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Josh McDowell

Don Steward
_______________________________________________________

DEDICADOS A LA EXCELENCIA
La misión de Editorial Vida es proporcionar los recursos necesarios a
fin de alcanzar a las personas para Jesucristo y ayudarlas a crecer en su
fe.

ISBN 0-8297-0689-5

Categoría: Psicología / Consejería

Este libro fue publicado en inglés con el título


Answers to tough questions skeptics ask about the Christian faith
Por Here´s Life Publishers

© 1980 por Campus Cruzade for Christ, Inc.

Traducido por Jorge S. Somoza

Edición en idioma español


© 1985 por Editorial Vida
Miami, Florida 33166

Cubierta diseñada por Ana María Bowen


Índice

Dedicatoria

Prefacio

Introducción

Sección I. LA BIBLIA
 ¿Qué hace que la Biblia sea tan especial?
 ¿No ha cambiado el Nuevo Testamento debido a las tantas veces que lo han
copiado durante toda su historia?
 ¿Cómo puede alguien creer el relato del Nuevo Testamento acerca de la vida de
Jesús, si fue escrito mucho tiempo después de su muerte?
 ¿Por qué dicen algunas personas que Marcos fue el primer evangelio que se
escribió?
 ¿Qué es la Q?
 Hay muchas interpretaciones diferentes de la Biblia, ¿por qué debería yo creer
la suya?
 ¿Cómo se puede creer en una Biblia que está llena de contradicciones?
 La mayoría de las personas dicen que Moisés no escribió los cinco primeros
libros de la Biblia. ¿Qué dice usted?
 ¿Cómo pudo Moisés haber escrito el Deuteronomio, si contiene el relato de su
muerte?
 ¿Prueban las evidencias arqueológicas la veracidad de la Biblia? ¿Cómo se
relacionan los descubrimientos arqueológicos con los sucesos de las Escrituras?
 ¿Cómo se relacionan los rollos del mar Muerto con la crítica bíblica?
 ¿Cuántos Isaías hubo?
 Los he oído decir que la existencia del pueblo judío hoy en día es evidencia
objetiva de que la Biblia es verdadera. ¿Por qué?
 ¿Por qué siempre oigo que los cristianos recurren a las profecías cumplidas para
probar la inspiración de la Biblia?
 ¿Qué son los apócrifos? ¿Por qué no se encuentran estos libros en las Biblias
protestantes?
Sección II. JESUCRISTO
 ¿Dijo Jesús que Él era Dios? Aunque Él lo haya dicho, ¿por qué debería creerlo
yo?
 Un amigo me dijo que Jesús nunca existió. ¿Cómo se responde a algo así?
 ¿No dan los evangelios informaciones contradictorias en cuanto a la hora en que
Cristo fue crucificado?
 ¿Cómo sabemos que Jesús resucitó de entre los muertos?
 ¿Cómo pudo haber permanecido Jesús en la tumba tres días y tres noches si Él
fue crucificado el viernes y resucitó el domingo?
 ¿Cómo explica usted las contradicciones en el relato de la resurrección?
 ¿Cree usted que Jesús nació de una virgen?
 ¿Hay objeciones legítimas al nacimiento virginal que lo hacen increíble para
nosotros hoy en día?
 ¿No son contradictorias las genealogías de Jesús dadas en Mateo y Lucas?

Sección III. DIOS


 ¿Por qué es Jesús el único camino para llegar a Dios?
 ¿Cómo se sabe que Dios existe?
 ¿De dónde vino Dios? ¿Qué estaba haciendo Él antes que creara el universo?
 ¿No es el Dios del Antiguo Testamento un Dios de odio, mientras que el Dios
del Nuevo Testamento es un Dios de amor?
 ¿Qué es la Trinidad? ¿Adoran los cristianos tres dioses?

Sección IV. LOS MILAGROS DE ENTONCES Y DE AHORA


 ¿Por qué son diferentes los milagros bíblicos a los que hay en otros relatos
milagrosos?
 ¿Fueron los milagros bíblicos trucos mágicos que engañaron a las sencillas
personas primitivas?
 ¿Cómo pueden ser posibles los milagros?

Sección V. DIFICULTADES EN LA BIBLIA


 ¿No está en desacuerdo Marcos con los otros tres evangelios acerca de la
negación de Jesús por Pedro?
 ¿Cómo se explica la inexactitud de que Mateo 27:5 diga que Judas se ahorcó y
Hechos 1:18 diga que “cayendo de cabeza, se reventó por la mitad”?
 ¿Comete un error Mateo cuando atribuye a Jeremías una profecía que en
realidad fue dada por Zacarías?
 ¿Cómo pudieron caber todos los animales en el arca?
 ¿Cuántos ejemplares de cada animal entraron en el arca?
 ¿Dónde entran los dinosaurios y otros animales extintos en el relato bíblico?
 ¿Cree usted en realidad el relato de Jonás y la ballena?
 ¿De dónde salió la esposa de Caín?
 ¿Da lugar la Biblia a la teoría de la evolución?
 ¿Fueron los días de Génesis 1 de veinticuatro horas, o un período largo de
tiempo?
 ¿No contiene la Biblia declaraciones que no están de acuerdo con la ciencia?

Sección VI. LAS RELIGIONES DEL MUNDO


 ¿Qué piensa de las diversas alternativas al cristianismo, como el agnosticismo,
el ateísmo y el humanismo?
 ¿No enseñan todas las religiones básicamente la misma cosa?
 Quiero conocer algunas de las diferencias entre el cristianismo y las religiones
orientales
 ¿Cuáles son los orígenes del islam?
 ¿Cuáles son las creencias del islam?
 ¿Es compatible el islam con el cristianismo?

Sección VII. CRISTIANISMO


 ¿Qué hace que la conversión cristiana sea válida? ¿No tendrá una explicación
psicológica?
 ¿Qué esperanza le ofrece el cristianismo al mundo?
 ¿Cómo puedo hacerme cristiano?
 ¿Es el cristianismo una especie de muleta?

Sección VIII. LA FE DEL CREYENTE


 ¿Por qué tengo que hacerme cristiano? Los peores hipócritas están en la iglesia.
 ¿Qué les sucede a los que nunca han oído el Evangelio?
 Yo conozco personas muy religiosas y completamente sinceras, pero no
cristianas. Dios las aceptará, ¿verdad?
 Si el cristianismo es tan bueno, ¿por qué hay tan pocos cristianos?
 ¿Tiene sentido creer en el cristianismo, o es sólo una ilusión?
 ¿No cuentan para nada mis buenas obras? ¿No me aceptará Dios si he vivido
una vida buena?
 ¿Se puede demostrar el cristianismo?
 ¿Son culpables los cristianos de razonar en círculos?
 ¿Tiene importancia en realidad lo que yo crea?
 ¿Por qué un Dios bueno permite que exista el mal?

Sección IX. EL SUDARIO DE TURIN


 ¿Es el sudario de Turín la auténtica mortaja de Cristo?

Sección X. LOS RELATOS DE LA CREACION


 ¿Contienen los dos primeros capítulos del Génesis relatos contradictorios de la
creación?
A
Robert Dick Wilson
El hombre que llegó a dominar
45 idiomas y dialectos

La historia del doctor Robert Dick Wilson es un testimonio extraordinario de lo


digna de confianza que es la Biblia. La erudición de Wilson, todavía no superada en
muchos sentidos, le dio al mundo una evidencia irrefutable de que el Antiguo
Testamento es un documento preciso y digno de confianza Robert Dick Wilson nació
en 1856 en Pennsylvania. En 1886 recibió el grado de doctor. Siguió sus estudios en el
Seminario Teológico Western en Pittsburgh, seguidos de dos años en Alemania en la
Universidad de Berlín.
A su llegada a Alemania, el profesor Wilson tomó la decisión de dedicar su vida al
estudio del Antiguo Testamento. Relata así su decisión: “Tenía yo veinticinco años en
aquel entonces, y creía, de acuerdo con la duración de la vida de mis antepasados, que
llegaría a los setenta; por tanto, me quedarían cuarenta y cinco años para trabajar.
Dividí ese período en tres partes: Los primeros quince años los dedicaría al estudio de
los idiomas necesarios. Los segundos quince años los dedicaría al estudio del texto del
Antiguo Testamento; y reservé los últimos quince para el trabajo de escribir los
resultados de mis estudios e investigaciones previos, y darlos al mundo.” Los planes
del doctor Wilson se realizaron casi con la exactitud de su proyecto, y sus logros
académicos fueron verdadera mente maravillosos.
Cuando era seminarista, leía el Nuevo Testamento en nueve idiomas diferentes,
incluso una traducción hebrea que él había memorizado sílaba por sílaba. Wilson
también aprendió de memoria extensas porciones del Antiguo Testamento en su
original hebreo. Aunque parezca increíble, Robert Dick Wilson dominaba 45 idiomas
y dialectos. El doctor John Walvoord, rector del Seminario Teológico de Dallas, dijo
que el Dr. Wilson era “probablemente la mayor autoridad en los idiomas antiguos del
Oriente Medio”.
El doctor Wilson comentaba sobre sus logros de erudito, al relatar por qué se dedicó
a una tarea tan monumental: “La mayoría de nuestros estudiantes solían ir a Alemania
y oían a profesores que daban conferencias que eran el resultado de sus propios
esfuerzos. Los estudiantes aceptaban todo, porque el profesor lo decía. Yo fui allí a
estudiar, para que no hubiera ningún profesor sobre la faz de la tierra que se
convirtiera en autoridad para mí, ni dijera nada sin que yo pudiera investigar las
evidencias que lo sustentaban.
Considero que, para investigar las evidencias, era necesario, primero que todo,
conocer los idiomas en los cuales se daban las evidencias. Entonces tomé la decisión
de aprender todos los idiomas que me ayudaran a entender mejor el hebreo, y también
los idiomas a los cuales se hubiera traducido la Biblia hasta el año 600 d.C., para
poder investigar el texto yo mismo.
“Después de hacer esto, me considero un experto. Reto a cualquier persona a hacer
un ataque al Antiguo Testamento, fundado en una evidencia que yo no pueda
investigar. Puedo obtener toda la información, si es lingüística. Si esa persona sabe un
idioma que yo no sé, lo aprenderé.”
Wilson desafiaba a otros que se llamaban “expertos” en el Antiguo Testamento,
demandando que probaran sus conocimientos antes de hacer declaraciones en cuanto a
su historia y texto. “Si se dice que un hombre es experto, lo primero que hay que hacer
es establecer que realmente lo es. Un experto puede valer más que otro millón de
testigos que no lo sean. Antes que un hombre tenga el derecho de hablar de la historia,
el idioma y la paleografía del Antiguo Testamento, la Iglesia cristiana tiene el derecho
de exigir que tal persona demuestre su capacidad para hacerlo.”
El doctor Wilson cumplió con su propio desafío. Durante cuarenta y seis años, se
dedicó a la gran tarea de estudiar el Antiguo Testamento, investigando con cuidado las
evidencias de que era históricamente digno de confianza. Apoyado en sus credenciales
estaba en una posición mejor para hablar como experto, que ninguna otra persona. Los
resultados de sus investigaciones lo llevaron a la firme convicción de que “en el
Antiguo Testamento tenemos un relato histórico verdadero de la historia del pueblo
israelita”.
Como profesor en Princeton, el doctor Wilson ganó fama internacional de ser
erudito y defensor de la fe cristiana histórica. El interés principal del profesor Wilson
en su enseñanza fue dar a sus estudiantes “una fe tan inteligente en las Escrituras del
Antiguo Testamento, que nunca dudaran de ellas en toda su vida”. Trato de
demostrarles que hay bases lógicas para creer en la historia del Antiguo Testamento.
Prefacio

Es una gran satisfacción recomendar a los buscadores de la verdad, tanto cristianos


como no cristianos, el libro Respuestas a Preguntas Difíciles de Josh McDowell y
Don Stewart.
Los libros sobre apologética cristiana son generalmente muy secos, basados en la
tradición de la escolástica aristotélica-tomista (cuando más) o derivados de un
presuposicionalismo cerrado (en el peor de los casos). Tales obras a menudo no toman
en serio las preguntas de los incrédulos, o si lo hacen, las respuestas que dan son como
el famoso ministro que era invisible seis días de la semana e incomprensible el
séptimo.
En cambio, este libro trata ampliamente los asuntos vitales que establecen el límite
entre la fe y la incredulidad, y está dispuesto a hacer pasar las evidencias concretas por
las pruebas de la realidad. De nuevo, “las evidencias están demandando un veredicto”
y los lectores, de modo casi inevitable, se verán lanzando tal veredicto a favor de
Jesucristo.

John Warwick Montgomery, Doctor en Filosofía (Chicago), Doctor en Teología


(Estrasburgo, Francia), miembro de la Asociación de abogados de California y
Virginia. Decano de la facultad de derecho Simón Greenleaf.
Introducción

Nuestras conferencias en las universidades a lo largo de los años les han dado a
muchos la oportunidad de hacernos preguntas acerca de la validez del cristianismo y
de la Biblia. El tiempo nunca nos ha permitido la ocasión de responder a la mayoría de
las preguntas en forma completa. RESPUESTAS a preguntas difíciles acerca de la fe
cristiana nos da esa oportunidad. La explicación de muchas de las preguntas sinceras
que los no creyentes hacen acerca del cristianismo el propósito principal de este libro.
Hemos tratado de responder tantas preguntas como ha sitio posible. Esto quiere
decir que fuimos sucintos en nuestras respuestas. Para los que deseen mayores
detalles, hay referencias bíblicas al final de la mayoría de las respuestas.
RESPUESTAS a preguntas difíciles acerca de la fe cristiana fortalecerá la fe del
creyente y les dará respuesta a las preguntas del que no lo es. Algunas veces uno debe
declararse ignorante ante ciertas preguntas porque sencillamente no se sabe bastante
de un asunto para responder con propiedad. Sin embargo, lo que hemos aprendido
durante años de estudio es que tenemos la ventaja del tiempo. Gracias a la arqueología
y a otras ciencias, muchas de las preguntas y acusaciones acerca del cristianismo que
no se podían contestar hace treinta artos se pueden responder ahora con mucha
certeza.
En su mayor parte, hemos querido responder principalmente las preguntas
relacionadas con la credibilidad del cristianismo. Más adelante deseamos escribir
varios tomos más, relacionados con los temas sociológicos y teológicos.
¿Qué hace que la Biblia
sea tan especial?

El cristianismo cree y enseña que sólo la Biblia es la Palabra de Dios revelada.


Aunque fue escrita por hombres, el autor original fue Dios Todopoderoso Esta
afirmación no fue hecha ni inventada por la Iglesia, sino que es lo que la Biblia afirma
de sí misma.
“La palabra del Señor permanece para siempre” (1 Pedro 1:25). Toda la Escritura es
inspirada por Dios” (2 Timoteo 3:16). “Porque nunca la profecía fue traída por
voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por
el Espíritu Santo” (2 Pedro 1:21).
Más de 2.000 veces, en el Antiguo Testamento solamente, hay cláusulas como: “Y
Dios habló a Moisés”, “la palabra del Señor vino a Jonás” y “Dios dijo”. Además, la
Biblia dice ser un registro de las palabras y los hechos de Dios, así que se considera a
sí misma como la Palabra de Dios.
El solo hecho de que la Biblia afirme que es la Palabra de Dios no prueba que lo
sea, pues hay otros libros que afirman lo mismo. La diferencia está en que las
Escrituras contienen evidencias indisputables de que son la Palabra de Dios.
Una razón por la cual la Biblia es diferente a otros libros es su unidad Aunque este
libro fue compuesto por hombres, su unidad deja ver la mano del Todopoderoso. La
Biblia fue escrita durante un período de 1.500 años, por más de 40 autores humanos
diferentes, de procedencias muy variadas, como Josué (general), Daniel (primer
ministro), Pedro (pescador) y Nehemías (copero).
Los autores de los diversos libros escribieron en lugares diferentes, tales como el
desierto (Moisés), la prisión (Pablo) y el exilio en Patmos (Juan). Los escritos bíblicos
fueron compuestos en tres continentes diferentes (África, Asia y Europa), y en tres
idiomas diferentes (hebreo, arameo y griego).
El contenido de la Biblia trata muchos temas controversiales Sin embargo, la Biblia
tiene unidad. Desde el principio hasta el fin, se desenvuelve la historia del plan de
Dios para salvar a la humanidad. Esta salvación se realiza a través de la persona de
Jesucristo (Juan 14:6). Jesús mismo testificó que Él era el tema de toda la Biblia.
“Escudriñad las Escrituras, porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida
eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí. Porque si creyeseis a Moisés, me
creeríais a mí, porque de mí escribió él. Pero si no creéis a sus escritos, ¿cómo creeréis
a mis palabras?” (Juan 5:39, 46, 47).
En otro lugar: “Y comenzando desde Moisés, y siguiendo por lodos los profetas, les
declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían” (Lucas 24:27; vea también Lucas
24:44).
El Antiguo Testamento es la preparación (Isaías 40:3). Los evangelios son la
manifestación (Juan 1:29). El libro de los Hechos es la propagación (Hechos 1:8). Las
epístolas dan la explicación (Colosenses 1:27). El Apocalipsis es la consumación
(Apocalipsis 1:7). Toda la Biblia habla de Jesús todo el tiempo.
Toda la Biblia es una unidad en la cual cada parte necesita las otras para ser
completa. El doctor W. F. Albright lo explica de esta manera: “Para los escritores del
Nuevo Testamento, la Biblia hebrea era las Santas Escrituras, y ellos eran los
herederos directos de sus profetas. Es, por lo tanto, imposible entender el Nuevo
Testamento sin reconocer que su propósito fue complementar y explicar la Biblia
hebrea. Todo intento de volver a las fuentes del cristianismo sin aceptar toda la Biblia
como nuestra guía, queda así condenado al fracaso” (citado por Roger T. Forster y V.
Paul Marston, That's a Good Question, p 67).
Si todavía alguien pensara que esto no es algo maravilloso, nos gustaría hacerle el
siguiente reto: Reúna diez personas de la misma zona con un fondo educativo similar,
todas hablan el mismo idioma, y todas son básicamente de la misma cultura; luego
sepárelas y pídales que escriban su opinión sobre un sólo tema controversial, como el
significado de la vida.
Cuando hayan terminado, compare las conclusiones de estos diez escritores. ¿Están
de acuerdo entre ellos? Por supuesto que no. Sin embargo, la Biblia no tuvo sólo diez
autores, sino cuarenta. No fue escrita en una generación, sino en un período de más de
mil quinientos años; no por autores con la misma educación, cultura e idioma, sino
con una educación muy diferente, muchas culturas diferentes, de tres continentes y en
tres idiomas diferentes, y finalmente, no sólo un tema, sino centenares.
Sin embargo, la Biblia es una unidad. Hay una completa armonía, que no se puede
explicar hablando de coincidencias ni de una conspiración decidida a engañar La
unidad de la Biblia es un fuerte argumento a favor de su inspiración divina.
La unidad de las Escrituras es sólo una razón, entre las muchas que apoyan la
afirmación de la Biblia de que es la divina Palabra de Dios. Otras que se podrían
explicar con detalles son el testimonio de la Iglesia primitiva, el testimonio de la
historia y la arqueología, y la evidencia de las vidas transformadas a través de los
siglos, por nombrar unas pocas.
Estos factores llevaron al gran arqueólogo W. F. Albright a la siguiente conclusión:
“La Biblia sobresale en contenido por encima de toda la literatura religiosa anterior a
ella; y de la misma manera sobresale también por encima de toda la literatura
posterior, en la sencillez directa de su mensaje y la universalidad de su atractivo para
todos los hombres de todas las tierras y épocas” (The Christian Century, noviembre de
1958).
La Biblia es especial. Es de carácter único. Ningún otro libro tiene tales
credenciales. Ningún otro libro, ni siquiera se acerca a ella. “Inglaterra tiene dos
libros, la Biblia y Shakespeare. Inglaterra hizo a Shakespeare, pero la Biblia hizo a
Inglaterra” (Víctor Hugo, citado por Mead, Enciclopedia of Religious Quotations, p.
49).
¿No ha cambiado el
Nuevo Testamento
debido a las tantas
veces que lo han
copiado durante toda
su historia?

Un concepto erróneo muy común es que el texto de la Biblia no nos ha llegado de la


manera como fue escrito originalmente. Abundan las acusaciones acerca de celosos
monjes que han cambiado el texto bíblico a lo largo de la historia de la Iglesia, Este
asunto es de suma importancia, pues un texto alterado haría grave daño a la
credibilidad de su relato.
Como dice F. F Bruce: “La definitividad histórica del cristianismo, que lo distingue
de las religiones y sistemas filosóficos que no tienen relación especial con ninguna
época en particular, hace de la seguridad de los escritos que se supone que registren
esta revelación un asunto de primera importancia". (The New Testamrnt Documents:
Are They Reliable? p. 8).
Afortunadamente, el problema no es la falla de evidencias. Hay tres tipos de
evidencias que se deben usar en la evaluación del texto del Nuevo Testamento. Estos
son los manuscritos griegos, las diversas versiones de las traducciones del Nuevo
Testamento y los escritos de los Padres de la Iglesia.
El Nuevo Testamento fue compuesto originalmente en el idioma griego. Hay unas
5.500 copias del Nuevo Testamento en existencia, parciales o totales. Aunque no
poseemos los originales, existen copias de fechas muy tempranas.
El Nuevo Testamento fue escrito entre el 50 d.C. y el 90 d.C. El fragmento más
antiguo data del 120 d.C. más o menos y unos 50 fragmentos más se remontan a unos
150 a 200 años después del tiempo de su composición.
Dos manuscritos principales, el Códice Vaticano (325 d.C.) y el Códice Sinaítico
(350 d.C.), una copia completa, datan de unos 250 años del tiempo de composición.
Esto puede parecer mucho tiempo, pero es mínimo si se compara con la mayoría de las
obras antiguas
La copia más antigua del Comentario de la guerra de las Galias, de Julio César,
dala de unos 1.000 años después que fue escrita, y la primera copia completa de la
Odisea de Homero, de 2.200 años después que fue escrita. Cuando se compara el
intervalo entre el momento en que fue escrito el Nuevo Testamento y sus copias más
antiguas, con otras obras de la antigüedad, el Nuevo Testamento resulta mucho más
cercano al tiempo del original
Las 5.500 copias son con mucho el mayor número de copias que se tiene de
cualquier obra antigua. Muchos escritos antiguos nos han sido transmitidos con unos
pocos manuscritos (Catulo, tres copias; la más antigua, de 1.600 años después que él
escribió; Herodoto, ocho copias y 1.300 años).
Los documentos del Nuevo Testamento no sólo tienen más evidencias en cuanto a
manuscritos y un intervalo más cercano entre el momento en que fueron escritos y su
copia más antigua, sino que fueron traducidos a otros idiomas en fecha mucho más
temprana La traducción de un documento a otro idioma era rara en el mundo antiguo;
por lo que esto es una ventaja más para el Nuevo Testamento.
El número de copias de las versiones pasa de 18.000, y posiblemente lleguen a las
25.000. Esta es una evidencia más que testifica a favor del texto del Nuevo
Testamento.
Aunque no poseyéramos los 5.500 manuscritos griegos ni las 18.000 copias de las
versiones, el texto del Nuevo Testamento todavía se podría reproducir hasta a unos
250 años de su composición. ¿Cómo? Por los escritos de los primeros cristianos. En
comentarios, cartas, etc., estos antiguos escritores citan el texto bíblico, dándonos así
otro testimonio a favor del texto del Nuevo Testamento.
John Burgon ha catalogado más de 86.000 textos de los Padres de la Iglesia
primitiva, que citan diferentes partes del Nuevo Testamento. Vemos pues, que hay
muchas más evidencias respecto de la seguridad del texto del Nuevo Testamento, que
de cualquier otro escrito comparable del mundo antiguo.
F. F. Bruce hace la siguiente observación: “Las evidencias a favor de nuestros
escritos del Nuevo Testamento son muy superiores a las de muchos escritos de autores
clásicos, cuya autenticidad nadie se atreve a poner en duda.”
También afirma: “Y si el Nuevo Testamento fuera una colección de escritos
seculares, su autenticidad sería generalmente considerada fuera de toda duda” (The
New Testament Documents: Are They Reliable? p. 15).
Sir Frederic Kenyon, ex director y bibliotecario principal del Museo Británico, fue
uno de los más destacados expertos en manuscritos antiguos y en su autoridad. Poco
antes de su muerte, escribió lo siguiente respecto del Nuevo Testamento:
“El intervalo entre las fechas de la composición original (del Nuevo Testamento) y
la evidencia más antigua en existencia se vuelve tan pequeño que es en realidad
insignificante y el último fundamento para cualquier duda de que las Escrituras nos
han llegado sustancialmente como fueron escritas ya se ha quitado. Tanto la
autenticidad como la integridad general de los libros del Nuevo Testamento se pueden
considerar como totalmente seguras al fin” (The Bible and Archaeology, pp. 288-89).
¿Cómo puede alguien
creer el relato del Nuevo
Testamento acerca de la
vida de Jesús, si fue
escrito mucho tiempo
después de su muerte?

Parece haber un consenso general entre muchas personas acerca de que los
documentos del Nuevo Testamento fueron escritos muchos años después de los
acontecimientos y por eso no contienen una información digna de confianza Sin
embargo, la realidad es que la vida de Jesús fue escrita por testigos oculares o
personas que recogían testimonios directos. Todos los escritores estaban vivos al
tiempo de ocurrir estos sucesos v tuvieron contacto personal con los acontecimientos o
con las personas que fueron testigos de ellos.
Hay un fuerte testimonio interno de que los evangelios fueron escritos en fecha
temprana. El libro de los Hechos registra la actividad misionera de la Iglesia primitiva
y fue escrito como continuación de su obra por la misma persona que escribió el
evangelio según Lucas. Cuando termina el libro de los Hechos, el apóstol Pablo está
vivo en Roma, y no se habla de su muerte. Esto nos lleva a creer que fue escrito antes
que él muriera, pues los otros sucesos principales de su vida han quedado escritos.
Tenemos razones para creer que Pablo muñó durante la persecución de Nerón en el 64
d.C., lo cual significa que el libro de los Hechos fue compuesto antes de ese tiempo.
Si el libro de Hechos fue escrito antes del 64 d.C., el evangelio de Lucas, que
antecede a los Hechos, tiene que haber sido escrito antes de esa fecha, tal vez a fines
de la década de los cincuenta o a principios de los sesenta. La muerte de Cristo ocurrió
alrededor del 30 d.C., lo cual indica que la composición de Lucas tuvo lugar a más
tardar a 30 años de ocurridos los acontecimientos.
La Iglesia primitiva por lo general enseñaba que el primer evangelio compuesto era
el de Mateo, lo cual nos acerca aun más al tiempo de Cristo. Esta evidencia nos lleva a
creer que los primeros tres evangelios fueron compuestos todos a unos 30 años de
distancia de los acontecimientos, época cuando los testigos oculares enemigos todavía
estaban vivos y podían contradecir su testimonio si no era exacto
Este tipo de evidencias ha hecho que el erudito liberal John A. T. Robinson ponga a
los documentos del Nuevo Testamento fechas más tempranas de lo que la mayoría de
los eruditos liberales quisieran que creyéramos. Robinson ha argumentado en Redating
the New Testament (Nuevas fechas para el Nuevo Testamento) que todo el Nuevo
Testamento pudo haber sido terminado antes del 70 d.C., lo cual está todavía dentro
del periodo de los testigos oculares.
Los hechos comprendidos en el caso hicieron que el gran arqueólogo bíblico W. F.
Albright comentara: “Ya podemos decir con firmeza que no existen bases sólidas para
fechar ningún libro del Nuevo Testamento después del 80 d.C., dos generaciones
completas antes de la fecha entre 130 y 150, dada por los críticos modernos más
radicales del Nuevo Testamento” (William F. Albright. Recent Discoveries in Bible
Lands. Descubrimientos recientes en tierras bíblicas, Nueva York, Funk and Wagnalls,
1955, p. 136).
La fecha de 80 d.C. de Albright se puede poner en duda cuando se trata del
evangelio de Juan. Hay una gran posibilidad de que el exilio del apóstol Juan a la isla
de Patmos bajo Domiciano, del que se habla en el capítulo primero del Apocalipsis,
fuera más o menos en el 95-96 d.C. La tradición afirma que Juan escribió el
Apocalipsis allí en ese tiempo. De esto dan testimonio Clemente de Alejandría,
Eusebio e Ireneo (comp. New Testament Survey, p. 391, por Robert Gromacki).
Las evidencias señalan que (1) los documentos no fueron escritos mucho después de
los sucesos, sino dentro de una proximidad muy cercana a ellos, y (2) fueron escritos
por personas que vivían en una época en la cual muchos de los que conocían los
hechos o eran testigos oculares de ellos todavía estaban vivos. La conclusión
ineludible es que se puede confiar en la descripción de Cristo que nos presenta el
Nuevo Testamento.
¿Por qué dicen algunas
personas que Marcos
fue el primer evangelio
que se escribió?

La teoría de que el evangelio de Marcos fue el primero que se escribió se basa en


varios argumentos. La mayor parte del contenido de Marcos (un 93%) se puede
encontrar en Mateo y Lucas. Para algunos es más fácil creer que Mateo y Lucas
expandieron el evangelio de Marcos, en vez de que Marcos abreviara los de Mateo y
Lucas
Algunas veces, Mateo y Lucas están de acuerdo con Marcos en las mismas palabras
que usan, pero no están de acuerdo entre sí cuando se apartan de Marcos. Esto
parecería probar que tanto Mateo como Lucas habían obtenido en Marcos su
información.
El orden de los sucesos en Marcos parece ser original. Cada vez que el orden de
Mateo difiere del de Marcos, el evangelio de Lucas, apoya este último y cada vez que
Lucas difiere del orden de Marcos, Mateo está de acuerdo con Marcos. Esto demuestra
que Marcos fue compuesto primero, y que Mateo y Lucas sólo siguen su orden,
viéndose que nunca están de acuerdo entre sí contra Marcos.
Marcos también revela una forma más primitiva cuando se compara con los otros
dos evangelios. Por ejemplo, usa la palabra kúrie (Señor) sólo una vez, mientras que
Mateo la emplea 19 veces y Lucas 16 veces. Este hecho indica una actitud de
reverencia que se desarrolló en los evangelios posteriores.
Los anteriores son algunos de los argumentos que ciertos eruditos usan para sugerir
que Marcos fue compuesto primero. Sin embargo, al hacer una inspección más
detenida, estas razones no son tan poderosas como se podría suponer.
Es posible que Marcos condensara su evangelio por razones que no conocemos. El
material que los evangelios tienen en común podría ser el resultado de una tradición
oral común. Es completamente posible que Marcos nunca viera a Mateo ni a Lucas
antes de escribir su evangelio, y también es concebible que ninguno de los
evangelistas; viera los otros tres escritos antes de componer sus obras.
En cuanto a que Mateo y Lucas nunca están de acuerdo entre sí palabra por palabra
contra Marcos en los pasajes paralelos, pueden encontrarse pasajes donde están de
acuerdo y Marcos contiene algo diferente, lo que muestra que no dependían de
Marcos.
La idea de que el orden de Marcos sea el original no es tan obvia como algunos
indican. Marcos puede haber trabajado a partir de Mateo y Lucas, siguiendo su orden
cuando los dos estaban de acuerdo, pero siguiendo uno u otro cuando no parecían estar
de acuerdo.
El asunto de que kúrie (Señor) sea un término reverente es dudoso, pues Mateo lo
usa siete veces para referirse a un hombre común (13:27; 21:29; 25:11, 20, 22, 24,
27:63), lo cual demuestra que no era una palabra usada solamente para referirse a
Dios.
Esto demuestra que no se puede hacer una cronología basada en que se use una
palabra o no. A esto se puede añadir el hecho de que la Iglesia primitiva, que estaba
más cerca de la situación, optó por unanimidad por la prioridad de la composición de
Mateo, sin haber evidencias de que Marcos escribiera primero.
Además, hay algunas razones reveladoras contra la teoría de la prioridad de Marcos.
Mateo era un testigo ocular. Parece innecesario suponer que dependiera de Marcos,
quien no fue testigo ocular, para recopilar su información acerca de la vida de Cristo,
¡incluso la propia conversión de Mateo!
La teoría tampoco explica por qué Lucas omitió la mención de Marcos 6:45 —
8:26, si usó a Marcos como fuente. Esta es una sección muy importante, y la solución
más fácil es suponer que Lucas no tenía el evangelio de Marcos delante de él al
componer su obra.
La teoría de las dos fuentes no explica de modo adecuado por qué Mateo y Lucas
están de acuerdo en ciertas secciones donde Marcos tiene alguna otra cosa.
La teoría de la prioridad de Marcos no es un hecho establecido.
¿Qué es la Q?

Una de las teorías más populares en el estudio del Nuevo Testamento es que el
evangelio de Marcos fue escrito primero y Mateo y Lucas se basaron en Marcos y en
otra fuente llamada “Q” que ya no existe. “Q” viene de la palabra alemana “quelle”,
que significa fuente, y se supone que contenía asuntos de Mateo y Lucas que no se
encuentran en Marcos.
La idea de una fuente “Q” es un desarrollo relativamente reciente en el estudio del
Nuevo Testamento. En tiempos modernos, Mateo, Marcos y Lucas han sido llamados
los “evangelios sinópticos”, puesto que tienen una presentación semejante de la vida
de Cristo.
Muchos presuponen que los numerosos puntos de acuerdo entre estos evangelios
indican cierta colaboración literaria, y durante el último siglo los eruditos del Nuevo
Testamento han tratado de explicar este fenómeno. Un factor que complica la cuestión
es que hay muchos casos en que un evangelio describe los asuntos de modo diferente a
cada uno o ambos de los otros.
La búsqueda de una solución a 1a aparición de tales semejanzas o desemejanzas se
conoce como el “problema sinóptico”, mientras que la “crítica de fuentes” es el campo
de estudio dedicado a resolver el problema.
La Iglesia primitiva no se preocupó demasiado de este problema suponiendo que los
evangelistas tomaron su información de recuerdos personales e informes de primera
mano, y no copiando unos de otros, ni de una fuente escrita común.
Mateo fue el primer evangelio que se compuso, según el testimonio de Eusebio, un
escritor de la Iglesia primitiva. Eusebio relata que Mateo escribió su evangelio cuando
se disponía a salir de la tierra de Palestina. Su relato fue sacado en su mayor parte de
su propia experiencia como discípulo de Cristo.
Clemente de Alejandría dice que Marcos basó su evangelio en las reminiscencias de
Pedro, mientras que Lucas testifica que su obra provino de varias fuentes (Lucas 1:14).
Aunque había un testimonio casi universal entre los eruditos primitivos en cuanto a
la prioridad de Mateo, el siglo XIX vio el surgimiento de la teoría de Marcos como
escrito primero, o la “prioridad de Marcos”. La mayoría de los libros escritos sobre el
problema sinóptico hoy en día respaldan esa teoría. Entonces surge la necesidad de la
teoría de las dos fuentes, Marcos y “Q”, para explicar el material encontrado en Mateo
y Lucas, pero no en Marcos.
Hay buenas razones para poner en duda la teoría de que Mateo y Lucas usaron la
“Q” y el evangelio de Marcos como fuentes. En primer lugar, nunca se ha encontrado
el documento “Q”. En segundo, no hay acuerdo en cuanto al contenido exacto de la
“Q”. En tercero, no hay testimonio histórico de la existencia de un documento como la
“Q”, que provenga de ningún historiador o escritor. Y en cuarto lugar, como se señaló
antes, el peso de las evidencias históricas no indica a Marcos como el primer
evangelio escrito, lo cual es imprescindible para esta teoría.
Hay muchas
interpretaciones
diferentes de la Biblia,
¿por qué debería yo
creer la suya?

Una de las quejas que oímos a menudo es que todo el mundo tiene una
interpretación diferente de la Biblia. Como mucha gente llega a conclusiones diversas
al leer la Biblia, se supone que no hay manera de conseguir un consenso. La gente se
refiere a la variedad de denominaciones como ejemplo de que no puede haber
completo acuerdo entre los que creen en la Biblia.
Esta idea no tiene en cuenta ciertos hechos. La gran mayoría de los lectores de la
Biblia no tienen problemas para ponerse de acuerdo sobre las enseñanzas centrales de
la Biblia. Aun los que creen que la Biblia no es verdadera no tienen ninguna dificultad
para discernir el mensaje principal.
Dentro de todas las ramas del cristianismo, encontramos la misma comprensión
básica en cuanto a lo que la Biblia enseña. Generalmente, aceptan los mismos credos
que afirman verdades fundamentales tales como que Dios hizo al hombre a su imagen,
con libre albedrío, y que el hombre decidió rebelarse contra Dios, trayendo así el
pecado al mundo.
Dios, debido a su amor eterno, se hizo hombre en la persona de Jesucristo y murió
una muerte sustituta a nuestro favor, para pagar la pena debida por el pecado. La
humanidad puede restaurar su relación con Dios al poner su fe en Jesucristo.
El mensaje de la Biblia es claro para los que lo lean y traten de encontrar su
significado. El problema aparece cuando la gente trae a la Biblia sus nociones previas
e intenta que la Palabra se acomode a sus ideas preconcebidas. El problema no está en
la Biblia, sino en las personas que fuerzan la Biblia para que diga lo que ellos quieren
que ella diga.
En cuanto a las diversas denominaciones, se debe hacer notar que ellas no se forman
debido a divisiones acerca de las enseñanzas centrales del cristianismo. Las
diferencias son el resultado de una variedad de factores, entre otros, culturales, étnicos
y sociales. Cuando se comparan de cerca entre sí, las diferencias doctrinales no
siempre son tan cruciales.
Algunas personas usan este argumento como excusa para no creer en Jesús, pero
como todos los otros, no demuestra ser un argumento válido. Jesús aclaró muy bien el
asunto principal: “El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que desobedece al
Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él” (Juan 3:36). Con frecuencia,
el desacuerdo no está tanto en la interpretación de las Escrituras, sino más bien en su
aplicación.
¿Cómo se puede creer
en una Biblia que está
llena de
contradicciones?

Es verdaderamente asombrosa la frecuencia con que se hace esta pregunta. Contiene


la suposición previa de que la Biblia está llena de discrepancias que, si son ciertas,
harían imposible creer que la Biblia tiene un origen divino. Es una idea popular
sostener que la Biblia está en desacuerdo consigo misma, lo cual pone muchas dudas
respecto de la confianza que se le puede tener.
Si, en realidad, la Biblia contiene errores demostrables, eso demostraría que por lo
menos aquellas partes no podrían haber venido de un Dios perfecto y omnisciente. No
discutimos respecto de esa conclusión, pero estamos en desacuerdo con la premisa
inicial de que las Escrituras están llenas de errores. Es muy fácil acusar a la Biblia de
inexactitudes, pero es bastante difícil probarlas.
Ciertos pasajes a primera vista parecen contradictorios, pero una investigación más
a fondo demuestra que no es ese el caso.
Una de las cosas que pedimos con respecto a las posibles contradicciones es
justicia. No debemos disminuir ni exagerar el problema, y siempre debemos comenzar
dando al autor el beneficio de la duda. Esta es la regla en otras obras de literatura, y
pedimos que también sea la regla aquí. A menudo hallamos que la gente quiere
emplear reglas diferentes al examinar la Biblia, y a esto objetamos de inmediato.
¿Qué constituye una contradicción? La ley de la no contradicción, que es la base del
pensamiento lógico, establece que una cosa no puede ser a y no a al mismo tiempo. En
otras palabras, que no puede estar lloviendo y no estar lloviendo al mismo tiempo Si
uno puede demostrar una violación de este principio en las Escrituras, entonces y sólo
entontes se prueba que hay una contradicción. Por ejemplo, si la Biblia dijera —lo
cual no dice— que Jesús murió crucificado en Jerusalén y en Nazaret al mismo
tiempo, esto sería un error demostrable.
Al afrontar posibles contradicciones, es de suma importancia recordar que dos
declaraciones diferentes pueden diferir entre sí sin ser contradictorias. Algunos no
hacen la distinción entre contradicción y diferencia.
Por ejemplo, el caso de los ciegos de Jericó. Mateo relata que dos ciegos
encontraron a Jesús, mientras que Marcos y Lucas mencionan sólo uno. Sin embargo,
ninguna de estas declaraciones niega la otra, sino que son complementarias.
Supongamos que usted estuviera hablando con el alcalde y con el jefe de policía de
su ciudad en el ayuntamiento municipal. Después usted ve a su amigo Jaime y le dice
que habló con el alcalde hoy. Una hora después, usted ve a su amigo Juan y le dice
que habló con el alcalde y con el jefe de policía.
Cuando sus amigos comparan la información, hay una aparente contradicción, pero
no hay contradicción verdadera. Si usted le hubiera dicho a Jaime que usted había
hablado solo con el alcalde, habría contradicho esa declaración con lo que le dijo a
Juan
Las declaraciones que usted en realidad les hizo a Jaime y a Juan son diferentes,
pero no contradictorias. De la misma marera muchas declaraciones bíblicas están en
esta categoría. Muchos piensan que encuentran errores en pasajes que no han leído
correctamente.
En el libro de los Jueces tenemos el relato de la muerte de Sísara. Jueces 5:25-27
parece dar a entender que Jael mató a Sisara con su mazo y la estaca de la tienda
mientras éste bebía leche. Jueces 4:21 dice que ella lo hizo mientras él “estaba cargado
de sueño”. Sin embargo una lectura detenida de Jueces 5:25-27 revela que no dice que
él estuviera tomando leche en el preciso momento del golpe. Así desaparece la
supuesta discrepancia.
Algunas veces dos pasajes parecen contradictorios porque la traducción no es tan
precisa como podría ser. El conocimiento de los idiomas originales de la Biblia puede
resolver de inmediato estas dificultades, pues tanto el griego como el hebreo —como
todos los idiomas— tienen sus peculiaridades que dificultan su traducción al
castellano o a cualquier otro idioma.
Un ejemplo conocido se refiere a los relatos de la conversión de Pablo en el libro de
los Hechos. Hechos 9:7 declara: “Y los hombres que iban con Saulo se pararon
atónitos, oyendo a la verdad la voz, mas sin ver a nadie.” En Hechos 22:9 dice: “Y los
que estaban conmigo vieron a la verdad la luz, y se espantaron; pero no entendieron la
voz del que hablaba conmigo.”
Estas declaraciones parecen contradictorias, pues un versículo dice que los
compañeros de Pablo oyeron una voz, mientras que el otro relato dice que no
entendieron la voz. Sin embargo, el conocimiento del idioma griego resuelve esta
dificultad. Como explica el erudito en griego W. F. Arndt:
“La construcción del verbo [oír] (akoúo) no es la misma en ambos relatos. En
Hechos 9:7 se usa ron el genitivo; en Hechos 22:9 con el acusativo. La construcción
con el genitivo expresa sencillamente que se oye algo o sea que cierto sonido llega al
oído; nada indica si la persona entiende lo que oye o no. La construcción con el
acusativo, sin embargo, describe un oír que incluye la comprensión mental del
mensaje hablado. De esto se deduce que los das pasajes no son contradictorios.
Hechos 22:9 no niega que los compañeros de Pablo oyeran ciertos sonidos;
simplemente declara que no entendieron lo que se dijo”. (Does the Bible Contradict
Itself?, ¿Se contradice la Biblia? pp. 13. 14).
También se debe hacer hincapié en que cuando se dé una explicación posible a una
dificultad bíblica, es ilógico afirmar que el pasaje contiene un error demostrable.
Algunas dificultades que presentan las Escrituras resultan de nuestro inadecuado
conocimiento de las circunstancias, y no tienen por qué contener necesariamente un
error. Las dificultades solo prueban que ignoramos el fondo de las Escrituras.
Mientras se progresa en los estudios históricos y arqueológicos, se da nueva luz a
los textos difíciles de las Escrituras y muchos “errores” desaparecen con la nueva
comprensión. Tenemos que tener una actitud de espera para algunos problemas.
Aunque no se han aclarado todavía todas las dificultades y supuestas discrepancias
bíblicas, tenemos la convicción firme de que al obtener más conocimiento del pasado
de la Biblia, estos problemas irán desapareciendo. El concepto bíblico de Dios es el de
un ser omnisciente y omnipotente que no se contradice, y así también creemos que su
Palabra, bien entendida, no se contradice a sí misma.
La mayoría de las
personas dicen que
Moisés no escribió los
cinco primeros libros
de la Biblia.
¿Qué dice usted?

Aunque se ha dudado de que Moisés fuera el autor del Pentateuco (los primeros
cinco libros de la Biblia) durante siglo y medio, todavía hay buenas razones para creer
que sí lo fue.
Se ha puesto de moda creer que el Pentateuco es el resultado de una compilación de
varios documentos nombrados J, E. D, P, que fueron puestos en su forma actual por un
editor cerca del año 400 a.C. Sin embargo, esta ingeniosa y elaborada teoría no es
recomendable y se basa en métodos de investigación erróneos.
Así ilustra C. S. Lewis por experiencia personal, cuando escribe acerca de la forma
en que aplicaron los críticos sus métodos a las palabras de él:
“Lo que me alerta contra todas estas reconstrucciones es el hecho de que yo lo he
visto todo desde el otro extremo de la vara de medir. He observado cómo los
comentaristas reconstruyen el origen de mis propios libros, precisamente de esta
manera. Hasta que le comentan a uno su propia obra, nunca cree lo poco que toma en
consideración la crítica los comentarios normales en sentido estricto, por evaluación,
alabanza o censura del libro escrito en realidad. La mayoría de su labor parte de
historias imaginarias acerca del proceso mediante el cual uno escribió el libro. Las
propias palabras que los comentaristas usan para alabar o condenar, a menudo llevan
implícita tal historia Alaban un pasaje como [espontáneo] y censuran otro como
[elaborado]; esto es, creen que uno escribió aquél a vuelo de pluma, y éste tras ardua
elaboración. Muy al principio de mi carrera, aprendí cuál es el valor de tales
reconstrucciones. Yo había publicado un libro de ensayos, y aquél al cual me había
dedicado más, el único que me preocupaba y en el cual había puesto un profundo
entusiasmo, hablaba sobre William Morris. Casi en el primer comentario, se me dijo
que éste era obviamente el único del libro por el cual no había tenido yo ningún
interés. No nos equivoquemos. El crítico, creo ahora, tenía mucha razón al pensar que
era el peor ensayo del libro; por lo menos, todos estaban de acuerdo con él. En lo que
estaba completamente equivocado era en su historia imaginaria de las causas que
produjeron su simpleza. Bien, esto me hizo aguzar los oídos. Desde entonces he
observado con cuidado las historias imaginarias, tanto acerca de mis propios libros
como de los libros de amigos cuya historia real yo sabía. Los críticos, tanto los
amistosos como los hostiles, lo sacan a uno de tales historias con gran tranquilidad;
dicen cuáles acontecimientos públicos han dirigido la mente del autor hacia esto o
aquello, cuáles autores han influido en uno, cuál fue su intención general, a cuál tipo
de audiencia se dirigió principalmente, por qué —y cuándo— hizo todo. Ahora, yo
debo registrar primero mi impresión; luego, distinguir de ella lo que puedo decir con
certeza. Mi impresión es que en toda mi experiencia, ninguna de las invenciones de los
críticos ha sido correcta; que el método demuestra un fracaso del ciento por ciento. Se
esperaría que por mero azar, tendrían tanta posibilidad de estar en lo cierto, como de
errar, pero es mi impresión que esto no es así No puedo recordar ni una sola vez en
que hayan tenido razón, pero como yo no he mantenido un registro cuidadoso, mis
impresiones solas podrían ser erróneas. Lo que puedo decir con certeza es que
generalmente están equivocados...” (Reflexiones Cristianas, p. 159, 160).
Debemos afirmar desde el principio que Moisés estaba preparado para escribir el
Pentateuco. Fue educado en la corte real de Egipto que estaba muy avanzada en lo
académico. Tuvo conocimiento personal de la geografía de Egipto y del Sinaí, con
bastante tiempo —cuarenta años de peregrinación y cuarenta años más después— para
componer su obra. En el mismo tiempo que vivió Moisés, hubo esclavos sin educación
que trabajaban en las minas de turquesa egipcias, que escribieron en las paredes, con
lo que se demuestra que se usaba la escritura en tiempos de Moisés.
Las evidencias internas del Pentateuco señalan a Moisés como autor, pues lo
muestran con claridad como el autor de ciertas partes. “Y Moisés escribió todas las
palabras de Jehová” (Éxodo 24:4). “Y tomó el libro del pacto y lo leyó a oídos del
pueblo” (Éxodo 24:7). “Y Jehová dijo a Moisés; Escribe tú estas palabras; porque
conforme a estas palabras he hecho pacto contigo y con Israel” (Éxodo 34:27). A estas
referencias se podrían añadir muchas más.
No sólo las evidencias internas de las Escrituras aclaran que Moisés escribió el
Pentateuco, sino que otros libros del Antiguo Testamento también lo afirman. Josué
8:32 se refiere a “la ley de Moisés, la cual escribió”. Entre otras referencias
adicionales del Antiguo Testamento están 1 Reyes2:3, 2 Reyes 14:6 y Josué 23:6, que
atribuyen a Moisés la redacción del Pentateuco.
La tradición judía es firme en su creencia acerca de la paternidad literaria mosaica
del Pentateuco. En el Eclesiástico, uno de los libros apócrifos, escrito cerca del 180
a.C., dice: “El libro de la alianza del Dios Altísimo es todo esto, la Ley que nos dio
Moisés en heredad a la casa de Jacob” (Eclesiástico 24:23). El Talmud, en Baba
Bathra, 146, que es un comentario judío a los cinco primeros libros (cerca del 200
a.C.), junto con los escritos de Flavio Josefo (nacido en el 37 d.C.) y Filón (20 d.C.),
también están de acuerdo.
Asimismo, la tradición cristiana primitiva está de acuerdo en que Moisés compuso
el Pentateuco. Los escritos de Junilio (527-565 d.C.) y Leoncio de Bizancio (siglo
sexto d.C.) junto con los padres de la iglesia Melitón (175 d.C.), Cirilo de Jerusalén
(384-386 d.C.) e Hilario (366 d.C.) enseñan que Moisés escribió el Pentateuco.
Añádase a esto el testimonio del Nuevo Testamento. Los apóstoles creían que
“Moisés nos escribió” (Marcos 12:19) y también el apóstol Pablo, quien al referirse a
un pasaje del Pentateuco dijo: “Moisés escribe así” (Romanos 10:5).
Sin embargo, el asunto de la paternidad literaria de los primeros cinco libros queda
resuelto de una vez por todas por el testimonio del Dios-hombre, Jesucristo, quien
puso muy en claro que Moisés escribió estos libros (Marcos 7:10; 10:3-5; 12:26;
Lucas 5:14; 16:29-31; 24:27, 44; Juan 7:19, 23).
En Juan 5:45-47, Jesús afirma: “No penséis que yo voy a acusaros delante del
Padre; hay quien os acusa, Moisés, en quien tenéis vuestra esperanza. Porque si
creyeseis a Moisés, me creeríais a mí, porque de mí escribió él. Pero si no creéis a sus
escritos, ¿cómo creeréis a mis palabras?”
Otras dos consideraciones que se deben tener en cuenta al examinar las evidencias,
con respecto a los que no creen que Moisés escribió el Pentateuco, son su cosmovisión
y arqueología.
Los que dicen que Moisés no es su autor, generalmente tienen la idea de que no hay
obra sobrenatural de Dios en el mundo, ni nunca la ha habido. Entonces, sería una
tontería creer toda la información histórica escrita acerca de la creación del mundo, el
paso del Mar Rojo, de que Dios habló a Moisés, ni aun las evidencias históricas de que
Moisés, un profeta de Dios, escribiera el relato por primera vez. Todo se convierte en
una especie de cuento.
Lo que ellos no hacen es tener en cuenta las evidencias, por seguir su propia manera
de concebir el mundo. Este tipo de razonamiento es erróneo. Primero se examinan las
evidencias y luego se decide el caso. El solo examen de las evidencias no significa que
uno esté de acuerdo con las conclusiones de otro, sino que no se rechazan las
conclusiones por ignorancia.
En segundo lugar, en los últimos cincuenta años los resultados arqueológicos han
reivindicado muchas de las declaraciones del Antiguo Testamento en apoyo de la
probabilidad de que Moisés sea el autor. Casi todos los resultados demuestran que sólo
alguien que viviera durante la época en que la Biblia afirma que Moisés vivió, pudo
haber sabido las cosas escritas en estos libros, y escribir acerca de ellas.
Cuando se considera todo el cúmulo de las evidencias, queda demostrado el hecho
de que Moisés es el autor del Pentateuco. Tales evidencias primarias serían aceptadas
sin vacilación en un tribunal, y cualquier teoría de documentos múltiples sería
rechazada como inadmisible. Sencillamente, no hay evidencia que respalde tal teoría,
que no tenga una respuesta lógica.
¿Cómo pudo Moisés
haber escrito el
Deuteronomio, si
contiene el relato
de su muerte?

Aunque los judíos y cristianos ortodoxos afirman que Moisés escribió los primeros
cinco libros del Antiguo Testamento, algunas personas niegan su paternidad respecto
del quinto libro, el Deuteronomio. Lo hacen en parte porque el capítulo 34 contiene el
relato de la muerte de Moisés.
Como nadie puede escribir el relato de su propia muerte, argumentan ellos, ¿no
significa esto que el Deuteronomio tuvo que haber sido escrito después del tiempo de
Moisés?
Probablemente algunos cristianos y judíos ortodoxos tratarían de afirmar que todo el
capítulo fuera profético. Una explicación más aceptable es suponer que fuera escrito
después de la muerte de Moisés, por alguien como Josué. Esto no lo fuerza a uno a
atribuir el resto de Deuteronomio a alguien que no sea Moisés.
Es muy común que se ponga una nota necrológica al fin de una obra terminada por
un gran autor. Seria asombroso que no se hablara de la muerte de Moisés, cuando toda
su vida habla sido contada con detalles. La aparición del relato de la muerte de Moisés
no afecta en nada su paternidad literaria respecto de los treinta y tres capítulos
precedentes.
¿Prueban las evidencias
arqueológicas la veracidad
de la Biblia? ¿Cómo se
relacionan los
descubrimientos
arqueológicos con los
sucesos de las Escrituras?

La arqueología es el estudio de las ruinas no perecederas, que han sobrevivido a los


ataques del tiempo. Su motivación inicial fue cavar en busca de tesoros dejados por
civilizaciones antiguas.
Hoy en día, sin embargo, se usan los métodos científicos más modernos para
recuperar y estudiar los restos del pasado, a fin de lograr una comprensión mejor de
los pueblos antiguos y sus costumbres. El Oriente Medio, en particular la zona de la
Palestina, es objeto de muchas excavaciones arqueológicas, debido a la continuidad de
su historia.
Es importante anotar que la arqueología, sin la historia, carece de significado. Todo
lo que la arqueología nos puede decir, es una secuencia de desarrollo cultural, y no nos
da una cronología exacta La historia nos da la cronología, los acontecimientos, los
pueblos y los lugares.
Lo que la arqueología ha hecho en los últimos cien años es verificar parte de la
historia contenida en la Biblia. Por ejemplo, dos de las ciudades mencionadas en la
Biblia, Sodoma y Gomorra, han sido consideradas como mitológicas durante muchos
años.
Sin embargo, excavaciones recientes en Tell Mardikh, que se sabe ahora que fue el
sitio de Ebla, dejaron al descubierto 15.000 tablas escritas. Algunas de ellas han sido
traducidas, y en ellas se menciona a Sodoma y Gomorra.
Entre otras verificaciones arqueológicas están las pruebas de que hubo un
gobernante llamado Belzasar; de que los hititas no sólo existieron, sino que tuvieron
un vasto imperio; de que el rey Sargón también gobernó; también los detalles
históricos del libro de los Hechos se demuestran con precisión. Hasta ahora, los
resultados de la arqueología han verificado, y en ningún caso disputado, los puntos
históricos del relato bíblico.
Aunque la arqueología puede verificar la historia y dar luz sobre varios pasajes de la
Biblia, la prueba de que la Biblia es la Palabra de Dios está fuera de su campo.
Actualmente, la arqueología es una ciencia que progresa con datos limitados; pero aun
con sus limitaciones, esta disciplina es muy útil para mostrar que muchos pasajes
bíblicos son históricamente exactos.
Nunca insistiremos bastante en que la Biblia presenta un cuadro histórico preciso.
El cristianismo es una fe histórica, que sostiene que Dios ha participado en la historia
con muchos actos poderosos. Aunque los milagros presentados en las Escrituras no se
pueden probar ni repetir científicamente debido a su naturaleza, se pueden investigar
las personas, lugares y sucesos, históricamente. Si los escritores bíblicos fueron
inexactos en su cuadro histórico, se pondrían graves dudas en cuanto a su certeza en
las partes que no pudieran verificarse.
En otras palabras, si los autores de las Escrituras son exactos en sus relatos de las
cosas que ocurrieron, se debe llegar a la conclusión de que no se pueden rechazar
porque mencionaran cosas fuera de lo común.
¿Cómo se relacionan
los rollos del Mar
Muerto con la
crítica bíblica?

En la edición de 1948 de su excelente libro Our Bible and Ancient Manuscripts


(Nuestra Biblia y los manuscritos antiguos), Sir Frederic Kenyon, erudito dedicado al
estudio del texto bíblico, decía: “En verdad, no hay posibilidad de que encontremos
manuscritos del texto hebreo que se remonten a un período anterior a la formación del
texto que conocemos como masorético. Sólo podemos llegar a tener una idea de él
mediante un estudio de las primeras traducciones hechas de él...” (citado por Pfeiffer,
The Dead Sea Scrolls and the Bible (Los Rollos del Mar Muerto y la Biblia, p. 107).
En 1947, mientras se imprimía su libro, comenzaron los descubrimientos que
imposibilitarían declaraciones como la de Kenyon. Hasta ese tiempo, los eruditos
tenían solamente las tablas de arcilla de Babilonia y los papiros egipcios para ayudarse
a entender la información de fondo sobre la Biblia, pues no se sabía que hubieran
sobrevivido manuscritos tan anteriores del Antiguo Testamento.
Sin embargo, todo eso cambió con el descubrimiento de unos rollos en diversas
cuevas a lo largo de la esquina noroccidental del Mar Muerto. Estos rollos dieron al
mundo unos manuscritos de los libro del Antiguo Testamento, anteriores en mil años a
cualquiera de los ya existentes.
Hubo un alborozo inmediato por el encuentro. El doctor William F Albright, uno de
los mejores arqueólogos del mundo, dijo en una carta a John Trever, quien tuvo parte
integral en la revelación del hallazgo:
“¡Mis más calurosas felicitaciones por el más grande descubrimiento de
manuscritos de los tiempos modernos! No cabe duda en mi mente que la escritura es
más arcaica que la del papiro Nash (una porción muy pequeña del Antiguo
Testamento, fechada entre el siglo segundo a.C. y el siglo primero d.C.)... Yo
preferiría una fecha alrededor del 100 a.C. Qué hallazgo tan increíble! Y felizmente no
puede haber la menor duda en el mundo sobre la autenticidad del manuscrito”.
Antes del descubrimiento de estos rollos, la copia completa más antigua del Antiguo
Testamento en hebreo era el Códice Babilónico Petropalitano, del 1008 d.C., más de
1.400 años después de terminado el Antiguo Testamento. Los fragmentos de los rollos
del Mar Muerto cerraban ahora el vacío en unos mil años y dejaban al mundo en
espera, para ver si el texto había sido transmitido con precisión. La respuesta fue un
rotundo sí.
Los rollos del Mar Muerto demostraron inequívocamente el hecho de que los judíos
eran fieles en su transcripción de los manuscritos bíblicos La reverencia por las
Escrituras fue referida hace mucho tiempo por Flavio Josefo, el historiador judío del
siglo primero: “Hemos dado pruebas prácticas de nuestra reverencia por nuestras
propias Escrituras, pues, aunque ya ha pasado tan largo tiempo, nadie se ha atrevido a
añadir, quitar, ni alterar una sílaba; y es un instinto en cada judío, desde el día de su
nacimiento, considerarlas como los decretos de Dios, cumplirlas, y si fuere necesario,
morir gozoso por ellas. Una y otra vez, se han observado prisioneros que soportan
torturas y muerte de todas formas en los circos, en vez de proferir una sola palabra
contra las Leyes y los documentos relacionados” (“Flavio Josefo contra Apión”, en
Josefo, Obras Completas).
La actitud que Josefo relata se refleja en la comparación del texto masorético, que
es la base de nuestras Biblias hebreas, y los rollos del Mar Muerto. Entre los
fragmentos descubiertos hay copias completas o partes de cada libro del Antiguo
Testamento, excepto Ester, y las variaciones en el texto después de mil años de copias
son mínimas. Así que no se puede decir que los rollos del Mar Muerto pongan en duda
la seguridad del texto de la Biblia
Charles Pfeiffer dijo lo siguiente al respecto. “Debe tenerse en cuenta que, en tanto
que las opiniones negativas de la alta crítica acerca de la Biblia no se pueden refutar
mediante un estudio de los rollos de Qumrán (Qumrán es la localidad principal de la
zona del Mar Muerto donde se encontraron los rollos), no hay evidencias en Qumrán
que justifique una reorganización notable de las opiniones tradicionales acerca del
origen de los escritos bíblicos. Los libros del Antiguo Testamento procedentes de
Qumrán son los que encontramos en nuestras Biblias, Aparecen variaciones textuales
menores, como en otros documentos que dependen de las copias a mano para su
multiplicación, pero el texto bíblico se puede considerar como esencialmente seguro”
(The Dead Sea Scrolls and the Bible p. 114, Charles F. Pfeiffer, Baker Book House,
1967).
Por lo tanto, el descubrimiento de los rollos del Mar Muerto sólo apoya el método
crítico pero conservador de estudio del Antiguo Testamento, mantenido por los
eruditos de esta persuasión al estudiar la seguridad del texto en los libros del Antiguo
Testamento.
¿Cuántos Isaías hubo?

Esta es una pregunta muy compleja, y una respuesta de una extensión inferior a un
libro sólo tocaría la superficie. Ha habido más discusión acerca de la unidad de Isaías,
entre defensores y críticos, que sobre cualquier otro libro profético del Antiguo
Testamento.
Es la opinión unánime de la escuela crítica de pensamiento que el libro de Isaías no
tiene unidad. Los capítulos 40 al 66 fueron escritos al parecer por un autor o autores
desconocidos que vivieron hacia el fin de la cautividad de Babilonia (después del 540
a.C.) y se designan como “deuteroisaías” o Segundo Isaías.
Para apoyar esta afirmación se usan muchos argumentos sin fundamento y que se
sobreponen unos a otros, Los críticos afirman que los capítulos 40 al 66 presuponen el
exilio. Se presenta la ciudad de Jerusalén en ruinas y desierta (44:22, 25; 47:6).
Aquellos a quienes se dirige Isaías no son sus contemporáneos en Jerusalén, sino los
de Babilonia. Como los profetas, afirman ellos, siempre hablaron a sus
contemporáneos, esto descarta a Isaías como autor.
El estilo literario de los capítulos 40 al 66 se supone que es completamente diferente
al de los capítulos 1 al 39, pues contiene muchas palabras y expresiones que no se
usan en la primera parte del libro. El estilo del 1 al 39 se dice que es majestuoso y
solemne, mientras que del 40 al 66 es más personal, apasionado y dramático.
Se afirma que la teología del Segundo Isaías es diferente a la del 1 al 39, donde
Isaías pone énfasis en la dignidad y el poder de Dios, mientras que del 40 al 66
presenta su cualidad de infinitud. El deuteroisaías habla del siervo drl Señor, mientras
que los capítulos 1 al 39 describen al rey Mesías.
También se alega que el nombre de Isaías no se menciona en ninguna parte del 40 al
66, y que Ciro no es mencionado ciento cincuenta años antes de su tiempo (44:28;
45:l), si la segunda parte se atribuye a Isaías.
Los argumentos anteriores no convencen, por las siguientes razones:
La situación de los capítulos 40 al 66 en verdad presupone el exilio, pero el escritor
habla desde un punto de vista ideal, no real. Isaías habla y piensa intencionalmente en
este periodo futuro, como si fuera el presente.
Ejemplos de lo mismo aparecen en Ezequiel 40-48, Nahúm 2, 3 y todo el
Apocalipsis. No es cierto que un profeta hable siempre de acuerdo con las necesidades
de sus contemporáneos (Zacarías 9—14 Daniel 11, 12). Isaías se proyecta al futuro
para predecir la prometida liberación de la cautividad.
La diferencia de estilo entre el texto del 1 al 39, y el texto del 40 al 66, no es tan
pronunciado como los críticos creen. El cambio de tema es el que causa esa diferencia,
y cualquier argumento de ese tipo que usen los críticos es muy subjetivo y no
convence.
Además, los críticos no dan suficiente consideración a las semejanzas de estilo. La
frase “el santo de Israel” aparece más de una docena de veces en cada sección, pero
casi no se usa en el resto del Antiguo Testamento. Muchos pasajes muestran una
concordancia verbal real, o tal semejanza en pensamiento y metáforas, que demuestran
la unidad entre las dos partes.
Las llamadas diferencias teológicas no existen, puesto que las elevadas ideas acerca
de Dios del capítulo 40 al 66 las explica fácilmente el asunto de que tratan.
El nombre de Isaías sí aparece al principio del libro (1:1), lo cual se aplica
claramente a los 66 capítulos. Si los capítulos 40 al 66 tuvieran el nombre de Isaías,
sin duda los críticos hubieran rechazado esto como una adición posterior hecha por un
editor.
No hay absolutamente ningún manuscrito ni evidencia histórica que apoye que los
66 capítulos fueran escritos por alguien que no fuera Isaías. El rollo de Isaías, de los
rollos del Mar Muerto, data del siglo segundo de antes de Cristo, y el capítulo 40
comienza en la última línea de una columna que contiene los capítulos 38:8—40:2.
Esto es un fuerte testimonio primitivo acerca de la unidad de Isaías.
La mención de Ciro por su propio nombre un siglo y medio ante de su época no es
problema para los que creemos en las predicciones de las profecías. Lo mismo se
encuentra en la predicción del nombre y el reino de Josías tres siglos antes de su
nacimiento (1 Reyes 13:1, 2) y la profecía acerca del lugar de nacimiento del Cristo
(Miqueas 5:2), setecientos años antes del acontecimiento.
El punto concluyente al abogar por la unidad de Isaías es el testimonio del Nuevo
Testamento. Se cita a Isaías veintiuna veces por nombre en el Nuevo Testamento; y
entre las citas hay de ambas secciones del libro. Juan 12:38-40 contiene dos citas de
ambas secciones de Isaías (53:1; 6:9), y Juan 12:41 afirma “Isaías dijo esto.” Jesús
leyó en Isaías 61:1, que según Lucas 4:17 era “el libro del profeta Isaías”.
Otra línea que olvidaron los críticos liberales es la referencia del autor en el libro a
la flora y al clima. De ningún modo, la flora, el clima o la geografía de Isaías 40 al 66
se acomodan a nuestro conocimiento de Babilonia, sino que muestran una gran
familiaridad con Palestina, donde se supone que se escribió el libro.
Por tanto, con toda certeza podemos llegar a la conclusión de que los 66 capítulos
fueron escritos por el profeta Isaías acerca del periodo que va del 739 al 680 a.C.
Los he oído decir que la
existencia del pueblo
judío hoy en día es
evidencia objetiva de
que la Biblia es
verdadera. ¿Por qué?

Si alguien desea saber si Dios existe o no, una de las razones más poderosas que
puede examinar es el pueblo judío. El estudio sincero de esa pregunta proveerá más de
una respuesta adecuada respecto de la veracidad de la fe cristiana.
Hace unos cuatro mil años, Dios llamó a un hombre llamado Abram, le dijo que
saliera del país donde vivía y le hizo estas promesas: “Haré de ti una nación grande, y
te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás de bendición. Y bendeciré a los que te
bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las
familias de la tierra” (Génesis 12:2, 3).
“Y Jehová dijo a Abram… Alza ahora tus ojos, y mira desde el lugar donde estás
hacia el norte y el sur, y al oriente y al occidente. Porque toda la tierra que ves, la daré
a ti y a tu descendencia para siempre” (Génesis 13:14, 15).
En otras palabras, Dios le prometió a Abram (1) una gran nación; (2) un gran
nombre; (3) que sería una bendición para todas las naciones; y (4) una tierra que para
siempre pertenecería a sus descendientes.
Varios siglos después que Dios hizo estas promesas a Abram, la gran nación ya
había aparecido, con una población de millones. Estaban a punto de entrar a la Tierra
Prometida cuando Dios, a través de Moisés su líder, les hizo ciertas advertencias,
como dice Deuteronomio, capítulos 28—33.
Les advirtió contra la desobediencia y prometió que usaría a otras naciones para
sacarlos de la tierra, si le eran infieles a Él. Predijo que finalmente serían esparcidos
por toda la tierra como extranjeros en tierras desconocidas y que no hallarían reposo
para su peregrinación. Sin embargo, en su fidelidad, prometió devolverlos a su tierra.
¿Cuál ha sido el veredicto de la historia? Los hijos de Israel, aunque fueron
advertidos, cayeron en la idolatría y fueron sacados de su tierra. En 606 a.C. el rey
Nabucodonosor llevó al pueblo cautivo a Babilonia, regresó en 588-586 a.C. y después
de un largo asedio quemó la ciudad y el templo.
Sin embargo, como lo había prometido, Dios les permitió a los que lo deseaban, que
volvieran a la tierra en 537-536 a.C., o sea, después de setenta años (Esdras, capítulo
1). Hubo una segunda deportación en el año 70 d.C., cuando el romano Tito destruyó
la ciudad de Jerusalén y dispersó al pueblo.
Durante casi mil novecientos años los judíos vagaron por la tierra como extranjeros
perseguidos en todas panes. Esto culminó con el holocausto de la Segunda Guerra
Mundial, en la que mataron seis millones de judíos en los campos de concentración.
No obstante, contra todas las probabilidades, el estado de Israel renació el 14 de
mayo de 1948, y los judíos comenzaron a volver a su patria desde todos los puntos
cardinales. Esta era la segunda vez en su historia después de convertirse en nación que
habían regresado a su tierra. Desde 1948, han sobrevivido a unos conflictos terribles,
entre ellos la Guerra de los Seis Días en 1967 y la Guerra del Yom Kipur, en 1973.
A través de todo esto, esa nación no pereció ni perdió su identidad nacional. La
historia ha demostrado que cualquier pueblo que deja su patria pierde su identidad
nacional después de cinco generaciones, al ser absorbido por la nueva cultura, pero los
judíos permanecieron como una entidad distinta.
No sólo han sobrevivido, sino que las naciones que los persiguieron —Moab, Amón,
Edom, Filistea y muchas otras— han sido destruidas o han perdido completamente su
identidad nacional.
¿Ha oído usted hablar de un moabita sueco? ¿Un filisteo ruso? ¿Un edomita
alemán? ¿Un amonita norteamericano? ¡No! Estos pueblos fueron absorbidos por
completo por otras culturas y razas.
En cambio, ¿ha oído usted hablar de un judío sueco? ¿Un judío ruso? ¿Un judío
alemán? ¿Un judío norteamericano? ¡Sí! Como fue profetizado, ellos no han perdido
su identidad.
Uno de nosotros asistía una vez a un debate sobre la persona de Jesucristo, en el
cual participaba un rabino. Durante el período de preguntas, se le preguntó al rabino
por qué no creía en la resurrección de Jesús. —Yo no creo en los milagros del Nuevo
Testamento,— replicó él.
Cierto estudiante inteligente, le preguntó de inmediato al rabino por qué rechazaba
los milagros del Nuevo Testamento y aceptaba los del Antiguo Testamento, y en qué
se basaba su distinción. Sin parpadear, el rabino contestó: —Es muy fácil; yo tampoco
creo en los milagros del Antiguo Testamento. Yo creo que son todos mitos.— Es
difícil creer que hiciera una declaración tal, si se tiene en cuenta el hecho de su
supervivencia como judío, que es uno de los milagros más grandes de toda la historia.
Cuando ambos estuvimos en Israel en 1976 para filmar la película “Más que un
carpintero”, fuimos invitados a una reunión con un alto funcionario del gobierno
israelí Una de las preguntas que le hicimos tenía que ver con la supervivencia de su
nación.
¿Cómo habían hecho para sobrevivir, habiendo sido expulsados de su patria dos
veces, la segunda vez durante casi mil novecientos años; sobrevivir al holocausto en
que murió uno de cada tres judíos, y resistir los ataques de más de cien millones de
árabes en 1967 y 1973?
¿Fue eso resultado de que son una nación de muchos recursos, o fue porque cierta
mano divina estaba protegiendo a su pueblo? Él nos miró a los ojos y nos dijo:
“Aunque la mayoría de los habitantes de mi país dicen hoy en día que son ateos, no lo
crean. Pienso que todos nosotros creemos en lo más profundo de nuestro ser que hay
una fuerza mayor que nosotros, que ha estado protegiendo a esta nación.”
Añadió que, después de la reciente toma de Jerusalén por los judíos, hubo en esa
ocasión cerca de un millón de personas en el muro de las lamentaciones o en camino
hacia él para dar gracias a Dios.
El Dios de la Biblia es fiel. Él ha demostrado tanto su existencia como su fidelidad
en su trato con la nación de Israel. Es una señal objetiva para el mundo, que da
testimonio de su existencia y verifica sus promesas.
¿Por qué siempre oigo
que los cristianos
recurren a las profecías
cumplidas para probar
la inspiración de la
Biblia?

A los creyentes en Jesucristo se les pregunta de continuo por qué creen que la Biblia
es inspirada, y una respuesta común es que lo creen por las profecías cumplidas. El
argumento de las profecías cumplidas es uno de los más poderosos que se pueden
imaginar.
El apóstol Pedro, después de testificar que había visto a Jesús en toda su gloria, dijo:
“Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar
atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca
y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones” (2 Pedro 1:19). Aquí Pedro
acude a las profecías cumplidas como testimonio a favor de la verdad de las
Escrituras.
La Biblia misma señala el propósito de la profecía: “Acordaos de las cosas pasadas
desde los tiempos antiguos; porque yo soy Dios, y no hay otro Dios, y nada hay
semejante a mí, que anuncio lo por venir desde el principio, y desde la antigüedad lo
que aún no era hecho. . .” (Isaías 46:9, 10).
“Lo que pasó, ya antes lo dije, y de mi boca salió; lo publiqué, lo hice pronto, y fue
realidad. Te lo dije ya hace tiempo, antes que sucediera te lo advertí, para que no
dijeras: Mi ídolo lo hizo, mis imágenes de escultura y de fundición mandaron estas
cosas” (Isaías 48:3, 5).
El Nuevo Testamento habló de la venida de Jesucristo: “Que él había prometido
antes por sus profetas en las santas Escrituras” (Romanos 1:2).
El testimonio de las Escrituras es que el propósito de las profecías es hacernos saber
que Dios existe y que tiene un plan para este mundo.
Al predecir personas, lugares y sucesos siglos antes de que aparezcan, la Biblia
demuestra un conocimiento del futuro que es demasiado específico para considerarlo
una afortunada adivinación. Al dar ejemplos de profecías cumplidas, las Escrituras dan
un testimonio poderoso de su propia inspiración.
Un ejemplo de esto sería la profecía del rey Ciro (Isaías 44:28; 451). El profeta Isaías,
que escribe unos setecientos años antes de Cristo, predice su nombre, como el rey que
dirá que Jerusalén será reconstruida y que se echarán los fundamentos del templo.
En los tiempos en que escribía Isaías, la ciudad de Jerusalén estaba construida y todo
el templo estaba en pie. Sólo más de un siglo después, la ciudad y el templo serían
destruidos por el rey Nabucodonosor, en el 586 a.C.
Después que Jerusalén fue tomada por los babilonios, fue conquistada por los persas
cerca del 539 a.C. Poco después, el rey persa Ciro decretó la reconstrucción del templo
de Jerusalén. ¡Esto fue unos ciento sesenta años después de la profecía de Isaías!
Así, pues, Isaías predijo que un hombre llamado Ciro, que nacería unos cien años
después, daría la orden de reconstruir el templo que todavía estaba en pie en sus
tiempos, y que no sería destruido hasta unos cien años después. Esta profecía es
verdaderamente asombrosa, pero no es la única.
Hay, en realidad, centenares de profecías que predicen sucesos futuros. La idea de
que el cumplimiento de las predicciones es resultado de coincidencias o del azar es
absurda a la luz de las evidencias. Dios ha dado suficientes evidencias de su existencia
y de la inspiración divina de las Escrituras por medio de las profecía cumplidas.
¿Qué son los apócrifos?
¿Por qué no se
encuentran estos libros
en las Biblias
protestantes?

Hoy en día la palabra 'apócrifo' describe a unos catorce o quince libros de dudosa
autenticidad y autoridad. Estos escritos no se encuentran en el Antiguo Testamento
hebreo, pero están contenidos en algunos manuscritos de la Septuaginta (o versión de
los Setenta), traducción griega del Antiguo Testamento hebreo que fue terminada
cerca del 250 a.C. en Alejandría, Egipto.
La mayoría de estos libros fueron declarados como inspirados por la iglesia católica
romana en el Concilio de Trento (1545-1563), aunque la iglesia protestante rechaza la
idea de que tengan autoridad divina.
Los que atribuyen autoridad divina a estos libros y abogan por considerarlos como
bíblicos, sostienen que los escritores del Nuevo Testamento toman sus citas
principalmente de la Septuaginta, que contiene los apócrifos. También citan el hecho
de que los Padres de la Iglesia, principalmente Ireneo, Tertuliano y Clemente de
Alejandría usaron los apócrifos en la adoración pública y los aceptaron como
inspirados, como lo hacía la iglesia siria en el siglo cuarto.
San Agustín, quien presidió los concilios de Hipona y Cartago, estuvo de acuerdo
con su decisión de que los libros apócrifos eran inspirados. La iglesia griega añade su
peso a la lista de los que creen en la inspiración de los apócrifos.
Los defensores también se refieren a los rollos del Mar Muerto para dar más peso a
su creencia en los apócrifos. Entre los fragmentos de Qumrán hay copias de algunos
de los libros apócrifos en hebreo. Estos han sido descubiertos junto a otros libros del
Antiguo Testamento.
El caso a favor de la inclusión de los apócrifos en las Santas Escrituras cae
completamente por su peso al examinarlo. Los escritores del Nuevo Testamento
pueden aludir a los apócrifos, pero nunca los citan como inspirados ni dan el menor
indicio de que ninguno de esos libros lo sea, Si la Septuaginta del siglo primero
contenía estos libros, lo cual no es un hecho plenamente comprobado, Jesús y sus
discípulos los ignoraron por completo.
La apelación a ciertos Padres de la Iglesia como prueba de, inspiración de los libros
es un argumento muy débil, pues otros Padres de la Iglesia primitiva, especialmente
Orígenes, Jerónimo otros, negaron tal inspiración
La iglesia siria esperó hasta el siglo cuarto d.C. para aceptar estos libros en el
canon. Es notable que la Peshita, la Biblia siria del segundo siglo d.C., no los
contenga.
Al principio, Agustín reconocía los apócrifos, por lo menos en parte, pero después,
sus escritos reflejan con claridad un rechazo de estos libros como ajenos al canon e
inferiores a las Escrituras hebreas.
La comunidad judía también rechazó estos escritos. En el concilio judío de Jamnia
(alrededor del 90 d.C.), se debatieron nueve de los libros del canon de nuestro Antiguo
Testamento por diferentes razones para ver si habían de incluirse. Al fin se decidió que
solamente eran canónicos los libros de nuestro Antiguo Testamento actual.
La cita de la presencia de los apócrifos entre los fragmentos del Antiguo
Testamento encontrados en Qumrán prueba poco con respecto a la inspiración, pues
también se encontraron numerosos fragmentos de otros documentos extra bíblicos.
Es muy importante señalar que la iglesia católica romana no declaró oficialmente
estos libros como Santas Escrituras hasta el Concilio de Tremto, en 1545-1563.
La aceptación de ciertos libros apócrifos como canónicos por la iglesia católica
romana fue hasta cierto punto una reacción a la Reforma protestante. Al canonizar
estos libros, hacían legítimo el usarlos como autoridad en asuntos doctrinales.
Los argumentos que abogan por la autoridad bíblica de los apócrifos, obviamente
dejan mucho que desear.
Hay otras razones importantes para el rechazo de los apócrifos por la iglesia
protestante. Una de ellas tiene que ver con las enseñanzas contrarias a las Escrituras de
estos dudosos libros, tal como la oración por los muertos.
La oración por los muertos, de la que se habla en 2 Macabeos 12:45-46, está en
oposición directa a Lucas 16:25, 26 y Hebreos 9:27, entre otros. Los apócrifos también
contienen un episodio en que Dios le ayuda a Judit a mentir (Judit 9:10, 13).
En los apócrifos hay también errores demostrables Se supone que Tobías estaba
vivo cuando Jeroboam hizo su revolución en 931 a.C. y todavía estaba vivo en la
cautividad asiria (722 a.C.), pero el libro de Tobías dice que él vivó solamente 158
años (Tobías 1:3-5; 14:11).
Finalmente, ninguno de estos libros apócrifos afirma ser inspirado por Dios. Sólo
hay que leer estas obras comparándolas con la Biblia, para ver la gran diferencia.
¿Dijo Jesús que Él era
Dios? Aunque Él lo
haya dicho, ¿por qué
debería creerlo yo?

Entre los líderes religiosos que han tenido muchos prosélitos a través de la historia,
Jesucristo es único, por el hecho de que sólo Él dijo ser Dios encarnado. Un
malentendido común es que algunos o muchos de los líderes de las religiones del
mundo hicieron declaraciones semejantes, pero eso no es cierto.
Buda no dijo que él fuera Dios; Moisés nunca dijo que él fuera Jehová. Mahoma no
se identificó con Alá; y en ninguna parte se encuentra a Zoroastro diciendo que él es
Ahuramazda. En cambio Jesús, el carpintero de Nazaret, dijo que quien lo había visto
(a Él), había visto al Padre (Juan 14:9).
Las declaraciones de Cristo acerca de sí mismo son muchas y variadas. Él dijo que
existía desde antes de Abraham (Juan 8:58), y que era igual al Padre (Juan 5:17, 18).
Dijo que tenía poder para perdonar pecados (Marcos 2:5-7), lo cual la Biblia enseña
que sólo Dios puede hacer (Isaías 43:25).
El Nuevo Testamento iguala a Cristo con el Creador del universo (Juan 1:3), y dice
que Él es el sustentador de todas las cosas (Colosenses 1:17). El apóstol Pablo dice
que Dios fue manifestado en la carne (l Timoteo 3:16), y Juan el evangelista dice que
“el Verbo era Dios” (Juan 1:1). El testimonio unánime de Jesús y de los escritores del
Nuevo Testamento es que Él era más que un simple hombre; Él era Dios.
No sólo sus amigos observaron que Él decía que era Dios, sino también sus
enemigos. Puede haber cierta duda hoy en día entre los escépticos que rehúsan
examinar las evidencias, pero no había duda de parte de las autoridades judías.
Cuando Jesís les preguntó por qué querían apedrearlo, ellos respondieron: “Por
buena obra no te apedreamos, sino por la blasfemia; porque tú, siendo hombre, te
haces Dios” (Juan 10:33).
Este hecho separa a Jesús de los otros líderes religiosos. En las principales
religiones del mundo, son las enseñanzas las que tienen toda la importancia, no el
maestro.
El confucionismo es un conjunto de enseñanzas; Confucio no es tan importante. Es
Islam se dice que es la revelación de Alá y Mahoma es su profeta, y el budismopone
énfasis en los principios de Buda, y no en éste. Esto es especialmente verdadero con
respecto al hinduismo, que no tiene un fundador histórico.
Sin embargo, en el centro del cristianismo está la persona de Jesucristo. Jesús no
solo dijo que le estaba enseñando la verdad a la humanidad; dijo que Él era la verdad
(Juan 14:6).
Lo que Jesús enseñó no es el aspecto importante del cristianismo, sino lo que Jesús
es. ¿Es el Hijo de Dios? ¿Es el único camino hacia Dios? Esto es lo que dijo que era.
Supongamos que esta misma noche el presidente de una nación apareciera todos los
canales de televisión y proclamara: “Yo soy el Dios Todopoderoso. Tengo el poder
para perdonar los pecados. Tengo poder para resucitar de entre los muertos”.
Sería retirado del aire rápida y silenciosamente, llevado a otro lugar, y remplazado
por el vicepresidente. Cualquiera que se atreviera a afirmar tal cosa sería un loco o un
mentiroso, a menos que sea Dios mismo.
Este es exactamente el caso de Jesús. El afirmó con claridad todas estas cosas y
más. Si Él es Dios, como lo dijo, debemos creer en Él; y si no lo es, no deberíamos
entonces tener que ver nada con Él. O Jesús es Señor de todos, o no lo es de nadie.
Sí, Jesús dijo que era Dios. ¿Por qué debería creer en Él alguna persona? Después
de todo, simplemente el decir que se es algo no verifica esa información. ¿Dónde están
las evidencias de que Jesús es Dios?
La Biblia da varias razones, incluso milagros y profecías cumplidas, destinadas a
convencernos de que Jesús es quien Él dijo que era (Juan 20:30, 31) La razón
principal, o la señal que Jesús mismo dijo que demostraría que Él era el Hijo de Dios,
fue su resurrección de entre los muertos.
Cuando los líderes religiosos le pidieron una señal, Jesús replicó: “Porque como
estuvo Jonás en el vientre del gran pez tres días y tres noches, así estará el Hijo del
Hombre en el corazón de la tierra tres días y tres noches” (Mateo 12:40).
En otro lugar dijo, cuando se le pidió una señal: “Destruid este templo, y en tres
días lo levantaré… Mas él hablaba del templo de su cuerpo” (Juan 2:19-21). Su poder
para resucitar de entre los muertos, es la señal que lo separa, no sólo de otros líderes
religiosos, sino también de cualquier otra persona que haya vivido jamás.
Cualquiera que desee refutar la defensa del cristianismo tiene que ver cómo puede
deshacerse de la historia de la resurrección. Por consiguiente, según la Biblia, Jesús
prueba que es el Hijo de Dios al volver de los muertos (Romanos 1:4). Las evidencias
de que Jesús se levantó de la tumba son abrumadoras, y este hecho el que prueba que
Jesús es Dios.
Un amigo me dijo que
Jesús nunca existió.
¿Cómo se responde a
algo así?

Todavía hay gente hoy en día que afirma que Jesús nunca existió; que fue solamente
un personaje mitológico.
Bertrand Russell lo dice así: “Podría decir que a uno no le preocupa la cuestión
histórica. Históricamente, es muy dudoso que Cristo haya existido jamás, y si existió,
no sabemos nada de Él, por eso no me preocupa la cuestión histórica, que es muy
difícil. Me preocupa Cristo tal corno aparece en los Evangelios” (Why I Am Not a
Christian, Por qué no soy cristiano, p. 11, nota 8).
Sin embargo, los que hacen tal acusación, además de que no son historiadores, son
sorprendentemente ignorantes de los hechos.
El Nuevo Testamento contiene 27 documentos separados que fueron escritos en el
siglo primero de nuestra era. Estos escritos contienen la historia de la vida de Jesús v
los principios de la Iglesia cristiana, desde cerca del 4 a.C. hasta la década del año
noventa d.C.
Los hechos son registrados por testigos oculares, quienes dieron testimonio personal
de lo que habían visto y oído. “Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo
que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras
manos tocante al Verbo de vida” (1 Juan 1:1).
Además, la existencia de Jesús es registrada por el historiador judío Flavio Josefo,
quien nació en el 37 d.C.; “Entonces existió Jesús, un hombre sabio, si se le puede
llamar hombre, pues él fue un hacedor de maravillas, maestro de aquellos hombres que
reciben la verdad con gozo. Él atrajo a si a muchos judíos y gentiles. Él fue (el) Cristo;
y cuando Pilato, a sugerencia de los principales de entre nosotros, lo había condenado
a la cruz, los que le amaron desde el principio no lo olvidaron, pues él se les apareció
vivo otra vez al tercer día, como los profetas divinos habían predicho éstas y otras diez
mil maravillas acerca de él; y la tribu de los cristianos, nombrados así por causa de él,
no está extinta al presente” (Antigüedades, XVIII, III).
Aunque este pasaje ha sido debatido, debido a la referencia a Jesús como el Cristo y
a su resurrección de entre los muertos, el hecho de su existencia no se ha puesto en
duda.
Cornelio Tácito (112 d.C.), historiador romano, al escribir sobre el gobierno de
Nerón, se refiere a Jesucristo y a la existencia de cristianos en Roma (Anales, XV, 44).
Tácito, en otra parte de sus Historias, se refiere al cristianismo al aludir al incendio del
templo de Jerusalén en el 70 d.C. Esto fue conservado por Sulpicio Severo (Crónicas
30:6).
Hay otras referencias a Jesús o sus seguidores, tales como la del historiador romano
Suetonio (120 d.C.), en Vida de Claudio, 25.4 y Vida de los Césares. 26.2, y Plinio el
Joven (112 d.C.) en sus Epístolas, X.96.
Estos testimonios, tanto cristianos como no cristianos, son más que suficientes para
desechar cualquier idea de que Jesús nunca existió. A la luz de las evidencias, es
absurdo tener tal opinión. Sabemos más acerca de la vida de Jesús que de cualquier
otro personaje del mundo antiguo. Su nacimiento, vida y muerte son revelados con
más detalles que los de otras personas de la antigüedad cuya existencia es considerada
real por los historiadores.
Al examinar las evidencias acerca de la vida de Cristo a partir de fuentes
contemporáneas ajenas al Nuevo Testamento, Roderick Dunkerley llegó a esta
conclusión: “En ninguno de estos diversos testimonios acerca de Cristo existe la
mínima indicación o idea de que él no fuera una persona histórica real. En realidad se
ha alegado— y creo que con mucha razón— que las teorías míticas, acerca de los
principios del cristianismo son hipótesis especulativas modernas, motivadas por
prejuicios y rechazos ilógicos. 'No debería nadie atreverse nunca a dudar de que Jesús
haya existido —dice Merezhovsky—, a menos que antes de la duda, la mente haya
sido oscurecida por el deseo de que Jesús no hubiera existido'” (Roben Dunkerley,
Beyond the Gospels, Más allá de los Evangelios, pp. 29, 30).
¿No dan los evangelios
informaciones
contradictorias en
cuanto a la hora en que
Cristo fue crucificado?

Una de las llamadas contradicciones que se nos mencionan tiene que ver con el
desacuerdo entre el evangelio de Marcos y el de Juan en cuanto a la hora de la
crucifixión de Jesús.
Marcos 15:25 declara “Era la hora tercera cuando le crucificaron”, mientras que
Juan 19:14 dice “Era la víspera de la pascua, y como la hora sexta. Entonces dijo a los
judíos ¡He aquí vuestro Rey!”
Esto en realidad presenta una dificultad, puesto que según Marcos, Jesús fue
crucificado a la hora tercera; o sea, las nueve de la mañana según la hora judía,
mientras que Juan presenta a Jesús delante de Pilato cerca de la hora sexta, o sea el
mediodía.
Muchos dicen que es imposible reconciliar esta discrepancia, mientras que otros
dicen que la diferencia entre los dos es el resultado de un error de los primeros
copistas. Ninguna de estas dos opiniones es probable ni aceptada.
Hay dos soluciones posibles que tienen mucho peso. Una solución se centra en la
palabra “como” de la declaración de Juan sobre la hora. Él revela que no era
exactamente la hora sexta, sino sólo como esa hora. También, el relato de Marcos no
nos hace creer que fueran exactamente como las nueve de la mañana cuando Jesús fue
puesto en la cruz. Esto se puede observar al entender el modo en que el Nuevo
Testamento calcula la hora.
La noche estaba dividida en cuatro vigilias, de tres horas cada una (vea Marcos
13:35), y el día hasta cierto punto estaba también dividido en periodos. Según esto,
podemos imaginar que la declaración de Marcos acerca de la “hora tercera”
simplemente significa que Jesús fue crucificado en algún momento de la tercera hora
(entre las nueve en punto y el mediodía), mientras que la declaración de Juan de que el
juicio terminó como al mediodía, significa antes de esa hora.
Así pues, si la crucifixión tuvo lugar entre las nueve y el mediodía, Marcos pudo
haberla puesto al principio del periodo (las nueve) y Juan al final del período
(mediodía) sin que hubiera discrepancia.
“Si la crucifixión tuvo lugar en el punto medio entre las nueve y las doce, era muy
natural que un observador la relacionara con la hora anterior, mientras que otro la
relacionara con la última hora. La altura del sol en el firmamento era la señal de la
hora del día: mientras que era fácil saber si era antes o después del mediodía, o si él
estaba más o menos a mitad de camino entre el cénit y el horizonte, las distinciones
más precisas del tiempo no eran reconocidas sin consultar los relojes solares, que no
siempre estaban disponibles” (The Expositor‟s Greek New Testament, El Nuevo
Testamento Griego del Expositor, comentario sobre Juan 19:14.)
Otra posibilidad es que Juan usara un método de calcular el tiempo diferente al de
Marcos. Sabemos con seguridad, por Plutarco, Plinio, Aulo Gelio y Macrobio, que los
romanos calculaban el día civil de medianoche a medianoche, así como lo hacemos
hoy en día.
Así que la “hora sexta” de Juan serían las seis de la mañana. Por tanto, las seis de la
mañana sería la hora del último juicio de Jesús, y de su sentencia, lo cual da bastante
tiempo para los sucesos que terminaron en la crucifixión, que en Marcos fue a las
nueve de la mañana, o después.
Hay buena evidencia de que Juan usó este método para calcular el tiempo. Esto no
es extraño en las Escrituras, pues los diferentes autores usan diferentes métodos para
medir el tiempo y determinar las fechas.
En el Antiguo Testamento, los escritores declaran a menudo sus fechas importantes
por el sistema de calendario del país en el cual se hallan. Por ejemplo, en Jeremías
25:1 y 46:2, la hora sigue el método de Palestina, y en Daniel 1:1 el de Babilonia, en el
mismo año.
Un ejemplo del Nuevo Testamento es Juan 20:19. La noche del día cuando Jesús
resucitó de entre los muertos es considerada parte del mismo día. Al parecer, Juan no
cuenta según la hora judía. Según el sistema judío de medir el tiempo, aquella noche
sería parte del lunes para los judíos; el primer día de la semana, pues el día judío
comenzaba al ponerse el sol.
Este factor posible, junto con el mencionado antes, muestra que la dificultad de
estos dos pasajes no es de imposible solución, ni presenta ninguna dificultad que no
tenga una explicación lógica.
¿Cómo sabemos que
Jesús resucitó de entre
los muertos?

¿Resucitó Jesús en realidad? ¿Es realmente importante que lo haya hecho?


Ronald Gregor Smith da una respuesta típica: “En cuanto toca a la historicidad…
hace falta explicar: Podemos decir con libertad que los huesos de Jesús están en
alguna parte de Palestina, la fe cristiana no se destruye al admitir esto. Al contrario
sólo ahora, cuando se ha dicho esto, estamos en posición de preguntar sobre el
significado de la resurrección como parte integral del mensaje en lo que concierne a
Jesús” (Secular Christianity, Cristianismo Secular, Londres, Collins, 1966, p. 103).
En contra de lo que expresa opinión, sí importa al cristianismo que sea verdad o no
que Cristo haya resucitado de entre los muertos, porque el cristianismo se sostiene o
derrumba por la resurrección de Jesucristo (1 Corintios 15:12-19). Si Jesús no resucitó
de entre los muertos, entonces la fe cristiana se derrumba.
Afortunadamente uno de los eventos más atestiguados del mundo antiguo es la
resurrección de Jesucristo de entre los muertos. Cuando se enfrentaba a los líderes
religiosos de su tiempo, se le pidió a Jesús una señal que demostrara que Él era el
Mesías prometido.
Él respondió: “La generación mala y adúltera demanda señal; pero señal no le será
dada, sino la señal del profeta Jonás. Porque como estuvo Jonás en el vientre del gran
pez tres días y tres noches, así estará el Hijo del Hombre en el corazón de la tierra tres
días y tres noches” (Mateo 12:39, 40).
La señal de la resurrección tenía el propósito de distinguir a Jesús de cualquier otra
persona que hubiera vivido jamás, y presentarlo como el Hijo de Dios (Romanos 1:4).
Los relatos de sus apariciones fueron escritos para nosotros por testigos oculares a
quienes se apareció Jesús vivo durante un período de cuarenta días después de su
crucifixión pública. Como lo afirma el relato de las Escrituras, a estos “después de
haber padecido, se presentó vivo con muchas pruebas indubitables, apareciéndoseles
durante cuarenta días y hablándoles acerca del reino de Dios (Hechos 1:3).
Al escribir cerca del 56 d.C., el apóstol Pablo menciona el hecho de que más de
quinientas personas habían visto a Cristo resucitado en una ocasión, y la mayoría de
ellas todavía estaban vivas cuando él escribió (1 Corintios 15:6). Esta declaración es
como un reto para los que no creyeran, pues Pablo dice que todavía había personas
vivas, a quienes podían entrevistar para saber si Cristo había resucitado en realidad.
Las evidencias históricas son más que suficientes para satisfacer la curiosidad del
investigador sincero. Esto se puede ver no sólo en la defensa positiva que se puede
hacer del caso de la resurrección, sino también en la falta de evidencias de cualquier
otra explicación. Las teorías que tratan de dar otra explicación de la resurrección
requieren más fe para creer en ellas que la resurrección misma.
Frank Morrison, quien fuera periodista agnóstico, trató de escribir un libro para
refutar la resurrección de Cristo. Después de mucha investigación, su opinión cambió
y se convirtió en un creyente en Jesucristo. Así describió Morrison lo que le pasó:
“Este estudio es en ciertos modos tan extraño y tan interesante que el escritor
considera deseable decir aquí brevemente cómo llegó el libro a la forma presente. En
cierto sentido, no podía haber tenido otra forma, pues es en esencia una confesión, la
historia íntima de un hombre que al principio se propuso escribir un tipo de libro y se
vio obligado por la misma fuerza de las circunstancias a escribir otro. No es que los
hechos hayan cambiado, pues están registrados de forma imperecedera en los
monumentos y las páginas de la historia humana. Sin embargo, la interpretación que se
iba a dar a los hechos sufrió un cambio” (Who Moved the Stone?, ¿Quién movió la
piedra?, Prefacio, Zondervan, 1971).
Morrison descubrió que Cristo fue puesto en la tumba en público el viernes, pero el
domingo por la mañana el cuerpo había desaparecido. Si Él no resucitó de los muertos,
entonces alguien se llevó el cuerpo. Hay tres grupos interesados que podrían haberse
llevado el cuerpo: los romanos, los judíos o los discípulos, los romanos no habrían
tenido razón para hurtar el cuerpo, pues querían mantener la paz en Palestina. La idea
era mantener las provincias tan calmadas como fuera posible, y el robo del cuerpo de
Cristo no habría logrado tal objetivo.
Los judíos no habrían tomado el cuerpo, porque la última cosa que ellos querían era
una proclamación de su resurrección. Ellos fueron los que pidieron la guardia, según
Mateo 27.
Los discípulos de Jesús no tenían razón para hurtar el cuerpo, y si lo hicieron,
murieron después por algo que sabían que no era cierto. Además, la religión que ellos
proclamaban hacía hincapié en decir la verdad, no mentiras. Sus hechos no habrían
estado de acuerdo con lo que sabían que era verdad y les mandaban a otros que
hicieran.
La otra explicación lógica es que Cristo haya resucitado, y los testigos oculares
aclaran que ese es el caso. Puede ser que los discípulos de Jesús no fueran avanzados
como el hombre moderno en lo científico, pero con seguridad sabían distinguir entre
un muerto y un vivo.
Como dijo Simón Pedro: “Porque no os hemos dado a conocer el poder y la venida
de nuestro Señor Jesucristo siguiendo fábulas artificiosas, sino como habiendo visto
con nuestros propios ojos su majestad” (2 Pedro 1:16).
¿Cómo pudo haber
permanecido Jesús en
la tumba tres días y
tres noches, si Él fue
crucificado el viernes y
resucitó el domingo?

Jesús profetizó en Mateo 12:40; “Como estuvo Jonás en el vientre del gran pez tres
días y tres noches, así estará el Hijo del Hombre en el corazón de la tierra tres días y
tres noches.”
Los relatos de su muerte y resurrección que presentan los evangelios de Mateo,
Marcos, Lucas y Juan indican que Jesús fue crucificado y enterrado el viernes, antes
de la puesta del sol, que es el principio del día siguiente para los judíos, y resucitó el
primer día de la semana, que es nuestro domingo, antes de la salida del sol.
Esto pone a Jesús en la tumba durante parte del viernes, todo el sábado y parte del
domingo. En otras palabras, dos noches completas un día completo y parte de dos días,
estuvo Él en la tumba. Como está claro que no son tres días completos de 24 horas,
¿tenemos conflicto con la profecía de Jesús en Mateo 12:40?
En Marcos 8:31 y Mateo 16:21, Jesús dijo: “Era necesario al Hijo del Hombre. . .
resucitar después de tres días”, y “le era necesario resucitar al tercer día”. Ambas
expresiones se pueden intercambiar. Esto se puede ver con el hecho de que la mayoría
de las referencias a la resurrección dicen que ocurrió en el tercer día.
Jesús también, además del pasaje de Mateo 12:40, habló de su resurrección en Juan
2:19-22, declarando que sería levantado en tres días (no al cuarto día).
Mateo 27:63 da peso a este uso idiomático. Después que los fariseo le hablan a
Pílalo de la predicción de Jesús. “Después de tres días resucitaré”, piden una guardia
para asegurar la tumba hasta el tercer día.
Si la frase “después de tres días” no fuera intercambiable con “tercer día”, los
fariseos habrían pedido una guardia para el cuarto día.
En el Antiguo Testamento también se puede ver que la expresión “un día y una
noche” era empleada por los judíos para indicar un día, aunque se refirieran sólo a una
parte del día.
En el Antiguo Testamento también se puede ver que la expresión “un día y una
noche” era empleada por los judíos para indicar un día, aunque se refirieran sólo a una
parte del día.
Por ejemplo, en 1 Samuel 30:12, 13 dice: “Porque no había comido pan ni bebido
agua en tres días y tres noches” y en el versículo siguiente “me dejó mi amo hoy hace
tres días”.
Con la misma claridad, Génesis 42:17 muestra este uso idiomático. José puso a sus
hermanos en prisión durante tres días; en el versículo 18, les habla y los deja libres;
todo en el tercer día Las frases “después de tres días” y “al tercer día” no son
contradictorias, entre sí ni con Mateo 12:40, sino idiomáticas, intercambiables, modo
común y claro de expresión entre los judíos.
¿Cómo explica usted
las contradicciones en
el relato de la
resurrección?

El Nuevo Testamento afirma que la verdad del cristianismo se sostiene o cae según
lo haga la resurrección de Jesús.
El apóstol Pablo afirmó: “Y si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra
predicación, vana es también vuestra fe. Y somos hallados falsos testigos de Dios;
porque hemos testificado de Dios que él resucito a Cristo... y si Cristo no resucitó,
vuestra fe es vana, aún estáis en vuestros pecados... Si en esta vida solamente
esperamos en Cristo, somos los más dignos de conmiseración de todos los hombres” (l
Corintios 15:14, 15, 17, 19).
Una objeción común al hecho de la resurrección es que las narraciones de los cuatro
evangelios contienen contradicciones irreconciliables. Si los cuatro relatos se pusieran
en columnas paralelas, saltarían a la vista varias diferencias aparentes. Sin embargo,
estas diferencias aparentes confirman al fin la veracidad de estos relatos, antes que
refutarla.
Si los cuatro evangelios dieran con exactitud la misma historia, en el mismo orden,
con los mismos detalles, eso despertaría nuestras sospechas. También podríamos
preguntarnos por qué los cuatro escritores no se limitaron a firmar con su nombre
como coautores de un solo relato. Es obvio que ese no es el caso. Ninguno de los
cuatro evangelios da todos los detalles de lo ocurrido.
Mateo es el único escritor que registra la primera aparición a las mujeres, mientras
que sólo en Lucas encontramos el relato de los dos discípulos camino de Emaús. La
aparición a María Magdalena se omite en Mateo y Lucas. Sólo Juan registra la
aparición de nuestro Señor en el aposento alto cuando Tomás estaba ausente, y la
aparición en el mar de Galilea.
Está muy claro que todos los evangelios se refieran a Jesús de modo diferente. Esto
es lo que deberíamos esperar. No hay cuatro testigos (ni reporteros de noticias), que
sean testigos de una serie de acontecimientos, y los describan exactamente del mismo
modo, detalle por detalle. Si así fuera, habría un obvio complot.
Si las diferencias tuvieran que ver con los puntos principales de la historia, entonces
se justificaría la duda, pero cuando hay acuerdo sobre los puntos salientes en cada
testigo, las diferencias insignificantes añaden validez a la historia en vez de quitársela.
Debe observarse también, que ninguno de los detalles contradice de plano a ningún
otro, sino que de modo plausible se correlacionan para dar un cuadro mayor. Las
variaciones en detalle que los diferentes escritores decidieron incluir en las narraciones
consisten en cosas incidentales que de ninguna manera ponen en peligro la trama
principal de la historia.
Una de las aparentes contradicciones que molestan a las personas se refiere a la hora
en que las mujeres fueron a la tumba, presentada de modo diferente por Juan y
Marcos. El relato de Marcos dice que las mujeres fueron a la tumba a la salida del sol,
mientras que Juan declara que María Magdalena llegó a la tumba cuando todavía
estaba oscuro.
Esta dificultad se resuelve cuando se tiene en cuenta que las mujeres tenían que
caminar una buena distancia para llegar a la tumba, pues se quedaban en Jerusalén o
en Betania. Estaba oscuro cuando salieron del lugar en que estaban, pero cuando
llegaron a la tumba el sol comenzaba ya a brillar. Por eso, Marcos habla de la llegada,
mientras que Juan se refiere a la partida de ellas.
El tema que ha generado más discusiones se refiere a los ángeles que estaban en la
tumba de Jesús. Mateo y Marcos relatan que un ángel les habló a las mujeres, mientras
que Lucas y Juan dicen que había dos ángeles en la tumba
Esto parece una discrepancia, pues Mateo y Marcos hablan de un ángel, mientras
Lucas y Juan mencionan dos. Sin embargo, Mateo y Marcos no dicen que había sólo
un ángel en la tumba, sino que un ángel habló a las mujeres.
Esto no contradice a Lucas y a Juan, pues Mateo y Marcos especifican que un ángel
habló, pero no dicen que hubiera sólo un ángel presente o que sólo un ángel hablara.
Es muy posible que uno de los ángeles fuera el portavoz de los dos, y entonces se le
dio énfasis a él. No hay que suponer una contradicción.
Aunque informen algunos de los detalles de modo diferente, los evangelios
concuerdan en los puntos principales. Los relatos están en armonía en cuanto al hecho
de que Jesús murió y fue enterrado; que los discípulos no estaban preparados para su
muerte, sino que estaban confundidos por completo; que la tumba estaba vacía el día
de Pascua por la mañana; que la tumba vacía no convenció a los discípulos de que
Jesús había resucitado; que María pensó que el cuerpo había sido robado.
Los escritores de los evangelios también están de acuerdo en que los discípulos
tuvieron ciertas experiencias que ellos creyeron que eran apariciones del Cristo
resucitado. Es un hecho histórico que el judaísmo normativo del siglo primero no tenía
la idea de un Mesías que muriera y resucitara.
Los discípulos proclamaron la historia de la resurrección en Jerusalén, en el lugar
donde Jesús había sido crucificado y sepultado. Si se consideran juntos todos estos
hechos, constituyen un argumento poderoso a favor de la validez de la historia de la
resurrección.
El venerable erudito Wilbur Smith decía lo siguiente acerca de las diferencias entre
los relatos de la resurrección y las partes en que los evangelios están de acuerdo:
“En estas verdades fundamentales, no hay contradicciones en absoluto. Las
llamadas variaciones de las narraciones son sólo los detalles que tenían impresos con
más claridad en la mente los testigos de la resurrección de nuestro Señor, o los
escritores de estos cuatro evangelios.
El examen más crítico y detallado de estas narraciones a través de los tiempos
nunca ha destruido su poderoso testimonio de la verdad de que Cristo sí resucitó de los
muertos al tercer día, y fue visto por muchos, y nunca podrá hacerlo” (The
Supernaturalness of Christ, [La supernaturalidad de Cristo], W. A. Wilde Company,
1954, p. 205).
¿Cree usted que Jesús
nació de una virgen?

El milagro del nacimiento virginal de Jesucristo ha dejado perplejas a muchas


personas, y en realidad les ha impedido aceptar la verdad del cristianismo. Sin
embargo, la Biblia declara que Dios decidió que su Hijo tendría una entrada milagrosa
a la humanidad.
Setecientos años antes del nacimiento de Cristo. Isaías dijo. “Por tanto, el Señor
mismo os dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará
su nombre Emanuel” (Isaías 7:14).
El Nuevo Testamento registra el cumplimiento de la profecía de Isaías: “Al sexto
mes el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a
una virgen desposada con un varón que se llamaba José, de la casa de David: y el
nombre de la virgen era María. . . Entonces el ángel le dijo María, no temas, porque
has hallado gracia delante de Dios Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un
hijo, y llamarás su nombre JESUS. . . Entonces María dijo al ángel: ¿Cómo será esto?
pues no conozco varón. Respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre
ti. y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser
que nacerá, será llamado Hijo de Dios . . Porque nada hay imposible para Dios”
(Lucas 1:26, 27, 30, 31. 34, 35, 37).
El nacimiento virginal está en la Biblia como un hecho histórico. Los escritores que
registraron la historia fueron Mateo —testigo ocular de los sucesos de la vida de
Jesús— y Lucas, el médico, que presenta muchas cosas de la vida de Cristo desde el
punto de vista de María, madre del Salvador.
Los pasajes de Mateo y Lucas son auténticos, y no hay ninguna evidencia de que
hayan sido añadidos después al texto. La doctrina del nacimiento virginal ha sido
creída por la Iglesia desde el principio.
Ignacio, quien vivió al principio del siglo segundo, escribió a los efesios y dijo:
“Pues nuestro Dios, Jesucristo, fue concebido en el vientre de María, según una
dispensación, del linaje de David, pero también del Espíritu Santo.”
Hay varias razones por las cuales se necesitaba el nacimiento virginal. La Biblia
enseña que el Verbo que se hizo carne estaba con Dios desde el mismo principio (Juan
1:1). Se da testimonio en el Nuevo Testamento muchas veces del hecho de la
preexistencia de Cristo (Juan 8:58; Filipenses 2:5-11; Colosenses 1:15, 16).
Cuando Jesús vino a este mundo, Él no era alguien recién creado como nosotros,
sino el eterno Hijo de Dios. Para nacer en este mundo de la virgen María requería la
intervención divina, y esto es exactamente lo que dicen los Evangelios.
Otra razón para el nacimiento virginal de Jesús era su naturaleza sin pecado. Una
enseñanza fundamental del Nuevo Testamento es que desde el día de su nacimiento
hasta el de su muerte, Jesús estuvo sin pecado. Para ser un sacrificio perfecto, Él
mismo debía ser perfecto; sin pecado. Como nuestra raza está contaminada por el
pecado, se necesitaba una entrada milagrosa al mundo; de allí el nacimiento virginal.
Además, si Jesús hubiera sido engendrado por José, no habría podido reclamar los
derechos legales al trono de David. Según la profecía de Jeremías 22:28-30, no podría
haber rey en Israel que fuera descendiente del rey Jeconías, y Mateo 1:12 dice que
José era del linaje de Jeconías. Si Jesús hubiera sido engendrado por José, no tendría
derecho a heredar el trono de David, por tener relación con el linaje maldito.
El nacimiento virginal de Cristo no es sólo un hecho histórico, sino que también fue
un factor histórico necesario, si se tienen en cuenta todos los datos.
¿Hay objeciones
legítimas al nacimiento
virginal que lo hacen
increíble para nosotros
hoy en día?

Posiblemente Dios podría haber escogido otras formas para enviar a su Hijo al
mundo, pero el hecho es que el medio que Él escogió fue el nacimiento virginal.
Los evangelios dicen que María y José no tuvieron relaciones sexuales hasta
después del nacimiento de Cristo, y “no la conoció hasta que dio a luz a su hijo
primogénito; y le puso por nombre JESUS” (Mateo 1:25).
El Nuevo Testamento también relata que se sabía que José no había engendrado a
Jesús y que la mayoría de las personas suponían que María había tenido relaciones
ilícitas con alguien
Aunque el nacimiento virginal se da como hecho histórico y ciertas cosas hicieron
que el nacimiento virginal fuera esencial, muchos todavía objetan a voz en cuello que
haya sido así.
El problema principal que la gente tiene con el nacimiento virginal, es que es un
milagro. Las Escrituras no tratan este suceso como un suceso ordinario, sino como un
acto sobrenatural de Dios. El milagro del nacimiento virginal no debería presentar
ningún problema especial si uno concede la posibilidad de que haya milagros.
Podríamos preguntar: ¿Por qué es el nacimiento virginal un milagro mayor que la
alimentación de los cinco mil, por ejemplo, o que cuando Jesús anduvo sobre el agua?
Si existe un Dios todopoderoso, quien dispuso la existencia de toda la creación, un
nacimiento virginal no estaría más allá de su capacidad.
Una objeción común al nacimiento virginal es que se trata de una imposibilidad
biológica, aceptada por la gente que ignora estas cosas. C. S. Lewis hizo algunas
observaciones pertinentes a este respecto:
Así que se oye a la gente decir: „Los primeros cristianos creían que Cristo era hijo
de una virgen, pero ahora sabemos que esto es imposibilidad científica‟. Tales
personas parecen tener la idea de que la fe en los milagros surgió en un período en el
cual los hombres eran tan ignorantes del curso de la naturaleza que no percibían un
milagro como contrario a tal curso. Si pensamos un momento, vemos que eso es una
necedad, y la historia del nacimiento virginal es un ejemplo sobresaliente. Cuando
José descubrió que su prometida iba a tener un hijo, decidió repudiarla, como era
natural. ¿Por qué? Porque él sabía, lo mismo que cualquier ginecólogo moderno, que
en el curso ordinario de la naturaleza las mujeres no tienen hijos a menos que las haya
fecundado un hombre. Sin duda el ginecólogo moderno sabe acerca del nacimiento y
la concepción varias cosas que José no sabía, pero esas cosas no tenían que ver con el
punto principal: que el nacimiento virginal es contrario al curso natural. Y José, como
es obvio, sabía eso” (Miracles, Milagros, New York, Macmillan Pub. Co., Inc. p. 48).
Algunos han tratado de hallar el origen del relato del nacimiento virginal
remontándose en su búsqueda a la mitología griega o babilónica. Su argumento es que
los escritores de los evangelios sacaron esta historia de la mitología de su tiempo. Esta
opinión no se acomoda a los hechos, pues no existe ningún héroe de la mitología
pagana al que se le adjudique un nacimiento virginal, y aún más, la mente judía no
habría podido aceptar la formación de esa historia a partir de la mitología.
De muchas deidades entre los griegos, babilonios y egipcios se dice que nacieron de
modo extraño, pero en su mayoría estos seres nunca existieron en la realidad. Los
relatos están llenos de elementos mitológicos obvios que están completamente
ausentes de las narraciones de los evangelios. Son informes de un dios o diosa que
nace de las relaciones sexuales entre cierto ser celestial y una mujer terrenal, o de
relaciones adúlteras entre dioses y diosas.
El doctor Thomas Thorburn comenta al respecto: “Todas estas historias diversas de
concepciones y nacimientos sobrenaturales, que encontramos en el saber popular y en
la historia de la mitología, tienen este punto en común: Sirven para indicar no tanto la
semejanza como el contraste completo y la desemejanza que existen entre la historia
cristiana del nacimiento de Jesús y los cuentos que son comunes en varios círculos
paganos” (Thomas James Thorburn, Un examen crítico de las evidencias de la
doctrina del nacimiento virginal, Londres, 1908, p. 158).
Así pues, cuando consideramos de cerca las objeciones al nacimiento virginal,
quedamos más convencidos de que sí ocurrió en realidad tal como lo afirma el relato
histórico de los Evangelios.
¿No son contradictorias
las genealogías de Jesús
dadas en Mateo y Lucas?

Una cuestión que ha dejado perplejos por mucho tiempo a los lectores del Nuevo
Testamento es la referente a las diferentes genealogías de Jesucristo registradas en
Mateo 11 y Lucas 3.
A primera vista, se crea la impresión de que ambos relatos siguen el linaje de Jesús
por José, su padre terrenal, en cuyo caso encontraríamos una contradicción obvia,
porque Mateo 1:16 dice que se llamaba Jacob el padre de José, mientras que Lucas 3
23 dice que Elí era el padre de José.
Una solución a esta dificultad es entender que Mateo nos da el linaje de José en
realidad, pero Lucas traza la genealogía. La razón para que no se mencione a María en
Lucas 3 es que ella ya ha sido mencionada como la madre de Jesús en varias
ocasiones.
La práctica común de las genealogías es dar el nombre del padre, el abuelo, etc. de
la persona en cuestión Lucas sigue ese método, y no menciona el nombre de María,
sino el del padre legal Sin embargo, se apresura a añadir que José no era en realidad el
padre de Jesús, puesto que Jesús había nacido de una virgen (Lucas 1:34, 35).
La traducción literal de Lucas 3:23 seria “Jesús, cuando comenzó, era como de
treinta años, hijo, según se creía, de José, hijo de Elí…” Esto no significa que Jesús
era hijo de Elí, sino que Jesús era un descendiente, por línea materna, de Elí. La
palabra hijo tiene este significado más amplio.
Así que Lucas busca las raíces de Jesús a través de su madre, María, que era
descendiente de Elí, etc. El nombre de José se menciona según la práctica corriente
pero se le presenta muy claro como el supuesto padre de Jesús, y a Dios como el padre
real.
El propósito de las dos genealogías es demostrar que Jesús, en sentido estricto, era
descendiente de David. A través de su padre legal, José, Él heredó —por ley— el
linaje real, mientras que por madre era descendiente directo del rey David. Así que
Jesús tenía pleno derecho al trono de David.
¿Por qué es Jesús el
único camino para
llegar a Dios?

La gente pregunta constantemente “¿Qué hay de especial en Jesús? ¿Por qué es Él


el único modo de que alguien pueda conocer a Dios?”
Junto con la cuestión de los paganos, no hay pregunta que se haga con tanta
frecuencia como ésta. Se nos acusa de ser de mente estrecha porque afirmamos que no
hay otro camino para llegar a Dios
El primer punto que presentamos es que nosotros no inventamos que Jesús fuera el
único camino. No es afirmación nuestra, sino de Él. Nosotros solamente repetimos su
afirmación, y la de los escritores Nuevo Testamento.
Jesús dijo: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene Padre, sino por
mí” (Juan 14:6) y, “porque si no creéis que yo soy, en vuestros pecados moriréis”
(Juan 8:24). El apóstol Pedro se hizo eco de estas palabras: “Y en ningún otro hay
salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que
podamos ser salvos” (Hechos 4:12).
Pablo estaba de acuerdo: “Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y
los hombres, Jesucristo hombre” (1 Tim 2:5). Es, pues, el testimonio unánime del
Nuevo Testamento, que nadie puede conocer a Dios sino a través de la persona de
Jesucristo.
Para entender el porqué de esto, debemos volver al principio. Un Dios personal
infinito creó los cielos y la tierra (Génesis 1:1) y al hombre a imagen suya (Génesis
1:26). Al acabar de crear, todo era bueno (Génesis 1:31).
El hombre y la mujer fueron puestos en un ambiente perfecto, con todas sus
necesidades satisfechas. Sólo se les hizo una prohibición; no debían comer del fruto
del árbol de la ciencia del bien y del mal, bajo pena de muerte (Génesis 2:17).
Desafortunadamente, ellos sí comieron del árbol (Génesis 3), y el resultado fue una
caída con cuatro aspectos. Se interrumpió la relación entre Dios y el hombre, como se
nota en el intento de Adán y Eva por esconderse de Dios (Génesis 3:8).
La relación entre el hombre y sus congéneres fue cortada, y tanto Adán como Eva
discutieron y trataron de echarle la culpa a otro (Génesis 3:12, 13).
También se rompió el vínculo entre el hombre y la naturaleza, la tierra produjo
espinos y cardos y el mundo animal dejó de ser benévolo (Génesis 3:17, 18). El
hombre también se aisló de sí mismo, con un sentimiento de vacío y de falta de
autorrealización, algo que no había experimentado antes de la caída.
Sin embargo, Dios prometió que enderezaría todas estas cosas y dio su palabra de
que enviaría a un Salvador, o Mesías, que libraría a toda ,1a creación de la esclavitud
del pecado (Génesis 3:15) El Antiguo Testamento siguió repitiendo este tema de que
algún día esa persona vendría al mundo y libertaría a la humanidad.
La Palabra de Dios se cumplió en realidad. Dios se hizo hombre en la persona de
Jesucristo (Juan 1:14, 29). Finalmente, Jesús murió en nuestro lugar para que
pudiéramos gozar otra vez de una buena relación con Dios. La Biblia dice: “Dios
estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo” y “Al que no conoció pecado, por
nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él” (2
Corintios 5:19, 21).
Jesús ha preparado el camino. Dios lo ha hecho todo, y nuestra responsabilidad es
aceptar ese hecho. No podemos hacer nada para añadir algo a la obra de Jesús; ya Él lo
hizo todo por nosotros.
Si la humanidad hubiera podido llegar a Dios de otro modo, entonces Jesús no
habría tenido que morir. Su muerte ilustra el hecho que no hay otro camino. Por tanto,
ninguna otra religión ni líder religioso puede llevar a alguien al conocimiento del
único y verdadero Dios.
Ahora bien, la muerte de Jesús no es el fin de la historia. Permítanos ilustrar por qué
preferimos a Jesús por encima de otros líderes religiosos. Supongamos que un grupo
de nosotros camina por un bosque muy denso. Al penetrar en el bosque, nos perdemos.
Al darnos cuenta de que, si tomamos la senda equivocada, podemos perder la vida,
nos asustamos. Pero pronto notamos que a la distancia, donde se divide el camino, hay
dos formas humanas.
Mientras corremos hacia esos hombres, observamos que uno tiene puesto un
uniforme de guardabosques, y está allí muy sano y vivo, mientras que la otra persona
yace boca abajo, muerta. Ahora pues, ¿a cuál de estas personas le vamos a preguntar
por la salida del bosque? Es obvio que a la que está viva.
Cuando de asuntos eternos se trata, vamos a preguntarle por la salida del problema
al que está vivo, y no es a Mahoma, ni a Confucio, sino a Jesucristo. Jesús es el único.
Él volvió de entre los muertos. Eso demuestra que Él es quien dijo que era (Romanos
l:4): El Hijo unigénito de Dios y el único medio por el cual una persona puede tener
una relación personal con el Dios verdadero y viviente.
¿Cómo se sabe que
Dios existe?

¿Es verdad que hay un Dios? ¿Cómo puede alguien estar seguro de que tal ser
existe?
Creemos que la existencia de Dios, y las preguntas relacionadas con ella, se pueden
responder con inteligencia. La razón por la cual sabemos que Dios existe es porque Él
nos lo ha dicho, y se ha revelado a sí mismo a nosotros.
No sería de ninguna ayuda para nosotros en nuestro predicamento humano que Dios
estuviera silencioso, pero para nuestro bien, tal no es el caso. Dios no sólo existe, sino
que también nos ha comunicado ese hecho a nosotros. Él nos lo ha dicho todo acerca
de quién es Él, cómo es Él y el plan que tiene para el planeta Tierra.
Él ha revelado estas cosas a la humanidad a través de la Biblia. Esta ha demostrado
ser más que un simple libro; es la Palabra misma de Dios. Las evidencias son más que
convincentes para cualquiera que considere sinceramente sus afirmaciones.
Debido a las características que la Biblia dice tener, muchos han tratado de
destruirla, como lo dice en esta declaración Martín Lutero:
“Muchos potentados han luchado contra este libro, y han tratado de destruirlo y
desarraigarlo —Alejandro el Grande y los príncipes de Egipto y Babilonia, los
monarcas de Persia, de Grecia y de Roma, los emperadores Julio y Augusto— pero no
prevalecieron. Ellos ya desaparecieron, mientras que el libro permanece, y así quedará
para siempre jamás, perfecto y entero, como se declaró al principio. ¿Quién lo ha
ayudado? ¿Quién lo ha protegido contra tales poderosas fuerzas? Nadie, seguro, sino
Dios mismo, quien es el amo de tpdas las cosas” (Citado por Fritz Ridenour, Who
Says, ¿Quién dice?, G. L. Publications, Regal Books, 1967).
Aun el escéptico francés Rousseau no vio natía diferente en las Escrituras: “Debo
confesarles que la majestad de las Escrituras me asombra; la santidad de los
evangelistas me habla al corazón y tiene tales caracteres de verdad, y es, aun más, de
una perfección tan inimitable, que si hubiera sido invención de hombres, los
inventores serían mayores que los más grandes héroes” (Enciclopedia de citas
religiosas, Frank Mead, p. 32).
La Biblia por tanto, nos da suficiente razón para creer que es la Palabra del Dios
viviente, que en realidad existe y quien se ha revelado al mundo.
Otra razón por la que sabemos que Dios existe es porque se ha manifestado en carne
humana. Jesucristo fue el Dios Todopodero que se hizo hombre. La Biblia dice: “El
Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros” (Juan 1:14), y es clara acerca del hecho
de que Jesús, vino a la tierra a revelar quién es Dios y todo lo que Él es (Juan 1:18).
Si alguien quiere saber quién es Dios y su semejanza, sólo tiene que mirar a
Jesucristo. Como lo dijo Lord Byron “Si alguna vez un hombre fue Dios o Dios fue
hombre, Jesucristo fue ambos” (Enciclopedia de citas religiosas, Frank Mead, p. 81).
En vez del hombre extenderse para encontrar a Dios, Dios se inclinó para alcanzar
al hombre, como explica Casserley: “El Evangelio provee ese conocimiento de la
verdad última que los hombres han buscado en vano a través de la filosofía,
inevitablemente en vano porque es esencial a la naturaleza misma de Dios que Él no
puede ser descubierto por la investigación y exploración de la mente humana, que sólo
puede ser conocido si Él primero toma la iniciativa y se revela a sí mismo” (J. V.
Langmead Casserley, The Christian in Philosophy, El cristiano en la filosofía, Nueva
York, Charles Scribner‟s Sons, 1951, p. 21).
Jesús, al volver de la muerte, probó que era Dios, y fue este hecho el que demostró
su verdad al mundo incrédulo. Como dice Machen: “La gran arma con que los
discípulos salieron a conquistar el mundo no fue una mera comprensión de principios
eternos; fue un mensaje histórico; fue el mensaje: „Él ha resucitado‟” (J. G. Machen,
Christianity and Liberalism, Cristianismo y liberalismo, pp. 28, 29).
Así que tenemos la Biblia, y la persona de Jesucristo, como dos poderosos
argumentos a favor de la existencia de Dios. Ninguna otra religión ni filosofía ofrece
nada parecido para demostrar que existe un Dios.
¿De dónde vino Dios?
¿Qué estaba haciendo
Él antes que creara el
universo?

Estas preguntas suponen que todo, incluso Dios, está sujeto a las limitaciones del
tiempo y espacio, como lo está el hombre; que no hay nada fuera del tiempo y el
espacio, una suposición que la comunidad científica ha puesto en duda y ha descartado
desde la teoría de la relatividad de Albert Einstein.
Einstein demostró que el tiempo en realidad se puede alterar, desacelerar, acelerar,
cuando los objetos comienzan a viajar a velocidades muy altas. Esto sugeriría que el
concepto común de que todas las cosas se originan y funcionan dentro del contexto de
un tiempo y espacio fijos, que nada existe fuera del tiempo y el espacio, no es correcto
por necesidad.
Aunque no se puede entender completamente, los hechos facilitan la aceptación de
la enseñanza bíblica de que Dios existe fuera del tiempo y el espacio como los
conocemos (Salmo 90:4; Colosenses 1:17; 2 Pedro 8:8). La aceptación de que Dios
existe fuera del tiempo y el espacio, tal como los conocemos, deja sin sentido
cualquier pregunta sobre su origen y sobre lo que Él estaba haciendo antes que creara
lo que conocemos como el universo.
Estas preguntas podrían ser legítimas si Dios estuviera sujeto al tiempo y al espacio,
pero no lo está. La Biblia enseña que Dios no está sujeto al tiempo y al espacio, y que
Él no ha querido revelarnos (según nuestra perspectiva) todo lo que ocurrió antes que
creara el universo.
¿No es el Dios del
Antiguo Testamento un
Dios de odio, mientras
que el Dios del Nuevo
Testamento es un Dios
de amor?

Otras de las acusaciones frecuentes contra la Biblia es que contiene dos conceptos
diferentes de Dios. Se dice que el Antiguo Testamento presenta solamente a un Dios
de ira, mientras que el Nuevo Testamento bosqueja solamente a un Dios de amor.
El Antiguo Testamento contiene historias como la de Dios ordenando la destrucción
de Sodoma, la aniquilación de los cananeos y muchas otras relacionadas con el juicio
y la ira de Dios. Los acusadores afirman que esto presenta una deidad guerrera primita
en contradicción con las enseñanzas avanzadas de Jesús sobre amar al prójimo y
volver la otra mejilla, que aparecen en el Sermón del Monte.
Estas ideas acerca de Dios parecen estar en conflicto directo, pero una reflexión de
un momento demostrará lo contrario. Jesús mismo declaró que el Antiguo Testamento
se puede resumir en los mandamientos de amar a Dios y al prójimo (Mateo 22:37). Él
también observó que Dios en el Antiguo Testamento había deseado de continuo amor
y misericordia, antes que sacrificio (Mateo 9:13, 12).
Esta actitud se puede notar en declaraciones como: “¿Quiero yo la muerte del
impío?. . . ¿No vivirá, si se apartare de sus caminos? (Ezequiel 18:23).
Dios no habría destruido ciertas naciones si no fuera un Dios justo; la maldad de
ellas no podía pasar inadvertida ni parecer aceptada.
El sí tenía la intención y el deseo de castigarlas como parte de su plan, en
consonancia con su naturaleza santa y su celo por su pueblo peregrino. Lo que Él
desea en consonancia con su carácter puro, lo hace en justicia; en el caso de esas
naciones, cuando ellas no se arrepintieron para ponerse en armonía con su naturaleza
(Jeremías 18).
En el caso de los amorreos, Dios les dio centenares de años para arrepentirse, pero
ellos no lo hicieron (Génesis 15:16). Noé predicó ciento veinte años a la generación de
él antes del gran diluvio (Génesis 6:3). El cuadro apropiado del Antiguo Testamento
es el de un Dios muy paciente, que le da a la gente incontables oportunidades para
arrepentirse y ponerse en armonía con Él, y sólo cuando ellos siguen rechazándolo, la
juzga y castiga por su maldad.
En contradicción con la creencia popular, las declaraciones de juicio y de ira más
fuertes de la Biblia fueron hechas por el propio Señor Jesús. En Mateo 23, por
ejemplo, Él atacó a los líderes religiosos de su tiempo, los llamó hipócritas y falsos
maestros y les informó que su destino era la separación eterna de la presencia de Dios.
En Mateo 10:34, Jesús dice que el propósito de su misión no es unir, sino dividir;
“No penséis que he venido para traer paz a la tierra; no he venido para traer paz, sino
espada” Sigue diciendo que su palabra pondrá al padre contra su hijo, a la madre
contra la suegra (Mateo 10:35).
Encontramos tanto juicio como amor esparcidos y distribuidos a través del Nuevo
Testamento, y tanto amor y misericordia como juicio, a través del Antiguo
Testamento. Dios no se contradice; es inmutable, pero las situaciones diferentes
exigen énfasis diferentes. Por tanto, cuando se leen los dos Testamentos según su
propósito, ellos revelan al mismo Dios santo, quien es rico en misericordia, pero
que no deja pasar el pecado sin castigo.
¿Qué es la Trinidad?
¿Adoran los cristianos
tres dioses?

Una de las ideas más malentendidas de la Biblia tiene que ver con la enseñanza
acerca de la Trinidad. Aunque los cristianos dicen que creen en un Dios, siempre se les
acusa de politeísmo (la adoración de tres dioses por lo menos).
Las Escrituras no enseñan que haya tres dioses; ni que Dios se ponga tres máscaras
diferentes al representar el drama de la historia. Lo que la Biblia sí enseña se declara
en la doctrina de la Trinidad: Hay un Dios, que se ha revelado en tres personas, el
Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, y estas tres personas son el Dios único.
Aunque es difícil comprender esto, sin embargo es lo que la Biblia nos dice, y es lo
más cerca que la mente finita puede llegar a la explicación del misterio infinito del
Dios infinito, cuando se consideran las declaraciones bíblicas acerca del ser de Dios.
La Biblia enseña que hay un Dios y sólo uno: “Oye, Israel: Jehová nuestro Dios,
Jehová uno es” (Deuteronomio 6:4). “Hay un solo Dios” (1 Timoteo 2:5). “Así dice
Jehová Rey de Israel, y su Redentor, Jehová de los ejércitos: Yo soy el primero, y yo
soy el postrero, y fuera de mí no hay Dios” (Isaías 44:6).
Sin embargo, aunque Dios es uno en su ser o naturaleza esencial, también es tres
personas: “Hagamos al hombre a nuestra imagen” (Génesis 1:26). “Y dijo Jehová
Dios: He aquí el hombre es como uno de nosotros” (Génesis 3:22).
Aquí se alude a la naturaleza plural de Dios, pues no podría Él estar hablando a los
ángeles en estos casos, ya que los ángeles no podían ayudar a Dios a crear. La Biblia
enseña que Jesucristo, fue quien creó todas las cosas, no los ángeles (Juan 1:3;
Colosenses 1:15; Hebreos 1:2).
Además de hablar de Dios como uno, y de aludir a la pluralidad de Dios, las
Escrituras son muy específicas al nombrar a Dios en tres personas. Hay una persona a
quien la Biblia llama el Padre, y el Padre es llamado Dios Padre (Gálatas 1:1).
La Biblia habla de una persona llamada Jesús, o el Hijo, o el Verbo, también
llamado Dios. “El Verbo era Dios...” (Juan 1:1). Jesús “también decía que Dios era su
propio Padre, haciéndose igual a Dios” (Juan 5:18).
Hay una tercera persona mencionada en las Escrituras, llamada Espíritu Santo, y
esta persona —diferente del Padre y del Hijo— es llamada Dios también (“Ananías,
¿por qué llenó Satanás tu corazón para que mintieses al Espíritu Santo. . .? No has
mentido a los hombres, sino a Dios” (Hechos 5:3, 4).
La realidad de la enseñanza bíblica es esta: Hay un Dios. Este Dios único tiene una
naturaleza plural. Este Dios único es llamado Padre, Hijo y Espíritu Santo, todos
personalidades distintas, todos señalados como Dios. Sacamos entonces en conclusión
que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son un Dios; o sea, la doctrina de la Trinidad.
El doctor John Warwick Montgomery nos da la siguiente analogía para ayudarnos a
entender mejor esta doctrina:
“La doctrina de la Trinidad no es „irracional‟, lo que es irracional es suprimir las
evidencias de la Trinidad en favor de la unidad, o las evidencias de la unidad en favor
de la Trinidad. Nuestros datos deben tomar precedencia sobre nuestros modelos; o
mejor, nuestros modelos deben reflejar todos los datos. Una cercana analogía al
procedimiento teológico está en la obra del físico teórico: Las entidades subatómicas,
al examinarlas, se encuentra que poseen propiedades de onda (W), propiedades de
partícula (P) y propiedades cuánticas (h). Aunque estas características son en muchos
aspectos incompatibles (las partículas no difractan, mientras las ondas sí, etc.), los
físicos explican o „modelan‟ un electrón como WPh. Tienen que hacer esto para dar un
peso apropiado a todos los datos pertinentes. Asimismo los teólogos hablan de Dios
como „tres en uno‟. Ni el científico ni el teólogo esperan que uno se forme una „idea‟
por medio de su modelo; el propósito del modelo es ayudar a tener en cuenta todos los
factores, en vez de pervertir la realidad al superimponer una „congruencia‟ aparente
sobre ella. La selección está clara; o la Trinidad o un 'Dios' que es sólo una pálida
imitación del Señor del cristianismo bíblico y confesional” (Cómo sabemos que hay
un Dios, pp. 14, 15).
¿Por qué son diferentes
los milagros bíblicos a
los que hay en otros
relatos milagrosos?

Algunas personas creen que los milagros relatados en la Biblia traicionan el hecho
de que las Escrituras se deban tomar en serio y los comparan con la mitología griega y
otros cuentos de cosas extrañas y sobrenaturales. En vez de investigar su fundamento,
los clasifican inmediato junto a las leyendas y consejas populares.
Hay que admitir que hay muchas historias de la época de nuestro Señor entre los
griegos y los romanos, que son tan fantásticas y ridículas que no merecen una
consideración seria. Esto está en completo contraste con los milagros bíblicos, que
nunca ofrecen un despliegue de lo sobrenatural carente de sentido.
El decir que, como algunos sucesos sobrenaturales son ridículos y falsos, cualquier
suceso sobrenatural que ocurra es falso, denota una lógica deficiente. Es 'culpabilidad'
por asociación, o el caso del que bota todas las manzanas porque hay una podrida. De
las palabras usadas en el Nuevo Testamento para hablar de los milagros las palabras
más comunes son las que expresan las ideas de “poderes sobrenaturales” Estas son las
palabras usadas, no sólo por los autores del Nuevo Testamento, sino también por los
escritores griegos y romanos en sus historias y mitos. Sin embargo, en el relato bíblico
se usa una palabra más, muy rara vez usada por los autores griegos y romanos.
La palabra usada es “señal”, que significa una prueba milagrosa. Juan declara al
final de su evangelio: “Hizo además Jesús muchas otras señales en presencia de sus
discípulos, las cuales no están escritas en este libro. Pero estas se han escrito para que
creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en
nombre” (Juan 20:80, 81).
Las historias milagrosas relatadas en la Biblia tienen siempre un propósito definido
y no son hechas por espectáculo. Siempre tienen una razón lógica. Por ejemplo, había
cinco mil personas que tenían necesidad inmediata de comida, la cual les fue dada con
prontitud por medios milagrosos (Lucas 9:12-17).
En una fiesta de bodas en Caná, se había acabado el vino. Jesús atendió la necesidad
al transformar el agua en vino (Juan 2:1-11). Los milagros de Jesús fueron hechos por
amor y compasión hacia los afligidos. También tenían el propósito de ser señales
objetivas para la gente, de que Él era el Mesías prometido, pues una de las
credenciales del Mesías serían las señales y los milagros.
Jesús indicó este factor cuando dos mensajeros de Juan le preguntaron por su
identidad: “Id, y haced saber a Juan las cosas que oís y veis. Los ciegos ven, los cojos
andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y a
los pobres es anunciado el evangelio” (Mateo 11:4, 5).
Al leer los relatos milagrosos en la Biblia especialmente en los evangelios, la
persona tiene que tener en cuenta el hecho de que los milagros no fueron negados por
los críticos. En la vida y el ministerio de Jesús, nunca se le preguntó si Él hacía
milagros, siempre se le preguntó cómo podía Él hacerlos. Ellos querían saber de dónde
recibía el poder y la autoridad (Mateo 21:23).
Les era imposible negar que estaba haciendo cosas milagrosas; centenares de
personas habían sido curadas, y no había otra explicación. La realidad de sus milagros
no estaba en disputa, y no podía ser negada.
El día de Pentecostés, menos de dos meses después de la crucifixión de Jesús,
Simón Pedro le dijo a una gran multitud: “Jesús Nazareno, varón aprobado por Dios
entre vosotros con las maravillas, prodigios y señales que Dios hizo entre vosotros por
medio de él, como vosotros mismos sabéis” (Hechos 2:22).
Pedro aquí, frente a una multitud hostil, declara que el pueblo mismo conocía los
milagros de Jesús. Sólo el hecho de que no se le calló de inmediato con una gritería
demuestra que las maravillas que Jesús hizo eran bien conocidas de todos.
El testimonio personal de lo milagroso es algo que no aparece ni en otras religiones
ni en la mitología griega o romana. El relato directo de cómo las obras sobrenaturales
irrumpen en el orden natural es registrado en la Biblia por testigos oculares de los
sucesos.
Todas estas consideraciones demuestran la diferencia cualitativa de los milagros
bíblicos. Es importante considerar ahora por qué son rechazados los milagros. Una de
las razones por las cuales se rechazan estos milagros es porque no se acomodan a la
opinión que muchas personas tienen del mundo. Nunca han sido testigos de un
milagro y por eso sacan en conclusión que los milagros no pueden ocurrir o son
imposibles.
En vez de investigar las evidencias de lo milagroso, se echa a un lado la idea con
anticipación, como completamente imposible, Esta no es la manera correcta de datar
este asunto, pues sólo una persona con todo el conocimiento de los sucesos pasados,
presentes y futuros podría excluir la posibilidad de los milagros.
Hay un ejemplo histórico apropiado, respecto de esta necedad de descartar algo con
anticipación porque no se acomoda a la opinión uno tenga del mundo. Cuando los
exploradores llegaron por primera vez a Australia, encontraron un animal que
desafiaba las las leyes conocidas de la taxonomía. Descubrieron un mamífero
semiacuático, que ponía huevos, con cola plana y ancha, patas palmeadas y trompa
semejante al pico de un pato A este animal dieron el nombre de ornitorrinco.
Al regresar a su tierra, relataron al mundo su hallazgo, la gente consideró este
informe como una patraña, pues no podría existir un animal con las características
anteriores. Aunque había testigos oculares de buena reputación, fue rechazado debido
a la cosmovisión general.
Volvieron a Australia por segunda vez, y regresaron con la piel de un ornitorrinco.
La gente los acusó de engaño otra vez. Parece que esas personas tomaban en serio el
dictado de Benjamín Disraeli: “La norma es creer solamente lo que yo entienda” (El
matrimonio infernal, Parte 1, cap. 4). Sin embargo, como ha señalado Charles Caleb
Colton: “Aquel que cree solamente lo que puede comprender bien, debe tener una
cabeza muy larga o un credo muy corto” (Frank Mead, página 17, Enciclopedia de
citas religiosas).
Desafortunadamente, muchas personas mantienen este tipo de actitud y lanzan el
veredicto antes de examinar las evidencias. Esta actitud no es científica y puede ser
peligrosa para el que tenga tal opinión. Si existe Dios, y Él se ha revelado a través de
lo milagroso entonces el individuo se está separando a sí mismo de la única
oportunidad de conocerlo.
Al no aceptar la posibilidad de que Dios intervenga de manera sobrenatural en la
historia, la persona destruye su única esperanza de entender lo que es la vida. Por
tanto, es de suma importancia considerar por lo menos la posibilidad de que sucedan
milagros debido a los valores eternos que se están jugando. En realidad, hay “más
cosas en el cielo y en la tierra, Horacio, de las que se sueñan en nuestra filosofía”.
¿Fueron los milagros
bíblicos trucos mágicos
que engañaron a las
sencillas personas
primitivas?

A menudo se alega que la gente que vivía en los tiempos bíblicos era más sencilla y
supersticiosa que el hombre moderno, y se le podía engañar para que creyera en las
historias milagrosas contenidas en la Biblia.
Se dice que hoy en día vivimos en una edad científica y hemos sobrepasado esas
supersticiones, pues hemos desarrollado capacidad mental para ver estos milagros
como mitos supersticiosos en vez de fenómenos paranormales. Un estudio profundo
de las evidencias demostrará que estos relatos no son una reacción supersticiosa a
cierto engañador inteligente. La reacción a los actos milagrosos de Dios manifiesta la
misma sorpresa y ansiedad que el hombre moderno tendría si fuera puesto en la misma
situación.
La gente que vivía en la época de Jesús sabía con certeza que los hombres nacidos
ciegos no reciben la vista de inmediato (Juan 9:32), que cinco panes y unos pocos
peces no alcanzan para alimentar a cinco mil personas (Juan 6:14) o que los hombres
no caminan sobre las aguas (Mateo 14:26).
El incrédulo Tomás dijo: “Si no viere en sus manos la señal de los clavos, y metiere
mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mí mano en su costado, no creeré” (Juan
20:25). No quiso aceptar testimonios acerca del increíble suceso de la resurrección,
pero cambió de idea cuando se encontró frente a frente con el Cristo resucitado, Dios
no espera que aceptemos algo ridículo, y tampoco esperaba esto de la gente de los
tiempos bíblicos.
La gente de esos tiempos no era menos escéptica de lo que somos hoy en día. Lo
que la hacía creer eran los hechos inescapables e irrefutables. Al ocurrir un milagro
había una interferencia en el orden natural. Sólo el escepticismo del hombre moderno
lo hace negar que ocurran los milagros.
¿Cómo pueden ser
posibles los milagros?

Las siguientes declaraciones, una antigua y otra moderna, representan reacciones


comunes de la gente ante lo milagroso.
“Pues nada puede ocurrir sin causa; nada ocurre que no pueda ocurrir, y cuando ha
ocurrido lo que podía ocurrir, no se puede interpretar como milagro. En consecuencia,
no hay milagros… Por tanto, sacamos esta conclusión: Lo que podía ocurrir no es
milagro” (Cicerón, De Divinatione, De la adivinación, 2.28, citado por V. van der
Loos en The Miracle of Jesús, El milagro de Jesús, Leiden: E. J. Brill, 1965, p. 7).
“Por ejemplo tenemos el relato de la vida de Jesucristo en la Biblia. Ese relato
contenía sucesos que, a la luz de las realidades de orden natural que eran conocidas, no
era posible que ocurrieran. A las vírgenes no les nacen niños, los ángeles no traen
mensajes a la gente, los hombres no caminan sobre el agua, la gente que muere no
vuelve a vivir, y así sucesivamente. La historia de Jesucristo estaba llena de cosas que
los hombres sabían que eran imposibles; por tanto, esta historia no puede ser un relato
literal de lo que ocurrió en realidad. Cuando se escribió el Nuevo Testamento, es
posible que los hombres fueran bastante ingenuos para creer las cosas que se decían de
Jesús, y tal vez no vieran contradicción alguna entre los informes y su conocimiento
del mundo, pero ahora todo es diferente” (Protestantismo, citado por J. Leslie
Dunstan, Washington Square Press, Inc., Nueva York, 1962, pp. 128, 129).
Muchos se ríen de la posibilidad de los milagros. Alegan que los milagros son una
violación de las leyes científicas, y son por lo tanto inaceptables para el hombre
moderno.
Sin embargo, las Escrituras, de principio a fin, contienen historias milagrosas. Hay
relatos de ciegos que recibieron la vista en un momento, personas que resucitaron y
hechos extraordinarios dentro de la naturaleza, tales como un diluvio universal y la
separación de las aguas del mar Rojo.
La base para creer en lo milagroso se remonta al concepto bíblico de Dios. El
primer versículo de la Biblia decide el asunto: “En el principio creó Dios los cielos y
la tierra” (Génesis 1:1).
Si se puede aceptar este versículo tal cual es, que en el principio un Dios personal e
infinito creó al universo, entonces el resto no será problema. Si Él tiene la posibilidad
de hacer esto, entonces un nacimiento virginal, caminar sobre agua, alimentar a cinco
mil personas con unos pocos panes y peces, y los otros milagros bíblicos se vuelven
no solamente posibles sino que es de esperar que ocurran.
Por supuesto, si alguien no cree en Dios, no acepta los milagros; pero para los que han
concedido su posibilidad, eso no tiene nada de ridículo. Se lo dijo una vez el apóstol
Pablo a un rey incrédulo: “¿Se juzga entre vosotros cosa increíble que Dios resucite a
los muertos? (Hechos 26:8).
Así que, detrás de esta importante pregunta está la cuestión común de si Dios existe
o no. Si Dios existe, entonces es cierto que los milagros son posibles. En realidad, la
naturaleza misma de la cuestión: “¿Cómo pueden ser posibles los milagros?”
presupone que hay un Dios, pues un milagro es un acto de Dios.
En cuanto a la idea de que los milagros violan leyes naturales científicas, debemos
recordar que las leyes científicas ni dictan los sucesos ni los explican. Son solamente
una generalización acerca de causas y efectos observables.
No se puede rechazar la afirmación de la separación del mar Rojo hace 3.500 años,
al anotar que este suceso no ocurre todos los días. La apelación a las leyes naturales
para refutar los milagros no sirve, pues la Biblia enseña que un Dios todopoderoso ha
intervenido en el orden natural de vez en cuando con sus actos de poder.
Un milagro es, por definición, un suceso que es único y sin precedentes. Es
imposible dar razón de él como hacemos con otros sucesos. La manera apropiada de
determinar si algo ocurrió, no es si podemos aplicarlo. La primera pregunta que se
debe hacer no es “¿puede ocurrir?", sino “¿ocurrió?”.
Si se puede determinar que un suceso ha ocurrido, aunque no tenga explicación,
todavía tenemos que admitir el hecho de que ha ocurrido, tenga explicación o no. Las
evidencias de los milagros bíblicos tienen tanto poder como otros sucesos históricos
(tales como la caída de Roma y las conquistas de Alejandro Magno). El hecho de que
los milagros no formen parte de nuestras experiencias cotidianas no significa que no
hayan ocurrido y que no ocurran.
Así que, al considerar todas las evidencias, hay excelentes razones para creer no
sólo en que los milagros son posibles, sino también que son reales.
¿No está en desacuerdo
Marcos con los otros
tres evangelios acerca
de la negación de Jesús
por Pedro?

Un problema que ha dejado perplejas a muchas personas que estudian


cuidadosamente la Biblia tiene que ver con los relatos de la negación de Cristo por
Simón Pedro. Jesús le dijo a Pedro: “De cierto te digo que esta noche, antes que el
gallo cante, me negarás tres veces” (Mateo 26:34).
Mateo relata el cumplimiento de esta predicción: “Y en seguida cantó el gallo.
Entonces Pedro se acordó de las palabras de Jesús, que le había dicho: Antes que cante
el gallo, me negarás tres veces. Y saliendo fuera, lloró amargamente” (Mateo 26:74,
75).
El problema viene cuando leemos la versión de Marcos: “Y le dijo Jesús: De cierto
te digo que tú, hoy, en esta noche, antes que el gallo haya cantado dos veces, me
negarás tres veces” (Marcos 14:30). El cumplimiento dice en cuanto a Pedro: “Y salió
a la entrada” (Marcos 14:68), y después, en el versículo 72: “Y el gallo cantó la
segunda vez. Entonces Pedro se acordó de las palabras que Jesús le había dicho:
“Antes que el gallo cante dos veces, me negarás tres veces. Y pensando en esto,
lloraba. ¿Cuándo negó Pedro a Jesús? ¿Antes que el gallo cantara una vez, o antes que
cantara dos veces? Lucas y Juan dan el mismo relato básico que Mateo, de modo que
la declaración de Marcos parece diferente a las de los otros tres.
Este problema no es tan falto de solución como parece. Parece algo lógico que Jesús
hiciera ambas declaraciones. Le dijo a Pedro que lo negaría antes que el gallo cantara,
y su negación ocurriría antes que el gallo hubiera cantado dos veces.
Por tanto, lo que tenemos en Marcos es un relato más detallado de la historia. Esto
parecería natural, puesto que Marcos escribió su evangelio bajo la influencia de Simón
Pedro, y sería lógico que él añadiera más detalles a la historia, ya que él es uno de los
personajes principales.
Así pues, vemos que los cuatro evangelistas relatan la predicción de Jesús de su
negación por Pedro, y Marcos añade más detalles. Una reconstrucción posible sería la
siguiente; Jesús le revela a Pedro que antes que el gallo cante, Pedro lo negará tres
veces.
Pedro, según su carácter, probablemente objetaría a voces esta idea de que él
negaría a su Señor. Jesús entonces a su vez repite su predicción anterior, junto con una
nota más: antes que el gallo hubiera cantado dos veces, Pedro le negaría tres. (Esta
armonía se acomoda bien al relato de Marcos en su evangelio).
Además, la cláusula: “Antes que el gallo cante, me negarás tres veces” (Mateo
26:34), no la contradice Marcos, pues relata que después que Pedro negó a Jesús la
primera vez, el galló cantó. El canto del gallo era la señal de que se acercaba la
mañana, y la frase “al cantar el gallo” es equivalente al amanecer.
Cuando Jesús se refiere a los dos cantos del gallo, predice que el gallo cantaría a la
medianoche, mucho antes del amanecer.
“Durante un período de doce años de observación en Jerusalén se ha confirmado
que el gallo canta a tres horas distintas: la primera como media hora después de la
medianoche; la segunda una hora más tarde, y la tercera una hora después de la
segunda” (William Lane, El Evangelio según Marcos, página 543).
Al considerar todos los factores, vemos que el problema de la negación de Pedro no
tiene nada de contradicción evidente, sino que se puede armonizar.
¿Como se explica la
inexactitud de que Mateo
27:5 diga que Judas se
ahorcó y Hechos 1:18 diga
que “cayendo de cabeza,
se reventó por la mitad”?

La pregunta sobre la manera como murió Judas es una de las muchas que tenemos
que confrontar constantemente en nuestros viajes. Muchas personas señalan la
discrepancia aparente entre los dos relatos como un error obvio e irreconciliable.
Algunos aun se han aventurado a decir que la idea de una Biblia sin error queda
destruida por estos relatos contradictorios. Sin embargo, no es este el caso en absoluto.
Mateo relata que Judas se colgó, mientras que Pedro dice que cayó y se reventó al
chocar contra el suelo. Las dos declaraciones son en verdad diferentes, pero ¿se
contradicen?
Mateo no dice que Judas no cayó; tampoco Pedro dice que Judas no se ahorcó. No
se trata de una persona que llame “negro” algo y otra persona que lo llame blanco.
Ambos relatos pueden ser verdaderos y complementarios.
Una reconstrucción posible sería esta: Judas se colgó de un árbol al borde de un
precipicio frente al valle de Hinom. Después de colgar allí por un tiempo, la rama del
árbol se quebró o el lazo cedió, Judas cayó por el precipicio, y su cuerpo se despedazó.
La caída pudo haber sido antes o después de la muerte, pues ambas situaciones se
acomodan a esta explicación. Esta posibilidad es completamente natural, si se examina
el terreno del valle de Hinom. Desde el fondo del valle se pueden ver mesetas rocosas
de ocho a nueve metros de altura y casi perpendiculares.
Todavía hay árboles que crecen alrededor del acantilado y hay una superficie rocosa
en el fondo. Por eso, es fácil deducir que Judas golpeó una de las rocas salientes al
caer, la cual abrió su cuerpo. Es importante recordar que no se nos dice cuánto tiempo
permaneció Judas colgado del árbol, ni cuán avanzado era el estado de
descomposición de su cuerpo antes de la caída.
Louis Gaussen relata una historia de un hombre que estaba decidido a suicidarse.
Este individuo se sentó en el marco de una ventana de un edificio alto y se apuntó una
pistola a la cabeza. Entonces presionó el gatillo y saltó de la ventana al mismo tiempo.
Una persona podría decir que este hombre se quitó la vida al darse un tiro, mientras
que otra persona alegaría con razón que se suicidó al saltar de un edificio alto. En este
caso, ambas afirmaciones son verdaderas, como lo son en el caso de los relatos de
Maleo y Pedro en cuanto a la muerte de Judas. Es solamente una situación en la que
hay dos perspectivas diferentes del mismo suceso.
¿Comete un error
Mateo cuando atribuye
a Jeremías una
profecía que en
realidad fue dada por
Zacarías?

En el Evangelio según Mateo, Judas Iscariote, después de traicionar a Jesús, siente


remordimiento por su maldad, arroja el dinero de la traición en el santuario y se
suicida. Sigue relatando que ese dinero fue recogido por los sacerdotes y usado para
comprar el terreno del alfarero.
Mateo concluye: “Así se cumplió lo dicho por el profeta Jeremías cuando dijo: Y
tomaron las treinta piezas de plata, precio del apreciado… y las dieron para el campo
del alfarero, como me ordenó el Señor” (Mateo 27:9, 10).
El problema es que el versículo 9 atribuye la profecía a Jeremías cuando parece que
fue Zacarías quien hizo esta predicción. Al examinar Mateo 27:9 en comparación con
Zacarías 11:12, 13, se ve que ésta es la profecía cumplida. ¿Por qué, entonces, Mateo
se la asigna a Jeremías?
Se han ofrecido varias soluciones para resolver este dilema. Una idea es que se trata
de una declaración oral de Jeremías, pero esto no se puede probar; entonces, hay que
descartarlo. Eusebio, historiador de la Iglesia, afirma que los judíos quitaron este
pasaje del libro de Jeremías, pero esto no se acomoda a la reverencia que los judíos
tenían por las Escrituras.
La reverencia de los escribas era tan grande, que aun cuando encontraban un error
obvio, no alteraban el texto. En lugar de eso, ponían una nota al margen.
Algunas personas solamente sacan en conclusión que Mateo cometió un error,
mientras que otras tratan de conectar esta profecía con alguna parte de Jeremías. Hay
quienes afirman que hubo un error de uno de los primeros copistas, y que el texto
original decía en realidad “Zacarías”. Esto es mera conjetura.
Una solución posible es la prioridad de Jeremías en el Talmud (Baba Bathra 14b, J.
B. Lightfoot, Horae Hebraicae et Talmudicae, Horas hebraicas y talmúdicas, II, 362).
Jeremías era colocado en primer lugar en el orden rabínico antiguo de los libros
proféticos. Mateo estaba citando entonces la colección de los libros de los profetas y
citó a Jeremías, Puesto que era el primero y por lo tanto el que la identificaba. Lo
mismo se hace en Lucas 24:44, donde se habla de Salmos cuando en realidad se tiene
en cuenta toda la tercera división del canon hebreo.
Un problema con esta solución es que el Nuevo Testamento en ninguna otra parte
cita un pasaje bajo el nombre general de “Jeremías”. En otros lugares, cuando Mateo
se refiere a Jeremías, da un pasaje del propio Jeremías (2:17), y cuando menciona a
Isaías va a pasajes de este (4:14; 8:17; 12:17, etc.).
Quizá la mejor solución fuera entender que Mateo combina aquí dos profecías, una
de Jeremías y otra de Zacarías, con la mención de un solo autor en la referencia
compuesta, es decir, Jeremías, el profeta mayor.
Zacarías no dice nada en lo concerniente a la compra de un campo, pero Jeremías
declara que el Señor le encargó que comprara un campo (Jeremías 32:6-8) como una
garantía solemne del Señor mismo de que en el futuro se comprarían y venderían viñas
y campos en la tierra (Jeremías 32:15, 43 y ss).
Uno de los campos que Dios había considerado es el campo del alfarero. Zacarías
añade el detalle de las treinta piezas de plata y del dinero arrojado al piso del templo.
Así se ve que Mateo toma los detalles de ambos profetas, pero pone énfasis en
Jeremías como el que predijo estos sucesos.
El doctor J. E. Rosscup, del Seminario Talbot, se adhiere a esta opinión. Dice:
“Mateo pensó que se habían cumplido dos pasajes, uno típico (Jeremías 19:1-13) y
uno explícito (Zacarías 11:13), y menciona sólo un autor en la referencia compuesta,
una práctica que tenía lugar a veces, según Robert Gundry. (El uso del Antiguo
Testamento en el evangelio de San Mateo, pp. 124, 125).
“John N. Cool también llega a la conclusión de que Mateo usó Zacarías
principalmente, pero que pensaba en Jeremías 19 también, especialmente debido a su
tema del juicio sobre Israel (“Un estudio de Mateo 27:9, 10”, Tesis de maestría,
Talbot, 1975, pp. 56-62, 66, 67) “Cool dice: „Los dos (valle, Jeremías 19; campo,
Mateo 27) se convirtieron en cementerios y sus nombres fueron cambiados para
recordar al pueblo el juicio de Dios. Esto queda confirmado por la localización
tradicional del campo del alfarero… dentro del valle de Hinom, donde Jeremías
pronunció su juicio al cambiar su nombre por „valle de la matanza‟.
“„Segundo el constante uso que Mateo hace de Isaías y Jeremías en sus citas,
recuerda a los lectores la salvación y el juicio de Dios para su pueblo. Isaías estaba
asociado con la salvación; Jeremías… con el juicio.
„“El uso de tote en Mateo 2:17 y 27:9 en vez del hina o hout encontrado en las otras
introducciones, también subraya el tema del juicio, al referirse a que los enemigos de
Cristo cumplen la profecía (pp. 66, 67).
“Gundry dice que la referencia de Mateo a Jeremías en la introducción asegura que
los lectores tomen nota de la conexión con Jeremías 19, que podría haber pasado por
alto (p. 125).”
¿Cómo pudieron caber
todos los animales en el
arca?

Una de las objeciones al relato bíblico del diluvio tiene que ver con la posibilidad de
que Noé pusiera todos los animales en el arca. Un examen de las dimensiones del arca
dadas por la Biblia arroja bastante luz sobre este asunto.
John Whitcomb y Henry Morris, en su libro The Génesis Flood, El diluvio del
Génesis, hicieron un trabajo muy completo de análisis en cuanto a la información
relacionada con las dimensiones físicas y la capacidad de transporte del arca.
Observan que el Arca debe de haber tenido 133,35 m de largo; 22,23 m de ancho y
13,33 m de alto (calculando a razón de 44,45 cm por codo). El arca tenía tres pisos
(Génesis 6:16), así que la superficie total de los pisos era aproximadamente 8.893,11
m2, y el volumen total de 118.545 m3. El peso bruto del arca sería de unas 13.960
toneladas, que se puede comparar al peso de algunos barcos grandes de la actualidad.
La capacidad de transporte del arca sería, por tanto, igual a la de 522 vagones de
ferrocarril de tamaño normal, que pueden llevar cada uno 240 ovejas. El arca podría
haber acomodado por lo menos 125.000 ovejas. Génesis 6:14 nos dice también que,
además de tener tres pisos, se construyeron cuartos y nidos para alojar a los animales.
Whitcomb y Morris además determinaron, al examinar “los mejores cálculos de la
taxonomía moderna, que son menos de 17.600 las especies ahora conocidas de
mamíferos, aves, reptiles, y anfibios que habrían necesitado el abrigo del arca.
Calculando dos de cada especie en el arca, se necesitaría lugar únicamente para
35.200 animales, más cinco de cada uno de los animales puros (una cantidad muy
pequeña, pero por el argumento concedamos la mitad de las especies, o sea 8.800 por
5, que son 44.000). Un total máximo de 79.00 animales habrían estado en el arca.
Debe de haber habido originalmente un pequeño número de especies (o tipos),
puesto que la cría de animales es la razón de la gran variedad del reino animal hoy en
día. También, la mayoría de los animales de tierra firme son más pequeños que las
ovejas, y se puede suponer que se llevaron animales jóvenes y por lo tanto más
pequeños. Por esto, no es del todo inconcebible que el arca haya tenido capacidad para
suficiente número de animales, con cuartos para almacenamiento de alimentos.
No se debe pasar por alto la idea de que haya habido en el arca animales que
tuvieran los genes que permitieran el desarrollo de las muchas clases de animales que
tenemos hoy. Los animales del arca pudieron haber sido los “bancos genéticos” que
durante los años de proliferación desarrollaron las variedades de animales que vemos
hoy en día, como Henry M. Morris declara en su libro El diluvio del Génesis:
“…Cien años de estudio en la ciencia de la zoología han sacado a luz algunos
factores interesantes en lo concerniente a la maravillosa capacidad de diversificación
que el Creador ha puesto dentro de las especies de Génesis. Estos „tipos‟ nunca han
evolucionado ni se han mezclado cruzando las líneas de demarcación establecidas por
Dios, pero se han diversificado en tantas variedades y subvariedades (como las razas
y familias de la humanidad), que aun los mejores taxonomistas han quedado
asombrados ante la tarea de enumerarlas y clasificarlas.
“Frank Lewis Marsh… ilustra su concepto de la manera cómo algunas de las
baraminas (de bara —“creada”, y mina— “especie”) típicas pueden haberse
diversificado antes y después del diluvio. Indica que más de 500 variedades de
guisantes han sido desarrolladas a partir de un solo tipo desde el año 1700; y que de
unos pocos perros salvajes han desarrollado más de 200 variedades distintas de perros,
tan diferentes entre sí como el perro salchicha o “dachshund” y el pastor belga. Al
continuar hablando del asunto, el doctor Marsh escribe:
“En el campo de la zoología, la paloma doméstica presenta uma buena ilustración
de descendencia con variación. La diversidad en la forma y el temperamento que se
encuentra entre las palomas afectaría nuestra creencia en su origen común, si no
supiéramos que todas se han desarrollado a partir de la paloma silvestre de las rocas de
las costas europeas, Columbia livia. Es interesantísimo ver las variaciones logradas a
partir de la forma ancestral que se exhiben en los tipos de palomas tan diferentes como
la colipavo, la capuchina, la zorita, la mensajera, la real, la buchona, la de toca, la
duenda, la tripolitana y la paloma de las nieves. Habría quien les asignaría nombres de
“especies” e incluso „géneros‟ diferentes, si no se supiera que todas son derivaciones
logradas a partir de un tronco común”.
¿Cuántos ejemplares
de cada animal
entraron en el arca?

“Y de todo lo que vive, de toda carne, dos de cada especie meterás en el arca, para
que tengan vida contigo; macho y hembra serán. (Génesis 6:19).
“De todo animal limpio tomarás siete parejas, macho y su hembra; mas de los
animales que no son limpios, una pareja, el macho y su hembra. También de las aves
de los cielos, siete parejas, macho y hembra, para conservar viva la especie sobre la
faz de la tierra (Génesis 7:2, 3).
“De los animales limpios, y de los animales que no eran limpios, y de las aves, y de
todo lo que se arrastra sobre la tierra, de dos en dos entraron con Noé en el arca;
macho y hembra, como mandó Dios a Noé (Génesis 7:8, 9).
A primera vista, estas declaraciones parecen contradictorias. Primero, (Génesis
6:19, 20) se le ordena a Noé que lleve dos de cada especie al arca; después en Génesis
7:2, 3, siete ejemplares de algunos animales y aves, y luego en 7:8, 9, las Escrituras
hablan de los animales que entran de dos en dos.
Sin embargo. Génesis 7:8, 9 no habla del número de animales que entran, sino del
modo. Siete ejemplares de cada animal limpio (tres pares, y otro animal para usar para
sacrificio) entraron en el arca de dos en dos, y los otros animales también entraron por
parejas.
Lo que resta de la posible contradicción entre Génesis 6:19, 20 y Génesis 7:2, 3 se
resuelve fácilmente cuando se entiende a la luz de las practicas literarias de los
antiguos. Se hacía una declaración general al principio, y luego seguía otra declaración
de lo específico.
Este es el caso aquí, donde Génesis 6:19, 20 es la declaración general y Génesis 7:2,
3 provee el detalle adicional de que los animales limpios debían entrar en la cantidad
de siete, en vez de dos en dos como los otros animales. Entraron un macho y una
hembra, dos de cada especie, con cinco ejemplares más de cada animal limpio.
¿Dónde entran los
dinosaurios y otros
animales extintos en el
relato bíblico?

En la Biblia se mencionan muy pocas de las muchas especies animales. El Génesis


dice solamente que Dios creó todas las criaturas vivientes del mar, de la tierra y del
cielo, y las nombra del modo más general: ganado y todo lo que se arrastra, bestias de
la tierra y criaturas aladas.
Sólo son mencionados específicamente en la Biblia los animales con importancia en
la historia humana, tales como el ganado, bueyes, cabras, ovejas (importantes para la
economía), más la lista especial de animales limpios e inmundos de la ley levítica, etc.
A muchos animales no se los nombra específicamente en la Biblia, los dinosaurios
entre ellos.
La falta de mención significa poco; sólo que no entraron en la historia del hombre
de manera significativa o importante para que se hablara de ellos. Los fósiles de los
grandes lechos de dinosaurios son prueba de su existencia, y quedaron conservados tal
vez por una catástrofe como el diluvio.
A menos que los sedimentos que los atraparon se endurecieran rápidamente en
forma de piedra, sus cuerpos se habrían descompuesto pronto, pero los restos que
tenemos son cuerpos enteros e intactos. Una catástrofe como el diluvio explicaría la
existencia de tales restos.
Más evidencias de su existencia, y también del hombre, son las pictografías
encontradas en África y Norteamérica, y las evidencias fósiles de huellas humanas y
de dinosaurios en la misma formación.
En cuanto a por qué se extinguieron, sólo podemos hacer conjeturas. Sí sabemos
que el Génesis dice que cuando Dios terminó la creación, todo era muy bueno. Cuando
ocurrió la caída, fue cuando la muerte y la destrucción entraron al universo.
Al final, la corrupción estaba tan extendida que Dios destruyó todo menos la familia
de Noé y dos ejemplares de cada especie de criaturas vivas, a las cuales Dios hizo que
vinieran a Noé para que las cuidara en el arca.
Es posible que Dios dejara de lado algunos de los animales terrestres a los cuales no
hizo venir a Noé, tales como los dinosaurios. Pero la Biblia dice: “Dos de cada especie
vendrán a ti para que los mantengas vivos.”
Podemos conjeturar que los dinosaurios no entraron en el arca, tal vez porque Dios
quería que se extinguieran en esa época, o bien que las condiciones climáticas después
del diluvio les impidieron reproducirse en cantidades suficientes y desaparecieron. No
tenemos suficiente información para pasar de las conjeturas en estos momentos.
¿Cree usted en
realidad el relato de
Jonás y la ballena?

De todos los relatos de la Biblia, el que la gente encuentra más increíble es el relato
de Jonás y el gran pez. Los escépticos se divierten ridiculizando el relato de un
hombre tragado entero por una ballena, que vivió para contar la historia después de
pasar tres días y tres noches en tal ambiente.
En un intento por evitar las aparentes improbabilidades del relato, algunos dicen
que no se debería tomar al pie de la letra, sino como alegoría. ¿Cómo debemos tratar
ese relato entonces?
El problema de considerar a Jonás como una alegoría es que la Biblia en ninguna
parte la trata como tal. El mismo relato está escrito como narración histórica, sin
ninguna indicación de que deba tomarse como mito o alegoría.
En el segundo libro de los Reyes 14:25 se habla de Jonás como personaje histórico.
Jesús mismo trata a Jonás como histórico, y dice que fue un profeta, cuya predicación
dio como resultado el arrepentimiento de la gente de Nínive.
Aun llega a comparar el relato con su propia muerte y resurrección: “Porque como
estuvo Jonás en el vientre del gran pez tres días y tres noches, así estará el Hijo del
Hombre en el corazón de la tierra tres días y tres noches. Los hombres de Nínive se
levantarán en el juicio con esta generación, y la condenarán; porque ellos se
arrepintieron a la predicación de Jonás, y he aquí más que Jonás en este lugar” (Mateo
12:40, 41).
Si uno niega los hechos del relato de Jonás, entonces debe suponer ignorancia o
engaño de parte de Jesús, quien creyó en su autenticidad. Esto, de hecho, destruiría su
afirmación de que Él es Dios.
Después de establecer que la historia de Jonás es histórica, ahora es posible tratar el
problema de que lo tragara un gran pez y de que pasara tres días y tres noches vivo
dentro del pez.
Las palabras hebrea y griega significan “gran pez”. Hay ciertas especies de ballenas
y tiburones que pueden tragar a un hombre entero, como la ballena tiburón, el tiburón
blanco y la ballena de esperma. Hay mamíferos gigantes que han tragado animales
enteros que eran más grandes que un hombre. Pudo haber sido una ballena el pez que
tragó a Jonás, pero la Biblia no específica la especie.
El segundo problema es la estadía de Jonás dentro del pez. Un hombre llamado
James Bartley sobrevivió un día y medio en el vientre de una ballena antes de ser
rescatado. La anatomía de estos mamíferos provee suficiente oxígeno para hacer
posible la supervivencia.
También existe la posibilidad de que Jonás muriera en el vientre del gran pez, y que
Dios le devolviera la vida tres días después. Esto no estaría reñido con las enseñanzas
de las Escrituras, puesto que en ellas aparecen otras ocho resurrecciones. Sin embargo,
esto no se indica en la narración y Jonás pudo haber sobrevivido.
¿De dónde salió la
esposa de Caín?

Una de las preguntas más frecuentes que hacen cristianos y no cristianos por igual
es de dónde salió la esposa de Caín. Esta pregunta también incluye una pregunta más
grande: ¿Cuál era la población que existía en tiempos de Caín cuando él construyó su
ciudad, y qué decir del incesto?
Según el Génesis, Caín asesinó a su hermano menor, Abel (Génesis 4:8). Como
castigo por su crimen. Dios echó a Caín de su hogar y de su presencia.
La Biblia también habla del temor de Caín de que otros pudieran vengar a Abel
matándolo a él (Génesis 4:14), y de que Caín obtuvo una esposa (Génesis 4:17) y
fundó una ciudad (Génesis 4:17).
Una teoría que se ha presentado para explicar la existencia de suficiente gente está
en contradicción con las Escrituras y supone una raza “preadámica” que habitaba en
las cercanías del huerto del Edén de la cual Caín pudo haber tomado una esposa.
Sin embargo, esta solución no tiene apoyo, pues las Escrituras enseñan con claridad
que Adán fue el primer hombre (1 Corintios 15:45) y que su esposa, Eva, fue “la
madre de lodos los vivientes” (Génesis 3:20).
Génesis 5:4 nos dice que Adán tuvo hijos e hijas. Al principio, los hijos y las hijas de
Adán y Eva tuvieron que casarse entre sí para poblar la tierra. Probablemente Caín se
casara con una hermana, una sobrina o la nieta de un hermano suyo.
Si damos por sentada la precisión del Génesis, y consideramos la duración de la vida
(unos 900 años, promedio), una población más extensa pudo haberse desarrollado muy
rápido. Si calculamos por el tamaño de las familias y la edad promedio, es posible que
hubiera una población de varios millones de personas vivas al morir Caín.
Además, las Escrituras en ninguna parte indican en cuáles puntos de la vida de Caín
asesinó él a su hermano, se casó o fundó la ciudad. Pueden haber pasado varios siglos
antes de que hubieran ocurrido todos esos sucesos, lo cual daría lugar a la formación
de una población de considerable extensión, con la que se pudo fundar una ciudad.
Todo esto lleva a la pregunta sobre el incesto. Si el incesto está prohibido en las
Escrituras según la ley de Moisés, ¿cómo explicamos estos matrimonios entre
parientes cercanos? Como Adán y Eva fueron creados directamente por Dios, y
perfectos, se puede suponer que sus genes eran perfectos.
Cuando el pecado entró al mundo por la caída, trayendo consigo la muerte, la
enfermedad y la destrucción, los genes se irían corrompiendo. Al principio, no se
derivaban daños del matrimonio entre hermanos y hermanas, y si el pecado no hubiera
entrado al mundo, se supone que no hubiera entrado ningún daño jamás.
Sin embargo, con el paso de las generaciones, la enfermedad, el ambiente y el
pecado afectaron las fuentes genéticas, lo cual produjo genes defectuosos y mutantes.
El incesto fue prohibido en tiempos de Moisés, por sus consecuencias biológicas,
porque ya era peligroso y daba como resultado criaturas defectuosas.
Además, sumado al problema biológico que surge del incesto, hay también un
problema ético. Dios prohíbe el incesto por razones morales, y esto es más importante
que el aspecto biológico (Levítico 20:11 y ss.).
El incesto rompe la estructura moral y social de la familia. La familia es la única
institución ordenada por Dios en el mundo, además de la iglesia. En la formación
inicial de la estructura familiar en días de Caín, es difícil suponer lo que ocurría con el
matrimonio entre familiares, así que no podemos estar seguros hasta qué punto hubo
incesto. Una cosa es cierta: después de que se estabilizó la estructura familiar
ordenada por Dios, el incesto fue considerado pecado.
¿Da lugar la Biblia a la
teoría de la evolución?

Esta es una de las preguntas que nos hacen con más frecuencia, y se presenta en
varias formas, tales como: “¿Puede una persona ser cristiana y creer en la evolución?”
o “¿No ha probado la ciencia la teoría de la evolución, contradiciendo así el relato de
la creación en Génesis?”
Para responder esto, primero debemos entender lo que significa la palabra
“evolución” Si se define como “cambio” —como el desarrollo de un infante a adulto o
un cambio dentro de una especie, tal como un perro o un gato— entonces no hay
problema. Esta evolución o cambio de desarrollo dentro de ciertas especies, está en
acuerdo con las Santas Escrituras.
El problema es que la teoría presente de la evolución va más allá. Esta teoría afirma
que los elementos complejos se han desarrollado a partir de elementos más simples, y
que los organismos vivos surgieron de sustancias químicas inertes, al azar.
La teoría de la evolución tiene poco de teoría científica, y mucho de
filosofía sobre el origen de la vida y el significado del hombre. Contradice la narración
bíblica de la creación. El relato del Génesis registra diez veces diferentes cómo Dios
creó plantas y animales según su especie sin cruzar las especies. El hombre era
completamente hombre en su creación, como fue la mujer, sin períodos largos de
evolución.
La idea de la selección natural, o de la supervivencia del más fuerte está en
oposición a la enseñanza bíblica de que todas las cosas fueron creadas buenas (Génesis
1:31). Las Escrituras enseñan que todo en su origen fue creado perfecto, y que la
muerte y el deterioro ocurrieron cuando el pecado entró al universo, Esto se opone al
concepto evolutivo de que todo se va mejorando.
La evolución no sólo contradice la Biblia, sino también algunas leyes científicas
fundamentales. Por ejemplo, la segunda ley de la termodinámica indica que si se deja
solo, todo tiende a desordenarse cada vez más, y a no ser más ordenado o “complejo”.
Esta regla es una observación de lo que es obvio: las cosas envejecen, se gastan y
terminan por morir o descomponerse. Pierden su estructura. La teoría de la evolución
dice que se desarrollan en complejidad y estructura. No son así las cosas
La evolución también dice que los cambios o mutaciones son benéficos, mientras
que la naturaleza demuestra que casi todas las variaciones son dañinas. La teoría
contradice los fenómenos observables.
Ni la teoría de la evolución ni la de la creación especial se pueden probar con la
ciencia; esto es, no se pueden repetir en un laboratorio La creación especial ocurrió
una vez, y la evolución es demasiado lenta para que se pueda observar.
Ambas teorías son suposiciones de fe, y fundados en las evidencias debemos
escoger una u otra. El cristiano no debe avergonzarse de creer en el relato de la
creación que está en el Génesis, puesto que no sólo se acomoda mejor a los hechos
observables, sino que también fue sostenido por el Dios-hombre, Jesucristo (Mateo
19:1-6).
¿Fueron los días de
Génesis 1 de
veinticuatro horas,
o un periodo largo
de tiempo?

Que los seis días del Génesis fueron días solares como ahora o periodos más largos
de tiempo, es un debate con una larga historia.
Muchos científicos indican los fósiles y los datos geológicos como pruebas de que
la tierra tiene millones de años de existencia, así que una de las opiniones sostenidas
es la teoría edad-día, que trata de armonizar el relato del Génesis con las teorías
científicas presentes, al decir que los seis días fueron largas edades, en vez de días de
veinticuatro horas.
Los argumentos usados para apoyar la idea de que los días fueron edades de quizá
millones de años se basan en las evidencias fósiles y genealógicas, que se suponen
precisas tal como son interpretadas por los científicos evolucionistas, y también en
interpretaciones del propio relato de Génesis.
Los que sustentan esta opinión, y los hubo aun al principio de la era cristiana,
señalan que es imposible que fueran días de veinticuatro horas, porque el sol no fue
creado hasta el cuarto día; por tanto, los tres días primeros no pudieron ser días
solares.
Esta opinión también sostiene que, puesto que Dios todavía está descansando de la
creación, el séptimo día no es un día solar, lo que significa que los otros tampoco
pueden serlo. También, la palabra hebrea que significa día, “yom”, se usa en otras
partes de la Biblia para indicar períodos de tiempo de más de veinticuatro horas, como
en el Salmo 90:4 y 2 Pedro 3:8, también en Zacarías 12 — 14.
Los que se oponen a la opinión del día-edad señalan que el relato del Génesis no
tiene que ser armonizado con la ciencia, sino que hay que armonizar la ciencia con las
Escrituras. Las evidencias geológicas y fósiles no prueban de modo concluyente que la
tierra tenga millones de años, y se puede en gran parte explicar con la teoría de la edad
aparente.
Esta es la teoría de que Dios creó todo en completa madurez, con la apariencia de
haber pasado a través del proceso de desarrollo normal. Como ejemplos de esto
estarían Adán y Eva, creados ya mayores, y el vino que Jesús hizo en Caná,
completamente fermentado en un instante.
Esto explicaría que la tierra aparente tener millones de años de edad, mientras que
en realidad sólo fue creada recientemente (seis a veinte mil años). Ciertas evidencias
fósiles e informaciones geológicas también se pueden explicar con un diluvio
universal que depositó estratos y fósiles.
En cuanto al significado de “yom”, los que se oponen a la teoría de edad-día dicen
que cuando se usa “yom” con cierto número, en este caso seis días, siempre significa
un día de veinticuatro horas. Como ejemplos estarían los cuarenta días de Moisés en el
Sinaí y los tres días de Jonás dentro del gran pez.
Otra evidencia es que Éxodo 20:11 se refiere a los seis días de la creación, al
parecer como días de veinticuatro horas. Más de setecientas veces en el Antiguo
Testamento se usa el plural de “yom” y siempre se refiere a días de veinticuatro horas.
La carga de las pruebas recae sobre los que alegan que la palabra “yom” no se puede
entender en su sentido natural y llano.
En cuanto al argumento de que los primeros tres días no podían ser días solares,
Dios pudo hacer que las cosas funcionaran según el plan que usaría después en los días
solares, en preparación para la creación del sol el día cuarto.
El relato del Génesis dice con claridad: “Fue la tarde y la mañana un día.” Aun sin
el sol, había una operación como la de los días solares que vendrían pronto.
Aunque es cierto que Dios todavía está descansando de la creación, la Escritura se
refiere al descanso de Dios en tiempo pasado, no en presente. El séptimo día no
continúa, sino que fue un momento específico del pasado, en el cual Él “dejó de
crear”.
Muchos que se oponen a la teoría edad-día, se apegan a la opinión del día solar y de
la creación reciente, junto con el diluvio universal y la teoría de la edad aparente para
explicar las evidencias geológicas y fósiles. Como se ilustra en esta refutación del
punto de vista edad-día, y otras evidencias, no hay razón para abandonar la posición
del día solar y la creación reciente.
¿No contiene la Biblia
declaraciones que no
están de acuerdo con la
ciencia?

Los incrédulos a menudo afirman que la ciencia ha demostrado que la Biblia es


obsoleta. Los descubrimientos modernos (dicen en sus argumentos) han hecho que la
cosmovisión bíblica parezca ridícula.
Esta posición hace varias suposiciones erróneas y pasa por alto la perspectiva de la
Biblia.
La Biblia no es un texto de ciencia. Su propósito no es explicar con palabras
técnicas la información científica acerca del mundo natural, sino explicar los planes de
Dios y su relación con el hombre, para tratar de los asuntos espirituales. En definitiva,
no es un texto técnico para científicos.
Las descripciones bíblicas en lo concerniente a la naturaleza no son ni científicas, ni
faltas de ciencia, sino compuestas con palabras que no son técnicas, sino a menudo
generales, para que aun los iletrados puedan entenderlas. Esto no quiere decir que sus
declaraciones sean incorrectas; significa que fueron escritas desde el punto de vista t el
idioma de un observador no técnico, para un público general.
Aunque la Biblia fue escrita durante una época en que prevalecían ideas fantásticas
acerca del mundo, se muestra única en sus opiniones sobre la creación, la naturaleza y
Dios. El crudo relato politeísta di los babilonios acerca de la creación del mundo está
en conflicto directo con la sublime historia que se encuentra en el libro del Génesis
(puede comparar las semejanzas y las grandes diferencias que muestran la
superioridad del relato bíblico en Archeology and The Old Testament, La arqueología
y el Antiguo Testamento, Merryll F. Unger, Grand Rapids, Zondervan, 1954, pp. 26-
38).
La creencia prevalente entre las naciones de la antigüedad era el politeísmo,
creencia diametralmente opuesta al monoteísmo de la Biblia, el único monoteísmo de
los tiempos antiguos. La Biblia no se puede explicar de modo adecuado, sólo como
producto de su propio ambiente.
Las declaraciones de la Biblia en lo concerniente a asuntos científicos están a un
nivel diferente de la otra literatura de su tiempo. Las Escrituras no acogen ideas
fantásticas acerca de la ciencia y del mundo natural; en cambio, aun los filósofos
griegos más eruditos tenían nociones ridículas acerca de la luz, la creación y la
astronomía.
Los Vedas, que son las Escrituras hindúes, enseñan “que la Luna está
aproximadamente a 240.000 kilómetros más alta que el Sol y brilla con su propia luz,
que la tierra es plana y triangular, y que los terremotos son causados por elefantes que
se sacuden debajo de ella”.
Fue Tolomeo quien sugirió que la tierra era plana. Leemos declaraciones como éstas
y nos reímos, pero no hallamos declaraciones absurdas en la Biblia, que sean
semejantes a las anteriores.
La ciencia y las Escrituras no se excluyen mutuamente. Sólo ven el mundo desde
perspectivas diferentes, pero no se contradicen.
Es lógico pensar que si el mismo Dios creó el orden natural y se comunicó con el
hombre a través de la Biblia, y que si Él es competente, buscaría que este doble
testimonio de sí mismo ensanchara su causa y no la avergonzara ni la desacreditara.
Una parte interesante que se debe notar es que el propio origen de la ciencia
moderna descansa sobre las verdades de las Escrituras. El hecho de que hay un Dios
que creó y diseñó un universo ordenado movió a hombres como Newton a buscar
ciertas leyes científicas para explicar este orden. Así que la ciencia, en vez de socavar
el fundamento de la autoridad bíblica, debe encontrar sus raíces en ella.
¿Qué piensa de las
diversas alternativas al
cristianismo, como el
agnosticismo, el ateísmo
y el humanismo?

Muchos individuos que han rechazado el cristianismo afirman haber abrazado otros
modos de vida. La mayoría dice que no existe el Dios que enseña la Biblia, y que si
existe, entonces no puede ser conocido. Las afirmaciones de estas alternativas no se
sostienen cuando se someten a investigación.
El agnóstico suele ser alguien que no sabe si Dios existe. No ha definido su
pensamiento acerca de Dios. Está en dudas. Algunos agnósticos muestran más
entusiasmo que otros en su búsqueda de Dios, y esto nos gusta.
La Biblia promete que si alguien desea conocer la verdad acerca de Dios, la
conocerá. “El que quiere hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios,
o si yo hablo por mi propia cuenta” (Juan 7:17).
Desafortunadamente, la mayoría de los agnósticos no hacen un verdadero esfuerzo
por saber si hay un Dios. No consideran que el asunto sea tan trascendental. Sin
embargo, lo es. El mismo hecho de que un agnóstico no pueda estar seguro de que hay
un Dios, hace lógico que estudie los principios del cristianismo. Por eso, no se puede
rechazar el cristianismo a partir del agnosticismo; antes bien, el agnosticismo es una
razón para examinar el cristianismo.
Los ateos afirman que no hay Dios. No obstante, no pueden sostener su posición de
una manera dogmática. Para que pudiéramos hacer este tipo de declaración con
autoridad, tendríamos que conocer todo el universo y poseer todo el conocimiento. Si
alguien tuviera estas credenciales, entonces, por definición, sería Dios.
Así vemos, pues, que a menos que el ateo sea omnisciente, no puede hacer una
declaración dogmática sobre la existencia de Dios. Por tanto, sólo puede decir que no
sabe si Dios existe o no, y esta opinión es la de un agnóstico. Esto ya lo investigamos
antes y lo encontramos deficiente. La afirmación del ateo de que Dios no existe se
derrumba al examinarla.
El humanista cree que el hombre podrá resolver todos sus problemas. Este credo de
que “el hombre es la medida de todas las cosas” no ofrece una solución concreta a los
que buscan una salida. En nuestro mundo moderno, el humanismo es muy popular.
El humanismo falla por dos cosas. En primer lugar, el hombre cuando funciona solo
no puede establecer normas verdaderas de justicia o valores en el mundo sin Dios. Si
un hombre decide que su opinión humana respecto de los valores es correcta, y otro
hombre decide que la suya también es correcta, entonces ¿quién decidirá entre ellos?
¿Quién habría decidido entre los nazis y los judíos en la Segunda Guerra Mundial?
Cada grupo tenía su conjunto de valores, pero ¿quién tenía la razón? ¿La mayoría, los
más amables o los más malos?
Sin una norma más elevada a la cual acudir, que es Dios, toda la vida se basa en los
valores de la mayoría, o de un dictador que está en el poder. Ellos no tienen una
verdad segura a la cual poder atenerse; todo es cuestión de opinión.
En segundo lugar, el humanismo cree que el hombre es “cada día mejor en todo
sentido”. Sin embargo, con dos guerras mundiales en este siglo y el mundo al borde de
un holocausto nuclear, la desaparición del humanismo optimista se da por supuesta.
Así que el humanismo no ofrece esperanza, sino desesperación. No resuelve
problemas, sino que los crea. Si se examina el humanismo con sinceridad, este lleva al
hombre a buscar sus respuestas, no en el hombre mismo, sino más allá de sí mismo.
Cuando se examinan bien estas opiniones alternas, se encuentra que no socavan los
principios cristianos, sino que los refuerzan. Esto ocurre porque los sistemas
filosóficos y las otras religiones, en su búsqueda de la verdad y el significado de la
vida, se quedan siempre cortos. Sin la Biblia como fundamento sólido, no hay manera
de determinar si tenemos la verdad o no. Sólo ella le ofrece al hombre la verdad y la
esperanza.
¿No enseñan todas las
religiones básicamente
la misma cosa?

Muchas personas se preguntan por qué nosotros exaltamos tanto a Jesucristo y el


cristianismo, pues ellas creen que todas las religiones son básicamente lo mismo.
Suponen que todos los credos se refieren a la misma cosa, pero expresada de modo
diferente.
Una vez un hombre puso esta ilustración. Dijo: “Supongamos que se les ponen
vendas en los ojos a diez hombres y se les acerca a un elefante. Entonces se deja que
cada uno de ellos toque una parte diferente del elefante —la cola, la trompa, etc.— sin
decirles lo que están tocando. Luego se les lleva adentro, se les quitan las vendas y se
les pide que describan lo que tocaron.” El hombre preguntó entonces: “¿Estarían de
acuerdo sus descripciones?” La respuesta, por supuesto, es que no
El hombre hizo entonces esta observación: aunque estos diez hombres tocaron la
misma cosa, no estaban de acuerdo porque tocaron una parte diferente, o si se quiere,
la experimentaron desde un ángulo diferente. Siguió con la conclusión: “¿No es lo
mismo en el campo de la religión? ¿No están los diferentes grupos religiosos —
cristianos, mahometanos, mormones, budistas, etc.— experimentando el mismo Dios
pero explicándolo de diferente manera? Así que, ¿no pueden todos ser verdaderos,
pero con un énfasis diferente en cada uno?”
El problema de esta ilustración es que identifica a un elefante con Dios. Se supone
que todas estas personas están experimentando al mismo Dios, cuando en realidad no
es cierto. El cristianismo y el islam no pueden ser verdad al mismo tiempo. Tampoco
el mormonismo y el budismo pueden ser correctos simultáneamente, ni la ciencia
cristiana y el catolicismo romano.
Todas las religiones no pueden ser verdaderas al mismo tiempo, porque enseñan
muchas cosas que se oponen entre sí. Todas pueden estar equivocadas, pero es cierto
que todas ellas no pueden tener la razón, pues las afirmaciones de una excluyen las de
otra.
En cuanto a los asuntos de la salvación y la persona de Jesucristo, sólo el
cristianismo histórico lo reconoce como el Dios eterno que se hizo hombre, murió por
los pecados del mundo y resucitó al tercer día. La salvación se obtiene solamente al
poner la confianza en este Jesús.
El Jesús del islam no fue el Hijo de Dios que murió por los pecados del mundo; ni
es el Jesús del mormonismo o de la ciencia cristiana el mismo Jesús revelado en la
Biblia.
En estas religiones, la salvación no es por gracia y a través de la fe, sino por obras.
Se puede observar entonces que estamos tratando con diferentes ideas religiosas, que
son incompatibles entre sí.
Aunque muchas religiones parecen lo mismo en la superficie, cuanto más se acerca
uno a sus enseñanzas centrales, tanto más se notan las diferencias. Es completamente
incorrecto decir que todas las religiones son lo mismo.
El Dios de los cristianos no es el mismo Dios de los mormones, los mahometanos o
la ciencia cristiana. Si el Dios de la Biblia es el único Dios verdadero, entonces los
otros dioses no existen y no se deben adorar.
Quiero conocer algunas
de las diferencias entre
el cristianismo y las
religiones orientales

Nosotros vivimos en una época de tecnología y comunicaciones cada vez más


avanzadas, y gracias a medios de comunicación como la televisión, podemos ver
sucesos que ocurren en todo el mundo. Esto ha llevado a un conocimiento mayor de
las ideas y las creencias religiosas de otra gente
El oriente se ha encontrado con el occidente, y vemos que hay vastas diferencias
entre el cristianismo y las religiones del oriente.
El Dios del pensamiento oriental es impersonal, mientras que el Dios de la Biblia es
personal. En algunas religiones orientales, Dios es todo y todo es Dios, mientras que la
Biblia enseña que Dios es independiente de su creación.
Uno de los conceptos básicos del pensamiento oriental es el de la ilusión material
(maya en hindú); el mundo material es una ilusión, y el pecado no es sino la
ignorancia de que este mundo es ilusión
Las Escrituras enseñan que el mundo tiene realidad objetiva, y el pecado, lejos de
ser una mera ignorancia de la ilusión del mundo, es una rebelión voluntaria contra un
Dios infinito y muy real.
La ley del karma es una creencia que forma parte muy esencial de muchas
religiones orientales. El karma bueno o las buenas obras es el modo como una persona
se libera del ciclo de renacimientos, mientras que el karma malo hace que una persona
renazca en una forma inferior a la que tuvo en su vida anterior. La salvación se logra
por obras.
Las Escrituras enseñan que los actos humanos ni se consideran siquiera en los
asuntos relacionados con la salvación eterna. “Nos salvó, no por obras de justicia que
nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia” (Tito 3:5). Las obras sí tienen
un lugar vital, pero vienen a la vida que ya ha recibido la salvación que Dios da, y son
la graciosa y hermosa expresión de que la salvación es real para esa persona (Efesios
2:20).
En cuanto a la idea de la transmigración de las almas, reencarnación o
renacimientos continuos hasta que se llegue al nirvana o felicidad eterna, la Biblia no
enseña tal evangelio de una segunda oportunidad. La enseñanza de las Escrituras es
que cada persona es única, no parte de un todo, y después que esa persona única
muere, dará cuenta a Dios en un juicio (Hebreos 9:27).
La cosmovisión cristiana es totalmente diferente a la de las religiones orientales. La
historia no tiene propósito ni significado para la mente oriental; es una lucha sin fin.
La Biblia presenta a un Dios sobrenatural, quien obra hacia su meta final, que es el
establecimiento de su reino eterno.
Otra avenida para la introducción del pensamiento oriental al mundo occidental es
la cultura de las drogas. Junto con el énfasis en las drogas en las universidades, en la
década de los sesenta se puso atención también a la religión oriental, que se
acomodaba bien a los que buscaban una salida. Este interés de la comunidad
académica produjo nueva literatura con formas del pensamiento oriental que entonces
comenzaron a entrar en nuestra cultura. Se volvieron populares autores como Hesse,
Castañeda y Pirsig (Zen and the Art of Motorcycle Maintenance, El zen y el arte del
cuidado de la motocicleta). Aun grupos como el de la Meditación Transcendental
(M.T.) eran respetados y surgían por todas partes.
Hay muchas otras diferencias entre el pensamiento religioso oriental y el
cristianismo; hay pocas semejanzas, aun de tipo superficial. Las diferencias anteriores
son suficientes para indicar la falta de correspondencia entre el cristianismo y las
religiones orientales en cualquier dogma fundamental y principal de fe.
¿Cuáles son los
orígenes del islam?

Unos quinientos millones de personas, cerca de un séptimo de la población mundial,


son musulmanes. El fundador de esa religión fue Mahoma, quien fue, según los
musulmanes, el más grande de todos los profetas.
Mahoma nació en el año 570 d.C. en La Meca, Arabia. Sus primenos años fueron
relativamente tranquilos, como administrador de caravanas de camellos y las
propiedades de su esposa. Sin embargo, una tarde, en una cueva del monte Hira, a
donde solía ir a orar, se dice que oyó una fuerte voz que le dijo. “Lee.”
Aunque dijo que no podía leer, oyó la voz por segunda vez. Entonces se le mostró
un rollo en el que estaban grabadas con fuego algunas palabras. Aunque nunca antes
había leído ni una palabra, milagrosamente, Mahoma leyó el rollo.
Salió de la cueva temiendo haberse vuelto loco, pero oyó la voz otra vez. Al mirar
hacia arriba, Mahoma vio al ángel Gabriel en forma humana, quien le dijo: “¡Oh,
Mahoma! Tú eres el mensajero de Ala, y yo soy Gabriel.”
La historia dice que esto no lo convenció todavía. Después recibió otro llamado, el
cual obedeció. Su misión como apóstol de Dios era proclamar a su pueblo idólatra un
monoteísmo puro.
Al principio, su mensaje encontró gran resistencia, que causó persecución y exilio
fuera de su propio pueblo. Dijo haber recibido más revelaciones de Alá, que lo
proclamaban como sucesor de los profetas, entre los que incluía a Noé, Abraham,
Moisés y Jesús. En fin, Mahoma se consideró a sí mismo como el último mensajero
que Alá enviaríaa al mundo, lo cual lo convertía en el profeta.
En el año 622 d.C., un grupo de 150 mahometanos salieron en secreto de La Meca
hacia el pueblo de Yathrib. Mahoma hizo el viaje a Yathrib más tarde ese año, el 20 de
septiembre, la fecha con la que comienza el calendario musulmán. Después se le dio el
nombre de Medina a ese pueblo, en memoria de los ocho años de la estadía de
Mahoma allí.
A los sesenta años de edad, Mahoma y su ejército marcharon sobre La Meca en un
intento por reclamarla como la Ciudad Santa del islam, y al fin la conquistó luchando,
contra todas las probabilidades. Dos años después murió el profeta de Alá.
Ya quedaba establecida la norma para los prosélitos del profeta Mahoma. Los
enemigos de Alá deben ser vencidos. El islam se extendió rápidamente más allá de las
fronteras árabes, con la captura de Jerusalén en el año 636 d.C.
Hacia el año 715, el imperio musulmán se extendía desde la frontera china hasta el
océano Atlántico. Así comenzó el islam a seguir los principios de Alá, y se ha
convertido en una de las principales religiones del mundo.
¿Cuáles son las
creencias del islam?

Así como los judíos creen en el Antiguo Testamento y los cristianos ponen su fe en
el Antiguo Testamento y en el Nuevo, los musulmanes creen en el Qurán
(generalmente llamado Corán o Alcorán) como la palabra divina de Dios. Este libro,
que contiene las supuestas revelaciones dadas a Mahoma, se divide en 114 capítulos, o
suras. Los seguidores de Mahoma escribieron el Qurán poco después de su muerte.
Para los musulmanes, el Qurán es la última palabra de Dios para el mundo. Este
declara que tanto el Antiguo Testamento como el Nuevo son igualmente inspirados
por Dios, pero que han sido alterados por cristianos y judíos. En cualquier lugar donde
entren en conflicto, la Biblia está equivocada y el Qurán tiene la razón; el Qurán es la
autoridad definitiva (sura 33:40).
La enseñanza fundamental del islam, llamada “credo islámico” consta de seis
creencias básicas, encontradas a través de todo el Qurán. El credo favorito del islam
es: “No hay Dios fuera de Alá”, y lo recitan diariamente los musulmanes fieles. La
existencia de un solo Dios es un principio básico de la fe musulmana.
Otra creencia apreciada por los musulmanes es que los ángeles son mensajeros de
Alá. Ese concepto del islam difiere poco de la posición bíblica.
Los musulmanes también creen que Alá se ha revelado a través de las Escrituras,
que comprenden el Antiguo Testamento, los Evangelios (aunque no creen que sean
exactos), el Qurán y las tradiciones llamadas Hadith, que no están contenidas en el
Qurán. De las fuentes anteriores, los musulmanes sólo confían totalmente en el Qurán.
El islam también cree fuertemente en los profetas, siendo Mahoma el más grande,
ya que fue enviado a todo el mundo. A Jesús se le considera como un profeta enviado
sólo a los judíos.
En el islam se pone mucho énfasis en el día del juicio. Todos los hombres serán
juzgados según sus obras. Los musulmanes entrarán al paraíso (aunque algunos deben
purgar sus pecados primero): los que no sean musulmanes serán condenados para
siempre a un abismo de fuego.
Además de las cinco creencias fundamentales, los musulmanes también tienen cinco
“pilares” u observancias que las siguen, como parte de su fe. Ellas son:
1. Las oraciones rituales hechas cinco veces al día mirando en dirección a la Meca.
2. El credo o declaración de fe “No hay Dios fuera de Alá, y Mahoma es su
profeta”.
3. Las limosnas, para las cuales ofrendan 1/40 de sus entradas a los necesitados.
4. La observancia del Ramadán, durante el cual ayunan en las horas del día.
5. El peregrinaje a La Meca, que deben hacer todos los musulmanes antes de su
muerte.
Hay un sexto pilar que no es oficial, y que se conoce con el nombre de “guerra
santa”. Esta se usa para expandir el islam. Finalmente, los mahometanos consideran a
Dios como una deidad absolutista, cuya voluntad es ley. A Dios no se le puede
conocer de manera personal; así que la meta del islam es obedecer a Alá, no
conocerlo.
¿Es compatible el islam
con el cristianismo?

Como sucede con todas las religiones del mundo, hay inmensas diferencias entre el
cristianismo y el islam. Un examen de las dos doctrinas mostrará que sus creencias son
incompatibles. Mahoma afirmó que las revelaciones dadas a él por Dios eran
infalibles, haciendo así del Qurán la norma para probar otras Escrituras. Sin embargo,
el que alguien afirme haber recibido una revelación carece de significado, a menos que
esté respaldado por algún tipo de evidencia adecuada. Las evidencias a favor la
inspiración y la confiabilidad histórica de la Biblia son inmensas, mientras que las
evidencias a favor la infalibilidad del Qurán son deficientes.
Mahoma también declaró que la descripción de Jesús presentada en los Evangelios
es incorrecta, mientras que su imagen correcta le fue revelada a él por Dios. Por tanto,
los mahometanos creen en el informe del Qurán acerca de la vida de Jesús, antes que
en el relato del Nuevo Testamento. El Jesús revelado en el Qurán no es el mismo Jesús
presentado en los Evangelios. Ambos relatos no pueden ser verdaderos al mismo
tiempo. En todo caso, las enseñanzas del cristianismo y del islam no se pueden
reconciliar. El Qurán está en conflicto directo con la Escrituras sobre la personalidad
de Jesucristo: “Jesucristo, el hijo de María, no fue más que un apóstol de Dios” (Sura
19:92). Además, el Qurán afirma que Jesús es profeta solamente para la nación de
Israel, mientras que Mahoma es el último y más grande profeta para todo el mundo.
Contrastemos eso con la opinión bíblica de Jesucristo: “En el principio era el Verbo,
y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios” (Juan 1:1). “El que me ha visto a mí, ha
visto al Padre” (Juan 14:9), “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente” (Mateo
16:16), “El cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia,
y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la
purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la
Majestad en las alturas” (Hebreos 13).
El Qurán, al hablar de la muerte de Cristo, declara: “Ellos ni lo mataron, ni lo
crucificaron; todo fue apariencia”
Sin embargo, el Nuevo Testamento presenta con claridad cómo ocurrió la muerte de
Cristo: “Cuando llegaron al lugar llamado de la Calavera, le crucificaron” (Lucas
23:33), “Entonces Jesús, clamando a gran voz, dijo: Padre, en tus manos encomiendo
mi espíritu. Y habiendo dicho esto, expiró” (Lucas 23:46).
La Biblia enseña que Jesús fue el Hijo de María, nacido en forma virginal, Dios en
carne humana. “Entonces el ángel le dijo: María, no temas, porque has hallado gracia
delante de Dios. Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su
nombre JESÚS” (Lucas 1:30, 31); “Respondiendo el ángel, le dijo El Espíritu Santo
vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra, por lo cual también
el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios” (Lucas 1:35).
El islam enseña que Jesús nació milagrosamente de María, pero no cree en el
nacimiento virginal bíblico. Ellos creen que, como Adán fue creado de la tierra, Jesús
fue creado por Dios en el vientre de María. Dicen que Él no es un dios, ni el Hijo de
Dios. Aunque esto sería una concepción milagrosa, no es lo mismo que el nacimiento
virginal bíblico.
El islam también enseña la salvación por obras: “Aquellos cuyas balanzas sean
pesadas serán benditos. Pero aquellos cuyas balanzas sean livianas, perderán su alma,
y quedarán en el infierno para siempre” (Sura 13:102-104). Así que, si la balanza se
mueve a favor de las obras buenas, el mahometano llega al paraíso, pero si éste no es
el caso, entonces será enviado al infierno
La Biblia enseña una salvación por gracia a través de la fe y no por obras. “Porque
por gracia sois salvos por medio de la fe, y esto no de vosotros, pues es don de Dios
No por obras para que nadie se gloríe” (Efesios 2:8, 9). “Nos salvó, no por obras de
justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia” (Tito 3:5).
Un importante problema en la aceptación del relato de Mahoma es que su
testimonio data de seiscientos años después de ocurridos los acontecimientos, mientras
que el Nuevo Testamento contiene el testimonio de testigos oculares o de primera
mano acerca de la vida y el ministerio de Jesucristo. Jesús hizo una distinción muy
clara: “Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado” (Juan 6:29).
¿Qué hace que la
conversión cristiana sea
válida? ¿No tendrá una
explicación psicológica?

Cada vez que un creyente da su testimonio, siempre parece haber alguien que objeta
que se use esto como evidencia de lo que el cristianismo afirma como verdadero.
Alegan que parece como si todo el mundo tuviera cierto tipo de experiencia de
conversión o de testimonio religioso.
Los mormones hablan del ardor en su corazón; en las religiones orientales se habla
de la paz y la tranquilidad que se recibe, otros dicen que reciben nuevo gozo y
felicidad.
¿Por qué es correcta la conversión cristiana y las otras no? ¿Se puede explicar mejor
por los reflejos condicionados o por cierto tipo de autohipnosis?
Es verdad que muchos hoy en día testifican haber tenido experiencias religiosas en
las que dicen que han encontrado la realidad definitiva. A primera vista, el cristiano
parece como cualquier otro porque él también afirma que ha experimentado la verdad.
Tanto el creyente como el observador casual necesitan más que un mero testimonio de
experiencia subjetiva como criterio para juzgar acera de quién tiene la razón, si lo hay.
La diferencia está en que los cristianos tenemos ese criterio.
La conversión cristiana está ligada a la persona de Jesucristo. Está arraigada en
hechos, no en deseos o pensamientos. Jesús demostró que Él tenía las credenciales
para ser llamado el único Hijo de Dios. Exhortó a hombres y mujeres a poner su fe en
Él, para que pudieran conocer a Dios y el significado de la vida.
Él dijo. “Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia”
(Juan 10:10). Cuando una persona pone su fe en Jesucristo, entra en una relación
personal con Dios Todopoderoso, lo cual produce cambios en su vida.
La conversión cristiana no es un mejoramiento propio, ni depende de la cultura. Hay
muchos que ponen su fe en Cristo, y lo hacen a pesar de las presiones de amigos y
familiares. La experiencia del cristiano depende en última instancia de Dios y de su
obra en la vida de la persona. Esto debe ocurrir. La experiencia se basa en este hecho,
no en la persona misma.
Además del hecho de que la conversión cristiana se basa en algo objetivo, la
resurrección de Cristo, existe también la universalidad de la experiencia cristiana, que
se debe tomar en cuenta. Desde los tiempos de Jesús hasta hoy, ha habido gente de
todas las extracciones sociales imaginables, culturas diferentes y posiciones
intelectuales distintas, que ha sido convertida por la persona de Jesucristo. Algunos de
los individuos más viles que han andado sobre la faz de la tierra han pasado a estar
entre los santos más maravillosos después de haber confiado en Jesucristo. Hay que
considerar esto, pues debido a la diversidad de la gente, no se puede explicar esto
sencillamente a base del condicionamiento. Digamos, por ejemplo, que alguien se
acerca a uno y le dice que ha encontrado el significado y la realidad última de la vida.
Confiesa que su vida ha sufrido un cambio drástico. Entonces uno le pregunta cuál es
la clave de su gran cambio. Él responde: “Desde que comencé a llevar una cáscara de
sandía en la cabeza, mi vida ha cambiado.”
Uno les pregunta a sus amigos, y ellos dicen que en realidad él ha sido diferente
desde el día en que se puso la cáscara en la cabeza. Ahora uno quiere saber si esta
experiencia es única para este individuo, o si hay otros que afirmen lo mismo, así que
comienza a buscar personas que lleven cáscaras de sandía en la cabeza.
Busca por todas partes, pero no puede encontrar a nadie que tenga una experiencia
semejante. Entonces llega a la conclusión de que esta persona está generando su
propia experiencia, y no está llegando a la realidad última.
La experiencia cristiana es universal, y aunque esto en sí no prueba que sea
verdadera, sí hace que merezca consideración. Lo que prueba que es verdadera es que
está fundada en las irrefutables evidencias de la divinidad de Jesucristo.
¿Qué esperanza le
ofrece el cristianismo
al mundo?

Vivimos en una época en que la gente es pesimista sobre el futuro. Con la llegada
de las armas nucleares tácticas, el temor ha envuelto a nuestro planeta.
Se pueden ver ejemplos de esta actitud en las siguientes declaraciones:
“Cada vez se vuelve más obvio que es el hombre mismo, y no los microbios, el
hambre o el cáncer, el peligro más grande para la humanidad” (Cari Jung, “Epílogo”,
Modern Man in Search of a Soul, El hombre moderno en busca de un alma, Nueva
York, Routledge Books, 1933).
“El problema real está en el corazón y la mente de los hombres. No es un problema
de física, sino de ética. Es más fácil cambiar la naturaleza del plutonio que la del mal
espíritu del hombre” (Albert Einstein, citado por Mead, p. 192).
“Hoy en día, aun la supervivencia de la humanidad es una esperanza utópica”
(Norman O. Brown, Life Against Death, La vida contra la muerte, Londres, Sphere
Books, Ltd., 1968, p. 267).
“El mundo ya se ha vuelto demasiado peligroso para todo lo inferior a la utopía”
(John Rader Platt, The Step to Man, El paso hacia el hombre, Nueva York, John Wiley
and Sons, Ltd., 1966, p. 196).
El problema de la falta de esperanza y significado de la vida son característico de
nuestra generación. Ha sido expresado en el pasado por otros que han sentido el
mismo vacío. Para un gran segmento de la población, esta vida es todo lo que existe, y
no hay esperanza más allá de la tumba, pero esa idea no es nada nuevo.
Comparemos con lo que algunos escritores antiguos decían de la muerte. “Una vez
que el hombre muere, no hay resurrección” (Esquilo); “Hay esperanza solamente para
los vivos, pero los que han muerto están sin esperanza” (Teócrito); “Cuando nuestra
breve luz se pone, hay una noche perpetua a través de la cual debemos dormir”
(Catulo).
Contra este fondo de pesimismo, Jesucristo ofrece verdadera esperanza. Él le da a la
humanidad la oportunidad de ponerse en paz con Dios y con el prójimo. Así pues, el
cristianismo les ofrece una vida plena a los que aceptan a Jesús: “Yo he venido para
que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (Juan 10:10).
Sin embargo, la vida abundante nunca termina. Hay una esperanza de vida eterna
que se apoya en las promesas de Dios en Jesucristo. Jesús dijo: “Yo soy la
resurrección y la vida; El que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá; y cualquiera que
vive y cree en mí, no morirá eternamente” (Juan 11:25, 26).
En un mundo mutable, existe un Dios inmutable cuya palabra permanece para
siempre. “Sécase la hierba, marchítase la flor; mas la palabra del Dios nuestro
permanece para siempre” (Isaías 40.8), y Él mismo nunca cambia: “Jesucristo es el
mismo ayer, y hoy, y por los siglos” (Hebreos 13:8).
Ralph Barton, uno de los más grandes artistas de tiras cómicas de la nación, dejó
esta nota clavada a su almohada antes de quitarse la vida “He tenido pocas
dificultades, muchos amigos, grandes éxitos, he ido de esposa en esposa y de casa en
casa; he visitado los grandes países del mundo, pero estoy harto de inventar cosas para
llenar las veinticuatros horas del día” (Bill Bright, Jesús and the Intellectual, Jesús y el
intelectual, p. 14).
Shakespeare comentó de la vida. “Es un cuento contado por un idiota, lleno de ruido
y furia, que no importa nada” (Tragedia de MacBeth, V. v.).
¡Qué contraste tan grande con las palabras que escribiera el apóstol Pablo poco
antes de su muerte inminente. “Porque yo ya estoy para ser sacrificado, y el tiempo de
mi partida está cercano. He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he
guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el
Señor, juez justo, en aquel día, y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su
venida” (2 Timoteo 4:6-8).
¿Cómo puedo hacerme
cristiano?

“Así como los reyes y los poderosos de la tierra nacen del mismo modo que el
hombre más sencillo, también la persona más intelectual debe hacerse cristiana del
mismo modo que la persona más iletrada. Esto es verdad para todos los hombres en
todas partes, a través del espacio y del tiempo, sin excepción. Jesús dijo de una forma
que no deja otra alternativa: „Nadie viene al Padre, sino por mí‟” (Juan 14:6). (Francis
Schaeffer. True Spirituality, Verdadera espiritualidad, p. 1). Jesús dijo que para entrar
al reino de los cielos, una persona debe “nacer de nuevo” (Juan 3:3). Esto consiste en
un acto del corazón: creer en Jesucristo como Señor y Salvador. Cuando nacimos al
mundo físico, nacimos en muerte espiritual, y por eso necesitamos un nacimiento
espiritual Este comprende dos fases.
La primera es darnos cuenta de que no podemos lograrlo por nuestras propias
fuerzas. Somos pecadores y necesitamos ayuda. ¿Qué es un pecador? Un pecador es
alguien que está separado de Dios, ha decidido hacer su propia voluntad y no puede
volver a Dios por causa de su pecado.
El pecado se puede definir sencillamente como nuestro orgullo y egoísmo. De modo
más específico, el pecado es la violación de las normas de la justicia de un Dios santo.
Así que debemos reconocer que necesitamos un Salvador, alguien que realice todo lo
que Dios exige. La única persona que hizo esto fue Jesucristo. Él vivió la única vida
aceptable ante Dios.
El murió como sustituto en la cruz por nuestros pecados, porque nosotros no
teníamos la posibilidad de agradar a Dios por nuestros méritos. Entonces, el paso
inicial es saber que todos hemos pecado, quebrantando la ley de Dios, y que
merecemos el juicio como consecuencia. La Biblia dice “La paga del pecado es
muerte” (Romanos 6:23).
Una vez que una persona ve lo desesperado de su situación y se da cuenta de que
Jesucristo ofrece una respuesta, el paso siguiente es recibir ese ofrecimiento de modo
personal: “La dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, Señor nuestro” (Romanos
6:23). Cuando una persona recibe a Cristo como su Salvador al aceptar el don de Dios,
en ese momento esa persona nace de nuevo.
Es tan fácil que hasta un niño lo puede hacer, pero es difícil porque primero
tenemos que saber que no podemos lograrlo por nuestras fuerzas. Jesús dijo que para
entrar al reino de los cielos, la persona debe estar dispuesta a humillarse como un niño,
y sólo entonces Dios la recibirá (Mateo 18:3).
¿Cuál es su situación? ¿Ha tomado usted esa decisión? ¿Ya ha nacido de nuevo? Si
desea hacerlo, le ofrecemos esta oración que puede hacer: “Señor Jesús, yo sé que soy
pecador, me doy cuenta de que no puedo salvarme solo. Gracias por morir por mí. En
este momento, de la mejor manera que sé, confío en ti como mi Salvador y Señor. En
el nombre de Jesús. Amén”.
Si usted oró a Dios con toda sinceridad, entonces ¡usted es cristiano ahora!
Una cosa que es importante observar, sin embargo, es que el recitar las palabras
anteriores no es lo que obtiene el resultado. No hay nada mágico en ellas; cualquiera
puede repetir una oración. Es la actitud del corazón y su deseo al orar y confiar en
Cristo lo que cambia las cosas.
¿Es el cristianismo una
especie de muleta?

Parece que todas las universidades tienen un ateo que diga: “El cristianismo es para
los débiles; es sólo una muleta”.
La famosa afirmación de Carlos Marx, “La religión es el opio de los pueblos”, es
todavía una opinión común de muchos. Los que se llaman cristianos son considerados
como personas que necesitan algo que las capacite para enfrentarse a los problemas de
la vida. Algunas personas usan alcohol, otras las drogas, y otras el cristianismo para
atravesar este difícil mundo.
El hecho es que todos nosotros sí necesitamos una muleta para vivir en este mundo.
En cierto sentido, todos estamos lisiados, y en lo más profundo de nosotros mismos
hay un deseo por algo que no sostenga. El asunto real es éste: “¿Es verdadera esta
muleta que llamamos cristianismo, o es algo al mismo nivel de las drogas o el alcohol,
inventado para satisfacer una necesidad reconocida?”
Hay necesidades psicológicas claras como el temor al peligro, a la enfermedad y a
la muerte, que pueden impulsarnos a inventar un Dios para sentirnos seguros. Sin
embargo, hay también necesidades psicológicas que pueden llevarnos a negar que
Dios existe. El agnóstico y el ateo pueden usar su agnosticismo y ateísmo como una
muleta para evitar responsabilidades ante las exigencias de Dios. El Dios de la Biblia
es alguien terrible; una amenaza para la humanidad. Un Dios que es todopoderoso,
omnisciente, justo, santo y que va a juzgar al mundo por su pecado, es una figura
imponente en extremo. Por eso algunos necesitan la muleta de negar la existencia de
Dios para vivir su vida como les plazca, sin temor al juicio.
Aldous Huxley articuló esto en Ends and Means (Fines y medios): “Considero que
la filosofía de la falta de importancia fue en esencia un instrumento de liberación
sexual y política” (p. 270 y ss.).
La verdad de la fe cristiana no se basa en necesidades psicológicas, ni en estar en
pro o en contra de Dios. Sí, el cristianismo podría haber comenzado porque la gente
necesitara algo en qué apoyarse, pero la pregunta no es cómo pudo haber comenzado,
sino cómo comenzó.
Volvemos de nuevo al asunto real, que es la persona de Jesucristo. ¿Necesita la
humanidad apoyarse en El, o podemos apoyamos en alguna otra cosa?
Jesús aclaró el asunto: “Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le
compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca. Descendió lluvia,
y vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa; y no cayó, porque
estaba fundada sobre la roca. Pero cualquiera que me oye estas palabras y no las hace,
le compararé a un hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena, y descendió
lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa; y
cayó, y fue grande su ruina” (Mateo 7:24-27).
También podemos decirlo de este modo. Una muleta presupone dos cosas: (1) que
haya una enfermedad o herida, y (2) que se le ha dado a una persona cierto tipo de
remedio para ello (por eso tiene la muleta).
Surgen de inmediato dos preguntas. Primera, ¿cuál es esta enfermedad? ¿Es real o
imaginaria? Segunda, ¿es el remedio el indicado para la enfermedad?
En el caso del cristianismo, Dios declara sin lugar a dudas que la enfermedad es el
pecado, y que es real. No es la necesidad imaginaria o psicológica de un calmante
religioso, como propondría Marx. Antes bien, el remedio en vez de ser una muleta
religiosa, es una relación personal con Jesucristo.
Por lo tanto, el cristianismo en cierto sentido es una muleta, es el cimiento seguro,
la verdad de la vida.
Si Jesucristo es Dios, murió en la cruz por nuestros pecados y nos creó para estar en
comunión con Dios Padre a través de Él, entonces llamarlo “muleta” es como que una
bombilla eléctrica le diga al enchufe “Tú eres mi muleta”. Así como la bombilla fue
creada para funcionar de modo apropiado al insertarla en el enchufe, así también
nosotros fuimos creados para funcionar cuando estamos en una relación personal con
Dios a través de Jesucristo.
¿Por qué tengo que
hacerme cristiano? Los
peores hipócritas están
en la iglesia.

Una de las principales excusas que la gente tiene para no abrazar el cristianismo,
tiene que ver con los hipócritas que hay en la Iglesia, tanto los del pasado como los del
presente. A la gente le gusta señalar los hechos malos del pasado que se han llevado a
cabo en nombre de Cristo, tales como la Inquisición española, los juicios de brujas y
otros actos horribles. Existen también ejemplos actuales de predicadores, diáconos o
líderes de iglesias que han sido encontrados en alcoholismo, relaciones adúlteras o
alguna otra actividad incompatible con lo que dicen que creen. Este tipo de conducta
ha llevado a muchos a decir: “Si eso es el cristianismo, yo no quiero tomar parte en
él.” Se debe reconocer que ha habido hipocresía en la Iglesia, y en la actualidad no
estamos exentos de personas hipócritas. Un hipócrita es un actor, uno que se pone una
máscara. Dice una cosa y hace otra. Sin embargo, el hecho de que la Iglesia tenga
hipócritas, no quiere decir que todos los cristianos lo sean. A cada ejemplo de
hipocresía que se pueda indicar en la Iglesia, corresponde el ejemplo de una persona
que vive de acuerdo con las enseñanzas de Jesucristo Es importante no confundir la
hipocresía con el pecado. Todos los cristianos son pecadores, pero no todos los
cristianos son hipócritas. Hay la idea falsa de que un cristiano es una persona que dice
que no peca, pero la verdad es que si uno admite que es cristiano, admite también que
es pecador (1 Juan 1:5—2:2).
Todos los creyentes, incluso los clérigos, son seres humanos falibles, predispuestos
a todo tipo de pecado. Sólo porque una persona no es perfecta, no podemos decir que
es hipócrita. La distinción entre las dos cosas es importante. Los fallos de los
creyentes no invalidan la verdad.
Jesucristo tuvo palabras muy duras para las personas que cometían el pecado de
hipocresía, especialmente los líderes religiosos de su época. Los denunció con
palabras precisas.
“¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque recorréis mar y tierra para
hacer un prosélito, y una vez hecho, le hacéis dos veces más hijo del infierno que
vosotros” (Mateo 23:15).
Las personas pueden entrar al ministerio por razones equivocadas, y lo hacen, o
pueden entrar en componendas respecto de sus convicciones de fe. Cuando hacen esto,
van por mal camino, y la Biblia lo denuncia con claridad.
El cristianismo no queda en pie ni cae por la manera como los cristianos hayan
actuado a través de la historia, o estén actuando hoy en día. El cristianismo se afirma
en la persona de Jesucristo, y Jesús no fue un hipócrita. Él vivió según lo que enseñó,
y al final de su vida retó a los que habían vivido con Él día y noche durante más de
tres años a que señalaran alguna hipocresía en Él.
Sus discípulos se quedaron callados, porque no había en Él tal hipocresía. Si el
cristianismo depende de Jesús, es incorrecto tratar de invalidar la fe cristiana al señalar
las cosas horribles hechas en nombre del cristianismo.
No se puede excusar al no creyente de su obligación de creer, sólo porque es posible
señalar gente que finge ser lo que no es. Los cristianos hipócritas no pueden presentar
la excusa de que no son perfectos, debido a los efectos terribles que tiene la hipocresía.
Echémosle un vistazo a una ilustración acerca de la lógica de esta pregunta. Por
ejemplo, digamos que el gerente de una gran compañía de autos siempre está
anunciando y diciendo a sus amigos que cierto modelo de automóvil de su compañía
es el mejor del país y el único auto que deberíamos conducir.
En realidad, varias revistas de automóviles y grupos de consumidores han
respaldado algunas de sus afirmaciones. Sin embargo, cuando uno ve a ese hombre, él
va conduciendo el mejor modelo ¡de sus competidores! (Quizá le gusten más sus
colores.)
Uno dice: “¡Qué hipócrita!” Si él cree todo lo que dice acerca de su auto, y tiene por
qué saber si es cierto, entonces debería conducir uno de los suyos. Eso es probable que
sea verdad No obstante, el hecho de que él sea hipócrita no invalida la afirmación de
que su auto sea el mejor del país.
Lo mismo se aplica al cristianismo. Es posible que la gente diga que es verdad, pero
viva su vida de un modo contrario a su afirmación, pero esto no quiere decir que el
cristianismo no sea verdadero.
¿Qué les sucede a los
que nunca han oído el
evangelio?

No importa a dónde vayamos o el tema de que hablemos; esta pregunta siempre


parece surgir. Muchas veces es hecha para librar al individuo de cualquier
responsabilidad personal con Dios.
Se debe tener en cuenta, sin embargo, que la respuesta a esta pregunta no determina
si el cristianismo es verdadero o no. Ese asunto ya ha quedado resuelto en Jesucristo
por su resurrección de entre los muertos. El asunto de su autoridad ha quedado
resuelto de una vez por todas, y este tema de los que no han oído el Evangelio es ahora
una cuestión de interpretación.
La mejor manera de tratar esta cuestión es declarar ciertas verdades que las
Escrituras presentan con claridad. La Biblia afirma que nadie puede venir a Dios, si no
es por medio de Jesucristo.
Jesús dijo: “Nadie viene al Padre sino por mí” (Juan 14:6). La única base para el
perdón de pecados y la vida eterna es el camino abierto por Jesús. Muchas personas
piensan que esto implica que los que nunca han oído hablar de Jesús quedan
condenados. Sin embargo, no sabemos que este sea el caso.
Aunque las Escrituras nunca enseñan de modo explícito que alguien que nunca haya
oído hablar de Jesús pueda ser salvo, creemos que lo infiere. Creemos que toda
persona tendrá una oportunidad para arrepentirse, y que Dios no excluirá a nadie
porque haya nacido en un tiempo y lugar equivocados.
Jesús dijo: “El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de
Dios, o si yo hablo por mi propia cuenta” (Juan 7:17) La Biblia también revela que
nadie tiene excusa. “Porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se
lo manifestó. Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen
claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las
cosas hechas, de modo que no tienen excusa” (Romanos 1:19, 20).
Es un hecho que toda la humanidad puede decir que existe un Creador, porque su
creación lo testifica. Este testimonio es universal. Aunque la gente tiene suficiente
información de que Dios existe, se vuelve por su voluntad propia ignorante de las
cosas de Dios, porque su corazón es malo.
La Biblia enseña que el individuo incrédulo “detiene con injusticia la verdad”
(Romanos 1:18). Además, las Escrituras relatan que el hombre no busca a Dios, sino
que huye de Él. “No hay quien busque a Dios” (Romanos 3:11). Por tanto, no se trata
de que Dios rehúse llevar su Palabra a alguien que la busque con desesperación.
También sabemos que es el deseo de Dios que “nadie se pierda sino que todos
vengan al arrepentimiento” (2 Pedro 3:9). Esto indica que Dios también se preocupa
por las personas que no han oído el Evangelio. Lo demostró al enviar a su Hijo a morir
en lugar de ellos. “Siendo aun pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:8).
La Biblia enseña que Dios va a juzgar al mundo con Justicia y rectitud. “Por cuanto
ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia” (Hechos 17:31). Esto
significa que cuando se reúnan todas las evidencias el nombre de Dios será
reivindicado y nadie podrá acusarlo de injusticia.
Aunque no sepamos concretamente cómo va a tratar Él a estas personas, si sabemos
que su juicio va a ser justo. Sólo este hecho debería satisfacer a cualquiera que se
pregunte sobre la manera como Dios va a tratar a las personas que nunca han oído
hablar de Jesucristo.
La Biblia misma testifica acerca del hecho de que hay personas que oirán y
responderán en cada grupo étnico de la tierra. “Porque tú fuiste inmolado, y con tu
sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación”
(Apocalipsis 5:9).
La Biblia presenta el ejemplo de un hombre que estaba en una situación semejante a
la de muchos en la actualidad. Su nombre era Cornelio. Él no había oído hablar de
Jesucristo, pero le pedía a Dios en oración y con sinceridad y constancia que se le
revelara.
Dios respondió la oración de Cornelio, y envió al apóstol Pedro a relatarle toda la
historia de Jesús. Cuando Pedro le predicó, Cornelio puso su confianza en Cristo como
su Salvador. Este ejemplo demuestra que cualquiera que desee con sinceridad conocer
a Dios, oirá hablar acerca de Jesús.
En la actualidad hay personas como Cornelio, que hacen la misma oración; quieren
conocer al Dios verdadero y vivo, y Él se llega a ellos con el Evangelio; no importa
dónde vivan. Simón Pedro declaró: “En verdad comprendo que Dios no hace acepción
de personas, sino que en toda nación se agrada del que le teme y hace justicia”
(Hechos 10:34, 35).
Las Escrituras contienen otros ejemplos de individuos que fueron aceptados por
Dios, aunque su conocimiento de Él era limitado. Rahab la ramera tenía sólo un
ínfimo conocimiento de Dios, pero la Biblia se refiere a ella como mujer de fe, y alaba
sus acciones (Josué 2:9, Hebreos 11:31).
El sirio Naamán recibió paz de Dios, porque ejercitó la fe, aunque vivía en medio de
una cultura pagana (2 Reyes 5:15-19). El profeta Jonás fue enviado a Nínive, una
sociedad pagana, y ellos se arrepintieron por su predicación (Jonás 3:5).
Nadie será condenado por no haber oído nunca hablar de Jesucristo. La persona que
sea condenada, lo será por violar sus propias normas morales. “Porque todos los que
sin ley han pecado, sin ley también perecerán: y todos los que bajo la ley han pecado,
por la ley serán juzgados; porque no son los oidores de la ley los justos ante Dios, sino
los hacedores de la ley serán justificados. Porque cuando los gentiles que no tienen
ley, hacen por naturaleza lo que es de la ley, estos, aunque no tengan ley, son ley para
sí mismos, mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su
conciencia, y acusándoles sus razonamientos, en el día en que Dios juzgará por
Jesucristo los secretos de los hombres, conforme a mi evangelio” (Romanos 2:12-16).
Fundamentándonos en los ejemplos anteriores tomados de las Escrituras, podemos
ver que Dios juzgará a toda la humanidad con justicia y que nadie podrá decir que
pasó por un juicio injusto. Por eso, las personas que hacen esta pregunta deben tener
mucho cuidado de no usarla como excusa para no venir a Cristo.
Lo que uno piense que le ocurrirá o no a otra persona no le quita la responsabilidad
en el día del juicio. Aunque no podamos responder a satisfacción de todos la pregunta
sobre los que no han oído, hay ciertas cosas que la Biblia ha dejado en claro.
Una persona lo expresó así: “Hay muchas cosas en la Biblia que no puedo entender;
muchas cosas sólo creo que las entiendo; pero hay muchas otras cosas de la Biblia que
no puedo dejar de entender” (Anónimo).
Yo conozco personas
muy religiosas y
completamente
sinceras, pero no
cristianas. Dios las
aceptará, ¿verdad?

Una persona puede ser sincera, pero también puede estar sinceramente equivocada.
La Biblia dice que hay caminos que al hombre parecen derechos, pero su fin es
camino de muerte (Proverbios 16:25).
Cada año se dan muchos casos de que alguien por chiste le apunta con un revólver a
otra persona, creyendo sinceramente que está vacío. El revólver se dispara y mata al
otro individuo, mientras la persona que apretó el gatillo dice: “No sabía que estaba
cargado.”
Esa persona puede ser ciento por ciento sincera en el hecho de que no quería hacerle
daño al otro individuo, pero estaba creyendo con sinceridad algo que no era verdad. La
sinceridad no es suficiente si el objeto de la fe no es verdadero, y toda la sinceridad del
mundo no podría devolverle la vida al que fue muerto con el revólver.
El apóstol Pablo enseña que la sola práctica de la religión no excusa a nadie, sino
que más bien aumenta la culpabilidad de la persona Al examinar la religión pagana,
Pablo indica que es una distorsión de la verdad. Él dice: “Cambiaron la verdad de Dios
por la mentira” (Romanos 1:25).
La gloria de Dios es sustituida y reemplazada por la gloria de la criatura. Su religión
es idolatría, y la adoración de ídolos es un insulto a la dignidad de Dios. Esto es algo
que Dios siempre ha detestado.
No tendrás dioses ajenos delante de mí. No te harás imagen, ni ninguna semejanza
de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra.
No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso,
que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación
de los que me aborrecen” (Éxodo 20:3-5) Así que una persona religiosa no tiene
ventaja si adora al dios equivocado, no importa cuán sincera sea.
Si una persona trata de entrar a una sala de cine y el pecio de la entrada es de cuatro
dólares, no importa si tiene $3,90; todavía le falta dinero. Si alguien cree en algo
equivocado, no importa cuán sincero sea, todavía le falta en cuanto a lo que Dios le
exige para llegar a Él.
Dios es quien pone las normas, y está dispuesto a aceptar solamente a los que
vengan a Él a través de Jesucristo. “Y en ningún otro hay salvación, porque no hay
otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hechos
4:12).
Si el cristianismo es tan
bueno, ¿por qué hay
tan pocos cristianos?

Los cristianos son minoría ahora y siempre lo han sido. La mayoría de las personas
que están vivas en la actualidad no han confiado en Jesucristo como su Salvador. Esto
es exactamente como Jesús dijo que seria. “Estrecha es la puerta, y angosto el camino
que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan” (Mateo 7:14). Este ha sido el caso a
través de toda la historia. Hay varias razones por las cuales una gran parte de la
humanidad ha rechazado a Jesús como su Salvador Una de las razones por las cuales
la gente no se convierte al cristianismo es por ignorancia. No es ignorancia de la
existencia de Dios ni de una persona llamada Jesucristo, sino ignorancia de los hechos
que le dan validez a la fe cristiana. Muchas veces esa ignorancia es autoimpuesta.
Algunas personas ni se molestan en estudiar las declaraciones de Cristo, mientras que
otras rehúsan creer.
Muchas personas afirman que tienen problemas intelectuales con la fe cristiana,
cuando generalmente lo que tienen son excusas intelectuales o emocionales.
Conocemos muchas personas que después de habérseles presentado los hechos del
cristianismo, han reconocido con prontitud que saben que el cristianismo es verdadero,
pero todavía rehúsan hacerse cristianas.
Por lo tanto, no es un problema de la mente, sino de la voluntad. No es que no
puedan hacerse cristianas; el caso es que no quieren hacerse cristianas. La Biblia
enseña que la humanidad está tratando de suprimir la verdad de Dios (Romanos 1:18).
La gente es ignorante de la persona de Cristo y su autoridad, principalmente porque
quiere.
Otra razón es la sencillez del Evangelio. Es tan sencillo hacerse cristiano, que un
niño puede hacerlo. En realidad, para entrar al reino de los cielos, Jesús enseñó que
debemos poner nuestra confianza en Cristo, tanto si somos profesores universitarios,
como si somos personas que nunca han terminado la escuela elemental.
El apóstol Pablo dijo en lo concerniente a la sencillez del Evangelio: “Pues, mirad,
hermanos, vuestra vocación, que no sois muchos sabios según la carne, ni muchos
poderosos, ni muchos nobles; sino que de lo necio del mundo escogió Dios para
avergonzar a lo fuerte… a fin de que nadie se jacte en su presencia” (1 Corintios 1:26,
27, 29).
Pablo enseñó, como Jesús, que los cristianos nunca serían la mayoría, y que no
serían muchas las personas prominentes que creerían en Jesús. Aunque no ha habido
en la historia muchos hombres y mujeres destacados que hayan confiado en Jesús, ha
habido algunos.
Además, la gente no se hace cristiana debido a que tiene una idea errónea de lo que
es un cristiano en realidad. Muchos creen que el cristianismo es una religión con un
conjunto de mandamientos negativos como “no hagas esto, no hagas aquello”. Tienen
la idea de que, cuando uno cree en Jesús, se resigna a una vida llena de infelicidad,
restricciones y aburrimiento.
Como nadie quiere vivir así, descartan el cristianismo, como algo a lo cual no
quieren dedicar sus vidas. Es un hecho triste que algunos cristianos le dan al mundo la
impresión de que su fe consta sólo de un grupo de mandamientos negativos. Nada
podría estar más alejado de la verdad.
Cuando una persona confía en Jesús como su Salvador, se vuelve verdaderamente
libre. Jesús dijo: “Si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres” (Juan 8:36).
Jesucristo se ha dedicado a libertar a hombres y mujeres de las cosas que los tienen
esclavizados, para que sean las personas que deben ser.
Como creyentes, somos libres para hacer lo que queremos hacer, y para no hacer lo
que no queremos hacer. La vida cristiana no es aburrida, porque tenemos diariamente
el gozo y la emoción de conocer al Dios vivo y experimentar todas las cosas buenas
que Él tiene reservadas para nosotros. “Deléitate asimismo en Jehová, y él te
concederá las peticiones de tu corazón" (Salmo 37:4).
Algunas personas no se hacen cristianas debido a sus sentimientos de culpa. Han
llevado una vida en que han cometido muchas acciones malas y delitos, y no creen que
puedan ser perdonadas por Dios y que se les pueda dar una vida decente. Sin embargo,
la Biblia enseña con claridad que cualquiera, sin excepción, que busque a Dios y desee
ser perdonado de sus pecados, lo será.
No hay un pecado demasiado grave, que impida a alguien ir al cielo, salvo el pecado
de incredulidad. Si una persona rehúsa creer en lo que Dios ha provisto para borrar su
pecado —la persona de Jesucristo— entonces no hay esperanza para ella Jesús dijo:
“Al que a mi viene, yo no lo echo fuera” (Juan 6:37).
La Biblia dice: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo
unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”
(Juan 3:16). Usted y yo estamos incluidos en ese “todo aquel”. Si viene a Jesús, Él ha
prometido perdonar sus pecados, y le permitirá comenzar de nuevo con una página
limpia, no importa cuán corrupto haya sido. Otra razón por la cual algunos rehúsan
aceptar a Jesús es debido al pecado que hay en su vida. Ellos saben que, si se hacen
creyentes, tendrán que dejar de cometer ese pecado, y no quieren hacerlo Jesús dijo:
“Y esta es la condenación, que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las
tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas” (Juan 3:19).
Muchas personas aman su pecado, al punto que prefieren no ir al cielo Para hacerse
cristiana, una persona debe arrepentirse (cambiar su corazón y su mente) de sus
pecados, y muchas personas no quieren hacer esto, aunque Jesús dijo: “Si no os
arrepintiereis, todos pereceréis igualmente” (Lucas 13:3).
Otra razón por la que la gente rehúsa creer en Jesús es su egoísmo. Alguien ha dicho
—y creemos que tiene razón— que el cristianismo es a la vez la religión más fácil y la
más difícil de creer que hay en el mundo.
Es la más fácil porque Dios ha hecho por nosotros todo lo que hay que hacer, y es
imposible añadir nada a la obra de Cristo. Es la más difícil porque tenemos que
admitir, ante nosotros mismos y ante Dios, que no podemos hacer nada para salvarnos.
Nuestro orgullo no quiere eso, puesto que deseamos trabajar a nuestro modo nuestra
propia salvación. La naturaleza humana desea que dictemos nuestras propias
condiciones, pero Dios nos aceptará solamente de acuerdo a sus condiciones, y este
hecho mantiene a muchas personas fuera del reino.
Hay muchas razones por las cuales la gente rechaza a Cristo, pero no hay una sola
que sea válida.
¿Tiene sentido creer en
el cristianismo, o es
sólo una ilusión?

James Harvey Johnson, del Club de Pensadores, lo dice así:


“Las creencias religiosas están en contra del sentido común. No hay ángeles,
diablos, infiernos, cielos, espíritus, brujas ni milagros. Estas creencias supersticiosas
son promovidas con el propósito de que los ingenuos crean que al pagar dinero a la
clase sacerdotal serán favorecidos por uno de los dioses. No hay nada sobrenatural;
nada contrario a la ley natural” (Religión is a Gigantic Fraud, La religión es un fraude
gigantesco, San Diego, CA).
A menudo se acusa al creyente de “asesinar su cerebro” porque cree en la
inspiración de la Biblia, los milagros y la resurrección de Jesucristo. La gente supone
que la fe cristiana se basa en la ignorancia y que es algo ciego y sin inteligencia.
En realidad es precisamente lo opuesto. La fe cristiana es una fe inteligente; nunca
consiste en un acto insensato y sin relación con la realidad. La Biblia pide que tanto el
creyente como el incrédulo usen la mente al investigar el cristianismo.
Jesús dijo: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con
toda tu mente” (Mateo 22:37). El apóstol Pablo le dijo a Timoteo: “Yo sé en quién he
creído” (2 Timoteo 1:12) y les dijo a los creyentes de Tesalónica: “Examinadolo todo;
retened lo bueno” (I Tesalonicenses 5:21).
Juan el evangelista advirtió: “Probad los espíritus si son de Dios (l Juan 4:1). Esto
implica un extenso uso de la mente.
Otras referencias ilustran la necesidad del uso de la mente con respecto a la fe
cristiana.
“Jesús entonces, viendo que habla respondido sabiamente, le dijo: no estás lejos del
reino de Dios” (Marros 12:34)
“Hizo además Jesús muchas otras señales en presencia de sus discípulos, las cuales
rio están escritas en este libro. Pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el
Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre” (Juan 20:30,
31)
“A quienes también, después de haber padecido, se presentó vivo con muchas
pruebas indubitables, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles acerca del
reino de Dios” (Hechos 1:3).
“Y esto pido en oración, que vuestro amor abunde aun más y más en ciencia y en
todo conocimiento, para que aprobéis lo mejor, a fin de que seáis sinceros e
irreprensibles para el día de Cristo” (Filipenses 1:9, 10).
“Para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de
sabiduría y de revelación en el conocimiento de él, alumbrando los ojos de vuestro
entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las
riquezas de la gloria de su herencia en los santos” (Efesios 1:17, 18).
“Como a sensatos os hablo; juzgad vosotros lo que digo” (1 Corintios 10:15).
No hay nada en las Escrituras que indique que la fe sea sinónimo de insensatez, sino
lo opuesto. “No pensarás” no es uno de los Diez Mandamientos.
En el Antiguo Testamento, Dios demostró respeto por la integridad intelectual del
hombre. El hizo un milagro a través de Moisés y de Aarón para demostrarle al Faraón
que tenían una misión divina (Éxodo 7:9). Les dijo a los israelitas que no le prestaran
atención a ningún profeta que hiciera predicciones falsas (Deuteronomio 18:22).
Retó también a los ídolos a que probaran que eran dioses. “Alegad por vuestra
causa, dice Jehová; presentad vuestras pruebas… Dadnos nuevas de lo que ha de ser
después, para que sepamos que vosotros sois dioses; o a lo menos haced bien, o mal,
para que tengamos qué contar, y juntamente nos maravillemos” (Isaías 41:21. 23).
Como los ídolos no hicieron nada, Dios dijo: “He aquí que vosotros sois nada, y
vuestras obras vanidad; abominación es el que os escogió” (Isaías 41:24).
Muchas personas que son cristianas no saben por qué creen en Jesús, aunque las
Escrituras aclaran que deberían saberlo “Estad siempre preparados para presentar
defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la
esperanza que hay en vosotros” (1 Pedro 3:15).
Este hecho no invalida la fe cristiana; sólo indica que hay cristianos que no están
bien informados de lo que creen. Aunque algunos cristianos no hayan meditado en la
razón de su fe, la verdad del cristianismo sigue igual. Se trata de Jesucristo, no de lo
que desconozca el creyente.
Hemos visto que la Biblia nos exhorta a usar la mente al tomar decisiones acerca de
Jesucristo. El cristianismo tiene sentido; es razonable, pero no se viene a Jesús con la
mente solamente. Hay que ejercitar la fe, pero la fe se basa en hechos, no en falsas
esperanzas.
Algunas personas se imaginan la fe cristiana como un salto a ciegas en la oscuridad,
cuando en realidad es un paso hacia la luz. El apóstol Pablo, al defender la fe cristiana
ante un rey incrédulo, dijo: “Pues el rey sabe estas cosas, delante de quien también
hablo con toda confianza. Porque no pienso que ignora nada de esto; pues no se ha
hecho esto en algún rincón” (Hechos 26:26).
Los hechos de Jesús le eran bien conocidos a este rey, igual que todos los que vivían
en esa época. Cualquiera que quisiera investigar la validez de ellos podría evaluarlos y
pesarlos. Los milagros de Jesús ocurrieron a la vista del público, y debido a esto los
primeros cristianos invitaban a todos a ver por ellos mismos “si las cosas eran así”.
Ellos no desanimaban a los escépticos diciendo: „„Sólo tienen que creer.”
Estimulaban su curiosidad por examinar los fundamentos de la fe cristiana (Hechos
17:11).
La fe del cristiano no sólo está abierta a la verificación, sino que está sujeta a la
falsificación. Al que no es cristiano se le anima a usar la mente para examinar las
afirmaciones de Jesucristo. Si saliera a luz alguna evidencia válida que en realidad
socavara el cristianismo, tal como la desaprobación o negación de la resurrección,
entonces se desmoronaría la fe cristiana.
Muchas personas han tratado de hacer eso —por ejemplo, el abogado Frank
Morrison, y el general Lew Wallace, autor de Ben Hur—, y han terminado por hacerse
cristianos. El desafío a refutarla fe cristiana ha sido hecho muchas veces, pero nunca
se ha logrado hacer esto con éxito.
Si el cristiano ejercita sólo una “fe ciega”, ¿por qué se convierten todavía tantos
hombres y mujeres cultos gracias al ejercicio de su intelecto? La fe todavía resiste la
prueba, porque está fundada en la verdad “Jesús dijo: Yo soy el camino, la verdad, y la
vida” (Juan 14:6).
La decisión de ser cristiano debe hacerse después de una reflexión debida, con plena
consideración y evaluación del costo. La persona necesita entender lo que está
haciendo antes de llegar a ser cristiana. No obran según los principios bíblicos los que
predican una conversión a Jesucristo, fundado en un llamado a las emociones o en
algún proceso de manipulación.
Estamos seguros de que a la larga se necesita más fe para no creer, si se da
consideración adecuada a los hechos. Las evidencias son muy claras para cualquiera
que quiera ser intelectualmente sincero sobre el tema de la verdadera personalidad de
Jesucristo. Si alguien investiga el asunto a fondo, será para él “fe ciega” rechazar las
declaraciones de las cuales se testifica con “muchas pruebas indubitables” (Hechos
1:3).
¿No cuentan para nada
mis buenas obras? ¿No
me aceptará Dios si he
vivido una vida buena?

A principios de la década de los sesenta, salió una canción de J. Frank Wilson y los
Cavaliers, titulada “El último beso”. La canción habla de una pareja de enamorados
que tuvieron un accidente de tráfico. La chica muere en los brazos de su novio El
lamenta la muerte de ella cantando
“¿Por qué se fue y por qué murió?
Porque el Señor me la quitó.
Se ha ido al cielo, y para poder ir yo
debo ser muy bueno para estar con mi amor”.
Esta canción resume la actitud de mucha gente. Muchos creen que si viven una vida
buena, si sus buenas obras pesan más que las malas, entonces habrán ganado su
entrada al cielo.
Desafortunadamente, la Biblia no permite que nadie se gane la entrada al cielo. Las
Escrituras enseñan que las buenas obras no tienen que ver nada con el establecimiento
de una buena relación con Dios. Esta relación no es algo que podamos ganar, pues
Dios lo ha hecho todo por nosotros.
“Nos salvó no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su
misericordia” (Tito 3:5).
“Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto, no de vosotros, pues es
don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe” (Efesios 2:8, 9).
“Pero sin fe es imposible agradar a Dios” (Hebreos 11:6).
“Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado” (Juan 6:29).
Si nuestra salvación eterna dependiera de las obras, y pudiéramos ganarla con éxito,
entonces Dios sería nuestro deudor; Él nos debería algo (vea a Romanos 4:1-3). La
Biblia enseña que Dios no le debe nada a nadie, y que nuestra propia justicia es como
trapos de inmundicia (Isaías 64:6).
La sencilla razón de esto es que Dios tiene una norma de perfección y todos
nosotros hemos pecado y no somos capaces de llegar hasta esa norma (Romanos
3:23). Nos gusta compararnos con otros, y así creemos que al fin y al cabo, no somos
tan malos. En cambio Dios nos compara con Jesucristo, y junto a Él todos nosotros,
sin excepción, resultamos deficientes.
Esto se puede ilustrar con el ejemplo siguiente. En el sur de California hay una isla
lejana a la costa, que se llama Catalina; está a 40 kilómetros del muelle de Newport
Beach. Supongamos que un día hay tres hombres de pie en el extremo del muelle.
Uno es un alcohólico desaliñado, enfermizo, que vive en las calles. El segundo es
un hombre común, y el tercero una persona muy distinguida.
De repente, el alcohólico salta del extremo del muelle a un metro y medio de
distancia dentro del agua. Los otros dos le gritan: “¿Qué está tratando de hacer?” El
hombre que está en el agua, grita: “¡Estoy tratando de saltar hasta Catalina!”
El segundo hombre dice: “¡Mírenme! ¡Yo puedo saltar más lejos!” Salta y cae a tres
metros del muelle, el doble de la distancia alcanzada por el alcohólico. El tercer
hombre, persona destacada, muy moral y correcta, se ríe con desdén de los que están
en el agua.
Retrocede unos cinco metros, corre, salta y cae a unos seis metros del muelle, el
doble del segundo hombre, y cuatro veces la distancia del alcohólico.
Los guardacostas los sacan del agua y les preguntan qué estaban haciendo, a lo cual
ellos responden; “Estamos tratando de saltar hasta Catalina”, y todos están muy
orgullosos de lo hecho; el hombre común de vencer al alcohólico, y el hombre
distinguido de vencer al hombre común.
El oficial de guardacostas se asombra y exclama: “¡Ustedes son unos necios!
Todavía están a 40 kilómetros de su meta”.
Aunque el hombre moderno se considera mejor, o al menos tan bueno como los
demás, todavía está lejos de la meta que Dios nos ha puesto. Tan imposible como que
alguien salte del muelle hasta Catalina, es que llegue al cielo por sus propias obras y
sin contar con Jesucristo. Jesús mismo dijo: “Nadie viene al Padre, sino por mi” (Juan
14:6).
¿Se puede demostrar el
cristianismo?

Muchas veces, en medio de las conversaciones relacionadas con la verdad,


particularmente la verdad religiosa, alguien pregunta: “¿Se puede demostrar que el
cristianismo es verdadero?” Con más frecuencia, sin embargo, la pregunta es: “¿Se
puede decir con un ciento por ciento de certeza que el cristianismo es verdadero?”
La respuesta a la primera pregunta es: “Sí, se puede probar que es verdadero el
cristianismo”. Esto, por supuesto, no significa que todo el mundo acepte las
evidencias, por buenas que sean. Ahora bien, la respuesta a la segunda pregunta es:
“No, con un ciento por ciento de certeza, no.”
Algunas personas creen que este “no” las deja libres. El problema es una mala
comprensión de lo que es una prueba. La clave no es una certeza absoluta o perfecta,
como algunos creen, sino una norma de prueba que equivale a una certeza moral o
pone el asunto fuera de toda duda.
Esta es la norma que se ha usado en nuestros tribunales. Cuando un juez se dirige al
jurado, le dice que decida, fundándose en las probabilidades, no en una certeza; en las
evidencias presentadas, no en la certeza de haber presenciado el crimen. Si se
pospusieran las decisiones del jurado hasta cuando hubiera una certeza del ciento por
ciento, nunca se llegaría a un veredicto.
Todo el mundo toma las decisiones de su vida según probabilidades, no certezas.
Las decisiones se fundan en una combinación de fe y datos. Por ejemplo, una persona
que va a cruzar una carretera se detiene a un lado, mira en ambas direcciones (¡ojalá
que lo haga!), y obtiene las evidencias necesarias para determinar la probabilidad de
atravesar a salvo.
Esa persona nunca puede tener una certeza absoluta de qué pasará. Podría darle un
ataque cardiaco a mitad de camino, o se la podría tragar un terremoto. La falta de una
certeza del ciento por ciento no la mantiene al lado de la carretera, no obstante.
Prosigue hacia el otro lado, tal vez con un noventa por ciento de certeza y un diez por
ciento de fe, pero debe pasar un ciento por ciento al otro lado. Parece que muchas
personas exigen una certeza absoluta en asuntos religiosos, pero no aplican su norma
de certeza absoluta a ninguna otra cosa de importancia. El ateo tampoco puede estar
ciento por ciento seguro en su creencia de que “no hay Dios”.
La negación de la existencia de Dios necesita la admisión de la posibilidad de su
existencia. La gente no deja de tomar decisiones porque no pueda lograr una certeza
absoluta. Se necesitan buenas pruebas, pero no al punto de que sean tan ilógicas como
lo es pedir el ciento por ciento de certeza.
Así como el hombre que cruzó la calle no necesitó de un ciento por ciento de
certeza para dar esos pasos, tampoco se necesita ese grado de certeza para tomar la
decisión de creer en el cristianismo, o en Jesucristo.
El cristianismo presenta una certeza moral para el que esté dispuesto a tomar las
evidencias y evaluarlas. El cristianismo afirma tener una verificación externa por
evidencias, además de un testimonio interno que viene de Dios.
A los que están fuera de la fe cristiana se les puede demostrar que el cristianismo
descansa sobre unas evidencias fuertes y tiene un grado elevado de probabilidad en
cuanto a su veracidad. Pero cuando una persona se hace cristiana, la “seguridad” o
“certeza” se convierte en realidad. El cristianismo, desde el punto de vista de la
certeza moral, se vuelve tan innegable como la propia existencia de uno.
Entre nosotros dos, hemos hablado a millones de estudiantes, profesores,
comerciantes y laicos acerca de las evidencias a favor de la Biblia y de Jesucristo. Tal
vez no hayamos hallado más de media docena de personas que, después de oír los
hechos, todavía digan que tienen un problema intelectual en cuanto a la aceptación del
cristianismo como verdadero.
El problema no es “no puedo creer por causa de los hecho”, sino “sea cual sea la
prueba, no creeré”. Al que esté verdaderamente interesado en evaluar las evidencias,
que prueban la verdad del cristianismo, se le aplican las palabras de Jesús: “El que
quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios, o si yo hablo por
mi propia cuenta” (Juan 7:17).
¿Son culpables los
cristianos de razonar
en círculos?

Una acusación que se hace con frecuencia contra la Biblia es que los cristianos
argumentan en círculos; dicen que la Biblia es la Palabra de Dios inspirada, y como
prueba de esta afirmación, citan un pasaje de la Biblia que lo dice.
Este tipo de argumento se conoce como “círculo vicioso” o razonamiento en
círculos. En este tipo de argumento no se prueba nada. Se basa en la suposición de que
algo es verdadero, usando tal suposición como hecho para probar otra suposición y
usando la suposición probada para “probar” ¡la suposición original!
Ciertamente, algunos cristianos (y muchos no cristianos) razonan en círculos, pero
en cuanto a la Biblia no tienen necesidad de hacerlo.
En vez de suponer que la Biblia es la Palabra de Dios, podemos comenzar por
demostrar que las Escrituras son dignas de confianza como documentos históricos.
Esto se confirma al aplicar a ellas la prueba común de la crítica histórica.
Una vez que se establece que la Biblia es un registro histórico válido, el paso
siguiente es saber que Jesucristo afirmó que era el Hijo unigénito de Dios, y que basó
su afirmación en su futura resurrección de los muertos.
A continuación, examinamos las evidencias de la resurrección contenidas en este
documento histórico y hallamos que los argumentos apoyan en exceso la afirmación
de que Cristo ha resucitado de entre los muertos. Si esto es verdad, entonces Él es el
Hijo unigénito de Dios, como dijo Él mismo. Si Él es Dios verdadero, entonces habla
con autoridad sobre todos los asuntos.
Como Jesús consideró el Antiguo Testamento como la Palabra de Dios (Mateo
15:1-4; 5:17, 18), y les prometió a sus discípulos, quienes escribieron o tuvieron
control sobre la redacción del Nuevo Testamento, que el Espíritu Santo les recordaría
todas las cosas (Juan 14:26), podemos insistir, con lógica precisa y sana, que la Biblia
es la Palabra de Dios. Esto no es un círculo vicioso. Esto es establecer ciertos hechos y
fundar unas conclusiones sobre el resultado lógico de esos hechos. El caso a favor del
cristianismo se puede decidir por los medios comunes en las investigaciones
históricas.
¿Tiene importancia en
realidad lo que yo crea?

Una pregunta que oímos con frecuencia es: “¿Importa en realidad lo que creemos,
con tal que creamos en algo?” O, “mientras tu creencia te sirva, ¿no es eso todo lo que
importa?”
La idea que hay detrás de estas declaraciones es que no existe una verdad absoluta
en la cual creer, y entonces todo lo que existe es el acto de creer. Todos creemos en
algo, como dice Edgar Sheffield Brightman: “Un pensador no puede despojarse de
convicciones reales, y es fútil presumir de que no se tiene ninguna” (E. S. Brightman
en H. N. Wieman, B. E. Meland (eds.), American Philosophies of Religión, Filosofías
norteamericanas de la religión, Nueva York, Harper & Brothers, 1936).
Al hombre moderno se le ha escapado la idea de encontrar la verdad o el significado
de la vida. Esta declaración refleja la incapacidad de concebir algo fuera de uno
mismo: “No hay reglas por medio de las cuales podamos descubrir una razón de ser o
un significado para el universo” (Hans Reichenbach, The Rise of Scientific Philosophy,
El surgimiento de la filosofía científica, p. 301).
Aunque vivimos en una época en la cual todos tenemos creencias definidas acerca
de las cosas, el clima parece ser el acto de creer, en vez de algún objeto real de esa
creencia. “No teman a la vida. Crean que vale la pena vivirla, y su creencia les ayudará
a crear el hecho”, dice el pragmático William James.
Desafortunadamente, este no es el caso. La creencia no crea el hecho. La verdad es
independiente de la creencia. Por mucho que lo intente, creer en algo no lo hace
verdadero. Por ejemplo, yo puedo creer de todo corazón que va a nevar mañana, pero
eso no hace que ocurra; o puedo creer que mi viejo auto es un Rolls Royce, pero mi
creencia no cambiará la realidad.
La creencia es sólo tan buena como el objeto en el cual confiamos, alguien puede
venir a mí y decir: “¡Vamos a dar un paseo en mi avión nuevo!” Si me doy cuenta de
que su avión funciona con dificultad y que él ni siquiera tiene licencia de piloto,
entonces mi fe, por mucha que tenga, no tiene fundamento.
Mi fe no puede hacer que mi amigo se convierta en un buen piloto una vez que
estemos en el aire. Sin embargo, si otro amigo mío viene y me hace la misma oferta,
pero él es un piloto certificado y tiene un avión nuevo, entonces mi confianza tiene
bases más sólidas. De modo que sí importa lo que yo crea, pues el creerlo no lo hace
verdadero. La Biblia también pone énfasis en el hecho de que es vital lo que uno cree.
Jesús dijo: “Si no creéis que yo soy aquel, en vuestros pecados moriréis” (Juan 8:24).
También se nos dice: “El que cree en el Hijo tiene vida eterna, pero el que rehúsa creer
en el Hijo, no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él” (Juan 3:36).
Así que el énfasis de las Escrituras no se pone en el acto de creer sino en el objeto
de la fe. No se hace hincapié en el que confía, sino en aquel en quien se confía. Jesús
dijo: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre sino por mí” (Juan
14:6).
La gente de ahora cree en lo que quiere creer, pero esto la llevará a su destrucción
final. La famosa anécdota del filósofo Georg Hegel ilustra el tipo de fe que muchas
personas despliegan, y que no tiene base bíblica. Hegel, dice la historia, estaba
explicando su filosofía de la historia con referencia a cierta serie de acontecimientos,
cuando uno de sus estudiantes objetó el punto de vista de Hegel y replicó: “Pero, señor
profesor, la realidad es diferente.”
“Tanto peor para la realidad” fue la respuesta de Hegel.
Uno de los períodos más oscuros de la historia de Israel tuvo lugar en tiempo de los
reyes. Durante esta época, hubo un concurso entre Jehová y Baal, una deidad muy
estimada.
Se levantó un altar de madera, con pedazos de buey puestos sobre él para el
sacrificio. El dios que respondiera con fuego y consumiera el sacrificio sería
reconocido como el verdadero dios de Israel. Baal comenzó.
Si había alguno que pudiera comenzar un fuego desde el firmamento, ése era Baal,
el gran dios de la naturaleza que controlaba el clima (es decir, la lluvia, los truenos, los
rayos). Los sacerdotes de Baal desfilaron alrededor del altar toda la mañana y hasta la
tarde, pidiéndole una respuesta.
Estos falsos sacerdotes saltaron por encima del altar, se hicieron cortadas con
espadas, danzaron con frenesí, deliraron y rogaron todo el día. Sin embargo, no pasó
nada. Nadie podría decir que no eran sinceros, o que no tenían fe.
Después que ellos terminaron y se reconstruyó el altar, Jehová respondió con un
fuego del cielo que consumió el altar con el sacrificio. Entonces mataron a los falsos
profetas de Baal.
Si la sinceridad y la creencia salvaran, entonces deberían haber dejado con vida a
estos profetas, pero no fue así. Ellos habían puesto su confianza en el objeto
equivocado. Nunca se habían puesto a investigar la verdad. Dios exige que el hombre
ponga su fe en Jesucristo; ni Dios ni los hombres quedarán satisfechos con menos que
eso.
¿Por qué un Dios
bueno permite que
exista el mal?

Una de las preguntas más aterradoras con las que nos enfrentamos concierne al
problema del mal. ¿Por qué hay mal en el mundo si existe un Dios? ¿Por qué no hace
Él algo al respecto? Muchos suponen que la existencia del mal prueba la inexistencia
de Dios.
Algunas veces el problema del mal se le presenta al cristiano en la forma de una
pregunta compleja: “Si Dios es bueno, entonces no debe ser bastante poderoso para
vérselas con todo el mal y la injusticia que todavía existe en el mundo. Si Él tiene
bastante poder para detener el mal, entonces Él mismo debe ser un Dios malo, pues no
está haciendo nada al respecto, aunque puede. Entonces, ¿es Él un Dios malo, o un
Dios que no es todopoderoso?” Aun los escritores bíblicos se quejan del dolor y del
mal, “Porque me han rodeado males sin número” (Salmos 10:12). “¿Por qué fue
perpetuo mi dolor, y mi herida desahuciada no admitió curación?” (Jeremías 15:18).
“Toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora”
(Romanos 8:22). Admitimos que el mal es un problema, y también admitimos que si
Dios hubiera creado el mundo tal como es hoy en día. Él no sería un Dios de amor,
sino un Dios malo.
Sin embargo, las Escrituras dicen con claridad que Dios no creó el mundo en el
estado en que se encuentra ahora, sino que el mal vino como resultado del egoísmo del
hombre. La Biblia dice que Dios es un Dios de amor y que Él deseaba crear una
persona y con ella una raza que lo amara. No obstante, el verdadero amor no puede
existir a menos que se dé con libertad, por decisión y voluntad libres, y así al hombre
se le dio la oportunidad de aceptar el amor de Dios o rechazarlo. Esta oportunidad hizo
que la posibilidad del mal fuera muy real. Cuando Adán y Eva desobedecieron a Dios,
no escogieron algo que Dios hubiera creado, sino que por su decisión trajeron el mal al
mundo. Dios no es malo ni creó el mal. El hombre trajo el mal sobre sí mismo al
decidir egoístamente que haría su propia voluntad, alejado de la voluntad de Dios.
Debido a la caída, el mundo es ahora anormal. Las cosas no están en el estado en
que debieran estar. El hombre, como resultado de su caída, ha sido separado de Dios.
La naturaleza no es siempre amable con el hombre y el mundo animal también puede
ser su enemigo. Hay conflictos entre el hombre y su prójimo. Ninguna de estas
situaciones existía antes de la caída. Cualquier solución que se pueda dar a los
problemas de la humanidad debe tomar en consideración que el mundo de ahora no es
normal.
Aunque el mal está aquí y es real, también es temporal. Al final, el mal será
destruido. Esta es la esperanza del creyente. Hay un nuevo mundo por venir, en el cual
no habrá más lágrimas ni dolor, porque todas las cosas serán hechas nuevas
(Apocalipsis 21:5). El paraíso perdido será un paraíso reconquistado. Dios corregirá
todo lo malo y destruirá el mal de una vez por todas, a su tiempo.
Los cristianos tienen una justificación en su lucha contra el mal, la inmoralidad y la
corrupción. El mundo no incluía el mal en sus planes, y el creyente tiene un
fundamento real para luchar contra los males de la sociedad. Él no tiene la creencia de
que lo que existe sea lo correcto. El cristiano no da por buenas las malas obras,
afirmando que este mundo es de Dios, ni supone que Dios está de acuerdo con todo lo
que ocurre. Dios no desea el mal, ni lo da por bueno nunca. El detesta el mal, y el
cristiano también debe rechazar el mal, y está obligado a hacer algo al respecto.
Aunque el pecado es real, no es algo que el creyente acepte como el curso normal de
las cosas. Al identificarse con Jesús, el creyente tiene el deber de ponerse en contra de
lo malo y de hablar con firmeza cuando el mal esté venciendo el bien. El cristiano no
lucha contra Dios cuando combate los problemas sociales. Los desastres naturales, el
crimen y el retraso mental no deben ser el orden de cosas aceptado, porque nunca
debió ser así, y no será así en el futuro reino de Dios.
Sin embargo, algunas personas todavía se sienten molestas porque Dios permite el
mal. Ponen en duda su sabiduría al dar al hombre la oportunidad de elegir en el asunto.
Dorothy Sayers pone el problema del mal en la perspectiva debida: “Cualquiera que
fuera la razón por la cual Dios decidió hacer al hombre tal cual es —limitado,
sufriente y sujeto a la tristeza y al dolor—, tuvo el valor y la honradez de tomar su
propia medicina. Cualquiera que sea el juego que esté jugando con su creación, ha
respetado sus propias reglas y ha jugado limpiamente. Él no puede exigir del hombre
nada que no haya exigido de sí mismo. Él mismo ha pasado por toda la experiencia
humana, desde las molestias diarias de la vida familiar y las muchas restricciones del
trabajo duro y la falta de dinero, hasta los peores horrores de dolor y la humillación, la
derrota, el desespero y la muerte. Cuando Él se hizo hombre, desempeñó a cabalidad
su papel de hombre. Nació en la pobreza y murió en desgracia, y consideró que todo
valía la pena” (Dorothy Sayers, Creed or Chaos? ¿Credo o caos?, Nueva York;
Harcourt, Brace y Col. 1949, p. 4).
La Biblia nos dice que los propósitos de Dios están algunas veces más allá de
nuestro entendimiento. “Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni
vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la
tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más
que vuestros pensamientos” (Isaías 55:8, 9). Pablo le escribió también a la iglesia de
Roma: “¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuan
insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos!” (Romanos 11:33).
Aunque la Biblia nos informa cómo y por qué apareció el mal, no nos dice por qué
Dios permitió que ocurriera. Sin embargo, sí sabemos que Dios es totalmente sabio y
omnisciente y que tiene razones para permitir que ocurran cosas que están más allá de
nuestra comprensión.
¿Es el sudario de Turín
la auténtica mortaja de
Cristo?

El sudario de Turín, una antigua tela de lino de unos 5 m por 1,3 m, ha sido
presentado al mundo como la misma sábana con la cual enterraron a Jesús. Veintenas
de personas han apoyado su autenticidad. El papa Pablo VI proclamó el sudario como
“la reliquia más importante en la historia del cristianismo” (U. S. Catholic, mayo
1978, p. 48).
Se dice que la imagen de la sábana es la propia imagen de Jesucristo y demuestra
una prueba tangible de la muerte, sepultura y resurrección de Cristo. Muchos la han
llamado el misterio más grande del mundo. Los partidarios del sudario sostienen que
la imagen soporta el análisis del siglo XX como algo humanamente imposible de
“falsificar” o “duplicar”.
Después de una intensa investigación, hemos llegado a considerar el sudario con
mucho escepticismo. Parece que gran parte de la investigación alrededor del sudario se
ha realizado a la luz de convicciones preconcebidas acerca de su autenticidad.
Hay muchos problemas muy agudos para sustentar que el sudario es auténtico.
Antes de 1350, no hay evidencias históricas para probar la autenticidad ni aun la
existencia del sudario. A. J. Otterbein, en The New Catholic Encyclopedia, Nueva
Enciclopedia Católica, hace la siguiente observación:
“La documentación incompleta sobre el sudario hace que algunos vacilen en
cuanto a aceptar su autenticidad. Tal vacilación se justifica, si se consideran
solamente las evidencias históricas.”
Falsificación
Cerca de 1900, se encontró una carta en una colección de documentos, propiedad de
Ulysse Chevalier. La carta fue escrita en 1839 por el obispo de Troyes a Clemente VII,
papa de Aviñon.
La carta explicaba que una investigación había descubierto al artista Había pintado
el sudario, y él había confesado. Muchos estaban preocupados, porque se usaba la
sábana para obtener ganancias económicas. La carta indicaba además:
“Pues muchos teólogos y otras personas sabias declararon que éste no podía ser el
sudario real de nuestro Señor, con la imagen del Salvador impresa en él, pues el Santo
Evangelio no hizo mención de tal imagen; mientras que, si hubiera sido verdadero,
parece imposible que el santo evangelista hubiera omitido escribir de él, o que el
hecho hubiera permanecido escondido hasta el tiempo presente.”
La carta añadía que el falsificador había sido descubierto, y se refería a la verdad
atestiguada por el artista que lo había pintado, es decir, que era obra de habilidad
humana y no realizada o entregada de modo milagroso.

Su historia
Geoffrey de Charney adquirió el sudario antes de 1357. Fue exhibido para su
veneración en 1357 en una iglesia de Lirey, Francia, fundada por Geoffrey. Este murió
en 1356, antes de que revelara cómo había obtenido la sábana.
El sudario fue guardado cuando una investigación demostró que era una
falsificación. Luego, cerca de 1449, Margaret de Charney, nieta de Geoffrey, hizo una
gira con el sudario y cobró por su exhibición. En 1452, le dio el sudario al duque de
Saboya a cambio de dos castillos. Fue puesto en la Sainte Chapelle de Chambery,
donde lo dañó un incendio el 3 de diciembre de 1532. Emanuel Filiberto de Saboya
trasladó el sudario de Francia a Turín, Italia, en 1578. Un fotógrafo llamado Secundo
Pia tomó una foto de la imagen de la sábana en 1898. Para sorpresa de todos, se
descubrió que la impresión de la tela era un negativo.

La creación de la imagen
La transferencia de la imagen a la tela es un paso importante para explicar si la tela
es el resultado de un milagro, y es en realidad el sudario de Jesús, o no. Si no hubiera
duda de que lo impreso en la tela estaba más allá de los medios naturales, tendríamos
un milagro, y por tanto el sudario de Cristo. Ambos bandos en esta discusión admiten
que la imagen está formada según la crucifixión de Cristo.
Los métodos propuestos para la transferencia de la imagen a la tela son (1)
vaporografía, (2) quemadura y radiación; (3) termografía.
La vaporografía es un proceso por el cual la mezcla de especias, áloes y aceite
reacciona con el amoniaco (úrea) del sudor del hombre en forma de vapores, para dar
la imagen en la tela. El único requisito de la física es que los vapores deben viajar en
líneas rectas para formar la imagen. El problema de esta teoría es que no todos los
químicos creen que los vapores viajen en relaciones lineales exactas a partir de sus
puntos de origen. O‟ Gorman escribió en 1931 que una manera posible para que ocurra
la vapografía sería la adición de una sustancia radioactiva en las especias o en el
propio cuerpo de Cristo. Sin embargo, esto se debe considerar como una especulación
del más alto grado.
Otro método que ha ganado popularidad, y del cual se trata en los
“Procedimientos”, es la “quemada”, o el proceso de un cuerpo que despide radiación
suficiente para quemar la imagen en el lienzo. Esta teoría se acalló por el testimonio
de dos científicos: Wade Patterson y Dave D. Myers, del Laboratorio Lawrence
Livermore. Ellos dijeron que no veían cómo las imágenes del sudario podían haber
sido producidas de modo natural por ionización o radiación de alta energía, nuclear u
otra. Los rayos X y los rayos gama están entre los principales rayos ionizantes, y las
imágenes no pudieron haber sido producidas por ninguno de ellos, porque se necesitan
máquinas de alto voltaje para generar rayos X, y las únicas fuentes naturales de rayos
gama son sustancias radioactivas como el uranio; además, los rayos X y gama no
actúan sobre la materia de la manera que se refleja en el sudario. Los rayos X y gama,
decían ellos, están entre las radiaciones más penetrantes; habrían pasado a través del
sudario en vez de marcarlo. Admitieron que una fuente muy intensa de radiación
ionizante podría haber afectado la tela, pero dados los factores participantes —un
cuerpo, el paso de los siglos, etc.—, ellos no ven cómo pudo haber sido posible eso.
Aun si por algún azar improbable, el cuerpo se hubiera vuelto radioactivo y estuviera
por tanto emanando rayos X y gama, las imágenes del sudario no estarían todavía de
acuerdo con el tipo de imágenes formadas bajo tales circunstancias. Los huesos
absorben con más fuerza los rayos X y gama, dijo Patterson, y los huesos, no la piel,
hubieran sido los aspectos más claros de las imágenes. Aunque se hubiera
embadurnado el cuerpo con una sustancia radioactiva tal como el uranio —que emite
rayos gama y partículas alfa y beta, todas las cuales son radiaciones ionizantes—, los
científicos todavía no pensaban que las imágenes del sudario habrían aparecido; en la
mejor de las circunstancias, habría sido una silueta. Si se hubiera aplicado una
sustancia radioactiva para hacer resaltar sólo algunas partes, añadieron, todavía no
conocían ellos ninguna técnica para preparar la tela a fin de que pudiera registrar la
radiación de alta energía. Los rayos X son un ejemplo de lo que ellos pensaban; se
necesita una película sensitiva para registrar la presencia de rayos X.
Si hubiera tenido lugar una explosión atómica en Jerusalén durante el funeral de
Cristo, habría existido suficiente radiación de alta energía para trazar las imágenes en
el sudario, pero también lo habría destruido por su intensidad. Aun si no lo hubiera
destruido, habría afectado el lienzo del sudario de un modo muy diferente (de The
Shroud, El sudario, por Wilcox, pp. 154, 155).
Un tercer método que permite una transferencia de imagen es una forma menor de
radiación manifestada en el calor. Este proceso se llama termografía, y se usa en la
detección del cáncer del seno. Los doctores Jackson y Jumper favorecen este método
como el más probable para la transferencia de imagen.
“Con el uso de computadoras para analizar la información tomada de las fotos,
verificaron la idea de que la imagen era uniformemente más clara y más oscura en
proporción a la distancia entre el cuerpo y la tela. Tan uniforme, en realidad era la
variación... que no les quedó duda de que las imágenes habían sido producidas por
algún proceso físico —al parecer diferente del arte humano— y se inclinaron a
favorecer el „termograma‟, una imagen formada por calor” (de The Shroud, El sudario,
por Wilcox. p. 175).
Sin embargo, el doctor Wood, del Instituto Neurológico de Nueva York, relaciona
este proceso con el sudario y como resultado expone muchas dudas al respecto.
La termografía, explica el doctor Ernest Wood, surgió de la fotografía infrarroja
desarrollada en la Segunda Guerra Mundial; hoy en día se usa principalmente en la
detección del cáncer del seno. Su principio es sencillo: el calor emanado por el cuerpo
se usa para hacer fotografías de diagnóstico, y las fotografías son negativos.
Sin embargo, hay diferencias importantes, indica el doctor Wood, entre las
fotografías termográficas y las “fotografías” del sudario. Por una parte, se necesitan
máquinas especiales para aumentar el calor del cuerpo al punto de que se pueda
registrar una imagen: la magnificación está en el orden de un millón de veces. Por otra
parte, la fotografía termográfica queda registrada en película de Polaroid, no en tela
(The Shroud, El sudario, por Wilcox, pp. 171, 172).
La cantidad de calor irradiado, magnificado a una escala de un millón de veces más,
es muy probable que hubiera destruido la tela con su intensidad.
Los que abogan porque una baja radiación hizo la imagen, deben admitir una
refracción de la luz visible. Ellos resuelven esto hablando de una supuesta capa de
sudor mórbido en el cuerpo, actuando como lente de refracción para enfocar la
radiación en el patrón lineal principal (por lo cual el cuerpo no debió ser lavado).
Si se quita el sudor, se quita el mecanismo de enfoque. El doctor Mueller dijo que
toda esta teoría era ridícula, pues el cuerpo necesitaría sobre él centenares de lentes
parecidos a ojos de mosca para enfocar la radiación. ¡El sudor no serviría para eso!
También es importante que la radiación visible de bajo nivel que se discute forme la
imagen a menos de cinco centímetros del cuerpo. A mayores distancias, la intensidad
de radiación baja a cero y no deja una imagen.
El promedio de la distancia en el sudario es de tres centímetros, lo cual debilita
mucho las propiedades de formación de imagen en la radiación, y hay mayores
distancias en el sudario, que no formarían imagen si la causa fuera una quemadura por
radiación.
También hay que recordar que el mecanismo para quemar por radiación del que
hablan sus partidarios es todo pura especulación; no hay prueba. Debe ser un cálculo
por adivinación en el mejor de los casos.
El doctor Marvin Mueller ha estado con el Laboratorio Científico de los Álamos,
Nuevo México, durante veinte años, y ha hecho investigación teórica y experimental
en varios campos diferentes de la física. Durante los últimos ocho años, ha trabajado
en el Proyecto de Energía de Fusión Láser, y tiene fama internacional en este campo
por sus contribuciones teóricas y esfuerzos antagónicos.
En una carta, el doctor Mueller dice: “Algunos científicos que son miembros del
Proyecto de Investigación del Sudario de Turín (PITSU) han dicho que los resultados
experimentales de sus estudios demuestran que el sudario en realidad envolvía el
cuerpo crucificado de Cristo Jesús. Su razón principal para afirmar la autenticidad del
sudario se basa en que la imagen del sudario solo habría sido producida por una
“radiación corta” emanada del cuerpo en la tela con la cual estaba cubierto. Tal
suceso, por supuesto, sería milagroso, y eso es precisamente lo que necesitaba para
probar la autenticidad; pues ningún proceso natural de formación de imagen era el de
Jesucristo. Sin embargo, sus afirmaciones no toleran n examen detenido y parece que
están fundadas en su mayoría en el deseo de que así fueran las cosas. Por una parte,
ellos no han demostrado que la imagen del sudario sea producto de una combustión,
aunque posea algunas de sus propiedades, como el color y la resistencia al calor. Otras
sustancias que se pudieron usar para formar la imagen por medio artísticos, también
poseen estas propiedades, y se han encontrado en realidad en la imagen. Este hecho
solo hace que cualquier afirmación de autenticidad parezca un poco absurda. Además,
el PITSU no ha demostrado que la imagen fuera transferida a través del espacio del
cuerpo a la tela por medio de la radiación o de cualquier otro agente. Aunque los
detalles son demasiado complicados para explicar aquí, se puede decir que todo lo que
el PITSU ha hecho es establecer una correlación entre la densidad (obscuridad) de la
imagen del sudario y las distancias de la tela al cuerpo, medidas con ayuda de un
voluntario cubierto con una tela. No obstante, la correlación no implica casualidad.
Por ejemplo, en principios por lo menos, el procedimiento que el PITSU usa para
construir una estatura del “hombre del sudario” también se podría usar para reconstruir
un relieve completo (o estatua) de una imagen frotada, producida por el método de Joe
Nickells. El hecho de que haya producido una estatua de la imagen del sudario, usando
el método descrito, no dice casi nada del método por el cual se produjo la imagen. En
particular, el método de frotación, siendo variable y adaptable en sí, puede producir
una amplia gama de tonos en un bajorrelieve dado; y puede, por ende, variar las
características “tridimensionales” de la imagen, casi a voluntad. De donde se deduce
que las dos afirmaciones sobre las cuales se basa la hipótesis de la “radiación corta” no
son defendibles. Cualquier afirmación de autenticidad respecto del sudario de Turín es
tan prematura, que es absurda.

La imagen tridimensional
Una afirmación de os partidarios del sudario es que la imagen de la tela se puede
reproducir en una imagen tridimensional con un Analizador de imágenes YP-8 de
Sistemas de Interpretación. Se supone que este equipo convierte las claves de
tonalidades en relieves o imágenes tridimensionales con muy poco ajuste.
Los doctores Jackson y Jumper dicen: “Un argumento bien conocido ha sido que un
artista, que debe haber vivido antes del siglo XIV, no pudo haber producido una
imagen negativa correcta, sin capacidad para examinar su obra mediante la inversión
fotográfica. De modo semejante, proponemos que un artista o falsificador que viviera
entonces, no habría podido dar información tridimensional al ajustar los grados de
intensidad de su obra en todas sus partes para que correspondieran a las separaciones
mismas entre tela y cuerpo. Para demostrar este punto, hicimos un experimento.
Obtuvimos fotografías de pinturas del sudario por dos artistas competentes que habían
sido comisionados para copiar el sudario de modo tan exacto como fuera posible.
Entonces, transformamos estas pinturas en imágenes de relieve para ver qué tan bien
cada artista había captado la tridimensionalidad del sudario en su pintura. En ese
entonces, ambos artistas no conocían la propiedad tridimensional. La variación de los
grados de relieve no ayudó a la situación, porque las anormalidades de estos cuadros
sólo se alteraron en proporción, pero no se eliminaron. Si dos artistas competentes,
que podían copiar del sudario mismo, no pudieron producir una imagen tridimensional
del sudario sin imperfecciones, parecería remoto que algún artista medieval pudiera
realizar tal cosa sin copiar de un sudario. En realidad, consideramos muy difícil para la
tecnología anterior al siglo XX, el poner una imagen tridimensional clara de un cuerpo
humano en una tela, ya sea por arte u otros medios disponibles” (de The 1977
Research Proceeding on the Shroud of Turín, Los procedimientos de investigación en
el Sudario de Turín durante 1977, p. 85).
John Germán, colega de los doctores Jackson y Jumper, indica que la cualidad de la
imagen depende del enfoque del equipo:
“La naturaleza de esta relación reveló una importante fuente de error, inherente a la
construcción de la imagen tridimensional del sudario. La imagen de la tela se formó
mediante un proceso que dio como resultado una relación no lineal entre la intensidad
de la imagen y la distancia tela-cuerpo. Sin embargo, el sistema de análisis de la
imagen crea una imagen tridimensional en la cual el relieve (análogo a la distancia
tela-cuerpo) varía en forma lineal con la intensidad. El resultado práctico de esta
relación lineal es que la imagen se distorsiona. Si la ganancia (cantidad de relieve) se
reduce para producir una imagen con nariz y frente reales, las porciones más débiles
de la imagen que corresponden a distancias mayores tela-cuerpo tienen muy poco
relieve o ninguno. Al contrario, si se aumenta la ganancia para resaltar las partes más
débiles de la imagen, la nariz y la frente crecen en desproporción” (de Proceeding, p.
235).
La pregunta aquí tiene que ver con los lentes que se usan para corregir las
distorsiones de tono, y una máquina que depende mucho de la simulación: ¿Es la
imagen tridimensional del sudario tan perfecta, que se considera milagrosa?
También se debe considerar que para conseguir la imagen necesaria, se requiere un
modelo humano que se aproxime a la imagen del sudario, a fin de correlacionar la
distancia de las interfaces entre tela y cuerpo.
Después de eso, hay que dejar caer la tela sobre el modelo (lo cual provoca
distorsión) y entonces se imponen imágenes de cámara sobre las correlaciones de
distancia de la tela. La pregunta aquí es: ¿Cómo se puede saber que se ha reproducido
una imagen tridimensional del sudario, y no solamente una imagen de sudario del
hombre real?
El doctor Marvin Mueller, doctor en Física que trabaja en el Laboratorio de Los
Álamos, declara:
“La oscuridad de imagen relativa se determina mediante el examen óptico de una
fotografía de la imagen del sudario. Después se hace una correlación de oscuridad de
imagen contra distancia tela-cuerpo. Para que la correlación sea óptima se hacen
numerosos ajustes en los detalles de la forma del lienzo.
“La correlación final adaptada es bastante buena, y se extrae una función de
declinación suave que se aproxima a exponencial. Sin embargo, excepción hecha de
los errores de medida y la suavización producida en la extracción de la función a partir
de una serie de informaciones dispersas, lo que resulta es solamente un relieve
tridimensional del modelo humano escogido para el experimento. La ironía es que el
mismo proceso de suavización produce distorsión del relieve, pero también de la
posibilidad de que se puedan sobreimponer ahora algunas características de la imagen
del sudario sobre el relieve del modelo humano. Asi, la 'estatua' que resulta es una
mezcla de las características del modelo humano y la imagen del sudario; no, como se
ha afirmado, una estatua del hombre del sudario. Lo que ha hecho PISTU es demostrar
que puede obtener una correlación bastante buena entre la oscuridad de la imagen del
sudario y la distancia tela-cuerpo correspondiente obtenida, cuando cierto cuerpo
masculino del tamaño apropiado es cubierto con cierta tela envuelta de un modo dado
Sin embargo, como la correlación no indica causalidad, eso es todo lo que PISTU ha
hecho” (de The Los Alamos Monitor, diciembre 16, 1979, p. B-6).

Manchas de sangre
Se analizaron en busca de autenticidad las supuestas manchas de sangre en dos
partículas pequeñas y 12 hebras del sudario. Antes de Crecientes exámenes hechos al
sudario, se determinó que no había evidencias concluyentes de que las manchas de la
tela fueran de sangre humana. (Thomas Humbert, The Sacred Shroud, El sudario
sagrado, p. 178). Las pruebas recientes, hechas en 1978, han llevado a los
protagonistas a creer que “las zonas con manchas de sangre tenían las características
espectrales de la hemoglobina humana” (S. F. Pellicori, “Spectral Properties of the
Shroud of Turín”, Applied Optics, 15 de junio de 1980, volumen 19, No. 12, pp. 1913-
1920). Sin embargo, todavía queda el caso de que un falsificador con un buen método,
lógicamente usaría sangre humana para crear la imagen más real posible. La presencia
de sangre o hemoglobina humana en el sudario no es evidencia válida para garantizar
la autenticidad del mismo.

Duplicaciones
Los partidarios del sudario presentan varías evidencias para sustentar su
autenticidad. Estas evidencias son: (1) no hay marca de brochas, (2) no hay
penetración de la imagen en las fibras (es puramente un fenómeno de superficie); (3)
presencia de un polvo que se dice que es de áloe. (4) los “fósiles de polen”
encontrados en la tela, se supone que son de la época de Cristo.
La mayor parte de las propuestas anteriores tienen su respuesta en una imagen en
bajorrelieve creada por Joe Nickell. Una fotografía de la imagen se encuentra en la
edición de noviembre-diciembre de 1978 de la revista The Humanist, y en la de
noviembre de 1979 de Popular Photography.
Nickell usó una técnica que utiliza solamente material y métodos del siglo XIV para
recrear o duplicar una imagen negativa como la hallada en el sudario. Esta técnica
produce un negativo.
No pintó la imagen, sino que usó un bajorrelieve y le aplicó un trapo mojado, y
cuando se había secado, usó un cepillo para frotarle “pigmento” en polvo. Usó una
mezcla de mirra y áloe. Esto no dejó marcas de brocha.
Nickell escribe: “Mis frotaciones, aun de cerca, parecen creadas sin pigmento. Usé
una mezcla de las especias usadas en los funerales —mirra y áloe—, que reproduce el
color 'quemado' y numerosas características. Es interesante anotar que (según la
Enciclopedia Americana, 1978) los áloes han servido en realidad „como tintura o
pigmento‟. Un punto principal es que este 'pigmento' no penetra en las fibras,
quedando (como se dice de la coloración del sudario) puramente como un „fenómeno
de superficie‟, mostrado por el análisis de cortes y el examen microscópico. . . Dos
miembros de la comisión oficial secreta (expuesta después) del sudario, nombrados en
1969 para examinar el lienzo, sugirieron que la imagen era el resultado de cierta
técnica de impresión artística con el empleo de un modelo o moldes. Esa es una
descripción bastante precisa de la técnica que me dio buen resultado. Los entusiastas
del sudario afirman que no han encontrado „evidencias de pigmentos‟ en la tela,
aunque se dice que hay evidencias de un „polvo‟ que se supone sea áloe. Ellos señalan
que no hay marcas de brochazos; que, alrededor de los orificios de quemaduras (del
incendio de una capilla en 1532), no hay oscurecimiento de las zonas impresas; y que
la imagen no tiene „direccionalidad‟ (como de pincel o aplicación de los dedos). Estas,
no obstante, son todas características de mi técnica. El informe mencionaba el
descubrimiento de varios „cristales‟ (o „gránulos‟) de amarillo-rojizo a naranja y
ciertos „glóbulos‟ que concuerdan con la apariencia de mirra y áloe. Estas especias (a
disposición del falsificador en la Feria de Champagne dos veces al año, o en el local
del boticario de su pueblo) probablemente contenían los „fósiles de polen‟ del Oriente
Medio que se dice que están en el lienzo” (“The Shroud”, Christian Life, febrero de
1980, vol. 4, no. 10).
Un negativo de fotógrafo mostró una imagen positiva de excelente calidad. El doctor
Mueller dice de la imagen de Nickell:
“Joe Nickell describe su método de frotación para producir imágenes negativas
parecidas al sudario a partir de bajorrelieves. En cuanto a la calidad, por lo menos, la
semejanza es muy grande, y se extiende aun a la profundidad microscópica de la
penetración del color en los hilos. La técnica de frotación, aun con un bajorrelieve
dado, se puede variar con facilidad al cambiar el tamaño de la brocha, la presión y el
modo en que se humedece la tela, para producir imágenes de carácter muy diverso.
Así, se pueden variar las características tridimensionales de las frotaciones casi a
voluntad” (“Shroud: Real McCoy or Hoax?” Los Alamos Monitor, diciembre 16,
1979).
La mortaja de Cristo
Tal vez la evidencia más fuerte contra la autenticidad del sudario sea la falta de
armonía entre el procedimiento fúnebre que implica el sudario de Turín y los relatos
que nos presenta el Nuevo Testamento acerca del funeral de Cristo.
“En tiempos antiguos se cortaba el cabello (R. B. Moed. Kat., 8b), pero ahora sólo
se lava, y después se vierten sobre el cadáver nueve medidas de agua fría (durante lo
cual, en algunos lugares, se pone a los muertos en posición erguida), y esto constituye
en sí una purificación religiosa. El cadáver, por supuesto, se seca por completo, y se
tiene cuidado de no dejarlo descubierto en el proceso. Las mujeres tienen que pasar
por el mismo proceso de purificación a manos de su propio sexo. En Hechos 9:37
tenemos el caso de una mujer que fue lavada antes de su sepultura en tiempos del
Nuevo Testamento.
“Era costumbre antigua también ungir el cuerpo, después de limpiarlo, con varias
clases de especias aromáticas… Se recordará que cuando se le hizo el reproche a
María por el desperdicio innecesario de ungüento, Jesús exclamó: „Déjala; para el día
de mi sepultura ha guardado esto‟ (Juan 12:7). Encontramos también escrita la
información de que después se trajo una mezcla de mirra y áloe, unas cien libras en
total, para el cuerpo de Jesús (ibíd 19:39). Después de realizar el rito de purificación
de la manera acostumbrada, se viste el cadáver con la mortaja (Mish. Sanhed. 6.5). . .
Ella es idéntica a la síndone (sábana, compare Mateo 27:59, etc.) del Nuevo
Testamento, hecha de lino blanco sin ningún ornamento, y no debe tener manchas.
Generalmente son obra de mujeres, y se cosen de forma sencilla; no se permiten
nudos, según algunos, como símbolo de que la mente del muerto se ha librado de los
cuidados de esta vida, pero en la opinión de otros, como representación de la
expresión de un deseo de que los huesos del muerto se disuelvan rápidamente en su
polvo primitivo (Rokeach, 316). Ningún cadáver, ni de hombre ni de mujer, debe
vestirse con menos de tres piezas de ropa” (de The Jewish Quarterly Review, vol. 7,
1985, pp. 260, 261).
Hay varios problemas que surgen cuando los partidarios del sudario estudian el
Nuevo Testamento. El primero es que hay un conflicto en cuanto a la mortaja. Se ve
claro, por las costumbres de los funerales judíos y por el Nuevo Testamento, que había
varias piezas de ropa en el entierro de Cristo; no un solo pedazo de tela de cinco
metros por uno con treinta centímetros, tal como el sudario en cuestión.
Juan 20:5-7 indica con claridad que había otra pieza separada, que iba envuelta
alrededor de la cabeza de Cristo. Fue encontrada sola, separada de la envoltura del
cuerpo. Sin embargo, el lienzo de Turín presenta una cara en la sábana, además del
resto del cuerpo.
El texto no sólo indica que se usaron partes separadas de tela en el cuerpo de Cristo,
sino también que eran “tiras”, “envolturas” o “vendajes de lino” como los usados con
las momias.
Aún más importantes que las palabras usadas para describir la sepultura de Cristo
con tiras de lino, son las palabras kalutto („manto‟, 1 Reyes 19:13) y periballo („velo‟.
Génesis 38:14) que son palabras usadas en la Septuaginta específicamente para hablar
de piezas de tela como el sudario, pero que no se encuentran en los textos del Nuevo
Testamento. Su ausencia es muy importante para nuestra presente discusión.
Segundo, el relato de su sepultura en el evangelio de Juan (19:40) usa la forma
plural lienzos En realidad, todos los relatos de los evangelios están de acuerdo en que
el cuerpo de Cristo fue “envuelto”.
“Y tomando José el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia” (Mateo 27:59).
“El cual compró una sábana, y quitándolo, lo envolvió en la sábana” (Marcos
15:46).
“Y quitándolo, lo envolvió en una sábana” (Lucas 23:53).
“Tomaron, pues, el cuerpo de Jesús, y lo envolvieron en lienzos con especias
aromáticas, según es costumbre sepultar entre los judíos” (Juan 19:40).
E1 verbo griego entulisso, usado por Mateo y Lucas, significa „envolver‟ o „doblar‟.
Marcos usa eneileo, que presenta la idea de „envolver‟ o „confinar‟. Juan, quien fue
testigo ocular, pone muy en claro que el cuerpo fue envuelto. El verbo deo significa
„atar‟ o „amarrar‟, con el resultado de dejar aprisionado.
Así que, a la luz de las evidencias textuales, queda bien fundada por la selección de
las palabras y por su colocación la conclusión de que, como lo describe Juan
explícitamente, Jesús fue envuelto con tiras de lienzo, y no envuelto en una tela. Las
palabras que se refieren al tipo de tela lo indican con claridad. Los verbos usados lo
garantizan, y la elección de palabras lo reafirma.
Un tercer problema con el sudario de Turín es que sus partidarios admiten que su
autenticidad depende de que el cuerpo no fuera lavado. Esto es importante por varias
razones: (1) la supuesta presencia de sangre seca en el cuerpo que no fue lavado, y (2)
la necesidad de la presencia de un sudor mórbido que actuara como lente de refracción
para enfocar la radiación al registrar la imagen.
Ian Wilson expresa la opinión de que el cuerpo de Cristo no fue atado. El escribe:
“Algunos han alegado que el lavado era un ritual prescrito, y emitido aun en sábado.
Algunos eminentes eruditos del Nuevo Testamento no comparten tal opinión. Aun
entre los mejores exegetas parece haber poca objeción al hecho de que no había
tiempo para lavar el cuerpo de Jesús antes del sábado, especialmente en vista de los
varios requisitos judíos con relación a este rito. Cuando, como prueban los
acontecimientos, también fue imposible realizar este rito después del sábado, se puede
entender que los escritores de los evangelios fueran reacios a admitir esto
directamente. Sólo si Jesús no fue lavado, se puede sostener la autenticidad del
sudario de Turín (de The Shroud of Turin, El sudario de Turin, por Ian Wilson, p. 56).
Las conclusiones anteriores son muy erróneas. La idea de que no había tiempo para
limpiar el cuerpo con agua antes del sábado que se acercaba es igualmente débil, pues
las Escrituras dicen que aún tuvieron tiempo para ungir el cuerpo con más de cien
libras de especias. Esto también se aclara por el hecho de que en realidad el
cuerpo se podía lavar y ungir el sábado:
“El cuerpo se puede, sin embargo, lavar y ungir en sábado, con tal que las
extremidades no estén dislocadas; la almohada se puede quitar de debajo de la cabeza,
y el cuerpo se puede poner sobre arena para preservarlo por más tiempo de la
putrefacción; las mandíbulas se pueden atar, no para cerrarlas más, sino para que no se
abran más” (Mish, Shabb 33:5, de The Jewish Quarterly Review, 1895, vol. 7, p. 118).
Juan no habría debido ni podido decir que se había seguido el método funeral judío
si el cuerpo no hubiera sido lavado.

Las especias
Un cuarto problema en la comparación del sudario con los relatos del entierro en el
Nuevo Testamento son las especias. El cuerpo tendría que haber sido lavado, Ian
Wilson dice:
“San Juan nos dice que Nicodemo, con la ayuda de José de Arimatea, trajo una
mezcla de mirra y áloe con un peso de cerca de cien libras. También nos dice que
estos fueron envueltos con el cuerpo en la mortaja (Juan 19:39, 40). Si se usaron estas
especias como ungüento, habría sido un requisito en el ritual judío, y por cierto en el
de cualquier otra cultura, que primero se lavara el cuerpo. Como es muy evidente, por
el sudario, que el cuerpo no fue lavado, y como él peso de las especias descritas estaría
muy en exceso aun para la unción más pródiga, la explicación más posible parece ser
que fueron bloques de sustancias aromáticas, empacadas alrededor del cuerpo como
antiputrefacientes” (de Shroud of Turín, por Wilson, pp. 56, 57).
También si se hubieran aplicado especias al cuerpo, como lo declaran con énfasis
los evangelios, no se habría podido transferir la imagen por radiación al lienzo, como
sostienen los partidarios del sudario.

Otros sudarios
Muchas personas no están enteradas de que, después de las Cruzadas, circularon por
la Europa medieval muchos sudarios al mismo tiempo que el lienzo de Turín. Se
calcula que había más de cuarenta “verdaderos sudarios” en circulación. Muchos
todavía se exhiben hoy en día.

Monedas
Hay informes de que hay sobre el ojo derecho una imagen de una moneda que data
de los años 29-32 d.C. El reverendo Francia L. Philas, profesor de la Universidad
Loyola de Chicago, informa que las cuatro letras griegas UCAI que hay sobre la
moneda son parte de una inscripción de “Tiberio César”.
Es del entendimiento del autor que estas letras, muy ininteligibles, de leen UKAI, y
que el acuñador de la moneda tendría que haber estado ebrio, o ser ignorante, para
acuñarla así. La teoría de la moneda hace surgir muchas preguntas en cuanto al
sudario. La teoría que explica la transferencia de la imagen a la sábana, requiere que el
cuerpo no fuera lavado, pues el sudor seco era necesario para magnificar los rayos. Sin
embargo, la moneda habría impedido la magnificación de los rayos. También, las
diversas teorías de transferencia de imagen indican que el cuerpo no había sido
preparado para el funeral, y por lo tanto, no había sido lavado. Es difícil imaginar que
un cuerpo que no hubiera sido lavado ni preparado para el entierro, tuviera monedas
sobre los ojos (en este caso, sobre el ojo derecho).

No hay testimonios neotestamentarios


Es completamente ilógico que los apóstoles y cristianos del siglo primero del
cristianismo no mencionaran una sábana que tuviera impresa la imagen del Cristo
crucificado y resucitado. Frente a la muerte, ellos proclamaban a Jesucristo vivo.
Constantemente daban testimonio personal de las apariciones del Cristo resucitado en
las situaciones más adversas. ¿Es concebible que nadie, especialmente los escritores
del Nuevo Testamento y los Padres de la Iglesia, mencionara jamás el sudario en
relación con Cristo y su resurrección?

Conclusión
Las evidencias que hay hasta ahora, de ninguna manera sustentan la autenticidad del
sudario como mortaja de Cristo.
¿Contienen los dos
primeros capítulos del
Génesis relatos
contradictorios de la
creación?

A lo largo de la historia de la Iglesia, los teólogos y otros estudiosos han


interpretado, analizado, puesto en duda, disecado y atacado —y algunas veces
rechazado— varias porciones de las Santas Escrituras.
Cada vez que aparece un pasaje de las Escrituras que es difícil de explicar o
comprender en la primera lectura, o que parece contradecir algún “hecho científico‟‟,
o presenta alguna otra dificultad aparente para el intelecto moderno occidental,
alguien, en alguna parte, erige una teoría para tratar de resolver la aparente dificultad.
Precisamente esa es la situación que existe con respecto a los capítulos 1 y 2 del
Génesis, de los cuales muchos comentaristas dicen que son dos relatos contradictorios
de la creación. 40/
__________________________

EXPLICACION DE LAS NOTAS: Después de cada cita habrá dos grupos de


números divididos por una línea diagonal (por ejemplo; 47/21-23) El número situado a
la izquierda de la diagonal es una referencia a las fuentes bibliográficas numeradas que
se encuentra al final de este capítulo. El número de la derecha se refiere a la página o
páginas donde se encuentra la cita en la fuente de consulta.

La posición de los críticos radicales


Según esta teoría, el autor del segundo relato (Génesis 2:4-25) no conocía el primer
relato de Génesis 1:1—2:3) y cuando se ponen juntos, contienen contradicciones
insolubles.
James resume así la posición de los críticos:
“Cuando uno se da cuenta de que hay en el Génesis dos historias diferentes de la
creación, que pertenecen a dos periodos diferentes y se derivan de dos fuentes
diferentes, la incoherencia se hace inteligible. El hecho de que existe es suficiente para
desacreditar la teoría de la inspiración divina que, como es obvio, está en desacuerdo
con los hechos” (16/31).
Los críticos mismos difieren en cuanto a la naturaleza de las evidencias. Kitchen
resume así la importancia relativa de estas diferencias: “Sólo se han urgido dos líneas
de evidencias a favor de la existencia de dos relatos; un estilo y un concepto teológico
diferentes en Génesis 1 y 2, y un supuesto orden de creación diferente en cada
narración” (20/118). Un vistazo a algunas de las declaraciones de los críticos
demostrará que esto forma la mayor parte de su argumento.
Rowley, en su estudio de la contradicción entre los dos capítulos, declaró:
“Los primeros dos capítulos de la Biblia contienen dos relatos irreconciliables de la
creación. Según el primer relato, el hombre y la mujer fueron creados juntos, como
corona y cumbre de la creación, después de las aves y los animales, mientras que
según el segundo relato de la creación, el hombre precedió a la creación de los
animales y las aves, y a estos siguió la creación de la mujer” (31/18).
Rowley entonces ve un desacuerdo en cuanto a la secuencia de la creación, una
diferencia en el uso de los nombres divinos, un concepto diferente de Dios y una
diferencia en el estilo.
Driver, quien escribió precisamente sobre la diferencia de estilo en los relatos, dijo:
“El capítulo 2:4b difiere del capítulo 1, primeramente en estilo y forma. El estilo del
capítulo 1 es estereotipado, medido y preciso; el de 2:4 y siguientes es variado y
pintoresco; no hay fórmulas repetidas, tales como las marcadas en el capítulo l; las
expresiones características del capítulo 1 están ausentes aquí (por ejemplo, „creó‟) y
cuando se toca terreno común (como en el relato de la formación del hombre), se
relata de modo diferente, y sin aludir a la representación del capítulo 1 (es decir a la
„imagen de Dios‟).
“El capítulo 1 despliega, además, marcas claras de estudio y sistematización
deliberados: 2:4ss es fresco, espontáneo y, por lo menos en sentido relativo,
primitivo… La narración presente difiere en segundo lugar del capítulo 1 en
representación. Tanto los detalles como el orden de los acontecimientos de la creación
(en cuanto son mencionados en ella, pues el narrador trata con brevedad de cada cosa,
excepto lo que se relaciona directamente con el hombre), difieren de las declaraciones
del capítulo 1.
“La tierra, en vez de emerger de las aguas (como en 1:9), se representa como
demasiado seca (2:5) para producir vegetación: el primer paso en el proceso para
llenarla de seres vivos es la creación del hombre (2:7); y luego sigue la de las bestias y
aves (v. 19), y por último la de la mujer (v. 21). Es obvio que el orden es diferente al
orden del capítulo 1.” (7/35)
Theodor Gaster, al escribir en tiempos más recientes, anotó también: “Los lectores
atentos de la Biblia no pueden dejar de observar una profunda discrepancia entre los
dos relatos de la creación del hombre registrados en los capítulos 1 y 2 del Génesis”
(12/8).
Aunque se puede estar en desacuerdo con las conclusiones de los críticos, es
imposible negar la siguiente declaración de James:
“La comparación entre las dos historias de la creación está llena de interés, en
especial debido a las grandes diferencias entre ellas, que aunque son más evidentes en
hebreo, todavía se pueden reconocer en las traducciones” (16/37, 38).
Tanto los que creen en la armonía de los dos capítulos, como los críticos, están de
acuerdo en que los dos relatos contienen diferencias. Los críticos suponen que las
diferencias vinieron como resultado de una amalgama mecánica hecha por un editor
posterior de los dos pasajes, tomados de dos documentos diferentes.
Los que opinan a favor de la armonía alegan que las diferencias se basan en
contenidos y puntos de vista diferentes, como anota Cassuto:
“Está claro que las dos secciones difieren mucho en carácter. De esto no cabe duda
La divergencia es obvia, si estudiamos el texto sin prejuicios. En la primera sección se
nos presenta una visión sublime de toda la creación, expresada con gran poder
sintético, que unifica en un orden comprensible y claro todas las categorías cambiantes
e innumerables de la existencia; allí percibimos, entronada en lo alto, la idea que
supera lo accidental, lo temporal y lo finito, y traza para nosotros con completa
sencillez de expresión las vastas expansiones del universo hasta sus límites más
extremos. Dios se revela a sí mismo . . . como un ser trascendental que vive en su
morada sobrenatural, sin contacto directo con las criaturas. Por el contrario, la segunda
sección contiene una narración gráfica y dramática que cautiva el corazón con sus
detalles, imbuida como está en los tintes mágicos de la imaginación oriental, y busca
inculcar enseñanzas religiosas y éticas bajo la apariencia de sucesos reales,
dirigiéndose más a los sentimientos que al intelecto del lector. YHWH aparece allí,
como hemos anotado antes, en contacto directo con su criatura, el hombre y con otros
seres creados de su mundo. La diferencia, por lo tanto, es profunda por varios
aspectos, y sólo el que cierre los ojos a lo obvio puede negarla” (6/70, 71).

Metodología
Los argumentos y las evidencias que pretenden demostrar la contradicción se
estudiarán primero. El caso de la armonía y las respuestas a los argumentos de los
críticos vendrán después.
Los méritos y defectos relativos de las opiniones en oposición serán examinados en
cuanto a pruebas lógicas, armonía interna, sentido común, armonía con el
conocimiento de la gramática hebrea y estilos y usos literarios antiguos.
En otras palabras, ¿resuelve mejor la armonía de los capítulos 1 y 2 —o su
contradicción— el asunto de las diferencias aparentes en los dos capítulos, y deja al
lector con un fundamento firme para confiar en cualquier lugar de las Escrituras? Esa
será la prueba.

Diferencias generales
No se puede negar que los dos capítulos difieren en general, y en la superficie, por
lo menos, parecen contradecirse en detalles específicos. La primera diferencia general
que los críticos observan es el uso de diferentes nombres divinos.
Es un hecho que el capítulo 1 usa Elohim exclusivamente, mientras que el capítulo
2 usa Jehová-EIohim. (Esto, junto con el estudio de la lectura de Éxodo 6:3 por
Astruc, se tratará con más detalle cuando se estudien los méritos y defectos de los
argumentos de los críticos), la segunda diferencia principal que señalan los críticos es
una idea diferente de Dios. El primer relato ve a Dios tomo majestuoso y dignificado,
separado de la creación, mientras que el segundo considera a Dios como con
tendencias humanas, tales como caminar, hablar y actuar como un hombre. El segundo
relato, por tanto, está caracterizado por su antropomorfismo.
La tercera diferencia general anotada, que es difícil distinguir de las otras dos, es en
realidad un compuesto de vocabulario, estilo y gramática diferentes. Elohim en el
primer relato es el nombre del Dios universal. Él es exaltado, apartado. El estilo del
primer relato es medido y preciso. El vocabulario es distintivo; Elohim crea, hace
existir, descansa, cesa de hacer
En el segundo relato, Jehová, un Dios personal, el Dios nacionalista, está en
contacto directo con su creación. El forma, respira, planta, hace El estilo es más
personal y narrativo, con su vocabulario propio.

Diferencias específicas
Además de las diferencias generales, los críticos anotan diferencias específicas en
detalle. El primer relato dice que la creación surge de las aguas:
“Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del
abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas” (Génesis 1:2).
“Dijo también Dios. Júntense las aguas que están debajo de los cielos en un lugar, y
descúbrase lo seco” (Génesis 1:9).
En el segundo relato, la creación surge de la tierra árida:
“Porque Jehová Dios aún no había hecho llover sobre la tierra” (Génesis 2:5).
La segunda y tercera diferencias principales en detalle son la creación del hombre y
la secuencia de la creación. En el primer capítulo, el hombre y la mujer son creados al
mismo tiempo, después de la vegetación y los animales.
“Después dijo Dios: Produzca la tierra hierba verde, hierba que dé semilla; árbol de
fruto que dé fruto según su género, que su semilla esté en él, sobre la tierra Y fue así”
(Génesis 1:11).
“Y creó Dios los grandes monstruos marinos, y todo ser viviente que se mueve, que
las aguas produjeron según su género, y toda ave alada según su especie. Y vio Dios
que era bueno” (Génesis 1:21).
“Luego Dijo Dios. Produzca la tierra seres vivientes según su género, bestias y
serpientes y animales de la tierra según su especie. Y fue así” (Génesis 1:24).
“Y creó Dios al hombre a su imagen. . . varón y hembra los creó” (Génesis 1:27).
En el segundo capítulo, el hombre es creado primero; luego, después de crear la
vegetación y los animales, Dios forma a la mujer de la costilla del hombre:
“Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz
aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente” (Génesis 2:7).
“Y Jehová Dios plantó un huerto en Edén, al oriente; y puso allí al hombre que
había formado. Y Jehová Dios hizo nacer de la tierra todo árbol delicioso a la vista, y
bueno para comer” (Génesis 2:8, 9).
“Jehová Dios formó, pues, de la tierra toda bestia del campo, y toda ave de los
cielos, y las trajo a Adán. . .” (Génesis 2:19).
“Entonces Jehová Dios hizo caer sueño profundo sobre Adán, y mientras éste
dormía, tomó una de sus costillas, y cerró la carne en su lugar” (Génesis 2:21).
Driver resume la actitud del crítico al declarar “Es tan evidente que son narradores
diferentes que no se necesitan pruebas detalladas” (7/35).

Unidad del plan


Allis anota con propiedad: “La palabra „generaciones‟ (toledoth) aparece en
encabezamientos once veces en el Génesis (generalmente en la forma: „estas son las
generaciones de‟). En consecuencia, podemos esperar que esta palabra tenga
prominencia en cualquier análisis del libro” (1/49).
Los críticos, por lo general, reconocen esta unidad; por ejemplo, Driver, citado
antes. La mayoría de ellos atribuyen esta frase unificadora „estas son las generaciones
de' a la obra de un redactor final o de un escritor sacerdotal (S: sacerdotal, conocida
también como “P”). Allis dice:
“Pero, por supuesto, si la semejanza en la identidad del lenguaje prueba la identidad
de la fuente, todos estos encabezamientos deberían pertenecer al mismo documento.
Esto fue afirmado por Ilgen en 1798, cuando dividió 2:4 en dos partes, trató la primera
parte como el encabezamiento original mal colocado de la primera sección elohísta, y
asignó todos los otros encabezamientos al mismo autor elohísta.
“Esta proposición drástica, pero armoniosa, fue revivida por Noeldeke en 1869 y
pronto se convirtió en la opinión general de los críticos; desde entonces han estado
afirmando con creciente seguridad que la 'estructura' del Génesis, como la determinan
estos encabezamientos, pertenece a S, la más reciente de las fuentes del Génesis”
(1/49, 50).
La mayoría de los críticos también están de acuerdo en que la frase es común como
título, pero hacen una excepción de la frase en el capítulo 2:4. Von Rad expresa la
suposición común de los críticos sobre este uso:
“La declaración de 2.4a es difícil. La fórmula es común en Génesis como título...
Aquí, sin embargo, el pasaje no puede ser un título, pues la fórmula es exclusivamente
sacerdotal. Otra dificultad surge con el uso de la palabra toledoth en este versículo,
pues la palabra significa „árbol familiar', „genealogía‟ o „generaciones‟. Suponemos
que la fórmula, que representa un tipo de división en capítulos dentro del documento
sacerdotal, se añadió después al capítulo sobre la creación porque había necesidad de
un sistema. Entonces se usó en esta historia con el significado exagerado de „historia
del origen‟. No obstante, como el principio del capítulo estaba fijado por el canon, el
interpolador tuvo que contentarse con añadir la declaración como palabra final”
(29/61).
Aunque no todos los críticos estarían de acuerdo con todo lo que Von Rad dijo
antes, en general todos ellos, al mismo tiempo que reconocen la unidad propuesta,
suponen que esta unidad fue superimpuesta a varios documentos tomados de
diferentes fuentes, dejando contradicciones e incoherencias en las narraciones, para
incluir todas las leyendas y tradiciones diversas.

Derivación mitológica
A las diferencias internas que se anotaron antes, los críticos añaden el argumento de
que las narraciones de la creación se derivaron de fuentes mitológicas. Con una actitud
que no tolera desacuerdos. James declara:
“En su origen, las narraciones de la creación eran puros mitos, y no se puede
escapar de la conclusión de que contienen muchos elementos extranjeros. El
descubrimiento de las historias babilónicas de la creación ha dejado esto fuera de toda
duda” (16/27, 28)
Los críticos alegan que los principios de la raza humana van más allá de cualquier
recuerdo escrito que poseamos. Hubo un espacio de tiempo tan grande entre los
sucesos y su puesta por escrito, que no es posible esperar que la información sea digna
de crédito.
Ellos alegan que no hay razón suficiente para suponer que los hebreos tuvieran una
información más digna de crédito con respecto a la vida y condiciones de los primeros
humanos, que otras naciones del mundo.
En su opinión, los escritores hebreos ofrecen un cuadro de tiempos primitivos,
derivado de las consejas populares de otras naciones. Por eso, casi no vale la pena
pedir detalles históricos, puesto que no estamos tratando con historia escrita (7/53).
James cierra el caso de la contradicción con una nota decisiva cuando escribe:
“Cualquier intento artificial por reconciliar estas marcadas diferencias de estilo,
visión y contenido, está condenado al fracaso. El reconocimiento de que ellas
pertenecen a diferentes períodos, y que la segunda historia es, como es obvio, la más
antigua, que mira a tiempos aun más primitivos, es una explicación suficiente y natural
de su falla de armonía interna” (16/38).
Así se ha levantado la oposición contra la posición tradicional de la Iglesia, y se ha
rechazado con rapidez.

Los partidarios de la armonía de los dos relatos: razonamiento y respuestas


Los críticos rechazaron las enseñanzas tradicionales con respecto a las narraciones
de la creación, y hay que admitir que en algunos casos se burlaron con razón de los
intentos de los armonistas por reconciliar la narración con el conocimiento científico
de la época.
Muchos armonistas, a principios de este debate, parecían intimidados por los
reclamos científicos y la pujante erudición exhibida por los críticos, y fueron, para
reiterar las palabras de James citadas antes, “llevados a los recursos más
desesperados” para tratar de responder a los críticos.
Taylor Lewis, en su nota al comentario de Lange, observa amablemente: „„Sin
embargo, es muy difícil que de Lange, y de otros citados, por reconciliar las evidentes
dificultades, se pueda considerar satisfactorio (22/201).
Más adelante en su nota, comenta además sobre los intentos de armonizar (con
referencia a la recapitulación preparatoria): “Admitimos la justicia y belleza de los
pensamientos, pero no quedamos satisfechos con la exposición” (22/201).
Para ser completamente justos con los críticos, debemos decir que los armonistas
pasaron por alto algunas dificultades obvias. No obstante, aun cuando los críticos
creen que el asunto ya está fuera de discusión, en palabras de Kidner, “vale la pena
anotar que queda mucho sin probar” (19/18).
En la opinión de los armonistas, los críticos no han entendido la naturaleza y
propósito del relato. Así lo expresa Harrison:
“Es un error suponer que las dos narraciones del Génesis sean duplicados, pues en
realidad se complementan. La primera bosqueja el proceso global de la creación y
muestra cómo todas las cosas surgieron del poder creador de Dios, mientras que la
segunda pone más atención a la creación del hombre y los coloca a él y a su
compañera en un lugar geográfico especifico” (32/1022).
El material que trata de la creación en los primeros dos capítulos del Génesis debe
tratarse como una unidad, para tener una comprensión correcta de la creación y sus
enseñanzas teológicas. El segundo relato es complementario del primero, y trata más a
fondo la creación de nuestros primeros antepasados, mientras que el relato inicial da
una descripción del mundo que se estaba preparando para que lo ocuparan Adán y
Eva.
Al considerar el problema de las diferencias entre los dos relatos, los armonistas ven
complementación en vez de contradicción Kitchen dice:
“La naturaleza estrictamente complementaria de los „dos relatos‟ es bastante
sencilla; Génesis 1 menciona la creación del hombre como lo último de una serie, y
sin detalles, mientras que en Génesis 2 el hombre es el centro del interés y se dan
detalles más específicos sobre él y su medio. No hay ninguna duplicación
incompatible aquí. El dejar de reconocer la naturaleza complementaria del tema-
distinción entre un bosquejo de toda la creación por una parte, y la concentración en
detalle sobre el hombre y su medio ambiente inmediato por la otra, se acerca mucho al
oscurantismo” (20/116, 117).
También hay evidencias inconfundibles de una conexión cercana entre los dos
capítulos, que se hace evidente cuando se considera el problema del mal. ¿Cómo es
posible que el Dios benéfico y bueno haya creado un mundo lleno de toda clase de
males?
La solución a esta pregunta está en tratar las dos secciones como una. El primer
relato revela que el mundo fue creado muy bueno por la mano del Creador (Génesis
1:31).
El segundo relato dice cómo es que las transgresiones del hombre son la causa de
todos los tipos de males (Génesis 3:16-19). Cuando se consideran los dos capítulos
como un todo continuo, la respuesta es clara, pero una vez que se separan las
narraciones, sólo se aprende la mitad de la respuesta (6/78).
La falta de cosmología en el supuesto segundo relato debilita el argumento por la
contradicción. El segundo relato, que se supone viene de la mano de “J” (J: escuela
“Jahvista”) del siglo noveno, no pretende ser un relato de la creación del mundo. Sólo
habla de la creación de Adán y del ambiente en el cual fue colocado.
Gleason Archer observa: “Debe observarse el hecho obvio de que ningún relato
genuino de la creación omitiría la mención de la creación del sol, la luna, las estrellas,
la tierra y los mares, como pasa en Génesis 2” (4/119).
Además, hay una admisión tácita por parte de dos de los principales partidarios de
esta teoría, de que los dos capítulos no son necesariamente contradictorios.
Dillman confiesa que la segunda historia (2/4ss.) por lo menos en su estado actual
(énfasis añadido) contiene sólo fragmentos de una historia de la creación, pero su
contenido principal es algo completamente diferente.
Driver también reconoce este hecho a regañadientes cuando escribe:
“La separación entre la creación del hombre y la mujer, si estuviera sola, se podría
en realidad explicar de modo lógico por la suposición de que 2:4bss, tenía el propósito
de ser sólo un relato más detallado, hecho por el mismo autor, de lo que se describe
con brevedad en 1:26-39" (7/p35N).
Los críticos, conscientes de esta dificultad en sus argumentos, buscan resolverla al
invocar la existencia de un redactor. Como declara Dillman:
“Se esperaría que, en lo que sigue, antes o después del versículo 7, se haría mención
de la producción del reino vegetal, y se completaría la formación del mundo en sí.
“Sin embargo, no hay nada así. No pudo haber habido tal vacío en el origen: parece
más bien que algo ha sido omitido por R (R: el redactor), o porque le pareció una
repetición innecesaria después del capítulo 1, o porque estaba en desacuerdo con él”
(14/23).
James, con más certeza aún, alega. “Se puede suponer sin peligro de equivocarse
que, después de haber sido editada y reeditada, tal vez no una sino muchas veces, su
forma presente difiere mucho del original” (16/37).
Sin embargo, este tipo de argumentos lanza muchas sospechas sobre el alegato de
los críticos El primer capítulo pone énfasis en la complacencia divina Este énfasis
prepara el camino para la caída del hombre como se relata en el capítulo 3.
Por tanto, el capítulo 1 se debe considerar como introducción y base para la
comprensión correcta del capítulo 2. Este supone la creación del cielo y la tierra, el
sol, la luna y las estrellas, y en realidad no puede entenderse sin el capítulo 1 (38/55).
Al hacer un examen detenido, vemos que las evidencias internas están de acuerdo
con la práctica literaria antigua del Cercano Oriente.
“La técnica de la recapitulación se practicaba mucho en la literatura semita antigua.
El autor introducía primero su relato con una declaración corta que resumía todo el
tema, y luego seguía con un relato más detallado y circunstancial en el que trataba de
asuntos de importancia especial.
“Para el autor del Génesis 1 y 2, la raza humana era el producto cumbre de la
creación, y sólo era de esperarse que dedicara un tratamiento más extenso a Adán
después de colocarlo en su fondo histórico (los seis días de la creación)” (4/118).
Las dos historias de la creación son típicas de las prácticas de los escribas antiguos,
pero no son duplicados, como algunos de los eruditos críticos han imaginado. En
realidad, no son ni siquiera repeticiones la una de la otra.
La primera presenta una descripción general de la situación de la creación global,
mientras que la segunda explica un aspecto específico de ella; es decir, el hombre en
su ambiente físico, y luego lo relaciona con ciertas consideraciones geográficas en
particular (15/554, 555).
Para desarrollar esta idea aun más, Young escribe que “a fin de preparar el camino
para el relato de la caída, el capítulo 2 da más detalles acerca del estado original del
hombre, que hubieran sido incongruentes y fuera de lugar en la gran marcha
declarativa del capítulo 1” (38/55).
Allis está de acuerdo con este análisis:
“A menudo encontramos que al describir un suceso, el escritor bíblico primero hace
una declaración breve y general, y luego la sigue con detalles más o menos
elaborados... El relato dado aquí acerca de la creación del hombre, el ser humano
genérico, varón y hembra, continúa y se expande en el capítulo 2 con el relato de la
creación de Adán (2:7) y de Eva (2:21-25), que lleva al relato de la caída” (2/82).
La explicación más sencilla es casi siempre la mejor, y lo que parece ser la mejor
explicación acerca de las diferencias entre los dos capítulos es lo más sencillo.
Taylor Lewis explica con claridad que “las evidencias internas demuestran que este
segundo relato reconoce el primero y se basa en él, desaprobando entonces la
probabilidad de una contrariedad, intencional o pasada por alto.”
Continúa explicando que él cree que “es la que más se recomienda al lector común
que cree en la veracidad absoluta del relato, y no sabe nada de las teorías acerca de los
documentos” (22/201).
Según los armonistas, las dos narraciones son continuación de la misma historia. El
segundo relato lo hizo el mismo autor del primero, o uno que estaba en completa
armonía con él.
El segundo relato se refiere a todo lo que se ha declarado previamente como
fundamento de lo que va a ser añadido ahora de modo más particular en lo
concerniente al hombre, y que se puede llamar el tema especial de la segunda parte
(22/201).
El primer relato de la creación es cósmico y general. Comienza con la materia
informe y termina con el hombre, creado a imagen del Dios personal e infinito. El
hombre es genérico, macho y hembra, y recibe del Creador la orden de ser fructífero y
multiplicarse, y tener dominio sobre todas las criaturas. Es un relato resumido de
órdenes divinas.
El segundo relato es una expansión de los últimos versículos del primer relato. Es
un cierre “con broche de oro”. No habla de la humanidad en general, sino de la
formación de una sola pareja. El hombre es hecho del polvo de la tierra, mientras que
la primera mujer es tomada de la costilla del hombre. La unión de esa pareja, que es la
base del mandato de crecer y multiplicarse, concluye el primer relato.
El segundo relato provee los detalles que la primera narración omitió. Esto nos lleva
a la historia de la tentación y la caída de este primer conjunto de humanos que habrían
de ser los padres de toda la humanidad. El segundo relato expande así el primero, al
incluir los detalles importantes que habían sido omitidos (2/119).

Diferencias generales
En respuesta a la primera diferencia general que los críticos anotan, la del uso de los
nombres divinos, los armonistas examinan el propósito que ésta tiene:
“Elohim es sencillamente el nombre apropiado para Dios a través de esta sección,
que considera al Altísimo trabajando en la naturaleza y en todo el mundo, Es verdad
que el acto creador se le puede adscribir a Jehová (Éxodo 20:11), cuando la idea es
que el Dios de Israel, que lo sacó de la tierra de Egipto, fue el creador del mundo; pero
cuando el anuncio que se ha de hacer es sencillamente que el mundo tuvo un Creador
divino, Elohim es la palabra apropiada, y por eso se usa constantemente en el relato de
la creación” (14/6).
El nombre de Dios es, en la primera sección, invariablemente Elohim, mientras que
en el segundo relato es casi con la misma constancia Jehová-EIohim. Esta
combinación parece querer decir que Jehová es el Elohim que creó el mundo, y que
ambas palabras designan al mismo ser.
Aunque cada designación expresa diferentes atributos de su naturaleza, Él es uno, y
el único Hacedor del universo. Por tanto, el nombre compuesto Jehová-EIohim no
indica nada opuesto al espíritu del primer capítulo, sino que, al contrario, lo fortalece y
confirma. Esto descartaría cualquier idea equivocada de que no fue Jehová, como Dios
de Israel (Éxodo 6:3), sino como Señor universal, Elohim, quien creó el mundo. El
segundo relato, al usar el nombre de Jehová, da un paso muy importante hacia el
carácter teocrático del Pentateuco, y cuando lo combina con el nombre Elohim, nos
recuerda que Él es el Creador todopoderoso (17/72).
A menudo, los eruditos liberales indican el hecho de que el nombre compuesto
Jehová-EIohim no se repite en ninguna otra parte de las Escrituras, lo que indica un
autor diferente. Sin embargo, esto se explica mediante una buena comprensión de la
razón de ser de las narraciones.
En el primer relato, se narró el mero acto externo de la creación del hombre, así que
era apropiado designar a Dios como el ser todopoderoso, el Dios de dioses, o Elohim.
En la sección siguiente, ocurre un cambio interno en el corazón del hombre por la
entrada del pecado al mundo. El pecado reemplaza ahora a la inocencia, y la miseria
toma el lugar de la felicidad. Por tanto, se hace conveniente la presentación de Dios
con un nombre que implique santidad, y entonces se emplea el nombre Jehová-
Elohim.
Es evidente que esta idea estaba en la mente del escritor, por el sobresaliente hecho
de que en toda la conversación con la serpiente, no se usó el nombre Jehová-Elohim,
sino sencillamente Elohim (Génesis 3:1-5).
Hubiera sido profano poner el nombre divino en la boca del tentador. Así, con la
identidad entre Elohim y Jehová expresada una vez, no era necesario repetirla más,
excepto en ocasiones específicas. Así que el contexto determina cuál es el uso debido
del nombre de Dios (17/72).
En cuanto al asunto de los diferentes conceptos de Dios, Ruchen señala que “el
supuesto contraste entre un Dios transcendente en Génesis 1, y los antropomorfismos
ingenuos de Génesis 2, es muy exagerado y francamente ilusorio” (20/118).
Leupold está de acuerdo y declara: “Sin embargo, se debería tener en cuenta que el
capítulo 1, ofrecía ciertos antropomorfismos muy prominentes, que se pueden
presentar como argumento de un concepto de Dios que no es diferente del que ofrecen
los dos capítulos siguientes” (23/107).
Para terminar, Young da los detalles de los antropomorfismos del capítulo 1:
“En el capítulo 2 se dice que aparece un concepto antropomórfico de Dios. Dios
hace, respira, planta, coloca, dispone, trae, cierra, construye, camina, etc. Sin embargo,
esta objeción es superficial. El concepto antropomórfico de Dios también aparece en el
capítulo 1.
“En realidad, es imposible que la mente finita hable de Dios sin usar un lenguaje
antropomórfico. El capítulo 1 afirma que Dios llamó, vio, bendijo, deliberó (v. 26
„Hagamos‟). Dios distribuyó su obra en un período de seis días; descansó” (38/56).
La tercera diferencia general que hace ver el punto de vista crítico concierne al
vocabulario, el estilo y la gramática. Al hacer un escrutinio detenido, sin embargo,
estas “diferencias” dejan mucho que desear. Kitchen despacha pronto estas diferencias
cuando escribe. “Las diferencias estilísticas carecen de importancia, y reflejan las
diferencias debidas a un contenido detallado” (20/118).
Dice Young: “El vocabulario distintivo no señala a un autor en particular, sino que
se escoge debido al contenido peculiar del capítulo. Sería difícil escribir en hebreo
sobre estos temas, sin emplear este mismo vocabulario” (38/53-54).
Wiener indica que los críticos sí tienen cierta excusa para su suposición de que la
diversidad de estilo prueba que hubo un autor diferente:
“El texto hebreo o la explicación tradicional de la ley en realidad si parecía
presentar cierta dificultad real, o por lo menos cierta justificación para la discusión por
parte de críticos que no tenían preparación especial, ni capacidad para la crítica
literaria” (36/92).
La lógica sencilla lleva a Wiener a una conclusión lúcida:
“¿No sería más fácil suponer que 'S' podría variar su lenguaje cuando la ocasión así
lo exigía, en lugar de postular toda esta maquinaria extraordinaria de listas y
compiladores?” (36/89).
Las diferencias de estilo son más aparentes que reales, y la lógica empleada antes
demuestra con eficacia que el estilo, que incluye el vocabulario y la gramática, no
aclara de modo convincente que haya contradicción. C. S. Lewis, valioso crítico por
derecho propio, habla como “receptor” del análisis crítico y escribe:
“La idea de que cualquier hombre o escritor sea opaco para los que vivían en la
misma cultura, hablaban el mismo idioma, compartían las mismas imágenes habituales
y suposiciones inconscientes, y sin embargo sea transparente para los que no tienen
ninguna de estas ventajas es, en mi opinión, absurda. Hay en ella una improbabilidad a
priori que casi ningún argumento o evidencia podría compensar” (39/158).

Diferencias específicas
Una objeción con respecto a la secuencia es que el relato inicial indica que la
creación comenzó en el agua, mientras que en el segundo relato la creación comienza
en la tierra seca. Cassuto hace una excelente observación con respecto a este
argumento:
“Esta objeción, sin embargo, es válida sólo si destruimos la unidad del texto y
consideramos las dos narraciones como relatos independientes; en otras palabras, si
consideramos como probado lo que todavía queda por probarse. Si en verdad las
secciones combinadas son un todo continuo, está claro que, desde el punto de vista de
la segunda sección, la creación comenzó también en las aguas del abismo, que se
mencionan al principio” (6/73-74).
Las diferencias de secuencia con respecto a la creación del hombre y de la mujer
son también un punto principal de discusión, pero si se entienden bien, el problema se
desvanece.
En la primera narración de la creación, se hace referencia al hombre como una
criatura entre muchas y se le menciona sólo como un eslabón en la gran cadena de
sucesos creadores. El modo en que fue creado se describe solamente en términos
generales.
Con la sencilla frase “varón y hembra los creó” no se nos dice cómo fueron hechos,
ni si fueron creados al mismo tiempo. Es sólo una declaración indefinida de que ellos
fueron creados.
En el segundo relato, cuando el escritor elabora la historia del origen de la
humanidad, se explica en detalle cómo fueron formados el hombre y la mujer
respectivamente. Esto no es falla de coherencia, sino una declaración general seguida
de un relato detallado, lo cual es un método común en la literatura semítica antigua.
(6/74).
El argumento crítico de que la vegetación no apareció hasta después de la creación
del hombre en el segundo relato, en contradicción con el primer relato, en el cual
precede al hombre, es otro supuesto problema que tiene pronta solución.
Pieters dice: “El escritor no puede haber supuesto que la ausencia de agricultor
impediría el crecimiento de hierba y plantas silvestres, pues todo el mundo sabe lo
contrario. La falta de agricultor tiene que ver con la falta de plantas cultivadas
solamente” (26/78).
Cassuto mira el problema desde un punto de vista más general y ofrece una
explicación muy convincente de por qué la vegetación parece venir después del
hombre en el segundo relato:
“Aquí se explica cómo fue plantada: una declaración general, seguida de una
descripción detallada ¿Qué hace el jardinero cuando planta un huerto nuevo? Aunque
produce árboles nuevos en el suelo, no crea especies nuevas. Así hizo el Señor Dios;
para hacer el huerto hizo que crecieran del suelo buenos árboles, de las especies que
ya había creado al tercer día” (6/76, 77).
También se debe notar que, aunque el crecimiento de los arbustos y de las hierbas
se representa aquí como dependiente de la lluvia y el cultivo de la tierra por el hombre,
no se debe entender que las palabras signifiquen que no había arbustos ni hierbas antes
de la creación del hombre. Los arbustos y las hierbas del campo no abarcan toda la
producción vegetal de la tierra (18/77).
Un factor botánico interesante es que las plantas que fueron creadas al tercer día son
las que pueden reproducirse por medio de semillas. Esto, por tanto, excluiría aquellas
para las cuales es insuficiente la semilla sola, pues necesitan algo más que todavía no
existía en el mundo.
No había cardos ni espinos del campo, porque Jehová-Elohim no había hecho llover
sobre la tierra. Los campos de granos no habían brotado todavía, porque no había
quien arara el suelo. Se puede observar que durante el verano las semillas de cardos y
espinos yacen regadas por el suelo en grandes cantidades y ninguna prende.
Sin embargo, tan pronto llueve, la tierra se cubre de cardos y espinos. En cuanto a
los sembrados de cereales, aunque hay ejemplares aislados de cebada y trigo en estado
natural, no se hallan en grandes cantidades en ningún lugar. Sólo el hombre produce
los campos de cereales (6/76).
Además, la supuesta discrepancia desaparece bajo la aplicación de la lógica y los
hechos. La creación de animales después del hombre en el segundo relato es un
problema un poco más difícil de resolver. Sin embargo, este problema no es insoluble,
a pesar de los argumentos contrarios de los críticos.
Casi todo el problema parte de que los críticos dan por supuesto que la secuencia
del capítulo 2 es cronológica, cuando nunca debió entenderse así, o como dice Young:
“Insistir en el orden cronológico del capítulo 2 es superponerles a las palabras una
construcción que el escritor nunca intentó” (38/56).
Taylor Lewis observa lo mismo cuando declara: “El problema surge de la
suposición de una cronología, y el interno de hallarla, cuando el rasgo principal de esta
segunda narración, es que no depende de la cronología para nada” (22/20).
Así pues, la dificultad secuencial con respecto a la creación del hombre y de los
animales desaparece, si se entiende desde este punto de vista. No obstante, el
problema del tiempo verbal en 2:19 todavía causa cierta dificultad.
Kitchen, en respuesta a la afirmación de Driver de que sería contra el idioma
traducir el primer versículo de 2:19 como “había formado” escribe:
“En Génesis 2:19 no hay nada en el texto que nos haga suponer que la creación de
los animales tuvo lugar inmediatamente antes de nombrarlos (es decir, después de la
creación del hombre); esto es eiségesis, no exégesis. El tiempo verbal apropiado en
castellano para el primer verbo de Génesis 2:19 es el pretérito pluscuamperfecto de
Indicativo („había formado‟). Así desaparece la dificultad artificial sobre el orden de
los acontecimientos” (20/118).
El segundo relato no enseña que el hombre fuera creado antes que los animales. No
se pone énfasis en el orden cronólogico. El capítulo 2 ha descrito la formación del
Edén y la colocación de Adán en el huerto. Ahora habla del estado del hombre,
demuestra su necesidad de una ayuda idónea para él, y afirma que tal ayuda no se
encontraba entre los animales.
La secuencia no es cronológica, pues no hay justificación para traer la idea de
tiempo al segundo capítulo. El relato inicial de la creación ya nos había informado
acerca de la secuencia cronológica; por lo tanto, el versículo 19 se puede parafrasear
correctamente: “Y Jehová Dios, habiendo formado de la tierra toda bestia del campo, y
toda ave de los cielos, las trajo a Adán” (38/56).
Kitchen desarrolla aún más este argumento y justifica la traducción de “había
formado”:
“Como el significado del pluscuamperfecto se incluye en el perfecto, no se lo
podemos negar a priori a los equivalentes contextúales del perfecto. Los hebraístas y
los demás también deben recordar que no existen tiempos pluscuamperfectos
especiales en los idiomas semíticos antiguos (ni en egipcio), y esta dificultad se cubre
en formas del perfecto y equivalentes interpretados en el contexto, como en este caso
del hebreo” (20/119).
Añade además ejemplos de las Escrituras para apoyar esté argumento:
“El significado de cualquier imperfecto-consecutivo-waw se debe establecer en su
contexto, y no recurriendo a principios abstractos… Pues los imperfectos-consecutivos
waw del hebreo requieren un pluscuamperfecto en castellano; compárese Éxodo 4:19
(tomando 4:12. no 18); Éxodo 19:2 („habían salido... llegaron... acamparon‟ se refiere
a 17:1, no a 19:1; estos ejemplos son cortesía del doctor W. J. Martin).
“Quizá llame más poderosamente la atención Josué 2:22 („y los que los persiguieron
buscaron‟…), que no continúa la acción de verbos que lo preceden de inmediato. Vea
1 Reyes 13:12 („Y sus hijos le mostraron‟ no es consecuencia de „su padre les dijo‟,)
Driver, Tratado… p. 87, sólo puede disponer de 1 Reyes 13:12, recurriendo a las
versiones” (20/118, 119 N. 19).
Sin embargo, aun cuando la afirmación de Driver de que la traducción en
pluscuamperfecto es contraria al genio del idioma fuera absolutamente correcta (lo
cual tienden a negar los ejemplos anteriores de las Escrituras), todavía queda la
explicación de Cassuto y Archer, que da una razón aceptable de la aparente
contradicción en el orden de la creación con respecto al hombre y a los animales.
Archer termina con la conclusión de que el razonamiento de los críticos es
deficiente con respecto al relato como cronológico, e indica el propósito de dicho
orden:
“Es un error suponer que Génesis 2 indica que la creación del reino animal tuvo
lugar después del origen del hombre. El relato sólo declara que los animales traídos
delante de Adán para que los nombrara habían sido formados por Dios especialmente
con este fin (No implica que no hubiera animales en ninguna otra parte del mundo
antes de esa ocasión)” (4/118).
Al elaborar sobre esta idea, y llevar su explicación del lugar de la vegetación en el
orden creador al lugar de los animales en este mismo orden, Cassuto dice:
“Encontramos que en la segunda sección, Jehová-Dios formó de la tierra las bestias
y las aves (v. 19); en tanto que la primera sección nos informa que las bestias y las
aves fueron creadas antes que el hombre. Sin embargo, en este caso también tenemos
que tener cuidado de no considerar las palabras de la Biblia como si estuvieran
aisladas y sin relación con el contexto. Según la continuación del pasaje, la intención
de Jehová-Dios fue pasar revista de todas las especies de animales delante del hombre
para que él las nombrara, con el propósito de encontrar entre ellas una ayuda idónea
para él. El ganado vacuno, que debió haber sido el primero en ser considerado a este
respecto, no se menciona entre las clases de animales que Jehová-Dios hizo entonces.
En cambio, se nos dice con claridad después que Adán les dio nombre al ganado, a las
bestias y a las aves (v. 20). Esto implica que el ganado, por su naturaleza, ya se
encontraba en el huerto con el hombre, según la primera sección. Ahora bien, para que
todos los diversos tipos de bestias y aves que estaban esparcidos por todo el mundo
fueran representados también delante de Adán, Jehová-Dios formó, del suelo del
huerto, bestias y aves de todo tipo antes creado, y los trajo al hombre” (6/77).
Además, se hallan mejores soluciones a los aparentes problemas entre los dos
capítulos, que las presentadas por los críticos.

Unidad del plan


La unidad del plan de Génesis no se discute, sino cuándo y cómo vino el plan.
Como se dijo antes en el segundo apartado de este estudio, los críticos reconocen esta
unidad, pero la atribuyen a la fuente “S”, y entonces postulan que la frase unificadora,
en su origen, estaba antes del capítulo 1 del Génesis y fue cambiada de lugar después
por el redactor.
Sin embargo, la fórmula “estos son los orígenes” aparece diez veces en el Génesis,
y en todos los casos, excepto en 2:4, es sin duda el título de la sección a la cual
precede (14/9).
Los críticos saben que el versículo 2:4, en su posición actual, echa por tierra su
teoría, por lo cual dividen el versículo. Ellos saben que, tal como está, relaciona al
segundo capítulo con el primero de más de una manera. Desafortunadamente, nunca
pudo haber sido el título del capítulo 1, puesto que los cielos y la tierra deben ser
creados primero, antes que se pueda hablar de sus orígenes.
La frase de Génesis 2:4 no introduce el relato de la creación de cielo y tierra. Por
eso sabemos, a partir de esta frase clave que 2:4ss no pretende presentar un relato de la
creación. Más que ser un duplicado del relato de la creación, los versículos 4-26
presentan el gran tema de la formación del hombre y la primera etapa de la historia
humana (38/54, 55).
Si los críticos tienen razón en su análisis de que la frase del capítulo 2 pertenece al
capítulo l, el título estaría allí sin relación con los títulos siguientes del libro. La
hierba, los árboles y los animales no servirían de paso intermedio para el título
siguiente: “Las generaciones de Adán”.
Adán no es presentado hasta 1:26, y sólo se menciona en el esquema general de las
cosas. No se dice lo que le pasó a él, ni a su familia, como sería de esperarse; por eso,
es necesario el texto de 2:5—4:26. La cláusula en cuestión une los primeros dos
capítulos, y ningún instrumento de la crítica puede quitarla.
Queda entonces muy claro en este caso que la cláusula “este es el libro de las
generaciones” no se refiere a la sección anterior, sino a la que sigue, e introduce un
tema nuevo. Como en los otros lugares donde se usa este encabezamiento, precede a
una sección, lo mismo sería en el caso de 2:4.
Toledoth en ninguna otra parte expresa la idea de creación; antes bien, siempre
introduce un recuento de los descendientes de un ancestro a través de generaciones.
Entonces es obvio que en Génesis 2 tratamos con un recuento de los descendientes del
cielo y la tierra, surgidos de ellos; es decir, Adán y Eva.
Esto ocurrió después que tuvo lugar la creación inicial (28/24). Así pues, las
evidencias internas de la unidad de plan declaran en sí que el análisis de los críticos es
falso en este respecto, tanto como en los otros. Hubo una intención evidente de
armonía, que descarta la suposición crítica de que existe contrariedad.
Hay una opinión de una minoría en cuanto a la cláusula “este es el libro de las
generaciones”, con respecto a que la fórmula es una oración concluyente “para indicar
los orígenes de la historia de la familia” (37/50).
Wiseman, después de su examen de los últimos datos arqueológicos, llegó a esta
conclusión:
“El Génesis fue escrito originalmente en tablas, en la escritura antigua de la época,
por los Patriarcas que tenían que ver de cerca con los sucesos relatados, y cuyos
nombres se dan con claridad. Además, Moisés, el compilador y editor del libro como
existe ahora, llama la atención con claridad a la fuente de su información” (37/8).
Henry Morris The Book of Beginnings, (El Libro de los Principios, página 27) está
de acuerdo con el análisis de Wiseman y señala que los sucesos registrados antes de la
cláusula en discusión “ocurrieron todos antes, no después de la muerte de los
individuos nombrados, que de esta forma pudieron tener acceso a ellos”. Esta opinión
acerca de los documentos recopilados es una explicación alterna aceptable acerca de la
composición de Génesis.
Pieters afirma: “El escritor del Génesis puede haber usado documentos anteriores,
lo cual hacen todos los historiadores, o. . . puede haber encontrado todo el primer
capítulo ya en existencia, escrito por otra mano, y lo incorporó al libro. Esto no se
opone a la inspiración divina de su obra...” (26/73, 74)
Si es verdad que el Génesis está formado, en buena parte, por documentos
recopilados en un solo libro, cuya oración concluyente “estas son las generaciones” se
refiere a lo que acababa de escribirse, en vez de ser una fórmula unificadora que
introduce lo que sigue y significa “descendencia”, esto eliminaría el problema de que
el primer capítulo no tenga un título, y la falta de unidad interna de que esta cláusula
termina el primer capítulo y en cambio comience todas las otras secciones. Cualquiera
de estas explicaciones, no obstante, es más lógica y natural que la afirmación de los
críticos acerca de que existe contrariedad.

Derivación mitológica
Contra el argumento principal y final de los críticos de que los relatos de la creación
fueron derivados de fuentes mitológicas, los armonistas usan los criterios lógicos y los
nuevos descubrimientos para refutarlo. Harrison se refiere al carácter único del relato
y escribe: “El primero de estos relatos es único por su digno monoteísmo y su
naturaleza no mitológica” (33/1022).
Kitchen señala la debilidad metodológica de este argumento:
“La suposición común de que el relato hebreo es sencillamente una versión
simplificada y depurada de la leyenda babilónica… es falaz en lo metodológico. En el
Cercano Oriente antiguo, la regla es que los relatos o tradiciones sencillos podían
producir leyendas elaboradas (por acrecentamiento y adorno), pero no viceversa. En el
Oriente antiguo, las leyendas no eran simplificadas ni cambiadas en seudohistoria,
como se supone que pasó en los primeros capítulos del Génesis” (20/89).
Las semejanzas secuenciales entre el Enuma Elish y el capítulo 1 del Génesis han
hecho surgir el argumento de que se derivaron de la misma fuente mitológica. En las
dos historias, los siguientes sucesos ocurrieron en el mismo orden: la creación del
firmamento, la tierra seca, las luminarias y el hombre. Tanto el relato del Génesis
como el de Enuma Elish comienzan con el caos de las aguas y terminan con el
descanso de Jehová o de los dioses (9/53).
Sin embargo, Jack Finegan anota: “Hay que reconocer que las diferencias entre el
Enuma Elish y el Antiguo Testamento son mucho más importantes que las
semejanzas” (9/53).
Harrison amplifica la situación:
“Desde el tiempo en que George Smith les presentó el “poema de Gilgamés” a sus
lectores, todos solían suponer que el material original de todo Génesis 1 era la Épica
de la Creación de origen babilónico, conocida como el Enuma Elish, aunque el propio
Wellhausen no pudo descubrir ingredientes mitológicos en Génesis 1 excepto el caos,
una opinión que sus seguidores repudiaron o pasaron por alto.
“Un estudio más cuidadoso de las semejanzas y diferencias ha hecho evidente que
las semejanzas entre las cosmogonías babilónica e israelita no son tan cercanas como
se había imaginado antes” (15/555).
Kitchen lleva esta idea un poco más allá e indica la vasta disparidad en los objetivos
subyacentes de los dos relatos:
“El propósito de Génesis 1 y 2 es muy distinto al de la llamada creación babilónica
(Enuma Elish). El propósito del Génesis es presentar al Dios único como el Creador
Soberano, mientras que el propósito primario del Enuma Elish es exaltar al dios
principal del panteón babilónico. . .
“El contraste entre el monoteísmo y la sencillez del relato hebreo por una parte, y el
politeísmo y la elaboración de la épica mesopotámica por otra, es obvio para cualquier
lector” (20/88. 89).
La derivación de fuentes mitológicas fue un argumento apresurado, nacido de unas
evidencias insuficientes y una falta de atención lógica al texto. Un estudio más
cuidadoso demuestra que no tiene fundamento en realidad; la lógica demuestra que es
más posible que el mito se haya desarrollado o haya nacido del Génesis, y no lo
contrario. Este argumento de los críticos tampoco puede probar la contradicción entre
Génesis 1 y 2.

Análisis y conclusiones
Después de estudiar las discrepancias específicas, y de llegar a la conclusión de que,
en su mayor parte, las discrepancias son ilusorias, y donde son más reales, como en
Génesis 2:19, se pueden explicar mejor sin recurrir a la supuesta contradicción, es
necesario ahora examinar los presupuestos en que se basan los argumentos de los
críticos y su metodología.
Hay ciertos aspectos de la investigación histórica que los críticos habrían hecho
bien en tener en cuenta. El primero es que “al traducir cualquier texto antiguo, la
primera suposición es que el escritor quería dar a entender algo, una traducción o una
exégesis que incluya una contradicción es insatisfactoria” (20/118 N. 19).
Coleridge da un criterio excelente para la consideración de un documento; “Cuando
encontramos un error aparente en un buen autor, debemos suponer que ignoramos lo
que quiere decir, hasta que estemos seguros de su ignorancia” (1/125).
Hace mucho tiempo, Aristóteles dio una base para la evaluación de documentos,
que se debe tener en cuenta. Dijo que “el beneficio de la duda se debe conceder al
documento mismo, y no se lo debe arrogar el crítico” (25/47).
Estos criterios fundamentales, expresados por Aristóteles, Coleridge y Kitchen,
subrayan toda buena investigación histórica de documentos antiguos. Sin embargo, un
examen más detallado muestra que los argumentos de los críticos tienen fallos en su
método y presuposiciones básicos.
Se debe tener en cuenta que la radical opinión del crítico se basa en el capricho
objetivo de los intérpretes, no en ninguna evidencia externa objetiva. Esto se hace
evidente en la explicación de Pieters acerca de las suposiciones metodológicas de la
escuela crítica:
“Esta hipótesis… dice que había... dos libros diferentes, ya perdidos, que narraban
la historia antigua de ese pueblo. La teoría es que alguien tomó estas dos historias, y
sin preocuparse mucho por las diferencias y las contradicciones, hizo de ellas un solo
libro al entretejerlas, tomando algunas veces un pasaje de una y otras veces un pasaje
de la otra. Estamos seguros de que nadie vio jamás una copia de ninguno de los dos
libros que se supone que existieron, ni hay ninguna referencia a ellos en la literatura
antigua, ni los eruditos judíos sospecharon jamás que hubieran existido; pero los
eruditos judíos modernos afirman haberlos descubierto por el análisis del texto que
poseemos ahora. Ellos creen que pueden decir, aun con detalles, cuáles versículos de
cualquier capítulo fueron escritos por el „Elohísta‟ y cuáles por el „Jehovista‟ (Al
resultado, él le da el nombre de „cubrecama de parches‟ literaria)” (26/72-73).
Los críticos, en vez de decir: “Aquí tenemos un relato natural y con sentido que es
una unidad obvia”, a menudo lo dividen en fuentes, suponiendo que las partes que
fallan en una, contenían exactamente la misma información que hay en las partes
equivalentes de la otra. Por improbable que pueda parecer esto, es imposible presentar
una razón que convenza a los críticos. Sin embargo, una persona sin prejuicios no
tendrá dudas cuando examine los hechos (36/114).
Los críticos fuerzan el texto para que se conforme a su opinión subjetiva. En vez de
adaptar sus teorías a las evidencias presentadas por el texto, insisten en la
reconstrucción del texto según su propia teoría. La ventaja de un método como éste es
que cualquiera puede demostrar con éxito cualquier cosa que desee tratar de probar
(14/36).
Es cosa sencilla tomar dos narraciones, o dos partes de la misma narración, que
tienen varios puntos en común pero describen diferentes transacciones; ponerlas una
frente a la otra, e indicar su falta de correspondencia. La obra de los críticos consiste
en descubrir en los relatos cosas diferentes, en las cuales se pueden ver diferentes
tradiciones, según afirman ellos.
Estos relatos discrepantes, alegan, no pueden ser del mismo autor, sino que son de
documentos diferentes. Sin embargo, la sencilla realidad es que no hay razón ni
ocasión para llegar a una conclusión tan extraordinaria.
Tiene más sentido afirmar que el escritor ha terminado una parte de la historia, ha
seguido con otra y, como fuera de esperarse, no pone en detalle de nuevo lo que acaba
de detallar antes (145/7-8).
Kitchen está de acuerdo con este análisis de la metodología. “El acuerdo interno del
material literario reordenado se obtiene fácilmente si se enmienda la información
contraria, y también se alcanza con facilidad el acuerdo con la „historia‟, si los datos
de los libros históricos también se han „ajustado‟ debidamente, para que se acomoden
a las opiniones de lo que debiera haber sido la historia de Israel. De donde, este tipo de
aproximación general no tiene bases científicas, y es por tal razón inaceptable”
(20/116).
Los “dos relatos de la creación” que causaron todo este viaje de estudio se usan
ahora como textos de prueba de una teoría que nació de otra teoría levantada para
explicar las diferencias entre los “dos relatos”.
En palabras sencillas, los críticos dicen que (1) los primeros dos capítulos de
Génesis son contradictorios porque proceden de dos documentos diferentes, y (2) la
hipótesis de los dos documentos se prueba con la existencia de narraciones y
contradicciones dobles, por ejemplo, los primeros dos capítulos del Génesis.
Sin embargo, a pesar de los elementos relacionados, las dos secciones en cuestión
no se pueden considerar como relatos duplicados, ni aun como paralelos genuinos, en
el sentido aceptado comúnmente, pues el relato inicial habla en términos
completamente generales, mientras que la segunda narración se refiere, desde un punto
de vista diferente, a una pareja específica de individuos que viven en un determinado
lugar (15/555).
La obra de los críticos ha tenido una influencia destructora con el correr de los años.
Muchas teorías suyas son verdaderos castillos construidos en el aire, que no tienen
ninguna base sólida.
Se puede demostrar que no existe ningún apoyo posible a las afirmaciones de los
críticos, y para usar las palabras de Kravitz, “se puede describir con razón como una
supuesta pregunta, acerca de una explicación imaginaría de un texto que no existe”
(21/49, 50)
(Él se refería específicamente a la cavilación de los críticos sobre Génesis 2:4). Su
alegato falla en sus presupuestos, evidencias y metodología, y es notable que cuando
los críticos llegan a ese punto, en que todo lo demás les falla, acuden a la existencia de
un redactor. Algunas veces, los críticos barren con las dificultades, afirmando que el
redactor alteró el nombre de Dios. Otras veces insisten en que el texto está
evidentemente corrompido. Sin embargo, ninguna de estas suposiciones tiene base
fuera de la mente de los teóricos. Se supone que su hipótesis se deriva de los
fenómenos del texto en sí, pero si esos fenómenos no se acomodan a su hipótesis, se
desechan como carentes de valor. Si el texto está alterado, ¿cómo puede alguien
confiar en una hipótesis que se deriva de él? (30/120).
Allis hace una observación brillante al respecto, que a los críticos les conviene pasar
por alto: “Hay que tener en cuenta, por lo tanto, que cualquier intento por recurrir al
redactor es una admisión licita, por parte de los críticos, de que su teoría se desmorona
en ese punto” (2/39).
Por tanto, la admisión de un redactor final es fatal para la afirmación de los críticos
acerca de unas contradicciones totalmente irreconciliables. Un hombre de tanta
capacidad como el redactor debió haber visto las contradicciones, si eran tan evidentes
como alegan los críticos, y las habría eliminado (30/127).
Ha sido difícil organizar y responder a las ideas de los críticos de modo lógico y
coherente, lo cual es en sí evidencia de que sus argumentos son ilógicos e incoherentes
entre sí. Como se ha demostrado, los argumentos de los críticos no tienen evidencias
externas que los sustenten tomadas de descubrimientos arqueológicos, o del aumento
resultante en el conocimiento de los estilos literarios del Cercano Oriente en la
antigüedad
Wiseman observó bien esto cuando dijo: “Estas conjeturas nunca habrían salido a
relucir si los eruditos de esa época hubieran poseído los conocimientos arqueológicos
modernos” (37/10).
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