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A lo largo del siglo XIX, las tres principales corrientes políticas fueron el liberalismo, el
conservadurismo y el socialismo, pero en las dos últimas décadas surgió una nueva derecha
intensamente nacionalista y antisemita que fue ganando la adhesión de diferentes grupos sociales
en distintas partes de Europa. Asimismo, es importante marcar que, aunque el fascismo se nutrió
de las ideas y las actitudes distintivas de la derecha radical de fines del siglo XIX, en el sentido
en que ambas recogían sentimientos de frustración diversos y al mismo tiempo asumían, de
manera violenta, la negación de la primacía de la razón sostenida hasta entonces por el
liberalismo y el socialismo; el surgimiento del fascismo
no fue el resultado lineal de aquella. La brutal
experiencia de la guerra de trincheras y la devastadora
miseria social derivada de la crisis económica fueron
decisivas en la gestación y consolidación del fascismo.
El Fascismo itaiano
El fascismo surgió formalmente en una reunión que fue convocada por Benito Mussolini
en la ciudad de Milán en marzo de 1919, a la cual asistieron muy pocas personas. De ella,
surgieron los “fascios de combate” quienes sostenían la retórica del nacionalismo en su discurso
y la mezclaban con la propuesta del sindicalismo revolucionario.
En este contexto, comenzaron a suceder, de manera espontánea y cada vez con más
frecuencia, manifestaciones y protestas. Debido a que estas no respondían a un plan
revolucionario, el Primer Ministro Giovanni Giolitti decidió esperar a que la situación se calme
por si sola y no recurrir a la represión. A pesar de que a partir de 1921 hubo un marcado
descenso de la conflictividad social, la actitud del ministro fue vista como una muestra de
debilidad y provocó el descontento de los sectores medios y de los empresarios industriales, que
temían una posible irruipción del comunismo. En esta coyuntura, la propuesta fascista de
eliminar al “peligro rojo” mediante el uso de la fuerza fue aceptada por gran parte de la sociedad
italiana.
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Desde el final de la guerra hasta la designación de Mussolini como Primer Ministro en 1922 hubo cinco jefes de
gobierno: Vittorio Orlando, Saverio Nitti, Giovanni Giolitti, Ivanoe Bonomi y Luigi Facta.
En la República de Weimar se distinguen tres períodos: una etapa inicial, que duró
hasta 1923, otra entre 1924 y 1929 caracterizada por su estabilidad, y una tercera de crisis
que culminó con el ascenso del nazismo.
Los primeros años de la posguerra no fueron alentadores debido a que las potencias vencedoras
obligaron a Alemania a firmar un tratado de paz que los responsabilizaba de todo lo acontecido
durante la Guerra y el cual ellos consideraban humillante. Debido a las indemizaciones de guerra
que impuso el tratado, la economía sufrió bruscas oscilaciones que fueron aquietadas por los
créditos estadounidenses lo que generó una gran dependencia.
En 1919, el frustrado intento de crear una república soviética en Baviera dejó profundos
temores, y dentro del ejército se comenzaron a realizar cursos de adoctrinamiento para asegurar
la lealtad de los soldados. Adolf Hitler, uno de los asistentes, llamó la atención debido a sus
dotes como orador, y a él le encomendaron controlar el Partido Alemán de los Trabajadores
creado en 1918, bajo las ideas del nacionalismo, el antisemitismo, y le incorpora la defensa de
los derechos de los trabajadores.
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Se denomina así porque la Constitución que la regía fue sancionada en la ciudad de Weimar.
Al salir de la cárcel, Hitler reorganizó el partido, para contar con una fuerza cohesionada bajo su
conducción. En 1929, el impacto del derrumbe económico contribuyó a que el nazismo pasara a
ocupar el centro de la escena política a partir de 1930 debido a el desgaste de los principales
partidos políticos y de la intensa participación de sectores medios que reclamaban por una mayor
justicia social y una reivindicación del orgullo nacional.