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Ítalo Calvino:

[Edición, resaltados, negrillas y subrayado mío. Compilaciones. Ver en: “Seis propuestas de Ítalo
Calvino para la escritura”, Rosa María Torres]

Levedad
● El "aligeramiento del lenguaje mediante el cual los significados son canalizados por un
tejido verbal como sin peso".
● El uso de "elementos sutiles e imperceptibles".
● El uso de recursos que "se imponen a la memoria más por su sugestión verbal que por las
palabras".
● Levedad es delicadeza, movimiento. No vaguedad ni azar, sino precisión y determinación.

Rapidez
● Economía expresiva, "agilidad, movilidad, desenvoltura",
● Trabajo riguroso en búsqueda de "ajustes pacientes y meticulosos".
● Hacer brillar lo esencial, batallar contra el tiempo, penetrar en los secretos del ritmo,
"mantener vivo el deseo de escuchar la continuación", dejando espacio a la imaginación.
● Los textos breves - recalca Calvino - son los más eficaces y se vuelven tanto más
indispensables en los "tiempos cada vez más congestionados que nos aguardan".

Exactitud 
● La exactitud está en el "diseño de la obra, bien definido y calculado”
● “La evocación de imágenes nítidas, incisivas, memorables”
● “El lenguaje más preciso posible como léxico y como expresión de los matices del
pensamiento y de la imaginación".
● "Tengo la impresión de que el lenguaje es usado cada vez más de manera aproximativa,
casual, negligente, y eso me causa un disgusto intolerable"
● Y describe como características de esta "peste del lenguaje" el "automatismo que tiende a
nivelar la expresión en sus formas más genéricas, anónimas, abstractas, a diluir los
significados, a limar las puntas expresivas, a apagar cualquier chispa que brote del
encuentro de las palabras con nuevas expresiones".

Visibilidad
● "Capacidad para ver",
● "Capacidad para imaginar".
● Advertir el "peligro que nos acecha de perder una facultad humana fundamental: la
capacidad de enfocar las imágenes visuales con los ojos cerrados, de pensar con
imágenes".
● El peligro, en suma, del entierro de la imaginación.

Multiplicidad
● "Entre los valores que quisiera se transmitiesen al próximo milenio figura sobre todo éste: el
de una literatura [ARQUITECTURA] que haya hecho suyo el gusto por el orden mental y la
exactitud, la inteligencia de la poesía y al mismo tiempo de la ciencia y de la filosofía".
● El desafío de la "explotación del potencial semántico de las palabras, de toda la variedad
de formas verbales y sintácticas con sus connotaciones y coloridos".
● El desafío de la literatura [ARQUITECTURA] "como enciclopedia, como método de
conocimiento, y sobre todo como red de conexiones entre los hechos, entre las personas,
entre las cosas del mundo".
● El desafío de "ver el mundo como un sistema de sistemas en el que cada sistema singular
condiciona a los otros y es condicionado por ellos"
● De lograr la "presencia simultánea de los elementos más heterogéneos que concurren a
determinar cualquier acontecimiento”.
● “Cualquiera que sea el punto de partida, el discurso se ensancha para abarcar horizontes
cada vez más vastos, y si pudiera seguir desarrollándose en todas direcciones llegaría a
abarcar el universo entero".

LA CONSISTENCIA [Ver en: German Bula]

Y he aquí el último valor que quiso exaltar Calvino, cuya conferencia se quedó en meros apuntes
preparatorios, la consistencia. La vida de un relato yace en su ceñirse a unas determinadas leyes
internas, que son como el alma del relato. La consistencia es la capacidad de un relato de
perseverar en su ser, de seguir sus propias leyes aun cuando su consistencia se ve amenazada.
Decimos de los relatos lo mismo que dice Spinoza, en su famosa doctrina del conatus, acerca de los
‘modos’ o cosas finitas, que cada una "se esfuerza en cuanto está a su alcance por perseverar en
su ser" (1999, Proposición 7, Libro Tercero).

Este último punto lo ilustraremos con Bartleby, de Hermann Melville, un texto al que Calvino
pretendía aludir en su última conferencia.

Bartleby, un escribiente de figura "pálidamente pulcra, lamentablemente respetable,


incurablemente solitaria" entra a trabajar a la oficina de un abogado de Wall Street,  Es un eficiente
copista, y trabaja con constancia y empeño. Un día, su empleador le pide que revise unos
documentos con él, a lo que Bartleby responde así: "Preferiría no hacerlo". Así reacciona el
abogado, que es el narrador de la historia:

“Me quedé un rato en silencio perfecto, ordenando mis atónitas facultades.


Primero, se me ocurrió que mis oídos me engañaban o que Bartleby no había
entendido mis palabras. Repetí la orden con la mayor claridad posible; pero con
claridad se repitió la respuesta:

-Preferiría no hacerlo.

-Preferiría no hacerlo -repetí como un eco, poniéndome de pie, excitadísimo y


cruzando el cuarto a grandes pasos-. ¿Qué quiere decir con eso? Está loco.
Necesito que me ayude a confrontar esta página: tómela -y se la alcancé.

-Preferiría no hacerlo -dijo.” (Melville, 1979)

Vencido, el empleador llama a otro de sus asistentes para revisar el escrito. Bartleby continúa
haciendo su trabajo como copista. Consistentemente se niega a cualquier trabajo que no sea el de
copiar escritos legales, siempre con la misma frase "Preferiría no hacerlo". Su empleador,
desesperado, le pregunta a Bartleby por qué se niega a hacer su trabajo, a lo que este responde,
sereno e impasible "preferiría no hacerlo". La constancia de Bartleby restaura transitoriamente el
equilibrio en la oficina. Nos dice el narrador:
“Con el tiempo, me sentí considerablemente reconciliado con Bartleby. Su
aplicación, su falta de vicios, (…) su ecuánime conducta en todo momento,
hacían de él una valiosa adquisición. En primer lugar siempre estaba ahí, el
primero por la mañana, durante todo el día, y el último por la noche. (…) Sentía
que mis documentos más importantes estaban perfectamente seguros en sus
manos. A veces (…) no podía evitar el caer en espasmódicas cóleras contra él.
Pues era muy difícil no olvidar nunca esas raras peculiaridades, privilegios y
excepciones inauditas, que formaban las tácitas condiciones bajo las cuales
Bartleby seguía en la oficina. A veces, en la ansiedad de despachar asuntos
urgentes, distraídamente pedía a Bartleby, en breve y rápido tono, poner el
dedo, digamos, en el nudo incipiente de un cordón colorado con el que estaba
atando unos papeles. Detrás del biombo resonaba la consabida
respuesta: preferiría no hacerlo; y entonces ¿cómo era posible que un ser
humano dotado de las fallas comunes de nuestra naturaleza dejara de contestar
con amargura a una perversidad semejante, a semejante sinrazón? Sin
embargo, cada nueva repulsa de esta clase tendía a disminuir las probabilidades
de que yo repitiera la distracción. (Melville, 1979)

Un domingo, el narrador encuentra a Bartleby en su oficina, y descubre que ha estado viviendo allí,
que nunca sale de la oficina. Estupefacto, el empleador quiere averiguar sobre Bartleby:

Bartleby -dije en tono aún más suave- venga, no le voy a pedir que haga nada
que usted preferiría no hacer. Sólo quiero conversar con usted.
Con esto, se me acercó silenciosamente.
-¿Quiere decirme, Bartleby, dónde ha nacido?
-Preferiría no hacerlo.
-¿Quiere contarme algo de usted?
-Preferiría no hacerlo.
-Pero ¿qué objeción razonable puede tener para no hablar conmigo? Yo quisiera
ser un amigo.
Mientras yo hablaba, no me miró. Tenía los ojos fijos en el busto de Cicerón, que
estaba justo detrás de mí, a unas seis pulgadas sobre mi cabeza.
-¿Cuál es su respuesta, Bartleby? -le pregunté, después de esperar un buen rato,
durante el cual su actitud era estática, notándose apenas un levísimo temblor
en sus labios descoloridos.
-Por ahora prefiero no contestar -dijo, y se retiró a su ermita. (Melville, 1979)

Después de este episodio, Bartleby deja de trabajar, por lo que es despedido. Sin embargo, cuando
se le pide que deje el edificio, responde con su consabida frase. El abogado termina por decidir
trasladar su negocio, dejando atrás a Bartleby en una oficina vacía. Los nuevos ocupantes del
edificio se quejan de la presencia de Bartleby, que es llevado a la cárcel, donde muere tras
rehusarse a recibir alimentos.

El conjuro que convierte a este relato en literatura es la consistencia de Bartleby, consistencia


que persevera siempre que se ve amenazada. Si en algún momento Bartleby abandonara su
regla de acción, el relato como tal se vendría abajo. Podría argumentarse que la persistencia de
Bartleby lo lleva a la muerte, pero sin ella no sería Bartleby, aún si viviera. Bartleby, copista,
debe permanecer fiel al original.

La literatura [ARQUITECTURA] es un grácil movimiento vertical, un elevarse, como el barón de


Münchhausen, tirando de los cordones de las propias botas; un esfuerzo guiado por normas
internas para alcanzar la velocidad de escape y vencer la gravedad, la pesadez de la tierra. Este
esfuerzo requiere que la literatura [ARQUITECTURA] se afirme a sí misma, que no abandone las
reglas que ha creado para sí, distintas de las de la cotidianidad.

[Ver en: Levedad, rapidez, consistencia: vida y literatura en Ítalo Calvino, German Bula]

El último escrito de Ítalo Calvino se llama Seis Propuestas para el Próximo Milenio, una serie de lecturas
que planeaba leer en la universidad de Harvard. Murió una semana antes de las mismas y sin terminar la
sexta conferencia, el 19 de septiembre de 1985.

En sus Seis Propuestas, Calvino explica los valores literarios que le son más caros, e invita a  futuros
escritores a utilizarlos. Es posible ver este último escrito de Calvino como un testamento, palabra que la
Real Academia de la Lengua define así, "Obra en que un autor, en el último período de su actividad, deja
expresados los puntos de vista fundamentales de su pensamiento o las principales características de su
arte, en forma que él o la posteridad consideran definitiva." En efecto, vistos desde su último escrito, los
relatos de Calvino muestran un claro y resoluto esfuerzo por ceñirse a los seis valores que propone
también para el futuro. ¿Seis? Calvino completó cinco de las conferencias que planeaba leer, con los
títulos de Levedad, Rapidez, Exactitud, Visibilidad y Multiplicidad; de la última conferencia sólo se sabe
el título, Consistencia, y que iba a tener que ver con Bartleby, el relato de Hermann Melville. El hecho de
que Calvino no haya escrito esta última conferencia no quiere decir que el valor que en ella quería exaltar
no esté presente en su obra, ni que nosotros no podamos imaginar los contenidos de su sexta conferencia.
Es una suerte de unendinggift, de regalo sin fin.

o la levedad,
La levedad, tal y como la entiende Calvino, es una reacción al peso del vivir y está ligada estrechamente a
la función existencial de la literatura. De esta manera, quiere alejarse de una conclusión obvia a la que lo
conducen los hilos de su argumentación: «La literatura como modelo de todo proceso de realidad
“[…] el concepto de levedad consiste en la liberación de peso, es decir, deshacerse de él; Calvino
pretende cambiar la narrativa literaria y el lenguaje, transformar algo que ha adquirido un peso
insustentable y llevarlo a un límite diferente. Es optar por otra perspectiva. En la arquitectura, la
sutileza y la levedad van íntimamente relacionadas, se refieren a la innovación y la consecución de la
belleza estética” (Jáuregui: 2009)

Como Calvino explicaba, poder apoyarse en el viento y las nubes, en lo más leve.

“Hay que ser ligero como el ave, no como la pluma”, advierte, citando a Paul
Valéry. Poder o hacer volar, no ir con el viento

Calvino (1992), en sus aportes literarios, asocia el concepto de levedad con la estimulación de la
imaginación y la fantasía para construir historias inusitadas

La levedad, considerada como un valor, como reacción al peso de vivir, asociada "con la precisión y la
determinación, no con la vaguedad y el abandonarse al azar", como un rasgo de capital importancia
para que la literatura [LA ARQUITECTURA] se revitalice y renueve, y pueda emprender un
vuelo seguro con las alas de la ligereza para que ingrese y se sostenga en el actual milenio, confundido
por la algarabía de lo pragmático y lo utilitario

En Calvino es evidente su intención de alejar la literatura [LA ARQUITECTURA] del agobiante peso de la
realidad objetiva y elevarla a la dimensión fantástica de la levedad, distante de la pesadez del mundo,
por cuanto ésta, principalmente la poética, la novelística, la dramaturgia y el cuento tienen que ser
permanentes habitantes del mundo de la imaginación y de la fantasía; este tipo de literatura
[ARQUITECTURA] debe tener como fin primordial la recreación y la fruición del espíritu humano y no
convertirse en relatora de hechos tangibles y "reales" como lo pretendió el Realismo, el Naturalismo y
otras corrientes literarias, que fundadas en la fría y esquematizante razón, pretendieron hacer de la
literatura [LA ARQUITECTURA] un vehículo para "contar" la dura realidad que agobia a la humanidad

[…[, gracias al "imaginario popular", es posible que seres "alados" (personas, animales y objetos) se
transporten por mundos fantásticos "en donde toda carencia será mágicamente satisfecha".

Ante la sensación de un mundo que se petrificaba, Calvino explica que optó por la levedad como antídoto
en su literatura. “No es ligereza, mucho menos frivolidad. Es restar peso. Evitar que el peso aplaste. Es
agilidad del pensamiento y emocional”

o la exactitud,
Calvino (1992) también propone el concepto de exactitud como una de las claves para la vida actual y,
con ello, quiere decir que un proyecto debe estar bien definido, evocar imágenes sumamente nítidas e
incisivas y usar un lenguaje lo más preciso posible para llegar a traducir el pensamiento y la
imaginación de forma correcta.

“De este modo, la exactitud se relaciona con la geometrización del objeto arquitectónico, al trabajar
con geometrías simples y geometrías sumamente complejas” (Jáuregui, 2009).

La exactitud es el valor literario [ARQUITECTONICO] apropiado para superar el uso aproximativo,


casual y negligente del lenguaje, y superar la peste del lenguaje y de las imágenes que, además de la
literatura, afectan la vida de las personas.

La exactitud permite superar la peste del lenguaje que se percibe en la "pérdida de fuerza cognoscitiva
y de inmediatez, como automatismo que tiende a nivelar la expresión en sus formas más genéricas,
anónimas, abstractas, a diluir los significados, a limar las puntas expresivas, a apagar cualquier chispa
que brote del encuentro de las palabras con nuevas circunstancias"; la peste de las imágenes se
expresan en las "imágenes que en gran parte carecen de la necesidad interna que debería caracterizar a
toda imagen, como forma y como significado, como capacidad de imponerse a la atención, como riqueza
de significados posibles".

o la visibilidad

“Si he incluido la visibilidad en mi listado de valores que hay que salvar es para
advertir del peligro que estamos corriendo de perder una facultad humana
fundamental: el poder de enfocar visiones a ojos cerrados, de hacer brotar
colores y formas con la alineación de caracteres alfabéticos”, Calvino.

La visibilidad, el valor para no perder el poder de la imaginación y de la fantasía

La visibilidad nos advierte del peligro de perder la facultad de pensar, enfocar y escribir [PROYECTAR]
imágenes visuales, de perder el poder de la imaginación originada en la "alta fantasía".

La visibilidad es un valor que se ha de salvar porque éste es una campanada de alerta para evitar la
pérdida de las imágenes visuales, internas, propias, producto de nuestra "alta fantasía", y con ello
impedir que sigamos siendo contaminados con las imágenes prefabricadas, que pretende imponer el
contexto exterior.

a. La "alta fantasía".

Es la parte más elevada de la imaginación interior, no corporal o sensorial, que encontramos en


la Divina Comedia de Dante, donde trata de definir el papel de la imaginación, la parte visual de la
fantasía. Es la fantasía que ensimisma al hombre de tal manera que no escucha otros "sonidos" por
más estentóreos que ellos sean. Es el desborde de la imaginación que se impone a nuestras facultades
y voluntad para alejarnos del mundo exterior y llevarnos al fantástico mundo interior, íntimo. Esas
imágenes fantásticas, dada su profunda interioridad, proceden del Dios.

b. Las "imágenes prefabricadas".

El catolicismo de la Contrarreforma, "un vehículo fundamental de la comunicación visual", contenía una


"imagen dada, propuesta por la Iglesia misma, no «imaginada» por los fieles". El futuro de
imaginación individual está en inminente riesgo en la llamada "civilización de la imagen" ante el
avasallador poder inconsciente de las imágenes prefabricadas, las imágenes reflejadas por la cultura.

"Hoy la cantidad de imágenes que nos bombardea es tal que no sabemos


distinguir ya la experiencia directa de lo que hemos visto unos pocos segundos
en la televisión. La memoria está cubierta por capas de imágenes en añicos,
como un depósito de desperdicios donde cada vez es más difícil que una figura
logre, entre tantas, adquirir relieve".

Para no sucumbir ante la civilización de la imagen, la literatura [LA ARQUITECTURA] en la actualidad


debe apuntar a la novedad, la originalidad y a la invención, pues ahora lo imaginario no debe estar
atado a una autoridad o a una tradición determinadas.

No se trata aquí de la banal visibilidad de la figura de uno hacia fuera en la sociedad –sin duda necesaria
en política pero insuficiente-, sino de la capacidad de percepción de figuras de la imaginación que uno
tiene dentro y de su representación hacia fuera.

o la rapidez,

Calvino (1992) cuando dice que la rapidez de estilo y de pensamiento es la segunda cualidad que debe
poseer la literatura [LA ARQUITECTURA], haciendo referencia a su predilección por los textos breves en
los cuales la imaginación poética y narrativa está contenida en pocas páginas
La rapidez (que no desconoce a la dilación), concebida como relación entre velocidad física y velocidad
mental, y que involucra conceptos como: movimiento, brevedad, tiempo, sucesión rápida de hechos,
discurrir, razonamiento, rapidez y concisión de estilo, rapidez de estilo y de pensamiento como agilidad,
movilidad y desenvoltura (matizados de divagaciones o digresiones ya que éstas permiten aplazar la
conclusión) y preferencia por las formas breves pero esenciales, entre otros, es un valor que debe
animar el quehacer literario [ARQUITECTONICO] de nuestros tiempos, es decir, la literatura [LA
ARQUITECTURA] del presente milenio.

El tiempo de la rapidez no es el tiempo de los "afanes", las tensiones, la premura, la ansiedad, o el


tiempo del llamado fast track (del camino veloz, rápido), propio de nuestro sistema productor de
mercancías. La narrativa cautiva por la continuidad y discontinuidad del tiempo
El tiempo de la imaginación, no el tiempo que miden los relojes, ni el tiempo que nos da vida y nos la
quita, es el tiempo propicio para la fruición (Placer o gozo intenso que siente una persona al hacer algo)
literaria [ARQUITECTONICA].

b. El caballo como símbolo de la rapidez.

El caballo tiene gran importancia literaria como metáfora aplicada a la velocidad mental, como emblema
de la velocidad física y mental, como medio de transporte; se caracteriza por su trote o galope, lentitud
o rapidez; su símbolo se extiende al transporte moderno, inmediato, rápido y veloz en nuestro "mundo
motorizado". El que no sabe cabalgar por los recónditos espacios de la imaginación se le dificulta
disfrutar del ritmo que impone el caballo, el rocín provisto de alas fantásticas nos introduce en universos
insondables en donde el espíritu se regocija gratamente..

c. El poder mágico de los objetos.

Los objetos […] tienen poderes mágicos, y alrededor de su sistema planetario giran y gravitan las
acciones y los personajes.

Hay que lograr mayor velocidad. Que las cosas avancen, a un ritmo que no genere frustración por el
abismo entre compases institucionales y vitales. Pero la verdadera cuestión es, ¿qué tipo de velocidad?

La que abraza Calvino no es el estéril picotear entre mil flores que parece ser el
signo de los tiempos. No es una reactividad histérica y superficial, “sino
entregar (se) a la línea recta en la esperanza de que (nos) convierta en
inalcanzable(s)”:

Calcular bien la línea de fuga y entonces lanzarse en ella como una flecha y desaparecer en el
horizonte.

o la multiplicidad
La multiplicidad se relaciona con el modo contemporáneo de interpretar el mundo como una compleja
trama de conexiones y relaciones, como una presencia de múltiples elementos y componentes que se
repiten en un conjunto y que forman un todo.
El ideal de la novela enciclopédica o hipernovela y como red de conexiones entre los hechos y las cosas
del mundo, en donde se integren el yo individual con el yo de los otros, "para hacer hablar a lo que no
tiene palabra, al pájaro que se posa en el canalón, al árbol en primavera y al árbol en otoño, a la
piedra, al cemento, al material plástico…"

El ideal de la  novela "enciclopédica", […] se sigue intentando porque para que exista la literatura [LA
ARQUITECTURA] ésta debe "proponerse objetivos desmesurados", y sólo los poetas y escritores
[ARQUITECTOS] son capaces de estas quijotescas empresas. Siempre ha existido la intención "de
representar la multiplicidad de las relaciones, en acto y en potencia". Es por ello que "el gran desafío
de la literatura [LA ARQUITECTURA] es poder entretejer los diversos saberes y los diversos códigos en
una visión plural, facetada del mundo".

A pesar de las objeciones en contra de su ideal, Calvino plantea que somos una combinatoria de
experiencias, de informaciones, de lecturas, de imaginaciones.

"Cada vida es una enciclopedia, una biblioteca, un muestrario de estilos donde


todo se puede mezclar continuamente y reordenar de todas las formas posibles
relaciones, en acto y en potencia".

o la consistencia [gallo que no repite no es gallo]

Para aproXimarnos a la consistencia en la arquitectura, podemos considerar que esta se refiere a una
cualidad, al carácter de alguna cosa que implica la relación entre sus elementos. Lo que es consistente
es formado, constituido. En arquitectura, la consistencia nos lleva inmediatamente al problema de la
percepción del orden compositivo, o sea, de los principios estructuradores básicos, bien formados y
totalizados, propios del movimiento moderno funcionalista. Por otro lado, desde el punto de vista
topológico, algo puede ser entendido como consistente si tiene la capacidad de “mantenerse junto”
(J A U R E G U I , 2009)

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