su esposa debían haber usado más sentido
común cuando eligieron el caramelo, porque nadie con su mente bien
comería regaliz negro.
Crucé los brazos, presionándolos contra mi cuerpo para darme calor.
Mierda. Helaba. Mis ojos se movieron hacia la silla justo al lado de mí,
donde Kellan se hallaba sentado.
Cuando miré hacia T.J., vi que sus labios seguían moviéndose
rápidamente. Continuaba explicando la situación una y otra vez. Al menos
eso es lo que pensaba que hacía. Sin embargo, no podía estar seguro
porque ya no lo escuchaba.
No sabía el momento exacto en que dejé de oír las palabras que
salían de su lengua, pero durante los últimos cinco o diez minutos 167
simplemente veía cómo se movía su boca. Sonidos sin sentido fluyendo de
sus labios.
Mis manos agarraron el lado de mi silla y me mantuve firme.
La conmoción fue la peor parte, sin saber si debía reírme o llorar al
diagnóstico. Sin saber si debería enojarme y golpear una pared. Sin saber
cuánto tiempo me fui con mi hermano. La abrumadora sensación de
aislamiento tomó mi respiración. Los latidos del corazón que se
apoderaron de mi sistema eran aterradores, pero no desconocidos. El
miedo y la ira hacían cada momento insoportable.
—Logan —dijo T.J., tirándome de nuevo a la conversación—. Este no
es el fin para tu hermano. Está trabajando con los mejores doctores del
estado. Está recibiendo el mejor tratamiento.
Kellan rozó sus dedos contra su cuello y asintió. —Este no es el fin
para mí, Logan. Es sólo un traspié. —Su cabeza asintiendo con su elección
de palabras, me confundió. Si no fuera el final, ¿no sacudiría la cabeza en
vez de asentir?
Mi mano derecha rozó mi mejilla y aclaré mi garganta. —
Necesitamos una segunda opinión. —Comencé a pasear por el pequeño
porche del patio y mis manos corrían a través de mi cabello—. Y entonces
queremos una tercera opinión. Y una cuarta.
Eso es lo que la gente hacía, ¿verdad? ¿Buscaban una respuesta que
fuera más agradable? ¿Más prometedora?
—Necesitábamos una mejor respuesta.
—Logan... —T.J. hizo una mueca—. Obtener segundas opiniones
solo nos ralentizará. Ya estamos atacando esto desde la cabeza, y tenemos
esperanza...
Sucedió de nuevo. Dejé de escuchar.
El resto de la reunión continuó, pero no dije otra palabra. Ya no
había nada que decir.
Kellan y yo condujimos en silencio todo el camino de regreso a su
casa, y mi mente no se calló, repitiendo la palabra cáncer una y otra vez.
Mi hermano, mi héroe, mi mejor amigo tenía cáncer.
Y ya no podía respirar.
Cuando Kellan me dijo que Erika quería detenerse en algún lugar 168
antes de que me dejara en casa de mamá, no me hubiera imaginado estar
sentados en el pasillo cinco de una tienda durante más de veinte minutos.
Pasó un día entero desde que Logan me contó las noticias sobre su salud,
y sólo pensé en usar drogas cada minuto para hacerle frente, lo cual era
mejor cada segundo. Sin embargo, Erika tenía un tipo diferente de
adicción que la ayudaba a lidiar con el estrés, llamado Pottery Barn.
—¿Cuánto tiempo vamos a estar aquí? —le pregunté a Erika,
mientras nos parábamos delante de una exhibición de platos carísimos.
Permanecimos allí por lo menos veinte minutos, mientras contemplaba qué
nuevos conjuntos de platos debían escoger, ya que rompió casi toda la
porcelana de su casa.
—¿Quieres callarte? —ordenó, con los brazos cruzados, los ojos
entrecerrados y su mente obviamente completamente loca—. Esto lleva
tiempo.
—No realmente. —Hice un gesto hacia un conjunto—. Mira. Platos.
Oh, mira, más platos. ¿Qué tenemos aquí, Erika? Creo que son platos.
—¿Por qué tienes que ser tan difícil todo el tiempo? Realmente
esperaba que durante estos cinco años hubieras madurado un poco.
—Siento decepcionarte. Pero, en serio, ¿podemos irnos?
Me lanzó una mirada molesta. —¿Por qué tienes tanta prisa por ir a
ver a tu madre? Te has ido hace cinco años, dejando a Kellan para
manejar todo. Tenía que estar allí cuando se cayó a pedazos, y ni siquiera
la contactaste. Nunca la llamaste ni nada, ¿por qué ahora?
—Porque mi hermano tiene cáncer, mi madre es adicta, y me siento
como un hijo de mierda y hermano por irme y no volver. ¿Es eso lo que
quieres escuchar, Erika? Lo entiendo, soy una mierda. Pero si pudieras,
sinceramente, tomar dos segundos para dejar de lanzarlo en mi cara, eso
sería muy agradable.
Bufó una vez, moviéndose hacia delante y hacia atrás en sus
talones. Su mirada se apartó de mí, a los platos que teníamos ante
nosotros, y volvimos a nuestro silencio.
Cinco minutos. Diez minutos. Quince minutos.
—Ese. —Asintió, señalando delante de ella—. Llevaré ese. Agarra dos
juegos, Logan.
Girando los talones, se dirigió en dirección al cajero, dejándome
perplejo. —¿Por qué estoy tomando dos? —grité. No se molestó en
contestarme, sólo se apresuró.
Haciendo malabares con los dos juegos en mis brazos, me tambaleé
hasta el frente de la tienda, colocando las cajas en frente de la cajera.
Erika y yo permanecimos en silencio hasta que el cajero nos dijo el precio 169
final de los platos.
—Ciento ocho dólares y veintitrés centavos.
—Tienes que estar jodiéndome. —Me ahogué—. ¿Vas a pagar más de
cien dólares por platos?
—No es asunto tuyo lo que hago con mi dinero.
—Sí, pero, vamos, Erika. Podrías comprar fácilmente algunos platos
baratos de una tienda de a dólar o algo así, y verás cómo los romperás
mañana de todos modos.
—No cuestiono en lo que Kellan gasta su dinero, o debería decir, con
quién se lo gasta. Así que prefiero que no cuestiones mis decisiones de
gasto.
—¿Sabías que Kellan me daba dinero?
—Por supuesto que lo sabía, Logan. Si hay algo que Kellan es, es un
mal mentiroso. No me importa que te esté dando el dinero, pero... —
Suspiró, y sus ojos se suavizaron cuando se volvió. Por primera vez desde
que volví, parecía derrotada—. No le defraudes, Logan. Él está cansado. No
actuará como que lo está, pero lo está. Está agotado. Estando de vuelta
aquí lo hace feliz. Eres bueno para él ahora mismo. Sólo quédate bien, ¿de
acuerdo? Por favor, no lo decepciones.
—Juro que no me estoy drogando, Erika. Eso no es sólo una mierda
que he estado diciendo. Realmente estoy limpio. —Cada uno agarramos
una caja y caminamos hacia su auto, poniéndolos en el maletero antes de
saltar al auto, y ella comenzó a conducir al apartamento de mamá.
Asintió. —Te creo. Pero, estamos a punto de ir a ver a tu mamá, y sé
cuán detonante era para ti.
—No soy el mismo chico que era.
—Sí. Te escucho. Pero confía en mí. Tu madre es la misma persona
que era entonces. A veces pienso que la gente realmente no cambia.
—Lo hacen —dije—. Si se les da una oportunidad, la gente puede
cambiar.
Tragó saliva. —Espero que estés bien.
En el momento en que llegamos a donde mamá, le pregunté a Erika
si subiría, y declinó, mirando alrededor. —Me quedaré aquí.
—Es más seguro dentro.
—No. Está bien. No me gusta ver... ese tipo de estilo de vida.
No la culpo. Mis ojos se arrastraron por las calles oscurecidas y vi a
unas cuantas personas pasando el rato en las esquinas, como cuando era
niño. Tal vez Erika tenía razón. Tal vez algunas personas, cosas y lugares 170
nunca cambiaban.
Pero tenía que esperar que algunos lo hicieran.
De lo contrario, ¿qué hacía exactamente conmigo?
—Simplemente no te tardes una eternidad, ¿de acuerdo? El
espectáculo de Kellan empieza en cuarenta y cinco minutos —dijo Erika.
—Supongo que no deberíamos haber pasado dos horas de pie frente
a los platos, ¿eh?
Me sacó el dedo. Un término de cariño, apuesto. —Saldré rápido.
¿Estás bien aquí?
—Estoy bien. Sólo date prisa.
—Oye, ¿Erika? —dije, saliendo del auto.
—¿Sí? —Mis ojos una vez más miraron a la gente en los rincones,
viendo en nuestra dirección.
—Cierra con seguro las puertas.
No sabía a qué me metía. Sabía que sería malo, pero supongo que no
sabía lo mal que estaba Ma. Kellan siempre mantuvo esas conversaciones
cortas, diciéndome que tenía que preocuparme de mejorarme en lugar de
preocuparme por asegurarme de que Ma estuviera bien.
Ahora era su turno de tomar su propio consejo.
Pero eso significaba que alguien tenía que dar un paso y
comprobarla, y tenía que ser yo. Y no podía dejar a Kellan caer cuando
más me necesitaba.
La puerta principal se encontraba desbloqueada, lo que me
preocupaba lo suficiente como para hacer que mi intestino se apretara. El
apartamento lucia completamente destrozado con latas de cerveza, botellas
de vodka, botellas de píldoras vacías y ropa sucia por todo el lugar.
—Jesús, Ma… —murmuré para mí mismo, algo sorprendido.
El mismo sofá roto en frente de la misma mesa de café repugnante.
Estaría mintiendo si dijera que no localizaba la bolsa de cocaína sobre la
mesa.
Chasqué la pulsera.
Solo respira.
—¡Quítate! —Oí gritar desde la cocina, la voz de mamá sonora y
temerosa. Mi corazón se me cayó al estómago y volví al infierno. Me
apresuré a entrar en la habitación, listo para arrancar a mi padre lejos de
ella, sabiendo que cada vez que gritaba, sus puños encontraban su camino 171
a su alma.
Pero cuando entré en la habitación, se hallaba sola, teniendo un
ataque de pánico. Rasguñó agresivamente su piel haciendo que se volviera
roja. —¡Aléjate de mí! ¡Bájate de mí! —gritó cada vez más fuerte.
Levanté mis manos y caminé en su dirección. —Ma. ¿Qué estás
haciendo?
—¡Están sobre mí! —gritó.
—¿Qué está sobre ti?
—¡Las cucarachas! ¡Están en todos lados! Las cucarachas están
sobre mí. ¡Ayúdame Kellan! ¡Quítame esta mierda!
—Soy yo, Ma. Logan.
Sus ojos apagados levantaron la mirada en mi dirección y por una
fracción de segundo, me recordó a una mamá sobria.
Entonces empezó a rascarse de nuevo.
—Bien, bien. Ven. Vamos a darte una ducha. ¿Bueno?
Después de un poco de trabajo, conseguí sentarla dentro de la
bañera mientras el rocío caía sobre ella. Seguía frotando su piel mientras
me sentaba encima de la tapa cerrada del inodoro.
—Kellan me dijo que ibas a dejar de drogarte, Ma.
—Sí. —Asintió rápidamente—. Seguro. Seguro. Kellan se ofreció a
enviarme a la rehabilitación, pero no lo sé. Puedo hacerlo por mi cuenta.
Además, esas cosas cuestan mucho dinero. —Me miró con los ojos
cerrados y sonrió, sosteniendo sus manos hacia mí—. Volviste a casa.
Sabía que volverías a casa. Tu padre dijo que no lo harías, pero yo lo sabía.
»Aún me vende a veces. —Bajó la mirada y empezó a lavarse los pies.
Las magulladuras en su espalda y las piernas casi me hicieron tener
arcadas. Sabía que eran de mi estúpido padre. Y el hecho de que no
estuviera allí para intervenir entre los dos me hacía sentir como si fuera
tan mala persona como él.
»¿Crees que soy bonita? —susurró. Las lágrimas corrían por sus
mejillas, pero ni siquiera pensé que supiera que lloraba.
—Eres hermosa, mamá.
—Tu padre me llamó una perra fea.
Mis manos formaron puños, y tomé algunas respiraciones
profundas. —Qué se joda. Estás mejor sin él.
—Sí. Seguro. Definitivamente. —Asintió rápidamente otra vez—. Sólo
deseaba que me amara, es todo. 172
¿Por qué nosotros como seres humanos siempre queríamos amor de
la gente que era incapaz de tal sentimiento?
»¿Puedes lavarme el cabello? —preguntó.
Estuve de acuerdo. Toqué ligeramente los moretones contra su piel,
y no pareció reaccionar en absoluto. Por un rato nos sentamos y
escuchamos el sonido del agua. No sabía cómo comunicarme con ella. Ni
siquiera sabía si quería, pero el silencio era demasiado para desnudar
después de algún tiempo. —Mañana iba a ir al supermercado, Ma.
¿Quieres conseguirme tu tarjeta de comida?
Cerró los ojos y juntó las manos. —¡Diablos! Oh, mierda. Debo
haberla dejado en el apartamento de mi amiga la otra noche. Vive justo en
la calle debajo de la mía. Puedo ir a buscarla —dijo, tratando de ponerse
de pie, pero la detuve.
—Todavía tienes jabón en el cabello. Lávate, sécate, y encuéntrame
en la sala de estar. Veremos la comida otro día.
Me levanté y me fui. Cuando llegué a la sala de estar, mis ojos
cayeron a la bolsa de cocaína sobre la mesa. —Joder... —susurré,
chasqueando mi banda.
Céntrate. Esta no es tu vida. Esta no es tu historia.
El Dr. Khan dijo que después de que dejara la rehabilitación,
surgirían momentos en que me encontraría segundos después de dar un
paso atrás en la rueda de hámster de mi pasado, pero luego me dijo que ya
no era mi historia.
Tenía las manos sudorosas y me senté en el sofá. No sabía cuándo
sucedió, pero de alguna manera la bolsa de cocaína se encontraba en mis
manos. Cerré los ojos, tomando algunas respiraciones profundas. Mi
pecho se sentía en llamas, mi mente salvaje. Estar en la ciudad era
demasiado para mí, pero dejar a Kellan no era una opción.
¿Cómo iba a sobrevivir?
—Mira, vamos a llegar tarde... —Erika entró en el apartamento y se
detuvo, viéndome con la cocaína en la mano. Rápidamente miré de un lado
a otro entre la cocaína y Erika. Ella suspiró—. Figúrate.
Dio media vuelta y se apresuró a salir de la habitación. Mierda. Con
prisa, la seguí, llamándola, pero me ignoró todo el camino hasta el auto.
Una vez que estuvimos dentro, aceleró el motor y se apartó de la acera.
Pasaron unos minutos sin intercambiar palabras.
—Escucha, lo que viste ahí arriba… —empecé, pero negó con la
cabeza. 173
—No hables.
—Erika, no es lo que piensas.
—No puedo hacer esto, Logan. No puedo. No puedo ser la que te
conduce para ir en estos paseos de la alegría. No puedo verte decepcionar
a tu hermano.
—No estoy consumiendo.
—Estás mintiendo.
Lanzando mis manos en derrota, solté un suspiro pesado. —Ni
siquiera sé cómo remotamente hablarte.
—Entonces no lo hagas.
—Bien. No lo haré.
Los dedos de Erika se apretaban firmemente alrededor del volante y
vi cómo su ambientador se balanceaba de un lado a otro en su espejo
retrovisor.
—Está enfermo, y está tratando de no mostrar su preocupación por
ti o por tu madre, pero está aterrorizado. Creo que tenemos que enfrentar
la realidad, y la realidad es que te vi con drogas en la mano. Lo último que
Kellan necesita es que tú lo estreses más.
—¿Qué pasa en tu cabeza? Inventas todas estas historias locas y
juzgas a la gente por cosas que nunca sucedieron. Te pareces mucho a tu
madre desquiciada, ¿sabes?
Se detuvo en el restaurante y puso el coche en el estacionamiento.
Con un tono áspero se volvió hacia mí y me dijo—: Y tú eres una copia de
la tuya.
174
—¡No soy para nada como mi mamá! —medio susurré, medio siseé,
persiguiendo a Erika al restaurante de Jacob.
—¡Te vi! —medio susurró, medio siseó de vuelta, enterrándome con
fuerza su índice en mi pecho—. ¡Te vi, Logan!
—Crees que viste algo, pero no lo hiciste. No iba a hacerlo.
—No me mientas, ¡idiota! ¡¿Cómo pudiste?! ¡Lo prometiste! ¡Lo
prometiste!
Antes de que pudiera responder, Kellan se acercó.
—¿Qué les tomó tanto tiempo? —preguntó. Erika tenía su ceño
fruncido pegado a la cara, pero lo obligó a cambiar de dirección cuando vio
la preocupación en los ojos de su prometido.
—Sólo tuve que hacer una parada en el camino —dijo, besando su
mejilla—. ¡Pero ya estamos aquí! ¡Y no puedo esperar a ver tu
presentación!
La mirada de Kellan se movió a mí, y mantuvo sus ojos llenos de
preocupación. Me encogí de hombros ligeramente, incapaz de realmente
mentirle a mí hermano.
Sus cejas bajaron con la comprensión. Asintió hacia la puerta
principal. —¿Quieres ir a tomar un poco de aire conmigo, Lo? Mi set no
inicia durante otros quince minutos.
—Sí, por supuesto —respondí. Tenía las manos metidas en los
bolsillos de mis vaqueros, todavía en puños por la forma en que Erika me
habló en el coche minutos antes. Sin embargo, ni siquiera podía estar
realmente enojado con ella al respecto. La persona que era cuando me fui
de la ciudad hace años, fue la única persona que alguna vez conoció. A sus
ojos, yo era el imbécil drogadicto que jodió sus vidas y rompió el corazón
de su hermana cuando nunca la volvió a llamar. A sus ojos, yo era el idiota
que casi mata a Kellan y a Alyssa la noche en que estuve en tan mal
estado, que me puse al volante. Era la persona responsable de que Alyssa
perdiera a nuestro hijo. A los ojos de Erika, yo era el equipaje de Kellan y
de Alyssa el cual ambos merecían descargar.
A sus ojos, era el yo que intenté tan duro en nunca volver a ser.
Kellan y yo salimos al exterior, y el frío de la noche otoñal golpeó
nuestras caras rápidamente. Se apoyó contra la pared de ladrillo del bar,
con su pie izquierdo en reposo contra las piedras y los ojos cerrados, su 175
cabeza inclinada hacia el cielo. Metí la mano en el bolsillo por un cigarrillo,
y me detuve.
Mierda.
Nada de fumar.
Me apoyé en la pared junto a él. —¿Cómo lo llevas? —pregunté,
sacando mi encendedor y empecé a prenderlo y apagarlo.
—¿Honestamente?
—Sí.
Cuando abrió los ojos, vi su lucha para contener las lágrimas. —
Practicaba con la guitarra, y mi mano empezó a temblar. El otro día pasó
también, y mis manos no paraban de temblar. Creo que todo está en mi
cabeza, porque tengo miedo de la quimioterapia. He leído un montón en
línea acerca de la quimio cerebral. Ahí es donde una persona pierde
algunas funciones cognitivas. Así que tal vez, incluso podría no ser capaz
de tocar la guitarra más. O escribir letras. Digo... —Se mordió el labio
inferior e inhaló profundamente. Mi rudo, siempre fuerte hermano, se
empezaba a agrietarse lentamente. Y no podía hacer nada al respecto—.
Digo... la música... ese soy yo. Esa es mi vida. Sin embargo, pasé tanto
tiempo huyéndole, y ahora, si no puedo tocar la guitarra...
—Tocaré por ti —dije, y en serio.
Se rio. —Tú no tienes un hueso musical en todo tu maldito cuerpo,
Logan.
—Puedo aprender. Y, demonios, ¿recuerdas cuando aprendiste a
cocinar después de que mi padre me rompió la mano?
—¿Cuando hice el pavo para Acción de Gracias ese año?
Me reí. —Y gritaste, “¡¿quién sabía que un maldito pavo tenía que
descongelarse durante más de cuatro horas?!” cuando trataste de cortarlo.
—¡Pero en serio! ¿Quién sabía eso?
—Um, ¿todo el mundo con un cerebro? O sea, para darte crédito,
nunca vi un pavo que estuviera completamente quemado en el exterior y
totalmente crudo en el interior. Para eso se necesita talento. ¿Qué dijo Ma
al respecto? —pregunté, recordando uno de los pocos buenos recuerdos
que compartimos.
Hablamos al unísono—: ¡¿Qué tipo de mierda es esta?! Si querían
matarme, podrían haber utilizado un cuchillo carnicero. Hubiera sido
menos doloroso que este maldito pavo.
Kellan y yo reímos al tiempo. Ni siquiera era tan gracioso, pero
estábamos muertos de la risa, riendo juntos con tanta fuerza que nuestras
costillas empezaron a doler. Las lágrimas por los recuerdos, corrían por mi 176
cara.
Cuando paramos, un frío silencio llenó el espacio, pero al menos en
este silencio no me sentía solo, porque mi hermano se encontraba
conmigo.
—¿Cómo estuvo ella hoy? —preguntó Kellan sobre Ma.
—No te preocupes, Kel. En serio. Estoy de vuelta, así que me
encargo de ella. Tienes un montón de mierda en tu plato. Es mi turno de
ayudar.
Inclinó la cabeza en mi dirección. —Sí, pero ¿y tú qué? ¿Cómo lo
llevas?
Suspiré.
No podía decirle lo cerca que estuve de drogarme.
No podía decirle cómo me rompió el corazón ver a Ma en la forma
que estaba.
No podía desmoronarme cuando más me necesitaba.
Tenía que ser fuerte por él, porque toda su vida se la pasó siendo la
persona que me salvó. Yo no era un héroe, no era un salvador, pero era su
hermano y realmente esperaba que fuera suficiente.
—Estoy bien, Kellan —dije. No me creyó—. Lo estoy, te lo prometo.
—Sabía que era una mentira, pero no me delató tampoco.
—Estoy muy preocupado por Ma. Y no estoy seguro de cómo
ayudarla... Y si no estoy... —Detuvo sus palabras al tiempo que sus
demonios y temores internos accidentalmente se deslizaron de entre sus
labios.
Empujándome fuera de la pared, me puse delante de él. —No. No. Ni
siquiera puedes llegar a decir esa clase de mierda, ¿de acuerdo? Mira,
estás aquí. Estás recibiendo la quimioterapia. Va a funcionar. ¿Bueno?
Su duda se reflejaba plenamente en su mirada.
Empujé suavemente su hombro. —No te estás muriendo, Kellan. ¿De
acuerdo?
Su mandíbula tembló, y asintió levemente. —De acuerdo.
—No, dilo con convicción. ¡No te estás muriendo! —dije, aumentando
mi voz.
—No me estoy muriendo.
—¡De nuevo!
—¡No me estoy muriendo! —dijo al aire fresco. 177
—¡De nuevo!
—¡No me estoy jodidamente muriendo! —gritó la última vez, sus
brazos extendidos en señal de victoria, una sonrisa en sus labios.
Le jalé en un abrazo apretado y lo sostuve. Escondí las lágrimas que
comenzaron a caer de mi cara, y asentí ligeramente, susurrando—: No te
estás muriendo.
Nos dirigimos de nuevo al interior del restaurante, y lo vi tocar, sus
manos más inestables de lo que me gustaría admitir, pero su música fue
mucho mejor de lo que le había oído. Erika lo miró como si estuviera
viendo el alma de su para siempre en este individuo. Ella lo amaba. Lo
cual era una razón suficiente para que yo la amara. Incluso si me odiaba
con todas sus fuerzas, una gran parte de mí la quería, por amarlo hasta la
médula.
—Tengo que volver a terminar de calificar mis ensayos —dijo Erika
después de que Kellan terminara su set. Todos nos quedamos en el bar
con bebidas en nuestras manos, riendo con Jacob, y olvidando por un
momento la realidad de nuestros días por venir.
—Voy contigo —le dijo Kellan. Metió la mano en el bolsillo y me tiró
las llaves del auto—. Puedes conducir mi auto, Logan. —Esas palabras
podrían no haber significado mucho para cualquier otra persona, pero
significaban que confiaba en mí.
Siempre confió en mí, incluso cuando no era digno de confianza.
—Nos encontraremos en tu auto, Erika. Sólo voy a agarrar mi
guitarra. —Ella asintió y se fue. En el momento en que ella se alejó, Kellan
se inclinó hacia Jacob, con la mirada más sincera en sus ojos—. Oye, sólo
quería saber. Si me pasara algo —Se detuvo, se volvió hacia mí y sonrió—,
que no lo hará, porque no me estoy muriendo. Pero si algo me pasara,
estaría bien con que cuidaras a Erika, ¿sabes? Estaría de acuerdo con eso.
Jacob se inclinó hacia delante, apoyando ambos codos sobre la
encimera. —Y este es el momento en que te digo que te largues por pensar
algo así.
Kellan rio. —No, pero en serio. ¿Cuidarías de ella?
—No estamos hablando de esto —respondió Jacob.
—Sí, Kel. Deja de ser dramático —concordé.
—Amigo. Tengo cáncer.
—Ni en broma saques la tarjeta del cáncer conmigo. —Se rio Jacob,
lanzándole un trapo—. Me importa una mierda —dijo en tono de broma.
—Pero, ¿prométeme que cuidarás de ella? —preguntó, por última
vez. 178
Jacob suspiró, pellizcando el puente de su nariz. —Aunque NADA va
a pasarte, si te hará dormir mejor en la noche, Erika será cuidada. Lo
prometo.
Kellan parecía visiblemente más ligero, sus hombros se relajaron, y
asintió antes de salir a unirse a su prometida.
Mientas me ponía el abrigo para salir, llamé a Jacob. Apoyándome
cerca de él, agarré su camiseta blanca y lo miré con ojos entrecerrados. —
Si alguna vez te veo mirando de cualquier manera a Erika, lo juro por Dios
que te rasgaré las pelotas y te las daré de comer.
Resopló riendo, hasta que vio la mirada severa en mi cara. —Amigo.
Erika es como una hermana para mí. Eso es asqueroso. Ahora, si esa
chica fuera Alyssa, por otro lado... —Sonrió y movió las cejas.
—Eres una persona terrible —dije secamente.
Se rio. —¡Estoy bromeando! Vamos. Eso fue gracioso. Confía en mí,
las chicas Walters están fuera de los límites.
—Bueno. Sólo quería asegurarme de que estábamos en la misma
página.
—Lo estamos. Además, Kellan no se está muriendo.
Asentí concordando en eso.
Porque Kellan no estaba muriendo.
179
M
etí mis manos en los bolsillos y me balanceé hacia atrás y
adelante en el porche de Alyssa. No sabía cómo me
encontraba allí de pie. No sabía si podría incluso mantener
la puerta abierta una vez que se diera cuenta de que era yo.
Pero no tenía otro lugar a donde ir. Sin nadie a quien recurrir.
Abrió la puerta y mis ojos bailaban sobre su cuerpo mientras hallaba
de pie con una camiseta blanca y vaqueros azules. Cuando me encontré
con sus ojos, casi me eché a llorar porque sólo estar cerca de ella me
recordó lo que se sentía no estar solo.
Con los brazos cruzados levantó una ceja. —¿Qué quieres, Logan?
¿Todavía me buscas para gritarme? ¿Para hacerme sentir como una
mierda? Porque es casi la una de la mañana y la verdad es que no quiero
oírlo. —La fuerte posición que ocupó casi me hizo reír, pero cuando abrí mi
boca para soltar una risa, me atraganté con el aire.
Vi sus ojos suavizarse. Salió al porche.
—¿Qué es? —preguntó, alerta, la preocupación que siempre se
encontraba en sus palabras era fuerte y clara.
Mi cabeza se sacudió hacia atrás y adelante. Mi estómago se anudó.
—Él es… —Me aclaré la garganta. Metí mis manos más profundamente en
mis bolsillos. Mi mirada cayó a las gastadas tablas de su porche—. Él es…
—Lo. Habla conmigo. —Puso una mano reconfortante en mi pecho,
sobre el corazón. Y sin pensarlo, mi corazón comenzó a acelerarse a causa
de su contacto—. ¿Qué pasa?
Abrí la boca, pero me atraganté con aire. Mi cuerpo empezó a
temblar mientras forzaba las palabras a salir de mi lengua. —Cuando
tenía once años, mi padre me hizo sentar en la lluvia torrencial, porque lo
miraba mal. Estuve allí durante más de cuatro horas, sentado encima de
un cartón de leche y él me miraba desde su ventana, asegurándose de que
no me moviera. Y um... Kellan vino a dejar algunas cosas. Tenía sólo
quince años, pero sabía que Ma pasaba por uno de sus puntos más bajos,
por lo que cada día tenía que parar a revisarme. Traerme comida. La ropa
que le quedaba pequeña. Cuando dio la vuelta a la manzana y me vio
sentado allí, empapado, vi su cara de color rojo y su mano derecha
formase en un puño.
»Le dije que estaba bien, pero no me hizo caso. Me llevó hasta el
apartamento y comenzó a gritarle a mi padre, llamándolo parasito esto y
paracito aquello. Lo cual es una locura, cierto, porque conoces a mi padre. 180
La gente no le replica, la gente ni siquiera lo mira a los ojos. Pero Kellan lo
hizo. Se hinchó el pecho, se quedó mirando al hijo de puta directamente a
los ojos y le dijo que, si alguna vez ponía una mano sobre mí, o me hacía
hacer alguna locura de mierda otra vez, como estar de pie bajo la lluvia, lo
mataría. No significaba eso, ya sabes. Kellan no le haría daño a una
mosca. Pero se puso de frente a mi mayor temor. Luchó por mí cuando no
podía. Y mi padre lo golpeó. —Solté una respiración baja, recordando—. Le
pegó duro, demasiado. Pero Kellan se ponía de pie. Una y otra vez, se
ponía de pie. Por mí. Se ponía de pie por mí. Siempre me cuidó ¿sabes? Es
mi hermano mayor. Es mi…
Mi cabeza se sacudió hacia atrás y adelante. Mi estómago se anudó,
dolió. »Él es… —Me aclaré la garganta y metí las manos más
profundamente en mis bolsillos. Mi mirada cayó a los cordones de mis
zapatos hechos jirones—. Es... se está muriendo. —Asentí, dándome
cuenta de que una vez que esas palabras salieron de mis labios, se
volvieron reales. Mi hermano, mi héroe, mi mundo, se estaba muriendo—.
Kellan está enfermo. Se está muriendo, High. Se está muriendo. —Negué
incontrolablemente, tratando de luchar contra las lágrimas ardientes que
se acumulaban en la parte posterior de mis ojos. Quería callar, quería
dejar de hablar, pero no podía dejar de repetir las palabras más
aterradoras del mundo—. Se está muriendo. Se está muriendo. Kellan se
está muriendo.
—Oh, Logan…
—¿Hace cuánto tiempo lo supiste? ¿Hace cuánto tiempo supiste que
está enfermo? ¿Por qué no me llamaste? Por qué no… se está muriendo...
—Sollocé. Jesús, era un desastre. Me encontraba a segundos de escapar.
Pero entonces se me acercó. Me sostuvo. Sus brazos se envolvieron a mí
alrededor y no habló. Solo me sostuvo fuerte mientras me perdía aquella
noche de verano en el porche de su casa.
Por un momento fuimos nosotros de nuevo. Por un momento ella fue
el fuego que mantenía mi frío corazón caliente por la noche. Por un
momento fue mi salvadora. Mi refugio seguro. Mi brillante y hermosa High.
Pero después de los altos, siempre venían los bajos.
—¿Qué está pasando? —preguntó una voz profunda desde detrás de
Alyssa, saliendo de la casa. Levanté la mirada mientras hablaba de
nuevo—. ¿Quién es éste?
Se puso de pie llevando un botón de la camisa hacia abajo con las
mangas enrolladas hasta los codos, pantalones y zapatos de aspecto caro.
Dio un paso al porche, mientras yo daba un paso lejos de Alyssa,
confundido.
—Dan este es Logan, es mi… —Vaciló, porque no sabía lo que
fuimos, con buena razón. La verdad era que no fuimos nada. Fuimos 181
recuerdos fugaces de algo que una vez fue. Nada más y nada menos—. Es
un viejo amigo.
¿Un viejo amigo?
Te amaba.
¿Un viejo amigo?
Tú me cambiaste.
¿Un viejo amigo?
Te extraño demasiado.
—¿Está todo bien? —preguntó.
Dan dio un paso más cerca de Alyssa con los ojos entrecerrados.
Colocó la mano en su hombro de una manera protectora, y por un
segundo pensé en estar dándole un puñetazo por tocarla. Por colocar su
mano sobre mi chica, pero luego recordé.
Ella no era mía.
No lo había sido en años.
Se encogió para que quitara su mano de encima.
Aparté la vista.
—Voy a irme. —Me reí, pero nada era gracioso. Chasqueé la banda
en mi muñeca, bajé los escalones y escuché a Alyssa llamarme poco
después.
La ignoré.
Tampoco hice caso del fuego dentro de mi alma.
El mundo nunca hacia promesas, pero sabía que siempre estaría
jodido por eso.
Me senté en la valla, mirando las estrellas que brillaban en el cielo.
Mis párpados eran pesados, pero no podía volver a la casa de Kellan. No lo
podía ver. Necesitaba dormir, y durante un tiempo consideré sólo
quedarme despierto mirando al cielo y tomando una siesta hasta que el sol
me despertara. Pero cada vez que cerraba los ojos, recordaba unas horas
antes, cuando T.J. confirmó la peor noticia de mi vida.
Mi corazón dolía más de lo que los corazones deberían estar
autorizados a doler. 182
Es mi hermano…
No podría imaginar que no estuviera allí. Y me odiaba en ese
momento. Me odiaba a mí mismo, porque una gran parte de mí quería huir
y encontrar fármacos. Una gran parte de mi quería sacar mi teléfono
celular y marcar los números de las personas que nunca necesitaba volver
a ver, para inyectarme alguna mierda. Una gran parte de mi quería caer en
el agujero del conejo, porque por ese agujero del conejo, no existían
sentimientos. Nada era real cuando una persona se hallaba en el agujero
del conejo, por lo que el dolor de la realidad nunca salió a la superficie.
Mis piernas dobladas y mis brazos alrededor de mis rodillas.
No recé. No creo en Dios. Pero por un momento de quiebre,
consideraba que el ser hipócrita comenzó aquella noche.
Mis ojos se cerraron e incliné mi cabeza hacia el cielo.
Los pasos eran tranquilos al principio. A continuación, la escalera de
metal empezó a balancearse ligeramente hacia atrás y hacia delante,
mientas hacia su camino a la cima.
Llevaba una bolsa de plástico, esos vaqueros ajustados y el chaleco
de punto, la preocupación en sus ojos permanecía.
Se encogió un poco, sin necesidad de palabras, pero me di cuenta
que pedía permiso para unírseme. Me encogí de hombros y sabía que era
un sí. A medida que sus pasos se acercaban, sentí mis ojos arder y el
corazón acelerarse. Se sentó a mi lado izquierdo, dobló las piernas, y
envolvió sus brazos alrededor de sus rodillas, tal como lo hice. Nuestras
cabezas se volvieron hacia el otro, donde se encontraron nuestros ojos.
Abrió la bolsa de plástico y sacó un paquete de galletas Oreo, una
cesta de plástico de frambuesas, un galón de leche, y dos tazas rojas
separadas.
Escuché cómo se arrugaba el paquete mientras retiraba las caras de
las galletas, dejando al descubierto una pequeña parte de nuestro pasado.
Desenrosqué la parte superior de la leche y luego serví dos tazas.
Desenroscó una galleta, colocando dentro una frambuesa, a
continuación, las puso juntas de nuevo, entregándomelas.
No podía recordar la última vez que tuve una Oreo de frambuesa.
Sus labios se convirtieron en una media sonrisa y asintió. Asentí
una vez en respuesta.
—¿Estás bien, Logan Francis Silverstone? —dijo.
—Estoy bien, Alyssa Marie Walters —respondí.
Nos alejamos el uno del otro, comimos dos cajas enteras de galletas 183
de frambuesa y nos quedamos mirando el cielo iluminado por las estrellas.
Cuando sintió frío, le di mi sudadera.
Cuando mi corazón se rompió, me cogió la mano.
184
U
nas pocas semanas pasaron desde que volví a casa para estar
con Kellan. Había pasado a través de dos rondas de
quimioterapia y parecía ser él mismo, aunque quizás un poco
malhumorado. Tendía a estar un poco molesto con cómo Erika le ayudaba
con su medicina y lo revisaba cada segundo de cada día. Ella respiraba
bajo su cuello, y si fuera honesto, diría que me sentía agradecido por ello.
Sabía que le molestaba, su persistencia sin parar, pero me hizo sentir un
cierto nivel de paz, sabiendo que tenía tan buen cuidado.
La boda se suponía que debió ocurrir la semana pasada, pero lo
pospusieron para el próximo mes. Me preguntaba con qué frecuencia se
había movido y reorganizado. Sabía que Kellan era el que lo empujaba
fuera, debido a sus reservas acerca de su enfermedad.
El jueves, me dio dinero para ir a comprar algunos comestibles a Ma.
Cuando fui a su casa, traje artículos de limpieza conmigo. La casa se
hallaba destrozada. Ma se encontraba desmayada en el sofá, y no me
molesté en despertarla. Si ella dormía, no se drogaba.
Era una locura para mí como se veía angelical mientras dormía. Era
como si los demonios de su mente fueran a descansar, y su verdadero yo
salía. Abastecí la nevera y los armarios con los alimentos que no se
echaban a perder rápidamente. No sabía lo mucho que debía estar
comiendo, pero de esa manera ella podía picotear cosas sin que se echaran
a perder demasiado rápido.
También le hice una lasaña. Uno de mis recuerdos favoritos de ella
era cuando decidió que quería estar limpia, y me pidió que le hiciera una
cena de celebración antes de que se internara en rehabilitación. Nos
reímos, comimos, y tuvimos un momento de lo que podría haber sido
nuestra vida, si ambos estábamos limpios.
Cuando salió de la casa, tropezó con mi papá, y la rehabilitación se
convirtió en un recuerdo lejano para ella.
Limpié el apartamento de arriba abajo, incluso poniéndome de
rodillas para fregar la alfombra. Caminé toda su ropa a la lavandería, y
mientras se lavaban, regrese a su apartamento y limpié un poco más.
No se despertó hasta que estuve de regreso en el apartamento,
doblando su ropa limpia mientras me sentaba en el suelo. Cuando se
sentó, bostezó. —Me pareció que era un sueño que estuviste aquí el otro
día. 187
Le di una media sonrisa. Ella me dio la otra mitad mientras se
frotaba sus delgados brazos.
—¿Limpiaste el lugar?
—Sí. Tengo algo de comida y lavé tu ropa, también.
Sus ojos se llenaron de lágrimas y siguió sonriendo. —Te ves bien,
muchacho. —Asintió una y otra vez, las lágrimas cayendo por sus mejillas.
No se limpió las lágrimas, permitiéndoles caer contra su barbilla—. Te ves
muy bien. —La culpa asumió el control mientras se rascaba su piel—.
Sabía que podías hacerlo, Logan. Sabía que podías conseguir estar limpio.
A veces me gustaría... —Sus palabras se desvanecieron.
—No es demasiado tarde, ya sabes, Ma. Podemos entrar en un
programa. Podemos conseguir que estés limpia, también. —No sabía que
todavía existía en mí, esa chispa de esperanza que siempre sostuve por
ella. Quería que se alejara de todo de este mundo. Todavía existía una
pequeña parte de mi alma que quería conseguir a los dos una casa, lejos
del lugar que creó tanto horror para los dos.
Por un segundo, parecía que lo consideraba, también. Pero entonces
parpadeó, y comenzó a rascarse de nuevo. —Estoy vieja, Logan. Soy vieja.
Ven aquí. —Me acerqué, y me senté en el sofá junto a ella. Tomó mis
manos en las de ella y sonrió—. Estoy tan orgullosa de ti.
—Gracias, Ma. ¿Tienes hambre?
—Sí —dijo. Me sorprendió un poco.
Arrojé la lasaña en el horno, y cuando terminó nos sentamos en la
mesa de comedor, comiendo directamente de la sartén. Me hubiera
gustado que pudiera haber encerrado este momento en mi corazón y
nunca dejarlo salir.
Mientras comía, las lágrimas seguían cayendo por su rostro.
—Estás llorando —dije.
—¿Lo estoy? —Se limpió su cara. Me dio otra sonrisa. Pero era una
sonrisa tan rota—. ¿Cómo está Kellan? —preguntó.
—¿Sabes sobre el…?
Asintió.
—Él está bien. Me pidió que fuera a una reunión de la terapia con él
la próxima semana. Va a superar esto, ya sabes. Es un hombre duro.
—Sí —murmuró, comiendo más de lo que la vi comer en un largo
tiempo—. Sí. Él es fuerte. Es fuerte. —Las lágrimas empezaron a caer más
rápidamente por sus mejillas, y las sequé—. Sin embargo, es mi culpa,
sabes. Le hice esto a él... yo era una madre de mierda. No estuve allí para
ustedes, muchachos. 188
—Ma. Vamos. —No sabía qué decir, cómo hacerla detener las
lágrimas.
—Es verdad. Tú lo sabes. Lo arruiné. Hice esto.
—No le diste a él cáncer.
—Sin embargo, no hice sus vidas fáciles. Fuiste a rehabilitación,
Logan. Rehabilitación. Me senté contigo en tu dieciséis cumpleaños e
hicimos rayas de coca. Te di mi adicción... —Sacudió su cabeza hacia atrás
y hacia delante—. Lo siento mucho. Lo siento mucho.
Se veía tan rota. Tan perdida. Era verdad, había estado vagando
alrededor perdida en su mente durante todo el tiempo que puedo recordar.
Durante mucho tiempo, estuve tan enfadado con ella. Sostuve tanta
amargura de las decisiones que tomó, pero no fue su culpa. Ella sólo
estaba corriendo vueltas y vueltas en su propia rueda de hámster, incapaz
de dejar de repetir todos sus mismos errores.
—Todos vamos a estar bien, Ma. No te preocupes. —Tomé su mano
en la mía, y la sostuve con fuerza.
En ese momento, la puerta principal se abrió y Ricky llegó
irrumpiendo.
Fue increíble lo mucho que mi odio hacia él todavía existía el
momento en que lo vi.
—Julie, ¿qué demonios? —dijo entre dientes. Sin embargo, se veía
muy diferente a la última vez que lo vi hace cinco años. Parecía...
¿deteriorado? Viejo. Cansado. Sus trajes elegantes que solía usar fueron
reemplazados por pantalones de chándal y camisetas. Sus zapatos de lujo
eran ahora zapatillas de deporte. Sus brazos una vez-musculosos no eran
tan fuertes y definidos como habían estado antes.
Me preguntaba si estaba usando el material que vendía.
—Me debes cincuenta dólares —gritó, y se detuvo cuando me vio. Su
cabeza inclinada a la izquierda, desconcierto en su mirada—. ¿Un
fantasma sólo cruza mi camino? —Mi pecho se apretó de la misma forma
en que siempre lo hacía cada vez que venía en mi camino. Sólo tomó un
momento antes de que su confusión se convirtiera en una sonrisa
siniestra. Parecía satisfecho por mi regreso, casi como si supiera que
estaría de vuelta.
—Tú sabes —Caminaba hacia mí, su pecho empujado hacia fuera—,
había rumores alrededor diciendo que volviste, pero pensé que era una
mierda. Ahora que estás de vuelta, puedes venir a unirte a mí en la
empresa familiar.
—Nunca voy a hacer eso. Nunca voy a ir por ese camino de nuevo. 189
Sus ojos se estrecharon y vi sus graves inhalaciones y exhalaciones.
Entonces se rio. —Me encanta eso. Me encanta que honestamente piensas
que eres lo suficientemente fuerte como para mantenerte limpio. —Se
acercó cara a cara conmigo, y en lugar de dar marcha atrás, me mantuve
firme. No tenía miedo de él nunca más. No podía tener miedo. Empujó mi
pecho con el suyo, tratando de hacerme volver a bajar—. Pero te conozco,
Logan. Veo en tus ojos la misma perra débil que reside en tu madre. No
hay manera de que jamás logres mantenerte lejos.
Vi lágrimas formándose en los ojos de Ma cuando dijo eso. Tuvo que
sentirse como un puñal en su alma, porque toda su vida, todo lo que
siempre hizo fue amarlo. Desperdició tantos años amando a un hombre
que amó controlarla y menospreciarla.
—No hables de mi mamá —dije, levantándome por ella porque no
tenía ni idea de cómo defenderse a sí misma.
Él se rio disimuladamente. —Amo a tu mamá. Julie, ¿no te amo?
Ella es mi primera y única. Eres para mí, bebé.
Mamá dio una especie de sonrisa, como si le creyera.
Algo que nunca entendí.
Me puso enfermo. —No la amas. Amas controlarla porque oculta el
hecho de que tú mismo eres nada más que una rata de mierda.
Me estremecí cuando sentí su puño en contacto con mi ojo. —Esta
rata de mierda todavía puede patear tu culo, pequeño niño. Sin embargo,
no voy a perder más tiempo en ti. Julie. Dame mi dinero.
Su voz temblaba de miedo. —Ricky, no tengo ahora mismo. Sin
embargo, voy a conseguirlo. Sólo tengo que... —Fue a golpearla, y di un
paso delante de él, esta vez bloqueando su golpe.
—Entonces qué, ¿te fuiste a un lugar de rehabilitación elegante y
vuelves pensando que simplemente puedes dar un paso atrás en este
lugar, Logan? —preguntó, molesto—. Confía en mí, no me quieres como tu
enemigo.
Metí la mano en mi bolsillo y agarré mi cartera, contando cincuenta
dólares. —Aquí. Toma y desaparece.
Arqueó una ceja. —¿He dicho cincuenta? Quise decir setenta.
Cabrón. Saqué otros veinte, y lo empujé a él. Aceptó de buena gana
los billetes, metiéndolo en su bolsillo. Se inclinó delante de la lasaña. —
¿Hiciste esto, hijo? —preguntó, sabiendo que llamándome hijo iba a
meterse debajo de mi piel. Tomó una cucharada de la comida, y luego lo
escupió, nuevamente en la sartén, arruinando toda la cosa—. Sabe como a
mierda. 190
—Ricky —dijo Ma, viniendo a defenderme, pero él le lanzó una
mirada que la hizo callar.
Se robó su voz hace mucho tiempo, y ella no tenía ni idea de cómo
encontrarla. —Actúas como si no me ocupara de ti, Julie. Eso es realmente
ofensivo. No te olvides quien se encontraba allí para ti cuando este
muchacho salió y te dejó. Y te preguntas por qué es tan difícil para mí
amarte. Me traicionas cada segundo que obtienes.
Su cabeza bajó.
—¿Y esto? ¿Él trayéndote comida y comestibles? Eso no significa que
se preocupa por ti, Julie. —Abrió los armarios y la nevera, cogiendo toda la
comida que compré para Ma, abriendo cada elemento y vertiéndolo en un
montón en el suelo. Quería detenerlo, pero Ma me dijo que lo dejara
tranquilo. Abrió una caja de cereal, bloqueado sus ojos conmigo y
lentamente lo vertió por encima de todo en el suelo, antes de abrir un
galón de leche y hacer exactamente lo mismo.
Luego, se acercó con sus zapatillas, y se dirigió a la puerta principal.
—Voy a manejar algunos negocios —dijo con una sonrisa—. Y, ¿Julie?
—¿Sí? —susurró, un temblor en su cuerpo.
—Limpia esa mierda antes de que regrese a casa.
Cuando la puerta se cerró, mi ritmo cardíaco comenzó a volver a la
normalidad. —¿Estás bien, Ma?
Su cuerpo parecía tenso, y no me miraba. —Tú hiciste esto.
—¿Qué?
—Él tiene razón. Me dejaste, y él se hallaba allí para mí. Eres la
razón por la que hizo este desastre. No estabas allí para mí. Él se encargó
de mí.
—Ma...
—¡Fuera! —gritó, con las lágrimas cayendo por sus mejillas. Empezó
a caminar hacia mí, golpeándome, como solía hacerlo cuando era joven.
Culpándome a mí porque el diablo no la amaba—. ¡Fuera! ¡Fuera! Todo es
tu culpa. Es tu culpa que él no me ama. Es tu culpa que este desastre está
aquí. Es tu culpa que Kellan se esté muriendo. Te alejaste de nosotros. Nos
dejaste. Nos dejaste. Ahora sal, Logan. Sal. Sal. ¡Sal! —gritó, golpeando
contra mi pecho, sus palabras confundiéndome, hiriéndome,
quemándome. Estaba histérica, recordándome demasiado a la Ma que una
vez conocí y odié. Sus palabras haciéndose eco en mi mente.
Es tu culpa. Es tu culpa que este desastre está aquí. Es tu culpa que
Kellan se esté muriendo. Nos dejaste. Nos dejaste. Nos dejaste. ... Kellan
está muriendo...
191
Mi pecho quemaba mientras parpadeaba una y otra vez, tratando de
no desmoronarme. ¿Cómo llegué de nuevo aquí? ¿Cómo me encuentro en
exactamente el mismo tipo de posición en la que me encontraba hace cinco
años? ¿Cómo estaba de nuevo en la rueda de hámster de la que pasé tanto
tiempo huyendo?
No dejó de pegarme. No se detuvo de culparme.
Así que empaqué mis cosas y me fui.
193
Alyssa 194
No llegamos más lejos que el piano en la sala de estar. A medida que 198
su boca encontró mis labios, me besó como nunca me habían besado
antes. Fue duro, áspero, feo y triste. Tan jodidamente triste. El fuego en mi
pecho ardía mientras le devolvía el beso con más fuerza, deseándolo más
de lo que podría haberme deseado alguna vez. Rasgamos la ropa del otro,
sabiendo que este era un tiempo fuera en la vida. Esta era una
oportunidad para silenciar nuestra mente y follar el dolor fuera del otro.
Envolvió sus brazos a mí alrededor y me levantó, colocando mi espalda
apoyada en el piano.
Tomó mi mano y la deslizó sobre su dureza. Lo acaricié mientras me
follaba con su dedo, nuestra mirada nunca vaciló del otro.
Sentir.
Saborear.
Chupar.
Sí…
Metiendo la mano en su bolsillo, sacó un condón y se lo deslizó
antes de extender mis rodillas más amplias. Mientras se deslizaba en mí,
grité de felicidad, de placer, de la clase más profunda de dolor. Sus dedos
se clavaron en mi piel mientras las mías se aferraban a su espalda. Mis
brazos lo agarraron apretadamente mientras empujaba profundamente en
mí, haciendo temblar a mi cuerpo debajo de su peso corporal. Nos
sacudimos contra las teclas del piano, los sonidos a juego con nuestros
deseos, nuestras necesidades, nuestra confusión, nuestros miedos.
Rodaba dentro y fuera de mí, y le rogué nunca dejarme ir. Estábamos tan
rotos. Estábamos tan agotados de las vidas que vivíamos. Pero esa noche
hicimos el amor con las piezas rotas.
Fue intenso, fue sagrado, fue desgarrador.
Tenía sus puntos bajos, tuvo sus altos.
Oh, Dios. Se sintió tan mal, sin embargo, siempre bien.
Lo extrañaba.
Extrañaba a nosotros.
Nos extrañaba tanto a nosotros.
Cuando se fue, no dijo una sola palabra.
Cuando se fue, yo esperaba que volviera mañana.
199
200
Traducido por Liz de Rossi
H
e cocinado desde que tenía cinco años. Ma solía dejarme en
casa con nada más que una lata de sopa, así que tuve que
aprender a usar un abrelatas y la estufa para calentarlo todo
por mi cuenta. Cuando cumplí nueve años, hacia pizzas de tamaño
personal con masa casera, usando salsa de tomate y rebanadas de queso
Kraft como ingredientes. Para el momento en que tuve trece años, sabía
cómo rellenar y asar un pollo entero.
Así que el hecho de que Jacob se sentara con el ceño fruncido frente
a mí era preocupante. Nos sentamos en una cabina de Bro’s Bar & Grill
mientras ponía mi plato de risotto de setas y salchichas frente a él. El
restaurante se hallaba todavía cerrado, y era la segunda vez que lo hacía
sentarse frente a mí con una entrada.
—Mmm… —murmuró, tomando la cuchara y recogiendo un gran
bocado de risotto. Lo vi masticar muy lentamente, sin mostrar ninguna
emoción en su rostro mientras consideraba su opinión, como si mi comida
fuera lo suficientemente buena como para permitirme trabajar en su
cocina.
—No —dijo rotundamente—. Esto no es así.
—¿Estás bromeando? —pregunté, sorprendido y ofendido—. Ese
plato me llevo a través de la escuela culinaria. Fue mi plato final.
—Bueno, tus maestros fallaron contigo en ese momento. No sé cómo
hacen las cosas en Iowa, pero aquí en Wisconsin, nos gusta la comida que
realmente tiene buen sabor.
—Que te jodan, Jacob.
Sonrió. —Tráeme otro plato la próxima semana. Ya veremos cómo
va.
—No voy a seguir trayéndote platos para que los sigas rechazando.
Esto es ridículo. Puedo hacer la comida de tu menú. Sólo dame el trabajo.
—Logan. Te quiero. Realmente lo hago. Pero no. ¡Necesito que
cocines con el corazón!
—¡Cocino con mis manos!
—Pero no con algún corazón. Vuelve cuando lo encuentres.
Le mostré el dedo medio. Se rio de nuevo. —¡Y no olvides que todavía
me debes la receta de la mascarilla para el cabello!
201
L
a primera vez, se paró en mi porche, se pasó las manos por el
cabello y me dijo que no lo invitara a entrar. Luego, regresó al
día siguiente, y al siguiente. Y el siguiente después de ese.
Quería saber el tipo de pensamientos que recorrían su mente cada día.
Cuáles eran sus sueños y cuáles eran sus pesadillas. Pero como no
estábamos hablando, tendría que usar su lenguaje corporal para
entenderlo. Cuando se sentía enojado con sus padres, era rudo. Cuando se
le rompía el corazón por Kellan, su cuerpo se prolongaba un poco más
contra el mío.
Me moví a la izquierda de mi marco de la puerta. Él entró a la casa.
No lo hicimos más allá del vestíbulo esta vez. Rasgó mi ropa y yo
desgarré la suya. Me levantó contra la puerta del armario delantero, y tiró
de mi cabello mientras mis manos se enredaban en las suyas. Tenía las
piernas envueltas alrededor de su cintura, y no me advirtió antes de
entrar. El choque me invadió, haciéndome gemir su nombre cuando
comenzó a golpearme, cada empuje más duro que el anterior. Me hallaba a
segundos de perderme contra él.
Una de sus manos me agarró la espalda y la otra me apretó los
pechos mientras se balanceaba más profundo.
Sintiendo.
Degustando.
Lamiendo.
Joder…
Estábamos volviéndonos poco a poco adictos al acto de él
apareciendo, y yo invitándolo a entrar. La pasión era nuestra droga, y
éramos adictos al éxtasis. Grité su nombre mientras él gruñía el mío.
Empujábamos y nos levantábamos y suspirábamos. Calmamos nuestra
respiración mientras bajaba mis pies al suelo. Pero esta vez, en lugar de
salir de mi casa, comenzó a caminar hacia mi sala de estar.
—¿Qué haces? —le pregunté mientras caminaba por mi pasillo,
hacia mi habitación.
—Vuelve a ponerte la ropa.
—¿Qué? ¿Por qué?
—Así que puedo quitártela de nuevo.
206
207
Traducido por Fiorella
—Ella no está en casa —dijo una voz amable. Había estado allí de
pie durante unos minutos, golpeando, esperando a que me dejara entrar,
pero no hubo respuesta—. Está trabajando en el bar de piano llamado
Red’s esta noche. Estará allí, haciendo su presentación durante toda la
semana.
—Oh, está bien. Gracias.
La voz pertenecía a una mujer que se encontraba, probablemente,
alrededor de los setenta años, y tenía el cabello color gris plateado que caía
por su espalda. Se hallaba sentada en el porche de la puerta de al lado, en
una mecedora, leyendo novelas mientras tarareaba una melodía propia. A
medida que comenzaba a bajar la escalera de Alyssa, la mujer volvió a
hablar.
—Entonces, ¿Cuál es tu motivo con Aly, eh?
—¿Disculpe?
—Ven aquí —ordenó, estremeciéndome más cuando cerró su libro.
Caminé hacia el porche y me senté a su lado—. Mi nombre es Lori, y he
conocido a esa chica de al lado desde hace muchos años. He servido más
panqueques con ella que nadie con la que haya trabajado. Tiene chicos
arrojándosele a diario, sin embargo, no los voltea a ver. Pero, entonces,
este misterioso chico llega a la ciudad, y pierde su cabeza. ¿Qué pasa
contigo?
—Nosotros solíamos ser muy cercanos. Hace unos cinco años.
—Oh —murmuró, asintiendo—, eres Logan. El chico de la caja.
—¿Qué?
—Bajo su cama, hay una caja. Tú eres todo lo que hay en ella.
Recuerdos, expresiones. El único chico que parece no poder sacudir. —
Puso su mano alrededor del medallón colgando alrededor de su cuello—.
Sé lo que es eso.
—Estoy seguro de que ha superado lo que teníamos hace años. Me
dijo que lo hizo.
Lori levantó una ceja y ladeó su cabeza. —Los hombres son
estúpidos.
Me reí.
—Hay un chico llamado Dan. Chico guapo. Él entró al restaurante
cada semana durante los últimos años para tratar de salir en una cita con
Alyssa, y la vi rechazarlo oficialmente hoy. Sé que lo hizo a causa de sus
sentimientos por ti. 210
No sabía qué decir a eso, por lo que permanecí callado mientras Lori
seguía hablando.
—Pero para ser claros, ella no es una droga. No es tu droga, joven. —
Levanté una ceja, y una pequeña sonrisa apareció en sus labios—.
¿Piensas que desaparecerías por años, y Alyssa no te mencionaría siempre
ahora y antes? Me habló de tu pasado con las drogas, y cómo conseguiste
limpiarte. Lo cual es bueno. Sin embargo, cariño, no puedes volver aquí y
usarla de esta manera. Ella no es algo que puedas tomar para así poder
olvidarte de las cosas a tu alrededor. Es una chica, una gentil y cuidadosa
que todavía está loca por un chico. Y lo que estás haciendo es egoísta. Lo
que ella hace es egoísta también. Verás, tú no dejarás de usarla y ella no
dejará de usarte. Los dos son adictos. Los dos se iluminan a sí mismos con
fuego, como si no sintieran la quemadura.
»Si te importa algo de ella, pararás de hacer esto ahora. Si te importa
algo de su corazón, te detendrás antes de romperlo otra vez. Lo que sea
que ustedes dos estén haciendo, podría ser sólo diversión y juegos para ti,
pero para ella, es más. Es todo en que lo pensaba en el último par de años.
Si al final rompes el corazón de mi amiga, mejor que creas que romperé
todos tus dedos de las manos y pies uno a la vez.
Me reí de nuevo, pero la mirada severa de Lori me detuvo. Tragué
saliva. —Está bien.
—Pero, por ahora, deberías llegar a casa pronto —dijo, abriendo su
libro otra vez—. Se supone que una gran tormenta se está moviendo en las
próximas horas.
Miré hacia el cielo, las nubes oscurecidas bloqueando la luna.
Parándome, con las manos volviendo a los bolsillos, le di las gracias a Lori
por la charla.
Al día siguiente, Kellan preguntó para unirme a él y Erika en su cita
con el terapeuta y no existía manera de decir que no. Me gustaría hacer
algo para que me preguntara a mí. El único terapeuta con el que alguna
vez hablé fue durante mi estancia en la clínica de rehabilitación St.
Michaels Health. Tendríamos sesiones individuales y sesiones en grupo en
los que nos hacían colores y mierdas. Lo odiaba al principio, pero después
de un tiempo, ayudó. Entonces, a veces, me gustaría empezar a odiarlo de
nuevo.
211
Me senté al lado de mi hermano y su novia en la consulta del doctor
Yang, y podía sentir la tensión. Antes de salir de casa, Kellan y Erika
discutieron sobre pequeñas cosas, un tubo de pasta de dientes a la
izquierda en la encimera del baño, el café que no estaba terminado, los
libros de texto de Erika todos en la mesa del comedor. Nunca los vi pelear
antes, así que fue un poco extraño.
—Gracias por acompañarnos hoy, Logan. Sé que significa mucho
para tu hermano que estés aquí.
—Sí, por supuesto. —Palmeé a Kellan en la pierna. Él me dio una
sonrisa forzada—. Lo que sea por este tipo.
El doctor Yang asintió, satisfecho. —Creo que es importante
comprobar de vez en cuando cómo van las cosas. Sé que Erika mencionó
que te has mudado a la casa, lo que supongo podría ser algo bueno para
Kellan. Tener a la familia cerca siempre es útil. Así que, veremos cómo
todo el mundo lo ha estado haciendo. Kellan, comienza.
—Estoy bien.
—Ha estado perdiendo su apetito un poco. Y parece algo de mal
humor últimamente —intervino Erika.
—Eso es perfectamente normal con todo lo que está pasando —le
aseguró el doctor Yang.
—No estoy de mal humor —ladró Kellan.
Erika frunció el ceño. —Me bufaste ayer, Kellan.
—Me tomabas la temperatura a las tres de la mañana mientras
dormía.
—Parecías frío —susurró ella.
—¿Y cómo lo estás haciendo tú, Erika? Sé que hablamos sobre cómo
manejar tu estrés rompiendo cosas…
—Sí. Pero lo estoy haciendo mucho mejor.
Kellan se rio.
—¿Lo siento? —Erika le arqueó una ceja a mi hermano—. ¿Es algo
gracioso?
—Tenemos siete nuevas lámparas en nuestro armario porque una se
rompió. Estás perdiendo la cabeza.
Vaya, eso fue duro.
Vi la vergüenza volver rojas las mejillas de Erika mientras estudiaba
sus zapatos.
El doctor Yang escribió algo en su cuaderno de notas antes de 212
volverse hacia mí. —¿Qué hay de ti, Logan? ¿Crees que Erika está
manejando la enfermedad de Kellan de la mejor manera posible?
Erika resopló. —Correcto. Debido a que un drogadicto consigue
juzgarme.
Eso fue duro también.
Me incorporé en mi asiento, mirando por encima de los dos de Kellan
y Erika antes de contestar. Los dos parecían tan agotados. De la misma
manera en que lucía Ma. Kellan se hallaba clavando los dedos en los lados
de la silla, mientras que Erika luchaba contra la tentación de llorar.
Me aclaré la garganta. —¿Si creo que es raro que Erika tenga estas
mini-rupturas en la que rompe y compra? Sí. ¿Si creo que juzga a la gente
por no ser o pensar exactamente como ella? Absolutamente. —Podía sentir
las dagas que Erika enviaba con los ojos en mi dirección, pero continué
hablando—: Pero ella lo ama. Limpia después de mí. Gritando sobre ello,
pero lo hace. Debido a que está haciendo todo lo posible para hacer que se
sienta cómodo. Podría no estar manejando tu definición, la de Kellan, o la
mía. Tal vez ni siquiera de la mejor manera posible. Pero hace su mejor
esfuerzo. Se despierta cada mañana e intenta hacer su mejor esfuerzo. No
sé si alguna vez yo haya hecho mi mejor esfuerzo… —Bajé la mirada a la
banda en mi brazo—, pero lo estoy intentando. Por estos dos, intento hacer
mi mejor esfuerzo. Que es lo único que uno puede hacer realmente.
Cuando me encontraba en la clínica de rehabilitación en Iowa, tenía estas
frases de Baba Ram Dass4 en todas las habitaciones. En el vestíbulo se
encontraba esta frase en la pared que decía: “Todos estamos sólo
caminando entre sí a casa”. En realidad nunca entendí el significado hasta
ahora.
»Porque al final del día, estamos todos perdidos. Todos estamos
agrietados. Todos tenemos cicatrices. Todos estamos rotos. Todos estamos
tratando de averiguar esta cosa llamada vida, ¿sabes? A veces te sientes
tan solo, pero luego recuerdas tu tribu central. Las personas que en
4 Dr. Richard Alpert también conocido como Baba Ram Dass es un maestro espiritual
contemporáneo que escribió en 1971 el afamado libro Be Here Now.
ocasiones te odian, pero nunca dejan de amarte. Las personas que siempre
aparecen, no importa cuántas veces la has jodido y alejado. Esa es tu
tribu. Estas personas, estas luchas, esta es mi tribu. Así que si, nos
caemos, pero vamos a caer juntos. Vamos a levantarnos juntos. Luego, al
final de todas estas mierdas, todas las lágrimas, todo el dolor, tomaremos
un paso a la vez. Luego, vamos a tomar un par de respiraciones
profundas, vamos a caminar entre sí a casa.
213
216
217
A
medida que las tensiones entre Logan y yo finalmente se
calmaron y encontramos un camino hacia una nueva amistad,
las aguas rocosas entre Kellan y Erika comenzaron a
construirse. Una noche, tras una mala cita en el médico, los dos entraron
en la casa peleando, mientras me hallaba sentada en su sofá, organizando
la medicina de Kellan que Erika me pidió que obtuviera de la farmacia. Me
estuve quedando en su lugar durante unos pocos días, simplemente con el
fin de ayudar con las cosas. Además, me preocupaba por Kellan más de lo
que quería admitir.
—¡No me estás oyendo! —gritó Kellan, forzando su voz.
—No, te estoy oyendo. Lo que estás diciendo es que no quieres
casarte conmigo.
—Por supuesto que quiero casarme contigo, Erika. Pero simplemente
no tiene sentido ahora. Si muriera, te quedarías con todo el equipaje.
Todas las cuentas, toda la…
—¡No me importa!
—¡Bueno a mí sí!
—¿Por qué estás actuando así? —Erika se giró hacia mí—. Alyssa,
¿puedes decirle a Kellan lo poco razonable que está siendo?
Mis labios se separaron y, antes de que pudiera hablar, Kellan dijo—
: ¡No arrastres a tu hermana a esto! —Cerré mi boca. Me habría ido a casa,
pero permanecían de pie justo en el vestíbulo bloqueando mi camino. Así
que me hundí en el sofá, tratando de hacerme invisible.
Suspiró pesadamente. —No vamos a hablar de esto ahora. Vamos a
calmarnos. Mañana tienes tu cita de quimioterapia, por lo que debemos
descansar antes de ir a eso.
—No vendrás —dijo.
—¿Qué?
—Dije que no vendrás. Reprobaste tu último examen. No has estado
estudiando tanto como antes, y no puedes seguir retrasándote. Haré que
Logan me acompañe.
—¿Por qué me estás dejando fuera? —Erika se volteó de nuevo hacia
mí—. ¡¿Por qué me está dejando fuera?!
Abrí la boca, y una vez más, Kellan habló antes que yo. —¡Deja de 218
meterla en esto! No vienes a mi cita de quimioterapia, ¡¿bien?!
—¡¿Por qué no?!
—¡Porque me estás sofocando! —gritó, más fuerte que lo que lo
escuché gritar jamás—. ¡Me estás sofocando con preguntas, y paquetes, y
píldoras, y tu maldita planificación de la boda y tus malditas lámparas! ¡No
puedo respirar, Erika! —Giró sus brazos con irritación, golpeando una
lámpara fuera de la mesa auxiliar. Cuando se estrelló, la sala quedó en
silencio. Los ojos de Kellan se volvieron pesados por la culpa cuando las
lágrimas comenzaron a caer por las mejillas de Erika.
Kellan bajó la voz, dando un paso más cerca de mi hermana. »Lo
siento, yo solo…
Ella se encogió de hombros. —Lo sé.
De repente, Logan salió del baño con una toalla alrededor de su
cintura, empapado en agua. Su pelo goteaba algún mejunje de aspecto
extraño que era viscoso y verde, y sus ojos se encontraban muy abiertos
por el pánico.
—¡¿Qué está pasando?! —dijo nervioso, casi deslizándose sobre la
pista de agua que él mismo creó. Se veía tan serio y, sin embargo, tan
ridículo, que nosotros tres no pudimos dejar de empezar a reír
histéricamente.
—¿Qué diablos es eso en tu cabeza? —exclamé.
Entrecerró los ojos, confundido por nuestra risa. —Es el tercer lunes
de cada mes. Es una máscara de huevo y aguacate para el
acondicionamiento profundo. —Nos reímos más duro, y la habitación que
había estado previamente llena de ira y confusión fue reemplazada con la
familia y la risa.
—¿Sabes qué necesitamos? —preguntó Kellan, besando suavemente
la mejilla de Erika.
—¿Qué cosa?
—Un receso musical bailable.
—¿Qué es un receso musical bailable? —preguntamos Logan y yo al
unísono.
Los dos nos ignoraron. —Kellan, no. Ha sido un día largo —estuvo
en desacuerdo Erika—, y como acabas de decir, tengo que estudiar...
—No. Está sucediendo. Receso musical bailable.
—Pero… —se quejó Erika.
—Tengo cáncer —dijo.
Su boca se abrió y ella le dio un golpe en el brazo. —¿Acabas de 219
jugarme la carta del cáncer?
Su sonrisa se agrandó. —Lo hice.
Esperé para ver a Erika gritarle, para decirle cómo sus palabras
dolían, pero en lugar de eso sonrió. Intercambiaron miradas y ojeadas que
sólo ellos entendían, y ella asintió. —Está bien. Una canción. Una, Kellan.
Nunca lo vi sonreír tan grande. —¡Una canción!
—Nuestra canción —le ordenó.
Se precipitó fuera de la habitación, dejando a una muy confundida
yo, y a un viscoso Logan allí de pie. Entonces salió con dos congas, y dos
palos de lluvia, entregando una para mí y el otro a Logan.
—¿Qué está pasando? —preguntó Logan—. ¿Qué diablos se supone
que debo hacer con esto?
Erika se quedó mirando a Logan como si fuera un babuino completo.
Ella, tomó el palo en su mano, y le dio la vuelta, haciendo el sonido de
lluvia. Luego, se la devolvió.
—A ver, Lo —me burlé.
Me mostró el dedo medio.
Mariposas se formaron.
Eso no era nada nuevo.
Kellan se sentó frente a las congas y empezó a jugar con ellas. Me
tomó un segundo para entender el ritmo de la canción, pero cuando hizo
clic en mi cabeza, mi corazón se derritió por el tipo de amor que mi
hermana y Kellan tenían. Tocaba la canción de Ingrid Michaelson, “The
Way I Am”.
Su canción.
Kellan cantó el primer verso a Erika mientras sonreía,
balanceándose hacia delante y hacia atrás. Logan y yo añadimos los palos
de lluvia, y ambos empezamos a bailar con Erika, mientras Kellan
golpeaba contra las congas.
Erika cantó el segundo verso, y el amor entre ella y Kellan llenó la
casa con luz a medida que las palabras de la canción salían de su lengua.
Palabras sobre amarse el uno al otro sin importar el dolor, palabras sobre
estar ahí el uno para el otro, incluso cuando se caminaba por las llamas
de la vida.
Fue hermoso.
Cuando llegamos al largo momento musical sin letra, Logan tomó la
mano de Erika y la mía, y nos dio la vuelta, todavía con su toalla, todavía
con el pegote verde que goteaba de su cabello. Luego, la sala quedó en 220
silencio cuando Erika comenzó a cantar el verso final; la estrofa que llenó
de lágrimas los ojos de todos. Cantó las palabras acerca de amarlo cuando
perdiera todo su cabello, mientras pasaba sus dedos por sus cabellos,
apoyando su frente contra los labios de Kellan. La besó suavemente, y
terminaron de cantar la letra juntos, como uno solo.
El último ruido escuchado fue el palo de lluvia de Logan
desvaneciéndose.
—Guau —dijo, envolviendo su mano sobre su boca, mirando a su
hermano y Erika—. Ustedes dos son jodidamente perfectos.
Erika se rio un poco antes de mirar a Kellan. —No me quiero casar
contigo.
Él suspiró. —Sí, si quieres.
—No. Bueno, sí, lo hago. Pero no hasta que estés mejor. No hasta
que estés sano. Vamos a esperar. Vamos a patearle el culo al cáncer. Y
luego, te casarás con mi culo.
La atrajo hacia él, besándola duro. —Me casaré hasta los huesos
contigo.
—Claro que sí lo harás.
—Oh Dios mío. Consigan una habitación. —Gimió Logan, rodando
los ojos—. Iré a lavar esta mierda de mi cabello.
—Hablando de eso... —Kellan se aclaró la garganta y entrecerró los
ojos—. ¿Ustedes creen que pueden hacer algo por mí?
222
223
A
la semana siguiente, traje a Alyssa conmigo mientras me
hallaba sentado en el restaurante de Jacob para mi examen
final de comida. Viendo cómo ella era mi inspiración detrás del
plato, se sentía correcto que fuera ella la que estuviera sentada a mi lado
mientras Jacob me hacía cabrearme y que quisiera encontrar otra línea de
trabajo. Tierno y crujiente pato asado, con salsa de frambuesa y romero,
patatas asadas, rostizadas vestidas con aceite de oliva y condimentos, y
coles de bruselas con ajo.
Mi corazón latía con fuerza en mi pecho mientras miraba fijamente a
Jacob hacer la misma expresión facial mundana mientras masticaba. El
pie de Alyssa daba golpecitos con nerviosismo a mi lado y mordisqueaba el
cuello de su camisa, lo que me hizo sonreír. No sabía quién se sentía más
preocupado porque el pato no cumpliera con las normas de Jacob, si
Alyssa o yo.
—¡Tienes que sumergir el pato en la salsa! —intervino Alyssa antes
de volver a masticar su camisa—. ¡Oh! Y las coles de bruselas. ¡Sumerge
las coles de bruselas en la salsa de frambuesa también!
Él hizo lo que ella dijo y me estremecí mirando. Bajó el tenedor, se
sentó de nuevo en la cabina y una pequeña sonrisa adornó sus labios. —
Bueno, jódeme de ambas formas, eso es bueno.
Un poco de confianza me encontró. —¿Sí?
—No. Es como, es bueno. Al igual que fuera del mundo, la-mejor-
cosa-que-nunca-he-comido de bueno. —Volvió a dar un bocado más en su
boca—. Mierda. Lo que sea que hiciste en este plato, quiero que lo hagas
en mi menú cada día que vengas a trabajar.
—¿Así que… tengo el trabajo?
—Mantente cocinando de esa manera y puedes tener todo el
restaurante. —Se rio. Luego se puso serio, señalándome con el dedo—. Eso
fue un chiste. El restaurante no está a la venta.
Me reí. —Bueno, el trabajo es suficiente por ahora.
El orgullo llenó mi interior, y casi estallé. Alyssa lucía radiante de
izquierda a derecha mientras se estiraba, lanzando sus brazos a mí
alrededor. —¡Lo sabía! —susurró en mi oído—. Sabía que podías hacerlo.
Aspiré su champú melocotón.
230
—Muy bien, niños, dejen de hablar. Sal y celebra esta noche, Logan,
comienzas el lunes.
Nos paramos todos y Jacob fue por un apretón de manos, pero lo
levanté en un abrazo de oso y lo hice girar en círculos antes de besar su
frente. —Gracias, Jacob.
—En cualquier momento, amigo.
Mientras Alyssa y yo salíamos, me detuve. —Oh, sí, Jacob, espera.
—Metí la mano en mi bolsillo de atrás y saqué un trozo de papel con la
receta de mi mascarilla para el cabello.
Se rio. —¿Te retuviste de darme la receta hasta que te diera el
trabajo?
—Podría haber habido una pequeña posibilidad de que te estuviera
manteniendo a raya hasta que me dieras el trabajo.
Asintió, orgulloso. —Habría hecho lo mismo.
M
ientras Logan y yo caminábamos fuera, él apretó los puños,
enrojeciéndose de la molestia de su padre. No sabía la
historia que Logan y Sadie tenían, pero sabía que tenía
miedo por su bienestar, como debería haber estado. Estar cerca del padre
de Logan era aterrador. No podía imaginar ser Sadie, incapaz de escapar
de sus cadenas.
—¿Estás bien? —le pregunté.
—Sólo necesito un momento. —Puso sus manos detrás de su cuello
y comenzó a dar vueltas por el estacionamiento. Había coches aparcados
en la parcela grande, y la gente se hallaba fuera en el buen tiempo,
socializando y riendo, mientras que Logan hacía todo lo contrario. Trataba
con esos demonios que le gustaban perseguirlo. Se merecía un descanso.
Me apoyé en el lado del edificio, a la espera de que se calmara. Pateó
los mechones altos de hierba con sus zapatos, de ida y vuelta.
—¿Estás pensando sobre usar drogas? —pregunté.
—Sí —murmuró, cerrando los ojos y caminando en círculos.
Pobre tipo.
—¿Sabes lo que haría este momento mejor? —pregunté, poniendo
las manos en las caderas mientras mi pie izquierdo se apoyaba en el lado
del edificio.
—¿Qué es eso?
—¿Sabes lo que deberíamos hacer para realmente hacer que te
sientas mejor?
—Uh no. ¿Pero supongo que tienes una idea?
—¡Oh, sí la tengo! —Fijé mis ojos con él—. ¿Estás escuchando?
—Sí.
—No, quiero decir, ¿estás realmente, realmente escuchando?
Rio. Bien. Me sentía tan feliz de que se riera. También me reí, porque
era muy guapo. Me reí porque era mi amigo de nuevo. Me reí porque mi
corazón sabía que no hubiera sido lo suficientemente bueno para mí.
—Sí, estoy escuchando.
Me puse de pie, desplazando hacia afuera mi pecho, y dije—:
Karaoke. 235
—Oh, Dios, no.
—¿Qué? ¡Vamos! ¡¿No te acuerdas cuando íbamos al karaoke
cuando éramos más jóvenes?! ¿Y tú hiciste Billy Jean de Michael Jackson
con el movimiento de pelvis y todo? —Recreó sus movimientos de cadera
del pasado.
Se rio. —Sí. También recuerdo estar drogado cuando hice el
movimiento de pelvis.
Mi cara cayó en estado de shock. —¿Qué? ¿Estabas drogado cuando
hiciste eso?
—Sí, de lo contrario nunca habría recordado hacer karaoke, confía
en mí.
—Oh. Sólo pensé que te sentías entusiasmado con su colección de
Michael Jackson y Justin Bieber. De todas formas. Hoy, vamos a hacer
karaoke en el bar de O'Reilly.
—De ninguna manera.
Asentí tomando sus manos en la mía. —Sí lo harás.
—Alyssa. Aprecio que estés tratando de hacerme sentir mejor y esas
cosas, pero en serio, no tienes que hacerlo. Estoy mejor ahora. Me hiciste
mejor. Además, no hay manera en el infierno que vuelva a hacer Karaoke
de nuevo.
236
E
staba haciendo lo del karaoke otra vez.
De alguna manera Alyssa se las arregló para tirar de
mí hacia el escenario en el bar O’Reilly, y puso un
micrófono en mi mano. Prometió que haríamos un dúo así
que no estaría actuando solo, pero todavía podía sentir los nervios en la
boca de mi estómago. Ella eligió la canción, “Love The Way You Lie” de
Rihanna y Eminem.
—¿Te sabes la letra? —me preguntó—. La canto todo el tiempo
cuando estoy conduciendo, así que me sé las letras de memoria.
—Puedo seguir la pantalla.
Sonrió ampliamente. Sonreí más ampliamente.
Mi más grande High.
Cuando la música empezó a sonar y las primeras letras aparecieron
en la pantalla, ningún sonido vino de Alyssa ni de mí. La gente en el bar
empezó a gritarnos que cantáramos, pero ninguno lo hizo.
El DJ apagó la música y nos hizo un gesto. —Um, saben que tienen
que abrir la boca para cantar, ¿verdad?
Miré a Alyssa confundido. —¿Por qué no cantabas? Decía que era la
parte de Rihanna.
—Oh. No canto su parte. Me gusta rapear la parte de Eminem.
—¿Qué? —siseé, dando un paso más cerca de ella—. No cantaré la
parte de Rihanna.
—¿Por qué no?
—Porque no soy una chica.
—Pero tienes esa hermosa voz aguda, Lo. Creo que harás una
hermosa Rihanna —se mofó.
—La voy a poner otra vez, gente. Es ahora o nunca —dijo el DJ.
—No voy a hacer esto, High —dije mientras estábamos de pie nariz
con nariz, con nuestros pechos fuera.
—Oh, vas a hacerlo.
—No.
—Sí. 237
Negué con la cabeza. —No.
Asintió. —Sí.
—Alyssa.
—Logan.
—High.
—Lo.
El principio de la música empezó y seguí negando con la cabeza,
diciéndole que no existía manera de que fuera a hacerlo, pero cuando la
parte de Rihanna vino, el micrófono se alzó hacia mis labios y empecé a
cantar la parte femenina de esta canción; agudo, sonando como el puto
infierno.
Alyssa cubrió su boca para mantener sus incontrolables risitas para
sí misma. Le di una mirada asesina antes de volverme para encarar al
público y abrazar completamente mi lado femenino. Pensaba que lo hacía
bastante bien. Pensaba que era el que hacía nuestra actuación mágica.
Pero entonces algo sucedió.
Los versos de Eminem llegaron y Alyssa lo trasformó en algo que
nunca he visto antes. Le robó al DJ la gorra de beisbol, poniéndola en su
cabeza del revés, y empezó a moverse atrás y adelante en el escenario,
consiguiendo envolver a la audiencia en la actuación, haciéndolos mover
sus manos atrás y adelante mientras ella rapeaba.
Alyssa Marie Walters rapeaba a Eminem. Y era jodidamente
increíble. Lo puso todo en ello, gestos con las manos, expresiones faciales,
dándole todo lo que tenía. Era tan salvaje y hermosa en ese momento.
Libre.
Cuando el estribillo llegó, me miró y empecé a cantar de nuevo,
chillón y terrible.
Luego, ella rapeó de nuevo, clavando cada palabra.
Cuando llegó el último verso, el más duro que tenía que rapear,
respiró profundamente. Bloqueó sus ojos con los míos, y antes de que
empezara, el cuello de su camisa descansó entre sus labios. Asintió una
vez. Asentí una vez. Ella dejó caer el cuello y empezó a rapear el último
verso directamente hacia mí.
Y fue jodidamente sexy.
Su cuerpo se movió atrás y adelante, se convirtió en las palabras y
las palabras se empararon de ella, y una vez que terminó, dejó caer el
micrófono, la multitud se volvió salvaje y yo canté el último estribillo de 238
Rihanna hacia ella.
Cuando terminamos, no podíamos parar de reír. Nos envolvimos en
un apretado abrazo, mientras la gente del público nos vitoreaba,
rogándonos por un bis.
Actuamos cinco canciones más antes de retirarnos a una cabina en
la parte de atrás del bar para algunas bebidas de celebración.
Nos quedamos la mayor parte de la noche, hablando sobre nada y
todo. Nos reíamos más de lo que habíamos hecho en mucho tiempo. Por
un tiempo, se sintió como solía ser.
Sus risas se convirtieron en mis inspiraciones. Sus sonrisas eran
mis latidos.
Miré su boca moverse mientras contaba una larga historia sobre lo
que sea. La verdad era que dejé de escuchar. Dejé de escuchar hacía un
largo tiempo, porque mi mente se hallaba en otro lugar.
Quería decirle cómo me sentía por ella, en todos los aspectos de
nuevo. Quería decirle cómo estaba cayendo por ella una vez más. Quería
decirle que todavía amaba su salvaje cabello y todavía amaba su boca que
siempre fue parlanchina sobre lo que fuera.
Quería…
—Logan —susurró, congelada en la cabina. Mis manos de alguna
manera habían aterrizado en su espalda baja y la guíe más cerca de mí.
Mis labios se cernían a centímetros de distancia de su boca. Sus jadeantes
exhalaciones se mezclaban con mis profundas inhalaciones, mientras
nuestros cuerpos se sacudían en el agarre del otro—. ¿Qué haces?
¿Qué hacía? ¿Por qué nuestros labios se hallaban tan cerca? ¿Por
qué nuestros cuerpos se presionaban el uno contra el otro? ¿Por qué no
podía apartar mi mirada? ¿Por qué estaba enamorado de mi mejor amiga
en todos los sentidos de nuevo?
—¿Verdad o mentira? —pregunté.
—Mentira.
—No soy adicto a tu sonrisa. Tus ojos no hacen que mi corazón se
acelere. Tu risa no me da escalofríos. Tu champú de melocotón no me
vuelve loco y cuando muerdes el cuello de tu camisa no me enamoro más
profundamente de ti. Porque no lo estoy. No estoy enamorado de ti.
Sus inhalaciones se hicieron más profundas y sus exhalaciones más
jadeantes. —¿Y la verdad?
—La verdad es que te deseo. Te quiero de vuelta en mi vida, en todas
las maneras y más. No puedo dejar de pensar en ti, High. No para escapar
de la realidad, sino para abrazarla. Eres mi corazón. Eres mi alma. Te 239
deseo. Todo de ti. Y más que nada en este momento, quiero besarte.
—Lo… —Su voz fue temblorosa—. Todavía eres la primera persona
en la que pienso cuando me despierto. Todavía eres el único al que extraño
cuando no estás a mi lado. Todavía eres la única cosa que alguna vez sentí
correcta para mí. Y si fuera honesta, diría que quiero que me beses. He
querido que me beses toda mi vida.
Entrelacé mis dedos con los suyos.
—¿Nerviosa? —pregunté.
—Nerviosa —respondió.
Me encogí de hombros.
Se encogió de hombros.
Me reí.
Se rio.
Separé mis labios.
Separó sus labios.
Me incliné.
Se inclinó.
Y recordé los ayeres en los que hizo arder mi mundo. Nos besamos
por un largo tiempo en esa cabina, compensando todos los errores de
nuestro pasado y perdonando al otro por todos los errores de nuestro
futuro.
Fue hermoso. Fue correcto. Fue nuestro.
Pero evidentemente con todos los altos, siempre venían los bajos.
El teléfono de Alyssa sonó y nos separamos. Cuando contestó, pude
decir que algo malo había pasado. —¿Qué pasa, Erika?
Pausa.
—¿Él está bien?
Mi estómago se apretó mientras me enderezaba.
—Estaremos allí pronto. De acuerdo. Adiós.
—¿Qué pasa? —pregunté cuando colgó.
—Es Kellan. Está en el hospital. Tenemos que ir. Ahora.
240
241
249
252
Respuesta #56
C
aminando hacia el lugar de Kellan, me detuve un momento al
escuchar el sonido de alguien vomitando. Me precipité al baño
de donde los sonidos provenían y encontré a Kellan en el
suelo, su cabeza en el inodoro mientras vomitaba todo lo que tenía dentro.
—Jesús, Kel —murmuré, alcanzando una toalla mojada. Me agaché
junto a él mientras lo limpiaba, incapaz de vomitar cualquier otra cosa
porque no había salido mucho de su interior.
—Estoy bien —murmuró, antes de que comenzara a levantarse en
seco. Mi mano cayó sobre su espalda. No había mucho que pudiera hacer,
además de estar allí con él a través del dolor.
—¿Qué está pasando? —dijo Erika alarmada, metiendo la cabeza en
el baño. Sus ojos se ensancharon mientras deliberaba hacia qué dirección
ir, al cuarto de baño con Kellan, o hacia la sala de estar—. ¿Por qué no me
despertaron? —me preguntó.
—Apenas llegué a casa.
Sus manos rastrillaron a través de su cabello. —Está bien. Él
necesita las pastillas para las náuseas. —Se apresuró, sus pies
martilleando contra los pisos de madera. Regresó con un vaso de agua y
una pastillita rosa—. Aquí tienes, Kellan.
—No —susurró—. No quiero.
—Ayudará con las náuseas.
—No quiero eso.
La barbilla de Erika se estremeció y empujó más la píldora frente a
él. —Kel, vamos. Hará que…
—¡Solo déjame en paz! —gritó, empujando el vaso de ella y
haciéndolo volar hacia el suelo y romperse.
Erika se inclinó hacia atrás, haciendo muecas. Sus labios temblaron
mientras sus respiraciones entraban y salían. Colocó la píldora en el
lavabo del baño. —Estará ahí si la necesitas.
Después de ayudar a Kellan a regresar a su dormitorio, tomó la
píldora de mí. Tomé algunos pasos tentativos hacia la cocina, donde
encontré a Erika ir a través de los gabinetes. Frente a ella había una caja
con vasos nuevos, los cuales estaba sacando.
—Erika, sólo está cansado.
Ella asintió repetidamente, pasando sus manos por su cabello. —Sí, 258
ya lo sé. Lo sé. Está bien. Sólo quería conseguir estos vasos colocados
antes de mañana. Estoy tan contenta de haber comprado estos. Sabía que
serían prácticos y que serían realmente mejores que los de antes. Más
fuertes. No sé cómo no los cambié antes.
Cerró la caja después de que todos los vasos estuvieran colocados y
fue a la sala de estar, dónde se quedó parada con sus manos en las
caderas, con una mirada en blanco hacia delante.
—¿Qué estás haciendo? —pregunté.
—Creo que si muevo el sofá frente a la pared este, más personas
podrán ver la televisión. Sí, creo que esa es una buena idea.
—Erika.
—O tal vez debo comprar un televisor nuevo. Vi una venta en el
periódico y…
—Erika, vamos. Vamos a la cama.
—No. No. Está bien, tengo que limpiar el vidrio en el baño. En serio
fue por suerte que tenía los reemplazos.
—Erika.
Estalló en sollozos, cubriendo su rostro. Jesús. —¿Por qué él no es
así contigo? ¿Eh? ¿Por qué no grita…? ¿Por qué no…?
—Me fui antes y no tenía planes de volver. Probablemente piensa
que voy a dejarlo otra vez. O peor, que empezaré a drogarme.
—Estoy rota. Estoy tan rota. No estoy preparada para comenzar la
escuela. Fallé en mi clase nocturna de verano. Fallé. No había fallado en
nada en mi vida. Y ahora Kellan es malo. Kellan nunca ha sido malo. No sé
cuánto más puedo dar. —Continuó sollozando y envolví mis brazos a su
alrededor.
No sabía qué decir o qué tipo de comodidad ofrecerle. Ella no estaba
mal. Parecía que cada día que pasaba, Kellan se hacía más y más oscuro
hacia ella, la empujaba lejos. —¿Quieres fumar algo de hierba?
Se empujó lejos de mí y ladeó la cabeza, sacudiéndola. —No, Logan.
No quiero fumar hierba.
—Está bien.
Silencio.
—¿Quieres emborracharte? —pregunté.
Estrechó sus ojos hacia mí, pinchando su labio inferior y dudó,
debatiéndose.
259
A
l día siguiente, Logan me pidió que fuera con él a visitar a su
mamá. Paramos por Bro's Bistro primero para recoger algo de
comida para ella, y mientras él corrió hacia el restaurante,
esperé fuera en el auto. Mis ojos cruzaron la calle cuando oí gritar desde el
callejón a unos pasos del auto.
Abriendo mi puerta, empecé a caminar en dirección al sonido y mi
corazón saltó de mi pecho cuando vi al padre de Logan de pie sobre Sadie,
gritándole. Estaba temblando contra la pared de hormigón de la tienda de
al lado.
—¡Lo siento! —gritó mientras él levantaba su mano y la golpeaba con
fuerza. La escuché lloriquear mientras su cuerpo se deslizaba por la pared
hasta la posición fetal.
—¡Oye! —grité, corriendo por el callejón oscuro, hacia los dos—.
Retrocede, patán —le grité.
Encajonó a Sadie con los brazos y miró hacia mí. Sus ojos se veían
inyectados de sangre y fríos, viciosos. —Vete a la mierda —ordenó.
Los ojos de Sadie se encontraron con los míos con nada más que
miedo. Las magulladuras que se formaban lentamente en su rostro
hicieron que mi estómago se retorciera. No sabía qué más hacer mientras
lo observaba agacharse y susurrar algo en su oído que la hacía encogerse
de miedo. —¡Déjala en paz, idiota! —grité.
Sus manos rodearon las muñecas de Sadie y él comenzó a tirarla en
la dirección opuesta de mí. —Una perra estúpida —murmuró él hacia ella,
arrastrándola a su lado.
Sin pensarlo, corrí por el callejón y lo empujé por detrás. —¡Deja que
se vaya! —grité, golpeando mi puño en su espalda.
Dejó caer su mano y sin pensarlo, dio la vuelta y me golpeó
directamente a los ojos y me envió golpeando contra la pared, haciendo
que mi cuerpo se deslizara hacia el suelo por la súbita pérdida de
equilibrio.
Antes de que pudiera estar de pie, lo único que vi fue que Logan
apareciera corriendo por el callejón, y observé cómo golpeaba su puño
contra la mandíbula de su padre, haciéndolo caer al suelo. Sadie se acercó
a mí para ayudarme a ponerme de pie. —¿Estás bien? —preguntó, en
pánico, pero me encontraba bien, aunque sólo sacudida de toda la
situación. 262
—Estoy bien, estoy bien —dije. Mis ojos se dirigieron a Logan, que
permanecía de pie sobre Ricky golpeando sus puños en su cara una y otra
vez. Sus ojos eran duros, su mirada fría, y seguía balanceándose—.
¡Logan, no! —grité. Tiré de su brazo. Sus ojos eran salvajes, el fuego dentro
de él lo quemaba a cenizas.
Logan.
Lo.
Mi punto más doloroso.
—Logan, eso es suficiente. Se ha desmayado. Está bien. —Mantuve
mi voz suave, tratando de no mostrar lo asustada que me sentía. Volvió a
golpear a su padre, pero me sostuve en su brazo—. Mírame, Lo. Por favor
—le supliqué—. Logan, tú no eres él —le prometí, haciéndo una pausa—.
No eres él. No eres tu padre.
Se detuvo.
—Estás bien, Logan Francis Silverstone —juré, lágrimas cayendo por
mis mejillas—. Estás bien. Dame tu mano —ordené.
La tomó.
Lo ayudé a levantarse.
Observé cómo su respiración se calmaba cuando se alejó de Ricky, y
miró sus nudillos ensangrentados. Busqué sus manos, pero las apartó.
Sus ojos cayeron sobre el rostro de Sadie, que se hallaba casi en tan mal
como el de su padre. —Mierda. —Exhaló—. Vamos —dijo, caminando.
Sadie y yo seguimos detrás de él mientras nos llevaba al consultorio
médico de TJ.
Después de golpear la puerta, TJ bajó en pijama y abrió la puerta. —
¿Qué diablos, Logan? Es domingo. El domingo es día de descanso.
Logan no dijo nada, pero se acercó a él, revelando a Sadie y a mí.
—Mierda —murmuró TJ—. Adelante.
Permanecimos allí hasta que estábamos todos curados, y TJ
comprobó al bebé de Sadie, que se encontraba agradecidamente bien.
Cuando nos fuimos, le dije a Sadie que podía quedarse conmigo, pero
antes de que pudiera responder, recibió un texto de Ricky.
Ricky: Dile a tu héroe que pagará por esto. Empezando por su mamá.
—Oh no —murmuré, mientras los ojos de Logan se abrieron de
miedo—. Llama a la policía.
263
264
C
orriendo a casa de Ma, empujé la puerta abierta, mi pecho
agitado. —¡Ma! ¿Dónde estás? —grité. Mi corazón casi dejó de
latir cuando vi a Ma en el suelo, siendo pateada en el
estómago en varias ocasiones por el mismísimo diablo. Salté sobre él y lo
arrojé al otro lado de la habitación con todas mis fuerzas. Me apresuré al
lado de Ma, tratando de despertarla.
Una risita se oyó detrás de mí mientras se levantaba. —Bueno, ¿no
es esta una gran reunión familiar? No te preocupes por tu mamá allí. Sólo
está tomando una siesta.
Me puse de pie y lo ataqué, queriendo tumbarlo al suelo, pero hice
una pausa, escuchando a Alyssa en mi cabeza. No eres tu padre.
—Sólo déjanos en paz, Ricky. —Se veía como un desastre, como si
hubiera estado consumiendo una gran cantidad de sus propias drogas.
—No hasta que recupere a Sadie. Ya te divertiste. Ahora
devuélvemela —gritó, caminando hacia mí.
—Ricky... necesitas ayuda, hombre.
—Vete a la mierda, imbécil. Dame a Sadie.
—Ella no es de tu propiedad. No quiere estar contigo.
Pasó sus manos por el cabello, jalándoselo por la ira. —¡Estuve ahí
para ti, chico! Cuando no tuviste a nadie, te tomé bajo mi ala.
—¿Haciéndome adicto a las drogas? Sí, qué considerado de tu parte.
Se precipitó hacia mí y envolvió su mano alrededor de mi cuello,
presionando nuestras frentes juntas. —No puedes hablarme de la manera
en que te dé la gana, hijo. —A pesar de que ya no era el chiquillo que solía
ser, Ricky todavía era mucho más grande que yo. Él era aún más aterrador
cuando se encontraba dopado, también. No existía forma de saber qué
haría, pero todo lo que sí sabía era que prefería que me lo hiciera a mí que
a esas dos chicas sentadas en el auto abajo.
—Vete a casa, Ricky. Se acabó.
—¿Se acabó? —Me empujó y luego lanzó un puño a mi ojo. El dolor
que siguió fue incondicional. Tropecé hacia atrás y traté de no caer,
agarrándome del sofá flácido.
—No pelearé contigo, Ricky —murmuré, mis dedos cayendo sobre mi
ojo.
265
—Sí, lo harás —murmuró, acercándose y lanzando su puño a mis
tripas.
Sentí el vómito elevarse desde mi estómago, e hice mi mejor esfuerzo
para empujarlo hacia abajo. —No, no lo haré.
—¿Por qué no? —preguntó, empujándome al suelo y golpeándome
con el pie en el estómago—. ¿Por qué no? ¿Por qué eres débil? ¿Por qué no
puedes ser un hombre de verdad? —gritó, dándome patadas en repetidas
ocasiones.
—No —murmuré, escupiendo la sangre en mi boca—. Porque si lo
hiciera, sería justo como tú.
—Estoy tan cansado de ti —murmuró, pasando sus manos contra su
boca antes de alcanzar el bolsillo trasero de su pantalón y sacar una
pistola—. Estoy cansado de que interfieras con mi vida. Estoy cansado de
que te metas en mis situaciones. Estoy cansado de tu cara. Así que vamos
a terminar esto ahora.
Apuntó su arma hacia mí, y cerré los ojos, pero cuando oí el sonido
de la bala, no sentí nada.
Mis ojos se abrieron, y vi a los policías de pie detrás de mí, y a Ricky
tendido en el suelo, un disparo en su hombro.
Los policías y los paramédicos se apresuraron a la escena. Todo fue
un borrón mientras los vi correr hacia Ma y luego hacia Ricky. Alyssa
habló con los oficiales junto con Sadie, explicando lo que sucedió. Traté de
abrir la boca, pero mi mandíbula se sentía tan hinchada que me dolía
hablar. Un paramédico se me acercó para revisar mi cara, pero los mandé
lejos.
—Estoy bien. —Me atraganté, mi garganta ardiendo. Me ignoraron, y
empezaron a limpiar mis cortes, hablando de puntos de sutura para la
nariz y la barbilla.
—Tendremos más preguntas en el hospital —dijo el oficial a Alyssa—
. Iremos detrás de ti en el camino hacia allí.
Asintió, luego se dirigió hacia mí. Hizo una mueca mientras sus
dedos suavemente tocaban mi cara. —Oh, Lo... —susurró.
Dejé escapar una risita. —T-t-tú... —Hice una pausa, encogiéndome
por el dolor de mi mandíbula—. ¿Crees que me veo mal? Deberías ver al
otro tipo.
No se rio.
Supongo que porque no fue gracioso.
—Vamos —dijo—. Vamos a que te arreglen. 266
Quise decir algo sarcástico. Quise hacerla sentir mejor porque me di
cuenta de que se sentía angustiada. Pero las palabras no salían. Mi mente
daba vueltas, pensando en Ma, si ella estaría bien. No podía dejar de
preguntarme cuánto tiempo había sido golpeada antes de que yo llegara.
No podía dejar de pensar en la forma en que debería haber estado allí para
protegerla. No podía dejar de pensar en la cantidad de veces que juré que
la odiaba, pero la verdad era que la amaba.
La amaba tanto. Y la decepcioné. La decepcioné cuando me fui.
L
ogan se alejó con una nariz fracturada, dos ojos negros y una
muñeca rota. Fue afortunado, viendo cómo el daño a su rostro
se ve cincuenta veces peor de lo que realmente resultó ser.
Estábamos sentados en la recepción, esperando escuchar sobre la
situación de su madre. Cerré los ojos, rezando para que estuviera bien.
Sabía que Julie siempre trajo dolor a la vida de Logan, pero no existía
duda de que ella significaba el mundo para él.
Los policías llegaron para hablar con nosotros.
—Siento interrumpirlos, chicos, pero solo queríamos darles
actualizaciones. Después de todo lo que hemos hablado, en este momento
estamos obteniendo una orden de allanamiento para la casa de tu padre.
El arma que tenía en su posesión era ilegal, y le encontramos drogas en la
escena. Tiene un historial con la policía, así que creemos realmente poder
apresarlo esta vez. Por ahora, lo mantendremos en custodia por el ataque
a tu madre. Eso podrá darnos tiempo suficiente para conseguir una orden
de la corte. Atraparemos a este tipo.
Logan asintió. Agradecí a los oficiales y ellos nos desearon lo mejor,
diciendo que estarán en contacto.
—Qué alivio. —Suspiré.
La cabeza de Logan descansó en sus palmas, mientras se mantenía
asintiendo. —Sí.
Froté su espalda cuando el doctor se acercó a nosotros. —Hola,
tengo una actualización.
—Demasiadas actualizaciones por hoy —murmuró Logan.
El doctor le dio una tensa sonrisa. —Si. La condición de tu madre
está mejorando, pero el nivel de narcóticos en su sistema es bastante
preocupante para nosotros. Vamos a mantenerla aquí por los próximos
días para ayudar a nivelar su sistema. Tiene dos costillas rotas de donde
fue pateada, pero no podemos darle demasiada medicina para el dolor
debido a los narcóticos. Estamos preocupados por su oído en este punto.
Si tienen alguna pregunta, por favor no duden en preguntar.
Agradecí al doctor y la cabeza de Logan permaneció en sus palmas.
—¿Ves, Logan? Todo está bien. Todo estará bien. ¿Quieres que llame
a Kellan y dejarle saber? —Su hermano no fue informado de nada. Logan
no quiso preocuparlo antes de saber todos los detalles.
Gruñó, y levantó su mirada. —No. Debo estar allí y decírselo en 269
persona. Solo en caso de que reaccione de mala manera. No quiero
decírselo por teléfono.
—Esto tiene sentido. Es una buena idea.
—¿High?
—¿Sí?
—Solo quiero que sepas que tienes el derecho de salir de esto. De
todo esto.
—¿De qué hablas?
—Mi vida —dijo, la tensión era evidente en su voz, dejaba ver el dolor
en su mandíbula—. Mi vida es un desastre. Siempre lo ha sido y te estoy
dando un pase libre de “me voy a la mierda de aquí”. Estoy enamorado de
ti, y es por eso que te doy una salida. Mereces más que esta desastrosa
vida.
—Oye —susurré, acercándome hacia él. Mis labios cayeron contra
su oído, peiné su cabello hacia atrás. Mi corazón se rompió al ver la sangre
en su rostro y cabello. Había sido tan desgarradora la vida que llevaba—.
No estoy yendo a ninguna parte.
Asintió constantemente, palmeando sus manos juntas, sus ojos
lucían vidriosos. —Soy un desastre, High. Soy un desastre. Siempre he
sido un desastre. Siempre seré un desastre.
—Logan, detente. No eres como en aquel entonces. ¿Está bien? No
eres el resultado de tu pasado.
—Pero te mereces el mundo. Puedes ser mejor. Mereces más.
—Podría tener una vida decente con alguien más —dije—. Podría
tener la valla blanca. Un trabajo normal, niños normales, un esposo
normal. Podría tener una vida cómoda con alguien con quien esté
contenta, pero nunca me llenará de amor. Pero eso no es lo que quiero,
Logan. Te quiero a ti. Quiero las cicatrices. Quiero las quemaduras. Quiero
tu desastre. Tus cicatrices, tus quemaduras, tu desastre, eso es mi
corazón. Tú eres todo lo que he querido y todo lo que podría necesitar. Tu
dolor es el mío. Tu fuerza es la mía. Tus latidos fluyen a través de los míos.
Así que no, no me iré. No quiero huir porque las cosas son duras en
ocasiones. Te quiero a ti. Todo de ti, lo bueno, lo malo, el dolor, la rabia. Si
estás caminando a través del infierno, sostendré tu mano a través del
camino. Si las llamas en nuestras vidas siguen ardiendo, arderemos como
uno. Lo eres para mí, Logan. El ayer, el hoy, el mañana, soy tuya. Eres mi
llama eterna.
Se volteó y me besó. Lo besé de regreso, un poco más duro, y él
gimió ante el contacto. —Lo siento. —Rio gentilmente, besé su frente—.
Vamos. Regresemos a mi casa, límpiate, y luego te llevaré con Kellan así 270
ustedes, chicos, pueden hablar.
C
uando Alyssa me dejó en el lugar de Kellan, lo hizo con un
nivel de paz. Mi padre se encontraba detenido. Ma era incapaz
de dejar el hospital, lo cual significaba que no podría entrar
en contacto con ninguna droga por un de poco tiempo. Tal vez las cosas
lentamente se encontraban cambiando. Tal vez.
Entré a una casa oscura. Kellan se hallaba sentado en el sofá. —
¿Qué pasa? —pregunté, encendiendo la luz. Se encogió ante el abrupto
fluido de luz, pero no dijo nada. Tenía lágrimas bajando por su cara
mientras sus manos temblaban e intentaba abrir un bote de sus píldoras
para el dolor. Cuando no tuvo éxito, lanzó el bote a través de la habitación.
—¡Argh! —gritó, golpeando sus manos contra su cabeza.
—¿Qué está pasando, Kel? ¿Dónde está Erika?
—Se fue a casa de su madre. —Se puso de pie despacio, sus piernas
temblando, y tropezó hacia el bote de píldoras. Lo recogió, intentó abrirlo
de nuevo y falló. Su respiración era jadeante cuando se inclinó contra la
pared y siguió intentándolo.
—Aquí, déjame —ofrecí. Extendí la mano por las píldoras y él me
empujó.
—Déjame solo.
—No.
—Sí.
Empecé a forcejear con él por el bote de píldoras, y lo arrebaté de su
agarre. Lo abrí y puse una en la palma de su mano. Él se deslizó hacia
abajo contra la pared hasta el suelo y se sentó.
—No los necesito ni a ti ni a Erika para cuidar de mí y abrir mis
malditos botes de píldoras.
—Sí, lo haces.
—No, no lo hago.
—¡Kel, sí, lo haces!
—¡No, no lo hago! —gritó, su voz quebrándose cuando rompió a
llorar. Envolvió sus brazos alrededor de sí mismo y se alejó de mí, tratando
de ocultar las lágrimas—. Me estoy muriendo, Logan. Me estoy muriendo.
Me deslicé en el suelo, y me senté a su lado con mi espalda contra la
pared. —No digas eso. 272
—Es la verdad.
—Estás aquí ahora —dije, citando a Ram Dass—. Esa era la cita que
se hallaba sobre cada dormitorio de la clínica de rehabilitación. Nos
dijeron que dejáramos de culparnos a nosotros mismos por nuestros
ayeres y dejáramos de preocuparnos cuando nos fuéramos de la clínica.
Teníamos que estar allí, en el momento. Estás aquí ahora, Kellan. En este
momento, estás aquí. Estás tan vivo como Erika, Alyssa y yo.
—Sí. Pero estaré muerto mucho antes que todos ustedes.
—Eso es debatible. Se me da muy bien joderlo.
Kellan se rio, y me empujó un poco. Bien. Reír es bueno. Nos
apoyamos contra la pared.
—Estoy aquí ahora —murmuró para sí mismo.
—Entonces, ¿cuándo vuelve Erika? —pregunté.
—No lo hará. Le dije que se fuera por un tiempo.
—¿Qué?
—No podía seguir haciéndola pasar por esto, Logan. Cada vez que
tosía, pensaba que moría. Merece una vida normal.
—¿Es eso lo que le dijiste?
Hizo una mueca. —No exactamente.
—¿Qué dijiste?
—Le dije que no quería casarme con ella. Le dije que habíamos
acabado y que me sentía harto de su agobio. Le dije que se fuera y no
volviera.
—La alejaste siendo malo.
Asintió, esnifando. —Era la única manera en la que se iría. No podía
seguir rompiéndole el corazón.
—Confía en mí, hermano mayor, su corazón está roto. —Frunció el
ceño, sabiendo que tenía razón—. Vamos a decir que los roles se
revirtieran. Vamos a decir que Erika tuviera cáncer y fueras el que la
cuidara. ¿Cómo te sentirías si ella te dijera esas palabras?
Sus manos pasaron por su cara sin parar. —Lo sé. Lo sé. Ya la
extraño. Pero no sé cómo arreglarlo. No sé cómo hacerlo más fácil para
ella.
—Ella no se apuntó por que fuera fácil, Kellan. Lo hizo por ti. A
través de todo esto, se apuntó por ti. Sin embargo, no te preocupes. Lo
arreglaremos.
—¿Cuándo te volviste tan sabio? 273
Sonreí. —Cuando Alyssa me dio el mismo exacto discurso sobre
cómo ella se apuntó por mí, lo cual incluía todo el equipaje que venía
conmigo.
Se rio. —Debería haber sabido que no eras tan sabio.
—Sí, bueno, estoy trabajando en ello.
Nos sentamos en silencio por unos minutos. —Uh, ¿Logan?
—¿Sí?
—¿Qué diablos le pasó a tu cara?
Me reí y empecé a contarle acerca de mamá y mi padre. Reaccionó
mucho mejor de lo que esperaba, además de tener el mismo pensamiento
que yo. —Bueno, al menos no puede conseguir drogas mientras está en el
hospital.
Ah, mi hermano. Mi mejor amigo.
P
asaron dos semanas desde el incidente con los padres de
Logan. Julie entró en rehabilitación, y había estado allí
durante días, luchando, pero luchando por su vida. Sadie
consiguió estar limpia, encontrando el equilibrio.
Todo empezaba a volver a la normalidad. Excepto por el hecho de
que Erika se seguía quedando con nuestra madre, lo que se hallaba lejos
de ser normal. En realidad, era un poco aterrador. El sábado por la tarde,
me dirigí a la casa de mamá, con una caja en mis manos, y golpeé la
puerta delantera.
Cuando se abrió, Erika arqueó una ceja. —Hola, Aly. ¿Qué pasa?
—Um, ¿lo que pasa es el hecho de que estás quedándote con mamá?
Sabes qué, no importa. Iré a buscar tus cosas. Es hora de irse.
—¿De qué hablas?
—¿Te acuerdas de tu vida? ¿Tu prometido? Sí. Es hora de que te
vayas a casa con Kellan.
—No me quiere. No me quiere allí, Alyssa.
—Te necesita.
Mamá apareció en la puerta, con los ojos entrecerrados. —¿De qué
hablas? Erika finalmente recuperó sus sentidos. Está haciendo su vida de
nuevo antes de cometer un gran error. Estoy tan orgullosa de que se diera
cuenta de esto.
—Mamá, ¿puedes hacer algo por mí? —pregunté.
—¿Qué?
—Sólo métete en tus propios malditos asuntos. Por una vez en tu
vida, métete en tus asuntos.
Resopló, pero antes de que pudiera responder, tiré de Erika fuera de
la casa y cerré la puerta detrás de ella. Erika frunció el ceño. —Escucha,
Alyssa. Lo intenté con Kellan. Realmente lo intenté. Pero él lo dejo alto y
claro que no me quería allí, así que no estoy…
—Vuelve a casa, Erika. Ahora mismo.
—No.
—Está bien. —Abrí la caja y arqueó una ceja—. Pero traté de
advertirte.
276
Sus ojos se abrieron cuando vio su colección de platos en la caja. —
¿Qué haces, Alyssa? —Empecé a inclinar la caja encima, y ella saltó, ya
que todos cayeron al suelo—. ¡Oh, Dios mío!
—¡Logan! Ven aquí. —Lo llamé y saltó fuera del coche con una caja
en sus manos—. Dile a Erika que vuelva a casa.
Erika temblaba, mordiéndose el labio inferior. Logan se acercó a ella,
la miró a los ojos y sonrió. —Eres mi hermana.
—Detente. No lo soy.
—Me gritas. Odias mis entrañas. Me tratas como una mierda. Me
llamas estúpido. Eres mi hermana, Erika. Y estás con Kellan en este
momento. En este momento necesito que vuelvas a casa. No puedo
ayudarlo sin ti.
—No puedo —dijo—. No puedo hacer esto.
Logan asintió, abriendo la caja con el material de vidrio favorito de
Erika. —Ven a casa.
—Estoy en casa.
—Está bien. —Empezó a inclinar la caja encima, y ella se encogió.
—¡No, Logan! Yo sólo compré… —¡Crash! Piezas de vidrio fueron
esparciéndose por el suelo.
—¡Oh, Dios mío! ¡¿Qué está mal con ustedes dos?!
—Queremos que vuelvas a casa, eso es todo —le expliqué.
—No puedo seguir haciendo esto. No puedo hacer más lo
disfuncional.
Hice un gesto hacia las ventanas de la casa, donde mamá observaba
cada movimiento, golpeaba el cristal, gritando por Erika para que
regresara dentro. —¿Y tú piensas que eso es normal?
—Váyanse, los dos. Por favor. Kellan no me necesita.
—Sí, lo hago. —Todos nos volvimos para ver a Kellan caminando
hacia nosotros con su propia caja. Se puso de pie en el borde de la
calzada, y cerró los ojos en Erika—. Te echo de menos. Te quiero. Te
necesito, Erika. —Lanzó todos los elementos en su caja al suelo, y soltó la
caja.
—Ven a casa.
Erika se rio, y luego todos nos echamos a reír con ella. Mama abrió
la puerta principal, salió, y ordenó a Erika volver dentro, pero se negó a
escuchar.
Todos caminábamos de regreso a los autos, dejando nuestro dolor en
los pedazos de vidrio en el suelo, y empezando de nuevo juntos. Kellan 277
regresó a casa con Erika en su auto, y Logan condujo el mío.
—Oye, estaba pensando... ¿Quieres tener algunas loca, salvaje
aventura sexual antes del evento de esta noche en el restaurante de
Jacob?
Me encogí de hombros, y murmuré—: Supongo. O bien, podemos ver
el nuevo documental sobre Michael Jackson que compré ayer y comer
sobras de pizza y galletas Oreo de frambuesa.
Sus ojos se abrieron. —Oh, Dios mío. Me encanta cuando me hablas
sucio.
Me dio un beso, y yo sabía que nuestro para siempre empezaba en
ese mismo instante.
L
a oficina de TJ se sentía helada. Más helada de lo que
necesitaba estar. Pero la estaría usando por ahora. No echaba
de menos una cita con Kellan desde que regresé a True Falls.
En la esquina izquierda de su escritorio se encontraba una jarra de
gomitas con regaliz rojo colocado en el lado derecho. Al menos se deshizo
del regaliz negro.
Crucé mis brazos, presionándolos contra mi cuerpo por calor.
Mierda. Me estaba congelando. Mis ojos se giraron hacia la silla a mi lado,
donde Kellan se sentaba.
Cuando vi hacia TJ, vi sus labios moverse muy rápido. Seguía
explicando la situación una y otra vez. No podría estar seguro, debido a
que ya no escuchaba.
No sabía el momento exacto cuando dejé de escuchar las palabras
saliendo de su boca, pero por los pasados cinco o diez minutos
simplemente veía su boca moverse.
Mis manos se apoderaron de los lados de mi silla y los sostuve
apretadamente.
Erika se hallaba sentada al otro lado de la silla de Kellan, lágrimas
caían contra sus mejillas. —¿Está funcionando? —dijo ella, rompiendo mi
aturdimiento.
—Está funcionando. —La voz de TJ se sentía llena de esperanza,
incluso tenía una sonrisa en su rostro—. La quimioterapia está
funcionando. Aún no estamos fuera de la oscuridad, pero estamos yendo
por la dirección correcta.
El abrumador sentimiento de esperanza tomó mis respiraciones. Los
latidos de pánico que rodaron a través de mi sistema eran aterradores.
—Yo… —Mi voz comenzó pero luego se detuvo. Me sentí como si
debía decir algo, porque Kellan no hablaba en absoluto. Sin embargo, no
sabía cuales sería las palabras correctas. ¿Existían palabras correctas
para una situación como esta?
Mis dedos sostuvieron mi silla profundamente. Rocé mi mano
derecha contra mi mejilla y aclaré mi garganta. —¿Está funcionando? —
pregunté.
Él comenzó a hablar pero dejé de escuchar nuevamente. Tomé la
mano de Kellan y me deslicé a su izquierda, mientras que Erika se 285
deslizaba a su derecha.
Mi hermano, mi héroe, mi mejor amigo luchaba contra el cáncer.
Estaba superando el cáncer.
Y finalmente pude respirar.
E
ra feliz.
No tenía mucho a mi nombre, y no tenía muchas historias
de éxito para transmitir a mis hijos. No era algún genio
millonario. No tenía tres títulos de licenciatura.
Probablemente estaría trabajando la mayor parte de mi vida para llegar a
fin de mes, pero siempre llegaría porque tenía amor. Tenía tres personas
contando conmigo para seguir adelante cuando los tiempos eran difíciles.
Tenía tres personas creyendo en mí y mis sueños lejanos.
Alyssa y yo pudimos comenzar uno de nuestros sueños juntos:
Restaurante y Piano Bar High&Lo. Habíamos estado funcionando por dos
años ahora, y después de mis niños, era uno de mis mayores logros. Sin
embargo, me esforzaba por más.
Un día daría a mis hijos y a mi hermosa esposa el mundo. Mis hijos
nunca sabrían lo que significaba no ser amado. Habían sido apreciados
antes de que hubieran entrado al mundo.
Alyssa, mi hermoso amor, me salvó la vida. Me dio una razón para
vivir, y era un honor ser amado por ella. Le prometí a su corazón que
nunca olvidaría la forma en que me dio todo de ella cuando no tenía nada
que dar a cambio. Me prometió que no era el producto de mis ayeres, y
sabía que me encontraba destinado a mañanas increíbles.
Ella era el fuego en mi alma que me mantenía caliente por la noche.
—Eso es demasiado alto —gritó mi hijo de cinco años, Kellan,
mientras caminábamos hacia la escalera de la cartelera. Fue nombrado en
honor a su tío, que todavía perseguía su sueño de convertirse en un
músico exitoso, y se acercaba a ello cada día.
Su hermana, Julie, se sentaba sobre mis hombros, levantando la
vista. —¡Sí, papá! ¡Demasiado alto! —concordó. Ella fue nombrada en
honor a su abuela, la mujer que conocía más días oscuros que la luz, pero
ahora era capaz de caminar en el sol y durante los últimos siete años
mantuvo a sus demonios a raya. No todos los días era fácil, pero cada día
era una bendición.
Sonreí a Alyssa, que me advirtió que los niños pensarían que era
demasiado aterrador, pero quería que vieran las estrellas esa noche desde
el mismo lugar en el que me enamoré.
288
—Tenemos mantas —dijo Alyssa—. Siempre podemos ponerlas aquí
abajo y mirar hacia arriba.
—¿Podemos hacer eso, papá? ¿Podemos sólo mirar hacia arriba en
lugar de subir? —preguntó Kellan.
—Por supuesto. Eso es aún mejor.
Esa noche estuvimos callados, mirando hacia el cielo iluminado por
las estrellas que se desvanecían en la oscuridad. Mis brazos se hallaban
envueltos alrededor de la cintura de Alyssa, y se recargó contra mí,
permitiéndome ser el que la sostenía. Cada noche veíamos la puesta de
sol, sin importar dónde estuviéramos, y nos despertaríamos temprano
para presenciar su ascenso. Esa era la cosa de la vida: incluso cuando los
días se volvían negros, siempre se te daba otra oportunidad, un segundo
momento para intentar volver a salir de las cenizas.
Los niños corrían alrededor, jugando, mientras Alyssa y yo
mirábamos las vidas que habíamos creado. Fueron nuestros felices para
siempre, los regalos que nos trajeron tanta alegría.
Dios mío, era feliz.
Me sentía tan malditamente feliz, seguro y amado.
Cuando el cielo se volvió negro y los vientos fríos rozaron contra
nosotros, susurré contra el oído de Alyssa, acercándola a mí—: ¿Por
siempre, High?
—Por siempre, Lo.
Me encogí de hombros.
Se encogió de hombros.
Me reí.
Ella rió.
Separé mis labios.
Separó sus labios.
Me incliné.
Se inclinó.
Nuestros labios se engancharon, y aunque mis pies se encontraban
plantados firmemente en el suelo, nunca en mi vida me sentí tan alto.
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