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PERIODO ENTREGUERRAS

Italia
Benito Mussolini creó en 1921 el Partido
Nacional Fascista. En 1922, apoyándose el
miedo de las clases medias a una
revolución comunista, Mussolini dio un golpe
de Estado que, contando con la simpatía del
rey Víctor Manuel III, del ejército y de la
burguesía italiana, le llevó al poder en
1922. A partir de 1924 Mussolini aceleró el
proceso de implantación de la dictadura
fascista.
Veinte millones de italianos están en estos momentos reunidos en las plazas de
Italia. Esta manifestación demuestra que la identidad de Italia y el fascismo es
perfecta, absoluta e inalterable. Sólo cerebros reblandecidos en ilusiones pueriles
o aturdidos por la profunda de las ignorancias pueden pensar lo contrario, porque
ignoran lo que es la Italia fascista de 1935. En la Sociedad de Naciones, en vez de
reconocer el justo derecho de Italia, se atreven a hablar de sanciones.
La llegada de Benito Mussolini al poder (1922) no supuso el abandono automático
del liberalismo, pero a partir de 1925 el duce optó por el proteccionismo y
la concentración industrial en grandes corporaciones dependientes del Estado.
Pretendía con ello un absoluto control del gobierno sobre la industria,
la agricultura, las finanzas y las inversiones.
La búsqueda de la autarquía, que perseguía la autosuficiencia económica (batalla
del trigo, 1925), fue una constante en su política económica. En los años treinta la
política autárquica se reforzó con el fin de salvaguardar a Italia de la depresión
internacional. Se acometieron grandes obras públicas (autopistas, electrificación
ferroviaria, etc.). De todos modos, la cifra de desempleados se mantuvo
elevada (1,3 millones de parados), descendiendo tan solo cuando la movilización
de tropas destinadas a la invasión de Etiopía y la intensificación del rearme militar
absorbieron el paro.
Esta política cosechó importantes logros en el
campo industrial, pero a costa de
altos costes salariales y organizativos que recayeron
sobre los trabajadores. Éstos no pudieron agruparse
para la defensa de sus intereses en sindicatos de
clase, que fueron suprimidos y sustituidos
por corporaciones de militancia obligatoria. Dichas
agrupaciones encuadraban a los obreros según
su actividad (metalurgia, transportes, etc.) y
pretendían negar la lucha de clases, buscando armonizar los intereses de
patronos y trabajadores en el seno de un sistema gremial controlado por el
Estado.
Socialmente el régimen puso en marcha tibias medidas de protección: salario
mínimo, congelación de alquileres, asistencia familiar, etc.
Francia
En comparación con otros países padeció
con menor virulencia las consecuencias de
la crisis.
A ello contribuyó
una agricultura diversificada que no
dependía de un solo producto y, como en el
caso británico, la posesión de
un imperio colonial que le permitió
amortiguar el descenso de la actividad
comercial.
El gobierno del Frente Popular puso en práctica a partir de 1936 medidas de
corte keynesiano (subida de salarios, reducción de la jornada laboral, vacaciones
pagadas, etc) tendentes a la reactivación de la demanda interna. Esas medidas
contribuyeron a paliar los efectos de la crisis, aunque finalmente fue la industria
de armamentos la que, en vísperas de la Segunda Guerra Mundial, se erigió en la
locomotora de la economía francesa.
La III República francesa sostuvo el sistema democrático entre 1918 y
1939. Funcionó el multipartidismo, se mantuvieron los partidos clásicos
(conservadores y radicales) y los socialistas, desde 1936, formaron gobierno.
A pesar de esto, soportó momentos de inestabilidad política porque no se
resolvieron los problemas con Alemania y tuvo que hacer frente a la oposición
constante de los comunistas y de las ligas fascistas.
En 1919 triunfó una coalición de centroderecha: el Bloque Nacional, que se
mantuvo en el poder hasta 1924. Su
programa era nacionalista y de
reconstrucción y gobernaron
sucesivamente G. Clemanceau, A. Briand y
R. Poincaré.
La centroizquierda (cartel de izquierdas) de
radicales y socialistas gobernó entre 1924 y
1926. En la presidencia se situó Edouard
Herriot.
La gravedad de los problemas económicos
condujo a un gobierno de Unión Nacional
(1926-1929) con presencia de todas las
tendencias: desde radicales hasta
conservadores. Lo encabezó, como
presidente de la República, Raymond
Poincaré, y Aristide Briand como jefe de
Gobierno.
Se normalizaron las relaciones con
Alemania gracias a la firma de los acuerdos
de Locarno. Se consiguió el equilibrio presupuestario y se pudo pagar la deuda
exterior ocasionada por la guerra gracias a la reducción del gasto público, la
inflación y la subida de impuestos.
Esta situación favorable devolvió la confianza en el franco, aunque redujo la
capacidad adquisitiva de los más necesitados.
El crack de 1929 produjo una gran inestabilidad por el hundimiento de la
producción industrial y el aumento del número de parados. Hasta 1932 gobernaron
gabinetes de centro-derecha, que después pasaron el testigo a la izquierda. Todos
fueron muy inestables por falta de mayorías sólidas debidas al multipartidismo
reinante.
Las tendencias ideológicas se radicalizaron: el comunismo y los fascismos
influyeron cada vez más en la izquierda y la derecha francesa. La tensión social
era extrema, pero la democracia se mantuvo.
La última experiencia política de la III República fue el Frente Popular (1936-1938):
coalición de izquierda creada en torno a los socialistas. El socialista Léon Blum
presidió el primer gobierno del Frente Popular:
Se incrementaron los salarios, se extendieron los seguros obreros y se
revitalizaron los acuerdos entre sindicatos y patronal.
La recuperación económica evolucionó lentamente, aunque salpicada de
conflictos.
Gran Bretaña
La economía británica se defendió de
los embates de la crisis con mayor éxito
que la de países de su entorno.
Contribuyeron a ello dos factores:
La bajada de los precios de las
materias primas y alimentos de la que
era importadora neta.
La posesión de un imperio
ultramarino que le otorgaba
cierta autonomía interna en un
contexto de contracción del comercio
internacional. De hecho Gran Bretaña
utilizó sus dominios coloniales para
paliar la crisis. Cuando impuso aranceles a las importaciones éstos fueron
relativamente bajos en el caso de las compras efectuadas a sus colonias. A pesar
de ello se vio obligada a abandonar el librecambismo de que había hecho gala
durante el siglo XIX.
Por lo demás, el alto precio que alcanzaban sus productos industriales, unido a la
contracción de la demanda y a una constante conversión de libras en oro,
obligaron al Banco de Inglaterra a abandonar el patrón oro, provocando
la devaluación del valor de la moneda en un 30% y precipitando la caída de otras
divisas estrechamente vinculadas a la libra. La falta de capacidad adquisitiva de
los países suministradores de materias primas, sus tradicionales clientes, erosionó
su capacidad exportadora.
Los efectos más adversos de la depresión en el Reino Unido se prolongaron hasta
1932, si bien sus secuelas se dejaron sentir hasta finales de la década.
El reino unido entró, desde los años veinte, en una “dulce decadencia” que se
confirmó al finalizar la II guerra mundial.
La conflictividad social no fue tan grave como en el continente: ni comunistas ni
fascistas tuvieron un desarrollo significativo en el mapa político británico. Sólo se
sucedieron cuatro jefes de Gobierno y seis equipos ministeriales, siendo la firma
del Estatuto de Westminster (1931), que constituía la Commonwealth, uno de los
principales acontecimientos.
Los problemas fundamentales del país
eran la política económica y la
posición ante el problema irlandés.
La situación económica se complicó
con los efectos de la “Gran
Depresión». El desempleo se disparó
a 2,5 millones de parados en 1930. La
crisis obligó a constituir un Gobierno
de unidad nacional, presidido por
MacDonald con liberales y
conservadores. En 1935, el Reino Unido había superado ya los efectos más
negativos de la crisis económica.
El problema irlandés, donde una mayoría católica deseaba la independencia del
Reino Unido, se arrastraba desde el siglo XIX. En 1918 se reconoció el principio
de la libre determinación de las nacionalidades, reavivándose los afanes
independentistas. El Gobierno británico, sin embargo, se negó a concederla.
Los independentistas se organizaron en un partido, el Sinn Féin (Nosotros Solos),
y una milicia, el IRA (Irish Republic Army), cada vez más numerosa y activa. Tras
diversas vicisitudes e intentonas armadas independentistas, en 1921 el primer
ministro Lloyd George dividió la isla en dos.
En el norte, el Ulster, con mayoría anglicana, se mantenía como parte del Reino
Unido. En las provincias del sur se creó un República independiente en calidad de
dominio. Posteriormente rompería los lazos con Gran Bretaña y pasó a llamarse
República de Irlanda o Eire.
A su vez, declaró que su territorio comprendía toda la isla, aunque sus leyes no
podrían aplicarse, de momento, en el ulster.
Alemania
Alemania, que gracias al Plan
Dawes había logrado remontar en parte la
crisis de posguerra, fue una de las
economías más afectadas por
la depresión de los años treinta. La retirada
de los créditos bancarios que percibía de
Estados Unidos, que habían contribuido a
la reconstrucción de su tejido económico,
se saldó con la quiebra de innumerables
empresas.
Los bancos alemanes cerraron sus puertas durante varias jornadas en julio de
1931 ante el temor de una avalancha de clientes desesperados por disponer de
sus ahorros. Ese mismo año uno de los bancos más importantes de Austria,
el Kredit Anstalt, quebró (sus cuentas representaban el 70% de los fondos
bancarios del país). Le siguieron muchos más.
La República de Weimar se enfrentó al problema del desempleo (6 millones de
parados en 1936) y a una creciente tensión social expresada en
virulentas protestas, alentadas tanto desde la izquierda como desde la derecha.
La carencia de un imperio colonial propio (Alemania había sido despojada de sus
dominios a raíz de la guerra) impidió la creación de un espacio comercial integrado
que hubiese paliado en parte los efectos de la recesión.
Ante la imposibilidad de hacer frente a las
indemnizaciones de guerra impuestas por los
vencedores, el presidente americano Hoover, en un
intento por evitar el colapso de la economía germana,
concedió en 1931 una moratoria de un año en los
pagos. La iniciativa resultó totalmente inútil, pues el
sistema bancario alemán no pudo evitar el desplome.
Alemania logró salir de la crisis gracias a la
intervención del Estado, totalmente controlado a partir
de 1933 por los nazis. Éstos encararon la depresión
poniendo el acento en la creación de empleo, la
inversión en infraestructuras públicas y un enorme
desarrollo de la industria de armamentos.
La Alemania derrotada vivía en medio de una enorme
crisis económica y de identidad, humillada por un tratado de paz excesivamente
duro. Otros países, como Italia y Japón, pese a haber pertenecido al bando
vencedor se sentían insatisfechos con los logros obtenidos, que no compensaban
su aspiración a ser reconocidos como potencias mundiales de primer orden. Por
su parte, en Rusia se consolidaba el comunismo, un sistema político y económico
contrario a los principios de las democracias liberales y que tenía aspiraciones a
extenderse por el resto del mundo.
Holanda
Los Países Bajos por su parte habían
ignorado el rearme alemán y no habían tomado ninguna medida para prepararse
ante una posible guerra. Debido a la inexistencia de líneas defensivas importantes
en los Países Bajos, tanto el bando aliado como el bando del Eje consideraron a
estos y a Bélgica como la mejor ruta para atacar a su oponente. A pesar de las
continuas insistencias aliadas de que los neerlandeses y Bélgica se unieran al
bando aliado, estos dos países mantuvieron su neutralidad, incluso después de
que los belgas obtuvieran los planos del ataque alemán, donde quedaba clara la
intención germana de invadir la Tercera República Francesa, a través de
Bélgica. Francia, por su parte, consideró respetar la neutralidad de Bélgica y los
Países Bajos hasta el verano de 1941, época en que pensaba lanzar una
importante ofensiva sobre Alemania, que finalmente nunca llegó a realizarse.
Desde el principio se consideró que una batalla contra Alemania jamás podría ser
ganada por los Países Bajos. Esta inacción contrastaba con las actividades de
rearme alemanas que a inicios de la guerra contaba con bombarderos
Stuka, fusiles de asalto, tanques, etc. De esta manera, al iniciar la guerra, los
cuerpos blindados en los Países Bajos eran casi inexistentes, y los fusiles eran de
fabricación anterior a la Primera Guerra Mundial. La escasez de armas era uno de
los principales problemas de los Países Bajos, por ello solamente se pudieron
formar ocho divisiones y una división motorizada. En cuanto a fortificaciones
defensivas, los Países Bajos no poseían fortalezas modernas como la de Eben
Emael en Bélgica, y sus líneas defensivas se basaban en gran parte en filas de
bolsas de arena, útiles en 1914, pero obsoletas en 1940.
Debido a la escasez de artillería, de fuerza aérea, de fortalezas modernas, la
inexistencia de tanques y el mediocre entrenamiento de las tropas
neerlandesas, no era de extrañar que los generales alemanes pronosticaran
conquistar el núcleo de los Países Bajos en un día. Gran parte de la defensa de
los Países Bajos dependía de la «Línea de Agua», creada en el siglo XVII y
obviamente obsoleta para 1940. Se planeó inicialmente replegarse a esa zona
ante la invasión alemana, con la esperanza de que este país solo ocuparía las
provincias del sur necesarias para invadir Bélgica y dejaría el resto de los Países
Bajos en paz. Después de que Noruega y Dinamarca fueran invadidas, los Países
Bajos se prepararon para un posible ataque de paracaidistas sobre La Haya y
Róterdam.
Japón
Japón durante el período de
entreguerras vivió un notable desarrollo
económico, al tiempo que considerables
agitaciones políticas. En cuanto a la
economía, el rápido desarrollo que se
había originado durante la Primera Guerra
Mundial dio paso primero a una brusca
crisis, agravada luego por la llegada de
la Gran Depresión a finales de la década
de 1920, y más tarde a una etapa de
desarrollo con apoyo estatal. La política se puede dividir en dos fases
esencialmente: una parlamentaria, aunque no democrática durante la década de
1920 y principios de la de 1930, y otra de creciente autoritarismo e influencia de
las Fuerzas Armadas que duró hasta el final de la Segunda Guerra Mundial.
La primera guerra mundial tuvo para
Japón consecuencias
contradictorias. Los textiles, la
maquinaria y los productos químicos
procedían de países europeos que
actualmente estaban en guerra y por
tanto eran inaccesibles. La demanda
mundial se movió desde Europa
hacia Japón y el déficit comercial de
la época Meiji pasó a superávit, el crecimiento real de producto interior bruto
superó el 10 por cien anual y los precios se doblaron. Las industrias que más se
beneficiaron fueron sobretodo la construcción naval y el transporte marítimo, la
maquinaria, el acero, la industria química y los textiles.
Incremento del proceso substitutivo de importaciones especialmente en las
industrias siderúrgicas, construcción naval, maquinaria y productos químicos. 
El crecimiento de la demanda mundial de bienes y servicios de origen japonés
incrementó las rentas monetarias, expandió el crédito bancario y las emisiones
monetarias, aumentó la especulación en los mercados de títulos valores y en los
mercados de bienes y disparó la inflación de precios. En 1930, el 25 por cien de
sus importaciones eran utilizadas en las manufacturas de exportación.
55 por cien de su valor y los déficits comerciales
volvieron a aparecer. Pero más grave que esta
recesión fue la crisis financiera que se produjo en el
país a raíz del terremoto que asoló el área de
Tokio, en la región de Kanto, en 1923. El banco de
Japón extendió rápidamente créditos a los bancos de
la zona para que
los hicieran
llegar a los
afectados. Banc
o de Japón, de
esta forma los
bancos podían
obtener liquidez.
Este sistema generó problemas financieros
porque el Banco de Japón adquirió todo el
papel comercial de la zona de Kanto, sin
discriminar si estaba relacionado con el terremoto o simplemente se trataba de
facturas impagadas. Así pues, muchos bancos y empresas cambiaron su papel
comercial de mala calidad por liquidez. Dos años después el Banco de Japón
todavía mantenía un enorme stock de impagados, teóricamente relacionados con
el terremoto, que iban a generarle enormes pérdidas. La situación se fue
agravando progresivamente porque el Banco de Japón quería garantías del
gobierno si seguía ayudando a los bancos en crisis, pero en el parlamento existía
mucha resistencia política a inyectar fondos públicos para ayudar a los bancos
privados, el gobierno se negó a cubrir las pérdidas a causa de dichos créditos, y
se generó una severa crisis bancaria en 1927.
El número de bancos comerciales pasó de 2000 en 1919 a 625 en 1932, y muchas
familias perdieron entre el 35-50 por cien de sus ahorros. El gobierno por su parte
fomentó una mayor concentración de empresas imponiendo un mínimo de capital
entre otros requerimientos. La industria del acero, la de la maquinaria
eléctrica, maquinaria general y la industria del rayón fueron industrias protegidas y
promocionadas por el gobierno.
Durante buena parte de los años veinte13 el gobierno del partido Minsei nombró a
Kijuro Shidehara ministro de asuntos exteriores quien promovió activamente la
reconciliación política con China y con Estados Unidos.
Finalmente en 1931, con el incidente de Manchuria estalló la guerra con China y el
gobierno ya no pudo controlar a las fuerzas militares, acabándose el periodo de
diplomacia pacífica defendido por Shidehara. Durante el periodo 1930-1932 Japón
sufrió la recesión económica más profunda de su historia moderna, ya que afectó
a toda la sociedad japonesa, política, económica y socialmente. Externamente la
crisis de la bolsa de Nueva York en octubre de 1929, seguida por la Gran
Depresión, afectó a todos los países de economía de mercado con hundimiento de
los precios y aumento de desempleo. Internamente el partido en el gobierno, el
Minsei, con Shidehara como ministro de exteriores y Junnosuke Inoue como
ministro de finanzas, adoptó una política deliberadamente deflacionista con el
doble objetivo de eliminar a los bancos ineficientes y preparar al país para la
adopción de la paridad con el oro y el tipo de cambio fijo respecto al dólar.
Para conseguirlo Inoue implementó una política de austeridad, cuyo objetivo era
reducir los precios internos, lo que aumentaría las exportaciones y reduciría las
importaciones, Por otra parte, los pagos y cobros serían en oro las reservas
aumentarían y el yen se revalorizaría hasta 2 yenes por dólar, el tipo de cambio
deseado. La política deflacionista de Inoue coincidió con la Gran Depresión y, por
lo tanto el sector exterior esta vez no pudo compensar la falta de demanda
interna. Japón se vió inmerso en un espiral deflacionista, los precios cayeron entre
un 30 y un 60 por cien, con creciente desempleo y empobrecimiento del campo y
una población cada vez más descontenta con la política de Inoue, el PIB per
cápita descendió de 374.896 yenes en 1929 a 340.031 yenes en 1931. El creía
que aunque la política deflacionista era muy dura eliminaría a las empresas y
bancos ineficientes quedando una economía fuerte y sólida.
La política económica dio un giro de 360 grados y el nuevo ministro de
hacienda, Takahashi, acabó con la paridad oro y el tipo de cambio fijo respecto al
dólar, estableciendo un tipo de cambio flotante que inmediatamente se
depreció. También inició una agresiva política de estímulo fiscal con inversiones
públicas en la industria y en el campo, expandió la oferta monetaria y disminuyo el
tipo de interés. Japón fue el primer país, entre los grandes, en superar la Gran
Depresión. Aunque el golpe de estado militar fracasó, el gobierno quedó
marginado y el control político pasó a manos de los militares, que en 1937
iniciaron la guerra con China.
Si bien los líderes militares pensaron que la contienda con China duraría poco
tiempo, la guerra se alargó hasta 1945. Durante este periodo la economía
japonesa se transformó en una economía de guerra. Pero estos recursos no eran
suficientes para mantener la guerra, así que Japón exigió a Francia que le
permitiera enviar tropas a la Indochina francesa y actual Vietnam, Francia no pudo
negarse y Japón ocupó Indochina
a finales de 1940. Japón sólo
tenía reservas de petróleo para
dos años y en diciembre de 1941
atacó Pearl.
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