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¿Qué tienen en común un maestro de escuela y un luchador de sumo?

Es una pregunta un poco extraña, de hecho parece ser un chiste. Pero no tiene
nada de gracioso si nos ponemos a analizar los datos. La respuesta posiblemente
es que los dos para mantener su puesto y estatus social necesitan hacer trampas
para obtener sus fines.

Pareciera entonces que la deshonestidad y corrupción son elementos a priori del


ser humano, pero la realidad es que la corrupción es ejercida por fines egoístas. Es
más fácil ser honesto cuando se tiene afecto por alguien. En el caso de maestros y
luchadores de sumo este tipo de comportamiento es necesario para su
supervivencia.

Los luchadores de sumo tienen vínculos entre sí logrando un funcionamiento en


donde es difícil que alguno de ellos no se beneficie con el comportamiento de estos
además de tener un nexo con la mafia japonesa.

Es bien sabido de trampas en el deporte y cuando se sorprende a uno no pasa de


un pequeño escándalo mediático por unos minutos y después da lo mismo pero en
el caso del sumo es diferente por representar una emoción religiosa, histórica y
militar, es un deporte sacrosanto a diferencia de los deportes occidentales a los
cuales estamos acostumbrados a ver, salvo tal vez se me ocurre el caso en México
en donde el futbol también tiene una carga cultura importante “no se habla de
religión, política ni fútbol en la mesa”. Ser un luchador de sumo representa un
estatus de honor entonces se pensaría que es difícil hace trampa en este deporte
pero la realidad es diferente.

Los incentivos por otra parte juegan un papel importante para actuar de esta forma.
Ganar o perder, y en cuanto a un luchador de sumo se refiere siempre es mejor
ganar a causa de sus condiciones de éste. Un maestro de escuela es similar en este
aspecto porque quedar como un mal profesor y ser despedido o estigmatizado en
otras instituciones no es benéfico para él porque el rol del profesor es transmitir
supuestamente valores y conocimiento hacía la población más joven.
También tiene una función en donde el honor y el respeto son una característica de
un profesor ya sea para conseguir un mejor puesto en el futuro o simplemente ser
recompensados en las evaluaciones.

Un profesor tiende a ejercer esta corrupción por un fin egoísta sin importarle el futuro
de los alumnos a quienes enseña, si aprenden bien o mal solo les importa seguir en
su puesto con cualquier método el cual tengan a su disposición. Su rol se ha
abaratado hasta el punto de ni siquiera tener confianza en los educadores
generalizando una mala calidad de éstos por la falta de preparación o únicamente
verse como un trabajo común restándole la importancia para la formación de las
próximas generaciones.

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