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Lope de Aguirre Principe de la Libertad

Lope de Aguirre Principe de la libertad

Todo vasco es lección de energía puesta al servicio de obra útil, desorbitada o no. Dentro de
ese mundo no se conocen medianías.

Por lo que respecta a Venezuela, la presencia de vascos o de sus descendientes.

Por eso, cualquier apellidos vasco de esos que huelen a tierra, a árbol, a semilla, no es
solamente patrimonio de Álava, de Vizcaya, de Navarra o Guipúzcoa. Tanto se ha sembrado
el vasco en este mundo que llaman nuevo, que su acción su esfuerzo, y hasta su porvenir,
son del Orinoco, del Paraná, del Cauca, del Punta Arenas, de Acapulco, del Guayas.

Son muchos los ejemplos que podemos citar en América o Venezuela, donde la acción del
vasco ha fijado relieves propios.

Entre nosotros, desde que amanece Cubagua, comienzan los vascos. Durante la Colonia, el
primer Simón de Bolívar representa a Santiago de León ante Felipe II y obtiene del ascético
rey mercedes para la novel ciudad. Un Francisco de Berroterán, Marqués del Valle, sienta
cátedra de buen gobierno y se aferra a la ley para mirar al indio. Sus Ordenanzas son
ejemplares. Simón Bolívar rubrica con ideas la influencia de más de tres-cientos combates
cuando lleva la libertad más allá de las fronteras de su patria. Son muchos los ejemplos, pero
hoy solamente queremos referirnos a la palabra precisa y ardida de un vas co, de Lope de
Aguirre, quien abre una parábola rebelde y sombría desde El Cuzco hasta Barquisimeto.

Lope de Aguirre llega al Perú alrededor de 1536 y logra mantenerse con vida en aquella
pugna donde a cada rato caía la cabeza de un capitán. Almagro, Pizarro, Cabeza de Vaca,
Pe-ransurez, Carvajal, La Gasea, Hernández Girón, etc., llenan aquella hora turbia. Aguirre
—bien lo ha expuesto Emiliano Jos en su Expedición de Ursúa ai Dorado y la rebelión de
Lope de Aguirre. Huesca. 1927—, al alzar se, obedecía a un sentimiento colectivo de
rebeldía contra el rey, un sentimiento muy noble pues ya consideraban como suya la tierra
americana Las gentes de Almagro dijeron que "... no querían paz sino batalla y que la darían
al mismo rey en persona para defender la tierra que era de ellos".

Lope de Aguirre se dirige finalmente a Motilones, donde Pedro de Ursúa preparaba su


expedición. Se suma al cuerpo expedicionario, bajan por el Amazonas. En Machifaro liquidan
a Ursúa, luego proclaman príncipe a Fernando de Guzmán y más adelante desaparece
Guzmán.

En todo esto, una bella mujer, Inés de Atienza, alumbra todos los sentidos. Después, el viaje
por el Amazonas, el Atlántico, los crímenes en Margarita, en Borburata, la carta al rey desde
Valencia o enviada desde Valencia, la estadia en Barquisimeto y su muerte, abandonado de
los suyos.

La muerte de Lope de Aguirre echa por tierra el valor de Diego de García de Paredes, de
Bravo de Molina, de todos aquellos hombres a quienes se les ha hecho un pedestal falso,
pues cercaron al vasco, ya con dos o tres soldados, disponiendo ellos de trescientos
soldados, temblaban cada vez que Aguirre lanzaba una imprecación o una amenaza. Des-
pués, todos solicitaron mercedes de Felipe II, quien, generoso, sin conocer la verdad de lo
ocurrido, premió la cobardía y la indecisión de sus tenientes.
De Aguirre hemos dicho que fue hombre de palabra precisa, y la carta que dirige a Felipe II
respalda nuestro aserto. El hidalgo, hijo de Oñate. . . "mínimo vasallo, cristiano viejo, de
medianos padres y en mi prosperidad hijodalgo", dice al poderoso monarca, con sobrada
justicia; ".. .mira, rey y señor, que no puedes llevar con título de rey justo ningún interés
destas partes donde no aventuraste nada, sin que primero los que en ello han trabajado y
sudado, sean gratificados". Y más adelante, continúa con su frase realista y ardida: .. ."

Por cierto tengo que van muy pocos reyes al infierno porque son pocos, que si muchos fuera-
des, ninguno pudiera ir al cielo, porque aun alia seriades peores que Lucifer, según tenéis
ambición y hambre de hartaros de sangre humana... a Dios hago solemne voto yo y mis
doscientos arcabuceros marañones, conquistadores, hijosdalgo, de no te dejar ministro tuyo
a vida, porque ya sé hasta donde alcanza tu clemencia". Señala seguidamente el desorden
de ciertos frailes: ..."Si quieres saber la vida que por acá tienen es entender en mercaderías,
procurar y adquirir bienes temporales, vender los sacramentos de la Iglesia por precio,
enemigos de pobres, incarítativos, ambiciosos, glotones y soberbios... La disolución de los
frailes es tan grande en estas partes, que yo entiendo, que conviene que venga sobre ellos tu
ira y tu castigo. . . La vida que llevan es áspera y trabajosa, porque cada uno de ellos tiene
por penitencia en sus cocinas una docena de mozas y no muy viejas. . .".

Explica luego cómo fueron elimins a Ursúa, a Guzmán y como para tificar su acción,
agrega: .. ."No de que le matamos, muerte, cií bien breve". Y al que habían proel mado rey, a
Fernando de Guzmái ". . .porque no consentí en sus insu tos y maldades, me quisieron matar
yo maté al nuevo rey, y al capitan de su guardia y al teniente general, a cuatro capitanes y a
su mayorc y a su capellán clérigo de misa y una mujer de la liga contra mí. y un Comendador
de Rodas, y a un mirante y a dos alférez y otros aliados suyos, y con intención de guir la
guerra adelante y morir en por las muchas crueldades que tus nistros usan con nosotros,
nombré nuevo capitanes y sargento mayor. quisiéronme matar y yo los ahorqi a todos".

Pero esa hombre singular, asistido de todas violencias, tiene la virtud de la sin: ridad.
Mientras gobernadores, vi yes, capitanes generales, oidores. un papel en las manos,
asesinan invi cando leyes elaboradas especialment Lope de Aguirre enumera los atropellos
de los virreyes y hasta del mismo rey, los desvíos de los religiosos, es decir, descarna a
aquella sociedad en sus lacras. Su carta es uno de los documentos más sudados de justicia \
la expresión de un vasco, de un rebelde, lanzado a América y tomado de aquella ansia
separatista que circula por las venas de todo rebelde cuando lo atrapa el escenario hermoso
y rudo que ha hecho suyo a pulso de audacia
.

1) Carta de Lope de Aguirre Primera Acta de Independencia de America

Rey Felipe, natural español, hijo de Carlos invencible:


Lope de Aguirre. tu mínimo vasallo, cristiano viejo, hijo de medianos padres, en mi
prosperidad hijodalgo. natural vascongado, en los reinos de España vecino de la villa de
Oñate.

En mi mocedad pasé el mar océano a las partes del Perú por valer más y por cumplir con la
deuda que debe todo hombre de bien. Con la lanza en la mano, en veinticuatro años, te he
hecho muchos servicios en el Perú en conquista de indios y en poblar
pueblos en tu servicio, especialmente en batallas y reencuentros en que me he hallado por tu
Real Corona y nombre, conforme a mis fusrzas y posibilidad, sin importunar a tus oficiales
por pagas ni socorros como pavecera por tus reales libros. Bien creo, excelentísimo señor,
aunque para mí y para mis compañeros nos hayas sido cruel e ingrato, que por tan buenos
servicios corno has recibido de nosotros me creerás en lo que dijere, aunque también creo
que te deben engañar los que te escriben de; tas tierras de las que estás tan lejos.

"Avisóte, rey español, que estos tus Reinos de Indias tienen necesidad de que haya justicia y
rectitud para tan buenos vasallos como en estas tierras tienes, aunque yo, por poder sufrir
más las crueldades que usan tus oidores e visorrey e gobernadores me he salido de hecho,
con mis compañeros cuyos nombres después diré, de tu obediencia y desnaturarnos de
nuestra tierra que es España para hacerte en estas partes la más cruel guerra que nuestras
fuerzas pudieren sustentar e sufrir. Esto cree, rey y señor, nos ha hecho el no poder sufrir los
grandes pechos, premios e castigos injustos que nos dan tus ministros,que, por remediar sus
hijos e criados, nos han usurpado y robado nuestra fama, vida y honra, que es lástima oír el
mal tratamiento que se nos ha hecho".

'E yo, manco (cojo) de mi pierna derecha de dos arcabuzazos que me dieron en el valle de
Chuquinga con el mariscal Alonso de Alvarado siguiendo tu voz y apellido contra Francisco
Hernández Girón, rebelde a tu servicio como yo e mis compañeros al presente somos y
seremos hasta la muerte, porque ya de hecho hemos alcanzado en estos reinos cuan cruel
eres y quebrantador de tu fe y palabras y tenemos en estas tierras tus perdones por de
menos crédito que los libros de Martín Lutero pues tu virrey y marqués de Cañete, malo,
lujurioso, ambicioso y tirano, ahorcó a Martín de Robles, hombre señalado en tu servicio y al
bravoso Tomás Vásques, conquistador del Perú, y al triste de Alonso Díaz que trabajó más
en el descubrimiento que los pobladores de Moisés en el desierto, y a Piedrahita buen
capitán que rompió muchas batallas en tu servicio; y en Pucará ellos te dieron la vida porque
si ellos no se pasaran hoy fuera Francisco Hernández (Girón) rey del Perú.

No tengas en mucho el servicio destos tus oidores que te escribieron haberte hecho, porque
es muy gran fábula si llaman servicio haberte gastado ochocientos mil pesos de tu Real Caja
para sus vicios y maldades. Castígalos como a malos, que cierto lo son.

Mira, mira rey español, qus no seas cruel a tus vasallos ni ingrato, pues estando tu padre e tú
en los Reinos de Castilla sin niguna zozobra, te han dado tus vasallos, a costa de su sangre
e hacienda, tantos reinos y señoríos como en estas partes tienes. Mira, rey y señor, que no
se puede llevar con título de rey justo ningún interés de estas partes donde no aventuraste
nada, sin que primero los que en estas tierras han trabajado y sudado sean gratificados por
sus servicios.

"Por cierto tengo que van pocos rcyss al infierno porque sois pocos, que si muchos fuérades
ninguno pudiera ir al cielo, porque creo que allí srriades peores que Luzbel según tenéis la
ambición, sed y hambre de hartaros de sangre humana.

Mas no me maravillo ni hago caso de vosotros, pues os llamáis siempre menores de edad. Y
ansí, rey y señor, te juro y hago voto solemne a Dios, de que yo e mis doscientos
arcabuceros marañones, conquistadores e hijosdalgo, de no te dejar ministro tuyo, porque ya
sé hasta dónde llega tu clemencia.
El día de hoy nos hallamos los más bienaventurados de los nacidos por estar como estamos
en estas partes de las Indias teniendo la fe y mandamientos de Dios enteros, aunque
pecadores en la vida sin corrupción como cristianos, manteniendo lo que predica la Santa
Madre Iglesia de Roma y pretendemos, aimque pecadores, recibir martirio por los
mandamientos de Dios.

"A la salida que hicimos del Río de las Amazonas, que se llama el Río de Maranón, vine a
una isla poblada de cristianos, que tiene por nombre La Margarita y en ella vi unas
reíalaciones, que de España habían venido entonces, de la gran Cisma que había en ella de
luteranos, que no? han puesto temor y espanto: y en maestra compañía venía un alemán
que se llamaba Monteverde al cual : -hacer pedazos: los hado- le dará» t pena a los cuerpos.
Donde estuviéremos. excelente cumple que vivan perfectamente la fe de Cristo.

'"Especialmente es tan grande la disolución de los frailes en estas partes que cierto conviene
que vensa sobre ellos tu ira y castigo, porque:-ya no hay ninguno que presuma de menos
que de gobernador.

Mira, mira, Rey, no les creas, pues las lágrimas que allá echan delante de tu real presencia
es para venir acá a mandar. Si quieres saber la vida que por acá tienen es entender en
mercaderías, procurar y adquirir bienes temporales e vender por precio los sacramentos de
la Iglesia, enemigos de los pobres, ambiciosos, glotones e soberbios de manera que, por
mínimo que sea un fraile, pretende mandar y gobernar estas tierras. Pon remedio, Rey y
señor, porque de estas cosas y malos ejemplos no está cumplida ni fijada la fe en los
naturales. Más te digo, que si esta disolución destos frailes no se quita no faltarán
escándalos.

"Aunque yo y mis compañeros, por la gran razón que tenemos nos hayamos detern^^xido a
morir, y esto es cierto y otrag c-.-as pasadas. singular Rey, tú has dadv, la causa por no te
doler el trabajo de ;^s vasallos. Si no miras lo mucho qué\les debes, que si tú no miras por y
te descuidas con estos oidores nunca acertarás en el gobierno de rus Reinos; y por cierto no
hay para qué presentar testigos más de avisarte como éstos tus oidores tienen cada uno de
acostamiento por año cuatro mil pesos y ocho mil de costas- y al cabo de tres años tiene
cada uno *-senta mil pesos horros i sic •. damientos y posesiones y si con esto se
contentasen con sen Üfau •»• mo a hombres medio mal Por nuestros pecados «jiúlhm
dondequiera que los hinquemos de rodillas y los adoremos como a Nabucodonosor, cosa por
cierto insufrible y no porque yo, como hombre lastimado y manco de mis miembros en tu
servicio y mis compañeros viejos y cansados en lo mismo, te he de dejar de avisar que
porfíes en estos letrados tu real conciencia porque no cumple a tu real persona, con estos
que se ie va todo el tiempo en casar hijos e hijas y traen por refrán: a tuerto o a dere cho,
nuestra casa hasta el techo.

"Pues los frailes a ningún hombre pobre quieren predicar y están aposentados en los
mejores repartimientos del Perú. La vida que tienen es áspera y fragosa, porque cada uno de
ellos tiene, por penitencia en sus cocinas, una docena de mozas no muy viejas y otros tantos
muchachos que les van a pescar, a matar perdices y a traer frutas. Todo el repartimiento es
poco.

"En fe de cristiano te juro, rey y señor, que si no pones remedio en los males destas tierras
que te ha de venir azote del cielo, y esto dígolo por avisarte de la verdad, aunque yo y mis
compañeros no esperemos de tí misericordia. ¡Ay, ay! ¡Qué lástima que el emperador tu
padre conquistase con la fuerza de España la soberbia Gemianía y gastase tanta moneda
llevada destas Indias descubiertas por nosotros y no te duelas de nuestra vejez y cansancio
siquiera, matándonos de hambre y sed!

Sabes que vemos en estas partes, excelente rey y señor, que conquistaste Alemania con
armas y Alemania conquistó a España con vicios, de que por cierto nos hallamos acá más
contentos con maíz y agua sola por estar apartados de tan mala roña, qus los que en ella
han caído pueden estar con sus vicios y regalos. Anden las guerras por donde anduvieren
pues para los hombres se hicieron, mas en ningún tiempo por adversidad que nos venga no
dejaremos de ser sujetos y obedientes a los preceptos de la madre Santa Iglesia de Roma.

"No podemos creer, excelente rey y señor, que tú seas cruel para tan
buenos vasallos como en estas partes tienes, sino que estos malos oidores y ministros lo
deben de hacer sin tu consentimiento.

Dígole rey y señor, porque en la Ciudad de los Reyes, dos leguas junto al mar, se descubrió
una laguna donde se cría algún pescado que Dios lo permitió que fuese así, estos tus
oidores y oficialas de tu persona, por aprovecharse como lo hacen del pescado y aquel
regalo y vicios, lo arriendan en tu nombre dándonos a entender, como si fuésemos inhábiles,
que es por tu voluntad.

Si ello es ansí, déjennos pescar algún pescado siquiera porque tra-t-ajamos en lo descubrir y
porque el rey de Castilla no tiene necesidad de cuatrocientos pesos que es la cantidad
porque se arrienda; y pues, esclarecido rey, no te pedimos mercedes en Córdoba ni
Valladolid ni en toda España, que es tu patrimonio. duélete señor de alimentar a los pobres
cansados con los frutos y réditos desta tierra. Y mira, rey y señor, que hay Dios para todos,
igual justicia y premio, paraíso e infierno.

"En el año mil e quinientos e cincuenta y nueve dio el marqués de Cañete la Jornada de las
Amazonas a Pedro de Orsúa, navarro o, por mejor decir, francés.

Tardó en hacer navios hasta el año 1560 en la provincia de los Motilones, que es término del
Perú, y porque los indios andan rapados a navaja se llaman motilones. Estos navios, por ser
la tierra a donde se hicieron lluviosa, al tiempo de echarlos al agua se nos quebraron los más
dellos e hicimos balsas y dejamos los más caballos y hacienda y nos echamos río abajo con
harto riesgo de nuestras personas; luego topamos los más poderosos ríos del Perú, de
manera que nos vimos en golfo dulce.

Caminamos de primera faz trescientas leguas desde el embarcadero donde nos embarca-
mos la primera vez.

"Fue es este mal gobernador (Orsúa) tari perverso, ambicioso y miserable que no le pudimos
sufrir y ansí por ser imposible relatar sus maldades y por tenerme por parte en mi caso como
me tienen, excelente rey y señor, no diré más que le matamos, de muerte por cierto bien bre-
ve. Y luego a un mancebo, caballero de Sevilla que se llamaba don Fernando de Guzmán le
alzamos por nuestro Rey e le juramos por tal, como tu persona real verá por las firmas de
todos los que nos hallamos allí que quedan en la isla de La Margarita en estas Indias, y a mí
me nombraron por su Maestre de Campo y porque no consentí en sus insultos y maldades
me quisieron matar, e yo maté al nuevo Rey y al capitán de su guardia, a su teniente general
y a cuatro capitanes, a su mayordomo y a su capellán clérigo de mísa, y a una mujer de la
liga contra mí, a un comendador de Rodas, a dos alféreces, a un almirante y a otros cinco o
seis aliados suyos; y con la intención de llevar la guerra adelante y morir en ella por la fe
crueldades que estos vuestros oidores usan con nosotros. Nombré de nuevo capitanes y
sargento mayor y luego me quisieron matar, e yo les ahorqué a todos.

"Caminando nuestra derrota y pasadas todas estas muertes y malas venturas en este Río
Marañón, tardamos hasta la boca del, en la mar del Norte, más de diez meses y medio;
caminamos cien jornadas justas; anduvimos mil y quinientos leguas por río grande y
temeroso.

Los capitanes y oficiales que al presente llevo, que prometen de morir en esta demanda
como hombres lastimados, son los siguientes: (Siguen las firmas) ... y otros muchos más,
hijosdalgos desta liga, ruegan a Dios Nuestro Señor te aumente siempre en bien y ensalce
en prosperidad contra el turco y franceses y todos los demás que, en esas partes, te
quisieren hacer guerra; y en éstas nos dé Dios gracia para que podamos alcanzar por
nuestras armas el premio que se nos debe, pues de derecho nos has negado lo que se nos
debía. Hijo de fieles vasallos tuyos en tierras vascongadas, yo rebelde hasta la muerte por tu
ingratitud.
Lope de Aguirre, El Peregrino.

2) El Tirano Aguirre en su paso por Venezuela

El 21 de julio de 1561 atracó en Paraguachí, en la isla de Margarita, el bergantín Santiago


con el Tirano Aguirre. El bergantín Victoria atracó a dos leguas de distancia. Lope meditó un
instante sobre la extraña conducta de la nave compañera e hizo ahorcar a todos los hombres
que le inspiraban desconfianza en su nave. Luego desembarcó para presentarse como un
cordero al gobernador de Margarita, Juan Sarmiento de Villadrando.

Cuando Villadrando acordó, estaba preso y oyendo estas monstruosidades: "los que aquí
vamos creemos que el Rey de España es un hombre como cualquiera de nosotros, con
menos títulos y esfuerzos de los que nosotros hemos conquistado". La isla fue saqueada
concienzudamente y a poder de Aguirre pasaron las arcas con el real quinto de oro y perlas.
Los papeles de la gobernación fueron quemados para dejar aquella tierra limpia de pasado y
apta para recibir la nueva ley marañona.

Los aíres de la isla encantadora despertaron ansias de libertad en algunos marañones. Los
pocos que se escabulleron fueron apresados y Aguirre ordenó que se les diera muerte. Entre
los desertores estaba Pedrarias de Al-meslo, un mozo que desde las entrañas de la selva
amazónica venía enredado en unos amoríos, tiernos y castos, con Elvira. Sobre el duro
pecho del tirano rodaron las lágrimas enternecedoras de la niña y Pedrarias escapó al
verdugo.

El mal ejemplo cundía. El esquivo bergantín Victoria se pasó a la costa de Maracapana y al


Rey, con lo que aumentó la desconfianza del tirano. Cada día moría más gente. El
Gobernador y los hombres principales de la isla, presos en la fortaleza, fueron agarrotados
sin misericordia. Los propios marañones pendían de la horca o caían abatidos a tiros de
arcabuz. Martín Pérez fue despedazado por traidor y ante sus despojos, Aguirre clavó una
mirada de fuego en Antón Llamozas, el gigantón:

Y Vos, hijo, Antón Llamozas ¿también dicen que queríais matar a vuestro padre? :.:

Antón, estremecido, bajó los ojos hasta el guiñapo sangriento de Martín Pérez:

—¿Quién lo ha dicho? ¡Tú, perro traidor! A éste he de beber la sangre.

Y a tarascadas arrancó al cadáver pedazos de los sesos que asomaban por una de las
heridas.

El marañen. Pedro Alonso Galeas es buen jinete y tiene un caballo corredor. Por las tardes
divierte al caudillo con sus habilidades ecuestres que rematan en galope tendido por las
afueras de la ciudad. Cierta vez se alargó la carrera más de lo acostumbrado, y Aguirre
esperó en vano la vuelta de Pedro Alonso. Se había metido en un barquichuelo y
acompañado de un indio se pasó, a tierra firme. :

Cuando surge frente a la costa el navio del Provincial Montesinos, la gente de a bordo y la de
Aguirre cambian insultos, pero no osan atacarse. Lope escribe una carta al Provincial con
todo el coraje de un desesperado: "los hombres que vienen contra nosotros hagan cuenta
que vienen a pelear contra los espíritus de los hombres muertos". En hombres muertos los
han tornado las injusticias, los sinsabores, las miserias padecidas. "Hacer entender a Vuestra
Paternidad lo mucho que el Perú nos debe y la mucha razón que tenemos para hacer lo que
hacernos, creo ser imposible...". Conformándose el Provincial con saber que "acometer a
Don Felipe, Rey de Castilla, no es sino de generosos y de gran ánimo".. Si Su Paternidad lo
quiere, véngase al Perú y será el Patriarca. Si no, "tratémonos bien y ande la guerra". , .

Montesinos se retira haciéndose cruces y arma.una alharaca que se oye en Coro, en Santo
Domingo, en Panamá, en Europa. El imperio se estremece desde España hasta Chile.
¡Aquella maldita semilla de Gonzalo Pizarro! Las Indias se ponen en pie de guerra para
desbaratar a Lope de Aguirre. De la provincia de Caracas ha volado Fajardo con sus
guaiqueríes aguerridos a defender la isla.

En Margarita no cesan de conspirar. Doña Ana de Rojas trama con el marañón Villena el
envenenamiento del Tirano. Descubierta la conjura, escapa Villena, y doña Ana para en la
horca. Sobre el cuerpo aún palpitante de la mujer, los marañones disparan sus arcabuces y
Lope celebra los tiros certeros mientras ordena el estrangula-miento del marido de doña Ana,
un viejo valetudinario. El verdugo va a casa del anciano, le da muerte y, de paso, mata
también a un sacerdote que le hacía compañía. A su regreso, Aguirre le pide que estrangule
a su propio confesor, ya que traía la mano "hecha ^,matar frailes". Estos benditos, piensa
Lope, .ganarán la bienaventuranza, pues "Dios tenía el cielo para quien le sirviese y la tierra
para quien más pudiese". Él había preferido poder más y se jugaba el alma a los dados con
el Diablo, como decía con jactancia.

A las mujeres de Margarita las obligó el Tirano a coser banderas: dos espadas rojas sobre un
paño negro, que fueron bendecidas solemnemente en la iglesia. Y sin van muy pocos reyes
al infierno porque son pocos... ei día de hoy nos hallamos lo más bien aventurados de los
nacidos, por estar en estas partes de Indias teniendo la fee y mandamiento de Dios enteros y
sin corrupción como cristianos. . . pretendemos, aunque pecadores en la tierra, recibir
martirio por los mandamientos de Dios... La disolución de los frailes es tan grande en estas
partes, que yo entiendo que conviene que venga sobre ellos tu ira y castigo. . . Si quieres
saber la vida que acá tienen, es entender en mercaderías, procurar y adquirir bienes tem -
porales, vender los sacramentos de la iglesia por precio, enemigos de pobre, incaritativos,
ambiciosos, glotones y soberbios... La vida que llevan es áspera y trabajosa, porque cada
uno dellos tiene por penitencia en sus cocinas una docena de mozas y no muy viejas.. . estos
tus Oidores tienen cuatro mil pesos de salario cada uno y ocho mil de gastos, y a cabo de
tres años, tienen cada uno sesenta mil pesos ahorrados y heredamientos y posesiones. .. por
nuestros pecados quieren que doquiera que los topemos nos inquemos de rodilla y los
adoremos como a Nabucodonosor. . . Avisóte, rey y señor, no proveas ni consientas que se
haga alguna armada para este río [el Marañen], tan mal afortunado, porque en fee de cris-
tianos te juro, rey y señor, que si vienen cien mil hombres ninguno escapará, porque la
relación es falsa y no hay en el río sino desesperar... Dios Nuestro Señor te aumente siempre
y ensalce en prosperidad contra el turco y franceses y todos los demás que en esas partes te
quisieren hacer guerra, y en ésta nos dé Dios gracia que podamos alcanzar con nuestras
armas el precio que se nos debe, pues nos has negado lo que de derecho se nos debía. Hijo
de fíeles vasallos tuyos vascongados, y yo, rebelde hasta la muerte por tu ingratitud. Lope de
Aguirre, El Peregrino

Las palabras audaces.de Gonzalo Pizarra -florecían multiplicadas, y ahora no tan cercanas
como aquéllas a la muerte, tomaban a ratos una gracia que no hubiera desdeñado el propio
Quevedo.

A unos causó entusiasmo la carta. A oíros, pavor. Aguirre sabe lo que hace. El lazo con que
ha venido atando los marañones a su persona desde el asesinato de Ur-sua, se ha ido
estrechando. El Tirano se lo recuerda: ";.Nó sabéis que habéis muerto príncipes y
gobernadores, tenientes y alcaldes y alguaciles, frailes, clérigos, comendadores y mujeres;
que habéis robado y saqueado y muerto cuanto habéis hallado? ¿No sabéis que vamos
haciendo la guerra a fuego y sangre y que aquel de vosotros que lomaren, la mejor tajada ha
de ser la oreja?". Y les grita en desplante mesiánico, como un iluminado: "¿No sabéis que sin
mí no tenéis vida?". Sm él no podrán llegar nunca al Perú a ser ricos, poderosos y libres. Sin
él habrán de quedarse como aquellos miserables de la gobernación de Venezuela, "¡gente vil
de arepa y casabe!". Si a pesar de todo vacilan: "Daos prisa y matarme, que ¡por vida de tal!
os tengo de ganar por la mano". El caudillo tomó juramento al Padre Contreras, en el altar
mayor, de que haría llegar la carta al Rey Felipe y luego se adentró hacia Nirgua en medio de
lluvias torrenciales.

"¿Qué piensa Dios que porque Hueve no tengo de ir al Perú? Pues muy engañado eslá; ¡qué
he de ir aunque Dios no quiera!". Mas a pesar de aquella carta sobre-cogedora, de aquellos
desafíos guapetones y de estos desplantes, algo se ha roto en el ánimo del Tirano.

Antes, al soldado que se cansaba o andaba enfermo lo mandaban matar porque no servía
para la guerra. Al que se descarriaba so pretexto de reconocer el terreno, lo hacía ahorcar
para que se diese mejor cuenta de por dónde andaba; una delación maliciosa o una simple
sospecha bastaba para hacer despedazar a un compañero. Ahora han desertado varios
marañones. Entre los que le siguen hay algunos sospechosos. Aguirre, cosa insólita, toma
consejo de sus capitanes, y como las opiniones están divididas, unas por el rigor y otras por
la blandura, el Tirano no mata a nadie y sigue su camino.
Los espías del gobernador Collado llevan al Tocuyo la noticia de que Aguirre se ha puesto en
marcha, y don Pablo, presa de un terror incontenible, traza un plan muy original: ".. .y el
tirano en Barquisimeto y nosotros en el Tocuyo, y el tirano en el Tocuyo y nosotros en Humo-
caro, y el tirano en Humocaro y nosotros en Carache, y el tirano en Carache y nosotros en
Trujillo de Cuicas. ..".

No hay duda de que así llegará el Tirano hasta el Perú y aun más allá. El mariscal Gutierre
de la Peña no está conforme con el plan e intenta llevarse a Collado a organizar la defensa
en Barquisimeto, pero el gobernador se dispara como un poseso: "a mí no hay que darme
cuenta de nada sino en alto en baxo hacer vuesa merced su voluntad" y se refugia en el
Tocuyo "apasionado de almorranas". Era, ni más ni menos, el ^«6/0 Faldetas que decía Juan
de Castellanos.

A cambio del triste gobernador, avanzó Diego Garría de Paredes a reforzar al mariscal. El
hijo del hércules y el domador de potros se topaban por segunda vez en el ancho mundo,
trocados los papeles.

Cuando Aguirre entró en Barquisimeto, encontró la ciudad despoblada. Por todas partes
estaban esparcidas cédulas de perdón que crisparon a Lope. En su recuerdo se alzíiban las
artimañas de La Gasea y la triste jornada de Jaquijaguana. En el rollo de la plaza estaba
clavada una carta del gobernador. Como las cartas dulzonas y arteras de La Raposa,

Aguirre ordenó que nadie leyera cédulas so pena de la vida y contestó a Collado: "Yo no soy
hombre que ha de tomar..atrás-de:10 que con tanta razón comenzé". El que quiera, que sirva
enhorabuena a un rey que "a costa del sudor de tanto hidalgo y sin ningún trabajo anda
comiendo el sudor de los pobres". Sabe el Tirano lo que es eso de servir al Rey: "el menor de
los que vienen aquí, que son de diez y ocho años, le ha hecho más servicios que vuesa
merced, aunque viva mil años, le puede hacer". Que se le dé lo que necesita puesto que va
de paso, si no: "¡voto a Dios! de no dejar en esta tierra cosa que viva". Y ya que el temerario
Faldetas ha "rompido la guerra, apriete bien los puños que aquí le daremos hartó que ha cer,
porque somos gente que desea poco vivir", •'

La carta, como todos los documentos de Aguirre, va disparada en dos direcciones opuestas:
al destinatario y a los marañones. Pero esta vez falló el ardid en ambos frentes.

De Mérida bajaba Pedro Bravo con los refuerzos enviados por la Audiencia de Santafé. De
paso arrastró a Collado que andaba despavorido tierra adentro, "sangrado y purgado,
confesado y comulgado".

Comienza el sitio de Barquisimeto y comienzan a pasarse marañones a las banderas del


Rey. Una carga comandada por Diego Tirado se convierte, a medio camino, en una
deserción en masa.

Aguirre pierde el aplomo. Temeroso de nuevas traiciones desarma a su gente y quiere dar
marcha atrás hacia la Borburata. Elvira ya está montada en una muía, pero los hombres no
se mueven. El Tirano desiste y devuelve las armas. Los marañones, ofendidos, no las
'quieren tomar. El padre, el caudillo, el cruel tirano que ha poco les decía. "¿No sabéis que
sin mí no tenéis vida?", trata ahora de halagar, suplica, se humilla. En vano.
Todo, al fin, está perdido. En aquel vértigo demoníaco que comenzó en las cabeceras del
Marañen y que ahora está tocando a su fin, perecerán y él y los marañones, los que aun le
quedan y los que han huido. Sí, los traidores, que parecen olvidar la ira vengativa de los
reyes. ¡No quedará de ellos pedazo más grande que una oreja! Pero, Elvira ¿por qué ha de
sucumbir Elvira? En los hondos y lóbregos abismos de aquel ser atormentado hay, en la hora
postrera, un dulce destello de amor y de piedad. "¡Ah, señor Pedrarias, estaos quedo y no
salgáis... !" Y el Tirano va en busca de la hija para entregarla al hombre que ella ha salvado
dos veces de la muerte. Que huyan los dos, que se pierdan por el mundo, que se amen y
vivan. Que viva la pobre niña Elvira olvidada de quien fue su padre.

Cuando volvieron padre e hija, Pedrarias se había pasado a los sitiadores. Ahora sí se
rompía el mundo bajo los pies del Peregrino. Entre rugidos y espumarajos de locura apuñaló
a la niña hasta dejarla muerta,

García de Paredes, que forzaba en aquel momento la entrada, penetró en la estancia


flanqueado por marañones desertores. A la vista de la muchacha ensangrentada, se
estremeció el áspero y bronco capitán. ¡Oh, mal hombre! exclamó con ira. Pedrarias, a su
lado, no dijo nada.

Adelante, pues, que yo, Lope de Aguirre, "no soy hombre que ha de tornar
atrás de lo que con tanta razón comencé...".

Pero Lope siente que con el caminar se le va acabando el vivir. Y allá, por los días de
Valencia, con la lucidez del que pronto ha de perderla, la memoria de su vida se le pone
delante, como un fantasma que le acompañará hasta el fin. Y escribe su testimonio en la
carta famosa: "Lope de Aguirre natural vascongado... en la villa de Oñate vecino... En mi
mocedad pasé el Océano a las partes del Pirú por valer más con la lanza en la mano y por
cumplir con la deuda que debe todo hombre de bien... Estoy cojo de una pierna derecha de
dos arcabuzazos que me dieron en el valle de Chuquinga con el mariscal Alonso de
Alvarado... En el año cincuenta y nueve dio el Marqués de Cañete la jornada del río de las
Amazonas a Pedro de Ursua, navarro o por mejor decir francés, y tardé en hacer navios
hasta el año de sesenta en la provincia de los Motilones que es en el Pirú... Aunque estos
navios por ser la tierra donde se hicieron lluviosa, al tiempo de echarlos al agua se nos
quebraron lo más de ellos, hicimos balsas y dejamos los caballos y haciendas y nos
echamos el río abajo con harto riesgo de nuestras personas... Luego topamos los más
poderosísimos ríos del Pirú, de manera que nos vimos en Golfo Dulce.

Caminamos deprimera faz trescientas leguas del embarcadero donde nos embarcamos la
primera vez.Caminando nuestra derrota pasando todas estas muertes y malas venturas en
este río
Marañón, tardamos hasta la boca del que entra en el mar, más de diez meses y medio;
caminamos cien jornadas justas, anduvimos mil y quinientas leguas".

¡Y qué rojas esas leguas! Aún las sigue caminando el espectro de don Pedro de Ursua a
quien "...no diré más de que lo matamos, muerte, cierto, bien breve. Y luego a un
mancebo de Sevilla llamado don Fernando de Guz-mán, le alzamos por nuestro rey... Y
porque no consentí en sus insultos y maldades me quisieron matar... y yo maté al nuevo
rey, y al capitán de su guardia y al teniente general y a cuatro capitanes, y a su
mayordomo y a su capellán clérigo de misa, y a una mujer de la liga contra mí, y a un
comendador de Rodas, y a un almirante, y a dos alférez y a otros seis aliados suyos. Y con
intención de seguir la guerra adelante y morir en ella... nombré de nuevo capitanes y
sargento mayor, y quisiéronme matar y los ahorqué a todos".

...No le arredra esa trágica enumeración. Está viviendo momentos en que sólo puede
decirse la verdad porque siente que se acerca a la última jornada. En ella, su puñal hiere
de muerte a su hija Elvira, "porque cosa que yo tanto quería no viniese a ser colchón de
ruin gente", y, abrazado al cuerpo aún tibio de ella, muere Lope, tras de recibir el "buen
tiro", de su desertor marañón Galindo. Desde aquel punto, su alma en pena es el espanto
del caminante que a deshoras atraviesa los campos desiertos de Venezuela.

Pero esa alma ha de ser juzgada en la otra vida. Y he aquí que nos es dado imaginar su
proceso, gracias al tremendo libro postumo de Papini El juicio final, libro por el que desfila
un coro de figuras mundiales cuyos perfiles han quedado marcados en la Historia por las
más tremendas pasiones. El florentino de nuestros días, a semejanza de su paisano el
desterrado inmortal, acerca a nuestros ojos los más grandes pecadores de todos los
tiempos, clérigos y legos, hombres y mujeres, protagonistas del crimen y el latrocinio, el
escándalo y el deshonor...

Y Lope de Aguiíre forma parte de ese coro. El Ángel que lo presenta en juicio lo amonesta:
"Tú sabes, Lope de Aguirre, por qué inhumanos excesos a todos pareció infame tu vida. No
sólo fuiste uno de los más feroces aventureros que jamás hayan ensangrentado el Nuevo
Mundo, sino que traicionaste a tus cómplices, te rebelaste contra tu rey y llegaste hasta el
punto de matar con tus manos a tu propia hija".

Comparece entonces esta que, aun comprendiendo las razones de su padre, le reprocha
que le quitara la vida porque ella "no tenía aún dieciocho años, me llamaban hermosa,
sentía en mí un deseo escondido, pero mucho más cálido de amar y ser amada... Hubiera
tenido ciertamente dolores, afrentas y desgracias como todos los seres nacidos de mujer,
pero, a la vez, también habría gozado de la luz del sol, de la belleza de lo creado, de los
suaves afanes de la pasión. ¿Qué podías tú saber si yo estaba dispuesta a pagar un solo
día de amor y de alegría con mil de tristeza y de penas?"

Lope confiesa que fue una fiera sin ley y sin frenos: "Yo no podía aceptar jefes ni amos, ni
monarcas. Había nacido para matar y mandar... Era una fiera y como bestia, amé, odié y
maté".

Pero la fiera que para Papini fue el Tirano, era muy capaz de amor, de puro amor. Ahí está
su hija a quien —cada hombre mata a lo que ama. según el verso de Wilde— inmoló en
acto de puro amor. Nos lo dice él mismo, con su ronca voz que se quiebra, a pesar suyo, de
ternura, cuando declara: "Tú eres la única criatura del mundo que me había quedado; lo
único que yo era capaz de amar. Sabía qué estragos habrían cometido contigo aquellos que
me odiaban y eran fieras como yo. Cuantas veces había usado de mi espada, mi puñal o mi
arcabuz, había gozado. Sólo aquella vez, cuando hube de matarte de aquel modo, como
una cordera despavorida y aterrada, sufrí como antes no había sufrido jamás. Pero de lo
que hice no sufro remordimientos. Créeme, hija mía, que no podía darte aquel día mayor
prueba de afecto que el ahorrarte las vergüenzas de la vida. Dios, que ve y conoce más
que nosotros, borrará, quizás, algunos de mis pecados en gracia de aquel último dolor".
Sólo Dios sabe si aquella última muerte de Lope, más dolorosa para él que la suya propia,
no fue, efectivamente, sino desesperado acto de puro amor. Queremos creerlo así. Porque
siempre nos será grato, al evocar la figura del discutido guipuzcoano que a través de los
siglos camina su interminable camino de lodo y sangre, con su negra bandera en la que
flamean las dos rojas espadas, pensar que el fuerte Caudillo de los Marañones, para quien
la fama ha sido, tal vez, más injusta e inmiserícorde que lo fuera él mismo, era tan capaz
como el primero de uno de los amores más limpios y tiernos por los que el corazón del
hombre puede latir.

Lope de Aguirre quiso tirar los dados una vez más en su partida con el Diablo. "Señor maese
de campo —dijo alzando la voz— llevadme a presencia del gobernador y capitán general,
pues quiero decirle grandes cosas.. .". Sus marañones le malograron la jugada, ganán dole
por la mano. Un primer tiro erró el blanco. "Ése es malo", dijo Aguirre con desprecio. El
segundo disparo lo tendió muerto. Un marafíón se echó sobre el caído y le cortó la cabeza.
Tomándola luego por sus largos cabellos la llevó al gobernador que, repentinamente
mejorado de sus males, estaba recibiendo los honores del vencedor.

El cadáver de Aguirre fue hecho cuartos. Una mano tocó a Valencia; otra a Mérida. Las
llevaban pinchadas en lanzas y se pudrieron por el camino. La de Mérida la arrojaron al río
Motatán; la de Valencia, a los perros. La cabeza fue al Tocuyo y por muchos años pudo verse
la calavera en el rollo de la plaza.

Numerosos marañones de los que se pasaron al Rey fueron enviados más tarde a Caracas
con la expedición de Luis de Narváez. Todos perecieron en una emboscada a la altura de la
Loma de Terepaima, extraña circunstancia que hace recordar al Marqués de Cañete. Otros
marañones desperdigados cayeron al golpe de la justicia. Hoy Paniagua y Pedro Sánchez.,
en Mérida, mañana Antón Llamozas, en Pamplona, otro día y en otras partes, Fran cisco
Carrión y García de Chávez y Diego Sánchez de Balboa. A Pedro Alonso Galeas, el que huyó
en Margarita. ío vieron en Santiago de León, en unas fiestas, montado en un carro alegórico
que representaba el vencimiento del Tirano.

Y desde aquellos tiempos remotos, el alma endemoniada de Lope de Aguirre corre de noche
por las sabanas de Barquisimeto atormentada en el infierno diminuto de los fuegos fatuos.

En 1551 el juez Francisco de Esquivel lo arresta por infligir la ley de protección a los indios y
lo sentencia a ser azotado públicamente.

Aunque Esquivel huyó temiendo la venganza de Aguirre, este lo persiguió por tres años y
cuatro meses hasta que lo mató a puñaladas en El Cuzco.

En 1559 participa en una expedición en busca de El Dorado, al mando de Pedro de Ursua y


400 hombres. También iban Inés de Atienza, concubina de Ursua y Elvira la hija de Aguirre.
Pasaron muchos meses navegando el río Marañón sin encontrar nada. Lo que aprovechó
Aguirre para iniciar un motín en el que mató a Ursua y más tarde a Inés.

En 1561 llega a la Isla de Margarita y envía una carta llena de agravios al Rey de España
Felipe II firmandola como "El Peregrino y Príncipe de La Libertad."
Antes de irse de Margarita mató al Gobernador Villadrando y 50 hombres mas por Garrote.
La forma de ejecución por estrangulamiento que prefería.

De la Isla llegó a Valencia del Rey, donde hizo otra masacre. El conquistador Rodrigo Suárez
salió a enfrentarlo, pero fue vencido por los hombres de Aguirre.

De Valencia fue a Barquisimeto. Pero sus seguidores no soportaban más sus crueldades y
fue ejecutado por dos de sus "Marañones", como él los llamaba, al mando de Diego García
de Paredes.

Antes de morir, Aguirre mató a su hija Elvira, que siempre lo había acompañado. Y mientras
la apuñalaba le dijo: "Te mato para que no seas colchón de hombres ruines"

El cuerpo de Lope de Aguirre fué descuartizado. Y sus restos esparcidos para alimentar
perros hambrientos. Su cabeza expuesta en una jaula en la población de El Tocuyo.

Por esto es un acto curioso y controversial, que sabiendo está historia de terror, Simón
Bolivar haya dejado una carta donde escribió las siguientes palabras: "La rebelión de Lope
de Aguirre fué la primera declaración de Independencia de una región de América."
Vicente Amezaga

Compilacion Edicion y Publicacion


Xabier Iñaki Amezaga Iribarren
Editorial Xamezaga
La Memoria de los Vascos en Venezuela
Catalogo de Obras (995)
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