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(Psicología)
MARIA ÀNGELS VILADOT PSICOLOGÍA PSICOLOGÍA «La presente obra se construye a partir
GÉNERO Y PODER
Vicenç Quera, Diego Redolar, Carles Enric Riba, la suite ejecutiva). Segundo, exponer qué
José Ramón Sánchez, Susana Sánchez, Bettina Tassino A partir de la objetividad de múltiples investigaciones empíricas, estrategias cognitivas utilizan las mujeres
y Daniel Turbón Maria Àngels Viladot nos conduce a una mejor comprensión de estos para afrontar las discriminaciones que
Fundamentos de psicobiología. Nueva edición revisada procesos. De este modo, las organizaciones y las personas que las padecen en el ámbito laboral. Y, tercero,
Diego Redolar (coord.), Mercè Boixadós, Ana Moreno, conforman pueden fomentar entornos que permitan cerrar las brechas explicar cómo hombres y mujeres gestionan
EN LAS ORGANIZACIONES
Mariona Portell, Noemí Robles, Carles Soriano,
Meritxell Torras, Anna M. Vale y Jaume Vives discriminatorias por razón de género. los procesos de la propia identidad personal
¿Realmente las mujeres tienden a querer pertenecer a organizaciones y social en el ámbito de las organizaciones y
Cómo orientar la gestión de la carrera profesional
Juan Llanes Ordónez, Maria do Céu Taveira más pequeñas de negocios con un menor número de miembros como podrían las empresas, organizaciones
y Joana Carneiro Pinto y a organizaciones de tipo social? La autora responde esta y muchas otras e instituciones gestionar dicha identidad
Técnicas de investigación social y educativa preguntas a lo largo de este excelente libro orientado al público interesado social para encauzarse en el proceso de
por la igualdad de género en el mundo laboral y, más específicamente, Prólogo de Núria de Gispert
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Género y poder
en las organizaciones
ISBN: 978-84-9116-568-2
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Índice
Prólogo............................................................................................. 13
Introducción................................................................................... 17
Bibliografía................................................................................... 26
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Conclusiones.................................................................................. 215
Bibliografía................................................................................... 221
Epílogo............................................................................................. 225
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Prólogo
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Núria de Gispert
Presidenta del Parlament de Catalunya (2010-2015)
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Introducción
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La tasa rosa
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Cuotas
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Marco teórico
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Nota adicional
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Bibliografía
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Capítulo I
Identidades sociales, comunicación y género
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3. Prototipos
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Resumen
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Bibliografía
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Capítulo II
Estrategias de gestión de la identidad
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valor y diversidad, es posible que esto las ayude o haga que les sea
más fácil lograr sus objetivos personales, pero no los del grupo de
género (Bettencourt et al., 2001).
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5. Sexismo ambivalente
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manos donde, por una parte, los hombres son los que poseen el
control estructural de las instituciones económicas, legales y polí
ticas, pero, por otra parte, la reproducción sexual proporciona a
las mujeres otro tipo de poder: el poder diádico. Este poder se
refiere al que procede de la dependencia en las relaciones entre
dos personas, puesto que los hombres necesitan a las mujeres
para la satisfacción de sus necesidades sexuales y la crianza de sus
hijos.
El poder diádico se refleja en casi todas las sociedades como
diferentes formas de ideología: idealización de las mujeres como
objetos amorosos, admirándolas por su rol de esposas y madres,
y por conductas de protección hacia ellas. Es esencial destacar
que según los autores, todos estos sentimientos positivos hacia
las mujeres y las conductas que generan siguen siendo sexismo
(en este caso, benévolo) a pesar del tono afectivo que puedan
tener. Esto se debe a que no se realizan en virtud de las caracte
rísticas de la persona hacia quien se orienta, sino debido a su per
tenencia categorial al grupo de las mujeres, y que se asientan en
la dominación tradicional del varón. Es más, el sexismo benévolo
puede llegar a ser más perjudicial que el sexismo hostil, puesto
que puede utilizarse para compensar o legitimar el sexismo hostil.
El sexismo benévolo posee tres componentes básicos:
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Resumen
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Bibliografía
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Capítulo III
Discriminación y autodiscriminación
de las mujeres en el ámbito laboral
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pos, los hombres siguen cobrando bastante más que las mujeres
(Kulich, Trojanowski, Ryan, Haslam y Renneboog, 2011) y tienen
más posibilidades de ser ascendidos cuando factores tan impor-
tantes como el nivel de educación, horas trabajadas, experiencia
o cualificaciones están a la par (Hoyt, 2010). No obstante, este
sesgo, lejos de ser un problema exclusivo de los puestos eje-
cutivos, parece operar a todos los niveles de la jerarquía de las
organizaciones (Carton y Rosette, 2011). El hecho de que existan
diferencias entre las redes de contacto informales de los hombres
y las mujeres en los ámbitos laborales representa una dificultad
añadida para las mujeres a la hora de romper el techo de cristal.
Las redes de contactos informales ayudan a los hombres a avan-
zar de una manera más fluida a través de sus trayectorias labo-
rales y carreras profesionales (Eagly y Sczesny, 2009; Livingston,
Rosette y Washington, 2012; Roth, 2007, 2009). Volveremos a
este punto en un capítulo posterior.
Un estudio a gran escala sobre estereotipos financiado por
IBM, descubrió que los directores generales (30 % de la muestra)
y otros directivos también de Estados Unidos y Europa perci-
bían diferencias entre hombres y mujeres líderes (Catalyst, 2007).
Según el estudio, los hombres percibían a las mujeres líderes
como más efectivas que los hombres en el papel de «cuidado-
ras», proporcionando apoyo y recompensas a sus subordinados.
Por otra parte, conceptuaban a los líderes masculinos como más
efectivos que las mujeres cuando se trataba de delegar y solu-
cionar problemas. Hay que señalar que el estudio descubrió que
estas percepciones no estaban respaldadas por las investigacio-
nes en conductas de liderazgo real. Estos datos muestran que,
debido a los estereotipos, el talento de liderazgo de las mujeres
se ve infravalorado e infrautilizado de una forma rutinaria en
las organizaciones, incluso teniendo en cuenta que estas mismas
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aceptar salarios más bajos que los hombres. Sin embargo, varios
estudios han puesto en evidencia que las diferencias de género
se ven mitigadas por la experiencia y el profesionalismo (véase
Niederle y Yestrumskas, 2008). Utilizando una muestra masculi-
na y femenina de ejecutivos, Atkinson, Boyce Baird y Frye (2003)
no encontraron diferencias de género en la forma en que estos
hombres y mujeres gerentes administraban sus fondos en tér-
minos de riesgo. Revisando este tema, Johnson y Powell (1994)
encontraron que en una población sin formación en gestión, las
mujeres estaban menos dispuestas a asumir riesgos, pero estas
diferencias no fueron observadas en una población con forma-
ción de liderazgo. Por lo tanto, parece que la capacitación en el
ámbito de la organización o dirección de empresas reduce el
miedo al riesgo. También podría ser que las mujeres que deciden
estudiar temas ejecutivos tuvieran de forma inherente menos
aversión al riesgo. En cualquier caso, Niederle y Yestrumskas
(2008) sugirieron que para prevenir la autodiscriminación de
mujeres con una elevada capacitación laboral, se deberían crear
normas sociales gracias a las cuales aquellas pudieran experimen-
tar con varias tareas sin adquirir un compromiso inicial en firme.
De esta manera, las mujeres podrían evaluar su capacidad in situ
y librarse de sus prejuicios iniciales sobre su capacidad para llevar
a cabo la tarea o bien ratificarlos.
Sin lugar a dudas, la autodiscriminación puede ser aprendi-
da. Dentro de la familia y la sociedad, los valores negativos se
aprenden y se interiorizan. En última instancia, dichos valores
también influyen en las decisiones personales y en las relaciones
con terceros (Foss, Domenico y Foss, 2012).
Consideremos la promoción a un alto cargo en una empresa:
una mujer puede ser discriminada por la empresa y no ser pro-
movida, a pesar de tener las mismas calificaciones que los can-
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Gartzia y Van Engen, 2012). Por esta razón, las mujeres que han
dividido su identidad en identidad laboral e identidad femenina y
han tenido éxito en roles de liderazgo tienden a ser vistas como
competentes e instrumentales, pero también podrían ser percibi-
das como menos cálidas y no lo bastante «femeninas» (Cikara y
Fiske, 2009; Ellemers et al., 2012; Heilman, 2012; Lakoff, 2003).
Es decir, los estereotipos de género y las expectativas que gene-
ran sobre las mujeres y su comportamiento pueden conducir a
la hostilidad, a la devaluación de su rendimiento en el trabajo, a
la denegación de su éxito, o incluso al ostracismo por ser dema-
siado competentes (Eagly y Karau, 2002; Ellemers et al., 2012;
Heilman, 2012; Heilman, Wallen, Fuchs y Tamkins, 2004).
Aunque los hombres en posiciones de poder también se
enfrentan a desafíos, en el caso de las mujeres, estos desafíos son
exagerados. Por otro lado, estas creencias o expectativas basadas
en el género (fuertemente arraigadas en estereotipos) tienden
a convertirse en «profecías autocumplidas». Este fenómeno se
produce cuando una persona que tiene una expectativa específi-
ca acerca de otra persona se comporta con esta persona de una
manera que conduce a una confirmación de su expectativa inicial
(por ejemplo, no dándoles a las mujeres muchas oportunidades
de hablar y, por lo tanto, dando por confirmada la creencia de
que no son capaces de hacerlo bien; para un estudio clásico,
véase Word, Zanna y Cooper, 1974).
Se sabe que estos sesgos en las percepciones pueden resultar
en «profecías autocumplidas» cuando, por ejemplo, los gerentes, a
veces aun sin saberlo, ocasionan comportamientos de confirma-
ción en los miembros del grupo estereotipado (Operario y Fiske,
2001). En otras palabras, según estos efectos, es posible que una
vez que tenemos una expectativa, tendamos a actuar de una mane-
ra coherente con ella; y de este modo, muy a menudo, la expectativa
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Capítulo IV
Diferencias de género en la competencia
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Capítulo V
Conservadores versus liberales
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las propias mujeres y, por lo tanto, son las mujeres las que tienen
que cambiar sus comportamientos para reducir esta desigualdad
(Bruckmüller et al., 2013). En este sentido, son demasiados los
estudios centrados en las mujeres que evitan confrontar a los
hombres con verdades incómodas sobre sus ventajas y privile
gios (Branscombe, 1998).
Aun lo dicho, cabe decir que trabajos recientes también mues
tran que el status quo está cambiando. Por ejemplo, el estudio de
Croft, Schmader, Bloque y Baron (2014) nos demuestra que el
papel de los padres (hombres) en las tareas domésticas es un
elemento clave en la predicción de las opciones académicas y
ocupaciones de su prole, sobre todo en lo que hace a las hijas.
El dato más revelador de la investigación es la influencia de los
padres igualitarios sobre las hijas: estas tienden a elegir carreras
vinculadas con los estereotipos masculinos, en lugar de las pro
fesiones femeninas habituales relacionadas con las ocupaciones
de cuidados y servicios. El estudio muestra, en definitiva, que el
avance de las mujeres en campos tradicionalmente masculinos,
como la ingeniería y la ciencia, está en las manos de los hombres.
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Capítulo VI
Interacciones entre género y poder:
acoso sexual
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Capítulo VII
Barreras entre géneros.
Teoría de la acomodación comunicativa
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3. Sobreacomodación y género
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to, véanse Giles y Gasiorek, 2011; Giles et al., 1991; Giles, Davis,
Gasiorek y Giles, 2014; Giles y Williams, 1994; Giles, Zwang-
Weissman y Hajek, 2004; Viladot y Giles, 1998), lo que resulta
en un habla hipersimplificada (Hummert y Ryan, 2001; Viladot
y Giles, 1998). La sobreacomodación se define como un exceso
de compensación en términos de ajuste de interacción (Ryan y
Bannister, 2009).
Por lo tanto, decimos que un interlocutor se sobreacomoda
cuando está excediendo o sobrepasando el nivel de conducta
comunicativa necesaria para una interacción eficiente (Viladot y
Giles, 1998; Ytsma y Giles, 1997). En este orden de ideas, Brown,
Giles y Thakerar (1985) descubrieron que hablar expresamente
lentamente y también muy alto se considera desfavorable puesto
que las personas que reciben este tipo de habla lo perciben y
atribuyen a razones benévolas o sobreprotectoras (un ejemplo
podría ser explicar temas difíciles a mujeres en un tono condes-
cendiente). En los contactos intergeneracionales, las formas de
comunicación paternalista cuando se trata de ayudar han sido
consideradas más educadas y apropiadas que el discurso condes-
cendiente (exceso de acomodación en la comunicación), atribui-
do a razones negativas (véanse Giles y Williams, 1994; Viladot y
Giles, 1998).
En el lugar de trabajo, los apodos y otras formas de discurso
condescendiente sirven para trivializar las contribuciones de las
mujeres profesionales. Por ejemplo, imaginemos a Rosa, una
joven ejecutiva, que acababa de graduarse en una universidad de
prestigio de Estados Unidos. Durante una reunión de sección
de su empresa, un veterano la llamó, «mona» y «nena» sin que
nadie se opusiera. O también tenemos el ejemplo del hombre
que se refiere al personal de secretaría de su empresa como «las
chicas de la oficina», lo cual pone en duda la madurez, la capa-
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Capítulo VIII
Contacto intergrupal, género y liderazgo
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2. Recategorización
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Capítulo IX
Liderazgo e identidad de género
en las organizaciones
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2. Identidad compartida
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5. El concepto «diversidad»
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del punto de vista que sostiene que las mujeres pueden actuar de
forma independiente en el ámbito laboral para optimizar sus pro-
pios logros y su nivel de comodidad (ver capítulo II del presente
volumen), hemos hecho hincapié en la extrema importancia de
considerar que es la identidad de género femenino lo que está en
juego y que esto tiene importantes consecuencias psicológicas y
de comportamiento.
Resumen
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Epílogo
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