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GRADO EN CRIMINOLOGÍA
Grupo II Tarde
Metodología de Investigación en CCSS
Curso 2019/2020

“Segundas generaciones. Integración en


el Modelo Español”

Alexandra Hernández Crespo


Dni 07982810- Q

Tutor/ José Ignacio Antón Prieto

Mayo 2020

Integración: en el Modelo Español


1. Los procesos de integración desde una perspectiva regional
Desde un punto de vista conceptual, la relevancia de asumir una perspectiva regional en el
estudio de la integración de las poblaciones inmigradas se debe a varios factores. Si aceptamos
la idea de que la integración es bidireccional, esta estará condicionada, por un lado, por las
características específicas de los flujos migratorios, y por otro, por la estructura política y
socioeconómica de la sociedad de acogida. Este argumento no solo es válido a escala nacional o
estatal, sino también a nivel subnacional (principalmente regional, pero también local);
dependiendo del grado de descentralización administrativa y política, así como de la
heterogeneidad que se observe dentro de un mismo Estado, la escala regional asumirá una
importancia mayor o menor a la hora de medir la integración. A continuación, profundizamos
en estos aspectos, primero en sentido más abstracto o teórico, y después aplicándolos al caso
español.

Las normativas en materia migratoria suelen ser de ámbito estatal, aunque en el contexto
europeo, los niveles supraestatal y subestatal han asumido una relevancia creciente. Con
referencia a las políticas que tienen que ver con el hecho migratorio, las diferencias a escala
regional pueden ser producto de varios factores. Por un lado, aun en aquellos casos donde hay
un alto grado de centralización política y administrativa, el aplicar las mismas políticas (ya sean
estas específicamente diseñadas para fomentar la integración, o más generalmente sociales,
económicas, etc.) a realidades regionales distintas puede provocar resultados divergentes. De
esta manera, estudios en algunos países europeos muestran como la aplicación de las políticas
migratorias, sobre todo las relacionadas con los procesos de integración, pueden variar bastante
entre una región y otra dentro de un mismo país, como sucede en el caso de Bélgica (Phalet y
Swyngendouw, 2003). Por otro lado, tal y como señalan Campomori y Caponio (2013) con
vistas al caso de Italia, en muchos Estados miembros de la UE las regiones han ido adquiriendo
una mayor autonomía en política social, incluyendo las políticas de integración de las personas
inmigradas, lo que da lugar a diferentes marcos de actuación y geografías de inclusión social.
Rodríguez-Izquierdo Serrano (2013) argumenta que este mayor protagonismo de las regiones en
la gestión de la inmigración tendría que ver con el cambio que se ha producido a nivel europeo
en la visión de la inmigración, la cual habría pasado a relacionarse principalmente con el
mercado laboral, quedando a un lado su anterior vinculación con cuestiones de orden público.
Resulta obvio que cuanto mayor es el grado de descentralización y de diferenciación
administrativa dentro de un mismo Estado, más importante será, metodológica y empíricamente,
medir la integración de las personas inmigrantes a nivel regional.

Igualmente, los contextos socioeconómicos de acogida a nivel regional pueden ser tan distintos,
o incluso más, que entre un país y otro (Huddleston, Niessen y Dag Tjaden, 2013). Algunas de
estas diferencias pueden tener un impacto muy directo sobre los procesos de integración, y aquí
entrarían tanto aspectos demográficos, como sociales, laborales, económicos o incluso
culturales. Entre estos factores, cabe resaltar el nivel de bienestar material que exista en una
región, así como el grado de desigualdad económica y social que prevalezca; la estructura
económica y, dependiendo de esta, la situación del mercado laboral (principalmente, la demanda
de mano de obra, tanto a nivel sectorial como de nivel ocupacional); la estructura demográfica
de la población autóctona, es decir, si estamos hablando de poblaciones más numerosas, jóvenes
y dinámicas, o por el contrario de regiones más despobladas, con una población más envejecida,
etc. (las «necesidades» de inmigración de unas y otras serán diferentes); e incluso aspectos
como las diferencias culturales y lingüísticas entre regiones (por ejemplo, la existencia de
lenguas cooficiales). Estos aspectos pueden estar relacionados entre sí, y unos determinarán o
condicionarán a otros, o irán en paralelo con ellos.

En conjunto, estos elementos estructurales formarían parte de lo que Laparra (2008: 170)
denomina el «potencial integrador» de una sociedad receptora de inmigración. Según este autor,
dicho potencial viene determinado, principalmente, por las características del mercado laboral y
por el modelo de bienestar, y más concretamente por «su estructura económica y demográfica,
con la función que cumple dentro de la dinámica de los flujos migratorios internacionales (que a
su vez tiene que ver con su posición dentro de la división internacional del trabajo), así como
con la capacidad de sus instituciones para garantizar una adecuada acogida a los nuevos
residentes». A su vez, un reciente informe para la Dirección General de Interior de la Comisión
Europea sobre los indicadores de integración de los inmigrantes agrupa los determinantes de
esta en tres categorías (Huddleston, Niessen y Dag Tjaden, 2013: 4): el entorno macro de la
sociedad receptora, sus políticas de inmigración e integración, así como las características de os
propios inmigrantes. Como decíamos, respecto a cada una de estas tres vertientes, las
diferencias entre distintas regiones de un mismo país pueden ser notables.

En este sentido, la configuración estructural e institucional de la sociedad receptora incide en


que el hecho migratorio a menudo cuenta con un desarrollo histórico distinto en cada región, lo
que afecta de manera directa a los procesos de integración. Por ejemplo, factores como la
ubicación geográfica, la estructura económica y social, la disponibilidad de vivienda, o las
particularidades lingüísticas en una región concreta, pueden atraer a un tipo u otro de
inmigración. Esto es, sin restar importancia a otros factores que también contribuyen a la
conformación de los flujos migratorios, como pueden ser los relacionados con el contexto de
origen o con las redes migratorias. Con respecto a las características más significativas de los
flujos a la hora de analizar los procesos de integración, destacan atributos como la cuantía, su
ritmo de evolución, su calendario y la composición de estos. Dentro de los factores relacionados
con la composición, son relevantes la edad, el sexo, los años de residencia, los niveles de
cualificación, la experiencia laboral, así como el origen nacional y étnico (la nacionalidad, por
ejemplo, puede determinar la adscripción a determinados regímenes de movilidad geográfica).

2. Las particularidades del caso español

Ya señalamos que la utilidad de un sistema de indicadores de integración a nivel regional


(infraestatal) depende en gran parte del grado de descentralización política que exista, así como
de la disparidad socioeconómica y respecto del hecho migratorio que lo caracterice.
Centrándonos ahora en el caso español, este se caracteriza por un alto nivel de descentralización
política-administrativa a escala regional que tiene su reflejo en 17 Comunidades Autónomas

(CC.AA.) y 2 Ciudades Autónomas; entidades territoriales que cuentan con una gran diversidad
social, económica, política y cultural, así como con diferentes «mosaicos migratorios» (Cachón,
2008).

3.   Políticas de integración

Con relación a la gobernanza del hecho migratorio en España, en principio, la Constitución


otorga al Estado la competencia exclusiva sobre asuntos de nacionalidad, inmigración,
emigración, extranjería y derecho de asilo (Art. 149.1.2 CE). La normativa relativa a gran parte
de las políticas sociales más relevantes para el hecho migratorio, como puede ser la regulación
del mercado laboral, también es de ámbito estatal. Sin embargo, de forma parecida a lo que
sucede en otros países de la UE con un alto grado de descentralización, las CC.AA. españolas
han ido adquiriendo importantes competencias sectoriales, por ejemplo, en materias como
educación, sanidad y cultura, así como en políticas sociales (de empleo, vivienda, servicios
sociales, etc.).

Este reparto competencial hace que a las CC.AA. les corresponda tomar medidas que repercuten
en la integración social y económica de los colectivos inmigrantes, así como en su participación
social. Es por ello que, en España, en una mayoría de CC.AA. se han elaborado planes
regionales de integración.

Son precisamente las competencias autonómicas en materia de empleo y otras transversales las
que justifican la inclusión del nivel regional en el diseño e implementación de las políticas
migratorias en España. A partir de los diferentes planes de integración a nivel de CC.AA., así
como de las diferentes realidades socioeconómicas existentes en estas, se genera en España lo
que ha venido denominándose un modelo patchwork de integración, el cual se presenta como
singular dentro de la UE (Martínez de Lizarrondo, 2009). De esta manera, a pesar de los rasgos
compartidos, las diferencias entre una CC.AA. y otra en materia sanitaria o de bienestar social,
o incluso cultural y lingüística, pueden tener un impacto diferenciador en el acceso de las
personas inmigrantes a los recursos sanitarios, sociales o educacionales, y por lo tanto en sus
niveles de integración. Por ejemplo, cabe pensar que las personas inmigrantes que se asientan en
regiones con una cultura y lengua propias, como es el caso de Cataluña, País Vasco y
Comunidad Valenciana, entre otras, podrían tener (o no) una mayor dificultad para adquirir las
competencias lingüísticas necesarias para integrarse con éxito en el sistema educativo y en el
mercado laboral.

Ya como constatación de hecho, entre las CC.AA. existen diferencias en el acceso de las
personas inmigrantes, sobre todo de las que están en situación administrativa irregular, a
determinados servicios sanitarios. En este punto destacan Baleares, Cataluña, Navarra y País
Vasco, así como Andalucía, por su atención amplia a población inmigrante sin domicilio o en
situación administrativa irregular (Laparra y Martínez de Lizarrondo, 2008), al menos hasta que
en abril de 2012 cambiara la política estatal al respecto. La situación de irregularidad
administrativa también puede influir en el acceso a la formación laboral (aquí destacaría el País
Vasco, por sus políticas más abiertas). Asimismo, no todas las CC.AA. ofrecen el acceso a
rentas mínimas a la totalidad de la población extranjera; País Vasco, una vez más, y Navarra,
ofrecen una cobertura mayor, mientras que Andalucía limita este recurso a la población de
origen comunitario, y en la mayoría de CC.AA. se excluye a la población en situación irregular.
Hay que decir, sin embargo, que desde que comenzara la crisis, la merma de recursos públicos
puede haber contribuido a una mayor homogeneidad a la baja en estos aspectos.

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