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Por lo tanto, podríamos resumir todo esto en que hablamos de publicidad como de una
comunicación con intención claramente comercial que busca estimular el consumo de un
producto. Es una de las múltiples herramientas que posee el marketing para llamar la
atención de los futuros clientes.
Los medios que utiliza la publicidad son muy diversos, desde los más antiguos como la
televisión, la radio, las revistas, periódicos, correo directo o publicidad al aire libre, hasta
publicidad en buscadores web, en blogs y páginas web, correo electrónico o mensajes de
texto.
Así pues, tras la evolución primitiva de la publicidad, sería en el siglo XIX cuando la disciplina
se asentaría. Ya que es en este siglo cuando se crean las primeras marcas reconocidas
mundialmente. Por ejemplo, Coca-Cola se fundó en 1886, la marca de pantalones Levi’s
Strauss en 1873 y la popular marca de dentífricos comenzó a operar en 1806. Aunque, todo
sea dicho, esta última comenzó vendiendo jabones y velas. Es decir, a partir de ese momento,
se comienzan a valorar las marcas como garantía del producto adquirido y también se dan a
conocer los primeros agentes publicitarios de la historia.
En esta evolución, otro hito fue la importancia creciente de la televisión. El nacimiento del
vídeo, de los anuncios televisivos, los spot grabados y el crecimiento económico propiciaron
que se viviera una época de gran crecimiento para la publicidad.
Claro que, nada se puede comparar con el crecimiento exponencial de Internet. La publicidad
vive un cambio único y muy importante al entrar en el siglo XXI. Y es que por primera vez,
durante la segunda década del siglo XXI la inversión en publicidad en medios digitales supera
a la inversión publicitaria en medios tradicionales.
Para conseguir los objetivos fijados por esta definición, la comunicación debe realizarse
usando los medios de comunicación y otros canales de información cada vez más numerosos
y variados debido al exponencial crecimiento digital que vivimos.
La inversión en publicidad es muy importante para las empresas, pues de ello depende
dar a conocer su producto.
No se debe confundir con el marketing. La publicidad es de las acciones llevadas a
cabo por el marketing.
Debe ser planificada. No todas las técnicas y estrategias de publicidad funcionarán
igual de bien para todos los productos y/o empresas.
Está estrechamente relacionada con el diseño.
Se trata de una disciplina con un alto componente creativo.
Su objetivo principal es persuadir o convencer al consumidor.
No solo tiene una función comercial. Algunas instituciones sin ánimo de lucro, también
utilizan estrategias publicitarias para aumentar el alcance de su misión.
Puede ser digital o presencial. O dicho de otro modo, online u offline.
Tipos de publicidad
Hasta ahora, hemos visto una introducción, un resumen de la historia de la publicidad y las
principales características. Sin embargo, como habrás podido comprobar no se trata de una
disciplina precisamente pequeña, por lo que dentro de la misma hay muchos tipos.
Los principales tipos de publicidad que podemos destacar son los siguientes:
Publicidad online.
Publicidad impresa.
El boca a boca.
Publicidad en el medio radiofónico.
Publicidad en televisión.
Vallas publicitarias.
Telemarketing.
Para ver en detalle cada uno de estos tipos, puedes acceder al siguiente artículo:
Tipos de publicidad
Técnicas de la publicidad
La publicidad engloba múltiples técnicas de estudio y análisis del comportamiento de las
personas, a nivel psicológico o sociológico. Los resultados obtenidos con ellas son útiles a la
hora de hacer estudios de mercado y crear mensajes publicitarios eficaces para cada tipo de
público objetivo.
Obviamente, existen muchos tipos de acciones posibles a la hora de realizar u organizar una
campaña, como el marketing directo, las promociones, la propaganda o los patrocinios de
eventos entre otros mecanismos.
Si quieres saber más sobre las principales técnicas de la publicidad accede al siguiente
enlace:
Técnicas de publicidad
Diccionario económico
Marketing
Las técnicas de publicidad son los procedimientos para dar a conocer al público los
servicios o productos de una marca con el objetivo de aumentar las ventas.
Las técnicas de publicidad empleadas varían dependiendo del soporte que se utilice. Los
mensajes se adaptarán en función de ello.
Para saber que técnica publicitaria es la más adecuada es necesario tener un profundo
conocimiento del producto, así como del público al que va dirigido para optar por un tipo de
publicidad determinado que sea coherente en cuanto a medio, mensaje y consecución de
objetivos.
Campaña publicitaria
Javier Sánchez Galán
Lectura: 2 min
Una campaña publicitaria son un conjunto de proceso formados por grupos de ideas
reunidas y organizadas con la misión de dar a conocer un bien o servicio ofrecido con
intención comercial. Es la puesta en práctica de las herramientas de la publicidad para
cumplir su cometido.
Con la ayuda de las campañas de publicidad, las empresas atraen el interés del público al que
se quieren dirigir, pues lo han definido previamente.
Qué se va a vender.
A quién.
Por qué este público querría hacerse con el producto en cuestión.
A la hora de desarrollar una campaña de marketing, las empresas suelen realizar análisis
sobre sus potenciales clientes. Para ello, tienen en cuenta criterios tan dispares como los
sentimientos del público, sus intereses, su capacidad económica…
Hay que destacar que en el trabajo con campañas hay elementos básicos para la consecución
del éxito como la originalidad, la imaginación y la creatividad. El resultado de una buena
campaña se traduce en aumentos de ventas o valoración, por lo que las compañías buscan
siempre trabajos de marketing novedosos y que puedan conseguir calar en el público al que
se dirigen.
Es necesario destacar el importante papel que juegan los medios de comunicación como
principal canal y soporte para las campañas de publicidad. Periódicos, televisiones, radios e
Internet, especialmente en los últimos años, cuentan con múltiples espacios dirigidos a
apoyar campañas haciéndolas llegar a los millones de personas que los consumen.
Es decir, gracias a los medios se obtienen difusiones mucho mayores que realizando
comunicación por boca a boca. Esta sería más lenta y menos provechosa, como es lógico.
La publicidad en la actualidad
La publicidad se ha adaptado a la era digital, pero herramientas tradicionales siguen marcando pauta.
Hay quien asegura que el acto de anunciarse es, en realidad, una tendencia muy natural: ahí están las
flores, con sus estupendos colores y formas; o los gallos, con su plumaje y sus cantos; y hasta el ser humano,
intentando convencer a los demás, desde los tiempos más primitivamente instintivos, de su fuerza o
su belleza. ¿Y qué es todo esto sino publicidad?
En una sociedad como la nuestra, basada en el consumo, su importancia resulta evidente; y no solo como
motor económico, sino como forma de vida, ya que en ella se apoyan modas, costumbres e incluso la
cultura. Un anuncio exitoso implica al producto en sí, pero asimismo proyecta los gustos y los sentimientos
que dominan en ese momento.
Así, el eslogan de los anuncios de Nike –Just do it–, además de suponer un gran éxito para la marca,
muestra toda una filosofía de vida. ¿Te gusta conducir?, de la famosa campaña de BMW, son palabras
que evocan placeres viajeros y un sentimiento de libertad. También han quedado grabadas en el recuerdo
colectivo, por toda su implicación en valores sociales –vinculados a temas como la religión, la raza o la
homosexualidad–, las polémicas campañas de United Colors of Benetton. O el buen impacto de evocar el
mundo íntimo del hogar –y más en un país monárquico– que tiene la frase La república independiente de tu
casa, de Ikea.
Y si buscamos en un pasado más reciente, ¿quién no recuerda la campaña de la agencia Leo Burnett para el
sorteo de la Lotería de Navidad de 2015? La historia de Justino, el vigilante nocturno de seguridad al que
sus compañeros dejan un décimo de lotería premiado en uno de los maniquíes de la fábrica. Pues bien, según
el último informe Gunn Report –índice mundial de excelencia creativa en publicidad–, publicado el pasado
febrero, el de Justino se ha convertido en el anuncio más galardonado del mundo en 2016, con un total
de 48 premios, entre ellos un Grand Prix en el Cannes Lions 2016, el festival más importante a nivel
internacional.
Menos entrañable aunque igual de efectivo, porque cumple el objetivo de no dejar indiferente a nadie,
resulta el spot cutrelux de Chicfy –aplicación de compraventa de ropa solo para chicas– ideado por la
productora Randm: prueba de que ha calado hondo es lo popular que se ha hecho su frase más emblemática:
“Claro que sí, guapi”. Este anuncio genera tal controversia de sentimientos que bien podría ser considerado
el peor anuncio de 2016…, bien el mejor.
La entidad omnipresente que resulta ser la publicidad es lo que es hoy en día sobre todo a partir de
la Revolución Industrial. La producción masiva, que desde el siglo XIX propagó el oleaje industrial
surgido en la Inglaterra dinamizada por su imperio colonial, precisaba de una propaganda a la medida. Había
muchos más productos para vender y mucha más gente a la que vendérselos –unos consumidores potenciales
que, además, con el incremento de la educación, sabían leer–. La publicidad se vio así abocada a convertirse
también en una industria por sí sola.
Gestionada por empresas publicitarias o agencias, halló su principal vía de expansión a través de los
anuncios de los periódicos y revistas, que en ese tiempo surgieron por doquier gracias precisamente a esa
misma producción masiva. A ellos se sumó, llegados los años 20 del siglo pasado, otro soporte alternativo,
que vino a ampliar y dar sonido a los anuncios: la radio. Así fue como la publicidad comenzó a ser más
invasiva, pues lo que se escucha no precisa de la intención ni del esfuerzo del acto de leer.
Y aún más dominante llegó a ser cuando las imágenes ilustraron el mensaje: la televisión irrumpe en los
50 y, con ella, el camino a recorrer hasta el día de hoy ya estaba más que sembrado. Terreno abonado para
que, en los 90, nadie se espantase de la toma de dominio que para la publicidad supuso la llegada de internet.
Y ya entramos en el tiempo del big data, el neuromarketing y toda la parafernalia sobre la que cabalga la
publicidad de hoy, que da por sentadas premisas como la importancia de la presentación por encima de otros
recursos competitivos, que invade cada vez más el ámbito íntimo del individuo y maneja los trucos
aprendidos y los atajos procurados por la tecnología con la misma holgura cuando hay que vender un
producto o a la hora de aupar a un partido político.
Pero ¿cómo hemos llegado a este estado de cosas? A alguien se le tuvo que ocurrir hacer publicidad como
hoy en día se hace, ¿no? El londinense Thomas James Barratt (1841-1914) es considerado el promotor
del marketing moderno debido a que en su campaña para los jabones Pears, a finales del siglo XIX,
incluyó eslóganes pensados para un público específico junto a imágenes sugerentes, consiguió asociar el
producto a una alta consideración de cultura y calidad y definió como canon la imagen de marca. Algunas de
sus máximas siguen encajando en la actualidad: “Los gustos cambian, las modas cambian y el publicista
tiene que cambiar con ellos”.
Ahí están la maquinaria anunciadora y todos sus recursos persiguiendo al consumidor a través de los
vaivenes que con tanta celeridad hacen y deshacen las redes sociales. Los abundantes datos globales sobre
cualquier individuo o asunto –big data– y el conocimiento del mecanismo cerebral que se activa cuando
se desea algo, puesto de relieve por el neuromarketing, son algunas de sus herramientas avanzadas. En
palabras de Ana Alonso, directora de Planificación Estratégica de la agencia publicitaria Dommo.x, "el big
data y el neuromarketing son una gran oportunidad de aumentar la eficacia a través de la hipersegmentación:
la información es el poder".
Este seguimiento de las tendencias no habría sido posible, y menos en el vértigo actual de modas y soportes
que cambian incesantemente, sin la infraestructura que absorbe, arrastra o reinventa dichos
movimientos: las agencias. Abarcar en una misma empresa todas las acciones que conlleva la publicidad
supuso en su momento todo un revulsivo. Por supuesto, la iniciativa surgió en el país de la Revolución
Industrial por excelencia, Inglaterra, a principios del siglo XIX.
En 1800, un tal James White fue el primero que, además de adquirir espacios publicitarios para las
compañías, redactaba los anuncios. A partir de ahí, tanto en Gran Bretaña como en Estados Unidos, la
idea cuajó y se fue completando a través de grandes agencias que hicieron historia y que irían conformando
la fórmula actual. Si has visto la serie de televisión Mad Men, protagonizada por el actor Jon Hamm, tendrás
una idea bastante aproximada de cómo trabajaban estas agencias en los años 60: de hecho, funciona a ratos
casi como un documental sobre cómo era la publicidad en una época de la que somos herederos directos.
Eso sí, hoy la especialización y diversificación están a la orden del día entre las agencias. Las que
cubren todo el proceso –contratación, creatividad, difusión, seguimiento…– se denominan de servicios
plenos; las de publicidad general son aquellas que no cubren todas las fases y venden creatividad
subcontratando el resto de los servicios; como central de compras se definen las que canalizan hacia los
medios de comunicación la publicidad contratada por anunciantes directos u otras agencias; y en alza están
las digitales, enfocadas a internet.
Cada modelo de empresa publicitaria, aparte de buscar la receta infalible, da el uso apropiado a los
conceptos y técnicas que han ido definiendo la actividad anunciadora en los últimos tiempos. En el XIX, a
los publicistas ya se les ocurrió recurrir a la psicología, la sociología y la lingüística para afinar
objetivos y tareas. Y en el XX, investigadores como George Gallup y Daniel Starch crearon empresas de
investigación para estudiar a fondo la conducta y la mentalidad de la gente en cuanto a compras y hábitos.
Instintivismo, conductismo, psicoanálisis y motivacionismo son corrientes psicológicas de las que los
anuncios siguen echando mano. Ahí están las aportaciones de psicólogos como John B. Watson y Walter D.
Scott. Una frase de este ha quedado inscrita en el ideario de la publicidad moderna: "El hombre ha sido
llamado animal racional, pero, con gran acierto, podría ser llamado la criatura de la sugestión".
Ahí estaba el quid de la cuestión: había que sugestionar al potencial comprador, y nada mejor que hacerlo de
forma indirecta. Es una de las ideas que convirtieron a Albert Lasker y su actividad en el Chicago de la
primera mitad del siglo pasado en germen del marketing actual. Seducir al consumidor indirectamente a
través de incentivos culturales o sociales es una idea muy asentada, como puede verse en el patrocinio de
todo tipo de actividades que realizan marcas y empresas.
Esta publicidad indirecta ha hallado una mina incesante en el mundo digital, hasta alcanzar el alto nivel
invasivo que ahora choca contra la ética íntima y la hartura del público. Y es que, según enfatiza Alonso,
"no hay que saturar atacando la privacidad del consumidor: todos queremos ofertas personalizadas,
adaptadas a nuestras necesidades, pero lo que no queremos es sentirnos atacados".
En realidad, esta cuestión ya se empezó a plantear cuando la publicidad amplió los medios de expansión. En
1919, las emisoras de radio norteamericanas comenzaron a emitirla en plan retahíla como hoy lo siguen
haciendo en todo el planeta. Después vinieron los programas patrocinados y luego la promoción de
productos que insertaban los propios locutores. El énfasis de la palabra sigue siendo actualmente muy
efectivo, sobre todo en los canales de música, donde los anuncios encajan fácilmente en el oído de los
escuchantes. La inversión en publicidad radiada alcanzó los 458 millones en España en 2016, según la base
de datos publicitarios Infoadex.
En la prensa en papel (diarios, dominicales y revistas), el gasto español en publicidad –siempre según la
misma fuente– fue de 903,4 millones. Lejos quedan esos tiempos en que este medio fue el primero y único
en el desarrollo de los anuncios de masas, al igual que los carteles y otros recursos exteriores, en los que la
inversión en nuestro país en 2016 fue de 343,6 millones. Aquellos anuncios en periódicos y carteles del XIX
y principios del XX fueron el origen de todo: primero, pura información; luego, mensajes con chispa;
después, entrelazados con imágenes… Todo ello base de lo que hoy continúa su despliegue con el afán de
permanencia ante la dura competencia que suponen los nuevos soportes.
En la misma lucha se halla la televisión, aunque esta mantiene su claro dominio: 2.121,9 millones de euros
conformaron el gasto español de 2016 en promoción televisiva. Las estadísticas mundiales muestran
que este tipo de marketing sigue siendo el más efectivo al conjugar la fuerza de mensajes y escenas,
seguir ocupando las cotas de máxima audiencia y permitir una publicidad selectiva en consonancia con
el tipo de programa, el público al que va dirigido e incluso las coordenadas geográficas y culturales.
Eso no quita que internet se esté abriendo paso con fuerza, para hacerse con ese primer puesto cada vez en
más sectores de audiencia. Todo comenzó con el primer spam enviado por correo electrónico el 3 de
mayo de 1978 por el publicista Gary Thuerk. Después, en 1993, llegó el primer banner, y, un año después,
una web magacín, HotWired, fue la primera en vender espacios a los anunciantes.
En 1996, la innovación vino de DoubleClick, primera empresa que ofrecía y desarrollaba anuncios en
internet. A finales de la década, los pop-ups, anuncios de ventana emergente que la empresa ExitExchange
asegura haber inventado, supusieron la alternativa al banner; aunque este recuperó presencia a partir de 2007
gracias al retargeting –tecnología que, a través de cookies, localiza los gustos del usuario para, en
cualquier instante, mostrarle anuncios que amplían la oferta de los productos buscados–.
Y más posibilidades se abrieron a partir del 2000, sobre todo cuando grandes como Google, Facebook,
YouTube o Twitter convirtieron la publicidad en línea en recurso esencial e inventaron sus propias
fórmulas. Supuso "la democratización de la publicidad", aclara José Arribas León, director general creativo
de la agencia Parnaso, porque "internet y el mundo digital, gracias a sus bajos costes de inversión y
producción, han favorecido la incorporación de nuevos anunciantes y la eclosión de proyectos personales
independientes, alejados de las grandes estructuras y los encorsetamientos de las multinacionales
publicitarias".
Así, el gasto en anuncios online en 2016 alcanzó en nuestro país los 1.407,8 millones (un 12,6 % más que el
año anterior). Pero no todo es positivo. "En España, más de 27 millones de personas usan internet a diario –
un 79 % de la población entre 16 y 74 años–. El potencial como canal publicitario es tremendo, si bien no
hay que caer en la idea errónea de que es un medio ilimitado. Hoy, según la Asociación para la Investigación
de Medios de Comunicación (AIMC), la mayor preocupación de los internautas españoles es la cantidad de
publicidad, por encima de aspectos como velocidad, coste, seguridad o privacidad", apunta Arribas León.