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Todo empezó en la catedral de la plaza de armas, donde 

se encuentra una
estatua de madera del Demonio, que representa a Lucifer con escamoso cuerpo
de serpiente enroscado a la columna que sostiene el antepecho y el tornavoz de la
sacra tribuna, importada de Francia ubicada en el pulpito, por encima del satánico
conjunto se levanta el antepecho donde en la parte central se halla una
hermosa talla de Jesucristo, sentado con la Ley en una mano. Lo flanquean
las imágenes de los cuatro evangelistas. Por debajo de estas figuras asoman
regordetes ángeles y las flores de Liz, en buen número y distribuidas de forma
armoniosa.
Cuenta la leyenda que esa estatua suele moverse durante las noches.
Se preguntaron unos jóvenes si la leyenda era cierta. Para comprobar si esto era
así, se pusieron de acuerdo para ingresar a la catedral una noche, y con la ayuda
de un amigo pudieron quedarse en la catedral hasta muy noche sin que nadie se
percatara. Ellos se mantuvieron allí hasta altas horas de la noche contemplando la
figura del demonio, esperando que este se mueva.
Empezaron esta aventura con mucho valor, hasta que en el infinito silencio del
interior de la catedral, de pronto se escuchó un gemido. Al oír esto se acercaron
aún más al demonio del púlpito, quedaron asombrados al ver que este se quejaba
del dolor que le causaba la pesada columna que lo aplastaba contra el piso, y aún
más al ver que de los ojos del demonio se derramaba lágrimas de sangre.
Finalmente se puede observar como desde su “afincamiento” en la Catedral, el
Diablo ha observado calladamente solemnes Te-Deum y ha sido testigo de “oídas”
de revoluciones y de gloriosas gestas republicanas libradas por el pueblo de
Arequipa, en el espacio de un siglo y pico en la histórica Plaza de Armas de la
Blanca Ciudad.

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