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Cree en verdad que el pecado sexual está mal y cultiva un

odio hacia él
Por:
Benjamin Vrbicek

Al menos una parte de la pandemia de pornografía puede ser ligada con el


hecho de que algunas personas no piensan que la pornografía te hace daño.
Por ejemplo, The Barna Group [El grupo Barna] hizo una encuesta a
jóvenes sobre las cosas que consideraban que siempre estaban mal o que
usualmente estaban mal. Ver imágenes pornográficas resultó muy por
debajo de cosas como no reciclar o comer demasiado.[1]

Este es el asunto. Yo deseo que tú experimentes la “buena vida”. Y creo


que Dios quiere que la experimentes aún más (Jn 10:10b); esa es la razón
por la que Dios nos ha dejado instrucciones acerca de lo que está bien y lo
que está mal. Para poder experimentar esta buena vida, debemos cultivar un
odio hacia vivir fuera del diseño de Dios.

Tal vez te suena poco cristiano odiar algo. Pero considera cuál es la
alternativa. ¿Sería mejor ser apático hacia lo que Dios odia? De ninguna
manera.
Leemos que esto sucede en el libro de Apocalipsis. Jesús alaba a la iglesia
en Éfeso porque ha aborrecido una falsa enseñanza en particular y en el
siguiente instante reprende a la iglesia en Pérgamo por tolerar esa misma
falsa enseñanza:

[A la iglesia en Éfeso, Jesús dijo:] “Sin embargo tienes esto: que aborreces
las obras de los nicolaítas, las cuales Yo también aborrezco” (Ap 2:6).

[A la iglesia en Pérgamo, Jesús dijo:] “Pero tengo unas pocas cosas contra
ti, porque […] tienes algunos que de la misma manera mantienen la
doctrina de los nicolaítas” (Ap 2:14–15).

No sabemos específicamente lo que enseñaban los nicolaítas. Sin embargo,


el contexto sugiere que tenía que ver con practicar “idolatría e inmoralidad
[sexual] bajo la bandera de la libertad espiritual”.[2] Eso suena muy
parecido a hoy: vive como quieras; Dios no tiene problemas con eso.

Pero Dios sí tienes problemas con eso. No ignoremos que, cuando Jesús
alaba a la iglesia en Éfeso por no tolerar esta doctrina, Él añade: “las cuales
yo también aborrezco”. Jesús aborrece. La “tolerancia” es el lema de
nuestro día, pero los cristianos no debemos tolerar el pecado. Antes que
nada, no debemos tolerar el pecado en nuestras propias vidas. Si lo
hacemos, nuestras evasivas tendrán daños colaterales.

Podemos ver este principio de que los cristianos debemos odiar lo que Dios
odia en otros pasajes (Sal 97:10; Ro 12:9). Y esto no debería
sorprendernos. Cuando lo que amamos es usado de mala manera o
destruido, una persona sana tiene una reacción emocional. Sentirá algo. Y,
amigos, debemos sentir algo. Ser insensible no es signo de salud. Es signo
de un congelamiento espiritual.
Podemos continuar, pero el punto ya está claro. Si Dios lo odia, nosotros
deberíamos odiarlo también. Cuando se trata de inmoralidad sexual, si
vamos a luchar con éxito contra él, debemos creer que está mal y cultivar
un odio hacia él. Con el paso del tiempo, y bajo la bandera del evangelio,
las creencias correctas (el pecado está mal) y los afectos correctos (el odio),
nos llevarán a una vida correcta.

Estos puntos requieren de dos aclaraciones. En primer lugar, cuando digo


que cultives un odio hacia él, quiero hacer énfasis en la palabra él. Debes
odiar el pecado porque estorba tu relación con Cristo y la gloria de Su
nombre y al mismo tiempo te lastima a ti y a otros. Pero, no confundamos
odiar el pecado con odiar que nos descubran.

La historia del Antiguo Testamento sobre Esaú nos ayuda a entenderlo.


Esaú era el hermano mayor de Jacob y, como tal, era el heredero de su
padre Isaac. Un día, en un momento de tentación, Esaú vendió su
primogenitura para satisfacer un deseo momentáneo. Intercambió una
fortuna por un plato de lentejas (Gn 25:29–34). Cuando el autor de Hebreos
reflexiona sobre esto, hace notar que Esaú se lamentaba más por haber sido
descubierto que por su error. Él lloró mucho a causa de esto, pero sus
lágrimas nunca se transformaron en arrepentimiento (He 12:16–17).
Nuestra pena por el pecado inevitablemente caerá hacia uno de dos mares:
el Mar del Remordimiento o el Mar del Arrepentimiento. Aunque a simple
vista parecen ser semejantes, terminan estando a kilómetros e incluso a
eternidades de distancia.

Pablo habló sobre esto en 2 Corintios. El apóstol reprendió severamente a


la iglesia en varias ocasiones pero, al final, estaba agradecido de que ellos
habían sido “entristecidos para arrepentimiento” (7:8) porque “la tristeza
que es conforme a la voluntad de Dios produce un arrepentimiento que
conduce a la salvación” (7:10). Varones, si los descubrieran con los
calzoncillos en los tobillos, ¿están seguros de que odiarían más el pecado
sexual que el haber sido descubiertos?

Ahora, una segunda aclaración. Aunque utilizamos la palabra él, el pecado


sexual no es una persona; es una cosa. Es un parásito. Dios no nos está
dando licencia para odiar a otros ni a nosotros mismos. Ese odio sí estaría
mal encaminado. Recuerda que nuestra batalla no es contra sangre y carne
(ni tuya ni de nadie más) sino contra fuerzas espirituales de maldad (Ef
6:12).

Preguntas de diagnóstico

1. Jesús reprendió a la iglesia en Pérgamo por no odiar el pecado sexual


sino simplemente tolerarlo. ¿Somos culpables de esto? Si es así, ¿de
qué maneras lo somos?

2. ¿Cuál es la diferencia entre odiar el ser descubiertos y odiar el


pecado que nos llevó a ser descubiertos?

3. Si has sido descubierto en pecado sexual, ¿cómo estás luchando


contra la amargura hacia Dios y hacia aquellos que jugaron un papel
en exponerte a ti y tu pecado
 
¿Es pecaminoso tener una cita
con un No-Cristiano?
Por

 John Piper

 -

 05/24/2021

Un joven nos escribe para preguntar: “Pastor John, ¿es un pecado si yo


tengo una cita con una mujer no-cristiana?”.

Quiero preguntar lo siguiente: ¿Qué considera él que es el pecado? En otras


palabras, si le estamos respondiendo a él y, antes de contestar “Sí” o “No”, yo
le diría: “Dime qué piensas que es el pecado”.
Esto es lo que quiero identificar. En Romanos 3:23 se nos dice que: “todos
pecaron y no alcanzan la gloria de Dios”. Así que parece ser que pecar es no
alcanzar la gloria de Dios. ¿Qué significa eso? ¿Qué significa “no alcanzar” o
“quedarse corto” de la gloria?

La palabra en griego υστερεω (hus-ter-eh’-o) significa “faltar”, así que pecar


es que nos falta la gloria de Dios. ¿Faltar en qué sentido? No se supone que
sea tan glorioso como Dios. Bueno, probablemente faltar en el sentido
de Romanos 1:23, donde dice que los pecadores “cambiaron la gloria del Dios
incorruptible por una imagen”. Cuando la cambiaron, la perdieron. En otras
palabras, ellos vieron la gloria de Dios, luego vieron las imágenes (tal vez la
imagen en el espejo) y escogieron en contra de Dios. Y así, perdieron a Dios o
“les faltó” Dios.

Considera tus anhelos


El pecado, yo diría, es preferir cualquier cosa en lugar de Dios. Y los
pecados, en plural, son los tipos de actitudes y deseos y acciones y palabras
que salen de nosotros cuando preferimos otras cosas en lugar de Dios, cuando
Dios no es nuestro deseo supremo, nuestro tesoro supremo. Así que eso es lo
que espero identificar en su respuesta.

Ahora, regresemos a las citas. ¿Qué significa eso? ¿Es esa cita una expresión
de que mi deseo por otra persona se ha vuelto más precioso para mí que Dios?
¿Es así? Y, si es así, no importa si la otra persona es un creyente o no, un
cristiano o no.

Puedes tener una cita con un cristiano y estar pecando. Puedes tener una cita
con un no-cristiano y estar pecando porque tus afectos o tu amor o tu
necesidad por esa persona pueden reflejar que Dios no ocupa un lugar en tu
vida tan grande o tan poderoso o tan satisfactorio y hermoso como el que
debería ocupar.

Si la necesidad que sientes de compañerismo es más grande que la necesidad


que sientes de Dios, entonces estás pecando. Y no importa con quién estés
saliendo. Tienes que regresar y encontrar en Dios tu tesoro.

Considera tu objetivo
Así que eso es, probablemente, más de lo que estaba él preguntando, pero aquí
está lo que seguramente él quiere saber de verdad. Digamos que yo no tengo
ese problema. No estoy anhelando a otra persona más de lo que anhelo a Dios.
¿Es un pecado aun así tener una cita con un incrédulo?

Mi respuesta sería: “¿Para qué estás teniendo citas? ¿Para qué consideras una
cita?”. Y podrías responder: “Bueno, no tengo ningún interés romántico. Y
quiero testificar de la gracia de Dios a esta incrédula mientras comemos una
pizza con la esperanza de llevarla a Cristo”. En otras palabras, esto es
simplemente evangelismo y no romance. Yo te diría: “Está bien, hazlo”.

Pero ten cuidado, porque cuando un hombre y una mujer pasan tiempo juntos,
pueden pasar cosas más personales y más íntimas que simple evangelismo,
sobre todo cuando hablan sobre cosas profundas. Lo he visto suceder y te
advertiría que tengas cuidado.

Pero, qué tal si dices: “Bueno, realmente me atrae esa persona. Y la cita para
mí es parte de cultivar una relación romántica que pueda conducir al
matrimonio”. Entonces, te diría: “Si estás haciendo eso, si estás buscando a un
incrédulo con miras a despertar, hacer crecer y profundizar una relación
romántica que pueda conducir al matrimonio, estás comprometiendo tu amor
por Cristo y estás yendo en contra de lo que la Biblia dice y estás haciendo
algo incorrecto”.

En 1 Corintios 7:39 dice que debemos casarnos solo “en el Señor”. Y si te


encuentras en una trayectoria que te llevará a enamorarte y casarte con una
mujer fuera del Señor, te encuentras en una trayectoria que te llevará a
desobedecer este texto. Y estar en una trayectoria que te lleva a desobedecer
un texto es desobedecerlo directamente.

Y en 2 Corintios 6:14 dice: “No estén unidos en yugo desigual con los


incrédulos”. Esto también se conecta con lo mismo porque trata del
matrimonio. Y yo pienso que la razón es que el matrimonio es el tipo de unión
más profunda. Se supone que debe ser una unión de almas así como de
cuerpos.

No puede haber una profunda unión de almas entre dos personas cuyo tesoro
supremo es diferente; el tesoro de uno es Cristo mientras que el del otro es
algo en la creación. Desde el principio existe una profunda desunión.

Así que, buscar una cita, cultivar una relación que pudiera llevar a un
matrimonio prohibido está, pienso yo, prohibido.

¿Cómo las cinco solas de la


Reforma te ayudan a luchar
contra el orgullo?
Por
 Santiago Armel
 -
 12/14/2020
Los reformadores enarbolaron cinco banderas principales durante su protesta.
Estos cinco postulados son conocidos como las cinco solas de la Reforma
protestante, las cuales fueron frases en latín que resumían las doctrinas
cardinales que los reformadores defendieron en una época donde la
cristiandad se sumía en la más grande corrupción. Estos cinco estandartes son:
1. Sola scriptura (solo por medio de la Escritura), 2. Sola fide (solo por la fe
Dios salva), 3. Sola gratia (solo por la gracia somos salvos), 4. Solus
Christus (solo a través de Cristo) y 5. Soli Deo gloria (solo para la gloria de
Dios).

Estos postulados no solo fueron el andamiaje teológico que sostuvo la


Reforma, sino que a su vez fueron un redescubrimiento de las doctrinas que
siempre han estado en las Sagradas Escrituras, pero que muchos habían
pasado por alto. El orgullo de los líderes religiosos, junto con la ignorancia del
pueblo siempre generan un caldo de cultivo para la corrupción del
cristianismo. Estas verdades no solo rescataron la soteriología bíblica
(doctrina de la salvación), sino que demolieron el orgullo humano. Son
doctrinas que, aunque hayan pasado quinientos años, son necesarias para la
iglesia en la actualidad.
Es por esto por lo que en esta oportunidad quisiera compartir cinco formas en
las que las “solas” de la Reforma protestante son de ayuda para combatir el
orgullo de la iglesia actual.

1.Sola Scriptura (solo por medio de la


Escritura)
Solo la Escritura es la última y suprema autoridad sobre la fe y practica para la
vida del hombre. La sola scriptura muele el orgullo humano pues nos
recuerda que no somos Dios, y que todos y todo en este universo están bajo la
suprema potestad de la Palabra de Dios. La Biblia es la palabra inspirada,
inerrante, suficiente y autoritativa de Dios (2 Timoteo 3:16). En palabras
simples, cuando la Biblia habla Dios habla.

Es importante enfatizar que la autoridad de la Biblia, no se restringe a los


temas de salvación solamente. La Biblia debe ser la suprema autoridad en la
vida completa del hombre. ¿Cómo debes manejar tus finanzas? ¿Cuál es el
trato que debes dar a tu esposa? ¿Cómo debes criar a tus hijos? ¿Cómo debes
tratar a tus empleados? Todas estas preguntas y todas las demás que dan
forma a tu existencia deben ser contestadas desde la voluntad de Dios revelada
en las Escrituras. El hombre orgulloso tomará su propio patrón de vida. En
contraste, el hombre humilde se sujetará voluntariamente a la instrucción de
las Escrituras.

De manera práctica, tus sueños o emociones no pueden regir tu vida, solo la


Palabra de Dios tiene esa potestad. No es la cultura ni la tendencia actual la
que debe dar forma a las decisiones que tomas como hombre en tu hogar, es
solo la Palabra inspirada la que debe regirte. Tu corazón humano siempre
intentará engañarte y hacerte creer que tus ideas son las mejores, pero debes
acostumbrarte a filtrar tus pensamientos con la Biblia y podrás obedecer
humildemente a Dios (Salmo 1:1-3).

Nuestro orgullo innato es de tal magnitud que para nosotros siempre somos
justos, rectos, sabios y santos, hasta que somos convencidos, por claras
evidencias, de nuestra injusticia, vileza, insensatez e impureza.

—  Juan Calvino

2.Sola fide (solo por la fe Dios salva)


Solo la fe es el medio que Dios usa para llevar a pecadores a salvación
(Romanos 3:21-22). No son nuestras buenas obras las que nos salvan
(Romanos 3:28), es solo una fe genuina que viene en arrepentimiento (1 Juan
1:9), confiesa sus pecados y confía en Jesucristo como único medio de
salvación (Romanos 10:9). La salvación por sola fide aplasta al orgullo
humano, porque nos gusta sentirnos merecedores de la bendición de Dios. Nos
agrada pensar que las cosas están saliendo bien, porque hemos sido muy
obedientes y consagrados, pero este es un pensamiento diabólico. Toda buena
dadiva y todo don perfecto, incluyendo la salvación provienen de Dios.

Fe en Jesucristo, esto es lo que necesitas para ser salvo. El orgulloso


reclamará diciendo: “No puede ser tan sencillo, yo tengo que hacer algo”. La
Biblia te dice: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de
vosotros, pues es don de Dios, no por obras, para que nadie se gloríe” (Efesios
2:8-9).
No existe persona más orgullosa en este planeta que aquel que se rehúsa a
creer en Jesucristo como única fuente de salvación (Juan 3:18). Este es el
pecado de mayor orgullo.

La fe no lleva nada nuestro a Dios, sino que recibe lo que Dios nos ofrece
espontáneamente. De ahí que la fe, por imperfecta que sea, posee, sin
embargo, una justicia perfecta, porque no considera nada más que la bondad
gratuita de Dios.

—  Juan Calvino

3.Sola gratia (solo por la gracia


somos salvos)
Solo la gracia soberana de Dios por medio de su elección lleva personas a ser
salvas. No se trata de quien quiere ser salvo, no se trata de quien corre o
trabaja. Se trata de a quien Dios decide mostrar misericordia por el
beneplácito de Su voluntad (Efesios 1:5). La doctrina de la elección solo por
gracia es la verdad más demoledora del orgullo humano. Dios está en Su trono
y Él decide a quien salvar. El apóstol Pablo supo que el engreimiento humano
se levantaría a altercar contra esta verdad diciendo: ¿Por qué Dios enviará a
alguien al infierno si Él no decidió elegirlo para salvación? Pablo contestó a
esta altivez en Romanos 9:15-24:

Pues a Moisés dice: Tendré misericordia del que yo tenga misericordia, y me


compadeceré del que yo me compadezca. Así que no depende del que quiere,
ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia… De manera que de
quien quiere, tiene misericordia, y al que quiere endurecer, endurece. Pero me
dirás: ¿Por qué, pues, inculpa? Porque ¿quién ha resistido a su voluntad? Mas
antes, oh hombre, ¿quién eres tú, para que alterques con Dios? ¿Dirá el vaso
de barro al que lo formó: ¿Por qué me has hecho así?  ¿O no tiene potestad el
alfarero sobre el barro, para hacer de la misma masa un vaso para honra y otro
para deshonra? ¿Y qué, si Dios, queriendo mostrar su ira y hacer notorio su
poder, soportó con mucha paciencia los vasos de ira preparados para
destrucción,  y para hacer notorias las riquezas de su gloria, las mostró para
con los vasos de misericordia que él preparó de antemano para gloria, a los
cuales también ha llamado, esto es, a nosotros, no sólo de los judíos, sino
también de los gentiles?

Hay personas que se muestran con “humildad” ante los hombres; nunca
quieren irrespetar a otro ser humano, son comprensivos y “tolerantes”, pero
rechazan la idea de que Dios puede decidir hacer lo que quiera con Su
creación. Este es un estado lamentable y de latente orgullo. Lo que me dice la
Escritura y lo que he visto en la experiencia, es que solo la persona que acepta
la plena soberanía de Dios sobre este universo puede realmente comenzar a
caminar en humildad. ¿De qué sirve vivir en un estado de aparente humildad
antes los hombres, cuando eres capaz de rebelarte a la autoridad del Creador?
Me atrevo a decir que creer en la doctrina de la sola gratia, es la puerta de
entrada para una vida de verdadera humildad.

4.Solus Christus (solo a través de


Cristo)
La doctrina de solus Christus enseña que la salvación solo puede ser obtenida
por medio de Jesucristo. Nadie más puede ser un mediador efectivo entre Dios
el Padre y los seres humanos. Solo el Hijo, el segundo miembro de la
Trinidad, Dios hecho hombre, puede ser el perfecto sustituto y un efectivo
intercesor (1 Timoteo 2:5).

Pero además de la posición de Cristo como mediador en la salvación, los


reformadores lucharon por contestar la siguiente pregunta: ¿quién es la cabeza
de la iglesia? Esta pregunta muchas veces se pasa por alto, pero realmente esta
fue la pregunta que dio vida a la Reforma protestante del siglo XVI. ¿Es el
papa la cabeza de la iglesia o es Jesucristo la cabeza? Por supuesto, sabemos
la respuesta, solo Jesucristo tiene suprema autoridad sobre Su iglesia. Pero si
Él es el supremo monarca del Su iglesia, entonces el funcionamiento, doctrina
y practica de Su iglesia debe estar sujeto a Su autoridad y no a las tradiciones
humanas o mandamientos de hombres.

Algunos temen ser orgullosos al defender la autoridad de Cristo en la iglesia,


pero no es orgulloso querer que las cosas se hagan bíblicamente en nuestras
congregaciones. Los hombres en la actualidad deben comenzar a perder el
temor al hombre y levantarse con valentía como los reformadores lo hicieron.
Con esto no estoy haciendo un llamado a los hombres de nuestra generación a
creerse los “Luteros” del siglo XXI, y rebelarse ante sus autoridades
eclesiásticas. Pero si no son los hombres líderes en las congregaciones quienes
están atentos a la pureza doctrinal de la iglesia, ¿entonces quien más lo estará?

Un perro ladra cuando su amo es atacado. Yo sería un cobarde si es atacada


la verdad de Dios y permanezco en silencio.

—  Juan Calvino
 

5.Soli Deo gloria (solo para la gloria


de Dios).
Si Dios es el soberano sobre la salvación del hombre, entonces la implicación
lógica es que solo Dios puede recibir toda la gloria (Salmos 115:1). Ya que el
hombre solo tiene sus pecados para presentar delante de Dios en el juicio
celestial, no hay lugar para la jactancia y el orgullo. Estamos llamados como
hombres a vivir en todo tiempo para la gloria suprema de Dios.

Cada acción en nuestro diario vivir tiene que reflejar una cosmovisión
enfocada en traer gloria a nuestro Salvador, este es el verdadero camino de la
humildad. A manera de ilustración histórica, vale la pena notar el aporte del
reformador francés Juan Calvino quien con su teología de la gloria de Dios
impactó a toda la sociedad occidental.

Juan Calvino fue un hombre plenamente comprometido con la gloria de Dios.


El centro de su propia vida y el foco de su enseñanza se caracterizaron por
guiar a otros a que vivieran cada instante para que Dios fuera supremamente
exaltado. Las palabras de Calvino fueron la mayor influencia para que años
más tarde se escribiera el catecismo de Westminster. La primera pregunta de
este documento dice: ¿Cuál es el fin principal del hombre? A lo que el
catecismo responde: El fin principal del hombre es el de glorificar a Dios, y
gozar de Él para siempre.

Lo impresionante de esta cosmovisión calvinista/reformada, esta idea sagrada


de que todo lo que el ser humano hace debe hacerlo para traer gloria a Dios,
tuvo una influencia más allá de las bancas de la iglesia e impactó la sociedad
hasta nuestros días. Calvino reformó el pensamiento acerca de la vocación y el
trabajo. Con audacia enseñó que ningún trabajo es más santo que otro. El
reformador de Ginebra influyó en la ética del trabajo protestante y enfatizó
que cada persona ha sido llamada divinamente para cumplir una tarea o
trabajo en esta sociedad, y ya que este llamado era de parte de Dios, debía
hacerse con toda pasión para exaltar al Creador. El médico, el granjero, el
empresario, la madre o el profesor habían sido asignados divinamente para
realizar esa vocación y debían hacerlo como para el Señor. Sin lugar a duda,
esto trajo una revolución en la sociedad y economía de los países influidos por
la Reforma. De manera paradójica para el sistema de pensamiento de este
mundo, una cosmovisión centrada en Dios y no en el orgullo del hombre, en
términos prácticos, será lo más beneficioso para la existencia humana.

Conclusión

Las cinco solas de la Reforma no solamente nos recuerdan las verdades


históricas por las cuales hombres y mujeres dieron su vida, sino que también
nos plantean cinco pilares de la verdadera fe cristiana que son fundamentales
para la vida de todo hombre que quiere vivir en humildad  esforzándose en
cada momento para la suprema gloria de Dios.

¿Cuál es el mejor método de


estudio de la Biblia?
Por
 Wendy Bello
 -
 04/14/2021
Si eres como yo, es posible que hayas pasado por diferentes etapas en lo que
la lectura de la Biblia se trata. Recuerdo los tiempos en que nombres como
Abdías o Habacuc me resultaban completamente desconocidos. También
alguna que otra vez «desesperada» en que abrí la Biblia de golpe con la
esperanza de que mis ojos cayeran en un pasaje que fuera la respuesta mi
situación. Igual hubo un tiempo en que leía la Biblia solo bajo el lente de «este
libro me va a levantar el ánimo» o «aquí Dios me dice que todo me va a ir
bien». Dios, en su infinita misericordia, me sacó de mi error.

No sé si has pasado por ahí o si estás pasando, pero estas palabras las escribo
con el deseo de que el Señor las use para despertar en quien las lea un deseo
mayor de conocer BIEN Su Palabra. Escribo la palabra bien en mayúsculas
porque de eso se trata, de aprender a leer bien nuestras Biblias, de lo contrario,
podemos caer en cualquiera de estos errores que ya conté, o en otros. De
hecho, si no la conocemos bien podemos terminar con una idea acerca de Dios
que no es real, y eso no solo es dañino, sino peligroso. Lamentablemente, creo
que sucede mucho en nuestra generación. Tenemos un alto grado de
analfabetismo bíblico, incluso luego de pasar años en la iglesia; cristianos que
queremos acercarnos a la Biblia con mentalidad de comida rápida, sin
estudiarla.

Sin embargo, antes de hablar de metodología, me gustaría que partiéramos de


una verdad: la Biblia es el libro de Dios, y no se trata de nosotros sino de Él.
Con esa premisa debemos ir a las páginas de la Escritura. La Biblia es la
revelación de Dios, es decir, donde Él se ha dado a conocer. Además, las
Escrituras, bajo la intervención de Dios, nos «pueden dar la sabiduría que
lleva a la salvación mediante la fe en Cristo Jesús» (1 Ti. 3:15). La Biblia
cuenta una historia, desde Génesis hasta Apocalipsis, y es la historia de la
redención, es decir, el plan de rescate de Dios para pecadores que no pueden
salvarse a sí mismos.

Ahora que tenemos sentada esa base, ¿cuál es entonces el mejor método de
estudio de la Biblia? Esta pregunta no tiene una respuesta única. Existen
diversos métodos que han probado ser buenos y útiles. Lo que comparto
contigo a continuación son algunas pautas que ayudan al estudio diligente de
un pasaje.

1. Ora antes de comenzar para que el Señor prepare tu mente y corazón,


solo con su ayuda podemos ver las verdades que se albergan en este
precioso libro. (Salmos 119:18).

2. Lee varias veces el pasaje que vas a estudiar. De ser posible, lee todo el
libro donde se encuentra, al menos una vez, para que tengas idea clara
del tema del libro, lo que allí sucede, etc.

3. ¿Qué puedo aprender del contexto? Los pasajes bíblicos no se


escribieron de forma aislada. Es decir, cada texto está relacionado con
otro. Por tanto, tampoco se supone que los leamos de manera aislada.
Eso es el contexto, lo que rodea a una palabra o, en este caso, a un
pasaje. En este paso busco aprender también cuál es el género del pasaje
(narrativa, carta, poesía, literatura sapiencial o apocalíptica). Además,
busco datos del contexto histórico: autor, audiencia original, datos
culturales, políticos, religiosos. En este paso pudiera requerirse el uso
de herramientas como Biblias de estudio, diccionarios, comentarios,
referencias cruzadas, etc.

4. Una vez que lo has leído, varias veces, ¿qué dice? ¿Encontraste
palabras repetidas? ¿Palabras que te llamaron la atención?

5. Luego, paso a preguntarme qué aprendo en el pasaje acerca de Dios.


¿Qué me dice sobre la naturaleza de Dios, quién es, su carácter, sus
atributos? ¿Qué dice el pasaje acerca del ser humano? Con esto
buscamos lo que el pasaje revela acerca del pecado y nuestra necesidad
del Evangelio.

6. ¿Qué significó este pasaje para su audiencia original? Esta pregunta es


clave ya que un texto de las Escrituras nunca puede significar lo que
nunca significó, es decir, lo que significó para sus primeros lectores, es
lo mismo que significa para nosotros hoy. ¡Atención! No estamos
hablando de aplicación sino de significado. Puedo preguntarme algunas
cosas: ¿de qué quiere convencernos el autor? ¿Por qué habrá incluido el
autor este pasaje en su libro? ¿Podrías resumir en una oración de qué
trata el pasaje, es decir, su punto principal? ¿Ves relación de este pasaje
con la obra redentora de Cristo?

7. El último paso es la aplicación. ¡Y es importante que sea el último! Es


muy común leer un pasaje de la Escritura y querer correr a aplicarlo. El
peligro aquí está en arribar a conclusiones erróneas en cuanto a la
aplicación. Algunas preguntas que nos ayudan en este punto son: ¿Qué
demanda este pasaje de mí? ¿El pasaje me llama a hacer un cambio en
mi vida?  ¿Enseña algo sobre mi relación con los demás, con mi iglesia?
¿El pasaje me provoca a adorar a Dios? ¿Encontré aliento en las
palabras del texto?
Como dijimos antes, podemos citar muchos métodos; lo que aquí has leído
son solo algunas pautas que pueden ayudarte a llegar a la interpretación o
estudio fiel de un texto bíblico.  Si nunca has estudiado la Biblia de esta
manera, te sugerimos comenzar por un libro corto, como Santiago o Efesios.
Al principio puede resultar un tanto abrumador, pero poco a poco se irá
convirtiendo en hábito.

Tal vez, como me pasó también en un tiempo, te cuesta mucho ser constante
en tu lectura y estudio de la Palabra. Pídele al Señor que ponga ese deseo en tu
corazón. Esa es una oración que Dios contesta con un rotundo sí porque Él
nos ha dado su Palabra para que le conozcamos, y quiere que la conozcamos
bien. Las palabras de Pablo a Timoteo son muy oportunas: «Procura con
diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué
avergonzarse, que maneja con precisión la palabra de verdad» (2 Ti. 2:15).

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