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INSTITUTO CUMBRE DE CÓNDORES PONIENTE

Departamento Humanista
Profesor Germán Vega – Religión / german.vega@edurenca.cl

Objetivo: Investigar cuál es la relevancia del mensaje entregado por Jesús en el Sermón del
Monte.

Las Bienaventuranzas

Esta enseñanza de Jesús se da cuando él junto a sus discípulos se sientan en un monte


para enseñarles algunas verdades espirituales a la multitud que le seguía. Es así que
Jesús les comparte estas palabras, casi como una receta para ser vistos con agrado por
Dios y que nos hace ser dichosos o felices, que es lo que significa bienaventurado.

Estas bienaventuranzas son una serie de retos hacia nuestra actitud, en donde cada uno
puede decidir individualmente si toma el reto o no. Si no lo tomamos no podremos
conocer más profundamente a Dios ni disfrutar de sus riquezas espirituales que tiene
preparadas como recompensa para nosotros. Si aceptamos el reto y luchamos por
conseguirlo, seremos muy dichosos y bien vistos por Dios por disponer nuestra vida y
corazón a agradarle. En otras palabras, esta gran felicidad no depende de la situación que
nos rodea sino de nuestro corazón entregado a Dios.

A continuación, les presento en detalle las 9 bienaventuranzas con su respectivo


significado:

1. Los pobres en espíritu

“Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.”

(Mateo 5:3)

Ser pobres en espíritu no sólo significa ser humildes, sino también tener la NECESIDAD
de tener a Dios en todas las áreas de su vida. Además, ellos van con un corazón humilde
ante la presencia de Dios para suplicar su misericordia y su perdón cada vez que cometen
pecado.

El pobre en espíritu anhela reflejar el carácter de Jesús y que él sea glorificado en su vida.


Vive en humildad, sometido al señorío de Cristo.

Esa pobreza espiritual Dios la sacia dándonos sus riquezas espirituales, su perdón, su
amor, etc.: su reino eterno.

Vemos que su recompensa, el reino de los cielos, le pertenece desde ya. No tiene que
esperar al futuro, ya puede vivir en la realidad del reino de los cielos.

2. Los que lloran

“Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados.”

(Mateo 5:4)
Toda la situación del mundo está en contra de Dios y su reino. Satanás y el pecado
predominan entre toda la gente de la tierra. Cristo es rechazado por las personas; el
Espíritu Santo es estorbado; la iglesia está desolada; la humanidad es corrupta, y el
mundo entero es maligno. Dios se duele por todo esto y quiere que nos aflijamos por tal
situación junto a Él.

Si lloramos por esto, seremos consolados con la recompensa del reino de los cielos.
Entonces, veremos a Dios ejerciendo Su gobierno celestial sobre toda la situación
negativa porque cuando nos unimos con Dios y sentimos lo que el siente y pedimos por
estas cosas, Dios puede hacer un cambio en las personas.

Es cierto que pasamos por situaciones tristes y difíciles en el transcurso de la vida y Dios
también trae consuelo y paz a nuestros corazones en esos momentos. Pero la
bienaventuranza es más bien para los que lloran con dolor profundo por los pecados
cometidos. ¡Ellos serán consolados!

3. Los humildes

“Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad.”

(Mateo 5:5)

Ser manso consiste en no resistir a la oposición del mundo, su desprecio y sus burlas,
sino sufrirla voluntariamente, sin darle mayor importancia porque sabemos que quienes
no tienen a Dios no tienen los mismos estándares de vida que los nuestros. Entonces,
¿qué podemos esperar positivamente de ellos? Nada provechoso para nuestra vida
cristiana. La persona mansa habla de alguien que confía plenamente en Dios y no se deja
llevar por las actitudes de otros o por las injusticias que ve a su alrededor. El de espíritu
manso y humilde no reacciona impulsivamente ante las situaciones, sino que espera con
paciencia la dirección de Dios para actuar de acuerdo con su voluntad.

La persona humilde o mansa sabe que Dios tiene todo el control, confía en Él y se aferra
a Él y a sus promesas. Es alguien que espera sin dudar, con la confianza de que Dios
cumple lo que dice y que su mover siempre resulta en un bien para sus hijos.

Recibiremos la tierra por heredad en la era venidera (estar junto al Señor por la eternidad
cuando partamos de esta tierra).

4. Los que tienen hambre y sed de justicia

“Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.”

(Mateo 5:6)

Aquí no se habla de venganza de parte de Dios por un mal que haya recibido. Esto es un
error de interpretación que nos aleja del verdadero sentido de esta verdad.

El hambre y sed son dos estados de necesidad del ser humano, que si no son saciados
corre riesgo su vida. Cuando esta bienaventuranza habla de tener hambre y sed de
justicia se refiere al hecho de ser justos en nuestra conducta, es pedirle a Dios que me
ayude a ver lo vano de mi vida, aplique su justicia en nosotros porque de esa forma
iremos matando nuestra antigua forma de vivir. Para poder entrar en el reino de los cielos
necesitamos tener hambre y sed de tal justicia y buscarla. Si tenemos hambre y sed de
justicia, Dios nos concederá la misma justicia que buscamos, para que seamos saciados.

5. Los compasivos

“Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos recibirán misericordia.”

(Mateo 5:7)

Ser justo es dar a alguien lo que merece, mientras que ser misericordioso es dar a alguien
lo que no merece. El corazón transformado por el amor y el perdón de Dios mostrará
misericordia y compasión, se identificará con el dolor ajeno y se compadecerá. Por causa
del reino de los cielos, no sólo debemos ser justos sino también misericordiosos. Recibir
misericordia es recibir más de lo que merecemos.

Esto no quedará sin recompensa. El que muestre compasión por los demás también
recibirá compasión cuando la necesite. Es como un búmeran.

El mayor ejemplo de compasión lo ha demostrado Dios. Él nos abrió el camino hacia la


vida eterna a través de Jesús cuando aún éramos pecadores (Romanos 5:8). Cuando
somos compasivos tendemos la mano a los demás y les ayudamos a ser mejores
personas e hijos de Dios.

El compasivo se esfuerza en entender la situación de los otros sin ignorar o dejar pasar
los errores que hayan cometido. Les da las herramientas necesarias para que descubran
y usen el potencial que Dios ha puesto en ellos. Mantiene los ojos fijos en lo que Dios
quiere hacer y no en los errores que las personas hayan cometido. En otras palabras, lo
que tú siembres en esta área, la cosecharás.

6. Los de corazón limpio

“Bienaventurados los de corazón puro, porque ellos verán a Dios.”

(Mateo 5:8)

Tener un corazón limpio es tener un corazón que se inclina hacia las cosas que agradan a
Dios. Tener un corazón puro es tener un solo propósito, y esto es, tener como única meta
hacer la voluntad de Dios para Su gloria. Nuestro espíritu es el órgano con el cual
recibimos a Cristo, mientras que nuestro corazón es el terreno donde Cristo crece como
semilla de vida. Debemos tener un corazón puro y sencillo, para que Cristo pueda crecer
en nosotros sin impedimento.

Si somos puros de corazón al buscar a Dios, veremos a Dios. Ver a Dios es una
recompensa, una bendición tanto para hoy como para la era venidera.

7. Los que trabajan por la paz

“Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios.”


(Mateo 5:9)

Satanás, el rebelde, es el instigador de toda rebelión. Para estar en el reino de los cielos
de Dios bajo su gobierno celestial, debemos procurar la paz entre los hombres.

Nuestro Padre es el Dios de paz y tiene un estilo de vida pacífica con una naturaleza
pacífica (forma de ser). Si nosotros, los que hemos creído en Él, queremos ser
pacificadores, debemos apropiarnos de estas dos cualidades del Señor (Su vida divina y
Su naturaleza divina). De esta manera expresaremos Su vida y naturaleza y seremos
llamados hijos de Dios.

Para los pacificadores, su misión es reconciliar al mundo con Dios, ayudarle a vivir en su
paz con Dios. Ellos serán llamados hijos de Dios porque expresan de una forma especial
el corazón del Padre.

8. Los perseguidos por causa de la justicia

“Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque


de ellos es el reino de los cielos.”

(Mateo 5:10)

El mundo entero está bajo el maligno y está lleno de injusticia. Si buscamos la justicia
(que se haga la voluntad de Dios aquí en la tierra), padeceremos persecución.
Mantenernos en esto conlleva pagar un precio que será recompensado con el
cumplimiento de ella y el reino de los cielos llega a ser nuestro hoy y en la eternidad.

9. Los difamados por creer en Jesús

“Bienaventurados sois cuando por Mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase


de mal contra vosotros, mintiendo.”

(Mateo 5:11)

La persecución que se menciona aquí se refiere a creer en Cristo, es decir, a que le


seguimos a Él. Regocijaos y alegraos, porque vuestra recompensa es grande en los
cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros.

Cuando vivimos para Dios, somos vituperados (significa dura censura o desaprobación),
perseguidos (hostigamiento) y difamados (desacreditarle diciendo cosas contra su buena
opinión y fama). Esto se produce principalmente por personas religiosas, quienes se
aferran a sus conceptos religiosos y tradicionales. Los judíos fanáticos les hicieron todo
esto a los apóstoles en los primeros en sus inicios. También puede suceder con personas
que van en contra de la fe como los ateos.

La recompensa es similar a los grandes profetas de Dios, que su recompensa es


directamente en el cielo haciéndoles hombres de renombre (personas ejemplo para
otros).

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