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PRIMERA PALABRA

“PADRE, PERDÓNALOS PORQUE NO SABEN LO QUE HACEN”

En estos días de incertidumbre y de cuarentena en el país por la pandemia que nos flagela,
hoy Viernes Santo, poniéndonos bajo su protección, contemplemos con mucha fe y
esperanza a Jesús el Señor que se entrega a la muerte por nosotros.
En ese silencio, contempla la miseria humana que se expresa en la soberbia, la ambición, el
egoísmo, la envidia que son causa y origen de tanto sufrimiento, por todas esas actitudes
aquellas personas no aceptaron a Jesús como el Mesías, no acogieron su enseñanza que es
amor, en fin, no le creyeron. Por eso, cometieron el tremendo error de condenar a muerte a
un inocente, la peor injusticia, contra la dignidad de una persona.
Sin embargo, Jesús que contempla y comprende esa pobreza y miseria que malogra al ser
humano, que lo desfigura, siente mucha lástima, se compadece; por eso, rompiendo ese
admirable silencio, dirige a Dios su Padre aquella entrañable y sublime petición “Padre,
perdónales porque no saben lo que hacen”.
Con esto muestra que el perdón es un don que brota de lo más profundo del amor de Dios.
En nosotros, la mayoría de las veces, solo encuentra eco la venganza cuando hemos sido
ofendidos. Pero el perdón se convierte en la vivencia de lo que Dios nos regala.
¿Cuántas veces tengo que perdonar al que me ofende? Es la pregunta central que hace Jesús
en su primera palabra y que se presenta para profundizar, para reflexionar y también para
aprender a vivir como el Señor quiere.
El perdón, desde la enseñanza de Jesús, es un don de Dios, es una gracia que Dios le
concede al hombre, pero esta gracia debe de tener la disposición del corazón humano. Si el
hombre que ha sido ofendido no está dispuesto en su corazón a perdonar, la gracia y el
perdón de Dios pueden quedar infecundos. Por eso, qué importante es que estemos abiertos
a la gracia, que estemos abiertos a este don que Dios nos regala constantemente.
Qué hermosa enseñanza nos da Jesús desde la cruz: el perdón. Y vaya que es una
experiencia de dolor la que estaba viviendo Jesús desde ahí, vaya que era una experiencia
en donde el mismo Jesús estaba experimentando el miedo a la muerte, la experiencia
terrible del dolor en la cruz, sin embargo, pudo decirle a su Padre: “Padre, perdónalos”.
Por eso, en esta palabra se nos presenta el amor misericordioso de Dios, que no tiene
límites. Así es la misericordia y así es el perdón de Dios, no tienen límites, por eso Jesús
dice: “Hay que perdonar 70 veces 7”, es decir, siempre; así es como actúa Dios con quien
se arrepiente; así es como actúa el Señor con la persona que, reconociendo sus pecados y
estando dispuesto a cambiar, a renovarse, a convertirse, obtiene el perdón de Dios.
Pero querido hermano en muchas ocasiones actuamos contrariamente a la misericordia de
Dios, no somos capaces de perdonar, pero sí exigimos que nos perdonen; no somos capaces
de tener misericordia con los demás, pero sí pedimos que sean misericordiosos con
nosotros, exigimos derechos, que se nos reconozca, que se nos perdone, pero nosotros
muchas veces no somos capaces de pedir perdón, ni de reconocer la dignidad y el derecho
de los demás.
¡Qué importante es que nosotros aprendamos de Jesús!, a pedirle perdón a Dios, que
aprendamos a pedirle perdón a quienes hemos ofendido, pero también que seamos capaces
de perdonar a los que nos han causado alguna tristeza o algún daño.
“Padre, perdónales porque no saben lo que hacen”. Que en esta palabra podamos
experimentar el perdón. Cada uno de nosotros tenemos en nuestra mente y en nuestro
corazón a la persona, o a las personas que tal vez nos han lastimado, que tal vez nos han
dañado, que han causado en nuestro corazón grandes heridas, ¡hoy el Señor nos invita a
perdonar! Tal vez necesites perdonar a tu papá, a tu mamá, a tu hijo o a tu hija, a tu
hermano o a tu hermana.
Nuestro Señor Jesucristo, en medio de su inmenso dolor y sufrimiento, colgado en la cruz,
con esta asombrosa actitud de perdón y de compasión, hace triunfar el amor sobre el odio,
la compasión y misericordia sobre la maldad, así ha demostrado cuánto nos ama. La cruz,
queridos hermanos, desde aquel momento se ha convertido en trono del amor compasivo y
misericordioso de Dios.
Imploramos al Señor que detenga la pandemia que está causando tanto sufrimiento en
nuestro país y en el mundo entero y que Él nos perdone y que perdonemos a los que nos
han ofendido.

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