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GRADO EN CRIMINOLOGÍA
Grupo II Tarde
Metodología de Investigación en CCSS
Curso 2019/2020
Mayo 2020
Las normativas en materia migratoria suelen ser de ámbito estatal, aunque en el contexto
europeo, los niveles supraestatal y subestatal han asumido una relevancia creciente. Con
referencia a las políticas que tienen que ver con el hecho migratorio, las diferencias a escala
regional pueden ser producto de varios factores. Por un lado, aun en aquellos casos donde hay
un alto grado de centralización política y administrativa, el aplicar las mismas políticas (ya sean
estas específicamente diseñadas para fomentar la integración, o más generalmente sociales,
económicas, etc.) a realidades regionales distintas puede provocar resultados divergentes. De
esta manera, estudios en algunos países europeos muestran como la aplicación de las políticas
migratorias, sobre todo las relacionadas con los procesos de integración, pueden variar bastante
entre una región y otra dentro de un mismo país, como sucede en el caso de Bélgica (Phalet y
Swyngendouw, 2003). Por otro lado, tal y como señalan Campomori y Caponio (2013) con
vistas al caso de Italia, en muchos Estados miembros de la UE las regiones han ido adquiriendo
una mayor autonomía en política social, incluyendo las políticas de integración de las personas
inmigradas, lo que da lugar a diferentes marcos de actuación y geografías de inclusión social.
Rodríguez-Izquierdo Serrano (2013) argumenta que este mayor protagonismo de las regiones en
la gestión de la inmigración tendría que ver con el cambio que se ha producido a nivel europeo
en la visión de la inmigración, la cual habría pasado a relacionarse principalmente con el
mercado laboral, quedando a un lado su anterior vinculación con cuestiones de orden público.
Resulta obvio que cuanto mayor es el grado de descentralización y de diferenciación
administrativa dentro de un mismo Estado, más importante será, metodológica y empíricamente,
medir la integración de las personas inmigrantes a nivel regional.
Igualmente, los contextos socioeconómicos de acogida a nivel regional pueden ser tan distintos,
o incluso más, que entre un país y otro (Huddleston, Niessen y Dag Tjaden, 2013). Algunas de
estas diferencias pueden tener un impacto muy directo sobre los procesos de integración, y aquí
entrarían tanto aspectos demográficos, como sociales, laborales, económicos o incluso
culturales. Entre estos factores, cabe resaltar el nivel de bienestar material que exista en una
región, así como el grado de desigualdad económica y social que prevalezca; la estructura
económica y, dependiendo de esta, la situación del mercado laboral (principalmente, la demanda
de mano de obra, tanto a nivel sectorial como de nivel ocupacional); la estructura demográfica
de la población autóctona, es decir, si estamos hablando de poblaciones más numerosas, jóvenes
y dinámicas, o por el contrario de regiones más despobladas, con una población más envejecida,
etc. (las «necesidades» de inmigración de unas y otras serán diferentes); e incluso aspectos
como las diferencias culturales y lingüísticas entre regiones (por ejemplo, la existencia de
lenguas cooficiales). Estos aspectos pueden estar relacionados entre sí, y unos determinarán o
condicionarán a otros, o irán en paralelo con ellos.
En conjunto, estos elementos estructurales formarían parte de lo que Laparra (2008: 170)
denomina el «potencial integrador» de una sociedad receptora de inmigración. Según este autor,
dicho potencial viene determinado, principalmente, por las características del mercado laboral y
por el modelo de bienestar, y más concretamente por «su estructura económica y demográfica,
con la función que cumple dentro de la dinámica de los flujos migratorios internacionales (que a
su vez tiene que ver con su posición dentro de la división internacional del trabajo), así como
con la capacidad de sus instituciones para garantizar una adecuada acogida a los nuevos
residentes». A su vez, un reciente informe para la Dirección General de Interior de la Comisión
Europea sobre los indicadores de integración de los inmigrantes agrupa los determinantes de
esta en tres categorías (Huddleston, Niessen y Dag Tjaden, 2013: 4): el entorno macro de la
sociedad receptora, sus políticas de inmigración e integración, así como las características de os
propios inmigrantes. Como decíamos, respecto a cada una de estas tres vertientes, las
diferencias entre distintas regiones de un mismo país pueden ser notables.
(CC.AA.) y 2 Ciudades Autónomas; entidades territoriales que cuentan con una gran diversidad
social, económica, política y cultural, así como con diferentes «mosaicos migratorios» (Cachón,
2008).
3. Políticas de integración
Este reparto competencial hace que a las CC.AA. les corresponda tomar medidas que repercuten
en la integración social y económica de los colectivos inmigrantes, así como en su participación
social. Es por ello que, en España, en una mayoría de CC.AA. se han elaborado planes
regionales de integración.
Son precisamente las competencias autonómicas en materia de empleo y otras transversales las
que justifican la inclusión del nivel regional en el diseño e implementación de las políticas
migratorias en España. A partir de los diferentes planes de integración a nivel de CC.AA., así
como de las diferentes realidades socioeconómicas existentes en estas, se genera en España lo
que ha venido denominándose un modelo patchwork de integración, el cual se presenta como
singular dentro de la UE (Martínez de Lizarrondo, 2009). De esta manera, a pesar de los rasgos
compartidos, las diferencias entre una CC.AA. y otra en materia sanitaria o de bienestar social,
o incluso cultural y lingüística, pueden tener un impacto diferenciador en el acceso de las
personas inmigrantes a los recursos sanitarios, sociales o educacionales, y por lo tanto en sus
niveles de integración. Por ejemplo, cabe pensar que las personas inmigrantes que se asientan en
regiones con una cultura y lengua propias, como es el caso de Cataluña, País Vasco y
Comunidad Valenciana, entre otras, podrían tener (o no) una mayor dificultad para adquirir las
competencias lingüísticas necesarias para integrarse con éxito en el sistema educativo y en el
mercado laboral.
Ya como constatación de hecho, entre las CC.AA. existen diferencias en el acceso de las
personas inmigrantes, sobre todo de las que están en situación administrativa irregular, a
determinados servicios sanitarios. En este punto destacan Baleares, Cataluña, Navarra y País
Vasco, así como Andalucía, por su atención amplia a población inmigrante sin domicilio o en
situación administrativa irregular (Laparra y Martínez de Lizarrondo, 2008), al menos hasta que
en abril de 2012 cambiara la política estatal al respecto. La situación de irregularidad
administrativa también puede influir en el acceso a la formación laboral (aquí destacaría el País
Vasco, por sus políticas más abiertas). Asimismo, no todas las CC.AA. ofrecen el acceso a
rentas mínimas a la totalidad de la población extranjera; País Vasco, una vez más, y Navarra,
ofrecen una cobertura mayor, mientras que Andalucía limita este recurso a la población de
origen comunitario, y en la mayoría de CC.AA. se excluye a la población en situación irregular.
Hay que decir, sin embargo, que desde que comenzara la crisis, la merma de recursos públicos
puede haber contribuido a una mayor homogeneidad a la baja en estos aspectos.