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Carrington
La poeta María Emilia Cornejo se suicidó a los veintitrés años, cuando solo había publicado cuatro poemas.
Pese a su temprana muerte, hoy es considerada una voz transgresora, precursora del feminismo en la
literatura peruana.
soy
El día de su muerte en 1972, la peruana María Emilia Cornejo recorrió varias boticas de Lima. Tenía receta
médica y compró somníferos suficientes para quitarse la vida. Los ocupó esa misma noche. Con un
distanciamiento amoroso y un aborto en la memoria, la estudiante de literatura de la Universidad de San
Marcos arrastraba una depresión que desencadenó su suicidio. Tenía veintitrés años y solo había publicado
cuatro poemas. Si bien podría haber quedado en el anonimato, olvidada entre la larga lista de nombres
masculinos que marcaron la generación de poetas peruanos de los años 70 -con Antonio Cillóniz y Abelardo
Sánchez León a la cabeza-, algo en su registro, abiertamente sexual, poco dócil y alejado de los
convencionalismos de la época, fijó la mirada de críticos y académicos en su obra.
Uno de ellos fue el miembro emblemático del movimiento Hora Zero, Isaac Rupay, quien decidió publicar, un
año después de su muerte, tres poemas inéditos de la autora en la edición N° 1 de la revista Eros. Soy la
muchacha mala de la historia, Tímida y Avergonzada, y Como tú lo estableciste‖, salieron a la luz en una Lima
conservadora, que quedó espantada y alucinada en partes iguales por la obra impúdica de María Emilia
Cornejo. Entre cuadernos y archivos universitarios, aparecieron más versos que la posicionaron como un
ícono del feminismo en la literatura peruana.
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Con esta boca, en este mundo. América Latina en la poesía de mujeres
Seminario de la asignatura Literatura Latinoamericana I
Segundo año Profesorado de Lengua y Literatura
Las letras de Cornejo descubren una sexualidad femenina que se vive entre moteles y parques oscuros, con
placer y remordimiento, rechazando las convenciones patriarcales desde una posición a veces sumisa, a
veces subversiva.
En sus poemas abunda el sexo, pero también la entrega y las ilusiones de una joven enamorada: “después de
un lento aprendizaje / pude reconocer sin equivocarme / las formas de tu cuerpo, / besar tiernamente tus
mejillas / y saber con exactitud / las dimensiones de tu falo”, o “hubiéramos querido tener en nuestras manos /
la eternidad de nuestras vidas / pero solo nos era permitido / ocupar el cuarto por tres horas”.
María Emilia quiso definirse como la muchacha mala de la historia, pero de paso, expuso una naturaleza
femenina cruda y pasional que hasta el momento había sido censurada. ―Cuando parecía que ya habíamos
encontrado al poeta que revele la esencialidad femenina, la muerte la arrancó de nuestro lado‖, consignó
Rupay en el mencionado número de la revista Eros. Sin embargo, pese a su fama póstuma, ella siempre
quiso ser reconocida por la temática social. Los cuatros poemas que publicó antes de su muerte, de hecho,
tenían el foco en ese objetivo: “mi pueblo no es / un mendigo en un banco de oro / ni un paraíso perdido; / mi
pueblo / mi pueblo sufre / y es / gente dividida en colores / mendigos y explotadores”.
Pero ya sea representando la sexualidad femenina o las necesidades de su comunidad, Cornejo cambió el
paradigma de la literatura escrita por mujeres en el Perú y toda América Latina. Con un lenguaje franco, ajeno
muchas veces a las metáforas, apuntó a la corporalidad masculina y las sensaciones femeninas de una forma
hasta ese momento inaudita. En Chile, su obra acaba de ser presentada en el Festival Internacional del Libro
de Valparaíso (FILVA), en una recopilación realizada por Pedro Casusol bajo el sello de Paracaídas Editores.
En la introducción, Casusol advierte: ―A lo largo del poemario, María Emilia desarrolla temas que se
convierten en constantes: la memoria como acto de conservación, la experiencia sexual asumida como
liberación y goce, la entrega incondicional al ser amado‖ y ―el yo poético se sexualiza, se erotiza, se reconoce
y revierte el orden patriarcal‖.
cara – a – cara
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yo
todavía conservo
cargada de pesares
volvimos a fumar
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te beso al fin
te beso.
soy
soy la mujer
negra y estéril,
soy
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COMO TÚ LO ESTABLECISTE
sola,
como tú lo estableciste.
ahora
inacabado y ajeno
sólo ahora
puedo pensar
perdidas
en aprendizajes extraños
colores
sabores
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en el vano intento de ir tras el sol
de citas y visitas
pero es tarde
hace frío
y estoy sola.
TÍMIDA Y AVERGONZADA
tímida y avergonzada
desnuda
preguntaste,
que no me preocupara,
y su voz diciéndome:
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«nunca confíes en los hombres».
Comprendiste mi dolor
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Por razones políticas debió exiliarse en México por algunos años. Sus
indiscutibles méritos intelectuales le permitieron ocupar la cátedra de
Literatura Italiana en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad
Autónoma de México. Asimismo, fue fundadora de la cátedra de
Sociología de dicha Universidad y catedrática en la Facultad de
Humanidades de la Universidad de San Carlos de Guatemala.
En 1980 regresó de su exilio. Al poco tiempo de llegar fue secuestrada y desaparecida por el gobierno del
dictador Romeo Lucas García. Sus restos nunca fueron hallados.
De su obra poética merecen destacarse: «La Sin Ventura», «Los dedos de mi mano», «Aunque es de noche»,
«Guirnalda de Primavera», «Elogio de mi cuerpo», «Las palabras y el tiempo‖.
Hacía frío el 19 de diciembre de 1980. El día anterior el clima había estado a nueve grados centígrados,
según el reporte del Insivumeh, y prevían que ese día llegaría a siete. El lunes 22 de diciembre, el titular del
diario El Gráfico daba la noticia del desaparecimiento de la escritora Alaíde Foppa y su chofer, Leocadio
Axtún, ocurrido el viernes anterior, el 19 de diciembre. Según el reporte de prensa, ambos habían sido
interceptados ―a eso de las 11.30‖ en una calle de la zona 10. Nunca más se supo de ellos. De eso hace 25
años.
Intelectuales de México, Estados Unidos y Francia pidieron que aparecieran con vida. No hubo respuesta.
Eran tiempos de Lucas García y Donaldo Álvarez Ruiz. El martes 23 de diciembre, en la página 3, el mismo
diario publicó una nota donde el Gobierno condenaba el secuestro de la escritora y ―manifiesta su
preocupación‖ por este hecho. Atribuyó el secuestro a ―grupos extremistas que operan en la clandestinidad‖.
En los días posteriores los periódicos siguieron publicando información relacionada con el caso hasta que
otras noticias ocuparon la primera plana.
―Yo conocí a Alaíde en la Facultad de Humanidades más o menos en el año 54, 55‖, cuenta Luz Méndez de la
Vega. La describe como una mujer morena, delgada, de gran belleza, con un porte elegante que también se
reflejaba en el suave movimiento de sus manos, muy alegre, siempre tenía una sonrisa. ―Alaíde además se
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vestía con mucha discreción, con vestidos finos‖, agrega la escritora, quien durante muchos años, cada
diciembre, organizaba alguna conferencia o recital para recordar a su amiga.
María Alaíde Foppa Falla había nacido en 1914 en Barcelona, ciudad a la que sus padres viajaron poco
tiempo después de casarse en Guatemala. Vivieron allí hasta que decidieron viajar a Argentina, país en el que
el señor Foppa, nacido en Italia, se había nacionalizado. Después, la familia se trasladó a Italia, donde la
pequeña Alaíde estudió. Hizo la escuela secundaria en Florencia. Estudió el bachillerato en un internado en
Bélgica y después de vuelta a Italia, donde terminó los estudios universitarios. Escribió sus primeros poemas
en italiano. Su primer libro, ―Poesías‖, fue publicado en España.
A mediados de la década de los años 40 vino a Guatemala. Aquí tuvo su encuentro con la realidad
latinoamericana, según lo dijo en una entrevista con Carmen Lugo (que se publicó en el Excélsior de México,
en 1981, después de su desaparición).
―Llegué en vísperas de la Revolución democrática de 1944; viví en pocos meses ese estado de angustia y
opresión que ahora se ha renovado y está cada vez peor. Fue la primera vez que sentí a la gente, el miedo, la
angustia, la enorme injusticia social, la pobreza, la explotación del indio. Para mí fue impactante. Comprendí
que de alguna manera yo tenía que participar en todo aquello‖.
Estaba en Guatemala el 20 de octubre de 1944. Fue aquí donde conoció a Alfonso Solórzano, con quien se
casó en México. Allá nació su primer hijo. Después, Solórzano fue designado cónsul en Francia, donde
nacieron dos de sus hijos. Tiempo después volvieron a Guatemala. Solórzano trabajó en el Instituto
Guatemalteco de Seguridad Social en los gobiernos de Jacobo Árbenz y Juan José Arévalo. Aquí nacieron
sus últimos dos hijos.
El exilio
Al terminar la época revolucionaria, los Solórzano Foppa se exiliaron en México, donde residirían durante
décadas. Alaíde venía frecuentemente a Guatemala y durante un tiempo vivió aquí.
―En casa se hacían reuniones de lo que fue la intelectualidad guatemalteca en el exilio y parte de la
intelectualidad mexicana de esa época, un privilegio para nosotros‖, cuenta Silvia Solórzano Foppa, hija de la
escritora. Con frecuencia los visitaban escritores como Miguel Ángel Asturias, Mario Monteforte Toledo (que
solía pasar la Navidad con ellos), Luis Cardoza y Aragón, Carlos Illescas, Otto Raúl González.
En México, Alaíde desarrollo una intensa actividad. Impartía clases en la Universidad Nacional Autónoma de
México (UNAM). Era crítica de arte, y desde esta posición apoyó y promovió a muchos artistas jóvenes. ―Las
paredes de mi casa tenían cuadros, pero no cualquier cuadro. Todo el ambiente familiar era de un gusto muy
especial, con un nivel de cultura que ella intentaba que heredáramos‖.
En 1975 fundó la revista FEM, primera publicación feminista en México que se sigue editando. Condujo el
Foro de la Mujer en Radio Universidad y asistía a reuniones de las organizaciones de defensa de derechos
humanos, como la Agrupación Internacional de Mujeres contra la Represión.
En la década de los 70, tres de sus hijos se involucraron en la guerrilla guatemalteca. En 1980 fallece Juan
Pablo, el menor de ellos, y pocas semanas después, su esposo de muerte natural. Gilda Salinas, en el libro
Alaíde Foppa /el eco de tu nombre, cuenta cómo el dolor de la muerte de sus seres queridos cambió a la
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poeta: ―La tristeza se convirtió en rabia, rabia en cada una de sus células, en las neuronas, en los dedos que
empuñaron la máquina de escribir, en las cuerdas bucales‖.
Sus textos y sus programas de radio se volvieron más agresivos contra la situación en Guatemala. Se reunió
en Nicaragua con los jefes guerrilleros. ―Yo estoy convencida de que fue como la maduración de un proceso,
de su vinculación a movimientos sociales que empezaron con as mujeres, y a partir de allí, también con los
hijos‖, afirma Solórzano Foppa.
Es probable que la última vez que Alaíde vino a Guatemala supiera que su vida peligraba. La noticia de su
desaparición corrió rápidamente. Luz Méndez de la Vega se enteró por doña Julia Falla, la mamá de Alaíde.
Nada pudieron hacer.
En 1999, Julio Solórzano Foppa, hijo mayor de la escritora, fue uno de los iniciadores, junto a la Fundación
Rigoberto Menchú, del proceso que se sigue en España contra Donaldo Álvarez Ruiz y otros funcionarios por
los delitos de tortura, genocidio y terrorismo de Estado. El caso de Alaíde Foppa se menciona en el tomo 3,
capítulo tercero, de Rehmi.
Silvia Solórzano Foppa estaba en un campamento guerrillero en Quiché cuando escuchó en un noticiero por
radio que su madre había sido secuestrada. Nunca más supieron de ella. Este recuerdo hace que sus ojos se
llenen de lágrimas una vez más.
Una gran angustia, un gran dolor. Además lo que significaba un desaparecido en ese periodo. Yo estaba en
Quiché y la represión a esas alturas era cotidiana en las aldeas. Nunca me hice la expectativa de que iba a
aparecer. Lo asumí muy pronto. Creo que eso me ayudó mucho.
Nunca. Aparece en todos los casos como desaparecida porque su cadáver nunca apareció. Eso es lo terrible
de esta figura del secuestrado, del desaparecido. Me deshace el corazón cuando veo gente que tiene, todavía
hoy, en 2005, la esperanza de que su hijo vive. Tienen una esperanza basada en quién sabe qué.
Siempre lo he visto como parte de todo lo que pasó en Guatemala, no lo veo aislado. Estoy convencida de
que fue una lucha necesaria, justa, que dio algún logro, no lo que soñábamos, en medio de esa coyuntura del
movimiento mundial. En Guatemala fue mucho más brutal que en cualquier otro país, de plano no era eso lo
que buscábamos, no era esa reacción ni esos costos.
Nos movíamos en los dos mundos, porque en efecto el mundo del exilio guatemalteco era un poco el mundo
de los amigos. Mi padre tuvo siempre una añoranza por volver a Guatemala. Mi madre siempre dijo que el
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exiliado era mi padre. Nosotros siempre vinimos a Guatemala en vacaciones de diciembre y enero.
Manteníamos el vínculo, pero al mismo tiempo como jóvenes, como niños nos formamos en México.
cinco juventudes,
cinco florecimientos.
de cinco heridas
y la amenaza
de cinco muertes,
crece mi vida
Mujer
acaba de ser,
no la remota rosa
angelical,
No la temida y deseada
prostituta.
No la madre bendita.
No la marchita y burlada
solterona.
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No la que vive
de saber quién es
El sexo
en el oscuro surco,
fecunda herida.
de duda y esperanza.
¿quién eres?
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¿Cómo vas a llegar
si ni siquiera yo te conozco?
Perdóname, hijo:
hasta me ha parecido
Mi corazón, ya lo verás,
Y yo estoy cansada.
Además,
tú me vas a quitar
casi nada,
Y ha de ser tu vida,
y yo lejana de mí misma
y distraída,
apenas lo lamente.
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Ella se siente
Su presencia es apenas
vibración leve
en el aire inmóvil.
en la mano de un niño
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La autora cultivó con empeño y rigor la escritura creativa y periodística: dejó un sinnúmero de colaboraciones
en periódicos y revistas. En su época no recibió la atención que merecía, sin embargo después de su muerte
los estudios sobre su obra, el reconocimiento de sus ideas y compromisos, el interés de los lectores por sus
libros ha ido en ascenso. Murió en Tel Aviv, mientras ostentaba el cargo de Embajadora de México. Sus
restos fueron traídos a la Rotonda de las Personas Ilustres.
Rosario Castellanos Figueroa (25 de mayo de 1925) nació en la Ciudad de México porque su familia se
encontraba de paso en la capital durante un viaje. Inmediatamente, fue llevada a Comitán, Chiapas, donde
vivió toda su infancia. Su madre, Adriana Figueroa y su padre, César Castellanos, eran una pareja tradicional
en todos los sentidos: mientras él se dedicaba a los negocios de la plantación de café y del ingenio azucarero,
ella se distraía en reuniones domésticas. La reforma cardenista produjo la pérdida de muchos de los territorios
paternos entre 1936 y 1940. A la muerte de sus padres, la autora recibió como herencia parte de las tierras
que su padre había conservado: ella decidió devolverlas a los dueños originarios.
Muchas de las experiencias vividas cuando niña serán para Rosario materia de escritura en su carrera
posterior. El interés por los pueblos indígenas se debió a la convivencia con su nana Rufina, tzeltal, quien le
contaba las historias de su pueblo y le hablaba en su lengua materna. A ello se suma, que en la sociedad
comiteca era muy común que los hijos de los patrones tuvieran, además de sus juguetes, una niña o niño
indígena que les hiciera compañía. Esta costumbre de las cargadoras ―consistía en que el hijo de los patrones
tenía para entretenerse, además de sus juguetes que no eran muchos y que eran demasiado ingenuos, una
criatura de su misma edad.‖ María Escandón fue esa niña para Rosario, dice la autora: ―Yo no creo haber sido
excepcionalmente caprichosa, arbitraria y cruel. Pero ninguno me había enseñado a respetar más que a mis
iguales y, desde luego mucho más a mis mayores. Así que me dejaba llevar por la corriente‖. A Rosario
Castellanos la acompañó María Escandón y lo hizo no sólo durante la infancia sino hasta el casamiento de la
escritora con el filósofo Ricardo Guerra.
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Otra de las experiencias que marcaron la vida y la obra de la escritora fue la muerte de su hermano menor,
Benjamín, quien murió a la edad de 7 años en 1933. Este hecho fue un parteaguas para la niña Rosario, no
sólo por lo que implica la pérdida de un ser querido, sino por lo que significó para sus padres, quienes
hubieran preferido no perder al varón de la familia. ―Aunque nunca me lo dijeron directa y explícitamente, de
muchas maneras me dieron a entender que era una injusticia que el varón de la casa hubiera muerto y que en
cambio yo continuara viva y coleando. Siempre me sentí un poco culpable de existir‖[4] confiesa la autora a su
―niño Ricardo‖. Este pasaje biográfico aparecerá transformado en Balún Canán (1957), donde la protagonista,
una niña de ocho años, pierde a Mario, su hermano menor.
En ―La obra lírica de Rosario Castellanos, publicada en periódicos locales de Chiapas, desde 1940 hasta
1949‖, Yolanda Gómez Fuentes da cuenta de los primeros poemas publicados por Castellanos, escritos en la
Ciudad de México pero enviados a publicaciones chiapanecas como El Estudiante. Cuenta Poniatowska que
Castellanos ―escribía diez páginas diarias en la madrugada al levantarse y decía que un escritor sin disciplina
jamás llega a serlo. También jerarquizaba sus lecturas con severidad, de suerte que toda su vida era un
fervor‖. Castellanos ejerció la escritura con el rigor de un oficio que exige práctica y constante pulimento en la
forma.
Apuntes para una declaración de fe (1947) y Trayectoria del polvo (1948) son sus dos primeros libros, para
Rogelio Guedea son ―el abstract de su poesía posterior‖ a lo que después añade la ironía ―que surgió para
responder, quizá de forma inconsciente pero nada inveterada, a su propio escepticismo, o para paliar su cada
vez más pronunciado pesimismo‖.[14] A estos poemarios siguieron De la vigilia estéril (1950) y El rescate del
mundo (1952), donde poemas como ―A la mujer que vende frutas en la plaza‖, ―El tejoncito maya‖ y el
apartado ―Diálogos con los oficios aldeanos‖ amplían su perspectiva poética, hasta entonces ensimismada,
hacia aspectos y personajes marginales y marginados de su realidad.
Al final de Poemas 1953-1955 (1957) aparece ―Lamentación de Dido‖, texto donde la autora emplea el
recurso del monólogo dramático, al superponer su voz y su historia con la voz y la historia de la famosa reina
de Cartago, que enamorada y despechada por la partida de Eneas se prende fuego a sí misma. El poema
está escrito en versículos que por momentos llegan a ser prosa, amplitud que se corresponde con el hondo
aliento que anima el texto:
Esto era en el día. Durante la noche no la copa del festín, no la alegría de la serenata, no el sueño deleitoso
Sino los ojos acechando en la oscuridad, la inteligencia batiendo la selva intrincada de los textos
A decir de la propia Castellanos, Al pie de la letra (1959) ―está lleno de reminiscencias prosísticas‖;[16] sobre
los poemas Lívida luz (1960) nos dice que en ellos reflexiona ―sobre el mundo, ya no como objeto de
contemplación estética sino como un lugar de lucha en el que uno está comprometido‖.[17] Esta opinión
coincide con otros especialistas que consideran que en Lívida luz hay una transición de la poesía intimista
hacia una de corte más social.
Materia memorable (1969) y En la tierra de enmedio (1972) son los libros donde se concentran los poemas
más conocidos de Castellanos, como ―Memorial de Tlatelolco‖, ―Bella dama sin piedad‖ y ―Valium 10‖ por
mencionar algunos. En estos poemas la ironía y el tono conversacional son rasgos determinantes. Para Rosa
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Sarabia, ―la desautomatización de la vida diaria y sus quehaceres le permite a la voz poética de Castellanos
promover una conciencia individual en status de sujeto con autoridad‖.
es en mí un mecanismo descompuesto
Sus poemarios fueron reunidos en Poesía no eres tú (1972), que inevitablemente recuerda la rima de
Bécquer, sin embargo Castellanos no deja lugar a la especulación y nos aclara que tuvo ―un tránsito muy
lento de la más cerrada de las subjetividades al turbador descubrimiento de la existencia del otro y, por último,
a la ruptura del esquema de la pareja para integrarme a lo social, que el ámbito en que el poeta se define, se
comprende y se expresa". De este modo, el título de su obra reunida refleja el tránsito de una voz interna a
una voz que puede nombrar y nombrarse con el mundo.
En respuesta a Alejandro Avilés sobre la poesía, Castellanos responde: ―He oído decir que la poesía se hace
sólo en ratos de ocio. Yo rechazo esta afirmación porque vivo de la poesía como un oficio, y su importancia es
rescatar del naufragio que es el tiempo, el olvido y la muerte, a todas las cosas que nos rodean".En efecto, la
obra poética de la chiapaneca es una indagación constante sobre la condición humana, con un acento
especial en la condición femenina, pero igualmente universal, un intento por conservar la vida que de otro
modo se nos iría entre las manos.
Aunque la mayor cantidad de estudios sobre la obra de Castellanos se concentra en la prosa, recientemente
se ha revalorado su obra poética. Rogelio Guedea afirma que: ―lo perdurable en la obra de Rosario
Castellanos está, indudablemente, en su poesía‖, y precisa: ―esa poesía en que la poeta muestra sin
reticencias el dolor que le produce la vulnerabilidad de su ser frente a la crueldad del mundo que le fue dado
vivir". Antes de Guedea, Víctor N. Baptiste, Germaine Calderón, Angélica Tornero y Luz Elena Zamudio
sentaron las bases para un estudio de la poesía rosarina. Para Raúl Ortiz y Ortiz, célebre traductor de Bajo el
volcán, ―con sus poemas había trascendido recónditas zozobras, se había liberado de las angustias más
personales, había moldeado la delicada imagen del sufrimiento individual y proferido el éxtasis de la belleza
interior al descender hasta los más profundos abismos de la desesperanza‖. Fernando Martínez Ramírez
hace un recuento de los autores preferidos por la poeta: Pablo Neruda, por absoluto, vibrante y vivo; García
Lorca, por su asombrante metáfora, complicada y sencilla a la vez; el Octavio Paz de Libertad bajo palabra;
José Gorostiza, con su Muerte sin fin, considerado por Rosario como el mejor poema que se haya escrito en
América. También le gustan Ramón López Velarde, Miguel Hernández, Rilke y, entre los clásicos, Garcilaso,
fray Luis de León y san Juan de la Cruz.
A esta lista habría que agregar a Gabriela Mistral que no sólo para Castellanos, sino para muchas de las
escritoras latinoamericanas contemporáneas fue un referente ineludible. Dentro de la poesía femenina escrita
en México, Castellanos se consideraba sucesora de Concha Urquiza.[26] La labor de Castellanos también
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abarcó la traducción de poemas de Emily Dickinson, Paul Claudel y Saint John Perse, cuyas versiones fueron
incluidas en Poesía no eres tú. De la poeta norteamericana la escritora chiapaneca destacó que ―los seres
pequeños y desvalidos son rescatados con frecuencia en sus poemas‖,[27] rasgo que también se encuentra
en la obra narrativa y poética de la autora mexicana si recordamos que en su época la mujer y el indígena
apenas eran tomados en cuenta. A Claudel y Saint John Perse los considera presentes en su obra ―sobre
todo en la ‗Lamentación de Dido‘‖, aludiendo desde luego al uso del versículo también practicado por los
franceses.
Poesía no eres tú
Porque si tú existieras
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Jornada de la soltera
se escucha el alarido
retorcida, es un juez
De noche la soltera
y el vacío se puebla
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y no puede nacer en su hijo, en sus entrañas,
y no puede morir
Los fragmentos
recomponer su estatua.
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Y no miro los templos sumergidos;
cruzan furtivamente
lo mismo
en el idioma o lápida
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va mi caudal a un mar de desconsuelo.
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Pasaporte
Pero sí de palabras,
que he pavimentado
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