Así dijo Fílipos. Horacio Que la poderosa diosa de Chipre Y entonces nos reunimos bastantes. Y cada uno y los hermanos de Helena, lucientes astros, habló de luchar y el padre de los vientos te guíen, lo más posible para limpiar este lugar de y sople el Yápige favorable, oh nave que me debes a Virgilio, a ti confiado. oscuridad. Pero la oscuridad es sucia e inamovible. Te ruego que lo restituyas incó1ume Así, inicié esta obra un día que encontré por a las regiones Áticas casualidad a Orsa. Mediados de enero del 54. La y conserves así la mitad de mi alma. misma noche, amargado, había una luna limpia y la De roble y triple acero estaba rodeado el pecho primera imagen que nació fue para la luna. de quien atravesó por vez primera el piélago cruel en frágil balsa, «Redonda, gira en torno de la tierra» Escribí y no temió los ímpetus del Ábrego algunas cosas confusas y quedaron en mis papeles en lucha con los Aquilones, ni a las Híades tristes, durante muchos años. Los desenterré en el 68. ni la rabia del Noto, La segunda imagen fue Cristóforos. Intentó dueño absoluto del Adriático escaparse, le dieron por detrás con un hierro. Se que a su gusto levanta o apacigua las olas. arrodilló, hizo por sujetarse, los ojos se le cerraban, ¿Qué cercanía de la muerte infundió miedo a aquel que con los ojos secos la gente alrededor desapareció. Los dedos vio los monstruos nadando, desecados de su mano colgaban de la alambrada, el mar airado y los infames como cuelgan la ropa en el arrabal, la ropa interior arrecifes de Acroceraunia? remendada. Entretanto, encontraron a otros muertos En vano un dios prudente separó la tierra del insociable Océano, entre los matorrales. En la calle siguiente Yannis si es que naves impías surcan prohibidas aguas. Dijo diez muertos en orden y Yannis, bajando de su Audaz en perpetrarlo todo, casa nos dijo ochenta muertos en orden, no se la raza humana se precipita desesperen nos dijo Yannis, se ocupará el alcalde. por el abismo de lo sacrílego; audaz, el linaje de Jápeto La tercera imagen fue el alcalde desde el cielo con trajo el fuego a los hombres, su paraguas. valiéndose de engaños; y, tras el fuego, arrebatado de la mansión celeste, la palidez y una cohorte nueva de fiebres invadieron la tierra, y la necesidad de morir, tardía en otras épocas, adelantó su paso y su llegada; Dédalo atravesó el éter vacío con alas no otorgadas al hombre; un trabajo de Hércules traspasó el Aqueronte: nada imposible hay para los mortales. En nuestra estupidez, ambicionamos el propio cielo, y, por culpa de nuestros crímenes, no dejamos que Júpiter deponga sus rayos iracundos.