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Extracto del Libro:

“La Técnica Metamórfica y los niños”


Autora: María del Carmen Boira
-Índigo Ediciones-

Cap. 3: “Qué es la técnica metamórfica”


Cap. 6: “Algunas experiencias con los niños”

Terapias Holísticas Córdoba


Encuentros para el Bienestar
Capítulo 3: ¿Qué es la Técnica Metamórfica?

Es un método vibracional, natural y sencillo, que nos ayuda a recuperar la salud, la alegría y a vivir
serenamente.

Está reconocida como Terapia Natural dentro de las Terapias y Técnicas Manuales.

Es un método sencillo que nos ayuda a recuperar la consciencia de que somos un ser holístico, a
recordar que la mente, el cuerpo y el espíritu son unidad; lo que afecta a uno está afectando a los
otros.

Nos ayuda a vivir nuestro auténtico propósito de vida, con alegría y entusiasmo, integrándonos
con la energía que somos.

Podemos reconocer y aceptar los bloqueos emocionales, ayudando así a su transformación y


liberación.

Descubrimos un potencial oculto en nuestro interior, que nos ayuda a transformar la enfermedad
en salud, y a comprender que no necesitamos seguir creando enfermedades.

Aprendemos a escuchar nuestro cuerpo y a darle los alimentos y el descanso que necesita.

Empezamos a ser responsables de nuestros pensamientos, de nuestras palabras y de nuestras


acciones, sabiendo que crearnos todas las circunstancias que vivimos.

De una forma agradable y sencilla llegamos a ser conscientes de la energía vital que fluye en
nuestro interior, y de la inteligencia innata que hay en ella. Recordamos que en nuestro interior
está todo lo que necesitamos.

Nuestras células contienen la Esencia de la Vida, y con ella la capacidad constante de


regeneración; la Técnica Metamórfica nos ayuda a recordarlo.

Se la conoce como Técnica Metamórfica, Técnica de la Metamorfosis, Terapia Prenatal y como


Masaje Metamórfico, esta última definición es inapropiada, pues no se trata de un masaje, aunque
pueda parecerlo.

Sus efectos más destacados son: sensación de paz interior, serena relajación, capacidad de
reaccionar de forma diferente ante las circunstancias, activación de la energía vital, de la alegría y
de entusiasmo.

Está indicada para: estados de depresión, insomnio, inquietud, angustia, falta de autoestima,
inseguridad, obsesiones. En casos de fibromialgia, cáncer, sida, en todo tipo de enfermedades,
tanto físicas como psíquicas, en síndrome de Down, autismo, en accidentes, traumatismos,
parálisis. En adicciones al alcohol, al tabaco, a la comida, al trabajo, etcétera. Para niños con
problemas de adaptación familiar, escolar; para adolescentes con problemas, y también para sus
familiares y educadores; para embarazadas y bebés con problemas de nacimiento, u otros; para
ancianos enfermos y sus cuidadores, y para todas las personas que desean comprender su
evolución, realizar su propósito de vida, gozándolo, elevando su vibración, y viviéndolo con salud y
alegría, celebrando cada instante.

La descubrió Roben Saint John sobre 1950, cuando estaba tratando con Reflexología a una niña
afectada por lo que en aquella época se conocía como mongolismo, y hoy se conoce como
síndrome de Down.

La niña, de dieciocho meses de edad, padecía infección el pulmón, infección intestinal, vómitos y
diarreas constantes, insomnio, estrabismo, hiperactividad. Los médicos que la trataban le habían
diagnosticado pocos años de vida. Su madre desesperada acudió a la consulta de Robert como
última esperanza. Con el tratamiento habitual de Reflexología comprobó que no se producía
ninguna mejoría; en un momento puntual sintió el impulso de acariciar los pies de la pequeña, y se
dejó fluir. Estaba acariciando por el puro placer de acariciar, y en ese momento pudo comprobar
cómo se transformaba la mirada de la niña, y aparecía una luz sorprendente. No sabía muy bien
qué estaba pasando, pero sintió que era algo importante.

Se dio cuenta de que estaba acariciando la zona refleja de la columna vertebral, el canal principal
por donde fluye la energía vital. Solicitó de la madre la posibilidad de seguir acariciando los pies de
la niña durante unos días a fin de observar qué podía pasar.

La sorpresa fue grande, pues la niña empezó a transformarse, estaba más serena y dormía mejor,
las infecciones fueron cediendo. Roben comprobé que sin él proponérselo estaba actuando de
catalizador. Más adelante siguió acariciándole las manos y la cabeza, en las zonas reflejas de
cabeza y columna.

Las transformaciones eran cada vez más evidentes, las infecciones fueron desapareciendo, la niña
estaba más serena. Los médicos que la trataban empezaron a notar grandes cambios, realizaron
análisis y descubrieron que el cromosoma de más que tienen estos niños, en este caso, se estaba
quedando parado. Con el tiempo, poco a poco su fisonomía empezó a transformarse y los rasgos
clásicos del síndrome de Down fueron desapareciendo.

Empezó a tratar a otros niños y adultos afectados de autismo, y más adelante de otras muchas
enfermedades; las transformaciones se seguían produciendo, cada una a su propio ritmo, pero
siempre se producía una transformación.

Pudo comprobar que la energía vital del paciente se activaba, y con ella la información que hay en
su interior. La sabiduría interior se despertaba y provocaba auténticas transformaciones.

Pudo comprobar asimismo que en nuestro interior, desde la parte superior de la cabeza y a lo
largo de toda la columna vertebral, está concentrada toda la información de la vida antes de la
concepción, en la concepción, durante la vida intrauterina y en el momento del nacimiento.
También se almacena en todas nuestras células toda la información de cada instante de nuestra
vida, lo que nos ha hecho sufrir y lo que nos ha hecho sentir felices. Los bloqueos energéticos no
nos permiten dejar fluir de forma natural la energía, y poco a poco y de forma inconsciente se va
creando lo que conocemos como enfermedad.

A esto que descubrió, lo llamó Terapia Prenatal, porque le reveló la importancia de la vida
intrauterina, y del momento del nacimiento; durante ese proceso se forman los patrones de
conducta que desarrollaremos en la vida fuera del útero materno. Más adelante le dió el nombre
de Técnica Metamórfica, porque fue dándose cuenta de cómo se desarrollaba en sus pacientes la
capacidad de transformación, de metamorfosis.

Dicha Técnica nos ayuda a recordar quién somos, de dónde venimos, y cuál es nuestra misión aquí
y ahora. Podemos recordar todo el potencial que poseemos de cara a poder desarrollar nuestra
misión; podemos despertar la consciencia y recordar que somos la Vida transformándose a sí
misma, y que en el interior de nuestro cuerpo está la Esencia de la Vida y en ella está Todo lo que
necesitamos. De la misma manera recordamos que en el interior de los demás también está Todo.

Nos ayuda asimismo a reconocer nuestra capacidad de sanarnos a nosotros mismos, de conservar
la salud y la alegría de vivir, de comprender que somos los responsables de nuestras
circunstancias.

Podemos llegar a comprender de dónde venimos y hacia dónde vamos, y de esa manera entender
el significado de la vida y la muerte, para poder vivir en armonía, gozando del vivir, sin miedo a
morir.

Recordamos que la muerte en realidad no existe, es una transformación. Salimos de la materia y


regresamos al lugar de origen con una vibración más alta, hemos evolucionado, y aprendido
muchas cosas. El cuerpo donde habitábamos ya no lo necesitamos y se transforma en materia
orgánica, siguiendo el ciclo evolutivo de la naturaleza. La energía que somos nunca muere se
transforma constantemente. Si necesitamos volver para seguir evolucionando, crearemos otro
cuerpo físico nuevo.

La Técnica Metamórfica es una técnica vibracional que nos ayuda a reconectar con la Esencia y a
liberar los bloqueos energéticos que se han ido produciendo desde el instante de la concepción,
durante la gestación, en el nacimiento y a lo largo de nuestra vida hasta el momento presente. La
propia sabiduría nos ayuda también a comprender la causa de los bloqueos, y nos ayuda a
aceptarlos y transformarlos, liberando así la energía bloqueada, permitiendo que fluya la energía
vital de forma natural. De esta forma, recobramos la salud y la alegría, podemos vivir en paz y con
la seguridad de crear lo correcto en cada instante.

Es muy agradable de recibir y practicar, se aprende fácilmente, y es aconsejable practicarla en


familia y entre amigos. Aprender a catalizar es algo que todos tendríamos que hacer, pues es
aprender a estar presente en armonía, con serenidad, respeto y amor.

Cuando estamos catalizando sabemos que la Vida con toda su fuerza y todo su poder creador y
regenerador está fluyendo en nosotros, vibrando e irradiándose hacia el exterior; eso es todo.
Con esta actitud de unidad e integración, la Esencia se manifiesta, y en el ser humano que hay
delante se activa la Esencia que hay en él o en ella. Cuando esto ocurre se está produciendo la
catalización, la Consciencia se activa y la energía vital comieza el proceso de transformación.

El practicante de la Técnica Metamórfica actúa de catalizador, estando presente, acompañando al


paciente, desde la serenidad, sin apego al resultado, sin implicación en la circunstancia, sin querer
dirigir la energía en ninguna dirección, recordando que la energía vital de su paciente es
inteligente, y sabe lo que es mejor en cada momento. Es desde la Presencia serena y armónica
desde donde se produce la conexión con la Esencia, y en esa conexión el paciente recuerda que
Todo está en su interior. Puede llegar a comprender que inconscientemente creó miedo, angustia,
odio, rencor, sufrimiento, etcétera. También comprende su capacidad de transformación y
empieza a ponerla en acción.

Es fácil de aplicar, lo fundamental es aprender la actitud del practicante.

Su aplicación consiste en unos toques suaves en forma de caricia, en las zonas reflejas de la cabeza
y la columna vertebral, en los pies, las manos y en la cabeza. Los toques se aplican en el cuerpo
físico y también en el cuerpo energético que rodea a pies, enanos y cabeza.

Estas tres zonas son importantes. Los pies nos recuerdan que estamos en la Tierra, son nuestras
raíces y asimismo los responsables del movimiento. Las manos nos recuerdan la capacidad de
crear, dar y recibir, y su energía fluye del corazón, la conexión entre cielo y Tierra. La cabeza nos
recuerda la capacidad de pensar, de impulso creador, donde todo empieza, y su energía viene
directamente desde el cielo, nos remite a la Unidad.

Es indispensable catalizar en este orden; primero los pies, después las manos y, a continuación, la
cabeza. Vamos desde la frecuencia más densa hacia la más sutil. El tiempo que empleemos no es
lo más importante, lo vital (además de la actitud del practicante) es saber que la Vida que fluye en
cada ser humano tiene en sí misma la capacidad de transformar.

Con la Técnica Metamórfica recordamos que somos la Vida creándose a sí misma y que, por tanto,
somos Uno con la Creación. Recordamos también que todos formamos parte de todos y de Todo.
Comprendemos que somos Creación y Creador a la vez. Empezamos a ser responsables de
nuestros pensamientos, de nuestras palabras, de nuestras acciones, sabemos que nuestra
transformación es la transformación del mundo. Antes, nuestro sufrimiento era el sufrimiento del
mundo. Ahora sabemos que nuestra armonía es la armonía del mundo.
Al practicar o recibir la Técnica Metamórfica sentimos una gran serenidad, recuperamos la
seguridad y la fuerza de voluntad, reconocemos nuestro poder creador, y la alegría y el
entusiasmo se reestablecen de forma natural, la Vida fluye libremente por nuestro interior,
recordamos que somos Amor, y este se expande de forma natural.

La Luz se irradia espontáneamente, y la sabiduría interior guía nuestros pensamientos, nuestras


palabras y nuestras acciones. Nos estamos transformando de forma consciente, gozando de
nuestra transformación, y de forma simultánea, nuestro entorno se transforma. Familiares,
amigos, compañeros de trabajo, sin apenas darse cuenta, se sienten mejor, más seguros y más
serenos: nuestra transformación es también su transformación. Es la magia de la Vida
transformándose a sí misma.

La Técnica Metamórfica es un método natural que todos podemos utilizar de forma sencilla, no
necesitamos haber estudiado Anatomía, Reflexología, Osteopatía, ni otros temas parecidos, sólo
necesitamos sentir amor, por nosotros mismos y por los demás, y saber estar en armonía, sentir
serenidad y practicar el desapego. Desapego al resultado, a la intención y a la implicación.
Sabemos que la energía vital que fluye en el interior de cada ser humano contiene toda la
capacidad transformadora y regeneradora que necesitamos.

Por eso que con nuestra presencia serena, se activa en el otro la conexión con la Esencia, con la
energía vital y con la sabiduría interior.

Con un suave toque a modo de caricia se activan los sensores del cuerpo físico y de los cuerpos
energéticos. En ocasiones ni siquiera es necesario tocar, depende del estado vibratorio del
practicante. Algunas veces con la Presencia serena o con la palabra, es suficiente. El paciente
empieza a sentir que algo ocurre en su interior, aunque al principio no sabe muy bien cómo
interpretarlo, pero poco a poco lo irá comprendiendo y es entonces cuando su actitud empieza a
cambiar, se empieza a transformar de manera consciente. Siente cómo la información se mueve
en su interior, puede recordar y comprender circunstancias y vivencias que le hicieron sufrir; y al
comprenderlas es cuando se liberan de forma natural. Las emociones y los sentimientos retenidos
se liberan permitiendo que los bloqueos se disuelvan.

Las vivencias que nos han dañado y hemos querido olvidar se quedaron atrapadas en nuestras
células, y la capacidad natural de regeneración se fue atrofiando, provocando así la enfermedad.
Con la aplicación de la Técnica Metamórfica se produce la autosanación a través de la Consciencia.
Es la inteligencia innata del ser humano la que realiza todo el proceso de transformación.

Cuando practicas desde el corazón sientes la serenidad y la armonía que ce permiten catalizar, es
una sensación tan gratificante que te mantiene en Unidad, en paz y en Comunión con toda la
Creación. Esta sensación, este estado, es el que tendríamos que sentir de continuo, de esta
manera estaríamos siempre sanos, regenerándonos constantemente, y conscientes de quiénes
somos y de todo el potencial y la sabiduría interior. En esta integración sólo es posible el Amor, la
Unidad, la Luz.
Te propongo que aprendas la Técnica Metamórfica, para ti mismo, para que no olvides quién eres,
y qué has venido a hacer a este mundo, y para que seas feliz siendo tú y fluyendo de forma natural
También para que se la puedas aplicar a todos aquellos que la necesiten y así recobren la
consciencia de quiénes son, dejen de sufrir y puedan empezar a crear armonía, alegría y
entusiasmo.

Despertando nuestra sabiduría podemos dejar de envejecer, mantenernos eternamente jóvenes,


pues la información de las células es de constante regeneración. Si dejamos de pensar que nos
hacemos viejos, dejaremos de hacernos viejos. Es la mente la que controla el cuerpo, y si le
quitamos la información equivocada, aparecerá la auténtica información:

1. Salud constante
2. Juventud constante
3. Armonía constante

Además de recibir sesiones, tú puedes aprender.

Aprendemos a ser un buen catalizador, sin implicarnos en la circunstancia de nuestro familiar,


amigo o paciente, y sin esperar nada. Aprendiendo a mantener la serenidad y la armonía, ante
cualquier sufrimiento del paciente, familiar o amigo.

Si acaso nos implicarnos, podemos utilizar la respiración: aprendemos a respirar serena y


conscientemente, poniendo atención en la forma de respirar, dándonos cuenta de que la vida
entra y sale con cada respiración regenerándonos constantemente; nacemos y morimos cada vez
que inhalamos y exhalamos. Procuramos al inhalar llenar el tórax y el abdomen de aire, de
energía, de Luz, de Amor, y al exhalar liberamos todo aquello que nos estorba; poco a poco vamos
exhalando Amor y Luz. Respirando serenamente conectamos con el Ser, y es ahí donde reside la
armonía; desde ese instante podemos observar la circunstancia de nuestro paciente como un
nuevo aprendizaje que Je ayuda a evolucionar, sin implicarnos, sin sufrimiento y sin dirigir la
energía. Sabemos que la energía vital que hay en él, desde su sabiduría innata, hará todo lo que
sea necesario.

En ese estado de armonía recordamos que en el ser humano que está delante de nosotros, existe
la Esencia de la vida, y que contiene todo lo que necesita para su curación (si es que está
enfermo), para su comprensión y para su transformación. En su interior tiene toda la sabiduría y
todo el potencial con los cuales crear lo mejor para sí mismo. De manera que no necesita que
hagamos nada por él, sólo acompañarle con nuestra presencia serena.

Sabemos que no hemos de poner ninguna intención, ni esperar ningún resultado, ningún cambio
ni ninguna transformación, sólo dejar que se produzcan cuando tenga que ser, sí es que han de
ser. Hemos de manifestar un total desapego al resultado, desapego a la intención, dejando que la
Vida haga lo mejor en cada ocasión.
«Mudra» de la concepción

Aprendemos un mudra (palabra de origen sánscrito que significa «concentración de energía») con
el cual nos ayudamos en momentos difíciles.

Consiste en tocar con la yema del dedo corazón de una mano la primera articulación del dedo
pulgar de la otra, en ambas manos a la vez, formando un círculo con las dos manos; no importa
que la mano derecha esté situada arriba o abajo, puedes hacerlo como te resulte más cómodo;
tampoco importa el tiempo que emplees, para La energía todo es instantáneo, pero es posible que
ce sientas muy bien haciéndolo y decidas alargarlo un rato; si así lo sientes está bien, pero no es
necesario.

Puedes utilizarlo para ti mismo y para los demás. Por ejemplo: si un día te sientes mal y no sabes
por qué, seguro que te ayudará a recuperar tu armonía; si has de tomar una decisión y dudas,
pronto tendrás claro lo que es importante; si alguien se enfada contigo y discute o se pone
violento, si tú haces el mudra, el otro sin saber por qué rápidamente dejará de discutir, pues
sentirá su serenidad y se contagiará.

Cuando hacemos el mudra recordamos que estamos en Comunión con la Creación, recordamos
que en el instante de la concepción está presente toda la energía de la Creación para que la vida se
pueda manifestar en la materia, y recordamos que esta Presencia es constante aquí y ahora, en
todo momento. Le pedimos a esta energía de la Creación, a esta Presencia, lo mejor para la
circunstancia, para la persona o personas. Lo que tiene que ser, no Lo que yo quiero que sea, no
impongo mi voluntad personal, dejo que sea La voluntad Divina la que actúe.

Cuando se aprende este mudra es muy fácil de practicar y resulta muy útil. Nos aporta una gran
paz y nos recuerda que todo es perfecto, aunque no lo podamos entender. No necesitarnos
entender.

En ese momento dejamos de sufrir, regresamos a la Unidad, volvemos al vacío, donde nada y todo
es lo mismo, ahí no cabe el sufrimiento, ni el juicio ni la pena, Todo 'es perfecto, sólo existe la paz
y la armonía.
Al hacer este mudra somos conscientes de que estamos en Comunión-Comunicación con la
Creación, y somos conscientes de que somos Luz y Amor, y que vamos hacia la iluminación. Toda
la energía que estaba presente en el momento de la concepción está presente siempre, aquí y
ahora. En ese instante lo recordamos y le pedimos a esta energía lo mejor para la circunstancia o
para la persona o personas. No le pedimos lo que queremos que sea, sino lo que tiene que ser, lo
que está dentro del Plan Divino.

Sirve para uno mismo o para cualquier persona, grupos, circunstancias, etcétera.

Podemos pedir lo mejor para aquellas personas que sabemos que sufren aunque no las
conozcamos, en caso de accidente, de guerras, incendios, terremotos, inundaciones, catástrofes,
etcétera. Podemos pedir por los elementos, por el planeta. Sabemos que lo que afecta a uno nos
afecta a todos; de la misma forma sabemos que la armonía de uno es la armonía de todos.

Lo primero que sentimos al hacer este mudra es una gran sensación de paz, nos sentimos serenos
ante la circunstancia que hace un instante nos preocupaba. En esta actitud, de forma espontánea
irradiamos armonía y serenidad hacia la circunstancia o la persona o personas que antes nos hacía
sufrir; desde la serenidad y la armonía comprendernos las cosas de forma diferente y podemos
ayudar a los demás, incluso con nuestro pensamiento sereno y armónico sin que llegue a ser
necesaria la acción.

Se le llama mudra de la concepción porque tocamos el punto reflejo del instante de la concepción,
que es la primera articulación del dedo pulgar. Lo tocamos con el dedo corazón, y además de
recordar que toda la energía de la concepción está presente aquí y ahora, estamos integrando el
dedo pulgar, que tiene relación directa con la mente, con el dedo corazón, que tiene relación
directa con el corazón. Estamos integrando corazón y mente, creando la U ni dad en nosotros
mismos y por resonancia en el entorno. Como siempre ha sido y como siempre ha de ser.

Recordamos también que la concepción sigue siendo en cada instante, con cada pensamiento, con
cada palabra, con cada acción. Nos seguimos concibiendo a nosotros mismos y al mundo que nos
rodea.

Ahora, desde esta actitud la concepción es consciente, desde la Luz y el Amor, y el resultado es
armonía, paz, serenidad. Empezamos a concebir un mundo de paz, de Unidad, de Amor y
Fraternidad.
Capítulo 6: Algunas experiencias con los niños

Mi primera experiencia

Mi primera experiencia fue con una niña, que tendría en aquel momento siete años.

Hacía un año que padecía convulsiones epilépticas, la estaban tratando con medicación muy
potente, y las convulsiones no cedían, aumentaban progresivamente. Tenía un riñón en muy malas
condiciones debido a la medicación, y padecía hepatitis repetitiva por la misma causa.

Los médicos no encontraban la solución y, después de un importante congreso de médicos


especialistas en el tema, decidieron que la única solución era una operación muy delicada en un
famoso hospital de Houston. Pero existía un pequeño riesgo de invalidez, pues la zona que debía
ser operada era una zona muy complicada del cerebro.

Los padres estaban muy asustados, tenían miedo del posible riesgo, pero decidieron probar y
aceptaron la operación.

Conocí a la madre un mes antes de la fecha de la operación y le ofrecí la posibilidad de probar


unas sesiones de Técnica Metamórfica, pues quizá le podría ayudar a vivir mejor la situación, a
reaccionar mejor ante la operación, a no tener miedo. Le ofrecí la posibilidad de recibir las
sesiones los tres, padre, madre e hija. La angustia de los padres estaba afectando a la niña, su
serenidad le podría ayudar.

Como quedaba poco tiempo para su viaje, sentí que las sesiones tenían que ser diarias, acudía a su
casa y trataba a los tres. No sabía si sería capaz de no implicarme con su sufrimiento y mantener
constantemente la serenidad y la armonía. Al principio me costó, pero me ayudó mucho el centrar
mi atención en la respiración, y así volvía a recuperar serenidad, la Unidad en mí y la integración
con la Esencia; sabía que desde ahí todo es posible. Lo que tenía muy claro es que no podía
perjudicar a la niña y si ayudarla a vivir mejor su situación y quizá a darse cuenta de que podía
transformarla.

Durante las primeras sesiones parecía que la niña no reaccionaba, pero al cabo de pocos días la
mamá me comentó: «está pasando algo, ella se da cuenta de que le viene una convulsión y me
avisa, cosa que antes no sucedía». Días más tarde, cuando se producía la convulsión ésta era más
corta y ya no perdía el conocimiento. Los padres se mantenían más serenos y con menos miedos.

Poco a poco las convulsiones se fueron reduciendo en cantidad y duración. Los médicos que la
estaban tratando se dieron cuenta de que algo diferente estaba ocurriendo, algo inesperado, y
decidieron aplazar la operación y observar la evolución de la niña.
Yo decidí darle las sesiones en días alternos, pues iba evolucionando de forma sorprendente y muy
favorable. Cada día se iba reduciendo el número de convulsiones y duraban menos tiempo.

Los padres aprendieron a darse las sesiones ellos mismos, se sentían más seguros y optimistas,
pero querían que con la niña siguiera yo.

A las tres semanas apenas tenía convulsiones durante el día, si acaso una o dos veces; se
mantenían las de la noche durante el sueño. Estas tardaron varios meses en desaparecer. Las
sesiones las reduje a una vez por semana.

Le redujeron la medicación, con lo cual su hígado y sus riñones empezaron a funcionar mejor, y
poco a poco se recuperaron; la operación ya no fue necesaria. Los médicos alegaron que estos
cambios eran debidos en gran manera a su cambio natural, propio de los siete años; los padres les
comunicaron que estaba recibiendo sesiones de Técnica Metamórfica, pero los médicos dijeron
que eso eran tonterías, tenían su propia opinión. Pero lo que importaba realmente era la
recuperación de la niña.

Seis meses después pudo volver al colegio y seguir con su vida normal, con su alegría natural y sus
ganas de jugar. Las sesiones eran una vez al mes, hasta que ya no las necesitó.

Para mí esta fue una gran experiencia, había aprendido algo muy importante: a confiar en la Vida,
en la Energía Vital de la niña y en mí misma, para mantener la serenidad y la paz y así poder
catalizar felizmente.

Su madre me contó que desde muy pequeña le ocurrían cosas muy raras, le decía a su mamá que
veía unas siluetas de luz, de diferentes colores, que le decían cosas; estas siluetas de luz sólo las
podía ver ella. Con el tiempo, la mamá decidió llevada al médico y empezaron a tratarla con
medicación para que dejara de ver cosas raras. En ese momento comenzaron a intentar cortar su
capacidad de percepción, era una niña con una capacidad extrasensorial muy desarrollada. Sigue
siéndolo, pero ahora sus padres ya lo aceptan como algo natural.

Sus padres estaban muy agradecidos por su recuperación, y por conseguir comprender y aceptar a
su hija cal como era en realidad.

Luchando por vivir

En una ocasión me llamó por teléfono una joven mamá muy desesperada, su bebé había nacido
con un grave problema, el parto fue muy difícil y tuvieron que ayudarlo a nacer, sacándolo con
fórceps.

Al poco de nacer el niño entró en coma. Al sacarlo de forma forzada se había roto la base del
cráneo y el encéfalo se había lesionado y se estaba deshaciendo; los médicos por más que lo
intentaban no podían hacer nada.
Permanecía en la UCI infantil pero sin ninguna esperanza, conectado a una máquina de respiración
asistida, e iba disminuyendo de peso, los minutos eran cruciales.

La mamá dentro de su angustia creyó que yo podría ayudarlo y me preguntó: « ¿Puedes curar a mi
hijo?». Era una pregunta desesperada. Dijo: «he oído hablar de la Técnica Metamórfica y, quizá, si
tú pudieras... ».

Yo tenía que explicarle que la Técnica Metamórfica no cura, que lo que hace es ayudar al paciente
a conectar consigo mismo y despertar su Consciencia y la Energía vital que hay en él, con toda la
sabiduría y el poder regenerador y transformador. Pero ese no era el momento ideal para que
pudiera entenderme, ella solo quería que curara a su hijo.

Yo le pregunté el nombre del niño y el de ella, hice el mudra de la concepción y pedí lo mejor para
los dos. Le dije: «voy a ayudar a tu hijo, pero no sé si le ayudaré a vivir o a morir, en realidad no
está en mi mano». Ella se sintió muy mal y colgó el teléfono, no era la respuesta que esperaba.

AJ día siguiente me llamó y me dijo: «los médicos me piden que me lleve el niño a casa, ellos no
pueden hacer nada, va a morir, y dicen que mejor que muera, el encéfalo se está deshaciendo, y
nadie puede vivir sin encéfalo, necesitan la UCI infantil y ya no pueden hacer nada por él. Estoy
desesperada, puedes venir a casa y ayudarnos?».

Su petición salía del alma, y le dije: «sí, voy». Vivían en una aldea en la provincia de Burgos, pero
no dudé en tomar un tren y desplazarme rápidamente hacia allí. El viaje fue largo, hacía frío,
estaba nevando, pero no importaba, yo sentía que el niño me decía: «socorro, ayúdame, quiero
vivir, necesito curarme, ayuda a mi mamá que sufre mucho».

Cuando llegué a su casa sentí todo el dolor y la rabia que había en la familia, ellos creían que había
sido un fallo médico en el momento del parto. El niño respiraba con mucha dificultad, y parecía un
montón de huesos forrados de piel. Había disminuido mucho de peso y no asimilaba el alimento,
tal como le entraba por vena lo eliminaba sin absorberlo.

Le sugerí a la madre, el padre y la abuela que ellos también necesitaban ayuda, al principio fue
imposible, ni me escuchaban.

Decidí que la sesión se la iba a dar al bebé dentro de la bañera infantil, el elemento agua era muy
importante en ese momento, sentí que le ayudaría a conectar con su estancia en el útero materno
y a comprender su resistencia a nacer.

El niño aún mantenía la posición fetal, tenía los puños cerrados y las rodillas pegadas a la barbilla.
Cuando toqué el punto superior del dedo pulgar, correspondiente con la glándula pineal, el bebé
abrió sus puñitos y empezó a extender sus manos y sus pies. Para mí fue la certeza de que
empezaba su transformación. Le dije a la madre: «mira, nos está diciendo que quiere vivir». Fue un
momento muy emotivo para todos, toda la familia estaba presente contemplando la situación.
Sentí que tenía que darle otra sesión antes de irnos a dormir, iban a ser dos en el mismo día, no
era lo usual, pero en ese momento sentí que debía ser así. Volví a pedir la bañera con agua
templada y le di otra sesión dentro del agua; en el caso de los bebés la sesión es de pocos minutos,
su energía es muy potente y reaccionan muy rápido.

Sus padres amablemente me invitaron a quedarme a dormir en su casa, acepté agradecida y nos
fuimos a dormir.

De madrugada me despertó el suave maullido de un gatito, pensé que era natural, estábamos en
el campo, pero cuando presté atención comprobé con grata sorpresa que no era un gatito, era el
bebé que empezaba a sollozar. Salí corriendo hacia el dormitorio de los padres, y de camino me
encontré con la abuela que muy contenta me dijo: « ¡es él!».

Al entrar comprobamos que lloraba, y que cada vez lloraba más fuerte, tenía fuerza para llorar,
todos sonreíamos de alegría. La mamá, que se había ido extrayendo la leche para guardarla por si
acaso, decidió ponérselo en el pecho con el fin de comprobar cómo reaccionaba, y la reacción fue,
de empezar a succionar con impaciencia.

Era como una fiesta, todos nos mirábamos sorprendidos y felices, su reacción había sido muy
rápida, estaba claro que quería vivir. Lo que no podíamos saber era en qué condiciones de vida.
Todos pedíamos lo mejor para él.

En los días sucesivos seguí dándole una sesión diaria, siempre dentro del agua.

Tomaba el pecho sin problemas y empezaba a aumentar de peso lentamente.

Un día observé que su hermanita de tres años estaba muy triste en un rincón, nadie le hacía e.aso,
toda la atención se la daban al bebé. De repente le pregunté: «¿quieres ayudarme, quieres
acariciar los pies de tu hermanito?», rápidamente me dijo; «sí», se puso a mí lado, observó cómo
lo hacía yo y siguió haciéndolo ella. Cuando él sintió las manos y la energía de su hermanita abrió
los ojos y la miró fijamente sonriéndote; fue la primera vez que abrió los ojos y los mantuvo
abiertos.

La niña se sintió muy importante y muy feliz, desde aquel día me ayudaba a catalizar a su
hermanito, le gustaba mucho acariciar sus pies y sus manitas, la cabeza no, pues decía que era
muy rara, La cabeza era un lugar muy delicado, además tenía un aspecto muy desagradable, y
siempre la acariciaba yo casi sin tocarla físicamente, era más una caricia energética.

Poco a poco la inflamación y el aspecto amoratado de la base del cráneo iban reduciéndose. Él
seguía alimentándose, durmiendo y aumentando de peso, su respiración era casi normal.

La mamá aceptó recibir sesiones diariamente, pues logré que emprendiera que su angustia, su
rabia, su miedo, se los transmitía al niño al darle el pecho. Comprendió que si ella estaba más
serena, todo iría mejor y ayudaría a que pudiese recuperarse más fácilmente.
Cuando llegó el momento de marcharme, les dije que seguiría con las sesiones a distancia, desde
Barcelona, pues ya no podía quedarme más tiempo, había pasado casi un mes y yo tenía que
seguir con mis pacientes y alumnos, había aplazado todo hasta mi regreso. Les pedí que dejasen
que la hermanita siguiera acariciándole los pies y las manos, pues era una gran catalizadora, desde
su inocencia y alegría, y que yo seguiría haciéndolo a distancia y en eres meses volvería a verlo.

Al cabo de tres meses, cuando volví, se había producido una gran transformación, el cráneo se
había cerrado y cicatrizado, la herida tenía un color sonrosado, el encéfalo se había regenerado.
Los médicos estaban muy sorprendidos de su evolución, ellos creían que era imposible. La pediatra
no daba crédito a lo que veta, era un niño casi normal, de evolución más lenta que otros niños de
su edad, pero de un aspecto muy sano, algo pequeño pero fuerte y feliz. Sonreía casi siempre y
empezaba a balbucear.

Toda su evolución fue más lenta que la de otros niños de su edad, tardó unos meses más en
aguantar firme la cabeza, tardó más en poder mantenerse de pie y dar sus primeros pasos, en
salirle los dientes. Pero todo eso no tenía la más mínima importancia.

A los dos años era un niño totalmente normal, muy alegre y feliz, dulce y cariñoso, y la alegría de
roda la familia.

Creció y aprendió sin ningún problema, era muy inteligente, hoy es un joven de dieciséis años. Su
madre y yo mantuvimos contacto durante su desarrollo y me iba informando de sus evoluciones,
me enviaba fotos para ver sus transformaciones, así como las de su hermana.

En una ocasión, en una aldea próxima nació un niño con un problema de falta de oxígeno en
sangre, y la situación era grave. La mamá del niño, que ya era un adolescente, me preguntó: « ¿Tú
crees que yo podría ayudar a esta mamá?», «Claro», le respondí, ya sabes qué tienes que hacer;
pero recuerda que tienes que catalizar a los dos, al bebé y a la mamá, ella está sufriendo mucho y
eso no ayuda a su hijo. Puedes contarle la experiencia con su hijo, y si no se lo cree, puede
preguntar a los médicos que le atendieron. «Gracias, es verdad, yo puedo. Seguro que mi
experiencia le ayudará.»

A los tres años no quería seguir

En un viaje conocí a una chica que me contó que su hermana desde los tres años vomitaba todo lo
que comía, ya no sabía qué hacer con ella, la había llevado a diferentes médicos) curanderos,
chamanes, etcétera, pero todo seguía igual, disminuía de peso, se quedó sin defensas, tenía
constantes infecciones, los medicamentos no le hacían ningún efecto, y se iba quedando
pequeñita. No tenía ningún problema físico, se negaba a comer y lo poco que comía lo vomitaba.

Mientras me explicaba la situación de su hermanita, yo sentí algo muy fuerte, me llegó una
información que le transmití a ella, le dije: “ya sé lo que le pasa a tu hermanita, no quiere vivir, se
siente rechazada por mamá y por papá. Tu mamá la concibió con mucha rabia, fue violada por
papá y decidió abortar, como no pudo abortar físicamente, abortó psíquicamente. Tu hermanita
se siente rechazada por mamá y por papá y no quiere vivir, vive gracias al amor que recibe de ti”.

Al oír esto se puso a llorar con mucha pena, y me preguntó: «¿tú cómo lo sabes, si no nos
conoces?», Me contó que sus padres estaban separados, el padre era violento, bebía mucho, la
madre trabajaba muchas horas para dar de comer a ocho hijos; cuando el padre estaba borracho,
iba a casa le robaba el dinero y la violaba. La dejó embarazada del noveno hijo, con rabia e
impotencia. Como no tenía dinero para abortar, cuando nació me la dio y me dijo: «véndela,
regálala, tírala, haz lo que quieras, yo no la quiero».

«La recogí y la llevé conmigo -me dijo-. Yo me había marchado de casa hacía tiempo, por miedo a
mi padre, tenía en aquel momento quince años, y parecía una madre soltera, pero no me
importaba, menos darle el pecho porque no podía, hice todo lo que pude para sacar adelante a mi
hermanita. Trabaje y estudié para poder mantenernos las dos, y conseguir lo mejor para ella y
para mí, pero ahora ya no sé qué hacer, parece como si ella no quisiera vivir» Yo le ofrecí la
posibilidad de ayudarla enseñándole un método muy sencillo, pero que podría ayudar a la niña y a
la madre, y quizá más tarde al padre.

Empecé a enseñárselo practicando con ella, y pronto comprendí que a ella le estaba haciendo
mucha falta. Viajábamos hacia la India, en el avión tuvimos muchas horas para hablar, y le pude
practicar en las manos, ella lloró mucho y me contó muchas cosas de sus experiencias como
«madre soltera». Cuando llegamos se nos ofreció la oportunidad de compartir el dormitorio, y por
la noche empecé a enseñarle la técnica completa en pies, manos y cabeza. Nuestra amistad iba
creciendo, yo la sentía como una hija y ella me decía que sentía como si yo fuera su auténtica
madre, pues me contaba cosas que nunca pudo decir a su madre.

Nuestro viaje duró un poco más de un mes, y tuvimos ocasión de practicar mucho, ella pudo solear
mucho sufrimiento, muchos miedos y mucha rabia contenida, poco a poco se sentía más serena,
estaba muy lejos de su casa y su hermanita, sabía que otros familiares la estaban cuidando, pero
tenía ganas de verla.

Cuando faltaba poco para regresar cada una a su país de origen, me dijo: «quiero pedirte que
vengas tú a tratar a mi hermanita, yo no voy a poder, aún no soy capaz de perdonar a mis padres,
sé que no soy quién para juzgarlos, pero aún no puedo comprender cómo mi mamá quería que
tirase a mi hermanita, ella era muy pequeña, indefensa e inocente. A mi papá todavía le tengo
miedo y rabia, no tendría que ser así, pero aún está este sentimiento. Con el tiempo lo voy a
superar, pero ahora me resulta difícil».

Me propuso que fuera a Guadalajara, México, pues allí es donde ella y su familia vivían, y que
tratara a su hermanita y a su mamá. Me dijo: «aprovechando tu viaje puedes dar seminarios y
enseñar a muchas personas, hay mucha gente que sufre por diversas causas, puede irle bien a
muchas personas. Si aceptas -dijo-, yo te organizaré un grupo de personas, puedes dar una
conferencia, para que te conozcan, y pueden surgir varios grupos». Ella trabajaba en aquel
momento en un periódico importante y conocía a muchas personas a quienes les podría interesar.
Tres meses después estaba tratando a su hermanita, a su mamá, y a muchas personas más. Di una
conferencia a la que asistieron muchas personas, y se organizaron varios grupos para aprender.

La hermanita empezó a cambiar de actitud, ya no vomitaba y poco a poco fue recuperando su


alegría, empezó a tener ganas de comer y asimilar los alimentos. La mamá lloró mucho, tenía
mucho sentimiento de culpa, en el fondo de su alma deseaba abrazar a su hija y pedirle perdón,
hacía seis años que no podía dormir, y estaba muy enferma, aviejada, triste y consumida. Llegó el
día en que pudo abrazar a la pequeña, la niña la abrazó con alegría, inocencia y entusiasmo, esta
fue la mejor medicina para las dos. Todos lloramos de alegría. Celebramos ese día, pero quedaba
algo pendiente, tentarnos que conseguir que papá se uniera algún día a ese abrazo, parecía muy
difícil, pero sabemos que no hay nada imposible.

A los seis meses volví a México, y al ver a la niña me sorprendió el cambio tan maravilloso que se
había producido, su hermana había estado catalizando a las dos, madre e hija, ya se sentía capaz,
desde la serenidad y el Amor sabía que podía. La niña había crecido mucho, estaba muy guapa,
alegre y juguetona y comía muy bien, casi demasiado. La mamá se sentía feliz, su rostro de tristeza
había desaparecido, parecía más joven. El papá decía que él estaba bien y que no necesitaba
ningún tratamiento ni ninguna técnica, pero de vez en cuando iba a casa para ver a la familia, la
niña ya vivía con su mamá; el padre decía que le gustaba ver a la familia reunida. Todos
respetaban su decisión y esperaban que algún día quisiera cambiar.

Al año siguiente regresé a México, pues tenía muchos pacientes que, aunque trataba a distancia,
querían verme. Seguí ensenando y abrí una escuela para que otras personas pudieran seguir
enseñando. La sorpresa fue que mi compañera de viaje me dijo que un día su papá le pidió que le
acariciara los pies, las manos, la cabeza, por si acaso eso le podía ayudar a beber menos, a sentirse
mejor y a poder relacionarse mejor con la familia.

La sorpresa y la alegría de que se lo pidiese espontáneamente, para ella, fue como un regalo
inesperado, y ayudó más en la recuperación de su hermanita, que se sentía cada vez mejor, más
alegre y segura. Se había producido lo que podríamos llamar un milagro, el milagro de la Vida, el
Milagro del Amor en acción, Pudimos comprobar que la transformación de un miembro de la
familia provoca la transformación del resto de la familia, siempre que se produzca dentro del
Amor y el respeto a la libertad de cada cual, respetando su voluntad y su ritmo de transformación,

La vida nos juntó en un aeropuerto, haciendo un transbordo, era un viaje largo, y empezamos a
compartir. Así empezó una bonita historia y una gran amistad. Lo cierto es que la vida a través de
la hermanita me estaba pidiendo ayuda, también a través de la mamá y el papá.

Aprendí mucho: a ser fiel a la información que me llegaba, a atreverme a transmitírsela a ella, a
atreverme a no juzgar, a mantenerme serena ante su sufrimiento, a seguir viajando a pesar de las
opiniones negativas de mi familia, a gozar por poder ayudar a los demás, a recibir tanto amor de
seres tan maravillosos, a disfrutar de la belleza, la alegría y la hospitalidad del país y de las
personas que conocí. Sólo puedo decir: «Gracias».
Yo creía que mi viaje a México estaba destinado a esta niña, pero pronto pude comprobar que ella
era una causa muy importante de mi viaje, pero no la única. Conocí a muchas personas que sufrían
y necesitaban ayuda.

En la conferencia de introducción constantemente desviaba la información de la Técnica


Metamórfica, dada la experiencia de una paciente que tuvo un accidente de tráfico y quedó
paralizada desde la quinta vértebra torácica, algo irreversible según los médicos, y explicaba que
esta persona consiguió regenerar su médula partida y recuperar la movilidad. Cuando acabé la
conferencia, tras explicar la Técnica Metamórfica, que es lo que habían venido a escuchar, se
acercó a mí un señor y me dijo que estaba allí porque su sobrina hacía dos años que estaba en silla
de ruedas, tras un accidente de tráfico, y que era irreversible. Él era neurocirujano, muy
reconocido en su especialidad, y había consultado a los mejores especialistas de Estados Unidos y
todos le habían dicho que no se podía hacer nada.

«Creo que esta conferencia la ha dado para mí, pues yo no he perdido la esperanza de ayudar a mi
sobrina.», me dijo con entusiasmo. Su sobrina fue mi segunda paciente en Guadalajara, y con ella
la mamá y la abuelita que sufrían mucho. A los seis meses empezaba a mover los dedos de los
pies, y al año y medio conseguía moverse lentamente alrededor de la mesa, su recuperación fue
lenta pero progresiva.

Una niña muy rebelde

En una ocasión acudió a mi consulta una mamá muy angustiada, venía de parte de una amiga suya
y compañera de trabajo, que había sido mi paciente.

Venía con su hija de dieciocho meses, los médicos le habían diagnosticado autismo, pues desde
que nació se pasaba todo el día y casi toda la noche llorando, y no quería relacionarse con nadie,
ni con abuelas ni niñeras ni canguros ni en las guarderías. Los padres trabajaban los dos, él en
televisión y ella en la radio, y pasaban muchas horas fuera de casa. Cuando regresaban a casa era
un drama, la niña lloraba y lloraba desesperadamente, no había forma de calmarla, ni de conseguir
dormir.

Como remedio para poder descansar decidieron ir a dormir, unos días el padre y otros días la
madre, a casa de sus respectivos padres, pero era sólo una solución provisional, se sentían
nerviosos y agotados, querían encontrar la solución definitiva para poder ayudar a su hija y
descansar durante la noche.

Al entrar en la consulta la niña se puso muy nerviosa, me miró con recelo y decidió no entrar,
comenzó a llorar y después a chillar y a tirarse por el suelo. La mamá trataba de arrastrarla, y de
hacerle comprender que yo la podría ayudar, pero la niña cada vez forcejeaba más tratando de
escaparse.
Ante esta actitud de la niña, yo sabía que no era posible darle una sesión, tenía que respetar la
decisión de la pequeña, y lo que era más difícil, hacer comprender a la madre que no se la debía
imponer si la niña no quería. La mamá seguía insistiendo, decía: «faltaría más que se salga con su
voluntad, siempre tenemos que hacer lo que ella quiere, y es muy pequeña para decidir ella».

«En este caso -le dije- yo no puedo imponer mi voluntad sobre la de ella, si ella no quiere una
sesión, no puedo dársela, aunque es muy pequeña, es un ser libre y debo respetar su libertad, si
ella me rechaza y no quiere una sesión, yo no puedo imponérsela, no serviría de nada.
Aprovechando que estáis -aquí-, añadí, si quieres puedo darte una sesión a ti, y quizá te ayude a
serenarte y a vivir mejor la situación.»

Después de pensárselo la mamá dijo: «bueno ya que he perdido la mañana, por lo menos puedo
relajarme un poco». Empecé con la mamá, ignorando a la niña, que seguía fuera de la sala de
consulta. Al rato observé que asomaba la cabeza y nos miraba, estaba sorprendida por lo que le
hacía a su mamá, ya no lloraba, y permanecía muy atenta a las dos y en silencio. Poco a poco fue
entrando, se acercó a mí y empezó a darme suaves pataditas, la mamá la riñó, y yo le comenté que
no le dijera nada, que esa era su forma de acercarse a mí y de pedirme que la acariciase.

Con mucha alegría empecé a acariciar su zapato, ella me dejaba y me miraba sin decir nada, le fui
quitando el zapato y el calcetín, y no dijo nada, seguí acariciando su pie, después el otro, le pedí
permiso para acariciar sus manos y me las dejó, y lo mismo con la cabeza. La mamá estaba muy
sorprendida. La niña nos había estado observando y seguramente debió observar nuestras auras y
comprendió que esto era beneficioso y, sin decir nada, se acercó espontáneamente. Su sabiduría
la guió hacia mí.

Al volver a su casa ocurrió algo sorprendente. Llegó el papá muy cansado y se sentó en el sofá, la
niña se acercó a él y empezó a acariciar sus zapatos, el papá trató de decirle que no le tocase los
zapatos, que estaban sucios, pero le fue imposible, empezó a relajarse y se durmió. Cuando
despertó se lo explicó a la mamá y esta le contó lo que había pasado esa mañana; los dos estaban
muy sorprendidos, muy contentos de la reacción de la niña, pero no se lo podían creer. Tras varias
sesiones más, la niña pudo asistir a la guardería, ya aceptaba la relación con extraños, se había
vuelto sociable, el supuesto «autismo» había desaparecido. Quizá era su forma de llamar la
atención y reclamar el tiempo, la atención personal y el cariño constante de mamá y papá, algo
que en el mundo laboral de hoy en día es bastante difícil.

A los pocos días de asistir a la guardería, la monitora llamó a la mamá y le dijo: «tu niña se porta
muy bien, pero es un poco rara, cuando los niños se pelean o se pegan, ella acude rápidamente y
les acaricia los zapatos, y dejan de pelearse o de pegarse y siguen como amigos». La mamá le
explicó que la niña había recibido sesiones de Técnica Metamórfica y que consistían en caricias en
los píes, las manos y la cabeza, y que esas sesiones le habían ayudado a transformarse. La niña
espontáneamente lo utilizaba cuando sentía que era necesario, era una gran catalizadora desde su
inocencia y su sabiduría, tan sólo con acariciar los pies de sus amiguitos, todo volvía a la calma. Ella
irradiaba la Luz y el Amor con su Presencia, y sus manitas hacían el resto.
Para mí fue una nueva experiencia de aprendizaje, aprendí el respeto que debemos a los
pacientes, sea cual sea su edad. Debemos pedir siempre permiso al paciente, aunque los
familiares no lo entiendan, sabemos que: al catalizar se va a provocar una reacción y, para que
esto suceda, tiene que estar de acuerdo.

Comprobé una vez más que los familiares, y sobre todo los padres de niños con problemas,
necesitan tanta ayuda, o a veces más, que los niños.

Con mucha ternura y alegría comprobé la Luz y el Amor que irradiaba a través de su inocencia, a
pesar de su resistencia, de su llanto y de su pataleta. Si estamos atentos, siempre aprendemos
algo nuevo.

Empezó en el metro

Viajaba en el metro y me llamó la atención la triste mirada de la persona que estaba delante de
mí. Era una mujer joven con aspecto de preocupación y tristeza, yo sentí el deseo de ayudarla,
pero ¿cómo? si no la conocía de nada, no me atrevía a preguntarle si quería ayuda, podría
molestada, podría sentirse ofendida decidí mirar hacía otra parte y olvidarme.

Al rato volví a mirarla, y aumentaron mis deseos de ayudarla, estaba muy próxima mi parada y me
decidí a preguntarle: « ¿te puedo ayudar?». Me contestó: «no, nadie puede ayudarme», Io mío es
muy triste, y empezó a contarme la causa de su tristeza. Llegamos a la parada y coincidió que las
dos bajábamos en la misma, salimos juntas y emprendimos el mismo camino, ella seguía
contándome, me decía: «tengo una hija de seis años, y desde que nació tiene un gran problema, y
nadie sabe lo que es, los médicos no tienen un diagnóstico, pues físicamente todo está bien, pero
lo cieno es que no habla, le cuesta mantenerse en pie, llora constantemente, y tiene un gran
retraso en su desarrollo mental, pero no saben por qué, es hiperactiva, nunca puede estar parada,
y le cuesta mucho dormir, a pesar de la medicación que toma.

Me siguió contando que a los ocho meses de gestación se produjeron las señales de parto, «y el
ginecólogo me dijo que era demasiado pronto y decidió darme una medicación para mantener el
embarazo hasta los nueve meses. Yo quería dar a luz, pero no me atreví a insistir por si acaso él
tenía razón, el médico, me pasé un mes muy triste, llorando y deseando dar a luz, medicándome
contra mi voluntad, y ahora me siento culpable, tenía que haberme atrevido a ser valiente y no
parar el parto con la medicación, dar a luz cuando mi hija quería nacer, creo que esta es la causa
de su problema aunque el médico dice que no».

He acudido a muchos médicos, curanderos, sanadores, chamanes y, por fin, decidí aprender
Naturopatía para poder ayudarla yo misma, pero no sé qué puedo hacer, parece que no me
funciona nada, de todo lo que he aprendido nada le sirve. Tengo una titulación, quizá algún día
pueda ayudar a otras personas, pero ahora estoy triste y deprimida, no puedo ayudar a mi hija.
Tal vez yo pueda ayudar a tu hija, le dije, he aprendido algo que la puede ayudar, a ella y también
a ti. No es casual que te haya mirado en el metro y haya sentido el deseo de ayudarte, hemos
bajado en la misma parada y hasta ahora llevamos el mismo camino. Teníamos que hablar y
ofrecerte la posibilidad de ayudaros.

A ella le parecía todo muy extraño, realmente lo era, me miró asustada, insegura y con una cierta
duda, quién era yo, y por qué quería ayudarlas. En su cara apareció el miedo.

«No te asustes -le dije-, sólo quiero ayudarte, comprendo que te sorprendas, pero no tengas
miedo, actúo de buena fe y siento que la vida nos ha reunido porque puedo ayudaros.»

«Bueno -me dijo-, el tono de tu voz me tranquiliza, pero esto es muy raro, déjame que lo piense,
que consulte con mi marido, dame tu número de teléfono y ya te diré algo», me dio las gracias y
nos despedimos.

Por la noche me llamó el marido, un poco molesto, algo indignado por la forma de dirigirme a su
mujer en el metro, y sorprendido por mis deseos de ayudarles. Después de hablar un rato me dijo:
«por su tono de voz, usted parece auténtica, me gustaría conocerla». Quedamos para vernos el día
siguiente en su casa.

Me recibieron cordialmente, se disculparon por sus miedos, cosa que era muy normal, dadas las
circunstancias, y empecé a explicarles en qué consistía el tratamiento. Comencé de inmediato, tras
el consentimiento de los padres y de la niña. Los padres estaban muy atentos a las caricias que le
hacía a su hija, y me preguntó la madre: « ¿esto lo puedo aprender y hacérselo yo?». «Sí -le
contesté-, pero cuando tú estés más serena, dejes de sentirte culpable y angustiada, creo -le dije-
que te irá muy bien recibir unas cuantas sesiones». La niña me miraba serenamente y no decía
nada. Yo descubrí en su mirada que era un Ser de Luz con unas cualidades muy especiales, aún por
desarrollar.

Acudía a su casa en días alternos para darle sesiones; la mamá me decía que dormía muy bien, que
estaba más serena y contenta y que empezaba a decir cosas, a repetir frases que oía a los demás.
Comenzó a mantenerse en pie y a dar paseos por casa. Los padres estaban muy contentos

Un día cuando fui a verla, la mamá me contó que el día anterior, mientras el papá leía el periódico,
la niña cogió un papel y un lápiz y copió los titulares de la contraportada. El padre no podía
creerlo, pues nadie le había enseñado a leer ni a escribir. Era algo muy sorprendente, pero sólo era
el principio de una serie de sorpresas que les esperaban.

Fue mejorando muy rápidamente. AJ cabo de unos meses decidieron llevarla a un colegio
especializado en niños con problemas, para que tuviera relación con otros y fuera aprendiendo
según sus posibilidades. El problema lo empezaron a tener los educadores, pues comprobaron que
era una niña muy inteligente, con un gran conocimiento, una extraordinaria percepción, y no
sabían en qué clase colocarla.
Un día, cuando regresaba del colegio le dijo a su mamá: ese vestido que has empezado a hacerme
esta mañana, me gusta, pero el color en lugar de amarillo quiero que sea blanco. La mamá se
quedo boquiabierta pues nadie sabía que estaba confeccionando un vestido, lo había decidido esa
misma mañana, había comprado la tela y empezado a coser mientras la niña estaba en el colegio,
y no podía saber nada, ni siquiera el color.

Este tipo de cosas sucedían constantemente; una tarde cuando fui a verla, me dijo: «dame ese
caramelo de menta que llevas en el bolso», yo ni me acordaba que Llevaba un caramelo y menos
que era de menta. Ella me dijo: «sí, lo llevas en tu bolso dentro de una bolsita, donde tienes un
peine, un lápiz de labios y un caramelo de menta».

La mamá me rujo: «ni lo dudes, seguro que es así, ella lo puede ver», y efectivamente, era así, allí
estaba el caramelo de menta. La niña manifestaba una sensibilidad y una clarividencia
extraordinarias, yo había percibido al conocerla que tenía un gran potencial latente a punto de
activar, pero no suponía que fuera can potente.

Estando de vacaciones en la finca de sus abuelos sucedió algo maravilloso, que dejó a toda la
familia gratamente sorprendida, y a la vez asustada: el abuelo estaba preocupado porque la
piscina se reventaba constantemente, y el agua iba a parar al huerto, estropeándolo debido al
cloro que contenía dicha agua. La había reparado varias veces, pero se volvía a romper. La niña
escuchó el relato del abuelo y le dijo: «no te preocupes abuelo, ya sé lo que está pasando, mañana
iremos a hablar con el agua».

AJ día siguiente cogió de la mano al abuelo y le dijo: «vamos a hablar con el agua», el abuelo
creyendo que era un juego le dijo: «sí, vamos». Cuando estuvieron en el lugar la niña dijo: «aquí,
bajo la piscina hay una vena de agua, pero yo voy a hablar con ella». A continuación, muy
seriamente, explicó al agua la circunstancia del huerto y le pidió que desviase su camino después
le dio las gracias y dijo a su abuelo que volviesen a casa porque el problema ya estaba resuelto.
Efectivamente estaba resuelto, nunca más se rompió la piscina.

La madre se sentía mucho mejor, había recibido unas cuantas sesiones y ahora era ella la que
catalizaba a su hija, disfrutaba de hacerlo, y la niña gozaba de las caricias de mamá; el padre decía
que al contemplar cómo la madre acariciaba a la niña él sentía un gran placer y mucha paz, en
realidad la madre estaba catalizando a los dos, pues la energía vital se estaba activando en los tres
a la vez. La energía vital que fluye en la hija es la misma que fluye en todos los seres vivos, es la
energía de la Vida, y todos los seres que están presentes en una catalización se están catalizando a
la vez.

Los progresos de la niña fueron cada vez más importantes, fue cambiando de colegio, hasta
encontrar el adecuado para ella, se sentía feliz y contenta, con muchas ganas de ayudar a todos los
seres que sufrían, y conseguía hacerles sentir mejor sólo con su presencia.

Hoy en día es una joven que se dedica a enseñar a niños con problemas.
Este caso en su día me confirmó que cuando surge algo desde el corazón, esa voz interior de la
intuición, de la sabiduría, del ser», tenemos que escucharla y ser fieles a su dictado, aunque el
miedo surja de esa mente racional, que constantemente juzga si es correcto, si es bueno, qué
dirán, qué pensarán, etcétera. Hay que aquietar la mente racional y escuchar esa voz interior que
sabe lo que es justo en cada momento. La respiración profunda y serena nos ayuda a volver a la
serenidad y a atrevemos a hacer lo que es necesario en cada instante.

Caso difícil

Era una niña de tres años, hija de una familia humilde, con pocos medios económicos, la menor de
cinco hermanos. Tenía síndrome de Down profundo con problemas respiratorios y constantes
infecciones, y no conseguían que durmiese por la noche más de dos horas seguidas, era
hiperactiva, de día no paraba quieta y de noche tampoco.

La cuidaba durante el día su abuela, pues la madre tenía que trabajar muchas horas para ayudar
en la manutención de la familia. La abuela estaba agotada, ya no podía con ella.

La estaban tratando en un centro especial para estos casos complicados, la medicación que le
daban no parecía hacer el efecto esperado; los médicos decían que los niños con tantos problemas
respiratorios, constantes bronquitis, infecciones múltiples y sistema inmunitario muy bajo, suelen
vivir pocos años.

La madre estaba muy preocupada por su hija, y también por la abuela que empezaba a enfermar
de agotamiento y angustia al ver así a su nieta pequeña.

Decidí proponerles mi ayuda en lo que fuera posible, les expliqué la experiencia de Robert Saint
John y cómo llegó a descubrir la Técnica Metamórfica gracias a una niña con una circunstancia
muy similar. Les propuse que recibiesen sesiones tanto la niña como la abuela, y cuando fuera
posible también la madre.

Empezamos con sesiones semanales para la niña y para la abuela. La niña permanecía muy quieta
mientras recibía la sesión, la abuela no podía creerlo: «parece imposible que esté unos minutos
quieta -decía-, pues no para dos segundos sin moverse. La sesión para la niña era corta, dado que
los niños pequeños reaccionan muy rápido. Me miraba a los ojos y se reía, cuando acababa con
ella, quería imitarme y me lo hacía ella a mí, resultaba muy agradable y gracioso, y recibía de ella
una inmensa cantidad de cariño.

Cuando acababa con la niña empezaba con la abuela, entonces la niña jugaba bulliciosamente, sin
preocuparse por nosotras; la abuela comenzó a dejar de sufrir, mientras recibía la sesión se
olvidaba de su nieta y se relajaba sintiendo una gran paz. Poco a poco, la abuela fue recobrando la
alegría y empezó a jugar con su nieta, como si ella también fuese una niña pequeña, sin darle
importancia a las cosas de la casa. La familia se daba cuenta de que las circunstancias estaban
cambiando.
La niña empezó a dormir más, y pronto le pudieron reducir las dosis de calmantes para dormir,
hasta que pudo dejarlos y dormir tranquilamente toda la noche. Respiraba mejor y las infecciones
se iban superando.

El día de la semana que yo iba a verlas, por la mañana cuando la niña se despenaba, sin que nadie
se lo hubiera dicho, empezaba a decir mi nombre, ella ya sabía que yo acudiría a verla. Cuando se
acercaba la hora de mi llegada, repetía constantemente mi nombre.

Pasados unos meses se habían producido importantes cambios: la niña respiraba muy bien, ya no
tenía infecciones, estaba más serena durante el día, se entretenía largos ratos con los juguetes. La
abuela se sentía muy bien y era ella quien daba las sesiones a su hija, por las noches, cuando se
veían. La mamá comenzaba a vivir la situación de forma muy diferente, con esperanza y sabiendo
que su hija se estaba curando.

La niña fue a un colegio especial y demostró ser muy inteligente, pacífica y cariñosa, pronto
tuvieron que cambiarla de clase, pues sabía mucho más que otros niños de su edad en situación
similar.

La abuela siguió dándole las sesiones, ya no me necesitaba, y para ella era un placer acariciar a su
nieta, era el momento más maravilloso del día para las dos. La niña siguió mejorando, y cuando se
fue haciendo mayor su rostro se fue transformando y apenas tenía rasgos del síndrome de Down.

Les comenté a la abuela y a la madre que ellas podían ayudar a otros niños, como la suya,
explicándoles a los padres y madres la experiencia con su niña, y quizá de esa manera esos niños
podrían empezar a cambiar. Esta sería una forma de devolver a la vida lo que en ese momento la
vida les había ofrecido.

Un bebé muy deseado

«Por fin vamos a ser padres», decía una joven mamá muy ilusionada, pues llevaba tres años
deseando ser madre. Se casó con veinte años, y querían tener varios hijos, querían ser padres
jóvenes y disfrutar de sus hijos.

Vivió un embarazo muy feliz, estaba muy ilusionada esperando el momento del nacimiento de su
primer hijo. Llegó el día y fue muy fácil, fue un parto natural y muy rápido, todo iba bien hasta que
vio la cara del niño, era un niño con síndrome de Down; al verlo no podía creerlo. Era un niño
sano, todo había ido muy bien, pero no podía aceptarlo, lloró amargamente. Se preguntaba ¿por
qué a mí?

No encontraba consuelo, el marido y el resto de la familia trataban de quitarle importancia y de


aceptar al niño, lo abrazaban y le daban el cariño que la madre no se permitía darle.
Su rechazo era tan grande que no pudo darle el pecho, apenas podía cogerlo en brazos, a pesar de
la insistencia de la familia.

El niño estaba triste, aunque el papá le daba mucho cariño.

La mamá poco a poco empezó a aceptarlo, y cuando tenía tres meses, alguien les habló de la
Técnica Metamórfica. Me telefoneó y nos vimos, yo le sugerí que ella necesitaba unas cuantas
sesiones, además de dárselas al niño, pues si ella no cambiaba de actitud, si no dejaba de sentirse
víctima, la transformación del niño iba a ser más difícil,

Empezamos con dos sesiones por semana, a la mamá y al niño.

La mamá lloró mucho, pasó del papel de víctima al de culpable, por no haber aceptado al niño, y
por no haberle dado el amor que necesitaba en el momento del nacimiento, y después dejó de
juzgarse y empezó a comprender que la vida le había ofrecido un regalo con este niño. El niño era
Amor puro, dentro de un pequeño cuerpecito. Al cabo de unos meses, tanto la madre como el
niño se sentían muy felices y unidos.

El niño se reía mucho y se desarrollaba muy bien, era un niño sano, feliz y alegre, la mamá albergó
la esperanza de querer te¬ner más hijos, cosa que antes había olvidado, ahora ya no sentía miedo
ante la perspectiva de que se pudiera repetir la situación.

Tuvo otro hijo, que nació también de forma natural, con un parto fácil, y sin el síndrome. Para el
hermanito mayor fue una gran alegría, tenía un compañero de juego, cuidaba y protegía a su
hermanito pequeño con un gran amor. Con el tiempo, el rostro del hermano mayor se fue
transformando, y los rasgos clásicos empezaron poco a poco a desaparecer de mayor apenas se le
notaban, sólo lo sabíamos los que lo conocíamos de pequeñito.

Esta fue una nueva experiencia que me confirmó una vez más que existe un vínculo muy fuerte
entre padres e hijos, y que este vínculo se establece fuera del tiempo, cuando la consciencia está
activa y somos conscientes de cuál es nuestra misión en el mundo material. Después, una vez en la
materia, la frecuencia vibratoria es tan densa que entramos en el olvido y nos dejamos guiar por
emociones y sentimientos que nos confunden.

Con la Técnica Metamórfica podemos recuperar la consciencia, y comprender que todos


formamos parte de la evolución, que hay una relación importante con todos los miembros de la
familia, y con las circunstancias en las que nos encontramos. Todos aprendemos de todos, y
nuestra actitud se refleja en todos los seres que hay a nuestro alrededor, sobre todo con la familia
íntima. También ocurre entre pacientes y médicos o terapeutas, entre profesores y alumnos, con
los compañeros de trabajo, etcétera.

Antes de la concepción se crea nuestro programa de vida, y en él se establece la familia y las


circunstancias personales, así como el cuerpo que vamos a crear durante la gestación, pues es el
que necesitarnos en ese momento evolutivo, tanto para nuestra evolución como para la de
nuestros compañeros de experiencia.
Robert Saint John coincidió en su vida con una paciente de año y medio, que le ayudó a descubrir
la Técnica Metamórfica. Él estaba estudiando muchas cosas, pero no podía imaginar que una
pequeña paciente le enseñase algo tan importante, algo que jamás podía aprender en ninguna
'universidad, pero sí en la escuela de la Vida.

Esta pequeña paciente, con el tiempo, formó una parte fundamental de su vida, se convirtió en su
hijastra, púes él se caso con la madre de la niña; los dos estaban divorciados y la vida los unió.
Seguro que en otro nivel fuera del tiempo, espacio, materia, los tres crearon la circunstancia de
llegar a ser una familia y aprender juntos algo muy importante, que después transmitieron a la
humanidad, y que hoy está ayudando a muchas personas, y que seguirá ayudando a muchas más.

Cuando comprendemos que todos formarnos parte de todos, y que juntos formamos la Unidad,
esto y muchas cosas más son fáciles de comprender. Llegamos a comprender que todo es
perfecto, que debemos aprender a aceptar nuestras circunstancias, y saber que contamos con la
capacidad de transformarlas, desde la consciencia, desde el Amor y desde la profunda sabiduría
del «ser».

El sentirnos víctimas o culpables no nos ayuda a despertar, ni a comprender, sólo nos ayuda a
hundirnos en el dolor y en la desesperación. Serenarnos, y aceptar la situación, nos ayuda a ser
conscientes de ella y a empezar a transformarla.

Nació con parálisis

Tenía ya nueve años y seguía paralizado; su cuerpo había crecido, pero su cerebro no le daba las
órdenes del movimiento. Sus padres estaban muy tristes y desesperados, los médicos no les daban
soluciones, y su mayor preocupación era pensar qué sería de su hijo cuando ellos faltasen, no se
habían atrevido a tener más hijos por miedo a que se repitiese la circunstancia.

Habían acudido a muchos médicos, terapeutas, sanadores, pero nada había funcionado. Estaba en
un centro de acogida para niños con parálisis cerebral.

Un día la mamá me telefoneó, alguien le habló de mí y le dio mi número de teléfono, me dijo: «me
han hablado de la técnica que usted practica, pero la verdad es que no creo que le pueda hacer
nada, hemos probado ya muchas cosas y ninguna funciona, ya no tenernos esperanzas, y quiero
que sea muy sincera, por favor, no nos engañe, ¿cree que puede ayudar a mi hijo? No quiero, ni
falsas esperanzas ni compasión, esto nos haría más daños».

Mi respuesta fue: «Lo cierto es que no sé si puede ayudar a su hijo, pero quizá a usted y a su
marido sí. Les puede ayudar a vivir la situación con otra actitud, a aceptarla serenamente y no
pensar en el futuro, a vivir el presente con aceptación y sin miedo. Tal vez también pueda ayudar a
su hijo, pero esto depende de él y no de mí, ni de la Técnica Metamórfica. La técnica puede
ayudarle a despertar todo un potencial latente en su interior, lo que decida hacer con él sólo
depende de su hijo».
La madre se quedó muy confusa con mi respuesta, roe dijo que hablaría con su marido y que ya
me diña algo. Al día siguiente llamó el padre y me pidió hora para acudir los tres a mi consulta. En
la entrevista, la madre se mostraba muy triste y angustiada, lloraba mucho; el padre parecía más
sereno, aunque estaba muy preocupado por el futuro de su hijo, quería trabajar mucho y ganar
dinero para asegurarse de que alguien pudiera cuidarle cuando ellos faltasen. El hijo estaba en un
gran coche infantil, como si fuese un bebé con el cuerpo de nueve años. Parecía no sentir nada,
miraba al techo y se hallaba como ausente, ésta era su actitud desde que nació, Se alimentaba con
sonda, pues no podía masticar ni digerir los alimentos.

Me dijeron que no sabían por qué pero que sentían que les podía ayudar, y decidimos empezar el
tratamiento. Les invité a que uno de los dos, al que quisiera o le resultara más fácil, por su horario
de trabajo, asistiera a un seminario y así podrían practicar entre ellos, y también con su hijo, algo
que les sería más cómodo y económico.

Mientras aprendían, yo les daba sesiones a los tres; el niño al principio no parecía reaccionar, pero
a los pocos días empezó a orinar excesivamente, y los pañales que le ponían no le servían de nada,
se los tenían que cambiar cada momento, y toda la ropa que llevaba. Las siguientes reacciones
fueron que cuando oía un pequeño ruido se asustaba mucho y lloraba, después empezó a
miramos y a seguirnos con la mirada, y un día movió las manos. Eran pequeños cambios muy
importantes.

A partir de aquí los cambios fueron cada vez más evidentes, movía las manos y los pies, gritaba y
parecía querer incorporarse en su coche. Cuando estaba en la cama trataba de levantar la cabeza,
hasta que un día lo consiguió.

Un día la mamá le puso un plátano en la mano y lo sostuvo, le ayudó a acercárselo a la boca y


empezó a chuparlo. Los médicos estaban sorprendidos, y decidieron empezar la alimentación por
la boca, con líquidos, caldos, batidos, y más tarde con purés, lo aceptaba muy bien, parecía tener
mucho apetito. Pronto la mamá le fue incorporando alimentación blanda, y la digería muy bien.

A los tres meses de empezar el tratamiento ya se mantenía sentado y observaba todo con mucha
atención, estaba comenzando descubrir el mundo que le rodeaba, sonreía y lloraba con
frecuencia; seguía orinando en grandes cantidades, lo que me indicaba que estaba liberando
emociones y sentimientos contenidos. Los padres estaban muy contentos y con la esperanza de
que fuese mejorando, ellos se practicaban a sí mismos, pero querían que a su hijo le siguiera
dando las sesiones yo, se sentían más seguros, confiaban en mi experiencia y querían lo mejor
para su hijo.

La madre fue la que pudo asistir a los seminarios y aprender a liberar sus emociones, sus
sentimientos, su dolor y su miedo al futuro. En las clases pudo aprender a respirar profunda y
serenamente; esto la ayudó mucho, en su circunstancia, para poder aceptar la situación, y
también para poder practicar con su marido y enseñarle a él a recuperar la serenidad en los
momentos difíciles.
Fue pasando el tiempo y las mejorías se iban sucediendo: balbuceaba palabras, hasta que pudo
empezar a componer frases, y fue consiguiendo comunicarse con sus padres. Este fue un gran
éxito para los tres, después se inició la comunicación con sus cuidadores, y con Otras personas. Su
cuerpo tenía otro aspecto, un aspecto vital, su musculatura estaba activa, movía piernas y brazos,
empezó a hacer pequeños ejercicios de recuperación muscular (fisioterapia) y a moverse dentro
del agua, cosa que le gustaba mucho.

En el centro de acogida donde le cuidaban desde el principio, tanto cuidadores como médicos y
padres de otros niños con problemas similares, no daban crédito a lo que veían, sus
transformaciones eran lentas, pero progresivas.

Un día, los responsables del centro hablaron con los padres y, después de escuchar la explicación
del tratamiento que recibía su hijo desde hacía casi un año, les dijeron que estaban muy
sorprendidos, pues no esperaban que su hijo pudiera reaccionar de esa manera, y que nunca
habían oído hablar de la Técnica Metamórfica.

Las madres de los otros niños estaban asimismo muy sorprendidas y querían saber cómo habían
conseguido esos cambios tan visibles y sorprendentes. La madre les explicó y les propuso darles
una charla y enseñarles lo que ella había aprendido, para que ellas también pudieran aplicárselo a
sus hijos. Pidió permiso al centro para poder dar una charla en una de sus salas, pero no fue
posible, le dijeron que ese era un centro oficial, y que no podían ceder una sala para una charla
sobre algo que no era oficialmente reconocido. Esto estaba ocurriendo en el año 1992, en ese
momento la situación era difícil, hoy es algo menos dificil, pero sigue siéndolo. Ahora se está
enseñando desde hace unos diez años en Escuelas de Enfermería y se practica en hospitales,
incluso ha llegado a la Universidad como asignatura opcional, dentro de las terapias naturales.

“La Técnica Metamórfica y los niños”. Autora: María del Carmen Boira -Índigo Ediciones-

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