Está en la página 1de 37

TEMA N° 4 LAS SOCIEDADES MERCANTILES.

Tomado de: https://www.badellgrau.com/?pag=41&ct=1071

La Disolución de las Sociedades Mercantiles


Alvaro Badell Madrid
Profesor de Derecho Procesal Civil en Pre y Post Grado de la Universidad Católica
Andrés Bello.

Conferencia dictada por Alvaro Badell Madrid el 9 de enero de 2004, en las XXIX
Jornadas "J.M. DOMINGUEZ ESCOVAR" en homenaje a los Drs. José Rafael
Mendoza y Manuel Vicente Ledezma.

 Concepto Legal. Personalidad  Prórroga.


jurídica.  Disolución.
 Sociedades Irregulares:  Liquidación.
 Sociedades en Cuenta de  Fusión.
Participación.  Transformación.
 Constitución de Sociedades  Las Empresas Extranjeras en
 Mercantiles. Venezuela.
 El Contrato Social.  Régimen Legal. Empresas
 Modificaciones. Multinacionales.

Para poder explicar la clasificación de las personas establecida por el artículo 15


del Código Civil de Venezuela, es necesario tener claro el concepto de persona.

La palabra «persona» tiene su origen etimológico origen etimológico origen


etimológico en antiguos actores de teatros. Estos usaban unas mascaras durante
los espectáculos para aumentar el volumen de sus voces, a falta de las
herramientas tecnológicas modernas para realizar esto. Dichas mascaras
recibieron el nombre de «personae» que significaba objeto que suena mucho,
palabra que se derivó a su vez del verbo «personare», que significaba sonar
mucho, por la yuxtaposición de las palabras «sonare» que significaba sonar y
«per», partícula que ayudaba a darle fuerza al significado de una palabra. Poco a
poco se dejó de llamar así a las máscaras y se pasó a llamar «personae» a los
sujetos que las usaban, originando así la palabra moderna de «personas».
Una vez aclarado esto, el término «personas» en Derecho hace referencia al
sujeto de la relación jurídica, es decir, aquel que obtiene derechos y/o contrae
obligaciones. Por ello se llega a la simple conclusión de que el concepto del
concepto del concepto de «personas» es, en Derecho, todo sujeto capaz de
poseer derechos y contraer obligaciones dentro de una relación jurídica.

Ahora bien, la clasificación de las personas clasificación de las personas


clasificación de las personas se encuentra tipificada dentro del ordenamiento
jurídico venezolano, dentro del artículo 15 del código antes mencionado. Este
establece que son:

1. Personas naturales. Concepto:

Conocidas también como personas físicas, Concepto: simples o concretas.

Tiene su concepto en base legal; de acuerdo con el artículo 16 eiusdem:

Todos los individuos de la especie humana son personas naturales.

2. Personas jurídicas.

Concepto: conocidas también como personas colectiva s, morales, complejas o


abstractas. Como tal, y a diferencia de las personas naturales, las personas
jurídicas no poseen un concepto claro dentro del Código Civil de Venezuela.

Para Roberto Ruggiero son:

Toda unidad orgánica resultante de una colectividad Toda unidad orgánica


resultante de una colectividad organizad organizada de un a de un conjunto de
bienes, a la que el Estado le reconoce capacidad de Derechos, patrimoniales
para la consecución de un fin divisible y permanente. le y permanente.

Por otro lado, se puede citar el concepto un poco más simplista de Aguilar
Gorrondona:

...son todos los entes aptos para ser titulares de derecho o deberes y que no
son individuos de la especie humana. son individuos de la especie humana.

B. Clasificación: a su vez las personas jurídicas se Clasificación: dividen en


personas jurídicas de Derecho Público y personas jurídicas de Derecho
Privado. Sin embargo, el artículo 19 del Código Civil de Venezuela, en su
enumeración de los distintos tipos de personas jurídicas no establece una clara
distinción entre cuáles son de Derecho Público y cuáles son de Derecho
Privado; esta división ha sido dictada por la doctrina, ya que el numeral 2 del
artículo mencionado termina estableciendo en general, todos los seres o
cuerpos morales de carácter público.

Lo que hace creer a la doctrina que el legislador estableció desde el comienzo


del artículo hasta ese punto del numeral 2 cuáles son las personas jurídicas «o
cuerpos morales de carácter público» y el resto del artículo establecería
entonces, por lógica, las personas jurídicas de Derecho Privado.

PERSONAS JURÍDICAS DE DERECHO PÚBLICO


a) La Nación y las Entidades políticas que la componen: cuando se hace
referencia a la Nación se habla en sentido de Estado, ya que este posee
derechos y obligaciones. Cuando se habla de las Entidades políticas que
la componen se refiere a los Estados y los Municipios, ya que estos
cuentan también con personalidad jurídica.
b) Las iglesias, de cualquier credo que sean, las universidades y, en
general, todos los seres o cuerpos morales de carácter público: En cuanto
a la iglesia, iglesia, iglesia, la legalidad de su personalidad jurídica
cambiará según la iglesia de que se trate. El Estado venezolano reconoce
la personalidad jurídica de la Iglesia Católica dentro del territorio de la
República debido a el Convenio entre la Santa Sede y al República de
Venezuela. Otros cultos deberán solicitar el reconocimiento como persona
jurídica ante el Ejecutivo Nacional. Las universidades encuentran como
personas jurídicas de Derecho Público debido a que el Código Civil de
Venezuela data de 1942 y las universidades privadas no existieron en
Venezuela sino hasta el año 1953. Estas adquieren su personalidad
jurídica de Derecho Privado de acuerdo con las formalidades requeridas
por la Ley de Universidades, a diferencia de las universidades públicas
las cuales reciben su personalidad a través de este artículo.

PERSONAS JURÍDICAS DE DERECHO PRIVADO: PERSONAS


JURÍDICAS DE DERECHO PRIVADO:
a) Las asociaciones: persona jurídica que no persigue un fin de lucro para
ellos mismos, aunque estos sí pueden realizar actividades lucrativas.
Aguilar Gorrondona menciona como ejemplos, los club de ajedrez o una
agrupación de investigadores científicos.
b) Las corporaciones: personas jurídicas mandadas a crear por una ley
especial y para las cuales predomina un interés colectivo. Por ejemplo,
los colegios profesionales.
c) Las sociedades: personas jurídicas que persiguen un fin de lucro para sí
mismos.

CONSTITUCIÓN DE SOCIEDADES MERCANTILES.


 EL CONTRATO SOCIAL.
 MODIFICACIONES.
 PRÓRROGA.
 DISOLUCIÓN.
 LIQUIDACIÓN.
 FUSIÓN.
 TRANSFORMACIÓN.

Las sociedades mercantiles constituyen formas típicas de asociación de capitales


con un fin netamente comercial, que se consolidan sobre la base de los aportes de
los socios –en dinero o en especies- bajo la premisa de la consecución de un fin
común. Estas sociedades pueden adquirir, a la luz de la legislación mercantil,
diversidad de formas, tal como las enumera el artículo 201 del Código de
Comercio [1].

A diferencia de las personas naturales, cuya existencia finita constituye


presupuesto inexorable, en los entes societarios la vigencia y permanencia en el
tiempo es factor común, lo cual queda de relieve con sólo revisar un poco en el
historial de sociedades en otras latitudes –sobre todo en Inglaterra, España,
Francia e Italia-, con sus empresas navieras, bancarias, aseguradoras y casas
comerciales cuya existencia data incluso de varios siglos.

Importante es aclarar que toda sociedad mercantil nace sobre la base de la idea
de satisfacer las expectativas de los socios en el tiempo, sin embargo,
circunstancias - previstas en los estatutos sociales o sobrevenidas y ajenas a la
voluntad de las accionistas- pueden llevar a su disolución antes del tiempo
prefijado, siendo este precisamente el objeto del presente trabajo.

La disolución no siempre se entiende de manera unívoca, pues es común que


tienda a confundirse la disolución de la sociedad con su extinción o terminación,
términos que no son equivalentes, ya que la personalidad jurídica de la sociedad
perdura para todas las necesidades inherentes a su liquidación definitiva [2]. En
ese sentido, el catedrático español RODRIGO URÍA [3] al referirse a la disolución,
ha precisado:

“...el termino disolución es altamente equívoco. Digamos, ante todo, que la


disolución no puede confundirse con la extinción. Una sociedad disuelta no
es una sociedad extinguida. La disolución no es más que un presupuesto de
la extinción. Por escasa actividad que hay tenido una sociedad, su
desaparición implica toda una serie de operaciones, todo un proceso
extintivo, que comienza precisamente por la disolución. Pero ésta, por si, ni
pone fin a la sociedad, que continúa subsistiendo como contrato y como
persona jurídica, ni paraliza su actividad. Con la disolución se abre en la vida
de la sociedad un nuevo periodo (el llamado período de liquidación), en el
que la anterior actividad social lucrativa dirigida a la obtención de ganancias
se transforma en una mera actividad liquidatoria dirigida al cobro de los
créditos, al pago de las deudas, a la fijación del haber social remanente y a la
división de éste, en su caso, entre los socios.

Más que un acto concreto, único o individualizado en la historia de una compañía,


podría afirmarse que por disolución se ha entendido como una etapa de la
sociedad, con una serie de regulaciones y principios que tienden a garantizar los
derechos de los accionistas en general, de los terceros y de la sociedad misma.

Así lo sostiene en su Manual de Sociedades Comerciales, PEÑA NOSSA [4] en el


que se afirma que la disolución es «...la etapa en la cual se inicia el rompimiento
del vínculo social y cuya finalidad específica se encamina a la culminación de
dicho rompimiento mediante su consecuente liquidación».

De manera que es posible asomar una primera premisa en materia de disolución,


como es, que toda disolución de un ente societario conlleva una fase posterior y
necesaria en la vida de la misma: la liquidación de sus haberes, de su activo
social.

Señala además el precitado autor [5] que:

“Cuando una sociedad entra en la etapa de disolución, en razón de la


presencia de una o varias de las causales previstas para tal efecto por la ley
o los estatutos sociales, implica que es el comienzo de su desintegración, de
su destrucción, más no de su desaparición total, por cuanto la sociedad
subsiste como persona jurídica, mantiene su capacidad pero encaminada a
la liquidación de su patrimonio, para que de esta manera se produzca su
terminación definitiva. El art. 222 del C. De Co. es claro al disponer que la
sociedad “...conservará su capacidad jurídica únicamente para los actos
necesarios a la inmediata liquidación...” “Lo anterior significa que su
capacidad jurídica está limitada durante la fase de disolución, como lo
veremos más adelante, al tratar los efectos generados durante ella.”

El régimen jurídico de la disolución de las sociedades mercantiles, pasa por la


consagración de supuestos tan variados como el acuerdo de los socios, bajo el
principio de autonomía de voluntad de las partes, o por la imposibilidad de
alcanzar el objeto social e incluso por causas establecidas en la ley que
determinan la liquidación de entes mercantiles.

En definitiva, serán analizadas en estas líneas, en el marco de estas prestigiosas


jornadas que anualmente congregan, en la ciudad de Barquisimeto, Estado Lara, a
estudiosos de temas jurídicos de gran interés; la disolución de la sociedad
mercantil, con especial referencia a la figura de la disolución anticipada.

Pretende este trabajo expresar la opinión de quien lo expone, con el ánimo de


contrastar otras ideas; lo que en definitiva enriquece el estudio de las instituciones
jurídicas.

Régimen Legal de la disolución legal de la disolución legal de


la disolución
El artículo 340 del Código de Comercio establece las causales de disolución de las
compañías de comercio, siendo los siguientes supuestos los que de manera
general tienen aplicación para todo tipo de sociedades mercantiles:

1º.- La expiración del término establecido para su duración

2º.- La falta o cesación del objeto de la sociedad o por imposibilidad de


conseguirlo

3º.- El incumplimiento de ese objeto

4º.- La quiebra de la sociedad

5º.- La pérdida entera del capital o por la pérdida parcial en los términos que
lo establece el artículo 264 y los socios no accede a enjugar las pérdida o
disminuir el capital.

6º.- Acuerdo entre los socios

7º.- Por incorporación a otra sociedad, es decir, cuando ocurre una fusión por
absorción.

Estas causales de disolución, que podríamos calificar de generales en tanto y en


cuanto pueden estar presentes en las diferentes formas de asociación mercantil
que regula nuestra legislación, pueden concurrir con causales típicas, particulares
y aplicables a cada una de las distintas societarias (ejemplo: sociedades en
nombre colectivo; sociedad en comandita; sociedades anónimas y sociedades de
responsabilidad limitada), siendo importante señalar que así como el legislador
dispone una serie de requisitos de orden formal para la constitución, registro y
eficacia de los actos de la sociedad mercantil frentes a los terceros, del mismo
modo, la disolución del ente, su extinción y posterior liquidación están sujetos a
una serie de formalidades con el ánimo de preservar los derechos e intereses, no
sólo de quienes se han vinculado con la sociedad en fase de disolución, sino de
proteger a la sociedad misma de eventuales actuaciones irregulares por parte de
sus socios y/o de los administradores.

Es así como el artículo 224 del Código de Comercio dispone que la disolución de
la sociedad, antes del tiempo establecido en los estatutos sociales para su
vigencia, no producirá efectos frente a los terceros, si no se cumple con la
publicación del acta que acuerde dicha disolución, debidamente registrada y
aprobada por la mayoría que legal y estatutariamente es requerida para tal
decisión. Incluso se establece un período dentro del cual, desde el punto de vista
legal, hay un plazo de protección de un mes, siguiente a la fecha de publicación
del acuerdo de disolución, en la que se mantiene la presunción legal de que
subsiste la personalidad jurídica del ente mercantil para responder por eventuales
reclamos que se planteen provenientes de la fase de liquidación.

La obligatoria publicidad registral es presupuesto fundamental en todo acuerdo


que implique modificación sobre aspectos sustanciales de las escrituras sociales,
como lo destaca el artículo 19 [6] del Código de Comercio al disponer:

“ARTICULO 19 –Los documentos que deben anotarse en el Registro de Comercio,


según el artículo 17, son los siguientes:

Omissis...

9° - Un extracto de las escrituras en que se forma, se prorroga, se hace alteración


que interese a tercero o se disuelve una sociedad y en las que se nombren
liquidadores...” (Destacado nuestro).

En cuanto a las formalidades que circundan el tema de la disolución de las


sociedades, es preciso indicar que el artículo 280 del Código de Comercio prevé
que cuando los estatutos sociales no establecen alguna regulación distinta, se
requiere, necesariamente, la asistencia en la asamblea que acuerde la disolución
de la compañía, un número de socios que represente las tres cuartas (3/4) partes
del capital social, esto es, el setenta y cinco por ciento (75%) de los socios.
Igualmente debe ser aprobada la disolución de la sociedad, con el voto favorable
de los que representen el cincuenta por ciento (50%), por lo menos de ese
porcentaje. Esta norma dispone expresamente que el quórum calificado, antes
expresado, se aplica tanto a la disolución típica como la disolución que resulta de
la fusión en otra compañía.

En efecto, en el caso de la fusión por absorción, la sociedad absorbida queda


disuelta ya que pasa a formar parte de la que fungirá, a partir de la absorción,
como ente fusionado, nueva compañía o sociedad que persiste según lo expresa
la doctrina. Estos requisitos se complementan además con los del artículo 281
eiusdem, cuando no comparece a la reunión convocada el número de socios
indicados en los Estatutos Sociales o en la ley para adoptar tal resolución.

En efecto, el referido artículo 281 dispone al respecto lo siguiente:

“ARTICULO 281- Si a la asamblea convocada para deliberar sobre los asuntos


expresados en el artículo anterior, no concurriere un número de accionistas con la
representación exigida por los estatutos o por la ley, en sus casos, se convocará
para otra asamblea, con ocho días de anticipación por lo menos, expresando en la
convocatoria que la asamblea se constituirá, cualquiera que sea el número de los
concurrentes a ella.

Las decisiones de esta asamblea no serán definitivas sino después de publicadas,


y de que una tercera asamblea, convocada legalmente, las ratifique, cualquiera
que sea el número de los que concurran.

Importan además, en materia de formalidades que guían la disolución, los


artículos 217 y 221 eiusdem, ya que estos preceptos obligan a que todos los
acuerdos que tengan por objeto la prórroga de la compañía después de expirado
su término; la reforma del contrato en sus puntos esenciales; la reducción o
ampliación del término de duración; la disolución, etc. deben necesariamente
registrarse y publicarse. Ambas disposiciones legales han sido calificadas como
de eminente orden público por la Sala de Casación Civil de la extinta Corte
Suprema de Justicia en sentencia de 1976.

CAUSAS CONTRACTUALES
a) Vencimiento del término

Siendo plena la aplicación del principio de autonomía de la voluntad de las partes


en materia mercantil, pueden los socios acordar concertadamente eventos que
marcarán la disolución de la sociedad. Entre estas causas, el legislador ha
reseñado quizás, la más frecuente y común, como sería el caso de la expiración
del término establecido para la duración de la compañía.

Se ha debatido en doctrina, si esta causal opera de pleno derecho, o se requiere


que los socios ratifiquen la voluntad de disolver la sociedad. Posiciones motivadas
con criterios encontrados han sido sostenidas en doctrina sobre esta causal, sin
embargo, es un hecho cierto que en tanto y en cuanto la autonomía de la voluntad
de las partes les garantizó a los socios la libertad de escoger el plazo de duración
de la sociedad que decidieron constituir, no se opone a ninguna razón jurídica el
hecho de que –con independencia de que se hubiese consumado el plazo
inicialmente previsto de duración o no- estos decidan prorrogar la vida de la
compañía por el período que a bien tengan en acordar.

Sostener la tesis contraria podría llevar a situaciones tan absurdas y seguramente


no deseadas por el legislador, como por ejemplo, el caso de una sociedad a la que
se vence el lapso de duración y los socios deseen prorrogarlo una vez vencido,
pero el registrador decida que debe, necesariamente, liquidarse, con las
consecuencias sociales, económicas y laborales que de tal criterio derivarían. No
desconocemos que la motivación de quienes sostienen la tesis según la cual
existe una disolución inexorable, del legislador, y de quienes sostienen que la tesis
según la cual existe una disolución inexorable, ex lege, cuando se cumple el
término convenido en los estatutos sociales y los socios no lo han prorrogado
antes de la fecha prefijada, es que el orden público podría estar interesado en las
operaciones de dicha compañía y de que además sus estatutos fueron publicados
para que los terceros supieran a qué atenerse frente a esa corporación mercantil.

Pero en todo caso la regulación legal no es estricta como es el caso en otras


legislaciones, en las cuales el legislador ha regulado esta causal en términos
francamente distintos a nuestra ley mercantil, tal es el caso de Colombia, en
donde se regula la figura del vencimiento o expiración del término de manera más
precisa, ya que -como lo reseña la doctrina [7] su legislación comercial es
determinante en cuanto a que la disolución de la sociedad ocurrirá:

“Por vencimiento del término previsto para su duración. De conformidad con el


numeral 9, del art. 110 del C. De Co., en la escritura social deberá indicarse la
“duración precisa de la sociedad”. Llegada la fecha prevista en el contrato social
para su terminación… la sociedad entrará a disolverse sin que haya lugar a
formalidades especiales, esto es, no será necesaria su declaración por parte del
órgano máximo, ni escritura pública, ni su inscripción en el registro; simplemente la
disolución se produce por mandato de la ley, surtiendo efectos entre los asociados
y frente a terceros, como lo señala el inciso 1° del art. 219.”

Regulación similar contiene la legislación española, y al respecto URÍA [8] al


referirse a esta causal de disolución, sostiene lo siguiente:

“1a. Cumplimiento del término de duración prefijado en el contrato (art. 221, núm.
1). Esta causa opera de pleno derecho, surtiendo efectos antes de la inscripción
sin necesidad de declaración alguna de los socios, e incluso en perjuicio de
tercero, en el Registro Mercantil (art 226). La ley excluye la prórroga tácita de la
sociedad y el Reglamento del Registro establece que, una vez transcurrido el
plazo de duración de la sociedad, el Registrador extenderá, de oficio o a instancia
de cualquier interesado, una nota al margen de la última inscripción, expresando
que la sociedad ha quedado disuelta (art. 238.1). La única manera de evitar la
disolución es prorrogar la vida de la sociedad, por acuerdo de todos los socios, en
escritura pública, que deberá presentarse a inscripción en el Registro antes de que
transcurra el plazo de duración de la sociedad (art. 223 C de c. y arts. 238.3 y
239.2 R.R.M). Dado el rigor de esta causa de disolución, los socios pueden excluir
su juego pactando en el contrato la duración de la sociedad por tiempo indefinido.

En Venezuela, sostener la necesaria liquidación de la compañía por presumir que


la disolución es inexorable al vencer su término y no haberse prorrogado a tiempo,
en nuestro parecer constituye una interpretación literal y no progresiva de la
norma. La exégesis de las leyes debe ir aparejada por la hermenéutica jurídica
como formas armónicas y necesarias de interpretación e integración de la norma ,
lo cual obliga al intérprete a hurgar en las razones de la norma, en su vinculación
con la realidad social en la que esta debe aplicarse, en la interpretación a la luz de
los textos y principios Constitucionales.

De allí que consideremos que la interpretación debe ser acorde con ese estado de
justicia y de derecho, en el que la propia Constitución ha establecido un paradigma
de justicia dentro de un sistema social y de derecho, sin formalismos inútiles, con
la preponderancia de una garantía económica –art. 112 de la Constitución- que
reconoce a las personas el derecho de dedicarse libremente a las actividades
económicas de su preferencia, bajo la premisa de que el estado promoverá la
iniciativa privada, producción de bienes y servicios destinados a satisfacer
necesidades de la población, conjuntamente con la libertad de trabajo, de
empresa, comercio e industria.

En conclusión, es nuestro parecer que nada obsta a que puedan los socios
acordar la prórroga de la duración y existencia de la sociedad, a pesar de haberse
cumplido el lapso de su vigencia, siempre y cuando en el acta de asamblea
correspondiente queden claramente expresadas las razones por las cuales:

i) No se reunieron los socios anticipadamente a deliberar sobre la posible


prórroga de la sociedad
ii) La circunstancia fácticas que demuestran que la sociedad ha seguido en
operación comercial sin interrupción
iii) La necesidad de que todos los actos ejecutados durante el período
comprendido entre la fecha de culminación del término y la de la
asamblea, sean convalidados
iv) Todo lo relativo al nuevo período de vigencia de la sociedad, la
determinación de sus administradores y demás decisiones que
concurran a establecer la voluntad clara e inequívoca de continuar su
vigencia.

b) Decisión de los socios

Así como hemos sostenido que pueden los socios prorrogar la duración de la
sociedad sin importar que hubiere vencido el término pautado para su duración, el
artículo 340 del Código de Comercio en su ordinal 6° reconoce a los socios la
potestad de decidir la disolución con o sin causa justificada.

Muchos son los ejemplos que sobre esta causal pudiesen invocarse, siendo lo
importante no la motivación de los socios sino el consenso mayoritario que al
respecto debe concurrir para la adopción del acuerdo disolutorio. Téngase
presente que esta disposición funciona en perfecta armonía con lo dispuesto en el
artículo 280 eiusdem en cuanto al quórum que se requiere para la asamblea en la
que se decida disolver la sociedad y la votación que al respecto debe convalidar
tal acuerdo. De no cumplirse con estos extremos legales, la decisión de la
asamblea podrá declararse nula por violación de formalidades esenciales a la
validez del acuerdo.

Es oportuno señalar que en la acción de nulidad de las asambleas mercantiles


establecida en el artículo 290 [9] del Código de Comercio en el que se prevé un
lapso brevísimo de 15 días para hacer oposición ante el Tribunal Mercantil, fue
ampliado por vía jurisprudencial, aplicándose el lapso de cinco (5) años previsto
para la acción de nulidad en materia civil. Sin embargo, a partir de la promulgación
de la Ley de Registro Público y el Notariado se estableció en un (1) año la acción
de nulidad de asambleas mercantiles, desde que así lo prevé el artículo 53 de
dicha ley, que a la letra dispone:

“Articulo 53.- La acción para demandar la nulidad de una asamblea de accionistas


de una sociedad anónima o de una sociedad en comandita por acciones, así como
para solicitar la nulidad de una reunión de socios de las otras sociedades se
extinguirá al vencimiento del lapso de un año, contado a partir de la publicación
del acto registrado”.

En otras legislaciones, puede concurrir como causal de disolución por voluntad de


los socios, el hecho de que disminuya el número de accionistas exigidos para los
diferentes tipos de sociedades mercantiles. En el caso de Colombia, por ejemplo,
toda sociedad requiere tener un número mínimo de cinco (5) accionistas.
Igualmente ocurre en el caso de las sociedades de responsabilidad limitada en el
que el número de socios no puede sobrepasar veinticinco (25) ya que, legado ese
supuesto, tiene que transformarse necesariamente en sociedad anónima o
quedará disuelta de pleno derecho.

En el caso de la legislación Venezolana, difiere el tratamiento de este tema, y si


bien es verdad que el contrato de sociedad supone la concurrencia de al menos
dos (2) socios para la fundación de la compañía, no es menos cierto que el mismo
Código de Comercio aclara que es posible que un único accionista tenga la
titularidad de todas las acciones sin que ello implique causal de disolución. Al
respecto el artículo 341 del Código de Comercio el cual establece con meridiana
claridad que “...La sociedad anónima y la sociedad de responsabilidad limitada no
se disuelven por haber adquirido uno de los socios todas las acciones o cuotas de
la sociedad...” Incluso, en la legislación Venezolana ha sido incorporada la
posibilidad de que se creen sociedades anónimas con un único accionista –La
República- con la finalidad de poder acometer determinados fines, como es el
caso, de la Ley Orgánica para la Prestación de los Servicios de Agua Potable y de
Saneamiento. Si bien se ha considerado que estos entes son de carácter público y
por ende distintos a aquellas sociedades de comercio reguladora por el derecho
privado, se trata de entes de naturaleza societaria de accionista único.

c) Otras causales

Se inscriben dentro de otras causales, todas aquellas circunstancias totalmente


volitivas o concertadas que de una u otra manera producen como consecuencia la
disolución de la sociedad por actos o hechos imputables a los socios. Así, podrían
incluirse en estas causales, el caso de la pérdida entera del capital o por la
pérdida parcial en los términos que lo establece el artículo 264, ya que aun cuando
dicho presupuesto parte de la premisa que la circunstancia indeseada por los
socios de la pérdida del capital social, sin embargo, corresponde a éstos tomar la
determinación de enjugar las pérdidas o disminuir el capital al monto del capital
remanente, ya que en caso contrario, la sociedad deberá entrar necesariamente
en liquidación.

CAUSAS EXTRACONTRACTUALES
Dentro de estas causales, concurren circunstancias exógenas al contrato social;
contándose entre éstas:

a) Imposibilidad de cumplir con el objeto social


Esta imposibilidad puede ser estudiada desde dos ópticas, a saber: a.1) El caso
de la imposibilidad material que devendría por ejemplo de la extinción del producto
que se explota, como sería el caso de la extinción del mineral que se extrae en
una mina, cuando éste ha sido el objeto social. a.2) Por imposibilidad manifiesta
de tomar decisiones, habida cuenta de la paralización de los órganos societarios –
lo cual será objeto de comentarios en capítulo separado-.

b) La quiebra de la sociedad
c) La pérdida entera del capital o por la pérdida parcial en los términos que lo
establece el artículo 264.
d) La muerte, interdicción, inhabilitación o quiebra de uno de los socios, salvo
que los estatutos dispongan otra cosa en contrario, para el caso de las
sociedades en nombre colectivo y las sociedades en comandita. (vid.
Artículo 341).
e) Por voluntad de la ley

De estas causales, haremos referencia en el siguiente capítulo, a las causas de


disolución que se generan a consecuencia de la imposibilidad manifiesta de tomar
decisiones, habida cuenta de la paralización de los órganos societarios así como a
la disolución de sociedades por mandato de la ley, como modalidades de
disolución anticipada de sociedades mercantiles. Al estimar de nuestra parte que
estas causales de disolución han sido menos tratadas por la doctrina nacional, nos
hemos sentidos motivados a exponer nuestro parecer, precisamente, sobre estas
causales con el propósito de que estas líneas puedan servir de punto de partida
para profundizar y discutir sobre tan interesantes tópicos.

DE LA DISOLUCIÓN ANTICIPADA DE LA DISOLUCIÓN


ANTICIPADA
Según lo define el artículo 1.649 del Código Civil el contrato de sociedad es aquel
por el cual dos o más personas convienen en contribuir, cada una con la
propiedad o el uso de las cosas, o con su propia industria, a la realización de un
fin económico común. Ese fin económico común se traduce en el afectio societatis
y el afectio pecuniae que están implícitos en las sociedades de capitales, lo que
permite el desarrollo de la actividad comercial que constituye el objeto de la
empresa mercantil. El sustrato comercial implícito en todas las operaciones de las
sociedades mercantiles [10] está vinculado con la posibilidad cierta de lograr el
ánimo de lucro que vincula a los socios, y por ello, todo cuanto atente contra dicho
principio fundamental, vulnera al mismo tiempo la estabilidad y permanencia de la
persona jurídica comercial.
El aludido artículo 200 del Código de Comercio aclara además que las sociedades
mercantiles se rigen por los convenios de las partes, por las disposiciones del
Código de Comercio y por las del Código Civil, siendo obligación del Estado lo
relativo a la supervisión y vigilancia del funcionamiento de las compañías
anónimas.

En la opinión del profesor Sánchez Calero [11], la empresa es una unidad de


producción en la que se combinan los precios del capital y del trabajo con la
finalidad de suministrar al mercado bienes o servicios a un determinado precio,
con el propósito de obtener una renta monetaria igual a la diferencia de unos
precios y otros. Al mismo tiempo al referirse al empresario sostiene que “...es la
persona que organiza la empresa ejerciendo una función de autoridad sobre los
que trabajan en ella y asume los riesgos que esa actividad implica...”. La empresa
considerada entonces desde su aspecto objetivo como una universalidad de
bienes y derechos -también denominada fondo de comercio, negocio, firma, etc.
es perfectamente escindible del empresario titular del derecho siendo objeto de
tráfico jurídico con todos o parte de los elementos que la conforman, situación ésta
que se encuentra prevista y regulada en nuestro ordenamiento jurídico, tanto en el
Código de Comercio (artículo 151) como en otras leyes que contienen
disposiciones enderezadas a proteger los derechos de los acreedores (laborales,
fiscales, comerciales, etc.). En efecto, la personalidad jurídica debe considerarse
un simple instrumento del Derecho positivo para un tratamiento unitario de las
personas que surge del contrato social, y, por tanto, cada ordenamiento positivo
puede tener un concepto más o menos amplio de la persona jurídica”. (Cfr.
Sánchez Calero, Ob. cit. Pág. 228]

Por su parte, como se afirmó al referir a las causales generales de disolución, el


artículo 340 del Código de Comercio establece en el ordinal segundo la falta o
cesación del objeto de la sociedad o la imposibilidad de conseguirlo. A su vez,
esta causal aparece reseñada en el Ordinal 2o del artículo 1.673 del Código Civil
que establece como supuesto de disolución, “la consumación del negocio o la
imposibilidad de realizarlo”.

De manera que al concurrir circunstancias que constituyan la consumación del


negocio (vgr. compañía constituida para ejecutar una obra determinada) o que
resulte imposible la realización del objeto (vgr. extinción del producto a ser
extraído en una mina) o reiterada oposición por parte de accionistas que impiden
los acuerdos que permitan desarrollar y alcanzar los objetivos trazados al
momento de la suscripción de las acciones del ente societario, llegando incluso a
la paralización de la administración por falta de consenso.
En relación con las causas de la paralización de los órganos sociales y los
requisitos para que este supuesto pueda calificarse como causa de disolución de
la sociedad anónima es preciso citar el criterio de SENEN DE LA FUENTE [12]
sobre la materia, quien al respecto ha explicado lo siguiente:

“Las posibles causas de paralización de los órganos sociales se deducen, en


realidad, sobre el modo de operar de la Junta General y del Consejo de
Administración y singularmente, sobre el principio de sumisión al voto de la
mayoría como procedimiento para formar la voluntad social; sobre la medida y
extensión del derecho de voto y sobre los requisitos y formalidades que la Ley
exige para que una Junta General se entienda válidamente constituida.

En efecto, si para que una Junta General se entienda válidamente constituida ha


de ser previamente convocada, salvo en el caso de la Junta General Universal,
mediante el cumplimiento de ciertas formalidades como son la inserción del
anuncio de la convocatoria en el Boletín Oficial del Estado y en un diario de los de
mayor circulación de la provincia en que la sociedad tenga su domicilio,
teóricamente tendremos ya una primera causa de inactividad de los órganos
sociales y concretamente de la Junta General; es a saber, la imposibilidad de
convocar la Junta de socios en la forma ordenada por la Ley, bien sea porque los
administradores no se reúnen y acuerdan la convocatoria, o bien porque aun
reuniéndose se niegan a convocar o no llegan a adoptar el oportuno acuerdo.
Derivada también de los requisitos formales de constitución de las Juntas
Generales, una segunda causa o supuesto de paralización puede consistir en el
absentismo permanente de los socios a las reuniones de las Juntas Generales
convocadas por los administradores si este absentismo impide, en cada caso,
reunir el quórum mínimo de asistencia, o lo que es lo mismo, el número de socios
que, como mínimo, ha de asistir a una Junta General para que esta pueda
considerarse válidamente constituida.

En suma, el continuado absentismo de los socios a las reuniones de las Juntas


Generales puede ser, sin duda, una de las causas legales de la paralización de la
Junta General que impida la formación de la voluntad social y provoque, en
consecuencia, la disolución de la compañía. La tercera causa posible de
paralización de los órganos sociales y concretamente de la Junta General, deriva
no de los requisitos de forma que la Ley exige para la válida constitución de las
Asambleas, sino del mero principio de sumisión a la mayoría, que rige las
votaciones de las Juntas Generales de socios o, lo que es lo mismo, la formación
de la voluntad social. Consiste, pues, esta causa, precisamente en la imposibilidad
de lograr una mayoría en el seno de las Juntas Generales.
Ahora bien, este supuesto ofrece varias posibilidades; es decir, puede darse por
dos motivos:

1° Por la distribución de las acciones en dos grupos de accionistas, poseedor cada


uno de ellos del 50 por 100 del capital de la sociedad. 2° Por la dispersión de las
acciones en tantos grupos de socios enfrentados entre sí que impida la formación
aun de una mayoría simple al defender cada grupo puntos de vista distintos. En
ambos casos es evidente que ninguna propuesta sometida a la deliberación de la
Junta General de socios logrará ser aprobada, ya que, o bien se manifestarán dos
opiniones distintas, apoyada cada una de ellas por el 50 por 100 de los votos de la
sociedad, o bien surgirán tantas posturas como grupos, cada uno de los cuales
contará con los respectivos votos de los componentes del grupo, insuficientes para
lograr una mayoría, ya que todos ellos o gran parte de los mismos pueden contar
con el mismo número de acciones. Y aunque así no fuere, como la mayoría se
forma en el mejor de los casos, por el voto a favor de la mitad más una de los
accionistas concurrentes a la Junta, es claro que sí han surgido varios grupos de
accionistas, aunque no todos cuenten con el mismo número de votos, es muy
posible que ninguno de ellos reúna la mitad más uno de los votos asistentes a la
reunión.

Ciertamente, en todos estos casos la imposibilidad de lograr una mayoría


suficiente tendrá de hecho una causa o denominador común, a saber: las
disensiones o discrepancias graves entre los accionistas de la compañía. Pero,
como decimos, los supuestos concretos son, al menos, dos. Por otra parte,
conviene advertir que muchos de estos casos de paralización de los órganos
sociales no son puramente teóricos. Por el contrario, de hecho ha sucedido ya en
nuestro país que una sociedad anónima, por tener su capital repartido desde la
primera guerra mundial entre gran número de accionistas de nacionalidad
extranjera, no lograba nunca reunir el quórum de asistencia que la Ley exige para
adoptar un acuerdo de aumento de capital. Y esta situación puso en trance de
disolución a la sociedad en cuestión, ya que conservando la compañía el capital
que se le asignó en el momento de la fundación, hace más de cuarenta años
necesitaba, para subsistir, de un nuevo aumento de capital que no se logró
acordar. Sin llegar a una situación tan desesperada, es frecuente, también, que las
grandes sociedades españolas -con el capital representado por acciones
nominativas, como son, por ejemplo, los Bancos, cada año tengan que superar
verdaderas dificultades para lograr que concurra a la Junta el número mínimo de
socios que en los casos de modificación de Estatutos exige el artículo 58 de la
Ley. Lo que ocurre es que hasta la fecha se logra superar estas dificultades
primando la asistencia a la Junta General, ya que por este procedimiento muchos
accionistas que no concurren realmente a la reunión, aceptan que se les dé por
asistidos para poder cobrar la prima en dinero que la sociedad satisface, a cuyo
efecto firman en blanco la oportuna tarjeta de representación.

En cuanto a la imposibilidad de lograr la mayoría necesaria para la adopción de


acuerdos a causa de los empates sistemáticos en la Junta, ya se vio en la
introducción del presente trabajo que este supuesto se ha producido en la práctica
repetidas veces y puede de hecho, volver a producirse en cualquier sociedad, y
singularmente en las que tienen un capital mixto español y extranjero, cuyas
acciones estén repartidas al 50 por 100 en dos grupos de accionista.

Por lo que se refiere al Consejo de Administración, en teoría la paralización puede


surgir por las mismas causas que producen la de la Junta General de Socios.
Recuérdese que también el Consejo requiere de una convocatoria, de un quórum
de asistencia y de una mayoría para la adopción de acuerdos, conforme al artículo
78 de la Ley de 17 de julio de 1951...”

La opinión de la doctrina confirma cuanto hasta aquí se ha dicho. En efecto, los


autores suelen citar como causas de la paralización de los órganos sociales los
mismos supuestos enuncia en párrafos anteriores, aunque por lo general no lo
hacen de un modo sistemático y completo, sino parcialmente y de pasada.
Ascarelli [14], por ejemplo, cita la sentencia de la Corte de Casación de 17 de
enero de 1950, según la cual «debe declararse suelta por imposibilidad de
funcionamiento una sociedad en la cual, por el permanente equilibrio de los votos,
no sea posible formación de una mayoría». Y más adelante aclara que «la
hipótesis típica (lo que no quiere decir única) de imposibilidad de funcionamiento
es, en mi opinión, la de la falta de aprobación balance, exactamente porque esta
(la aprobación) no puede ser realizada por la autoridad judicial, y de otro lado la
sociedad puede funcionar sin In anual aprobación del balance. Si este se aprueba
(porque cincuenta socios votan a favor y cincuenta en contra) se verifica
legalmente una imposibilidad de funcionamiento».

Con gran precisión, conforme al número 3 del artículo 2.448 del Código Civil
italiano, es precisa distinguir entre «la imposibilidad de funcionamiento y la
continua inactividad de la Asamblea». La imposibilidad de funcionamiento, aclara
este autor, le produce cuando no -se logra, por el permanente contraste entre los
socios, formar la mayoría necesaria para el funcionamiento de la Asamblea. En
cuanto a la «continuada inactivad de la Junta», sigue diciendo, «es evidente que
podrá derivar o de la falta de convocatoria de la Asamblea o, y este es el caso
más probable, de la permanente deserción de los accionistas.

En el mismo sentido Ferrara [16] dice, al referirse a la imposibilidad de


funcionamiento y a la continuada inactividad de la Asamblea, que «la primera
hipótesis ocurre cuando se verifica una situación de contraste (oposición) entre los
socios que impide formación de una mayoría; la segunda, cuando los socios ni
cuidan de intervenir en la Asamblea, por lo cual este órgano supremo de la vida
social queda inerte».

De todo lo dicho se desprende, no obstante, que normalmente la única


paralización que puede provocar la disolución de una sociedad anónima es la que
afecte al funcionamiento del Consejo de Administración podrá ser fácilmente
superado mediante la adopción de los oportunos acuerdos por la Junta General
(por ejemplo, el nombramiento de nuevos administradores). Esto no obstante, es
forzoso reconocer que, por lo general, cuando surgen graves disensiones entre los
socios divididos en dos grupos perfectamente equilibrados y enfrentados entre sí,
la paralización afectará tanto al Consejo de Administración como a la Junta
General (resaltado y subrayado nuestro).

Al estudiar las causas de la paralización de los órganos sociales y los requisitos


para que ello conlleve a la disolución de la sociedad anónima, otros importantes
autores como RODRIGO URÍA, ASCARELLI y RIPERT, en España, Italia y
Francia respectivamente, han sostenido la misma tesis citada, siendo contestes en
admitir que la reiteración en el bloqueo u obstrucción de las decisiones y en el
derecho de opinar, genera de suyo la paralización de los órganos sociales de
administración, lo cual se traduce en la necesaria disolución y consiguiente
liquidación de la sociedad por la pérdida del afectio societatis y la imposibilidad del
logro de los objetivos sociales tenidos en cuenta al momento de contratar.

En Venezuela con la misma orientación GOLDSCHMIDT [17] al referirse al tema


de la disolución de sociedades mercantiles y concretamente al analizar el artículo
340 eiusdem, ha expresado el siguiente parecer:

“...En algunos casos, puede haber incertidumbre acerca de la existencia de una


causal de disolución, así en la hipótesis del ordinal 2o del artículo 340, pero
también, a pesar de su mención en la aparte único del artículo 342 en la del
ordinal 3o de aquel artículo. De la naturaleza de las demás causales se desprende
que sólo hechos manifiestos producen la disolución de la sociedad. Por ello, en los
casos en que existen dudas acerca de si falta o ha cesado el objeto social, o si es
imposible conseguirlo o si se ha cumplido dicho objeto, la disolución no se
produce, ya que la decisión sobre la continuación de la sociedad dependerá,
entonces, de apreciaciones económicas de los socios, no susceptibles de control
judicial.
Pero si aquellas causales fueren en concreto manifiestas, cada socio podría
dirigirse al Tribunal pidiendo una sentencia declarativa de que la sociedad está
disuelta. (Resaltado y entre corchetes nuestro).

Dicha doctrina es recogida y ratificada por HUNG VAILLANT [18] lo cual ha


conseguido asidero en nuestra jurisprudencia mercantil en decisiones emanadas
de los Tribunales Superiores, en las cuales ha sido aceptada la tesis de la
disolución de la sociedad cuando ocurren hechos imputables a los accionistas
(previsiones económicas y humanas...) que hacen imposible lograr el objeto social,
o cuando la estructura de la voluntad societaria imposibilita la consecución de
dicho objeto.

Así, sobre la procedencia de la disolución y liquidación consiguiente de la


sociedad por paralización de sus órganos, HUNG VAILLANT [19] ha expresado el
siguiente criterio:

“Recientemente, una doctrina española ha sostenido la interesante tesis de la


disolución de la sociedad por paralización de los órganos sociales [SENEN DE LA
FUENTE]. Esta tesis, que consideramos aplicable en Venezuela dentro de
determinados supuestos, cobra particular relevancia en aquellos casos en los
cuales el documento constitutivo de la sociedad exige una mayoría calificada para
obtener el quórum necesario para la deliberación por parte de ciertos órganos
sociales (junta Directiva o Asamblea), o exige la unanimidad o mayoría calificada
para la válida adopción de los acuerdos y tales mayorías no se obtienen por
resistencia de algunos de los miembros de dichos órganos, funcionando en la
práctica un verdadero veto que impide el funcionamiento de los órganos y conduce
a la paralización de la actividad social. Cuando la no toma de las decisiones
necesarias comportan una inactividad social tal que impide a la sociedad la
consecución del objeto social, podría entenderse que la situación correspondiente
está contenida implícitamente en la causal señalada en el Ordinal 2° del art. 340
CCo; es decir, la imposibilidad de conseguir el objeto social.

Uno de los aspectos más importantes en relación con la ocurrencia de las


causales de disolución es aquel relacionado con la verificación de la causal a los
fines de que entren en juego las prohibiciones legales dirigidas a los
administradores y a las cuales ya hemos hecho referencia (arts. 342 y 347 CCo.).
En efecto, en algunos casos la existencia de la causa es evidente y verificable sin
mayores problemas por los terceros. Tal ocurre en los casos de expiración del
término de duración de la sociedad (ord. 1° art. 340); quiebra (ord. 49 art. 340);
decisión de los socios (ord. 69 art. 340) e incorporación a otra sociedad (ord. 7,
art. 340), ya que en los dos últimos supuestos mencionados, la ley requiere la
inscripción y publicación de los acuerdos respectivos (arts. 217, 221 y 344 CCo.).
En otros casos puede existir incertidumbre, tales como los supuestos de los
ordinales 2° y 3° del art. 340. El caso contemplado en el ordinal 5° del art. 340, si
bien puede no resultar evidente con facilidad para los terceros, como ocurrirá en
aquellos casos en los cuales la sociedad no consigne en el Registro de Comercio
sus balances, si es evidente para los administradores, quienes están obligados a
conocer la situación económica de la sociedad y convocar a la Asamblea para que
resuelva poner a la compañía en liquidación, reintegrar el capital perdido o limitarlo
al existente (art. 264 CCo.).

Para aquellos casos en los cuales puede existir dudas acerca de la existencia de
la causal, tales como: falta o cesación del objeto social, imposibilidad de conseguir
el objeto social, cumplimiento de dicho objeto, la doctrina señala que la disolución
no se produce, ya que la decisión sobre la continuación de la sociedad dependerá
de apreciaciones económicas de los socios; apreciaciones no susceptibles de
control judicial. Sin embargo, se afirma que si las causales fueran en concreto
manifiestas, cada socio podría dirigirse al Tribunal pidiendo una sentencia
declarativa de que la sociedad está disuelta. Esta misma posición se sostiene con
respecto al aparte único del art. 264 CCo., relativo a la pérdida del capital social...”

Además al pronunciarse sobre el alcance de lo que ha de entenderse por


imposibilidad de cumplimiento del objeto social en las compañías anónimas,
nuestra jurisprudencia mercantil ha establecido las siguientes notas orientadoras:

“...La sociedad es hija de un contrato mediante el cual los contratantes persiguen


un fin económico común. La sociedad se puede definir, de manera concreta, como
la negociación o actividad que busca la obtención de ganancias o lucro, en forma
proporcional a la participación económica del socio en la sociedad. Este contrato
de sociedad nos viene definido legalmente, en primer término, por el artículo 1.649
del Código Civil para quien el contrato de sociedad es aquel por el cual dos o más
personas convienen en contribuir, cada una la propiedad o el uso de las cosas, o
con su propia industria, a la realización de un fin económico común, y, en segundo
término, por el propio Código de Comercio, quien nos señala en su artículo 200
que las compañías o sociedades de comercio son aquellas que tienen por objeto
uno o más actos de comercio, y que las sociedades anónimas tendrán siempre
carácter mercantil, cualquiera que sea su objeto, salvo cuando se dediquen
exclusivamente a la explotación agrícola o pecuaria.”

Al tratar lo relativo a los derechos que corresponden a los socios, la sentencia en


referencia dispuso que:

“...Los derechos básicos del socio son entre muchos otros, el derecho a las
utilidades (que es la primera consecuencia que deriva de la naturaleza del contrato
de sociedad), el derecho a ser convocado a Asambleas, el derecho de participar,
opinar y votar en dichas asambleas, el derecho a discrepar, (y por tanto el derecho
a impugnar las decisiones de Asamblea y de los administradores), el derecho a
conocer la forma en que se ha invertido el capital social, el derecho a elegir y ser
elegido, todos las cuales son la causa y sustancia de la existencia de la sociedad;
o como dicen algunos autores italianos son el reflejo subjetivo de la causa del
negocio social, pues son derechos que encuentran su origen en la Ley.

No se puede concluir un contrato de sociedad lucrativa, excluyendo cualesquiera


de los derechos básicos del socio, porque de realizarlo, dicho contrato social, o la
sociedad como tal, no tendría naturaleza societaria, no sería legal, no sería eficaz,
por faltar uno de los elementos esenciales requeridos por la Ley para la existencia
de ese tipo contractual.

Cualquier violación de los derechos básicos del socio, cualquier actividad


realizada a espaldas del accionista, sin que éste hubiese tenido, al menos, la
opción de decidir su forma de participación en una determinada decisión, está
viciada de nulidad absoluta y en este sentido, cada socio, o la minoría como tal,
tienen derecho a impugnar aquello que menoscabe sus legítimos derechos o que
atente contra la legalidad; pues no existe un poder absoluto de la mayoría
accionaria para hacer con la sociedad lo que venga en gana. Debe respetarse el
principio que otorga a las minorías derechos concretos que no pueden ser
enervados, burlados o birlados. Con la mayoría se puede gobernar, se puede
decidir el destino de una sociedad anónima, se pueden tomar decisiones, siempre
que esos llamados derechos básicos del socio no hayan sido lesionados por
voluntad, actitud y propósito de la dicha mayoría; porque esa minoría tiene el
derecho a disentir, a separarse, a ejercer los recursos judiciales frente a la
decisión lesionadora, a tener voz y voto en las asambleas, a ser convocado, a
votar en contra, a salvar el voto, etc.

Cuando se abusa de la mayoría para hacerse de un lucro mayor que aquel que
deriva del porcentaje accionarlo de la mayoría; o, para desmejorar la posición de
la minoría, las decisiones resultan írritas y sin efecto, sujetas a la nulidad en la vía
de la jurisdicción mercantil ordinaria; pero se requiere que la conducta de la
mayoría sea legal, afecte aspectos formales o sustanciales de la existencia
societaria, o impida el ejercicio de los derechos de las minorías.

En toda sociedad mercantil de capital, la lucha por el poder societario tiene


siempre que vincularse a la capacidad accionaría de los diversos socios, que
logran hacer una mayoría sumando acciones y buscando posteriormente diluir o
empequeñecer la participación de otros. Convertirlos en minoría o en una mayor
minoría de lo que eran, para hacerse de la administración, para imponer una
voluntad.”

El artículo 340 del Código de Comercio establece las siguientes figuras jurídicas a
los fines de la disolución de las empresas mercantiles: expiración, disolución,
liquidación y partición de una sociedad mercantil a cuyo efecto consagra:

Artículo 340.- Las compañías de comercio se disuelven:

1°.- Por la expiración del término establecido para su duración.

2°.- Por la falta o cesación del objeto de la sociedad o por la imposibilidad


para conseguirlo.

3°.- Por el cumplimiento de ese objeto.

4°.- Por la quiebra de la sociedad, aunque se celebre convenio.

5°.- Por la pérdida entera del capital o por la parcial a que se refiere el
artículo 264, cuando los socios no resuelven reintegrarse o limitarlo al
existente.

6°.- Por la decisión de los socios.

7°.- Por la incorporación a otra sociedad.

Los Accionantes... han propuesto demanda para que efectivamente dicha


compañía sea liquidada, fundado en la imposibilidad de lograr el objeto de la
Compañía y en el rompimiento del “afectio societatis" que debe condicionar la
existencia de una Sociedad Mercantil. A cuyo respecto este Tribunal Superior
observa:

A) El análisis conjunto de los ordinales segundo y tercero del citado artículo 340
del Código de Comercio, determina como causales para disolver una sociedad
mercantil.

1) Falta de objeto de la sociedad mercantil

2) Cesación del objeto mercantil.

3) Imposibilidad de obtener el objeto de la sociedad mercantil.

4) El cumplimiento del objeto de la sociedad mercantil.


CESACIÓN DEL OBJETO MERCANTIL O CUMPLIMIENTO DEL
OBJETO SOCIAL
Cesa el objeto social de una compañía con la misma sintonía o característica de la
situación en que se cumple con el objeto social de una empresa cuando se ha
consagrado, como objeto social, elementos de finitud, que agotan su existencia en
el objeto mismo, en sí mismo; que al cumplirse, su existencia societaria no tiene
razón de ser, pues la voluntad constitucional la preextinguió al determinar como
objeto un concepto finito.

También cesa cuando hay imposibilidad de conseguir el objeto propuesto. Existe


imposibilidad de conseguir el objeto social cuando la propuesta de la voluntad
societaria es incompatible con la realidad del país o del mercado en que opera, o
que sus recursos y previsiones económicas y humanas hacen imposible lograr el
objeto, o que la estructura prevista y materializada es insuficiente para alcanzar el
objetivo propuesto, o que la voluntad societaria plasmó un objeto no autorizado o
imposible de ser conseguido, todo lo cual vamos a analizar de inmediato.

Sentencia del 16 de septiembre de 1993, Juzgado Superior Décimo en lo Civil,


Mercantil y del Tránsito, M. Medina y otra contra Servicios Integrales de
Transporte S.I.T.C.A.

Importa destacar en el marco de estas jornadas que nuestra legislación positiva,


particularmente el artículo 1.679 del Código Civil, prevé la posibilidad de solicitar la
disolución anticipada de la sociedad invocando para ello justa causa. El referido
artículo dispone al respecto que: «La disolución de la sociedad contraída por un
tiempo limitado, no puede pedirse por uno de los socios antes de la expiración del
tiempo convenido, a menos que haya justos motivos, como en el caso de que uno
de los socios falte a su compromiso, o de que una enfermedad habitual lo haga
inhábil para los negocios de la sociedad, u otros casos semejantes.»

La enumeración establecida en dicha norma es enunciativa, lo cual permite una


amplia discrecionalidad en función de la justificación fáctica que en definitiva
puede acaecer y constituirse en justos motivos o justa causa que impida la
continuación de la sociedad, como es por ejemplo el caso del socio que de
manera reiterada falta a los compromisos económicos asumidos frente al resto de
los asociados u otros eventos capaces de impedir la continuación de la sociedad
como la paralización e inoperancia de los órganos deliberativos y decisorios de la
gestión y administración de las sociedades.

En relación con la disolución por justa causa, RIPERT sostiene que «la disolución
por justos motivos está fundada sobre la idea de que el ius fraternitatis (affectio
societatis) no permite mantener una sociedad en la cual los asociados no pueden
o no quieren en adelante considerarse como tales.» Y añade después que entre
los casos de disolución por justos motivos «la falta de inteligencia (discrepancias)
entre los socios, es el motivo más curioso».

Por lo demás, admite de un modo directo que «es a propósito de este motivo que
se han invocado las ideas de la afectio societatis y del ius fraternitatis. Recuerda
después que la jurisprudencia francesa viene aplicando el artículo 1.871 del
Código Civil (disolución por justos motivos) a las sociedades anónimas, y termina
afirmando que «la falta de inteligencia entre los socios se toma en consideración si
compromete el funcionamiento de la sociedad».

Esta opinión viene avalada por varias sentencias o fallos de los Tribunales, tales
como casos de 14 de junio de 1955 y 6 de febrero del año 1957; Tribunal de
Besancon, de 3 de noviembre de 1.954; Seine, de 19 de febrero de 1958, etc (Vid.
Ripert, Traité Elémentaire, páginas 352, 353 y 671).

HOUPIN y BOSVIEUX afirman también y en plena armonía con los criterios antes
expuestos que «la disolución de las sociedades a término puede ser peticionada
por uno de los asociados antes de la expiración de su duración si existen justos
motivos, cuya gravedad y legitimidad se dejan al arbitrio de los jueces», mientras
que en España, el extinto Profesor Uría citado por Senen de la Fuente, al tratar el
tema de la disolución de la compañía anónima sostuvo que «Incluso debe
reputarse supuesto de imposibilidad de realizar el fin social, el hecho de que el
funcionamiento de la sociedad se haga imposible por meras disensiones o
diferencias entre los socios. En la práctica, se da con frecuencia ese supuesto en
las sociedades que teniendo un número reducido de accionistas se halla repartido
el capital social en forma que no permita reunir en las Juntas Generales o en los
Consejos de Administración las mayorías necesarias para constituirse o para
realizar el fin para el que se constituyó y deberá abrirse el camino de la
disolución». Y añade: «A pesar del silencio de nuestro Código de Comercio
respecto de esta causa de disolución, la sentencia de nuestro Tribunal Supremo
de 14 de febrero de 1945 ya reconocía que la imposibilidad física o jurídica de
realizar el fin social podía determinar la existencia de una causa de disolución...»
(Destacado nuestro). (Op cit. Senen De La Fuente, Guillermo. Página 187.)

Acontecida la circunstancia o causal de paralización de los órganos societarios así


como las justas causas que inciden en la pérdida del afectio societatis, se genera,
en definitiva, la causal de disolución, lo cual ha sido explicado con meridiana
claridad por el catedrático Mexicano RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ[20] de la
siguiente manera:
“Las circunstancias que según la ley son capaces de poner fin al contrato de
sociedad se llaman causas de disolución. El estado jurídico que resulta de la
presencia de una de dichas causas es el que se llama estado de disolución, es
decir, la situación de la sociedad que pierde su capacidad jurídica para el
cumplimiento del fin para el que se creó y que sólo subsiste para la resolución de
los vínculos establecidos por la sociedad con terceros, por aquélla con los socios y
por éstos entre sí.

Se ha dicho que supone la transformación de la actividad de producción en


actividad de liquidación.

La terminación del contrato de sociedad no es tan sencilla como la de cualquier


otro contrato que agote sus efectos en las relaciones recíprocas de las partes. La
sociedad, dirigida a terceros, al disolverse exige que se desanuden los lazos
establecidos con las personas que con ella contrataron y como la ley protege la
buena fe y los derechos de estos terceros, la disolución de la sociedad implica un
problema jurídico complicado.

La existencia de una causa de disolución no acaba inmediatamente con la


sociedad, sino que es el punto de partida de la situación de disolución que debe
desembocar en la etapa de liquidación [20]”

En el derecho mexicano, los principios que acabamos de formular tienen


reconocimiento expreso en el artículo 234 de la Ley General de Sociedades
Mercantiles, según el cual, disuelta la sociedad, se pondrá en liquidación, y en el
244 de la misma ley, con arreglo; al cual las sociedades, aun después de
disueltas, conservarán su personalidad jurídica para los efectos de la liquidación.

El concepto de causas legales y voluntarias de disolución puede estimarse en otro


sentido, si se considera su eficacia. ... vamos a hablar en este segundo aspecto de
causas ope legis… y de causas ex voluntate.... En esta acepción, son causas ope
legis aquellas que producen sus efectos mecánicamente, sin necesidad de
decisión por parte de los socios o de alguna otra autoridad. Son causas ex
voluntate aquellas que para que produzcan sus efectos normales precisan de una
declaración de voluntad por parte de los socios, aunque pueda recurriese a la
autoridad judicial en defecto de la expresión de voluntad por parte de los mismos.
El artículo 232 de la Ley General de Sociedades Mercantiles es básico al respecto,
en cuanto que en su párrafo primero declara que la disolución de la sociedad por
expiración del término fijado en el contrato social se realizará por el solo
transcurso del mismo, mientras que en los demás casos, comprobada por la
sociedad la existencia de causas de disolución, se inscribirá ésta en el Registro
público de comercio.
El artículo 232, que en esencia antes hemos transcrito, determina claramente que
la única causa de disolución ope legis es el transcurso del término; en todos los
demás casos es indispensable un acto de voluntad de la sociedad, consistente en
la comprobación por la misma de la existencia de la causa de disolución. Cuando
la sociedad rehúsa reconocer la causa que se supone existente, cualquier
interesado podrá ocurrir ante la autoridad judicial para pedir en la vía sumaria la
declaración de existencia de la causa de disolución y, en consecuencia, la orden
de inscripción de la misma en el Registro público de comercio (art. 232 párrafo
tercero).

En efecto, tal como lo aconseja el precitado autor, un aspecto importante a


considerar en relación con los efectos o consecuencias de la disolución de las
sociedades mercantiles, es el inicio de la fase de liquidación del ente mercantil.
Para ello HUNG VAILLANT [21] ha expresado que:

“Ocurrida la causal de disolución, la, sociedad entra en la etapa de liquidación que,


normalmente, habrá de conducirla a la extinción definitiva. Como ha sido
observado [GIRON TENA, 1, 3381, la razón jurídica de la liquidación es la
liberación de los socios y del patrimonio social de los lazos jurídico-sociales. La
finalidad consiste en liberar el patrimonio social de su afectación a los acreedores
para hacer posible su reparto entre los socios. Bajo este aspecto se dice que no
hay interés positivo de los acreedores sino sólo el negativo de no ser sacrificados
por los socios, ya que a éstos no podrá serle entregada ninguna porción del
patrimonio social hasta tanto no estén satisfechos la totalidad de los acreedores
(Ordinal 49 Art. 350 CCo.).

Con la disolución de la sociedad ésta pierde en cierta forma, la plenitud de su


actividad y sufre algunas mutaciones de su estructura y funcionamiento, de allí
que se sostiene que con la liquidación se opera un cambio del objeto de la
sociedad: pasa de la explotación ordinaria del objeto social previsto en el
documento constitutivo, a la orientación del funcionamiento de la sociedad hacia el
fin de la extinción de las relaciones jurídicas, tanto con terceros como con los
socios, en los que la sociedad, como sujeto de derecho, ha sido parte [GIRON
TENA, I 341]. Durante la liquidación la sociedad es la misma en su identidad y se
conservan la plenitud de los efectos derivados de su personalidad jurídica, la cual
subsiste hasta la extinción (Art. 1.681 CC.).

Como consecuencia de la variación del objeto opera la prohibición dirigida a los


administradores de emprender nuevas operaciones; quedando limitadas sus
facultades a aquellos actos indispensables o necesarios para la transición a un
nuevo órgano específico: los liquidadores (Art. 342 y 347 CCo.).”
El artículo 347 del Código de Comercio prevé que disuelta la compañía, los
administradores no pueden ejecutar nuevas operaciones por cuenta de la
sociedad, quedando limitadas sus facultades “mientras se provee la liquidación” al
cobro de los créditos de la sociedad, al pago de obligaciones contraídas y a la
ejecución de las operaciones pendientes. Ello es lógico que sea así a los fines de
salvaguardar, por una parte, el derecho de los socios y por la otra, el de los
terceros que de buena fe han contratado con el ente cuya disolución ha acaecido.

Como consecuencia de la disolución, es procedente el derecho a la llamada cuota


de liquidación, entendida ésta como la potestad de todo accionista “...para obtener
una parte del patrimonio resultante al procederse a la liquidación de la sociedad.
[22] “Ocurrida la causal de disolución, -sostiene Hung [23] nace para los socios un
derecho a la cuota de liquidación...”

Al mismo tiempo que afirma, el referido autor, que “b) Al ocurrir la disolución la
competencia o poder de los órganos sociales; y en especial de la asamblea,
queda limitada por los fines de la liquidación; en otras palabras, la asamblea no
puede resolver sobre temas distintos de la liquidación.”

PROCEDIMIENTO
En relación con el procedimiento a seguirse para la disolución de la sociedades
mercantiles, no establece nuestra legislación procesal uno especial, por lo cual,
tendrá cabida el principio de aplicación residual del procedimiento ordinario que
establece el artículo 338 del Código de Procedimiento Civil, lo cual implica la
aplicabilidad de la previsión contenida en el artículo 1.109 del Código de Comercio
que establece que “El Tribunal de 1a Instancia sustanciará las causas y ejecutará
las sentencias de conformidad con las reglas del Código de Procedimiento Civil y
las especiales de este Código.”

La competencia mercantil es plena en estos casos, siendo por tanto atrayente y


excluyente de cualquier otro, el fuero mercantil. Quiere decir ello, que se aplicarán,
ex lege, los principios procesales que articulan la materia mercantil, se aplicará en
materia cautelar la previsión del artículo 1.099 eiusdem, que faculta al Juez de
Comercio, en concordancia con el artículo 585 y 588, parágrafo Primero del
Código de Procedimiento Civil, a adoptar decisiones cautelares que tiendan a
garantizar la integridad patrimonial de la empresa en disolución a favor de los
accionistas y de los terceros.

MEDIDAS CAUTELARES EN EL PROCESO JUDICIAL DE


DISOLUCIÓN ANTICIPADA
En efecto, en materia cautelar el juez de comercio goza de amplias facultades
para decretar medidas que tiendan a resguardar el interés de los accionistas –
regularmente más no necesariamente minoritarios-, así como de los terceros en
general. De allí que la tutela judicial efectiva supone, la intervención activa del
Tribunal de la Causa, el cual hará uso del poder que se le reconoce tanto en la
Constitución –artículo 26 y 257- como en la Ley –artículo 585, 588 CPC- .

Ello se justifica ya que así se impedirá o minimizará el impacto pernicioso del


tiempo ante el proceso, pues de no ser así, el trámite procesal podría devenir en
instrumento lesivo de los derechos que se pretenden proteger. En efecto, la tutela
judicial efectiva constituye garantía que se encuentra expresamente consagrada
en el texto de la Constitución, específicamente en los artículos 26 y 49, y en
atención a los postulados que la informan, este derecho fundamental se desdobla
en la protección cautelar efectiva que garantice que el proceso no se convierta en
un daño o lesión para el que tiene la razón. Es por eso que el legislador ha
establecido los extremos legales de procedencia, los cuales han sido
desarrollados por la jurisprudencia nacional.

El artículo 585 del Código de Procedimiento Civil dispone que para el decreto de
las cautelas requeridas deben concurrir las siguientes circunstancias, a saber:

i) La presunción de buen derecho (fumus boni iuris)


ii) El peligro en la demora (fumus periculum in mora)
iii) El peligro de daño inminente (Periculum in damni).

En el caso de la disolución de sociedades mercantiles será menester invocar que


la presunción de buen derecho se desprende de la verosimilitud de los
argumentos que sirven de fundamento a la pretensión, en concordancia con el
material probatorio que al respecto se hubiere acompañado a las actas del
proceso, en cumplimiento de lo establecido con el artículo 340, ordinal 6o, del
Código de Procedimiento Civil. En cuanto al periculum in mora, podría resultar
incluso de la máxima de experiencia que el trámite procesal del juicio ordinario
supone, en concordancia con la urgencia en adoptar medidas que tiendan a
garantizar el desarrollo transparente de la fase de liquidación que surge, de pleno
derecho, tan pronto la sociedad incurre en la causal de disolución. Es por ello que
el Juez deberá adoptar medidas para evitar que se pueda disponer libremente de
los bienes de la compañía que serán, en la fase de liquidación, precisamente el
activo a ser adjudicado a los socios, previo el pago de las deudas de la compañía.

En cuanto al peligro en la demora o retardo de la medida es preciso invocar el


criterio respecto de la instrumentación de las medidas preventivas innominadas,
en el Tribunal Supremo de Justicia, en Sala Político-Administrativa, a través de su
sentencia del 7 de agosto de 1994 –caso Marítima Andina Masa contra C.A.
Venezolana de Navegación) estableció que:

“Por su parte el artículo 588 de la misma norma procesal establece en su


Parágrafo primero, lo que se ha denominado la potestad cautelar innominada del
Juez, por cuanto además de las medidas cautelares de que dicho artículo
menciona y que posteriormente se tipifican en los capítulos siguientes...permite
que el Juez pueda:...autorizar o prohibir la ejecución de determinados actos, y
adoptar las providencias que tengan por objeto hacer cesar la continuidad de la
lesión”.

“De allí que...si se da la previsión del artículo 585 ejusdem, que existe riesgo
manifiesto de que quede ilusoria la ejecución del fallo (pericullum in mora) y
siempre que acompañe un medio de prueba que constituya presunción grave de
esta circunstancia y del derecho que se reclama (fumus boni iuris), el Juez puede
acordar la medida preventiva que estime adecuada para el caso si, además de las
dos circunstancias expresadas, en el Parágrafo primero del artículo 588 ‘hubiere
fundado temor de que una de las partes pueda causar lesiones graves o de difícil
reparación al derecho de la otra’ [Este último requisito es el que posteriormente
fue aludido en sentencia del 9 de octubre de 1997; caso Jan Jankovich Warenits
contra el Banco Central de Venezuela, como “pericullum in damni”]. (Véase en
Pierre Tapia, Oscar R. Jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia, Mayo
1998, Nro. 5, Pág 294 y sgts.). (Resaltado nuestro).

Resulta común la determinación de los Tribunales Mercantiles de Instancia de


designar funcionarios ad-hoc, denominados VEEDORES con la finalidad de
establecer mantener una suerte de supervisión y vigilancia en la administración de
la sociedad en fase de disolución, para garantizar la transparencia de sus
operaciones comerciales. Estas designaciones, ciertamente deben estar
claramente determinadas en el tiempo y en cuanto a las funciones de los
designados, pero manteniendo el criterio de la eficacia de su actuación en procura
de la transparencia del ente.

La Jurisprudencia de nuestra Sala Constitucional al referirse a estos funcionarios


ad hoc ha ratificado su existencia en el proceso judicial, en el entendido que
dichos auxiliares en ningún caso deben suplantar los órganos de administración
regularmente establecidos por vía estatutaria. Véase al respecto decisión del 28
de mayo de 2003 de la Sala Constitucional del TSJ, con ponencia del magistrado
José Manuel Delgado Ocando, en el expediente 02-2122.

Nada obsta para que se decreten otras previsiones de naturaleza cautelar como
serían prohibiciones de enajenar y gravar; la anotación de la litis en la Oficina de
Registro Mercantil correspondiente para que los terceros de buena fe tengan
conocimiento de la existencia del juicio de disolución, e incluso embargos de
bienes de la sociedad en los casos en que concurran las circunstancias
justificantes.

En materia cautelar y respecto de la instrumentación de tales decisiones, la Sala


Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia, en ponencia del Magistrado Dr.
Jesús Eduardo Cabrera, al analizar las funciones que se le establecieron a un
funcionario auxiliar de justicia con ocasión a un juicio de liquidación de comunidad
conyugal, acogió el siguiente parecer:

[...] Dentro de la labor de ubicación de los bienes, a practicarse dentro de un


término determinado con antelación, el funcionario encargado de la pesquisa
podrá seguir en otras sociedades las inversiones en cadena que en dichas
sociedades haga la compañía propietaria de las acciones.

La previsión de una justicia idónea y equitativa, en casos donde accionistas


minoritarios, comuneros no administradores y otras personas a quienes el
administrador le niegue acceso a sus bienes, o se los dificulte hasta el punto que
no los conocen; o que conociéndolos se les imposibilite saber por sí o por medio
de otras personas los proventos que ellos producen, o las circunstancias en que
se encuentran, amerita medidas con las características aquí señaladas.

[...] Existen áreas del derecho donde este tipo de medidas cautelares no se
justifican, pero en la tratada en este fallo, así como en materias a ella análogas,
ella es indispensable, aportando además evidencia debido al principio de
adquisición procesal.”

EFECTOS GENERALES DE LA DISOLUCIÓN ANTICIPADA


Toda la doctrina reconoce como efecto más importante derivado de la disolución
de las sociedades, la apertura de la fase de liquidación de la sociedad, lo cual
corrobora la premisa de que disolución no significa extinción de la sociedad.

La sociedad disuelta mantiene su personalidad jurídica para todos los actos


atinentes a su liquidación, entendiendo por esta fase –la liquidación-, como la
satisfacción de las acreencias y la posterior distribución, entre los accionistas, del
activo social tomando en cuenta la proporción de sus respectivos aportes. Surge
entonces la fase de liquidación que a la luz de nuestra legislación mercantil implica
la prohibición a los administradores de la sociedad de ejecutar nuevos actos u
operaciones, salvo los estrictamente necesarios para preservar el patrimonio, pero
no los que impliquen actos de disposición o que excedan de la simple
administración. Así lo establece el artículo 347 del Código de Comercio.

Lo fundamental en esta fase será atender a las regulaciones de los socios en


materia de liquidación, siendo común que los estatutos sociales dispongan las
reglas por las que se guiará la liquidación llegado el caso. Siendo así, es decir,
habiendo regulado expresamente los socios este supuesto, tendrán aplicación
preferente las reglas prefijadas, lo cual es ratificado por el artículo 348 eiusdem.
En caso contrario, entrarán en aplicación las normas supletorias de la materia que
establecen los artículos 348 al 352 del Código de Comercio.

DISOLUCIÓN ANTICIPADA POR MANDATO LEGAL DISOLUCIÓN


ANTICIPADA POR MANDATO LEGAL
Ocasionalmente el propio Legislador se ordenaba la liquidación de sociedades
mercantiles, como sucede con la Ley Orgánica para la Prestación de los Servicios
de Agua Potable y de Saneamiento (LOPSAPS).

La Ley Orgánica introdujo sustanciales reformas en el marco regulador de los


servicios de agua potable y de saneamiento, lo que obliga al diseño de un marco
transitorio adecuado, en virtud del cual todos los prestadores preexistentes, es
decir, quienes ya explotaban esos servicios al momento de entrada en vigencia de
la Ley, deberán adecuar su estatuto jurídico a las nuevas disposiciones
establecidas en la ley especial de la materia.

Cabe anotar que al momento de promulgarse la LOPSAPS, coexistían tres


categorías de entes prestadores de los servicios de agua potable y de
saneamiento. La primera, constituida por las llamadas Empresas Hidrológicas
Nacionales, que son empresas públicas, en tanto su capital social pertenece a
HIDROVEN, empresa que su vez se integra dentro del Poder Ejecutivo Nacional.
Las Empresas Hidrológicas Regionales, por ende, son el instrumento a través del
cual el Poder Nacional gestionará esos servicios, como derivados del régimen
anterior del INOS. Lo relevante, es que algunas de las obras públicas hidráulicas
que utilizan esas empresas públicas provienen de las antiguas concesiones
municipales otorgadas al INOS, cuya liquidación causó la extinción de esas
concesiones y consecuentemente, la reversión de tales obras públicas hidráulicas
a los Municipios.

Pues bien, la transferencia de los servicios de agua potable y saneamiento a los


Municipios impone, en los términos de la LOPSAPS, la liquidación de las
Empresas Hidrológicas Regionales, es decir, que el Legislador dispuso su
disolución anticipada, dado que las actividades por ellas atendidas ahora serán
gestionadas, directa o indirectamente, por los Municipios. En efecto, dispone el
artículo 136 de la LOPSAPS que a medida que se efectué la transferencia de
estos servicios, se procederá a liquidar a las empresas nacionales que prestan
ese servicio, a través del instructivo dictado por el Poder Ejecutivo, a instancias de
HIDROVEN. Nótese entonces que culminado el proceso de transferencia de esos
servicios el Legislador ordenó la disolución de las Empresas Hidrológicas
Regionales, lo que conlleva su posterior liquidación, constituyendo un caso
excepcional en relación con las causales de disolución de las sociedades
mercantiles.

CONCLUSIONES
1.- A manera de conclusión, podemos señalar que la disolución de las sociedades
mercantiles no implica su extinción o terminación, siendo principio general de la
materia que la sociedad conserva su personalidad jurídica para todos los actos
inherentes a la liquidación. Es la liquidación, por tanto, la fase final de la vida de la
sociedad disuelta.

2.- La disolución, más que un acto concreto, único o individualizado en la historia


de una compañía, constituye una etapa de la sociedad, con regulaciones y
principios que tienden a garantizar los derechos de los accionistas, de los terceros
y de la sociedad misma.

3.- La liquidación de la sociedad se concreta a través del pago de los


compromisos asumidos por el ente disuelto, así como la distribución, entre los
socios, del activo social restante, previo el pago de las acreencias de la compañía.

4.- Las causales de disolución en Venezuela, están expresamente establecidas en


nuestro ordenamiento jurídico, y en ellas pueden distinguirse causas de origen
contractuales y causas de origen extracontractual. En estas últimas, se incorpora
la disolución de sociedades mercantiles por mandato de la ley.

5.- Hay causales de disolución típicas de determinado tipo de sociedad, (e.i.


sociedades en nombre colectivo; sociedad en comandita).

6.- La disolución de una sociedad mercantil supone el cumplimiento de una serie


de requisitos de forma que incluyen, entre otras, la obligación de publicar el acta
que acuerda la disolución, debidamente registrada y aprobada por la mayoría legal
y estatutariamente requerida para tal decisión. Se establece un período de
protección de un mes siguiente a la fecha de publicación del acuerdo de
disolución, en el que se mantiene la presunción legal de que subsiste la
personalidad jurídica del ente mercantil disuelto, permitiendo que los terceros
hagan efectivos sus créditos.

7.- Estimamos que las causas contractuales de disolución no generan dudas en


tanto y en cuanto, están vinculadas con la voluntad de las partes. Dentro de estas,
el legislador incorpora, el vencimiento del término; el acuerdo de los socios; la
causal derivada de la pérdida entera del capital o por la pérdida parcial en los
términos que lo establece el artículo 264, cuando los socios no convienen en
enjugar las pérdidas o disminuir el capital al monto del capital remanente; la fusión
en otra sociedad, etc.

8.- Como causas extracontractuales, hemos analizado, fundamentalmente,


aquellas que conllevan a la disolución anticipada de la sociedad. Estas causales,
ha dicho la doctrina y lo ha afirmado la jurisprudencia, están vinculadas con la
imposibilidad manifiesta de lograr el ánimo de lucro que vincula a los socios, y por
ello, todo cuanto atente contra dicho principio fundamental, vulnera al mismo
tiempo la estabilidad y permanencia de la persona jurídica comercial. El artículo
340 del Código de Comercio establece en el ordinal segundo la falta o cesación
del objeto de la sociedad o la imposibilidad de conseguirlo, y al mismo tiempo,
esta causal aparece reseñada en el ordinal 2o del artículo 1.673 del Código Civil.
Ha sido aceptada dentro de las causales de disolución anticipada, la que deriva
de la paralización de los órganos sociales. La reiteración en el bloqueo u
obstrucción de las decisiones y en el derecho de opinar, han sido aceptados en la
doctrina como causas de paralización de los órganos sociales de administración,
lo cual se traduce en la necesaria disolución y consiguiente liquidación de la
sociedad por la pérdida del afectio societatis y la imposibilidad del logro de los
objetivos sociales tenidos en cuenta al momento de contratar.

La jurisprudencia mercantil aceptada la tesis de la disolución anticipada de la


sociedad cuando ocurren hechos imputables a los accionistas que hacen
imposible lograr el objeto social, o cuando la estructura de la voluntad societaria
imposibilita la consecución de dicho objeto, por lo cual, procede la disolución
anticipada de la sociedad a la luz de esta causal.

9.- En cuanto al procedimiento a seguir para la disolución de las sociedades


mercantiles, al no establecer nuestra legislación procesal uno especial, hace de
suyo aplicable el procedimiento ordinario, pero incidido por las normas mercantiles
especiales aplicables al caso en concreto.

10.- Las causas de disolución pueden conseguir su causa en la ley, como es el


caso de la Ley Orgánica para la Prestación de los Servicios de Agua Potable y de
Saneamiento que introdujo sustanciales reformas en el marco regulador de los
servicios de agua potable y de saneamiento. La transferencia de los servicios de
agua potable y saneamiento a los Municipios impone, en los términos de la
referida Ley especial, la liquidación de las Empresas Hidrológicas Regionales, es
decir, que el Legislador dispuso su disolución anticipada, dado que las actividades
por ellas atendidas ahora serán gestionadas, directa o indirectamente, por los
Municipios.

11.- En cuanto a las medidas cautelares en el proceso judicial de disolución


anticipada, el juez de comercio goza de amplias facultades para decretar medidas
que tiendan a resguardar el interés de los accionistas así como de los terceros en
general. De allí que la tutela judicial efectiva supone, la intervención activa del
Tribunal de la causa, el cual hará uso del poder que le reconoce tanto la
Constitución –artículo 26 y 257- como el artículo 585 en concordancia con el
artículo 588 ambos del Código de Procedimiento Civil.
BIBLIOGRAFÍA
 DE LA FUENTE, SENEN. G, La disolución de la sociedad anónima por
paralización de los órganos sociales, Sociedad de Estudios y Publicaciones.
Madrid, 1965.
 GOLDSCHMIDT ROBERTO, Curso de Derecho Mercantil, Cursos de
Derecho. Facultad de Derecho, UCV, Caracas, 1980.
 HUNG VAILLANT, FRANCISCO, Sociedades, Ediciones Homero, Caracas,
1983.
 PEÑA NOSSA, LISANDRO, Manual de sociedades comerciales, Ediciones
Librería del Profesional, Bogotá. Colombia.
 RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ, JOAQUIN, curso de derecho mercantil,
Editorial Porrua, S.A. México, 1982.
 SÁNCHEZ CALERO, FERNANDO, Instituciones de derecho mercantil,
Introducción Empresa, y Sociedades. Vigésima Edición. Editorial Mc Graw
Hill.
 STUDI IN TEMA DI SOCIETÁ, Milano, Giuffré, 1952.
 URÍA RODRIGO, Derecho mercantil. Marcial Pons. Ediciones Jurídicas y
Sociales, S.A. Vigésimo Octava Edición. Madrid, 2001. España.

--------------------------------------------------------------------------------

NOTAS
[1] El artículo 201 del Código de Comercio hace la siguiente enumeración de
compañías de comercio: compañía en nombre colectivo; compañía en comandita;
compañía anónima y compañía de responsabilidad limitada.

[2] Sobre este particular, el artículo 1.681 del Código Civil establece que: “La
personalidad de la sociedad subsiste para las necesidades de la liquidación, hasta
el fin de ésta.”

[3] URÍA RODRIGO, Derecho mercantil. Marcial Pons. Ediciones Jurídicas y


Sociales, S.A. Vigésimo Octava Edición. Madrid, 2001. España. Página 204.

[4] PEÑA NOSSA, LISANDRO, Manual de sociedades comerciales, Ediciones


Librería del Profesional, Bogotá. Colombia. Páginas 155 y 156.

[5] Op. Cit. Página 155.

[6] Según lo preceptuado por el artículo 25 del Código de Comercio los


documentos expresados en los numerales 1°, 2°, 3°, 7°, 8°, 9°, 10, 11, 12 Y 13 del
artículo 19, no surtirán efecto frente a terceros sino después de registrados y
fijados. Sin embargo, en caso que no se hubiere cumplido con el requisito del
oportuno registro y fijación, tal hecho no podrá oponerse a terceros de buena fe
quienes resultan amparados por esta norma.

[7] Vid. PEÑA NOSSA, Op. Cit, página 156

[8] URÍA RODRIGO, Op. Cit. Página 204.

[9] El artículo 290 del Código de Comercio establece que: “A las decisiones
manifiestamente contrarias a los estatutos o la Ley, puede hacer oposición todo
socio ante el Juez de Comercio del domicilio de la sociedad, éste, oyendo
previamente a los administradores, si encuentra que existen las faltas
denunciadas, puede suspender la ejecución de esas decisiones, y ordenar que se
convoque una nueva asamblea para decir sobre el asunto. La acción que da este
artículo dura quince días, a contar de la fecha en que se dé la decisión ...”

[10] El artículo 200 del Código de Comercio establece que las compañías o
sociedades de comercio son aquellas que tienen por objeto uno o más actos de
comercio, teniendo siempre carácter mercantil, cualquiera que sea su objeto

[11] Vid. SÁNCHEZ CALERO, FERNANDO, Instituciones de derecho mercantil,


Introducción Empresa, y Sociedades. Vigésima Edición. Editorial Mc Graw Hill,
página 50.

[12] DE LA FUENTE, SENEN. G, La disolución de la sociedad anónima por


paralización de los órganos sociales, Sociedad de Estudios y Publicaciones.
Madrid, 1965. Páginas 191 y ss.

[13] El art. 57 de la Ley de 17 de julio de 1951 establece, en efecto, que esta


misma convocatoria (se refiere, como es lógico, a la convocatoria judicial) habrá
de realizarse respecto de la Junta General extraordinaria, cuando lo solicite el
número de socios a que se refiere el artículo anterior” (es decir, socios que
representen al menos, la décima parte del capital social desembolsado según el
artículo 56).

[14] Vid. STUDI IN TEMA DI SOCIETÁ, Milano, Giuffré, 1952, págs. 325 y 335.

[15] Vid. En Comentario de Scialoja e Branca, ya citado, t. V, págs 624 y 625.

[16] Vid. Gli Imprendiforí e le Societá, 4.11 ed., Milano, Giuffré, pág. 530.

[17] GOLDSCHMIDT ROBERTO, curso de derecho mercantil, Cursos de Derecho.

Facultad de Derecho, UCV, Caracas, 1980. Página 242.


[18] HUNG VAILLANT, FRANCISCO, sociedades, Ediciones Homero, Caracas,
1983. Página 168.

[19] Op Cit. Página 167.

[20] RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ, JOAQUIN, curso de derecho mercantil, Editorial


Porrua, S.A. México, 1982. Página 197 y ss.

[21] HUNG VAILLANT, FRANCISCO. Op Cit. Página 169-170.

[22] Cfr.: RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ, JOAQUIN. Op. Cit. Página 106.

[23] Ibidem. Páginas 171-172

REFERENCIA: https://www.badellgrau.com/?pag

También podría gustarte