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Ensayo película “ cuestión de principios”

Adalberto Castilla, un empleado público de origen aristocrático(su padre fue


presidente del comité de ética del Jockey Club y su abuelo marqués en España),
interpretado por Federico Luppi, que se debate si regalar (tal vez vender) un
ejemplar único de una revista a su nuevo jefe, el joven Silva (Pablo Echarri),
porque en ella sale una foto de su padre con Umberto de Saboya.
"No todo tiene un precio", "El recuerdo de mi padre no se puede medir con papel
moneda", se jacta de demostrarle al ambicioso de su jefe. Castilla es un caballero
de los de antes, amante de las películas de Humphrey Bogart, Robert Mitchum y
Gregory Peck y actúa en consecuencia. Sin embargo, Silva le ofrece una insana
cantidad de dinero por la revista y sufre la presión de su esposa, Sarita (Norma
Aleandro), las insinuaciones de su compañera de trabajo, Inés (María Carámbola)
y los deseos de comprar un barco (afición que comparte con Adalberto) de su
amigo Angelito. La cinta nos descubre un final doblemente sorprendente. "He
recuperado cosas que no sabía", confiesa un nuevo Castilla.
La sociedad actual parece corresponder a aquella divertida frase de Groucho
Marx: "Estos son mis principios… pero si no le gustan, tengo otros". Un mundo
materialista, superficial, en el que los valores parecen cosa del pasado (la película
se inicia con un compañero del señor Castilla charlando con otro en la cocina de la
empresa; ha visto Ciudadano Kane y no se ha enterado de nada). Los modales del
protagonista (que nunca dice una mala palabra y se comporta con las damas
como un Quijote) pueden resultar anacrónicos y su obstinación por negarse a
vender un viejo fascículo polvoriento, pura cabezonería. Y sin embargo el
personaje que interpreta maravillosamente Federico Luppi nos despierta
admiración.
Si bien el diccionario de la Real Academia de la Lengua define la ética como
"conjunto de normas morales", confundiendo éstas (las costumbres en una
sociedad) con aquella (el modo de resolver problemas vitales desde la "vida
buena" y la responsabilidad, por tanto, universal), la moral es el conjunto de reglas
aceptables y aceptadas por todos nosotros, en tanto que la ética es, citando a
Fernando Savater, "el arte de vivir" y por ello "el modo más inteligente de hacerlo"
(José Antonio Marina).
En línea con el filósofo toledano, el talento es precisamente "inteligencia
triunfante", inteligencia para dirigir nuestro comportamiento hacia la libertad, la
dignidad y la felicidad. Sin ética, la inteligencia no es talento sino fracaso vital.
Es particularmente interesante el papel que juegan las hijas de los dos
protagonistas. La "princesa" es una niña de 11 años a quien Silva, su padre,
adora. Como está separado de su mujer, ve a la chiquilla de tanto en tanto y por
ello es capaz de interrumpir una reunión del Consejo de Administración para
charlar con ella por teléfono. El director general del Puerto Rosario tiene el
despacho lleno de los dibujos de su pequeña. La hija mayor de Adalberto Castilla,
Adriana, es una chica de 30 años que vive con un hippy y que le felicita por su
conducta ejemplar. Los prejuicios del "caballero español" se desvanecen ante las
ideas tan claras de ella. Piensa que le llama para "pedirle plata" y sólo quiere
quedar con él para reconocerle una postura coherente en un mundo lleno de
hipocresía. Como siempre, es el amor (paterno-filial, en este caso) el que triunfa.
¿Qué nos enseña Cuestión de principios? El guión de Fontenarrosa nos anima a
la reflexionar sobre el papel de la ética en el mundo de los negocios. Si "todo
vale", las personas no valemos nada. Si nuestro enfoque es humanista,
respetuoso con las personas y con sus principios, todos podemos ganar. La
arrogancia de Silva y de Castilla precipitan a la escalada. Si juntos, hubieran
dialogado desde el principio, nos habríamos ahorrado la controversia… y una
excelente película.

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