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Alesthea Vargas.

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ESCUELA DE LETRAS.
CURSO ELECTIVO DE LITERATURA LATINOAMERICANA
PROFESORA: FRANCIS LUGO.

Trabajo final

En el polo opuesto a esta naturaleza de


tinieblas, la locura fascina porque es
saber. Es saber, ante todo, porque todas
esas figuras absurdas son en realidad los
elementos de un conocimiento difícil,
cerrado y esotérico.

FOUCAULT

La locura como arroyo inmanente que es también portal hacia espacios más

profundos, como abrevadero de la consciencia en su calidad de enseñanza a

través de la transgresión, resulta un tema sobre el que diversos autores como

Foucault han dirigido sus pasos, guiados, quizás, como por el canto de una sirena,

una latencia que les pronostica que ahí, en ese límite entre la cordura y la razón,

hay algo. Quizás oscuro, quizás primigenio –y estos dos aspectos no tienen que

ser, necesariamente, excluyentes−; oscura resulta la locura porque se mantiene,

por efecto mismo del cómo la entiende la sociedad, en las sombras de lo

desterrado, lo ignorado –o foco, cuando es, de una atención más bien guiada por

el morbo de aquellos que no la entienden− lo marginado.

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En la lucidez enfebrecida del exiliado al borde de la consciencia −y de la

sociedad− ocurre quizás una metamorfosis del alma, un contacto con

componentes que se podrían asociar con la divinidad. Una forma de conocimiento

mística, una apertura hacia lo impenetrable, un velo que se rasga y conduce hacia

otro plano. “La puerta cerrada” de José Donoso, explora la posibilidad de un

espacio metafísico que transgrede la realidad física, convirtiéndose en el centro de

obsesión del protagonista. Sebastián Rengifo se presenta, desde el inicio, como

un personaje de un excentricismo sereno, que resalta por su existencia entre las

sombras, su claustro social autoimpuesto: nació con la habilidad de dormir cuándo

y dónde quisiera, y lo que en un inicio disfrutaba como cualquier pasatiempo, con

el pasar de los años se convirtió en un motor de vida, una especie de búsqueda

del sentido de la existencia. Sebastián soñaba, o eso sospechaba, mas no podía

recordar nada una vez despertaba. A aquella imposibilidad la llamaba: “la puerta

cerraba”, frase que le da nombre al cuento, y que no expresa otra cosa sino la

incapacidad de traducir al plano de la realidad aquellos códigos incomprensibles,

inasibles, que rebasan y transgreden las líneas de lo visible, lo lógico. Sebastián

dedicaba cada minuto libre a extender su estadía en el plano onírico, esperando

aquel contacto constante con lo que había detrás de la puerta le permitiera hacerla

ceder, abrirla, hasta lograr establecer un puente entre lo soñado y lo real. Veía en

esto su salvación, y la del resto de la humanidad: una felicidad plena, la posibilidad

de una epifanía, como si en el sueño hallase un contacto genuino con la divinidad.

Es a partir de su obsesión que este personaje va convirtiéndose en un

marginado: le llaman demente, flojo, criminal. A medida que avanza el relato,

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Sebastián Rengifo se entrega a su obsesión, y va cortando uno a uno los lazos

que le atan al mundo terrenal. Muere su madre, y con este hecho se siente

liberado de sus obligaciones; obligaciones que, además, él había limitado

únicamente al plano laboral y económico, pues se privó de formar vínculos

interpersonales profundos que pudieran ser un impedimento futuro en su actividad

de soñar. Al dejar su trabajo y elegir la vida de campo, que le permite una

existencia libre y tranquila, se convierte en un nómada, un sujeto al margen de la

estructura social, pero todavía no es un marginado por completo. Esto se debe a

que puede seguir controlando aquello que lo obsesiona: sigue siendo capaz de

elegir el momento en que quiere dormir.

Sin embargo, algo ocurre: el sueño toma poder sobre él, transgrediendo los

límites que Sebastián había respetado toda su vida.

Es a partir de lo incomprensible, de aquello que se mantiene al otro lado de

la puerta cerrada, que nace el contacto con la otredad. Sebastián entrega su vida

a la posibilidad del contacto con lo inescrutable. Su transformación hacia un

personaje al margen de la sociedad es descrita de tal manera en que el lector

quizás no tienda tanto a cuestionar las razones del protagonista, como a

entenderlo. Resulta lógico que la existencia de este ser, marcada por el

magnetismo de lo incomprensible, se vea redirigida hacia su exploración, aunque

ello devenga en la pérdida de los límites propios, y eventualmente en la muerte.

Esta aceptación de lo milagroso responde, en términos generales de la

literatura de la época, a una corriente no solo literaria sino también cultural,

potenciada por el contexto social, editorial y político que dio pie a la exploración de

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las situaciones sociales como la decadencia, la exclusión, y el lugar de los seres

abandonados por la sociedad, a partir de ambigüedades y la presentación del

misterio como parte de la cotidianidad del hombre. Donoso explora dichos tópicos

a lo largo de su obra, valiéndose de un festival de personajes y lugares que

encarnan lo grotesco, la locura, y la maldad. Ya puede verse en “El obsceno

pájaro de la noche” con Boy –el niño deforme–, el Mudito –personaje obsesivo–, y

Peta Ponce, que encarna elementos plurales y comúnmente tomados como

opuestos, como lo monstruoso y el atractivo, la vejez y la sexualidad, y que la

hermana de alguna manera con las prostitutas de Juntacadáveres.

Nelly, María Bonita e Irene se describen, desde el inicio, como una imagen

que refleja la decadencia y la fealdad. Su inherente asociación con las pulsiones

carnales, la sexualidad y el pecado, en contraposición con las descripciones

monstruosas, enfermas, recuerda a una imagen de putrefacción. Esto no es

fortuito, por supuesto, pues responde al papel de las mismas en la novela, como

cadáveres y dadoras de placer, pero también como símbolos del fracaso. Este

ambiente lúgubre e infértil que Onetti recrea a partir de un lenguaje que

constantemente alude a la enfermedad, lo pueril, el asco, es espacio idóneo para

un personaje como Larsen, que transgrede los límites de la moralidad. El lector es

testigo de su derrota frente a un mundo que se teje a partir de hilos casi místicos,

pero al mismo tiempo profundamente humanos. A su vez, el papel de Larsen en el

orden interno de Santa María es el de la irrupción, pues la aparición del prostíbulo

en el panorama de la ciudad es un elemento que trastoca y desequilibra a la

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misma, como una piedra que rompe la limpidez de una superficie reflectante de

agua, y permite que salga a flote lo que se oculta bajo esta.

Larsen es una personificación del fracaso y la corrupción dentro de la

novela, mas no es el único. Los personajes de Onetti están presentados con una

ambivalencia tal que, por ejemplo, a partir del padre Bergner, símbolo de la iglesia,

puede explorarse la degradación de la ética humana, el impulso destructor. Como

hormigas trabajando en túneles oscuros, ancianos y jovencitas siguen sus

directrices para cerrar la casa de persianas celestes, en una actividad que es

descrita como “la cruzada contra el prostíbulo”: la publicación de anónimos sobre

los personajes que frecuentaban dicho lugar.

“(…) empezaron a circular anónimos apócrifos, provocados por rencores


antiguos y ajenos a la existencia o a la frecuentación del prostíbulo. El gran
odio organizado que se concentró en la casita de la costa y en lo que
simbolizaba, que se descargó en quienes iban a visitarla y en sus familias, y en
quienes, pasivamente, toleraban, complacidos o no, el comercio que cubrían
las persianas celestes, fue despertando la inquietud de diversos odiadores,
remozó agravios, proveyó un medio para el desahogo y desquites parciales.

Esta ambivalencia de deseos y consecuencias es una constante contraposición de

moralidades, en la que el puritanismo de la sociedad y la condena hacia

actividades cuestionables es alimentado por rabias personales y deseos

subterráneos, que poco o nada tendrían que ver con el nombre bajo el cual se

realizaba la cruzada. Las estructuras del poder que presenta Onetti en

Juntacadáveres son de una naturaleza titiritera, pues subyacen bajo la historia, la

ciudad y las personas, todo un entramado de hilos de características ambiguas, de

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alianzas secretas e impulsos perversos. Se explora la hipocresía y la bestialidad

dentro del género humano en personajes como Marcos, la locura y el desespero

en Julita, la derrota y marginalidad en Junta Larsen. La novela transcurre entre

tiempos y voces vertiginosas, que permite presentar la miseria humana en

personajes de todas las escalas, y la exploración del pecado a partir de un

atractivo magnético por personajes monstruosos.

Estos últimos, encarnados en las prostitutas, son descritos casi como un

enigma, como aquello que representa una categoría ajena al mismo hombre. Son

“mujeres inverosímiles”, cuya presencia deviene en el brote casi psicótico de las

pasiones más antiguas, el odio pulsante y la risa o el terror de los habitantes de

Santa María. Las prostitutas son el Otro, no solo por su calidad de mujeres sino

también por aquellas características que las aleja del plano de lo entendible y

aceptable, porque así lo perciben los pobladores. Ellas, en cambio, son descritas

con una profunda humanidad, como seres humildes y resignados, cuya vida

transcurre entre la fatiga y la aceptación de su lugar en el mundo que les rodea.

Su contraposición es Julita, imagen de una mujer joven y símbolo de vida, pero

también de locura y obsesión.

En definitiva, este festival de oscuros deseos y anhelos prohibidos, así

como de moralidades con matices más que cuestionables, desemboca en la

reacción en cadena de toda una ciudad por aquello que la deslumbra y le refleja

su propia podredumbre, su propia monstruosidad. Todo cuanto perciben como lo

Otro los convierten a ellos mismos en otros, en seres ajenos, perversos, siempre

al borde de la locura, el pecado, o la muerte.

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Este es un excelente trabajo Alesthea, muy bien escrito y con expresiones muy

ingeniosas de tu parte. Sin embargo, hay unos requerimientos que no veo aquí,

por ejemplo, una mención al boom latinoamericano y el proceso de recepción

masiva o algunas referencias teóricas. Importante también asignarle un título a un

ensayo de este tipo que ofrece algo más que un control de lectura

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