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Antecedentes
Efectuado el estudio individual del expediente, esta Sala pasa a decidir previas las siguientes
consideraciones:
Antecedentes
El 13 de junio de 1990, el recurrente presentó por ante la entonces Corte Suprema de Justicia
en Pleno, el recurso de nulidad antes descrito.
El 25 de septiembre de 1990, se dio cuenta ante la entonces Corte en Pleno del señalado
escrito, y se acordó pasarlo al Juzgado de Sustanciación.
El 26 de febrero de 1991, se dio cuenta en la Corte en Pleno del recibo del expediente remitido,
designándose ponente a la Magistrada Josefina Calcaño de Temeltas, fijándose además para el
quinto (5º) día de despacho siguiente el comienzo de la relación.
El 7 de marzo de 1991, comenzó la relación en la presente causa, y se fijó para el día 4 de abril
del mismo año el acto de informes. Luego la oportunidad fijada por la Corte en Pleno para que
tuviera lugar el acto de informes orales, se efectuó el mismo, compareciendo al efecto el
abogado O.V.M..
El 26 de julio de 2000, con oficio Nº TPI-00-268 se remitió el presente expediente a esta Sala
Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia.
II
Prosiguió indicando el recurrente que, en 1898 se llevó a cabo el Pacto que reglamentó la
ejecución de dicho laudo, donde se trazó el plan maestro que debían seguir las partes en las
tareas de demarcación de la frontera que las divide. Que, los designios del Laudo fue
quebrantado al ser suscrita el Acta de Castilletes, del 29 de abril de 1900, por considerar que,
de un modo arbitrario, la Comisión mixta encargada de la demarcación de límites fijó un
lindero que se aparta de los hitos establecidos por el Laudo Arbitral, en franca violación en
criterio del recurrente, del Pacto de 1898 que lo reglamenta, ya que según él, los actos de
demarcación tenían que guardar fidelidad a las pautas establecidas en los instrumentos
originarios -el Laudo Arbitral y el Pacto que reglamentó su aplicación- y cualquier infracción en
que se hubiere incurrido al tratar de ejecutar las reglas estatuidas por el Laudo o el Pacto, o
cualquier alteración que se hubiere hecho a los hitos naturales fijados por el Laudo para las
demarcaciones, tendría que conducir inexorablemente a la nulidad de los correspondientes
actos de ejecución.
Que, entre los referidos actos de ejecución destaca el Acta de Castilletes, ya que establece por
acuerdo de las partes, el inicio de la frontera común y porque hasta el presente los países en
disputa no han puesto en tela de juicio su nulidad, no obstante de contravenir -en su criterio-
tanto el Laudo Español como el Pacto que reglamentó su ejecución.
En lo atinente a la nulidad del Acta de Castilletes indicó que, los miembros de la Comisión
mixta de 1900, ante la imposibilidad de localizar los Mogotes de Los Frailes, que fue el hito
natural fijado por el Laudo Español de 1891, como inicio de la frontera, sustituyó dicho lindero
natural por otro, estableciendo la meseta de Castilletes como punto extremo de la línea
fronteriza y de separación entre ambos países, cuando la facultad recíproca que se otorgaron
ambos gobiernos en el artículo 9 del Pacto de 1898, de practicar la demarcación y
amojonamiento del modo y en los términos en que se determinaren, no podía servir para
desconocer los términos del Laudo Español de 1891, ya que de ser así, el Pacto de 1898
hubiese sido un tratado de límites y no un Pacto que reglamentara la ejecución de dicho laudo.
Indicó además que, tal decisión de proceder de mutuo acuerdo al amojonamiento de límites
distintos a los que trazó el Laudo, constituye una modificación de los límites del territorio de
Venezuela carente, en su criterio, de valor, porque los representantes venezolanos y
colombianos excedieron su esfera de competencia, incurriendo en una arbitrariedad, al
quebrantar la regla procedimental contenida en el artículo 1° del Pacto, del 30 de diciembre de
1898, el cual, según el dicho del recurrente, expresa que: “[l]as altas Partes Contratantes darán
ejecución práctica a la sentencia arbitral dictada por la C. deE. el 16 de mazo de 1891 y, en
consecuencia, se procederá a la demarcación y al amojonamiento de los límites que traza
aquella sentencia, en la extensión en que no la constituyan ríos o las cumbres de una sierra o
una serranía”, motivo por el cual, adujó, tal modificación del territorio de Venezuela requería la
formal aprobación del Congreso de la República, así como la enmienda del artículo 3° de
la Constitución de 1893, vigente para entonces, según lo pautaban los artículos 151 al 154
eiusdem. Por lo que, como quiera que ni esa aprobación ni la señalada enmienda se llevó a
cabo, reputa de inconstitucional la indicada alteración, por quebrantar la Constitución de 1961
en lo que se refiere a la disposición que define el territorio nacional contenido en el artículo 7°.
De allí que, consideró el recurrente que el Laudo arbitral de 1891, que delimitó el ámbito
territorial de la entonces Capitanía General de Venezuela, ha sido modificado arbitrariamente
por el Acta de Castilletes, sin que esa alteración haya sido acordada por tratados celebrados
válidamente por la República, ya que, a su criterio, ni el Laudo Suizo de 1922, ni el Tratado de
1941, acordaron, ni tampoco reconocieron dicha modificación, lo que hace que dicha acta esté
viciada de inconstitucionalidad por contravenir lo preceptuado en los artículos 7° y 8° de
la Constitución de 1961.
III
La soberanía, autoridad y vigilancia sobre el mar territorial, la zona marítima contigua, la plataforma
continental y el espacio aéreo, así como el dominio y explotación de los bienes y recursos en ellos
contenidos, se ejercerán en la extensión y condiciones que determine la ley
.
Artículo 8. El territorio nacional no podrá ser jamás cedido, traspasado, arrendado ni en forma alguna
enajenado, ni aun temporal o parcialmente, a potencia extranjera
.
Artículo 13. El territorio no podrá ser jamás cedido, traspasado, arrendado, ni en forma alguna
enajenado, ni aun temporal o parcialmente, a Estados extranjeros u otros sujetos de derecho
internacional.
El espacio geográfico venezolano es una zona de paz. No se podrán establecer en él bases militares
extranjeras o instalaciones que tengan de alguna manera propósitos militares, por parte de ninguna
potencia o coalición de potencias.
Los Estados extranjeros u otros sujetos de derecho internacional sólo podrán adquirir inmuebles para
sedes de sus representaciones diplomáticas o consulares dentro del área que se determine y mediante
garantías de reciprocidad, con las limitaciones que establezca la ley. En dicho caso quedará siempre a
salvo la soberanía nacional.
Las tierras baldías existentes en las dependencias federales y en las islas fluviales o lacustres no podrán
enajenarse, y su aprovechamiento sólo podrá concederse en forma que no implique, directa ni
indirectamente, la transferencia de la propiedad de la tierra
Ahora bien, la denominada Acta de Castilletes del 29 de abril de 1900 y que riela de los folios
dieciocho (18) al veinte (20) del presente expediente, es del siguiente tenor:
Comisión Mixta
En los Castilletes a los veintinueve días del mes de abril de mil novecientos, previa citación de sus Jefes,
se reunió esta Comisión con la asistencia de los miembros que la suscriben y abierta la sesión se dio
lectura al acta de la anterior. En seguida se hizo constar: Habiéndose recorrido, desde la llegada de la
Comisión Mixta a la frontera, o sea desde el veinte de los corrientes, toda la porción de la costa
oriental de la Goajira comprendida entre la rada o puerto de Cechep y la ensenada o laguna de
Tucacas, indagando sobre el lugar de la ribera del mar o de las tierras adyacentes que tuviera el
nombre de Mogotes de los Frailes, y no habiéndose obtenido dato alguno respecto de tales Mogotes,
bien porque hayan desaparecido los objetos a los cuales se aplicaba, los señores Ingenieros Jefes de la
Comisión, de acuerdo con los Abogados de la misma y el Fiscal de la Agrupación Venezolana, en vista
de que acorta distancia hacia el Norte del sitio denominado Juyachí, al cual se refiere el Laudo dictado
por la C. deE., se encuentran unas mesetas llamadas Castilletes, una de las cuales reúne condiciones
notables para servir de punto de partida de la línea divisoria entre Colombia y Venezuela, puesto que
por su formación geológica es de larga duración; se encuentra a la orilla del mar, defendida del oleaje
por una aglomeración de rocas duras; es visible a muchas leguas en contorno, tanto del mar como de
tierra; se halla situada a muy corta distancia del caño de entrada a la laguna de Cocineta; y es por
último, de forma excepcionalmente regular, semejante, como su nombre lo indica, aun castillo o
fortaleza, acordaron y declararon solemnemente que dicho Castillete era el punto extremo de la línea
divisoria y el punto de separación de la costa Goajira; en virtud de lo cual y para determinar de un
modo más preciso el Castillete, se levantó en la cima de éste una columna formada de un agregado de
piedras mientras se verifican las operaciones astronómicas necesarias para fijar la longitud y la latitud
de dicha meseta o Castillete. En este acto, al cual concurrieron el Capellán de la Agrupación
Colombina, F.E. deU., y la escolta de la Agrupación Venezolana comandada por los oficiales E.B. y
A.C., se desplegaron los pabellones de ambas naciones haciéndose votos por la prosperidad y armonía
de las Repúblicas hermanas.
No habiendo otra materia qué tratar, se levantó la sesión después de formularse esta acta que firman
(Firmados).
Del texto del Acta transcrita supra, se desprende que la misma fue elaborada con ocasión del
Laudo Arbitral dictado por la C.E., el 16 de marzo de 1891, que delimitó el ámbito territorial de
ambos países. De allí que, considera esta Sala, que en atención al carácter mixto de la Comisión
que elaboró la denominada Acta de Castilletes (integrada por representantes colombianos y
venezolanos), y por tratarse de un acto que se dictó en ejecución de un Laudo Arbitral para
dirimir la controversia existente en cuanto a los límites territoriales, al cual, precedentemente
ambas naciones acordaron sujetarse, debe analizar la existencia o el alcance de la potestad
jurisdiccional del Estado Venezolano, a través de este Supremo Tribunal para dictaminar o no la
nulidad del Acta impugnada.
Al efecto, la controversia internacional ha sido definida como un desacuerdo sobre cuestiones
de derecho o de hecho entre dos o mas sujetos de derecho internacional público. Tal
definición distingue entre conflictos de carácter político y jurídico, versando éste último en un
desacuerdo sobre una cuestión de derecho que puede ser respecto a su aplicación o a su
interpretación.
De manera que, cuando se pretende ejercer un control constitucional de un acta que se dictó
en aplicación de un Laudo Arbitral Internacional, esto es, un acto que se dictó para dirimir una
controversia limítrofe entre la República de Colombia y la República Bolivariana de Venezuela,
el ejercicio de dicho control excede al ejercicio del poder soberano del Estado Venezolano,
pues, en dicho acto -el Acta de Castilletes-, se encuentran los intereses jurídicos y políticos de
otro Estado -la República de Colombia-, frente a la cual este Supremo Tribunal como máximo
órgano del Poder Judicial carece de la potestad pública de ejercer un control constitucional
sobre el Acta impugnada, dado que lo contrario sería desconocer de manera unilateral un
Laudo arbitral en el que ambas naciones previamente decidieron acogerse.
Sin embargo, lo anterior no quiere decir que, el Acta de Castilletes o cualquier otro acto
internacional derivado de un laudo arbitral suscrito por la República no pueda ser sometida a
un control, pero el mismo debe ser ejercido ante instancias internacionales conforme a los
términos de cada laudo, dado que lo contrario sería desconocer los convenios que rigen las
relaciones entre sujetos de derecho internacional público y que la República de Venezuela a
suscrito y ratificado.
De allí que, si bien según lo dispuesto en el artículo 84 del Convenio I de La Haya, del 18 de
octubre de 1907, los Laudos Arbítrales son de obligatorio cumplimiento, también considera
esta Sala que no se está impugnando el Laudo Arbitral dictado por la C. española en 1891, sino
el Acta de Castilletes mediante el cual se pretendió demarcar los límites territoriales
delimitados en dicho Laudo, por lo cual, al tratarse de un acto ejecutado en función de un
Laudo arbitral, éste, perfectamente puede ser objeto de impugnación, pero, atendiendo a lo
establecido en el artículo 47 del Tratado Americano de Soluciones Pacíficas (Pacto de Bogotá),
que dispone que las diferencias que se susciten sobre la interpretación o ejecución de un
Laudo serán sometidas a la decisión del tribunal arbitral que lo dictó.
Por las consideraciones anteriores, esta Sala considera que la República Bolivariana de
Venezuela, carece de jurisdicción para ejercer control de constitucionalidad sobre el Acta de
Castilletes, en virtud de que los Tratados por ella suscrita obligan a que cualquier recurso que
se interponga contra un Laudo o acto que se derive de éste, deba ser ventilado en instancias
internacionales conforme a los términos establecidos en el compromiso arbitral o en los
tratados suscritos por la República o de otra manera conforme a derecho. Así se decide.
Decisión
El Presidente,
I.R.U.
El Vicepresidente,
Magistrados,
Ponente
P.R.R.H.
El Secretario,
AGG/jlv
Exp: 00-2396