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SECCIÓ N I
CIENCIAS FILOSOFICAS
N .° 228
ARISTÓTELES
.por
SH O U N nA K IU O IÓ N RKV 1SA D A
EDITORIAL LABOR, S. A.
BARCELONA - MADRID - BUENOS AIRES • RIO DB JANEIRO
Primera edición ^930
Segunda edición revisada : P 9 4 3
PRINTED IN SPAIN
T a lu m lk s G r á f i c o s I b b r o • A m e r ic a n o s , S. A .: P rovk n za , B ARCKIyONA^
p ü ó l o ;g o
Págs.
El primer principio es infinitamente bueno y en cuanto
bueno, principio 110
La divinidad 115
La divinidad de Aristóteles y la idea platónica del bien.
El « apetito » de la materia ............................................. 117
La divinidad de Aristóteles y el Noüg (la Inteligencia) de
Anaxágoras......................... 121
La divinidad, según Aristóteles, a- la luz de su doctrina
de los principios de la preferencia............... 124
Actividad única en Dios. Su vida puramente teórica... 131
La divinidad y la pretendida imposibilidad de un querer
desinteresado 144
Aporías en Teodicea 145'
La teleología del mundo celeste 152
Los elementos corruptibles y lo que ocasiona el desen
volvimiento efectivo de sus fuerzas y disposiciones.. 156
Influencia ennoblecedora y vivificante de las estrellas.. 150
Grados de la vida.......................................................................... 163
*
Superioridad del hombre en virtud de su naturaleza en
parte espiritual....................................................................... .. 163
Acción recíproca entre el espíritu y el cuerpo................. 16G
Colaboración de la divinidad en la generación del hombre. 168
La aparición del género humano es, por decirlo así, la
plenitud de los tiempos. 177
La vida terrena como preparación para un inás allá in
finitamente beatificante y recompensador de todos en
justicia........ ........................................................................... 179
Ilimitado crecimiento de lo bueno en sí. Multiplicación
ilimitada de la vida beatífica en sabiduría................. 186
Necesidad teleológica indispensable del mundo de los
cuerpos 187
Observaciones finales........................................ ............................. 189
La Filosofía de Aristóteles en confrontación con otras
concepciones del Universo................................................. 189
índice alfabético........................................................... 193
Vida
Si contando siempre entre los más altos bienhecho
res de la Humanidad a los investigadores científicos,
damos la superioridad a unos sobre otros, sea por
haber ejercitado su actividad en más ricos y variados
trabajos o en un más .elevado campo, sea por haber
obtenido mayores resultados positivos o haber influido
en yus contemporáneos o sucesores de modo más am
plio y duradero, seguramente y bajo todos estos aspec
tos, ninguno quizá tenga más derecho que Aristóteles
a tal homenaje de gratitud:
Nació en 384 a. de J. C., en Estagira, ciudad-colo
nia de los griegos en Macedonia. Sus padres y demás
antepasados habían sido médicos de los reyes de aquella
nación. Pero espiritualmente podía con más razón
llamar a Atenas su patria, pues habiéndose trasladado
a ella a los 17' años, no la abandonó en veinte años,
y esto sólo por algo más de un decenio. Allí recibió
su formación científica, allí puso cátedra y allí parece
haber compuesto todos los escritos que de él poseemos.
Sus sentidos estaban abiertos a todos los nobles estímu
los que entonces podía recibir de Atenas. Pero ante
todo le atrajo Platón, cuya escuela- frecuentó desde
luego y cuyo influjo, a pesar de toda la atención que
12 KUAN7, ItUHNTANO
Conocimientos inmediatos
Si no conocemos inmediatamente la verdad primera
en el orden de la Naturaleza ¿no estamos siquiera en
posesión inmediata de algunas otras verdades? Y ¿qué
clase de verdades son ésas? Toda ciencia presupone
verdades de ese género. Pero ninguna otra, sino la cien
cia primera, se ocupa en fijar su carácter general y en
defender su certeza contra los ataques escépticos.
v Axiomas
Después de esas percp.pci <Vngs inm iatamen te evi
dentes vienen JtSfjñicios negativos^ambién inmediata-
>paente evidentesTcomo queda dicKó, que rechazan algo
no ya sólo como falso de héflfióT sino como ^absoluta -
Siente imposible. Un juicio así es el principio de con-
^tradiccíón^eiT su sentido gaás general, que se enuncia
de este modo:JEs imposible que una misma propiedad
y en un mismosentido se afirme y ~se niegue al mismo
tiempo de una cosa (y todo lo demás que haya que aña
dir para cerrar el camino a cavilaciones sofísticas)?^
Se ha atribuido recientemente a Aristóteles la opi
nión de que este principio se ha obtenido mediante la
Conocimientos mediatos
Vengamos ahora a. su teoría de los -conocimientos
mediatos. Los adquirimos en parte por medio de silo
gismos, en parte por medio de la inducción y analogía.
Jiu cuagto al silogismo, diremos sólo por ahora que
silogismo^ntiende Aristóteles un procedimiento
segúneT cual sobre ja base deudos .juicios ciertos se
asienta un tercero cuya negación estaría en contradic
ción con Iaadmisión dc"lás^rernisásTl)e~iqüí resulta
que la afirmación, tan corriente hoy, de que un proee-
iriU N Z BRTCNTANO
La ley de la Sinonimia
Observamos ¿ambiéiv'títra cosa) en el campo de lo
^ácciíientaí? Encontramos que lo frío se calienta por
influjo de algo que también está caliente. Del mismo
'modo, lo caliente se enfría por influjo de algo frío.
Algo seco se humedece por influjo de lo húmedo y al
revés, lo húmedo se seca al contacto de lo seco.
(La causa es pues sinónima corTsu~efécta Enlosgrupos
|de accidentes que son característicos de una clase deter
minada de sustancias vivientes, encontramos que esas
sustancias producen por su itirinoucin esos mismos
airiictcms en un cuerpo , mío hasta ahora no los pre-
sentába, y debemos deducir de ello que también esas
sustancias^producen sustancias sinónimas: un caballo
engendra "otro~caT>aTnC"uñ''^^ Icón,
i, Junto a esa clase de sinonimia entre la causa y el
efecto, hallamos también en la experiencia otra sino
nimia análoga en los procesos que distingue nuestro
autor de los anteriores (que son obra de la Naturaleza)
como productos del arte o de la inteligencia, verbi
gracia cuando un arquitecto construye una casa en
correspondencia con la idea que él tiene en su mente.
Aquí, también, en cierto sentido, la casa .quej^tá-enJla
inteligencia del arquitecto, produce una casa real igual
a aquélla. Y lo mismo sucede, cuando alguien produce
intencionadamente un^mcendío. Cíaro esTque hay dife
rencias considerables entre la sinonimia del devenir
natural y la del dev^ir^^ificíalTE s algo muy distinto
estar en la inteligencia como concepto general, y ser
C. B rentano : A r i s t ó t e le s . 2 2 8 .— 2 .» ed.
82 FBANZ BRENTANO
/
ATI18TA t KXK8 01
•;— ;
dentemente, que no es absolutamente necesario en nin-
_guna "parte ni^momento, y, excepto_jiDo solo, en
' ninguno más es ni real~siquiera.(vJNlngún nTovimientfl/1
pues, puede ser KgTabsolutamente necesano^l que haya
de cre'íerirse:=el, nacer y el morir como a su causa pri
mera. sino que más bien, todo movimiento necesita una
causa.
Evidenciemos esto en el caso especial de una super
ficie esférica, a la que debe ser natural el movimiento
giratorio. Un cierto punto A de su ecuador cambia
continuamente de posición. Puede por lo tanto estar
aquí y no estar aquí. ¿Por qué, pues, está aquí preci
samente? Se dirá: porque antes estaba allí. Pero
vuelve la pregunta: y i,poi' quó estaba allí? Y si eon-
J 1inúo indefinidamente dando por razón siempre ante-
J^nores posiciones, todas oTTas. to mismo cu particular
que en conjunto, permanecen inexplieadas. Tendría
mos un hecho que ni sería inmediatam£nte__necesario ni
¿ estaría motivado por alguna otra cosa. La, última causa
,Explicativa habrá, pues, que buscarla en cosa distinta
de la misma esfera movida. Este mismo razonamiento
vale, evidentemente, para cualquier cuerpo movido en
general. Vemos, pues, que la última causa de los cam-
bios que nos ofrece el muñdólíe los cuerpos, no puede
estar en una esfera movida sino en algo completamente
inmóvi l ~ r
Aquí, por otra parte, hace Aristóteles la adverten
cia. de que la experiencia nos presenta cosas que ya
están quietas, ya se mueven; y además otras, las estre
llas, cree él, que siempre están en movimiento. ¿Por
02 FRANZ BBENTANO
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^ Veamos de aclarar un poco más el uso que él quiere
hacer de esa distinción. Por de pronto podría creerse
que basta referirse a un hombre que con desinteresado
amor se propone hacer un beneficio al amigo. En este
caso aquél en interés del cual actúa, es el amigo fuera
de él; empero,, en^ej-feaeedor mismo del beneficio está
lo que obra com^ causa finaljél^fin cuya consecución
se propone, la idea^dél-bim^ue hay que proporcionar
al amigo.
Llevado este concepto al primer- principio, inmoto.
,del mundo, podriamós~crg§r^ gO K orden del munS§7
„fen cuanto está preconcebido-^n el ^ p í nt^~1irfíglta^
mente perfecto, e s ^ ^ u s a f í n a ^ e su^^lfzacióñrSin
embargo, cuando'Aristóteles creeque^en ía inteligencia
^primera está dada la últim ^ausajM jnundo que como
EierLeT causa del mismo, parece pensar nosóío en l a
bondad del orden cósmico^sino más propiamente en el
"bien incomparablemente aún másgrañde, en~él misero
ser primordial. A hora bien, en el ejemplo propuesto,
existe en el pensamiento del bienhechor no sólo el bien
■del amigó, hacia el cual se tiende, sino también el
{fejjgfTpór p.1 qnft sejnjraT^En ese sentido parece, pues,
queqip cabe hacer én D i n diferencia entre el “ porqué”
en el sentido de “ por quiéñ^y el “ porqué” en~eTsen
tido de “ lo qué” . Para destacar esa diferencia debemos-
hacer ver cómo puede ser considerado como causa
de que algo sea o suceda, algo real, dado inmutable-'
mente (no ya pensado como mudable): claro que no
en el sentido-de^ alguien para el que” sino en el sen
tido d ^ “ algo qúé” T) ¡
A U IS T Ó T E I.K S
^ 8‘ „ ,j.
1'HANZ BBKNTAISO
Apodas en Teodicea
Dios es infinitamente perfecto. lis la causa primera
única y universal del mundo. El mundo, por lo tanto,
debe ser perfecto sin tacha: un mundo igualmente
bueno o mejor es impensable. Pero ¿cómo concuerda
con esa exigencia lo que la experiencia nos dice? Y por
otra parte, algo que tiene la firmeza apodíetica del
principio mismo de contradicción ¿no excluye de ante
mano la idea de un mundo que sea el mejor posible?
Aristóteles tiene por algo contradictorio no sólo el
número infinito sino también una extensión infinita.
10. l i UHXTAXO: AristóMus. 228. — 2 .a c d
140 ITKANZ UltKNTANO
l-i
Más allá de todo límite parece posible algo mayor.
Y ¿ cómo en materia de bien un más no ha de ser un
mejor? Ofreciendo ya esta consideración bastante difi
cultad, surgen aún otras sobre la base de hechos expe
rimentales o tenidos por tales por nuestro filósofo.
Todo lo perteneciente a ese mundo que es el mejor
posible, era de suponer que fuese bueno en sí mismo
y sumase luego bien a bien. O si algo había de tener
sólo un valor de utilidad, lo bueno por sí mismo no
había de serle inferior en cantidad. Ahora bien, parece
suceder de hecho todo lo contrario. Lo bueno en sí
mismo sólo se da dónde hay conciencia (1) y, espe
cialmente, allí donde ésta alcanza sus más altos gra
dos. En una palabra, lo que en el hombre vale por sí„
es según Aristóteles la alta vida espiritual del sabio
y del justo.
Pues bien, si echamos una ojeada al mundo, parece
que al lado de lo inanimado lo animado se da en can
tidad infinitamente pequeña, y todavía está más par
camente extendida la raza humana, la única capaz de
elevarse a una vida más. alta en punto a virtud y cien
cia. Y aun dentro de ella [ cuán pocos logran desenvol
ver convenientemente sus •dotes espirituales y ser feli
ces en la actuación de las mismas! Si es cierto que
observamos en las cosas tendencias naturales, esto es
si todas las apariencias son como si hubieran sido pro
ducidas conforme a su naturaleza y ordenadas por una
inteligencia a una finalidad, y se les hubiera impuesto
i
A RI.HTlVj'Kl.KN 1(57
(1) Véase lo que dice Eth. Nic. VII, 5, hacia el fin, sobre
el modo_c6mo únicamente se puede Hegar a posponer loTmejor,
en que hace una cierta concesión, para nuestro caso muy signi
ficativa, al punto de vista socrático de que toda preferencia
concedida a lo malo tiene su fundamento en la ignorancia.
IS O tfltA N K I J I tliN J ’ANO