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El derecho subjetivo es un poder atribuido a la voluntad del sujeto, una esfera de autonomía

que el ordenamiento jurídico pone a disposición del individuo junto con la protección
correspondiente. Esa iniciativa de la voluntad individual puede manifestarse en dos
diferentes direcciones:
Provocando el nacimiento, el cambio o la desaparición de derechos propios. Exigiendo de
otro sujeto algún comportamiento previsto en la norma que ampara el propio derecho. El
Derecho subjetivo se caracteriza como un interés jurídicamente protegido, es decir, como
aquel interés respaldado por una protección jurídica cuya efectividad depende de la
iniciativa del propio titular. En todo derecho subjetivo, según esta teoría, dos elementos
básicos:
El interés del sujeto es interno y sustantivo, y el procedimiento jurídico de defensa es
exterior y formal. Pero ambos son necesarios para que pueda hablarse de derecho subjetivo,
ya que, si no se cuenta con el correspondiente procedimiento de protección, cualquier
interés seguirá siendo importante, pero no se constituirá en derecho subjetivo.
El interés representa el elemento interno; la acción, la protección del derecho subjetivo.
Este debe definirse como un interés jurídicamente protegido. -Da el nombre de bien a
cualquier cosa que posea utilidad para un sujeto. -Para que haya derecho no basta el
elemento material; requiérase, además, que le interés esté jurídicamente garantizado, lo que
es lo mismo, que el goce del bien a quien se dirige se encuentre protegido por medio de la
acción.

El primero de los dos elementos de esta definición lo designa Ihering como utilidad,
ventaja, ganancia, bien, valor, disfrute, pero, sobre todo «interés», en cuanto que así se
expresa lo mismo, el valor o el bien, pero en cuanto está «en especial relación con los fines
y relaciones del sujeto». El primer elemento, «en el que reside el fin práctico», es el
«substancial», mientras que el segundo, «que se relaciona con aquel fin simplemente como
medio», es decir, la protección jurídica, es el elemento «formal». Y continúa Ihering
explicándonos la relación entre uno y otro: «El primero es la pepita, el grano; el segundo, la
cáscara protectora»
La alternativa a las teorías de la voluntad son las teorías del interés que conciben a los
derechos como instrumentos para promover y proteger el bienestar y los intereses de los
individuos. Un sujeto, por tanto, tendría un derecho si otro tiene el deber de llevar a cabo
cierto acto en interés del primero, es decir, que lo determinante a la hora identificar o de
atribuir derechos no es la voluntad de nadie, sino el provecho o el beneficio que alguien
obtiene del cumplimiento de una obligación. En los orígenes de las teorías del interés
encontramos las tesis de Bentham a propósito de la relación entre derechos y beneficiarios
de obligaciones. En el modelo de Bentham ser titular de un derecho significa ser el
beneficiario de una obligación de otro junto a esta versión de la teoría del interés,
denominada protectora por poner el énfasis en la función protectora o de preservación que
los derechos ejercen sobre los intereses de los sujetos, existe otra variante de la teoría del
interés denominada justificadora. Un individuo, según esta versión, tendría un derecho
cuando un interés o algún aspecto de su bienestar es razón suficiente para sostener que otro
sujeto o sujetos tienen un deber, es decir, que afirmar que alguien tiene un derecho supone
sostener que un aspecto del bienestar de esta persona es una razón que requiere un cierto
comportamiento en otros (Raz, 1986, p. 180). Los derechos, por tanto, son los fundamentos
de los deberes de otros (Raz, 1986, pp. 166-167
La teoría del interés también ha sido objeto de diversas objeciones. La más inmediata
sugiere que existen derechos que no benefician a su titular ni son de su interés por el simple
motivo de que podrían ir en su perjuicio. Otra objeción común apunta a la existencia de
terceros beneficiarios o beneficiarios en cascada del cumplimiento de ciertos deberes,
quienes, de acuerdo con la teoría del interés, tendrían que considerarse titulares de un
derecho frente a un obligado con el que podrían no tener vínculo relevante alguno. También
se ha criticado la falta de correspondencia que existe en muchas ocasiones entre el peso del
interés protegido o justificatorio y el peso del derecho. Esa dimensión del peso abriría
además la puerta al cálculo utilitario en materia de derechos y permitiría la comparación y
ponderación, así como las compensaciones o ajustes entre derechos e intereses concurrentes
en un caso. Como consecuencia, la teoría del interés no podría dar cuenta del hecho de que
los derechos son concebidos con frecuencia como factores o razones que están fuera de
cualquier cálculo utilitario y que, por tanto, no pueden ser confrontados con otros intereses
del sujeto titular o con intereses generales. Por último, y como ocurría con la teoría de la
voluntad, se ha destacado la vinculación de la teoría del interés a filosofías y
planteamientos políticos welfaristas lo que también la convertiría en una tesis
ideológicamente condicionada y parcial en el seno de un debate pretendidamente analítico.

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