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LA DIALECTICA DE LA TRANSFERENCIA SEGÚN LACAN

1. Recopilación

La trasferencia plantea dos interrogantes fundamentales: 1) La espontaneidad del fenómeno


trasferencial, en qué grado lo determina a situación analítica, y 2) la naturaleza de la repetición
trasferencial. Miller (1979) afirma que la trasferencia queda enlazada a tres temas
fundamentales: la repetición, la resistencia y la sugestión.

De la espontaneidad señalamos que Freud tiene una posición muy clara: la trasferencia no
depende del análisis, el análisis la detecta, pero no la crea.

Algunos autores creen que cuando Freud habla del amor de transferencia, afirma que es un
fenómeno provocado por el tratamiento. Pero lo que quiere decir Freud es que las condiciones
del tratamiento hacen que este proceso se haga posible: el tratamiento lo desencadena, pero
no lo crea. Tanto así, que la participación del analista tiene el claro nombre de seducción
contratrasferencial, para denunciar su incuria.

Lagache y otros autores, como Liberman, adoptaron una posición contemporizadora y


ecléctica, diciendo que hay una predisposición a la trasferencia a la vez que una posibilidad de
realización, es decir que los dos elementos intervienen. Pero el verdadero problema está en
ver cuál de estos elementos es el decisivo.

En cuanto al segundo tema, la naturaleza de la repetición, debemos a Lagache el estudio


modelo de investigación clínica.

Lacan busca saber cómo juega la repetición en la trasferencia. La posición de Freud cambia y
vuelve a cambiar, refiere la idea de repetición a un impulso del ello, que conceptúa como
resistencia, mientras que la trasferencia opera como un factor que promueve una específica
defensa del yo, la resistencia de la trasferencia, que queda homologada a la resistencia de la
represión. Sea como sea, quedan dos alternativas de Freud: una, que la trasferencia está al
servicio del principio del placer, y consiguientemente del principio de la realidad; otra, que la
trasferencia expresa el impulso de repetición del ello que el yo intenta impedir en cuanto es un
fenómeno siempre doloroso.

Hay un antes y un después en muchos conceptos de Freud luego del 1920, pero no de la
trasferencia. La controversia de la trasferencia ha sido planteada por Lagache (1951), con ese
prieto apotegma de necesidad de repetición versus repetición de la necesidad. Este se inclina
decididamente por la repetición de la necesidad, cuando hay necesidad tiene tendencia a
repetirse. En cambio, si se entiende que la trasferencia está al servicio del instinto de muerte,
entonces por fuerza se concluye que hay una necesidad de repetir.

2. La dialéctica del proceso analítico

Lagache presento su trabajo en 1951, allí Lacan expuso sus ideas sobre la trasferencia.

La idea de la cual parte Lacan es la de que el proceso analítico es esencialmente dialectico. Este
debe ser entendido como un proceso en que tesis y antítesis conducen a una nueva síntesis,
que reabre el proceso.

El paciente ofrece la tesis de su material, y nosotros, frente a ese material, tenemos que
operar una inversión dialéctica proponiendo una antítesis que enfrente al analizado con la
verdad que está rehuyendo.
En la medida de que este proceso se desenvuelve, la trasferencia no aparece ni tiene por qué
aparecer. Esta es la tesis fundamental de Lacan: el fenómeno trasferencial surge cuando, por
algún motivo, se interrumpe el proceso dialectico.

Lacan toma el análisis de Dora, de Freud (1905).

La primera tesis que presenta Dora, es el grave problema que para ella significan las relaciones
ilegitimas con su padre con la Sra. K. (la mujer del padre). Freud opera la primera inversión
dialéctica, cuando le pide a Dora que vea cuál es su participación en esos acontecimientos, y
así revierte el proceso; Dora propone una tesis, y Freud una antítesis. Así, Dora aparece como
actora y no como víctima.

Aquí, Dora estalla en celos con respecto a su padre, y plantea su segunda tesis: “¿Cómo no voy
a tener celo yo en estas circunstancias?”. Freud revierte el argumento operando la segunda
intervención dialéctica. Le dice que no cree que sus razones sean suficientes para justificar sus
celos, ya que la situación ya era conocida: sus celos deber corresponder a otras causas, la
rivalidad está en que la Sra. K. es la mujer del padre. Detrás se enmascara un interés hacia la
persona del sujeto-rival. Aquí se descubre un nuevo desarrollo de la verdad, la atracción de
Dora por la Sra. K.

Freud propone en verdad dos explicaciones: 1) enamoramiento edípico del padre y 2)


enamoramiento de la Sra. K.

A Freud le falto operar una tercera inversión dialéctica, donde hubiera llevado a Dora al
vínculo homosexual con la Sra. K.

Lacan busca una rectificación del sujeto con lo real, que se da como una inversión dialéctica.

3. Transferencia y contratrasferencia.

Si Freud no pudo cumplir con este tercer paso, es porque lo ha traicionado su


contratrasferencia. Debería haberle dicho a Dora que detrás de sus celos, estaba el amor por la
Sra. K.

Freud se ha puesto en el lugar del Sr. K., el padre de Dora, es porque un fenómeno de
contratrasferencia le impide aceptar que no es el.

Para Lacan, la interpretación trasferencial cumple una función que podríamos llamar higiénica,
en cuanto preserva al analista, pero “no remite a ninguna propiedad misteriosa de la
afectividad”. La trasferencia toma su sentido del momento dialectico en que se produce y que
expresa comúnmente un error del analista. Lo que pone en marcha un análisis es la reversión
dialéctica del proceso.

La ceguera de Freud se vincula con su contratrasferencia, no le permite aceptar que Dora no lo


vea a él como hombre. El enganche surge, por un problema de contratrasferencia: la
imposibilidad de Freud de aceptarse como excluido. Así se termina cortando el proceso.

Es a partir del analista, entonces, que se produce el estancamiento del proceso y aparece la
trasferencia como un enganche por el cual el analista queda incluido en la situación. Para que
esto no pase, el analista debe devolver al analizado sus sentimientos a través de una reversión
dialéctica.
Según este punto de vista, Lacan describe la trasferencia como el momento de un fracaso en el
contexto de las relaciones dialécticas de la cura; cuando falla el proceso dialectico aparece la
trasferencia como un enganche, como un obstáculo.

4. La inversión dialéctica omitida.

La tercera inversión dialéctica, debería haber enfrentado a Dora con el misterio de su propio
ser, de su sexo, de su feminidad. Ella ha permanecido fijada oralmente a la madre y expresa el
estadio del espejo, donde el sujeto reconoce su yo en el otro, así no puede aceptarse como
objeto de deseo del hombre.

Lacan insiste en que cuando K. le dice a Dora en el lago que su mujer no significaba nada para
él, allí rompe lo que significaba para Dora. La técnica lacaniana de la revisión dialéctica del
material para “desengancharse” de la trasferencia sólo puede sustentarse en la idea de que
hay siempre en un solo problema a resolver y no varios. Y Freud no duda que el enojo de Dora
en el lago, fue un impulso de celosa venganza.

5. Breve reseña de algunas ideas de Lacan.

El estadio del espejo es un momento fundante de la estructura del yo, previo al Edipo. Se debe
ver como un intento de dar cuenta del narcisismo primario en términos estructurales. Esto
implica una situación diádica entre la madre y el niño, donde este descubre su yo espejado en
ella: la primera noción del yo proviene del otro.

El yo es una alteridad: el niño adquiere la primera noción de su yo al verse reflejado en la


madre, la madre es el otro, y este otro es otro con minúscula, luego aparecerá el Otro con
mayúscula, el padre.

Se da un nuevo desarrollo del estadio del espejo con los hermanos, y con ellos, los celos
primordiales y la agresividad. La relación del niño con su hermano se da en función del deseo
de ocupar el lugar que él tiene al lado de la madre.

Aquí aparece el padre, y se da una ruptura fundamental de la relación diádica. El pare irrumpe
y corta ese vínculo imaginario y narcisista, obligando al niño a ubicarse en tercer lugar. Así
acepta el falo como significante que ordena la relación y la diferencia de los sexos.

En el estadio del espejo el niño, se identifica con el deseo de la madre. Y el chico se imagina
como el pene que la madre quiere tener. Aquí el niño es el deseo del deseo, porque su único
deseo es ser deseado por la madre. Aquí hay una relación imaginaria en el cual el objeto y
sujeto se espejan, son en el fondo iguales.

El pequeño se convierte en una parte faltante de la madre, donde la situación imaginaria de


que el pequeño puede colmar el deseo de la madre. Es aquí, justamente, donde el padre
aparece en el escenario y se configura la situación triangular.

6. El orden simbólico.

El complejo de Edipo se distingue en tres etapas. En la primera, el padre esta ubicado en la


condición de un hermano, contando con la rivalidad propia del estadio del espejo. Hasta aquí
el pequeño vive en un mundo imaginario de identificación con la madre, donde el padre no
cuenta.

En la segunda etapa del Edipo, el padre opera la castración: separa al niño de la madre, y le
hace sentir que no es el pene de la madre. El padre aparece como superyó castrador.
Al romper la fascinación especular, sobreviene la tercera etapa, aquí el padre es permisivo, es
dador, y facilita al niño una identificación vinculada al ideal del yo: el niño quiere ser como el
padre. Cuando el hijo reconoce que el padre tiene falo y comprende que el no es el falo, quiere
ser como el. A partir de ello, el dilema del niño será ser o no ser el falo en la segunda etapa, o
en la tercera etapa, en la cual quiere tener falo, pero ya no serlo.

Este pasaje implica el acceso al orden simbólico, una etapa fálica, la presencia o ausencia del
falo, que determinara la diferencia de sexos. Aquí el chico reconoce con dolor que es o no es el
falo, la madre no tiene falo y sobre ese eje se establecen las diferencias con el falo como
símbolo, como expresión de una singularidad que lo erige en primer significante.

Este cambio que ordena la relación entre los sexos, entre el padre e hijos, surge del remplazo
de un hecho empírico por un significante: el pene como órgano anatómico queda sustituido
por el falo como símbolo. Lacan lo llama, la metáfora paterna, en cuanto aparece como
símbolo de las diferencias, el falo es una metáfora que es la Ley del Padre, está sujeta al
individuo al orden simbólico obligándolo a aceptar la castración y el valor del falo como
símbolo: el individuo se hace sujeto, se sujeta a la cultura.

7. Espejismo de la trasferencia.

El fenómeno de trasferencia es siempre una falla del analista, que se engancha en una
situación imaginaria. La trasferencia no es real (sentido de la realidad simbólica) sino algo que
aparece cuando se estanca la dialéctica analítica. El arte y la ciencia del analista consisten en
restablecer el orden simbólico, sin dejar capturar por la situación especular. Interpretar la
trasferencia, no es otra cosa que llenar con un espejismo vacío de ese punto muerto. La
interpretación trasferencial no opera por si misma; es un espejismo, nos mantiene en el plano
imaginario del estadio del espejo y no nos deja operar la inversión dialéctica.

¿Qué es entonces interpretar la trasferencia? No otra cosa que llenar con un espejismo vacío
de ese punto muerto. Pero este espejismo es útil, pues, aunque engañoso, vuelve a lanzar el
proceso.

Para Lacan, lo imaginario es siempre engañoso y, por otra parte, lo real es una estructura
diferente de la realidad fáctica o empírica. Este, siempre remite a esta realidad, a lo real que es
racional.

8. Trasferencia e historicidad.

La trasferencia queda asi definida como resistencia y mas precisamente como resistencia del
analista. Lacan imagina un proceso analítico donde podría no existir la trasferencia: si el
analista entendiera todo, el proceso seguiría su curso y la trasferencia no tendría por que
aparecer.

Lacan dice: ¿No puede aquí considerársela como una entidad totalmente relativa a la
contratrasferencia definida como la suma de los prejuicios, de las pasiones, de las
perplejidades, incluso de la insuficiente información del analista en tal momento del proceso
dialectico?

La trasferencia indica los momentos de errancia y también de orientación del analista, el


mismo valor para volvernos a llamar al orden de nuestro papel.

Lacan dice que la resistencia parte del analista, siempre este quien obstruye el proceso
dialectico. Lo que le interesa a Lacan es reconstruir la vida del paciente como historicidad; y
este proceso queda interferido cada vez que la trasferencia cambia el pasado en actualidad. La
consecuencia técnica es el proceso dialectico de reconstrucción, el analista debe
desengancharse de esa situación dual o imaginaria, y para esto opera siempre concretamente
como padre.

9. El manejo lacaniano de la trasferencia.

La única forma de desengancharse de la trasferencia es interpretarla desde el lugar del objeto


que el analista tiene asignado en el momento.

La teoría de la trasferencia de Lacan hace diferencia entre lo imaginario y lo simbólico. En


tanto a la trasferencia es siempre un fenómeno imaginario, lo que tiene que hacer el analista
es romperlo, trasformar la relación imaginaria en simbólica. Se da el corte o ruptura a partir
del analista, de no hacerlo, es siempre un fenómeno de contratrasferencia.

Lacan distingue la palabra vacía de la palabra llena. Donde la resistencia se hace máxima frente
al acceso posible a la palabra reveladora, el discurso da un vuelco, un desvío hacia la palabra
vacía, la palabra como mediación, como un enganche en el interlocutor. Este enganche con el
otro (minúscula) impide el acceso al Otro (mayúscula). La resistencia se proyecta en el sistema
yo – tu, el sistema imaginario. En el momento en que se produce ese vuelco se asienta el
soporte de la trasferencia.

Si la resistencia cristaliza en el sistema especular yo-otro, en cuanto el analista considera el yo


del paciente como aliado, queda encerrado en esa relación dual e imaginaria. La resistencia de
algo a lo que el sujeto no quiere acceder, y no resistencia del otro. De aquí la crítica de Lacan a
la interpretación preferente del hic et nunc de la trasferencia. La relación analítica no debe
concebirse como dual, como diádica, sino como integrada por un tercer térmico, el Otro, que
determina la historicidad simbólica. La trasferencia, en fin, es un espejismo del que el analista
se tiene que desenganchar.

10. La teoría del sujeto supuesto saber.

Desde esta perspectiva el proceso psicoanalítico solo se va a constituir en el momento en que


el analista transforma esa relación dual en simbólica, para lo cual es necesario que rompa la
relación diádica y ocupe un tercer lugar, el lugar del código, el lugar del gran Otro.

1. El sujeto supuesto saber:

En Les quatre concepts, Lacan va a ofrecer una hipótesis, que asigna a la trasferencia un lugar
en el orden simbólico. La teoría del supuesto saber (S.S.S.), tiene como punto de partida una
reflexión sobre el conocimiento y el orden simbólico.

El punto de partida de la argumentación de Lacan es un estudio sobre la función del analista.


Una cosa es que el analista quede incluido en la relación dual del estadio del espejo y otra muy
distinta que ocupe el tercer lugar que exige el orden simbólico.

Lacan se plantea la cuestión de la posición del analista. La función del analista es desaparecer
en tanto que yo (moi) y no permitir que la relación imaginaria domine la situación analítica. El
analista debe estar en el lugar del Otro. Miller expresa el proceso analítico en un simple
esquema. Inscribe la relación imaginaria y reciproca del yo y el a (otro) y en el otro eje están el
sujeto y el gran Otro.
a

Sujeto Otro

yo

Cada vez que el progreso de la ciencia crea una nueva invención significante nos sentimos
llevados a pensar que estaba allí desde siempre y entonces la proyectamos en un sujeto
supuesto saber. La ciencia se presenta como un discurso sin sujeto, como un discurso
impersonal, el discurso del sujeto supuesto a saber en persona.

Para Lacan “algo de Dios persiste en el discurso de la ciencia a partir de la función del S.S.S.
Porque es muy difícil defenderse de la ilusión de que el saber inventado por el significante no
existe desde siempre”.

2. El sujeto supuesto saber en la trasferencia

La nueva teoría de la trasferencia de Lacan. Al introducir la regla de la asociación libre, el


analista le dice al paciente que todo lo que diga tendrá valor, tendrá sentido; y de este modo, a
partir del dispositivo del tratamiento, el analista se transforma para el paciente en el sujeto
supuesto a saber.

La experiencia psicoanalítica consiste precisamente en evaluarlo. Estructuralmente el S.S.S.


aparece al comienzo del análisis, pero la cuestión está al final, este significa eyectar el S.S.S.,
comprender que no existe.

El análisis de la trasferencia consiste en descubrir que no hay en el sentido real un S.S.S., el


final del tratamiento coincide con la perdida del objeto.

Según esta teoría el analizado intenta establecer una relación imaginaria con el analista, ya que
piensa que son uno. El analista no se deja colocar en ese papel, y le deja en claro que el único
que sabe lo que le sucede es el. Se debe ir desilusionando al paciente.

Al comienzo de la cura, el analizado supone que el analista tiene el saber absoluto. El S.S.S. es
la consecuencia de que el analista introduzca la regla fundamental en el momento de empezar
el tratamiento. Surge a partir que el paciente le atribuye al analista la omnisciencia. Mientra
mas enfermo este el paciente, mas vera al analista como S.S.S.

La teoría de la SSS implica que cada vez que enunciamos una antítesis y operamos una
reversión dialéctica estamos apoyando implícitamente la creencia de nuestro analizado de que
somos el SSS, lo que nos obliga a interpretar esta creencia, es decir, a integrar a la antítesis que
hemos propuesto el momento trasferencial con que recibe el paciente.

3. La trasferencia y el orden simbólico

La trasferencia es un fenómeno universal y que deriva básicamente del funcionamiento del


inconciente, del proceso primario. La realidad del inconciente es sexual, es el deseo. Este
deseo que pone en acto a la trasferencia, es el deseo del otro, respetando la individualidad del
paciente.
Con la teoría del SSS se le otorga al analista un poder sobre el analizado de lo que dice. Lo
convierte en amo de la verdad, en tanto decide retroactivamente la significación de lo que le
es dirigido. Aquí se establece una diferencia entre el Otro que sabe verdaderamente y el SSS, y
esta va del orden imaginario al orden simbólico. El garante de la experiencia analítica, el
analista es el gran Otro, aquí la trasferencia se hace simbólica.

En el dialogo analítico, la conversación es asimétrica, el analista siempre calla y si habla es para


sancionar al analizado.

4. Efecto constituyente y efecto constituido

Lacan aclara que no se deben confundir el efecto constituyente de la trasferencia (estructura)


con el efecto constituido (fenómenos) que derivan de aquel. En el plano fenomenológico, esta
situación estructural puede originar diversos sentimientos.

La teoría del SSS no se refiere a una vivencia del analizado sino a un supuesto que surge de la
estructura misma de la situación. El fenómeno puede ser lo contrario, que el analizado piense
que el analista no sabe, que puede ser engañado.

El efecto constituyente de la trasferencia, depende del discurso analítico, tiene una relación
con lo real y lo simbólico y no está vinculada a la repetición, mientras que los efectos
constituidos que se siguen en esa estructura son repetitivos. Así queda desvinculada la
trasferencia de la repetición.

Al introducir lo real a la trasferencia, Lacan se acerca a la alianza terapéutica de los psicólogos


del yo. El efecto constituyente de la trasferencia, en cuanto se distingue por su índice de
realidad, pertenece al orden simbólico: pero ya no es más trasferencia, al menos en la forma
estricta que en su momento la hemos definido. Solo los efectos constituidos a partir de allí
merecen ese nombre.

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