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TEORIA GENERAL DEL CONTRATO. (págs.

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SUMARIO:
1. Dimensión Social, Económica y Política del Contrato.
2. Dimensión Jurídica del Contrato.
3. Contrato en la Teoría General del Derecho.
3.1 En la Teoría General de los Hechos y Actos Jurídicos.
3.2 En la Teoría General de las Obligaciones.
4. Definición y ubicación metodológica del Contrato en el CCyC.
5. Regulación de los Contratos en el CCyC.
5.1 Método.
5.2 Contenido.
5.3 Delimitación.
5.3.1 Contratos y Derechos Personalísimos.
5.3.2 Contratos y Relaciones Familiares.
5.3.3 Contratos y Derechos Reales.
5.3.4 Contratos y Derechos Hereditarios.
5.3.5 Contratos en el Derecho Administrativo.
6. Articulación del Derecho Constitucional y el Derecho Contractual.
7. Disposiciones Generales de los Contratos en el CCyC.
7.1 Definición.
7.2 Autonomía de la voluntad.
7.3 Fuerza obligatoria.
7.4 Buena fe.
7.5 Derecho de Propiedad.
8. Elementos del concepto de contrato.
9. Marco regulatorio. Prelación Normativa e Interpretación.

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Eduardo Barbier.
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1. Dimensión Social, Económica y Político.
El desarrollo de las personas en un contexto social supone un proceso de
intercambio de bienes y servicios. Es una expresión natural del desarrollo humano
básico.
La vida de relación desde los albores de la civilización se ha nutrido del
intercambio y la colaboración, utilizando como eje del vínculo al contrato, aún sin
demasiada consciencia e incluso con una aprehensión difusa de su formulación
dogmática.
El desarrollo personal necesita inevitablemente proveerse de recursos para
sostenerse y desarrollarse; en ése propósito debe vincularse con quienes pueden
contribuir para ello. Ese vínculo social demanda a su tiempo la certeza de los
compromisos que recíprocamente se deben las partes.
Desde esa perspectiva el contrato es un vehículo de desarrollo social, en
cualquiera de sus niveles, desde los más simples a los más complejos, los de menor
entidad a los más significativos; su utilización es universal y espontánea, al punto de
naturalizar su presencia sin advertir que sostiene en buena medida los actos materiales e
intelectuales que se anudan en el tejido social.
No es casual que los Estados modernos se hayan integrado incluso a partir de la
idea de la existencia de un “contrato social”.
Va de suyo que al mismo tiempo el contrato es un vehículo de intercambio
económico; la demanda de recursos y la posibilidad de satisfacerlo reposan sobre aquél.
La economía en rigor funciona gracias a los contratos; a partir de la adjudicación
de riesgos e incentivos.
Revela al propio tiempo la adscripción a un modelo de políticas públicas
apegadas a las libertades personales, la tutela del derecho de propiedad y el orden
público.
Es un instrumento de generación y distribución de riqueza, de la producción y el
consumo.
Esa realidad social y económica fue capturada por el ordenamiento jurídico aún
desde distintos enfoques; sea desde la verificación del intercambio, sea desde el
reconocimiento de un ámbito de autonomía de la voluntad personal del que fluye la
aptitud negocial.

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En cualquier caso la imposibilidad de atrapar todas las vicisitudes de las
relaciones negociables han impuesto la necesidad de establecer reglas generales para
integrar, incluso sustituir, las reglas que se dan las partes del intercambio o las que
derivan de la naturaleza del mismo.
Allí se esboza la teoría general del contrato inscripta dentro de la teoría general
del derecho.

2. Dimensión Jurídica del Contrato.


La negociación de recursos fue capturada primariamente por el ordenamiento
jurídico como un intercambio de prestaciones, a partir de la cual el derecho impone que
quien recibe una prestación le corresponde una carga equivalente. Desde ese enfoque el
contrato tenía una descripción objetiva, siendo el acuerdo de voluntades una
circunstancia accesoria.
El intercambio como derivación de la libertad cosustancial de hacerlo o no,
evolucionó hacia una ampliación de esa prerrogativa, delimitando los recíprocos
derechos y obligaciones e incluso estableciendo las legitimaciones de la exigencia de
una de las partes, como la obligatoriedad de la prestación del otro.
A partir de allí la autonomía de la voluntad fue ocupando el lugar destacado del
intercambio al punto de otorgarle fuerza vinculante; de dónde el intercambio dejó de ser
la causa de los respectivos derechos y obligaciones de las partes, para ser consecuencia
del consentimiento como expresión de aquella autonomía privada.
La concepción de contrato como un acuerdo de voluntades para regular derechos
fue recepcionada de modo generalizado en los Códigos modernos de Derecho
Continental, incluido nuestro Código Civil.
De su lado el Derecho del Common Law continuó apegado en buena medida al
enfoque original, de modo que allí el contrato es sustancialmente una relación de
cambio como expresión de una acción voluntaria, dónde al otorgamiento de una
prestación le corresponde la obligación de retribuirla con otra prestación.
El apego del Derecho Continental a la Teoría del Contrato fundado en la
autonomía de la voluntad como fuente de derechos y obligaciones en alguna medida se
resintió frente a los desequilibrios propios de relaciones heterogéneas que
menoscababan el equilibrio y la reciprocidad contractual por lo que el enfoque subjetivo
fue incorporando factores de corrección.

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El CCyC sostiene el enfoque consensualista en el artículo 957 en tanto el
contrato es el acto jurídico mediante el cual dos o más partes manifiestan su
consentimiento para crear, regular, modificar, transferir o extinguir relaciones jurídicas
patrimoniales; agregando el artículo 959 CCyC que todo contrato válidamente celebrado
es obligatorio para las partes; sosteniendo como criterio de interpretación “la naturaleza
y la finalidad del contrato” (artículo 1065 inc. c) CCyC), en una secuencia coherente
con los criterios previstos para la interpretación de la ley (art. 2 CCyC), pero
estrechando el puro consensualismo en los contratos por adhesión al descalificar las
“cláusulas que desnaturalizan las obligaciones del predisponente” (artículo 988 inc. a)
CCyC y regulando como una fragmentación del género contractual a los contratos de
consumo (artículo 1092 al 1122 CCyC) dónde se diluye la autonomía de la voluntad
como pieza central de la fuerza vinculante.

3. Contrato en la Teoría General del Derecho.


El epicentro de la civilización es el ser humano; luego se expande su evolución
con sus vínculos primarios y sus relaciones sociales. El proceso civilizador se nutre de
la convivencia y del intercambio.
Esa expansión demanda el establecimiento de reglas de convivencia, que se
diseñan, se establecen y se ordenan en el derecho positivo. La vastedad de los ámbitos
de regulación se estratifican en categorías o especies, regulando dos troncales: el
derecho público y el derecho privado; estas especies ontológicas reconocen a su vez
categorías aún más específicas.
A partir del ser humano, su personalidad, sus relaciones familiares y sociales,
económicas, políticas, incluso ambientales se ordenan esas categorías, sólo para emplear
un método que permitan hacer posible aquel propósito ordenador.
En cualquier caso el Derecho refiere a supuestos que se vinculan con las
personas humanas; esos supuestos se identifican desde un núcleo primario al cual
adjudicarle consecuencias.
Ese proceso es el que describe la Teoría de los hechos y de los actos jurídicos.
Dentro de ellas se inscribe a su tiempo la Teoría General de los Contratos.
3.1 En la Teoría General de los Hechos y Actos Jurídicos.

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Sucede que el Contrato es un hecho jurídico, humano, voluntario, lícito, con un
fin inmediato; generador de obligaciones que debe satisfacerse y su incumplimiento
debe reparase.
Esa secuencia es la que describe una construcción dogmática que ordena la
regulación de un fenómeno humano.
En efecto, la Teoría de los hechos jurídicos y de los actos jurídicos identifica y
describe dentro del género de los múltiples acontecimientos y situaciones de la realidad,
aquellos a los que les asigna la producción de consecuencias jurídicas, para distinguirlos
de aquellos a los que no le asigna esa generación.
Los hechos a los que no se le adjudica la producción de consecuencias jurídicas,
son “los simples hechos”.
La asignación de efectos jurídicos es complejo, allí concurren hechos de la
naturaleza y hechos humanos.
El CCyC lo expone en el artículo 257, “el hecho jurídico es el acontecimiento
que, conforme el ordenamiento jurídico, produce el nacimiento, modificación o
extinción de relaciones o situaciones jurídicas”.
El hecho humano puede ser voluntario o involuntario; es voluntario el ejercido
con discernimiento, intención y voluntad, que se manifiesta por un hecho exterior
(artículo 260 CCyC). Involuntario es aquél realizado sin discernimiento (artículo 261
CCyC). Sea voluntario o involuntario será lícito o ilícito; en el Código se denomina
simple acto lícito la acción voluntaria no prohibida por la ley, de la que resulte alguna
adquisición, modificación o extinción de relaciones o situaciones jurídicas (artículo 258
CCyC).
Los simples actos lícitos producen sus efectos por disposición legal; son los
comportamientos permitidos por la ley sin un contenido específico siendo esta su
distinción con el acto jurídico ya que carecen de una finalidad específica, siendo
indiferente la vocación de su productor.
De tal forma en los simples actos lícitos resultan indiferentes las normas
relativas a los vicios o ineficacias de los actos jurídicos.
El acto jurídico es el acto voluntario lícito que tiene por fin inmediato la
adquisición, modificación o extinción de relaciones o situaciones jurídicas (artículo 259
CCyC).
En el acto jurídico los sujetos regulan sus intereses orientados hacia un propósito
concreto que debe además ser lícito. Ese propósito es producir efectos jurídicos ya no

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diseñados por el ordenamiento, pero que no pueden contradecirlo, en su defecto operan
las nulidades.
El acto jurídico puede ser unilateral o bilateral. Los unilaterales son aquellos
que se perfeccionan con una única e idéntica legitimación; es simple cuando participa
una sola persona y complejo cuando participan varias. Supuestos de actos unilaterales
con varias personas son los actos complejos, los colectivos y los colegiados.
Los actos jurídicos bilaterales son aquellos donde concurren dos o más personas
con distintas legitimaciones, con intereses divergentes.
Son actos jurídicos bilaterales las convenciones, los pactos, los contratos; la
diferencia radica en su objeto según puede ahora inferirse del CCyC, no obstante que
históricamente no reconocían diferencias explícitas. Así la convención aparecía como
el género, los contratos como la especie y los pactos como una parte de estos últimos.
Ahora el CCyC refiere por ejemplo a las “convenciones matrimoniales” como
los acuerdos que pueden celebrar los futuros cónyuges con relación únicamente a
determinados objetos (artículo 446 CCyC). Los “pactos de convivencia” también
referidos a cuestiones patrimoniales se extienden a otras extrapatrimoniales (artículo
514 CCyC).
De otra parte los pactos aparecen como cláusulas contractuales accesorias, con el
fin de modificar sus efectos naturales, por caso el pacto de preferencia (artículo 997
CCyC), el pacto de reventa (artículo 1164 CCyC). No tienen en consecuencia la
amplitud de los contratos en cuanto se ocupan de aspectos particulares de relaciones
jurídicas.
El contrato es un acto jurídico bilateral, dado que concurren dos o más personas
con distintas legitimaciones y causado, en tanto refiere a un fin específico, crear,
regular, modificar, transferir o extinguir relaciones jurídicas.
3.2 En la Teoría General de las Obligaciones.
Las obligaciones en general reconocen, así como antes los hechos y actos
jurídicos, una regulación sistémica que comienza con un concepto dogmático.
La obligación es una relación jurídica en virtud de la cual el acreedor tiene
derecho a exigir del deudor una prestación destinada a satisfacer un interés lícito y, ante
el incumplimiento, a obtener forzadamente la satisfacción de dicho interés (artículo 724
CCyC).
La definición destaca armónicamente las notas esenciales, donde aparece el
débito y la responsabilidad como tramos de una misma relación jurídica.

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Luego, en razón de la regulación del acto jurídico como un género, en el que se
incluyen las disposiciones generales del objeto y la causa; en la regulación de las
obligaciones – y luego en los contratos – se incluyen normas de carácter específico.
En las obligaciones se sostiene que no hay obligación sin causa, es decir, sin
que derive de algún hecho idóneo para producirla, de conformidad con el ordenamiento
jurídico (artículo 726 CCyC). Se trata de la caracterización de la “causa fuente”.
Son fuentes en general de las obligaciones “Los Contratos” regulados en el
Título Segundo, Libro Tercero de los Derechos Personales. También lo son las
ordenadas en el Título V, “Otras Fuentes de las Obligaciones”: Responsabilidad Civil,
Gestión de Negocios, Empleo Util, Enriquecimiento sin Causa, Declaración Unilateral
de la Voluntad, Título Valores.
El contrato es una de las fuentes de las obligaciones, ya que es un acto jurídico
bilateral que crea, modifica o extingue derechos obligacionales creditorios.

4. Definición y ubicación metodológica del contrato en el CCyC.


Define el CCyC al contrato como el acto mediante el cual dos o más partes
manifiestan su consentimiento para crear, regular, modificar, transferir o extinguir
relaciones jurídicas o patrimoniales (artículo 957).
El contrato según se lo define se perfecciona si las partes alcanzan un acuerdo a
través del consentimiento.
El contrato ya no refiere, como el hecho y el acto jurídico a la “situación
jurídica”, siendo esta una posición que otorga el ordenamiento a una persona en relación
a otra o a un bien. Si refiere la definición de contrato a la “relación jurídica” en tanto se
establece un vínculo entre una persona y otra; típica expresión del derecho personal para
diferenciarse del derecho real referido a la relación entre una persona y un bien.
Ese vínculo contractual está referido a prestaciones patrimoniales, sean derechos
personales, reales o intelectuales.
Se trata siempre de actos entre vivos, generador de obligaciones en tanto al
“crear” refiere al otorgamiento de un derecho a una persona; “regular” refiere a la
fijación de pautas de comportamiento para el ejercicio de prerrogativas y deberes;
“modificar” refiere a las contingencias entre el nacimiento y extinción de una relación
jurídica; “transferir” refiere al cambio subjetivo sin alterar la estructura de la relación

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jurídica ni su contenido y finalmente “extinguir” refiere a la pérdida de un derecho sin
que exista transmisión.
El CCyC es el centro del ordenamiento jurídico referido al derecho privado y
establece reglas generales para todo el sistema. Lo hace teniendo la persona humana
como el centro del sistema desde el comienzo de su existencia, su capacidad, su
desenvolvimiento, sus relaciones de familia, su relación con otras personas y con las
cosas, su extinción y en su proyección en los aspectos sucesorios.
El contrato se ubica espacialmente en el centro de la actividad humana como la
expresión activa de su vida de relación patrimonial. Esa secuencia de alguna manera
influye sobre la ubicación metodológica del contrato en el CCyC.
Así el CCyC se estructura con un Título Preliminar; el Libro Primero “Parte
General” donde se ocupa de la Persona Humana, de la Persona Jurídica, de los Bienes,
de los Hechos y Actos Jurídicos y de la Transmisión de los Derechos; el Libro Segundo
“Relaciones de Familia”, del Matrimonio, del Régimen Patrimonial del Matrimonio, del
Régimen de Uniones Convivenciales; el Libro Tercero de los Derechos Personales se
ocupa de las Obligaciones en general y dentro de ellas de los Contratos; el Libro Cuarto
de los Derechos Reales; el Libro Quinto de la Transmisión de los Derechos por causa de
muerte y el Libro Sexto de las Disposiciones Comunes a los Derechos Personales y
Reales.

5. Regulación de los Contratos en el CCyC.


Dentro del Libro de los Derechos Personales y a continuación de las
Obligaciones en General el Código se ocupa de la principal fuente de las obligaciones:
de los Contratos como una especie de los actos jurídicos.
5.1 Método.
El objeto regulatorio ha merecido una especial consideración en orden a las
distinciones y al modo en que se presentan para desarrollar un sistema consistente.
A propósito se ha destacado que una posibilidad consistía en regular el contrato
discrecional y dedicar algunos artículos relativos a los efectos que considere la temática
de los vínculos de consumo. Como alternativa contraria se describió la posibilidad de
establecer una regla que aplica el principio protectorio de modo general como si todos
los contratos fuesen de consumo; a lo que se agregó críticamente que ese enfoque es
inconveniente ya que se distorsiona gravemente el sistema y sería por ejemplo

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inadecuado aplicar este régimen a la contratación entre empresas. Tampoco puede
seguirse un criterio cuantitativo que lleve a la conclusión de que, si se celebran más
contratos de consumo, estos constituyen la regla general. Se agrega que la
diferenciación es argumentativo, valorativa y basada en principios.
Se advierte además que en la jurisprudencia, el principal problema es que se
terminan aplicando principios protectorios de la tutela del consumidor a los contratos de
empresas, con deterior de la seguridad jurídica.
En orden a esos fundamentos se concluyó que, corresponde regular los contratos
de consumo atendiendo a que no son un tipo especial más (ejemplo: la compra venta), si
no una fragmentación del tipo general de contratos, que influye sobre los tipos
especiales (ejemplo: compra venta de consumo), y de allí la necesidad de incorporar su
regulación en la parte general (Fundamentos, “Problemas de regulación”, en Contratos
en General).
El Código ha establecido un sistema que ha quedado ordenado de la siguiente
manera:
 Contratos discrecionales: en ellos hay plena autonomía privada.
 Contratos celebrados por adhesión: cuando se demuestra que hay una
adhesión a cláusulas generales redactadas previamente por una de las partes, hay una
tutela basada en la aplicación de éste régimen.
 Contratos de consumo: cuando se prueba que hay un contrato de
consumo, se aplica el Título III, sea o no celebrado por adhesión, ya que este último es
un elemento no tipificante.
Al tratar los Contratos en General el Código establece disposiciones comunes a
todo el género, que ya no responde a las categorías tradicionales, sino a criterios
económicos y jurídicos con especial referencia a los procesos de cambio, de producción
y de consumo de bienes y servicios.
Allí se regulan tanto los contratos civiles como los contratos comerciales.
Para los Contratos en General se establecen:
Disposiciones Generales; Clasificación de los Contratos; Formación del
Consentimiento, incluyendo los Contratos celebrados por Adhesión a Cláusulas
Generales Predispuestas como expresión diversa del consentimiento clásico; la
Incapacidad e Inhabilidad para Contratar; Objeto; Causa; Forma; Prueba; Efectos;
Interpretación; Subcontrato; Contrato Conexo; Extinción, Modificación y adecuación
del Contrato.
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Luego los Contratos de Consumo, como una fragmentación del tipo general de
contratos que influye sobre los tipos especiales que se regulan luego.
Los Contratos en Particular: Compraventa; Permuta; Suministro; Locación;
Leasing; Obra y Servicios; Transporte; Mandato; Consignación; Corretaje; Depósito;
Bancarios; Factoraje; Celebrados en Bolsa o Mercado de Comercio; Cuenta Corriente;
Asociativos; Agencia; Concesión; Franquicia; Mutuo; Comodato; Donación; Fianza;
Renta Vitalicia; Juego y Apuesta; Cesión de Derechos; Cesión de la Posición
Contractual; Transacción; Arbitraje y Fideicomiso.
De estos, los Contratos Bancarios y los Contratos Asociativos se ordenan con
Disposiciones Generales para luego tratar los Contratos en Particular, de modo de
describir un funcionamiento sistémico para cada grupo.
Finalmente, se establecen las Disposiciones de Derecho Internacional Privado
para los Contratos en General (artículos 2650 y 2653 CCyC) y para los Contratos de
Consumo (artículos 2654 y 2655 CCyC).
5.3 Delimitación.
La caracterización del contrato como una especie de los actos jurídicos obliga a
distinguirlo de otros de la misma naturaleza pero de diverso contenido.
5.3.1 Contratos y Derechos Personalísimos.
Son Derechos Personalísimos el derecho a la vida, a la libertad personal, al
honor, a la intimidad, a la imagen e identidad.
Son caracteres propios la extrapatrimonialidad, intransmisibilidad,
imprescriptibilidad e irrenunciabilidad. De estos caracteres como regla resulta que los
Derechos Personalísimos no pueden ser objeto de un contrato.
No obstante establece el CCyC que el consentimiento para la disposición de los
derechos personalísimos es admitido si no es contrario a la ley, a la moral y a las buenas
costumbres (artículo 55 CCyC). Son admitidos los actos de disposición sobre el propio
cuerpo para el mejoramiento de la salud de la persona y excepcionalmente de otra
(artículo 54 CCyC); para investigaciones en seres humanos con el consentimiento
previo, libre, escrito, informado y específico de la persona que participa en la
investigación (artículo 58 CCyC); para actos médicos e investigaciones en salud
(artículo 59 CCyC), también para las directivas médicas anticipadas (artículo 60 CCyC)
y las disposiciones relativas al propio cuerpo para después de la muerte (artículo 61
CCyC).

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Los actos referidos aun siendo autorizados son inherentes a la persona humana, a
su personalidad y a su espacio vital, por tanto ajenos al objeto de una contrato. A
propósito establece el artículo 17 CCyC que “los derechos sobre el cuerpo humano o sus
partes no tienen valor comercial, sino afectivo, terapéutico, científico, humanitario o
social y sólo pueden ser disponibles por su titular siempre que se respeten alguno de
esos valores y según dispongan las leyes especiales”.
5.3.2 Contratos y Relaciones Familiares.
Como regla general las relaciones de familia en las cuales se colocan las
personas, son “situaciones jurídicas” reguladas por la ley y a las cuales aquellas se
someten con una manifestación de voluntad, sin que quepa identificarla con el
consentimiento contractual, como expresión de la autonomía privada, ni que en
consecuencia constituya un contrato.
No obstante se advierte en el CCyC cierta asimilación al régimen contractual al
admitir la posibilidad de adoptar por un régimen de separación de bienes en el
matrimonio (artículo 505 y 510 CCyC) o de celebrar pactos de convivencia (artículo
513 y 516 CCyC).
5.3.3 Contratos y Derechos Reales.
El contrato es fuente de derechos personales de naturaleza obligacional; pueden
no obstante ser el título para la constitución, transmisión o extinción de derechos reales;
la regulación de estos derechos en cuanto a sus elementos, contenidos, adquisición,
constitución, modificación, transmisión, duración y extinción es establecida solo por la
ley. Más aun es nula la configuración de un derecho real no previsto en la ley o la
nulificación de su estructura (artículo 1884 CCyC). Por caso en la compra venta de un
bien inmueble el contrato es el título, la tradición es el modo y la inscripción registral la
publicidad que produce efectos frente a terceros.
Sin embargo los derechos reales de garantía sólo pueden ser constituidos por
contrato, celebrado por los legitimados y por las formas que la ley indica para cada tipo
(artículo 2185 CCyC).
5.3.4 Contratos y Derechos Hereditarios.
Siendo el contrato un acto entre vivos, esto es que no depende su eficacia de la
muerte de unas de las partes, quedan excluidas de su caracterización las disposiciones
patrimoniales de última voluntad, típicamente el testamento.

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Establece el artículo 1010 CCyC “la herencia futura no puede ser objeto de los
contratos ni tampoco pueden serlo los derechos hereditarios eventuales sobre objetos
particulares”.
Excepción hecha de “las disposiciones legales expresas que lo autorizan” o “los
pactos relativos a una explotación productiva o a participaciones societarias de
cualquier tipo, con miras a la conservación de la unidad de gestión empresarial o a la
prevención o solución de conflictos, pueden incluir disposiciones referidas a futuros
derechos hereditarios y establecer compensaciones a favor de otros legitimarios. Estos
pactos son válidos, sean o no parte el futuro causante y su cónyuge, si no afectan la
legítima hereditaria, los derechos del cónyuge, ni los derechos de terceros”.
5.3.4 Contratos en el Derecho Administrativo.
El contrato administrativo es aquél en el cual participa la Administración Pública
y tiene por objeto una prestación de utilidad pública; a partir de esas notas
caracterizantes se admiten a favor de la administración ciertas prerrogativas extrañas
por definición al contrato de derecho privado.
Distinto es el supuesto de contratos celebrados por algunas de las expresiones
jurídicas de la Administración Pública que tienen por objeto, derechos propios del
derecho privado, por regla cuando no responden a supuestos de utilidad pública. En
este supuesto, no obstante la distinción, son aplicables disposiciones típicas del derecho
privado, por caso la resolución por incumplimiento, la revisión por causas externas, la
revisión por la frustración de fin del contrato, entre otras.

6. Articulación del Derecho Constitucional y el Derecho


Contractual.
Desde una visión clásica podríamos enfocar la relación entre el Derecho
Constitucional y el Derecho Privado, desde la supremacía del primero sobre el segundo,
circunstancia que aun manteniendo su validez oscila hacia un proceso de integración
donde las disposiciones se complementan articulando un sistema coherente.
A partir de aquél principio estable el artículo 1° del CCyC que “Los casos que
este Código rige deben ser resueltos según las leyes que resulten aplicables, conforme
con la Constitución nacional y los tratados de derechos humanos en los que la República
sea parte”.

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La remisión obligada hacia la ley fundamental se impone atendiendo a su diseño
original focalizada en la libertad de las personas y el respeto a la propiedad privada,
pilares centrales del derecho privado. De hecho desde este ámbito pasaron al derecho
constitucional siendo reconocidos como derechos fundamentales para la organización
nacional en un marco de convivencia y respeto generalizado.
La visión evolucionada de la función social de la propiedad, el desarrollo
heterogéneo de las personas y la renovada demanda de la sociedad para arbitrar desde el
poder público las desigualdades funcionales, introdujeron nuevos paradigmas orientados
a la tutela del desarrollo personal, el derecho del trabajo y la seguridad social.
Más recientemente la protección general del sistema económico, la protección
del consumidor, la protección del ambiente, ampliaron los límites de los derechos
fundamentales y dilataron sus alcances con la incorporación de los principios
ecuménicos traídos por los tratados de derechos humanos.
Otra vez, alguno de esos principios nutrieron a la Constitución Nacional desde el
derecho privado patrimonial; primero a partir de la reforma del Código Civil al
reconocer la diversidad funcional de las personas y la instrumentación de mecanismos
correctivos: la lesión, el ejercicio regular de los derechos y la imprevisión han sido los
más destacados ejemplos (Nicolau, página 39); otros derivados de leyes especiales, la
ley de defensa de la competencia y la ley de defensa del consumidor. Ahora con la
expresión hacia a la protección del ambiente y a los derechos colectivos en general
(artículo 14 CCyC).
Los derechos patrimoniales expuestos centralmente desde el derecho contractual,
a trabajar, a ejercer toda industria lícita, a asociarse, a transitar, a la vivienda digna, a la
propiedad privada (artículo 14 y 14 bis de la CN), se redefinieron tutelando el ejercicio
individual de los derechos personalísimos aun desde categorías novedosas:
consumidores, pacientes, educandos.
El amparo constitucional ya no remite a un contexto de convivencia social en
abstracto o genérico, lo contextualiza con el medio y las nuevas expresiones de
relacionamiento: el mercado, las tecnologías, el ambiente.
La tutela reconoce además una dimensión diversa al incorporar las acciones
colectivas, en particular para alcanzar con eficacia la tutela de los derechos humanos y
el ambiente (artículo 41 y 42 de la CN). Se anuda la tutela constitucional con el artículo
240 del CCyC.

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En suma la Constitución Nacional y el derecho privado consagran la autonomía
privada desde una nueva perspectiva articulada con los pilares básicos del sistema
jurídico, social y económico, que reedita el CCyC en el orden contractual.

7. Disposiciones Generales de los Contratos en el CCyC.


7.1 Definición.
El CCyC define al contrato en el artículo 957 y luego incorpora algunos
principios jurídicos que constituyen la base sobre la cual reposa la noción dogmática: la
libertad de las partes para celebrar y configurar el contenido del contrato dentro de los
límites impuestos por la ley y el orden público; la fuerza obligatoria mediante la cual el
contrato válidamente celebrado es obligatorio para las partes; la buen fe en la
celebración, interpretación y ejecución del contrato.
Se tratan de “principios específicos” en materia contractual que se alinean con el
método y el contenido general del mismo Código cuando enuncia en el Título
Preliminar “los principios generales”, fundamentales del derecho privado en línea con la
Constitucional Nacional y los tratados de derechos humanos. Se alinean en ese Título
para el ejercicio de los derechos: la exigencia de la buena fe, el ejercicio regular de los
derechos y la vigencia del orden público (artículos 9, 10 y 11 CCyC).
7.2 Autonomía de la voluntad.
Volviendo a los principios específicos en materia contractual:
La autonomía de la voluntad, en cuanto establece el artículo 958 CCyC bajo la
caracterización “libertad de contratación” que las partes son libres para celebrar un
contrato y determinar su contenido, dentro de los límites impuesto por la ley, el orden
público, la moral y las buenas costumbres.
Es un principio general del derecho, de fuente constitucional que da derecho a
contratar o no hacerlo; comprende además la de elegir al cocontratante y la libertad
contractual que da derecho a determinar el contenido del contrato, incluso adopta el tipo
contractual, establecer variantes de él o crear otros.
La autonomía de la voluntad es la expresión genérica del modelo contractual
clásico, o discrecional. Allí la autonomía de la voluntad tiene poder jurígeno, permite
establecer las reglas a las cuales se someterán las partes para alcanzar el resultado
proyectado; tanto que las normas legales relativas a los contratos son supletorias de la
voluntad de las partes (artículo 962 CCyC).

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La regla se reciente frente a supuestos de desigualdad estructural o funcional;
entre las primera la posición de los cocontratantes en el mercado: proveedores y
consumidores, empresas de distinta dimensión: grandes y pequeñas; proveedores y
usuarios de servicios públicos o monopólicos. Entre los segundos los contratos
celebrados por adhesión a cláusulas generales predispuestas.
Para atenuar las distorsiones derivadas de la regla, la autonomía de la voluntad
reconoce límites y excepciones.
Las excepciones están dadas por el carácter indisponible de las normas legales
cuando ello resulte de su modo de expresión, de su contenido o de su contexto (artículo
962 CCyC).
Los límites son los impuestos por la ley, el orden público, la moral y las buenas
costumbres. Supuestos previstos por la ley son los de objeto o de causa ilícita.
Supuestos de orden público son los principios que tienden a preservar del mejor modo
una convivencia sin tensiones: la tutela en la formación del consentimiento, la tutela de
la parte débil de la relación, la sociabilidad del contrato en cuanto sea compatible con la
política económica y social del Estado. El orden público económico de dirección y de
coordinación. A propósito el artículo 12 de CCyC prescribe que las convenciones
particulares no pueden dejar sin efecto las leyes en cuya observancia esté interesado el
orden público.
7.3 Fuerza obligatoria.
Correlato de la libertad de contratar y de determinar su contenido, ajustado a los
límites que impone la ley, el orden público, la moral y las buenas costumbres, no puede
sino concluirse en el efecto vinculante de esa autonomía; así “todo contrato válidamente
celebrado es obligatorio para las partes” (artículo 959 CCyC).
Las partes, como consecuencia del ejercicio de aquel derecho, corregido o
adecuado a los límites que eventualmente surgen de los estándares previstos por el
ordenamiento, están obligados en los términos del contrato, su contenido sólo puede ser
modificado o extinguido por acuerdo de partes en los supuestos que la ley lo prevé
(artículo 959 CCyC) y los jueces no pueden modificar sus estipulaciones, excepto a
pedido de una de las partes o cuando lo autoriza la ley, o de oficio cuando se afecta el
orden público (artículo 960 CCyC).
7.4 Buena fe.

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La buena fe contractual es reflejo del principio general establecido por el Código
en el Título Preliminar cuando establece en el artículo 9 que “los derechos deben ser
ejercidos de buena fe”.
De modo puntual establece el artículo 961 CCyC “los contratos deben celebrase,
interpretarse y ejecutarse de buena fe”.
De modo genérico la buena fe describe un comportamiento correcto en la
actividad jurídica; desde una perspectiva objetiva implica una regla de obrar con
honestidad, rectitud y lealtad. Se trata de un comportamiento debido y por tanto
exigible.
Desde un enfoque subjetivo describe la convicción de estar actuando
legítimamente; es la buena fe creencia y es el antecedente para adquirir un derecho,
generalmente derechos reales.
La parte final del artículo 961 CCyC refiere a un supuesto de buena fe creencia,
caracterizando a quien se obliga “con los alcances en que razonablemente se habría
obligado un contratante cuidados y previsor”.
La regla de la buena fe derrama su influencia sobre todo el proceso contractual
desde la celebración e interpretación hasta su ejecución. Alcanza las tratativas
contractuales para no frustrarlas injustificadamente (artículo 991 CCyC); es criterio de
interpretación (artículo 1061 CCyC) y de ejecución del contrato (artículo 961 CCyC).
De modo particular influye sobre la ejecución contractual en tanto limita el ejercicio de
los derechos que de él emerge, excluye la responsabilidad de ciertas conductas que
genéricamente podrían considerarse ilícitas y es fuente de deberes secundarios de
conducta, entre otros el deber de colaboración, de información, de confidencialidad, de
custodia, de protección, de seguridad, de lealtad.
7.5 Derecho de Propiedad.
En otra articulación del principio general del derecho y la teoría general del
contrato, el artículo 965 del CCyC ha incorporado la regla que “los derechos resultantes
de los contratos integran el derecho de propiedad del contratante”; en sintonía simétrica
con el artículo 17 de la CN en cuanto a la propiedad es inviolable y ningún habitante
puede ser privado de ella, sino en virtud de sentencia fundada en ley”. Esta enunciación
es comprensiva de los derechos subjetivos emergentes de un contrato.
Esta es la interpretación consolidada por los precedentes de la CSJN al sostener
que el vocablo propiedad empleado por la Constitución comprende todos los intereses
apreciables que un ser humano puede poseer fuera de sí mismo, fuera de su vida y de su

16
libertad. Todo derecho que tenga un valor reconocido como tal por la ley, sea que se
origine en las relaciones privadas, sea que nazca de actos administrativos, integra el
concepto constitucional de propiedad a condición, de que su titular disponga de una
acción contra cualquiera que intente interrumpirlo en el goce del mismo. 2

8. Elementos del concepto de contrato.


La definición del contrato en el CCyC identifica los elementos que lo integran,
para que exista como tal y a partir de lo cual puede válidamente asignarse efectos
jurídicos obligatorios.
La identificación de los elementos del contrato es una necesidad normativa
aunque no estén enunciados de ese modo en el CCyC, sino que resultan de su
definición.
Es elocuente la fórmula del artículo 957 CCyC: “contrato es el acto jurídico
mediante el cual dos o más partes manifiestan su consentimiento para crear, regular,
modificar, transferir o extinguir relaciones jurídicas patrimoniales”.
La caracterización del contrato como un acto jurídico nos exime de indagar
acerca de los presupuestos que lo preceden y que por tanto se entienden incorporados en
la configuración del contrato; por caso la presencia de los sujetos, la capacidad genérica
para obrar y disponer, la declaración de la voluntad y la intención.
Son así elementos esenciales del tipo general del contrato ya preconfigurado
como un acto jurídico: el consentimiento, la causa y el objeto específico.
Son requisitos o elementos del tipo especial los que establecen el legislador o la
costumbre para su configuración.
Los elementos son distintos de los efectos.
Los elementos naturales son los que el legislador ha previsto como propios de
una categoría o especie. Son previstos para un modelo de contrato y tienen carácter
supletorio de la voluntad de las partes en su diseño negocial. Como regla pueden ser
dejados de lado por las partes.
Los elementos accidentales son aquellos que no han sido programados por el
legislador pero pueden ser incorporados por las partes, sin que por ello se desdibujen las
notas típicas del modelo; por caso la condición, el plazo, la cláusula penal entre otras.

2
CSJN, Fallos 145:307.

17
Los elementos esenciales integran siempre el contrato; los elementos naturales y
accidentales están presentes o no por disposición legal, por las costumbres y por las
circunstancias personales, sociales y económicas que circundan al contrato. Así, por la
condición especial de los agentes del contrato que supone una confianza especial.
Las circunstancias que rodean al contrato, de tiempo, de lugar, los hechos
sociales y económicos aun siendo datos de la realidad externa de la declaración de
voluntad de las partes son relevantes frente a los cambios sustanciales que modifican las
bases del negocio, autorizando incluso su revisión.

9. Marco regulatorio. Prelación Normativa e Integración.


La descripción de los elementos de los contratos nos conduce espontáneamente a
indagar sobre los alcances de las disposiciones legales relativas a ellos.
Las caracterización del contrato como expresión de la autonomía de la voluntad
(artículo 958 CCyC) y el carácter de las normas legales, en cuanto “son supletorias a la
voluntad de las partes, a menos que de su modo de expresión, de su contenido, o de su
contexto, resulte de su carácter indisponible” (artículo 959 CCyC) revelan las facultades
de auto regulación de las partes y al propio tiempo de existencia de límites.
Sucede que la delegación del legislador a la prerrogativa de “legislar” la relación
jurídica reconoce al menos dos frentes: las partes pueden auto regularse, al propio
tiempo pueden dejar de lado las normas que con carácter general diseñó el legislador
para contratos de la especie que las partes deciden ordenar según ellos mismos
establecen.
En efecto, el carácter supletorio de la auto regulación se limita a las
disposiciones que el propio legislador les otorga ese carácter. Subsisten en
consecuencia la aplicación de las normas que aun siendo supletorias de la voluntad de
las partes, estas no descartan.
De igual modo prevalecen las normas legales hiperactivas, o las dispositivas en
protección del orden público.
A propósito el Código establece un orden de prelación normativa.
“Cuando concurren disposiciones del Código y de alguna ley especial las normas
se aplican con el siguiente orden de prelación: a) normas indisponibles de la ley especial
y del Código; b) normas particulares del contrato; c) normas supletorias de la ley
especial; d) normas supletorias del Código” (artículo 963 CCyC).

18
Seguidamente ha establecido que “el contenido del contrato se integra con: a) las
normas indisponibles, que se aplican es sustitución de las cláusulas incompatibles con
ellas; b) las normas supletorias; c) los usos y prácticas del lugar de celebración, en
cuanto sean aplicables porque hayan sido declarados obligatorios por las partes o porque
sean ampliamente conocidos y regularmente observados en el ámbito en que se celebra
el contrato, excepto que su aplicación sea irrazonable.” (artículo 964 CCyC).

19
CLASIFICACION DE LOS CONTRATOS. (págs. 28)3

SUMARIO:
1. Importancia del tema.
2. Criterios para la clasificación de los contratos.

3. Contratos de consumo.

4. Los contratos por adhesión a cláusulas predispuestas.

5. La clasificación básica del Código Civil y Comercial.

5. Contratos unilaterales, bilaterales y plurilaterales.

5.1 Importancia de este criterio de clasificación.

5.1.1 Contratos unilaterales.

5.1.2 Contratos bilaterales.


5.1.2.1 Efectos de los contratos bilaterales.
5.1.3 Contratos plurilaterales.
6. Contratos a título oneroso y a título gratuito.
6.1 Importancia de este criterio de clasificación.
6.2 Contratos a título oneroso.
6.3 Contratos a título gratuito.
6.4 Efectos del encuadre de un contrato como oneroso y gratuito.
7. Contratos conmutativos y aleatorios.
7.2 La aleatoriedad como criterio de clasificación.
7.3 Contratos conmutativos.
7.4 Contratos aleatorios.
7.4.1 La aplicación de la imprevisión y del instituto de la lesión a los
contratos aleatorios: imprevisión, lesión.
8. Contratos formales.
8.1 Importancia de este criterio de clasificación.
8.2 Subcategorías de contratos formales.
8.2.1 Contratos formales absolutos.
8.2.2 Contratos formales relativos.

3
Gustavo Caramelo.
20
4.4.1.3 Contratos formales a los efectos probatorios.
9. Contratos nominados e innominados.
9.1 Importancia de este criterio de clasificación.
10. Otros criterios taxanómicos del Código Civil y Comercial.
10.1 Contratos de larga duración.
10.1.1 Importancia de la categoría.
10.1.2 La regulación legal.
10.2 Contratos conexos.
10.2.1 Importancia de la clasificación.
10.2.2 Definición legal.
10.2.3 Relevancia de la causa común.
10.2.4 Requisitos para la existencia de conexidad.
10.2.5 Efectos de la conexidad.
10.3 El subcontrato.
10.3.1 Importancia de la categoría.
10.3.2 Definición legal.
10.3.3 Relaciones jurídicas que pueden ser objeto de subcontratación.
10.3.4 Acciones de las que disponen las partes.
10.3.4.1 Acciones establecidas a favor del subcontratado. Acción directa
contra el contratante principal.
10.3.4.1 a Acciones emergentes del Subcontrato.
10.3.4.1 b Acciones del subcontratante contra el contratante en el contrato
principal.
10.3.4.2 Acciones del contratante.
11. Clasificaciones aparentes.
12. Clasificación de los contratos de acuerdo con sus funciones económicas
y sociales.

1. Importancia del tema:


La clasificación de los contratos tiene dos funciones básicas, pues permite tanto aplicar
criterios preestablecidos para la descripción de un determinado objeto de estudio —en
nuestro caso, un contrato—, como identificar los lineamientos generales a los que podrá

21
ajustarse la conducta de las partes en relación con la ejecución de ese objeto. Por ello
podemos decir que la utilidad de la clasificación de los contratos es tanto epistemológica como
práctica y que por ello su incorporación al Código Civil y Comercial de la Nación resulta de
utilidad para una mejor comprensión de las normas por sus destinatarios.

Es necesario tener presente que el sistema jurídico de nuestro país reconoce a los
particulares la libertad para contratar (art. 19 de la Constitución Nacional y 958 y 1099 del
CCCN), en cuyo ejercicio se pueden celebrar desde contratos simples hasta complejos vínculos
conexos. A menudo lo acordado responde a alguno de los que llamamos “tipos contractuales”,
que son los contratos nominados, las matrices preestablecidas que el ordenamiento jurídico
pone a disposición de las partes para que se ajusten a ellas en la regulación de su vínculo o se
aparten, si lo consideran conveniente, creando un negocio jurídico que se ajuste de mejor
modo a sus necesidades, al que reconocerá validez y exigibilidad en tanto no soslaye normas
indisponibles o afecte los conceptos jurídicos indeterminados y variables de orden público (art.
12 del CCCN) y moral y buenas costumbres (art. 958 del CCCN).

Ya sea que nos encontremos ante uno de los contratos regulados por el legislador o del
fruto de la creatividad jurídica de las partes, el operador jurídico que lo analice deberá
necesariamente tener en cuenta su “clasificación”, pues será a partir de ella que podrá
describir las características del vínculo y evaluar qué efectos podrá producir tanto al tiempo de
la ejecución como al de su extinción, lo que es de enorme importancia al tiempo de estudiar la
forma de abordar un eventual conflicto entre los contratantes.

2. Criterios para la clasificación de los contratos:


Distintos son los criterios, jurídicos o metajurídicos, con los que puede abordarse la
cuestión relativa a la clasificación de los contratos. El Código Civil y Comercial focaliza su
abordaje del tema con una regulación básica, contenida en el capítulo 2, del Título II del Libro
Tercero, donde se enuncian cinco criterios taxonómicos legales; pero en otros tramos del
cuerpo normativo se establecen otras pautas regulatorias, como las referidas a los contratos
celebrados por adhesión a cláusulas predispuestas, a los contratos de consumo, a los contratos
por tiempo indeterminado, a los conexos, etc.

Abordaremos en primer término los criterio legales de clasificación y luego haremos


referencia a la clasificación funcional, que agrupa a los contratos por la función económica o
social que desempeñan, criterio valioso para la siempre necesaria comprensión de la finalidad
para la que puede ser empleada una determinada matriz de negocio jurídico.

3. Contratos de consumo:
Se trata de una categoría en permanente expansión que, por su importancia, tiene una
regulación especial en el código, que ha sido ya objeto de desarrollo en un capítulo de esta
obra, al que remitimos; pero no podemos dejar de mencionarla al considerar el tema relativo a
la clasificación de los contratos, pues la inclusión de un determinado vínculo en ella trae
aparejada la activación y aplicación a él del relevante aparato conceptual que surge del diálogo
de fuentes establecido entre el artículo 42 de la Constitución Nacional, las disposiciones sobre
contratos de consumo contenidas en el Título III del Libro Tercero del Código Civil y Comercial
y en la Ley de Defensa del Consumidor.

Es necesario tener en claro que buena parte de los contratos pueden tener una versión

22
“contrato de consumo” y una versión “contrato paritario” 4. Así, por ejemplo, si una persona
compra una pieza de madera en una carpintería para confeccionar un estante en su casa,
habrá celebrado una compraventa de consumo y le serán aplicables las normas protectorias
que regulan los vínculos de consumo, derivadas de lo establecido en el artículo 42 de la
Constitución Nacional; pero si quien compra madera es un fabricante de mesas y lo hace para
fabricar sus productos, que luego venderá a consumidores, la compra de madera al proveedor
no podrá ser clasificada como un contrato de consumo (art. 1093 del CCCN) y se regirá por las
normas generales de la compraventa, establecidas en el código.

4. Los contratos por adhesión a cláusulas predispuestas:


Según lo define el artículo 984 del CCCN, el contrato por adhesión es aquel mediante el
cual uno de los contratantes adhiere a cláusulas generales predispuestas unilateralmente, por
la otra parte o por un tercero, sin que el adherente haya participado en su redacción.

Como vemos, la adhesión a cláusulas predispuestas es una forma de celebración de los


contratos, pero su empleo en la vida cotidiana y en el mercado se encuentra tan difundido que
se erigen como una categoría contractual que no puede ser soslayada al tiempo de enunciar
los caracteres de determinados contratos.

Los contratos por adhesión pueden emplearse tanto para celebrar contratos de
consumo como contratos negociados entre empresas, pues son el subproducto jurídico de la
contratación masiva derivada de la expansión del mercado en la segunda parte del siglo
pasado. Es habitual que algunos contratos, como los de telefonía celular, seguros o medicina
prepaga, sean al mismo tiempo de consumo y por adhesión, pero ello no es un correlato
inescindible.

La importancia de la identificación de los contratos por adhesión está dada porque es


de aplicación a ellos la regla de interpretación en contra del predisponente y a favor del
adherente, que establece el artículo 987 del CCCN y la invalidación de las cláusulas abusivas,
según lo pauta el artículo 988 del CCCN.

5. La clasificación básica del Código Civil y Comercial:


En la regulación actual todos los contratos son consensuales porque su celebración se
perfecciona por el consentimiento de las partes, alcanzado según las pautas establecidas en los
artículos 971 a 983 del código, en el que no existe ya la categoría de los contratos reales, que sí
contenía el anterior Código Civil, que correspondía a los que recién quedaban concluidos con la
entrega de una cosa5.

5. Contratos unilaterales, bilaterales y plurilaterales:


5.1. Importancia de este criterio de clasificación:
El artículo 966 establece que los contratos son unilaterales cuando sólo una de las partes
se obliga hacia la otra y bilaterales cuando ambas se obligan recíprocamente la una hacia la otra.
También establece que las normas propias de los contratos bilaterales se aplican
4
No la tendrán, entre otros, los contratos típicamente interpresariales con finalidad de distribución
(agencia, concesión o franquicia) ni los asociativos (negocio en participación, agrupaciones de
colaboración, uniones transitorias y consorcios de cooperación).
5
En el régimen del Código Civil eran contratos reales, por ejemplo, el mutuo, el comodato y el depósito.
Hoy cualquiera de ellos queda perfeccionado con el consentimiento y la entrega de la cosa no es un
requisito para el nacimiento del acto jurídico sino una obligación exigible, a cargo de una de las partes.

23
supletoriamente a los contratos plurilaterales.
Cuando se aborda esta clasificación es necesario tener en claro que todo contrato es un
acto jurídico bilateral, como surge de la definición del artículo 957 del CCCN, pues para su
formación deben siempre concurrir el consentimiento de dos o más partes; pero, en tanto
contrato y en razón de la existencia o no de contraprestaciones, el vínculo puede ser unilateral o
bilateral. Así, una donación simple será un acto jurídico bilateral, cuyas partes serán el donante
y el donatario, que como contrato deberá ser clasificado como unilateral, pues no existen en ella
obligaciones recíprocas entre las partes. No debe confundirse, pues, el carácter unilateral o
bilateral del contrato con su naturaleza como acto jurídico.
Puede ocurrir que un contrato unilateral genere en su etapa de cumplimiento
obligaciones para la parte acreedora de la única prestación —como el pago por el mandante de
los daños y perjuicios que pueda sufrir el mandatario—, pero ello no altera el criterio
clasificatorio, pues se trata de consecuencias accidentales no vinculadas a la obligación nuclear.
Como veremos, la mayor riqueza y complejidad de efectos se verifica en el caso de los
contratos bilaterales.

5.1.1. Contratos unilaterales:


Teniendo en cuenta el criterio de clasificación enunciado, podemos decir, a título de
ejemplo, que son contratos unilaterales la donación (art. 1542 del CCCN), el mandato gratuito
(arts. 1319 y 1322 del CCCN), la fianza (art. 1574 del CCCN), el depósito gratuito (art. 1356 del
CCCN), el mutuo gratuito (art. 1525 del CCCN) y el comodato (art. 1533 del CCCN).

Los contratos unilaterales suelen coincidir con el interés de una de las partes por
beneficiar o proporcionar alguna ayuda a la otra, aunque ello no es excluyente.

5.1.2. Contratos bilaterales:


En doctrina, a los contratos bilaterales se les da también la denominación de
sinalagmáticos6 o con prestaciones recíprocas y se clasifica como tales a aquéllos vínculos en
los que, desde su celebración, se generan obligaciones para todas las partes intervinientes.
Ellas surgen al mismo tiempo y se encuentran interrelacionadas de modo tal que una de ellas
no puede válidamente concebirse sin la otra, por lo que cada parte no está obligada a la
prestación a su cargo sin que sea debida la prestación de la otra.

Son contratos bilaterales, entre otros, la compraventa (art. 1123); la permuta (art.
1171 del CCCN), el suministro (art. 1176 del CCCN), la locación (art. 1187 del CCCN), el leasing
(art. 1227 del CCCN), el contrato de obra o de servicios (art. 1251 del CCCN), el transporte (art.
1280 del CCCN), el de consignación (art. 1335 del CCCN) y el de corretaje (art. 1345 del CCCN).
Fuera del Código Civil y Comercial, encontramos otros contratos bilaterales, regulados por
leyes especiales, como el de seguro (ley 17.418) y el de medicina prepaga (ley 26.682).

5.1.2. 1. Efectos de los contratos bilaterales:


Los efectos propios de los contratos bilaterales se derivan de la relación de
intercambio de prestaciones y básicamente son:

a) La aplicación del instituto de la lesión (art. 332 del CCCN);


b) La posibilidad de suspensión del cumplimiento (art. 1031 del CCCN);

6
La expresión, que proviene del griego “synallagmatikós”, da cuenta de un vínculo bilateral o recíproco.

24
c) La posibilidad de ejercicio de la tutela preventiva (art. 1032 del CCCN)
d) La extinción por declaración de voluntad de una de las partes ( arts. 1079,
1080, 1081 y conc. del CCCN).
e) La resolución total o parcial por incumplimiento de la otra parte (arts. 1083,
1084 y conc. del CCCN), por cláusula resolutoria expresa (art. 1086 del CCCN) o implícita (arts.
1087, 1088 y 1089 del CCCN).
5. 1. 3. Contratos plurilaterales:
Los contratos plurilaterales nacen por la concurrencia de la manifestación negocial de
tres o más partes, que comprometen obligaciones dirigidas a la obtención de un fin común.

La doctrina del contrato plurilateral fue receptada por el Código Civil italiano (arts.
1420, 1446, 1459 y 1466) y en nuestro país con la sanción de la Ley de Sociedades Comerciales
Nº 19.550, en cuya Exposición de Motivos se hizo expresa referencia a ella.

Se ha clasificado a estos contratos en:

a) contratos plurilaterales con causa asociativa, que son los que presentan un interés
común de las partes y se subdividen en: 1) contrato asociativo societario, por el que se da
origen a una persona jurídica distinta de los socios y 2) contrato asociativo no societario,
cuando también hay una finalidad común pero no se da lugar a la constitución de un ente
distinto y

b) contratos plurilaterales con causa de cambio, que son menos frecuentes y no dan
lugar al nacimiento de una persona jurídica.

Entre otros, son contratos plurilaterales los previstos en el Lº III, Tìtulo IV, capítulo 16
del Código Civil y Comercial de la Nación (art. 1442 y sig.), que incluyen a las Agrupaciones de
Colaboración (art. 1453), a la Unión Transitoria (art. 1463) y al Consorcio de Cooperación (art.
1470), que presentan sistemas de gestión y organización distintos de los de un vínculo
bilateral.

El proceso de formación del consentimiento de los contratos plurilaterales suele


presentar también mayor complejidad que el de los bilaterales. No hay contrato sin el
consentimiento de todos los interesados, salvo que la convención o la ley autoricen a la
mayoría de ellos para celebrarlo en nombre de todos o permitan su conclusión sólo entre
quienes lo han consentido (art. 977 del CCCN).

En los contratos plurilaterales, la afectación del vínculo de una de las partes no


conlleva necesariamente la del contrato todo y el incumplimiento de una no excusa el de las
otras, excepto que la prestación incumplida o el vínculo nulo sean necesarios para la
realización del objeto del contrato (arts. 1443 y 389, segundo párrafo del CCCN). La
colaboración entre las partes es coordinada, no subordinada; no existe reciprocidad,
interdependencia u homogeneidad entre las obligaciones asumidas por las partes, pero si
coordinación para la obtención del fin común.

Los contratos plurilaterales suelen ser de tracto sucesivo o de ejecución diferida en el


tiempo.

25
6. Contratos a título oneroso y a título gratuito:
6.1. Importancia de este criterio de clasificación:
Tal como lo establece el Código Civil y Comercial en el artículo 967, los contratos son
a título oneroso cuando las ventajas que procuran a una de las partes les son concedidas por una
prestación que ella ha hecho o se obliga a hacer a la otra y son a título gratuito cuando aseguran
a uno o a otro de los contratantes alguna ventaja, independiente de toda prestación a su cargo.

El sistema jurídico argentino organiza un régimen distinto para los actos jurídicos
otorgados a título gratuito y los celebrados a título oneroso; ello por razones vinculadas con la
protección de derechos de terceros —acreedores o herederos de quien se desprende de un
bien o realiza una prestación a título gratuito—; la necesidad de asegurar que quien realiza una
liberalidad haya reflexionado adecuadamente sobre ello y no se vea expuesto a la indigencia,
entre otros factores. Así, por ejemplo, para que proceda la acción de fraude con relación a un
contrato celebrado a título oneroso, se requiere que quien contrató con el deudor haya
conocido o debido conocer que el acto provocaba o agravaba su insolvencia (art. 339, inc. c,
del CCCN), recaudo que no se exige si el contrato fue celebrado a título gratuito.

Tal circunstancia determina que sea importante, para la claridad del sistema
normativo, contar con una distinción precisa entre los contratos a título oneroso y los
celebrados a título gratuito.

En este criterio clasificatorio no se tienen en cuenta el número y reciprocidad de las


obligaciones, sino la relación entre las ventajas y los sacrificios; en esa perspectiva de valor de
intercambio radica la onerosidad, criterio adoptado para la diferenciación.

6.2. Contratos a título oneroso:


El contrato es oneroso cuando impone sacrificios y ventajas recíprocas y gratuito si
establece sacrificios para una parte y ventajas para la otra.

La noción de onerosidad se integra por el provecho, utilidad o ventaja que las partes
esperan obtener de la ejecución del contrato, sobre la base de una relación de equivalencia
que no necesariamente se expresa en términos de equivalencia de valoración económica del
intercambio, porque a menudo intervienen otros factores en la determinación del interés
negocial de una de las partes. Así, por ejemplo, un coleccionista puede estar dispuesto a pagar
una suma mayor a la de mercado para asegurarse la adquisición de una pieza faltante en su
colección y lo mismo puede ocurrir con el comprador de un inmueble interesado en poder
habitar en un lugar concreto por razones familiares y por ello estar dispuesto a pagar un precio
más alto por la vivienda que el que el vendedor ha recibido de otro probable adquirente. En
una relación onerosa, un equilibrio de base objetiva puede ser modificado por los intereses
subjetivos en juego sin que ello traiga necesariamente aparejada la celebración de un acto
jurídico lesivo o abusivo, que sí puede darse con relación a otro contrato.

La valoración de los términos de onerosidad debe hacerse caso por caso. Como la
onerosidad se mide comparando la ventaja con el sacrificio, admite grados que, partiendo del
ideal de equivalencia, se orientan negativa o positivamente; el ideal de equivalencia puede no
darse objetivamente en los hechos contemplados por un espectador, y si subjetivamente, en la
apreciación de las partes, por ello es relevante conocer el criterio de valoración con el que ellas
juzgaron la conveniencia del intercambio.

En los contratos a título oneroso, las atribuciones patrimoniales se hallan en relación

26
de causalidad, el sacrificio de una parte tiene como contraprestación un beneficio que no
necesariamente tiene que ir dirigido a la contraparte, pues puede ser concedido a favor de un
tercero, como ocurre en el contrato de seguro de vida o puede ocurrir en el fideicomiso o en el
contrato oneroso de renta vitalicia.

La relación de onerosidad considerada por las partes debe mantenerse en etapa


funcional, durante la ejecución del contrato y es por ello que nuestro sistema jurídico
establece mecanismos para la regulación de la alteración que ella puede sufrir por razones
ajenas a las partes, como el la imprevisión (art. 1091 del CCCN).

Si sólo una de las partes tiene interés en celebrar el contrato, éste será gratuito y si lo
tienen todas, será oneroso. Por ello son onerosos los contratos bilaterales; pero también
pueden serlo algunos unilaterales como la donación remuneratoria (art. 1561 del CCCN).

Nuestro sistema jurídico resuelve las dudas que pueden existir sobre la naturaleza
gratuita u onerosa de un acto a favor de la onerosidad (arts. 2135, 2170 del CCCN, entre otros).
Por otra parte, desde la vigencia del Código Civil y Comercial, la onerosidad pasó a ser la regla
para determinados contratos y la gratuidad, la excepción —así: mandato (art. 1322 del CCCN);
depósito (arts. 1357 y 1360 del CCCN) y mutuo (art. 1527 y 1529 del CCCN).

Cuando el contrato es plurilateral, la onerosidad tiene en consideración la finalidad


común que surge de las contribuciones del conjunto y no puntualmente la valoración de las
prestaciones a cargo de cada uno de los sujetos y en determinados contratos, como el de
seguro o el de medicina prepaga, no es posible establecer un correlato directo entre el precio
pagado por una parte y el valor de las prestaciones de las que puede resultar acreedor, porque
el valor de la cuota o premio, según el contrato, se establece teniendo en consideración
criterios actuariales de probabilidad en su proyección sobre una masa de contratantes y no
respecto de un vínculo en particular; en tales casos, las afectaciones en los términos de
onerosidad deben ser claramente demostradas por quien las invoca. 7

6. 3. Contratos a título gratuito:


El legislador decidió establecer al régimen del contrato de donación (arts. 1542 a 1573
del CCCN) como el paradigma para la regulación general de los actos jurídicos a título gratuito,
tal como se estableció en el artículo 1543 del CCCN.

Todo contrato bilateral es oneroso, pero no todo contrato unilateral es gratuito. La


gratuidad es una liberalidad un beneficio que se otorga sin tener en consideración una
contraprestación.

El fin perseguido por las partes debe ser el beneficio o la ayuda a una de ellas y no
debe encubrir actos en fraude de los intereses de terceros; pero puede ocurrir que la finalidad
perseguida no sea tal, sino que quienes lo celebren procuren sustraer bienes de la acción de
los acreedores de alguno de ellos, por lo que la ley establece determinados mecanismos para
limitar los alcances de los contratos a título gratuito con relación a los legítimos intereses de
terceros.

Debe tenerse en consideración al respecto que quien otorga contratos gratuitos


disminuye su patrimonio sin contraprestación, lo que puede llegar a afectar, por ejemplo, la

7
CSJN, 13 de marzo de 2001, “Hospital Británico de Buenos Aires c/ Estado Nacional (Ministerio de
Salud y Acción Social)”, Fallos 324:754.

27
legítima de los herederos forzosos —donaciones inoficiosas (art. 1565 del CCCN)—; perjudicar
a acreedores y aún conducir a la indigencia al propio autor del negocio, transformándolo en
una carga para su familia o para la sociedad. De allí que se impongan mayores recaudos para
este tipo de actos jurídicos, forzando una mayor deliberación por parte de quien lo celebra, al
tiempo que se diseñan mecanismos para la protección de los intereses de quienes podrían
verse afectados —como las acciones de reducción (art. 2451 del CCCN) y colación (art 2385 del
CCCN), para cuando el afectado es un heredero, y las de simulación (art. 333 del CCCN) y de
declaración de inoponibilidad (art. 338 del CCCN), cuando es un tercero.

Salvo el comodato (art. 1533 del CCCN), contrato en el que la gratuidad es un


elemento estructural, otros contratos serán gratuitos u onerosos según lo que convengan las
partes. El código presume que son onerosos el mandato (art. 1322 del CCCN) y el depósito (art.
1357 del CCCN), pero nada obsta a que las partes los celebren como contratos a título gratuito.
El mutuo se encuentra diseñado como oneroso “excepto pacto en contrario” (art. 1527 del
CCCN). Las donaciones remuneratorias, se deben juzgar o no gratuitas según conste o no en el
instrumento lo que se pretende remunerar (art. 1561 del CCCN); ellas y las donaciones con
cargo son consideradas como actos a título oneroso en la medida que se limiten a una
equitativa retribución de los servicios recibidos o en que exista equivalencia de valores entre la
cosa donada y los cargos impuestos, considerando que el acto fue otorgado a título gratuito en
el excedente (art. 1564 del CCCN).

En los contratos gratuitos, la persona de la parte beneficiada es esencial, porque a


quien realiza una liberalidad no le da lo mismo quién es el beneficiario de su esfuerzo. Por ello,
el error en cuanto a la identidad del cocontratante puede acarrear la nulidad del acto (art. 267,
inc. e del CCCN).

6.4. Efectos del encuadre de un contrato como oneroso o gratuito:


1. La persona emancipada no puede, ni con autorización judicial, hacer donación
de los bienes que hubiese recibido a título gratuito (art. 28, inc. b del CCCN) y requiere
autorización judicial para disponer de ellos (art. 29 del CCCN).
2. En los contratos a título gratuito constituye error esencial el que recae sobre la
persona, si ella fue determinante para su celebración (art. 267, inc. e, del CCCN).
3. Los actos a título gratuito se encuentran más expuestos a la acción por fraude
prevista en el artículo 338 del CCCN, pues para que proceda con relación a actos a título
oneroso se exige que quien contrató con el deudor haya conocido o debido conocer que el
acto provocaba o agravaba la insolvencia del otorgante (art. 339 del CCCN).
4. La aplicación del instituto de la Lesión (art. 332 del CCCN) exige realizar una
evaluación concreta sobre la onerosidad de las contraprestaciones en juego, pues para su
procedencia exige la existencia de una notoria desproporción, verificable al tiempo del
otorgamiento del acto y subsistente al de la demanda.
5. El transmitente a título oneroso está obligado al saneamiento (art. 1033 del
CCCN), que garantiza por evicción y por vicios ocultos (art. 1034 del CCCN). El adquirente a
título gratuito puede ejercer en su provecho las acciones de responsabilidad por saneamiento

28
correspondientes a sus antecesores (art. 1035 del CCCN).
6. Se imponen mayores recaudos formales para el otorgamiento de actos a título
gratuito; por ejemplo, deben ser hechas en escritura pública, bajo pena de nulidad, las
donaciones de cosas inmuebles y las de cosas muebles registrables (art. 1552 del CCCN).
7. La imprevisión (art. 1091 del CCCN) resulta aplicable a los contratos en lo que
pueden tener de onerosos; por ejemplo, en una donación con cargo cuando la excesiva
onerosidad sobreviniente afecta el cumplimiento del cargo (art. 1564 del CCCN).
8. Si bien la frustración de la finalidad (art. 1090 del CCCN) no se aplica en forma
excluyente a los contratos a título oneroso, éstos constituyen la principal área de acción del
instituto.
9. El subadquirente de buena fe y a título oneroso de un derecho real sobre una
cosa mueble goza de protección frente a la acción reivindicatoria (art. 2260).
10. Resultan válidos los actos de disposición a título oneroso realizados por el
heredero aparente a favor de terceros que ignoran la existencia de herederos de mejor o igual
derecho que aquél con quien contratan o que los derechos de éste están judicialmente
controvertidos (art. 2315).
7. Contratos conmutativos y aleatorios:
7.1. Importancia de este criterio de clasificación:
Se trata de una clasificación de contratos onerosos. Se establece en el artículo 968 del
CCCN que los contratos a título oneroso son conmutativos cuando las ventajas para todos los
contratantes son ciertas y que son aleatorios, cuando las ventajas o las pérdidas, para uno de
ellos o para todos, dependen de un acontecimiento incierto. Tal determinación de certeza
debe evaluarse al momento de la celebración.

El encuadre en una u otra de las categorías tiene especial relevancia de cara a la


aplicación de institutos como la lesión, el abuso de derecho, la imprevisión y la frustración del
fin del contrato.

7.2. La aleatoriedad como criterio de distinción:


La aleatoriedad es una cualidad del vínculo que se verifica cuando al tiempo de la
celebración del contrato no es posible establecer con certeza cuál habrá de ser el contenido
prestacional efectivo a cargo de al menos una de las partes contratantes.

El alea no debe ser confundida con el riesgo propio de cada contrato o con los factores
de incertidumbre que pueden provenir de las oscilaciones económicas extrínsecas al vínculo.
Al evaluar sus opciones negociales, las partes pueden identificar los riesgos según la
información de la que disponen y lo que pueden presuponer que serán las circunstancias
futuras con incidencia en el cumplimiento de las obligaciones, estableciendo un vínculo
conmutativo. En el contrato aleatorio, en cambio, la adjudicación definitiva del riesgo depende
de un hecho incierto, ajeno a la voluntad de los contratantes.

Es posible distinguir entre la aleatoriedad: 1) por la naturaleza del acto (alea propia

29
del contrato, en términos del art. 1091 del CCCN): contrato de seguro (Ley 17.418); contrato
oneroso de renta vitalicia (art. 1606 del CCCN), juego (arts. 1609 del CCCN) y 2) por decisión de
las partes (alea convencional): compraventa a riesgo (art. 1131, tercer párrafo, del CCCN);
compraventa con renuncia de la garantía de evicción y por vicios redhibitorios (art. 1036, del
CCCN), la cesión de derechos litigiosos o dudosos (art. 1616 y 1618, inc. b, del CCCN), etc.

El criterio empleado para la distinción entre las categorías de contratos conmutativos y


aleatorios se encuentra, pues, determinado por la incertidumbre respecto de la exigibilidad
futura de la obligación asumida por una de las partes, cuya existencia, determinación y
exigibilidad queda sujeta a la verificación de un acontecimiento incierto, de naturaleza
básicamente aleatoria.

7.3. Contratos conmutativos:


Son conmutativos los contratos en los que las obligaciones a cargo de cada una de las
partes pueden ser determinadas con cierto grado de certeza cualitativa y cuantitativa al
tiempo de la celebración.

Así, será conmutativa, por ejemplo, la compraventa de un auto; la locación de un


inmueble; un contrato de transporte; etc.; ello con independencia de la aparición de algún
factor externo que incida en el objeto y haga material o jurídicamente imposible su concreción
o torne excesivamente onerosa la prestación a cargo de una de las partes, entre otros factores
sobrevinientes hipotéticamente posibles.

7.4. Contratos aleatorios:


Son contratos aleatorios aquellos en los que las pérdidas o las ventajas para una o para
todas las partes involucradas, dependen de un acontecimiento futuro e incierto, como pueden
serlo el tiempo de vida de las personas designadas en el contrato oneroso de renta vitalicia
(arts. 1599, 1606 y conc. del CCCN) o la efectiva ocurrencia de un siniestro previsto como
riesgo en el contrato de seguro ( etc. arts. 70, 105, 114, 152 de la Ley 17.418, de Seguros). Se
trata de contratos puros y simples, no de negocios subordinados a alguna condición.

7.4.1. La aplicación de la Imprevisión y del instituto de la Lesión a los contratos


aleatorios:

a) Imprevisión:
El instituto de la Imprevisión, regulado en el artículo 1091, se aplica básicamente a los
contratos conmutativos de naturaleza fluyente y a los contratos aleatorios “…si la prestación
se torna excesivamente onerosa por causas extrañas a su alea propia”.

La cuestión relativa a la determinación del alea propia de un contrato debe ser


establecida con relación a las particularidades de cada vínculo. La de un contrato de seguro es
la ocurrencia de un siniestro comprendido en el riesgo previsto y la de un contrato oneroso de
renta vitalicia es el tiempo de vida de la persona tomada como parámetro para la vigencia de
obligación de pago de las rentas. Como tales son las aleas propias de esos contratos, si ocurre
el siniestro, en el seguro o si la persona vive más años que los que el obligado consideraba
como probables, en la renta vitalicia, la parte obligada en cada uno de esos contratos no podrá
invocar esas circunstancias como un fundamento admisible para invocar la imprevisión; pero sí
podrá hacerlo si se presenta un factor distinto, que reúna los requisitos establecidos para la
aplicación del instituto, como puede ser una catástrofe natural o alguna decisión de gobierno
que incida en el valor de la moneda de pago, circunstancia que resultaría ajena a la

30
incertidumbre propia del contrato, asumida por las partes al contratar y que sí podría ser
invocada para sustentar un planteo de imprevisión en un contrato aleatorio.

b. Lesión:
El artículo 1448 del código civil italiano excluye la posibilidad de aplicar el instituto de
la lesión a los contratos aleatorios y en el derecho francés una buena parte de la doctrina
también lo considera inaplicable, por entender que la desproporción que puede darse es la
consecuencia de la ponderación de un acontecimiento incierto, que contrabalancea la
ecuación de las prestaciones por la existencia de una chance de ganancia o pérdida; pero, ante
la falta de mención expresa en el artículo 332 del CCCN, la doctrina argentina mayoritaria se
inclina por la admisión de la posibilidad del planteo de un supuesto de lesión con relación a un
contrato aleatorio8.

8. Contratos formales:
8.1. Importancia de este criterio de clasificación:
El artículo 969 del CCCN enuncia la categoría de los contratos formales. Son formales
aquellos en los que alguna norma impone una forma determinada para la exteriorización dela
voluntad negocial, pues el principio general es el de libertad de formas (arts. 284 y 1015 del
CCCN) y, en tanto alguna no sea expresamente impuesta, las partes pueden adoptar la que
consideren más conveniente.

La formalidad exigida para la celebración del contrato rige también para las
modificaciones que luego le puedan ser introducidas; salvo disposición legal en contrario o que
se trate de una modificación referida a un aspecto claramente accesorio (art. 1016 del CCCN).

Según se establece en el artículo 2649 del CCCN, las formas y solemnidades de los
actos jurídicos, su validez o nulidad y la necesidad de publicidad, se juzgan por las leyes y usos
del lugar en que los actos se hubieren celebrado, realizado u otorgado.

El código civil y comercial contiene diversas regulaciones vinculadas con la forma de los
contratos: las relativas a la “forma y prueba del acto jurídico” (art. 284 y sig.); el mencionado
969 y previsiones específicas de algunos contratos en particular.

El derecho impone formas para determinados actos jurídicos por razones diversas. Las
escritas refuerzan la importancia social de ciertos actos, que se traduce en los efectos que se
siguen de su observancia y se establecen en previsión de la necesidad de prueba de su
existencia; permiten una mayor y mejor determinación del objeto del acto, de los móviles de
las partes, si es que fueron plasmados por ellas, y mejor comprensión del sentido y alcance de
lo acordado en el texto. Aseguran que todos los involucrados puedan acceder a la consulta de
los términos del contrato en cada ocasión que lo necesiten. Cuando se impone la escritura
pública, se suma a ellos el interés de contar con registros documentales que puedan ser
verificados por el Estado o por terceros que pueden considerarse afectados por el acto
celebrado —las formas instrumentales facilitan los asientos registrales—, al tiempo que
imponen un periodo mínimo de reflexión por los contratantes —ej. donación de inmuebles o
muebles registrables— y una más rigurosa verificación de las circunstancias de celebración del
acto por el escribano interviniente.

8
Juanes, Norma y Carrasco, Valeria, “El alea en la contratación”, Revista de Derecho Privado y
Comunitario, Contratos Parte General, 2016-3, Rubinzal Culzoni, Santa Fe, 2016, pags. 481 a 495 y sus
citas.

31
La tecnología no lleva a la supresión de las formas jurídicas, sino que las adapta y
transforma, como ocurrió entre nosotros a partir de la sanción de la ley 25.506, de firma
digital.

8.2. Subcategorías de contratos formales:


8.2.1. Contratos formales absolutos:
Los contratos para los cuales la ley exige una forma para su validez, son nulos si la
solemnidad no ha sido satisfecha. Hablamos entonces de contratos formales absolutos.

La inobservancia de la forma impuesta conlleva la ineficacia absoluta del acto (art. 285,
última parte, y 1552 del CCCN).

En el código son contratos sujetos a formas absolutas las donaciones de inmuebles; las
de muebles registrables y las de prestaciones periódicas o vitalicias (art. 1552 del CCCN).

Según se establece en el artículo 995 del CCCN, no pueden celebrarse contratos


preliminares en los que las partes asuman la obligación de celebrar un contrato para el que se
exige una forma bajo sanción de nulidad.

8.2.2. Contratos formales relativos:


Cuando la forma requerida lo es sólo para que éstos produzcan sus efectos propios, sin
sanción de nulidad, decimos que se trata de un contrato formal relativo, que no queda concluido
como tal mientras no se haya otorgado el instrumento previsto, aun cuando vale como contrato
en el que las partes se obligaron a cumplir con la formalidad pendiente (art. 285 del CCCN).

Esta categoría comprende los contratos mencionados en el artículo 1017 del código: a)
los que tienen por objeto la adquisición, modificación o extinción de derechos reales sobre
inmuebles cuando la transmisión no se opera por subasta judicial o administrativa; b) los que
tienen por objeto derechos dudosos o litigiosos sobre inmuebles; c) los actos accesorios de
contratos otorgados en escritura pública y d) los demás contratos que por acuerdo de partes o
disposición de la ley deben ser otorgados en escritura pública y no correspondan a la categoría
formal absoluta.

En los casos indicados, aun cuando el acto no hubiera sido celebrado observando la
forma legalmente exigida, el otorgamiento del instrumento previsto constituye una obligación
de hacer que puede ser cumplida por el juez en representación de quien evidencia una actitud
remisa al cumplimiento de la obligación, ello siempre que se encuentren cumplidas las
contraprestaciones o asegurado su cumplimiento (art. 1018 del CCCN). Cuando ello ocurre,
hablamos de conversión formal del acto.

Son contratos formales relativos: el leasing sobre inmuebles, buques o aeronaves (art.
1234 del CCCN); el contrato de agrupación de colaboración (art. 1455 del CCCN); el de unión
transitoria (art. 1464 del CCCN); el de consorcio de cooperación (art. 1473 del CCCN); el de
cesión de derechos hereditarios (arts. 1618, inc. a, del CCCN); el de cesión de derechos
litigiosos referidos a derechos reales sobre inmuebles (art. 1618, inc. b, del CCCN); el de cesión
de derechos derivados de actos instrumentados en escritura pública (art. 1618, inc. c, del
CCCN) y el contrato de fideicomiso, cuando se refiere a bienes cuya transferencia debe ser
instrumentada en escritura pública (art. 1669 del CCCN), entre otros.

8.2.3. Contratos formales a los efectos probatorios:


Cuando la ley o las partes no imponen una forma determinada, ésta constituye un medio

32
de prueba de la celebración del contrato y entonces hablamos de contrato formal a los efectos
probatorios.

En tal caso, la inobservancia de la forma requerida no afecta al contrato ni su


existencia, pero dificulta su demostración en juicio, pues constituye una inobservancia de un
mandato que impone una carga que trae aparejada la pérdida del beneficio probatorio que
deriva de la forma.

Los contratos en los cuales la formalidad es requerida a los fines probatorios pueden
ser probados por otros medios, inclusive por testigos, siempre que se verifique imposibilidad
de obtener la prueba del cumplimiento de la formalidad; que exista principio de prueba
instrumental —instrumento que emane de la otra parte, de su causante o de parte interesada
en el asunto, que haga verosímil la existencia del contrato—, o comienzo de ejecución (art.
1020 del CCCN).

Son contratos en los que se impone la forma escrita a los efectos probatorios: el de
locación de cosa inmueble o mueble registrable o de una universalidad que incluya inmuebles
o muebles registrables o de parte material de un inmueble (art. 1188 del CCCN); los contratos
bancarios (art. 1380 del CCCN); el de agencia (art. 1479, último párrafo, del CCCN); el de fianza
(art. 1579, del CCCN); el de cesión de derechos cuando no se refiere a actos que deben
otorgarse por escritura pública (art. 1618, del CCCN); el de transacción (art. 1643, del CCCN); el
de arbitraje (art. 1650, del CCCN) y el de fideicomiso, cuando no se refiere a bienes cuya
transmisión requiera del otorgamiento de escritura pública (art. 1669, del CCCN), pues en ese
caso se estaría ante un supuesto de contrato sujeto a forma relativa.

9. Contratos nominados e innominados:


9.1. Importancia de este criterio de clasificación:
Según el artículo 970 del CCCN, los contratos son nominados e innominados según que
la ley los regule especialmente o no. Son pues nominados los contratos regulados en este
código y también otros, disciplinados por leyes especiales, e innominados, los que carecen de
ella.

Como ya lo explicamos, la libertad negocial que nuestro ordenamiento reconoce a las


partes contratantes posibilita que creen contratos que no se ajusten a los moldes, tipos o
matrices preestablecidos por la ley. Ellos son válidos en tanto no violen normas indisponibles,
de orden público, la moral o las buenas costumbres.

La calificación empleada para formular la distinción puede inducir a engaño, pues lo


nominado es lo que recibe nombre y hay contratos —como el de garaje, el de hospedaje, el de
publicidad, etc.— que pueden ser claramente conceptualizados a través de una denominación
de aceptación social, aun cuando carecen de regulación legal específica. Por ello parte de
nuestra doctrina distinguía entre contratos típicos y atípicos, según el contrato del que se
tratara correspondiera a un tipo legal. En el código se optó por respetar nuestra tradición
jurídica y emplear la distinción entre contratos nominados e innominados, ya contenida en el
código derogado, derivada conceptualmente del derecho romano justiniano. Lo que va a
determinar que un contrato sea nominado será su sujeción a la disciplina de alguno de los
contratos que cuentan con regulación legal; según la naturaleza del acto y no la denominación
que le hubieran asignado las partes.

Es prácticamente imposible que en caso de creación de un nuevo modelo negocial las


partes puedan prever todas las alternativas y vicisitudes que pueden llegar a plantearse en la

33
etapa funcional, de ejecución de las estipulaciones contractuales, cuestión que el código
resuelve por vía de la regulación de tal hipótesis estableciendo en ese mismo artículo 970 que
los contratos innominados están regidos, en el siguiente orden, por: a) la voluntad de las partes;
b) las normas generales sobre contratos y obligaciones; c) los usos y prácticas del lugar de
celebración y d) las disposiciones correspondientes a los contratos nominados afines que son
compatibles y se adecuan a su finalidad. Cuando el diseño contractual adoptado por las partes
no responda a alguno de los tipos legales, la integración de sus disposiciones deberá hacerse
según las pautas mencionadas.

Cabe finalmente señalar que lo relevante para determinar si un contrato es nominado


o innominado es su ajuste a alguno de los tipos contractuales regulados en el ordenamiento
vigente, con independencia de la denominación que le pudieron haber otorgado las partes.

10. Otros criterios taxonómicos del Código Civil y Comercial:


Más allá de las normas ya mencionadas, en el articulado del código encontramos otros
criterios relevantes para la adecuada clasificación de los contratos.
10.1. Contratos de larga duración:
10.1.1. Importancia de la categoría:
Son muchos los contratos cuya ejecución perdura en el tiempo y que por ello se
distinguen de los contratos de ejecución instantánea. Y el tiempo es relevante para el derecho,
porque en su transcurso suceden cosas, que pueden tener incidencia en los contratos en curso de
ejecución y requerir alguna revisión de sus términos o conducir a su extinción.
Algunos contratos se inician como celebrados por tiempo determinado, pero luego, una
vez superado el término previsto inicialmente, el vínculo negocial se extiende en el tiempo,
convirtiéndose en contratos por tiempo indeterminado9 que perduran porque se conserva el
interés que anima a las partes, quienes suelen aportar distintas formas de esfuerzo, personal,
económico, etc. al progreso de la relación compartida.
A menudo, en tales circunstancias, se genera una relación de interdependencia que lleva
a que la ruptura del vínculo por pérdida de interés de una de las partes pueda afectar seriamente
a la otra, especialmente cuando existe una relación de asimetría en la que ésta resulta ser la
económicamente más débil. Es por ello que el ordenamiento prevé mecanismos que posibilitan
la continuidad de la relación —y así exige una negociación previa a la eventual extinción— o
que den tiempo a la parte que puede verse más afectada a metabolizar la desvinculación en las
condiciones menos gravosas posibles —para lo que se imponen preavisos ajustados en su lapso
al tiempo previo de vinculación entre los contratantes—.
Es claro que los contratos de este tipo, de vínculo fluyente, se encuentran más expuestos
a la incidencia de vicisitudes externas, de generación ajena a las partes, que los vínculos de
ejecución instantánea o en corto plazo. Lo es también que a menudo se trata de relaciones
jurídicas en las que se verifica un importante esfuerzo de trabajo e inversión de alguna de las
partes, que no puede ser desconocido a la hora de evaluar alternativas de justa solución para los
conflictos que se pueden presentar en etapa de cumplimiento.
10.1.2. La regulación legal:
9
En algunos casos el código contempla expresamente esa situación y así, por ejemplo, en el artículo
1506 establece que el contrato de concesión tendrá una duración mínima de cuatro años —dos si el
concedente provee las instalaciones— y que la continuación de la relación una vez vencido el plazo lo
convierte en un contrato por tiempo indeterminado; y en el artículo 1516 prevé que ello ocurre también
en el contrato de franquicia tras la segunda renovación adicional.

34
El código se refiere expresamente a los contratos de larga duración en el artículo 1011
del CCCN, último dedicado a la regulación del objeto de los contratos, y establece que en ellos
“…el tiempo es esencial para el cumplimiento del objeto, de modo que se produzcan los efectos
queridos por las partes o se satisfaga la necesidad que las indujo a contratar…” y que las partes
deben ajustar el ejercicio de sus derechos a un deber de colaboración, respetando la reciprocidad
de las obligaciones del contrato, considerada en relación a la duración total; para, finalmente,
establecer que en caso de decidir alguna de las partes la rescisión unilateral del vínculo, debe
dar a la otra la oportunidad razonable de renegociar de buena fe, sin incurrir en ejercicio abusivo
de los derechos.
Es en razón de ello que en varios contratos, como los de distribución (agencia,
concesión y franquicia), se impone la obligación de comunicar la intención rescisoria con un
preaviso mínimo fijado por la regulación.
El criterio del que da cuenta el código está orientado tanto a posibilitar a la parte
afectada por la desvinculación la organización de sus recursos empresarios para hacer frente a
los efectos de la ruptura del vínculo —que en contratos como el de concesión y el de franquicia
suelen ser gravosos, por el grado de dependencia habitualmente generado en esas relaciones
negociales—como a evitar rupturas intempestivas que pueden dar lugar a una desvinculación
cuando la parte afectada no logró aun amortizar su inversión.
Es claro que el deber de intentar preservar el vínculo no se aplica sólo a los contratos de
distribución mencionados sino que proyecta efectos a todo contrato de larga duración.

10.2. Contratos conexos:


10.2.1. Importancia de la clasificación:
Los contratos conexos son desde hace décadas una realidad del mercado que recién
ahora es claramente contemplada por el ordenamiento jurídico por medio de una regulación que
tiene en consideración la complejidad de su vínculo, que puede tanto dar lugar a
emprendimientos que serían imposibles sin un soporte de estructura contractual acorde con la
envergadura del proyecto, como a situaciones abusivas, de subordinación económica, cautividad
o abuso de posición dominante.
10.2.2. Definición legal:
El artículo 1073 del CCCN establece que hay conexidad cuando dos o más contratos
autónomos se hallan vinculados entre sí por una finalidad económica común previamente
establecida, de modo que uno de ellos ha sido determinante del otro para el logro del resultado
perseguido.
Son conexos los contratos autónomos vinculados entre sí por una finalidad económica
común previamente establecida, de modo que uno de ellos resulta determinante para el logro del
resultado perseguido. Se trata de redes de vinculación contractual, que a menudo integran
sistemas de negocios, como el que sustenta la operación con tarjetas de crédito.
10.2.3. Relevancia de la causa común:
En el centro de la noción de conexidad contractual se encuentra el concepto de causa,
pues los distintos contratos coligados que integran un supuesto de conexidad se encuentran
vinculados por la existencia de una finalidad económica cuyo logro es común a todos. De allí
que la afectación de dicha causa proyecte efectos sobre el entramado todo.

35
Las fuentes de dicha causa común pueden ser: a) la autonomía de la voluntad de las
partes, que deliberadamente unen la suerte de un contrato a la de otro; b) la determinación de la
ley, como ocurre, por ejemplo, en el caso de la ley 25065, que establece el régimen de las
tarjetas de crédito, que en su artículo primero dice: “ Se entiende por sistema de Tarjeta de
Crédito al conjunto complejo y sistematizado de contratos individuales cuya finalidad es…”,
dando con ello cuenta de la organización legal de un sistema de contratos conexos destinado a
cumplir dicha finalidad y c) la coligación fáctica, que se da cuento los negocios quedan
relacionados en la realidad social10, como ocurre en nuestro país con la vinculación entre
contratos de fianza y locaciones urbanas.
La vinculación causal entre contratos puede determinar que a alguna de las partes en
uno no se lea indiferente lo que ocurra con el cumplimiento en otro y que, en razón de ello,
pueda formular planteos vinculados con algún eventual incumplimiento que de algún modo
pueda afectar sus intereses y, si bien el código no consagra expresamente una acción directa —
el artículo 736 establece que ella tiene carácter excepcional y procede sólo en los casos
expresamente previstos por la ley— ella se prevé en supuestos como el del subcontrato, al que
más adelante nos referiremos, o del leasing, en cuya regulación se prevé que el tomador puede
reclamar al vendedor todos los derechos que emanan del contrato de compraventa celebrado
entre él y el dador (art. 1232 del CCCN).
10.2.4. Requisitos para la existencia de conexidad:
Para que haya conexidad jurídicamente relevante se requiere una pluralidad de
contratos autónomos coligados por una vinculación funcional destinada a satisfacer una
finalidad económica determinada.
Esos contratos pueden o no haber sido celebrados entre las mismas partes, pues no es
ello, sino la causa final común, lo que los vincula.
10.2.5. Efectos de la conexidad:
Lo relevante del reconocimiento de esta categoría es que, verificada la conexidad:
a. Los contratos vinculados deben ser interpretados unos por medio de los otros,
atribuyéndoles el sentido apropiado que surge del grupo de contratos, su función
económica y el resultado perseguido (art. 1074 del CCCN);
b. Un contratante puede plantear defensas vinculadas con la inejecución de
obligaciones ajenas a su contrato —excepciones de incumplimiento total, parcial o
defectuoso (art. 1075 del CCCN)—;
c. Pueden identificarse adecuadamente situaciones jurídicas abusivas (arts. 1120 del
CCCN), las que pueden ser abordadas en la forma prevista en el artículo 10, del
título preliminar del código; y
d. La frustración de la finalidad económica común posibilita el planteo de ese
mecanismo de extinción del vínculo en los distintos contratos coligados (art. 1075
del CCCN)11.
10
Hernández, Carlos en VVAA, Nicolau, Noemí Lidia y Hernández Carlos, directores, “Contratos en el
Código Civil y Comercial de la Nación”, La Ley, Buenos Aires, 2016, p. 332.
11
Piénsese en el siguiente supuesto hipotético: la construcción de un complejo hotelero da lugar a la
celebración de numerosos contratos, todos ellos vinculados en forma inmediata o mediata con el
proyecto (desde provisión de materiales hasta hospedaje para quienes habrán de participar en la

36
10.3. El subcontrato:
10.3.1. Importancia de la categoría:
La subcontratación se da cuando alguien, que cuenta con determinados derechos
derivados de un contrato, crea con base en ellos una nueva posición contractual en favor de un
tercero que no fue parte en el contrato original.
Por vía de este mecanismo contractual, un subcontratante puede desglosar sus derechos
con relación a un determinado bien, para hacer aprovechamiento de ellos en uno o varios
subcontratos con personas que resultan terceros respecto de un contrato original, del que el
subcontratante obtuvo su legitimación para entablar nuevos vínculos contractuales derivados.
Presenta cierta habitualidad en ámbitos como el de la locación de inmuebles con destino
a comercio, pero puede ser aplicada en otros contratos. No tenía regulación general antes de la
sanción del Código Civil y Comercial, pues el Código Civil la trataba al establecer las reglas de
la locación, que se aplicaban analógicamente para solucionar situaciones vinculadas con otros
tipos contractuales.
La subcontratación genera relaciones entre las partes del contrato original y del
subcontrato, algunas de ellas inmediatas, otras mediatas, las que requieren de una regulación
clara, ahora establecida en los artículos 1069 a 1072 del CCCN.
10.3.2. Definición legal:
El Código Civil y Comercial define al subcontrato en el artículo 1069, estableciendo
que se trata de “…un nuevo contrato mediante el cual el subcontratante crea a favor del
subcontratado una nueva posición contractual derivada de la que aquél tiene en el contrato
principal…”.
Dado que el subcontrato es derivación de un contrato principal a partir del que se genera
la relación jurídica entre subcontratante y subcontratado, se denomina contratante y
subcontratante a las partes en la relación jurídica base y subcontratante y subcontratado a
quienes lo son en el vínculo elaborado a partir del primero.
El subcontrato es un nuevo contrato, que tiene por partes al subcontratante y al
subcontratado, quien goza a partir de la celebración de ese acto jurídico de una posición
contractual nueva, distinta de la que tenía el subcontratante en el vínculo original, pero derivada
de ella, lo que de por sí establece un límite lógico, pues aquél no puede trasmitir al
subcontratado un derecho más extenso que el que había adquirido al celebrar el contrato
originario.
El subcontrato subsiste y es eficaz en tanto lo sea el contrato base. Se trata de una suerte
de desprendimiento del contrato base que no debe confundirse con la cesión de posición
contractual regulada en los artículos 1636 a 1640 del CCCN.
10.3.3. Relaciones jurídicas que pueden ser objeto de subcontratación:
Lógicamente, no pueden ser objeto de subcontratación las obligaciones en las que se
establecen prestaciones en cuyo cumplimiento es esencial la persona del deudor (art. 1070 del
CCCN). Dicho carácter personal puede surgir de la naturaleza de la prestación debida pero
puede ser también estipulado por las partes, aun cuando pudiera considerarse que se está ante
construcción). ¿qué debiera ocurrir con todos esos contratos si el área donde se iba a realizar el
emprendimiento es declarada parque nacional, tornando ello jurídicamente imposible el desarrollo del
proyecto en el lugar?

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una obligación en la que la persona del deudor no resulta esencial.
La subcontratación sí puede tener por objeto a prestaciones pendientes en contratos en
curso de ejecución (art. 1070 del CCCN).
La subcontratación se encuentra expresamente tratada en: a) la locación de cosas,
artículos 1214 a 1216 del CCCN; b) el leasing, en el que el tomador del leasing puede arrendar
el bien, art. 1238, segundo párrafo, del CCCN; c) el contrato de obra y servicios, en cuya
regulación se prevé que el contratista o prestador de servicios pueda valerse de terceros para
ejecutar el servicio, salvo que hubiera sido elegido por su cualidades personales, art. 1254 del
CCCN; en la franquicia, en el que se estipula que el franquiciado, con autorización del
franquiciante y el franquiciado mayorista, puede otorgar subfranquicias, art. 1518, inc. a, del
CCCN; en el contrato de agencia, en el que se prevé la institución de subagentes por el agente
que cuenta con consentimiento del empresario, art. 1500 del CCCN, y en el de concesión, en el
que se prevé que el concesionario pueda, de contar con la autorización del concedente, designar
subconcesionarios, agentes o intermediarios de venta, art. 1510 del CCCN.
10.3.4. Acciones de las que disponen las partes:
La subcontratación da lugar a relaciones jurídicas de carácter transitivo entre las partes
en el contrato principal y en el contrato derivado, lo que habilita al ejercicio de acciones entre
ellos, reguladas por las disposiciones de los artículos 1071 y 1072 del CCCN.
10.3.4.1. Acciones establecidas a favor del subcontratado. Acción directa contra el
contratante principal.
10.3.4. 4.1. a. Acciones emergentes del subcontrato:
De acuerdo a lo regulado en el artículo 1071, inciso a, el subcontratado puede ejercer
contra el subcontratante las acciones emergentes del subcontrato, pues se encuentra en una
nueva posición contractual, derivada del contrato principal, que los vincula directamente.
10.3.4.1.b. Acciones del subcontratante contra el contratante en el contrato principal:
La ley (art. 1071, inc. b, del CCCN) otorga al subcontratado la posibilidad de demandar
al contratante en el contrato original por vía de acción directa.
Acción directa es la que compete al acreedor para percibir lo que un tercero debe a su
deudor, hasta el importe del propio crédito; el acreedor la ejerce por derecho propio y en su
exclusivo beneficio (art. 736 del CCCN). Las acciones directas son de carácter excepcional y es
por ello que la regulación del subcontrato la establece en forma expresa. Ella se puede dar en
tanto exista una suerte de encadenamiento de deudas, pues se requiere un crédito exigible del
subcontratado contra el subcontratante, al que debe sumarse una deuda correlativa exigible del
tercero demandado a favor del deudor (subcontratante) de quien demanda (subcontratado),
debiendo tratarse de créditos homogéneos en la naturaleza de las prestaciones y expeditos (art.
737 del CCCN).
Se requiere citación a juicio del deudor. El subcontratado, quien acciona contra el
deudor de su deudor por vía de la acción directa, demanda por derecho propio y en su exclusivo
beneficio, por lo que puede que no ejecute la integridad del crédito que el subcontratante pueda
tener contra el contratante, sino que el contenido de la acción esté dado por la medida de su
propio crédito, que genera un embargo por la mera notificación de la demanda (art. 738, inc. 1º).
El monto percibido ingresará luego directamente a su patrimonio.
El contratante original demandado podrá oponer al subcontratado tanto las defensas que
tenga contra él como las que podría ejercer contra el subcontratante. El contratante quedará

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liberado frente al subcontratante por el pago que dentro de este marco de acción realice al
subcontratado.
10.3.4.2. Acciones del contratante:
Según se establece en el artículo 1072 del CCCN, el contratante en el contrato principal,
quien no ha sido parte en el subcontrato, conserva contra el subcontratante las acciones
emergentes del contrato del que es parte; pero también puede accionar contra el subcontratado
por lo que éste adeude al subcontratante y en la medida del crédito que ese contratante pueda
invocar, dándose una situación similar a la expuesta con relación a lo regulado en el artículo
1071, inc. b, del CCCN, lo que se desprende del enunciado de la parte final del segundo párrafo
del artículo, donde se aclara que esas acciones pueden ser ejercidas por el contratante en nombre
e interés propio.

11. Clasificaciones aparentes:


Bajo la apariencia de un criterio clasificatorio, se enuncian en el código otras categorías
que en realidad responden a herramientas o vías para la formación del consentimiento, por lo
que no los desarrollaremos en este capítulo. Ellas son: los contratos preliminares (art. 994 del
CCCN); el contrato de opción (art. 996 del CCCN); el contrato sujeto a conformidad (art. 999
del CCCN); el contrato por persona a designar (art. 1029 del CCCN); el contrato por cuenta de
quien corresponda (art. 1030 del CCCN) y, en el ámbito de los contratos de consumo: los
contratos celebrados fuera de los establecimientos comerciales (art. 1104 del CCCN) y los
contratos celebrados a distancia (arts. 1105 del CCCN).

12. Clasificación de los contratos de acuerdo con sus funciones


económicas y sociales:
Como lo adelantamos, es también posible enunciar una clasificación de los contratos
de naturaleza metajurídica, a partir de su función socioeconómica 12. Y así pueden establecerse
las siguientes categorías, según la función preponderante de cada herramienta contractual:

1. De cambio: que agrupa a los contratos que posibilitan la circulación de bienes


por un acto de disposición, como la compraventa, la permuta, la cesión onerosa, etc.
2. De crédito: que se caracteriza por facilitar la satisfacción de necesidades a
quien no cuenta con los recursos para costearlas íntegramente, categoría que engloba
contratos como el mutuo y los contratos bancarios de préstamos y de apertura de crédito,
entre otros.
3. De custodia: en los que se entregan bienes para su custodia y ulterior
reintegro, como ocurre en el depósito y en los contratos bancarios de caja de seguridad y de
custodia de títulos.
4. De cooperación: en los que media colaboración para alcanzar una finalidad
práctica, con o sin encargo, como ocurre en los contratos de mandato, comisión y corretaje.

12
Stiglitz, Rubén S. “Contratos Civiles y Comerciales, Parte General”, 3ª edición actualizada y ampliada.
La Ley, Buenos Aires, 2015, Tomo I, págs. 133 y 134.

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5. De previsión: en que uno de los contratantes celebra el contrato con la
finalidad de protegerse de riesgos que pueden afectar su persona, sus bienes o los de terceros,
como ocurre en el contrato de seguro, en el de medicina prepaga o en el oneroso de renta
vitalicia.
6. De garantía: que tienen a asegurar el cumplimiento de otro contrato principal,
como el de fianza.
7. De recreación: que posibilitan el esparcimiento de al menos una de las partes,
como los contratos de juego y de apuesta.
8. De aprovisionamiento: que aseguran la provisión de bienes o servicios, como
el de suministro, el estimatorio y el de consignación.
9. Distributivos: que posibilitan la comercialización de bienes o servicios de un
proveedor, como los de agencia, concesión y franquicia.

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