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com/2011/06/06/los-signos-de-puntuacion-parentesis-
raya-comillas-y-signos-de-interrogacion-y-exclamacion/os de puntuación: punto, coma y
punto y coma
Esta secuencia didáctica propone actividades para ejercitar el uso del punto, la coma y el
punto y coma, y practicar la corrección de textos, propios y ajenos.
Objetivo de la actividad
Mediante las siguientes actividades se ejercitará el uso de tres signos de puntuación: el punto,
la coma, y el punto y coma. Además, se practicará la corrección y la autocorrección de textos.
Actividad 1:
Les proponemos los siguientes ejercicios para que sus alumnos ejerciten el uso de estos signos
de puntuación y la corrección de textos con error.
Nadie logró dar con una explicación lógica para el sorprendente hecho, pero el día que
Nando, el cartero del barrio, fue atropellado por un tranvía, iba vestido únicamente con su
gorra.
¡Ay, José, así no se puede!
¡Ay, José, así no sé!
¡Ay, José, así no!
¡Ay, José, así!
¡Ay, José!
¡Ay!
4. «El hombre invisible», de Gabriel Jiménez Emán
Me desprendo del abrazo, salgo a la calle. En el cielo, ya clareando, se dibuja, finita, la luna.
Yo, una.
Cuando nació Confucio, un unicornio recorrió la comarca. Por la forma y el tamaño parecía un
buey. La madre del Maestro ató en el cuerno del animal una cinta. Setenta y siete años
después el unicornio reapareció y lo mataron; la cinta estaba rota. Confucio dijo:
–El unicornio ha vuelto; han pasado los años; el día de mi muerte está próximo.
Comentar entre todos cómo varía el significado de las siguientes oraciones, según se coloquen
los signos de puntuación en cada par de oraciones.
Corrección de un texto
Cuenta la historia que había una vez un verdugo llamado Wang Lun, que vivía en el reino del
segundo emperador de la dinastía Ming. Era famoso por su habilidad y rapidez al decapitar a
sus víctimas, pero toda su vida había tenido una secreta aspiración jamás realizada todavía:
cortar tan rápidamente el cuello de una persona que la cabeza quedara sobre el cuello,
posada sobre él. Practicó y practicó y finalmente, en su año sesenta y seis, realizó su
ambición. Era un atareado día de ejecuciones y él despachaba cada hombre con graciosa
velocidad; las cabezas rodaban en el polvo. Llegó el duodécimo hombre, empezó a subir al
patíbulo y Wang Lun, con un golpe de su espada, lo decapitó con tal celeridad que la víctima
continuó subiendo. Cuando llegó arriba, se dirigió airadamente al verdugo: -¿Por qué
prolongas mi agonía? -le preguntó-. ¡Habías sido tan misericordiosamente rápido con los
otros! Fue el gran momento de Wang Lun; había coronado el trabajo de toda su vida. En su
rostro apareció una serena sonrisa; se volvió hacia su víctima y le dijo: -Tenga la bondad de
inclinar la cabeza, por favor.