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La documentación
pedagógica: una práctica
para la reflexión
y la democracia
La documentación pedagógica
como práctica para el fomento
de una práctica pedagógica
reflexiva y democrática
Yo creo que la tarea política real en una sociedad como la nuestra ha de ser la de
criticar el funcionamiento de aquellas instituciones que se nos presentan como neu-
tras e independientes/ y criticarlas de tal manery que la violencia política que siem-
pre se ha ejercido oscuram ente a través de ellas sea desenmascarada a fin de que
sea posible combatirlas. (Fou cault, 1974, p. 171 )
mos algunas de las técn icas y las prácticas mediante las que hemos co nstruido al
niño y al pedagogo, así como los riesgos de ta les acciones. Se sigue de tal pers-
pectiva que toda actividad pedagógica puede ser considerada una construcció n so-
cial a cargo de agentes humanos, en la que el niño, el pedagogo y todo el medio
de la institución para la primera infancia son conceb idos como entes constitu idos
socialmente a través del lenguaje. No obstante, esta perspectiva también implica
que dicha actividad esté abi erta al cambio; si elegi mos co nstruir la actividad peda-
gógica de un determinado modo, también podemos optar por reco nstruirl a de otro.
En este capítulo, desarrollaremos aún más la cuestión de cómo podemos
transgredir las tradicion es y constituir una práctica altern ativa dentro de nuestras
instituciones para la primera infancia. Esta práctica altern ativa pretende, en primer
lugar, entender de qué modo se han construido y representado los pedagogos a sí
mismos y a los niños co n quienes trabajan. Ofrece, además, la posibilidad de
construir nuevos significados y, con ello, de transgredir límites tanto en las repre-
sentaciones com o en las prácticas . Una condi ció n necesaria para dicha práctica
es la formación de un modo activo de oponerse y resistirse al ejercic io del nexo
conocimiento-poder, es decir, a aquellos regímenes de verdad que tratan de deci-
dir por nosotros lo que es verdadero o fa lso, lo que es correcto o incorrecto, lo que
podemos o no podemos pensar y hacer.
Hemos soste nido anteriormente que el aumento de la autorreflexividad es
muy importante para la práctica pedagógica, ya que gracias a ello, podemos am-
pliar nuestro horizonte socia l y construir una relación distinta co n la vida, el tra-
bajo y lá creatividad. ¿Cómo podemos, entonces, practicar una pedagogía
reflexiva y comu nicativa? La primeca y más destacada co ndición es la existencia - ·
..
de un P!ofesional ref~eX'ivo· que pueda, junto a sus co legas, crear un espac io de di s-
cusión intensa y crítica acerca de la práctica pedagógica y de las condiciones que
ésta Fequiere. También son necesarias ciertas herramientas. Gracias a la inspira-
ción de las instituciones para la primera infancia de Reggio Emilia, en el norte de
Italia, muchos pedagogos y pedagogas de todo el mundo han empezado ya en la
actualidad a utiliza r la documentación pedagógica como herramienta de reflexión
sobre la práctica pedagógica y como medio para la construcción de un a rela-
c ió n ética con nosotros mismos, con el Otro y co n el mundo: lo que aquí hemos
llamado la ética del encuentro.
No obstante, la idea y la práctica de la documentación pedagógica acumu-
lan una larga histo ria tras de sí. Por emplear un ej emplo sueco, la idea de docu-
mentar la práctica fue un rasgo importante de la teoría pedagógica de Elsa Kohl er.
Como Dewey, Kohler apli caba un enfoque refl ex ivo y probl ematizador a la prác-
tica pedagógica y a cuestiones relacionadas con la misma. La comunicación, la
interacc ión y la observación ocupaban un lugar central en la «pedagogía de la ac-
tividad » de 'Kohler,
·· así como la idea de que el pedagogo autorreflexivo debía des-
arrollar un modo de comprender la constitución del yo. El pedagogo (o la
pedagoga) de la «pedagogía de la actividad » era considerado una especie de in-
vestigador, y en tiempo de Kohl er, fueron muchos los pedagogos y pedagogas que,
gracias a su dedicac ión a la reflexió n y la investigac ión, pasaron luego a realiz;ar
estudios académicos y a redactar tesis doctorales (Dahlberg y Lenz Taguchi, 1994;
Stafseng, 1994).
Esta construcción del pedagogo como investigador a traves de la prácti ca
reflexiva ha sido también influyente en Reggio Emilia. Sin embargo, en la ciudad
italiana se han cuestionado las ideas dominantes ocultas tras la observación y la
documentación. En lugar de concebir la observación como activi dad que se ocupa
de cartografiar una determinada realidad social universal y objetiva, la ven como
un proceso de co-construcción inscrito en situaciones locales y concretas (Kva le,
1992), lo que co nstitu ye un cambio en el foco de atención desde
las teorías a las prácticas, de la teorización a la producción de explicaciones prác-
ticas e instructivas. [. ..] El cambio desde la observación · en tercera persona a otra en
segunda persona que «crea sentido » [. .. ] Nos interesamos por los procedimientos y
los mecanismos que utilizamos a la hora de construir socia lmente el tema o la dis-
ciplina. [. ..]Nos alejamos, así, de la posición del observador individuaC en tercera
persona, externo y contemplativo: el investigador que recoge datos fragm entarios
desde una posición que se halla socialmente «fuera» de 'fá actividad observada.
(Shotter, 1993, pp. 59, 60)
«Documentación pedagógica»
no es lo mismo que
«observación del niño»
¿Qué es la documentación
pedagógica?
Cuando empleamos el término «documentación pedagógica» nos referimos en re-
alidad a dos materias relacionadas: un proceso y un contenido importante de ese
proceso. La «documentación pedagógica» es, en cuanto a contenido, un material
que registra lo que los niños dicen y hacen (el trabajo de los niños) y el modo en que
el pedagogo se relaciona con ellos y con su trabajo. Este material puede ser pro-
ducido de muchas maneras y puede adoptar múltiples formas: por ejemplo, apuntes
manuscritos de lo que se dice y se hace, grabaciones de audio o de vídeo, foto-
grafías, gráficos informáticos, o, incluso, el propio trabajo de los pequeños y, las
pequeñas, como el arte que realizan en el ate/ier con el (o la) atelierista. Este ma-
terial da forma concreta al trabajo pedagógico y lo hace visible (o audible), y,
por tanto, es un ingrediente importante del proceso· de documentación pedagógica.
Ese proceso implica el uso de ese material como medio para la reflexión ri-
gurosa, metódica y democrática s?bre el trabajo pedagógico, una reflexión que
será llevada a cabo tanto por el pedagogo o la pedagoga en solitario como por éste
o ésta en relación con otras personas (con otros pedagogos, con los pedagogisti,
con los propios niños y niñas, con los padres y las madres de éstos y éstas, con los
políticos). Al hablar del Proyecto Estocolmo en el capítulo anterior, vimos que la
documentación pedagógica -partiendo de situaciones a pequeña escala extraídas
de los diversos centros- se convirtió en la labor principal de la red de pedagogos;
pero aquello no fue fácil: fueron «necesarias formación y nuevas habilidades».
También es preciso que los pedagogos y las demás personas participantes puedan
La documentación pedagógica
como proceso de aprenaizaje
Antes de examinar con mayor detalle la teoría de la documentación pedagógica,
queremos presentar un ej emplo práctico de dicha documentac ión que hemos ex-
traído del trabajo de una pedagoga perteneciente a la red del Proyecto Estocolmo.
No lo hemos seleccionado como ilustrativo de lo que ha de ser un trabajo o un pe-
dagogo excepc ionales, sino con la intenc ión de describir tanto algun as de las ideas
que había detrás del Proyecto Estoco lmo como el co ncepto que subyace a la docu-
m entac ió n pedagógica en cuanto proceso de aprendizaje que ab re la posibilidad de
desafiar los discursos domin antes. Vaya por delante que, en cualqui er caso, resulta
difícil describir esta clase de trabajo, dada la multitud de procesos que implica.
Situemos el contexto: Una institución para la primera infa ncia participa en el Proyecto
Estoco lmo y sus pedagogos y pedagogas se esfuerzan por esc uchar las hipótes is, las
te())rías y hasta las fantasías de los niños y las niñas. Tratan también de centrar su aten-
ción, de un modo más sistemático, en las estrategias de ap rendizaje y de creación de
sentido de los niños, fij ándose también en la forma que ellos mismos como pedagogos
ti enen de desafiar los procesos de aprendi zaje de los pequeños y las pequeñas. En el
caso concreto que aquí consideramos, Anna, una pedagoga que trabajaba con un grupo
de niños de más edad, empezó a documentar un proyecto sobre el tiempo, registrando
lo que hacían y decían. Cada noche, se llevaba esa documentación a casa y allí la mi-
raba y la analizaba, y luego reflexionaba y reinterpretaba lo sucedido: no sólo lo que
había ocurrido entre los niños, sino también el modo en que ella hab ía construido a los
niños y se había construido a sí misma como pedagoga. Podía plantearse preguntas a
partir de la documentación referidas, por ejemplo, a cómo el niño y el pedagogo (<<aprendí-
ces>> los dos) se habían construido en su propi a práctica, o a cómo se construía el co-
nocimiento, o a qué clase de herrami entas eran las que facilitaba el entorno para la
experimentación y la simbo li zación de los propios niños. ¿Qué es lo que más hacía que
éstos se implicasen? ¿Qué clase de teorías tenían? ¿Cómo podía ella desafiar esas
teorías? ¿De qué modo era posible hacer más prolon gado el trabajo tem ático y profun-
dizar así los procesos de ap rendizaje de los niños? ¿De qué modo debería proceder el
trabajo a partir de ahí?
Estas preguntas eran un reto para el pensamiento de Anna y para su forma de plani-
ficar las cosas. Si se emplea como herramienta de refl exión, la documentaci ón suele
provocar que el trabajo temático dure más y evita así que la pedagoga se apresure po!
ll egar al f inal y aventure ideas y contenidos nu evos sólo porque ya había planeado
por adelantado cómo tenían que sucederse los aconteci mientos (cuando, en realidad,
los niños podían continuar trabajando durante mucho más tiempo en un determinado
proyecto temáti co, profundizando así sus procesos de ap rendi zaje). Este modo de tra-
baj ar precisa de una gran dosis de experimentación y de labor interpretativa por parte
del pedagogo o la pedagoga, además de mucho diálogo con los demás pedagogos (un
diálogo en el que se puedan introducir, debatir y confrontar múltiples perspectivas). De
este modo, el proceso puede convertirse en un medio para problemati zar las propias in -
terpretaciones de cada uno o cada una de nosotros y para «trabajar juntos a través de
las diferen cias » (EIIsworth, 1992, p. 106).
Adem ás del trabajo que realizaba sola, Anna traía de vuelta la documentación para
que los niños pudieran revisar lo que hab ían hecho antes y pudi eran hallar en ello re-
novada inspiración e interés por el tema. Asimismo, colgaba la documentación en la
pared, lo que se convirtió en un medio muy importante para implicar a los padres y a
las madres en el proyecto. Dentro del co ntexto del proyecto que estaban desarrollando,
los pequeños empezaron a traer al centro relojes de arena y otros instrumentos para
saber la hora e implicaron también a sus padres y madres: un día, por ejemplo, los niños
pi dieron a sus padres que corrieran por el pasillo para cronometrarlos. Gracias a la do-
cu mentac ión, Anna pudo tambi én debatir su trabajo pedagógico en el seno del equipo
de pedagogos que trabajaba en su institu ción y en la red del proyecto, y lo mostró tam-
bién a otros mu chos pedagogos y pedagogas y a los padres y a las madres en las reu-
niones de padres.
Ann a exp licó, en concreto, a la red que era difícil saber cómo reacc ionar ante las
ideas que los ni ños tenían del llamado «tiempo animal >>. Lo fácil habría sido decir que
~ los anim ales no pueden entender el tiempo, pero ella optó por no hacerlo y por tratar
la hipótes is de los propios pequeños y peq ueñas muy en serio. En ese sentido, se puede
decir que Anna ha trabajado desde una perspectiva construccionista social y no desde la
perspectiva constructivista típica que asume que la pedagoga está en posesión de un
conocimiento correcto y verd adero que debe luego imponer antes de que los niñ os
tengan siquiera oportunidad de explorar sus propias hipótesis (véase en el cap ítulo 3 un
análisis más ampli o de estas dos perspectivas). Ésa es una tarea muy difíci l, ya que lo
normal es que todos nosotros y nosotras nos hallemos plenamente inscritos en una pers-
pectiva en la que se presupone que el pedagogo o la pedagoga están ya en posesión de
la respu esta, lo que los obliga a planificar al detalle lo que los niños deben aprend er. En
el trabajo temático anteriorm ente referid o, Anna luchó contra eso y se esforzó por ha-
llar un foro para di alogar con otros pedagogos y pedagogas de su propia institu ción para
la primera infancia. (Vale la pen a también destacar que, en el transcurso de ese traba-
jo, los niños aprendieron a decir la hora -l o cual sería en sí uno de esos típicos «resu l-
tados deseab les >> tan buscado a menudo desde la pedagogía de la primera infancia-,
aunque sin necesidad de que la pedagoga tu viera que impartir docenci a específica al-
guna de esa competencia en concreto .)
El proyecto sobre el tiempo partió ini cialmente de una conversación que un grupo
de seis niñ os y niñ as de cinco años de edad habían tenido a la hora del almuerzo. Ha-
bían estado mirand o el reloj de la pared y se había n puesto a hablar de la hora a la
que sus padres solían venir a recogerl os. Anna observó que aquellos pequeños y
pequeñas estaban rea lmente interesados en saber más sobre el tiempo y sobre el reloj.
Así que al día siguiente, quitó el reloj de la pared y lo puso sobre un a mesa del atelier
del centro, delante de los niños. Entonces les pregu ntó: «¿qué es el tiemp o?» . Ellos res-
pondieron:
• «Con el reloj puedes ver qué hora es. Necesitas saber la hora.,
• «Hay diferentes tipos de reloj: relojes de pulsera, cronóm etros, reloj es de cuco que
hacen "cucú", relojes de ca mpanari o que hacen "d ing dong" cuando son las 12.,
+ «Los animales se levantan cuando nosotros nos levantamos porque no tienen sus
propi os relojes )) .
+ «El reloj marca las 12 tanto de día como de noche y sólo hay números hasta el 12.))
Un niño, johan, también exp licó a los demás muchas de las cosas que sabía sobre
los números y las manecill as del reloj , incluso que cada una de ellas marca una cosa
distinta. Otro dijo que querían empezar a hacer reloj es en aquel momento. Como esta-
ban sentados en el atelier, sabían perfectamente que podían hacer cosas diversas. Anna
se había preparado de antemano y había traído unos platos redondos de papel que dio
a los niños; éstos empezaron a dibujar relojes con números y maneci llas.
Dos días después, Anna leyó a los niños y niñas unos fragmentos de la documenta-
ción que había apuntado de la conversación anterior, incluidas las respuestas que ellos
habían dado a su pregunta «¿ qué es el tiempo? ». Los niños empezaron a hablar de nuevo.
En aquella conversación, hablaron mucho de los animales y el tiempo, así que Anna les
preguntó cómo podían saber los animales la hora que era. Los niños respondieron:
• «Se levantan cuando se despiertan y luego preparan el desayuno. »
• «Se despiertan cuando sale el sol y se du ermen cuando el sol se pone.»
• «Cuando el sol está aquí, está oscuro en Australia. El sol está dividido.»
+ «El sol es el reloj de los animales.»
plato de papel, obtenían una sombra. johan chilló entonces feliz: «¡ Oh, parece una
aguj a!>>. Sin embargo, aclaró al momento que los animales no sabían leer los números.
lsak movió la lámpara y los niños se dieron cuenta de que la sombra también se
movía. Todos quisieron probarlo por sí mismos y empezaron a cambiar la lámpara de
posición para ver cómo variaba la sombra.
«Hemos fabricado un reloj de so l», dijo Johan.
«Lo inventé yo», añad ió Hans. ·
Pero Bjorn dijo que los an imales no necesitaban un reloj porque se levantan cua n-
do sale el sol.
Ani'ta se dio cuenta de lo interesados que estaban todos el los, así que decidió con-
tinuar. Volvió a ayudarles leyéndo les parte de la documentac ión anter ior, a fin de que
recap itulasen todos juntos sobre lo que acababan de hacer. Ellos dijeron que querían
hacer relojes de sol, pero de otro material. Anna les dio arci ll a y les dijo que no hicie-
ran los relojes demasiado pequeños. Los niños se pusieron con entusiasmo a hacer for-
mas redondas con la arcill a. U no de ellos dijo que los animales no necesitaban
números: «así que hagamos só lo puntos ». Para fabricar agujas usaron palillos de made-
ra que, gracias a una lintern a, habían descubierto que les pod ían servir. Entonces em-
pezaron a correr y a bailar dando vue ltas alrededor de sus reloj es y diciendo que el sol
subía y bajaba. Tambi én se dieron cuenta de que la sombra camb iaba cuando movían
la linterna y que podían acortarla o alargarla y cubrir así vari os relojes a la vez.
Hi cieron relojes de sol en el jardín y pusieron un bloque de madera en el suelo para
hacer la esfera de un reloj de sol, pero entonces decidieron que ya conti'n uarían con
aq uel lo más tarde. Mientras, algunos de ellos hici eron también relojes de campanario
con péndulos y empezaron a estudi ar el ir y ven ir de éstos. Dijeron que toda la ciudad
podía oír la campana cuando el péndulo se movía adelante y atrás y que la gente sabía
ento nces cuándo tenían que ir a trabajar o al colegio. Anna les preguntó entonces: «¿ Po-
demos med ir el tiempo con el péndulo? ». Como tambi én había traído consigo pesos e
hilo de pescar, los niños empezaron enseguida a hacerse sus propios péndulos.
Entonces descubrieron que a diferentes longitudes de hilo, el péndulo oscilaba tam-
bién de forma distinta: cuando el hilo era corto, el péndulo iba más deprisa, y cuando
era largo, el péndulo iba más lento. Tamb ién compararon cuánto tardaban los diferen-
tes péndulos en pararse después del primer impulso. Anna les volvió a preguntar enton-
ces si podían medir el tiempo con el péndulo. «Sí», dijo uno de ellos, «igual que lo
haces cuando tienes un reloj de arena, como los prisioneros del casti llo » (refiriéndose
a un programa de televisión que era popular en Suecia en aq uel entonces).
Tras aq uello, los niños empezaron a fabricar sus propios relojes de arena y a com-
pararlos con los péndulos. También empezaron a escribir números sobre los relojes de
arena e, inmediatamente, ini ciaro n un a representación improvisada en la que se imagi-
naban que ellos mismos eran los prisioneros del castillo. Después, empezaron a medir-
lo todo con los relojes de arena. También hicieron reloj es llenos de agua, inspirados por
un ejemplo que uno de ellos hab ía traído de casa.
Anna preguntó entonces: «¿E l tiempo existe siempre? >> . Uno de los niños le respondió:
«Los cumpleaños siempre existen. Mi madre tiene que mirar su agenda para saber cuán-
do es mi cumpleaños y cuánto queda para el sigu iente>> . Otro niño le dijo que los días y
las horas siempre existen. «¿ Podéis hacer que el tiempo vuelva?>>, pregun~ó en ese mo-
mento la pedagoga. <<NO >>, fue una de las respuestas, «pero antes había máquinas del tiem-
po y mi madre nos explicaba muchas veces cómo eran las cosas en aquellos tiempos >>.
Anna empezó a hab lar entonces del mes de septiembre y los niños se pusieron a
contar los meses; dijeron que ya era primavera y que antes había sido invierno. Un niño
dijo: «El tiempo da vueltas como el sol, pero el tiempo que vuelve ya no es el mismo
tiempo, porque yo no cu mplo cinco años cada vez que es mi cu mpl eaños >>. «Invierno,
primavera y otoño, invierno, primavera y otoño ... dan la vuelta. Debe de ser el tiempo
humano >>, acertó a apuntillar otro pequeño.
La documentación pedagógica
como desafío a los discursos
dominantes
Como ya hemos comentado anteriormente, de acuerdo con el pensamiento fou-
caultiano, siempre ejerce~os poder sobre nosotros mismos, lo cual significa que
nos disciplinamos y nos gobernamos en nuestros propios esfuerzos por hallar
conocimiento sobre nosotros mismos y sobre el mundo. Gracias a la documentación,
podemos desenmascarar (identificar y visualizar) los discursos y regímenes domi-
nantes que ejercen poder sobre nosotros y a través de nosotros, y con los cuales
hemos construido al niño y nos hemos construido a nosotros como pedagogos y
pedagogas. Así pues, la documentación pedagógica puede funcionar como herra-
TDienta que inaug!Jre una práctica crítica y reflexiva que desafíe los discursos
dominantes y construya contradiscursos, que nos permitan encontrar pedagogías
alternativas <<que puedan ser moral y éticamente satisfactorias, pero, a la vez, agra-
dables estéticamente>> (Steedman, 1991, p. 61 ). Puede ser entendida como una de
las ~< tecnologías del yo>> de las que hablamos en el capítulo 2 a propósito del «cui-
dado de uno mismo>>, y cuyo uso permite que critiquemos los conceptos incorpo-
rados y nos liberemos de ellos, y que produzcamos conceptos nuevos; volveremos
sobre esta idea del «Cuidado de uno mismo» más adelante.
Precisamente porque nos disciplinamo~ y ejercemos poder sobre nosotros
mismos, nos resulta tremendamente difícil cambiar nuestra práctica pedagógica.
Como señala Jennifer Gore, «quienes buscan (y tratan de entender) las nuevas
pedagogías se enfrentan a enormes obstáculos que, de hecho, crean ellos mis-
mos. Muchos de esos obstáculos surgen de la tensión fundamental que se pro-
duce en la pedagogía por el hecho de que quienes quieran cambiarla han de
participar antes en ella>> (1993, p. xi). Esos obstáculos implican que, como pe-
dagogo o pedagoga, uno o una tenga que hallar formas de atravesar esas ten-
siones, que resultan del hecho de que el pedagogo sea también quien se supone
que ha de hacer el cambio (o sea, quien supuestamente ha de reconstruir la
práctica pedagógica).
La documentación pedagógica puede contribuir a una autorreflexividad
más profunda y puede indicarnos algo acerca de cómo nos hemos constituido a
nosotros mismos como pedagogos, ya que nos ayuda a que «nos expliquemos una
historia de nosotros mismoS>> (Steier, 1991, p. 3). Puede abrir la posibilidad de que
el pedagogo o la pedagoga vean sus subjetividades y sus prácticas como elemen-
tos socialmente construidos y, con ello, puéde crear una oportunidad para romper
con los discursos dominantes, ya que puede, además, ampliar nuestra compren-
sión de quiénes somos actualmente y de cómo nos hemos construido a nosotros
mismos hasta llegar a ser así, así como de las s:ondiciones y los peligros de nues-
tras acciones (Gore, 1993). Se trata de que cada uno (niño o pedagogo) asuma el
control de su pr?pio pensamiento y práctica, o, dicho de otro modo, de que esté
menos gobernado por el poder disciplinario.
Mediante la documentación podemos ver con mayor facilidad (y plantear
preguntas en torno a) qué imagen del niño y qué discursos hemos incorporado y
producido, y qué voz, derechos y posición ha tenido ese niño en nuestras insti-
tuciones para la primera infancia. Por ejemplo, ¿nos limitamos a utilizar concep-
tos como «situar al niño en el centro», «responsabilizarse del propio
aprendizaje», «aprender a aprender», «creatividad>>, «participación» y «práctica
El proceso de documentación
no puede ser nunca neutral
La documentación pedagógica
como empresa peligrosa
Como medio crítico de resisten cia ante el nexo poder/conocimiento, la documen-
tación pedagógica es también una empresa peligrosa. Como ya hemos recalcado
repetidamente, el hecho mismo de su impe>rtancia hace que la documentación no
pueda ser nunca una actividad inocente. No contamos con garantía alguna . Tene-
mos que ve r que los riesgos y las posibilidades no son elementos opuestos, sino
que existen simultáneamente. Estos procesos no pueden ser nunca neutral es e ino-
centes: siempre ti enen impli cac iones y co nsecuencias sociales y políticas. Pueden
ser peligrosos, como explicaba Foucault (19 70), precisamente porque ti enen una
significación política y teórica. No en vano, la produ cc ión de conocimie nto
está siempre relacionada con la produ cc ión de poder.
La documentación no co nstituye necesari amente un ejercicio de resistencia
radical al nexo poder/conocimiento. Que lo sea o no debe relacionarse, desde
nuestra perspectiva, con el hecho de que llegue a materi alizar o no su potencial
para admitir múltiples perspectivas. Si acoge otras construccion es y perspectivas,
la documentación ti ene potencial para revelar el carácter incorporado de la cons-
trucción del conocimiento y para fun cionar como una práctica emancipadora.
Sin embargo, al mismo tiempo, existen ri esgos. Las clasifi cac iones y cate-
gorías que usamos también funcionan como herramientas de inclusión y exclusión:
se vue lven productivas. Podemos ubica r a los niños y a sus acciones en categorías
de normal/a normal. Podemos integrar al Otro en un todo uniforme. El pedagogo o
la pedagoga, debido a su influencia sobre el proceso de construcción de la iden-
tidad del niño, ejercen poder y control. Así que, de no estar alerta, la documenta-
ción puede convertirse en una práctica de ejercicio de control y de poder (que no
de resistencia a éstos). Cons iderando esos riesgos, siempre tenemos que pl antear-
nos preguntas acerca del derecho que tenemos a interpretar y a documentar lo que
los niños hacen y acerca de lo que es éticamente legítimo o no.
de las técnicas utilizadas por los griegos a la hora de constituirse a sí mismos fue
la de los hypomnemata, una especie de cuadernos de notas que se usaban para ir
estab leciendo una relación permanente con uno mismo:
No constituyen una «descripción de uno mismo». [.. .] No se trata de perseguir lo
indescriptible, ni de revelar lo oculto, ni de decir lo que no se ha dicho, sino de todo
lo contrario: recoger lo que ya se ha dicho, juntar lo que uno haya podido oír o leer,
y todo ello con el objetivo, ni más ni menos, que de constituirse a uno mismo. [... ]
Ése es el objetivo de los hypomne mata: hacer de la recopilación deliogos fragmen-
ta rio transmitido por medio de la enseñanza, la experiencia oída o la lectura, un
medio para establecer una relación tan adecuada y perfecta como la relación de
uno consigo mismo sea posible. (Foucault, 1986, p. 365 )
Inaugurar un foro
Nuestra perspectiva construccion ista social del conocimiento, la creac ión de sen-
tido y el aprendizaje está relacionada co n una vis ión de la acción comunicativa y
de las relaciones sociales que asume al Otro como igual pero distinto, y que va-
lora la importancia de la solidaridad entre seres humanos. Esto presupone, por su
parte, un diálogo intenso y basado en valores y un debate político en torno a lo
que queremos para nuestras instituciones para la primera infancia. Estos centros
han de ser entendidos como portadores, pero también como creadores, de va lores
culturales y simbólicos, y, al mismo tiempo, han de ?er co nsiderados como insti-
tuciones importantes dentro de un proyecto de democracia más amp lio. La peda-
gogía y las institucio nes para la primera in fancia se hallan si empre relacionadas
con la pregunta filosófica del qué queremos para nuestros niños y niñas tanto aquí
y ahora como en el futuro (u na pregunta que hemos de hacernos repetidamente).
Las estrategias que elegimos para trabajar con los pequeños y las pequeñas, nues-
tra práctica pedagógica, dicen mucho de nuestra forma de co nceptualizar sus po-
tenciales, su posición y sus derechos cívicos en la sociedad y son, por ende,
sintomáticas del modo en que hemos construido nuestras ideas de democracia.
Si construimos las instituciones infantiles como foros para la participación
y el diálogo (para la ética del encuentro), estos centros adquirirán un papel im-
portante en la apertura de un nuevo marco de posibilidades en el que una demo-
cr-ac ia y un estado del bienestar reco nstruidos puedan basarse en la visibilidad y
la inclusión de los niños y las niñas. Cuando las instituc iones para la infancia son
concebidas como foros de la sociedad civil (y, como tales, ofrecen oportunidades
para reunir a niños y a adultos y para que se impliquen juntos en la construcción
de discurso en proyectos de significación social, cultural, política o económica),
adquieren un sentido específico: el de una comunidad a la que se puede consi-
derar que los niños contribuyen con su vida y su trabajo.
La comunicación, la reflex ión y la acción pueden considerarse una especie
de aglutinante que no sólo enlaza y cohesiona las diferentes partes del trabajo pe-
dagógico, sino que también conecta las instituciones para la primera infancia con
la sociedad que las rodea. La idea de la institución para la primera infancia como
foro en el que el niño es considerado como ciudadano y como parte de una co-
munidad presupone la formulación y reformulación continua por nuestra parte de
<< Un contrato social» entre el individuo, las instituciones públicas, el Estado y el
mercado. Precisa, además, de unas relaciones participativas a fin de que la insti-
tución para la primera infancia se conviertá en un foro en el que se impliquen
niños, pedagogos, padres, políti cos, etc. Para ello hemos de construir foros que in-
corporen la ética del encuentro: un encuentro caracterizado por un modo más
provisional y preliminar de .ver, escuchar y desafiar.
El papel de la documentación pedagógica en la construcción de esa clase
de instituciones para la primera infancia es de crucial importancia. La documen-
tación ofrece un importante punto de partida para el diálogo, pero también para
la c~eac ión de confianza y legitimidad en relación con la comunidad en general
porque abre y hace visible el trabajo de esos centros. Gracias a la documentación,
cada niño o niña, cada pedagogo o pedagoga, y cada institución pueden tener una
voz pública y una identidad visible. Lo que se documenta puede ser considerado
un relato de las vidas de los niños, de los pedagogos y de los padres dentro de la
institución para la primera infancia, un relato que puede mostrar las contribucio-