Está en la página 1de 78

Enrique López Albújar

LITERATURA
DERECHO Y

NARRATIVA
COLECCIÓN

OBRAS COMPLETAS. TOMO I. Vol. 1

PODER JUDICIAL DEL PERÚ


FONDO EDITORIAL
Enrique López Albújar
NARRATIVA
COLECCIÓN
DERECHO Y
LITERATURA

Enrique López Albújar

NARRATIVA
OBRAS COMPLETAS. TOMO I. VOLUMEN 1

Presentación
Francisco Távara Córdova

Introducción
Duberlí Rodríguez Tineo

Edición y cronología
Gladys Flores Heredia
Colección Derecho y Literatura
Biblioteca Enrique López Albújar
Enrique López Albújar
Obras completas. Narrativa. Tomo I. Volumen 1
1.a ed. Lima: Fondo Editorial del Poder Judicial, 2018.
Colección dirigida por Francisco Távara Córdova.
600 pp., 16 x 22.5 cm
Literatura peruana/Siglo XX/Narrativa/Novela/Cuentos/Enrique
López Albújar

Obras completas. Narrativa. Tomo I. Volumen 1


© Herederos de Enrique López Albújar

Primera edición: julio de 2018


Tiraje: 1000 ejemplares
Hecho el Depósito Legal en la
Biblioteca Nacional del Perú n.° 2018-09881
ISBN: Obra completa 978-612-47810-1-8
Tomo I. Volumen 1 978-612-47810-2-5

© PODER JUDICIAL
Fondo Editorial del Poder Judicial
Palacio Nacional de Justicia, 2.º piso
Av. Paseo de la República cuadra 2 s/n, Lima, Perú
Teléfono: (511) 410-1010, anexos 11571 y 11185
Correo electrónico: fondoeditorial@pj.gob.pe

FONDO EDITORIAL DEL PODER JUDICIAL


Director: Francisco Távara Córdova
Coordinador: Helder Domínguez Haro
Edición: Gladys Flores Heredia
Asistente de edición: Jesús Marcelo Nava
Diseño y composición: Rodolfo Loyola Mejía
Corrección de textos: Nikolái Vides Flores Prado
Fotografía de carátula: Baldomero Pestana

Este libro no podrá ser reproducido por ningún medio,


ni total ni parcialmente, sin el permiso previo de sus propietarios.

Impreso en Perú / Printed in Peru

Se terminó de imprimir el 20 de julio de 2018


en Editora y Librería Jurídica Grijley
Jr. Azángaro 1077, Lima, Perú
ÍNDICE GENERAL

VOLUMEN 1
Presentación
Enrique López Albújar: magistrado y literato XIII
Francisco Távara Córdova

Introducción
López Albújar como juez de la independencia
judicial XIX
Duberlí Rodríguez Tineo

Criterios de edición XXXV


Gladys Flores Heredia

Agradecimientos XLI

Cronología XLIII

Cuentos
Cuentos andinos (1920) 3
Prólogo de Ezequiel S. Ayllón 5
Dedicatoria a mis hijos 21
Los tres jircas 25
La soberbia del piojo 35
El campeón de la muerte 43
Ushanan-jampi 57
El hombre de la bandera 69
El licenciado Aponte 81
El caso Julio Zimens 93
Cachorro de tigre 105
La mula de taita Ramun 123
Cómo habla la coca 143
Vocabulario 153

Nuevos cuentos andinos (1937) 155


Nuevos cuentos andinos 157
El brindis de los yayas 159
Huayna-pishtanag 179
El blanco 207
Cómo se hizo pishtaco Calixto 231
El trompiezo 257
Juan Rabines no perdona 267
Una posesión judicial 297
Vocabulario de quechuismos y provincialismos
huanuqueños 316

Las caridades de la señora de Tordoya (1955) 319


Una personalidad y una obra profundamente peruanas.
Prólogo de José Jiménez Borja 321
Las caridades de la señora de Tordoya 347
El cuentista que vivió su cuento 379
El señor de Echegoyen 399
La desposada póstuma 415
Las curaciones del abogado Wilson 423
El culpable 443
El maicito 453
El delator 475
La huelga que faltaba 507
Los esposos Diez 531
VOLUMEN 2

La mujer Diógenes (1972) 565


Presentación de Mario Samamé Boggio 567
López Albújar. Tras la huella primera, estudio preliminar
y notas de Raúl Estuardo Cornejo 569
El triunfo de «El trovador» 609
La gran payasada 621
Febri-Morbo 629
La mujer Diógenes 637
El doctor Navá 643
Amor proteico 653
Dos rivales 663
Desdén vencido 671
Final de boda 677
Fuera de combate 685
Una frase 689
Fleur de mort 693

Cuentos de arena y sol (1972) 701


Una expresión de agravios 703
Entre Scila y Caribdis 715
De pesebre a pesebre 725
El eterno expoliado 733
La embajada de los perros 737
Castidad perdida 745
Aquello vino de arriba 749
La catástrofe 757
Las dos carrozas 765
El fin de un redentor 773

La diestra de don Juan (1972) 789


Prólogo de José Jiménez Borja 791
La diestra de don Juan 801
El solo a oros de Portaro 811
El jubilado y su frac 819
Tres de bastos 825
La tristeza del Faucett 833
Un periodista en trance 837
Matiz, el de la nariz 849
En pos del divorcio 859
Como Dios lo ha dispuesto 867

NOVELAS
Matalaché (1928) 877
Un favor, signo de los tiempos 879
La Tina 887
Una llegada intempestiva 893
El sol piurano 899
Un paseo por la fábrica 905
La siesta 913
El milagro de María Luz 923
Matalaché 931
Unos pies divinos y unas manos hábiles 955
El cuarto de hora precursor 971
Promesas cumplidas 983
Una apuesta original 993
Un corazón que se abre y una puerta que se cierra 1003
Un día solemne, una fiesta brillante y una mano
perdida 1011
La tentación 1037
El último jabón de La Tina 1047

El hechizo de Tomayquichua (1943) 1053


Primera parte 1057
I. El doctor Quesada pasa el Rubicón 1059
II. En plena tierra tomayquichuina 1065
III. El poder de la chirimoya y la virtud de la gongapa 1069
IV. El psiquiatra y su caso 1075
V. Fraques, sedas y guitarras 1091
VI. El arco de Molino-Ragra 1101
VII. El complot 1123
VIII. La tentación 1135
IX. Al aire libre 1147
X. Una pareja en vela 1159
XI. Una pareja desvelada 1165
XII. Regreso que parece fuga 1173
Segunda parte 1177
XIII. Los Quesada 1179
XIV. La joven de la dalia 1191
XV. Una visita 1199
XVI. En las garras del puma 1211
XVII. El hechizo roto 1225
P RESENTACIÓN

ENRIQUE LÓPEZ ALBÚJAR:


MAGISTRADO Y LITERATO

E nrique López Albújar nació el 23 de noviembre de 1872


en Chiclayo, y murió en Lima el 6 de marzo de 1966, a los
noventa y cuatro años de edad. La suya fue una vida entregada a
sus dos más intensas pasiones: el mundo de las leyes y el mundo
de las ficciones. Aunque por declaraciones, conocemos que él se
consideraba más afín y más entregado a las leyes, tal como se lo
hizo saber a uno de los estudiosos de su obra: «Ya le he dicho a
Ud., Cornejo, que para mí más importancia tiene la carrera de
magistrado que he hecho. ¡Más que la literatura y el periodismo!»
(Vega 2017: 18). Pese a esta identificación plena de su labor de
magistrado, no comprenderíamos el conjunto de su obra literaria
(narrativa, poesía, teatro, ensayos, memorias y crónicas) sin
atribuirle efectivamente una pasión y una dedicación al arte de
crear ficciones. En una de las escenas testimoniales sobre su labor
como narrador y sobre cómo funcionaba su laboratorio narrativo
y ficcional, el jurista huanuqueño Ezequiel S. Ayllón proporciona
esta pincelada del narrador, a quien en asuntos literarios se observa
proceder con cuidado, como si se tratara de un caso judicial:

López Albújar sabía de estas aficiones por nuestras frecuentes charlas


literarias, en los momentos que la labor del código y del papel sellado
nos dejaba más o menos disponibles. Recogió de nosotros algunos
datos, algunas observaciones inéditas; se puso al habla con cuantas
personas podrían suministrarle informaciones en el terreno, y entabló
con ellas cerradas conferencias, cuestionario escrito en mano para no

Presentación XIII
perder detalles y conservar el espíritu de la época y el tinte lugareño
del relato. Por supuesto, su imaginación de poeta ha tenido que
contribuir, con elementos de todo orden, a esta faena, que de suyo
reclamaba tan importante colaboración, para crear situaciones y dar
vida y animación a muchos cuadros, conservando siempre la índole,
el sello distintivo de la raza (1920: 7-8).

El trabajo intelectual de López Albújar no se puede reducir a uno


u otro ámbito, pues en ambos su intelecto y su calidad humana
realizaron sus contribuciones. Es más acertado considerar que, en
su caso, estamos frente a un productivo y ejemplar equilibrio de
la vocación jurídica y el quehacer literario. Me arriesgaría a decir
que, en su caso, esta sintonía es una aventura del pensamiento que
tiene en el centro de su atención al ser humano frente a sus
circunstancias. Si consideramos de este modo el quehacer
intelectual de López Albújar, comprenderíamos el proceso de
construcción de su audacia jurídica tanto como sus vueltas de
tuerca en el campo de la literatura. Anotan los estudiosos de su
obra que su tesis para optar el grado de bachiller en derecho fue
censurada por tratarse de un tema anarquista. Si atendemos
a su título: La injusticia de la propiedad del suelo (1898), esta
es lo suficientemente crítica de la persistencia estructural del
feudalismo y todo lo que ello implica como mecanismo organizador
de la estructura social. Pero esta es solo una escena inaugural de
su discurrir a contracorriente. Probablemente el hecho que ratifica
y perenniza su vocación crítica esté plasmado en su suspensión
del ejercicio del cargo de juez por tres meses tras emitir un fallo
que absolvía a dos acusados de doble adulterio. Las palabras que
expresan con más acierto esta experiencia le pertenecen al juez,
sancionado por prevaricato, quien en la dedicatoria de su libro
Cuentos andinos (1920) les dice a sus hijos:

[…] En la alternativa de condenar por una falta (¿por qué delito?) que
todos los hombres honrados cometen diariamente sin perder por ello
la estimación pública, y la de absolver para tranquilizar mi conciencia,
no vacilé en apartarme voluntariamente del camino que me indicaba

XIV Enrique López Albújar ● Narrativa


la ley. Preferí ser hombre a ser juez. Preferí desdoblarme para dejar a
un lado al juez y hacer que el hombre con solo un poco de humanismo
salvara los fueros del ideal (López Albújar 2018: 21, t. I, vol. 1).

Para las primeras décadas del siglo XX estas declaraciones son


«reformadoras» de un sistema normativista (Vega 2017); pero es,
a no dudarlo, la expresión de un hombre de leyes que piensa en
el ser humano y sus circunstancias. No hay detrás de la decisión
una máquina humana de resolver contradicciones y tautologías
lógicas y legales, lo que encontramos, más bien, es a un hombre
de leyes que busca administrar correctamente la justicia, esta
debiera ser el resultado del equilibrio entre la falta y la pena.
Este procedimiento de ir un paso más allá de la administración
mecánica de justicia posiciona a su ejecutor en el terreno de los
hombres cuya competencia consiste, por un lado, en pensar en el
ser humano como un amasijo de contradicciones, y, por el otro,
en reflexionar sobre la sociedad y sus instituciones como sistemas
cuyas regulaciones no necesariamente son infalibles. De esta
manera, el accionar de Enrique López Albújar no es solo el de
magistrado, sino el de un pensador que evalúa el funcionamiento
lógico de la administración de justicia, aunque ello signifique ir a
contracorriente y hacerse merecedor de una sanción a la cual el
curso de la historia le ha dado su lugar como gesto iniciador de la
reforma jurídica en nuestra patria (Rodríguez 2010; Vega 2017).
Pero no solo en el campo de la administración de justicia tuvo
sanción institucional, antes de su desempeño como magistrado
(1911), el inicio de su actividad literaria no estuvo exenta de
transgresión y represión. Así ocurrió con la publicación de una
letrilla satírica antimilitarista contra el general Cáceres en 1893,
esta le deparó la cárcel, y su primer poemario, al alimón con
Aurelio Arnao, Miniaturas: Álbum de bellezas limeñas (1895),
le hizo merecer el rechazo de la sociedad de aquel entonces.
Evidentemente que el suyo era un quehacer literario que por su
carácter libertario y comprometido encontró siempre resistencia
y censura. Se puede comprender, en tal sentido, que existe un
equilibrio entre el ejercicio de su carrera como magistrado y su

Presentación XV
quehacer como creador de ficciones. En ambas actividades el juez
y el escritor siempre fueron a contracorriente. Podría agregar que
la notable y ejemplar carrera de juez guio también las indagaciones
de su quehacer literario. Para corroborarlo podemos leer el clásico
cuento «Cachorro de tigre». En este relato podremos encontrar
frente a nosotros la imagen de un juez que cría desde pequeño a
un niño que es hijo de un bandolero; a través de esta experiencia
vital, el personaje del juez se muestra como un antropólogo de
la criminalidad que en todo momento está reflexionando sobre la
conducta humana y el peso determinante de la genética en la acción
criminal. Puede que para la actualidad estas meditaciones sobre
la formación de la conciencia delictiva, el proceder del bandolero
o la naturaleza de los enemigos de la vida ciudadana hayan sido
superadas por las actuales corrientes jurídicas, las traigo a colación
porque, como sostengo, en el caso de López Albújar existe un
equilibrio entre su práctica como juez y su quehacer literario.
La producción intelectual de este hombre de leyes y letras;
poeta, narrador, cronista, ensayista y dramaturgo es, como se puede
apreciar, bastante amplia y diversa. Por ello, el Fondo Editorial del
Poder Judicial publicará la obra completa de Enrique López Albújar
dividida en seis tomos: narrativa (tomo I, 2 volúmenes), poesía
(tomo II), teatro (tomo III), ensayos (tomo IV), memorias (tomo V)
y crónicas (tomo VI). Iniciamos esta serie de publicaciones con el
primer tomo, dividido en 2 volúmenes, que reúne todo el universo
narrativo del patriarca de las letras peruanas.
Con estas publicaciones, el Fondo Editorial del Poder Judicial
quiere rendir tributo a un magistrado en cuyo legado intelectual y
virtud humana se halla la luz para iluminar el camino de muchos
hombres de leyes que tienen la compleja responsabilidad de
administrar la justicia y hacerla respetar. Porque, así como López
Albújar lo creyó, estamos convencidos de que las historias que
se relatan en cuentos y novelas tienen «utilidad» jurídica, ya que
amplían y enriquecen la reflexión sobre los límites y posibilidades
de la administración de justicia.

XVI Enrique López Albújar ● Narrativa


Ha transcurrido más de medio siglo desde que el corazón
piurano de Enrique López Albújar dejó de latir. En ese lapso, la
fundamentación teórica y los procedimientos prácticos del campo
jurídico han ingresado a la modernización y digitalización del siglo
XXI; del mismo modo, en esa porción de tiempo, el campo de la
literatura se ha transformado completamente, no solo por lo que
significa para la literatura peruana tener a un Premio Nobel de
Literatura entre sus filas, como es el caso de Mario Vargas Llosa
(2010), sino porque los distintos proyectos narrativos han ido
cambiando sus propuestas, y muchas de estas no rescatan a los
hombres-robles que labraron el camino del campo literario. No
obstante, con esta publicación se quiere recordar a los magistrados
del siglo XXI y a los lectores en general, que el nombre y la obra
de Enrique López Albújar se encuentra en la historia de los
forjadores del Perú contemporáneo. Por ese motivo, esperamos
que esta publicación de su obra completa traiga el recuerdo de un
quehacer que se ha mantenido como los algarrobos de su norte
querido, floreciendo en las dunas pese a la inclemencia del sol y la
implacable soledad que buscan doblegar su reciedumbre.
Hace cien años (1918) don Enrique López Albújar fue
suspendido por tres meses de su quehacer judicial por desafiar al
sistema normativo de la justicia sin saber que este acto inspiraría
una profunda reforma jurídica en nuestro país; por ello, iniciamos
la publicación de su narrativa completa como un homenaje
póstumo a este honorable juez. Esperamos que el conocimiento
de su vida y obra sirva como aliciente para enfrentar y transitar
con honor, justicia y altos valores el camino que nos falta recorrer
rumbo al bicentenario.

Francisco Távara Córdova


Juez supremo titular
Director del Fondo Editorial del Poder Judicial

Presentación XVII
Referencias bibliográficas

Ayllón, Ezequiel S. (1920). «Prólogo». En López Albújar,


Enrique. Cuentos andinos. Lima: Imprenta Mundial, 7-26.
López Albújar, Enrique (2018). Narrativa completa. Tomo I, 2
volúmenes. Lima: Fondo Editorial del Poder Judicial.
Rodríguez Tineo, Duberlí (2010). Semblanza de Enrique López
Albújar. Homenaje en el Día del Juez. Lima: Corte Suprema
de Justicia de la República.
Vega Billán, Rodolfo (2017). Enrique López Albújar: juez
reformador del derecho penal. 2.a edición. Lima: Fondo
Editorial de la Academia de la Magistratura.

XVIII Enrique López Albújar ● Narrativa


I NTRODUCCIÓN

LÓPEZ ALBÚJAR COMO JUEZ DE LA


1
INDEPENDENCIA JUDICIAL

E n 1971, mediante el Decreto Ley n.o 18918, se dispuso que el 4


de agosto de cada año se celebre el Día del Juez, con el propósito
de rendir homenaje a los ciudadanos que hayan desempeñado y
desempeñan la difícil tarea de administrar justicia.
Enrique López Albújar fue un juez cuya actividad intelectual
no se restringió solo al mundo de las leyes que organizan y regulan
la interacción de los hombres en sociedad, también creó mundos
literarios donde se ponen en escena, a través de la vida y del
drama de múltiples personajes, el germen de la actitud delictiva
y los problemas de la administración de justicia. Por el modo en
que fueron representados los personajes indígenas en su narrativa,
los especialistas señalaron que se trataba de una percepción
«criminalizante» del indio. Acaso no podía ser de otra manera, ya
que su propuesta narrativa no buscaba otro motivo literario que no
fuera el presentar historias en las cuales los personajes se resisten
y transgreden la ley.
Con la publicación de la obra completa de Enrique López
Albújar, el Poder Judicial no solo rinde homenaje a un ejemplar
hombre de leyes y notable literato, sino que a través de su mirada
judicial y literaria se invita a reflexionar sobre los problemas
históricos que aquejan a nuestra sociedad. Leerlo será asumir el

1 Este texto fue mi discurso de orden por el Día del Juez, leído el 4 de agosto de
2010, y se tituló «Semblanza de Enrique López Albújar». Para esta publicación se
ha adaptado y actualizado parte de su contenido.

Introducción XIX
reto de pensar el Perú como problema y posibilidad. Por ello en
esta introducción presentaré algunas de las facetas profesionales
de este notable hombre de letras y leyes que logró combinar con
brillantez su talento literario y periodístico con su función de
juez. A continuación, expondré algunas cuestiones generales
relacionadas con su biografía, luego pasaré a presentar ideas sobre
su obra literaria y periodística para centrar esta introducción en
la explicación de su trabajo modernizador de la administración de
justicia. Finalmente, propondré una reflexión sobre el camino que
nos queda por transitar siguiendo el ejemplo del juez y literato
Enrique López Albújar.

I. Notas biográficas de Enrique López Albújar

En la capital de la amistad, Chiclayo, al norte del Perú, Enrique


López Albújar nació un 23 de noviembre de 1872, aunque
sentimentalmente consideraba a la cálida Piura como su ciudad
natal. Cuando era aún niño, su familia se trasladó a Morropón,
donde inició su formación escolar para posteriormente ir a Lima a
culminar sus estudios secundarios en el Colegio Nacional Nuestra
Señora de Guadalupe.
En 1895, ingresó a la Universidad Nacional Mayor de San
Marcos, a la Facultad de Derecho, donde, según sus propias
palabras, estudió «un año de letras y los correspondientes para ser
abogado»; además, compartió su formación jurídica con labores
periodísticas.
Por su posición crítica frente al presidente Andrés Avelino
Cáceres, y por incursionar en la crónica erótica a través de su
texto «Rosa Carne», fue arrestado y sometido a juicio bajo los
cargos de «subversión» e «inmoralidad», pero fue absuelto para
el beneplácito del público que lo apoyaba. Como persistía en la
línea del periodismo crítico y contestatario, entre mayo y junio de
1893, volvió a la cárcel del exconvento de Guadalupe, donde hoy
precisamente se encuentra el Palacio de Justicia.

XX Enrique López Albújar ● Narrativa


El 11 de mayo de 1904 rindió examen para obtener el título de
abogado ante la Corte Superior de Piura. Allí reanudó su labor en
el periodismo publicando en forma semanal El Amigo del Pueblo,
suponemos que en recuerdo y usando el mismo nombre que al calor
de la Revolución francesa utilizó Marat. Desde dicha publicación
lanzó duros ataques a la Iglesia y a los gamonales, vinculándose al
Partido Liberal.
Entre 1911 y 1916 se desempeñó como juez temporal en Piura y
Tumbes. En 1916 asumió la defensa de los trabajadores petroleros
en Talara y Negritos, algunos meses después se trasladó a Lima
llamado por Durand para que dirija el periódico La Prensa hasta
que obtuvo un nombramiento como juez, de parte del presidente
José Pardo. En febrero de 1917 fue designado como juez de primera
instancia de Huánuco.
En diciembre de 1918, por sanción disciplinaria de la Corte
Suprema, fue separado de su cargo por noventa días por haber
absuelto a un hombre y a una mujer acusados del delito de adulterio.
López Albújar, a su condición de poeta, periodista y magistrado,
suma la de escritor o literato. En 1920 publicó Cuentos andinos,
obra que según críticos literarios marcó el inicio de la narrativa
indigenista en el Perú, y que posteriormente será desarrollada por
ilustres peruanos como Luis Valcárcel, Ciro Alegría y José María
Arguedas Altamirano.
En 1923, fue trasladado a Piura como juez. En esta ciudad
concebió y publicó en 1928 una de sus obras más conocidas, la
novela Matalaché. En esta cálida ciudad también incursionó en la
docencia al enseñar Historia en el Colegio Nacional San Miguel
de Piura.
Cabe resaltar que después fue designado como vocal interino
de la Corte Superior de Justicia de Lambayeque en 1929, y luego
como vocal superior de la Corte Superior de Justicia de Tacna,
donde ejerció la presidencia en tres oportunidades.

Introducción XXI
II. Breve apreciación sobre la obra literaria de López Albújar

En cuanto a los géneros usados por López Albújar en su condición


de escritor destacan:

• En poesía: Miniaturas (1895), De la tierra brava (1938) y


Lámpara votiva (1942-1943).
• En narrativa: escribió cuentos y novelas como Cuentos andinos
(1920), Nuevos cuentos andinos (1937), Las caridades de la
señora de Tordoya (1955), La mujer Diógenes (1972), Cuentos
de arena y sol (1972) y La diestra de don Juan (1972). Como
novelas figuran Matalaché (1928) y El hechizo de Tomayquichua
(1943). Ha sido bastante difundida la novela Matalaché, que
tiene como principal protagonista a José Manuel, un mulato
esclavo que está en amores con María Luz, la hija de su patrón.
A esta novela, Basadre la llamó «novela erótica y de costumbres»,
pues cuando el protagonista fecundaba a las esclavas, le
cantaban la copla «cógela, cógela, José Manuel; mátala, mátala,
mátala, che…», de ahí el origen de su apodo y el de la propia
novela.
• Otras obras: De mi casona (1924), Calderonadas (1930),
Los caballeros del delito (1936) y Memorias [judiciales]
(1933,1938,1944). Para el crítico literario Luis Alberto Sánchez,
la mejor obra literaria de López Albújar fue la primera, escrita
en homenaje a la plaza de Armas de Piura, a la que llamaba
familiarmente «tacita de té». Conforme lo reconocen los críticos
literarios es en la novela y en el cuento donde más despliega su
creatividad intelectual.

Al encontrarnos en un ambiente jurídico, tal vez resulte nece­


sario referirnos a su obra Los caballeros del delito, que contiene
diecisiete casos de bandolerismo. En esta obra se estudia dicho
fenómeno en nuestro país. Fue escrita entre septiembre de 1932 y
mayo de 1933. El análisis que realiza del fenómeno delincuencial
tiene el influjo de las ideas de la escuela italiana de la criminología

XXII Enrique López Albújar ● Narrativa


positivista, de moda en aquel momento, como lo sostienen John
Dawe y Lewis Taylor en su artículo «Enrique López Albújar y
el estudio del bandolerismo peruano» (1994). Escribió la obra
influenciado también por las ideas de los italianos Lombroso,
Garofalo y Ferri, quienes sostenían que todos los fenómenos,
incluidos los sociales, en nuestro caso, el bandolerismo, obedecían
a leyes naturales traducidas en la idea del delincuente nato,
tratando desde esa óptica de calificar a los bandoleros de nuestra
costa y serranía, en particular de Piura, Tumbes, Tacna, Moquegua,
Lambayeque y Huánuco.
El conjunto de relatos Cuentos andinos está dedicado a sus
hijos, y es considerado su creación literaria más representativa. No
obstante, esta importancia se vio cuestionada cuando se publicó
su artículo «Sobre la psicología del indio» en la revista Amauta,
dirigida por José Carlos Mariátegui. Este desató una polémica en
la cual el diputado José Ángel Escalante le reprochaba a Albújar
tener una actitud poco favorable al indio, pese a ser considerado
como precursor del indigenismo. Frente a esta versión, el profesor
de la Universidad de Valencia, Francisco José López Alfonso, en
el artículo «Aproximación a Cuentos andinos» (1998), sostiene
que López Albújar simplemente no incurrió en el populismo
de otros escritores indigenistas, que idealizaban al indio. Según
este estudioso, los personajes de Albújar son los «indios de carne
y hueso», y la intención del autor fue «incorporar al indio a la
realidad occidental, a la modernidad». Por ello, en un sentido
puro, no se le podía llamar indigenista, sino que más bien abogaba
por que el Perú fuera «una patria de los mistis y de los indios», es
decir, una nacionalidad mestiza, a la que puedan sumarse todos
los habitantes del Perú, como más tarde lo propondría José María
Arguedas en su novela Todas las sangres.

Introducción XXIII
III. López Albújar y su labor periodística

Sus primeras colaboraciones periodísticas datan del año 1891 en


los periódicos El Perú Ilustrado y El Progresista, editados en Tacna,
labor que desarrolló con intervalos hasta su muerte en Lima en
1966. Fundó periódicos como El Amigo del Pueblo, el 10 de agosto
de 1904, en Piura. En este escribía editoriales con el seudónimo
Alma roja. El diario pretendía convertirse en «pan intelectual del
pobre y no en asalariado del rico»; evidentemente, el contenido de
los artículos y el seudónimo motivaron su clausura el 19 de febrero
de 1908.
El semanario La Cachiporra estaba orientado a temas políticos
y contenidos satíricos, y lo codirigió con Mariano H. Cornejo y José
Santos Chocano. Su infatigable labor continuó con el diario El
Deber, publicado en Piura en el año 1916. Y así colaboró con otros
medios periodísticos como La Prensa, donde se desempeñó como
redactor jefe entre julio de 1916 y enero de 1917; además lo hizo en
otros periódicos como La Opinión Nacional, La Tunda, El País, La
Idea Libre, El Comercio, La República y La Crónica. En provincias
colaboró con El Progresista (Tacna), El Lucero (Piura), La Nueva
Era, El Tiempo y La Industria (Piura), El Sur y La Voz de Tacna
(Tacna), y La Voz (Ica). En cuanto a revistas, escribió en El Iris,
La Neblina, Lima Ilustrada, Modernismo, Mercurio Peruano y la
emblemática revista Amauta.
Si estos diarios, semanarios y revistas permiten que nos
hagamos la idea de una actividad intelectual y periodística bastante
intensa, precisemos que también colaboró con artículos para la
prensa extranjera como El Tribuno de Montevideo y La Prensa de
Buenos Aires.

IV. López Albújar como juez símbolo de la independencia judicial

En su libro Enrique López Albújar: juez reformador del derecho


penal (2003), tal vez la mejor aproximación a la obra jurídica de

XXIV Enrique López Albújar ● Narrativa


López Albújar, Rodolfo Vega Billán, fiscal de la ciudad de Huánuco,
propone considerar a López Albújar como un reformador del
derecho penal. Para ello se apoya en una célebre sentencia
absolutoria expedida por López Albújar cuando se desempeñaba
como juez de Huánuco. Se trata de la sentencia del 29 de diciembre
de 1917, en el proceso penal seguido contra Sebastián Peña y
María Astete de Castillo por el delito de doble adulterio en agravio
de Sara Hidalgo de Peña.
Dicha sentencia, entre sus considerandos, sostenía que pese a
que, desde el punto de vista legal, y conforme a los artículos 264
y 265 del Código Penal de 1863, el delito estaba acreditado por el
mérito de la declaración testimonial de Filomena Celis, quien se
desempeñó como empleada del presunto adúltero y declaró que
había visto a los acusados durmiendo en una misma habitación en
donde no había sino una sola cama, por lo que, aplicando la regla
de la lógica, consideró la declaración como prueba suficiente para
dar por probado el delito. Empero, en lugar de aplicar la sanción
penal correspondiente: la «reclusión en segundo grado», razonó
con argumentos como el siguiente:
[...] que si el único perjudicado y directamente ofendido por el
adulterio es el cónyuge del adúltero, razón por la que el Ministerio
Público, personero de la sociedad, no interviene en esta clase de
hechos, su comprobación no debería tener más fin que el de la
indemnización y el de la ruptura del pacto matrimonial, pero nunca
el de satisfacer la vindicta pública; que si de lo que en realidad se trata
es de la infracción de una obligación de hacer, contraída en virtud del
contrato civil, tácitamente celebrado, ella no puede ser materia de
una sanción penal sino de la responsabilidad prevista en el artículo
213 del Código Civil; que desde que las prescripciones de nuestro
Código Penal sobre el adulterio son anacrónicas, parciales y fruto de
los prejuicios de sociedades educadas en el concepto erróneo de la
expiación del delincuente y en el sacramental del matrimonio, es
deber del juez no aplicarlas para que así se deroguen y se imponga la
necesidad de su reforma […], si [...] el hombre más grande y más justo
de la humanidad acogió y perdonó públicamente a las pecadoras y a
las adúlteras, condenarlas en estos tiempos de radiante civilización,

Introducción XXV
en que todo se discute y se impugna, sería pretender enmendar la
obra de Jesús y ofender el espíritu de justicia y de tolerancia del siglo.
Por estos fundamentos, administrando justicia a nombre de la
Nación.
FALLO: absolviendo a los acusados Sebastián Peña y María Astete
de Castillo del delito de doble adulterio.
Y por esta mi sentencia, definitivamente juzgada en primera
instancia, así la pronuncio, y firmo en Huánuco a los 29 días del mes
de diciembre de 1917 (López Albújar citado en Vega 2003: 84-85).

Como era de esperarse, el fallo fue apelado ante la Corte Superior


de Justicia de Lima, ya que no existía su similar en Huánuco, y
esta declaró «insubsistente» la sentencia. La impugnación no
quedó ahí, a través de un recurso de nulidad el caso llegó a manos
de la Corte Suprema de Justicia de la República. El máximo
Tribunal estimó que López Albújar había incurrido en el delito
de prevaricato, tipificado en el artículo 1794 del Código Penal de
1863. Según este, se castigaba con una condena de suspensión
del empleo por un periodo de tres a seis meses. Así, fue apartado
de su labor de juez durante noventa días, sin goce de ninguna
remuneración. Para beneplácito de la literatura, este tiempo de
suspensión, entre abril y julio de 1919, fue utilizado creativamente
para escribir sus Cuentos andinos.
Esta sanción motivó que en su cuento «Cómo habla la coca»
escribiera:

Cuarenta y ocho horas después, a la caída de una tarde, llena de


electricidad y melancolía, vi un rostro, bastante conocido, aparecer
entre la penumbra de mi despacho. ¿Un telegrama? Me asaltó
un presentimiento. No sé por qué los telegramas me azoran, me
disgustan, me irritan. Ni cuando los espero, los recibo bien. No son
como las cartas, que sugieren tantas cosas, aun cuando nada digan.
Las cartas son amigos cariñosos, expansivos, discretos. Los telegramas
me parecen gendarmes que vinieran por mí. Abrí el que me traía en
ese instante el mozo y casi de un golpe leí esta lacónica y ruda noticia:
«Suprema suspendido usted ayer por tres meses, motivo sentencia
juicio Roca-Pérez. Pida reposición». ¡Un hachazo brutal, el más brutal

XXVI Enrique López Albújar ● Narrativa


de los que había recibido en mi vida! (López Albújar 2018: 152, t. I,
vol. 1).

Esta frase dramática guarda mucha similitud con la que


pronunciará, tiempo después, nuestro poeta universal, César
Abraham Vallejo Mendoza, quien en protesta por su injusta
carcelería dijo a su vez: «El momento más grave de mi vida, fue mi
prisión en una cárcel del Perú».
Evidentemente se trataba de un castigo duro, un golpe bastante
fuerte para un servidor de la ley. Refiriéndose a este castigo, en
la dedicatoria que López Albújar escribe para su obra Cuentos
andinos, les dice a sus hijos:

Estos cuentos fueron escritos en horas de dolor. Un grito de rebeldía


de mi conciencia puso mi corazón en el engranaje de la disciplina
judicial y durante noventa días tuve que soportar el suplicio de la
trituración y el asqueroso gesto de malicia con que las gentes ven
siempre a los que yerran o caen.
¿Mi culpa? Una prevaricación. En la alternativa de condenar
por una falta (¿por qué delito?) que todos los hombres honrados
cometen diariamente sin perder por ello la estimación pública, y la
de absolver para tranquilizar mi conciencia, no vacilé en apartarme
voluntariamente del camino que me indicaba la ley. Preferí ser hombre
a ser juez. Preferí desdoblarme para dejar a un lado al juez y hacer
que el hombre con solo un poco de humanismo salvara los fueros
del ideal. Y aunque el sentido común —ese escudero importuno de
los que llevamos un pedazo de Quijote en el alma— me declamó por
varios días sobre los riesgos que iba a correr en la aventura judicial,
opté por taparme los oídos y seguir los impulsos del corazón.
Tal vez os parezca extraño mañana, cuando os deis cuenta de mi
aventura, que un juez tenga corazón. Parece que la ley, mejor dicho,
nuestra ley, no permite esta clase de entrañas en los encargados de
aplicarla [...].
¿Hice bien? Don Quijote diría que sí. Panza diría que no [...] [al]
meditar sobre las bellas locuras de vuestro padre, os estremeceréis al
ver cómo una rebeldía suya estuvo a punto de truncar su porvenir y
de echaros a perder el pan que oscuramente ganaba para vosotros. [...]

Introducción XXVII
—oídlo bien— el ideal es lo único que dignifica la vida, y los principios
lo único que salva a los pueblos. Vuestro padre (2018: 21-23, t. I, vol.
1).

Es obvio que López Albújar sabía que, conforme al Código Penal


de 1863, el adulterio era delito, pero absolvió a los procesados
considerando que más bien era un ilícito civil que podía servir
al cónyuge ofendido como causal de separación de cuerpos y de
divorcio, respectivamente, que era una falta, no un delito, que
debía ventilarse en la vía extrapenal.
Si bien aún en nuestros tiempos, desde una óptica moralista,
resulta reprochable la figura del adulterio, no es el derecho penal al
que debe recurrirse para castigarlo. Así, tuvieron que pasar setenta
y cuatro largos años, tres cuartos de siglo, para que se le diera
la razón a López Albújar, ya que el actual Código Penal de 1991
despenalizó el adulterio y otras figuras como el duelo, la riña y la
piratería marítima.
Entonces, podemos decir que Enrique López Albújar fue un
visionario reformador del derecho penal en nuestro país. Tuvo la
osadía de dejar de aplicar una norma penal vigente para quedar
bien con su conciencia pese al riesgo a que se exponía, de ser
acusado de prevaricato, como efectivamente ocurrió y le costó tres
meses de suspensión en su cargo.

V. Persistir en la independencia judicial. Siguiendo el camino


trazado por Enrique López Albújar

Muchas páginas y libros se han escrito sobre la independencia


del juez en su labor jurisdiccional. No voy a decir nada original,
simplemente lo voy a repetir en voz alta. Para ello voy a poner
de relieve las opiniones vertidas por ilustres magistrados y juristas
en el libro Independencia judicial: visión y perspectivas (2007),
editado por la Asociación de Jueces para la Justicia y Democracia-
JUSDEM, bajo la coordinación de la magistrada Roxana Jiménez
Vargas-Machuca.

XXVIII Enrique López Albújar ● Narrativa


El exmagistrado español Antonio Doñate nos hace recordar
que para que el poder político no sea tiránico o totalitario debe
estar repartido y recíprocamente controlado, balance de poderes
le llaman algunos. Trae a la memoria el caso de Arnaldo, el
molinero de «Sans Souci», quien ante las pretensiones del rey
Federico II de Prusia, que quería ampliar los jardines del palacio,
se negó a vender sus tierras; y ante la afirmación del monarca
—prototipo del despotismo ilustrado—: «Si te las puedo tomar sin
pagártelas», el molinero respondió: «Sí, pero hay jueces en Berlín»,
frase de la cual se desprende la confianza del molinero hacia los
jueces porque estos sí eran independientes del poder concentrado
en el rey.
Sin jueces independientes no puede existir estado de derecho
ni auténtica democracia para que estos puedan resolver con
imparcialidad los casos sometidos a su conocimiento. No olvidemos
que los jueces debemos ser independientes frente a cualquier
poder e imparciales frente a las partes que litigan o se enfrentan.
Si bien somos conscientes del significado de la independencia y
de la imparcialidad, no es menos cierto que existe cierta confusión
respecto a la neutralidad de los jueces. Los jueces no podemos ser
neutrales ante los derechos humanos, ante los valores superiores de
libertad, justicia, igualdad y pluralismo político que se reconocen en
nuestra carta política, pues a estos más bien debemos subordinar
nuestra actividad. En suma, las partes le deben exigir al juez que
sea imparcial, pero este no puede ser neutral respecto a los valores
constitucionales de una sociedad democrática.
Algunos políticos sostienen que, por no provenir nuestros
cargos de elección popular, como sí ocurre con los parlamentarios
y la Presidencia de la República, careceríamos de legitimidad
democrática y que debemos limitarnos a aplicar al pie de la letra
las leyes aprobadas por los legisladores, que conocen que ya no
estamos ante un «Estado Legislativo de Derecho» sino ante un
«Estado Constitucional de Derecho» que obliga a aplicar la ley,
pero siempre a la luz de la Constitución. La época del «derecho
puro» ha terminado.

Introducción XXIX
El viejo discurso de que el juez solo es «boca de la ley» tuvo
explicación en el contexto de la Revolución francesa, donde los
jueces, por ser funcionarios del rey, eran odiados por la población,
existía una absoluta desconfianza en su función y a nadie se le
ocurriría que en tales circunstancias históricas estos podrían ser
garantes de los derechos fundamentales. Por ello, en casi todos
los países de la cultura occidental, con excepción de las naciones
anglosajonas, se vio al juez como un aplicador mecánico de la ley,
como un autómata, un ser inanimado que no puede nunca ir contra
una ley por más arbitraria que esta sea, mucho menos interpretarla
conforme a las normas de todo el ordenamiento jurídico nacional
e internacional. En aquella época nació una fe ciega de los juristas
en la omnipotencia legislativa y una desconfianza hacia el juzgador;
pero en un estado de derecho, como el que ahora rige el mundo,
el juez ha dejado de ser la boca que únicamente pronuncia las
palabras de la ley. En la actualidad, la situación ha cambiado,
los jueces se aferran a la independencia para resolver los casos
judicializados.
Resulta emblemático y preocupante el caso del juez español
Baltazar Garzón, quien acusado de prevaricato por pretender
desconocer una ley de amnistía que impide investigar los crímenes
de la dictadura de Francisco Franco, ha sido prácticamente
destituido de su condición de juez de la Audiencia Nacional
Española, con la especial circunstancia de que ha sido el propio
órgano de gobierno de su institución el que lo ha sometido a
proceso. Muchos pueden atribuirle a dicho juez cierto protagonismo
personal o mediático y no contar con simpatías unánimes en
el mundo de la magistratura y de la comunidad jurídica; sin
embargo, la mayoría de asociaciones españolas de jueces han
asumido su defensa enarbolando el principio de independencia
de interpretación judicial. Bajo este principio, podemos ubicar la
decisión de la jueza peruana Antonia Saquicuray, quien haciendo
uso de la independencia judicial declaró, hace algunos años,
inaplicable la ley de amnistía que beneficiaba, particularmente, al
denominado Grupo Colina, y como era de esperarse, su resolución

XXX Enrique López Albújar ● Narrativa


fue apelada y no solo fue anulada por una Sala Superior, sino que
se dispuso que la Oficina de Control de la Magistratura le abriera
proceso disciplinario.
Salvando las distancias del tiempo, si el autor de tal decisión
hubiera sido Enrique López Albújar, tal vez lo hubieran vuelto
a suspender, siempre y cuando nuestros jueces no gozaran de
independencia; sin embargo, en la actualidad esto no podría
ocurrir, pues tanto las autoridades judiciales, legislativas o del
Ejecutivo saben que el juez es, más que todo, un intérprete de la
ley y respetan su independencia.
Hay que tener presente que la independencia judicial es un valor
constitucionalmente reconocido en el artículo 139.2, que reza:
«ninguna autoridad puede avocarse a causas pendientes ante el
órgano jurisdiccional ni interferir en el ejercicio de sus funciones.
Tampoco puede dejar sin efecto resoluciones que han pasado en
autoridad de cosa juzgada, ni cortar procedimientos en trámite, ni
modificar sentencias ni retardar su ejecución». El artículo 146.1
reitera que «El Estado garantiza a los magistrados judiciales:
1. Su independencia. Solo están sometidos a la Constitución y a
la ley», esto supone que los jueces gozamos de plena libertad en el
ejercicio de la función jurisdiccional. La última Ley de la Carrera
Judicial también corrobora este derecho.
Un juez, aunque parezca paradójico, no solo debe ser
independiente frente a todo tipo de poder fáctico, sino que también
debe ser independiente de sí mismo. Como es natural, el juez es
un ser humano que no está desprovisto de sentimientos, simpatías,
creencias religiosas, principios morales, convicciones filosóficas
o políticas y expectativas profesionales; por ello, al momento de
resolver un caso, deberá despojarse de los mismos poniendo por
delante una elevada ética cívica, democrática y constitucional.
Es pertinente afirmar que la independencia judicial no es
un escudo protector de la arbitrariedad ni de la mediocridad
intelectual de los jueces. Por esta razón, sus resoluciones deben
estar debidamente motivadas, lo cual requiere una constante
capacitación, pues un juez ignorante, en vez de ser garante de

Introducción XXXI
los derechos fundamentales, puede convertirse en un verdugo que
usa el derecho como guillotina.
Felizmente, en el caso peruano, la independencia de los jueces
mucho tiene que ver con el origen de su nombramiento. Ahora,
todos, basándose exclusivamente en sus méritos, son designados
por un organismo constitucional autónomo, el Consejo Nacional
de la Magistratura, sobre el cual no tienen injerencia ni el Poder
Ejecutivo ni el Legislativo. Lo digo por experiencia propia, pues,
de no ser así, tal vez no habría accedido a la judicatura ni menos
a la magistratura suprema, pues algunos descalifican como juez
a quien en alguna oportunidad desempeñó la actividad política,
como si esta fuera un delito para unos y un mérito solo para otros.
Si el significado de independencia, en términos muy sencillos,
es hacer las cosas por uno mismo, sin depender de los demás,
es en la difícil labor de administrar justicia donde los jueces, con
mayor razón, deben hacer respetar su independencia.
Para concluir, debo advertir que entre las amenazas a la
independencia judicial aparece el poder mediático de la prensa,
aparecen los «juicios paralelos» versus el «juicio de jueces». La
prensa versus la administración de justicia, con la agravante de
que el juicio paralelo ni siquiera es propiamente un juicio sino una
condena, un linchamiento mediático. Un juez no puede supeditar
sus fallos a los titulares de los diarios que aparecen todos los días,
de hacerlo así dejaría de ser independiente, se convertiría en
un súbdito de un poder fáctico. Los jueces juzgamos aplicando
la Constitución, la ley y lo que nos ordena nuestra conciencia,
que siempre nos servirá de cómoda almohada para dormir
tranquilamente.
En el Poder Judicial, nadie pretende escapar al escrutinio de la
opinión pública, ni al juicio de la ciudadanía o de la prensa. Es un
derecho poder criticar las resoluciones judiciales, pero no por ello
se puede buscar sustituir al juez en su labor. Ningún juez en su sano
juicio pretende ser enemigo de la prensa, solo reclama objetividad
y buena fe cuando se difunde una noticia sobre casos judiciales.
No pretendemos recibir halagos o reconocimientos, las críticas

XXXII Enrique López Albújar ● Narrativa


fundamentadas son bienvenidas, pero la libertad de información
no puede confundirse con la libertad de difamación contra los
jueces. No podemos permitir que castas periodísticas denigren a
los jueces y se conviertan en supremos y casi divinos jueces de
jueces. Si algunos jueces incurren en inconductas funcionales,
existen los mecanismos legales para la sanción que corresponda.
Una vez más, volviendo a Enrique López Albújar y el legado
que nos dejó como juez y como literato, él fue un precursor del
porvenir. Los jueces podemos seguir su camino, aunque la justicia
parezca —a veces— una utopía inalcanzable. Citando a Eduardo
Galeano, en su obra titulada Las palabras andantes (2001),
diremos respecto a la utopía que «Ella está en el horizonte [...].
Me acerco dos pasos, ella se aleja dos pasos. Camino diez pasos
y el horizonte se corre diez pasos más allá. Por mucho que yo
camine, nunca la alcanzaré. ¿Para qué sirve la utopía? Para eso
sirve: para caminar». Efectivamente, el horizonte profesional del
juez es caminar, y caminar para buscar la justicia. En tal sentido,
exhorto a todos para que no cejemos en transitar por ese horizonte
de sacrificada búsqueda, tras la justicia y la paz social.

Duberlí Rodríguez Tineo


Juez supremo titular
Presidente del Poder Judicial

Introducción XXXIII
Referencias bibliográficas

Dawe, John y Lewis Taylor (1994). «Enrique López Albújar y


el estudio del bandolerismo peruano». Debate Agrario 19,
135-172.
Galeano, Eduardo (2001). Las palabras andantes. Con grabados
de Jorge Borges. 5.ª edición. Buenos Aires: Catálogos.
Jiménez Vargas-Machuca, Roxana (coord.) (2007).
Independencia judicial: visión y perspectivas. Lima:
Asociación de Jueces para la Justicia y Democracia.
López Albújar, Enrique (2018). Narrativa completa. Tomo I, 2
volúmenes. Lima: Fondo Editorial del Poder Judicial.
López Alfonso, Francisco José (1998). «Aproximación a Cuentos
andinos». Anales de Literatura Hispanoamericana, 27, 111-
123.
Rodríguez Tineo, Duberlí (2010). Semblanza de Enrique López
Albújar. Homenaje en el Día del Juez. Lima: Corte Suprema
de Justicia de la República.
Vega Billán, Rodolfo (2003). Enrique López Albújar: juez
reformador del derecho penal. Huánuco: Universidad
Nacional Hermilio Valdizán.

XXXIV Enrique López Albújar ● Narrativa


C RITERIOS DE EDICIÓN

E l trabajo de la edición de textos es una labor de cuidado. Se


trata de reunir, calibrar y evaluar las distintas ediciones que se
han publicado, con el correr de los años, de una misma obra. Y se
realiza porque en este periodo puede ser que la obra haya sufrido
diversos embates editoriales, desde los más frecuentes como la falta
de tildación, hasta los más escasos y nocivos como la amputación
de párrafos. Sobre la base de esta sistematización se procede a
establecer una edición confiable que respete íntegramente la
propuesta estética y conceptual del libro que por lo general su
autor ha dejado establecida.
Enrique López Albújar (Chiclayo, 1872-Lima, 1966) vivió casi
un siglo, él pudo ver publicados varios de sus textos. Inicialmente,
estos aparecían en las hojas de la prensa de época, sus poemas,
cuentos, piezas teatrales, crónicas y artículos periodísticos se
publicaban en distintos periódicos como La Revista del Norte y El
Deber (Piura), El Comercio y La República (Lima) y El Tribuno
(Montevideo). Tras la maduración de la conciencia narrativa,
facilitada de alguna manera por el ejercicio escritural en la prensa,
es que publica su primer libro de relatos, que lo encumbrará
como representante del indigenismo: Cuentos andinos (1920),
compuesto por diez piezas narrativas de colección: «Los tres
jircas», «La soberbia del piojo», «El campeón de la muerte»,
«Ushanan-jampi», «El hombre de la bandera», «El licenciado
Aponte», «El caso Julio Zimens», «Cachorro de tigre», «La mula de
taita Ramun» y «Cómo habla la coca».

Criterios de edición XXXV


Pocos años después, ocho exactamente, dará a conocer otro de
sus textos que continuará manteniéndolo en la primera línea de la
narrativa peruana de las primeras décadas del siglo XX: Matalaché
(1928). Tanto el conjunto de cuentos como la novela serán dos de
los textos más comentados por parte de la crítica especializada.
Pero como lo anotamos líneas arriba, en el caso de Enrique López
Albújar, él transitó con versatilidad y talento por la poesía, el teatro,
el ensayo, las memorias y la crónica periodística. Son muestra de
ello, entre otros, el drama en un acto titulado Desolación (1916),
el libro de memorias De mi casona (1924), el libro de aforismos
satíricos Calderonadas (1930), los poemarios De la tierra brava
(1938) y Lámpara votiva (1942).
Como se puede apreciar en el año de publicación, uno de estos
textos tiene un siglo y varios de ellos más de noventa años de
publicados. Este paso del tiempo significa en términos editoriales
que, si se encuentran algunos ejemplares en las bibliotecas, estos
puedan haber sufrido algún ataque de los enemigos del libro:
el polvo, la humedad y los ácaros. Aunque es cierto que existen
varias ediciones de sus libros más celebrados: Cuentos andinos y
Matalaché, no existe, en cambio, una publicación que reúna su
obra completa. Precisamente para contribuir al conocimiento de la
obra de este ilustre magistrado e insigne literato, «patriarca de las
letras peruanas», esta publicación forma parte de la Obra completa
dividida en seis tomos, y que el Fondo Editorial del Poder Judicial
publicará de la siguiente manera:

Narrativa. Tomo I, 2 volúmenes


Poesía. Tomo II
Teatro. Tomo III
Ensayos. Tomo IV
Memorias. Tomo V
Crónicas. Tomo VI

La organización de esta publicación sistematiza y reúne en cada


tomo los textos que el autor escribió en registros y géneros literarios

XXXVI Enrique López Albújar ● Narrativa


diversos, y en los que plasmó el que sería su sello inconfundible:
la visión judicial de la realidad indígena, en particular, y la realidad
nacional, en general. En ese sentido, este primer tomo reúne su
obra narrativa, y está conformado por seis libros de cuentos y dos
novelas. Para facilitar la lectura y el manejo de esta publicación
que en un solo volumen excedería las 1200 páginas, se ha dividido
en dos volúmenes. El primero de ellos se inicia con los Cuentos
andinos (1920), pasa por Nuevos cuentos andinos (1937) y concluye
con Las caridades de la señora de Tordoya (1955). El segundo
volumen recoge los tres libros de cuentos que se publicaron en el
centenario del nacimiento del autor: La mujer Diógenes (1972),
Cuentos de arena y sol (1972) y La diestra de don Juan (1972);
recoge también las dos únicas novelas que escribió López Albújar:
Matalaché (1928) y El hechizo de Tomayquichua (1943).
Los criterios de edición que se han seguido para la presente
publicación se sintetizan en los siguientes puntos:

a) Se han ordenado de manera cronológica los libros de cuentos y las


novelas. Esta cronología tiene en cuenta el año de publicación.
Es necesaria esta precisión toda vez que los relatos del libro de
cuentos La mujer Diógenes, por ejemplo, se escribieron entre
los años 1897-1905, aproximadamente veinte años antes de los
Cuentos andinos; sin embargo, La mujer Diógenes se publicó,
como libro póstumo, siete décadas después. Por ello, este libro
es conocido como aquel que reúne sus «cuentos de juventud»,
pues fueron los primeros que escribió y publicó, progresivamente
y de manera individual, en el transcurso de ocho años en El
Comercio y El Amigo del Pueblo.

b) En el caso de los Nuevos cuentos andinos hemos considerado


la primera edición publicada por la Editorial Ercilla en 1937,
puesto que algunas ediciones posteriores de este libro, como
la de Populibros, omiten los dos primeros cuentos, a saber, «El
brindis de los yayas» y «Huayna-pishtanag».

Criterios de edición XXXVII


c) Para Matalaché, tras una evaluación comparativa de las
diversas ediciones que existen sobre la misma, se ha optado
por considerar la edición de la Editorial Peisa del año 1996,
pues, como lo advierten los editores: «La presente edición
de Matalaché procura establecer en forma definitiva el texto
de la célebre novela de Enrique López Albújar. Al revisar las
ediciones de esta obra que han circulado hasta la fecha (1928,
1955, 1957 y posteriores) hemos encontrado que en realidad
estas constituyen versiones, toda vez que entre ellas existen
diferencias, no solamente lexicales, sino que alcanzan a otros
aspectos del relato» (1996: 11). Refieren además que es una
edición definitiva de la novela, toda vez que en fecha reciente la
familia del autor encontró «un ejemplar de la primera edición de
1928 en el que, de puño y letra de López Albújar, se consignan
correcciones, adiciones y supresiones […]. A partir de esta
constatación y en acuerdo con los herederos de Enrique López
Albújar, hemos tomado como fuente el ya referido ejemplar con
correcciones del autor» (1996: 11).

d) Para esta edición se ha visto por conveniente incluir los prólogos,


las presentaciones y los estudios preliminares que acompañaron
originalmente a las primeras ediciones de los libros de López
Albújar. El fundamento de esta opción de edición está en el
hecho de que se trata de recuperar los momentos iniciales de la
recepción de las obras albujarianas, y con ello formar también en
el lector la imagen de cómo eran leídos los textos del patriarca
de nuestras letras. Así, forman parte de esta edición, entre
otros textos, el prólogo de Ezequiel S. Ayllón para la primera
edición de Cuentos andinos (1920). Se trata de un estudio que
proporciona numerosas claves de lectura para los interesados
en continuar la investigación no solo literaria, sino también
de reflexión judicial. Ayllón fue colega de Albújar y testigo de
su trabajo disciplinado. Su testimonio nos brinda detalles que
circundan la composición de los primeros relatos, por ejemplo,
él informa que algunos de los cuentos andinos tienen su origen

XXXVIII Enrique López Albújar ● Narrativa


en litigios judiciales ocurridos en la ciudad de Huánuco. Sin
duda una pista interesante. Por otro lado, se incluye también
el prólogo de José Jiménez Borja para los libros: Las caridades
de la señora de Tordoya (1955) y La diestra de don Juan
(1972). Su lectura proporciona una mirada amplia sobre toda
la obra de Albújar, pues no solo nos descubre el universo de
su narrativa, sino que articula sus contenidos con sus poemas,
crónicas y memorias. Una significativa introducción para
conocer el universo narrativo de sus obras. De igual manera,
se ha integrado a este cuerpo de prólogos, el estudio preliminar
de Raúl Estuardo Cornejo que se incluye en La mujer Diógenes
(1972). En el estudio se precisa la fecha y el diario donde
fueron publicados originalmente los cuentos que integran
este libro; asimismo, se detalla la procedencia de los relatos
que integran los Cuentos de arena y sol (1972). Es necesario
destacar que Raúl Estuardo Cornejo (1937-2017) es uno de los
investigadores pioneros que se interesó sistemáticamente en la
vida y la obra del ilustre magistrado e insigne narrador, así lo
muestra en la publicación que sistematiza sus asedios: López
Albújar, narrador de América. Trayectoria vital (1961).

e) Para la presente edición de la narrativa completa de Albújar se


han considerado las siguientes obras:

López Albújar, Enrique (1920). Cuentos andinos. 1.ª edición.


Prólogo de Ezequiel S. Ayllón. Lima: Imprenta Mundial.
____ (1937). Nuevos cuentos andinos. 1.ª edición. Santiago de
Chile: Ercilla.
____ (1943). El hechizo de Tomayquichua. 1.ª edición. Lima:
Ediciones Peruanidad.
____ (1955). Las caridades de la señora de Tordoya. 1.ª edición.
Prólogo de José Jiménez Borja. Lima: Juan Mejía Baca y P.
L. Villanueva.
____ (1972). La mujer Diógenes. Cuentos de arena y sol. Palos
al viento. 1.ª edición. Presentación de Mario Samamé

Criterios de edición XXXIX


Boggio. Estudio preliminar y notas de Raúl Estuardo
Cornejo. Lima: Conup.
____ (1972). La diestra de don Juan. 1.ª edición. Prólogo de
José Jiménez Borja. Lima: Instituto Nacional de Cultura.
____ (1996). Matalaché. Prólogo de Carlos Garayar. Lima:
Peisa.

f) Finalmente, se ha modernizado la ortografía y la tipografía de los


textos para dinamizar la lectura. De este modo, se ha corregido
el uso arbitrario de mayúsculas y minúsculas, y se han aplicado
las reglas de puntuación y tildación vigentes. Este criterio
editorial tiene como objetivo que los cuentos y las novelas sean
accesibles a los lectores del siglo XXI.

La obra de Enrique López Albújar es particularmente rica


para los estudiosos de la confluencia de las indagaciones jurídicas
y literarias, con esta publicación no solo queremos alentar las
relecturas interdisciplinarias, sino sobre todo realizar un tributo
al hombre de leyes y letras con cuya obra se ha enriquecido la
tradición literaria peruana. Resituar su legado para las nuevas
generaciones significa contribuir con la formación y el desarrollo
de una cultura nacional que se forja con el aporte de sus mejores
representantes.

Gladys Flores Heredia


Lima, julio de 2018

XL Enrique López Albújar ● Narrativa


A GRADECIMIENTOS

E n el centenario del nacimiento de don Enrique López Albújar,


acaecido en el año 1972, el Consejo Nacional de la Universidad
Peruana rindió homenaje al autor de Matalaché con la publicación
de una obra en la que se recogía dos libros de cuentos y uno de
crónicas de su primera etapa de producción intelectual titulado
La mujer Diógenes. Cuentos de arena y sol. Palos al viento (Lima,
1972). En la presentación de dicha obra, Mario Samamé Boggio
exhorta a que «se sigan publicando los valiosos textos inéditos
del escritor, tras la esperanza común de que pronto se editen las
anheladas Obras completas» (1972: VIII).
Tras cuarenta y seis años de silencios editoriales, el Fondo
Editorial del Poder Judicial, encabezado por su director, el juez
supremo, doctor Francisco Távara Córdova, publica las Obras
completas de Enrique López Albújar como un merecido homenaje
a quien fuera juez de vocación y dedicación literaria. Esta iniciativa
y determinación de la dirección editorial no hubiese llegado
a buen puerto de no ser por los nietos herederos de Enrique
López Albújar, quienes desde el primer momento respaldaron
este proyecto otorgándonos el permiso para la publicación de la
obra completa. En nombre de todas las ramas que descienden
del paradigmático patriarca de su familia, quiero agradecer muy
especialmente a Guillermo Hinostroza López-Albújar. Su buena
disposición y apoyo permanente han sido fundamentales para que
este proyecto pueda concretarse.

Agradecimientos XLI
Es justo agradecer al equipo editorial que ha trabajado en esta
publicación: Jesús Marcelo Nava, Nikolái Vides Flores Prado,
Yuliana Padilla Elías, Rodolfo Loyola Mejía y Robert Cáceres
Martínez. Finalmente, quiero agradecer a Helder Domínguez Haro
por su valiosa colaboración en la coordinación de este proyecto
editorial, y a Javier Morales Mena, cuyos acertados comentarios
enriquecieron la edición.

G. F. H.

XLII Enrique López Albújar ● Narrativa


C RONOLOGÍA *

1872 Enrique López Albújar nace el 23 de noviembre, en la


hacienda Pátapo, ubicada en la ciudad de Chiclayo. Sus
padres fueron Manuel López, de origen piurano, y Manuela
Albújar, de Lambayeque. Siempre que se le preguntó por su
procedencia, Albújar, primogénito de la pareja de esposos,
respondió: piurano. Es en esta cálida ciudad donde será
bautizado y donde le extenderán la partida de nacimiento.

1878-1885 Sus primeras lecciones formativas las recibe en


Morropón. Recordará la imagen severa de su estricto
maestro Miguel Piedra; así como la presencia contrapuesta
a la de este, su entrañable maestro de educación primaria,
Nicanor Calderón, el mismo que le presentaría, a través
de diversos textos, la imagen de los clásicos de la literatura
y del pensamiento europeo. Su infancia discurrirá entre
Morropón y Piura.

* Para la elaboración de esta cronología se han tomado los datos de los


siguientes textos: López Albújar, narrador de América. Trayectoria
vital (1961), de Raúl Estuardo Cornejo; Memorias (1963), de Enrique
López Albújar; y La narrativa de López Albújar (1972), de Tomás
Escajadillo. A fin de agilizar la lectura, se ha prescindido de las citas y
notas. Para mayor profundización y detalle se remite al lector a consultar
estas fuentes.  

Cronología XLIII
1886-1890 Tiene catorce años cuando enrumba hacia Lima
para iniciar sus estudios de educación secundaria, la cual
terminará en el Colegio Nuestra Señora de Guadalupe.

1891 Ingresa a la Facultad de Letras de la Universidad Nacional


Mayor de San Marcos. Sus constantes lecturas y su
inclinación a escribir lo hacen integrar muy pronto el grupo
selecto de colaboradores de los diarios El Perú Ilustrado y
El Progresista de Tacna. Su estilo irónico le hará pronto
ganar lectores amigos y enemigos. Para 1892 el espectro
de sus colaboraciones se extenderá también a El País,
La República, La Opinión Nacional, La Neblina, La Idea
Libre, El Libre Pensamiento y La Tunda. Editará, junto
con Chocano y Cornejo, el semanario satírico y político la
Cachiporra.

1893-1894 La publicación del poema «Ansias», contra el general


Cáceres, en La Tunda, bajo el seudónimo de León Cobos,
le hace merecer algunos días de arresto que culminarán
con su absolución. Su caso de libertad de expresión fue
llevado por Aurelio Fuentes, prestigioso abogado, hijo del no
menos afamado hombre de letras Manuel Atanasio Fuentes,
conocido como el Murciélago. Pero no será el único traspié
con la ley, así como aquel no será el único poema que le
acarreará detención. En 1894 será detenido y conducido a
la cárcel por la publicación del poema «Adiós a la patria», en
el diario El Comercio. Así como en su primera detención, su
padre viajará desde Piura a Lima para buscar un abogado y
liberarlo.

1895-1899 Son años donde define su formación jurídica. Ingresa


a la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional
Mayor de San Marcos (1895). Tras su destacado y siempre
notable paso por las aulas sanmarquinas presenta su tesis
titulada: La injusticia de la propiedad del suelo (1898)

XLIV Enrique López Albújar ● Narrativa


para optar al grado de bachiller en Derecho. Esta es
rechazada por ser considerada «anarquista». Sin perder el
espíritu transformador que orientaba esta tesis, vuelve a
proponer otra al año siguiente: ¿Debe o no debe reformarse
el artículo 4.° de la Constitución? Tras la defensa frente
a un jurado, obtiene el grado de bachiller en Derecho
(1899). Paralelamente a la elaboración de su tesis, su
formación literaria se forjaba con la lectura sistemática de
los naturalistas franceses: Zola, Flaubert y Balzac; a los
veinticinco años publica su primer cuento en El Comercio.

1900-1916 Se instala en Piura. En esta ciudad continuará con


su quehacer literario, su trabajo académico y su actividad
política. Obtiene el título de abogado tras aprobar el examen
de grado (1904). Años después será nombrado adjunto al
Juzgado de Primera Instancia de Piura (1911), también
ejercerá el cargo de juez interino en la ciudad de Tumbes
(1912). A estos méritos profesionales se suman otros más
bien literarios. Por lo pronto, es consciente de que puede
transitar con soltura por diversas formas artísticas: la
poesía, el teatro, el cuento, la crónica y la biografía. Así
lo hacen saber sus colaboraciones cada vez más diversas
y constantes, aunque en este periodo la poesía cede lugar
a otras formas expresivas: publica en El Comercio (1901)
el penúltimo cuento que integrará luego el libro La mujer
Diógenes. Este mismo año publica, en La Idea Libre, el
relato que servirá para comprender las ideas del autor sobre
el sentido del amor como un ejercicio de la libertad, se trata
del cuento «Una expresión de agravios», primera narración
de su libro Cuentos de arena y sol. El retorno a Piura a inicios
del siglo XX le ha insuflado inspiración y dedicación, escribe
las piezas de teatro Doña Caro en Piura (1911), Demasiado
tarde (1914) y Desolación (1916). Las crónicas tampoco le
son ajenas, un centenar de estas, más o menos, se cuentan
entre las colaboraciones que enviaba frecuentemente a

Cronología XLV
la Revista del Norte y El Deber, ambas piuranas, y en las
que firmaba con el seudónimo de Sansón Carrasco. Pero
no todo es producción textual de gabinete, su creencia en
el poder de la prensa para formar la opinión crítica de la
ciudadanía lo conduce a fundar el semanario El Amigo del
Pueblo (1904), y como confía en la democracia, este mismo
año funda en Piura la filial del Partido Liberal. Son años
de intensa actividad que encuentra numerosos escollos. El
diario que dirige se clausura en 1908 y un año después,
mayo de 1909, es acusado de realizar supuestas actividades
políticas contra el régimen, por lo cual es apresado y
trasladado a una prisión de Lima. El internamiento dura
aproximadamente una semana. A su retorno a Piura retoma
sus actividades como abogado y como redactor y colaborador
de la prensa periódica nacional. La estancia prolongada en
Piura (1900-1916) está llegando a su fin. Contrae nupcias
con la hermosa dama de ascendencia alemana, Lucila
Trint (1916). El mismo año es nombrado redactor principal
de La Prensa en Lima, deja Piura para asumir este reto y
emprender una intensa y fructífera, aunque corta, labor
en La Prensa. Sus colaboraciones se publicarán en las
secciones «Todo y nada» y «Día a día» bajo el seudónimo que
ya había definido su estilo periodístico en Piura: Sansón
Carrasco. Es en este contexto de ejercicio periodístico que
responde críticamente a un artículo escrito por el dandi de la
literatura peruana, Abraham Valdelomar; en este, el escritor
iqueño desdeñaba a las generaciones anteriores a la suya.
Aunque todo hace indicar que López Albújar permanecería
en este diario por buen tiempo, apenas se mantiene en él
por seis meses (desde julio de 1916 hasta enero de 1917).
Las razones que lo llevan a renunciar completamente al
diario tienen que ver con que se sintió vulnerado en sus
derechos como valioso redactor.

XLVI Enrique López Albújar ● Narrativa


1917 Retoma su carrera judicial a sus cuarenta y cinco años.
Así, en febrero es nombrado juez de primera instancia
de Huánuco. El 29 de diciembre resuelve absolver a los
acusados de un doble adulterio.

1918 La parte ofendida interpone recurso de apelación ante la


Corte Superior de Justicia, y tras esta, a la Corte Suprema,
donde se consigue revocar la sentencia y suspender del
ejercicio de sus funciones por tres meses a López Albújar.
Diciembre será uno de los meses que le dará un duro golpe
por un buen tiempo, en sus propias palabras: «un hachazo
brutal, el más brutal de los que había recibido en mi vida».

1919-1921 El retiro momentáneo de la judicatura por tres meses


(de abril a julio de 1919) le hará retomar su actividad
literaria. En la pasividad de la hacienda de su amigo Adolfo
Cavallié comienza a escribir los relatos que conformarán sus
Cuentos andinos, libro que se publicará en Lima en junio de
1920 con el prólogo de Ezequiel S. Ayllón, colega suyo. La
resonancia que tendrá esta publicación es significativa para
la historia de la literatura peruana, recordemos que su autor
tenía una carrera reconocida en el campo del periodismo,
pero este conjunto de cuentos es el que lo posiciona en un
lugar privilegiado donde, más adelante, se le reconocerá
su carácter pionero de una corriente que toma al poblador
de los Andes como protagonista. Su retorno a la actividad
judicial está acompañado del murmullo de las musas
literarias, quienes tras la positiva recepción de sus cuentos
instan al juez a componer otras historias. Así, en el lapso
de tres meses (1921) escribe el libro De mi casona. Con el
afán de ampliar más su conocimiento del mundo del ande,
libreta en mano, visita Tomayquichua (1921), que años
después inspirará la novela El hechizo de Tomayquichua.

Cronología XLVII
1922-1924 Inicia su proceso de retorno de Huánuco a Piura en
1922. Al año siguiente permuta la judicatura de primera
instancia y se queda en Piura. La importancia de su
primer libro de cuentos todavía le produce satisfacciones,
esta vez mediante una elogiosa carta que le escribe el
célebre pensador español Miguel de Unamuno. En Lima
se publica De mi casona (1924) y la segunda edición de
Cuentos andinos, auspiciada por el presidente del Congreso
Científico Panamericano, doctor Alberto Salomón. El motivo
es propicio para escribirle una carta a Miguel de Unamuno.

1928-1940 Para fines de la década de los veinte, López Albújar es


nombrado vocal interino en la Corte Superior de Justicia de
Lambayeque, donde permanecerá por dos años. En Piura
publica su novela Matalaché (1928), esta cosechará crítica
positiva y negativa. En 1930 deja la Corte Superior de
Justicia de Lambayeque y pasa a la Dirección de Educación
Artística en Lima. Su actividad literaria no deja de ser
constante, pues publica en Chiclayo Calderonadas (1930).
Es nombrado vocal de la Corte Superior de Tacna (1931) y
dos años después (1933), en calidad de presidente de esta
institución, publica sus Memorias. En esta ciudad comienza
a escribir (1934) su novela El hechizo de Tomayquichua, le
dedica dos meses y la deja inconclusa. En el tránsito de
pensar cómo terminarla, publica el ensayo Los caballeros
del delito (1936); y un año después, en Chile, se publican
sus Nuevos cuentos andinos en la Editorial Ercilla (1937).
Si bien fueron años de una intensa producción narrativa
y cronística, en 1938 publica De la tierra brava (poemas
afroyungas) con prólogo de Clemente Palma. Este libro
marca el retorno a la poesía y la síntesis de sus creaciones
poéticas. Es presidente de la Corte Superior de Tacna por
segunda vez (1939) y termina de escribir, al año siguiente,
su novela El hechizo de Tomayquichua. Para esta época,
su nombre es referente obligatorio para cualquier examen

XLVIII Enrique López Albújar ● Narrativa


que se trate de realizar en el campo de la historia de la
literatura peruana de inicios del siglo XX. Sus dos libros más
comentados por los estudiosos nacionales y extranjeros son
Cuentos andinos y Matalaché.

1942-1949 Tiene setenta años cuando escribe el poemario


Lámpara votiva. Inicia su periplo literario por distintos
lugares donde lo invitan para dar conferencias y recitales.
Así, viaja a Estados Unidos invitado por el Departamento
de Estado para dar un recital en la Unión Panamericana,
pero la censura le impide leer su conferencia «Hibridismo,
libertad y democracia». A su paso se entrevista con los
prestigiosos escritores Waldo Frank, Eugene O’Neil, John
Dos Passos y John Englekirk. No será el único país, también
viajará rumbo a la Argentina en 1943. Ese mismo año se
publicará en Lima El hechizo de Tomayquichua. Asume,
por tercera vez, el cargo de presidente de la Corte Suprema
de Tacna (1944). Un par de años después, a sus setenta y
cuatro años, se jubila como magistrado en Tacna (1946). En
esta misma ciudad que lo acogió en diversas oportunidades,
en 1948, comenzará a escribir el libro de cuentos La diestra
de don Juan, que terminará ocho años después.

1950-1959 Obtiene el Premio Nacional con su libro Las caridades


de la señora de Tordoya (1950). Por su longevidad y por la
continuidad de sus proyectos literarios, por ser el referente
de las generaciones literarias de las décadas de los treinta,
cuarenta y cincuenta, la crítica literaria comienza a
catalogarlo como el patriarca de las letras nacionales. A sus
ochenta años recibe el homenaje de las letras peruanas al
gran escritor (1952). Aunque su edad podía hacer pensar
que su vida era sedentaria y definida en un solo lugar, se
muda de Tacna a Lima (1954). En esta ciudad publicará el
folleto en verso «La bandera» y «Anoche estuve en Piura»,
en colaboración editorial con Manuel Cevallos Saavedra.

Cronología XLIX
Con estas publicaciones busca rendir tributo a Piura,
tierra que lo acogió y en la que vivió muchas experiencias.
Instalado en el distrito de San Miguel, en Lima, continúa
con la escritura de sus cuentos y la constante corrección de
sus Memorias. Tiene ochenta y siete años.

1960-1961 Símbolo vivo de dos siglos, honorable hombre de leyes


y letras, a sus ochenta y ocho años recibe el homenaje del
Congreso de la República. Un año después, el Ministerio
de Educación Pública acuerda editar sus obras completas.
En el ámbito académico, Raúl Estuardo Cornejo sustenta
la tesis titulada López Albújar: frente y perfil (1960) en la
Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Este estudioso,
quien hará las veces de secretario del octogenario escritor,
recuerda una conversación:

El «esperar» nos condujo inevitablemente a otro tema: la


muerte. López Albújar entró en él con suma familiaridad, sin
temor, y hasta, diríamos, con esa rara confianza quevediana
que se obtiene de la diaria meditación sobre aquella. Habló
de sus años, de su atrevimiento orgánico, de sus azares de
escritor, de su carácter, de sus creencias, de su línea, para
concluir, cuando la despedida se anunciaba, con un hondo
consejo a modo de corolario:
—Joven, la vida es una lucha permanente; pero la lucha,
cuando se libra con honor, enaltece. La ventaja la da la
inteligencia y el trabajo, unidos a la verdad. Actúe Ud. con
esto, y verá que toda fuerza se doblega ante ello.

1966 El 6 de marzo Enrique López Albújar deja de existir; tenía


noventa y cuatro años.

L Enrique López Albújar ● Narrativa


C UENTOS
Cuentos andinos

Portada de la primera edición de Cuentos andinos (1920).


Lima: Imprenta Mundial.
PRÓLOGO

El estudio de los trabajos literarios en que se contemplan de cerca,


trasladadas a los hechos episódicos, a los cuadros de costumbres, la
vida primitiva y la condición actual de la raza, ha merecido en todo
momento nuestra atención, la misma voluntad con que hemos
estudiado los papeles viejos, las ruinas olvidadas, las huellas que la
intelectualidad y el sentimiento indígenas han dejado impresas en
los más apartados rincones de estas serranías.
López Albújar sabía de estas aficiones por nuestras frecuentes
charlas literarias, en los momentos en que la labor del código y
del papel sellado nos dejaba más o menos disponibles. Recogió de
nosotros algunos datos, algunas observaciones inéditas; se puso al
habla con cuantas personas podrían suministrarle informaciones
en el terreno, y entabló con ellas cerradas conferencias, cuestionario
escrito en mano para no perder detalles y conservar el espíritu de
la época y el tinte lugareño del relato. Por supuesto, su imaginación
de poeta ha tenido que contribuir, con elementos de todo orden,
a esta faena, que de suyo reclamaba tan importante colaboración,
para crear situaciones y dar vida y animación a muchos cuadros,
conservando siempre la índole, el sello distintivo de la raza.
Ha sido por ese afán de no salir del ambiente local, más que por
otras consideraciones, que López Albújar ha querido de nosotros el
presente examen crítico, nuestra opinión respecto a sus cuentos,
grato cometido que cumplimos aportando al mismo tiempo
el resultado de nuestras observaciones sobre algunos hechos
importantes en que hemos intervenido personalmente.

Cuentos andinos 5
El cuento «Los tres jircas» es una contribución interesante a la
leyenda del origen preincaico de Huánuco, llamado Pillco entre los
indígenas; o por el ave pillco que adornaba la corona de algunos
ídolos, el suntur-paucar de los incas y la diadema de los huaca-
camayog, o por la planta villcu, muy común en estos lugares, o por
el color bermejo, lustroso, del jirca Rondos, de cuya falda parece
un aplanamiento artístico, una continuación gallardamente
intencionada, el hermoso valle de la ciudad.
López Albújar se descubre en este cuento como un explorador
entusiasta que ha recorrido pacientemente los dominios de la
tradición y penetrado en la intimidad de románticas edades
preteridas, para interrogar el sentimiento de la raza y dar existencia
a la divina Cori-Huayta entre las ruinas convulsas y al soplo
fecundante de su imaginación creadora.
La descripción que hace de los cerros Marabamba, Rondos y
Paucarbamba tiene la virtualidad de una fotografía iluminada al
natural, bello trasunto del alma fantástica y del cuerpo multiforme
de los tres jircas, de la fisonomía característica impresa por la
mano del infatigable labriego indígena y de las supersticiones
tiernamente poéticas, de la raza, sencilla, imaginativa y
meditabunda. El Marabamba se presenta sentado entre las orillas
del Pilcumayu y del Mitu, escudriñando en las pulsaciones de
ambas arterias la hora histórica del resurgimiento. Podía ser la
estatua de la Esperanza, el símbolo de la resignación vigorosa de
una nacionalidad desincorporada, que alienta en su espíritu lleno
de fe y en sus músculos de roca la voluntad definida de no ceder
y el ideal acariciado de luchar y redimirse. El Rondos se presenta
tendido, con los brazos en cruz, bajo el peso de sus ilusiones
palpitantes, ofreciendo sin reservas los frutos de su fecundo seno.
Este cerro, con sus collados y planicies, cubiertos de variadas y
pintorescas sementeras; sus arroyuelos cristalinos, donde bullen
cadenciosamente la luz y la alegría de la mañana; sus casitas
diseminadas sobre el florido césped de las lomas y bajo el follaje
umbroso de los quishuares y alisos, que invitan a la meditación
y al recuerdo; el arpegio matinal de sus aves arrulladoras, que
repercute en las soledades del alma encanecida como una nota de

6 Enrique López Albújar ● Narrativa


ternura arrancada de la lejana infancia; el balido quejumbroso e
interrogativo de las tranquilas ovejas, que se expande y se disuelve
penosamente en la brisa de las cumbres enhiestas, y la caída de
sus tardes, que tiene toda la amargura de una eterna despedida;
este Rondos de tan armoniosa expresión, que así es y así se siente,
podría simbolizar la poesía de la naturaleza en la sencillez de sus
formas primitivas, la poesía hecha luz y frescor, flor y fruto, amor
y vida. El Paucarbamba se presenta erguido, amenazador, atalaya
en perpetua vigilia, erizado de cactus y de agaves, frente al embate
devorador de los tiempos, como un atleta que defiende los destinos
de la casa solariega, su tradición, que es sentimiento, y su porvenir,
que es esfuerzo. Este jirca, rematado con una cruz, que la piedad
colonial levantó en una de sus cumbres, parece la alegoría de la
fuerza, de la previsión, convertida en realidad, de la resistencia
transfigurada en éxito, de la acción tenaz, sobreponiéndose al
empuje ciego de los acontecimientos fatales, de la naturaleza
refrenada y sometida a los dictados de una voluntad superior.
Estos jirca yayagcuna, románticos personeros de tradiciones
milenarias, que fueron víctimas del furor olímpico de Pachacámac
por el sacrilegio de amar a la hija de Pillco-Rumi, nos hablan
con la monserga de su grandeza inescrutable, con el aliento de
sus energías ancestrales, de muchos hechos y de muchas cosas,
de la impresionabilidad mental de la riqueza emotiva, de la
susceptibilidad épica de la raza, y de la teogonía de los pilcos o
huanucumis, modalidad hasta hoy subsistente del panteísmo
aimara y del culto quechua a las huacas.
El cuento denominado, con mucha propiedad, «El campeón
de la muerte», se refiere a un ejemplar de la raza, a un indígena
semimestizo, vecino muy conocido del caserío de Pampamarca,
del distrito de Obas, de la provincia del Dos de Mayo; eximio
tirador, que se ha hecho célebre por sus crímenes, por su pericia
en el manejo de la honda, del palo y del rifle; por su serenidad
imperturbable y su crueldad mercenaria y desembozada. Este
cuento contiene, en resumen, varios episodios de la vida de
Chupán, pueblo de la misma provincia, donde el indígena no
tiene prácticamente otra defensa preventiva, otro confidente ni

Cuentos andinos 7
otro guía que la coca, la sagrada mama-cuca, que disfruta en todo
momento de la virtud infalible de predecir los acontecimientos
futuros libres. La mama-cuca es una divinización doméstica con
los atributos sobrenaturales de las huacas del culto quechua, y,
como los arroyos o «llanto de la mama-pacha» y las pepitas de
oro o «lágrimas del yaya-inti», sirve a la vez de ofrenda a otras
divinizaciones. En el camino de Chupán, por las alturas, se ven
tres promontorios rocallosos, personificaciones sintéticas del jirca,
llamados auquillos o auquiaillos, donde los indígenas transeúntes
depositan, entre otras cosas, hojas de coca como tributo de amor y
de desagravio. Al comentar el odio irreductible de Tucto contra el
asesino de Faustina, la frialdad espeluznante de la madre de esta,
comprometiendo los servicios criminales del illapaco Jorge, y la
persecución y muerte del asesino Crispín, este cuento describe
con fidelidad el carácter, la idiosincrasia de la raza, la persistencia
invencible de sus pasiones a través del tiempo y del espacio, su
tenacidad para reparar agravios, y su astucia, que parece debilidad,
pero que es prudencia y cálculo. Los indígenas de estos pueblos
disponen de condiciones especiales para el tiro, por el género
de vida que llevan, ajenos a toda influencia morbosa, a los
refinamientos y a las falsas necesidades de otros medios sociales. La
práctica constante, de preferencia en el terreno del delito y de las
luchas entre pueblo y pueblo, tiene para illapagcuna los poderosos
estímulos del lucro y de la venganza, sin las responsabilidades del
orden legal, que o no se demandan o resultan burladas al amparo
de la misma autoridad. La costumbre de comer la lengua y llevarse
los ojos de la víctima es de importancia para asegurar la impunidad
del delito, por el silencio de los deudos y por la imposibilidad de
descubrir o identificar a los delincuentes. Se acostumbra también
entre algunos indígenas, al iniciar el acto delictuoso, describir con
el palo homicida una cruz en el espacio, diciendo al mismo tiempo
Jesús, María y José, pero en forma tal que esta última palabra
coincida con el primer golpe mortal en la cabeza de la víctima.
Estando de prefecto del departamento don Anselmo Huapaya,
se capturó al bandolero Patente Pulido y en el registro a que fue
sometido le encontraron dos ojos humanos, cuidadosamente

8 Enrique López Albújar ● Narrativa


guardados en un saquito de pergamino con hojas de coca.
Últimamente, cuando asaltaron la estancia Yanag, de Chaulán,
los delincuentes se comieron, además de la lengua, el corazón de
Pablo Cristóbal, que tenía fama de valiente. Cerca del caserío de
Querosh, del distrito de Margos, fue asesinado a palos el bandolero
Puni Mendoza. Uno de los asesinos, Artemio Pajuelo, le asestó el
primer garrotazo haciendo «la señal del cristiano» y pronunciando
las palabras sagradas para comprometer la intervención divina, a
fin de que el delito no se frustrara. La lengua de Mendoza fue
dividida prolijamente en igual número de raciones al de los ocho
indígenas, implicados en el homicidio.
«La soberbia del piojo» y «Cómo habla la coca» son cuentos en que
se refleja la típica ironía inglesa, ingenua, de objetivo trascendental.
La gracia no aparece principalmente de la forma ni del fondo
literario, sino de la intención sobreentendida, del pensamiento
entre líneas, del silencio que se traduce en ideas. Esta clase de
ironía, sin gestos injuriosos, ni carcajadas estridentes, que estimula
en serio, con la seriedad del educador anglosajón, reclama un
engranaje complicado para relacionar natural y apropiadamente
los extremos muy distantes sobre los que gira el argumento,
siempre ingenioso, y poder llegar así a una fórmula que defina a
la vez el pensamiento capital de la obra. El cuento «Cómo habla la
coca» trata, además, de diversos tópicos relativos a la política y a los
vicios dominantes de cierta juventud, muy digna de otros triunfos,
que pretende intelectualizarse no por obra del estudio paciente,
reflexivo, sino a la fuerza de tóxicos que envilecen y aniquilan. La
lucha de todos los instantes, desde el propósito moralizador hasta
la caída reincidente, entre el corazón, que ilumina el sendero, y el
falso apetito, que ciega y extravía; entre el deber que protesta y el
vicio que arrastra, está descrita con gran conocimiento de lo que
puede ser la humana naturaleza. Las luminosas seducciones de la
coca, que se hace guía y panacea, hostia, altar y templo; religión y
culto; alma y cuerpo de la raza; exhiben con delicado humorismo
el desarrollo de la contienda, la retirada palmo a palmo y el triunfo
paulatino de la flaqueza moral. Explica la pasividad del indígena,
enervado su organismo por la acción estupefaciente y anestésica

Cuentos andinos 9
del alcaloide, deprimido su espíritu por todos los vértigos de que
es susceptible la desgracia humana, pero llevando en lo íntimo
del ser, en su esencia intelectual y volitiva, la noción de su valor
y de sus destinos, de la indiscutible grandeza de la raza, de su
capacidad para sacudirse del letargo y ocupar sitial de honor en las
evoluciones de la historia. El esmero artístico que se advierte en
este cuento, muy fundado por la nota personal que allí vibra, no
tiene, sin embargo, el artificio del armazón preconcebido y del floreo
rebuscado, en que insensiblemente se suele incurrir, cuando, por
reclamar la importancia del tema, existe el propósito de consultar
la elegancia del estilo, la nitidez del relieve, la musicalidad de los
giros. Por el contrario, todos los pasajes, inclusive los que más
acentúan el objetivo irónico, están desenvueltos con magistral
tranquilidad, fluidez espontánea, concatenación sencilla, colorido
natural, sin el rojo-sangre de la herida recién abierta ni la palidez
clorótica de las naturalezas enfermas.
El cuento «Ushanan-jampi» contiene apreciaciones bien
meditadas de la condición psicofísica del indígena. En Chupán,
como en algunas de esas abandonadas regiones, no hay otra justicia
rápida, económica y eficaz que la justicia popular, muy enérgica y
muy bárbara, sin trámites científicos, aplicada directamente por el
soberano de las democracias, en plena plaza principal, al irrecusable
conjuro de la coca, que «adivina y no miente». La ley sustantiva
consuetudinaria, conservada desde la más obscura antigüedad,
establece dos sustantivos penales que tienden a la reintegración
social del delincuente, y dos penas propiamente dichas contra el
homicidio y el robo, que son los delitos de trascendencia social. El
yaachishum o yachachishum se reduce a amonestar al delincuente,
haciéndole comprender los inconvenientes del delito y las ventajas
del respeto recíproco. El alli-achishum tiende a evitar la venganza
personal, reconciliando al delincuente con el agraviado o sus
deudos, por no haber surtido efecto morigerador el yaachishum.
Aplicados los dos sustitutivos, cuya categoría o trascendencia no es
extraña a los medios que preconizan con ese carácter los penalistas
de la moderna escuela positiva, procede la pena de confinamiento
o destierro llamada jitarishum, que tiene las proyecciones de una

10 Enrique López Albújar ● Narrativa


expatriación definitiva. Es la ablación del elemento enfermo, que
constituye una amenaza para la seguridad de las personas y de
los bienes. Por último, si el amonestado, reconciliado y expulsado,
roba o mata nuevamente dentro de la jurisdicción distrital, se le
aplica la pena extrema, irremisible, denominada ushanan-jampi,
el último remedio, que es la muerte, casi siempre, a palos, el
descuartizamiento del cadáver y su desaparición en el fondo de las
lagunas, de los ríos, de los despeñaderos, o sirviendo de pasto a los
perros y a las aves de rapiña. El derecho procesal se desenvuelve
pública y oralmente, en una sola audiencia, y comprende la
acusación, defensa, prueba, sentencia y ejecución. Está presidido
el popular tribunal por los mayores y cargos pasados, conocidos
con el nombre de yayagcuna, ninguno de los cuales se halla en
condiciones morales de tirar la primera piedra. Estos sustitutivos y
penas forman un solo organismo represivo, subordinados los unos
a los otros en el orden indicado. Son cuatro grados sustancialmente
diferentes, pero constitutivos de una sola pena, que se subdivide y
modifica, siguiendo paralelamente el proceso psicológico del delito.
El cuento titulado «El licenciado Aponte» es la relación, repetida
de memoria por nuestros indígenas y constatada en los estrados
judiciales, de la metamorfosis que, por lo general, se observa en los
licenciados una vez que regresan a sus estancias, resueltos a ser
hombres superiores a su medio y labrar fortuna rápida y cuantiosa.
No faltan otros, por excepción, que revelan hábitos de trabajo y
disciplina, y que resultan auxiliares importantes para levantar
el ánimo deprimido de la raza y detener el avance expoliatorio
de los gamonales y las exacciones de los funcionarios públicos.
La educación cívica que reciben en los cuarteles no es todo lo
esmerada ni ejemplarizadora que debería ser; le falta valor intuitivo,
eficacia práctica, que pudiera desarrollar las buenas disposiciones
naturales del elemento indígena, su docilidad, su respeto al
superior, su temperancia, su acendrado amor al terruño, que, en
pequeño, no es otra cosa que el amor a la patria. Este cuento se
ocupa también de un vicio en la administración pública, que va
tomando carta de ciudadanía, con provecho para muchos, menos
para el fisco y con daño exclusivo para el indígena, que pierde su

Cuentos andinos 11
fortuna, su libertad o su vida. El gran protector del contrabando es
el jirca, que «manda sus neblinas, aguaceros y derrumbes», para
que los empleados de la Recaudadora no vean ni puedan avanzar
en sus viajes de pesquisa. Conocemos una oración que nos recitó
en quechua un indígena vaqueano, repitiendo el ceremonial
y los movimientos giratorios de la invocación. Pero para que el
jirca no se convierta, como sucede frecuentemente, en aliado de
la Recaudadora, hay que hacerlo partícipe de los provechos del
delito, y obsequiarle, junto con la rociada de aguardiente, algunos
puñados de coca, cigarros, pan y dulces.
El cuento «Cachorro de tigre» es un estudio antropológico
del tipo genuinamente indígena, castigado por todos los atropellos,
decepcionado de todos los factores sociales, sin leyes que se
cumplan, sin autoridad que ampare eficazmente sus derechos,
sediento de justicia y resuelto a la venganza y al delito. En el padre
del «Cachorro de tigre» vemos a Liberato Magariño, de cuya trágica
muerte, acaecida hace poco tiempo, se ocuparon con detalles los
semanarios de la localidad. La falta de justicia, de humanidad, de
decoro de un subprefecto venal, que amparó sin escrúpulos a los
asesinos de la madre de Magariño, y que persiguió a este porque
pedía sanción y que otorgó a aquellos amplias garantías para llevarse
el ganado y talar las sementeras que pertenecieron a la víctima;
tuvo que despertar en la naturaleza inculta de Magariño, joven de
veinte años, la necesidad de venganza personal, de recurrir a sus
propios medios, los únicos disponibles, para devolver a su espíritu
la tranquilidad perdida, castigar a los asesinos y atender a la defensa
de su persona y bienes. Liberato Magariño reveló en sus mismos
actos delictuosos un profundo y vigoroso instinto de solidaridad
doméstica y un grande, abnegado, sentimiento de piedad filial.
Después de muchas correrías, de muchos crímenes audaces, el
Tigre de las punas murió alevosa y cruelmente asesinado por sus
mismos compañeros de delito. Su cadáver fue descuartizado y
arrojado a una laguna. Su hijo, único heredero de sus instintos y
pasiones, no hizo más que recorrer el camino abierto, impulsado
por la misma fuerza y en pos del mismo objetivo, persuadido, por lo
que había visto y palpado a diario, de que para la raza embrutecida

12 Enrique López Albújar ● Narrativa


y desheredada, a nada práctico conducía reclamar justicia de los
poderes constituidos, y que su escasez de recursos y su falta de
influencias para hacerse sentir conforme a la ley, le condenaban a
un vía crucis más pesado y amargo que todos los azares del delito
reparador. Estamos convencidos de que la raza indígena, sencilla,
sumisa, que imprimió su delicadeza espiritual en su música y
en su idioma, que supo amar hasta divinizar sus afectos y que
fue creyente y respetuosa hasta colocar en sus adoratorios a los
ascendientes de la patria y del hogar, no ofrece materia prima
subjetiva ni elementos del fuero externo para la delincuencia
inmotivada, ningún factor individual de los que concurren con
efecto necesario en la etiología de los delitos.
Se ha hecho histórica la odiosidad entre Obas y Chupán, dos
pueblos vecinos separados geográficamente por el río Marañón.
Chupán es hoy una población abandonada, semidestruida por el
incendio y el saqueo. El origen, la causa primitiva de esta odiosidad,
según la tradición de ambos pueblos, es un préstamo, impago hasta
la fecha, de cincuenta escudos españoles, a interés capitalizable,
que hizo San Pedro, patrón de Obas, a Santiago, patrón de Chupán,
para que el insolvente apóstol pudiera festejar pomposamente su
25 de julio. Por esta deuda, ascendente a una suma exorbitante en
los varios siglos transcurridos, Obas se llevó de hecho el caserío
de Colquillas, situado en una hermosa y fértil llanura a orillas del
Marañón, creándose desde el violento despojo una situación de
fuerza, que ha tomado los caracteres sangrientos del odio indígena
personal, con sus complicaciones cada vez más encarnizadas. Del
origen de esta secular odiosidad se ocupa el cuento denominado
«La mula de taita Ramun», en el que se exhibe, además, la figura
de un sacerdote español, avaro y lujurioso, y se describe con toda
exactitud el ceremonial de la fiesta religiosa, sus incidencias y el
fatal desenlace, casi siempre sangriento. El indígena profesa una
religión mixta. Adora a los cerros o jircas, a las aguas y animales,
con la misma fe y devoción que al santo patrón del pueblo. No tiene
con la actual nacionalidad ni el vínculo del sentimiento religioso,
como no tiene ni el de la lengua ni el de las costumbres, ni el de
la solidaridad social, o la comunidad de intereses. Los métodos

Cuentos andinos 13
empleados desde la conquista por los factores de la evolución social,
y continuados, con ligeras modificaciones, durante la república,
han hecho irrealizable hasta hoy la fusión nacionalizadora. El
aborigen se siente obligado a aislarse dentro de su método físico
y moral porque el contacto con elementos de otro orden no le ha
significado ni garantía, ni libertad de acción, ni progreso efectivo.
En nuestra condición de delegados de la Pro-indígena hemos
manifestado repetidas veces, después de visitar varios pueblos, que
este poligenismo, agravado a diario por el capital que expolia y la
autoridad que exacciona y envilece, mantiene planteada, en forma
insoluble, la lucha de razas y la desintegración nacional, peligros
muy serios, que el patriotismo aconseja conjurar preferentemente.
«El caso de Julio Zimens», cuyo nombre era otro, está inspirado
en un episodio de la vida de un colono tirolés, del Pozuzo, que se
suicidó arrojándose al río Huallaga, después de soportar por varios
años los estragos paulatinos de una repugnante enfermedad.
Nosotros conocimos a Zimens, joven, gallardo, recientemente
casado con una simpática india de Panao, que entendía el amor
únicamente por el lado del instinto, no por el del amor que se
piensa y se siente, que se exterioriza en la palabra tierna, en el
abrazo seductor, en el cuidado solícito, en la compenetración
de ideales y afectos; el amor que es deber y que es religión. La
Pinquiray —cuyo nombre solo es un símbolo panatahua, pues
no conocemos apellido de esta clase— era huraña, impulsiva,
indolente, sin iniciativas; enferma de misantropía y fotofobia;
espíritu estrecho y obscuro. Zimens, que estaba dotado de una
sensibilidad exquisita, multiplicó sus esfuerzos para hacer de este
conjunto de condiciones negativas la mujer ideal que se forjó en
sus sueños de bohemio germano. El matrimonio resultó desastroso.
Los hijos no parecían sino hijos exclusivos de la madre. Tenían
de Zimens únicamente el apellido. Abandonado de su familia,
repudiado por la sociedad, pobre, envejecido, sin esperanzas de
alivio, Zimens resolvió quitarse de encima la ignominiosa carga, y
para tranquilizar su conciencia de creyente sincero, tomó el consejo
de muchas personas e inmediatamente después de confesarse
con un sacerdote amigo, se arrojó del puente de la parroquia al

14 Enrique López Albújar ● Narrativa


Huallaga, sepultando en los arcanos de su muerte trágica su amor
de esposo y de padre, su loco romanticismo, sus decepciones y
dolores. Estudia este cuento, con filosofía que no es pesimista, uno
de los más complicados problemas de la vida real, que solo la fe
religiosa, llevada al heroísmo, puede resolver en el terreno de la
sana moral. Estudia también uno de los casos que fácilmente puede
presentarse en la administración de justicia, cuando el magistrado,
lejos de convertirse en una estatua de papel codificado, se da
cuenta de la función social que le corresponde como elemento
dirigente. «El hombre de la bandera» es un episodio de la guerra
del Pacífico, que tuvo por escenario el cerro de Jactay, uno de los
lados del Rondos, donde guerrilleros de Chupán y de otros pueblos
vecinos derrotaron a las fuerzas chilenas que ocupaban la capital
del departamento. El héroe de esta jornada, reivindicatoria de
los prestigios de la raza, fue el indígena de Chupán don Aparicio
Pomares, quien, en su condición de soldado raso, había concurrido
a todas las acciones de armas desde Pisagua hasta Miraflores.
Tenía el cuerpo cubierto de cicatrices y usaba una venda ancha
de cuero que le protegía el pecho y la espalda. El memorable día
del combate, atraído por entusiasta curiosidad, muy propia de
nuestra niñez, ajena a toda idea de peligro, pudimos apreciar de
corta distancia los detalles de la acción y distinguir la culminante
actitud de un individuo que desplegaba en alto la bicolor nacional y
recorría frenético los diferentes puntos del frente guerrillero y que,
al detenerse con la bandera sobre su brazo izquierdo, disparaba su
arma de fuego y azotaba con su honda los aires y repetía una y mil
veces sus inauditos esfuerzos, menospreciando la vida, invitando
temerariamente a la muerte, como un león acosado que defiende
su guarida. Declarada la derrota, las fuerzas chilenas se retiraron
definitivamente y los guerrilleros ocuparon la ciudad. Muchos
niños acompañamos la entrada triunfal y llegamos al local de la
prefectura, que servía de cuartel, averiguando por el hombre de la
bandera. Era nuestro deseo conocer de cerca a ese ejemplar griego
del fanatismo patriótico, a esa figura epopéyica, y tributarle nuestra
desbordante, inefable admiración, en cualquier forma, con un grito
inarticulado, con una palmada vibrante, con una mirada febril,

Cuentos andinos 15
saturada de patriótica emoción. Pero desgraciadamente Pomares
había caído herido de un balazo, en momentos de pronunciarse
la derrota. Trasladado del sitio del combate a Rondos, y luego a
su suelo natal, falleció de gangrena en su humilde choza, en un
solitario y oscuro rincón, sin merecer de los hombres de entonces,
ni de la posteridad, un honor a su memoria, ni un recuerdo a sus
hazañas. En 1888, que estuvimos por primera vez en el pueblo
de Chupán, visitamos la pobre casa de Pomares. Jamás se borrará
de nuestra alma, encariñada con los ideales de justicia, la amarga
impresión que nos agitó en presencia de la miseria y dolor que
devoraban ese hogar. Encontramos tendida sobre un montón
de andrajos a una mujer demacrada, valetudinaria, de mejillas
surcadas por el sufrimiento antes que por la marcha de los años.
Tres pequeñuelos, sin más indumentaria que un retazo de lienzo,
ángeles que publicaban su candor, juntas las manos suplicantes,
rodeaban piadosamente el lecho de la enferma. Eran la viuda y
los hijos de Pomares; la compañera y los vástagos de ese héroe.
Después de un rato de silencio, de recogimiento religioso, con el
alma de rodillas en ese templo de la gloria, preguntamos, llenos de
respeto, por la histórica bandera, por la bandera sacrosanta que
levantó del suelo y desplegó en alto la diestra heroica de Pomares,
y que tornó a ser blanca, con el albor de sus ideales sin mancha,
y a ser roja, con la sangre lustral de su martirio. Nos contestó la
respetable mujer, en un tono que parecía protesta y parecía orgullo:
«Esa bandera está en la tumba de Pomares; la trajo de Miraflores,
la llevaba a todas partes y fue su voluntad sepultarse con ella».
Absortos, empequeñecidos ante la sublimidad de esa grandeza
inconmensurable, ante la excelsitud de ese cuadro sin nombre y
sin igual, nos dirigimos al cementerio, en silenciosa romería, para
visitar la venerable tumba que se perdía en el montuoso suelo.
Nada más que una cruz rústica velaba la memoria de Pomares;
solamente una cruz de campo para el héroe inmaculado que hizo la
campaña de la guerra del Pacífico, desde Pisagua hasta Miraflores,
para el héroe legendario que ni en la muerte quiso separarse de
nuestra bicolor, que fue el símbolo de sus ternuras, el ideal de sus
esfuerzos, la razón única de su existencia. Solamente una cruz

16 Enrique López Albújar ● Narrativa


de campo, sencilla, sin inscripciones, sin iniciales; pero esa cruz,
muda y solitaria, iba inclinándose, severamente, por el peso de
los años, como apurando el instante de estrechar entre sus brazos
de amor la sombra bendita del héroe, y juntos, confundidos en el
mismo polvo, dormir para siempre el tranquilo sueño de los siglos
olvidados.
Por su mérito educativo, su estilo sencillo, a la vez que elegante,
y su ritmo marcado, que facilita el proceso asimilativo, este cuento
es una composición del género didáctico, que debería figurar en
las antologías nacionales de lectura cívica.
La nota sobresaliente de López Albujar es la precisión y el colorido
de las descripciones; labor de pensador, de psicólogo, de poeta, que
penetra en las más oscuras y diminutas sinuosidades del corazón
humano, a los secretos de la especie y de la raza, para descubrir
con el escalpelo de su aguda crítica el germen morboso que retrasa
y aniquila, o el motivo eficiente de las impulsiones fuertes, de los
arranques definitivos. Tiene su manera característica de mirar la
vida y de apreciar a los hombres y sus obras. Aspira a deshacer los
moldes deformados y a construir otros estados de cosas sobre el tipo
de una mejor organización, forjado por él en sus horas de lucha.
Retrata la vida como ella es, no para exponer un cuadro de galería
arqueológica, sino acumulando iniciativas, fijando derroteros para
que la vida sea lo que debe ser.
No se detiene al margen: penetra en la intimidad de los
sentimientos, de las tendencias, de la realidad objetiva y es ahí
donde separa elementos que clasifica con facilidad, que estudia
minuciosamente y que exhibe sin reservas ni rodeos en toda
deformidad. Al contacto de la carne necrosada, se decide antes por
la amputación enérgica, salvadora, que por la anestesia medrosa,
pasajera y deprimente. No padece la nerviosidad que precipita
y fatiga, el espíritu movedizo que termina por ser superficial; es
tranquilo, reposado y detallista. Cuando emite conceptos, después
de la disección analítica, se manifiesta entusiasta y apasionado
por sus ideales. Nació a la vida política, viviendo vida propia, una
vida de sinceridad ciega, de vehemente, patriótica exaltación. No
nació a la política como tantos jóvenes llenos de intrigas, de falsías,

Cuentos andinos 17
de miserias ancestrales, con el alma muerta y putrefacta para la
obra del bien público. Se inició en el periodismo con actitudes y
energías de hombre representativo, luchando a cuerpo descubierto,
en pleno campo, por el triunfo de la libertad y de la democracia.
Golpeó incesantemente en la conciencia ciudadana, vidente de
la próxima reacción, convencido de que los golpes demoledores
abrirían el cráter de la montaña y se produciría el desborde de la
lava renovadora y fecundante. No sabía ni le importaba averiguar
que el entusiasmo de las masas sin independencia moral es mera
excepción en el equilibrio de los intereses convencionales, y que
el atropello permanente del derecho, a título de autoridad, es la
expresión de la inercia cívica de los pueblos. Nos ocupamos de
esta actuación en esfera de distinto orden, porque no es posible
estudiar una obra, aquilatar su mérito intrínseco, sin conocer y
apreciar la entidad intelectual y moral del autor. Una idea compleja
no es simple percepción actual, es suma de otros elementos, de
muchas aspiraciones, de otras ideas y sentimientos. El mismo
concepto estimativo, la misma nota subrayada, la misma frase
hecha, cambian de naturaleza y de efectos frente a la línea recta
de los antecedentes uniformes, no contradictorios ni desvirtuados,
o frente a la curva tortuosa de una actuación quebradiza y
atornasolada.
En estos cuentos López Albujar, al mismo tiempo que analiza y
describe, agotando el tema en todas sus fases, maneja la síntesis
en núcleos de amplia extensión ideológica y de fácil comprensión;
cualidad que, al lado de su fantasía multicolorada, da robustez y
elegancia a su estilo y profundidad amena a sus ideas. Concibe
el argumento y la finalidad de la obra y con un léxico sencillo
y preciso aborda el desarrollo del plan, sin extralimitarse, a
diferencia de otros que se desorientan y terminan produciendo
lo que no pensaban ni querían. Se sitúa en diversos puntos de
vista igualmente interesantes; no rompe la trama y concluye
en un pensamiento definitivo, que deja satisfecho el interés del
lector. Trata el idioma, sus giros gramaticales y literarios con tacto
artístico, que en él es aptitud natural, conocimiento y práctica
constante. La novedad de sus ideas, el colorido especial, rico y

18 Enrique López Albújar ● Narrativa


variado, las imágenes vívidas, reflejantes, las alegorías panorámicas,
de alto relieve, llevan el sello de un vigoroso sentido estético y de
su genuina procedencia, exclusivamente original. Así como en las
descripciones es detallista, en las figuras tiene el buen gusto de
no salir de los lineamientos generales, que dan la sensación y la
idea, y estimulan el sentimiento de lo bello. El abuso de los detalles
en un cuadro desvirtúa el motivo principal, debilita la intensidad
de la emoción estética, hace difuso, pesado, anémico el estilo, y
desacorde, inarmónico, el tono de la obra. Cuando penetra en la
antigüedad de la raza, tiene la virtud de conservar intacta la vejez
de la leyenda, su sabor añejo, su tonalidad esfumante, como si
extendiera a nuestra vista una reconstrucción plástica, un lienzo
de la época con las huellas inequívocas de su remoto origen.
López Albújar ha comprobado con estos cuentos que la
literatura nacional dispone de interesantes temas, de escenario
propio, de matices peculiares, de bagaje múltiple para desarrollarse
autonómicamente y adquirir el más alto grado de expresión artística
y de valor intelectual. De desear sería que nuestros hombres de letras
siguieran su patriótico ejemplo. La existencia de la nacionalidad
reclama incesantemente la creación de mayores vínculos con
el elemento indígena, sobre la base de un conocimiento exacto,
adquirido en cada circunscripción territorial, de las condiciones
especiales de la raza. Así lo deseamos, aportando con las presentes
líneas el modesto contingente de nuestra palabra de aliento y de
aplauso.

Huánuco, 13 de febrero de 1920

Ezequiel S. Ayllón

Cuentos andinos 19
DEDICATORIA A MIS HIJOS

Hijos míos:

Estos cuentos fueron escritos en horas de dolor. Un grito de rebeldía


de mi conciencia puso mi corazón en el engranaje de la disciplina
judicial y durante noventa días tuve que soportar el suplicio de la
trituración y el asqueroso gesto de malicia con que las gentes ven
siempre a los que yerran o caen.
¿Mi culpa? Una prevaricación. En la alternativa de condenar
por una falta (¿por qué delito?) que todos los hombres honrados
cometen diariamente sin perder por ello la estimación pública, y la
de absolver para tranquilizar mi conciencia, no vacilé en apartarme
voluntariamente del camino que me indicaba la ley. Preferí ser
hombre a ser juez. Preferí desdoblarme para dejar a un lado al juez
y hacer que el hombre con solo un poco de humanismo salvara
los fueros del ideal. Y aunque el sentido común —ese escudero
importuno de los que llevamos un pedazo de Quijote en el alma—
me declamó por varios días sobre los riesgos que iba a correr en la
aventura judicial, opté por taparme los oídos y seguir los impulsos
del corazón.
Tal vez os parezca extraño mañana, cuando os deis cuenta
de mi aventura, que un juez tenga corazón. Parece que la ley,
mejor dicho, nuestra ley, no permite esta clase de entrañas en los
encargados de aplicarla. Y es que la ley tiene encima otra ley, más
fuerte y más inexorable que ella: la rutina, y esta un fiscal, un
inquisidor, prontos a entregarla a los esbirros de la transgresión: el
precedente.

Cuentos andinos 21
¿Hice bien? Don Quijote diría que sí. Panza diría que no.
Vosotros podéis decir nada todavía; la edad os incapacita para
apreciar el valor de mi actitud. Posiblemente cuando llegue ese
día, cuando vuestra razón, llena de ese sentido práctico que en
la vida lleva fácilmente al triunfo de todas las aspiraciones, se
detenga un instante a meditar sobre las bellas locuras de vuestro
padre, os estremeceréis al ver cómo una rebeldía suya estuvo a
punto de truncar su porvenir y de echaros a perder el pan que
oscuramente ganaba para vosotros. Si llegarais a pensar así, lo
sentiría profundamente; lo sentiría aunque estuviese muerto,
porque así acreditaríais que entre vosotros y yo no habría existido
más vínculo que el del hombre, y que lo más íntimo de mi ser,
aquello que lleva en sí todo lo que eleva o rebaja, todo lo que nos
hace fuertes ante las tentaciones de la vida, todo lo que nos hace
sentirnos realmente hombres, la personalidad, no habría sido
transmitida por mi sangre a vuestra sangre.
Entonces pensaréis como todos, seréis como todos, en un país
donde, precisamente, hay que pensar distinto de los demás y gritar
las propias ideas para que los sordos del espíritu las escuchen por
más rudas o extrañas que sean.
Sobre este punto podría escribiros un libro; quizá sí debí
escribirlo en los amargos días de la suspensión, pero me pareció
mejor hacer destilar un poco de miel a mi corazón en vez de acíbar;
entregarme a las gratas y ennoblecedoras fruiciones del arte y no a
los arrebatos de la pasión y del desengaño.
Por eso he venido a hablar en este libro de los hombres y de
las cosas en cuyo medio vivo realizando obra de amor y de bien.
Verdad es que he puesto en él mucho de sombrío y de trágico, pero
es que el medio en que todo aquello se mueve es así, hijos míos,
y yo no he querido solo inventar, sino volcar en sus páginas cierta
faz de la vida de una raza, que si hoy parece ser nuestra vergüenza,
ayer fue nuestra gloria y mañana tal vez sea nuestra salvación.
Y por eso os dedico este libro. Ved en él solo lo que debéis ver:
un esfuerzo de serenidad en medio del sufrimiento.

22 Enrique López Albújar ● Narrativa


No lo toméis como una lección de experiencia para que en
las horas de vuestras grandes dudas, de vuestros torturantes
conflictos, al recordar la causa que lo originó, os apresuréis a
echaros por el fácil camino de la rutina y del acomodo. No; que os
sirva para ser irreductibles en el bien, para que cuando el caso lo
exija, sepáis tirar el porvenir, por más valioso que sea, a las plantas
de vuestra conciencia y de vuestros principios, porque —oídlo
bien— el ideal es lo único que dignifica la vida, y los principios lo
único que salva a los pueblos.

Vuestro padre:

Enrique

Cuentos andinos 23
LITERATURA
DERECHO Y
COLECCIÓN
La historia de la literatura peruana del siglo XX está hecha con
nombres de intelectuales que provienen de diversas canteras.
Una de estas es el derecho. Enrique López Albújar fue un juez
cuya actividad intelectual no se restringió solo al mundo de las
leyes que organizan y regulan la interacción de los hombres
en sociedad, también creó mundos literarios donde se ponen
en escena, a través de la vida y del drama de múltiples
personajes, el germen de la actitud delictiva y los problemas
de la administración de justicia. Por el modo en que fueron
representados los personajes indígenas en su narrativa, los
especialistas señalaron que se trataba de una percepción
«criminalizante» del indio. Acaso no podía ser de otra manera,
ya que su propuesta narrativa no buscaba otro motivo literario
que no fuera el presentar historias en las cuales los personajes
se resisten y transgreden la ley. Con la publicación de la obra
completa de Enrique López Albújar, el Poder Judicial no solo
rinde homenaje a un ejemplar hombre de leyes y notable
literato, sino que a través de su mirada judicial y literaria invita
a re�exionar sobre los problemas históricos que aquejan a
nuestra sociedad. Leerlo será asumir el reto de pensar el Perú
como problema y posibilidad.

DUBERLÍ RODRÍGUEZ TINEO

ISBN 978-612-47810-1-8

También podría gustarte