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Vamos a ver ahora tres composiciones sobre el mismo tema pero que
dicen cosas muy diferentes. Las tres tratan sobre Cristo muerto rodeado de su
familia y amigos.
Quiero que veáis con esto que una buena disposición de los diferentes
elementos en la composición nos hablan perfectamente de lo que queremos
decir, sin tener que usar otras palabras, una retórica absurda que no dice nada.
Nosotros, los artistas, tenemos nuestro lenguaje, y con él nos expresamos a la
perfección.
EL ENTIERRO DE CRISTO. Jacobo Florentino (el Indaco)
En esta composición podemos ver que todos los rostros, que además
son más claros que el resto del conjunto, forman un óvalo con la figura de
Cristo yacente, de la misma entonación. La imagen, dado que el óvalo es
alargado horizontalmente, nos da una sensación sosegada, tranquila, terrenal y
maternal. Debemos pensar que se trata de un entierro, por tanto la
composición debe ser terrenal.
En la composición, casi todas las miradas de las distintas personas
miran el rostro de Cristo, donde se centra la zona puntual, menos dos rostros
que miran hacia fuera de la escena como invitando a los que miran a que se
unan a ellos.
Por otra parte, la cara de la Virgen María, en el centro de la imagen,
forma con sus manos y el cuerpo yacente un triángulo con vértice en lo alto (la
cara de la Virgen), dando a entender el sentido espiritual de su sentimiento.
EL ENTIERRO DE CRISTO. Juan de Juni
En esta otra composición no existe una unión entre los personajes. Cada
uno está aislado, actúa independientemente del resto salvo la Virgen y su
acompañante, entre los que tampoco existe una comunicación visual sino de
contención para que la Virgen no se abalance hacia su hijo. La gesticulación de
cada uno de los personajes no tiene nada que ver con el resto, al igual que sus
miradas, que se disparan en todos los sentidos sin tener un cometido conjunto.
La entonación de los personajes tampoco resalta en ningún sentido, por
lo que no existe ninguna zona puntual clara.
Los miembros de los personajes (sus rostros, brazos y piernas) están en
muchas direcciones, por lo que estamos ante una escena caótica, que deja ver
el terror y el desconcierto al pensar qué pasará a partir de ese momento, y
permitiendo vislumbrar el desamparo ante el que se han quedado en esta vida.
EL ENTIERRO DE CRISTO. Juan de Juni.
En esta otra, las miradas no miran hacia Cristo yacente, sino hacia la
Virgen. Podemos observar, además, que se forma una cruz con dos líneas que
unen las miradas y rostros de los personajes, y que se cruzan en el rostro de la
Virgen, resaltando a ésta como zona puntual.
Aquí, Cristo yacente no es el objeto principal, sino el elemento que da
sentido a la escena. Cristo tiene también una entonación totalmente diferente a
la del resto de la composición, dividiéndose la escena en dos partes: la inferior,
más terrenal, al ser un cuerpo muerto, y la superior, donde están el resto de los
personajes y en cuyo centro está la Virgen.
Podemos ver también que, menos uno, el resto de los personajes forman un
ovoide, estando la virgen en su centro, convirtiéndose en la madre de todos,
afianzado por la expresión de sus manos.
Existe una conexión entre las dos escenas, con la mirada que el
personaje que está detrás de la Virgen lanza al rostro de Cristo.