Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
ESTUDIOS
ESTUDIOS
odio hacia él
Por:
Benjamin Vrbicek
Tal vez te suena poco cristiano odiar algo. Pero considera cuál es la
alternativa. ¿Sería mejor ser apático hacia lo que Dios odia? De ninguna
manera.
Leemos que esto sucede en el libro de Apocalipsis. Jesús alaba a la iglesia
en Éfeso porque ha aborrecido una falsa enseñanza en particular y en el
siguiente instante reprende a la iglesia en Pérgamo por tolerar esa misma
falsa enseñanza:
[A la iglesia en Éfeso, Jesús dijo:] “Sin embargo tienes esto: que aborreces
las obras de los nicolaítas, las cuales Yo también aborrezco” (Ap 2:6).
[A la iglesia en Pérgamo, Jesús dijo:] “Pero tengo unas pocas cosas contra
ti, porque […] tienes algunos que de la misma manera mantienen la
doctrina de los nicolaítas” (Ap 2:14–15).
Pero Dios sí tienes problemas con eso. No ignoremos que, cuando Jesús
alaba a la iglesia en Éfeso por no tolerar esta doctrina, Él añade: “las cuales
yo también aborrezco”. Jesús aborrece. La “tolerancia” es el lema de
nuestro día, pero los cristianos no debemos tolerar el pecado. Antes que
nada, no debemos tolerar el pecado en nuestras propias vidas. Si lo
hacemos, nuestras evasivas tendrán daños colaterales.
Podemos ver este principio de que los cristianos debemos odiar lo que Dios
odia en otros pasajes (Sal 97:10; Ro 12:9). Y esto no debería
sorprendernos. Cuando lo que amamos es usado de mala manera o
destruido, una persona sana tiene una reacción emocional. Sentirá algo. Y,
amigos, debemos sentir algo. Ser insensible no es signo de salud. Es signo
de un congelamiento espiritual.
Podemos continuar, pero el punto ya está claro. Si Dios lo odia, nosotros
deberíamos odiarlo también. Cuando se trata de inmoralidad sexual, si
vamos a luchar con éxito contra él, debemos creer que está mal y cultivar
un odio hacia él. Con el paso del tiempo, y bajo la bandera del evangelio,
las creencias correctas (el pecado está mal) y los afectos correctos (el odio),
nos llevarán a una vida correcta.
Preguntas de diagnóstico
John Piper
-
05/24/2021
Ahora, regresemos a las citas. ¿Qué significa eso? ¿Es esa cita una expresión
de que mi deseo por otra persona se ha vuelto más precioso para mí que Dios?
¿Es así? Y, si es así, no importa si la otra persona es un creyente o no, un
cristiano o no.
Puedes tener una cita con un cristiano y estar pecando. Puedes tener una cita
con un no-cristiano y estar pecando porque tus afectos o tu amor o tu
necesidad por esa persona pueden reflejar que Dios no ocupa un lugar en tu
vida tan grande o tan poderoso o tan satisfactorio y hermoso como el que
debería ocupar.
Considera tu objetivo
Así que eso es, probablemente, más de lo que estaba él preguntando, pero aquí
está lo que seguramente él quiere saber de verdad. Digamos que yo no tengo
ese problema. No estoy anhelando a otra persona más de lo que anhelo a Dios.
¿Es un pecado aun así tener una cita con un incrédulo?
Mi respuesta sería: “¿Para qué estás teniendo citas? ¿Para qué consideras una
cita?”. Y podrías responder: “Bueno, no tengo ningún interés romántico. Y
quiero testificar de la gracia de Dios a esta incrédula mientras comemos una
pizza con la esperanza de llevarla a Cristo”. En otras palabras, esto es
simplemente evangelismo y no romance. Yo te diría: “Está bien, hazlo”.
Pero ten cuidado, porque cuando un hombre y una mujer pasan tiempo juntos,
pueden pasar cosas más personales y más íntimas que simple evangelismo,
sobre todo cuando hablan sobre cosas profundas. Lo he visto suceder y te
advertiría que tengas cuidado.
Pero, qué tal si dices: “Bueno, realmente me atrae esa persona. Y la cita para
mí es parte de cultivar una relación romántica que pueda conducir al
matrimonio”. Entonces, te diría: “Si estás haciendo eso, si estás buscando a un
incrédulo con miras a despertar, hacer crecer y profundizar una relación
romántica que pueda conducir al matrimonio, estás comprometiendo tu amor
por Cristo y estás yendo en contra de lo que la Biblia dice y estás haciendo
algo incorrecto”.
No puede haber una profunda unión de almas entre dos personas cuyo tesoro
supremo es diferente; el tesoro de uno es Cristo mientras que el del otro es
algo en la creación. Desde el principio existe una profunda desunión.
Así que, buscar una cita, cultivar una relación que pudiera llevar a un
matrimonio prohibido está, pienso yo, prohibido.
Nuestro orgullo innato es de tal magnitud que para nosotros siempre somos
justos, rectos, sabios y santos, hasta que somos convencidos, por claras
evidencias, de nuestra injusticia, vileza, insensatez e impureza.
— Juan Calvino
La fe no lleva nada nuestro a Dios, sino que recibe lo que Dios nos ofrece
espontáneamente. De ahí que la fe, por imperfecta que sea, posee, sin
embargo, una justicia perfecta, porque no considera nada más que la bondad
gratuita de Dios.
— Juan Calvino
Hay personas que se muestran con “humildad” ante los hombres; nunca
quieren irrespetar a otro ser humano, son comprensivos y “tolerantes”, pero
rechazan la idea de que Dios puede decidir hacer lo que quiera con Su
creación. Este es un estado lamentable y de latente orgullo. Lo que me dice la
Escritura y lo que he visto en la experiencia, es que solo la persona que acepta
la plena soberanía de Dios sobre este universo puede realmente comenzar a
caminar en humildad. ¿De qué sirve vivir en un estado de aparente humildad
antes los hombres, cuando eres capaz de rebelarte a la autoridad del Creador?
Me atrevo a decir que creer en la doctrina de la sola gratia, es la puerta de
entrada para una vida de verdadera humildad.
— Juan Calvino
Cada acción en nuestro diario vivir tiene que reflejar una cosmovisión
enfocada en traer gloria a nuestro Salvador, este es el verdadero camino de la
humildad. A manera de ilustración histórica, vale la pena notar el aporte del
reformador francés Juan Calvino quien con su teología de la gloria de Dios
impactó a toda la sociedad occidental.
Conclusión
No sé si has pasado por ahí o si estás pasando, pero estas palabras las escribo
con el deseo de que el Señor las use para despertar en quien las lea un deseo
mayor de conocer BIEN Su Palabra. Escribo la palabra bien en mayúsculas
porque de eso se trata, de aprender a leer bien nuestras Biblias, de lo contrario,
podemos caer en cualquiera de estos errores que ya conté, o en otros. De
hecho, si no la conocemos bien podemos terminar con una idea acerca de Dios
que no es real, y eso no solo es dañino, sino peligroso. Lamentablemente, creo
que sucede mucho en nuestra generación. Tenemos un alto grado de
analfabetismo bíblico, incluso luego de pasar años en la iglesia; cristianos que
queremos acercarnos a la Biblia con mentalidad de comida rápida, sin
estudiarla.
Ahora que tenemos sentada esa base, ¿cuál es entonces el mejor método de
estudio de la Biblia? Esta pregunta no tiene una respuesta única. Existen
diversos métodos que han probado ser buenos y útiles. Lo que comparto
contigo a continuación son algunas pautas que ayudan al estudio diligente de
un pasaje.
2. Lee varias veces el pasaje que vas a estudiar. De ser posible, lee todo el
libro donde se encuentra, al menos una vez, para que tengas idea clara
del tema del libro, lo que allí sucede, etc.
4. Una vez que lo has leído, varias veces, ¿qué dice? ¿Encontraste
palabras repetidas? ¿Palabras que te llamaron la atención?
Tal vez, como me pasó también en un tiempo, te cuesta mucho ser constante
en tu lectura y estudio de la Palabra. Pídele al Señor que ponga ese deseo en tu
corazón. Esa es una oración que Dios contesta con un rotundo sí porque Él
nos ha dado su Palabra para que le conozcamos, y quiere que la conozcamos
bien. Las palabras de Pablo a Timoteo son muy oportunas: «Procura con
diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué
avergonzarse, que maneja con precisión la palabra de verdad» (2 Ti. 2:15).