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Alipio Sánchez-Vidal
University of Barcelona
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All content following this page was uploaded by Alipio Sánchez-Vidal on 12 October 2020.
Por citar algunas fechas, 1963 y 1965 son dos a destacar. En 1963 la Administración Kennedy
aprueba la creación mental comunitarios, núcleos básicos e iniciales del movimiento comunitario. En
1965 se reúne en un barrio de Boston un grupo de psicólogos, profesionales de la salud mental que
ya trabajaban en la comunidad, para discutir la formación en ese ámbito. Acaban, sin embargo, con
una propuesta mucho más amplia y cuasi-revolucionaria que asigna al psicólogo el papel de agente
de cambio social y conceptualizador participante en las transformaciones comunitarias y que es
apropiadamente denominada Psicología Comunitaria.
El rol del psicólogo es replanteado, no sólo para trascender los estrechos límites fijados por la
jerarquía médica en los hospitales psiquiátricos, sino también para definir su participación en la crisis
y cambios sociopolíticos en marcha dentro de los diversos ámbitos en que trabaja: salud, educación,
justicia, bienestar social, etc. Esto, unido al creciente intervencionismo de la profesión psicológica, la
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demanda creciente de la calidad de vida y la necesidad de reconocer los problemas sociales
emergentes, prevenirlos y darles solución sobre el terreno en vez de estudiarlos y hablar de ellos en
arcanas cátedras y laboratorios, produce un acercamiento a la comunidad y un replanteamiento de
las estrategias tradicionales del trabajo psicológico.
La corta historia del movimiento comunitario en España está aún por escribir. Por lo que conocemos
indirectamente, parece que el movimiento prende de engarce, en la década de los setenta, de las
inquietudes sociales -y el compromiso político- de los psicólogos recién titulados con las
posibilidades, abiertas en los sistemas de prestación de servicios o iniciación de nuevos proyectos
autogestionados, en el contexto de influencias como: la salud pública, la antipsiquiatría británica o
italiana, el movimiento pedagógico freiriano, los centros de servicios sociales y salud ligados a los
ayuntamientos, las tradiciones reivindicativas y autogestionadas de los movimientos urbanos y
asociativos etcétera.
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A partir de nuestra propia elaboración (Sánchez, 1988; págs. 136-139) que enlaza bastante con -
entre otros- Rappaport (1977), definimos la Psicología Comunitaria como un campo de estudio de
la relación entre sistemas sociales entendidos como comunidades y el comportamiento humano y su
aplicación interventiva a la prevención de los problemas psicosociales y el desarrollo humano
integral, desde la comprensión de sus determinantes socioambientales y a través de
la modificación racional (consciente y generalmente planificada) de esos sistemas sociales, de
las relaciones psicosociales en ellas establecidos y del desarrollo de (la) comunidad.
No entramos a aclarar el sentido de los 11 conceptos señalados, que nos darían la clave del
contenido de la definición, pero ocuparían el resto de estas páginas. Destaquemos, eso sí, los temas
fundamentales de la PC: el desarrollo humano (el tema psicológico, el output a producir) y el cambio
social en dirección comunitaria (el tema social implicado en el adjetivo comunitario del concepto de
PC). El fin básico de la PC es promover racional e informadamente el segundo para obtener el
primero desde la comprensión de su mutua relación. Desde la perspectiva amplia de la Psicología,
en PC nos interesan las personas en lo que tienen de común o compartido (problemas y recursos),
no en lo diferencial o único, que centra el quehacer de otras ramas psicológicas y personológicas.
A partir de aquí, la PC podría caracterizar- se en cuatro apartados que la definirían, por sí misma y
diferencialmente, respecto del campo psicológico-clínico, tanto en su vertiente teórica como
interventiva:
Los dos primeros puntos forman la parte teórico-conceptual y se tratan a continuación. Los dos
últimos, la parte operativo o interventiva y van en el punto siguiente.
A. (La) comunidad
Parte central, como substantivo o adjetivo, de todo el trabajo e ideario comunitario; su significado y
papel en la PC dista de estar claro. Como tema complejo, que rebasa con mucho el tono y extensión
de estas líneas, vamos sólo a tratar aquí algunos puntos básicos sobre la comunidad remitiendo al
lector al capítulo 2 de nuestro libro y a la bibliografía allí citada para una ampliación del tema.
Generalmente, comunidad significa dos cosas expresadas por su uso substantivo (la comunidad) y
adjetivo de otro nombre (la Psicología en este caso). Lo primero se refiere a un lugar y grupo social
que lo puebla, percibiéndose como una unidad social interdependiente y diferenciada frente a otras y
cuyos miembros desarrollan sentimientos de pertenencia o comunidad y mantienen relaciones e
interacciones estables. Por ejemplo: un barrio o un pueblo X (como algo singular).
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Comunidad, como adjetivo, se refiere a esas interacciones, elementos y lazos comunes (incluyendo
el sentido psicológico de comunidad o pertenencia, opuesto a la marginación o desarraigo personal)
compartidos generalmente, pero no siempre, por razón de vecindad. Es decir, pueden darse lazos y
relaciones comunitarias entre personas que no viven juntas, pero comparten una cultura o idea (el
judaísmo), aunque esto sea excepcional.
¿Qué papel tiene (la) comunidad en PC? Simplificando mucho, uno doble en nuestra opinión:
Designa el lugar u objeto físico y social de la intervención que no son individuos, como en la
Psicología clínica o individual, sino una asociación supraindividual y supragrupal, pero infrasocial (es
decir, hay un nivel superior de interacción no psicosocial y comunitario, sino social, formado de
comunidades).
Dos notas adicionales a este respecto: En PC también se interviene sobre otros tipos de sistemas
sociales de carácter primordialmente no comunitarios, como las instituciones o las organizaciones.
Se trabaja además sobre poblaciones (como los pacientes de SIDA o los parados) que no se
definen por sus relaciones sociales (es decir, no constituyen un sistema social) ni por ser una
comunidad, sino por compartir una característica demográfica o física. Esta forma de trabajo es
similar a la de salud pública, más demográfica que propiamente comunitaria.
Esta última idea enlaza, a su vez, con una tercera referencia del uso de comunidad en PC: la ya
citada pérdida u ocaso de comunidad operadas en las sociedades modernas en conexión con el
progreso económico y tecnológico. Además del obvio papel explicativo que este concepto tiene
sobre el nacimiento de los movimientos comunitarios y los problemas sobre los que se trabaja
(ligados al desarraigo personal y la desintegración social), ayuda no poco a entender las estrategias
de reconstrucción comunitaria (apdo. D) y el trasfondo ideológico y humanístico de la PC.
Obviamos aquí la distinción de Tonnies entre comunidad y asociación. Baste decir que desde esa
distinción sociológica importante, pero limitada, descuida un cuarto aspecto de lo comunitario que la
praxis cotidiana y no pocos estudiosos han señalado como fundamental: la distribución de poder en
la comunidad y las líneas de agregación y asociación social marcadas, no por ideas comunitarias o
afiliativas, sino por los intereses y las ideologías políticas como factores clave (junto a los
precedentes) para entender y trabajar en la comunidad. Aspectos que remiten a marcos teóricos-
ideológicos distintos y complementadores como los marxistas o la acción social.
B. Modelos teóricos en PC
Se trata de conceptos y modelos teóricos distintos de los de la Psicología individual -puesto que el
objetivo de intervención es social o psicosocial- que permiten explicar los problemas sobre los que
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se interviene, entender el contexto comunitario en que se dan y servir de guía operativo para la
intervención. En parte adaptados de otros campos y disciplinas, son, en general, formulaciones
emergentes -como la propia PC-. Aquí daremos sólo una guía general sin tratar de describir
modelos concretos, lo que ya se ha hecho, en parte, en Caplan (1978), Gibbs, Lachenmeyer y Sigal
(1980), o Rappaport (1977).
Para mayor claridad dividimos los modelos en (básicamente) analíticos y operativos, aunque en PC
casi todos los modelos tienen un importante componente operativo, al tratarse de un campo de
acción. Los primeros especifican conceptualmente las ideas centrales del campo citadas en la
definición (comunidad, desarrollo humano etc.) ayudando a su descripción, comprensión o
explicación. Los modelos operativos ligan el desarrollo psicológico y la prevención con el cambio
social, señalando, por tanto, estrategias genéricas de actuación para obtener aquellos desde éste.
Los modelos analíticos sirven para entender o analizar; actuar; los operativos, para actuar. En un
campo interventivo como éste, están, por tanto, interrelacionados.
Los modelos psicosociales se inscriben en el nivel meso-social, propio de la PC, ligando los dos
términos básicos del campo: individuo y sistema social o comunidad y destacando uno u otro
aspecto de este nivel. Los más apropiados para la PC serían: los ecológico-socíales, adaptativos,
interactivos y transaccionales -que se centran en la interacción de individuos y entornos sociales- y
los sistémicos, dentro de los sistemas en general.
También se incluirían aquí conceptos (que no teorías o modelos) como los de es apoyo social.
B. 2. Modelos operativos. Entre los modelos que guían la intervención podrían citarse el de
prevención (procedente de la salud pública), el de la competencia o habilidades sociales
(básicamente individual, pero susceptible de uso grupal) y los de acción social (marxistas,
sistémicos, autogestionados, organizativos, etc., basados en la acción solidaria desde abajo para
redistribuir el poder).
Podríamos incluir también aquí el modelo de los suministros de Caplan y otros modelos de
desarrollo humano, sean educativos o psicosociales.
En este punto abordaremos los apartados C y D, que describen la parte interventiva de la PC (lo que
hace) complementando los apartados previos que la definían conceptualmente (lo que es). El
apartado C se centra en los objetivos y funciones generales de la intervención comunitaria (IC); el D,
en los contenidos y, sobre todo, en su estilo o proceso. Con ello quedan cubiertos los parámetros
básicos (objetivos, métodos y estilo interventivo y relacional) que distinguen toda actuación o
intervención sistemática.
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C. Objetivos y funciones de la IC
Los objetivos concretan evolutiva o psicosocialmente el fin genérico del desarrollo humano, citado
como meta global de la PC que varía según distintas ideologías valorativas o técnicas, aunque con
cierta frecuencia estas distintas posturas reflejan tanto diferencias de vocabulario, adscripción
profesional o doctrinal, como auténticas discrepancias respecto a lo perseguido. Las funciones -no
tan claramente diferenciables, según se mire, de los objetivos- marcarían las dimensiones o formas
básicas de funcionamiento de los métodos interventivos usados para alcanzar esos fines.
Intentaremos ser breves, a la vez que sistemáticos.
˙ Salud mental positiva (Jahoda, l958; véase también Sánchez, 1988) que pretende trascender los
conceptos médicos de base (enfermedad) a través de su complemento positivo, la salud.
˙ Calidad de vida cercana al concepto anterior, pero enfatizando los componentes subjetivos y
cualitativos, dinámicos y cotidianos, frente a los meramente cuantitativos, objetivos y estructurales,
así como los aspectos ecológico-ambientales y su percepción psicológica.
˙ Otras dos ideas emergentes como objetivos serían la del sentido (o sentimiento) psicológico de
comunidad o pertenencia e interdependencia social (Sarason) y la de dotación de poder
o fortalecimiento (empowerment) propuesta por Rappaport y centrada directamente en el poder, real
y percibido, de controlar la propia vida y la del entorno social que nos codetermina. Este objetivo de
fortalecimiento pretende ser una alternativa diferenciada a las metas deficitarias (prevención) y
centradas en la salud, situando el quehacer comunitario en torno al eje formado por el poder
psicológico y político y sus relaciones (retomadas en D).
1. Prestación de servicios humanos directos (distintos de los servicios económicos, con propósito
lucrativo) alternativos a los clínico- psicológicos tradicionales al hacerse: desde una perspectiva de
optimización de la mano de obra técnica y con criterios poblacionales (no individuales), sociales
(prioridad de marginados y desfavorecidos) y comunitarios (cercanía a la comunidad, trabajo desde
abajo, intención potenciadora, etc.). Este es el polo más cercano a la opción marginalista, no
desarrollista, de trabajo comunitario antes citado. Ejemplos: intervención de crisis o educación de
adultos y complementación escolar.
2. Desarrollo de recursos humanos (diferente, aunque con algunas comunidades, del área recursos
humanos en el campo industrial, que es, en general, un eufemismo de la gestión del personal en
organizaciones industriales). Se parte de la asunción de que toda persona y colectivo humano tiene
recursos y potencialidades -desarrollables, por tanto- que pueden ser usadas para el propio
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desarrollo o para resolver problemas sociales, así como de la postura de no aceptar lo existente
como definitivo, sino como punto de partida de algo positivo que puede ser y aún no es.
Se trata básicamente de reconocer, descubrir y potenciar esos recursos (por ejemplo: liderazgo,
información relevante, afecto o capacidad de ayuda), sea directamente (para conseguir objetivos de
desarrollo personal o comunitario como en la auto-ayuda) o indirectamente, usando la capacidad de
ayuda de algunos para resolver los problemas de otros a través de estrategias escalonadas, como la
consulta o el apoyo a paraprofesionales. La escuela de padres para mejorar sus propias
capacidades socializadoras (desarrollo de recursos directos) y el funcionamiento escolar, social y
personal de sus hijos (desarrollo de recursos indirectos) ilustra bien esta función.
3. Prevención. Función clásica de la IC usada, sobre todo, en el campo de la salud en sus variantes
primaria, secundaria y terciaria (prevención propiamente dicha, tratamiento y
rehabilitación/resocialización) o genérica (global) y específica (ligada directamente al fenómeno a
prevenir). La educación para la salud mental es un claro ejemplo; la intervención en crisis, otro.
5. Cambio social y comunitario. La función más genuinamente comunitaria y la más ambiciosa -en
términos de objetivos y cobertura poblacional- según muchos, pero la más infrecuentemente
practicada por razones obvias. Incluye, en esencia, la modificación de los sistemas sociales
existentes o la creación de otros nuevos en todas sus variantes conceptuales y operativas: acción
social desde abajo (ejemplificada por la organización de la comunidad), desarrollo de comunidad,
cambio institucional, creación de programas, desarrollo organizacional, etcétera.
En cuanto a la intervención misma, la PC se puede caracterizar como algo diferenciado, tanto por
los métodos, técnicas o estrategias usados (contenidos de la intervención: el qué) como respecto al
estilo o proceso a través del cual se hacen llegar esos contenidos a los sistemas e individuos objeto
de la intervención (el cómo). Para algunos es ese estilo (que ocupa la mayor parte de este apartado)
lo más definitorio de la PC. Nosotros creemos que, sin restarle importancia, la PC posee -y debe
desarrollar en lo posible- unos contenidos o métodos interventivos que le dan parte de su identidad
interventiva propia. Sin ellos quedaría como un enfoque complementario de -y quizá englobable en-
las disciplinas inteventivas ya establecidas.
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Métodos y estrategias distintivamente comunitarias serían: consulta (apoyo de profesionales y
paraprofesionales); intervención de crisis, uso de paraprofesionales y voluntarios; ayuda mutua;
organización del apoyo social; educación y promoción de la salud; análisis institucional; creación y
diseño de entornos; desarrollo organizacional y diseño de programas; abogacía social; comunidades
terapéuticas (y otras); desarrollo de comunidad y rehabilitación urbana y organización de la
comunidad.
Dos notas:
1. Algunos de estos métodos contienen junto a los psicosociales otros aspectos técnicos distintos.
Por ejemplo, la rehabilitación urbana tiene un fuerte contenido arquitectónico; pero también otras
vertientes psicosociales.
2. Otros métodos, como el desarrollo organizacional, son compartidos con otras disciplinas
adquiriendo su carácter comunitario sólo cuando son usados en el marco de los objetivos y filosofía
interventiva (estilo) comunitarios, por ejemplo, el desarrollo de organizaciones o programas de
servicios sociales o salud mental.
Caracterizado, en buena parte, por el tipo de relación establecida con el objeto de la intervención (la
comunidad) y las relaciones (y roles) definidos para las distintas partes implicadas en el proceso
interventivo, así como las estipulaciones contractuales (quién hace qué, cómo y cuándo; quién da y
quién recibe; quién determina los objetivos, etc.) implícita o explícitamente establecidos.
2. Integral, holista o comprensivo (Co), cubriendo todos los aspectos relevantes de la problemática y
desarrollo humano (y de la comunidad o poblaciones normalizadas) frente al enfoque
unidimensional, fragmentado, o centrado en un solo aspecto (salud, educación, etc.) (CI).
Implicaciones serían: trabajo interdisciplinar y coordinación e integración de servicios (punto 10).
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4. Relaciones más ígualitarias, simétricas o coordinadas entre ayudador y ayudado (Co) que la
jerárquica, prescriptiva, vertical y subordinada del modelo médico-clínico (doctor paciente). Este
marco relacional diferenciado:
c) Una redefinición del rol profesional resaltando más la autoridad técnica (o la solidaridad
igualitaria) del interventor que la autoridad jerárquica adscrita exteriormente.
6. Es proactivo y preventivo, actuando antes de y hacia delante desde la causa u origen (Co); no
retroactivo, reparador, actuando después de y hacia atrás desde la consecuencia o resultado
(modelo terapéutico-clínico)
9. Estilo flexible -en función de las demandas-, utilizando estrategias escalonadas, indirectas o de
intermediación con la comunidad (paraprofesionales y voluntarios, intervención de crisis, etc.) que
permitan usar los recursos locales (y potenciarlos), extender la ayuda semicualificada dónde y
cuándo sea precisa, así como optimizar el uso de los recursos técnicos cualificados. En el enfoque
CI la atención es directa, no intermediada y centrada en el servicio específico.
El conjunto del proceso interventivo comunitario implica además una serie de modificaciones
sustanciales respecto del clínico:
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12. Planificación, diseño y organización global (territorializada o ceñida al contexto organizativo o
social específico) de la intervención y los servicios derivados (CI); inexistente en CI.
13. Una perspectiva temporal de largo plazo, tanto en cuanto a la realización y obtención de
resultados del programa como en cuanto a la visión estratégica precisa para introducir y llevar a
cabo un programa en un contexto social con unas dinámicas y estructura de poder dadas. Algo
inexistente en la CI (básicamente; en la intervención terapéutica puede haber una cierta perspectiva
temporal y estratégica).
2. La distribución de recursos sociales y poder político son también esenciales para este desarrollo,
al ser:
b) Prerrequisito imprescindible del poder psicológico: sin participar en las decisiones que afectan a
nuestras vidas, difícilmente, no del todo imposible, podremos sentirnos potentes y capaces como
seres humanos.
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Presentado en el IV Encuentro Nacional de Psicología Comunitaria, celebrado en Valencia el 7 y el 8
de abril de 1989.
BIBLIOGRAFIA
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Gibbs, M.S.; Lachenmer, J.R, y Sigal, J. (1980): Comunity psychology. Nueva York, Gardner.
Goodstein. I.D., y Sandler, I. (1978): Using psychology to promote human welfare. A conceptual
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Merton R.K., y Nisbet R. (1976): Contemporary social problems. New York, Harcourt Brace
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Rappaport, J. (1977): Community Psychology: Values, research and action. Nueva York, Holt,
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