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EL DILUVIO: UNA HISTORIA UNIVERSAL

Versiones similares sobre un


catastrófico diluvio se
encuentran
en los más antiguos relatos de
distintas culturas.
RAÚL AVELLANEDA
Argentina
http://astroarqueologia.com.ar/
 
 
Si no fuera por un gran movimiento de agua… ¿có mo se explica que en la
cumbre del Everest se encuentren restos de peces fosilizados o que en el monte
Ararat haya depó sitos de sales marinas? En algú n momento del pasado, este
planeta estuvo cubierto por el agua. Algunos piensan que fue hace unos 5.000
añ os, mientras otros creen que fue mucho tiempo antes.
 
Son tantas y tan similares las versiones del diluvio en las distintas culturas que
incluso en La Biblia se da el caso de dos relatos de la catá strofe. Se supone, dada
la coincidencia del protagonista (Noé), que se trata de un mismo hecho, que la
tradició n oral fue puliendo con el transcurso de los añ os y que los primeros
copistas decidieron entremezclar en su relato. La versió n má s antigua
(denominada Yavista) data del siglo VIII antes de Cristo.
 
En el relato bíblico, se lee en el Génesis (6:5) “Y vio Jehová que la maldad de los
hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del
corazón de ellos era de continuo solamente mal. Y se arrepintió Jehová de haber
hecho hombre en la tierra, y le dolió en su corazón. Y dijo Jehová: Raeré de sobre
la faz de la tierra a los hombres que he creado, desde el hombre hasta la bestia, y
hasta el reptil y las aves del cielo; pues me arrepiento de haberlos hecho. Pero
Noé halló gracia ante los ojos de Jehová”.
 
Luego de indicarle a Noé las medidas y los elementos con que debía construir
su embarcació n, el Dios se dirigió a su ciervo: “Dijo luego Jehová a Noé: Entra tú
y toda tu casa en el arca; porque a ti he visto justo delante de mí en esta
generación. De todo animal limpio tomarás siete parejas, macho y su hembra;
mas de los animales que no son limpios, una pareja, el macho y su hembra.
También de las aves de los cielos, siete parejas, macho y hembra, para conservar
viva la especie sobre la faz de la tierra. Porque pasados aún siete días, yo haré
llover sobre la tierra cuarenta días y cuarenta noches; y raeré de sobre la faz de
la tierra a todo ser viviente” (Génesis, 7:1-4).
 

 
Luego de las intensas lluvias que exterminaron la vida del planeta, Noé
desembarcó en el monte Ararat, el pico má s alto de Turquía, comenzando una
nueva etapa.
 
Este es el relato que má s conocemos en occidente, pero a continuació n veremos
como el relato bíblico de la odisea de Noé no es ú nico, y tal vez, ni siquiera sea
el original, ya que hay evidencias que llevan a pensar que fue tomado de otras
culturas y adaptado.
 
Como ya he comentado, a mediados del siglo XIX, se iniciaron las excavaciones
en Nínive; de allí má s de 20.000 tablillas de arcilla fueron llevadas al Museo de
Londres; pero en el camino se rompieron y mezclaron, por lo que descifrarlas
parecía una tarea imposible, teniendo en cuenta que el lenguaje asirio-
babiló nico en el que estaban escritas fue descifrado tiempo después. La
solució n la encontró George Smith -un diseñ ador de billetes- quien tras ardua
labor, asombró al mundo con su libro publicado en 1872, al que tituló “El Relato
Caldeo del Diluvio”.
 
Se había logrado extraer de Nínive la enorme biblioteca del rey de Babilonia
Assurbanipal, que vivió en el siglo VII a.C. y que hizo que sus escribas dejasen
para la posteridad las mejores obras de la cultura mesopotá mica.
 
Entre lo hallado
estaba la “Tablilla
XI” de 326 líneas,
de las cuales má s
de 200 hablan del
diluvio y fue así
que encontraron la
epopeya
de Gilgamés, un
personaje épico
que ubica a un
antepasado que ha
alcanzado la
inmortalidad y
este le refiere su
aventura.
 
Su predecesor
inmortal no es
otro que Uta-
Napishtim, quien
cuenta a Gilgamés
que los dioses Anu
(padre de todos),
Enlil (el valiente),
su consejero Ninurta, el portaestandarte Ennugi y el inspector de canales Ea;
deciden exterminar al género humano, pero ven virtuoso solo a Uta-Napishtim,
a quien ordenan construir una nave, renunciar a sus riquezas y salvar su vida.
Le dicen: “Construye una nave de dimensiones proporcionadas, con la misma
anchura y altura y mete dentro semilla de toda vida existente”. Se cree que esa
nave tendría una superficie de 3.500 metros cuadrados, con 120 codos de alto
(equivalentes a 83,20 metros) y otro tanto de ancho, divididos en siete  pisos
con nueve partes cada uno de ellos.
 
El inmortal Uta-Napishtim le cuenta a Gilgamés: “El dios Shamash me había
fijado el momento, por la mañana lloverá salvado y por la tarde trigo; en ese
momento entra a la nave y cierra su puerta”. Continú a contá ndole que cuando el
momento llegó , al amanecer “surgió de los cielos una nube negra sobre la que
cabalgaban los dioses” (el término “cabalgaban los dioses” parece hacer
referencia a naves sobrevolando el lugar).
 
Fue entonces que se desató una enorme tempestad que barrió el país, ya que
durante seis días y seis noches sopló el viento, el diluvio y la tormenta. Al
séptimo día todo se calmó . Reinaba un enorme silencio, la humanidad se había
convertido en barro -sigue contando- abrió una ventana y el resplandor del sol
cayó sobre su mejilla, entonces se puso a llorar. Miró hacia el horizonte y a unas
doce leguas vio una montañ a que se alzaba sobre las aguas. La nave se detuvo
en el monte Nisir (se cree que es otro nombre del monte Ararat o pertenece a la
zona), donde estuvo encallada por espacio de siete días. Cuando llegó el
séptimo día, soltó una paloma, la cual se fue pero no hallando lugar en que
posarse, volvió . Transcurridos varios días, soltó un cuervo, el cual revoloteó ,
graznó y no volvió . Entonces soltó a todos los animales, dejá ndolos en libertad
para que se reprodujesen y poblaran la Tierra.
 
Siguieron apareciendo tablillas, no solo en Nínive, sino también en Assur, Uruk,
Nippur, Sippar y Ur. Todas coinciden en el contenido del relato de Uta-
Napishtim, aunque los personajes se llaman Atrahasis (asirios)
y Ziusudra (sumerios).
 
De todos los relatos, hay un texto (desgraciadamente muy mutilado)
encontrado en Hilprecht, correspondiente a la versió n babiló nica      que se
remonta al segundo milenio anterior a nuestra Era; el cual es el má s antiguo de
los que se tiene conocimiento, aunque todavía queda por encontrar el original
sumerio que dio origen a esta copia guardada en la biblioteca del rey
Asurbanipal.
 
Se deduce que en la cuenca existente entre los ríos Tigris y É ufrates, se produjo,
unos 3.000 añ os antes de Cristo, un gran cataclismo en forma de diluvio que
quedó ampliamente documentado y que con el tiempo fue transferido a otras
culturas, por los colonizadores que se afincaron en distintas partes del planeta.
 
Así habría llegado a Moisés (en el 1.500 a.C.), quien lo recogió de tradiciones
orales de antiguos judíos. De esta misma forma habría llegado a Beroso, un
sacerdote babilonio de Marduk, que lo escribió en el 275 a.C., siendo
posteriormente difundido este relato por el historiador griego Alejandro
Polistor en el siglo I a.C. y má s tarde por los relatores romanos.
 
La versió n de Beroso cuenta que, una vez muerto Ardates, su hijo Xisutros se
convirtió en monarca y fue durante su reinado cuando tuvo lugar el gran
cataclismo, cuya historia queda aquí descripta: Durante el sueñ o se le apareció
Cronos, quien le comunicó que el día 15 del mes de Daisios (15 de mayo), los
hombres serían destruidos por un cataclismo. Le ordenó que escondiera en
lugar seguro los escritos, enterrá ndolos en Sippar, la ciudad del Sol, y luego
construyera una nave en la que debían entrar su familia y amigos má s íntimos,
con alimentos y bebidas, junto con animales, aves y cuadrú pedos, y después de
haberlo preparado todo, navegar dejá ndose llevar. Si alguien preguntaba hacia
donde iba, debía responder que hacia los dioses, para rogar que sucedan cosas
buenas a los hombres.
 
Xisutros obedece las ó rdenes y construye un barco, de cinco estadios de largo y
dos de ancho (algo así como 870x350 metros) y una vez arregladas las cosas,
segú n las instrucciones recibidas, embarcó junto con su mujer, sus hijos y los
amigos má s cercanos. Habiéndose producido el cataclismo y varada la nave,
Xisutros soltó algunas aves, que retornaron al barco al no encontrar alimento ni
lugar en que posarse. Al cabo de algunos días volvió a soltarlas y volvieron con
las patas cubiertas de barro y a la tercera vez, las aves no regresaron.
Desembarcó con su mujer, su hija y el piloto de la nave, erigieron un altar en el
lugar y realizaron un sacrificio a los dioses, para luego desaparecer. Los que
habían quedado en la nave, al ver que no volvían, desembarcaron preocupados,
pero solo escucharon la voz de Xisutros que les pedía que fueran piadosos, ya
que gracias a esa piedad se habían salvado, contá ndoles ademá s que él y su
familia se habían reunido con los dioses (por eso lo escuchaban pero no lo
veían). Les ordenó regresar a Babilonia, desenterrar las escrituras para darlas a
conocer a los hombres, fundar nuevas ciudades y erigir templos en honor a los
dioses. También les dijo que se encontraban en el país de Armenia.
 
Beroso termina su relato diciendo que hay restos de la nave en los montes
Cordienos de Armenia y los fragmentos sirven de amuletos contra los males.
 
Otro de los lugares donde podemos encontrar vestigios del diluvio universal es
en Asia. En el Vishnú Purana hindú se dice que el Samvartaka volverá a destruir
el universo, como ya ocurrió en épocas pasadas, haciendo caer lluvias
torrenciales por un período de doce añ os, hasta que se sumerja toda la tierra y
muera así toda la humanidad. Luego vendrá un resurgimiento del cielo y, con
ello, la vida en el planeta nuevamente.
 
El Shatapatha Brahmana cuenta como a Manú (el primer hombre), un pez
agradecido por las caricias que le había dispensado, le avisa que se avecina un
gran diluvio que terminará con la vida en el planeta.
 
Manú , siguiendo las indicaciones del pez, construyó una embarcació n, dentro
de la cual esperó que finalizara la lluvia. Una vez, terminado el diluvio, la nave
se encontraba en la cima de una montañ a. Cuando bajaron las aguas, Manú
realizó un sacrificio en honor a los dioses, vertiendo manteca y crema agria
sobre las aguas y al cabo de un añ o emergió una mujer, conocida como la Hija
de Manú , con la que se unió para dar origen a la nueva generació n humana.
 
En la cultura china el agua siempre ha estado en relació n con el nacimiento de
la humanidad. Fue el gran héroe Yü (el domador de las aguas) quien consiguió
que la masa líquida se retirara hacia el mar, logrando tierras aptas para el
cultivo.
 
De los distintos relatos del diluvio, se encuentra el de Fah-le que fue ocasionado
por la crecida de los ríos en el 2.300 a.C.
 
Pero la má s antigua de las tradiciones, cuenta que Nu-wah se salvó junto a su
mujer, sus tres hijos y las esposas de éstos en una embarcació n donde dieron
cabida a una pareja de cada animal conocido.
 
Tan importante es esta leyenda de Nu-wah que hoy en día se escribe la palabra
“nave” en chino, representada por una barca con ocho bocas adentro (en
alusió n a los ocho seres que se salvaron de la catá strofe).
 
También las culturas americanas tienen referencias a diluvios, y tal vez el má s
significativo sea el de Viracocha, el dios de los Incas.
 
Viracocha creó una raza de gigantes, pero luego se arrepintió y decidió hacer
hombres a su imagen y semejanza (al igual que encontramos en La Biblia,
aunque no hay posibilidades de inspiració n entre una y otra cultura; dá ndonos
también la pista que los dioses tenían morfología humana).
 
El dios los instruyó en la agricultura y las ciencias, pero un gran nú mero de
estos humanos cayó en tentaciones y vicios, violando los mandamientos de
Viracocha; por lo que el dios los maldijo y dispersó , convirtiendo a algunos en
piedras, a otros en animales y al resto les envió el “Uno Pachacuti” (diluvio
universal), donde murieron.
 
Un mes antes del diluvio, los animales presintieron la catá strofe, por lo que las
llamas y las vicuñ as perdieron el apetito y se juntaban a la caída del sol
mirando fijamente el cielo. El pastor que las cuidaba, intrigado por esta actitud,
las interrogó y fue así que le contaron que dos estrellas se acercarían hasta
tocarse y en ese momento, el mundo quedaría sumergido bajo las aguas. El
pastor, muy impresionado por la noticia, no perdió el tiempo y reunió a su
familia, juntó abundantes alimentos y reuniendo su rebañ o buscó refugio en la
cumbre de la montañ a Ancasmara; descendiendo sesenta dias después cuando
las lluvias cesaron y el cataclismo había sepultado la tierra bajo las aguas. Estos
seres salvados del diluvio, fueron los antepasados de los Incas.
 
Las leyendas Aztecas dan cuenta de dos diluvios. Este pueblo habla de cuatro
edades (en la primera de las cuales vivieron los gigantes, al igual que en el
Génesis bíblico). En uno de los diluvios “las aguas de arriba se juntaron con las
aguas de abajo, borran los horizontes y hacen de todo un océano cósmico sin
tiempo”. El segundo diluvio se produce en la cuarta época, mientras gobernaba
la diosa del agua, su universo desapareció bajo las aguas del cielo y los hombres
se salvaron convirtiéndose en peces.
 
 
Los Mayas tienen también su leyenda diluviana llamada “Haiyococab” (agua
sobre la tierra). Segú n las cró nicas del obispo cató lico Bartolomé De Las Casas,
los indígenas le llaman Butic que significa “diluvio de muchas aguas”, haciendo
referencia a este cataclismo como un juicio y creen que llegará otro juicio, pero
esta vez de fuego.
 
Hay que tener en cuenta que solo los acadios, babilonios y sumerios, coinciden
en que el arca llegó al Monte Ararat (al igual que el Noé bíblico), es decir en una
zona lejana al punto de partida; mientras que las demá s leyendas siempre se
refieren a un monte local: así es que los griegos hablan del monte Parnaso, los
hindú es del Himalaya y los indígenas norteamericanos del monte Keddi Peak,
en California.
 
Prá cticamente, todas las razas y pueblos cuentan entre sus leyendas con la del
hombre (por lo general junto a su familia) que por gracia divina, se salva de un
castigo en forma de diluvio que termina con los humanos y los animales. En la
mayoría de los casos, este elegido de los dioses salva una pareja de cada especie
animal y junto a sus familiares conforma la nueva generació n de la raza
humana.
 
Se puede decir que es el ú nico acontecimiento que toda la humanidad ha
compartido casi al mismo tiempo.
 
Pero má s allá de las leyendas y creencias, lo que nos puede acercar a la verdad
es, sin lugar a dudas, la prueba arqueoló gica.
 
Se sabe que má s del 75% de la tierra está formada por depó sitos sedimentarios
y hay lugares -como en la India- donde los hay de hasta veinte kiló metros de
profundidad.
 
Hay un dato sorprendente: los geó logos han encontrado en los depó sitos
sedimentarios, cantidades de fó siles entre los que aparecen restos humanos,
animales, plantas y utensilios, todo mezclado. Se ha llegado a la conclusió n que
para que se produjese este hecho fue necesaria la presencia de un medio
aglutinante, que moviera todo en la misma direcció n y que todo quedara en un
lugar, para ser sepultado por el aluvió n. Incluso se han encontrado fó siles de
insectos en los que no hay huellas de desintegració n, lo que habla de una
muerte sú bita y de un enterramiento casi instantá neo. Esto es característico de
un hecho ocasionado por una gran ola de agua, seguida de un asentamiento de
todas las partículas en flotació n.
 
Quizá s la gran prueba -la definitiva- de esta catá strofe sería encontrar la nave
que salvó a una familia y a un grupo de animales, la famosa Arca, que dicen las
cró nicas se encuentra atrapada en la cumbre del Monte Ararat, un lugar de
nieves eternas y de difícil acceso. A pesar de varias expediciones fallidas que
solo han conseguido rescatar trozos de antiguas maderas fosilizadas y de fotos
satelitales que muestran dos grandes masas oscuras que parecen ser la nave (la
que se habría partido), nada aú n permite afirmar categó ricamente la existencia.
 
Estos relatos demuestran que, aunque cambien los nombres, Xisutros sería el
Ziusudra sumerio, lo mismo que el Atrahasis asirio, el Noé bíblico, el pastor
Inca, el Manú hindú , el Nu-wah chino y el Uta-Napishtim babiló nico, ademá s de
tantos otros de diferentes culturas.
Quizá s todos hacen referencia a un ú nico relato, tal vez muy relacionado con
sobrevivientes de Atlá ntida, Lemuria o alguna de las civilizaciones sepultadas
por las aguas, allá en los comienzos olvidados de nuestra historia, o para mejor
decirlo, de una de nuestras historias.
 

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