Hipnópolis, Año 9, N° 8-9, Octubre-Noviembre de 2011 2
Tratamientos psicológicos que ocasionan daños1
Scott O. Lilienfeld
RESUMEN. La frase primum non nocere (“lo primero, no ocasionar daño”) es un credo aceptado de los profesionales de la medicina y la salud mental. Aunque han emergido datos que indican que algunos tratamientos pueden producir daños en un número significativo de individuos, los psicólogos hasta hace poco no han prestado atención al problema de los tratamientos peligrosos. Evalúo en forma crítica y coloco al día las conclusiones anteriores respecto a los efectos dañinos en psicoterapia, bosquejo los obstáculos metodológicos para la identificación de las terapias potencialmente dañinas (PHT), suministro una lista provisional de PHT, discuto las implicancias de las PHT para la ciencia y la práctica clínica, y señalo áreas fructíferas para más investigación acerca de las PHT. Un énfasis en las PHT debiera ayudar a los científicos-practicantes a estrechar la brecha y salvaguardar a los consumidores de la salud mental de los daños. Además, la literatura acerca de las PHT puede suministrar perspectivas de los mecanismos de cambio en muchos de los dominios de la psicoterapia. El campo de la psicoterapia debiera dar prioridad a los esfuerzos para la identificación de las PHT, y dar énfasis a lo que es potencialmente dañino en lugar de las terapias validadas empíricamente.
La frase primum non nocere —“lo primero, no ocasionar daño” — captura la esencia del Juramento Hipocrático de los médicos. El Código de Etica de la Asociación Psicológica Estadounidense (APA) contiene una prescripción similar: Los psicólogos “toman acciones razonables para evitar ocasionar daño a sus clientes/pacientes” (APA, 2002, p. 1065; véase también la página 1062). A pesar de esas admoniciones, el campo de la psicología hasta hace poco ha mostrado poco interés respecto al problema de los tratamientos dañinos (Rhule, 2005). Por ejemplo, el destacado y amplio Handbook of Psychotherapy and Behavior Therapy de Bergin y Garfield (Lambert, 2003), el cual los psicólogos han considerado como el libro principal acerca de la psicoterapia (Boisvert y Faust, 2003), contiene aproximadamente 2,5 páginas (de un total de 821
1 Psychological Treatment That Cause Harm. Traducido y publicado aquí sin autorización de Perspectives on Psychological Science, Vol 2, Nº 1, 53-70, 2007 Traductor: Lic. Rasputín Pachueco
Hipnópolis, Año 9, N° 8-9, Octubre-Noviembre de 2011 3
páginas del texto) acerca del tópico de los efectos adversos de la psicoterapia. El artículo reciente de la posición de la APA respecto a la evidencia basada en la práctica (APA. Presidential Task Force on Evidence-based Practice, 2006) no menciona explícitamente el problema de las terapias dañinas. Además, hasta hace poco la evaluación de los indicadores de los tratamientos fallidos ha recibido poca atención (Mash y Hunsley, 1993; véase Lambert et al., 2003, como una excepción notable). Este estado de relativa negligencia acerca de los tratamientos dañinos contrasta marcadamente con el reciente interés de los científicos y de los medios de prensa en los efectos potencialmente negativos (por ejemplo, suicidios) de los medicamentos psicotrópicos, particularmente la fluoexitina (Prozac) y otros inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (Sharp y Chapman, 2004). Los psicólogos, desde luego, no tienen el equivalente formal de la Administración de Alimentos y Drogas (FDA) para efectuar ensayos clínicos de Fase I o Fase II, pero que podrían ayudarlos a identificar los problemas de seguridad de los tratamientos nuevos antes de diseminarlos al público. Como consecuencia, el monitoreo sistemático de las intervenciones psicológicas no seguras recae exclusivamente en la profesión de la psicología. Se argumentará que debido a que el campo de la psicología ha sido renuente a esa política (Meehl, 1993), las consecuencias para los consumidores y los profesionales de la salud mental han sido muy problemáticas. Este artículo representa un esfuerzo por prestar atención a un tópico desatendido que posee una importancia científica y pragmática. Específicamente, en este artículo, reviso el estatus científico actual de las terapias potencialmente dañinas (PHT), identifico los obstáculos metodológicos para identificar a las PHT, ofrezco un listado de PHT, señalo las implicaciones de las PHT para la práctica y la investigación clínica, y bosquejo direcciones fructíferas para más investigaciones acerca de las PHT.
LA EFICACIA DE LA PSICOTERAPIA
Algunos podrían sostener que la preocupación por los tratamientos dañinos es innecesario dada la abrumadora evidencia para la eficacia de la psicoterapia. En realidad, los meta-análisis muestran en forma consistente que los efectos positivos de la psicoterapia exceden al no tratamiento o al tratamiento con placebos en un amplio rango de condiciones, incluyendo los trastornos del ánimo, trastornos de ansiedad, disfunciones sexuales, bulimia e insomnio (Westen, Novotny y Thomson-Brenner, 2004). Al menos cuando presentan una interrogante simple y quizá excesivamente simplista respecto a los efectos estadísticos principales, claramente la psicoterapia “funciona” (Dawes, 1994).
Terapias validadas empíricamente (EST)
Hipnópolis, Año 9, N° 8-9, Octubre-Noviembre de 2011 4
Los datos acumulados de la eficacia de la psicoterapia para condiciones específicas ha sido un ímpetu primario subyacente al movimiento reciente de los EST. Los EST son listas de tratamiento que se ha encontrado en ensayos controlados o en diseños de caso único que son eficaces para trastornos específicos, como el trastorno depresivo mayor, trastorno de pánico, trastorno obsesivo-compulsivo, y bulimia (Chamblee y Hollon, 1998). A los ojos de muchos académicos de la psicoterapia, el movimiento de los EST ha ayudado a colocar al campo de la psicoterapia en un rumbo científico (Barlow, 2004; Chambless y Ollendick, 2001). Sin embargo, hay controversia acerca de los EST (Arkowitz y Lilienfeld, 2006), con algunas críticas que sostienen que están basados en un fundamento inadecuado de la investigación (Westen, Novotny y Thompsom-Brenner, 2004), y que restringen indebidamente la libertad de los clínicos para administrar intervenciones prometedoras que han sido insuficientemente investigadas (Bohart, 2000).
El veredicto del Pájaro Bobo
La mayoría de los meta-análisis muestran que, con algunas excepciones, las psicoterapias bien establecidas tienden a ser aproximadamente equivalentes en eficacia (Wampold, Mondin, Moody, Stuch, Benson y Ahn, 1997). Este hallazgo ha sido denominado el veredicto del Pájaro Bobo, después que el Pájaro Bobo en Alicia en el País de las Maravillas declaró después de una carrera que “Todos han ganado, y todos deben tener premios”. En su forma extrema, el veredicto del Pájaro Bobo implica que las modalidades seleccionadas por los practicantes para los trastornos adultos (por ejemplo, conductual, cognitiva, psicodinámica) son esencialmente irrelevantes; la varianza en los resultados de la psicoterapia con casi exclusivamente una función de las variables específicas del terapeuta (por ejemplo, calidez, autenticidad), variables específicas del cliente (por ejemplo, perspicacia psicológica, reactividad al estrés), y su interacción (Wampold, 2001). Algunos han argumentado que la lista de EST es innecesaria dado que virtualmente todas las psicoterapias funcionan igualmente bien (Lundeen, 2005). Sin embargo, hallazgos emergentes de la literatura de resultados de la psicoterapia demuestran que no todas las terapias son igualmente eficaces. Por ejemplo, las terapias conductuales, como la exposición y la prevención de respuesta, tienen a ser más eficaces que las terapias no conductuales para el trastorno obsesivo compulsivo, el trastorno de ansiedad generalizada, y fobia específica, así como también para la mayoría de los trastornos infantiles (Chambless y Ollendick, 2001; Hunsley y DiGuilio, 2002). Más desconcertantemente, la evidencia reciente —mucha de ella ha emergido solamente en la década pasada— sugiere que ciertos tratamientos psicológicos puede producir daño en un número no trivial de individuos (Bleuter, Bongar y Shurkin, 1998; Lambert y Miller, 2001; Rhule, 2005).
Razones acerca de por qué los tratamientos dañinos son importantes
Hipnópolis, Año 9, N° 8-9, Octubre-Noviembre de 2011 5
Hay dos razones principales de por qué los investigadores y los practicantes debieran interesarse en las PHT. Primero, como se advierte en el Código de Etica de la APA (2002), todos los clínicos están obligados a evitar procedimientos que colocan a los clientes en un riesgo indebido de deterioro. El conocimiento acerca de las PHT puede ayudar a los psicoterapeutas a evitar dañar inadvertidamente a sus clientes por medio de intervenciones bien intencionadas pero dañinas. Además, incluso los terapeutas que no administran PHT seguramente encontrarán al menos algunos clientes que buscan PHT como tratamientos adjuntos. Al aprender más acerca de las PHT, esos clínicos pueden ayudar a sus clientes a tomar decisiones más informadas acerca de qué tratamiento deben ser tomados con precaución o deben ser evitados. Segundo, la investigación de los efectos dañinos del tratamiento puede suministrar guías valiosas respecto a los mediadores (mecanismos) subyacentes al deterioro de los clientes en psicoterapia. Algunos de esos mecanismos, como la finalización prematura de la exposición a estímulos provocadores de ansiedad, o el modelaje vicario de comportamiento desadaptativo (véase la sección “Mediadores”), puede operar incluso en las psicoterapia que son típicamente eficaces. Como consecuencia, los mecanismos pueden contribuir al deterioro a corto plazo del cliente o lentificar los progresos del cliente incluso en tratamientos que generalmente producen mejoría. Una mejor comprensión de esos mecanismos puede aportar luces acerca de las fuentes de impedimentos no anticipados en la psicoterapia.
EFECTOS DAÑINOS EN PSICOTERAPIA: PRIMERAS CONCLUSIONES
La posibilidad que el tratamiento produzca deterioro entre los pacientes psiquiátricos fue observado por primera vez hace casi 7 décadas (Masserman y Carmichael, 1938) y ha sido advertido por un número de autores desde entonces (por ejemplo, Stuart, 1970). En las décadas pasadas se ha invocado dos líneas de evidencia para la afirmación que a veces la psicoterapia puede ser dañina: (a) efecto deterioro y (b) tamaño del efecto negativo de los meta-análisis de resultados de psicoterapia. Como se ha señalado a menudo, ninguna línea de evidencia significativa.
Efectos de deterioro
Primero, la literatura de los resultados de psicoterapia acerca de los efectos de deterioro sugiere que un número relativamente pequeño pero no trivial de clientes, con una estimación del 3 al 6% o del 5 al 10%, empeoran después de la psicoterapia (Mohr, 1995; Strupp, Hadley y Gomez- Schwartz, 1977). El la literatura del tratamiento de abuso de sustancias, la cifra estimada de deterioro del cliente ha estado generalmente en el límite superior de este rango, promediando entre el 10% o incluso el 15% (Ilgen y Moos, 2005; Moss, 2005). Una encuesta internacional del resultado de 12 investigadores líderes de psicoterapia reveló un fuerte acuerdo (con una media de
Hipnópolis, Año 9, N° 8-9, Octubre-Noviembre de 2011 6
5,7 en una escala de 7 puntos) con la afirmación, “Aproximadamente el 10% de los clientes empeora como resultado de la terapia” (Boisvert y Faust, 2003). Sin embargo, generalmente los porcentajes de efectos de deterioro generados por los estudios de resultado de la psicoterapia sin potencialmente ignorados, en la medida que aquellos son muy amplios en algunos aspectos y restringidos en otros. Como consecuencia, puede resultar en una sobreestimación de ciertos efectos dañinos y en una subestimación de otros. Esos porcentajes son muy amplios debido a que pueden incluir clientes cuyo deterioro no está relacionado con la psicoterapia; esos clientes podrían haber empeorado incluso sin tratamiento. Al considerar esos porcentajes como evidencia que la terapia induce deterioro, numerosos autores en esta literatura han cometido la falacia de post hoc ergo proper hoc (“después de este, por lo tanto debido a esto”) (véase Friedman, 2006, para un ejemplo reciente en la prensa popular). Los porcentajes de deterioro derivados de los estudios de resultado de la psicoterapia también son muy estrechos debido a que pueden perder clientes que han mejorado después de la psicoterapia, pero que habrían mejorado sin haber recibido terapia. En esos casos, la terapia puede haber producido daño, pero lentamente al ritmo del tiempo ha ocurrido mejoría. La estimación más válida de los efectos de deterioro pueden ser obtenidos de la comparación de grupos asignados al azar a la condición de tratamiento y no tratamiento (Mays y Frnks, 1980). Si significativamente más clientes exhiben bajo estado de funcionamiento después de la terapia, comparados con los que no recibieron tratamiento, uno puede concluir con confianza que el deterioro o la velocidad desacelerada de mejoría fue una consecuencia de la terapia. Sin embargo, están disponibles muy pocas buenas estimaciones de la prevalencia de efectos de deterioro en esos diseños.
Tamaño del efecto negativo en los meta-análisis
Segundo, los meta-análisis de resultados del tratamiento revelan en forma consistente tamaños del efecto negativo en una notable minoría de estudios. Por ejemplo, el meta-análisis germinal de Smith, Glass y Miller (1980) de 475 estudios de resultado de la terapia reveló que el 9% del tamaño era negativo. Algunos meta-análisis posteriores revelaron porcentajes comparables o quizá levemente superiores de tamaño del efecto negativo (por ejemplo, Shapiro y Shapiro, 1982), y un meta-análisis de estudios de tratamientos para problemas conductuales de adolescentes indicó que tanto como el 29% de los tamaños del efecto eran negativos (Lipsey, 1992; véase también McCord, 2003, y Rhule, 2005). Esas cifras hacen surgir la posibilidad que ciertas terapias son dañinas para algunos individuos. Sin embargo, incluso esos porcentajes son difíciles de interpretar debido a que podrían representar amplias variaciones al azar en torno a un tamaño del efecto de cero o incluso a un tamaño del efecto ligeramente positivo. Dada una muestra suficientemente amplia de estudios de tratamientos inefectivos o solamente mínimamente efectivos, uno anticiparía que una cierta proporción de efectos del tamaño serían negativos (Weiss et al., 2005). Por lo tanto, los hallazgos
Hipnópolis, Año 9, N° 8-9, Octubre-Noviembre de 2011 7
de efectos dañinos para tratamientos específicos debieran ser replicados por equipos investigadores independientes para minimizar la posibilidad de resultados al azar. Sin embargo, esta desiderata implica consideraciones éticas complejas (véase más abajo “Replicación independiente”).
IDENTIFICACION DE PHT: PROBLEMAS METODOLOGICOS
Hay un sinnúmero de obstáculos metodológicos para identificar PHT. Discuto los más centrales aquí.
Aumento en la varianza
Un tratamiento puede hacer que ciertos clientes mejoren y que otros empeoren, aumentando por consiguiente la varianza de los resultados más allá que en un grupo control no tratado (May, Tuma y Dixon, 1977). En esos casos, basarse en la media del grupo puede enmascarar la presencia de efectos dañinos. Cuando un tratamiento aumenta la varianza en los resultados, es necesaria la identificación de los moderadores del resultado del tratamiento para predecir que mejorará en oposición al deterioro (o que permanece sin cambiar), como una consecuencia de la psicoterapia. Desde luego, el aumento en la varianza no refleja necesariamente los efectos negativos, en la medida que éstos pueden ser producidos por tratamientos eficaces que aumentan la varianza de los resultados positivos en relación a los tratamientos control. Como consecuencia, los editores de una revista debieran exigir que los investigadores de psicoterapia reporten todos los rangos de puntuación acerca de las principales variables dependientes, ya sea en cuartiles o en algún otro sistema métrico amigable similar. Para las medidas de las variables dependientes dicotómicas (por ejemplo, un intento suicida durante el curso del tratamiento), los editores debieran exigir que los investigadores reporten el “número necesario para daño” (por ejemplo, el número de pacientes que uno necesitaría exponer a la intervención para obtener un resultado dañino comparable con la intervención control; March, Klee y Kremer, 2006; Sierra, 2005).
Diferencias entre los dominios de síntomas
Algunos tratamientos pueden mejorar ciertos síntomas, pero empeorar otros. Por consiguiente, los efectos negativos debieran ser examinados entre los múltiples dominios de síntomas. Cuando un tratamiento está asociado con mejoría en algunos dominios de síntomas, pero con empeoramiento en otros, los clínicos debieran considerar cuidadosamente la tasa costo- beneficio de esta intervención, y discutir los riesgos potenciales de deterioro con sus clientes. Estos problemas no se resuelven con facilidad, y se requiere a menudo una consideración de los
Hipnópolis, Año 9, N° 8-9, Octubre-Noviembre de 2011 8
valores y preferencias del cliente, además de la evidencia científica (APA Task Force on Evidence- Based Practice, 2006). Además, las disminuciones en el funcionamiento después del tratamiento pueden ser reportadas para algunos individuos pero no para otros, ocultando la importancia de obtener datos de resultados provenientes de diversos informantes (Mash y Hunsley, 1993). Por ejemplo, una investigación clásica de las “casualidades” en los grupos de encuentro sugiere que los miembros del grupo perciben deterioro que no percibe el líder del grupo (Yalom y Lieberman, 1971).
Formas múltiples de daños
Como advierte un conocido, los efectos dañinos de la psicoterapia son casi siempre multidimensionales. Estos incluyen empeoramiento de síntomas, la aparición de nuevos síntomas, aumento de la preocupación respecto a los síntomas principales, dependencia excesiva del terapeuta, renuencia a buscar tratamiento futuro (Boisvert, 2003), e incluso daño físico (Mercer, Sarner y Rosa, 2003). Por lo tanto, la evaluación de los fracasos del tratamiento debiera incorporar los dominios múltiples de funcionamiento del individuo, no solamente el deterioro en los síntomas objetivo (Mash y Hunsley, 1993).
Daños a parientes o a amigos
Algunos tratamientos pueden producir daño en los parientes o en los amigos del cliente, o en el cliente mismo. Por ejemplo, algunos tratamientos que son inocuos o incluso efectivos con los clientes podrían producir un aumento del riego de acusaciones falsas de abuso contra miembros de la familia. Como consecuencia, la amplia ecuación de tratamientos dañinos con tratamientos iatrogénicos (es decir, inducidos por el doctor) en la literatura de deterioro debido a la psicoterapia es problemática, en la medida que el término se refiere solamente a los efectos negativos en el cliente.
La inclusión del daño a otros en una definición de los daños inducidos por la psicoterapia implica la necesidad de considerar los factores extra-científicos, como el juicio de valor respecto a las metas apropiadas de la psicoterapia. Por ejemplo, si un tipo específico de psicoterapia individual para individuos con problemas matrimoniales tiende a producir mejoría en los clientes pero aumenta el conflicto con la pareja de los clientes, ¿debiera ser considerado como dañino este efecto colateral? Además, en la terapia de parejas, puede argumentarse que la separación o incluso el divorcio pueden ser resultados deseables cuando ambos miembros de la pareja están experimentando problemas matrimoniales extremos. Como consecuencia, la definición de un efecto dañino puede estar influenciada por consideraciones cargadas de valor que escapan al alcance de este artículo. Este problema no es fácil de resolver y tiene relación con supuestos a menudo no elaborados respecto a qué tipo de cambio es más o menos deseable. Esas complejidades dan énfasis a la necesidad que los investigadores reporten el total de los resultados,
Hipnópolis, Año 9, N° 8-9, Octubre-Noviembre de 2011 9
de modo que los lectores puedan extraer sus propias conclusiones respecto a la presencia de efectos dañinos.
Deterioro a corto y a largo plazo
Algunos tratamientos pueden hacer que los clientes empeoren a corto plazo, pero probar que son eficaces a largo plazo. Por ejemplo, una minoría (quizá el 10-20%) de clientes con trastorno de estrés postraumático (PTSD) muestran clara evidencia de exacerbación de síntomas después de la introducción de un tratamiento de exposición. Sin embargo, los individuos mejoran a la misma tasa que los clientes que no exhiben exacerbación de síntomas (Foa, Zoellner, Feeny, Hembree y Alvarez-Conrad, 2002; tarrier et al., 1999). Además, algunas terapias matrimoniales eficaces producen aumento limitado en el tiempo de conflicto matrimonial tempranamente en el tratamiento (Hunsley y Lee, 1995). Sin embargo, uno debe tener el cuidado de no concluir a partir de esos hallazgos que “los clientes deben empeorar antes de mejorar”. Por cierto, esto ha sido abogado a veces por los proponentes de PHT como una racionalización de los tratamientos fallidos (véase Lilienfeld y Lynn, 2003). Aunque ciertos tratamientos eficaces, especialmente aquellos que enseñan a los clientes a confrontar los estímulos o los conflictos previamente evitados, a veces se produce un aumento en la ansiedad en las sesiones iniciales, no hay evidencia que este sea el caso para todos los tratamientos eficaces. Por lo tanto, los clínicos debieran ser escépticos de los tratamientos que producen una ansiedad inicial que no es habitual. Además, uno puede sospechar que algunos EST podrían ser PHT si se administran en forma inadecuada. Por ejemplo, muchos textos estándar previenen que una duración insuficiente de exposición y prevención de respuesta —es decir, la finalización de la exposición antes que haya ocurrido una habituación adecuada a la ansiedad— puede dar como resultado un empeoramiento de los síntomas de ansiedad del cliente, aunque los datos sistemáticos acerca de este problema son limitados (Shipley y Boudewyns, 1980; Stone y Borkovee, 1975).
Abandono del cliente
Las psicoterapias que son dañinas pueden mostrar tasas elevadas de finalización prematura del cliente (abandonos). Las causas de la finalización prematura son heterogéneas. En ciertos casos, el abandono es atribuible a las exigencias financieras, cambios personales (por ejemplo, traslado a otra ciudad), o a otras variables no relacionadas con la eficacia de la terapia. Sin embargo, en otros casos, el abandono del cliente parece estar relacionado al tratamiento 2 específicamente exitoso o no exitoso. Algunos clientes que abandonan la terapia han mejorado
2 Véase lo que escribe Seligman en 2006 acerca del abandono de pacientes en terapia conductual cognitiva de la depresión: “Hay una notoria tasa de abandono en la terapia cognitiva-conductual (CBT) para la depresión. Al inicio de la CBT, el terapeuta solicita al cliente que registre sus pensamientos pesimistas, auto-críticos y globalmente pesimistas, y después lo ayuda a identificar cómo esos pensamientos causan y mantienen la depresión. Para algunos clientes deprimidos, señalar sus déficit en el pensamiento como un foco exclusivo de la terapia, puede ser contraproducente y
Hipnópolis, Año 9, N° 8-9, Octubre-Noviembre de 2011 10
rápidamente y no perciben la necesidad de continuar en terapia, mientras que otros se han deteriorado y están insatisfechos con el tratamiento (Garfield, 1994; Tehrani, Krussel, Borg y Munk- Jorgesen, 1996). Además, a veces la alianza terapéutica débil es predictora de abandono del cliente (Bakham, 1992), y una alianza débil puede ser por si misma un indicador o un subproducto de una terapia fallida. Como consecuencia, los estudios que comparan solamente a quienes finalizan la terapia (método usado en los “análisis en el tratamiento” versus los grupos no tratamiento pueden subestimar la prevalencia de efectos dañinos. En estudios con tasas de abandono no triviales, los investigadores de resultados de la psicoterapia deben analizar los datos perdidos, los cuales a veces son el resultado del deterioro del cliente. Estas disponibles algunos métodos estadísticos para tratar los datos perdidos, incluyendo (a) imputación múltiple y (b) análisis de “intento de tratamiento”, los cuales incluyen a todos las pacientes asignados al azar a los grupos tratamiento y control. A su vez, los análisis intento de tratamiento pueden estar basados en la última observación, que tratan la medición final para cada paciente así como la observación final de ese individuo, o los análisis de los quienes no finalizan igual al fracaso del tratamiento, en los cuales la terapia considera a los abandonos como fracasos (Gilden, 1998). Ninguno de esos enfoques entrega la estimación más verídica de del deterioro del cliente, en la medida que cada cual se centra en su propio conjunto de suposiciones respecto a las causas del abandono del cliente.
Replicación independiente
Como se advirtió antes, los hallazgos preliminares que ciertas terapias producen efectos dañinos debieran ser interpretados con cautela, en espera de la replicación por equipos de investigación independientes. Sin embargo, se presentan obstáculos éticos serios para replicar los efectos iatrogénicos, porque los investigadores comprensiblemente pueden ser renuentes a efectuar estudios de terapias en las que los estudios iniciales han encontrado que son potencialmente iatrogénicas. Además, puede ser anti-ético asignar clientes al azar a tratamientos que tienen un riesgo de daño significativo. No hay otra solución para este dilema que estimular a los investigadores, que han identificado efectos iatrogénicos en sus investigaciones, que los reporten acabadamente. No hay buenas estimaciones de la magnitud del efecto “halo” (Rosenthal, 1979) en la literatura acerca de los efectos iatrogénicos de la psicoterapia. En contraste al uso tradicional de este término en psicología, el efecto halo en este cuerpo de investigaciones se refiere a la tendencia de los investigadores de seleccionar (por ejemplo, no publicar) los estudios o seleccionar estudios que muestran resultados opuestos a la dirección anticipada, como opuestos a los resultados nulos.
puede romper la alianza terapéutica. Esta puede ser una de las razones para que algunos adultos terminen prematuramente el tratamiento CBT.”
Seligman, M.; Rashid, T. and Parks, A. (2006) Positive Psychotherapy. American Psychologist, November 2006, 774-788 (Hipnópolis, Año 5, Nº 11, Enero de 2008)
Hipnópolis, Año 9, N° 8-9, Octubre-Noviembre de 2011 11
Algunos estadísticos se han referido como errores de Tipo III a los hallazgos que son opuestos a lo anticipado. La incorporación de todos los estudios de intervención en un banco de datos centralizado que sea públicamente accesible (McCord, 2003; Rhule, 2005) sería una solución parcial a la posible falta de reportes de errores de Tipo III, en la medida que este banco de datos aumentaría la probabilidad que sean reportados todos los resultados relevantes provenientes de esos estudios. Además, las revistas debieran exigir el acceso total a todos los datos de resultados de los estudios de resultados de la psicoterapia, no simplemente la porción de datos de resultados que han sido publicados.
Fortaleza de la evidencia
La fortaleza de la evidencia respecto a los tratamientos dañinos varía marcadamente entre los investigadores. Podemos ordenar la evidencia de los efectos terapéuticos dañinos junto a una jerarquía de certidumbre evidente, con la evidencia más definitiva derivada de los ensayos con asignación al azar controlados (RCT), la evidencia menos definitiva derivada de los estudio cuasi- experimentales que aparejan grupos de comparación, y la evidencia menos definitiva aun derivada de los diseños naturales o los reportes múltiples de casos (véase Ghaemi y Hsu, 2005). Sin embargo, cuando la baja tasa de eventos negativos (por ejemplo, acusación falsa de abuso sexual severo, emergencia inicial de “otras” personalidades, ataques de pánico inicial) aparece consistentemente al poco tiempo después de introducir el tratamiento, debiera dársele peso incluso cuando no derive de estudios RCT.
Identificación y operacionalización de los PHT
Para identificar los PHT, llevé a cabo una investigación en la base de datos PsycINFO, usando por un lado los términos psicoterapia, terapia y tratamiento, y peligroso, dañino, iatrogénico, empeoramiento y deterioro, por el otro lado. Además, consulté las revisiones principales publicadas de los efectos de deterioro de la psicoterapia (por ejemplo, Mohr, 1995; Rhule, 2005; Strupp et al., 1977; Werch y Owen, 2002). Debido a que ninguna de esas revisiones intentó crear una lista de PHT o clasificar a los PHT en términos de los niveles de evidencia de daño, el artículo presente va más allá de las revisiones narrativas previas de los tratamientos peligrosos. Operacionalizo a los tratamientos como PHT si cumplen con los tres criterios conjuntos:
1. Han demostrado daño psicológico o físico en los clientes o en otras personas (por ejemplo, los parientes) 2. Los efectos dañinos son duraderos y no reflejan una simple exacerbación a corto plazo de síntomas durante el tratamiento 3. Los efectos dañinos han sido replicados por equipos de investigación independientes
Hipnópolis, Año 9, N° 8-9, Octubre-Noviembre de 2011 12
Para el criterio 1, defino daño psicológico incluyendo no sólo al deterioro, sino que también a la velocidad desacelerada de mejoría que es consecuencia de la psicoterapia. He limitado la definición de daño para incluir solamente a los parientes directos que afecta el tratamiento. Tratamientos que en si mismo son no efectivos pero inocuos pueden producir daño en forma indirecta, la mayoría por exigir “costos oportunistas” como pérdida de tiempo y la energía y el esfuerzo usados en buscar intervenciones que no son beneficiosas (Lilienfeld, 2002). Además, los costos oportunistas pueden impedir que los clientes obtengan intervenciones eficaces. Uno debiera tener en consideración que una amplia variedad de tratamientos psicológicos pueden producir daño indirecto significativo. Los daños generados por los costos oportunistas no debieran ser subestimados. Por ejemplo, un cliente con una fobia específica que se abstiene de la técnica de inundación [flooding] o de la desensibilización sistemática (las que se han encontrado que son eficaces para esta condición; Barlow, 2001) a favor de terapias orientadas al insight, las que se ha encontrado que no son eficaces para las fobias específicas, puede sufrir durante años o décadas de una ansiedad interminable. Williams, Turner y Peer (1985) reportaron que algunos clientes con acrofobia (miedo severo a la altura) que buscaron tratamientos no óptimos tuvieron que tolerar décadas de síntomas de ansiedad debilitante, y que fueron tratados exitosamente en menos de 3 horas de terapia basada en la exposición. Sin embargo, todos los tratamientos inefectivos o no óptimos pueden generar costos oportunistas. Como consecuencia, la incorporación de los costos oportunistas en una definición de tratamientos dañinos daría como resultado en la inclusión de todos los tratamientos que son menos eficaces que los tratamientos más eficaces, en lugar de tratamientos que producen efectos negativos. Como consecuencia, he excluido esos tratamientos de la lista de PHT que satisfacen mi definición de daño. Además, algunos tratamientos pueden no estar en la lista provisional de PHT debido a que no han sido investigados en forma adecuada. Como consecuencia, la ausencia de un tratamiento de la lista provisional de PHT no implica necesariamente que sea seguro. Por ejemplo, hay indicaciones preliminares que (a) ciertos programas de auto ayuda (Rosen, 1987); (b) tratamiento obligado por la corte a esposos abusadores (Feder y Wilson, 2005); (c) tratamientos psicodinámicos para la esquizofrenia (Mueser y Berenbaum, 1990); (d) programas de prevención escolares para comportamientos antisociales, como una consejería escolar que no es de naturaleza cognitivo conductual (Wilson, Gottfredson y Najaka, 2001); y (e) programas psicosociales de visitas en el hogar de enfermeras para individuos que se recuperan de ataques cardíacos (Frasure-Smith et al., 1997; Frasure-Smith, Lesperance, Gravel, Masson, Juneau y Bourassa, 2002) producen efectos dañinos en al menos algunos individuos. Sin embargo, esos
Hipnópolis, Año 9, N° 8-9, Octubre-Noviembre de 2011 13
hallazgos debieran ser considerados como tentativos dada la ausencia de replicación 3 independiente de estudios controlados. Finalmente, al señalar los PHT, he excluido tratamientos somáticos para trastornos psicológicos, incluidas las intervenciones farmacológicas. Sin embargo, al hacer esto, no intento minimizar los riesgos de ciertas intervenciones somáticas. Por ejemplo, la terapia de extracción 4 5 (chelation) , y la terapia hiperbárica de oxígeno para el autismo y otras trastornos del desarrollo
pueden ocasionar riesgos significativos de daño físico (Herbert, Sharp y Gaudiano, 2002; Levy y
Hyman, 2005; Romanczky, Arnstein, Soorya y Gillis, 2003).
3 [N. del T.] ¿A qué tipo de tratamientos para infractores por violencia doméstica está refiriéndose el autor? ¿A tratamientos entregados en forma estándar, que en general usan técnicas de confrontación con los “clientes” obligados, los que muy típicamente evidencian una “precontemplación rebelde” (DiClemente y Velasquez, 2002), y sin intervenciones individualizadas de pre-tratamiento para fomentar la adherencia del cliente? ¿O a tratamientos individualizados, con intervenciones motivacionales de pre-tratamiento, que buscan fomentar la adherencia del cliente al trabajar en torno al alcance de objetivos valorados por el cliente?
4 [N. del T.] “La palabra chelation está derivada de la palabra griega “chele” que significa pinza (como el de un escorpión o de un cangrejo). El concepto de extracción (chelation) está basado en la observación que cierto aminoácido complejo denominado EDTA (etileno-diamino-tetra-ácido acético) está en contacto con ciertos metales con carga positiva y otras sustancias como conductores, acero, cobre, calcio, magnesio, zinc, plutonio y manganeso, las atrapa y las remueve (de ahí el término pinza). La terapia de extracción es el proceso de remover del cuerpo los materiales iónicos indeseables, por medio de la infusión, o tomar oralmente, un compuesto orgánico que posee ciertas propiedades de pinza.” (Fuente: http://www.holistic-online.com/Chelation/chel_introduction.htm)
El sitio Web indica lo siguiente acerca de la terapia de extracción y la salud mental: “Los investigadores han advertido que los pacientes que han tenido tratamiento de extracción están menos deprimidos. Están más alertas y tienen una mejor concentración y memoria. Los oponentes de la terapia de extracción afirman que este es un “efecto placebo”. Los terapeutas de la extracción atribuyen esta mejoría en la salud mental a una mejoría en la nutrición celular, como un resultado de una mejor circulación debido al tratamiento de extracción. Otra posibilidad es que al remover las toxinas dañinas del flujo sanguíneo, el cerebro y el sistema nervioso central están protegidos de los efectos dañinos de esas toxinas. Esta mejoría en el funcionamiento del cerebro se traduce en una mejor memoria y condiciones mentales.” (Fuente: http://www.holistic-online.com/Chelation/chel_ben_mental.htm)
5 [N. del T.] La “cámara hiperbárica” es un cilindro de acero, cerrado herméticamente, que tiene como función aumentar la presión atmosférica que se utiliza para dar tratamiento a los buzos que han sufrido del “mal de presión” (o enfermedad por descompresión inadecuada). Este trastorno se produce cuando una persona que está sometida a altas presiones por períodos prolongados, lo que provoca una mayor concentración de nitrógeno en la sangre. Si el retorno a la superficie es demasiado rápido, no se alcanza a eliminar este gas por los pulmones y se transforma en pequeñas burbujas en la sangre, provocando dolores articulares osteomusculares, e incluso daño neurológico y cerebral. (Fuente: http://www.hnt.cl/p4_hospital/site/pags/20030402110444.html)
“A través de los años, los investigadores médicos han encontrado usos terapéuticos adicionales para las cámaras hiperbáricas. Por ejemplo, la terapia hiperbárica (HBOT) puede acelerar el desarrollo de las venas, mejorando los resultados de ciertos tipos de ulceraciones, gangrena, enfermedad del miocardio y otras condiciones. La HBOT es efectuada en un hospital, en una cámara que no es portátil. En años recientes, algunos doctores han teorizado que la HBOT podría mejorar síntomas del autismo al aumentar el oxígeno y reducir la inflamación y la hipo-perfusión (falta de oxígeno) en el cerebro. No hay acuerdo en la comunidad científica que la inflamación o la falta de oxígeno ocasione autismo —o que incluso estén asociados con el autismo. A pesar de la falta de evidencia científica para la HBOT como un tratamiento útil para el autismo, la evidencia anecdótica y el rumor ha hecho que los padres de niños con autismo se interesen en esta opción. Debido a que este tratamiento no ha sido científicamente verificado, parece prematuro usarlo. De acuerdo a Rossignol hay riesgos de efectos colaterales cuando se usa la HPOT, incluyendo dolor en los oídos, miopía reversible, y ataques convulsivos.” (Fuente: http://autism.about.com/od/alternativetreatmens/f/hbotfaq.htm)
Hipnópolis, Año 9, N° 8-9, Octubre-Noviembre de 2011 14
De acuerdo con la jerarquía de evidencia descrita anteriormente, he agrupado a los PHT en dos “niveles” amplios y bastante groseros en base a la solidez de la evidencia para los efectos dañinos: (a) aquellos que probablemente producen daños en algunos clientes y (b) aquellos que posiblemente producen daño en algunos clientes (véase la Tabla 1). Al distinguir entre estos dos niveles, he dado peso particular a tres factores: (a) la validez interna de los estudios (véase Ghaemi y Hsu, 2005), (b) la replicación de hallazgos por investigadores independientes, y (c) la aparición de nuevos síntomas inmediatamente después de la introducción de la psicoterapia. Específicamente, he ubicado PHT en el Nivel I (daño probable) si la evidencia de daño proviene de (a) RCT que han sido replicados al menos por un equipo de investigación independiente, (b) meta-análisis de RCT, o (c) la emergencia consistente y súbita de eventos adversos con una tasa baja después de la introducción de la terapia. He colocado PHT en el Nivel II (daño posible) si la evidencia del daño proviene de (a) diseños cuasi-experimentales que han sido replicados por al menos un equipo de investigación independiente o (b) replicación de diseños de caso único. Sin embargo, los lectores debieran comprender que la distinción entre esos dos niveles es preliminar dado el estado actual de la literatura de la investigación. La lista de PHT ofrecida aquí es provisional y está abierta a la revisión. En realidad, uno podría esperar que esta lista evolucione a través del tiempo por medio de la crítica constructiva de los investigadores de psicoterapia y los clínicos, y con la adición de nuevos datos de resultados de tratamientos. La lista no está necesariamente acabada, dado que ciertas investigaciones pueden haber obtenido efectos dañinos inesperados (errores de Tipo III) que no fueron reportados por los autores. Sin embargo, esta lista representa un esfuerzo inicial en la literatura psicológica de los pares para suministrar una taxonomía sistemática de PHT (véase también Lilienfeld, Fowler, Lohr y Lynn, 2005, para una lista preliminar). Me refiero a esos tratamientos como “potencialmente” dañinos debido a dos razones: (a) La evidencia de los efectos dañinos para algunos tratamientos en esta lista es muy sugerente, pero no definitiva, y (b) es improbable que alguno de los tratamientos en esta lista sean dañinos para todos los individuos expuestos a ellos.
Tabla 1
Lista provisional de Terapias Potencialmente Dañinas
Intervención Daño potencial Fuente primaria de evidencia Nivel I (probablemente dañino para algunos individuos) Debriefing de incidente crítico de Elevado riesgo para síntomas de RCT estrés estrés postraumático
Intervenciones para asustar (Scared Exacerbación de problemas de RCT Straight intervention) conducta Comunicación facilitada Acusaciones falsas de abuso infantil Baja tasa de eventos replicados en contra miembros de la familia reportes de caso Terapias de vínculo (por ejemplo, Muerte y daño serio a niños Baja tasa de eventos replicados en volver a nacer [rebirthing] reportes de caso Técnicas de recuperación de la Producción de falsos recuerdos de Baja tasa de eventos replicados en
Hipnópolis, Año 9, N° 8-9, Octubre-Noviembre de 2011 15
memoria trauma reportes de caso Terapia con orientación DID Inducción de personalidades “alter Baja tasa de eventos replicados en ego” reportes de caso Consejería de duelo con individuos Aumento en los síntomas Meta-análisis con reacciones normales de duelo depresivos Terapias expresivas-experienciales Exacerbación de emociones RCT dolorosas Intervenciones de campo de botas Exacerbación de problemas de Meta-análisis para trastornos de conducta conducta Programas DARE Aumento del consumo de alcohol y RCT otras sustancias (por ejemplo, cigarrillos) Nivel II (posiblemente dañino para algunos individuos) Intervenciones de grupos de pares Exacerbación de problemas de Estudios cuasi-experimentales para trastornos de conducta conducta Tratamientos de relajación a Inducción de ataques de pánico Replicación de diseños de caso pacientes con tendencia a único experimentar ataques de pánico Notas, RCT = ensayos controlados con asignación al azar de los sujetos; DID = trastorno disociativo de la identidad; DARE = abuso de drogas y educación de resistencia
UNA LISTA PROVISIONAL DE PHT
Nivel I: Tratamientos que probablemente producen daño en algunos individuos
6 Debriefing de incidente crítico de estrés (CISD)
El CISD está diseñado para prevenir síntomas de estrés postraumático (PTSD) y trastornos de ansiedad relacionados entre individuos expuestos a estresores extremos. Típicamente, es un procedimiento en una sola sesión que dura de 3 a 4 horas, aunque es ocasionalmente efectuada en varias sesiones. La CISD es efectuada generalmente en grupos y administrada entre las 24 a las 72 horas del evento traumático (Lohr, Hooke, Gist y Tolin, 2003). Los terapeutas CISD (a) estimulan a los miembros del grupo a conversar y “procesar” sus emociones negativas, (b) educar acerca de los síntomas de PTSD que es probable que experimenten los miembros del grupo, y (c) desalentar a los miembros que quieren retirarse una vez que se ha iniciado la sesión. El meta-análisis de Lizt, Gray, Bryant y Adler (2002) de RCT de CISD versus condiciones sin tratamiento o tratamiento alternativo control exhibió un tamaño del efecto total de d = —0,11 para los síntomas de PTSD. Algunos estudios controlados indican que la CISD es inefectiva para proteger de síntomas de PTSD a individuos expuestos a trauma. Además, dos RCT sugieren que la CISD tiene efectos dañinos a largo plazo, quizá
impidiendo los procesos de recuperación naturales (véase McNally, Bryant y Ehlers, 2003; Rose,
6 [N. del T.] Se ha conservado el nombre original en inglés, ya que así ha sido difundido este enfoque, y que se hizo especialmente conocido por los colegas chileno con posterioridad al mega-terremoto del 27 de febrero de 2010 (“27/F”, como lo nombran los periodistas chilenos, imitando torpemente a sus colegas estadounidenses en referencia al atentado a las Torres Gemelas en Nueva York).
Hipnópolis, Año 9, N° 8-9, Octubre-Noviembre de 2011 16
Bixon y Wessely, 2001). Bisson, Jenkins, Alexander y Bannister (1997) encontraron que las víctimas de quemaduras asignadas al azar a CISD evidenciaron síntomas significativamente superiores de PTSD y de ansiedad generalizada en un seguimiento de 13 meses, que las víctimas de quemadura que fueron asignadas al azar a un grupo control sólo de evaluación. Mayou, Ehlers y Hobbs (2000) realizaron un seguimiento de 3 años en un RCT de víctimas de accidentes en vehículos motorizados. Los individuos que recibieron CISD exhibieron niveles significativamente superiores de psicopatología global y ansiedad ante los viajes, pero no síntomas de PSTD per se, que los individuos en un grupo control de sólo evaluación. Un tercer RCT de Sijbrandij, Olff, Reitsma, carlier y Gersons (2006) examinaron los efectos de CISD en individuos expuestos a trauma, en un seguimiento a las 2 semanas, 6 semanas y 6 meses. Los autores encontraron que la CISD no produjo efectos significativos en los síntomas de PTSD al ser comparados con una condición control en cualquier de los período de tiempo considerados. Sin embargo, solamente en el período de seguimiento de 6 semanas, los individuos con una línea base de elevado hiper activación exhibieron significativamente más síntomas de PTSD después de la CISD, en comparación con la condición control. Debido a que este análisis de subgrupo fue realizado con un fundamento post-hoc y reveló evidencia de daño en solamente un punto de tiempo, debiera ser interpretado con cautela. Interesantemente, la mayoría de quienes recibieron CISD reportaron que la encontraban útil, incluso cuando los índices objetivos revelaban algo distinto (Carlier, Lamberts, von Uchelen y Gersons, 1998; McNally et al., 2003). Esta paradoja es explicada con mucha parsimonia por dos hechos: (a) la mayoría de los clientes asignados al azar a grupos CISD, al igual que la mayoría de los individuos expuestos a trauma, tienden a mejorar por si mismos, y (b) la evidencia de los RCT sugiere que esos clientes probablemente hubieran mejorado aun más sin tratamiento. Como consecuencia, los clientes que recibieron CISD pueden haber atribuido erróneamente a la intervención una mejoría que ocurre naturalmente.
Programas “para asustar” (“Scared Straight”)
Los programas “para asustar” intentan ahuyentar a los adolescentes en riesgo de una vida de delitos futuros, al exponerlos a la dura realidad de la vida en la prisión. Esos programas comenzaron al principio de los años 1970 en Nueva Jersey y se hicieron populares después de un documental muy publicitado en 1979. En 1982, un RCT que examinó el programa inicial en Nuevo Jersey reveló que la condición “para asustar” dio como resultado un aumento significativo en los arrestos al ser comparado con condiciones de control sin tratamiento. Los investigadores reportaron resultados similares con los programas de “chicos que pasan un día en el penal” (Lipsey, 1992). Una revisión meta-analítica reciente de siete estudios con asignación de sujetos al azar y estudios cuasi-experimentales controlados de programas “para asustar” demostró que esas intervenciones aumentaban la tasa de delitos en un ratio entre 1,6 y 1,7 a 1 (Petrosino, Turpin- Petrosino y Buehler, 2003).
Hipnópolis, Año 9, N° 8-9, Octubre-Noviembre de 2011 17
Comunicación Facilitada (FC)
La premisa que subyace a la FC es la noción que los defectos de comunicación de los niños autistas son atribuibles primariamente a problemas motores, no cognitivos (Biklen, 1990). Con la ayuda de un facilitador que ofrece resistencia a las manos del niño, los niños con autismo y con otras discapacidades graves del desarrollo pueden producir comunicación por medio del uso de un teclado de computador. Sin embargo, estudios cuidadosamente controlados han demostrado en forma concluyente que las “comunicaciones facilitadas” que se supone son producidas por los niños autistas son generadas inconscientemente por los mismos facilitadores, que sin intención guían las manos de los niños por sobre el teclado (Herbert, Sharp y Gaudiano, 2002; Romanczyk et al., 2003). La FC ha estado asixuada con al menos cinco docenas de acusaciones de abuso sexual infantil contra los padres de niños autistas, la mayoría de la cual nunca ha sido corroborada (Jacobson, Mulick y Schwartz, 1995). En esos casos, las comunicaciones facilitadas fueron generadas ostensiblemente por los mismos facilitadores, que pueden haber sospechado abuso familiar o abrigaron teorías causales implícitas acerca de un vínculo entre el abuso temprano y autismo posterior. Sin embargo, no se sabe si la FC genera más acusaciones de falso abuso que otras técnicas sugestivas (por ejemplo, preguntas repetidas y rápidas a los niños) de un abuso horripilante (Botash et al., 1994).
Terapias de vínculo
Los terapeutas del vínculo sostienen que la separación de los padres biológicos produce a menudo efectos adversos duraderos, incluyendo rabia intensa en los niños. Los terapeutas del vínculo sostienen que esa ira debe ser liberada para que el niño logre un funcionamiento adaptativo. Las técnicas usadas por esos terapeutas a veces son invasivas y agresivas, y pueden incluir abuso verbal y restricción física. Una variante de la terapia del vínculo, terapia del acoger [holding therapy], requiere que los terapeutas o los cuidadores sostengan al niño en los brazos hasta que éste mire con los ojos de los adultos. Otra versión preocupante de la terapia del vínculo, renacimiento, está basada en la noción que el trauma de nacimiento puede generar rabia no procesada que debe ser liberada por medio de la re-actuación del trauma. Durante las sesiones de renacimiento, los terapeutas pueden colocar a los niños bajo cojines, sentarse sobre ellos, y apretarlos en forma repetida en un esfuerzo de simular el proceso de nacimiento. Algunos niños, incluyendo a Candance Newmaker en Colorado en 2000, han sido sofocados hasta la muerte durante las sesiones de renacimiento (Mercer et al., 2003). No se ha efectuado ningún RCT para determinar si el renacimiento, el acoger, y otras terapias de vínculo tienen efectos positivos para problemas conductuales en la infancia (Mercer, 2002).
Técnicas de recuperación de memorias
Hipnópolis, Año 9, N° 8-9, Octubre-Noviembre de 2011 18
Aunque faltan datos de estudios controlados, hay evidencia considerable que los métodos terapéuticos sugestivos, como un terapeuta que interroga rápidamente buscando recuerdos, hipnosis e imaginería guiada, pueden producir una obligación subjetiva a responder y falsos recuerdos en algunos individuos (Lynn, Lock, Loftus, Krachow y Lilienfeld, 2003). Específicamente, hay numerosos reportes por primera vez de clientes adultos de abuso sexual infantil, abuso en un ritual satánico, e incluso abducciones alienígenas, después de la introducción de los métodos de recuperación de recuerdos (Clancy, 2005), e incluso el abuso infantil en la vida pasada parece proveer una “prueba de existencia” que al menos algunos de los recuerdos generados por esos métodos son falsos. Además, hay razones para creer que esos recuerdos pueden ser dañinos para los clientes y los miembros de la familia. Los datos en el Estado de Washington de causas legales derivadas de los recuerdos recuperados, revelan que la ideación suicida se acentuó casi siete veces y que las hospitalizaciones psiquiátricas aumentaron por sobre cinco veces durante el curso de la terapia (véase Dineen, 2001). Sin embargo, debido a que esos datos provienen de estudios no controlados y son una muestra no representativa con sesgos de selección (por ejemplo, casos legales), es difícil estimar el grado real del daño generado por los métodos de recuperación de recuerdos. Aun más, los casos de recuperación de recuerdos han estado asociados con miles de acusaciones no corroboradas contra miembros cercanos de la familia (Australian Psychological Society). La interrogante de si ciertos recuerdos recuperados de trauma son genuinos continúa sin ser resuelta. En el presente no está claro si las técnicas de recuperación de recuerdos desentierran al menos algunos recuerdos genuinos además de la creación de recuerdos falsos (por ejemplo, Schooler, Ambadar y Bendikson, 1997; véase Loftus y Guyer, 2002). Sin embargo, parece que hay poco desacuerdo que esas técnicas están asociadas con la producción de recuerdos falsos en al menos algunos individuos (Lynn et al., 2003).
Terapia con orientación DID (Trastorno disociativo de la personalidad)
Los proponentes de la terapia con orientación DID creen que los pacientes con DID, conocidos anteriormente como trastorno de personalidad múltiple, esconden identidades latentes residentes (“alter egos”) que deben ser traídas a la luz para que el tratamiento progrese con éxito. Muchos alter egos DID están asociados con comportamientos de infringirse daño, intentos suicidas, y agresión verbal y física a terceras personas (American Psychiatric Association, 2000). Además, muchos de esos comportamientos son específicos a solamente un alter ego (Putman, Guroff, Silberman, barban y Post, 1986). Aunque los datos son estrictamente correlacionales, hay razones para sospechar que la presencia de alter egos puede impedir el progreso del tratamiento. En un estudio de pacientes DID en tratamiento, el número de alter egos correlacionó significativamente (r = 0,48) con la duración del tiempo de “fusión”, es decir, la reintegración de los alter ego en una personalidad “única” (Coons, 1984).
Hipnópolis, Año 9, N° 8-9, Octubre-Noviembre de 2011 19
Muchos adeptos a la terapia con orientación DID usan métodos sugestivos, incluyendo preguntas rápidas y contacto con los supuestos alter ego por medio de la hipnosis, introduciendo alter egos, y manipulando la interrelación entre los alter egos (Spanos, 1994). Algunos también intentan recuperar recuerdos de abuso sexual o físico en la infancia, experiencias que los terapeutas con orientación DID creen que es un fuerte factor de riesgo para el DID (pero véase Lilienfeld y Lynn, 2003, y Lilienfeld et al., 1999, para desafíos a ese supuesto). Al menos un destacado terapeuta DID aboga por el uso de un “boletín” en el cual los alter ego DID pueden escribirse mensajes (Putman, 1989); otro destacado terapeuta DID fomenta el uso de “reuniones de directorio internas” como “una buena forma de hacer un mapa del sistema [de alter egos], resolver problemas y recuperar recuerdos” (Ross, 1997, p. 351). Esas y otras técnicas sugestivas son comunes en la comunidad de tratamiento DID (véase Piper, 1997, pp. 61-68). Hay numerosas razones para creer que esas técnicas pueden crear alter ego, en lugar de descubrirlos. Solamente el 10% de los pacientes DID exhiben claros alter egos disociados antes del tratamiento, y el 80% restante emerge en la psicoterapia (Kluft, 1991). Además, el número de alter egos tiende a aumentar en el transcurso de la terapia con orientación DID (Piper, 1997; Ross, Norton y Wozney, 1989). Aunque los terapeutas con orientación DID afirman que esos hallazgos reflejan el descubrimiento y o la creación de alter egos, la convergencia de múltiples líneas de evidencia sugiere que muchos, si es que no la mayoría, de los alter egos son productos de sugestiones inadvertidas del terapeuta (Lilienfeld y Lynn, 2003). Por ejemplo, la mayoría de los diagnósticos de DID provienen de un número pequeño de terapeutas, la mayoría de los cuales son especialistas DID (Mai, 1975); los terapeutas que usan hipnosis tienden a tener más pacientes DID en sus ficheros que los terapeutas que no usan hipnosis (Powell y Gee, 1999); y los estudios de laboratorio indican que los participantes no clínicos a los que se les provee de claves adecuadas pueden reproducir con facilidad los rasgos centrales de DID (Spanos, Weekes y Bertrand, 1985).
Consejería de duelo para el duelo normal
Estudios de la terapia de duelo para individuos que han sufrido la pérdida de un ser amado sugiere la posibilidad de efectos dañinos, al menos entre quienes experimentan reacciones de duelo relativamente normales. Neimeyer (2000) reportó los resultados de un meta-análisis de 23 RCT de terapia de duelo. Encontró un tamaño del efecto promedio de d = 0,13, el cual, aunque bajo, se diferencia significativamente de cero. Sin embargo, la consejería de duelo parece aumentar la varianza en los resultados entre los clientes, respecto a la condición sin tratamiento. Neimeyer (2000) encontró que el 38% de los clientes que habían logrado un funcionamiento superior habían sido asignados a condiciones control sin tratamiento, sugiriendo la posibilidad de efectos iatrogénicos en un subconjunto de individuos expuestos a consejería de duelo. Esos efectos parecieron ser más marcados entre los individuos que experimentaban las reacciones de duelo como “normales” y no
Hipnópolis, Año 9, N° 8-9, Octubre-Noviembre de 2011 20
“traumáticas”, las que fueron operacionalizadas como reacciones a fallecimientos súbitos o inesperados, o en las cuales el duelo duraba mucho. Específicamente, los porcentajes de clientes deteriorados (aquellos que mostraban un peor funcionamiento después de la terapia que al inicio de la misma) se acercaba al 50% en el primer grupo, pero solamente al 17% en el segundo grupos. Se requiere mucha más investigación para determinar los moderadores de los efectos del tratamiento en la consejería del duelo.
Psicoterapias expresivas-experienciales
La investigación sugiere que aunque las psicoterapias expresivo-expettienciales (por ejemplo, psicoterapia centrada en la expresión, Daldrup, Beutler, Engle y Greenberg, 1988; terapia gestalt, Perls, 1969), que se centra en la liberación y experiencia de afectos poderosos, puede ser útil para algunos clientes, pero puede resultar en el deterioro de otros (Mohr, 1995). Dos RCT revelaron que los clientes expuestos a terapias expresivo-experienciales exhibieron tasas más elevadas de deterioro que aquellos en la condición sin tratamiento Beutler, Frank, Schieber, Calvert y Gaines, 1984) o condiciones de tratamiento alternativo (Mohr et al., 1990). Sin embargo, debido a que el último estudio no contiene un grupo control sin tratamiento, las conclusiones respecto al deterioro inducido por la terapia deber tomarse con cautela. Además, aunque en el último estudio el porcentaje de deterioro en pacientes asignados a un grupo expresivo-experiencial (gestalt) fue superior (19%) que en pacientes asignados a grupo de terapia cognitiva (5%), fue idéntico el deterioro en pacientes asignados a un grupo de auto-ayuda (19%). De acuerdo con estudios de psicoterapia análoga, la posibilidad de daño resultante de las terapias experiencial-expresivas sugiere que la liberación de la rabia aumenta la hostilidad (Lewis y Bucher, 1992). Más ampliamente, esos resultados enlazados con los de la investigación, demuestran que la catarsis emocional, especialmente cuando no está acompañada de una reestructuración cognitiva de las situaciones problema, produce el aumento de emociones negativas a largo plazo (Littrell, 1998).
Intervenciones de Campo de Botas para trastornos de conducta
Al igual que los programas “para asustar”, los campos de bota al estilo militar fueron promovidos ampliamente como un enfoque “disuasivo” costo-efectivo para los adolescentes antisociales. Esos programas dan énfasis a la disciplina, obediencia a la autoridad, y adquisición de habilidades sociales apropiadas. Sin embargo, la evidencia respecto a los efectos de los campos de botas en la reincidencia en el delito ha sido marcadamente mezclada (Bottcher y Ezell, 2005; Parent, 2003). Un meta-análisis reciente de estudios RCT y cuasi-experimentales no reveló en general efectos significativos de los campos de botas en el comportamiento antisocial. Cuando se los examina en forma individual, 9 estudios mostraron efectos positivos (véase también Weiss, Wilson y Whitemarsh, 2005, para hallazgos positivos), 8 mostraron efectos iatrogénicos (aumento de la reincidencia), y 12 estudios no mostraron efectos significativos. El meta-análisis no detectó
Hipnópolis, Año 9, N° 8-9, Octubre-Noviembre de 2011 21
ningún moderador (por ejemplo, naturaleza experimental versus cuasi-experimental del diseño; adolescentes infractores versus adultos infractores) que pudiera dar cuenta de esas agudas discrepancias en los estudios (MacKenzie, Wilson y Kider, 2001). Los campos de bota también han estado asociados con algunas muertes muy publicitadas de adolescentes (8 cargos por muerte de adolescentes en campos de botas, 2006), la mayoría de las cuales han sido una consecuencia de violencia física o restricción física excesiva. Similarmente, los programas de terapia de vida salvaje, que intentan enseñar habilidades de afrontamiento a adolescentes problemáticos al exponerlos a ambientes naturales desafiantes, han sido asociados con algunas muertes debido a deshidratación, muerte por inmersión, y otras causas (muertes en terapia de vida salvaje, Utah, 2003). Sin embargo, no es conocido su la tasa de muertes en los campos de botas o en los programas de vida salvaje exceden a las muertes en otros programas o en las prisiones típicas.
Programas de Abuso de drogas y Educación de Resistencia (DARE)
Un número de estudios controlados de programas de prevención de abuso de sustancia, particularmente aquellos enfocados en la prevención del uso de drogas, han mostrado efectos iatrogénicos (Werch y Owen, 2002). El más conocido y más popular de esos programas es el DARE, que usa a oficiales de policía uniformados para enseñar a los niños de escuela (a) el riesgo del uso de drogas y (b) habilidades sociales para resistir la presión para entrar en las drogas. La mayoría de las investigaciones indica que el DARE es casi o totalmente inefectivo (Lynam et al., 1999; MacKillop, Lisman, Weinstein y Rosenbaum, 2003), con muchos estudios que muestran resultados nulos. Además, los resultados de algunos RCT y estudios cuasi-experimentales sugieren que el DARE y programas similares basados en resistir la influencia social realmente pueden aumentar la ingesta de alcohol, y quizá de otros drogas (Werch y Owen, 2002).
Nivel II: Tratamientos que posiblemente producen daños en algunos individuos
Intervención de grupos de pares para trastornos de conducta
Dishion y Andrews (1995) encontraron que los adolescentes participantes en grupos de pares mostraron mayores niveles de comportamientos antisociales y consumo de tabaco que los adolescentes similares participantes en grupos centrados en los padres, en un seguimiento a 1 y a 3 años (Dishion, McCord y Poulin, 1999). Además, los resultados de algunos estudios cuasi- experimentales sugieren que el “entrenamiento en desviación” —es decir, el reforzamiento de los comportamientos antisociales por la conversación del grupo— está asociado con un aumento significativo en la externalización del comportamiento en adolescentes (Dishion, Eddy, Haas, Li y Spracklen, 1997). Sin embargo, un meta-análisis reciente de estudios cuasi-experimentales de intervenciones de grupo de pares para para problemas de conducta encontró poco apoyo para los efectos iatrogénicos, con la posible excepción de la intervención administrada a chicos en el inicio
Hipnópolis, Año 9, N° 8-9, Octubre-Noviembre de 2011 22
de la adolescencia (Weiss et al., 2005). Las razones de esas discrepancias marcadas en los resultados del estudio requieren clarificación.
Tratamientos de relajación de pacientes con tendencia a experimentar ataques de pánico
Datos de pequeñas muestras de estudios experimentales controlados y numerosos reportes de caso sugieren que algunos pacientes con trastorno de pánico experimentan un aumento paradójico en la ansiedad e incluso ataques de pánico inesperados durante la relajación y otros procedimientos caracterizados por un foco aumentado en las sensaciones del cuerpo (Adler, Craske y Barlow, 1987; A.S. Cohen, barlow y Blanchard, 1985; Lynn, Martin y Frauman, 1996). En un estudio experimental (Heide y Borkevec, 1984), porcentajes sustanciales de pacientes con ansiedad generalizada experimentaron en forma similar un incremento en tensión subjetiva y fisiológica durante la relajación progresiva (31%) o meditación (54%). Sin embargo, debido a que no se ha hecho intentos para habituar a los pacientes a la relajación o a la meditación por medio de una exposición graduada u otros procedimientos, esos hallazgos no demuestran que la relajación o la meditación estén inevitablemente asociadas con efectos negativos. Sin embargo, se necesitan estudios controlados para confirmar la ocurrencia de tasas elevadas de pánico y ansiedad entre pacientes expuestos a relajación, comparados con la condición sin tratamiento, y para determinar si esos aumentos duran más allá de las sesiones de terapia. Además, hay evidencia de investigación controlada que a menudo la relajación es un tratamiento adjunto efectivo para individuos con trastorno de pánico, fobias y otros trastornos de ansiedad (Ost, 1987). Por lo tanto, es probable que la relajación sea útil para algunos pacientes con trastorno de ansiedad, pero sea dañina para otros.
IMPLICACIONES DE LA INVESTIGACION DE PHT
Algunos terapeutas han asumido que “hacer algo es siempre mejor que no hacer nada”, y que lo peor de la terapia es que sea inocua (Lilienfeld, Lynn y Lohr, 2003). La literatura revisada aquí desafía ese supuesto y suministra basa para la preocupación debido a la proliferación continuada de terapias de “moda” y “alternativas” (Beyerstein, 2001; Singer y Lalich, 1996). Hay más de 500 “ramas” de psicoterapia (Eisner, 2000), muchas de las cuales no han sido examinadas en ensayos controlados. La literatura revisada aquí sugiere que sería erróneo suponer que esos tratamientos son seguros antes que sean sujetos a pruebas adecuadas.
¿Está extinto el Pájaro Bobo?
El hallazgo que algunos tratamientos sean iatrogénicos indica que el veredicto del Pájaro Bobo, al menos en su forma más fuerte de la hipótesis nula de equivalencia de todas las psicoterapias, es insostenible, debido a que parece que ciertos tratamientos son inefectivos e incluso dañinos. Además de los hallazgos de la especificidad de tratamiento para al menos algunos
Hipnópolis, Año 9, N° 8-9, Octubre-Noviembre de 2011 23
trastornos (por ejemplo, exposición y prevención de respuesta para el trastorno obsesivo compulsivo), los resultados revisados aquí son otra de las razones para declarar que el Pájaro Bobo está extinto (véase Beutler, 2002). ¿Por qué, entonces, muchos autores previos aceptaron que el veredicto del Pájaro Bobo es correcto? En algún grado, es debido probablemente a que la magnitud de los efectos no específicos (por ejemplo, factores del terapeuta) aumentan el peso de los efectos específicos (por ejemplo, modalidad terapéutica) para la mayoría de las condiciones (Wampold, 2001). Sin embargo, la aceptación sin crítica de este veredicto también surge probablemente de la investigación influyente de psicoterapia “auténtica”, es decir, tratamientos que ya están bien establecidos y derivan de principios psicológicos conocidos (por ejemplo, Wampold et al., 1997). Al restringir los meta-análisis a terapias auténticas, como la cognitiva, conductual, interpersonal, humanista, y tratamientos breves, algunos investigadores han restringido, por cierto, el rango de resultados de la psicoterapia y han minimizado, por tanto, la probabilidad de detectar tratamientos inefectivos e incluso dañinos. En esencia, la conclusión que puede extraerse de esos estudios es esta: Cuando examinamos a terapias que parecen estar razonablemente bien aceptadas o que están basadas en premisas teóricas plausibles, las diferencias entre las terapias tiende a ser mínima. Aunque esta conclusión no es trivial, pasa por alto el punto crucial que algunas terapias administradas ampliamente (véase la sección “Prevalencia”) no están aceptadas en la comunidad científica ni derivan de principios teóricos especialmente plausibles. Aunque son típicamente consideradas como psicoterapias alternativas dentro de los confines de la Torre de Marfil [Universidad], esos tratamientos “excluidos” de algunos meta-análisis son importantes desde una perspectiva científica y pragmática.
Los PHT debieran estar primero que los EST
Los hallazgos reportados aquí también implican que el énfasis casi exclusivo del campo en identificar EST está equivocado. Algunos podrían sostener que la lista de EST debiera ser suficiente para responder al problema de los PHT, debido a que los clínicos que restringen sus tratamientos a los EST evitarán necesariamente los PHT. Sin embargo, las encuestas a practicantes demuestran que una pluralidad sustancial o incluso mayoría de practicantes no usan los EST u otras intervenciones basadas en la ciencia. Este parece ser incluso el caso para el tratamiento de los trastornos de ansiedad (por ejemplo, trastorno obsesivo compulsivo, trastorno de pánico, fobias), para los cuales hay evidencia sólida que las intervenciones conductuales y cognitivo conductuales (por ejemplo, exposición y prevención de respuesta) son superiores a la mayoría de otras intervenciones (por ejemplo, Freihet, Vye, Swan y Cady, 2004; Goisman, Warshaw y Keller, 1999). El esfuerzo de identificar EST tiene un mérito considerable para muchos propósitos. Por ejemplo, el movimiento EST ha ayudado a colocar el campo de la psicoterapia en una senda científica más sólida, y ah ayudado a los terapeutas y a los consumidores de salud mental con la
Hipnópolis, Año 9, N° 8-9, Octubre-Noviembre de 2011 24
tarea a menudo desconcertante de distinguir los tratamientos eficaces de los no eficaces (Barlow, Levitt y Bufka, 1999; Chambless y Ollendick, 2001; pero véase Westen et al., para una crítica). Además, el foco en los PHT no es inconsistente con el esfuerzo de identificar y diseminar EST a la comunidad clínica, y ambos esfuerzos pueden realizarse en forma simultánea. Sin embargo, no necesitamos resolver la disputa científica, conceptual y pragmática respecto a los EST para hacer progresos significativos para disminuir el uso de PHT. Dada la primera responsabilidad de los clínicos de no ocasionar daños, el esfuerzo por identificar PHT es considerablemente más imperioso que la necesidad de identificar EST, y debiera dársele una prioridad elevada. Como ya se ha advertido, la investigación demuestra que un amplio conjunto de terapias funciona bien para numerosas condiciones psicológicas (Wampold et al., 1997). En efecto, mucho del movimiento EST contemporáneo representa un intento por detectar diferencias relativamente menores en la eficacia entre tratamientos que es probable que sean razonablemente seguros y efectivos. Nuestro campo debiera dar prioridad a los tratamientos que son demostrablemente dañinos o inefectivos, y diseminar esta información a los practicantes, a los estudiantes en entrenamiento, a los clientes potenciales y a las organizaciones de salud, y a la prensa. Además, a los terapeutas que administran técnicas que están asociadas con riesgo significativo de daño debiera exigírseles que informen explícitamente a sus clientes de los riesgos. Desde el punto de vista de los consumidores de salud mental, es probablemente más crítico informarlos de los peores tratamientos, que los mejores. Además, desde punto de vista puramente pragmático, puede ser más fácil proscribir que prescribir prácticas clínicas. Este enfoque puede ser el medio más eficiente para proteger a los clientes de los tratamientos que pueden hacer que empeoren. Es decir, solicitar a los practicantes que no entreguen un número circunscrito de intervenciones dañinas o intervenciones que son demostrablemente infectivas puede ser una meta a corto plazo más realista que solicitarles que efectúen un cambio en sus modos favoritos de psicoterapia. Una de las críticas de mayor peso al movimiento EST es que otorga a los terapeutas la libertad y la flexibilidad para administrar sus intervenciones favoritas y experimentar con variantes potencialmente útiles de esas intervenciones (Bohart, 2000; Fox, 2000). No obstante los méritos y deméritos de este argumento, parece que es probable que un mayor énfasis en los PHT respecto a los EST, sería más fácil y más rápidamente implementado, así como también sería más fácilmente adoptado por los practicantes que prefieren modalidades terapéuticas que están sub-representadas en la lista de EST (por ejemplo, psicodinámica, humanista; véase Westen, Novotny y Thompson-Brenner, 2004). Los proponentes y los opositores del movimiento EST debieran ser capaces de encontrar un terreno común y un punto central: Los tratamientos que tienen el potencial de producir daño debieran ser evitados o, en el caso de tratamiento que tienen efectos positivos y negativos, ser implementados con precaución. Un mayor énfasis en los PHT podría ayudar a estrechar la brecha entre los científicos y los practicantes (Fox, 1996; Tavris, 2003), al centrar los esfuerzos de los
Hipnópolis, Año 9, N° 8-9, Octubre-Noviembre de 2011 25
proponentes y los oponentes a los EST en un punto de consenso significativo —la prescripción ética que lo primero es no dañar.
DIRECCIONES PARA LA INVESTIGACION FUTURA
En muchos aspectos, la recién naciente literatura de los tratamientos dañinos genera más interrogantes que respuestas. Aquí abordo las cinco interrogantes principales no resueltas respecto a los PHT.
Prevalencia de los PHT
Como se advirtió anteriormente, están disponibles pocos datos acerca de la prevalencia de efectos de deterioro en los estudios que comparan condiciones de tratamiento y condición control sin tratamiento. En forma similar, hay sorprendentemente pocos datos acerca de la prevalencia de los PHT. Sin embargo, hay amplias razones para creer que al menos algunos PHT son ampliamente administrados, incluso por terapeutas con educación y entrenamiento avanzados. Por ejemplo, encuestas a psicoterapeutas de nivel doctoral (Ph.D. y Psy.D.) a mediado de los años 1990 indicaron que alrededor del 25% usaba en forma regular dos o más técnicas de recuperación de recuerdos, como la hipnosis y la imaginería guiada, para descubrir abuso sexual infantil en las clientes mujeres (Polusny y Folette, 1996; Poole, Lindsay, Memon y Bull, 1995). Sin embargo, faltan datos sistemáticos del uso contemporáneo de esos métodos. Los consejeros que administran CISD son probablemente miles; posteriormente al ataque terrorista del 11de septiembre de 2001, una firma CISD en Atlanta despachó a terapeutas a 200 compañías en la ciudad de Nueva York (McNally et al., 2003). La FC continúa siendo popular en muchas comunidades de los Estados Unidos; los profesionales esyán usándola en aproximadamente 200 escuelas de niños en Whittier, California (Rubin y Rubin, 2005). Al principio de los años 1990, los programas DARE estaban siendo implementados en casi la mitad de todos los distritos escolares de Estados Unidos (MacKillop et al., 2003). Mientras que en 1996, estaban operando en 27 estados 48 campos de botas para adolescentes con problemas de conducta (MacKenzie, Gover, Armstrong y Mitchell, 2001). Sin embargo, se necesitan muchos más datos para estar seguros de la prevalencia de esos y otros PHT, así como también las variables que se correlacionan con su uso. Se necesita realizar una encuesta acerca del uso de PHT en la comunidad clínica. Por ejemplo, no se sabe si el uso de PHT se correlaciona con el nivel de educación (por ejemplo, nivel doctoral versus nivel de magister) o la orientación teórica (por ejemplo, conductual versus humanista). Aunque esos datos demostraran que el uso de PHT estuviera más extendido entre no psicólogos (por ejemplo, trabajadores sociales, consejeros matrimoniales y familiares, enfermeras psiquiátricas, para-profesionales entrenados) que entre los psicólogos, eso hallazgo no absolvería a los psicólogos de la responsabilidad de conocer esos tratamientos y sus riesgos potenciales.
Hipnópolis, Año 9, N° 8-9, Octubre-Noviembre de 2011 26
Como se advirtió más arriba, un número de clientes vistos por psicólogos puede buscar PHT como intervenciones adjuntas. Además, muchos psicólogos practicantes pueden colaborar o interactuar con colegas no psicólogos que administran PHT. Esos hallazgos darían un fuerte ímpetu a las principales organizaciones profesionales dentro de la psicología, como la Asociación para la Ciencia Psicológica y la APA, para el establecimiento de alianzas con organizaciones en otras profesiones de la salud mental, para minimizar la administración y la diseminación de los PHT.
Razones para la continuación de la popularidad de los PHT
¿Por qué algunos PHT continúan siendo populares en ciertos sectores de la comunidad clínica a pesar de la evidencia de sus efectos potencialmente dañinos? La respuesta a esta interrogante merece por si misma una investigación. La mayoría de esas intervenciones surgen de una necesidad percibida dentro de la comunidad de la salud mental, y es probable que una mayoría abrumadora de practicantes que los administren actúen con las mejores intenciones. Sin embargo, la investigación social-psicológica acerca de la perseverancia de las creencias ha demostrado que las creencias firmemente sostenidas pueden ser sorprendentemente resistentes a la evidencia contradictoria (Anderson, Lepper y Ross, 1980). A su vez, las creencias persistentes respecto a la eficacia de los PHT puede estar mediada por las atribuciones acerca de las causas del deterioro de los clientes. Por ejemplo, la literatura acerca de los sesgos disposicionales en psicoterapia (por ejemplo, Chen, Froehle y Morran, 1997) sugieren que los individuos pueden a menudo atribuir el deterioro del cliente a variables de las diferencias individuales, incluso cuando los factores terapéuticos con los responsables. Además, un sinnúmero de variables puede llevar a los individuos a engañarse al concluir que los tratamientos ineficaces o incluso dañinos con eficaces (véase Beyerstein, 1997, para un artículo que debiera exigírseles leer a todos los estudiantes de psicología clínica y consejería). En el caso de los PHT, parece plausible que los tratamientos que producen una velocidad desacelerada de mejoría, como el CISD, es más probable que engañen a los observadores que aquellos que producen deterioro, en la medida que aquellos son seguidos por un alivio en los síntomas. Esta intrigante posibilidad debiera ser examinada en investigaciones controladas. Además, algunos PHT pueden parecer que son eficaces debido a que muchos individuos sobrestiman la prevalencia de efectos negativos sin tratamiento (véase también P. Cohen y Cohen, 1984, para una discusión de las ilusiones de los clínicos). Por ejemplo, muchos profesionales de la salud mental creen que la mayoría de los individuos expuestos a trauma severo desarrollan PTSD, cuando de hecho los datos controlados indican que el 75% o más de individuos expuestos a trauma no desarrollan PTSD (Sommer y Satel, 2005). Como resultado, algunos practicantes pueden atribuir en forma errónea los efectos negativos del CISD, por ejemplo, los efectos del trauma en lugar de la intervención por si misma. Muchos padres y proponentes de los programas DARE pueden concluir similarmente que esas intervenciones son eficaces debido a que sobrestiman el número de niños y adolescentes que abusan de las drogas (Lynam et al., 1999). En
Hipnópolis, Año 9, N° 8-9, Octubre-Noviembre de 2011 27
consecuencia, quienes abogan por los programas DARE pueden observar que algunos niños y adolescentes presentan comportamientos problema después de esta intervención, pero no atribuyen esos comportamientos a efectos negativos del tratamiento.
Variables del terapeuta
Será importante identificar las variables del terapeuta que predisponen a que la terapia induzca deterioro, y examinar sus interacciones potenciales con los PHT. Hay hallazgos paralelos en la literatura de resultados de la psicoterapia para las terapias eficaces (Wampold, 2001), las variables del terapeuta pueden dar cuenta de una considerable mayor varianza que la modalidad terapéutica en el deterioro inducido por el tratamiento. Por ejemplo, hay indicaciones que el terapeuta o los líderes de grupos de encuentro que son carismáticos, pero muy confrontacionales e invasivos pueden colocar a los clientes en riesgo de deterioro (Mohr, 1995; Yalom y Lieberman, 1971). Quizá no sea sorprendente que los bajos niveles de empatía y calidez del terapeuta, ya sea que sean puntuados por los clientes o los mismos terapeutas, predigan el deterioro del cliente (Lafferty, Beutler y Crago, 1989; Mohr, 1995). Como han observado algunos autores, la identificación de terapeutas potencialmente dañinos puede ser aun más importante que la identificación de terapias potencialmente dañinas (C. Boisvert, comunicación personal, Febrero de 2006). Sin embargo, parece probable que en la varianza del deterioro del cliente, al igual que la varianza en la mejoría del cliente en las terapias eficaces, es atribuible a los efectos de la terapia y del terapeuta medidos en forma independiente. No se sabe si esas dos fuentes de varianza son aditivas, multiplicativas (interactivas), o ambas en su influencia.
Variables del cliente
También hay sugerencias que las diferencias individuales de los clientes, como niveles elevados de rasgos de personalidad limítrofe (Mohr, 1995) y quizá rasgos de personalidad psicopática (Harris, Ribe y Cormier, 1994; pero para una perspectiva opuesta véase D’Silva, Duggan y McCarthy, 2004; Skeem, Monahan y Mulvey, 2002), a veces contribuyen al deterioro. Sin embargo, muchas de las conclusiones extraídas de esos estudios son cuestionables, debido a que el deterioro observado en clientes con esos niveles de esos rasgos puede haber ocurrido incluso sin tratamiento. Para dar por sentado si el deterioro entre esos clientes es atribuible a la psicoterapia, será necesario detectar interacciones replicables estadísticamente entre variables de las diferencias individuales de los clientes y la presencia versus ausencia de tratamiento. Esas interacciones responden a la interrogante de si ciertos rasgos del cliente empeoran como resultado de la psicoterapia. Además, será importante examinar las variables del cliente como moderadoras potenciales de los resultados de los PHT, en la medida que algunos PHT pueden ser dañinos para algunos clientes y no para otros. Por ejemplo, el CISD puede ser especialmente dañino para clientes cuya estrategia preferida de afrontamiento es la supresión de la emoción, pero menos dañino o incluso
Hipnópolis, Año 9, N° 8-9, Octubre-Noviembre de 2011 28
levemente eficaz para clientes cuya estrategia preferida de afrontamiento es la expresión emocional. Además, es probable que la relajación pueda inducir ataques de pánico en individuos con elevados niveles de absorción propensos a la ansiedad (Tellegen y Atkinson, 1974), una disposición a sumergirse en experiencias sensoriales o imaginarias (Lilienfeld, 1997).
Mediadores
Finalmente, será necesario descubrir mediadores de los efectos dañinos en psicoterapia (véase Bootzin y Bailey, 2005, para una discusión fructífera). La identificación de esos mediadores aportará importante conocimiento acerca de los mecanismos etiológicos del deterioro inducido por el tratamiento. Como se advirtió antes, muchos de esos mediadores pueden operar de tiempo en tiempo, aunque en una forma atenuada, incluso en terapias que generalmente son eficaces. Como consecuencia, esos mediadores pueden ayudar a identificar los mecanismos de los tratamientos dañinos en una amplia modalidad de tratamientos. Por ejemplo, los efectos negativos del CISD pueden ser atribuidos a la finalización prematura de la exposición al estímulo provocador de ansiedad, la cual puede dejar a los clientes más ansiosos al final que al principio de la sesión. Procesos similares pueden estar operando en las terapias expresivo-experienciales, las que pueden estimular a algunos clientes a expresar intensamente afectos productores de ansiedad antes que aquellos hayan tenido la oportunidad de habituarse adecuadamente. Alternativamente, los efectos negativos del CISD pueden deberse a la tendencia de los terapeutas a anticipar síntomas de PTSD en clientes expuestos a trauma, creando por lo tanto una profecía de auto-cumplimiento en la cual los clientes aceptan pasivamente los síntomas en lugar de intentar superarlos (Bootzin y Bailey, 2005; Sijbrandij et al., 2006; véase también Boisvert y Faust, 2002). Los efectos dañinos de los programas Para Asustar y los campos de botas pueden ser atribuibles a la exposición vicaria de los infractores juveniles a modelos criminales, al resentimiento engendrado por las interacciones confrontacionales, o por ambos factores. Los efectos negativos probables de algunos programas DARE para el consumo de sustancias pueden ser atribuidos a la normalización inadvertida del uso de sustancias relativamente moderadas (por ejemplo, alcohol), dando como resultado un foco excesivo en sustancias severas (por ejemplo, cocaína, heroína; véase Rhule, 2005; Werch y Owen, 2002). Finalmente, los efectos negativos posibles de la relajación en pacientes con tendencia a experimentar ataques de pánico pueden ser atribuibles al aumento en el foco de esos individuos en sensaciones interoceptivas (por ejemplo, respiración) que malinterpretan como síntomas de ansiedad (Adler et al., 1987). Por más fascinantes sean esas explicaciones, son solamente conjeturas, debido a que muy pocos investigadores han examinado los mediadores de los efectos dañinos. La lista mencionada anteriormente de mediadores potenciales apenas escarba la superficie de los mecanismos posibles que subyacen a la terapia que induce deterioro. Sin embargo, una mayor discusión de esos mediadores sería prematura dada la ausencia de investigaciones controladas que hayan
Hipnópolis, Año 9, N° 8-9, Octubre-Noviembre de 2011 29
incorporado mediciones de los mediadores potenciales de deterioro. Los investigadores que realizan investigaciones acerca de los PHT o de las variantes de esas intervenciones debieran incorporar mediciones de mediadores potenciales de deterioro. La investigación de esos mediadores puede ayudar a los investigadores y a los practicantes a comprender mejor las razones para la terapia que induce deterioro y permitirles diseñar tratamientos nuevos, o rediseñar los tratamientos existentes, para minimizar el riesgo de daño a los clientes. En realidad, al menos algunos PHT podrían convertirse en tratamientos eficaces si se les hicieran modificaciones. Por ejemplo, variantes de CISDF que incorporaran exposición prolongada y aseguraran una habituación adecuada a la imaginería provocadora de ansiedad podrían probar ser eficaces, aunque se requiere investigación controlada para investigar esta posibilidad. Además, la investigación de esos mediadores puede, por último, colocar a los investigadores en la dirección de los principios subyacentes del cambio negativo, como una finalización prematura de la exposición, exposición vicaria a modelos de rol negativos, e indicción de recuerdos traumáticos falsos, que se encuentran en numerosas técnicas específicas (para una discusión de los principios jerárquicos del cambio terapéutico, véase Castonguay y Bleuter, 2006; Rosen y Davison, 2003). A largo plazo, un catálogo de esos principios subyacentes podría probar ser más informativo y parsimonioso que un catálogo de PHT, aunque tiene que verse si puede identificarse un conjunto de principios jerárquicos subyacentes a la mayoría o a todas las formas de terapia que inducen deterioro.
CONCLUSION
Es tiempo que los investigadores clínicos y los psicoterapeutas se familiaricen con los tratamientos periféricos y los malos tratamientos, incluidos los PHT, algunos de los cuales continúan siendo administrados ampliamente en la comunidad clínica (Beyerstein, 2001; Lilienfeld, 1998; Tavris, 2003). Es tentador cerrar los ojos a esos tratamientos que no pasan la “prueba de sabor” de la credibilidad científica, y que por lo tanto no ameritan una consideración seria. Sin embargo, la investigación de los daños potenciales presentados aquí sugiere que es probable que esta actitud complaciente vaya en detrimento del bienestar de los clientes y de la credibilidad de los profesionales de la salud mental. Debido a que en la psicología falta una FDA para asegurar el monitoreo y el control de calidad de los tratamientos, la profesión debe ser considerablemente más agresiva en su política y confrontar los riesgos de los PHT. En el pasado reciente, el ímpetu principal para restringir el uso de algunos PHT, particularmente las técnicas de recuperación de recuerdos y terapia de orientación DID, no ha provenido desde la profesión psicológica, sino que desde fuera de ésta, en la forma de juicios ampliamente publicitados contra los practicantes (Lynn et al., 2003). Por consiguiente, las principales organizaciones profesionales en psicología debieran jugar un rol más activo en educar a los clínicos acerca de los riesgos de los PHT. Lamentablemente, el
Hipnópolis, Año 9, N° 8-9, Octubre-Noviembre de 2011 30
entrenamiento en algunos PHT, incluyendo el CISD y el renacimiento han sido elegidos para créditos de educación continua de la APA (Wood, Garb, Lilienfeld y Nezworski, 2002). Además, la exposición a la investigación de los PHT y otros tratamientos de eficacia cuestionable (véase Norcross, Koocher y Garofalo, 2006) debiera ser un componente requerido de la educación y el entrenamiento de los profesionales de la salud mental, incluyendo a los psicólogos clínicos, consejeros y escolares; trabajadores sociales; consejeros; psiquiatras; y enfermeras psiquiátricas. Los estudiantes en entrenamiento también necesitan comprender que incluso las intervenciones bienintencionadas a veces producen daño. Sin embargo, se necesita considerablemente más investigación para identificar a los PHT y los mediadores y moderadores de los resultados de los PHT. La lista provisional de PHT presentada aquí debiera ser considerada un trabajo en progreso, para ser revisada y refinada a través del tiempo. Esta lista suministraría señales de advertencia a los terapeutas acerca de cuáles tratamientos evitar, o administrar con mucha precaución. Sin embargo, esta lista per se es en muchos aspectos menos importante que la conclusión que puede ser extraída de ella: Algunos tratamientos psicológicos pueden tener efectos dañinos en ciertos individuos. Por consiguiente, los clínicos deben estar vigilantes acerca de la posibilidad que la terapia provoque daños en su práctica cotidiana. Afortunadamente, el trabajo reciente de Lambert y sus colegas (por ejemplo, véase Lambert et al., 2003, para un meta-análisis) indica un antídoto potencial parcial contra los PHT. Específicamente, esta investigación sugiere que (a) trazar los resultados del cliente por medio de cuestionarios administrados en todas las sesiones, y (b) suministrar una retroalimentación oportuna al clínico de los fracasos en el tratamiento, logra que las ganancias esperadas del tratamiento aumenten significativamente al ser comparadas con la condición control sin retroalimentación. Además, esa retroalimentación reduce la tasa de deterioro sintomático de 4 a 8%. Presumiblemente, este sistema de advertencia permite que el terapeuta realice correcciones en el 7 tratamiento que ha estado generando efectos negativos. La influencia creciente de la salud
gerenciada puede hacer obligatorio el sistema de Lambert en muchos contextos clínicos y puede ayudar a minimizar el riesgo de los PHT. Un número de años atrás, un estudiante de pre-grado en una de mis clases me preguntó 8 muy seriamente si a todos los médicos se les exigía aun el “Juramento Hipócrita” . Afortunadamente, los psicólogos que han adherido a la cláusula de “no dañar” del Código de Etica
7 [N. del T.] Véase: «Haciendo que el tratamiento cuente: Trabajo clínico con bebedores problema, dirigido por los clientes e informado por los resultados» Scott D. Miller, David Mee-Lee, Bill Plum y Mark A. Hubble. Hipnópolis, Año 5, N° 2, Abril de 2007 «La retroalimentación formal al cliente mejora la retención y el resultado: Haciendo factible la evaluación continua y en tiempo real.» S. Miller, B. Duncan, J. Brown, R. Sorrell y M. Chalk. Hipnópolis, Año 7, N° 6, Agosto de 2009
8 [N. del T.] ¡Ja, ja! Un colega amigo chileno acostumbra decir que algunos profesionales de la salud mental hicieron el Juramento “Hipócrita” de pie encima de su billetera; en alusión a los elevados cobros por sus tratamientos, aunque no garantizan la efectividad de los mismos.
Hipnópolis, Año 9, N° 8-9, Octubre-Noviembre de 2011 31
de la APA (2002), pueden evitar fácilmente comportarse en forma hipócrita en su práctica clínica. Al estar en conocimiento de la investigación de PHT y mantenerse al día en la emergente literatura de las intervenciones no seguras, los practicantes clínicos pueden aspirar a las metas loables del Juramento Hipocrático, y por consiguiente cumplir con el mandato solemne de no dañar.
Hipnópolis, Año 9, N° 8-9, Octubre-Noviembre de 2011 32
REFERENCIAS
Hipnópolis, Año 9, N° 8-9, Octubre-Noviembre de 2011 33
Hipnópolis, Año 9, N° 8-9, Octubre-Noviembre de 2011 34
Hipnópolis, Año 9, N° 8-9, Octubre-Noviembre de 2011 35
Hipnópolis, Año 9, N° 8-9, Octubre-Noviembre de 2011 36
Hipnópolis, Año 9, N° 8-9, Octubre-Noviembre de 2011 37
C a r t as al E d i t or
Sres. Des-Editores ¡Qué alegría no recibir su piojoso pasquín!... ¡Por fin los sacaron de la Web!
Tedioso Vinagre
Thanks for remove your poster on the Web. Your action will avoid prosecution for violating the copyright law. Numerous Editors of Psychology Journals
Por favor Editores de Hipnópolis… ¡regresen a la red!… Ya he ajado y descolorido mis ejemplares antiguos de tanto releerlos… y la técnica de externalización para los craving descrita en un artículo de Hipnópolis no me ha servido…
Atentamente, Hipnoadicto
Hipnopolis’ Editors: We announce you that we have forbidden your registration to all Conferences and Seminars organized by our Foundation. The Milton H. Erickson Foundation
Sres. Editores Los felicitamos por su valentía de desafiar la ley de propiedad intelectual del imperio del Tío Sam, y regalarnos traducciones no autorizadas de diversos artículos de interés. ¡Qué excelente utilización de las pequeñas oportunidades que brinda la globalización! ¿Necesitan de nuestra colaboración para pagar su conexión a Internet?
MAPS (Movimiento de Anarco-Psicólog@s)
Recordamos a nuestros lectores que uno de nuestros lemas es colocar gratuitamente a disposición de los lectores hispano-parlantes la traducción/traición de algunos textos que los lectores anglo- parlantes pueden descargar gratuitamente de la Web. Es más, algunos autores debieran pagarnos por difundir sus ideas por los pagos del sur del Cono Sur…
Hipnópolis, Año 9, N° 8-9, Octubre-Noviembre de 2011 38
Artículo Tangencial
Creando sinergia en la práctica: Promoción de la complementariedad entre los enfoques basados en la evidencia y los enfoques posmodernos9
Stephanie Jacobs, Kami Kissil, Dalesa Scott y Maureen Davey
Resumen
Se compara y se contrasta con un lente epistemológico más flexible al posmodernismo y la práctica basada en la evidencia (EBP), con el objetivo primario de la adopción de la práctica basada en la evidencia. Comenzamos revisando los supuestos epistemológicos subyacentes al posmodernismo y a la EBP en el campo de la terapia matrimonial y la terapia familiar (MFT). Después discutimos cómo esas filosofías contrastantes informan las características y la práctica de los terapeutas en el contexto de la de la investigación de traducción [translational research]10 y la práctica basada en la evidencia. Finalmente, señalamos algunas direcciones prometedoras para una adaptación flexible de la práctica basada en la evidencia, la cual pueden practicar los clínicos modernistas y posmodernistas, y las formas para incorporar algunos de esos principios más flexibles en el entrenamiento clínico de los estudiantes de MFT.
La filosofía moderna y posmoderna de la ciencia continúan influyendo la teoría, la práctica y la investigación en el campo de la terapia matrimonial y la terapia familiar (MFT). Generalmente,
9 Creating Synergy in Practice: Promoting Complementary Between Evidence-Based and Postmodern Approaches. Traducido y publicado aquí sin autorización de Journal of Marital and Family Therapy, 2010, Vol. 36, Nº 2 Traducción del Lic. Pacheco Pereda
10 [N. del T.] “La investigación de traducción es una forma de pensar y efectuar investigación científica para hacer aplicables los resultados de la investigación a la población bajo estudio, y su práctica en las ciencias naturales y biológicas, conductuales y sociales. Por ejemplo, en el campo de la medicina es usada para traducir más rápida y eficientemente los hallazgos de la investigación básica en la práctica médica y, de este modo, obtener resultados significativos, ya sea que éstos sean físicos, mentales o sociales. En la medicina en particular, los financista gubernamentales de la investigación y las compañías farmacéuticas han invertido grandes montos de dinero en investigación básica, y han visto que el retorno de la inversión es menos que el esperado. La investigación de traducción ha llegado a ser vista como la clave, el componente perdido.” (Fuente: http://en.wikipedia.org/wiki/Translational_research)
Véase el siguiente sitio Web gubernamental para conocer acerca de la investigación de traducción: http://commonfund.nih.gov/clinicalresearch/overview-translational.aspx
Véase también: http://ccts.uth.tmc.edu/what-is-translational-research
Hipnópolis, Año 9, N° 8-9, Octubre-Noviembre de 2011 39
ya sea que el clínico utilice un tratamiento empíricamente validado como la Terapia Centrada en Emociones (Johnson y Greenberg, 1988) o una práctica posmoderna como la Terapia Narrativa (White y Epston, 1990), está determinado generalmente por su posición epistemológica moderna o posmoderna. En el campo de la MFT, el debate acerca de la relevancia de las prácticas basadas en la evidencia (EBPs) ha resaltado la tensión entre las epistemologías moderna y posmoderna, lo cual han advertido los académicos (por ejemplo, De Simone, 2006; Larner, 2004; Laugharne y Laugharne, 2002). Por ejemplo, Larmer (2004) describió esta tensión entre los clínicos y los académicos modernos que tienen a valorar y privilegiar los estudios controlados con asignación al azar, y los académicos y los clínicos posmodernos que valoran adicionalmente la evidencia que proviene de la práctica clínica cotidiana, en particular, directamente de las narrativas del cliente. En forma similar, Laugharne y Laugharne (2002) sugirieron que los investigadores, los clínicos y los clientes de los servicios de salud mental tienen a menudo puntos de vista en conflicto —perspectivas que dan cuenta de un filosofía moderna o posmoderna de la ciencia— y que el entendimiento de esos puntos de vista competidores es crucial para un servicio de salud mental efectivo. La tensión entre esos puntos de vista puede impedir una integración de todos los tipos de evidencia, ya sea que ésta provenga de una perspectiva posmoderna o de una más moderna y basada en la evidencia. Tal integración reflejaría una filosofía de la ciencia a la que Larner (2004) se refiere como “paramoderna” (p. 17). Una perspectiva paramoderna reconoce el arte y la ciencia de la terapia, y es capaz de “mantener en tensión a los enfoques moderno y posmoderno” (Larner, 2004, p. 17). Una integración del arte y de la ciencia, o del empirismo y la práctica, permite “una posición terapéutica que es pragmática, creativa, intuitiva y curiosa” (Larner, 2004, p. 32). Para finalizar, una perspectiva “paramoderna” es aquella en la cual creemos que puede movilizar efectivamente hacia adelante al campo de la MFT. La premisa de este artículo es acorde con el contexto del diálogo actual en el campo acerca de las competencias centrales y los factores comunes. Similarmente a las competencias centrales establecidas por la Asociación Estadounidense de la Terapia Matrimonial y de Familia (AAMFT), nos interesamos en la flexibilidad en la práctica y en la investigación, de modo que los tratamientos integrativos puedan ser apoyados al facilitar una adaptación más flexible de la práctica basada en la evidencia, con independencia de la posición epistemológica del terapeuta (por ejemplo, moderno o posmoderno; AAMFT, 2003; Nelson et al., 2007). Esto suministra además una forma viable para la promoción de tratamientos que toman en consideración múltiples variables, como la retroalimentación del cliente, los tratamientos basados en la evidencia, las variables contextuales, los diversos estilos terapéuticos, y los resultados medibles, lo cual está en concordancia con las competencias centrales (AAMFT, 2003). Más recientemente, el debate de los factores comunes (Blow y Sprenkle, 2001; Blow, Sprenkle y Davis, 2007) ha presionado al campo de la MFT para que clarifique los elementos esenciales de los tratamientos efectivos. Blow y Sprenkle (2001) sugirieron que la MFT debiera
Hipnópolis, Año 9, N° 8-9, Octubre-Noviembre de 2011 40
moverse desde modelos teóricos específicos y centrarse más en factores comunes que funcionan en los diversos enfoques integrativos. Sin embargo, el rol y las características de los terapeutas son un factor común, y son considerados como más importantes que el modelo terapéutico a la hora de explicar el cambio terapéutico (Blow et al., 2007). En otras palabras, los modelos funcionan por medio de los terapeutas y dependen de cómo los terapeutas aplican los modelos, lo cual se cree está directamente relacionado con las creencias del terapeuta en el tratamiento y cuán cerca están alineados esos tratamientos a su posición epistemológica. Congruente con el enfoque de los factores comunes, nuestro artículo se centra en la importancia de considerar el rol del terapeuta, en particular la epistemología del terapeuta. En este artículo, fomentamos la maestría de algunos modelos integrativos y la habilidad para flexibilizar a la medida enfoques de tratamiento que facilitan mejor el cambio en los clientes. Este artículo no intenta ser una revisión exhaustiva de la literatura teórica, empírica o metodológica moderna y posmoderna. Por el contrario, tenemos tres objetivos: (a) revisitar algunos de los principios centrales del posmodernismo y el modernismo que han informado el desarrollo del campo de la MFT, (b) considerar las oportunidades que suministran esos principios en la era de la práctica basada en la evidencia, y (c) negociar la tensión entre la práctica como un terapeuta posmoderno y adaptar la práctica basada en la evidencia con lentes epistemológicos más flexibles que integran el arte y la ciencia (Lamer, 2004) de la MFT.
MODERNISMO Y PRACTICA BASADA EN LA EVIDENCIA
Basado en los ideales del racionalismo, el materialismo y el reduccionismo de la Iluminación, el modernismo asume que algo no puede ser válido si no puede ser medido o probado, y tiende a promover teorías universales que intentan explicar toda la experiencia (Laughame, 2004; Laughame y Laughame, 2002). De hecho, el filósofo de la ciencia y el positivismo Karl Popper vio a la ciencia “normal” como la práctica de una teoría dogmática y colocada a prueba en forma genuina, en un intento de falsificar o refutarla; el científico “normal” es alguien entrenado en pensamiento crítico y tiende a preguntar “¿Por qué?” (Worral, 2003). La investigación acerca de cómo y por qué algo funciona para ciertas poblaciones y problemas ha encontrado una nueva voz en la tendencia hacia la EBP en el campo clínico y médico (por ejemplo, 11 Kazdin, 2008) .
11 [N. del T.] Para quienes tuvimos la osadía de estudiar Psicología en la década de los años 1970, los textos a nivel universitario de Psicología General (casados con el conductismo estadounidense), indicaban que los objetivos de la Psicología como ciencia era el descubrimiento de leyes universales acerca del comportamiento humano; y por extensión, de las leyes acerca de la modificación de ese comportamiento. Como no he vuelto a revisar textos básicos de Psicología contemporáneos, no sé cuál es el estado del arte de la definición de Psicología; sin embargo una visita a Wikipedia (http://es.wikipedia.org/wiki/Psicolog%C3%ADa) puede informarnos que los conductistas estadounidenses ya no son los dueños del campo. Para los lectores jóvenes de esta prestigiosa publicación no oficial que pueden no conocer la historia de la Psicología Latinoamericana de los funestos años 1970, les comentamos que estudiar Psicología en estos pagos en esos años era toda una osadía, ya que los insignes soldados de nuestra patria (léase “salvadores de la civilización occidental judeo-cristiana de la influencia extranjerizante de los bolcheviques soviéticos”) cerraron las Escuelas y Facultades por considerar a la carrera
Hipnópolis, Año 9, N° 8-9, Octubre-Noviembre de 2011 41
Los EBP tienden a suministrar más precisión y tratamiento hecho a medida al estimular a los clínicos a usar la más actual y mejor evidencia científica, y su propia competencia clínica —en 12 adición de las necesidades, valores y preferencias del cliente — para tomar decisiones acerca del tratamiento de sus clientes (Ford, Schofield y Hope, 2003; Kazdin, 2008; Roberts, 2000). Aunque primero fue introducida por la comunidad médica, la EBP ha encontrado un terreno sólido en el campo de la MFT. Los enfoques de tratamiento como la Terapia Multisistémica para adolescentes con problemas graves como trastorno de conducta y abuso de sustancias (MST; por ejemplo, Henggler, Pickrel y Brondino, 1999); Terapia Familiar Multidimensional para adolescentes con abuso de sustancias y delincuencia (MDFT; por ejemplo, Liddle, 1999), Terapia Familiar Funcional para trastornos externalizantes en la adolescencia (FFT; por ejemplo, Alexander, Robbins y Sexton, 2000), y la Terapia Centrada en Emociones para tensión matrimonial (EFT; por ejemplo, Johnson y Lebow, 2000) han suministrado tratamientos basados en datos empíricos. La investigación de los resultados y de los procesos de parte de los proponentes de la EBP han identificado mecanismos de cambio claves que han hecho progresar el conocimiento y la práctica clínica. Por ejemplo, Robbins, Alexander y Turner (2000) advirtieron que el reencuadre reduce la defensividad de los comportamientos de la familia en la FFT con familias con jóvenes con problemas de conducta. Johnson y Talman (1997) conectaron la alianza terapéutica al tratamiento exitoso de parejas satisfechas después de 12 semanas de EFT. Esos ejemplos de la investigación EBP son un aporte al conocimiento y la práctica en la profesión de MFT. Además, en la época de un creciente monitoreo de los resultados debido a la observación del tratamiento del cliente por parte de la salud gerenciada, los EBP aportan credibilidad al campo. Sexton, Ridley y Kleiner (2004) argumentaron que se requerían EBP para el avance y el desarrollo de la profesión MFT, y para aumentar su credibilidad por medio de esfuerzos de la investigación para integrar la teoría y la práctica, y por último ayudar a los clínicos a entender a los clientes y a los procesos de cambio. Aunque el movimiento actual basado en la evidencia es un enfoque modernista o positivista que privilegia la evidencia objetiva para el avance en el entendimiento del cuidado y el tratamiento del cliente (Faulkner y Thomas, 2002), los practicantes posmodernos han expresado la
como potencialmente subversiva de los valores patrios y de la cultura judeo-cristiana. Y cuando las reabrieron, ¿cuáles eran los enfoques aceptados?: Psicoanálisis y Terapia Conductual… (obviamente, las corrientes humanistas y su teoría de la realización de si mismo fueron consideradas corrientes “menores”, no dignas del estudio universitario). ¡Qué absurdo! Ya que los bolcheviques proscribieron de las Universidades toda la psicología que oliera a idealismo e introspección, para validar solo la tradición científica de los estudios de condicionamiento de Pavlov (inspirador del conductismo estadounidense). Una pregunta para los lectores: ¿Han pensado por qué en las escuelas o facultades de Psicología en las que se profesa la religión católica suele enseñarse a los estudiantes solamente dos enfoques de psicoterapia: Psicoanálisis freudiano y Terapia conductual-cognitiva? Si tienen la respuesta, les agradeceríamos hacernos llegar su respuesta. (Les recordamos que la Terapia psicodinámica no ha pasado la “prueba de blancura” de la terapia basada en la evidencia).
12 [N. del T.] Discúlpenme las autoras del artículo; al movimiento de la práctica basada en la evidencia no le interesaba la individualización del tratamiento, y menos las preferencias de los clientes. Pareciera que las autoras están confundiendo los términos; es el movimiento actual de la APA de la “evidencia basada en la práctica” el que está abogando por la individualización del tratamiento, y la adaptación de éste a las preferencias de los clientes (véase, Hipnópolis, Año 8, Nº 4, julio de 2010).
Hipnópolis, Año 9, N° 8-9, Octubre-Noviembre de 2011 42
preocupación que los EBP tienen a promover una búsqueda empírica para verdades universales, que pueden no reconocer otras fuentes de conocimiento igualmente válidas. En otras palabras, los enfoques EBP pueden crear una jerarquía que privilegia una fuente de información (datos científicos) por sobre las narrativas de los clientes, ni toman en cuenta las variaciones individuales. Para finalizar, los posmodernistas han planteado la siguiente interrogante: ¿Son los EBP la única fuente de conocimiento acerca de cómo tratar a los clientes (por ejemplo, Bracken, 2003; Laugharne, 2004; Pocock, 1995)?
POSMODERNISMO
Generalmente, los investigadores positivistas usan herramientas y métodos para descubrir la verdad “objetiva” con menos sesgos personales, mientras que los académicos posmodernos tienen a no buscar la creación de leyes universales, sino que eligen concentrarse en la interpretación o en la comprensión del significado de la experiencia más específica para el individuo (Murray, 1997). Los investigadores post-positivistas sostienen una creencia interpretativa que el contexto y los significados personales influyen en el concepto que tiene uno de la “verdad” y buscan comprender lo que está siendo observado. Por lo tanto, los académicos posmodernos críticos tienen el objetivo primario de liberar a los oprimidos por grupos sociales y tienen a criticar la visión de la verdad objetiva positivista como algo impuesto por aquellos que tienen el poder de moldear el conocimiento (White y Klein, 2008). Thomas Kuhn (1962) definió a la ciencia “normal” como una resolución de enigmas efectuado por científicos para mantener un paradigma hasta que éste es derribado. Kuhn expuso la lucha de poder inherente en las comunidades científicas, al señalar la creencia que quienes controlan el conocimiento también controlan el discurso acerca de éste. Esta creencia se encuentra en el posmodernismo, que cuestiona el intento de la modernidad de “triunfar” sobre otras formas de experiencia, y fomenta la necesidad de la coexistencia de visiones mucho más inclusivas de la realidad para comprenderla y, por último, para tomar diferentes vías de conocimiento (Laugharne, 2004).
En oposición al descubrimiento de la verdad, los posmodernistas tienden a concebir la verdad como una función del lenguaje y privilegiar, de este modo, las historias menos tiranas de los individuos o de las comunidades locales. Por lo tanto, los clínicos posmodernos tienden a evitar decir de si mismos que son expertos técnicos, sino que apoyan los propios esfuerzos para curarse de los clientes. Este enfoque es más evidente en enfoques posmodernos como la Terapia Familiar Narrativa, los Sistemas de Lenguaje Colaborativo, y la Terapia Familiar Centrada en Soluciones, que se enfocan más en el afrontamiento como opuesto a la cura (Anderson, 1997; Lipchick, 2002; White y Epston, 1990). Al no concebirlas como estáticas, los posmodernistas perciben a las historias como dinámicas, en movimiento y cambiantes a través del tiempo; entonces, la verdad de la experiencia es co-creada entre el cliente y el clínico para producir una historia vital significativa y coherente. En contraste con las prácticas basadas en la evidencia, los enfoques posmodernos han
Hipnópolis, Año 9, N° 8-9, Octubre-Noviembre de 2011 43
sido criticado duramente la falta de énfasis en el desarrollo de investigaciones para demostrar su 13 efectividad (por ejemplo, Liddle, 1991) . Aunque los modernistas y los posmodernistas continúan luchando para determinar quién tiene la “verdad”, creemos que una mirada a las ideas ancladas en las epistemologías de los terapeutas puede relajar la tensión actual entre los modernistas y los posmodernistas en el campo de la MFT.
COMO LA EPISTEMOLOGIA INFORMA LAS CARACTERISTICAS DE LOS TERAPEUTAS
Un cuerpo creciente de investigación y teoría ha investigado la relación entre las prácticas de los terapeutas y sus posiciones filosóficas, sugiriendo que las diferentes creencias epistemológicas informan la elección del terapeuta de la orientación teórica y el estilo de terapia (por ejemplo, Saferstein, 2007). Las creencias epistemológicas o estilos epistémicos se refiere a las “formas de conocimiento” de los clínicos, o aproximaciones a la realidad (Royce, 1964). Lyddon (1989) sugirió que los terapeutas sostenían diferentes compromisos filosóficos y diferentes perspectivas respecto a los procesos y métodos del cambio humano, las cuales, a su vez, informaban su estilo y práctica de la psicoterapia. Royce y sus colegas (Royce y Moss, 1980; Royce y Powell, 1983) han intentado identificar psico-epistemologías individuales (Strano, 1990) y desarrollaron un modelo conceptual que especifica tres estilos epistémicos: (a) empirismo; (b) racionalismo; y (c) metaforismo. Esos estilos no son mutuamente excluyentes, sino que están jerárquicamente organizados aun cuando el individuo exhibe en forma típica un estilo epistémico dominante (Royce y Powell, 1983). El empirismo da énfasis a la experiencia sensorial como la forma principal de conocimiento, donde los individuos conocen el grado en el que perciben en forma adecuada. Por lo tanto, la visión empírica del conocimiento es primariamente inductiva y está determinada por la confiabilidad y la validez de la observación del individuo. El empirismo está inmerso en la Teoría Biosocial (Troost y Filsinger, 1993), la que presume que hay una conexión entre los dominios biológico y social, y concibe a la psicopatología como comportamiento disfuncional aprendido y que puede ser medido y modificado por medio del condicionamiento. El empirismo es, por ejemplo, la visión de mundo que informa la terapia conductual (Schacht y Black, 1985).
13 [N. del T.] Y es obvio que el estado actual del arte de estos enfoques esté así. En Estados Unidos los organismos estatales y privados que financian la investigación en psicoterapia privilegian la metodología de investigación cuantitativa (ciencia “dura”), y no la investigación cualitativa, la que sería más adecuada para evaluar la efectividad de la terapia posmoderna.
Véase: «Indagación cualitativa: Investigación de los factores comunes», P. Maione y R. Chenail. Hipnópolis, Año 4, Nº 1, Marzo 2006
Krause, M. et al. (2006) Indicadores genéricos de cambio en el proceso terapéutico. Revista Latinoamericana de Psicología, Vol. 38, Nº 2, 299-325 (http://pepsic.bvsalud.org/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0120-05342006000200006)
Véase también: «Diseño hermenéutico de eficacia en un caso único», Robert Elliot; Hipnópolis, Año 3, Nº 2, Abril de 2005
Hipnópolis, Año 9, N° 8-9, Octubre-Noviembre de 2011 44
El racionalismo sostiene la afirmación dominante que el pensamiento es superior a los sentidos para obtener conocimiento. El racionalismo está inmerso en el marco social de las Elecciones Racionales (Homans, 1961), la cual presume que los individuos son capaces de tomar decisiones racionales y pueden sopesar los costos y los beneficios de un curso preferido de acción. Los científicos con un estilo epistémico racional se dedican a colocar a prueba su visión de la realidad en términos de la consistencia lógica. Los racionalistas ven una única realidad, externa y estable, y creen que los individuos perciben en forma pasiva una realidad que existe en forma independiente (Mahoney, 1991). Los racionalistas conciben a la psicopatología como algo proveniente de emociones y comportamientos irracionales que pueden ser controlados por medio del pensamiento racional (Royce y Powell, 1983). El rol del terapeuta, por lo tanto, es instruir al cliente para que piense en una forma más racional, aumentando la correspondencia entre las percepciones del individuo y la realidad de los eventos con los cuales es confrontado el cliente (Mahoney, 1991). El racionalismo es, por ejemplo, la visión epistemológica que informa a la terapia cognitiva (Lydon, 1989). El empirismo y el racionalismo son parte de los enfoques modernos a la terapia y la extensa tradición del realismo en el campo de salud mental, en el cual los individuos bien ajustados o saludables son aquellos que ven lo que realmente hay allí (Neimeyer, 1993). Esto implica la existencia de una única verdad, y la validez del sistema de creencias de uno está determinado por el grado en el cual calza con el mundo real. Los terapeutas que trabajan desde una epistemología racionalista-empirista tienen a concebir su rol como correctivo y opuesto a un rol creativo, cuyo objetivo es llenar la brecha entre las percepciones del cliente y la realidad. Los terapeutas racionalistas-empiristas tienden a asumir una posición activa y directiva con el cliente, y están más centrados en el problema (Granvold, 1996). El terapeuta racionalista- empirista es en forma típica, persuasivo, analítico, técnicamente instructivo, y puede ser muy psico- educativo (Neimeyer, 1993). La Terapia de Sistemas Familiares de Bowen (Bowen, 1978), la Terapia Familiar Estructural (Minuchin, 1974) y la Terapia Familiar Cognitivo-Conductual (Epstein, Schlesinger y Dryden, 1988) están entre los modelos de terapia familiar que son informados por la epistemología racional-empirista, la que presume que el ajuste y la funcionalidad están relacionados con el grado en que las creencias y los comportamientos de la persona son consistentes con el pensamiento racional y la realidad objetiva. El metaforismo es una perspectiva en la cual es conocimiento es más flexible y está anidado dentro del individuo y es un proceso simbólico construido socialmente. El metaforismo está inmerso en la teoría social del Interaccionismo Simbólico (Blumer, 1969), el que presume que la realidad es siempre cambiante por medio de la creación de significados compartidos en interacciones entre individuos o grupos. La realidad es percibida como personal, y mutable más que fija. Los individuos construyen sus bases de conocimiento en base a sus historias personales aprendidas, experiencias externas y su propio proceso constructivo personal (Vincent y LeBow,
Hipnópolis, Año 9, N° 8-9, Octubre-Noviembre de 2011 45
1995). Los individuos son concebidos como practivos en la construcción personal de su realidad
(Mahoney, 1991).
Los metaforistas ven a la psicopatología como un esfuerzo no exitosos para cambiar o desarrollarse, o una inhabilidad para ajustarse a la situación o las circunstancias. El énfasis está colocado en el ajuste de la construcción nueva de nuevas formas de conocer dentro de un proceso continuo de cambio del desarrollo, en lugar de corregir la disfunción (Vincent y LeBow, 1995). El metaforismo es la visión de mundo epistemológica que subyace a la terapia constructivista (Lyddon, 1989; Neimeyer, Prichard, Lyddon y Sherrad, 1993; Schant y Black, 1985). El estilo epistémico es congruente con el enfoque posmoderno a la terapia, en la cual la “realidad” no es vista como algo dado, sino que constituida socialmente y, por lo tanto, en constante cambio dependiendo de la cultura, la época, las circunstancias y la participación. La “realidad” es un proceso de creación de significados donde el individuo está a cargo de la organización de sus experiencias (Mahoney, 1991). Los terapeutas que trabajan desde una epistemología metafórica/constructivista conciben su rol como creativo en lugar de correctivo, en la facilitación del amplio desarrollo de las construcciones de los clientes. Los terapeutas constructivistas tienden a ser menos directivos, suministrar más información a los clientes, estar menos centrados en los problemas, involucrarse en una interacción más exploratoria con los clientes (Granvold, 1996). También han sido descritos como más reflexivos, colaboradores y “personalmente intensos” en su estilo terapéutico (Neimeyer, 1993, p. 225). La Terapia Narrativa (White y Epston, 1990), la Terapia Centrada en Soluciones (Lipchik, 2002), y los Sistemas de Lenguaje Colaborativo (Anderson, 1997) está entre los modelos de terapia familiar informados por la epistemología metaforista, presumiendo una realidad construida siempre cambiante, social e individualmente. La literatura teórica anterior ha sugerido un fuerte vínculo entre la epistemología del terapeuta y las diferentes características de la terapia, tales como las características del estilo de terapia, la elección de las intervenciones del terapeuta, y la naturaleza de la relación terapéutica (por ejemplo, Lyddon, 1990; Saferstein, 2007). La investigación de este vínculo se ha efectuado primariamente en el campo de la psicología clínica, y ha estado especialmente enfocada a la comparación de las terapias cognitivas con otros enfoques, por ejemplo, la terapia psicoanalítica. Los estudios han apoyado una asociación entre la epistemología personal y las preferencias para la consejería (Neimeyer y Morton, 1997; Neimeyer et al., 1993), el estilo personal del terapeuta (Saferstein, 2007), la orientación teórica (Arthur, 2000, 2006; Neimeyer et al., 1993), e intervenciones terapéuticas específicas (Granvold, 1996; Saferstein, 2007). En el campo de la terapia familiar, se ha dado el crédito a Bateson por la introducción al término “epistemología” (por ejemplo, Keeney, 1982). Bateson describió a la epistemología como una teoría personal acerca de la naturaleza de la realidad (Bateson, 1951). Fue el primero por abogar por la adopción de una epistemología “cibernética” basada en pautas y en la comunicación por sobre la epistemología “lineal” más convencional de las ciencias físicas (Bateson, 1971). Al
Hipnópolis, Año 9, N° 8-9, Octubre-Noviembre de 2011 46
final de los años 1970 y al principio de los años 1980, algunos autores dieron énfasis a la relevancia de los problemas epistemológicos en el campo de la terapia familiar (por ejemplo, Keney, 1979; Rabkin, 1977). Esas tempranas publicaciones comenzaron un debate en el campo respecto a la utilidad de un énfasis “estético” (metafórico) para equilibrar el énfasis abiertamente pragmático (racional/empirista) en la terapia familiar (Strano, 1990). En las últimas dos décadas, el debate en el campo se ha enfocado en los enfoques modernistas (empiristas/racionalistas) versus los enfoques posmodernos (metaforistas), y la posición dominante ha sido de lo “uno o lo otro” en la búsqueda de la epistemología “correcta”. En la siguiente parte de este artículo describimos una integración posible para esas filosofías competidoras, para promover una posición paramoderna complementaria (Larner, 2004).
INTEGRACION DE DOS FILOSOFIAS
Las características de los terapeutas basados en la evidencia (racional-empiristas) y los terapeutas posmodernos (metaforistas) son diferentes debido a la epistemología que informa sus prácticas. Los terapeutas EBP tienden a implementar tratamientos empíricos como la respuesta a la cura de los problemas del cliente. La investigación anterior al tratamiento “prueba” ese supuesto. Aunque pueden ser consideradas otras fuentes de información, el clínico EBP tiende a privilegiar la práctica validad empíricamente. Por consiguiente, el EBP puede “triunfar” por sobre otras fuentes de información relevantes para el cliente. En contraste, los terapeutas posmodernos consideran igualmente válidas a todas las fuentes relevantes de información del cliente. Las percepciones de los clientes acerca de sus problemas —a menudo narradas como historias— tienen mucho más peso que cualquier estudio de la investigación. La pregunta es entonces: “¿Puede un terapeuta posmoderno practicar desde la terapia basada en la evidencia?” Creemos que un terapeuta posmoderno puede utilizar una práctica basa en la evidencia, pero no excluir o minimizar la información del cliente. Esta es la posición del terapeuta posmoderno que permite la inclusión, la integración y la adaptabilidad. Las ideas no debieran ser juzgadas sólo por el método científico, sino que por la utilidad percibida al tratar con la vida y las restricciones que dificultan el crecimiento y el desarrollo (Pocock, 1995). Por lo tanto, un terapeuta posmoderno verá a la retroalimentación del cliente como una evidencia clave, y usará las historias del cliente al servicio del proceso terapéutico. De este modo, esta posición permite una toma de decisiones compartida entre el cliente y el clínico, lo cual es congruente con la epistemología del clínico posmoderno y una forma de intervenir en la vida de los clientes. Los clientes valoran la competencia clínica, pero quieren participar más en el proceso de toma de decisiones de su tratamiento (Laugharne, 2004). En consecuencia, los terapeutas posmodernos practicarán más un “enfoque democrático” e incluirán un grado de auto-gobernanza de parte de los clientes que da énfasis a la importancia de la relación cliente-terapeuta (Laugharne y Laugharne, 2002). Por consiguiente, los terapeutas posmodernos que implementen un EBP
Hipnópolis, Año 9, N° 8-9, Octubre-Noviembre de 2011 47
deben conocer los supuestos y los valores del tratamiento ofrecido, deben incluir a los clientes en el proceso de toma de decisiones, deben suavizar el uso de categorías diagnósticas en favor de tratamientos que dan énfasis a la singularidad individual, deben dar cuenta de las opciones y demandas del cliente (Laugharne y Laugharne, 2002). Un ejemplo de un marco posmoderno que ilustra esta tendencia hacia otorgar más opciones al cliente es el modelo médico actual, basado en la evidencia con elección del cliente, que incluye evidencia desde fuera de la ciencia (Ford et al., 2003). Ford et al. (2003) sugirieron algunos componentes claves para la práctica basada en la evidencia con elección del cliente; esas ideas han sido adaptadas para el campo de la MFT: (a) Los clínicos debieran tener acceso a evidencia empírica adecuada, de calidad, y que la evidencia “encaje” apropiadamente con el cliente; (b) Los clínicos debieran tener la habilidad para interpretar información compleja de los clientes, y consultar a otros cuando les falta conocimiento; (c) Los clínicos debieran explorar las preferencias de los clientes acerca de la información y el compromiso; (d) Los cínicos debieran informar acerca de los posibles beneficios y el daño del EBP escogido; (e) la relación cliente-clínico debiera estar caracterizada por una confianza mutua, honestidad y respeto; y (f) El cliente y el terapeuta debieran estar de acuerdo respecto al EBP utilizado. Desde una perspectiva de la investigación, un modelo compartido de toma de decisiones también involucra a los clientes en los objetivos de la investigación; por ejemplo, el público —que financia a menudo la investigación— debiera tener una voz en su práctica (Faulkner y Thomas, 2002). Sería apropiado que el terapeuta posmoderno se preguntara, “¿En qué grado, si es que hay alguno, los progenitores del tratamiento EBP que estoy eligiendo para implementar permiten que los clientes influyan en el proceso de la investigación?” De acuerdo a Faulkner y Thomas (2002), esa implicación ayudará a asegurar que los objetivos de la investigación sean relevantes para los clientes, y los estimulará a influir en las formas en que investiga el campo de la salud mental, y cuáles resultados de los tratamientos son de importancia. Esto cambiará las metodologías de investigación desde el simple alivio de síntomas a una mayor consideración de los aspectos de la vida cotidiana del cliente que impactan el tratamiento exitoso. Por ejemplo, los métodos de investigación orientados a la acción como la Investigación de Acción Participativa podrían ayudar a hacer posible este cambio (Small, 1995; Susman y Evered, 1978). Faulkner y Thomas (2002) también sugieren que la investigación suministre un marco explicativo alternativo atendiendo a lo que los grupos marginalizados dicen acerca de su experiencia. Esto puede ayudar al equilibrio de poder diferencial donde los investigadores profesionales podrían avanzar en sus carreras a expensas de sujetos que con frecuencia no son compensados por su participación. En contraste, al centrarse en que el proceso de investigación incluya a los participantes, los clientes son informados acerca de los resultados de la investigación y las acciones posteriores tomadas. Un modelo de este tipo refleja la actitud de liberación y de emancipación del terapeuta posmoderno (metaforista). Po consiguiente, el futuro clínico posmoderno será maduro, experimentado y capaz de integrar una epistemología posmoderna
Hipnópolis, Año 9, N° 8-9, Octubre-Noviembre de 2011 48
(metaforista) con las prácticas basadas en la evidencia (racional-empirista), y tendrá consciencia de los pro y los contra de ambos enfoques para hacer juicios clínicos fundados (Roberts, 2000).
Investigación de traducción y evidencia basada en la práctica
En la negociación de la tensión entre un terapeuta posmoderno, modernista o integrativo comunitario, y la adaptación de la práctica basada en la evidencia con un lente epistemológico más flexible, hay aplicaciones adicionales útiles para esas ideas: la evidencia basada en la práctica (PBE) y la investigación de traducción. La PBE (Honr y Gassaway, 2007) se refiere a un enfoque de retaguardia de obtención de datos que se apoyan en la información del clínico practicante para informar el tratamiento. La PBE representa un enfoque cíclico donde el tratamiento del clínico es evaluado en forma regular e integrado a lo que los clínicos hacen con sus clientes. “La investigación tendría que expandirse para incluir una concepción amplia de las metodologías aceptables, y se estimularía al practicante a funcionar como un científico local” (Strieker, 1992, p. 543). De acuerdo a Kazdin (2008), “hay evidencia para intervenciones específicas en los contextos muy controlados, en los cuales ésta es estudiada pero aun no hay mucho apoyo empírico para la práctica basada en la evidencia en los contextos clínicos donde las decisiones son tomadas por los clínicos individuales” (p. 147). Creemos que esas diferencias podrían ser salvadas al usar PBE y al efectuar más investigación de traducción. La investigación de traducción —actualmente la prioridad principal en el financiamiento del National Institute of Health (NIH) — ha sido definida por el NIH como una investigación que busca traducir los avances del laboratorio a las aplicaciones clínicas, en particular la diseminación de nuevas ideas de la investigación a la práctica clínica (por ejemplo, Ginexi y Hilton, 2006). La investigación de traducción evolucionó como resultado del percatarse que “era probable que los clientes estuvieran mejor cuando eran tratados en un estudio de investigación que cuando estaban en el contexto de la comunidad donde era más probable que fuera vistos” (McCollum y Stith, 2002, p. 5). De este modo, la meta principal de la investigación de traducción es tomar el nuevo conocimiento desarrollado en la academia y en los laboratorios de investigación y encontrar formas viables para incorporarlo en la práctica clínica cotidiana, con el objetivo último de mejorar la calidad de la vida de nuestros clientes (por ejemplo, Bakken y Jones, 2006). Por otro lado, los clínicos comunitarios, incluidos los MFT, con frecuencia son renuentes a adoptar EBP en su práctica diaria, debido a que sienten que los modelos desarrollados en el laboratorio no son aplicables directamente a su contexto comunitario, con poblaciones diversas y no son congruentes con sus estilos terapéuticos (por ejemplo, Kazdin, 2008; Patterson, Miller, carnes y Wilson, 2004). Des este modo, a menudo la investigación es dejada de lado por ser irrelevante, incomprensible o ambas opciones (Sprenkle, 2003). Los clínicos también han reportado sentirse sobrecargados, con poca disponibilidad de tiempo y muchos casos que atender, teniendo pocos incentivos u oportunidades para aprender prácticas basadas en la evidencia, y no tener una
Hipnópolis, Año 9, N° 8-9, Octubre-Noviembre de 2011 49
estructura organizacional o un sistema de reembolso para practicar nuevos tratamientos en sus contextos de práctica (Liddle et al., 2006; Sandberg, Johnson, Robila y Miller, 2002). Sin que se superen esas dificultades es muy difícil implementar nuevas prácticas. “Desde la perspectiva del proveedor, los factores contextuales como la atmósfera política, el reconocimiento del público, y los problemas financieros, son barreras para la implementación de prácticas basadas en la evidencia innovadoras” (Ginexi y Hilton, 2006, p. 335). Una forma viable de salvar la brecha existente entre la práctica basada en la evidencia y la PBE, sería hacer más investigación de traducción, tomando en cuenta la posición epistemológica de los terapeutas 14 comunitarios para transportar los EBP en los más diversos contextos comunitarios.
Esto puede ser logrado al establecer una colaboración con las agencias comunitarias entre los profesionales que se identifican a si mismos como investigadores clínicos y como clínicos (Kazdin, 2008). Una forma viable de facilitar en cambio en los investigadores clínicos de EBP y clínicos con diversos estilos epistemológicos (por ejemplo, posmoderno, moderno, integrativo), es obtener retroalimentación de los clínicos y ser flexibles en la adaptación de los EBP, de modo que éstos se adapten a un contexto particular y al estilo terapéutico. Por lo tanto, una forma factible de adaptar modelos a los contextos comunitarios es clarificar la posición epistemológica de los clínicos y los investigadores clínicos. Por ejemplo, Liddle et al. (2006) entregan un ejemplo ilustrativo de cómo adaptar un modelo basado en la evidencia (Terapia Familiar Multidimensional), para pueda ser transportado a los contextos de tratamiento con adolescentes y consumo de drogas. “El proceso de transporte fue
14 [N. de R. Pachueco] Estoy de acuerdo en términos generales con las autoras. Sin embargo, sus sugerencias son poco aplicables en los contextos clínicos de atención en salud mental pública en el Sur del Cono Sur, donde es obvio que la “salud mental” es la “hermana pobre” de los sistema de salud. Por ejemplo, en el documento de la Evidencia Basada en la Práctica de la APA (Hipnópolis, Año 8, Nº 4, junio de 2010) se indica que los profesionales debieran tener supervisión cuando el tratamiento entregado no funciona. ¿Los servicios de atención en salud mental han dispuesto de un espacio de tiempo para que los profesionales puedan supervisar sus casos clínicos, ya sea entre ellos o con un supervisor estable? También se ha indicado que los clínicos debieran monitorear en forma continua los resultados de los tratamientos efectuados. ¿En Argentina o Chile han promovido los Departamentos de Salud Mental de los Ministerios de Salud el uso de instrumentos breves y de fácil aplicación para evaluar resultados de los tratamientos? Que yo sepa, ¡No! ¿Y qué ocurre con la formación continua; entregan esos servicios capacitación continua a los profesionales en enfoques terapéuticos basados en la evidencia? ¿Y si lo hacen, monitorean la aplicación de esos enfoques? Por otro lado, la exigencia de ver a un número de clientes nuevos cada semana, impide a los terapeutas hacer un seguimiento adecuado del caso. Por ejemplo, un amigo chileno me contó que realizó una capacitación en Entrevista Motivacional (enfoque validado empíricamente) a psicólogos de un servicio de salud de una provincia; los profesionales fueron activos en la actividad y se interesaron en la implementación de ese enfoque con los consumidores problemáticos de alcohol que atendían. Sin embargo, cuando se les informó que la Entrevista Motivacional debía realizarse a lo más en 4 a 5 sesiones, con una frecuencia de 2 veces por semana, los profesionales indicaron la imposibilidad de aplicar ese enfoque, ya que debían atender a los clientes ¡una vez al mes! Interrogante: ¿podrá ayudarse a un cliente bebedor problema ambivalente respecto a cambiar su hábito problemático con una sesión al mes? Y qué les parece el hecho que ciertos servicios de salud han fijado un tiempo de atención de 30 minutos por usuario. Y para finalizar, los sueldos que ofrecen los servicios de salud, especialmente en Atención Primaria son tan bajos, que sólo se interesan los colegas jóvenes e inexpertos recién egresados de las Torres de Marfil, donde aprendieron la ortodoxia de los fundamentos teóricos de las psico-religiones, y no tuvieron en su formación universitaria un acercamiento a la práctica real de la psicoterapia con clientes vulnerables (aquellos que asisten a los servicios de atención en salud mental pública). Obviamente esto es un absurdo, ya que la Atención Primaria es la “primera línea de fuego”, y debieran laburar allí clínicos experimentados, y no “reclutas-carne-de-cañón”.
Hipnópolis, Año 9, N° 8-9, Octubre-Noviembre de 2011 50
isomórfico con la implementación del terapeuta, implicando la flexibilidad del modelo para adaptarse a las particularidades de los casos y el contexto, y un equipo colaborador… fue crítico tomar en cuenta la retroalimentación de la habilidad de los miembros del equipo para implementar la intervención nueva, y los entrenadores adaptar el entrenamiento y la supervisión de acuerdo a la retroalimentación del equipo” (Liddle et al., 2006, p, 104). En esta forma, la PBE y la investigación de traducción podría aumentar la práctica actual entregada en contextos comunitarios, de modo que sea adaptada desde los académicos y por los clínicos entrenados en el laboratorio a los terapeutas comunitarios que trabajan en contextos diferentes a la universidad y con una población de clientes diversa. Esto fomentaría más flexibilidad en el transporte de los EBP, los que tenderían a ser desarrollados por clínicos modernistas, de modo que los terapeutas, modernistas y posmodernos, puedan sentirse cómodos con la implementación de los EBP y su posición epistemológica como clínicos. Pragmáticamente, un modernista (racional-empirista) concibe al clínico como un experto que posee una “verdad” o un conocimiento empírico necesario para curar a los clientes. En contraste, un posmodernista (metaforista) cuestiona críticamente los motivos de aquellos que aboga por la verdad objetiva, y ven a los clientes como los expertos, cuyas narrativas son una fuente de información igualmente válida. Sin embargo, en lugar de resaltar la tensión entre el modernismo y el posmodernismo, otros sostienen una perspectiva más complementaria de las dos filosofías, por ejemplo, el enfoque paramoderno citado anteriormente (Larner, 2004). Similarmente, Pocok (1995) sugirió que la posición modernista y posmoderna acerca de la realidad y el conocimiento no debían crear una división teórica, sino que podían ser aprovechadas para tener un efecto restrictivo mutuo. El posmodernismo puede refrenar el error modernista de creer en un conocimiento objetivo (no sesgado) e intentar descubrir (no sesgadamente) la verdad absoluta; el modernismo puede colocar freno a la visión del posmodernismo de responder solamente a las apariencias superficiales y abolir la realidad externa como una restricción de las historias. Roberts (2000) señala que los enfoques basados en la evidencia fundados en la ciencia moderna y los enfoques narrativos fundados en el posmodernismo son compañeros necesarios y complementarios, no competidores. Una posición paramoderna ayuda además, porque representa una solución complementaria, donde los enfoques modernistas y posmodernos están situados juntos como una tensión necesaria y complementaria (Larner, 2004). “Este arte de balancear la experiencia clínica, el cómo ser relacional y la ciencia o los investigadores ayuda a prevenir que la práctica basada en la evidencia se convierta en una camisa de fuerza para el campo” (Larner, 2004, p. 33).
Por consiguiente, puede estimularse que los terapeutas posmodernos y los clínicos comunitarios consideren al descubrimiento científico como un discurso entre la comunidad científica, y consideraran a las prácticas basadas en la evidencia y la experiencia del cliente, como críticas y como fuentes igualmente válidas de conocimiento (Laugharne, 2004; Laugharne y Laugharne, 2002). En esta forma, creemos que los terapeutas posmodernos y los terapeutas
Hipnópolis, Año 9, N° 8-9, Octubre-Noviembre de 2011 51
comunitarios pueden practicar terapia basada en la evidencia que está basada en supuestos científicos modernistas. Finalmente, también es importante transportar esas ideas en el entrenamiento de la siguiente generación de clínicos, supervisores, académicos e investigadores MFT.
Recomendaciones para el entrenamiento clínico de MFT
El entrenamiento en los programas de terapia familiar puede ser adaptado para afectar a un enfoque más complementario entre la filosofía moderna y posmoderna. Un método posible para integrar las perspectivas moderna y posmoderna es ofrecido por Simon (2006), que propuso que “un terapeuta se hace efectivo al máximo cuando usa un modelo de eficacia probada, cuya visión de mundo calza con la suya” (p. 343). Colocar al terapeuta en el centro de la división moderna- posmoderna indica que la posición del terapeuta —una posición filosófica y terapéutica y una actitud más cómo que “encaja” con el terapeuta— que permite al clínico posmoderno implementar en forma efectiva una práctica basada en la evidencia. Para lograr esta meta, los alumnos en formación MFT necesitarían desarrollar un amplio conocimiento de los principales modelos de terapia familiar, prácticas modernas, posmodernas y basadas en la evidencia, que debiera incluir los fundamentos epistemológicos de cada enfoque, así como también definir su propia posición epistemológica. Los programas de entrenamiento no debieran fomentar un “único modelo clínico” en el cual los terapeutas son entrenados para convertirse en “expertos” en un modelo en particular, el que generalmente es modelado por sus supervisores. Por el contrario, los programas MFT debieran esforzarse en producir clínicos que se sintieran cómodos con la evaluación de la evaluación relevante pertinente a sus casos, y elegir las intervenciones más apropiadas en consideración de los factores del cliente, así como también sus propias preferencias, estilo y epistemología. La interrogante es ¿cómo este proceso se convierte en una parte regular del trabajo clínico? Aunque la mayoría de los programas MFT tienen un fundamento sólido de entrenamiento clínico, a menudo esos programas no producen científicos-practicantes (Sprenkle, 2003). Los estudios muestran que la simple enseñanza de habilidades de investigación en los programas MFT no afecta el grado en el cual los terapeutas usan la investigación en la toma de decisiones clínica (Johnson, Sandberg y Miller, 1999; Williams, Patterson y Miller, 2006), porque probablemente los terapeutas no perciben que esos dos dominios están necesariamente relacionados. Para crear un cambio en este enfoque del trabajo clínico, los programas de MFT debieran dar énfasis a que la terapia es un arte y una ciencia (Hodgson, Johnson, Ketring, Wampler y Lamson, 2005), y que la investigación es una parte integral de la buena terapia. Esto puede hacerse por medio de la incorporación de la investigación en el trabajo clínico, en lugar de enseñar sólo el aspecto clínico. Adicionalmente, los alumnos de MFT se beneficiarían más con la supervisión y las clases, integrando desde el comienzo de la formación la investigación basada en la evidencia y la PBE en
Hipnópolis, Año 9, N° 8-9, Octubre-Noviembre de 2011 52
un lazo cíclico de retroalimentación (Barkham y Mellor-Clark, 2003), asistiéndolos para re se conviertan en científicos en sus agencias comunitarias. Se han ofrecido algunos modelos útiles para la integración de EBP y la práctica en los programas MFT (por ejemplo, Gouze y Wendel, 2008; Patterson et al., 2004; Williams et al., 2006). Por ejemplo, Gouze y Wendel (2008) propusieron nueve módulos clínicamente relevantes para la evaluación y la intervención, y un proceso para evaluar la mejor evidencia en la literatura para elegir e integrar intervenciones que respondieran en forma integral a la presentación de la familia. Sugieren además un proceso continuo de evaluación del proceso de cambio y la adaptación de las intervenciones elegidas de acuerdo a la evaluación. En esta forma, los clínicos desarrollan un “manual de trabajo del tratamiento en salud mental” (p. 269) que no es un modelo específico, sino que un proceso integrativo basado en la evidencia. Similarmente, Patterson et al. (2004) y Williams et al. (2006) propusieron un modelo que ayuda a los clínicos a convertirse en mejores consumidores de la investigación. Sin embargo, los modelos actuales de integración EBO no dan énfasis a las variables del terapeuta al escoger las intervenciones (como el estilo y la epistemología), lo cual creemos que es esencial para una integración exitosa. La supervisión clínica juega un rol importante en la promoción de EBP y la práctica clínica y, por consiguiente, podría ser revisada para lograr esta meta. La supervisión implica, entonces, la incorporación de un proceso cíclico de evaluación y adaptación. Específicamente, los estudiantes podrían revisar sus casos en la supervisión, conceptualizar cada caso desde diferentes modelos, incluyendo enfoques modernistas y posmodernos, y encontrar áreas específicas para la intervención. El siguiente paso es realizar una búsqueda de la literatura, donde puede ser útil el modelo propuesto por Patterson et al. (2004) y Williams et al. (2006). Los autores propusieron algunos pasos para realizar la búsqueda, incluidas las formas para seleccionar y tener acceso a los artículos, cómo evaluar la calidad de los estudios encontrados, y métodos para sintetizar en una forma aplicable la información obtenida. (Para una herramienta práctica para ayudar a los clínicos a plantearse interrogantes relevantes acerca de los estudios y su aplicabilidad para sus clientes, véase la tabla 1, “Forma de revisión crítica para la terapia” en Patterson et al. (2004, p. 186). Después de buscar literatura EBP relevante, los estudiantes pueden decidir qué intervenciones son clínicamente apropiadas, basados en sus estilos epistemológicos, preferencia, evidencia de la investigación, y las variables sobresalientes del cliente y el contexto. Los estudiantes después evaluarán la implementación del modelo elegido en su contexto de práctica, y suministrarán evidencia acerca de la efectividad del modelo a las circunstancias específicas del caso, y el modo en que será necesario modificarlo para que se adapte al cliente específico. Después de modificar la intervención, los estudiantes pueden implementar la intervención modificada en la siguiente sesión y obtener nuevamente retroalimentación de parte de sus supervisores. Este proceso deberá repetirse semanalmente, hasta el término de la terapia con el cliente específico.
Hipnópolis, Año 9, N° 8-9, Octubre-Noviembre de 2011 53
Este proceso cíclico continuo de evaluación, implementación, retroalimentación y modificación, permitirá a los terapeutas obtener información acerca de los procesos de cambio del cliente durante la terapia, y obtendrán retroalimentación de la efectividad de sus intervenciones durante la terapia (resultados proximales) en lugar de sólo los resultados finales al término del tratamiento (Sprenke, 2003). En esta forma, los procesos iniciales y secundarios de evaluación e implementación pueden ser integrados en la creación de un clínico “bilingüe” que tiene la habilidad para retroceder y avanzar entre esos dos dominios (investigación basada en la evidencia y PBE), y hacer intervenciones hechas a medida que están apoyadas empíricamente, mientras que el mismo tiempo toma en cuenta las circunstancias específicas y el contexto de cada cliente, así como también la epistemología y el estilo del terapeuta. Los supervisores en los programas de entrenamiento MFT tendrían un rol principal de crear el cambio en el campo, entrenando a la siguiente generación de clínicos. Muchos supervisores están entrenados en un enfoque de experto, el cual generalmente no es un modelo basado en la evidencia (Sprenkle, 2003). En la medida que los mejores modelos de rol para los terapeutas nuevos son aquellos que practican lo que enseñan, los supervisores tendrán que estar bien versados en las prácticas EBP y los enfoques posmodernos, y sentirse cómodos con el proceso de integración e individualización de los tratamientos. Los programas MFT pueden apoyar adicionalmente a los supervisores por medio del entrenamiento y talleres de EBP y enfoques posmodernos; y suministrando supervisores de los supervisores en la implementación del nuevo modelo de supervisión. Para facilitar la flexibilidad en el pensamiento, puede ser útil un equipo de dos supervisores con posiciones epistemológicas y preferencias prácticas diferentes para el mismo grupo de supervisión, para permitir una mirada más amplia de la psicoterapia y una integración de filosofías aparentemente contradictorias. Considerando que un equipo de dos supervisores no es siempre factible y puede ser costoso, vemos esto como una solución temporal hasta que los supervisores hayan recibido el tratamiento que necesitan para estar bien versados en más enfoques modernos, postmodernos y enfoques basados en la evidencia. Efectuar supervisión de ese modo enseñará a los terapeutas futuro que hay más de una forma ”correcta” de hacer terapia, por medio de la utilización de enfoques y modelos diferentes, e intervenciones hechas a medida de los tratamientos efectivos.
REFERENCIAS
Alexander, J. J., Robbins, M. S., & Sexton, T. L. (2000). Family-based interventions with older, at-risk youth: From promise to proof to practice. Journal of Primary Prevention, 42, 185-205. American Association for Marriage and Family Therapy, Clinical Competencies Task Force. (2003). Proposed competencies. Washington, DC: Author. Anderson, H. (1997). Conversation, language and possibilities: A postmodern approach to therapy. New York: Basic Books. Arthur, A. R. (2000). The personality and cognitive-epistemological traits of cognitive-behavioral and psychoanalytic psychotherapies. British Journal of Medical Psychology, 73, 243-257.
Hipnópolis, Año 9, N° 8-9, Octubre-Noviembre de 2011 54
Arthur, A. R. (2006). Who do you think you are? A study of how psychotherapists' styles affect orientation choice and practice. In D. Loewenthal & D. Winter (Eds.), What is psychotherapeutic research? (pp. 295313). London: Karnac Books. Bakken, S., & Jones, D. A. (2006). Editorial: Contributions to translational research for quality health outcomes. Nursing Research, 55, S1-S2. Barkham, M., & Mellor-Clark, J. (2003). Bridging evidence-based practice and practice-based evidence: Developing a rigorous and relevant knowledge for psychological therapies. Clinical Psychology and Psychotherapy, 10, 319-327. Bateson, G. (1951). Psychiatric thinking: An epistemological approach. In J. Ruesch & G. Bateson (Eds.), Communication: The social matrix of psychiatry (pp. 228-256). New York: Wiley. Bateson, G. (1971). The cybernetics of "self: A theory of alcoholism. Psychiatry: Journal for the Study of Interpersonal Processes, 34, 1-18. Blow, A. J., & Sprenkle, D. H. (2001). Common factors across theories of marriage and family therapy: A modified Delphi study. Journal of Marital and Family Therapy, 27, 385-401. Blow, A. J., Sprenkle, D. H., & Davis, S. D. (2007). Is who delivers the treatment more important than the treatment itself? The role of the therapist in common factors. Journal of Marital and Family Therapy, 33, 298-317. Blumer, H. (1969). Symbolic interactionism: Perspective and method. Englewood Cliffs, NJ: Prentice Hall. Bowen, M. (1978). Family therapy in clinical practice. New York: Aronson. Bracken, P. (2003). Postmodernism and psychiatry. Current Opinion in Psychiatry, 16, 673-677. De Simone, J. (2006). Reductionist inference-based medicine, i.e. EBM. Journal of Evaluation in Clinical Practice, 12, 445-449. Epstein, N., Schlesinger, S. E., & Dryden, W. (Eds.). (1988). Cognitive-behavioral therapy with families. New York: Brunner/Mazel. Faulkner, A., & Thomas, P. (2002). User-led research and evidence-based medicine. British Journal of Psychiatry, 180, 1-3. Ford, S., Schofield. T., & Hope, T. (2003). What are the ingrethents for successful evidence-based client choice consultation? A qualitative study. Social Science & Medicine, 56, 589-602. Ginexi, E. M., & Hilton, T. F. (2006). What's next for translational research? Evaluation and the Health Professions, 29, 334-337. Gouze, K. R., & Wendel, R. (2008). Integrative model-based family therapy: Applications and training. Journal of Marital and Family Therapy, 34, 269-286. Granvold, D. K. (1996). Constructivist psychotherapy. Families in Society: The Journal of Contemporary Human Services, 77, 345-359. Henggeler, S. W., Pickrel, S. G., & Brondino, M. J. (1999). Multisystemic treatment of substance abusing and dependent delinquents: Outcomes, treatment fidelity, and transportability. Mental Health Services Research, 1, 171-184. Hodgson, J. L., Johnson, L. N., Ketring, S. A., Wampler, R. S., & Lamson, A. L. (2005). Integrating research and clinical training in marriage and family therapy training programs. Journal of Marital and Family Therapy, 31, 75-88. Homans, G. C. (1961). Social behavior: Its elementary form. New York: Harcourt, Brace & World. Horn, S., & Gassaway, J. (2007). Practice-based evidence study design for comparative effectiveness research. Medical Care, 45, 50-57. Johnson, L. N., Sandberg, J. G., & Miller, R. B. (1999). Research practices of marriage and family therapists. The American Journal of Family Therapy, 27, 239-249. Johnson, S., & Greenberg, L. (1988). Emotionally focused therapy for couples. New York: Guilford Press. Johnson. S. M., & Lebow, J. (2000). The "coming of age" of couple therapy: A decade review. Journal of Marital and Family Therapy, 23, 175-183. Johnson, S., & Talitman, E. (1997). Predictors of success in emotionally-focused marital therapy. Journal of Marital and Family Therapy, 23, 135-152. Kazdin, A. E. (2008). Evidence-based treatment and practice: New opportunities to bridge clinical research and practice, enhance the knowledge base, and improve client care. American Psychologist, 62, 146-159. Keeney, B. (1979). Ecosystemic epistemology: An alternative paradigm for diagnosis. Family Process, 18, 1 ?129.
Hipnópolis, Año 9, N° 8-9, Octubre-Noviembre de 2011 55
Keeney, B. P. (1982). What is an epistemology of family therapy? Family Process, 21, 153-168. Kuhn, T. (1962). The structure of scientific revolutions. Chicago: University of Chicago Press. Larner, G. (2004). Family therapy and the politics of evidence. Journal of Family Therapy, 26, 17-39. Laugharne, R. (2004). Psychiatry in the future. Psychiatric Bulletin, 28, 317-318. Laugharne, R., & Laugharne, J. (2002). Psychiatry, postmodernism and post normal science. Journal of the Royal Society of Medicine, 95, 207-210. Liddle, H. A. (1991). Empirical values and the culture of family therapy. Journal of Marital and Family Therapy, 17. 327-348. Liddle, H. A. (1999). Theory development in a family-based therapy for adolescent drug abuse. Journal of Clinical Child Psychology, 28, 521-532. Liddle, H. A., Rowe, C. L., Gonzalez, A., Henderson, C. E., Dakof, G. A., & Greenbaum, P. E. (2006). An empirically supported and culturally specific engagement and intervention strategy for African American adolescent males. American Journal of Orthopsychiatry, 75, 215-225. Lipchik, E. (2002). Beyond technique in solution-focused therapy. New York: Guilford Press. Lyddon, W. J. (1989). Personal epistemology and preference for counseling. Journal of Counseling Psychology, 36, 423-429. Lyddon, W. J. (1990). First- and second-order change: Implications for rationalist and constructivist cognitive therapies. Journal of Counseling and Development, 69, 122-127. Mahoney, M. J. (1991). Human change processes. New York: Basic Books. McCollum, E. E., & Stith, S. M. (2002). Leaving the ivory tower: An introduction to the special section on doing marriage and family therapy research in community agencies. Journal of Marital and Family Therapy, 28, 5- 7. Minuchin, S. (1974). Families and family therapy. Cambridge, MA: Harvard University Press. Murray, M. (1997). A narrative approach to health psychology. Journal of Health Psychology, 2, 9-20. Neimeyer, R. A. (1993). Constructivism and the cognitive psychotherapies: Some conceptual and strategic contrasts. Journal of Cognitive Psychotherapy, 7, 159-171. Neimeyer, R. A., & Morton, R. J. (1997). Personal epistemologies and preferences for rationalist versus constructivist psychotherapies. Journal of Constructivist Psychology, 10(2), 109-123. Neimeyer, R. A., Prichard, S., Lyddon, W. J., & Sherrard, P. A. D. (1993). The role of epistemic style in counseling preference and orientation. Journal of Counseling and Development, 71, 515-523. Nelson, T. S., Chenail, R. J., Alexander, J. F., Crane, D. R., Johnson, S. M., & Schwallie, L. (2007). The development of core competencies for the practice of marriage and family therapy. Journal of Marital and Family Therapy, 33, 417-438. Patterson, J. E., Miller, R. B., Carnes, S., & Wilson, S. (2004). Evidenced-based practice for marriage and family therapists. Journal of Marital and Family Therapy, 30, 183-195. Pocock, D. (1995). Searching for a better story: Harnessing modern and postmodern positions in family therapy. Journal of Family Therapy, 17, 149-173. Rabkin, R. (1977). Strategic psychotherapy. New York: Basic Books. Robbins, M., Alexander, J., & Turner, C. (2000). Disrupting defensive family interactions in family therapy with delinquent adolescents. Journal of Family Psychology, 14, 688-701. Roberts, G. (2000). Narrative and severe mental illness: What place do stories have in an evidence-based world? Advances in Psychiatric Treatment, 6, 432-441. Royce, J. R. (1964). The encapsulated man: An interdisciplinary essay on the search for meaning. Princeton, NJ: Van Nostrand. Royce, J. R., & Moss, L. P. (1980). Psycho-epislemological profile manual. Edmonton, Canada: University of Alberta Press. Royce, J. R., & Powell, A, (1983). Theory of personality and personal differences: Factors, systems, processes. Englewood Cliffs, NJ: Prentice Hall. Saferstein, J. A. (2007). The relationship between therapists' epistemology and their therapy style, working alliance, and the use of specific interventions. Dissertation Abstracts International: Section B: The Sciences and Engineering, 6S(I-B), 634-707. Sandberg, J. G, Johnson, L. N., Robila, M., & Miller, R. B. (2002). Clinician identified barriers to clinical research. Journal of Marital and Family Therapy, 28, 61-67. Schacht, T. E., & Black, D. A. (1985). Epistemological commitments of behavioral and psychoanalytic
Hipnópolis, Año 9, N° 8-9, Octubre-Noviembre de 2011 56
therapists. Professional Psychology: Research and Practice, 16, 316-323. Sexton, T., Ridley, C, & Kleiner, A. (2004). Beyond common factors: Multilevel-process models of therapeutic change in marriage and family therapy. Journal of Marital and Family Therapy, 30, 131-149. Simon, G. (2006). The heart of the matter: A proposal for placing the self of the therapist at the center of family therapy research and training. Family Process, 45, 331-344. Small, S. (1995). Action-oriented research: Models and methods. Journal of Marriage and the Family, 57, 941955. Sprenkle, D. H. (2003). Effectiveness research in marriage and family therapy: Introduction. Journal of Marital and Family Therapy, 29, 85-96. Strano, J. D. (1990). Epistemic style and therapist theoretical orientation and background: A national survey of family therapy professionals. Dissertation Abstracts International, 50(11-B), 5015. Strieker, G. (1992). The relationship of research to clinical practice. American Psychologist, 47, 543-549. Susman, G, & Evered, R. (1978). An assessment of the scientific merits of action research. Administrative Science Quarterly, 23, 582-603. Troost, K. M., & Filsinger, E. (1993). Emerging biosocial perspectives on the family. In P. G. Boss, W. J. Doherty, R. LaRossa, W. R. Schumm, & S. K. Steinmetz (Eds.), Sourcebook of family theories and methods (pp. 677-710). New York: Plenum Press. Vincent, N., & LeBow, M. (1995). Treatment preferences and acceptability: Epistemology and locus of control. Journal of Constructivist Psychology, 8, 81-96. White, J., & Klein, D. (2008). Family theories (3rd ed.). Thousand Oaks, CA: Sage. White, M., & Epston, D. (1990). Narrative means to therapeutic ends. New York: Norton. Williams, L. M., Patterson, J. E., & Miller, R. B. (2006). Panning for gold: A clinician's guide to using research. Journal of Marital and Family Therapy, 32, 17-32. Worrall, J. (2003). Normal science and dogmatism, paradigms and progress: Kuhn 'versus' Popper and Lakatos. In T. Nichols (Ed.), Thomas Kuhn. (pp. 65-100). Cambridge: Cambridge University Press.
Hipnópolis, Año 9, N° 8-9, Octubre-Noviembre de 2011 57