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VACUNA DE LA VIRUELA https://www.youtube.com/watch?

v=oXQ-uDnWNYA&t=155s

La primera vacuna de la historia se utilizó en el siglo XVIII, exactamente el año 1796. El


medico rural ingles Edgard Jenner.

La idea se le ocurrió cuando, en su pueblo, vio cómo las recolectoras de leche eran
contagiadas de una especie de viruela vacuna por estar siempre en contacto con estos
animales. Una variante de la viruela humana que resultaba menos mortífera y, por
tanto, inmunizaba a las granjeras ante la viruela humana. "Yo no cogeré la viruela mala
porque ya he cogido la de las vacas" oyó decir el investigador y médico a una de las
lecheras de su pueblo.

Jemmer tomó una muestra de viruela vacuna de la granjera Sarah Nelmes y se la


inyectó entonces a un niño de 8 años, James Phipps. El niño inicio con algunos
síntomas, pero a las 48 horas se recuperó totalmente y, entonces, quedó inmunizado
ante la viruela humana, tal y como sucedía con las granjeras que andaban siempre
cerca de las vacas.

La historia de la viruela ocupa una posición única en la salud humana y la medicina. La


viruela es una de las enfermedades más mortales que conocen los humanos, y también
es la única enfermedad que ha sido erradicada con la vacunación.

Ya se había inventado la primera vacuna, pero no empezó a llamarse como tal hasta
1881, cuando Louis Pasteur desarrolla un experimento con una vacuna antiantráxica
en carneros y vacas. Al comunicar los resultados, Pasteur introdujo el término de
vacuna, que procede del latín vacca (vaca), a fin de homenajear a su predecesor,
Jenner.

Los científicos latinoamericanos han contribuido en la creación y mejora de las


vacunas. Por ejemplo, Una mujer que podríamos catalogar como la Louis Pasteur
cubana fue la descubridora de la única vacuna eficaz contra una enfermedad que
segaba miles de vidas en el mundo: la meningitis. Esa mujer fue Concepción Campa.

En 1982, por sus méritos en el campo de las ciencias, la cubana Campa fue escogida
para formar parte del Grupo Especial para el Desarrollo de la Vacuna
Antimeningocócica.

Fue en 1987 cuando se realizaría la primera prueba de eficacia, siendo así proclamada
autora de la vacuna antimeningocócica BC, la primera y única vacuna del mundo con
eficacia comprobada contra la meningitis tipo B, por lo cual se le otorgó la Medalla de
Oro de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI).

La meningitis es la inflamación del tejido delgado que rodea el cerebro y la médula


espinal, llamada meninge. Puede ser viral o bacteriana.

La vacuna antimeningocócica BC confiere inmunidad activa y específica; en este caso,


los componentes del inmunógeno vacunal aumentan los títulos de anticuerpos
antimeningocócicos e inducen actividad bactericida en el suero contra las cepas B y C
del meningococo.

LOS ANTIHISTAMINICOS.

Desde 1933, se han informado varios medicamentos capaces de prevenir las


reacciones a la histamina en animales.

Mientras realizaba una investigación en el Instituto Pasteur en 1937, Staub trabajó


para Daniel Bovet y sus primeros trabajos publicados condujeron al descubrimiento de
antihistamínicos.

Este descubrimiento fue la base del premio Nobel que se le otorgaría a su jefe D. Bovet
en 1957. Las moléculas que ella desarrolló todavía eran demasiado tóxicas para ser
utilizadas con éxito, pero son la base de la investigación que seguido.

Fourneau y Bovet descubrieron que el primero de ellos, el 929F (2-


timoloxitrietilamina), era capaz de inhibir o contrarrestar la acción de la histamina en
cobayas. En 1937, Staub y Bovet confirmaron estas observaciones.

Estas drogas, aunque exhibían un efecto antihistamínico decidido, eran tóxicas y no


podían estudiarse en el hombre. En 1942 Halpern investigó una gran cantidad de
medicamentos antihistamínicos y encontró uno, 2339 RP, que podría usarse en el
hombre.

Este medicamento se introdujo en Francia para uso clínico bajo el nombre comercial
"antergan". En 1944, Bovet, Horclois y Walthert informaron un fármaco
antihistamínico menos tóxico, el maleato de piranisamina, conocido como 2786 RP o
neo-antergan.

Las aminas simpaticomiméticas son fármacos que simulan los efectos de la adrenalina


y la noradrenalina. La estructura química de todas posee un grupo amina, que está
emparentado con los neurotransmisores adrenalina (epinefrina) y noradrenalina
(norepinefrina), y otras catecolaminas, como la dopamina.
La adrenalina es una sustancia que produce el cuerpo humano; se sintetiza en las
glándulas suprarrenales en situaciones de estrés o de peligro. Sus acciones principales
son aumentar la presión arterial, disminuir la hinchazón de la piel y las mucosas, abrir
los bronquios y mejorar el paso de aire, así como bloquear la liberación de sustancias
por parte de las células implicadas en la anafilaxia (mastocitos y basófilos).
La anafilaxia se produce como consecuencia de la liberación explosiva de unas
sustancias por parte de unas células, los mastocitos y los basófilos, que inducen los
síntomas típicos de una reacción alérgica.

ANTIHIPERTENSIVOS
Los primeros tratamientos documentados son la acupuntura, la reducción de sangre
corporal mediante una flebotomía controlada o el sangrado provocado mediante
sanguijuelas.
El tiocianato de sodio fue la primera substancia química empleada en el tratamiento
de general de la hipertensión. Fue desarrollado por Treupel y Edinger en 1900. Sus
efectos secundarios, potencialmente tóxicos hicieron que en las primeras décadas del
siglo XX fuera abandonado.
La pentaquina que es un agente contra la malaria se mostró efectivo como
medicamento para disminuir los niveles de presión arterial. A pesar de ser efectivo en
grandes dosis, tras diez años de investigación se detectó que los efectos secundarios
de este medicamento lo desaconsejaban.
En 1957, los doctores Freis, Wilson, y Parish, cuando se anuncia en una conferencia
anual de la American Heart Association un tratamiento de la tensión arterial con un
diurético en bajas dosis denominado clorotiazida. Donde se anuncia que este nuevo
compuesto mejora las prestaciones anti hipertensivas de cualquier otro medicamento
conocido hasta la fecha.
Los beta bloqueantes aparecen en 1964 mediante la descripción que realizan los
doctores Prichard y Gillam, inicialmente empleados en el tratamiento de angina de
pecho. Este tipo de medicamentos era capaz de regular los pulsos del corazón, y
pronto gana adeptos entre la comunidad médica.
En 1988 gana el premio Nobel un farmacólogo James Whyte Black inventor de los
betabloqueantes propranolol y la cimetidina, comparte conjuntamente con los
investigadores estadounidenses Gertrude B. Elion y George H. Hitchings.
Los medicamentos bloqueadores de los canales de calcio aparecen en los años
noventa. Las investigaciones que Fleckenstein y Godfraind et al. realizaron en el
decenio de 1960 fueron el punto de partida del concepto de que los fármacos
modifican la contracción cardíaca y del músculo liso al bloquear la penetración del
calcio en los miocitos.

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