La intención principal de este trabajo, es acercarnos a la idea de la existencia de una relación inequívoca entre la ética-moral con la deontología, con respecto a las profesiones jurídicas en general y en particular, con la profesión de la abogacía.
Dentro de cualquier actividad profesional puede entenderse que nos
encontramos con un especialista en la materia, que la lleve a cabo. Teniendo en cuenta que podemos definir la ética como moralidad objetiva y conciencia moral subjetiva, sin dejar a un lado La equidad está íntimamente relacionada con la imparcialidad. Según Rawls, “La imparcialidad está vinculada al trato correcto entre personas que están cooperando o compitiendo. Se trata de personas libres, sin autoridad unas sobre otras, que reconocen las reglas que definen la competencia o la cooperación”.
Este concepto no se ha aceptado de forma constante y universal,
siendo un concepto no exento de polémica. Las opiniones se muestran en una gran cantidad de aspectos que vibran entre afirmaciones absolutas acerca de un orden objetivo de valores morales hasta negar por completo la existencia del orden. De esta forma estaríamos hablando de objetivismo ético y subjetivismo ético radical, respectivamente.
Y si nos referimos a Los defensores públicos tienen el deber de
luchar por los derechos de sus defendidos y de promover grandes cambios. Son muchos los que quisieran que estos defensores tuvieran otro perfil, que fueran más dóciles, o pusilánimes, que formalmente defendieran los derechos de los imputados, pero que no respondieran a los intereses particulares de sus clientes, sino a los de la sociedad. Pero es que, justamente, los defensores, al desempeñar su papel dentro del sistema de administración de justicia, están resguardando a la sociedad, pues hacen contrapeso a la fuerza penal del Estado defendiendo derechos particulares, principios que resguardan un derecho general, que pertenece a toda la sociedad, a toda la humanidad, que es el derecho de defensa.
Dentro de este entorno encontramos la figura del juez, que según el
articulo 19 del CÓDIGO DE ÉTICA DEL JUEZ VENEZOLANO Y LA JUEZA VENEZOLANA, CAPÍTULO I, establece “El juez o la jueza debe actuar con dignidad, ser respetuoso o respetuosa, cortes y tolerante con las partes, los abogados y las abogadas, auxiliares de justicia, personas a su cargo o servicio, así como con todas las demás personas con quienes deban tratar en el desempeño de sus funciones. Asimismo, debe exigir, de manera adecuada, el debido comportamiento y buen trato a todas las personas que concurran al Tribunal por cualquier motivo, debiendo hacer que se respeten sus derechos e impidan cualquier exceso o abuso”.
En el ámbito jurídico, se habla del vicio de consentimiento, que es la
ausencia de una voluntad sana con el objetivo de falsear, adulterar, anular dicha voluntad y alcanzar propósitos deseados lo cual compromete su eficacia. La voluntad queda excluida cuando el consentimiento en su forma exterior está viciado. Y se conocen como: el error, el dolo, la violencia, la lesión y la incapacidad.
El error es una idea inexacta que se forma un contratante sobre uno
de los elementos del contrato, en el que podemos creer que un hecho que es falso es verdadero y viceversa y se puede dar cuando recae sobre la naturaleza misma del acto jurídico, la existencia del objeto de la obligación o la identidad del objeto de la convención.
“El error que hace el acto jurídico anulable se manifiesta cuando
recae sobre la sustancia misma de la cosa que constituye el objeto del contrato”, según el Art. 1110 del Código Civil. El dolo es la maniobra empleada por una persona con el propósito de engañar a otra y determinarla a otorgar un acto jurídico. Este engaño es cometido en la conclusión de los actos jurídicos, y se catalogan en positivo, negativo, determinante, accidental.
Es la compulsión ejercida sobre una persona para determinarla a
realizar un acto y que vicia su consentimiento. Esta es exterior, cuando consiste en impresiones físicas sobre el cuerpo, violencia física y la violencia moral que es una presión sicológica ante el temor inmediato de un daño serio a sí mismo o a más personas obligándola a pactar forzando su voluntad.
Hay violencia cuando esta es de tal naturaleza, que haga impresión
en sujeto de sano juicio provocándole temor de exponer su persona o su fortuna, a un mal considerable y presente, según el Art. 1112 del código civil. Esta es causa de nulidad del contrato cuando se haya ejercido en la persona del contratante o su cónyuge, descendientes o ascendientes de aquél, según el Art. 1113 de código civil.
El Art. 1114 expresa que; El temor respetuoso hacia los padres u
otros ascendientes, sin que hayan mediado verdaderos actos de violencia, no basta por si solo para anular el contrato.
En el ámbito legal es estipula una edad mínima para tener acceso a
ciertos derechos legales de forma individual, por lo que Código Civil establece que el discernimiento se adquiere a partir de los catorce años, por lo que una decisión como ser la designación de un abogado defensor solo podría caber si el menor cumplió catorce años de edad, en tanto que los menores de esa edad requieren el consentimiento de ambos padres para estar en juicio (Rodríguez, Laura, 2.011). El concepto de autonomía progresiva o capacidad progresiva supone que el niño tiene la facultad de desarrollar sus derechos atendiendo al grado de progreso psíquico que alcance, esto significa que los deberes jurídicamente reconocidos a los padres, que son límites a la injerencia del Estado, no son ilimitados, sino que tienen funciones jurídicamente demarcadas, direccionadas a un fin: el ejercicio autónomo y progresivo de los derechos del niño, que en caso de incumplimiento son asumidos por el Estado.