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Narrativa: Enrique López Albújar
Narrativa: Enrique López Albújar
LITERATURA
DERECHO Y
NARRATIVA
COLECCIÓN
NARRATIVA
OBRAS COMPLETAS. TOMO I. VOLUMEN 1
Presentación
Francisco Távara Córdova
Introducción
Duberlí Rodríguez Tineo
Edición y cronología
Gladys Flores Heredia
Colección Derecho y Literatura
Biblioteca Enrique López Albújar
Enrique López Albújar
Obras completas. Narrativa. Tomo I. Volumen 1
1.a ed. Lima: Fondo Editorial del Poder Judicial, 2018.
Colección dirigida por Francisco Távara Córdova.
600 pp., 16 x 22.5 cm
Literatura peruana/Siglo XX/Narrativa/Novela/Cuentos/Enrique
López Albújar
© PODER JUDICIAL
Fondo Editorial del Poder Judicial
Palacio Nacional de Justicia, 2.º piso
Av. Paseo de la República cuadra 2 s/n, Lima, Perú
Teléfono: (511) 410-1010, anexos 11571 y 11185
Correo electrónico: fondoeditorial@pj.gob.pe
VOLUMEN 1
Presentación
Enrique López Albújar: magistrado y literato XIII
Francisco Távara Córdova
Introducción
López Albújar como juez de la independencia
judicial XIX
Duberlí Rodríguez Tineo
Agradecimientos XLI
Cronología XLIII
Cuentos
Cuentos andinos (1920) 3
Prólogo de Ezequiel S. Ayllón 5
Dedicatoria a mis hijos 21
Los tres jircas 25
La soberbia del piojo 35
El campeón de la muerte 43
Ushanan-jampi 57
El hombre de la bandera 69
El licenciado Aponte 81
El caso Julio Zimens 93
Cachorro de tigre 105
La mula de taita Ramun 123
Cómo habla la coca 143
Vocabulario 153
NOVELAS
Matalaché (1928) 877
Un favor, signo de los tiempos 879
La Tina 887
Una llegada intempestiva 893
El sol piurano 899
Un paseo por la fábrica 905
La siesta 913
El milagro de María Luz 923
Matalaché 931
Unos pies divinos y unas manos hábiles 955
El cuarto de hora precursor 971
Promesas cumplidas 983
Una apuesta original 993
Un corazón que se abre y una puerta que se cierra 1003
Un día solemne, una fiesta brillante y una mano
perdida 1011
La tentación 1037
El último jabón de La Tina 1047
Presentación XIII
perder detalles y conservar el espíritu de la época y el tinte lugareño
del relato. Por supuesto, su imaginación de poeta ha tenido que
contribuir, con elementos de todo orden, a esta faena, que de suyo
reclamaba tan importante colaboración, para crear situaciones y dar
vida y animación a muchos cuadros, conservando siempre la índole,
el sello distintivo de la raza (1920: 7-8).
[…] En la alternativa de condenar por una falta (¿por qué delito?) que
todos los hombres honrados cometen diariamente sin perder por ello
la estimación pública, y la de absolver para tranquilizar mi conciencia,
no vacilé en apartarme voluntariamente del camino que me indicaba
Presentación XV
quehacer como creador de ficciones. En ambas actividades el juez
y el escritor siempre fueron a contracorriente. Podría agregar que
la notable y ejemplar carrera de juez guio también las indagaciones
de su quehacer literario. Para corroborarlo podemos leer el clásico
cuento «Cachorro de tigre». En este relato podremos encontrar
frente a nosotros la imagen de un juez que cría desde pequeño a
un niño que es hijo de un bandolero; a través de esta experiencia
vital, el personaje del juez se muestra como un antropólogo de
la criminalidad que en todo momento está reflexionando sobre la
conducta humana y el peso determinante de la genética en la acción
criminal. Puede que para la actualidad estas meditaciones sobre
la formación de la conciencia delictiva, el proceder del bandolero
o la naturaleza de los enemigos de la vida ciudadana hayan sido
superadas por las actuales corrientes jurídicas, las traigo a colación
porque, como sostengo, en el caso de López Albújar existe un
equilibrio entre su práctica como juez y su quehacer literario.
La producción intelectual de este hombre de leyes y letras;
poeta, narrador, cronista, ensayista y dramaturgo es, como se puede
apreciar, bastante amplia y diversa. Por ello, el Fondo Editorial del
Poder Judicial publicará la obra completa de Enrique López Albújar
dividida en seis tomos: narrativa (tomo I, 2 volúmenes), poesía
(tomo II), teatro (tomo III), ensayos (tomo IV), memorias (tomo V)
y crónicas (tomo VI). Iniciamos esta serie de publicaciones con el
primer tomo, dividido en 2 volúmenes, que reúne todo el universo
narrativo del patriarca de las letras peruanas.
Con estas publicaciones, el Fondo Editorial del Poder Judicial
quiere rendir tributo a un magistrado en cuyo legado intelectual y
virtud humana se halla la luz para iluminar el camino de muchos
hombres de leyes que tienen la compleja responsabilidad de
administrar la justicia y hacerla respetar. Porque, así como López
Albújar lo creyó, estamos convencidos de que las historias que
se relatan en cuentos y novelas tienen «utilidad» jurídica, ya que
amplían y enriquecen la reflexión sobre los límites y posibilidades
de la administración de justicia.
Presentación XVII
Referencias bibliográficas
1 Este texto fue mi discurso de orden por el Día del Juez, leído el 4 de agosto de
2010, y se tituló «Semblanza de Enrique López Albújar». Para esta publicación se
ha adaptado y actualizado parte de su contenido.
Introducción XIX
reto de pensar el Perú como problema y posibilidad. Por ello en
esta introducción presentaré algunas de las facetas profesionales
de este notable hombre de letras y leyes que logró combinar con
brillantez su talento literario y periodístico con su función de
juez. A continuación, expondré algunas cuestiones generales
relacionadas con su biografía, luego pasaré a presentar ideas sobre
su obra literaria y periodística para centrar esta introducción en
la explicación de su trabajo modernizador de la administración de
justicia. Finalmente, propondré una reflexión sobre el camino que
nos queda por transitar siguiendo el ejemplo del juez y literato
Enrique López Albújar.
Introducción XXI
II. Breve apreciación sobre la obra literaria de López Albújar
Introducción XXIII
III. López Albújar y su labor periodística
Introducción XXV
en que todo se discute y se impugna, sería pretender enmendar la
obra de Jesús y ofender el espíritu de justicia y de tolerancia del siglo.
Por estos fundamentos, administrando justicia a nombre de la
Nación.
FALLO: absolviendo a los acusados Sebastián Peña y María Astete
de Castillo del delito de doble adulterio.
Y por esta mi sentencia, definitivamente juzgada en primera
instancia, así la pronuncio, y firmo en Huánuco a los 29 días del mes
de diciembre de 1917 (López Albújar citado en Vega 2003: 84-85).
Introducción XXVII
—oídlo bien— el ideal es lo único que dignifica la vida, y los principios
lo único que salva a los pueblos. Vuestro padre (2018: 21-23, t. I, vol.
1).
Introducción XXIX
El viejo discurso de que el juez solo es «boca de la ley» tuvo
explicación en el contexto de la Revolución francesa, donde los
jueces, por ser funcionarios del rey, eran odiados por la población,
existía una absoluta desconfianza en su función y a nadie se le
ocurriría que en tales circunstancias históricas estos podrían ser
garantes de los derechos fundamentales. Por ello, en casi todos
los países de la cultura occidental, con excepción de las naciones
anglosajonas, se vio al juez como un aplicador mecánico de la ley,
como un autómata, un ser inanimado que no puede nunca ir contra
una ley por más arbitraria que esta sea, mucho menos interpretarla
conforme a las normas de todo el ordenamiento jurídico nacional
e internacional. En aquella época nació una fe ciega de los juristas
en la omnipotencia legislativa y una desconfianza hacia el juzgador;
pero en un estado de derecho, como el que ahora rige el mundo,
el juez ha dejado de ser la boca que únicamente pronuncia las
palabras de la ley. En la actualidad, la situación ha cambiado,
los jueces se aferran a la independencia para resolver los casos
judicializados.
Resulta emblemático y preocupante el caso del juez español
Baltazar Garzón, quien acusado de prevaricato por pretender
desconocer una ley de amnistía que impide investigar los crímenes
de la dictadura de Francisco Franco, ha sido prácticamente
destituido de su condición de juez de la Audiencia Nacional
Española, con la especial circunstancia de que ha sido el propio
órgano de gobierno de su institución el que lo ha sometido a
proceso. Muchos pueden atribuirle a dicho juez cierto protagonismo
personal o mediático y no contar con simpatías unánimes en
el mundo de la magistratura y de la comunidad jurídica; sin
embargo, la mayoría de asociaciones españolas de jueces han
asumido su defensa enarbolando el principio de independencia
de interpretación judicial. Bajo este principio, podemos ubicar la
decisión de la jueza peruana Antonia Saquicuray, quien haciendo
uso de la independencia judicial declaró, hace algunos años,
inaplicable la ley de amnistía que beneficiaba, particularmente, al
denominado Grupo Colina, y como era de esperarse, su resolución
Introducción XXXI
los derechos fundamentales, puede convertirse en un verdugo que
usa el derecho como guillotina.
Felizmente, en el caso peruano, la independencia de los jueces
mucho tiene que ver con el origen de su nombramiento. Ahora,
todos, basándose exclusivamente en sus méritos, son designados
por un organismo constitucional autónomo, el Consejo Nacional
de la Magistratura, sobre el cual no tienen injerencia ni el Poder
Ejecutivo ni el Legislativo. Lo digo por experiencia propia, pues,
de no ser así, tal vez no habría accedido a la judicatura ni menos
a la magistratura suprema, pues algunos descalifican como juez
a quien en alguna oportunidad desempeñó la actividad política,
como si esta fuera un delito para unos y un mérito solo para otros.
Si el significado de independencia, en términos muy sencillos,
es hacer las cosas por uno mismo, sin depender de los demás,
es en la difícil labor de administrar justicia donde los jueces, con
mayor razón, deben hacer respetar su independencia.
Para concluir, debo advertir que entre las amenazas a la
independencia judicial aparece el poder mediático de la prensa,
aparecen los «juicios paralelos» versus el «juicio de jueces». La
prensa versus la administración de justicia, con la agravante de
que el juicio paralelo ni siquiera es propiamente un juicio sino una
condena, un linchamiento mediático. Un juez no puede supeditar
sus fallos a los titulares de los diarios que aparecen todos los días,
de hacerlo así dejaría de ser independiente, se convertiría en
un súbdito de un poder fáctico. Los jueces juzgamos aplicando
la Constitución, la ley y lo que nos ordena nuestra conciencia,
que siempre nos servirá de cómoda almohada para dormir
tranquilamente.
En el Poder Judicial, nadie pretende escapar al escrutinio de la
opinión pública, ni al juicio de la ciudadanía o de la prensa. Es un
derecho poder criticar las resoluciones judiciales, pero no por ello
se puede buscar sustituir al juez en su labor. Ningún juez en su sano
juicio pretende ser enemigo de la prensa, solo reclama objetividad
y buena fe cuando se difunde una noticia sobre casos judiciales.
No pretendemos recibir halagos o reconocimientos, las críticas
Introducción XXXIII
Referencias bibliográficas
Agradecimientos XLI
Es justo agradecer al equipo editorial que ha trabajado en esta
publicación: Jesús Marcelo Nava, Nikolái Vides Flores Prado,
Yuliana Padilla Elías, Rodolfo Loyola Mejía y Robert Cáceres
Martínez. Finalmente, quiero agradecer a Helder Domínguez Haro
por su valiosa colaboración en la coordinación de este proyecto
editorial, y a Javier Morales Mena, cuyos acertados comentarios
enriquecieron la edición.
G. F. H.
Cronología XLIII
1886-1890 Tiene catorce años cuando enrumba hacia Lima
para iniciar sus estudios de educación secundaria, la cual
terminará en el Colegio Nuestra Señora de Guadalupe.
Cronología XLV
la Revista del Norte y El Deber, ambas piuranas, y en las
que firmaba con el seudónimo de Sansón Carrasco. Pero
no todo es producción textual de gabinete, su creencia en
el poder de la prensa para formar la opinión crítica de la
ciudadanía lo conduce a fundar el semanario El Amigo del
Pueblo (1904), y como confía en la democracia, este mismo
año funda en Piura la filial del Partido Liberal. Son años
de intensa actividad que encuentra numerosos escollos. El
diario que dirige se clausura en 1908 y un año después,
mayo de 1909, es acusado de realizar supuestas actividades
políticas contra el régimen, por lo cual es apresado y
trasladado a una prisión de Lima. El internamiento dura
aproximadamente una semana. A su retorno a Piura retoma
sus actividades como abogado y como redactor y colaborador
de la prensa periódica nacional. La estancia prolongada en
Piura (1900-1916) está llegando a su fin. Contrae nupcias
con la hermosa dama de ascendencia alemana, Lucila
Trint (1916). El mismo año es nombrado redactor principal
de La Prensa en Lima, deja Piura para asumir este reto y
emprender una intensa y fructífera, aunque corta, labor
en La Prensa. Sus colaboraciones se publicarán en las
secciones «Todo y nada» y «Día a día» bajo el seudónimo que
ya había definido su estilo periodístico en Piura: Sansón
Carrasco. Es en este contexto de ejercicio periodístico que
responde críticamente a un artículo escrito por el dandi de la
literatura peruana, Abraham Valdelomar; en este, el escritor
iqueño desdeñaba a las generaciones anteriores a la suya.
Aunque todo hace indicar que López Albújar permanecería
en este diario por buen tiempo, apenas se mantiene en él
por seis meses (desde julio de 1916 hasta enero de 1917).
Las razones que lo llevan a renunciar completamente al
diario tienen que ver con que se sintió vulnerado en sus
derechos como valioso redactor.
Cronología XLVII
1922-1924 Inicia su proceso de retorno de Huánuco a Piura en
1922. Al año siguiente permuta la judicatura de primera
instancia y se queda en Piura. La importancia de su
primer libro de cuentos todavía le produce satisfacciones,
esta vez mediante una elogiosa carta que le escribe el
célebre pensador español Miguel de Unamuno. En Lima
se publica De mi casona (1924) y la segunda edición de
Cuentos andinos, auspiciada por el presidente del Congreso
Científico Panamericano, doctor Alberto Salomón. El motivo
es propicio para escribirle una carta a Miguel de Unamuno.
Cronología XLIX
Con estas publicaciones busca rendir tributo a Piura,
tierra que lo acogió y en la que vivió muchas experiencias.
Instalado en el distrito de San Miguel, en Lima, continúa
con la escritura de sus cuentos y la constante corrección de
sus Memorias. Tiene ochenta y siete años.
Cuentos andinos 5
El cuento «Los tres jircas» es una contribución interesante a la
leyenda del origen preincaico de Huánuco, llamado Pillco entre los
indígenas; o por el ave pillco que adornaba la corona de algunos
ídolos, el suntur-paucar de los incas y la diadema de los huaca-
camayog, o por la planta villcu, muy común en estos lugares, o por
el color bermejo, lustroso, del jirca Rondos, de cuya falda parece
un aplanamiento artístico, una continuación gallardamente
intencionada, el hermoso valle de la ciudad.
López Albújar se descubre en este cuento como un explorador
entusiasta que ha recorrido pacientemente los dominios de la
tradición y penetrado en la intimidad de románticas edades
preteridas, para interrogar el sentimiento de la raza y dar existencia
a la divina Cori-Huayta entre las ruinas convulsas y al soplo
fecundante de su imaginación creadora.
La descripción que hace de los cerros Marabamba, Rondos y
Paucarbamba tiene la virtualidad de una fotografía iluminada al
natural, bello trasunto del alma fantástica y del cuerpo multiforme
de los tres jircas, de la fisonomía característica impresa por la
mano del infatigable labriego indígena y de las supersticiones
tiernamente poéticas, de la raza, sencilla, imaginativa y
meditabunda. El Marabamba se presenta sentado entre las orillas
del Pilcumayu y del Mitu, escudriñando en las pulsaciones de
ambas arterias la hora histórica del resurgimiento. Podía ser la
estatua de la Esperanza, el símbolo de la resignación vigorosa de
una nacionalidad desincorporada, que alienta en su espíritu lleno
de fe y en sus músculos de roca la voluntad definida de no ceder
y el ideal acariciado de luchar y redimirse. El Rondos se presenta
tendido, con los brazos en cruz, bajo el peso de sus ilusiones
palpitantes, ofreciendo sin reservas los frutos de su fecundo seno.
Este cerro, con sus collados y planicies, cubiertos de variadas y
pintorescas sementeras; sus arroyuelos cristalinos, donde bullen
cadenciosamente la luz y la alegría de la mañana; sus casitas
diseminadas sobre el florido césped de las lomas y bajo el follaje
umbroso de los quishuares y alisos, que invitan a la meditación
y al recuerdo; el arpegio matinal de sus aves arrulladoras, que
repercute en las soledades del alma encanecida como una nota de
Cuentos andinos 7
otro guía que la coca, la sagrada mama-cuca, que disfruta en todo
momento de la virtud infalible de predecir los acontecimientos
futuros libres. La mama-cuca es una divinización doméstica con
los atributos sobrenaturales de las huacas del culto quechua, y,
como los arroyos o «llanto de la mama-pacha» y las pepitas de
oro o «lágrimas del yaya-inti», sirve a la vez de ofrenda a otras
divinizaciones. En el camino de Chupán, por las alturas, se ven
tres promontorios rocallosos, personificaciones sintéticas del jirca,
llamados auquillos o auquiaillos, donde los indígenas transeúntes
depositan, entre otras cosas, hojas de coca como tributo de amor y
de desagravio. Al comentar el odio irreductible de Tucto contra el
asesino de Faustina, la frialdad espeluznante de la madre de esta,
comprometiendo los servicios criminales del illapaco Jorge, y la
persecución y muerte del asesino Crispín, este cuento describe
con fidelidad el carácter, la idiosincrasia de la raza, la persistencia
invencible de sus pasiones a través del tiempo y del espacio, su
tenacidad para reparar agravios, y su astucia, que parece debilidad,
pero que es prudencia y cálculo. Los indígenas de estos pueblos
disponen de condiciones especiales para el tiro, por el género
de vida que llevan, ajenos a toda influencia morbosa, a los
refinamientos y a las falsas necesidades de otros medios sociales. La
práctica constante, de preferencia en el terreno del delito y de las
luchas entre pueblo y pueblo, tiene para illapagcuna los poderosos
estímulos del lucro y de la venganza, sin las responsabilidades del
orden legal, que o no se demandan o resultan burladas al amparo
de la misma autoridad. La costumbre de comer la lengua y llevarse
los ojos de la víctima es de importancia para asegurar la impunidad
del delito, por el silencio de los deudos y por la imposibilidad de
descubrir o identificar a los delincuentes. Se acostumbra también
entre algunos indígenas, al iniciar el acto delictuoso, describir con
el palo homicida una cruz en el espacio, diciendo al mismo tiempo
Jesús, María y José, pero en forma tal que esta última palabra
coincida con el primer golpe mortal en la cabeza de la víctima.
Estando de prefecto del departamento don Anselmo Huapaya,
se capturó al bandolero Patente Pulido y en el registro a que fue
sometido le encontraron dos ojos humanos, cuidadosamente
Cuentos andinos 9
del alcaloide, deprimido su espíritu por todos los vértigos de que
es susceptible la desgracia humana, pero llevando en lo íntimo
del ser, en su esencia intelectual y volitiva, la noción de su valor
y de sus destinos, de la indiscutible grandeza de la raza, de su
capacidad para sacudirse del letargo y ocupar sitial de honor en las
evoluciones de la historia. El esmero artístico que se advierte en
este cuento, muy fundado por la nota personal que allí vibra, no
tiene, sin embargo, el artificio del armazón preconcebido y del floreo
rebuscado, en que insensiblemente se suele incurrir, cuando, por
reclamar la importancia del tema, existe el propósito de consultar
la elegancia del estilo, la nitidez del relieve, la musicalidad de los
giros. Por el contrario, todos los pasajes, inclusive los que más
acentúan el objetivo irónico, están desenvueltos con magistral
tranquilidad, fluidez espontánea, concatenación sencilla, colorido
natural, sin el rojo-sangre de la herida recién abierta ni la palidez
clorótica de las naturalezas enfermas.
El cuento «Ushanan-jampi» contiene apreciaciones bien
meditadas de la condición psicofísica del indígena. En Chupán,
como en algunas de esas abandonadas regiones, no hay otra justicia
rápida, económica y eficaz que la justicia popular, muy enérgica y
muy bárbara, sin trámites científicos, aplicada directamente por el
soberano de las democracias, en plena plaza principal, al irrecusable
conjuro de la coca, que «adivina y no miente». La ley sustantiva
consuetudinaria, conservada desde la más obscura antigüedad,
establece dos sustantivos penales que tienden a la reintegración
social del delincuente, y dos penas propiamente dichas contra el
homicidio y el robo, que son los delitos de trascendencia social. El
yaachishum o yachachishum se reduce a amonestar al delincuente,
haciéndole comprender los inconvenientes del delito y las ventajas
del respeto recíproco. El alli-achishum tiende a evitar la venganza
personal, reconciliando al delincuente con el agraviado o sus
deudos, por no haber surtido efecto morigerador el yaachishum.
Aplicados los dos sustitutivos, cuya categoría o trascendencia no es
extraña a los medios que preconizan con ese carácter los penalistas
de la moderna escuela positiva, procede la pena de confinamiento
o destierro llamada jitarishum, que tiene las proyecciones de una
Cuentos andinos 11
fortuna, su libertad o su vida. El gran protector del contrabando es
el jirca, que «manda sus neblinas, aguaceros y derrumbes», para
que los empleados de la Recaudadora no vean ni puedan avanzar
en sus viajes de pesquisa. Conocemos una oración que nos recitó
en quechua un indígena vaqueano, repitiendo el ceremonial
y los movimientos giratorios de la invocación. Pero para que el
jirca no se convierta, como sucede frecuentemente, en aliado de
la Recaudadora, hay que hacerlo partícipe de los provechos del
delito, y obsequiarle, junto con la rociada de aguardiente, algunos
puñados de coca, cigarros, pan y dulces.
El cuento «Cachorro de tigre» es un estudio antropológico
del tipo genuinamente indígena, castigado por todos los atropellos,
decepcionado de todos los factores sociales, sin leyes que se
cumplan, sin autoridad que ampare eficazmente sus derechos,
sediento de justicia y resuelto a la venganza y al delito. En el padre
del «Cachorro de tigre» vemos a Liberato Magariño, de cuya trágica
muerte, acaecida hace poco tiempo, se ocuparon con detalles los
semanarios de la localidad. La falta de justicia, de humanidad, de
decoro de un subprefecto venal, que amparó sin escrúpulos a los
asesinos de la madre de Magariño, y que persiguió a este porque
pedía sanción y que otorgó a aquellos amplias garantías para llevarse
el ganado y talar las sementeras que pertenecieron a la víctima;
tuvo que despertar en la naturaleza inculta de Magariño, joven de
veinte años, la necesidad de venganza personal, de recurrir a sus
propios medios, los únicos disponibles, para devolver a su espíritu
la tranquilidad perdida, castigar a los asesinos y atender a la defensa
de su persona y bienes. Liberato Magariño reveló en sus mismos
actos delictuosos un profundo y vigoroso instinto de solidaridad
doméstica y un grande, abnegado, sentimiento de piedad filial.
Después de muchas correrías, de muchos crímenes audaces, el
Tigre de las punas murió alevosa y cruelmente asesinado por sus
mismos compañeros de delito. Su cadáver fue descuartizado y
arrojado a una laguna. Su hijo, único heredero de sus instintos y
pasiones, no hizo más que recorrer el camino abierto, impulsado
por la misma fuerza y en pos del mismo objetivo, persuadido, por lo
que había visto y palpado a diario, de que para la raza embrutecida
Cuentos andinos 13
empleados desde la conquista por los factores de la evolución social,
y continuados, con ligeras modificaciones, durante la república,
han hecho irrealizable hasta hoy la fusión nacionalizadora. El
aborigen se siente obligado a aislarse dentro de su método físico
y moral porque el contacto con elementos de otro orden no le ha
significado ni garantía, ni libertad de acción, ni progreso efectivo.
En nuestra condición de delegados de la Pro-indígena hemos
manifestado repetidas veces, después de visitar varios pueblos, que
este poligenismo, agravado a diario por el capital que expolia y la
autoridad que exacciona y envilece, mantiene planteada, en forma
insoluble, la lucha de razas y la desintegración nacional, peligros
muy serios, que el patriotismo aconseja conjurar preferentemente.
«El caso de Julio Zimens», cuyo nombre era otro, está inspirado
en un episodio de la vida de un colono tirolés, del Pozuzo, que se
suicidó arrojándose al río Huallaga, después de soportar por varios
años los estragos paulatinos de una repugnante enfermedad.
Nosotros conocimos a Zimens, joven, gallardo, recientemente
casado con una simpática india de Panao, que entendía el amor
únicamente por el lado del instinto, no por el del amor que se
piensa y se siente, que se exterioriza en la palabra tierna, en el
abrazo seductor, en el cuidado solícito, en la compenetración
de ideales y afectos; el amor que es deber y que es religión. La
Pinquiray —cuyo nombre solo es un símbolo panatahua, pues
no conocemos apellido de esta clase— era huraña, impulsiva,
indolente, sin iniciativas; enferma de misantropía y fotofobia;
espíritu estrecho y obscuro. Zimens, que estaba dotado de una
sensibilidad exquisita, multiplicó sus esfuerzos para hacer de este
conjunto de condiciones negativas la mujer ideal que se forjó en
sus sueños de bohemio germano. El matrimonio resultó desastroso.
Los hijos no parecían sino hijos exclusivos de la madre. Tenían
de Zimens únicamente el apellido. Abandonado de su familia,
repudiado por la sociedad, pobre, envejecido, sin esperanzas de
alivio, Zimens resolvió quitarse de encima la ignominiosa carga, y
para tranquilizar su conciencia de creyente sincero, tomó el consejo
de muchas personas e inmediatamente después de confesarse
con un sacerdote amigo, se arrojó del puente de la parroquia al
Cuentos andinos 15
saturada de patriótica emoción. Pero desgraciadamente Pomares
había caído herido de un balazo, en momentos de pronunciarse
la derrota. Trasladado del sitio del combate a Rondos, y luego a
su suelo natal, falleció de gangrena en su humilde choza, en un
solitario y oscuro rincón, sin merecer de los hombres de entonces,
ni de la posteridad, un honor a su memoria, ni un recuerdo a sus
hazañas. En 1888, que estuvimos por primera vez en el pueblo
de Chupán, visitamos la pobre casa de Pomares. Jamás se borrará
de nuestra alma, encariñada con los ideales de justicia, la amarga
impresión que nos agitó en presencia de la miseria y dolor que
devoraban ese hogar. Encontramos tendida sobre un montón
de andrajos a una mujer demacrada, valetudinaria, de mejillas
surcadas por el sufrimiento antes que por la marcha de los años.
Tres pequeñuelos, sin más indumentaria que un retazo de lienzo,
ángeles que publicaban su candor, juntas las manos suplicantes,
rodeaban piadosamente el lecho de la enferma. Eran la viuda y
los hijos de Pomares; la compañera y los vástagos de ese héroe.
Después de un rato de silencio, de recogimiento religioso, con el
alma de rodillas en ese templo de la gloria, preguntamos, llenos de
respeto, por la histórica bandera, por la bandera sacrosanta que
levantó del suelo y desplegó en alto la diestra heroica de Pomares,
y que tornó a ser blanca, con el albor de sus ideales sin mancha,
y a ser roja, con la sangre lustral de su martirio. Nos contestó la
respetable mujer, en un tono que parecía protesta y parecía orgullo:
«Esa bandera está en la tumba de Pomares; la trajo de Miraflores,
la llevaba a todas partes y fue su voluntad sepultarse con ella».
Absortos, empequeñecidos ante la sublimidad de esa grandeza
inconmensurable, ante la excelsitud de ese cuadro sin nombre y
sin igual, nos dirigimos al cementerio, en silenciosa romería, para
visitar la venerable tumba que se perdía en el montuoso suelo.
Nada más que una cruz rústica velaba la memoria de Pomares;
solamente una cruz de campo para el héroe inmaculado que hizo la
campaña de la guerra del Pacífico, desde Pisagua hasta Miraflores,
para el héroe legendario que ni en la muerte quiso separarse de
nuestra bicolor, que fue el símbolo de sus ternuras, el ideal de sus
esfuerzos, la razón única de su existencia. Solamente una cruz
Cuentos andinos 17
de miserias ancestrales, con el alma muerta y putrefacta para la
obra del bien público. Se inició en el periodismo con actitudes y
energías de hombre representativo, luchando a cuerpo descubierto,
en pleno campo, por el triunfo de la libertad y de la democracia.
Golpeó incesantemente en la conciencia ciudadana, vidente de
la próxima reacción, convencido de que los golpes demoledores
abrirían el cráter de la montaña y se produciría el desborde de la
lava renovadora y fecundante. No sabía ni le importaba averiguar
que el entusiasmo de las masas sin independencia moral es mera
excepción en el equilibrio de los intereses convencionales, y que
el atropello permanente del derecho, a título de autoridad, es la
expresión de la inercia cívica de los pueblos. Nos ocupamos de
esta actuación en esfera de distinto orden, porque no es posible
estudiar una obra, aquilatar su mérito intrínseco, sin conocer y
apreciar la entidad intelectual y moral del autor. Una idea compleja
no es simple percepción actual, es suma de otros elementos, de
muchas aspiraciones, de otras ideas y sentimientos. El mismo
concepto estimativo, la misma nota subrayada, la misma frase
hecha, cambian de naturaleza y de efectos frente a la línea recta
de los antecedentes uniformes, no contradictorios ni desvirtuados,
o frente a la curva tortuosa de una actuación quebradiza y
atornasolada.
En estos cuentos López Albujar, al mismo tiempo que analiza y
describe, agotando el tema en todas sus fases, maneja la síntesis
en núcleos de amplia extensión ideológica y de fácil comprensión;
cualidad que, al lado de su fantasía multicolorada, da robustez y
elegancia a su estilo y profundidad amena a sus ideas. Concibe
el argumento y la finalidad de la obra y con un léxico sencillo
y preciso aborda el desarrollo del plan, sin extralimitarse, a
diferencia de otros que se desorientan y terminan produciendo
lo que no pensaban ni querían. Se sitúa en diversos puntos de
vista igualmente interesantes; no rompe la trama y concluye
en un pensamiento definitivo, que deja satisfecho el interés del
lector. Trata el idioma, sus giros gramaticales y literarios con tacto
artístico, que en él es aptitud natural, conocimiento y práctica
constante. La novedad de sus ideas, el colorido especial, rico y
Ezequiel S. Ayllón
Cuentos andinos 19
DEDICATORIA A MIS HIJOS
Hijos míos:
Cuentos andinos 21
¿Hice bien? Don Quijote diría que sí. Panza diría que no.
Vosotros podéis decir nada todavía; la edad os incapacita para
apreciar el valor de mi actitud. Posiblemente cuando llegue ese
día, cuando vuestra razón, llena de ese sentido práctico que en
la vida lleva fácilmente al triunfo de todas las aspiraciones, se
detenga un instante a meditar sobre las bellas locuras de vuestro
padre, os estremeceréis al ver cómo una rebeldía suya estuvo a
punto de truncar su porvenir y de echaros a perder el pan que
oscuramente ganaba para vosotros. Si llegarais a pensar así, lo
sentiría profundamente; lo sentiría aunque estuviese muerto,
porque así acreditaríais que entre vosotros y yo no habría existido
más vínculo que el del hombre, y que lo más íntimo de mi ser,
aquello que lleva en sí todo lo que eleva o rebaja, todo lo que nos
hace fuertes ante las tentaciones de la vida, todo lo que nos hace
sentirnos realmente hombres, la personalidad, no habría sido
transmitida por mi sangre a vuestra sangre.
Entonces pensaréis como todos, seréis como todos, en un país
donde, precisamente, hay que pensar distinto de los demás y gritar
las propias ideas para que los sordos del espíritu las escuchen por
más rudas o extrañas que sean.
Sobre este punto podría escribiros un libro; quizá sí debí
escribirlo en los amargos días de la suspensión, pero me pareció
mejor hacer destilar un poco de miel a mi corazón en vez de acíbar;
entregarme a las gratas y ennoblecedoras fruiciones del arte y no a
los arrebatos de la pasión y del desengaño.
Por eso he venido a hablar en este libro de los hombres y de
las cosas en cuyo medio vivo realizando obra de amor y de bien.
Verdad es que he puesto en él mucho de sombrío y de trágico, pero
es que el medio en que todo aquello se mueve es así, hijos míos,
y yo no he querido solo inventar, sino volcar en sus páginas cierta
faz de la vida de una raza, que si hoy parece ser nuestra vergüenza,
ayer fue nuestra gloria y mañana tal vez sea nuestra salvación.
Y por eso os dedico este libro. Ved en él solo lo que debéis ver:
un esfuerzo de serenidad en medio del sufrimiento.
Vuestro padre:
Enrique
Cuentos andinos 23
LITERATURA
DERECHO Y
COLECCIÓN
La historia de la literatura peruana del siglo XX está hecha con
nombres de intelectuales que provienen de diversas canteras.
Una de estas es el derecho. Enrique López Albújar fue un juez
cuya actividad intelectual no se restringió solo al mundo de las
leyes que organizan y regulan la interacción de los hombres
en sociedad, también creó mundos literarios donde se ponen
en escena, a través de la vida y del drama de múltiples
personajes, el germen de la actitud delictiva y los problemas
de la administración de justicia. Por el modo en que fueron
representados los personajes indígenas en su narrativa, los
especialistas señalaron que se trataba de una percepción
«criminalizante» del indio. Acaso no podía ser de otra manera,
ya que su propuesta narrativa no buscaba otro motivo literario
que no fuera el presentar historias en las cuales los personajes
se resisten y transgreden la ley. Con la publicación de la obra
completa de Enrique López Albújar, el Poder Judicial no solo
rinde homenaje a un ejemplar hombre de leyes y notable
literato, sino que a través de su mirada judicial y literaria invita
a re�exionar sobre los problemas históricos que aquejan a
nuestra sociedad. Leerlo será asumir el reto de pensar el Perú
como problema y posibilidad.
ISBN 978-612-47810-1-8