Cátedra de Prehistoria y Arqueología
Traducciones
Belwood, Peter
2005 First Farmers. The origins of Agricultural Societies. Blackwell Publishing. Capítulo 2. Pp: 12-
43.
LOS ORÍGENES Y LA DISPERSIÓN DE LA AGRICULTURA:
ALGUNAS CONSIDERACIONES OPERATIVAS
Los orígenes de la agricultura involucran a la intencionalidad humana y a un conjunto de principios ecológicos y
El tema principal de este libro gira en torno a la
dispersión de gran escala de los sistemas y
comunidades agrícolas que pueden ser detectadas
en los registros lingüísticos y arqueológicos. Se
sostiene que dicha dispersión se habría dado de
manera más positiva y coherente si las
comunidades agrícolas involucradas en el proceso
ya dependían de la producción (incluyendo el
pastoreo de animales) para cubrir la mayor parte
de sus necesidades de subsistencia, y si tenían la
tecnología y conocimientos para establecer tales
sistemas culturales en nuevos ambientes. Varios
cazadores y recolectores del registro etnográfico
tienen conocimientos del manejo de recursos que
pueden emular a la agricultura, e incluso algunos
han adoptado formas menores de cultivo casual.
Pero esas economías de pequeña escala no pueden
dar cuenta de los episodios de transformaciones
culturales y lingüísticas masivas en los cuales
estamos interesados. Consecuentemente debemos
examinar varias preguntas sustanciales:
1. ¿Qué es la agricultura y qué niveles de
productividad y densidad de población puede
soportar?
2. ¿Cómo se originó la agricultura?
3. ¿Cómo se relaciona en términos de
productividad y planificación a la caza y
recolección?
4. ¿Cómo pueden haber reaccionado los
cazadores recolectores cuando entraron en
contacto con agricultores por primera vez?
1
evolutivos subyacentes (Flannery 1986: 4)
5. ¡Cómo puede un sistema económico ser
transformado en uno completamente agrícola a
través del contacto y préstamos culturales?
Para examinar estas cuestiones es necesario
comenzar con algunas definiciones:
Manejo de recursos es un conjunto generalizado
de actividades que pueden ser realizadas por
agricultores, cazadores, y recolectores de manera
similar, y puede ser definido como cualquier técnica
que propaga, atiende o protege una especie, reduce
la competición, prolonga o incrementa la cosecha,
asegura la aparición de una especie en un tiempo
particular en un lugar particular, extiende el rango o
modifica la naturaleza, distribución y densidad de
una especie (según Winter y Hogan 1986:120; los
autores actualmente usan esta definición para lo que
ellos llaman “husbandry” de plantas). El manejo de
los recursos no es sinónimo de agricultura y cultivo
y ha sido obviamente practicada en algún grado por
todos los explotadores de plantas y animales desde
mucho antes que comenzara la agricultura.
Cultivo, un componente esencial de cualquier
sistema agrícola, define la secuencia de actividades
humanas donde se plantan, protegen, recolectan
vegetales (como una semilla o parte de la planta) y
luego son deliberadamente plantados de nuevo,
usualmente en una parcela de tierra preparada, en la
siguiente estación de crecimiento. El cultivo es una
actividad consciente, y los ciclos estacionales de
siembra jugaron un rol crucial en la evolución de las
primeras plantas domesticadas. Las plantas
silvestres así como las domesticadas pueden ser
cultivadas, aunque en casos donde las semillas de
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vegetales son recolectadas ciertamente maduras y
luego replantadas se esperaría que la actividad de
cultivo seleccionara rasgos domésticos en los
fenotipos vegetales muy rápidamente. Este proceso
es discutido más completamente en el capítulo
siguiente.
Las plantas domesticadas en el registro
arqueológico son aquellas que muestran
indicaciones reconocibles de un distanciamiento
morfológico de los genotipos salvajes atribuibles a
la interferencia humana en el genotipo a través del
cultivo, a través de la selección consciente o
inconsciente de rasgos. Ciertas plantas
domesticadas se volvieron dependientes de los
humanos para su propagación: la cabeza de las
semillas [raquis] de algunos cereales, por ejemplo,
perdieron su capacidad de desintegrarse al
madurar y dispersar sus semillas, una característica
visible en la moderna mazorca de maíz. Aquí sin
embargo, el concepto de domesticación es usado
simplemente para cualquier grado reconocible de
cambio fenotípico que puede ser atribuido al
manejo humano, sin asumir que la planta en
cuestión no pudiera propagarse bajo condiciones
naturales.
Para los animales el concepto de domesticación
es utilizado cuando hay signos relativamente
indiscutidos de control y alimentación humana de
una especie. Tales signos pueden ser normalmente
reconocidos en situaciones donde los animales
fueron transportados de sus regiones originarias-
por ejemplo ovejas y cabras desde el sudeste
asiático hacia el Pacífico. En las posibles áreas
originarias de tales animales, especialmente donde
había explotación de especies ancestrales silvestres
en tiempos preagrícolas, puede ser difícil de
distinguir el pastoreo de animales de caza en
contextos agrícolas tempranos. También, los
criterios para la identificación de la domesticación
en muchas especies animales son poco claros y
basados en cambios de largo plazo más que en
cambios repentinos en la osteometría y las razones
de edad/sexo. La domesticación de animales llevó
a ciertas regiones a grandes incrementos de la
capacidad productiva y jugó un rol principal,
particularmente en el Viejo Mundo, en los tipos de
crecimiento y dispersión de población agrícola que
trataremos más adelante. Incluso, la domesticación
animal puede ser fácilmente uno de los principales
determinantes de las diferencias en el éxito
2
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expansivo de la agricultura temprana en el Viejo y el
Nuevo Mundo.
Debería agregarse que el término agricultura
será utilizado para referirse en un sentido general a
todas las actividades que incluyen el cultivo y la
domesticación de plantas. Ha habido una tendencia
en cierta parte de la literatura arqueológica a
distinguir agricultura, como una actividad basada
en campos de monocultivo, de horticultura, como
una actividad basada en huertos de policultivos,
pero debido a que ambas son difíciles de distinguir
en el registro arqueológico el término horticultura
solo es utilizado aquí para casos documentados
etnográficamente. Lo mismo se aplica para el
término arboricultura, frecuentemente utilizado
para referirse a los sistemas productivos
dependientes de los productos de los árboles.
La importancia de la agricultura: números de
productividad y población
La importancia de la agricultura en la historia es
que ha servido como una base económica
fundamental para los últimos 10.000 años de
crecimiento demográfico en la población humana,
incluso para el fenómeno de la “civilización” como
lo conocemos, aunque no hay intención aquí de
llevar la cadena de la causalidad hacia los dominios
de la urbanización, el estado y la escritura. Aún
estamos recogiendo las cosechas de las múltiples
revoluciones agrícolas en la historia mundial en este
sobrepoblado y altamente tensionado mundo.
El potencial demográfico de la agricultura
comparado con el de la caza-recolección es un factor
crucial que quizás necesita poco énfasis. En general,
mientras una familia cazadora y recolectora puede
necesitar varios km2 de territorio para su
subsistencia, una familia promedio de cultivadores
en transición podrá subsistir con menos hectáreas de
tierra productiva. Una familia de agricultores con
irrigación normalmente puede arreglarse con menos
de una hectárea. Entonces, a lo largo de la escala de
la creciente intensificación de la producción, se
necesita menos tierra para alimentar a una unidad
estándar como una familia o individuo. Las
cuantificaciones etnográficas de Fekru Hassan
indican que los cazadores-recolectores generalmente
viven en densidades inferiores a una persona por
km2 con un máximo que roza a 10 en el caso de los
Haida de British Columbia, aunque hay
Cátedra de Prehistoria y Arqueología
incertidumbre sobre hasta qué punto pueden
proyectarse las densidades de ese caso a los
tiempos prehistóricos (Hassan 1981; Butler 2000).
Los cultivadores en transición no urbanizados
varían de tres personas por km2 a casi 100. Los
agricultores con irrigación pueden llegar a
densidades más altas. Hay entonces un
solapamiento entre los cazadores más opulentos,
especialmente aquellos de la Costa Noroeste de
Norteamérica, y los cultivadores menos intensivos,
pero solo en una pequeña parte.
Debido a que este libro es acerca de las
expansiones más tempranas de los agricultores, en
los días en que el mundo estaba poblado por
cazadores y recolectores, cualquier dato sobre las
tasas potenciales máximas de crecimiento de
población agrícola y expansión territorial son
obviamente de interés. Los primeros siglos de
desarrollo agrícola fueron probablemente
saludables, en el sentido que la mayoría de las
enfermedades epidémicas de la historia, varias
derivadas de animales domésticos, probablemente
aún no se habían desarrollado. Ni, quizás, existían
las principales enfermedades de los cereales (Dark
y Gent 2001). Obviamente, una vez que se
desarrollaron en condiciones de hacinamiento y de
vida insanas, los impactos de las enfermedades
tanto en agricultores como en cazadores-
recolectores fueron indudablemente devastadores.
Pero estamos interesados en las situaciones de los
“primeros agricultores” en las que agricultores
relativamente saludables se dirigían a territorios o
previamente deshabitados o habitados por
cazadores-recolectores con bajas densidades
demográficas.
En situaciones comparativas registradas en la
historia reciente, las tasas de crecimiento
demográfico y de expansión territorial han sido a
veces muy remarcables. La historia colonial
reciente en Australia, Sudáfrica y las Américas,
junto con la colonización china de Taiwan y la
hazaña reproductiva de los descendientes de los
amotinados del Bounty en la isla Pitcairn (Figura
2.1), proveen datos comparativos muy importantes.
Estos ejemplos también sugieren que el crecimiento
de población internamente promovido entre los
habitantes agrícolas pudo ser bastante fenomenal
en las situaciones de frontera, especialmente donde
las poblaciones preexistentes o no existían o podían
ofrecer solo una resistencia limitada. Tales altas
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tasas de crecimiento rápidamente llegan a su fin
cuando los paisajes se llenan o las expectativas
socioeconómicas cambian, pero es instructivo
observar que las mujeres blancas nacidas en
Australia dieron a luz durante el siglo XIX a tasas
superiores al triple de las tasas registradas en el
siglo XX temprano (Tabla 2.1). Esta fue una
situación, especialmente cuando se la compara con
la tierra de origen británica, de un crecimiento
demográfico culturalmente sancionado en una
situación de rápida colonización, amplios recursos y
baja mortalidad infantil. El registro arqueológico
sugiere que instancias similares se pudieron haber
dado siguiendo el inicio de la agricultura en varias
partes del mundo cuando las poblaciones tuvieron,
al menos por unos siglos, la oportunidad de crecer a
tasas amplias. La capacidad humana para la
fecundidad masiva no está en cuestión (Shennan
2002; LeBlanc 2003a), al menos no cuando las
circunstancias son apropiadas.
Algunas observaciones arqueológicas también
ofrecen otros elementos para analizar. Fekri Hassan
(1981: 125) sugirió que el incremento poblacional
consecuente basado en la agricultura temprana fue
muy rápido, con un posible incremento en la
población mundial de 10 millones a 50 millones en
la transición a la agricultura. Philip Smith (1972:9)
ha sugerido que la población del Sudoeste Asiático,
escena de una de las mayores transiciones a la
agricultura en la prehistoria mundial, pudo haberse
incrementado de 100.000 a 5 millones de personas
entre el 8000 y el 4000 a.C. Bryan Hayden (1995)
estima un incremento del 1600 por ciento en la
población humana desde el Natufiense al Neolítico
Precerámico B (PPNB) en el Levante (ca. 10.000-
7.500 a.C.). Mark Hudson (2003: 312), comentando
la investigación de Shuzo Koyama, nota un posible
incremento poblacional en Japón de 75.000 personas
en la fase final de Jomón (300 a.C.) a 5,4 millones en
el siglo VII d.C.
Desafortunadamente los arqueólogos no pueden
saber nunca exactamente como las personas
ocuparon un área en tiempos prehistóricos, pero
pueden tener buenas estimaciones relativas de las
cambiantes ubicaciones de los sitios, cantidades de
ocupaciones y superficies utilizadas a través del
tiempo. Como un ejemplo, las dos islas mayores de
Nueva Zelandia ilustran la importancia demográfica
de la agricultura dentro de una misma población
etnolingüística dispersa sobre varios paisajes (Figura
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Figura 2.1. Dos ejemplos de crecimiento demográfico internamente estimulado en situaciones de frontera, sin
inmigración significante. Izquierda: la población de la Isla Pitcairn entre 1790 y 1860. Durante este tiempo la población se
incrementó, sin inmigración, de 27 a 193 personas – un incremento de 7 veces en 66 años. Según Ternell 1986. Derecha:
gráfico del creciente tamaño de la población en un tiempo estimado para la prehistoria hawaiana, basado en la distribución de
las dataciones radiocarbónicas para actividades domésticas como un indicador proxy para las intensidad de actividades
humanas en el pasado. Ver página 18 [Pagina de la traducción X] para una explicación. Según Dye y Komori 1992.

Tabla 2.1 Rápido crecimiento demográfico de frontera: tasas de natalidad para niños nacidos de mujeres australianas casadas
con origen europeo (pero nacidas en Australia) entre 1841 y 1897. Notar la continua caída de la tasa, a menos de la mitad de
su valor original. Datos de Vamplew 1987:55.

2.2). Los ancestros Maoríes con un conocimiento
completo de la agricultura de tubérculos
colonizaron la previamente deshabitada Nueva
Zelandia de Polinesia tropical aproximadamente
hace 800 años. Desafortunadamente para ellos, el
clima templado neozelandés perjudicó el límite de
la estación de crecimiento del único tubérculo
disponible que era agrícolamente viable más allá de
los márgenes norte de su nueva tierra – la papa
dulce sudamericana. En gran parte del territorio, a
pesar de su conocimiento completo de la agricultura
de tubérculos , los maoríes tempranos fueron
persuadidos por la marginalidad agrícola de su
situación (especialmente en las regiones centrales y
meridionales) a hacer una inicial adaptación
“reversa” a economías predominantemente
cazadoras y recolectoras predominantemente
enfocadas en los recursos marinos y las aves no-
voladores terrestres (moa). Por un siglo o más, hasta
que fueron diezmados estos recursos proveyeron

4
Cátedra de Prehistoria y Arqueología
indudablemente un buen vivir, especialmente en la
Isla Sur. Consecuentemente los colonos agricultores
se volvieron cazadores y recolectores ya con
agricultura subsidiaria (en el norte) o sin
agricultura (en el sur), una observación interesante
acerca de la potencial relevancia para considerar la
transición Mesolítico-Neolítico en otros sectores del
mundo.
Ambas islas de Nueva Zelandia parecen haber
sido ocupadas en densidades de población
cazadora recolectora similares para los primeros
siglos de su prehistoria, quizás con mayores
densidades en el oriente de la Isla Sur, en términos
de número de sitios. Se practicaba agricultura
subsidiaria en las regiones costera norte y central
de la Isla Norte. Sin embargo, hacia el momento de
la visita de Cook en 1769, cuando las moas se
extinguieron y los recursos mamíferos marinos
fueron altamente devastados, la dependencia en la
agricultura se volvió fundamental en todos los
sectores en los que era climáticamente posible. En
este tiempo, quizás entre el 80 y 90 por ciento de la
población Maorí (100.000 personas?) vivía en las
áreas agrícolas más apropiadas, tanto costeras
como interiores, en la mitad norte de la Isla Norte.
Las altas densidades de población en la Isla Norte
en este tiempo son relevadas por miles de
fortificaciones de tierra (pa), mayormente
construidas en momentos posteriores a la fase de
caza de la moa después de 1500 d.C. El resto del
espacio, incluyendo el interior de la Isla Norte y
virtualmente toda la Isla Sur, climáticamente
marginal o imposible para la papa dulce e incluso
para la propagación de la raíz del helecho, estaba
muy poco poblado en comparación, con menos del
10 por ciento de la población ocupando quizás el 75
por ciento de la superficie de Nueva Zelandia. La
posibilidad ambiental de la agricultura, incluso
siendo marginal en esta instancia, era claramente el
disparador de esta altamente sesgada situación de
diferencias entre el norte y el sur.
La razón por la cual los agricultores pueden
vivir en densidades mucho mayores que cazadores
y recolectores se debe a que los alimentos son
producidos, en promedio, más intensivamente por
unidad de área explotada. Las madres recolectoras
también tienden a espaciar los nacimientos más
ampliamente que las cultivadores por razones que
se cree están vinculadas en parte a factores de
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Traducciones
movilidad y dieta, llevando en combinación a
frecuencias de concepción biológicamente
reducidas. Esta forma de control de natalidad
maximiza el número de niños cazadores que pueden
sobrevivir a la adultez, pero mantiene la población
general reducida. Las madres cultivadoras
sedentarias pueden destetar más tempranamente, en
parte porque los cereales permiten cocinar potajes
que pueden ser utilizados para alimentar a los niños
(siempre y cuando dispongan de los instrumentos
necesarios para cocinar tales comidas como la
cerámica). Consecuentemente, ellas conciben más
frecuentemente y tienen altos niveles de fertilidad.
El sedentarismo, ya sea vinculado a la recolección
intensiva de alimentos o a agricultura propiamente
dicha, puede también promover el incremento
poblacional en varias situaciones. Volveremos más
adelante a la significancia general del sedentarismo
como precursor de la agricultura.
La salud de los agricultores más tempranos
también fue probablemente bastante buena
comparada con la de sus más numerosos y
hacinados descendientes. La mortalidad infantil y la
incidencia de los marcadores de stress osteológico
entre los cultivadores más tempranos en varias
regiones no eran altas para los estándares más
tardíos, a menos que la gente se movilizara en
ambientes con riesgos latentes de enfermedades. Un
ejemplo de esto procede del sitio agrícola pionero de
Khok Phanom Di en la costa de Tailandia, donde las
personas del Neolítico se asentaron hacia el 2000
a.C. En un contexto costero pantanoso y con
malaria. La tasa de mortalidad infantil en ese lugar
era alarmantemente alta debido a los efectos
combinados de la anemia y la malaria, aunque la
salud general de la población era por lo demás
buena. Pero en general el mundo agrícola temprano
estaba mucho menos hacinado y presumiblemente
mucho menos expuesto a enfermedades epidémicas
altamente contagiosas (especialmente fuera de los
trópicos) que en el pasado reciente. Los agricultores
tempranos bajo circunstancias libres de epidemias
pueden haber incrementado sus tasas de natalidad y
quizás también reducido sus tasas de mortalidad
infantil, una combinación de profunda significancia
para el crecimiento demográfico.
La gran pregunta desde luego, es cuán rápido
pudo la población humana haber incrementado su
cantidad y extensión territorial en situaciones de
agricultura temprana, en tiempos durante los cuales
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la competición con otras poblaciones y los riesgos
de enfermedades y tasa de mortalidad estaban
probablemente en niveles mínimos comparados
con lo que se daría en los milenios sucesivos. La
isla Pitcairn y la Australia decimonónica nos dan
algunas pistas, pero también tenemos buena
información prehistórica de las islas del Pacífico,
pobladas por primera vez en siglos recientes. Un
excelente ejemplo procede de las islas Hawaianas,
ocupadas hace unos mil años por polinésicos. La
figura 2.1 muestra una estimación del tamaño
cambiante de población a través del tiempo para
este archipiélago con datos en el extremo reciente
vinculados con los datos censales del siglo XIX,
permitiendo estimaciones muy gruesas de los
tamaños de población reales. La antigüedad de las
dataciones extraordinarias que superan el 1000 a.D.
se considera como representante de madera que ya
era antigua cuando fuera quemada, más que
contemporáneas a la actividad humana. La caída de
dataciones cerca del contacto europeo puede
reflejar la introducción de enfermedades por parte
de ellos. Este diagrama sugiere que la población
hawaiana alcanzó su nivel etnográfico (150000
personas) dentro de los primeros 300-400 años
desde la ocupación inicial. Las poblaciones
tempranas de agricultores polinésicos en
condiciones prístinas y libres de enfermedades
pudieron incrementar el tamaño de su población
con remarcable rapidez.
¿Que hay, finalmente, de la perspectiva del
“cazador opulento” (Sahlins 1968) que ha
apasionado a la mayoría de las discusiones
etnográficas recientes y tiende a ver a los cazadores
recolectores como más alegres, sanos y menos
esforzados que sus desafortunados primos
agricultores? Sería obviamente errado sugerir que
los cazadores que desarrollaron la agricultura
estuvieron embarcados en una trayectoria
descendente de más trabajo y enfermedad. Tal
visión no presta atención a las especificidades,
tanto etnográficas como arqueológicas, ignora la
cronología e ignora algunos hechos básicos de la
historia colonial reciente. Algunos cazadores
recolectores pueden haber sido opulentos antes de
que la agricultura destruyera sus modos de vida,
pero los agricultores más tempranos en ambientes
favorables y sanos probablemente tenían vidas más
envidiables desde la perspectiva de muchas
personas, incluyendo a varios grupos de cazadores
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Traducciones
recolectores y a nuestro mundo moderno hacinado y
afectado por la pobreza. Es verdad, las ratas, las
enfermedades, el hacinamiento, la desnutrición, y la
devastación ambiental se inician con los
descendientes de los primeros agricultores, incluso
bastante rápido en muchos casos. Pero en general la
baja incidencia de las enfermedades de las
multitudes en las sociedades de cazadores
recolectores y presumiblemente también en las
dispersas situaciones agrícolas tempranas, como las
del periodo colonial en las fronteras de latitudes
templadas de Europa en Australasia y América,
debería hacernos pensar en los “opulentos
cultivadores tempranos” más que en sus
contrapartes cazadores.
¿Por qué se desarrolló la agricultura en primer
lugar?
Esta es una de las discusiones más duraderas
formuladas por arqueólogos y probablemente ha
generado más debates que cualquier otro de los
principales temas en arqueología. Aún no
conocemos realmente la respuesta final para todas
las regiones. La mayoría de la teorización acerca de
los orígenes de la agricultura ha sido guiada por el
caso de Sudoeste de Asia, siguiendo con
Mesoamérica y China, pero es esencial recordar que
lo que puede funcionar para una región puede no
funcionar adecuadamente para otra. Los ambientes,
las cronologías y las trayectorias culturales
difirieron. Sin embargo, aún podemos preguntarnos
si hay regularidades transculturales en el conjunto
de transiciones primarias en distintas partes del
mundo. En principio parece haber dos.
Primero, el desarrollo primario de la agricultura
no pudo haber ocurrido en ningún lugar sin una
siembra deliberada y un ciclo anual regular de
cultivo. Esto habría sido necesario para que operara
la selección que fue lo que en última instancia
desarrolló las plantas domesticadas, y ambas
actividades habrían comenzado, en primera
instancia, con plantas morfológicamente silvestres.
La siembra de las mismas en áreas diferentes a su
distribución en estado salvaje habría también
ayudado inmensamente a fijar y estabilizar
cualquier tendencia hacia la domesticación,
especialmente en los casos de aquellas plantas que
no fueran angiospermas y por ello sujetas a
constantes cruzamientos con individuos silvestres.
Cátedra de Prehistoria y Arqueología
Segundo, aparentemente la agricultura no se
dio sin el mejoramiento posglacial y la última
estabilización holocénica de climas cálidos y
lluviosos en aquellas zonas templadas y tropicales
donde la producción de alimentos fue desarrollada.
Este es un hallazgo significativo de las
investigaciones paleoclimáticas. Básicamente el
argumento sostiene que los climas postglaciales del
periodo 20.000-11.500 AP no sólo fueron más fríos y
secos, sino también extremadamente variables,
tanto que las mayores modificaciones de
temperatura y humedad se pueden haber dado
literalmente en términos de décadas. Esto está bien
establecido por los núcleos de hielo y los perfiles
polínicos continentales. Bajo tales condiciones, de
acuerdo a un número creciente de autores (van
Andel 2000; Chappell 2001; Richerson et al. 2001),
cualquier intento incipiente de cultivar y
domesticar vegetales habría estado condenado a un
fracaso temprano. Incluso, como veremos en el
próximo capítulo, existió al menos un intento de
corto plazo para domesticar centeno en Abu
Hureyra en el norte de Siria hace unos 13.000 años.
Figura 2.3 Diagrama que muestra los rápidos cambios en
el clima mundial después del pico de la última glaciación.
El Holoceno con sus condiciones cálidas relativamente
estables se encuentra en el sector superior de los dos
diagramas (OIS= etapa de los isótopos de oxígeno, ka=
miles de años). Tomado de van Andel 2000.
Con el mejoramiento de las condiciones
climáticas durante el Holoceno, se produjo un
cambio rápido hacia 11.500 AP: el clima mundial se
hizo más cálido, más húmedo y más confiable en el
corto plazo (Figura 2.3). Fue esta confiabilidad lo
que dio el primer margen a la agricultura, por
medio de una cadena de circunstancias
7
Traducciones
encabezadas por una creciente densidad de
alimentos silvestres, y complementada por un
sedentarismo creciente y tamaños poblacionales en
aumento, llevando así a situaciones competitivas
entre intenciones poblacionales regionales por
maximizar el bienestar económico y demográfico a
expensas de otros grupos (Richerson et al. 2001).
Una vez que las tendencias agrícolas comenzaron
casi nunca volvieron atrás (aunque como veremos
adelante en este capítulo algunos agricultores
volvieron a ser cazadores recolectores).
A primera vista esta explicación parece ser tan
obvia que dejaría a los intentos previos de explicar
la aparición de la agricultura como superfluos. Pero
esto no explica todo, ya que no toda la población
mundial adoptó repentinamente la agricultura, en
todos los lugares donde era posible hacia 9.500 a.C.
El clima del Holoceno era claramente el
posibilitador último del cultivo temprano, pero no
fue la causa próxima operando en las
transformaciones individuales. Para entender las
causas próximas es necesario revisar la historia de la
teoría causal de la agricultura temprana en
arqueología.
Aquellos que se interrogan por qué se desarrolló
la agricultura, como una forma de comportamiento
humano diferente de la caza recolección, adoptan
distintas perspectivas teóricas. Algunas
explicaciones se enfocan en contextos de opulencia,
otras en condiciones de stress, especialmente
ambiental o demográfico. Algunos favorecen las
elecciones conscientes, otros prefieren a la selección
darwiniana inconsciente. Algunos prefieren la
revolución otros el gradualismo.
Muchos teóricos tempranos estaban enfocados
en la opulencia, combinada con golpes de buena
suerte. Willian Perry (1937:46), por ejemplo creía
que “año tras año el apacible Nilo habría criado, por
medio de su perfecto ciclo de irrigación, mijo y
cebada para los egipcios. Todo lo que habría sido
necesario, entonces era la presencia de algún genio
que pensara en hacer canales para permitir que el
agua fluyera sobre áreas más amplias y así cultivar
más alimento”. Carl Sauer (1952) prefería
situaciones de opulencia y ocio de los cazadores
recolectores en contextos rivereños y costeros del
Sudeste asiático. Robert Braidwood (1960:134)
favoreció la preparación cultural en el occidente de
Asia: “en mi opinión no hay necesidad de complicar
la historia con 'causas' externas. La revolución de la
Cátedra de Prehistoria y Arqueología
producción de alimentos parece haberse dado
como culminación de la diferenciación cultural y la
especialización humana siempre crecientes”. El
stress recibía poco reconocimiento en estas teorías
particulares y ninguna ofrecía cadenas coherentes
de causalidad para los inicios de la agricultura. De
hecho, ahora sabemos que la agricultura no
comenzó en sentido primario ni en Egipto ni en el
Sudeste de Asia.
Quizás la más famosa de las teorías basadas en
el stress fue la de Gordon Childe, quien
consideraba que la aridización forzó a los humanos
y animales a cohabitar en oasis en el Sudoeste de
Asia al final de la última glaciación, eventualmente
llevando a la domesticación – de aquí la famosa
“hipótesis de la propincuidad” (Childe 1928, 1936).
Ahora sabemos que la domesticación se dio en el
extremo de las condiciones climáticas más
húmedas del Holoceno temprano. Pero, como
indicaremos en el capítulo 3, hay un giro hacia las
situaciones que implican que Childe pudo haber
estado parcialmente en lo cierto. Momentos
periódicos de stress de sequías, especialmente en el
Dryas reciente (11.000-9500 a.C.), afectaron el
Sudoeste de Asia y probablemente China cuando se
producía el mejoramiento climático postglacial. Tal
stress pudo haber estimulado intentos tempranos,
quizás poco duraderos, de cultivos para mantener
el suministro de alimentos, especialmente en el
milenio antes de 9500 a.C. Childe quizás no estaba
tan errado.
Las explicaciones más recientes para el origen
de la agricultura han traído al menos un giro de
este tipo, en el sentido que un factor de stress
impuesto periódica o continuamente sobre una
situación de opulencia generalizada. Pero hay
fuertes debates acerca de cuáles fueron
exactamente los factores estresantes fundamentales
que llevaron a la gente a cultivar vegetales ¿Fueron
sociales, demográficos o ambientales o una
combinación de esos tres? ¿Fueron continuos o
periódicos? ¿Fueron leves o severos?
Una escuela de pensamiento favorece la
primacía del stress social (quizás mejor expresado
como “estímulo social” en este contexto),
movilizado por la competición entre individuos y
grupos. El desarrollo hacia la agricultura en
ambientes ricos en recursos pudo haber sido
estimulada por esfuerzos conscientes de
oportunidades y recompensas, incluyendo la
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Traducciones
recompensa de un tamaño de población
incrementado y fuerza para enfrentar a otra
comunidad (Cowgill 1975). En una posición similar,
varios han sugerido que las demandas sociales
competitivas por incrementar el suministro de
alimentos pudieron haber llevado a la producción
de alimentos. Esperamos que tales desarrollos se
dieran en sociedades que valoraban el
comensalismo competitivo o la acumulación de
bienes exóticos, a través del intercambio de
alimentos, para validar el status. Brian Hayden
(1990) enfatiza que tales desarrollos se habrían dado
en ambientes relativamente ricos, en los cuales los
grupos habrían podido burlar la fuerte ética de
compartir alimentos entre familias que caracteriza a
muchos cazadores recolectores etnográficos. En
ambientes favorables las familias podrían haber
almacenado alimentos para su propio uso bajo
condiciones de sedentarismo relativamente alto,
llevando así a la acumulación individual o familiar
de riqueza que un sistema de comensalismo
competitivo requiere. En ambientes pobres y
continuamente estresantes tal acumulación habría
sido reemplazada por modos de compartir más
orientados a la supervivencia, y estos forman
impedimentos estructurales para cualquier cambio a
la producción de alimentos y consecuente
acumulación privada de excedentes.
Otras autoridades han enfatizado la significancia
del stress demográfico, más que los estímulos
sociales o la competición. La propuesta más clara de
esto es la de Mark Cohen (1977a), prefigurado en
parte por Philip Smith (1972) y Ester Boserup (1965).
El modelo de Cohen enfatiza en el continuo
crecimiento poblacional cuando se daba el
mejoramiento de las condiciones ambientales en el
Pleistoceno tardío que habría llevado a cambios en
la dieta hacia recursos más productivos pero menos
agradables (por ejemplo, de carne de grandes
animales hacia recursos marinos, cereales y fauna
menor). Eventualmente, las personas fueron
obligadas a adoptar el cultivo de vegetales,
esencialmente para alimentar a las crecientes
poblaciones. La aglomeración de personas llevó por
necesidad a incrementar el sedentarismo
promoviendo una tasa de natalidad mayor y un
efecto bola de nieve gradual de densidad
poblacional siempre creciente. La adopción de la
agricultura en el modelo de Cohen fue un proceso
gradual, pero que se dio en varios ambientes en el
Cátedra de Prehistoria y Arqueología
mundo cuando y donde la producción agrícola se
volvió demográficamente necesaria. La
domesticación animal siguió después cuando los
recursos de carne salvaje decrecieron.
Los modelos relacionados con el crecimiento
poblacional fueron favorecidos incluso antes para
el Sudoeste Asiático y Mesoamérica. Lewis Binford
(1968) y Kent Flannery (1969) propusieron que las
densidades crecientes de la población
postpleistocénica en zonas costeras favorables,
ocupadas por pescadores forrajeadores
relativamente sedentarios, llevó a un traslado de
población en zonas marginales, resultando en el
cultivo de cereales a fin de incrementar el
suministro de alimentos. Esta hipótesis también
enfatizaba que el cultivo inicial de plantas habría
tenido lugar probablemente en los márgenes de los
rangos silvestres de las plantas en cuestión, ya que
el stress en el abastecimiento en estos sectores
habría sido desde luego más grande que en las
áreas nucleares de abastecimiento suficiente y
predecible (Flannery 1969). La evidencia de que las
poblaciones de cazadores recolectores estaban, en
efecto, en un proceso de crecimiento en varios
lugares del Viejo Mundo después del último
máximo glacial y antes del inicio de la agricultura
es bastante fuerte para algunas regiones y la
significancia de tal crecimiento demográfico será
destacada para el Sudoeste asiático más adelante.
No hay duda que este fue uno de los factores clave.
Otro factor muy importante entre los últimos
cazadores recolectores involucrados en la
transición a la agricultura y uno indudablemente
relacionado con el incremento de la densidad
poblacional, es la adopción de asentamientos
sedentarios (Harris 1977a; LeBlanc 2003b). Distintos
académicos consideran que la agricultura,
especialmente en el Levante, podría haber surgido
entre sedentarios o en sociedades con movilidad
estacional.
Desafortunadamente, sin embargo, la
demostración de la existencia de sedentarismo en la
prehistoria es una de las tareas más dificultosas que
un arqueólogo puede enfrentar. Los indicadores
biológicos (por ejemplo presencia de huesos de
aves migratorias, perfiles etarios de especies de
mamíferos con ciclos de reproducción estacional)
puede a veces ofrecer resultados ambiguos – la
presencia de personas durante ciertas estaciones
puede ser identificada, pero no la ausencia. Los
9
Traducciones
arqueólogos usualmente se ven forzados a caer en
supuestos generalizados sobre la existencia de
sedentarismo realizados en términos de la presencia
en sitios de especies animal que viven de la basura
humana (ratones, ratas, gorriones, etc.) y en
términos de presunta permanencia de viviendas y
otros restos estructurales. Todo el tema puede ser
extremadamente incierto ya que hay muchas
situaciones etnográficas, entre cazadores y
agricultores análogos, donde los asentamientos
pueden tener un grado de permanencia pero las
poblaciones que los habitan pueden fluctuar de
estación a estación. La misma probabilidad aplica a
los asentamientos aparentemente sedentarios de
cazadores recolectores “opulentos” en la prehistoria.
Quizás en conocimiento de esto, Susan Kent (1989)
definió al sedentarismo con el requisito de la
residencia por más de seis meses del año en la
misma ubicación. Ofer Ber-Yosef (2002:4) sugiere
nueve meses para el Levante pre-Neolítico.
Dado que el sedentarismo fue hasta cierto punto
aparentemente tan importante en los orígenes de la
agricultura se vuelve necesario preguntar dónde se
ubicaban las sociedades sedentarias en el mundo
preagrícola del Pleistoceno final y Holoceno
temprano. Hasta ahora, el registro arqueológico
brinda pocos indicadores de sedentarismo absoluto,
e incluso un alto grado de sedentarismo quizás no se
dio en muchos otros lugares más allá del Levante y
del sudeste de Turquía, Jomon en Japón (donde los
cazadores recolectores sedentarios aparentemente
resistieron la adopción de la agricultura), Sudán, y
quizás la región central de México y el norte de los
Andes. Sin duda, los especialistas arqueólogos en
diversas partes del mundo aportarán datos para
sostener que el sedentarismo existía en otras
regiones, pero en el contexto de los cazadores del
Pleistoceno final y Holoceno temprano es mi
impresión que esto era más bien extraño,
especialmente si uno demanda una permanencia
durante un ciclo anual completo por parte de una
población en una situación similar a la de una aldea.
A pesar de los problemas conceptuales,
cualquier incremento mayor en el grado de
sedentarismo se habría convertido en un factor de
stress en sí mismo debido a que habría alentado al
crecimiento demográfico, a través de intervalos de
nacimientos más cortos y habría generado más
presión sobre los alimentos y otros recursos en el
espacio inmediato de un campamento o aldea.
Cátedra de Prehistoria y Arqueología
Fellner (1995) ha sugerido que el desarrollo del
cultivo de plantas en el sudoeste de Asia fue un
acto deliberado para permitir la agregación de
pequeñas aldeas de cazadores sedentarios en
asentamientos de agricultores mucho mayores y
mejor alimentados – con más alimentos y mayor
poder social y político (Cowgill 1975).
Estas hipótesis políticas y sociales son
convincentes como un bloque pero ellas no
explican todo. Por ejemplo, ¿Por qué la agricultura
no se desarrolló en todos los casos de cazadores
recolectores opulentos en la prehistoria y,
especialmente, entre varios de los más opulentos
del registro etnográfico que habitaban en espacios
favorables para la agricultura, tales como los que
habitaban las costas fluviales de Australia,
California o Columbia Británica? Los grupos
americanos, en particular, tuvieron grados
relativamente altos de sedentarismo. A pesar de
tales situaciones de aparente contradicción, alguna
forma de reducción del continuo comportamiento
de compartir debe haber sido un ingrediente
esencial en la ecuación agrícola temprana, y la
opulencia y el comensalismo combinado con un
cambio hacia un patrón de residencia sedentaria
con concomitante almacenaje son buenos modos de
reducir esto. Los modelos de la opulencia no deben
ser soslayados y ciertamente reflejan un sentido
común sustancial.
Sin embargo, en algún lugar de todo esto tiene
que existir otro factor. ¿Es posible que la historia
completa no fuera solo la opulencia movilizada por
la sedentarización y las demandas productivas de
las presiones sociales y demográficas, sino también
la riqueza ensombrecida por el riesgo de episodios
de stress ambiental? Probablemente el stress
alimenticio y ambiental severo solamente no sean
la respuesta – las poblaciones con hambrunas y
devastadas, que trágicamente habitan nuestras
pantallas de TV, difícilmente hayan podido, sin una
ayuda externa masiva, revolucionar sus economías.
Pero hay grados de stress ambiental y este puede
variar en intensidad y periodicidad. Quizás la
brusca retracción de recursos cerca de 11000 a.C.
asociada con el inicio del Dryas reciente pudo
haber llevado a algunos experimentos tempranos
en la agricultura del Levante. Los establecimientos
más reales de las economías agrícolas
aparentemente se dieron posteriormente, y en este
aspecto es necesario enfatizar que los climas del
10
Traducciones
Holoceno temprano no eran del todo estables, nunca
cambiando en lo absoluto de año a año. La
variabilidad climática en el Pleistoceno también
pudo ser muy grande para permitir el desarrollo
permanente de la agricultura, pero lo contrario -
condiciones invariables- podría no haber sido
igualmente no recompensador. El viejo dicho “la
necesidad es la madre de la invención”,
seguramente no se basa en el vacío total. Una
explicación combinada de opulencia alternante con
stress ambiental suave, especialmente en ambientes
del Holoceno temprano, riesgosos pero altamente
productivos, con fluctuaciones periódicas en la
disponibilidad de alimentos, se está volviendo una
explicación favorecida por muchos arqueólogos
actuales como una explicación válida para la
adopción de la agricultura. De hecho, en un análisis
etnográfico de actividades “protoagrícolas” de
cazadores recolectores, Lawrence Keeley (1995)
sostiene que la mayoría de tales actividades han sido
registradas para grupos en ambientes altamente
riesgosos en latitudes bajas a medias. El riego y una
inteligente elusión del mismo ha sido una clave para
muchos éxitos en la vida y en la historia.
Hay otra teoría general a ser discutida aquí, una
un tanto diferente de las aquí expuestas y que no
requiere ni de la opulencia ni del stress de ningún
tipo, ni incluso de la decisión consciente por parte
de la poblaciones humanas involucradas. La visión
de Eric Higgs y Michael Jarman (1972), de que la
domesticación animal se había estado desarrollando
desde tiempos pleistocénicos cuando los humanos
gradualmente fueron refinando sus prácticas de
caza y pastoreo, es una temprana precursora de esto,
pero ha sido más poderosamente presentada por
David Rindos (1980, 1984, 1989). Rindos adoptó una
visión muy gradualista y darwiniana de la selección
y el cambio coevolutivo, en el cual se considera que
las plantas coevolucionaron con los humanos desde
el momento en el cual fueron depredadas por ellos,
adaptándose a las diferentes mecanismos de
dispersión de semillas y conjuntos de procesos
selectivos ejercidos por la intervención humana.
Desde esta perspectiva, las plantas han estado
atravesando siempre algún tipo de variación
fenotípica como el resultado de la actividad humana
y del manejo de los recursos. Sin embargo Rindos
reconoce que la transición real al cultivo consciente
(“domesticación agrícola”) probablemente fuera
guiada por el incremento poblacional, y que fue la
Cátedra de Prehistoria y Arqueología
causa de la mayoría de la subsecuente inestabilidad
y expansión de la población humana.
La esencia de la teoría de Rindos era realmente
la inconsciente selección darwiniana entendida en
contraposición a la elección consciente y no fue
diseñada para explicar el caso particular de
ninguna región. En mi opinión, un largo proceso de
coevolución preagrícola puede adecuarse con lo
que conocemos de Nueva Guinea y de la región
amazónica con su especialización en tubérculos y
frutos, quizás mejor que en el Sudoeste Asiático,
China o Mesoamérica donde los cereales parecen
haber atravesado episodios de domesticación más
bien explosivos. Pero esto no nos dice nada sobre
las razones históricas de por qué grupos
particulares de forrajeadores prehistóricos cruzaron
el Rubicón hacia la agricultura sistemática, no
mucho más que lo que nos aportó Darwin sobre el
mecanismo en que las especies animales pueden
haber adquirido rasgos genéticos completamente
nuevos a través de la mutación.
Es necesario entonces enfatizar que los inicios
regionales de la agricultura han involucrado un
rango tan complejo de variables que seríamos
ciegos al ignorar cualquiera de los factores recién
citados -sedentarismo, opulencia y elección, co-
evolución humanos-plantas, cambio ambiental y
stress periódico, presión demográfica y cierta
disponibilidad de candidatos aptos para la
domesticación. Y esto no es todo. Charles Heiser
(1990) sugirió que la siembra apareció como un acto
de apaciguamiento de los dioses después de la
cosecha de plantas silvestres – una hipótesis
imposible de contrastar, pero sin embargo
interesante. Jacques Cauvin (2000; Cauvin et al.
2001) sugirió que una “revolución de símbolos”
formó el antecedente inmediato para la emergencia
de la domesticación de plantas en el Levante, el
simbolismo en este caso involucrando a figurinas
femeninas humanas y representaciones taurinas.
Nuevamente, esta es una intrigante pero
incontrastable hipótesis y un poco imprecisa en el
mecanismo causal.
De hecho, muchas de las sugeridas “causas” se
solapan tanto que resultan difíciles de distinguir. El
cambio ambiental y la estabilidad creciente en el
Holoceno puede ser el facilitador subyacente más
significante, pero incluso este producirá poco en
ausencia de las “apropiadas” combinaciones del
contexto social y faunístico/botánico. Entonces no
11
Traducciones
puede haber una explicación unilineal para los
orígenes de la agricultura. Ni podemos ignorar la
posibilidad de la elección humana y la inventiva
consciente. Cualquier explicación general para una
tendencia tan compleja como la transición a la
agricultura debe ser seccionada en el tiempo, en el
sentido de que diferentes factores causales habrán
ocurrido en modos secuenciales y mutuamente
reforzantes.
La significancia de la agricultura contra la caza-
recolección.
Existe una perspectiva, bastante comúnmente
sostenida por antropólogos y arqueólogos que la
caza recolección y la agricultura son meramente
extremos de un continuum, a través del cual las
sociedades antiguas podían moverse con relativa
facilidad (Schirire 1984; Layton et al. 1991; Armit y
Finlayson 1992). Tal punto de vista minimiza
obviamente la significancia de los orígenes de la
agricultura y en forma extrema transforma el
concepto en poco valioso. Es cierto que los
cazadores recolectores en general llevan adelante
prácticas de manejo de recursos. Pero las sociedades
“camaleónicas” que pasan de la dependencia de la
caza-recolección a la dependencia agrícola-pastoril y
luego pueden volver atrás son difíciles de
documentar, tanto en el registro arqueológico como
en el etnográfico. Uno realmente se pregunta si
alguna vez existieron, fuera de aquellos casos bien
conocidos en los cuales agricultores hicieron
adaptaciones de corto plazo a la presencia de faunas
desprevenida en islas previamente deshabitadas,
especialmente en Oceanía (ya discutimos el ejemplo
de Nueva Zelandia).
Ciertamente, se han observado muchos
cazadores recientes que modificaron su medio en
alguna forma para fomentar los retornos de
alimentos, ya por quema, replantación, dispersión
de agua o manteniendo animales señuelo o perros
domesticados; esto es, mediante técnicas de manejo
de los recursos que pueden imitar a la
protoagricultura en el registro arqueológico. La
mayoría de los agricultores también cazan si se les
presenta la oportunidad y siempre han hecho eso a
través del registro arqueológico. De hecho, en
América, la carne cazada una fuente mayor de
abastecimiento fundamental para los agricultores
debido a la ausencia de fauna mayor domesticada
Cátedra de Prehistoria y Arqueología
[NdT: exceptuando la llama en el área andina].
Esta es probablemente una razón esencial por la
cual en América el registro de la expansión de la
agricultura y de las familias lingüísticas fuera tan
lento con respecto a las del Viejo Mundo.
Todo esto significa que hay buena evidencia en
sociedades recientes de algún grado de
solapamiento entre el forrajeo y la producción de
alimentos. Pero el problema completo aquí gira en
torno a qué grado de “producción de alimentos” se
haga referencia. Cualquier recolector de alimentos
competente puede ser un manejador de recursos, a
veces plantar un huerto ocasional o incluso
mantener algunos animales amansados. Sin
embargo, la idea de que los cazadores-recolectores
móviles puedan sencillamente entrar y salir de un
modo de vida dependiente de la agricultura a su
voluntad resulta irreal en términos de los
profundos cambios en la planificación requeridos
por los calendarios anuales de la disponibilidad de
recursos, movimientos y actividades asociadas con
esos dos modos de producción básicos. Hay muy
pocos indicios de que tales circunstancias se hayan
dado alguna vez en el registro etnográfico, y
ciertamente ninguna que sea irrefutable en su
veracidad histórica. Los forrajeadores móviles
deben tener un compromiso creciente con el
sedentarismo si es que la agricultura se va a
convertir en un pilar importante de su economía –
los campos de cultivo pueden desde luego
abandonarse por varios meses mientras la gente va
de caza, pero bajo tales circunstancias los retornos
serán esperablemente bajos. Si los forrajeadores
fueron sedentarios antes de adoptar la agricultura
entonces la transición debe haber sido menos
traumática, pero las dificultades que enfrentan los
arqueólogos para rastrear el sedentarismo en
contextos preagrícolas ya han sido referidos.
Hay otro modo de acercarnos a esta cuestión de
la “dureza” de la transición entre caza-recolección
y agricultura. Si cambios casuales entre agricultura
y forrajeo hubieran estado dándose con alta
frecuencia en siglos recientes, deberíamos esperar
encontrar muchas sociedades aún pasando de entre
las dos etapas al momento de ser registradas por
primera vez por la etnografía. También podemos
12
Traducciones
esperar ver un progreso gradual en la importancia
relativa de los alimentos producidos y los
forrajeados desde un extremo de la dependencia a
otro. ¿Es este el caso?
La respuesta a esta pregunta no es
particularmente obvia ya que tantas economías
tradicionales fueron transformadas por el contacto
con el mundo occidental antes de que el registro
etnográfico empezara a formarse. Pero tenemos
indicios en las entradas en el Ethnographic Atlas
(Murdock 1967; Hunn y Williams 1982) de la
contribución proporcional de los cinco modos de
subsistencia (recolección, caza, pesca, pastoreo de
animales y cultivo) en las dietas de un total de 870
sociedades distribuidas alrededor del mundo. En la
figura 2.4 los porcentajes para la agricultura y
pastores de animales (i.e. Alimentos “producidos”)
son agregados como un porcentaje combinado del
total de los alimentos para todas las sociedades
incluidas en el Atlas. Vemos algunos patrones
interesantes.
En el Viejo Mundo (Figura 2.4, arriba),
virtualmente todas las sociedades que practican la
agricultura o el pastoreo derivan más del 50 % de
sus recursos alimenticios de esas dos fuentes. Muy
pocas los combinan con cualquier dependencia
importante en la caza y recolección. La mayoría de
excepciones a esta generalización, donde la
dependencia agrícola cae en pocos casos por debajo
del 50%, se da en comunidades de las islas del
Pacífico donde la alta importancia de la pesca y la
ausencia de fauna mayor doméstica claramente tira
abajo a la importancia de la producción de
alimentos. En general para el Viejo Mundo, vemos
que los cazadores y recolectores pueden practicar
una pequeña cantidad de agricultura y los
agricultores pueden desarrollar una pequeña
cantidad de caza-recolección, pero los dos modos de
producción más decisivamente no se mezclan o
revelan una combinación apacible. Casi ninguna
sociedad ocupa situaciones transicionales,
derivando por ejemplo 30 % de su producción de la
agricultura y 70 por ciento de la caza-recolección. En
término de la historia cultural del Viejo Mundo, tal
combinación no ha sido estable desde que el registro
etnográfico comenzara a ser compilado.
Cátedra de Prehistoria y Arqueología Traducciones

Figura 2.4 Arriba: Los porcentajes de alimentos producidos en las dietas de una muestra de 561 sociedades del Viejo
Mundo. Abajo: los porcentajes de alimentos producidos en las dietas de una muestra de 309 sociedades del Nuevo
Mundo. Datos de Murdock 1967.

Esto sugiere, en términos de la trayectoria dependencia de la caza recolección y la agricultura

cultural del Viejo Mundo, que la caza y recolección
y los modos agrícolas de producción no pueden ser
mezclados indiscriminadamente. Ser bueno en uno
solo es una mejor opción para la mayoría de las
sociedades que balancear los dos juntos. Los
cazadores móviles no pueden quedarse cerca de los
cultivos para protegerlos de los predadores, los
cultivadores no pueden siempre abandonar sus
cultivos para cazar, y frecuentemente no necesitan
hacer, más aún si hay cazadores viviendo en sus
proximidades. Las formas de mutualismo de
intercambio y comercio entre los dos modos de
producción tiende a mantenerlos separados en
diversas situaciones etnográficas y los cazadores
normalmente se benefician de la presencia de
animales salvajes atraídos por las actividades
agrícolas. Esta observación del Viejo Mundo, de
una marcada separación etnográfica entre la
es contraria a las visiones de aquellos que
consideran que son simplemente estrategias
alternativas que las sociedades pueden elegir a
voluntad.
El gráfico para las 309 sociedades americanas
listado en el Atlas (Figura 2.4 abajo) no es de ningún
modo tan contundente como el del Viejo Mundo en
términos de los grados de dependencia en la
producción de alimentos. Desde luego, América
(especialmente Norteamérica) tenía en el momento
de contacto europeo, un número inmensamente
superior de sociedades cazadoras que el Viejo
Mundo (excluyendo Australia). Pero está claro que
el gráfico es muy distinto a la versión bimodal de su
contraparte del Viejo Mundo, con un menor grado
de dependencia en la producción de alimentos en la
mayoría de las sociedades americanas. Como en el
Viejo Mundo, hay un nadir obvio del 16-25 por

13
Cátedra de Prehistoria y Arqueología
ciento, pero en el Nuevo Mundo también podemos
encontrar muy pocas sociedades con más del 60
por ciento de dependencia en la agricultura y el
pastoreo. Esto refleja algunas diferencias
fundamentales entre el Viejo y el Nuevo Mundo en
términos de ambiente e historia.
El Nuevo Mundo, desde la perspectiva de los
agricultores tempranos, tenía una mayor extensión
de paisajes marginales o prohibitivos para la
agricultura que el Viejo Mundo. Tampoco tuvo
virtualmente ninguna gran economía de pastoreo
[N. de T.: salvo las de las tierras altas andinas] y su
trayectoria agrícola fue mucho más corta. Sin
pastoreo, la producción de alimentos fue reducida
en su importancia proporcional debido a que la
mayoría de las sociedades necesitaba obtener carne
de fuentes silvestres, ya pescando o cazando, y
estos modos tendieron a ser más importantes en
combinación que la recolección, entre aquellas
sociedades americanas listadas como agrícolas. En
el Nuevo Mundo, la agricultura no fue en general
la base de economías de subsistencia poderosas
como en el Viejo Mundo. Incluso así y a pesar de
todas las diferencias se mantiene el hecho de que
las poblaciones del Viejo y el Nuevo Mundo
encontraron dificultoso entrar y salir de la
dependencia agrícola regularmente.
¿Bajo qué circunstancias pueden los cazadores
recolectores haber adoptado la agricultura en la
Prehistoria?
Las dispersiones agrícolas descriptas en este
libro involucraron a poblaciones que aparentan, de
acuerdo a la evidencia arqueológica y las
reconstrucciones lingüísticas, haber dependido en
proporción importante de la agricultura para su
subsistencia. Si los cazadores recolectores antiguos
adoptaron la agricultura a través de la difusión
cultural, debemos considerar bajo qué
circunstancias se convirtieron en economías
totalmente agrícolas. Esta no es una cuestión trivial,
al menos no para aquellos que desean entender la
dispersión de la agricultura en más profundidad
que la ofrecida por los datos botánicos y
arqueológicos aislados.
Podemos enfrentarnos a este problema de
manera comparativa hasta cierto punto desde el
registro etnográfico e histórico del comportamiento
de cazadores recolectores en latitudes agrícolas en
14
Traducciones
el pasado reciente. Pero el tema se complejiza
cuando se considera la precisa naturaleza de
aquellos cazadores recolectores que sobrevivieron
para entrar en el registro etnográfico. Los cazadores
etnográficos sobreviven debido a que nunca
adoptaron la agricultura, pero la mayoría están
también oprimidos por condiciones políticas y
sociales que los desalientan a continuar haciéndolo.
Ellos pueden, en su mayoría, solo ofrecer
información negativa sobre por qué la gente no
adoptó o inventó la agricultura. Simplemente no
tenemos registros históricos detallados de grupos
cazadores recolectores adoptando la agricultura en
un modo exitoso y a largo plazo, incluso aunque
muchos practican mínimos cultivos casualmente.
Sin embargo hay salvedades históricas. Por un
lado, el registro etnográfico es esencialmente una
creación de las sociedades occidentales colonialistas
y pertenece a un periodo histórico en el cual las
condiciones para una adopción exitosa de la
agricultura eran desfavorables. Quizás uno podría
rechazarlo como irrelevante para temas de la
adopción agrícola en el Neolítico. Pero por otro lado,
tenemos registro del norte de Australia y California
de gente que estaba técnicamente en una posición de
adoptar la agricultura de cultivadores vecinos por
varios siglos antes de la dominación europea de sus
vidas, pero que nunca lo hicieron. También tenemos
información circunstancial para muchos grupos
previamente cazadores recolectores que
probablemente adoptaron la agricultura o el
pastoralismo en tiempos relativamente recientes,
aunque estas adopciones predatan registros
etnográficos directos y entonces resultan inciertos en
la trayectoria histórica. Desde estas perspectivas del
comportamiento la etnografía es seguramente
relevante como una base de datos comparativa,
incluso si las comparaciones no pueden ser
extendidas a la interpretación de trayectorias de la
historia humana a largo plazo.
A fin de abordar el registro etnográfico
sistemáticamente y extraer información comparativa
útil, es esencial no tratar a todas las sociedades
cazadoras recolectoras etnográficas registradas
como parte de una sola categoría, o como teniendo
las mismas trayectorias históricas básicas desde
tiempos pleistocénicos (Lee y Daly 1999). Este
capítulo favorece una separación de los cazadores
recolectores del mundo en tres grupos basados en la
comprensión histórica, a pesar de ser a veces débil,
Cátedra de Prehistoria y Arqueología
de sus orígenes y relaciones con los cultivadores en
el pasado. No todos los grupos cazadores
recolectores pueden ser ubicados de manera
inequívoca en uno de los tres grupos, pero hay
suficientes que posibilitan realizar un número
ciertamente convincente de observaciones.
De los tres grupos, los dos primeros pueden ser
distinguidos como cazadores recolectores
“originales” en el sentido que se presume, al menos
por parte de la mayoría de los académicos, tener
ancestros sin rupturas dentro las economías
cazadoras recolectoras retrotrayéndose hasta el
Pleistoceno. Los cazadores del Grupo 1 están
enclaustrados entre paisajes agrícolas y pastoriles,
mientras que los del Grupo 2 están (o estuvieron)
libres de tales restricciones. Los del Grupo 3 tienen
Figura 2.5. Ubicaciones de grupos de cazadores recolectores existentes y recientes dentro de latitudes agrícolas, mostrando
ejemplos de los tres tipos históricos básicos y también los límites de las sociedades agricultoras prehistóricas.
Grupo 1: Los cazadores recolectores de “nicho” de África
y Asia
Estas poblaciones se clasifican juntas porque
todas han sobrevivido al presente en ambientes
pobres para la agricultura en los intersticios entre
poblaciones agrícolas y pastoriles mayores.
Ninguna tiene formas de organización social de
“bandas” divididas por rango y todas han sido
esencialmente cazadoras en su orientación
15
Traducciones
un rango aparentemente derivado de economías
cazadoras, creadas por la especialización de modos
de vida anteriores que incluían a la agricultura. Los
cazadores que viven completamente (o
mayormente) más allá de del rango de la agricultura
en las latitudes frías se excluyen por razones obvias
de la discusión subsiguiente. Tales grupos incluyen
a los Ainu (que tuvieron incursiones marginales en
los siglos recientes), más la poblaciones cazadoras
recolectoras de temperaturas frías del Ártico, y el
sur de Sudamérica. Los miembros de los tres grupos
a ser discutidos más abajo viven en, o solo más allá,
aquellas latitudes tropicales y templadas dentro de
las cuales la agricultura era o es generalmente
posibles (Figura 2.5).
económica a lo largo de toda su historia conocida o
reconstruible. Las poblaciones clásicas de este tipo
incluyen a los San (Bushmen) de las regiones del
Kalahari y Namib, los Hadza del norte de Tanzania,
los Aka y Mbuti (Pygmies) de las selvas lluviosas
africanas y los semang y Agta (Negritos) de Malasia
peninsular y Filipinas. Es posible que algunos
cazadores interfluviales amazónicos, ubicados entre
las principales poblaciones rivereñas, también
pertenezcan a este grupo, pero es un tema
Cátedra de Prehistoria y Arqueología
controvertido. La mayoría de ejemplos en esta
sección serán tomados del Kalahari y del Sudeste
Asiático.
Las sociedades de cazadores del grupo 1 viven
en áreas decididamente marginales para la
agricultura, particularmente semidesérticas o en
selvas ecuatoriales y hoy están rodeadas por o
viven adyacentes a paisajes agrícolas o pastoriles
más fértiles. En términos de James Woodburn
(1982,1991) están encapsulados por sus vecinos más
poderosos. Algunos grupos, tales como los Semang
Malasios y los Agta Filipinos, recientemente han
entrado en niveles de encapsulamiento severo con
el avance del desmonte, el cultivo comercial y otras
actividades completamente contrarias a la
supervivencia cazador-recolectora (Dentan et al.
1997, Headlan y Reid 1989, Headlan 1997). Con
todas estas poblaciones, sin embargo, las
variaciones de grados de contactos de largo plazo
menos peligrosos, matrimonio y a veces hostilidad
con poblaciones agrícolas, a través de milenios
significa que muchos han atravesado cambios
sustanciales alejándose de cualquier norma de
comportamiento Paleolítica que pudo haber
existido antes de que la agricultura apareciera.
El impacto del encapsulamiento es enfatizado
por la categorización de Woodburn por tener
sistemas de retorno inmediato caracterizados por
compartir, junto con una ausencia de almacenaje y
acumulación de alimentos y propiedad. Tales
grupos frecuentemente ocupan posiciones de bajo
estatus económico en dependencia parcial de las
poblaciones agrícolas o pastoriles cercanas,
perdiendo rápidamente en el proceso su identidad
étnica. El stress que resulta de tal subordinación,
descripta en algún detalle para los Batak Filipinos
por James Eder (1987), asegura que tales grupos
carecen de cualquier forma de jerarquía social. En
términos sociales, pueden ser descriptos por vivir
en bandas móviles multifamiliares, usualmente
bilaterales en términos de parentesco e igualitarios
en términos de autoridad. Tales grupos, en la
visión de Woodburn, son poco propensos a
convertirse en agricultores. Ninguno ha parecido
alguna vez determinado hacia este fin, al menos en
lo que concierne al registro etnográfico, y su
general falta de interés en la acumulación o
herencia de riqueza se origina desde la mentalidad
de muchos agricultores y pastores que cualquier
cambio exitoso requeriría una reorganización
16
Traducciones
demasiado profunda de sus sociedades e ideologías.
De hecho, los estudios detallados de los Agta y
los Batak Filipinos revelan que ellos encuentran
extremadamente difícil adoptar la agricultura
exitosamente, incluso cuando todos sus territorios
de caza han sido tomados por agricultores
(Headland 1986, Eder 1987). De acuerdo a Rai
(1990), los agricultores migrantes de tabaco en el
noreste de Luzon hoy expulsan a los agricultores
nativos, quienes a su vez invaden a los cazadores
Agta y toman sus tierras de caza. No solo los Agta y
Batak carecen de los conocimientos necesarios para
involucrarse firmemente en la agricultura, sino que
incluso en el caso de que ellos deseen aprenderlos
los campesinos y cultivadores comerciales a su
alrededor normalmente no les permiten cultivar
exitosamente. Esto se ajusta mejor a que los
agricultores los mantengan en relaciones
semidependientes, cazando y recolectando para
comerciar y trabajar en los campos de tiempo en
tiempo. Eder (1987: 93) establece con respecto a los
Batak de Palawan: “Las causas próximas del estado
no sistemático de la agricultura Batak se encuentran
en débiles prácticas de manejo, conflictos de
planificación, presiones sociales y valores
culturales”.
Andrew Smith (1990:65, 1998) sostiene los
mismos puntos para las poblaciones San que habitan
cerca de los pastores Bantúes en el sur de Africa:
“incluso si un cazador aspirara a ser pastor, las
condiciones sociales lo imposibilitan”. Él también
nota que el actual bajo status de los cazadores
recolectores que viven en asociación con los pastores
africanos probablemente se hunde profundamente
en el registro prehistórico. Vierich apunta que “más
que atravesar una ´Revolución Neolítica´
contemporánea… los cazadores recolectores del
sudeste del Kalahari se vuelven crecientemente
dependientes en la invasiva economía Bantú.”
También sostiene que entre las poblaciones Basarwa
(Bushman de Botswana), “cuanto más dependiente
es una familia [Basarwa] del ganado y los productos
agrícolas, es menos posibles que posea realmente
ganado o que plante sus propios campos” (Vierich
1982:217,219). Esto refuerza la ciertamente obvia
conclusión que el encapsulamiento se incrementa en
intensidad, de manera que las oportunidades para
una adopción exitosa y estable a largo plazo de la
producción de alimentos decaen rápidamente.
Cátedra de Prehistoria y Arqueología
El sedentarismo también tiene sus problemas
para estas poblaciones. Kent (1996) nota en el
contexto africano cómo la adopción de un modo de
vida sedentario puede llevar a un profundo
incremento en el desorden social y el homicidio
entre las sociedades igualitarias sin liderazgo
autoritario. Hitchcock (1982) sostiene, de nuevo en
un contexto africano (Basarwa): “Considerando
todos los problemas generados por el
sedentarismo, no resulta sorpresivo que los grupos
cazadores-recolectores intenten mantenerse
móviles mientras sea posible”.
Las historias recientes de todas estas
poblaciones circunscriptas sugieren que
mantenerse como cazador-recolector era realmente
una alternativa atractiva en el pasado, cuando la
presión de cultivadores y pastores no era tan alta
como en tiempos recientes. En tales circunstancias,
tenían suficiente tierra de caza y podían establecer
relaciones de intercambio con agricultores para
adquirir cereales y otros alimentos domesticados. A
cambio, los cazadores recolectores intercambiaban
carne y otros productos salvajes, especialmente
importantes para los agricultores quienes carecían
de grandes rebaños (Spielman y Eder 1994). Existen
muchos ejemplos de tales sistemas de intercambio
en todos los contextos cazadores-recolectores del
Viejo Mundo, particularmente en el Oeste de
Africa, Malasia, y las Filipinas. Las observaciones
antropológicas y lingüísticas de Geoffrey Benjamin
(1985) sugieren que los cazadores recolectores
Semang y los agricultores Senoi de la península
malasia han diferenciado sus estilos de vida en
situaciones de continua interacción a través de casi
4000 años, hacia especializaciones de caza y
recolección y de cultivo respectivamente. Los
Semang han adoptado aspectos de organización
social, tales como la exogamia grupal y la
descendencia bilateral, que alienta movimientos y
lazos sociales de amplio espectro, libre de
cualquiera de los vínculos entre linajes y territorios
específicos que caracterizan a muchas de las
sociedades agrícolas sedentarias. Thomas
Headland (1986) observa rasgos similares en los
Agta Casiguran.
Tales redes interactivas entre agricultores y
cazadores-recolectores, en situaciones de
circunscripción no severa, son presumiblemente
estables hasta que los agricultores incrementan su
número (difícilmente una circunstancia extraña en
17
Traducciones
muchos países en vías de desarrollo modernos) y
por ende requieren más terreno. Entonces, los
cazadores-recolectores se unen a los agricultores
como trabajadores de clase baja o, si son
afortunados, pueden ellos mismos adoptar la
agricultura. El problema sin solución aquí es que al
tiempo que la presión agrícola es suficiente para
hacer meritoria la adopción de la agricultura, es
frecuentemente demasiado tarde, como en parte de
las poblaciones Negrito de las Filipinas descubrieron
tan trágicamente, al igual que le ocurrió a algunos
San marginados con respecto al pastoralismo. El
proceso en el siglo XXI sería similar a intentar
subirse a un tren que marcha rápidamente.
Para aquellos que perdieron el tren por elección
o por las circunstancias, el futuro puede ser sombrío.
Los intentos en el periodo colonial de persuadir a los
Semang Malasios de asentarse y cultivar no han sido
muy exitosos debido a problemas con la escasez
estacional de alimentos y la diversidad dietaria
reducida (Kuchikura 1988; Polunin 1953). Lo mismo
ocurrió para los grupos Filipinos, aunque aquí la
enorme densidad de población en las Filipinas
comparada con la de Malasia hace al futuro de los
forrajeadores Agta como grupos independientes
incluso más tenue. Headland (1986, 1997, Early y
Headland 1998) da un promedio de expectativa de
vida para los Agta Casiguran de 22 años, con el 50%
de los niños muriendo antes de la pubertad, una
mujer cada siete muriendo en el parto y un hombre
cada cinco muriendo en un homicidio. La
desnutrición es severa, y la horticultura Agta es de
tan baja escala que suma muy poco a la dieta.
Headland sugiere que las deficiencias nutricionales
en el pasado pueden ser una causa importante para
la baja estatura de los agta, incluso para todas las
poblaciones Negrito del Sudeste Asiático. Eder da
una imagen similar para los Batak de Palawan.
Sin embargo, cuando algunos de estos grupos
son observados en perspectiva histórica, queda claro
que su mundo no siempre ha estado bajo la presión
actual. Algunos de los Agta en las Filipinas
adoptaron la agricultura e incluso cambiaron sus
lenguajes adoptando las lenguas austronesias de los
agricultores en el pasado remoto (Fox 1953; Reid
1994a; 1994b), aunque hoy los Ayta de Zambales,
actualmente completamente agricultores,
paradójicamente extraen el 90 por ciento de su dieta
de cultivos americanos más que de nativos del
sudeste asiático (maíz, mandioca, papa dulce,
Cátedra de Prehistoria y Arqueología
Xanthosoma taro) (Brosius 1990). Esta es
seguramente una reflexión del hecho de que esas
poblaciones están obligadas a vivir en una
ubicación agrícola relativamente marginal donde
solo crecerán estos cultivos de no irrigación y
resistentes.
Los San, en particular, han sido el centro de un
amplio y vituperante debate en antropología y
arqueología sobre cuán genuinos o espurios son
como cazadores. Los San viven mayormente en un
área más allá de los límites agrícolas, pero no del
pastoralismo, y sus relaciones con los agricultores
bantúes y los pastores Khoikhoi han sido muy
intensas en ciertos momentos del pasado,
particularmente para aquellos grupos que viven en
torno a los límites del Kalahari. Los Khoikhoi son
un grupo de gente Khoisan que adoptaron el
pastoreo de ovejas de manera permanente hace
1500 o 2000 años. Algunos San también adoptaron
la agricultura de los granjeros Bantu, plantando
tabaco y sorgo de manera eventual, pero raramente
cuidan los cultivos de acuerdo a Lee (1979:409-411).
Otros, no obstante, como los San Dobe del interior
del Kalahari seco, se mantuvieron relativamente
como cazadores no influenciados hasta momentos
tempranos del siglo XX. Como sostienen Solway y
Lee (1990:119): “Entonces... la incorporación
completa, como dependientes, de los San en los
sistemas agropastoriles fue retrasada tanto como el
monte mantuvo la posibilidad de una vida
alternativa”.
A pesar de la existencia de casos ocasionales de
adopción de la agricultura entre sociedades del
grupo 1, es aparente que todos esos casos de
adopción para los cuales tenemos registros, o que
pueden ser estudiados a través de indicadores
proxis, han sido pequeños en escala y ciertamente
no tuvieron la fuerza suficiente para establecer un
proceso de dispersión agrícola. De hecho,
probablemente representan escapatorias
afortunadas de contextos o desarrollos de
encapsulamiento. Es muy difícil ver en los registros
de estas sociedades cazadoras de “nicho” de
cualquier lugar de África o Asia algún potencial
para la adopción de la agricultura en gran escala,
similar por ejemplo a las dispersiones agrícolas
mayores que presenciamos en los periodos
Neolítico y Formativo.
18
Traducciones
Grupo 2: los cazadores-recolectores “libres” de Australia,
las islas Andaman y América.
Este grupo comprende a aquellos cazadores-
recolectores que habitaban latitudes agrícolas en
Australia, las islas Andaman y varias regiones de
Norte América, especialmente la costa occidental y
Florida, pero quienes (a diferencia de los del Grupo
1) vivieron generalmente distanciados de
agricultores antes de la colonización europea.
Muchas de estas sociedades en Norteamérica
vivieron en regiones costeras con recursos marinos
prolíficos y podían entonces alcanzar modos de
organización social de jefaturas, frecuentemente con
linajes ranqueados. Algunos estaban en contactos
periódicos, pero no peligrosos, con agricultores en
regiones adyacentes en la prehistoria y así tenían
oportunidades, nunca tomadas, de adoptar la
agricultura (e.g. Australianos del norte, los
Andamanenses y los californianos del sur). Los
Calusa de Florida podrían también ser incluidos en
este grupo, pero Keegan (1987) sugiere que
consumían maíz doméstico a partir de la evidencia
isotópica de los huesos, así que quizás haya que
tener sumo cuidado en la interpretación. Otros
tuvieron limitado o inexistente contacto con
agricultores, en parte por su distanciamiento y en
virtud de ser “protegidos” del contacto agrícola por
extensos paisajes cazadores-recolectores. Las tribus
de British Columbia y la mitad sur de Australia
entra en esta categoría.
En la terminología de James Woodburn, algunas
de estas poblaciones de cazadores-recolectores,
especialmente las jefaturas marítimas del oeste de
Norteamérica y Florida, retardaron los sistemas de
retorno para una contraprestación recíproca de
obligaciones y deudas. Ellos fueron un resultado
menos igualitario que los cazadores encapsulados
africanos y asiáticos. Tales grupos reconocían
derechos formales sobre los territorios y recursos en
distintos niveles, desde los individuales a los
comunitarios (Richardson 1982, Widmer 1988).
Tenían linajes más que organizaciones sociales
bilaterales para matrimonios y propósitos rituales,
almacenaban alimentos (un desarrollo necesario
para los sistemas de retorno diferido – Testart 1988),
eran frecuentemente menos móviles, más
sedentarios que los grupos de retorno inmediato y
en general tenían el tipo de características sociales
que en teoría podían generar el cambio a modos de
Cátedra de Prehistoria y Arqueología
vida con acumulación y almacenaje de los
agricultores exitosos un poco más fácil. Socialmente
entonces, tales grupos se solapaban bastante con
los agricultores, indicando que la complejidad
social del tipo jefatura puede relacionarse en
términos de origen más a la intensidad que a la
confiabilidad de los recursos y a la densidad de
población que a la simple presencia de producción
de alimentos como opuesta a la caza-recolección.
Esta no es una nueva observación pero es sin
embargo meritoria de repetir.
Los señoríos de cazadores-recolectores
complejos de Norteamérica parecen no haberse
dado en Australia al momento de contacto
europeo, aunque Harry Lourandos (1991, 1997) y
Colin Pardoe (1988) proveen evidencia
arqueológica y funeraria para sugerir que las
sociedades complejas en el modelo de “retorno
diferido” de Woodburn podría haber existido en el
pasado prehistórico especialmente en algunas de
las partes más fértiles del sur del continente.
Etnográficamente, Australia es demasiado
compleja para una clasificación simple, con algunas
de las sociedades siendo hoy fuertemente de
“retorno inmediato” y enfocadas en compartir. Sin
embargo, las sociedades intensamente orientadas
hacia los recursos marítimos con tecnología
complejas y división por linajes no se dieron en
Australia y tampoco el almacenaje se desarrolló
demasiado, excepto en regiones más secas
(Peterson 1993; Cane 1989: 104).
¿Qué sabemos sobre las oportunidades para la
adopción agrícola entre los cazadores-recolectores
del Grupo 2, antes de la incorporación de la
mayoría de ellos en estados nación modernos?
Australia, de manera única, formaba un vasto
continente de cazadores-recolectores que
sobrevivieron hasta tiempos etnográficos sin rasgos
de adopción agrícola previa al contacto, aunque a
veces habitaron regiones de productividad agrícola
potencialmente alta. Los aborígenes de Cape York
estuvieron en contacto con horticultores de Torres
Strait y el sur de Nueva Guinea, todos viviendo en
una zona de similar ecología, clima y recursos de
flora (Harris 1977b). De hecho los cultivos que
daban sustento a los cultivadores de Nueva Guinea
– batata, araceas (particularmente el taro),
arruzrruz, palma, pandanus, y cocos ocasionales-
se daban de manera silvestre en el paisaje de Cape
York sin generar interés por la agricultura.
19
Traducciones
Los aborígenes de Arnhem Land y Kimberley
también tuvieron contacto con hombres recolectores
y comerciantes marítimos indonesios (Macassanos),
pero debemos asumir que los marineros y los
conocimientos agrícolas no viajan solos fácilmente.
Los Macassanes visitan al norte de Australia para la
recolección de bêche-de-mer [NdT: pepino de mar]
quizás desde el siglo XVI (Mackinigth 1976) parecen
haber sido lo suficientemente frecuentes para que se
formaran dialectos de intercambio macassano-
aborigen (Urry y Walsh 1981), y algunos aborígenes
fueron incluso llevados en barco hasta Macassar
(Ujung Pandang). Pero en este caso, los indonesios
no se asentaron permanentemente o cultivaron en
Australia. Contactos similares se dieron con los
Andamanenses que fueron visitados por barcos
comerciantes navegando entre India y el sudeste de
Asia desde al menos hace 2000 años, de manera tal
que pudieron conseguir cerdos y adoptar la alfarería
(Cooper 1996). Pero ellos tampoco se volvieron
agricultores.
De acuerdo a algunos académicos, las
sociedades originarias australianas enaltecieron
características de comportamiento que habrían
convertido al proceso de adopción de agricultura
sedentaria en un proceso dificultoso. Nicolás
Peterson se refiere a la falta de materialismo,
necesidad de portabilidad, y generosidad ética de la
sociedad originaria, en torno a esto como
debilitando cualquier motivación para el desarrollo
de patrones de subsistencia de trabajo intensivo
tales como la agricultura. Cita el ejemplo de un
grupo Arnhern Land quienes hicieron un huerto en
1971 con el propósito específico de convencer a
oficiales de que la tierra estaba en uso, y por ello no
disponible para su expropiación. Cuando los grupos
movilizaron su campamento transplantaron los
cultivos a su nueva ubicación, dando un nuevo
concepto de establecimiento de cultivos. No
sorprendentemente, las plantas murieron. A.K.
Chase también sugiere, con respecto a las sociedades
originales del norte, que la agricultura “implica una
percepción radicalmente diferente del medio y de
sus legítimos ocupantes humanos, y autoriza una
manipulación diametralmente distinta de plantas y
sus hábitats”.
Algunas de las regiones rivereñas internas más
secas de Australia soportaron poblaciones que
cosecharon hierbas silvestres en la prehistoria y aún
lo hacen en la actualidad (Allen 1974; Cane 1989).
Cátedra de Prehistoria y Arqueología
Pero a diferencia de la situación en el Levante o
China, no presenciamos aquí una trayectoria hacia
la domesticación. Las razones para esto son
probablemente que el método de cosecha manual
registrado etnográficamente nunca seleccionó
granos con un hábito no-destructivo. Incluso si tal
selección hubiera ocurrido, no se practicaba la
siembra para la próxima estación. Además, el
procesamiento de estas pequeñas semillas de
hierbas era tan laborioso (6 horas de trabajo para
alimentar a una persona por un día de acuerdo a
Cane) que los bollos similares a pan producidos de
los granos molidos nunca proveyeron más que un
suplemento de la dieta. Nunca sabremos si la
agricultura se hubiera desarrollado aquí en el caso
de que los recolectores se hubiesen mantenido
separados del resto del mundo por unos milenios
más, pero con los métodos de procesamiento
existentes esto resulta ciertamente improbable. Las
regiones incluidas también son marginales para la
agricultura, con recurrentes problemas de sequía.
¿Pero qué hay de la adopción de la agricultura
por sociedades etnográficas de cazadores-
recolectores del Grupo 2 en otras partes del
mundo? Los Yanomamo de Venezuela
posiblemente adoptaron el cultivo de la banana en
una economía básicamente cazadora-recolectora en
tiempos postcolombinos después de que esta
planta fuera introducida desde el sudeste asiático
en América (Rival 1999:81). Otro ejemplo de
adopción agrícola se dio en siglos recientes en el
sudoeste de EEUU. Los ancestros de los Apache
Athabascano-hablantes y Navajo migraron desde
Canadá hacia el norte de Arizona y noroeste de
Nuevo Méjico, aparentemente después del colapso
hacia el 1400 d.C. de la mayoría de las sociedades
agrícolas Ansazi y Mogollon previas (constructoras
de “pueblos”), famosas por ruinas evocativas como
Cliff Palace en Mesa Verde y Pueblo Bonito en
Chaco Canyon (Matson 2003). Los athabascanos
migraron, probablemente bajando por las planicies
occidentales, como cazadores de bisontes, pero
algunos Navajos en estrecho contacto con las
sociedades Pueblo sobrevivientes habían adoptado
el pastoreo de ovejas y algún cultivo casual de maíz
hacia 1705. Etnográficamente los hábitats Apache y
Navajo eran relativamente áridos y el grado de
inversión agrícola anterior al siglo XIX era leve; los
intentos de forzar a los Navajo a adoptar la
agricultura de manera más intensiva anteriores a
20
Traducciones
1863 fracasaron. Algunos Apaches habitando
grandes altitudes (e.g. Los Mescaleros) plantaban
maíz en la primavera pero lo cosechaban aún verde
(inmaduro) para evadir la helada. Ellos luego
necesitaban asarlo y secar al sol los granos para
hacerlos comestibles, lo que significaba que carecían
de cualquier stock de siembra viable para la estación
entrante. Para conseguirlo probablemente debían
recurrir al intercambio. De manera que la adopción
agrícola fue evidentemente promovida y al mismo
tiempo limitada en intensidad por la marginalidad
ambiental (Hester 1962; Snow 1991).
Hasta aquí, parece que el registro etnográfico del
grupo 1 y del grupo 2 ofrece pocos indicios de
intenciones y de adopciones exitosas de la
agricultura. Este parece ser el caso a pesar de si las
sociedades eran de retorno diferido o inmediato,
encapsuladas o libres, estratificadas o igualitarias,
sedentarias o móviles, “recolectoras” o
“forrajeadoras”. Las sociedades cazadoras
recolectoras diferenciadas y populosas del norte de
California no estaban más interesadas en adoptar la
agricultura que los originarios de Cape York o los
Semang, y quizás incluso la mayoría de cazadores
recolectores en la prehistoria. No se desprende de
esto que los cazadores recolectores con instituciones
sociales complejas se convertirán necesariamente en
agricultores en cualquier lugar donde se introduzca
el concepto de la agricultura. De hecho los Apache
y los Navajo eran probablemente pequeñas bandas
igualitarias y móviles al momento de la adopción de
la agricultura y el pastoreo.
Entonces, cualesquiera sean las condiciones
sociales y ambientales conducentes a la adopción de
la agricultura, las observaciones de la “línea de
fondo” se mantienen. En ningún caso del registro
etnográfico observamos una adopción de la
agricultura que haya impartido un éxito expansivo a
la población receptora. Sin embargo, no es mi
intención sostener que esto nunca se dio en el
pasado, y desde luego volveremos a este tema en
varias ocasiones.
Grupo 3: Cazadores-recolectores que descienden de
agricultores
Este grupo ha sido deliberadamente dejado para
el final por la unicidad de su trayectoria histórica.
Algunos cazadores-recolectores parecen haber
descendido de sociedades originalmente
Cátedra de Prehistoria y Arqueología
agricultoras o pastoras, vía especializaciones en
ambientes donde la agricultura no era posible o
decididamente marginal. También existen algunos
en contacto directo con grupos agricultores
estrechamente relacionados en términos de
ancestralidad cultural y biológica. Las
comunidades pescadoras llamadas “Manus True”
de la costa sur de la isla de Manus en las islas
Admiralty de Melanesia son buenos ejemplos aquí,
existiendo al lado de poblaciones agricultoras de
las cuales no están marcadamente separadas en un
sentido étnico. En términos de historia, tales
trayectorias obviamente necesitan que estas
sociedades sean consideradas separadamente de
los cazadores recolectores “originales o prístinos”
de los grupos 1 y 2.
Pero es un grupo difícil de abordar en términos
de autenticación. Frecuentemente las sugerencias
de una ancestralidad agrícola parcial se basan en
relaciones lingüísticas y biológicas más que
evidencias concretas de testigos visuales. Ejemplos
de este grupo se postulan (y a veces se rechazan) en
el Este de África, sur de India, Borneo Interior, sur
de Nueva Zelandia, la planicie Zepik de Nueva
Guinea, la Gran Cuenca y el occidente de las
Grandes Planicies de EEUU, y en las relativamente
infértiles regiones interfluviales de la cuenca
Amazónica. De hecho, es un grupo muy amplio,
entre los cuales los Maoríes del sur y algunos de los
pueblos Uto-Aztecas del norte fueron los únicos de
verdad obligados por factores ambientales a
abandonar la verdadera agricultura. La existencia
de este grupo hace a la caza-recolección un
concepto confuso desde un punto de vista
histórico, pero nuestro interés en esta sección es
mayor con el comportamiento que con la historia
per se. Si consideramos el comportamiento estos
pueblos son, obviamente, cazadores-recolectores
genuinos.
Algunos cazadores-recolectores selváticos del
sudoeste asiático insular, particularmente los
Punan de Borneo, los Kubu de Sumatra, y los muy
debatidos Tasaday de Mindanao (falsos o
genuinos!), descienden de poblaciones
originalmente agrícolas, si los datos lingüísticos y
biológicos sirven de guía. Desde esta perspectiva,
los Punan y Kubu ancestrales se volvieron
cazadores-recolectores, especialmente recolectores
de sagú salvaje en el caso de los Punan, vía
decisiones conscientes de dedicarse a la caza-
21
Traducciones
recolección selvática interfluvial en regiones que los
agricultores rivereños encontraban difíciles de
penetrar.
Otros cazadores recolectores que descienden de
cultivadores incluyen algunos bantú parlantes en el
sur de África, posiblemente los recolectores de miel
Dorobo u Okiek de las tierras altas keniatas del este
de África, probablemente algunos grupos
recolectores de sagú marginales (muchos de los
cuales practicaban horticultura menor) en la cuenca
Sepik de Nueva Guinea y algunos grupos Indios
tales como los Chenchu y Birhor. En Sudamérica
otro potencial pueblo del grupo 3 en las regiones
interfluviales más pobres de la cuenca amazónica,
como los Ache de Paraguay y los Siriono y Bororo
de Brasil. Quizás los más interesantes son los
pueblos Uto-Aztecas Numico-hablantes de la Gran
Cuenca y áreas adyacentes, quienes parecen haber
abandonado un modo de vida agrícola anterior hace
unos 1000 años. Estos pueblos, descendientes
lingüísticos de originales cultivadores de maíz de
México y del Sudoeste de EEUU, eventualmente se
encuentran en una región seca donde la agricultura
de maíz se volvió marginal o imposible. Algunos
grupos aún tienen características de su remota
ancestralidad agrícola, tal como la alfarería,
irrigación de terrazas de plantas silvestres y
actitudes “agrícolas” para la propiedad de los
recursos (Kirchhoff 1954; Madsen y Rhode 1994; Hill
2001, 2003).
Las sociedades del grupo 3 son de especial
interés debido a que es mucho más fácil para una
comunidad productora de alimentos relativamente
marginal volver a la caza-recolección que para los
cazadores-recolectores moverse en la dirección
opuesta. Por ende es una expectativa certera que los
miembros de este tercer grupo sean tan numerosos,
particularmente en zonas marginales de las
sociedades agrícolas expansivas. En relación al valor
de estos grupos con respecto a los debates de la
adopción de la agricultura por parte de cazadores-
recolectores, se podría sostener que habiendo
abandonado la agricultura ellos son bastante libres
para retomarla nuevamente. Esto es quizás cierto,
particularmente si algunos hábitos tecnológicos y
económicos perduran de las fases agrícolas
anteriores. Sin embargo aquellos que habitaron
etnográficamente en regiones de posibilidades
agrícolas (i.e. excluyendo el sur de Nueva Zelandia
y la Gran Cuenca) aún se comportaban
Cátedra de Prehistoria y Arqueología
esencialmente como otros grupos de cazadores
recolectores vivientes con respecto a la general falta
de interés en la adopción agrícola. Por ejemplo
Bernard Sellato (1994) nota cuán resistente los
Punan de partes de Borneo son a adoptar el cultivo,
aunque las mujeres Punan frecuentemente se casan
con hombres de las comunidades agricultoras
Kayanas.
De hecho, el matrimonio de las mujeres
cazadoras con hombres agricultores es tan
comúnmente registrado en la etnografía que es
claramente una vía principal de intercambio
cultural y genético. Los hombres cazadores-
recolectores raramente pueden solventar la
adquisición de una mujer agricultora,
especialmente si existen pagos por esposas. A pesar
de los matrimonios, sin embargo, las comunidades
Kayanas aun prefieren mantener a los Punan en
una relación de recolector subalterno, tal como las
comunidades agricultoras filipinas hacen con los
Agta y como algunos agricultores bantú hacen a
sus vecinos pigmeos y San.
Entonces el grupo 3 se solapa con el 1 y el 2 en
términos de comportamiento y contexto social y
solo parecen diferir en términos de origen. El factor
del origen es este aspecto, sin embargo es muy
significativo ya que las sociedades del grupo 3
ofrecen una trayectoria de evolución cultural que
puede terminar para siempre con la idea de que la
evolución del forrajeo a la producción tiene una
sola dirección.
¿Por qué los Cazadores-recolectores tienen
problemas con la adopción agrícola? Una visión
comparativa.
Ellos viven en una Tranquilidad que no es afectada por la
Desigualdad de Condición: la Tierra y el mar los provee de
todas las cosas necesarias para su vida, no codician Casas
Magníficas, Objetos Domésticos... en resumen parecían no
otorgar valor en nada que nosotros les diéramos ni se
desharían nunca de nada de ellos por ningún artículo que
pudiéramos ofrecerles; esto en mi opinión sostiene que
piensan que están provistos de todas las necesidades para su
vida y que no tienen cosas superfluas (Capitán James Cook,
describiendo a los nativos de New-Holland [Nueva Gales del
Sur, Australia] en 1770; Beaglehole 1968: 399).
La ausencia de agricultura en áreas susceptibles de tenerla,
como California, no se debe entonces a las limitaciones
naturales sino a las limitaciones culturales de carácter
22
Traducciones
histórico – la debilidad del estímulo agrícola (Kirchhoff
1954:533).
Las descripciones anteriores de los tres grupos
de cazadores etnográficos indican que algunos se
han establecido como economías ciertamente
marginales de la producción agrícola en los siglos
recientes. Pero muy pocos, parece, han sido
realmente observados en tiempos etnográficos
adoptando un modo de vida agrícola de tiempo
completo basado solo en caza-recolección mínima.
¿Por qué no? ¿Se debe a que hay factores especiales
que han imposibilitado tales adopciones frente al
derrame torrencial de colonización y conquista
europea durante los últimos 500 años? ¿Adoptaron
los cazadores-recolectores la agricultura mucho más
frecuentemente antes de esto? Quizás, pero el hecho
aún es que hay obviamente muchos aspectos de las
sociedades cazadoras móviles que son contrarios a
la adopción de la vida sedentaria de un cultivador.
En el primer puesto, están las actitudes de los
agricultores y pastores en sí mismas, generalmente
diferenciadas, con quienes algunos cazadores
etnográficos han entrado en contacto y por quienes
muchos han sido eventualmente encapsulados.
Tenemos, entonces, dos razones actuando en pinza
por las cuales los cazadores-recolectores enfrenten
un callejón sin salida y hallan difícil adoptar la
agricultura – relaciones sociales inadecuadas en el
interior, combinada con relaciones adversas con
otras sociedades en el exterior.
¿Qué hay de las sociedades para las cuales el
encapsulamiento no ha sido un problema? Aquí,
aún tenemos que explicar por qué los originarios de
Cape York no adoptaron la horticultura de batata y
taro en Torres Strait, dados todos los otros
préstamos materiales, incluyendo las canoas de
batanga, que se sabe cruzaron la misma ruta.
También debemos preguntarnos por qué los
californianos del sur no adoptaron el cultivo de
maíz de los pueblos del valle inferior del Colorado
mucho antes del arribo de los españoles. En una
revisión detallada de este tema para California, Bean
y Lawton (1976:47) parecen dar en el clavo cuando
sostienen: “La abundancia de los recursos
alimenticios de California y las técnicas de
extracción de energía altamente desarrolladas
hicieron innecesario adaptar un modo agrícola,
excepto en alguna de las áreas desérticas
marginalmente productivas”.
Cátedra de Prehistoria y Arqueología
Esto sugiere, hasta aquí, que tenemos dos
grupos básicos de razones para la no-adopción de
la agricultura -razones sociales y razones de falta
de necesidad económica. Hay una tercera razón,
presentada por los californianos y los australianos
del norte. Aunque relativamente opulentos en el
abastecimiento de alimentos, las personas del sur
de California y de Cape York, estaban también
separados de sus vecinos agrícolas más cercanos
por pequeñas pero significativas transformaciones
geográficas. En el caso de Australia del norte había
una brecha marítima y una creciente duración de la
estación seca hacia el sur, separándose de los
agricultores de Nueva Guinea. En el caso de
California era un desierto y el cambio del ambiente
semiárido de Arizona a un clima mediterráneo con
estacionalidad de lluvias invernales muy marcada.
Bean y Lawton tienden a desatender el último
problema en base a que el maíz se cultivaba
ampliamente por los Indígenas en California en
condiciones coloniales de los siglos XVIII y XIX,
pero este desarrollo demuestra meramente que
“donde hay un deseo hay un camino”.
Además de esto las poblaciones de agrícolas de
baja densidad Yuman y Uto-Aztecas en Arizona
probablemente no advirtieron ninguna razón para
intentar expandir sus rangos más allá del desierto
Mojave en California, excepto por propósitos de
caza y recolección. Estas poblaciones tenían bajos
niveles de productividad vinculados a sistemas de
irrigación localizados y es poco probable que
hubieran visto alguna necesidad de cruzar el
terreno desértico para introducirse en zonas
climáticas muy distintas. En otros lugares del
mundo donde fue necesario cruzar las transiciones
biogeográficas, como de Pakistán a India y desde
China templada en el Sudeste Asiático tropical, la
agricultura también se dispersó de manera muy
lenta. En Australia y California la agricultura nunca
se difundió y los cazadores originales simplemente
continuaron, antes del periodo europeo, en el modo
de vida que mejor conocían.
Habiendo revisado las varias razones de por
qué los cazadores-recolectores podrían no adoptar
la agricultura, es necesario preguntarnos ¿Qué tipo
de cazadores-recolectores podrían haber superado
el callejón sin salida con éxito y aplomo, evadiendo
el encapsulamiento en el proceso, en el Neolítico y
en el Formativo? Bajo qué circunstancias habrían
adoptado de manera positiva y exitosa la
23
Traducciones
agricultura, de manera que pudieran adoptar la
economía, tecnología y quizás el lenguaje de grupos
agricultores vecinos y convertir esa adopción en una
poderosa fuerza para la expansión? Esto, después de
todo, lo que implica cualquier propuesta de
adopción local de la agricultura como una fuerza
guía fundamental para la expansión del lenguaje y
la cultura material en la prehistoria. La mera
adopción de cultivos esporádicos de baja energía
por un grupo cazador-recolector o la incorporación
de un grupo cazador-recolector y sus genes en una
sociedad agrícola dominante, no es un tema
relevante en este aspecto.
La respuesta a la pregunta anterior no es
sencilla, ya que es posible que las sociedades
cazadoras de hace 10000 años fueran bastante
diferentes de cualquiera del pasado reciente en sus
actitudes respecto a la adopción de la agricultura.
Pero, otra vez, hay que expresar alguna duda en
esto. No hay nada en el registro arqueológico que
indique que los cazadores-recolectores antiguos
estuvieran estructurados más allá de la variación
entre la banda y la jefatura, que observamos en la
etnografía cazadora. Si deseamos preguntarnos qué
habría pasado cuando los agricultores entraron en
contacto en regiones de potenciales agrícolas muy
altos, como planicies aluviales fértiles de Europa
templada, China central, o norte de India, entonces
la etnografía comparativa y la historia sugieren las
siguientes posibilidades:
a) Los cazadores-recolectores habrían sido poco
propensos a adoptar la agricultura si no estaban en
contacto directo y continuo con agricultores.
Tampoco habían adoptado la agricultura por
relaciones remotas a través de zonas de transición
biogeográfica o terrenos deshabitados.
b) cuando los contactos eran directos, esto es,
cuando los agricultores vivían realmente dentro de
territorios usados por cazadores-recolectores, la
tendencia inicial habría sido de mutualismo e
intercambio.
c) los cazadores-recolectores habrían comenzado a
adoptar la agricultura a medida que las presiones
agrícolas sobre la tierra se incrementaron. Pero
aquí aparece el callejón sin salida nuevamente -
cuando las presiones crecieron, lo mismo hicieron
el encapsulamiento y la dominación, reduciendo la
posibilidad social de una adopción exitosa de la
agricultura. Siempre habría habido una ventana de
Cátedra de Prehistoria y Arqueología
oportunidades para los cazadores-recolectores de
adoptar la agricultura. Pero si era efímera, como
habría sido en condiciones de rápido incremento
demográfico de los agricultores, la mayoría de
cazadores habría sido poco propensa a
atravesarla.
Hasta aquí, entonces, no parece haber razones
irresistibles por las que cualquier cazador-
recolector antiguo hubiera adoptado la agricultura
de manera permanente, o hubiera intentado
hacerlos a menos que se viera obligado, o incluso
por las que muchas de las poblaciones agrícolas del
Neolítico se habrían quedado tranquilas viendo
como los grupos cazadores adoptaban el modo de
vida de donde procedía su poder social y
simbólico. Pero, desde luego, hay un hueco muy
importante aquí para aquellos dispuestos a aceptar
la adopción cazadora-recolectora de la agricultura
como el medio principal de dispersión en tiempos
neolíticos. Esta hace referencia a los problemas y
especificidades ambientales de la demografía
comparativa cazador-agricultor. En las regiones
marginales para la agricultura o en las zonas
costeras donde las poblaciones recolectoras de
recursos marítimos eran muy numerosas es obvio
que las chances de que las poblaciones cazadoras
tomaran un sistema agrícola tentativamente
introducido pueden haber sido mayores, al menos
por pura lógica. Mucho habría dependido de cuán
estrictamente los agricultores desearan proteger su
identidad étnica, en cuanto hubieran estado
deseando incorporar nuevos miembros a través de
matrimonios con cazadores-recolectores, y en
cuanto estuviera su economía entrando en crisis
con su traslado a condiciones ambientales menos
favorables. Estos son temas complejos que no
pueden ser resueltos con respuestas de una sola
línea, y varios ejemplos de tales situaciones se
discuten más adelante. Pero no nos olvidemos de
nuevo que la alta productividad en un sistema
económico cazador costero opulento, incluso con
sedentarismo y almacenaje no necesariamente
genera la adopción agrícola de manera más
sencilla.
A pesar de estas visiones ciertamente negativas
sobre la posibilidad de la adopción de la
agricultura por parte de cazadores-recolectores, no
se está sugiriendo aquí que los cazadores antiguos
no pudieran nunca haber adoptado la agricultura
24
Traducciones
de fuentes externas. Sino que solo habrían estado
propensos a hacerlo en situaciones donde tuvieran
alguna ventaja demográfica o ambiental sobre
cualquier agricultor en su vecindad y donde
hubieran suficientes razones por las que el normal
desinterés cazador en la adopción agrícola fuera
contrariado. No podemos asumir que los cazadores-
recolectores adoptarían automáticamente la
agricultura solo porque estuviera frente a sus
narices. También necesitamos recordar que muchas
poblaciones de cazadores-recolectores sobrevivieron
junto a agricultores en muchas partes del mundo
por milenios, sin adoptar la agricultura, tal como
atestiguamos en el registro etnográfico.
Los capítulos siguientes demostrarán que la
dispersión agrícola en el pasado no podría haberse
dado simplemente porque los cazadores-
recolectores en todos lados la adoptaran. La
agricultura se dispersó en circunstancias
Neolítico/Formativas principalmente porque los
descendientes culturales y lingüísticos de los
agricultores tempranos incrementaron sus perfiles
demográficos y expandieron sus fronteras culturales
y lingüísticas. Ocasionalmente los cazadores
existentes dispusieron de pocas ocasiones de hacer
lo mismo. Pero tales oportunidades fueron
probablemente escasas, al menos en términos de
adopción unilateral de agricultura por cazadores-
recolectores sin una presencia sustancial de
agricultores en las proximidades.
Para el registro arqueológico
De acuerdo al registro arqueológico, la
agricultura emergió como forma predominante de
producción de alimentos directamente de un
contexto cazador recolector, sin ninguna relevancia
atribuible a la difusión externa, en al menos cinco
regiones del mundo (Figura 1.3):
1- El Creciente Fértil del Sudoeste asiático (trigo,
cebada, arvejas, lentejas, oveja, cabra, cerdo y vaca)
2- La cuenca de los cursos medios e inferiores de
los ríos Yangzi y Amarillo de China (arroz, mijo cola
de zorro, tubérculos y frutas, cerdo y pollo)
3-Nueva Guinea, probablemente en las tierras
altas interiores (taro, caña de azúcar, pandanus,
banana y animales no domésticos)
4- Las regiones tropicales de América, quizás
con uno o más focos en el centro de México y norte
Cátedra de Prehistoria y Arqueología
de Sudamérica (maíz, porotos, calabazas,
mandioca, muchas frutas y tubérculos, animales
domésticos menores [NdT: llama y alpaca]);
5- Los bosques del este de EEUU (calabazas y
distintas plantas con semillas, animales no-
domésticos)
Es posible que África central (Subsahariana)
también haya presenciado desarrollos agrícolas
tempranos, particularmente en el Sahel el mijo y en
el norte de las selvas tropicales en el oeste africano
para la batata y el arroz africano. Hay también
propuestas similares para el sur de India.
Para comprender el origen de la agricultura en
estas regiones necesitamos considerar para cada
una, un número de cuestiones
botánicas/zoológicas, ambientales y arqueológicas:
a) ¿Dónde vivían los ancestros de las
principales plantas y animales domesticados
cuando se dio la domesticación por primera vez
(manteniendo en la mente que los ambientes
modernos y las distribuciones de especies pueden
ser muy diferentes de aquellos de varios miles de
años atrás)?
b) ¿Cómo cambiaron las condiciones climáticas
y ambientales durante los periodos en los cuales
emergió la agricultura en esas regiones? ¿Cuáles
25
Traducciones
fueron los resultados de estos cambios en la fauna,
la flora y las economías humanas?
c) ¿Qué tipos de culturas cazadoras recolectoras
realizaron la transición a la agricultura en las
distintas regiones? ¿Cuán importante eran los
patrones preexistentes de sedentarismo, almacenaje
de alimentos y oportunidades para la acumulación
asimétrica de riqueza como opuesta al compartir
igualitario?
d) ¿Cuán rápido se dieron inicialmente las
transiciones particulares y sobre qué extensiones de
territorio?
e) ¿Qué patrones en términos arqueológicos y
culturales se asocian con esa transición?
Estas cuestiones serán analizadas en más detalle
a medida que procedamos a través de la evidencia
de cada región. La cobertura para diferentes áreas es
muy despareja y nuestra comprensión en términos
de cantidades puras de datos arqueológicos, es
dominada por la transición en el Levante. Pero
tenemos suficiente información para saber que el
modelo del Levante difícilmente sea válido para las
otras regiones, aparte quizás de China, e incluso
aquí solo con modificaciones. Las rutas hacia la
dependencia agrícola fueron múltiples.